Dios y El Nuevo Ateismo

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Dios y el nuevo ateísmo

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COLECCIÓNCIENCIA RELIGIÓNY 2

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DIOS Y EL NUEVO ATEÍSMOUna respuesta críticaa Dawkins, Harris y Hitchens

Publicaciones de laU. P. ComillasMadrid – 2012 –

EditorialSal Terrae

SANTANDER

JOHN F. HAUGHT

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Título del original en inglés:

God and the New Atheism.A Critical Responseto Dawkins, Harris, and Hitchens

© 2008 by John F. HaughtPublicado por Westminster John Knox Press,Louisville, Kentucky

Traducción:

José Manuel Lozano-Gotor Perona

Imprimatur:X Vicente Jiménez Zamora

Obispo de Santander20-04-2012

© 2012 by Editorial Sal TerraeSantanderISBN: 978-84-293-2011-4www.salterrae.es

© 2012 by U. P. ComillasMadridISBN: 978-84-8468-398-4www.upcomillas.es

Diseño de cubierta:María Pé[email protected]

Reservados todos los derechos.Ninguna parte de esta publicaciónpuede ser reproducida,almacenada o transmitida,total o parcialmente,por cualquier medio o procedimiento técnicosin permiso expreso del editor.

Impreso en España. Printed in SpainDepósito Legal: SA-247-2012

Impresión y encuadernación:Grafo – Basauri (Vizcaya)www.grafo.es

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Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Capítulo 1

¿CUÁNTO DE NUEVO HAY EN EL NUEVO ATEÍSMO? . . . . . . . . . 21La primera verdad evidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22La segunda verdad evidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23La tercera verdad evidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28La cuarta verdad evidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35El significado de «fe» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

Capítulo 2

¿CUÁNTO DE ATEO HAY EN EL NUEVO ATEÍSMO? . . . . . . . . . . . 39La verdad moral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52

Capítulo 3

¿IMPORTA LA TEOLOGÍA? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57Literalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

Capítulo 4

¿ES DIOS UNA HIPÓTESIS? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73La hipótesis «Dios» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75¿Dónde está Dios? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80La necesidad de fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83La teología y la búsqueda de la verdad . . . . . . . . . . . . . 88

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Capítulo 5

¿POR QUÉ CREEMOS LOS SERES HUMANOS? . . . . . . . . . . . . . . 91La teología y el origen de la fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

Capítulo 6

¿PODEMOS SER BUENOS SIN DIOS? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107¿Tiene la moral necesidad de la fe en Dios? . . . . . . . . . 109¿Es verdad que la religión lo emponzoña todo? . . . . . . . 117Cuando las religiones se pervierten . . . . . . . . . . . . . . . . 122

Capítulo 7

¿ES DIOS UN SER PERSONAL? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125La ciencia y la personalidad divina . . . . . . . . . . . . . . . . 130El significado de «explicación» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133Dawkins y la explicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138

Capítulo 8

LA TEOLOGÍA CRISTIANA Y EL NUEVO ATEÍSMO . . . . . . . . . . . . 145El puritanismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149La encarnación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152La tolerancia de la ambigüedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155La evolución y la teología cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . 162

Sugerencias para seguir leyendo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167

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Prólogo

LA prensa popular y los debates de internet han prestadoconsiderable atención a las recientes proclamas de ateísmo deRichard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens, perorara vez han ahondado suficientemente en los supuestos defondo de estos autores. Eso es lo que intento hacer en el pre-sente libro, y mi esperanza es que las páginas que siguenofrezcan a lectores de diferentes trayectorias formativas, inte-reses y convicciones un conjunto coherente de reflexiones queresulte útil e interesante en el inagotable debate entre la fe re-ligiosa y el escepticismo moderno.

Quiero agradecer a la editorial Westminster John Knox elhaberme concedido la oportunidad de escribir esta sucinta crí-tica del «nuevo ateísmo». Me siento especialmente en deudacon Philip Law por la invitación que en su día me cursó a po-ner por escrito estos pensamientos, así como por la sumamentediestra ayuda que me ha prestado de principio a fin y las múlti-ples sugerencias que me ha ofrecido para hacer el libro accesi-ble a un público más amplio. Trabajar con él en este proyectoha sido una experiencia del todo agradable. También quieroexpresar mi gratitud a Daniel Braden, Tom King y KathleenRottenborn por haber leído el borrador del libro y haberme for-mulado útiles sugerencias. Y sobre todo, doy las gracias a mimujer, Evelyn, por su generoso aliento y su siempre sabio con-sejo en lo relativo a la revisión y corrección del texto.

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Introducción

1. Richard DAWKINS, The God Delusion, Houghton Mifflin, New York 2006[trad. esp: El espejismo de Dios, Booket (Espasa Calpe), Madrid 2009];Sam HARRIS, The End of Faith: Religion, Terror, and the Future of Reason,W.W. Norton & Co., New York 2004 [trad. esp.: El fin de la fe: la religión,el terror y el futuro de la razón, Paradigma, Madrid 2007]; ID., Letter to aChristian Nation, Knopf, New York 2007 [trad. esp.: Carta a una nacióncristiana, Paradigma, Madrid 2007]; Christopher HITCHENS, God Is NotGreat: How Religion Poisons Everything, Hachette Book Group USA,New York 2007 [trad. esp: Dios no es bueno: alegato contra la religión,Debolsillo, Barcelona 20103].

A cualquiera que esté al tanto de lo que en estos tiemposes una apuesta segura en el mundo editorial no puede habér-sele escapado el reciente brote de provocativos tratados ateos.Éxitos de ventas debidos a la pluma de Richard Dawkins, SamHarris y Christopher Hitchens han atraído extraordinarias do-sis de atención. A numerosos lectores, entre ellos algunos pro-fesores universitarios, estos libros no solo les han resultado in-teresantes, sino también, al menos en algunos casos, convin-centes. El espejismo de Dios, de Dawkins, expresa extremada-mente bien, aunque no siempre con precisión, lo que ya pen-saban algunos científicos y filósofos. Asimismo, Harris, en Elfin de la fe y en Carta a una nación cristiana, y Hitchens, enDios no es bueno, han formulado de modo claro y entretenidolo que muchos de sus lectores también consideran problemáti-co en la religión. Me referiré colectivamente a estas obras co-mo «nuevo ateísmo»1.

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2. Victor J. STENGER, God: The Failed Hypothesis: How Science Shows ThatGod Does Not Exist, Prometheus Books, Amherst (NY) 2007 [trad. esp.:¿Existe Dios? El gran enigma: el gran enfrentamiento entre ciencia ycreencia, entre fe y razón, Ma Non Troppo, Teiá 2008]; Carl SAGAN, TheDemon-Haunted World: Science as a Candle in the Dark, BallantineBooks, New York 1997 [trad. esp: El mundo y sus demonios: la ciencia co-mo una luz en la oscuridad, Planeta, Barcelona 1999]; Steven WEINBERG,Dreams of a Final Theory, Pantheon, New York 1992 [trad. esp.: El sueñode una teoría final: la búsqueda de las leyes fundamentales de la natu-raleza, Crítica, Barcelona 2001]; Michael SHERMER, How We Believe: TheSearch for God in an Age of Science, W.H. Freeman, New York 2000; OwenFLANAGAN, The Problem of the Soul: Two Visions of Mind and How toReconcile Them, Basic Books, New York 2002.

3. Daniel DENNETT, Breaking the Spell: Religion as a Natural Phenomenon,Viking, New York 2006 [trad. esp.: Romper el hechizo: la religión como unfenómeno natural, Katz, Madrid 2007].

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Otros cuantos libros intelectualmente comparables a losanteriores tratan ahora de demoler la religión, y en especial laidea de Dios, en nombre de la ciencia2. Inicialmente estuvetentado de incluir la obra de Daniel Dennett Romper el hechi-zo: la religión como un fenómeno natural en mi estudio delnuevo ateísmo, pero ese libro constituye un argumento inne-cesariamente extenso a favor de un modo relativamente sim-ple y bajo ningún concepto excepcional de atacar a la reli-gión3. Además, respondiendo a las tres obras que he seleccio-nado para evaluar, también estoy confrontando de hecho laprincipal afirmación de Dennett; a saber, que la religión debeser estudiada desde una perspectiva naturalista y, en especial,haciendo uso de las categorías de la biología evolutiva. De to-das formas, el nombre de Dennett aparecerá con bastante fre-cuencia en lo que sigue; pero, con vistas a limitar la extensióny complejidad de estas páginas, he decidido ocuparme de mo-do más explícito de los otros tres autores y de Dennett solomás ocasionalmente.

La principal tesis de Dennett es que la biología evolutivaproporciona la explicación más profunda de todos los fenó-menos de la vida, también de la ética y la religión. Buscar una

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11INTRODUCCIÓN

comprensión evolutiva de la religión, argüiré, es teológica-mente inobjetable. De hecho, la teología, tal como yo la en-tiendo, no tiene nada que objetar al intento de llevar las expli-caciones evolutivas de todos los sistemas vivos, incluidas lasreligiones, tan lejos como sea lógicamente posible y científi-camente fecundo. Para la ciencia, al fin y al cabo, las religio-nes son parte de la naturaleza tanto como puedan serlo las de-más realidades observables. Sin embargo, Dennett no se de-tiene en el reconocimiento de que la religión es un fenómenonatural que la ciencia tiene todo el derecho a estudiar. Para él,como para Dawkins, una comprensión naturalista de la reli-gión no deja espacio alguno con sentido para explicacionesteológicas verosímiles de por qué la mayoría de las personasson religiosas. Para Dennett, como para Dawkins, Harris yHitchens, la teología resulta ahora completamente superflua.Solo la ciencia puede decirnos qué es en verdad la religión; laciencia puede proporcionar mejores respuestas que la teologíaa cualquier pregunta importante que se plantee la gente. Se-gún Dawkins, la ciencia está capacitada incluso para determi-nar si Dios existe o no. Aunque Dennett no está tan seguro desí mismo a este respecto, comparte la creencia de que el al-cance cognitivo de la ciencia es universal, por lo que no dejaningún espacio con sentido para una explicación teológica dela religión.

Como resulta obvio, la creencia de Dennett de que la cien-cia puede proporcionar una comprensión adecuada de la reli-gión no es una afirmación científicamente demostrada, ni si-quiera demostrable. Es un dogma, una declaración de fe. Lamasiva acumulación de sarcásticos desaires y acrobacias inte-lectuales no consigue ocultar este hecho al lector crítico. Elsistema de creencias que suscriben Dennett y los otros nuevosateos es conocido como «naturalismo científico». Su dogmacentral es que solo la naturaleza, incluidos los seres humanos

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4. Cf. supra, nota 2.

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y las creaciones de estos, es real; y de ahí se deriva que Diosno existe y que únicamente la ciencia puede ofrecernos un co-nocimiento completo y fiable de la realidad. Siendo así queDios no cae dentro del ámbito de «pruebas» con las que tra-baja la ciencia, toda persona razonable y científicamente for-mada debe repudiar la fe en Dios. Puesto que casi todo lo queDennett escribe sobre la religión se basa en su fe en el natu-ralismo científico, cuando me confronte con este, estaré res-pondiendo críticamente a sus escritos aunque no lo mencionede forma explícita.

Según Dawkins y Dennett, es necesario optar entre las ex-plicaciones teológicas y las darwinistas. Todos y cada uno desus lectores deben decidirse por unas o por otras. No es posi-ble nadar y guardar la ropa. Al formular este dogma, Dennetty Dawkins están repitiendo simplemente uno de los supuestoscentrales de casi todos los ateísmos de inspiración científica.Carl Sagan, Michael Shermer, Steven Weinberg, Owen Flana-gan y Victor Stenger, por nombrar tan solo unos cuantos, hanplanteado tesis análogas4, de modo que no es necesario llevara cabo un estudio específico de estos pensadores. De todasformas, los autores que aquí estudio cubren el mismo territo-rio que los recién mencionados e incluso se ocupan de temasadicionales. Existen otros muchos libros, artículos y reseñasde nuevo cuño que suscriben los principios fundamentales delateísmo, pero en esas obras he encontrado poco que no hayasido dicho igual de bien o incluso mejor por los tres autoresque destaco en este volumen.

Debo confesar, sin embargo, el disgusto con que he sidotestigo de este reciente renacer del interés por el ateísmo. Noes que mi medio de vida en cuanto teólogo esté –siquiera re-

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13INTRODUCCIÓN

motamente– en juego, aun cuando los autores en cuestión de-searían con fervor que así fuera. Ni tampoco se debe mi dis-gusto a que el tratamiento de la religión en estos breves trata-dos ateos consista ante todo en despreocupadas generalizacio-nes que dejan fuera casi todo lo que los teólogos buscan po-ner de relieve en su propia discusión contemporánea sobreDios. Antes al contrario, el nuevo ateísmo no constituye unverdadero reto teológico. Su confrontación con la teología sesitúa más o menos al mismo nivel de reflexión sobre la fe queuno puede encontrar en la literatura creacionista y fundamen-talista contemporánea. Esto no tiene nada de sorprendente, yaque es de los creacionistas y los teístas defensores del diseñointeligente de quienes los nuevos ateos parecen haber adquiri-do gran parte de su comprensión de la fe religiosa. Los teólo-gos de las tradiciones principales, así como los estudiosos dela historia de las ideas, encontrarán en estas publicacionesmuy pocos argumentos que no hayan visto antes. Sin embar-go, puedo imaginarme que muchos lectores del presente librono tendrán suficiente formación teológica para saber cómo re-batirlos; por eso ofrezco en estas páginas una respuesta teoló-gica a tales argumentos, no solo para especialistas, profesoresy estudiantes, sino también para el público en general.

Con el término «teológico» pretendo señalar, en primer lu-gar, que mis reflexiones brotan de mi pertenencia a una tradi-ción religiosa teísta, esto es, una tradición que profesa la fe enun Dios personal, un Dios de poder y amor infinito que crea yconserva el mundo, abriéndolo para siempre a un futuro nue-vo e insólito, un Dios que hace nuevas todas las cosas. Estacomprensión de Dios, esencialmente bíblica, sostiene que almisterio divino solo es posible aproximarse por la vía de la fe,la confianza y la esperanza (que en la literatura bíblica sonconceptos casi indistinguibles), no tratándolo como una pose-sión cognitiva o religiosa presente. No obstante, aunque Dios

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no pueda ser conocido al margen de la fe y la esperanza, lamayor parte de la teología admite que la fe y la esperanza sonenteramente coherentes –y del todo solidarias– con la razónhumana, incluyendo su búsqueda de comprensión científica.

En segundo lugar, tal como yo uso el término, la teologíaes una reflexión filosófica ponderativa, pero también crítica,sobre las religiones que profesan fe en Dios. En lo sucesivo,cuando hable de «teología», emplearé esta palabra como unmarbete general para aludir a la obra de numerosos pensado-res religiosos, buenos conocedores de la Biblia y críticamen-te reflexivos, que me han ayudado a perfilar mi propia com-prensión de la fe y el ateísmo. Me refiero, en concreto, a pen-sadores como Paul Tillich, Alfred North Whitehead, PaulRicoeur, Rudolf Bultmann, Edward Schillebeeckx, BernardLonergan, Karl Barth, John Bowker, Elizabeth Johnson, KarlRahner, Jürgen Moltmann, Wolfhart Pannenberg, Ian Barbour,David Tracy, Dorothee Sölle, Sallie McFague, Henri deLubac, Hans Jonas, Emil Fackenheim y Seyyed Hossein Nasr,por mencionar tan solo a unos cuantos.

Es evidente que los nuevos ateos no están familiarizadoscon estos pensadores religiosos, y la hostilidad contra lo queellos llaman «teología» no tiene casi nada que ver con la teo-logía tal como yo la entiendo. Nuestros críticos ocasional-mente se aproximan a sospechar que quizá exista por ahí todootro mundo de relevante pensamiento religioso; pero comoquieren ponérselo fácil a sí mismos y a sus lectores, dejan lateología, al menos en el sentido que yo doy a este término, porentero fuera de su discusión. Su estrategia consiste en supri-mir de hecho cualquier voz teológica significativa que quizádeseara entablar conversación con ellos. Como resultado deesta exclusión, la calidad intelectual de su ateísmo se ve dis-minuida sin necesidad. Su comprensión de la fe religiosa per-manece sistemáticamente en el mismo plano indocto que la

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15INTRODUCCIÓN

religiosidad irreflexiva, supersticiosa y «literalista» de aque-llos a quienes critican. Además, presos de su justificada in-dignación por los abusos religiosos, no son capaces de conce-bir que la religión popular a menudo se alza también a cotasde nobleza, valentía y autenticidad que ninguna erudiciónecuánime y objetiva debería ignorar.

Lo ideal sería que también los autores de los libros quevoy a evaluar echaran un vistazo a las páginas que siguen; pe-ro puesto que en sus propios escritos no han mostrado hastaahora interés alguno por la teología, probablemente sea de-masiado esperar que sientan ahora el deseo de ponerse a la es-cucha. También me alegraría que teístas judíos y musulmanesencontraran algo de interés en este estudio, aunque ellos tie-nen, sin duda, sus propias respuestas al nuevo ateísmo.

¿Por qué este libro?

Me he decidido a escribir este libro con el fin de sacar a la luzlos principales errores y falacias que hacen al nuevo ateísmomucho menos imponente de lo que a primera vista pueda pa-recer. No puedo tratar con detalle a cada uno de los autores niresponder a cada uno de los puntos que plantean, pero tampo-co es necesario hacerlo para poner al descubierto las incon-sistencias que comparten. Los nuevos ateos tienen tanto encomún unos con otros, como también con otras clases ante-riores de ateísmo, que lo que tenga que decir para criticar auno de ellos será en general aplicable, salvo discrepancias me-nores, a los demás. Esta conclusión es especialmente ciertapor lo que respecta a la visión del mundo que comparten conmuchos científicos, filósofos y otros intelectuales contempo-ráneos. Me refiero aquí a la visión de la realidad, cada vezmás influyente, que antes he llamado «naturalismo científi-

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co». Dada su importancia en la configuración de la mentali-dad de todos los nuevos ateos, incluidos muchos que no voy apoder siquiera mencionar en este libro, enumeraré a continua-ción sus principios fundamentales:

1. No hay nada aparte de la naturaleza, que incluye a losseres humanos y nuestras creaciones. No existe Dios niel alma ni vida más allá de la muerte.

2. La naturaleza tiene su origen en sí misma, no es crea-ción de Dios.

3. El universo carece de sentido o finalidad global, si bienlas vidas humanas individuales pueden ser vividas consentido.

4. Puesto que Dios no existe, todas las explicaciones y to-das las causas son puramente naturales y solo puedenser entendidas por la ciencia.

5. Los diversos rasgos de los seres vivos, también la inte-ligencia y la conducta humanas, pueden ser explicadosen último término con categorías puramente naturales;y esto, en la actualidad, suele significar: con categoríasevolucionistas y, más específicamente, darwinistas.

A estos principios del naturalismo científico, los nuevosateos añadirían los siguientes:

1. La fe en Dios es la causa de males sin cuento y deberíaser rechazada por razones morales.

2. La moral no requiere de la fe en Dios, y las personas secomportan mejor sin fe que con ella.

Estos supuestos comunes, que son el fundamento intelec-tual del nuevo ateísmo, exigen una respuesta si queremos lle-gar a las raíces de esta postura. En un libro anterior, Is Nature

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Enough? Meaning and Truth in the Age of Science [¿Es sufi-ciente con la naturaleza? Sentido y verdad en la era de la cien-cia], he argumentado de forma mucho más extensa que el na-turalismo científico es un sistema de creencias que resulta in-coherente y socava su propia base, pero en este análisis másbreve no puedo repetir en detalle mi argumentación. Mencio-no esa obra anterior y mucho más académica por si acaso al-gunos lectores desean consultar una versión considerable-mente ampliada de las críticas que aquí presento en tanto encuanto son aplicables a Dawkins, Harris y Hitchens.

Procedo de la siguiente manera: en el capítulo 1 me limi-to a preguntar cuánto de nuevo hay en el nuevo ateísmo. Eneste primer capítulo pretendo ofrecer un breve sumario de lastesis de cada uno de nuestros tres autores, preguntando a lavez si alguno de sus rasgos merecería especial atención. Cons-tato que las obras estudiadas ofrecen una exposición fresca yen ocasiones entretenida de asuntos importantes, pero estosson esencialmente los mismos que durante generaciones y ge-neraciones han preocupado a las religiones y teologías. Encualquier discusión del ateísmo surgen de forma natural cin-co cuestiones persistentes, que son las que brindan los temaspara los capítulos 3 al 7: ¿Importa la teología (cap. 3)? ¿EsDios una «hipótesis» que la ciencia pueda confirmar o recha-zar (cap. 4)? ¿Por qué somos los seres humanos proclives a lafe religiosa (cap. 5)? ¿Podemos ser buenos sin Dios (cap. 6)?¿Es la idea de un Dios personal creíble en una era marcadapor la ciencia (cap. 7)?

El capítulo 2 se limita a preguntar cuánto de ateo hay en elnuevo ateísmo. ¿Qué pensarían, por ejemplo, Nietzsche, Ca-mus o Sartre de Dawkins, Harris y Hitchens? Aquí distingoentre el ateísmo «duro» de varios críticos de la religión clási-

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cos, por una parte, y la nueva versión «blanda» característicade nuestros nuevos ateos, por otra. A continuación preguntohasta qué punto satisface el nuevo ateísmo los rigurosos crite-rios del ateísmo clásico. Por último, en el capítulo 8 ofrezcouna respuesta específicamente cristiana a las cuestiones trata-das en los capítulos 3 al 7. A algunos lectores les podrá pare-cer prescindible este capítulo conclusivo, si bien para mí, per-sonalmente, es el más importante. Los primeros siete capítu-los evitan considerar el nuevo ateísmo desde un punto de vis-ta cristiano. En vez de ello, mi crítica está planteada de tal mo-do que también los teístas no cristianos (en especial, los teís-tas judíos y musulmanes), así como los ateos y los agnósticos,puedan seguirla con facilidad. Solo en el capítulo final esbo-zo una respuesta teológica cristiana. En el capítulo 8 muestroque lo que nuestros nuevos ateos entienden por «Dios» no tie-ne prácticamente nada que ver con lo que la fe y la teologíacristianas entienden hoy bajo ese nombre.

A medida en que me implicaba en la redacción de este li-bro, se me hizo más y más evidente que estaba ofreciendo unacrítica no solo del nuevo ateísmo, sino también del tipo depensamiento religioso, ética y espiritualidad contra el cual es-te reacciona. Sugiero que, tanto para uno como para otro,existen alternativas teológicas fiables y más interesantes. Sinembargo, aunque los nuevos ateos rechacen el Dios de crea-cionistas, fundamentalistas, terroristas y defensores del dise-ño inteligente, no carece de interés el hecho de que hayan de-cidido debatir con estos extremistas antes que con teólogos re-levantes. Semejante elección de antagonistas delata que losnuevos ateos privilegian inconscientemente las versiones lite-ralistas y conservadoras de pensamiento religioso sobre los ti-pos tradicionalmente dominantes, que ignoran por completo ya los que implícitamente rechazan por su falta de ortodoxia.

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19INTRODUCCIÓN

Los nuevos ateos están diciendo, de hecho, que si Dios exis-te, deberíamos permitir que la identidad de ese Dios sea deter-minada de una vez para siempre por los fundamentalistas de lasreligiones abrahánicas. Creo que han elegido esta estrategia nosolo para facilitar su tarea de demolición, sino también porqueprofesan una apenas disimulada admiración por la simplicidadde las visiones de la realidad de sus adversarios. La mejor prue-ba de la atracción que experimentan por una visión del mundosencilla se puede encontrar en su lealtad a los aún más simplessupuestos del naturalismo científico.

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«Cuando llegue el Hijo del Hombre,¿encontrará fe en la tierra?».

– Lc 18,8

EL día después del colapso de las torres gemelas del WorldTrade Center en septiembre de 2001, mi mujer y yo asistimosa una celebración especial en la iglesia católica de la Santísi-ma Trinidad, cerca de la Universidad de Georgetown, dondeyo había enseñado durante muchos años. Bill Byron, el párro-co jesuita y antiguo rector de la Universidad Católica de Amé-rica, celebró la eucaristía y pronunció una homilía en claveoracional. Si quieres la paz, dijo, construye la justicia. Loscreyentes nunca deberíamos renunciar a la esperanza de me-jorar la calidad de vida en el mundo entero. Tendríamos queevitar soluciones simplistas, así como la condena indiscrimi-nada de las religiones. Todos hemos de trabajar por un mun-do más justo, no importa cuánto tiempo requiera, y sin recu-rrir a la violencia. En medio de la enorme conmoción y penaque siguió al 11-S, una exhortación análoga a practicar la to-lerancia, el amor y la justicia se pudo escuchar en numerososlugares de oración de todo el mundo.

Más o menos al mismo tiempo que tenían lugar estas ce-lebraciones, un joven filósofo y estudiante de neurociencias

Capítulo 1

¿Cuánto de nuevo hayen el nuevo ateísmo?

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de la Universidad de Stanford, de nombre Sam Harris, conce-bía una solución distinta, mucho más radical, al creciente pro-blema del terrorismo global. La tolerancia y la comprensiónsencillamente no darán resultado, pensó. De hecho, la tole-rancia de credos religiosos es una de las principales causas delproblema. La propuesta de Harris, tal como la presenta en susdos superventas, El final de la fe y Carta a una nación cris-tiana, es diáfana1. Podemos deshacernos de la fe no por mediode la violencia, sino por medio de la razón y de la difusión dela ciencia. Imaginándose a sí mismo casi como un nuevo Buda,Harris decidió compartir con sus lectores –y con el mundo en-tero– una suerte de versión renovada de las antiguas cuatro no-bles verdades de Buda. Richard Dawkins and ChristopherHitchens formulan esencialmente las mismas tesis.

La primera verdad evidente

En el mundo, muchas personas viven sin necesidad vidas tris-tes, señala Harris, haciéndose vago eco de la primera nobleverdad de Buda, a saber, que «toda vida es sufrimiento». Elsupuesto de fondo de Harris es que el propósito de la vida hu-mana es encontrar la felicidad. En cambio, el filósofo Imma-nuel Kant y otros sabios pensadores y maestros espirituales en-señan que la felicidad solo puede advenir como subproducto dela búsqueda de algo eterno. Proponerse directamente la felici-dad es una manera segura de no encontrarla. Sin embargo, siDios no existe y el universo carece de propósito, lo mejor que

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1. Recomiendo a los lectores que también consulten en línea el «Atheist Ma-nifesto» de Harris, en http://www.truthdig.com/dig/item/200512_an_atheist_manifesto [una versión española está disponible en: http://www.sindioses.org/simpleateismo/manifiesto.htlm].

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podemos hacer es esforzarnos por un mundo en el que la felici-dad, «una forma de bienestar que suplanta a las otras», esté ga-rantizada para el mayor número posible de individuos (Harris205)2. Harris no define la felicidad ni la distingue de otras cla-ses de gratificación. Simplemente asume que todos sabemos demodo intuitivo en qué consiste la felicidad y que debemos con-vertirla en la meta de toda existencia ética (170-171).

Harris es consciente de que resulta inevitable que todossuframos y que antes o después muramos, porque así es comola naturaleza y la evolución funcionan. Aunque no seamos ca-paces de eliminar el dolor por completo, sí que podemos ali-viar algunas aflicciones naturales y alargar nuestra vida. Sinembargo, el sufrimiento sin sentido que ocasiona el terroris-mo es otra cuestión. Quizá podamos hacer algo al respecto, al-go radical. Al igual que ocurre en la primera toma de con-ciencia de Buda, debemos comenzar por arrostrar sin amba-ges el hecho de que el mundo real presenta gran cantidad deinnecesaria desdicha, muy notablemente acontecimientos ta-les como la masacre del 11-S.

La segunda verdad evidente

La causa de tanta innecesaria aflicción, afirma Harris, es la fey, en particular, la fe en Dios. Tener fe es «creer sin pruebas»(58-73, 85); y para Hitchens, eso es lo que «emponzoña todo».Dawkins está de acuerdo (329), y los tres autores intentan con-vencer a sus lectores de que los credos monoteístas –judaísmo,cristianismo e islam– subyacen a una parte considerable de los

CAPÍTULO 1. ¿CUÁNTO DE NUEVO HAY EN EL NUEVO ATEÍSMO? 23

2. A menos que se indique lo contrario, los números de páginas se refieren aSam HARRIS, El fin de la fe: la religión, el terror y el futuro de la razón, Pa-radigma, Madrid 2007 [aunque en ocasiones hemos modificado levementela traducción].

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males que los seres humanos se han infligido unos a otros enlos tres últimos milenios. Pero no son solo las horripilantesideas de Dios de Al-Qaeda y otros fanáticos las que causantanto dolor innecesario. Es la fe, pura y simplemente3.

Esta tesis no coincide exactamente con la segunda nobleverdad de Buda, que afirma que la causa del sufrimiento es eldeseo ávido (tanha). Pero existe cierta semejanza, puesto quetambién la fe parece ser un anhelo inagotable, en este caso deideas insanas que satisfagan el aparentemente insaciable ape-tito que tantos seres humanos tienen por las falsas ilusiones(Harris 23, 26-27, 38-39, 58-73). Con una fórmula casi tancompacta como la de Buda –la causa del sufrimiento es la fe–,los nuevos ateos quieren centrar nuestra atención exactamen-te en aquello que debe ser erradicado si se quiere que la ver-dadera felicidad llegue a realizarse.

La idea de Dios concebida por la fe es «intrínsecamente pe-ligrosa» (44) y moralmente mala, no importa qué forma ad-quiera en nuestra imaginación. ¿Por qué? Porque no existenpruebas que la respalden y, de hecho, «ni siquiera es concebi-ble prueba alguna» (23). Basar el conocimiento en «pruebas»no solo es cognitiva, sino también moralmente necesario. Al nosuperar el test de la existencia de pruebas, que es lo que hacefiable a la ciencia, «la fe religiosa constituye un uso incorrectodel poder de nuestra mente de tal magnitud e intransigencia queda lugar a una suerte de perversa “singularidad” cultural, estoes, [como en astrofísica,] un punto evanescente más allá delcual resulta imposible todo discurso racional. El hecho de que

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3. Christopher HITCHENS, Dios no es bueno: alegato contra la religión, De-bolsillo, Barcelona 20103; Richard DAWKINS, El espejismo de Dios, Booket(Espasa Calpe), Madrid 2009. A no ser que se indique otra cosa, los núme-ros de páginas que siguen a los nombres de Hitchens y Dawkins se refierena estas versiones españolas de sus obras [aunque en ocasiones hemos mo-dificado levemente la traducción].

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a cada nueva generación le sea impuesta la fe nos incapacita pa-ra percatarnos de que buena parte de nuestro mundo está, inne-cesariamente, en manos de un pasado bárbaro y oscuro» (26).

Los nuevos ateos quieren dejar muy claro que lo malo quetienen las religiones teístas no son solo las burdas imágenesantropomorfas de la divinidad que nacen de nuestra «vil natu-raleza, de fuerzas como la avaricia, el odio y el miedo» (15),sino también el hecho de que tales imágenes proceden de la«fe» antes que de las «pruebas». Tanto la «fe» como las«pruebas» deben ser entendidas cuidadosamente. Para losnuevos ateos, el término «fe» funciona casi como el «deseoávido» para Buda. Este atribuye el sufrimiento humano anuestra tendencia a aferrarnos tan obsesivamente a las cosasque nos exponemos a la desilusión cada vez que hemos deafrontar la transitoriedad de todos los seres. Así, si queremosalcanzar la felicidad, mejor es no aferrarnos a nada. Para Bu-da, la fuente de nuestro sufrimiento radica en el «deseo ávi-do»; para los nuevos ateos, ese papel lo desempeña la procli-vidad humana a creer sin pruebas en cualquier cosa. La fe ha-ce del mundo un lugar mucho más desagradable de lo que enrealidad tendría que ser.

La fe en Dios es una versión especialmente nociva de la fe.Basta considerar todas las formas en las que la fe en Dios y enla vida después de la muerte están desquiciando el mundo enla actualidad. Esta página, por ejemplo, la escribo en el quehasta la fecha es el día más sanguinario del fiasco de Iraq (15de agosto de 2007), un día en el que extremistas musulmaneshan masacrado a quinientos miembros de la secta de los yazi-díes. Creyendo a ciegas en improbables afirmaciones relativasa Dios y a la vida después de la muerte, una banda de adeptosreligiosos se volaron a sí mismos para hacer saltar al mismotiempo por los aires a otros creyentes. ¿Qué más pruebas ne-cesitamos de que la fe teísta, amén de ser un fraude, constitu-

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ye un serio peligro? A la mayoría de nosotros, la fe en Diosnos parece probablemente inofensiva; no obstante, según Ha-rris, la fe es capaz de inducir a cualquier cosa. La necia cre-dulidad que lleva a los cristianos a creer, en palabras de Ha-rris, que Jesús «engañó a la muerte y ascendió corporalmentea los cielos», o la estúpida idea de la transustanciación, quepermite a los católicos creer que Jesús puede ser «ingerido enforma de galleta» y que los fieles pueden beber su sangre envirtud de «unas cuantas palabras en latín pronunciadas sobreel burdeos preferido de uno», parecerán tal vez bastante ino-cuas (73). Pero la brecha que la fe abre para este inofensivosinsentido brinda también, por desgracia, espacio para creen-cias injustificadas que conducen a «los más monstruosos crí-menes contra la humanidad» (78-79).

Los nuevos ateos definen la fe como sostener creenciaspara las que no se dispone de prueba alguna. «Prueba» es untérmino crucial, que aparece innumerables veces en el libro deHarris y en lugares clave del de Dawkins (301-302). Mas ¿quées una «prueba»? Nuestros autores nunca definen con rigorqué quieren decir con este término, si bien está claro que, pa-ra ellos, designa algo que es científicamente comprobable,empíricamente accesible o públicamente observable. Las afir-maciones extraordinarias, como las de la religión, asevera Ha-rris, requieren «pruebas extraordinarias», pero no hay ningu-na disponible (41). Toda vez que solo la ciencia está en con-diciones de verificar o falsar con precisión las proposicioneshumanas, no cabe sino concluir que las ideas religiosas, ca-rentes como están de toda prueba física, no pueden reivindi-car legítimamente ser verdaderas. Al no necesitar ninguna cla-se de corroboración empírica, casi cualquier afirmación es ad-misible para la mente religiosa, incluida la creencia de que elmartirio en forma de atentado suicida lleva de inmediato alparaíso. Así, para quienes quieren poner fin a la aflicción hu-

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mana, únicamente resultan aceptables aquellas afirmacionespara las que existen «pruebas suficientes».

En la actualidad, los teólogos conciben la fe como el com-promiso de la totalidad del ser personal con Dios. Pero los nue-vos ateos, haciéndose eco de una teología obsoleta, entiendenla fe en un restringido sentido intelectual y proposicional. Paraellos, la sede de la fe no es el corazón vulnerable, sino el inte-lecto débil. Harris, Dawkins y Hitchens consideran irracional lafe en todas sus formas, y abusar de la razón haciendo sitio a lafe en la mente de uno es asimismo terriblemente anti-ético.Creer cualquier cosa sin pruebas suficientes es inmoral. En es-te sentido, los nuevos ateos adoptan como fundamento de la vi-da tanto moral como cognitiva lo que una generación anteriorde ateos llamaba la «ética del conocimiento». A finales de ladécada de 1960, el célebre bioquímico y ateo Jacques Monodreivindicó que la «ética del conocimiento» debía ser el funda-mento de toda afirmación intelectual y moral. Declaró que noes ético aceptar ideas que no satisfagan el «postulado de obje-tividad». En otras palabras, resulta inmoral aceptar afirmacio-nes que no puedan ser verificadas en principio por el conoci-miento científico «objetivo». Pero entonces, ¿qué pasa con elpropio precepto? ¿Puede alguien demostrar que el postulado deobjetividad sea cierto? En este punto, Monod era mucho máshonesto que los nuevos ateos. Admitía la necesidad de haceruna excepción con el postulado de objetividad. La ética del co-nocimiento es ella misma una opción «arbitraria», no una afir-mación de la cual pueda haber alguna vez pruebas científicassuficientes. Parece que la fe opera una apertura suficientemen-te amplia para que tenga cabida también el ateísmo4.

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4. Jacques MONOD, Chance and Necessity: An Essay on the Natural Philoso-phy of Modern Biology, Vintage Books, New York 1972, pp. 160-180 [trad.esp. del orig. francés: Azar y necesidad, Tusquets, Barcelona 19894].

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Por supuesto, todo conocimiento ha de empezar por algúnlugar, y ese lugar cualquiera es llamado con razón «fe», auncuando a nuestros críticos les ofenda el término. En algún ni-vel básico, todo conocimiento está enraizado en una declara-ción de confianza, en una «voluntad de creer». Por ejemplo,para poder siquiera empezar la búsqueda de inteligibilidad deluniverso, primero hemos de confiar en que tenga algún senti-do. Declaraciones de fe no reconocidas como tales subyacenigualmente a todas las afirmaciones de los ateos, incluso al re-pudio formal de la fe. En un ensayo ya clásico titulado «Lavoluntad de creer», que nuestros ateos no dan muestra algunade haber leído, William James criticó severamente a W.K.Clifford por lanzar de forma del todo arbitraria la proclamaética de que siempre es erróneo creer algo sin pruebas sufi-cientes5. Basta con leer este importantísimo ensayo de Wi-lliam James para darse cuenta de que, al menos en lo que lle-vamos visto hasta ahora, no hay absolutamente nada nuevo enel nuevo ateísmo. Pero prosigamos nuestra indagación.

La tercera verdad evidente

La manera de evitar en la actualidad el sufrimiento humano in-necesario es erradicando la fe de la faz de la tierra. La terceranoble verdad de Buda afirma que el camino para superar el su-frimiento pasa por encontrar la liberación del deseo arraigado.Los nuevos ateos –en especial Harris, quien es partidario de unaversión sumamente modificada de budismo– creen que la libe-ración de la esclavitud de la fe puede ayudar a eliminar del

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5. William JAMES, The Will to Believe and Other Essays in Popular Philo-sophy, Dover Publications, New York 1956 [del artículo en cuestión exis-ten varias ediciones en español, por ejemplo: La voluntad de creer, En-cuentro, Madrid 2004].

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mundo todo sufrimiento innecesario. La «fe» es aquí una cue-va sin fondo en la conciencia que alberga todo lo imaginable,desde ovnis hasta brujas, almas, ángeles y diablos, así como elparaíso y el propio Dios. La mayoría de estas creencias parecenbastante inofensivas; pero si consentimos sin más que la gentepersevere en las formas más inocuas de fe, ¿qué puede impedira un musulmán radical creer que la destrucción de Israel o deEstados Unidos es voluntad de Dios, o a un sionista creer queDios quiere que asesinemos a palestinos inocentes, o a un cris-tiano creer que es voluntad divina poner bombas en las clínicasque realizan abortos? Una vez que nos figuramos que la volun-tad de Dios favorece tales actos de violencia, cualquier cosa esposible, hasta los horrores más inimaginables.

Es comprensible, pues, que los nuevos ateos se preguntencómo podemos construir un mundo en el que tales matanzasy mutilaciones indiscriminadas llevadas a cabo en nombre deDios devengan verdaderamente inconcebibles. Puesto que unmundo así no existe todavía, se requiere una solución radical:debemos erradicar la fe por completo. Es necesario que todoslos seres humanos dejen de creer en cualquier afirmación queno pueda ser respaldada por «pruebas». Esto es aplicable enespecial a todos los libros que las personas religiosas llevansiglos y siglos considerando sagrados. Siendo así que la lite-ratura supuestamente inspirada de las religiones teístas es unproducto de la fe, no hay razón para tomársela en serio. Salvoalgún que otro pasaje estéticamente sugerente, las escriturasde todas las religiones carecen de valor. Además, todo aquelloque en nuestros libros y tradiciones supuestamente sagradosse nos antoja moralmente acertado o estéticamente cautivadorpodría haber sido alcanzado asimismo por la razón operandoal margen de la fe.

Esta desaprobación de la fe se extiende también a la teo-logía, por la que los nuevos ateos, escandalizados ante el he-

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cho de que todavía en nuestro tiempo existan absurdos talescomo departamentos académicos con ese nombre, sienten undesprecio absoluto. Se preguntan por qué muchos eruditos yotras personas que consideramos inteligentes parecen no dar-se cuenta de qué gran peligro representa la teología para elmundo. Al fin y al cabo, es la teología la que lleva a una fac-ción musulmana a masacrar a otra en nombre de Dios. En lasmentes de los teólogos es donde se traman los incentivos pa-ra inquisiciones y masacres. Las pruebas de todo ello son in-negables. La historia del judaísmo, el cristianismo y el islames un reguero de indecibles sufrimientos y muertes originadospor ridículas disputas teológicas. Tal es el juicio de nuestrostres críticos. Considerad honestamente la raíz del terrorismoactual, nos aconsejan. Considerad todos los problemas nacio-nales e internacionales causados por ideas de Dios nacidas defantasías teológicas que se nutren de nuestra patética proclivi-dad a la fe. Cada vez que os obliguen a descalzaros en el con-trol de seguridad de un aeropuerto, se podría añadir, reflexio-nad también sobre la causa última de esta molestia.

Harris insiste en que los peligros sin precedentes que nosamenazan en la actualidad no harán más que empeorar, a noser que se encuentre una solución drástica. Liberales y socia-listas sugieren ingenuamente que, si queremos la paz, todosdebemos practicar la justicia. Pero una solución semejante noes suficientemente extrema para los nuevos ateos. No en vano,la causa primordial de las más insanas formas de violencia noes la pobreza y la injusticia, sino más bien la fe y la teología.Estas pueden llevar a algunas personas a encuentros de oracióncomo el que he mencionado al comienzo de este capítulo. Sinembargo, dado que la oración se basa en la irracionalidad de lafe, adorando a Dios no hacemos a la larga sino perpetuar el su-frimiento de la humanidad. Según Harris, mi mujer y yo ha-bríamos hecho mejor uso de nuestro tiempo si el día siguiente

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al 11-S, en vez de participar en un servicio religioso, hubiése-mos comenzado a trabajar a favor de un secularismo radical queniegue a la fe todo tipo de estatus. Solo el «fin de la fe» puedecomportar la promesa de salvar el mundo.

Más que abrazar la antigua tercera noble verdad de Buda–más moderada– como vía para la erradicación del sufrimien-to, los nuevos ateos buscan iniciarnos en una clase de ascetis-mo radicalmente diferente pero, a su juicio, más eficaz; a sa-ber, purgar de fe nuestras mentes. Esta nueva disciplina de pu-rificación, si se ejecuta conforme a los severos criterios de losnuevos ateos, llevará a la supresión de toda pueril inclinacióna creer sin pruebas. La idea de Dios debe ser, por consiguien-te, borrada para siempre de la conciencia humana, pero estono se puede llevar a cabo al margen del «fin de la fe». Purgarel mundo por la fuerza de personas y organizaciones comoOsama bin Laden y Al-Qaeda no sirve. Es necesario eliminarla fe en todas sus formas, y nuestros nuevos ateos se conside-ran a sí mismos pioneros de esta purga sin precedentes.

Llegados a este punto, podría parecer que nuestros desmiti-ficadores han terminado ya su misión, pero en realidad no es-tán más que en los inicios. Aquí comienzan a ofrecer algo sor-prendentemente nuevo, al menos fuera del ámbito de las dicta-duras ateas. No es solo la fe, afirman, sino también nuestra cor-tés y cívica tolerancia de la fe lo que debe ser erradicado si que-remos avanzar hacia la verdadera felicidad. Harris es el más ex-plícito a este respecto. Los creyentes moderados y su defensadel derecho a la fe, bufa el joven pensador, son «en gran parteresponsables de todos los conflictos religiosos que existen ennuestro mundo» (45). Dawkins lo respalda plenamente:

«Mientras sigamos aceptando el principio de que la fe reli-giosa debe ser respetada simplemente porque es fe religiosa,será difícil negar el respeto a la fe de Osama bin Laden y losterroristas suicidas. La alternativa, tan evidente que no sería

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necesario preconizarla, consiste en abandonar el principiode respeto automático por la fe religiosa. Esta es una de lasrazones por las que hago todo lo que está en mi mano paraadvertir a la gente contra la fe misma, no solo contra la lla-mada fe “extremista”. Las enseñanzas de la religión “mode-rada”, si bien no extremistas en sí mismas, son una abiertainvitación al extremismo» (327).

La tolerancia de la fe sigue siendo una parte incuestiona-ble de las sociedades democráticas, pero las nocivas falsas ilu-siones que esta paciencia posibilita continuarán causando in-decible aflicción. Si consentimos cualquier clase de fe, nosexpondremos a ser víctimas de «auténticos creyentes» de to-da laya. El respecto indiscriminado por la fe es suficiente pa-ra hacer de cada alma tolerante que hay entre nosotros uncómplice de facto del mal.

En vez de suscribir un compromiso con la fe religiosa a laelegante manera en que en el pasado lo hicieron los modera-dos, tanto seculares como religiosos, los nuevos ateos preten-den que renunciemos por completo a semejante respeto por lalibertad de fe y de pensamiento religioso. Nada impide unacomprensión clarividente del más acuciante problema delmundo actual –el terrorismo de inspiración religiosa– de for-ma tan irreflexiva como la teología moderada y la liberal to-lerancia secular de la fe. Debemos percatarnos de una vez portodas de que la tolerancia –ya sea teológica, secular, izquier-dista, posmoderna o simplemente por educación– de la fe hadevenido ella misma intolerable. Los creyentes moderados,escribe Harris, «imaginan que la senda de la paz quedará alla-nada una vez que todos hayamos aprendido a respetar lascreencias injustificadas de los demás». Pero «la idea mismade tolerancia religiosa –nacida de la noción de que todo serhumano debe ser libre de creer lo que quiera sobre Dios– es

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una de las principales fuerzas que nos empujan hacia el abis-mo» (15). Abjurando de toda preocupación por lo política-mente correcto, Harris parece proclamar con toda seriedadque no podemos seguir tolerando la tolerancia liberal de la fe.Aquí sí que encontramos algo bastante nuevo en los escritosde los nuevos ateos.

También es nueva en Dawkins, Harris y Hitchens la into-lerancia no solo con la teología, sino también con la blandacondescendencia, a la manera de la «escuela de evolucionis-tas Neville-Chamberlain», que la mayoría de sus correligio-narios ateos y naturalistas científicos muestran hacia la exis-tencia de la fe (Dawkins 77-80). En mis numerosos años deestudio y de conversaciones con naturalistas científicos nuncahe encontrado una tan radical intolerancia contra la tolerancia.La intolerancia contra la tolerancia parece ser un rasgo verda-deramente novedoso de la solución a los problemas de laaflicción humana que proponen los nuevos ateos. Casi todo lodemás que Dawkins, Harris y Hitchens (y su mentor filosófi-co, Dennett) tienen que decir sobre la religión, la fe y la teo-logía ha sido dicho ya con anterioridad. Ciertamente, su re-chazo indiscriminado de la solvencia cognitiva de la fe reli-giosa no es nuevo, como tampoco lo es su condena de la reli-gión por razones morales. El naturalismo científico, en cuyosprincipios han sido metódicamente instruidos nuestros nuevosateos, lleva mucho tiempo sosteniendo que la naturaleza es to-do lo que existe y que la ciencia es la vía privilegiada para en-tender el mundo. Sin embargo, la mayoría de los seguidoresdel naturalismo científico en la época moderna han reconoci-do que son afortunados de vivir en culturas y países en los quese acepta la pluralidad de credos. Han agradecido esta indul-gencia, ya que, de lo contrario, al naturalismo científico qui-zá no se le hubiera permitido existir junto a sistemas decreencias ideológicamente contrarios a él. De hecho, si hoy se

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convocara un referéndum en Estados Unidos, como los nue-vos ateos sin duda estarían de acuerdo en que se hiciera, lamayoría de los ciudadanos votarían por erradicar el naturalis-mo científico.

Los nuevos ateos tienen razón en señalar que otros nume-rosísimos sistemas de creencias aparte del suyo son a menudointolerantes y extremadamente crueles. Pero a buen segurodeben darse cuenta de que su propio sistema de creencias, elnaturalismo científico, nunca se habría consolidado en elmundo moderno de no haber sido por la tolerancia extendidaa los «librepensadores» por las mismas culturas religiosas quepropiciaron el nacimiento de la ciencia. La respuesta de losnuevos ateos es que, para empezar, tales culturas religiosasnunca han poseído verdadera justificación moral o racionalpara existir. La fe, puesto que es mala de por sí, no debería te-ner idealmente derecho alguno a existir. Además, la inteligen-cia humana, cuando emergió por primera vez en el curso de laevolución, nunca debería haberse dejado apresar por la fe, noimporta cuán adaptativa haya resultado ser desde el punto devista biológico esta alianza de la mente con la irracionalidad.

Harris piensa que puede arreglárselas con esta intoleranciaextrema, ya que esta, por lo que a él concierne, se basa en larazón antes que en la fe. El propio cientificismo de Harris yDawkins, la espina dorsal de su naturalismo científico, es unacreencia para la que tampoco puede haber «prueba» científicao empírica «suficiente». No hay manera de ingeniar, sin incu-rrir en circularidad, un experimento científico que demuestreque toda proposición verdadera debe estar basada en pruebasempíricas antes que en la fe. La reprobación de toda forma defe, en el angosto sentido que los nuevos ateos dan a este tér-mino, tendría que comportar también la supresión del cienti-ficismo. Los naturalistas científicos realmente reflexivos–Einstein es un buen ejemplo– son lo suficientemente hones-

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tos para admitir que la fe, en especial la fe en la inteligibili-dad del universo, es esencial para fundamentar el trabajo de lapropia ciencia. Además, la tesis de que la verdad solo puedeser alcanzada por la razón y la ciencia operando al margen detoda fe es en sí misma una afirmación de fe. La coherenciaabsoluta requeriría que el mundo conceptual de los nuevosateos fuera purificado asimismo de cientificismo y de natura-lismo científico.

La cuarta verdad evidente

El modo de eliminar la fe y, por ende, liberarse del sufrimien-to es seguir la sagrada senda del método científico. Trazadapor Harris y apoyada por los otros nuevos ateos, esta difícilpero indispensable ruta hacia la verdadera iluminación es laversión neoatea de la óctuple senda que prescribe la cuarta no-ble verdad de Buda. Seguir la senda de la ciencia revelará a laspersonas una nueva clase de «correcta asociación» –a saber,con quienes han captado el espíritu de la ciencia– y «correctacomprensión», esto es, un método empírico que llevará nues-tras mentes mucho más allá de las fantasías y banalidades dela fe religiosa. Solo podremos encontrar verdadera ilumina-ción si nos convertimos en aprendices de aquellos maestros,Harris, Dawkins, Dennett y Hitchens entre ellos, que ya hanalcanzado la iluminación por medio de la razón científica.

La trivialidad de esta solución solo es igualada por la delfundamentalismo religioso que refleja al mismo tiempo que locombate. En un mundo complejo e incierto, la apelación a unasolución sencilla y única puede ser irresistible. Cuando las co-sas se tornan difíciles, resulta tentador demonizar y arrancaralguno de los innumerables hilos que conforman la complejared de la vida humana, achacándole todas las culpas. Por

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ejemplo, algunos devotos cristianos estadounidenses detectanla única causa primordial de todos los males de la modernidaden el «darwinismo». Librémonos del darwinismo, como elloslo llaman, y todo irá mejor. Charles Darwin, el modesto natu-ralista de Downe, es identificado por muchos cristianos comola causa exclusiva o al menos principal de nuestra desgracia éti-ca y social. Las novedosas ideas de Darwin son consideradas lacausa última no solo del ateísmo, el nazismo y el comunismo,sino también del colapso de la religión y los valores de la fami-lia. Así, la solución que Phillip Johnson, uno de los defensoresdel diseño inteligente, propone para estos males es extirpar eldarwinismo de la mente de las personas, y la forma de llevar acabo semejante empresa consiste en presentar alternativas a lateoría de la evolución en las escuelas públicas6.

Para los nuevos ateos, la fe es el equivalente de lo que eldarwinismo representa para los creacionistas. Deshagámonosde la fe, nos dicen, y todo irá mejor. Para Dawkins, Harris yHitchens, la desaparición de la fe de nuestras mentes y de lavida pública es la panacea que pondrá fin al sufrimiento y almal, al menos en la medida en que la naturaleza lo permita. Yla mejor manera de deshacerse de la fe no es por medio de laviolencia, ni siquiera a través de la acción política, sino lle-nando las mentes de las personas de ciencia y de razón. Nues-tros amigos ateos creen firmemente en la eficacia de este pro-grama. Así pues, quizá quede al menos una muestra de fe enla tierra cuando regrese el Hijo del Hombre.

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6. Philip JOHNSON, Darwin on Trial, Regnery Gateway, Washington, D.C.1991.

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El significado de «fe»

Por si acaso todavía no está claro para el lector, permítasemeinsistir en que la comprensión de «fe» que los nuevos ateosdan por sentado apenas guarda semejanza con lo que la teolo-gía entiende por este término. La principal diferencia es quelos nuevos ateos conciben la fe como un intento intelectual-mente erróneo de acceder a una suerte de comprensión cientí-fica, mientras que la teología la piensa como un estado de en-trega de sí en el que la totalidad del propio ser, no solo el in-telecto, se experimenta como siendo transportado a una di-mensión de realidad mucho más profunda y real que todo loque la ciencia y la razón puedan captar. Esto es lo que expli-ca que la fe aparezca a menudo acompañada de ritos. Perola definición de fe que adoptan Dawkins, Dennett, Harris yHitchens no es otra que «creer sin pruebas». Conciben la fecomo un conjunto de hipótesis –tal como la hipótesis «Dios»o la hipótesis «alma»– que carecen de suficientes pruebascientíficas o empíricas para ser aceptadas por personas razo-nables. Conceden que, si alguna vez aparecen pruebas empí-ricas adecuadas, las personas razonables podrán dar su asen-timiento a la hipótesis «Dios» o a la hipótesis «alma». Peroentonces no habrá ya necesidad de la fe. El conocimiento lahabrá reemplazado.

Para la teología, en cambio, el objetivo es hacer más pro-funda la fe, no eliminarla. En las tradiciones teístas, la esen-cia de la vida ideal –incluso de la vida heroica– estriba en es-tar dispuestos a aguardar en actitud de fe, confianza y espe-ranza la realización definitiva y la liberación final. En conse-cuencia, cuando invitan a las personas a renunciar a la fe ya vivir guiadas por la sola razón, Harris y los demás nuevosateos no tienen ni idea de lo que están pidiendo. A la mayoríade las personas, la invitación a unirse a ellos en un mundo sin

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fe les sonará como una petición a empequeñecer el mundohasta tal punto que todos podríamos asfixiarnos. Pues aun enel caso de que el universo contenga trescientos mil millonesde galaxias y el multiverso, si es que existe, miles de millonesmás, las personas formadas saben que esa realidad es finita yperecedera. Y hasta las matemáticas más sencillas nos dicenque un misterio divino infinito sigue siendo más imponenteque cualquier magnitud espacial y temporal finita que obe-dezca a las leyes de la ciencia. El consejo de que las personasrenuncien a lo que, con razón o sin ella, consideran el cordónumbilical que les une a la infinita grandeza del misterio divi-no, la invitación a que embutan sus vidas, mentes y corazonesen el relativamente minúsculo mundo de la objetivación cien-tífica, no va a ser recibido con entusiasmo por doquier. Nadamalo hay con la ciencia, por supuesto. Pero si se nos permiteadaptar la intemporal imagen de Edwin Abbott, hay que decirque Harris, Dennett, Hitchens y Dawkins se parecen a los ha-bitantes de un mundo bidimensional, quienes, habiendo do-minado esa esfera del ser, se encuentran ahora ocupados invi-tando a quienes moran en el mundo de múltiples dimensiones,sin duda más desorientador, a bajar un peldaño y vivir conellos en Planilandia7.

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7. Edwin ABBOTT, Flatland: A Romance of Many Dimensions, PrometheusBooks, Amherst (NY) 2005 [trad. esp.: Planilandia: una novela de muchasdimensiones, José J. de Olañeta, Palma de Mallorca 20092].