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Directorio

Presidente Municipal Ing. Alfonso Jesús Martínez Alcazar

Síndico Municipal Dr. Fabio Sistos Rangel

Secretario del H. AyuntamientoMtro. Jesús Ávalos Plata

RegidoresArq. María Elisa Garrido Pérez Lic. Jorge Luis Tinoco Ortiz Dra. Kathia Elena Ortíz Ávila C. P. Fernando Santiago Rodríguez HerrejónC. Adela Alejandre FloresC. Félix Madrigal PulidoMtra. Alma Rosa Bahena VillalobosMtro. German Alberto Ireta LinoM. V. Z. Claudia Leticia Lázaro MedinaC. P. Benjamín Farfán ReyesLic. Osvaldo Ruiz RamírezC. Salvador Arvizu Cisneros

Director de Asuntos Interinstitucionales y CabildoMtro. Germán Rodrigo Martínez Ramos

Jefe de Departamento del Archivo Histórico Municipal de MoreliaMtro. Guillermo Fernando Rodríguez Herrejón

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Boletín

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Colección VII

Vida cotidianaEl Centro Histórico de Morelia

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Boletín

7Vida cotidiana

El Centro Histórico de Morelia

Magali Zavala GarcíaCoordinadora

H. Ayuntamiento de MoreliaDirección de Asuntos Interinstitucionales y Cabildo

Archivo Histórico Municipal de Morelia

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Boletín Rosa de los Vientos 7Vida cotidiana. El Centro Histórico de MoreliaMagali Zavala García(Coordinadora)

© 2016, H. Ayuntamiento de Morelia© 2016, Dirección de Asuntos Interinstitucionales y Cabildo© 2016, Archivo Histórico Municipal de Morelia Galeana 302 Centro 58000 Morelia, Michoacán

Impreso en Morelia, Michoacán, México

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Índice

PreámbuloLaura Patricia Mancilla Suro ................................................................................ 9

Sección Temática ...................................................................................... 11

La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de Valladolid de Michoacán. Entre la realización de un ideal y el crecimiento del proyecto monacal indioYirlem González Vargas ................................................................................ 13

Configuración urbano arquitectónica de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros díasEugenia María Azevedo Salomao .................................................................... 23

Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821José María Navarro Méndez .......................................................................... 31

Llegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfirianaMagali Zavala García .................................................................................. 41

La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de MoreliaGuadalupe Chávez Carbajal........................................................................... 53

El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte, siglo XXGabriela Guadalupe Kuk Soberanis ................................................................. 63

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Sección Documento ............................................................................. 71

Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez PeñalozaMelba Maya Guzmán .................................................................................. 73

Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)Victoria Eugenia Pérez Tajonar ...................................................................... 81

Sección Archivonomía ........................................................................ 89

Sentido y valor de los archivos Carlos Herrejón Peredo .................................................................................. 91

Introducción a la archivísticaSilvia Patricia Gómez García ....................................................................... 103

La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAMIgnacio Silva Cruz...................................................................................... 113

Sección Reseña ........................................................................................ 121

Tuñón, Julia, Mujeres, entre la imagen y la acción, México, CONACULTA/DEBATE, Colección Historia Ilustrada de México, 2015, pp. 278Yaminel Bernal Astorga ............................................................................... 123

Sección Mi ciudad, mi historia ............................................................ 127

Recipientes de historia en los que brotan las leyendas. Una mirada a las fuentes de Valladolid-Morelia en el siglo XIXRicardo Aguilera Soria ................................................................................ 129

Catálogo de ediciones del Archivo Histórico Municipal de MoreliaSerie Cantera Rosa. Textos ArchivísticosMagali Zavala García ................................................................................ 139

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Preámbulo

En el marco de los festejos del 25 aniversario de Morelia como Patrimonio de la Humanidad aparece una versión más del Boletín Rosa de los Vientos que, como nos tiene acostumbrados

el Archivo Histórico Municipal de Morelia, reúne una serie de trabajos que intentan compilar una línea temática alrededor de esta histórica ciudad.

Cada versión nueva que llega a nuestras manos resguarda un enorme logro, sobre todo en tiempos donde las instituciones mexicanas, las nuestras, tienen una grave crisis de credibilidad y en algunos casos de legalidad, y donde el papel de instituciones fundamentales para el estado de derecho —como lo indica Carlos Herrejón en este boletín— no son objeto del interés de la clase política, pues aun cuando se hacen serios esfuerzos como el que tenemos en nuestras manos, no acabamos de entender el papel fundamental de nuestros archivos como instituciones básicas de identidad , legitimidad y transparencia de nuestros gobiernos.

Mantener la publicación del Boletín Rosa de los Vientos le da continuidad al trabajo de muchas personas que a través del tiempo le han permitido compartir con la comunidad variados conocimientos sobre esta región del país alrededor de la antigua Valladolid y se convierte en una ventana que nos presenta diversos escenarios de los conocimientos y personas que dejan huella en su paso por las instalaciones del AHMM; que como muchos saben permiten la confluencia de variedad

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de pensamientos, expresiones, conocimientos, recuerdos, testimonios y me atrevería a decir, emociones.

En este sentido el ejemplar que en esta ocasión nos comparte el Ayuntamiento de Morelia nos da cuenta en su sección temática una línea común en relación a la arquitectura de la ciudad en diferentes instantes y en circunstancias colectivas e individuales respecto a quienes habitaron estos espacios; aquí encontraremos interesantes pasajes para conocer del Morelia que todos los días recorremos y del que tan poco sabemos.

Una parte muy destacada de este boletín y que tiene en esencia relación directa con las funciones de la institución de la que emana esta publicación son las secciones de Documentos y Archivonomía, en ellas podemos encontrar desde joyas documentales, que son custodiadas en el AHMM, hasta conceptos y reflexiones básicas sobre la función de los archivos en general y su importancia, que me atrevería asegurar se convertirán en consulta obligada de todos aquellos que inician sus estudios en este oficio o que dentro de su profesión será una línea importante de su formación. De esto se desprende un valor más a este boletín por que segura estoy que será consultado desde el ojo que quiere conocer algo sobre su ciudad, hasta el especialista que busca particularidades de la investigación, pasando por el estudiante universitario que comienza su formación intelectual dentro de las humanidades.

Las dos últimas secciones de este boletín, redondean el objetivo de difundir que tiene el AHMM tanto de la riqueza de esta ciudad de Morelia, como del conocimiento que generan los repositorios documentales, de un lado la acostumbrada reseña bibliográfica y la sección de Mi ciudad, mi historia con la que se cierra el círculo temático de este ejemplar y que van en la línea del subtitulo de la presenta publicación: Vida cotidiana. El centro histórico de Morelia.

Laura Patricia Mancilla SuroProfesora de Cátedra en la Preparatoria

del ITESM Campus Morelia, y la ENES Campus Morelia

Preámbulo

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Sección Temática

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La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de Valladolid de Michoacán. Entre la realización de un ideal

y el crecimiento del proyecto monacal indio

Yirlem González Vargas1

Desde los primeros años de conquista y del poblamiento de la Nueva España, las autoridades eclesiásticas mostraron un gran interés por las nativas, a quienes les dieron

instrucción para que fueran buenas esposas y madres cristianas; así aseguraban una vía de propagación de los preceptos cristianos. Ellas, respondieron con ejemplo de vida. Al respecto, fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la Nueva España, propuso ante el Consejo de Indias que las indias caciques pudieran aspirar a la vida consagrada, la cual estaba reservada sólo a un grupo privilegiado. A pesar de la insistencia del fraile, no fue autorizado el proyecto, debido a que el Consejo consideró que era muy ambicioso, por tanto el ideal quedó en el discurso de aquel momento, pero un par de siglos más tarde recobraría nuevos bríos.

Al hablar de la fundación del conjunto conventual para indias caciques, del que hoy sólo observamos el templo conocido como

1 Universidad Latina de América, [email protected]

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Capuchinas y uno de los puntos de referencia del centro de la ciudad de Morelia, da cuenta de las condiciones que posibilitaron o entorpecieron la creación de los recintos conventuales femeninos, pero sobre todo de conventos sui generis, como del que aquí referimos. Asimismo, se destaca el papel que jugó dicho establecimiento en la consolidación del proyecto monacal femenino indio; así como la influencia social y urbana.

El 16 de julio de 1724, después del devenir de papeles en donde se discutió nuevamente la visión del indio, quedó inaugurado el primer convento para indias caciques: Corpus Christi, establecido en la ciudad de México, con él se concretaba el ideal del monacato femenino indio impulsado vehementemente por el virrey de la Nueva España, don Baltasar de Zúñiga Guzmán Sotomayor, marqués de Valero, y la religiosa Clarisa sor María Petra de San Francisco. El claustro tuvo buen recibimiento y demanda, a pocos años de su establecimiento existían un gran número de indias caciques con solicitud en mano y en espera de una vacante. Ante ello, tan sólo unos meses de la primera fundación, la abadesa de Corpus Christi solicitó licencia para extender su instituto a la ciudad de Guadalajara, pero la petición fue negada quedando a la expectativa de una oportunidad para ampliar el proyecto.2

La espera terminó cuando las religiosas se enteraron que en la ciudad de Valladolid hoy Morelia, se orquestaba la fundación de un convento con características similares de su instituto, por lo que se comunicaron con el promotor de la obra, no sólo para apoyarlo, sino para solicitar el traspaso de la misma. La cesión se realizó y las religiosas iniciaron con los trámites formales de la segunda fundación para monjas indias caciques, representando la ampliación del proyecto monacal indio y el camino para su crecimiento.

El convento de Señoras Religiosas Capuchinas de Nuestra Señora de Cosamaloapan como se le conoció al recinto, se fundó en 1737 en la ciudad de Valladolid, perteneciente al obispado de Michoacán. La edificación contó con el apoyo de una familia cacique, gracias a

2 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Reales Cédulas, vol. 63, exp. 104, f 165

La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán

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ella, se reconstruyó una capilla en el barrio conocido como la Aldea, ubicado al Oriente de la ciudad. Igualmente, el inmueble se encontraba alineado de Oriente a Poniente, se veneraba la imagen de la virgen de Cosamaloapan.3

Don Mateo de la Cerda, indígena cacique de Pátzcuaro fue el benefactor del plan (vea imagen I). Era dueño de varios terrenos en el barrio donde se encontraba la capilla, e impulsado por su veneración a dicha virgen acudió en 1680 ante el doctor fray Francisco de Aguiar y Seijas, obispo de Michoacán, para que le otorgará la licencia y construir una capilla de mayores dimensiones; propuso emplear materiales más duraderos. Manifestó y señaló que todo se haría a “expensa de su caudal y diligencia”, en “un solar suyo” a extramuros de la ciudad, en el barrio de la Aldea, lugar que se encontraba en ese momento a la orilla de la urbe, sin presencia y con baja densidad poblacional.4

El obispo, “movido del buen celo del expresado don Mateo” y atento de que no hubiese ningún inconveniente, concedió la licencia y nombró como patrón al cacique y a sus descendientes.5 La pronta autorización fue posible dado el clima de esplendor a la devoción del religioso Mariano que en ese momento empapaba a la ciudad vallisoletana. Este culto fue favorecido principalmente por los prebendados y respaldado por la monarquía, ante los signos naturales de un tiempo de crisis que había asolado a la Nueva España en los últimos veinte años del siglo XVII.6

3 Cosamaloapan cuya toponimia viene de: Cosamalo-a-pan Cosamalotl-arcoiris, Atl-rio, pan-en, lo que podría decirse que es en el río del arco iris. En el documento localizado en el Archivo General de Indias, Indiferente General 107, tomo 1, f. 271 (v)-272 “Relación de noticias de San Martín Cosamaloapan. Cosamaloapan, 7 de abril de 1743”, señala que la veneración a la virgen de Cosamaloapan surgió cuando la virgen María se apareció en un paraje en que se formaba un arco iris, que en el idioma de los indios es Cosamaloapan, por tanto de aquí surge la virgen de Cosamaloapan.

4 Archivo General de Notarias de Morelia (en adelante AGNM), Protocolos, vol. 86, año 1736

5 Idem.6 Mazín, Oscar, El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, Zamora, El Colegio de

Michoacán, 1996, pp. 191, 210

Yirlem González Vargas

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Imagen I. Retrato de los caciques de Pátzcuaro: Mateo y Antonio de la Cerda

Fuente: Archivo Fotográfico del INAH, reproducido en López Sarrelangue, Delfina, La nobleza indígena de Pátzcuaro en la época colonial virreinal, México, Universidad Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Históricas, 1965, p. 266

Con la anuencia correspondiente, don Mateo comenzó con la fábrica de la ermita. Al esfuerzo económico del cacique se sumaron diversas aportaciones entre los benefactores de la fábrica, figuraban los nombres del deán Sebastián de Pedraza y Zúñiga y el bachiller Antonio Carmona Tamarís, presbítero canónigo de la Catedral. Asimismo, aportaron para

La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán

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su construcción las religiosas dominicas, los padres franciscanos y las comunidades del obispado de Michoacán con una colecta realizada entre 1694 y 1695.7

La construcción de la capilla comenzó en el área Sur, es decir en el presbíterio, la obra avanzó en dirección al Norte, pero al poco tiempo se detuvo con la muerte de don Mateo. En seguida, el hijo del cacique Antonio, continuó con los trabajos pero tampoco la vio terminada porque murió.8 Pasaron muchos años sin progresos, pues los descendientes de los Cerda, patronos de la fábrica se declararon en bancarrota. Así, en 1726 cedieron los derechos a don Marcos Muñoz de Sanabria, canónigo de la Catedral de Valladolid, quien meses atrás había solicitado su traspaso. 9 Una vez concluida la iglesia, Muñoz envió una misiva a los cabildos, civil y eclesiástico, en ella solicitaba la licencia “para fundar un convento para religiosas de Santa Clara de la orden de San Francisco descalzas y sólo para indias, como el de Corpus Christi”.10

Hasta el momento desconocemos los motivos del canónigo para pedir tal proyecto, pero probablemente la relación que tuvo con las monjas de la ciudad vallisoletana lo inspiró; de igual manera al saber las intenciones de Corpus Christi para establecer un instituto filial lo motivó para ayudarlas. Así también, la analogía que mantuvo con los indios nobles del barrio, lo sensibilizaron para brindar auxilio con el establecimiento del Santuario de Cosamaloapan e incluso, su corazón grácil con algunas cacicas del obispado de Michoacán al ver que partían de la ciudad en busca de la profesión sin lograrla: “Resulta útil la fundación de un convento similar al de la ciudad de México”.11

7 Libro donde se han de asentar las limosnas de Nuestra Señora de Cosamaloapan que sus devotos dan para la fábrica del santuario 1694. Archivo Histórico Casa de Morelos (en adelante AHCM), fondo Diocesano, sección Gobierno, serie Santuarios, N.S. de Cosamaloapan, Santa Cruz, N.S. de Cosamaloapan, caja 39, exp. 5, siglo XVIII, libro de limosnas que dan los devotos de Cosamaloapan, año de 1694

8 AGNM, Protocolos, vol. 86, 1736, fs 218-2219 Idem. 10 Ibid., fs. 11911 AGN, Historia, vol. 109, exp. 1 f. 15

Yirlem González Vargas

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Todo parece indicar que las monjas de Christi, al enterarse de la pretensión de Muñoz de Sanabria, se pusieron en contacto con él, no sólo para apoyar la solicitud, sino para pedir el traspaso de todos los derechos del proyecto.12 El canónigo hizo la cesión el tres de octubre de 1736 sin mayores objeciones.13 A un año de que las religiosas de Corpus Christi solicitaron el patronazgo del convento recibieron una donación anónima de 8000 pesos, lo cual favoreció el propósito.

Con los derechos de la obra en mano, se hizo la solicitud de la cédula de fundación, misma que no fue difícil conseguir porque se contaba con los requerimientos mínimos para emprender un proyecto de tal naturaleza: un lugar “adecuado”, el caudal para su construcción y la anuencia de todos los involucrados en la fundación de la institución. De manera que el 14 de marzo de 1734, Felipe V otorgó la Real Cédula de Fundación:

A las indias principales de la ciudad de México, comúnmente llamadas cacicas, para que erigiesen un convento en Valladolid de Michoacán con las mismas circunstancias que el de Corpus Christi siguiendo el instituto y estrecha regla de Santa Clara, como religiosas Capuchinas Recoletas.14

Con la cédula, la fundación siguió su curso, al mismo tiempo tuvo una adversidad por la falta de respuesta y la inconformidad que manifestó el obispo de Michoacán en turno, Juan José de Escalona y Calatayud, pues provocó una querella con el vice comisario de los franciscanos, fray Pedro de Navarrete, quien tenía a su cargo celebrar el establecimiento. La disputa fue un conflicto de jurisdicción sobre las monjas, finalmente se resolvió por real acuerdo del tres de septiembre de 1736, donde quedó señalado que la fundación de Cosamaloapan se ejecutará conforme a la real cédula de El Pardo del 14 de marzo de 1734, como en la real provisión de ruego y encargo que se había otorgado el 20 de junio del

12 AGNM, Protocolos, vol. 86, 1736, fs. 12013 Ibid., fs. 22114 AGN, Historia, vol. 109, exp. 4 fs. 135

La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán

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siguiente año, en donde se había expuesto que las religiosas estaban subordinadas a los regulares y serían capuchinas.15

En diciembre de 1736 el convento estaba terminado, y esperaba solamente el arribo de las religiosas que lo habitarían,16 la ceremonia de apertura se llevó a cabo el día 27 de marzo de 1737.17 Entre cultos solemnes y profanos, indudablemente lo más significativo fue la imposición del hábito a siete indias caciques, quienes dejaron sus propios trajes de huipil. Posteriormente, fueron conducidas a su claustro con un gran acompañamiento para cerrar sus puertas.18 Abandonaban por sentado su paso del mundo cotidiano al místico. A partir de entonces, las indias caciques iniciaron la vida monacal, que durante muchos años no pudieron llevarla porque no existía un convento para su estirpe. En adelante se condujeron con el ejemplo, como lo habían hecho sus compañeras del convento de Christi, reafirmando su capacidad espiritual.

El conjunto conventual de Cosamaloapan, según se escribió en la Gazeta de México fue “Uno de los más suntuosos, a la hermosura de su templo se allega la capacidad del edificio, lo dilatado de los dormitorios, amplitud en los patios, […] y bien distribuida las precisas oficinas, todas suficientes para la comunidad”.19 Se ubicó al Sur de la ciudad, no muy lejos de la Catedral, como se observa en el plano de la imagen II. Era una zona de baja densidad poblacional donde no existía una articulación de los sistemas viales y las construcciones eran insipientes.

Poco a poco, la zona donde se ubicó el convento creció, así a mediados del siglo XVIII tanto el área como el convento se reestructuraron.

15 Ibid., f. 18216 Gazeta de México, abril de 1737, en León, Nicolás, Bibliografía mexicana del siglo

XVIII, 6 Vols., México, Imprenta de la Viuda de Francisco Díaz de León, 1903-1908, p. 692

17 Silva, Mandujano Gabriel, “El templo y ex convento de Capuchinas” en Morelia Patrimonio Cultural de la Humanidad, Morelia, UMSNH/Gobierno del Estado de Michoacán, 1995, p. 231

18 Idem.19 Gazeta de México, abril de 1737, en Nicolás, Bibliografía… op. cit., p. 692

Yirlem González Vargas

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Resultado de ello, el barrio La Aldea cambió de nombre por el de Cosamaloapan, el cual se integró por noventa y siete solares de varias dimensiones. Al mismo tiempo, la población aumentó, en su mayoría eran familias indias estirpe noble; así como un reducido número de españoles y criollos. El libro Barrios de la ciudad de Valladolid de 1757 a 1759, resguardado en el Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM), muestra los límites del barrio, los lotes y los dueños, mismo que se encontraron alrededor del convento, aunque no señala la calidad de los

Imagen II. El barrio de Cosamaloapan durante el siglo XVIII

Fuente: Torres, Vega Martín, Los conventos de Monjas en Valladolid de Michoacán, arquitectura y Urbanismo en el siglo XVIII, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, 2004

La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán

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habitantes. Pero al observar los nombres y los apellidos percibimos que en su mayoría eran indios, caciques o mestizos, como los de la Cerda, de la Cruz y Chabira (apellidos de linaje indio), Pedro Alejandro y Nicolás Lorenzo, o Juan José, “el Petatero”.20

A la sazón, el barrio se caracterizó por su alta densidad poblacional, desarrollo y vivienda. Limitaba al Oriente con el barrio de San Pedro y la Concepción; al Poniente con las tierras de San Agustín y al Norte con la Huerta del convento. Lo anterior muestra que el convento figuró como polo de desarrollo urbano, pues permitió el crecimiento al Sureste de la ciudad de Valladolid; de igual manera, le otorgó orden y presencia al barrio de Cosamaloapan, de modo que, se convirtió en referencia y atracción. En los documentos referentes a la vida del convento queda asentada la vinculación de los vecinos con las actividades desarrolladas por las monjas a través de las fiestas patronales, en la celebración de profesiones, entre otras, lo cual pone de manifiesto el papel que jugaron los edificios monacales como elementos estructuradores del espacio socio-cultural de los habitantes. Así tenemos como ejemplo, los permisos que el obispado daba a la comunidad religiosa, que refieren a la recolección de limosnas a través de la procesión de la imagen del Niño Dios que se veneraba en el convento:

Vicente Espinoza donado de la orden de San Francisco […] llevando consigo la imagen Sacratísima del Niño Dios que se venera en el convento de Señoras Religiosas Capuchinas descalzas de Cosamaloapan en esta capital puedan pedir en todo el distrito del obispado sin excepción de ciudad, real de minas, pueblo, u otro algún lugar ni limitación de residencia de ellos, limosna para ayudar a los precisos gastos del culto divino y manutención de dichas religiosas.21

20 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, primera númeración, L. N. 27, Barrios de la ciudad de Valladolid, 1757-1759 “Autos de medidas hechos en barrios levantados por Nicolás Quijano. Registro de Cosamaloapan”, fs 128-144

21 AHMC, fondo Diocesano, sección Gobierno, serie Religiosas, subserie Capuchinas, caja 211, exp. 58

Yirlem González Vargas

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O bien la referencia del fomento al culto a san Francisco de Paula que hacían las religiosas, ante la petición e imposición que dejó una familia benefactora del convento.22

El claustro de Cosamaloapan, como lo advertimos en líneas anteriores fue el segundo instituto para las mujeres de calidad india cacique. Después de su establecimiento se presentaron cuatro proyectos; sin embargo, las autoridades novohispanas solamente dieron anuencia al convento de Capuchinas de Nuestra Señora de los Ángeles, establecido en 1785 en la ciudad de Antequera Oaxaca. Los otros tres quedaron sobre papel: un convento en la ciudad de Puebla, uno más en la ciudad de México, y otro en la Congregación de Dolores, obispado de Michoacán. Si bien la fundación de estos últimos recintos monacales no se concretaron por varias circunstancias tales como disputa de jurisdicciones o la falta de un lugar adecuado, sin duda su propuesta nos habla de que el proyecto se había consolidado y buscaba crecer. Lo anterior, sin duda influido para el establecimiento de Cosamaloapan que no sólo apoyó la gran demanda que tenía el convento de Corpus Christi, y representó la ampliación del proyecto conventual femenino indio, sino que sus resultados y la constancia que mostraron sus religiosas impulsaron el crecimiento de estas instituciones.

Al narrar el proceso de fundación del convento para indias caciques de Cosamaloapan, es posible identificar lo difícil que era la promoción, construcción y fundación de un convento, pues desde su proyecto hasta su concreción en cada monasterio implicó la acción de un conjunto de redes de relaciones sociales. Mismas que fueron necesarias para la ampliación de estos institutos, que constituyeron parte de un ideal, el cual tardó poco más de dos siglos, donde la ciudad de Valladolid de Michoacán fue participe de ello. Además, el recuento de este convento deja ver la importancia de los monasterios para indias nobles, quienes en palabras del padre Cuevas, “dignificaban la labor y vida de las mujeres de esta estirpe social”, demostrando el éxito de la aculturación, pero sobre todo el protagonismo de las elites indias para integrarse a la sociedad y elevar su estatus social y/o religioso.

22 AGNM, Protocolos, vol. 124, 1762, f. 178 (v)

La fundación del convento de indias caciques de la ciudad de la ciudad de Valladolid de Michoacán

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Configuración urbano arquitectónica de Valladolid-Morelia. Del virreinato a nuestros días

Eugenia María Azevedo Salomao1

Introducción

Localizada en la región centro-Occidente de México, la ciudad de Morelia, antigua Valladolid, tiene sus orígenes en el siglo XVI; el 18 de mayo de 1541 fue fundada por el virrey de la

Nueva España don Antonio de Mendoza en el valle de Guayangareo.La capital y su estructura social conforman un patrimonio cultural

invaluable por las características peculiares de la zona central, testimonio vivo de la historia misma, así como su traza urbana, sus espacios abiertos, sus edificios de diferentes corrientes arquitectónicas de la época virreinal e independiente, conjuntamente con el tejido social. Por todo lo anterior, y por la importancia histórica de la ciudad en el contexto nacional, mereció la inserción del centro histórico de

1 Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Arquitectura, [email protected]

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Morelia en la lista de ciudades que integran el Patrimonio Mundial, reconocimiento otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO) en diciembre de 1991.

Este trabajo tiene como objetivo principal presentar la importancia que reviste observar la disposición de la traza de la ciudad histórica, que manifiesta la permanencia casi intacta de la distribución original que le concedió amplio espectro de crecimiento ordenado. El eje principal de la ciudad, actual Avenida Francisco I. Madero (antigua Calle Real), que la atraviesa de Oriente a Poniente, desde la antigua entrada de México donde se encontraba la garita del Zapote, hasta el área de los Tres Puentes donde se ubicó el barrio de indios de Chicácuaro, sigue siendo la arteria principal de la urbe. Se pone de manifiesto la importancia de la traza de la ciudad virreinal y su configuración urbano arquitectónica como uno de los elementos de permanencia que ha resistido a las transformaciones urbanas.

Se pone en evidencia que el trazado establece la relación más directa de un asentamiento humano y posibilita la conexión entre la ciudad y el territorio a través de la red de caminos. De esa manera, la antigua Valladolid —hoy Morelia— es un caso de estudio interesante con relación a la permanencia del diseño virreinal, en la cual las vialidades principales estuvieron conectadas a los caminos que comunicaban a distintas regiones de la Nueva España. Esta permanencia fue uno de los argumentos que permitieron fundamentar la declaratoria de Zona de Monumentos Históricos, considerada novedosa en su momento, y posteriormente, la inserción en la Lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

1. Aspectos morfológicos

El primer grado de lectura de una ciudad es inminentemente físico-espacial y morfológico. La estructura y morfología de los asentamientos humanos resultan de la dialéctica entre los elementos estructuradores del medio natural, artificial, ambiental, social, cultural, económico y

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político administrativo. El paisaje humanizado es producto de centenas de años de actividad del hombre —es una herencia cultural.2 Además, no se puede dejar a un lado la importancia que asume el soporte físico natural en la configuración de los asentamientos humanos; cada singularidad del territorio proporciona una serie de condiciones que se reflejarán en la forma urbana.

La antigua ciudad de Valladolid, hoy Morelia, tiene como recinto fisiográfico lo que fue el valle de Guayangareo, su núcleo urbano está asentado sobre una leve colina, con declives hacia los cuatro puntos cardinales, aspecto que le confiere una situación dominante dentro del entorno del valle y le proporciona vistas significativas. El material básico utilizado para la edificación ha sido preponderantemente la piedra de cantera, complementándose con la madera y otros materiales que se han ido agregando a los sistemas de construcción.

El conjunto urbano arquitectónico que conforma el núcleo de la ciudad reconocido como centro de Morelia, es producto de un proceso histórico que se inicia en el siglo XVI y se prolonga hasta nuestros días. La ciudad desde sus inicios está estructurada a partir de dos ejes que sirvieron de apoyo a la traza; de Oriente a Poniente el camino Real de México a Guadalajara —hoy Avenida Madero— y de Norte a Sur, el de Cuitzeo a Tiripetío —Avenida Morelos. Además, la traza reúne características singulares que le dan un alto valor arquitectónico y urbano; es de retícula que acompaña la topografía, sus inmuebles considerados relevantes y sus casas de carácter doméstico se enlazan formando manzanas que en su totalidad conforman un conjunto armónico en consecuencia con su trazado.

La relación consonante entre el entramado urbano, las edificaciones, las plazas y las calles con el sitio natural donde se ubica, le confieren a la ciudad peculiaridades que se agregan a los valores formales de la arquitectura. Esta relación permite la conformación de remates visuales

2 García, Lamas José Manuel Ressano, Morfología urbana e desenho da cidade, Lisboa, Fundação Calouste Gulbenkian, Junta Nacional de Investigação Científica e Tecnológica, 1993

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que tienen vinculación con el paisaje y con las edificaciones relevantes. La preponderancia eclesiástica de Valladolid-Morelia, como capital del obispado de Michoacán, hizo posible la construcción de grandes fábricas religiosas, delante de las cuales se formaron plazas y plazoletas.

Se puede afirmar que en el siglo XVII es cuando Valladolid comienza su crecimiento y expansión, con un núcleo de población española, rodeado por barrios indígenas. El máximo esplendor del asentamiento fue en el siglo XVIII jugando un papel destacado a nivel político, eclesiástico y económico; transformando una amplia región del obispado y sobresaliendo como el asentamiento más importante en el Occidente de la Nueva España.

En lo que se refiere a la traza urbana, el siglo XVIII enriquece con nuevos aportes al antiguo modelo de ciudad originado en el XVI y definido en el XVII. Hacia el tercer tercio del siglo de las luces, el pensamiento ilustrado ya había impregnado el ambiente de la Nueva España, reflejándose en la reorganización de la forma urbana de los centros más importante del país. Valladolid no es la excepción, las reformas físicas efectuadas obedecen a la estructura ideológica del período ilustrado.3

Al independizarse México antiguo y convertirse en República, no hubo cambios repentinos en la imagen de la ciudad. La verdadera transformación física de la urbe se inició después de La Reforma (1855-1863), con las leyes que afectaban las propiedades del clero y que culminaron con las leyes de exclaustración de religiosos y religiosas. Al mismo tiempo, se nacionalizaron los bienes eclesiásticos, se secularizaron cementerios, hospitales y establecimientos de beneficencia.

A finales del siglo XIX e inicios del XX, Morelia alcanzó una nueva fisonomía urbana, económica y social. Un importante programa de obras públicas abarcó desde el mejoramiento de los caminos de acceso

3 Azevedo, Salomao Eugenia María, Espacios urbanos Comunitarios Durante el Periodo Virreinal en Michoacán, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Gobierno del Estado de Michoacán-Secretaria de Urbanismo y Medio Ambiente/ Morevallado, 2003, pp. 203-205

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a la ciudad, construcción y reconstrucción de puentes y calzadas, aseo y mantenimiento de las calles del primer cuadro de la ciudad, cambio de mobiliario urbano, en fin una fuerte campaña de mejoría material y de embellecimiento.4 Las fachadas de muchas edificaciones fueron cambiadas al gusto de la época (neoclasicismo y eclecticismo afrancesado), manteniendo en sus interiores el partido arquitectónico virreinal.

El siglo XX se caracterizó por acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales que marcaron profundamente la vida de México y, por consiguiente, la capital michoacana. Las transformaciones más aceleradas y profundas que ha tenido la ciudad en toda su historia, fueron en la década de los ochenta cuando el país entró en una severa crisis económica. La situación se dio al transformarse el uso del suelo tradicional en muchos monumentos históricos-habitacionales por locales comerciales u oficinas, concentrando diversas funciones urbanas en una reducida área de vías angostas, generando sobresaturación del suelo urbano, siendo uno de los problemas más fuertes el desarrollo del comercio informal (el ambulantaje), que se apropió de los espacios abiertos —públicos—, afectando notablemente la imagen urbana del centro histórico.

En todo este proceso de evolución, la traza histórica virreinal permaneció casi sin alteración, a pesar de los cambios operados por la modernidad y las nuevas teorías urbanísticas originadas en Europa con Haussman que tuvieron fuertes repercusiones en las trazas históricas de muchas ciudades europeas y americanas.

2. La traza y los argumentos para la declaratoria de Zona de Monumentos Históricos

En 1989 se generó una profunda preocupación por los procesos de degradación que se apreciaban en la ciudad de Morelia, aspecto que

4 Mercado, Aristeo, Memoria sobre la administración Pública del estado de Michoacán de Ocampo, 1892-1894, Morelia, Escuela Industrial Militar “Porfirio Díaz”.

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alteraba su dignidad y descaracterizaba su arquitectura y urbanismo con las consecuentes pérdidas de su integridad. Por tales motivos, se activaron los trabajos encaminados a buscar el reconocimiento de la ciudad, como un asentamiento de relevancia histórica a nivel nacional e internacional.

Uno de los argumentos fundamentales para optar por la declaratoria de Zona de Monumentos Históricos, como lo establece la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos del seis de mayo de 1972, fue la permanencia de la traza original que contaba con muy pocos cambios, la planimetría histórica así lo mostraba desde 1794 cuando se diseñó el plano de la ciudad de Valladolid de Michoacán en la etapa borbónica, el área ya comprendía lo que finalmente quedó determinado por la declaratoria nacional.

Era notorio que el desarrollo urbano de la ciudad había respetado y permitía que se conservara el carácter urbano del asentamiento.5 La traza definía una evolución paulatina que en sí misma significaba un gran valor digno de ser protegido ya que desde sus inicios había considerado una amplia proyección y crecimiento ordenado que estaba patente en los rasgos de su proceso histórico; su diseño original se había mantenido desde el siglo XVIII, contrastando con las demás áreas de expansión periféricas y su topografía, la del área histórica, permanecía aún en correspondencia con dicho plano. Las garitas de control en los accesos de la ciudad jugaron un papel importante en el transcurso de su desarrollo y permanecieron como áreas focales, a tal grado que se percibe aún cómo la ciudad mantuvo su orden con límite en sus cuatro garitas.

Los argumentos que sustentaron la definición del perímetro que debía ser considerado para la declaratoria nacional como Zona de Monumentos Históricos, sentaron las bases en varios aspectos; la traza histórica de la ciudad, planteada desde sus inicios con una proyección de crecimiento ordenado y el respeto que de ella se logró durante

5 Centro INAH Michoacán, Expediente para la Declaratoria de Zona de Monumentos Históricos de la Ciudad de Morelia, sección de monumentos Históricos, INAH, material mecanoescrito, s/p, s/f.

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todo su desarrollo, fue el argumento de mayor peso consustancial a su trayectoria como capital del obispado y posteriormente como capital del estado de Michoacán.

La declaratoria de Zona de Monumentos Históricos de la ciudad de Morelia fue expedida por el ejecutivo federal el 19 de diciembre de 1990, con 219 manzanas que conforman en su totalidad el perímetro declarado; así mismo, los trabajos continuaron para integrar el expediente enviado a la UNESCO Morelia en la Lista del Patrimonio Mundial, en la reunión que se llevó a cabo en Túnez del nueve al 13 de diciembre de 1991.

3. Validez actual

Hasta hoy el crecimiento de la ciudad ha implicado cambios en el centro histórico; sin embargo, es necesario que estas transformaciones se han dado en la mayoría de los casos tratando de respetar las características urbanas y arquitectónicas, acentuándose las modificaciones en los usos del suelo urbano, motivados por el traslado de muchos de sus habitantes que han decidido vivir en los nuevos fraccionamientos; sin embargo, persiste la tradición en el uso del centro histórico como sitio de actividades administrativas, comerciales, culturales, de esparcimiento y congregación de los habitantes en todos sus niveles sociales.

Cabe subrayar que toda esta expectativa y desenvolvimiento actual de Morelia, tiene su asiento fundamentalmente en los valores como centro urbano con sensibles permanencias como su traza, su volumetría urbana, sus edificaciones relevantes, su arquitectura de contexto, sus espacios abiertos, sus fuentes, pilas y demás elementos que complementan la ciudad.

Reflexiones finales

De lo anterior, se concluye que la noción de permanencia es fundamental a la hora de valorar la importancia de la historia en la morfología de un

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asentamiento humano. En lo que ha permanecido se revela la presencia del pasado. En el centro histórico de Valladolid-Morelia así como en su entorno contemporáneo, la presencia real de los hechos urbanos, como la traza, la arquitectura, los vestigios de las haciendas y de los elementos de la infraestructura histórica, revela no sólo lo que es antiguo sino el sentido de lo que ha persistido.

También es necesario recalcar la importancia de la traza como un elemento estructurador del espacio y claramente identificable tanto en la forma de la ciudad como en el gesto de proyectar. El diseño se asienta en un soporte geográfico preexistente, regula las disposiciones de los edificios y manzanas conectando varias partes de la ciudad al territorio. Así, la traza de Valladolid-Morelia ha persistido como parte de una historia larga; en el bosquejo de la capital, las calles están diferenciadas por su estatus en la jerarquización urbana y como se ha visto en el desarrollo del trabajo, las vialidades principales siguen siendo aquellas originadas a partir de los caminos que comunicaban la ciudad virreinal con el territorio de la Nueva España y a la fecha siguen siendo importantes ejes de comunicación.

Para finalizar, se retoma a Juan Luis de las Rivas cuando dice: “las permanencias pueden ser consideradas como testimonio, y en un sentido analítico como vestigios o huellas, en cuanto a partir de ellos pueden ser descritas las diversas ciudades que han sido y sobre todo se puede descubrir el cambio producido”.6 Además, estas permanencias no son frutos del azar, lo que ha quedado con el paso del tiempo pueden desvelar los elementos constitutivos o configuradores del lugar.

6 De las Rivas, Juan, El espacio como lugar. Sobre la naturaleza de la forma urbana, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1992, p. 107

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Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821

José María Navarro Méndez1

Introducción

Reconstruir la vida de un personaje representa un largo trabajo académico, implica preponderar sobre la documentación relevante de su vida, este esfuerzo

de sapiencia es mayor cuando se intenta resaltar a una mujer. Individualizarla y vislumbrarla acarrea una serie de conflictos culturales, los cuales se agudizan cuando se le contextualiza en la primera mitad del siglo XIX. Pues las fuentes documentales de primera mano son escasas, suponemos que gran parte de los materiales escritos no fue tratados con la debida importancia, quizá por tratarse de las mujeres. De las pocas féminas “singulares” de las que podemos rescatar su pasado fue porque su vida se entrelazó con los hombres ilustres, cuyos documentos fueron guardados por ellos mismos, tal es el caso de Concepción Lombardo

1 Postulante a la Maestría en Historia por la Universidad Autónoma de Sinaloa.

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esposa de Miguel Miramón y por supuesto nuestro tema principal: Ana María Huarte, cónyuge de Agustín de Iturbide.

Es posible individualizar las vidas femeninas y para ello es necesario apelar al carácter biográfico-femenil, es decir, buscar y recuperar las vidas robadas2 para incorporar a las mujeres en el relato universal del hombre.3 Lo anterior nos hace preguntarnos como una ciudad acogió a un personaje como lo fue Ana María Huarte de Iturbide en un momento de transición y cambios abruptos en el devenir novohispano-mexicano.

Un corto perfil

Ana María Huarte originaria de Valladolid Michoacán, sexta hija legítima del navarro Isidro Huarte y Arrivillaga y de la noble Ana Manuela Sánchez de Tagle y Muñiz. Nació el 18 de enero de 1786, en casa paterna, la fastuosa mansión del Regidor Alcalde Provisional don Isidro Huarte estaba ubicada en el centro de la ciudad4 a tan sólo una cuadra del estanco de tabaco (hoy Ayuntamiento de Morelia). Al correr de los días la pequeña infanta sería bautizada por el canónigo Blas de Echeandia siendo sus padrinos el Regidor don José Plata y su esposa doña Ana Bustamante.5 Los monumentos de tranquilidad y quietud fueron llevaderos y pocas novedades se presentaron en la niñez de Ana María. Vea imagen I, casa de los Huarte.

2 Bolufer, Mónica, “Multitudes del yo: biografía e historia de las mujeres” en Ayer Revista de Historia Contemporánea, Núm. 93, 2014 (1), España, Arce, 2014, p. 89

3 Ibid., p. 374 Actual Museo Regional Michoacano. 5 Archivo de la Notaria Parroquial del Sagrario de Morelia (en adelante APSM),

Bautismos de españoles, Libro 32, años 1780-1786, f. 162 (v). 18 enero de 1786 “México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996,” images, FamilySearch (https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-1-19135-21357-90?cc= 1883388&wc=MC8K-V2S:178285301,219866401,219953501 : accessed 23 January 2015), México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996 > México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996 > Morelia > Sagrario Metropolitano > Bautismos 1780-1787 > image 178 of 476; parroquias Católicas, Michoacan [Catholic Church parishes, Michoacan].

Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821

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Su madre doña Manuela, se encargó de las primeras enseñanzas de sus hijos, procurando que su educación fuera dirigida en la honradez, en la piadosa vida cristiana y en el aprendizaje de las letras y la aritmética básica,6 los registros personales de Manuela, muestran un importante acervo bibliográfico.7 Moisés Guzmán Pérez y Paulina Barbosa Malagón dan una excelente listado entre los que destacó: Ayo de la Juventud Cristiana, El padre de familia y Vida de Nuestro señor Jesús Cristo entre otros; Nobleza Vascongada, Tratado de Aritmética, Arte de Partida Doble y Estado de las Armas.8

6 Guzmán, Pérez Moisés y Barbosa, Malangón Paulina Patricia, “Lecturas femeninas en Valladolid de Michoacán (siglo XVIII). La “librería” de Ana Manuela Muñiz Sánchez de Tagle” en Tzitzun. Revista de estudios históricos, Morelia, IIH-UMSNH, julio-diciembre, No. 58, pp. 15-70

7 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Fondo Colonial, ramo justicia, c.150, e. 4, 1805, Inventario del caudal perteneciente a la testamentaria de Ana Manuel Muñiz Sánchez de Tagle y del regidor alcalde provincial del Ilustre Ayuntamiento de esta ciudad en marzo de 1805, fs. 5-6

8 Guzmán, Pérez Moisés y Barbosa, Malagón Paulina Patricia, op. cit., pp. 61-62. En este artículo se encuentran las obras con las que la señora Muñiz contaba, entre ellas se destacan varias de temática dirigida a la educación y enseñanza.

José María Navarro Méndez

Fotografía: Magali Zavala García, Museo Regional Michoacano, 2016

Imagen I.

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Ana muy seguramente disfrutó de su vida desahogada paseándose en por el centro, pues lo cotidiano se concentraba allí, donde vivía la elite local y sus sirvientes; en el primer cuadro de la urbe se concentraban aquellos grandes negocios y comercios de los personajes y familias con mayor presencia de la ciudad.9

Con el paso de los años Ana María ingresaría al Colegio de Santa Rosa de Valladolid, entre 1795-1797, la función del colegio era proteger a las “[…] Rosas de Castilla, sin mezcla de otras flores, todas españolas”, ahí su vida comenzó a cambiar de manera paulatina.10 En eso años la institución era administrada por Gabriel García Obeso, la rectora era doña Gertrudis López y su vice rectora Guadalupe Castro.11

Siendo estudiante del Colegio sus días estaban estrictamente condicionados y planeados, las clases básicas de aritmética y lectura, las de música y la doctrina eran las actividades diarias, pero aun en la estricta vida de la suntuosa institución el ocio era necesario para esparcir el cuerpo y relajar el alma. En esos recesos las educandas se acercaban al mirador (donde se observaba el majestuoso jardín de las Rosas) y mostraban sus dotes a los caballeros transeúntes. Fue así que, Ana y Agustín de Iturbide y Aramburu se conocieron (en el sentido más romántico de la palabra).

El enamoramiento sería rápido y al cabo de poco tiempo, el joven teniente de segundo grado del Regimiento de Infantería de Valladolid contrajo matrimonio con Ana María Huarte sin oposición de las familias.12 Ella con 19 y él con 21 años, extenderían su unión en misa

9 Marín, Tello Isabel, La vida cotidiana en Valladolid 1750-1810, Morelia, IIH-UMSNH y Facultad de Historia, 2010, pp. 19-20

10 Carreño, Alvarado Gloria, El colegio de Santa Rosa de Valladolid, 1743-1819, Morelia, UMSNH, 1979, p. 35

11 Archivo Histórico Casa de Morelos (en adelante AHCMO), Colegios, Santa Rosa, siglo XVIII, C. 21, Exp. 290, 1796, f. 20

12 Spence, Robertson William, Iturbide de México, México, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 46

Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821

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solemne en el templo de Santa Catalina de Siena.13 Así el 27 de febrero de 1805 contrajeron nupcias en presencia del provisor general capitular del obispado, el doctor Juan Antonio de Tapia, presenciando como padrinos don Isidro Huarte por parte de la novia y el señor Domingo Malo por parte del novio. La misa se celebro al día siguiente en el oratorio de la casa de los recién casados, en lo que hoy conocemos como Portal Galeana número 117.14 Allí el hermano de Ana, el licenciado Isidro Huarte y doña Nicolasa de Iturbide, hermana de Agustín fungieron como testigos y junto con el intendente de Valladolid Felipe Díaz de Ortega, firmaron la certificación.15 Es casi seguro que la feliz pareja recibió el dote, cuya fortuna ascendió a poco más de 30,000 pesos.16

La mujer de un realista y de un insurgente

La vida del matrimonio se contextualizaba bajo la guerra, la arenga iniciada por el cura de Dolores modificó de raíz la vida de los novohispanos. Ana María con el miedo encontrado al saber de la noticia del arrebato de la turba de Hidalgo, pidió a su esposo salir rumbo a México, donde permanecerían gran parte de los años de cruenta guerra fratricida.17 Fue hasta 1812 con la victoria sobre Albino García que la fama de Iturbide comenzaría a engrosar sus méritos militares.18 Pronto, se irían a la ciudad de Querétaro donde permanecerían hasta el desastroso declive de honradez de Agustín, bajo la acusación de

13 APSM, Matrimonios de españoles, Libro 15, años 1789-1806, f. 174 (v), 27 de febrero de 1805

14 Spence Robertson, William, op. cit., pp. 46-4715 APSM, Matrimonios de españoles, Libro 15, años 1789-1806, f. 174 (v), 27 de febrero

de 180516 Spence, Robertson William, op. cit., p. 47 17 Navarro, Méndez José María, La mujer del emperador Ana María Huarte de Iturbide

(1786-1861) Una Biografía histórica, tesis de licenciatura, Morelia, UMSNH, noviembre 2015, p. 70

18 Ibid., pp. 64-65

José María Navarro Méndez

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malversar su posición y crueldad desmedida. Estos hechos obligaron a Iturbide a retirarse momentáneamente pues se pondría en marcha una investigación para develar las acusaciones.

Entre los años de 1816 a 1820, Iturbide observó el intenso calor político que se vivía en la vieja España y cuyas políticas influyeron de manera radical en la Nueva España. La coyuntura política y los acontecimientos ocurridos en España desde 1820 repercutieron en las tierras hispanas. Bajo el liderazgo de Rafael de Riego y Antonio Quiroga, quienes se pronunciaron en defensa de la constitución gaditana, obligaron a Fernando VII a jurarla en marzo de 1820, lo que implicó convocar a elecciones de diputados a Cortes. Las afectaciones de dichas medidas se vislumbraron en el gobierno del virrey Apodaca, forzándolo a proclamarla en mayo del mismo año. Estando en vigor el Código Liberal, las autoridades novohispanas restablecieron imprentas, promovieron el desarrollo de la opinión pública, aboliendo la inquisición y liberando a algunos insurgentes.19

En este parteaguas histórico, el canónigo Matías Monteaguado comenzó los preparativos de la conjura de la Profesa, en el que se aglutinaron algunos grupos y corporaciones eclesiásticos que trataban de impedir el restablecimiento de la Constitución Política de la Monarquía Española. Para realizar el proyecto fue necesario la participación de la fuerza armada. El encargado fue Agustín de Iturbide, quien comprometió a otros jefes militares en la empresa.20 Así el 24 de febrero de 1821, tras diversos cambios epistolares se proclamó el Plan de Iguala, el cual plateaba la independencia con respecto a España, la convocatoria a un congreso constituyente y la creación del Ejército Trigarante que defendiera los principios de la Independencia, la Religión y la Unión del Imperio Mexicano. De inmediato, el llamado de

19 Guzmán, Pérez Moises, “El movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 41, núm. 2, julio-diciembre, Colombia, Universidad de Colombia, 2014, p. 135

20 Guzmán, Pérez Moises, “El movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)”, p. 137

Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821

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Iturbide se consolidaría en la firma de los Tratados de Córdoba, signados por él y Juan O’Donojú.

La jefa Trigarante

Ana María Huarte de Iturbide se convirtió en la mujer que mejor ilustró la etapa del movimiento trigarante.21 Iturbide fue muy cauto al no involucrar a su familia en las vicisitudes de la guerra y la política, pero dado el contexto fue necesario que Ana Huarte y sus hijos se trasladaran de México a Valladolid, pues era fundamentar la representatividad gubernamental en su ciudad natal para informarle de la situación prevaleciente.22

Entre el 13 y el 14 de agosto de 1821, Ana y sus hijos se pondría en marcha rumbo a Valladolid de Michoacán, junto con una pequeña escuadra de dragones, quienes tuvieron la tarea de protegerlos. De esta manera, la familia Huarte salió de la capital del Imperio con la bendición de su esposo y la de su fiel confidente el obispo Antonio Joaquín Pérez.23

El viaje fue cansado, debido al mal estado de los caminos. Pese a esto, Ana llegó a su destino muy rápido; las fuentes nos refieren que el 21 de agosto24 estaba entrando a la ciudad —y vaya entrada que tuvo— pues las autoridades gubernativas ya los esperaban. Isidro Huarte, el cabildo civil y el eclesiástico se encargaron de las celebraciones.

La llegada de Ana María Huarte a su ciudad natal fue un deleite para propios y extraños. Si bien Iturbide celebró su entrada a la Imperial Ciudad de México como César Augusto a Roma, para Ana María fue

21 Guzmán, Pérez Moisés, Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia de Michoacán, Las Mujeres Michoacanas en la Independencia, Morelia, IIH-UMSNH, Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo, Secretaria de Educación del Estado, 2010, No.11, p. 23

22 Navarro, Méndez José María, op. cit., p. 7923 Idem.24 Archivo Capitular de la Catedral de Morelia (en adelante ACCM), Actas de

Cabildo, libro 47, año 1819-1821, f. v. 168-175 (f y v)

José María Navarro Méndez

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como si la zarina Catalina la Grande arribara a San Petersburgo. Varios relatan el gran suceso: “la ciudad de Valladolid [que en] todas [sus] calles estaban sembradas de flores y desde lo alto de los edificios doncellas graciosamente vestidas, representando las garantías, derramaban sobre el carro frescas flores”.25 Es probable que sus hijos Agustín Gerónimo, Sabina, Juana, Josefa, Ángel, María de Jesús y Salvador, fueran con ella ataviados como pequeños militares y bellas princesas que ante la atenta mirada de sus vecinos y amigos celebraban aquel inusitado desfile. La esposa del primer jefe del Ejército Trigarante regresaba a su ciudad y “la artillería hacía subir el estruendo al cielo”.26

De la Calle Real al hogar del viejo Isidro Huarte, el carro de doña Ana “tardó poco más de una hora en llegar”, y de las puertas de la fastuosa mansión salieron todas las ricas damas de la ciudad a recibirla. El cabildo eclesiástico ofreció una misa a su llegada,27 y la invitó a asistir en lo sucesivo a recibir la eucaristía en catedral, ya que gozaba de un espacio exclusivo para ella, frente al árbol evangélico. Concluida la misa, la celebración comenzó de inmediato en la casa paterna, “al entrar en el salón que estaba preparado rompió una sinfonía ejecutada por hábiles profesores. [Así] comenzaron [a] llegar todas las corporaciones a cumplimentarla: el muy ilustre y venerable cabildo eclesiástico en cuerpo; […] el muy ilustre Ayuntamiento bajo de meza; los reverendos padres prelados de las sagradas religiones; el Colegio Seminario, etcétera. [Tras esto] se sirvió un espléndido refresco; enseguida se dio un gran concierto en el que el divino [José Mariano] Elízaga tuvo en suspenso y arrebatados los ánimos largo rato; por último, se entonaron canciones patrióticas y otras piezas de mucho gusto”.28

25 Fernández de Córdoba, Joaquín, Verdadero origen de la imprenta en Morelia. Reproducciones facsímiles de los primeros impresos vallisoletanos de 1821, México, 1949, pp. 36-37, Nota: Lamina número 7, Anónimo, Entrada publica en Valladolid de la señora doña Ana Huarte de Iturbide, digna esposa del inmortal héroe mexicano.

26 Idem. 27 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, (f y v) 168-17528 Anónimo, Entrada de la esposa del general Agustín de Iturbide, la excelentísima

señora doña Ana María de Huarte, 21 de agosto de 1821

Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821

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El cabildo eclesiástico, con la idea del canónigo licenciado Santa María, había resuelto en su sesión del 25 de agosto que él era “conocedor de la venta de unas sortijas y que era del parecer de que se debían de comprar, para regalárselas a Ana María Huarte, esposa legitima del primer Jefe del Ejército Imperial Mejicano, don Agustín de Iturbide”.29 A los tres días de haberse discutido el tema, los encargados de comprar las dos sortijas y el solitario fueron los licenciados Santa María, Zarco, el señor Olivares y el magistrado Prim. Estos caballeros se dirigieron a casa de los Huarte para hacerle el presente a Ana María.30

Las fiestas y el derroche en Valladolid no cesaban. El dos de septiembre la noticia llegó a la ciudad, pues el Ejercito Trigarante estaba capitulando a la ciudad de México. Ese día se celebró un Te Deum en conmemoración al evento.31 El cinco del mismo mes en un impreso de Puebla se escribía de la firma de los Tratados de Córdoba la noticia llegó a oídos del doctor Juan Manuel de Michelena, quien junto con el cabildo eclesiástico acordaron darle a Ana María el título de “excelencia”.32 Es significativo este nombramiento, pues a pesar de que a muchas mujeres les endilgaron el título de sus esposos, como lo fueron los casos de doña Mariana Martínez Rulfo, esposa de Rayón, a quien llamaban “la Ministra”; o de Antonina Guevara, la esposa de Nicolás Bravo conocida como “la brigadiera”; Ana María no se asumió como “la jefa trigarante”, simplemente utilizó el título que le fue dado en Valladolid.

Spence Robertson menciona que al día siguiente, el doctor Manuel de la Bárcena declaró durante la misa que el dedo de Dios había dirigido el movimiento revolucionario. “¡Religión, Unión e Independencia —exclamó— son las tres garantías celestiales, las tres columnas indestructibles que el artífice ha establecido para que sobre ellas se

29 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 25 de agosto de 1821, f. 170 (f y v)

30 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 28 de agosto de 1821, f. 170 (v).31 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 02 de septiembre de 1821, f. 17132 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 05 de septiembre de 1821, f. 171

José María Navarro Méndez

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pueda construir con solidez el edificio nacional que ha de perdurar eternamente!”.33 Un par de días después, Manuel de la Bárcena fue llamado por Agustín de Iturbide para ser testigo de la firma de la segunda

Acta de la Independencia. Se había ordenado la iluminación de la ciudad por cuatro días, justo cuando el Ejército Trigarante se encontraba a las puertas de la ciudad de México.34

Epílogo

Entre tanto, la excelentísima Ana María Huarte pasó poco más de ocho semanas en Valladolid de Michoacán. Mejores días no pudo tener a finales de aquel año de 1821, luego de la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana… acontecimiento que quedaría grabada en los anales de la memoria nacional.35 Alamán hace notar que luego de los acontecimientos ocurridos los días 27 y 28 de septiembre, Ana María regresó de Valladolid a la capital del imperio teniendo como sede su residencia en la casa de la Moncada, una mansión que con el tiempo se le adjudicaría el nombre de Palacio de Iturbide, luego de ser coronado emperador en mayo de 1822.36

33 Oración gratulatoria a Dios que por la independencia mexicana dijo en la catedral de Valladolid de Michoacán… el día 6 de septiembre del año de 1821, p. 3, en Spence, Robertson, Iturbide de México, p. 196

34 Guzmán, Pérez Moisés, Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia de Michoacán, Las Mujeres Michoacanas en la…, p. 24

35 Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana congregada en la capital el día 28 de septiembre de 1821

36 Alamán, Lucas, Historia de Méjico desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de 1808 hasta la época presente, tomo V, Instituto de la Cultura Helénico, México, FCE, 1985, p. 591

Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821

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Llegan los billares a la vida cotidianade la Morelia porfiriana

Magali Zavala García1

El objetivo del presente trabajo es esbozar cotidianidad del centro de Morelia, para ello se plantea un panorama general de las condiciones socio económicas locales y la distribución

poblacional moreliana; posteriormente, con la introducción de los salones de billar a México, se bosqueja una aproximación desde sus orígenes hasta la popularización durante el porfiriato, cuya práctica se consideró uno de los malestares sociales pues se le vinculó con la violencia y el alcoholismo. De modo que fue necesario reglamentar el juego y los propietarios debían contar con el respectivo permiso emitido por el Ayuntamiento. Al final del texto se muestra una lista de las licencias, dichos establecimientos los ubicamos en el primer cuadro del centro de la capital michoacana.

A lo largo del porfiriato (1876-1910) la ciudad de Morelia enfrentó continuas crisis económicas, como las pérdidas de las cosechas producidas

1 Archivo Histórico Municipal de Morelia, [email protected]

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por los cambios climáticos, que intentaron subsanarse con la compra de maíz a los Estados Unidos. El problema se acrecentó con la caída del precio de la plata, el cual afectó a todo el país. Con la supresión de la alcabala —impuesto—, el Ayuntamiento de la capital michoacana implementó una serie de medidas hacendarias para resarcir la economía local.2 Con el alza de impuestos, también se afrontó los problemas sociales arrastrados desde la consumación de la Independencia; la quiebra del aparato productivo, la movilidad de la población derivada de la lucha armada, “inestabilidad político-electoral”, rebeliones, crecientes índices de delincuencia e inseguridad pública.3

A pesar de los vaivenes económico-sociales se observaron algunos avances tecnológicos, que se reflejaron con el impulso a establecimientos fabriles —textiles— como La Paz y La Unión, en la circulación del tranvía urbano, el ferrocarril, el alumbrado público, el teléfono, el telégrafo, etcétera.4 Al mismo tiempo, la fisonomía de la ciudad iba cambiando con el embellecimiento de los espacios públicos, la restauración de varios edificios, el empedrado de calles, la construcción de plazas, jardines, embanquetado, reparación de alcantarillas, saneamiento de cañerías y otras medidas sanitarias, todo como prueba de la modernidad que se pretendía alcanzar. Igualmente, varias instituciones se mejoraron, por ejemplo el Hospital Civil, pues en años anteriores se encontraba en condiciones lamentables.5 Conjuntamente a la construcción y

2 Véase: Florescano, Enrique (coordinador general) Historia General de Michoacán, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, volúmenes, III y IV. Pérez, Acevedo Martín, Empresarios y empresas en Morelia, 1860-1910, Morelia, UMSMH, 1994, p. 35

3 Hernández, Díaz Jaime, “Movimientos sociales durante la primera república en Michoacán el caso de la banda de Francisco Arias” en Movimientos sociales en Michoacán siglos XIX y XX, Morelia IIH-UMSNH, 1999, p. 52. Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, quinta numeración, L. N. 395 y 402, Libro de Secretaría, tomos, VI y VII, 1898-1900

4 Uribe, Salas José Alfredo, Morelia: los pasos a la modernidad, Morelia, UMSNH, 1993, p. 171

5 Véase Sánchez, Díaz Gerardo, (coordinador) Pueblos, villas y ciudades durante el porfiriato, Morelia, IIH-UMSNH, 1993. Chávez, Carbajal María Guadalupe y Pérez,

Llegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana

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reconstrucción de los espacios públicos, se intensificaron algunos eventos artísticos de las compañías de zarzuela, títeres, circo y cinematográficos. De acuerdo al pensamiento de la época, estos avances permitieron iniciar un estilo de vida “moderna”.

La población moreliana aumentaba al ritmo del desarrollo en la ciudad, entonces se empezaron a construir viviendas en los nuevos espacios o en las recientes colonias como la Juárez y la Vasco de Quiroga —1903—, al Oriente la Ventura Puente.6 Cabe resaltar que, el crecimiento demográfico está ligado con las constantes migraciones de jornaleros, campesinos, obreros y comerciantes provenientes de otros lugares del estado y de ranchos cercanos a la capital; aunque también de otras latitudes de la república, así como del extranjero.7

Como resultado de la movilidad social, los límites urbanos se recorrieron cada vez más a la periferia y la ciudad pasó de cuatro a seis cuarteles (vea gráfica I). Para 1893 el estado de Michoacán contaba con 831, 000 habitantes, y en 1900 eran 991, 880 personas. El 13.29% ubicados en poblaciones urbanas con más de 4, 000 moradores, y de estos últimos el 30.33% asentado en la zona urbana de Morelia.8 De

Acevedo Martín, “Legislar y comunicar. Los inicios de la telefonía en Michoacán” en Tzintzun Revista de Estudios Históricos, núm. 27, Morelia, Michoacán, enero-junio de 1998, pp. 46-65. Tavera, Alfaro Xavier, Morelia en la época de la República Restaurada, (1867-1876), Morelia, Instituto Michoacano de Cultura/El Colegio de Michoacán, 2 Volúmenes.

6 Torres, Mariano de Jesús, Diccionario histórico, geográfico, estadístico, botánico, mineralógico y zoológico de Michoacán, Morelia, Imprenta del autor, 1905, tomo I, pp. 426 y 427. Alba, Francisco, “Cambios demográficos y el fin del porfiriato” en El poblamiento de México. Una visión histórico demográfica. México en el siglo XIX, México, Secretaría de Gobernación/Consejo Nacional de población, 1993, tres tomos, vol. 3, pp. 149-165

7 Pérez, Acevedo Martín “La presencia francesa en Michoacán durante el porfiriato: comerciantes, prestamistas, industriales, hacendados y banqueros” en Tzintzun Revista de Estudios Históricos núm. 11, Morelia, IIH-UMSNH, enero-junio, 1990

8 Alba, Francisco op. cit., p. 156. La mayor parte del crecimiento en México correspondió a la “clase media”, en especial la urbana y los grupos obreros, en este sentido, los resultados proporcionados por la estadística rebelaron que para 1895 más del 90% de la población perteneció a las “clases populares”, menos del 10% a las “medias” y 1.5% a las “altas”.

Magali Zavala García

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modo que la capital al finalizar el siglo XIX fue una de las diez ciudades más pobladas de la República.9

Gráfica I. Censo poblacional correspondiente a cada cuartel de Morelia

Fuente: José Alfredo Uribe Salas, op. cit., p. 13

La ciudad estuvo conformada principalmente por casas de uno y dos pisos, también hubo de tres, pero muy pocas; en la periferia se ubicaron los jacales y las vecindades, de acuerdo a nuestras pesquisas a esta franja se le consideró zona de corrupción y de crimen; aunque de acuerdo a los censos poblacionales se registraron habitantes dedicados a diferentes oficios como aguadores, albañiles, alfareros, carboneros, leñadores, cargadores, coheteros, curtidores, trabajadores domésticos, floristas, hortelanos, jardineros, tortilleras, molenderas, panaderos, sombrereros, reboceros, zapateros, herbolarios, yerberos, vendedoras de comida, fruteros, carpinteros dulceros y papeleros.10

Con el desarrollo poblacional se acrecentaron las actividades de recreo en los espacios públicos y privados, esta dicotomía marcó la

9 Uribe, Salas José Alfredo, op. cit., pp. 12-1410 Martínez, Villa Juana, Fiestas y diversiones públicas en Morelia, 1891-1910, tesis de

licenciatura, Morelia, UMSNH, 2002, pp. 24-30

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diferencia social entre la elite y el resto de la población, es decir, las diversiones no estuvieron a alcance de todos, por ejemplo las propias de los grupos pudientes eran las carreras en caballo, el paseo en bicicleta, el jai alai y por supuesto el novedoso juego de billar, sin embargo este último a lo largo del porfiriato se posesionó también en el agrado y disfrute del resto de la población moreliana.

A diferencia de las actividades recreativas ya mencionadas, el billar fue la única que tuvo la peculiaridad de reunir a los hombres con los excesos en un ambiente a puerta cerrada, a menudo, el juego terminaba en problemas de orden público, los disturbios llegaban hasta la calle causando malestares a los vecinos, esto representó un foco de atención de las autoridades municipales.

Los billares

En Europa desde hacía siglos se practicaba el billar, en el Museo Británico se conserva una carta fechada en 1570, donde se especifica que el inventor y creador del juego es Bell Kew, de origen judío, quien era dueño de una casa de préstamos y tenía la costumbre de jugarlo cada tarde sobre el mostrador de su negocio. Empleaba tres bolas de madera suspendidas sobre la puerta de su establecimiento, para hacerlo más divertido lo acompañó de una varita de madera de una yarda de largo.

La palabra billar surgió del nombre Bell Yard, que significa juego con tres bolas empujadas por una yarda. Las primeras mesas para jugarlo tenían cinco troneras, y en vez de tacos usaban masas de madera con cabos de marfil. La peculiaridad del juego consistía en un pequeño arco en la mesa, llamado “puerto”, y otra pieza, el “rey”, ambas de marfil. El estilo de las carambolas se creó posteriormente y se debe a los franceses, pero fue hasta 1840 cuando alcanzó su desarrollo.11 Para las

11 La Libertad, periódico de política y variedades, tomo I, núm. 40, Morelia, 14 de octubre de 1893, p. 3

Magali Zavala García

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últimas décadas del siglo XVIII el billar causaba cierta preocupación en las autoridades, pues en los locales donde se practicaba se distribuían bebidas etílicas sin aparente control.

El billar, al llegar a México fue acogido por la elite y en un principio fue una diversión propia de ese grupo. Con regularidad se practicaba en cantinas y hoteles de prestigio, por ejemplo en el Hotel Francés, que constantemente invitaba a las personas a disfrutar de “su amplio salón de billar, el elegante restaurante, la hermosa cantina, la gran diversidad de vinos y licores de las acreditadas marcas del país y del extranjero”.12 El juego se consideró exclusivo del sector pudiente, pero durante el porfiriato se popularizó al crearse varios lugares para practicarlo, además de cantinas y hoteles; departamentos especiales, e incluso se jugaba en algunas calles fuera del centro de la capital del país. Muchas veces era acompañado por el dominó y las cartas.

En Morelia, la diversión también se divulgó durante el porfiriato, pero ya se practicaba al comenzar la segunda mitad del siglo XIX, pues en el Bando General para el arreglo de la policía de 1865, los artículos 33 y 38 se advertía lo siguiente:

A las diez de la noche, cuando más tarde, deberá estar cerrado el comercio, toda clase de expendio y los billares; retirándose las vendimias que hayan en los portales, calles y plazas, á excepción de los días en que por costumbre se prorroga el tráfico, por solemnidad política ó religiosa. Los infractores de este artículo, serán castigados con una pena de dos reales á diez pesos de multa, ó de cuatro á quince días de prisión.13

La diversión poco a poco dejaba registros en los Archivos Históricos de Morelia, así en 1878 se localizó una demanda penal, en ella se especificó que Abundio Huerta era dueño de un billar donde se había

12 El Girondino, quincenal independiente, tomo I, núm. 12, Morelia, 3 de enero de 1903, p. 4. El Hotel Francés se encontraba en la calle Primera Nacional, número 64, y estuvo a cargo del señor Desiderio Mivier.

13 Bando General para el Arreglo de la Policía en la Municipalidad de Morelia, publicado por el M.I. Ayuntamiento, Morelia, Imprenta de Ignacio Aragón, 1865

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registrado una riña.14 Conforme avanzaban los años, los morelianos se familiarizaban con el juego, en 1881 la prensa local publicaba varios anuncios sobre mesas de billar en venta, con todos los implementos listos para practicarlo en casa.15 E incluso, un vecino Luciano Corona demandaba por el robo de ruedo de billar.16

Conforme al Reglamento de Bando General para el arreglo de la Policía Urbana en la Municipalidad de Morelia de 1881, el billar estuvo considerado dentro de los juegos permisibles o legales por parte del Ayuntamiento, por lo tanto estuvo regulado por el prefecto, los dueños debían cumplir con un horario específico, cuyo cierre era hasta 10:00 p.m., de lo contrario eran penados con una multa de dos reales o de cuatro a 15 días de prisión, más el pago de $24.00 y $ 1.00 por cada mesa.17 Los menores de edad tenían estrictamente prohíbida la entrada, se creyó que así evitarían “el contagio inmoral a la juventud”.18 Al respecto, en la prensa del momento observamos tintes de una postura moralista, porque censuraban a los billares y a las cantinas, pues se creyó que los clientes tanto adultos como púberes, quebrantaban la “paz interna” y se entregaban a los vicios de la embriaguez, el juego, la prostitución y la vagancia.

En este mismo tenor, se consideró que varios alumnos no asistían a la escuela porque preferían visitar algún centro de diversión. Para evitar este problema se propuso mayor vigilancia de la policía afuera de las cantinas, pulquerías y billares del centro de Morelia.19

14 Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Michoacán (en adelante AHPJEM), caja 1, exp. 4, fojas 19, 3 de junio de 1878

15 Periódico Oficial del Gobierno del estado de Michoacán de Ocampo, año IV, núm. 260, Morelia, 15 de junio, p. 4

16 AHPJEM, caja 2, exp. 41, año 1886; exp. 41, fojas 1317 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), c. 249, e. 76,

legajo 2, Reglamento del bando General para el arreglo de la Policía Urbana en la Municipalidad de Morelia, 1882

18 La Libertad, periódico de política y variedades, año 15, tomo 15, núm. 46, Morelia, 7 de junio de 1907, p. 1

19 Idem.

Magali Zavala García

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Finalmente, con la llamada modernidad, la ciudad de Morelia llevó consigo una etapa de mejoras en varios aspectos de la vida social, política y por supuesto económica. De igual manera afloraba el recreo y la convivencia como parte de la sociabilidad diaria, pues las diversiones públicas, los billares, los paseos, los bailes, las cantinas, las pulquerías y algunos cafés se intensificaron a lo largo del porfiriato, lo cual acarreó varios malestares no sólo para algunos pobladores, sino también para la policía y los prefectos que se encargaron de mantener el orden en las calles del centro de Morelia. Al respecto las autoridades se ocuparon por mantener el “orden, paz y progreso” mediante reglamentos, leyes y decretos que se emitieron a los largo del gobierno de Porfirio Díaz.

De acuerdo a nuestras pesquisas observamos que muchas disposiciones dejaron algunos asuntos sueltos, lo cual acarreó cierta incertidumbre en la aplicación de la ley, cada autoridad en turno manejaba la seguridad pública conforme a su criterio y no con base a las órdenes establecidas. De esta manera, se pretendió controlar y atender los problemas sociales, pero los registros tanto en el Ayuntamiento como en el Archivo Histórico del Supremo Tribunal de Justicia revelaron que los malestares sociales, culturales, criminales, etcétera eran parte de la vida diaria de los morelianos.

Los billares en la ciudad de Morelia20

Nombre del titular

Ubicación Ubicación actual calles

Año del

permisoAbundio Huerta

Billar ----------- 1878

Apolonio Romero

Casa núm. 9, manzana 6ª del Cuartel 4ª y callejón de la Gachupina. Billar

----------- 29 de octubre de 1891

20 La tabla se hizo a partir de los permisos que emitió el Ayuntamiento, documentos resguardados en el Archivo Histórico Municipal de Morelia.

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Francisco Mejía

Casa número 16 de la manzana 17, Cuartel 1º y calle del Alacrán. Billar.

Fray Alonso de la Veracruz, entre Av. Madero Ote y Bartolomé de las Casas

29 de octubre de 1891

José Guadalupe Gallardo

Casa núm. 68 de la calle del Cautivo, Cuartel 1º. Billar.

García Obeso entre Corregidora y Aldama

29 de octubre de 1891

Luciano Corona

Casa núm. 49, manzana 17ª del Cuartel 1º, calle Comonfort Billar

Aldama entre Quintana Roo y Morelos Sur

29 de octubre de 1891

León Miranda

Primera Nacional, Hotel Nuevo de Michoacán. Billar y otros juegos permitidos.

Av. Madero Ote. BANAMEX

28 de diciembre de 1891

Mónico López

Casa núm. 9, manzana 16ª del Cuartel 1º y calle de la Enseñanza, “Mesón de San Antonio” y calle 5ª, manzana 3ª del Cuartel 4º. Billar

Corregidora entre Morelos Sur y García Obeso

29 de octubre de 1891

Agustín Tovar, (presidente del Círculo Católico)

Casa núm. 1 de la 2ª calle Nacional. Billar, boliche, ajedrez y damas.

Av. Madero Pte. 26 de junio de 1892

Alejandro Méndez

Casa núm. 3, Cuartel 1º, manzana 18ª y calle Santa Catarina. Se trasladó al Hotel de la Soledad. Billar.

Galeana entre Aldama y Guerrero

19 de abril de 1892

Alejo Becerril

Casa núm. 68 de la manzana 4ª, Cuartel 1º. Billar.

----------- 16 de noviembre de 1892

Emilio Galván

Casa núm. 7 de la manzana 4ª, Cuartel 1º y calle de la Esperanza. Billar.

Quintana Roo entre Av. Madero Pte. y Allende

9 de diciembre de 1892

Magali Zavala García

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Luciano Corona

Casa número 20, Manzana 14ª del Cuartel 4º. Billar

----------- -----------

Ramón A. y Álvarez

Casa núm. 17 de la 1ª calle de Matamoros (antigua del Caultivo) Billar y otros juegos permitidos.

Allende entre Nicolás Bravo y Quintana Roo

16 de octubre de 1893

Roque Salvador

----------- ----------- -----------

Ramón Espinoza

Casa núm. 22 del Cuartel 4º y calle del Aguador. Billar

Mariano Elízaga entre Vasco de Quiroga y Vicente Sta. María

22 de octubre de 1892

Vicente Cárdenas

Casa núm. 19, Manzana 19, Cuartel 1º. Billar

----------- 22 de mayo de 1893

Rafael Corona

Casa núm. 66, Manzana 31ª, Cuartel 4º y calle del Naranjo

Velázquez de León entre Padre Lloreda y Ortega y Montanéz

7 de marzo de 1894

Nicolás Sánchez

Casa núm. 9, manzana 16ª, Cuartel 1º y calle Enseñanza

Corregidora entre Morelos Sur y García Obeso

8 de marzo de 1894

Francisco Resendez

Casa núm. 68, Cuartel 1º y calle Cautivo

Allende entre Nicolás Bravo y Quintana Roo

1 de julio de 1894

Manuel Ruiz

Casa núm. 18, Manzana 13ª, Cuartel 3º y calle del Crisol

Serapio Rendón entre 20 de Noviembre y Aquiles Serdán

8 de marzo de 1895

Luciano Corona

Casa núm. 20, Manzana 14ª, Cuartel 4º y calle del Forastero

Bartolomé de las Casas entre Vicente Sta. María y Miguel Cabrera

28 de mayo de 1895

Luciano Corona

Casa núm. 10, Manzana 21ª, Cuartel 4º y calle del Salero

Clavijero entre Sánchez de Tagle y J.J. de Lejarza

5 de octubre de 1895

Leonidas Lemus

Casa núm. 6, Manzana 13ª, Cuartel 4º y calle del Biombo

Bartolomé de las Casas entre Fray Juan de San Miguel y Vicente Sta. María

20 de junio de 1895

LLegan los billares a la vida cotidiana de la Morelia porfiriana

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Modesto Ortiz

Casa núm. 23, Manzana 21ª, Cuartel 1º y calle de la Subterránea

Quintana Roo entre Corregidora y Aldama

11 de julio de 1895

Leonidas Lemus

Casa núm. 5, Manzana 20ª, cuartel 4º y calle del Punzón

Humboldt entre Vicente Sta. María y Miguel Cabrera

13 de enero 1896

Lino Domenzain

Casa núm. 38 del Portal de Hidalgo. Billar y cantina

----------- 6 de marzo de 1896

Jesús Sierra Casa núm. 38 del Portal de Hidalgo. Cantina y billar

----------- 7 de marzo de 1896

Filomeno Magaña

Casa núm. 31 de la calle del Perdón. Billar

Miguel Cabrera entre Bartolomé de las Casas y Humboldt

26 de enero 1897

Silverio Vargas

Casa núm. 78 de la man-zana 30ª del Cuartel 1º y calle del Gorrión. Billar

Galeana entre Corregidora y Aldama

9 de abril de 1897

Matías Díaz

Casa núm. 9 de la calle de la Enseñanza, Cuartel 1º, manzana 16ª. Billar

Corregidora entre Morelos Sur y García Obeso

18 de agosto de 1899

Félix Valletti

Casa núm. 32, calle Primera Nacional. Billar y boliche, “La Estrella de Oro”

Av. Madero Ote. 22 de octubre de 1899

Desiderio Ollivier

En los bajo de la casa del sr. Lic. Francisco Elguero, esquinas de las calles del Cedro y Primera Nacional. Billar y cantina

Esquina de Morelos Nte. y Av. Madero Pte.

30 de octubre de 1899

José Luis Silva

Casa núm. 14, calle Comonfort

Aldama entre Quintana Roo y Morelos Sur

5 de junio de 1900

Vicente Ortiz

Casa núm. 34, calle del Poblano

Eduardo Ruiz entre Guillermo Prieto y Juan Álvarez

11 de septiembre de 1900

Magali Zavala García

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Fotografía: Magali Zavala García, Av. Francisco I. Madero, 2016

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La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia

Guadalupe Chávez Carbajal1

El presente texto es una invitación a pensar la ciudad de Morelia desde la producción social del espacio urbano y la historia social de sus imágenes; parte de estas reflexiones se derivan de una

exposición fotográfica que realizamos hace algunos años. Uno de los objetivos de dicha muestra era acercar al observador a una fracción del pasado de la antigua urbe, vista desde la imaginación de sus habitantes y viajeros fotógrafos. Después de hacer una minuciosa selección de imágenes, “descubrimos” que la mayoría de las fotografías elegidas se enfocaban a la antigua Calle Real o Calle Nacional (actual Avenida Madero), considerada desde la fundación de la ciudad como la columna vertebral de la vida cotidiana de Morelia y sus regiones.

En ese momento la autora de estas líneas, interesada mayormente por el esteticismo fotográfico, creía con fervor que la Avenida Madero era por excelencia el espacio simbólico de uso popular y politizado,

1 Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, email: [email protected]

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lugar de coexistencia social donde convergen plazas, edificios y calles que albergan la celebración, el encuentro, la participación y la alegría entre personas. Deslumbrada por la majestuosidad arquitectónica que la arropa, la veía como uno de los principales aglutinantes que daba sentido de pertenencia e identidad social urbana a buena parte de los morelianos; alucinada por este icono de la ciudad, no lograba visualizar la gran paradoja de la misma: ¿Qué sucedía con las calles circundantes y la periferia, aquella que albergaría a las grandes y populosas colonias de mediados del siglo XX? ¿Cómo habitan y generan los grupos sociales su propio espacio en lo urbano?

Las citadas imágenes fotográficas nos muestran cómo esa arteria a lo largo de 475 años, ha construido variables culturales, sociales, económicas y políticas que interactúan al mismo tiempo producen una dicotomía inevitable: la pérdida y reinvención de la calle como espacio público y la transformación de casas-habitación en lugares de ocio y recreación concebidos, en la última década del siglo actual, como nuevos productos del consumo cultural impulsado por la globalización neoliberal.

Es necesario analizar cómo influyó la diversidad social en la configuración de la ciudad, ¿Cuál fue el impacto de las ideas modernizadoras en la sociedad y la concentración de la población en áreas deficientes en infraestructura y servicios urbanos? Hace falta confrontar toda esa información con la que brindan los márgenes de las imágenes que sobreviven, un nuevo y complementario análisis desde y con las fotografías, frente a la inagotable información histórica que resguardan los archivos oficiales.

Asimismo, enfatizar en que, si bien la mayoría de las reproducciones de la Morelia del siglo XIX y principios del XX son idílicas de la ciudad (lo feo y desagradable no es digno de ver para la época), proponemos un trabajo de rescate histórico documental, así como de codificación, clasificación y divulgación; por lo tanto, nuestra labor apenas inicia con estas líneas, la idea es motivar un proyecto de largo aliento sin duda complejo, lento, inter y transdisciplinario que seguramente otros podrán concluir y/o unirse a él.

Para lograrlo, se requiere de un trabajo que incite a confrontar los modos de escribir la historia, que el observador se posicione frente a

La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia

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la ciudad, al contexto y otros elementos del tejido visual y social de ella.2 Debemos entender que su historia es algo más que un recuento histórico de la construcción material, de su traza urbana, arquitectura y servicios, es un cúmulo de encuentros, experiencias, integración y variados mecanismos sociales subyacentes.

Por el momento, no es nuestra intención sumergirnos en el amplio ámbito de la sociología urbana, la psicología social y la ambiental, pero reconocemos que únicamente algunos de sus instrumentos conceptuales nos ayudarán a explicar los planteamientos derivados de la acción de los grupos sociales, en especial el concepto de identidad social urbana que se perfiló durante el porfiriato y que hemos desdeñado lamentablemente en estudios previos.

Esta necesidad de reflexionar sobre la identidad social urbana y las relaciones sociales es ineludible después de “encontrar” en el Archivo Histórico Municipal de Morelia la existencia de grupos transgresores, aquellos que poco a poco fueron desplazados hacia la periferia urbana en el porfiriato y las primeras décadas del siglo XX. La transgresión no conoce límites geográficos ni de espacialidad así lo constata el Distrito de Morelia (integrado por las villas de Acuitzio, Quiroga, Cuitzeo y los pueblos de Santa Ana Maya y Chucándiro), los papeles de la gendarmería municipal de Morelia, los libros de la Prefectura3 y el registro fotográfico que la prensa hacía de los bellos lugares de la ciudad y el estado de Michoacán.

Sin embargo, es notable la ausencia casi total de imágenes que rompan con los cánones esteticistas o los estereotipos visuales; únicamente se capturaba lo que era digno de ver de acuerdo a los operarios de la cámara. Esta idea contrasta con la visión ofrecida por otros documentos de la época, sobre todo los de carácter económico, político, judicial, policiaco, de salubridad, la nota roja y de publicidad comercial en la prensa. Cada uno de estos rubros nos muestra una ciudad distinta, en crecimiento pero

2 Un avance sustancial en este aspecto son diversas obras sobre prostitución, criminalidad, alcoholismo, diversiones públicas y estudios de género publicadas en la última década.

3 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM).

Guadalupe Chávez Carbajal

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alejada de los grupos mayoritarios que la integraban, hablan también de una constante pugna por apropiarse del espacio público por definirlo desde los usos colectivos y lugares de la memoria histórica, en contraparte de la memoria institucionalizada esa que convirtió a la ciudad en un espacio sacralizado dedicado al panteón de héroes nacionales, la misma que nos regaló una imagen utópica de cantera rosa.

A partir de mi encuentro con la vasta documentación arriba señalada, en especial con los registros de mujeres públicas, las galerías de criminales y la nota roja, pude darme cuenta que tanto las autoridades como los habitantes de Morelia no tenían un concepto preciso y delimitado de la ciudad, éste estaba sujeto a la relación entre lo urbano y el control social de los individuos; ambos, enlazados por una estrecha e indisoluble influencia recíproca. Me explico.

Morelia, además de ser capital del estado y cabecera distrital, como municipio estaba conformado por la villa de Charo, las tenencias de Jesús del Monte, San Miguel del Monte, Santa María de los Altos, Atécuaro, Undameo, San Nicolás, Tacícuaro, Capula, Cuto de la Esperanza, Teremendo, Chiquimitío y Tarímbaro. El distrito y la capital, con su jurisdicción, abarcaban áreas extensas pero en la vida cotidiana tanto los habitantes como las autoridades no separaban lo urbano y lo rural porque, para entonces, el tejido urbano consistía en cuatro cuarteles y dos barrios donde se trasminaban las fronteras rurales. Por otro lado, aunque durante la primer década del siglo XX hubo un crecimiento éste fue de relativo impacto en la mancha urbana, pero desproporcionado en el número de individuos; a partir de los años 20’s el incremento sería en ambas direcciones.

Esa porosa concepción del espacio territorial —de herencia colonial— se continuaría reproduciendo hasta muy avanzado el siglo XX, sobre todo porque algunos historiadores nos empeñamos en alimentar la confusión sin recapacitar que desde su fundación, la historia de Morelia es un recuento de inmigraciones, movilidad social urbana y exclusión que se disparó desde los años sesenta del siglo XIX cuando se incrementó la llegada de sujetos que huían de la guerra, como resultado aumentó el ya nutrido sector de inmigrantes y ante la carencia de empleos muchos de éstos dilataron las filas de la vagancia, la delincuencia citadina y el subempleo.

La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia

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La imagen utópica de Morelia se resquebraja cuando nos preguntamos: ¿Dónde se ubicaron esos miles de hombres y mujeres que entraban a la ciudad? ¿Por qué no se ve esa heterogeneidad social en la mayoría de las fotografías de la época? Esta sensación crece cuando se confrontan esas estadísticas con las cifras que registraba el Ayuntamiento de lo que acontecía día a día en las calles, cuarteles, barrios, villas y tenencias de su adscripción; asimismo, cuando se comparan las propuestas para modernizar la estructura urbana demarcando y reubicando en los márgenes de la ciudad a los indeseables del régimen, por ser detonantes de los focos de violencia en los espacios públicos, a la par que se abrían nuevas prácticas económicas, políticas e ideológicas que favorecían a algunas familias morelianas y de extranjeros, dueños de los principales medios de producción.

Si bien el crecimiento poblacional de la capital michoacana desde los tiempos de la colonia se alimentó del constante desplazamiento poblacional, las autoridades civiles y eclesiásticas la consideraron un verdadero azote para la prosperidad y tranquilidad del extenso obispado y desde los años de guerra contra el Imperio de Maximiliano cobró índices alarmantes de modo que, a decir de las autoridades, el naciente Estado se enfrentó a la disyuntiva de construir un sólido cuerpo de leyes y un aparato que las hiciera cumplir o aceptar que el desorden social impediría la consolidación de la República. La administración de justicia se convirtió así, junto con la reactivación de la economía, en la principal preocupación del nuevo Estado.4

El desarrollo de Morelia la muestra como una entidad compleja, confusa y heterogénea, más que sublime es un nudo de contradicciones, de acuerdo al testimonio de Othon de Welda —hacia el último tercio del siglo XIX—, era una ciudad preocupada por el fatuo glamour material más que por sus habitantes. Esa visión nunca desaparecería porque constantemente se percibe el temor de que la transformación

4 Un testimonio bastante interesante sobre este aspecto se observa en: Memoria en que el C. General Epitacio Huerta, dio cuenta al Congreso del Estado... en 15 de febrero de 1858 y terminó en 1861, Morelia, Imprenta de Ignacio Arango, 1861

Guadalupe Chávez Carbajal

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de la imagen urbana, la bonanza y la civilidad eran amenazadas por el incontrolable aumento poblacional detonado, en parte, por campesinos indígenas que al perder sus tierras, fueron forzados a emigrar en busca de los recursos que les permitieran sobrevivir.

Sin embargo, no todos podían ser empleados por el núcleo urbano, como resultado, pasaron a engrosar el sector flotante, sin oficio definido, de una sociedad que a pesar de los desalentadores pronósticos de Welda, paulatinamente ganó una frágil estabilidad apoyada en el crecimiento y diversificación de los espacios y actividades agro comerciales. Bajo esas circunstancias, durante los últimos cuarenta años del siglo XIX (lustros después del testimonio del barón) la ciudad creció exponencialmente: se delinearon decenas de nuevas calles, se incrementó la construcción de casas, pero también los jacales donde vivía la mayor parte de la población.5

Generalmente esos jacales se ubicaron en la periferia de la ciudad, en esa línea que dividía a lo rural del ámbito urbano; en contraste, la élite moreliana además de contar con los mejores y más céntricos espacios, construyó sus casas de campo en un área distintiva, el pueblo de Santa María de los Altos, desde cuya cima se podía ver toda la ciudad; este grupo social impulsó —junto con el Ayuntamiento y el Gobierno del Estado— el embellecimiento de la ciudad con todo tipo de obras materiales e imitando a la capital de la república, fiel ejemplo del urbanismo francés en expansión a lo largo del mundo occidental.

Como resultado, antes de finalizar el siglo XIX presentaba un crecimiento hacia la periferia; esa configuración no tendría grandes modificaciones hasta los años cuarenta del nuevo siglo.

Esa conjunción de esfuerzos se encaminó también a transformar los renglones de la salud, la educación y la seguridad pública; todo con el fin de convertir a Morelia en un ejemplo a seguir, digna del progreso que se pretendía alcanzar. El acceso a las comunicaciones ferroviarias, telegráficas y telefónicas, aunado a la presencia de una incipiente y

5 Uribe, Salas José Alfredo, Morelia, los pasos a la modernidad, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1993, p. 8; Censo general de la República Mexicana, Estado de Michoacán, 1900, México, Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento, 1905

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pretenciosa actividad fabril, le dieron un carácter ilusorio de ciudad moderna, estimulado por la existencia de varios centros educativos daban la certeza de un panorama acorde con los tiempos que se vivían bajo la paz, el orden y el progreso porfirianos; eso, al menos en el discurso oficial. ¿Qué otra cosa podía ser, sino simulación frente a una realidad económica y social que contradecía las cifras y buenos deseos del discurso modernizador mientras los índices de criminalidad y criminalizado crecían de forma sostenida? En definitiva, además de urbanizar la ciudad se pretendía “urbanizar” a estos grupos sujetándolos a mecanismos de control más efectivos, por ejemplo, a la constante vigilancia policíaca en las calles para delimitar su tránsito y exigir el buen uso del espacio público.6 La infraestructura urbana crecía y, al menos en teoría, el orden social debía ir a la par.

La información emitida por el gobierno desmiente su propio discurso, baste con señalar que en vano afán de demostrar “la era bienhechora de progreso” que recibió la agricultura, el comercio, la industria y las artes en esos días de “gran impulso”, la capital del estado mantenía una estructura laboral integrada por pocos profesionistas y diversos servicios terciarios.7 Era una economía agrícola y comercial, la primera actividad la cubrían casi en su totalidad los pueblos y villas de la jurisdicción, el comercio se concentraba mayoritariamente en el área central de la mancha urbana; el sector fabril lo integraban pequeñas fábricas de pasta, cigarros, hilados y tejidos. Los salarios que ofrecían eran fluctuantes y aunque no existe información de todos, se fijaba de acuerdo con el tipo de establecimiento: industrial, el campo y la minería.8

6 Los reglamento y bandos de policía emitidos por el Ayuntamiento de la ciudad trataron de cumplir esa función, además de sujetar al orden aplicaban y recaudaban infracciones a todo aquel que violara las disposiciones de gobierno de la ciudad.

7 Directorio de Michoacán, formado con datos oficiales por acuerdo del Gobierno del Estado, Morelia, Tipografía y fotograbado de la Escuela Industrial Militar “Porfirio Díaz”2, 1902, pp. 3 y 4

8 Los operarios en fábrica de cerveza, cigarros, cerillos, jabón, fideos, mantas y otros negocios mercantiles, cobraban de 25 a 28 centavos el día, sus maestros y capataces 50 o hasta 75 centavos. Los más especializados como los fotógrafos y litógrafos ganaban

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Todos estos servicios y actividades económicas eran para una población y tejido urbano variable, a finales del porfiriato Morelia había crecido la población lo suficiente como para ser considerada, por un corto tiempo, entre las cinco ciudades más importantes de México; su aumento fue en razón del 2.5 por ciento anual, por debajo de otras como Veracruz, Chihuahua y Torreón, localidades cuya posición económica e industrial estaban por encima.9 No obstante, la danza de cifras además de mostrar una población que constantemente hacen alusión a las corrientes migratorias de pueblos cercanos a la capital y de Guanajuato y al crecimiento desigual de Morelia, conllevó diversos problemas que pusieron en jaque no sólo a las autoridades, la Iglesia y la elite sino a la idea de “progreso”.

Los problemas de sobrepoblación e inseguridad propiciaron la necesidad de “rediseñar” desde lo social, el trazo de la capital michoacana en parte para contener el crecimiento poblacional y, por otro lado, para controlar a los individuos y administrar los recursos de la región, de este modo se construyeron nuevas áreas y monumentos (vigías de la memoria oficial), en un claro intento de transformar el espacio público en uno sacralizado y panteón de héroes nacionales.

Asimismo, se implementaron y ejecutaron varios códigos normativos no sólo para controlar, también para crear ciudadanos acorde con los nuevos requerimientos mundiales: sujetos libres de la holgazanería, el hurto, la miseria, la prostitución y el vicio.10 De esta manera, bajo

mejor, 2.50 por día; los maestros de pintura 1.50 diarios, los administradores llegaban a cobrar hasta 100 pesos mensuales. En el campo y la escasa minería el salario promedio para los peones era de 25 centavos diarios, 40 pesos mensuales el administrador, 25 el escribiente, 12 el mayordomo y 8 el despensero. AHMM, Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, quinta númeración, L. N. 319, Libro de Secreatría, e. 67, 1893, “Noticia relativa a la que se remite al gobierno sobre industrias, artes, oficios, jornaleros, agricultura, minería y número de habitantes que tiene esta municipalidad”, 16 de octubre de 1893

9 Uribe, Salas José Alfredo, op. cit., p. 1210 Memoria leída ante la legislatura de Michoacán en la sesión del día 30 de julio de 1869, por el

secretario del Gobierno del Estado Lic. Francisco H. González, Morelia, Imprenta de O. Ortiz, 1869, p. 17

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el argumento de alcanzar un beneficio colectivo para la sociedad, se incrementaron y perfeccionaron los mecanismos de exclusión amparados en la idea de una supuesta igualdad jurídica para todos los individuos, en la práctica ésta no fue tal y se aplicó con mayor rigor a los grupos marginados llámese prostitutas, criminales, sirvientes, y/o a todo aquél de quien se sospechara o pareciera ser un delincuente.

Este sistema legal discriminatorio se apoyó en la ciencia positivista y en una intrincada explicación científica para legitimarla, construyó un discurso nacional basado en la retórica científica y su importancia en la clasificación de los grupos sociales.11 De este modo, la “población peligrosa” quedó claramente definida y constreñida a los cada vez más amplios “márgenes obscuros” de la ciudad de Morelia y a las cifras oficiales sobre la delincuencia urbana.12

Con base en ese discurso nacional, el poder y sus agentes trataron de estandarizar el comportamiento a través de un discurso de igualdad extensivo a todas las áreas de la vida, de modo que también se pretendían homogeneizar, desaparecer o negar las diferencias sociales, culturales y de clase; sin tomar en cuenta que históricamente nunca habían sido así y que la pluralidad de códigos culturales seguían manifestándose al interior de la sociedad y en la estructura urbana moreliana. Al menos así se aprecia en el discurso constante de la prensa y en las pequeñas, pero constantes, infracciones al bando de policía cuyos datos resguardan los reportes diarios de la gendarmería municipal.

11 Este proceso ha sido estudiado acertadamente por Urías, Horcasitas Beatriz, Picatto, Pablo y Buffington, Robert M., por citar algunos. Piccato, Pablo, “La construcción de una perspectiva científica: miradas porfirianas a la criminalidad” en Historia Mexicana, Vol. XLVII, número 1 (185), julio-septiembre, 1997; Ciudad de sospechosos: crimen la ciudad de México, 1900-1931, México, CIESAS, 2010; Urías, Horcasitas Beatriz, Indígena y criminal. Interpretaciones del derecho y la antropología en México, 1871-1921, México, Universidad Iberoamericana, 2000; “Eugenesia e ideas sobre las razas en México, 1930-1950”, Historia y grafía, Universidad Iberoamericana, número 17, 2001, pp. 171-205; Buffington, Robert M., Criminales y ciudadanos en el México moderno, México, Siglo XXI editores, 2001

12 Ver papeles de gendarmería y nuevas tesis sobre criminalidad y administración de justicia.

Guadalupe Chávez Carbajal

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Las leyes de carácter municipal intentaron erigirse en un muro de contención que controlara los problemas sociales que acosaban a la ciudad, dicha normatividad trataba de encauzar los distintos aspectos cotidianos de la urbe y sus habitantes. Leyes, reglamentos y circulares no eran acordes con la realidad social; la legislación penal aplicada en el escenario cotidiano fue distinta, la prostitución, la embriaguez, el robo y la vagancia, se manifestaban abiertamente y aunque se les consideró como un obstáculos para el desarrollo de la sociedad moreliana, “lacras sociales” que inquietaban al sector conservador de la sociedad y a la Iglesia, pues veían que la ciudad había sido invadida por ellas, propagando la inmoralidad y el mal ejemplo por doquier; eran también la manifestación abierta de la multiculturalidad sobre la que se erigió Morelia.

Lo cierto es que, mientras se proyectaban esas circunstancias y diversos problemas sociales, propios de una sociedad desigual y multicultural, se perciben imágenes bífidas de Morelia que pueden parecer confusas si no las contrastamos con la diversidad de testimonios e información, sin desdeñar o exagerar en la innegable y la monumentalidad arquitectónica de la parte más antigua de la ciudad.

En busca de conclusiones

Podemos constatar que la vida social de la imágenes de Morelia es una historia de segregación espacial y social, por lo tanto, urge enfocar la vista en el rescate de la fotografía como patrimonio cultural y lanzar una alerta para impulsar la inaplazable recuperación de los acervos documentales, custodios de la memoria colectiva y que exigen un lugar justo en la redefinición de las nuevas ofertas culturales impulsadas por malentendidos programas de turismo cultural histórico.

Debemos construir y sostener políticas culturales que inserten a los archivos en una realidad dinámica, donde se privilegie el estudio, la conservación y la difusión de los documentos que le dan sustento a la memoria histórica colectiva y al patrimonio cultural de las sociedades, cualesquiera que sean sus regiones y fines político administrativos.

La ciudad retratada: reinvención del tejido visual de Morelia

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El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte, siglo XX

Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis1

El cuadro principal de la capital michoacana, ha sido hasta el día de hoy, escenario de los más diversos acontecimientos históricos, políticos, religiosos y sociales, de ahí que el texto que

tienes en tus manos, describirá de forma general la función del centro de Morelia. Como punto de sociabilidad entre sus habitantes en los primeros años de la década de los veinte del siglo XX, involucrando en ello, a la esfera política con sus disposiciones estatales y locales en dos festejos importantes: las conmemoraciones cívicas y las celebraciones religiosas; en este sentido, la breve investigación, girará en torno a esas actividades, en el entendido que no se podría abordar su situación territorial o un acontecimiento político, religioso, económico, cultural o social, si dejásemos de lado el lugar, es decir, el espacio físico donde ocurrieron los hechos, ya fuese a un costado de la Catedral, en alguna

1 Adscrita al programa de maestría en Historia, Facultad de Historia de la UMSNH, [email protected]

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de sus plazas o las calles adyacentes, la sociedad moreliana los utilizó como escaparate de actividades que con el transcurrir del tiempo construyeron su historia local.

A principio de la década de los veinte del siglo XX, la zona urbana de Morelia, ocupaba aproximadamente la misma extensión territorial que el siglo anterior; es decir, sin cambios radicales. La ciudad estaba divida en cuatro cuarteles y sus habitantes se concentraron principalmente en el primer cuadro de la ciudad, esto cambiaría en los siguientes años, cuando la población experimentó un aumento en su demografía gracias a la migración y la natalidad.

El centro de Morelia constituyó el espacio público ideal donde actividades lúdicas, fiestas cívicas y celebraciones religiosas, lo utilizaron como escenario. Como reflexionara Samuel Ramos, en el Perfil del hombre y la cultura en México:

no sólo la Catedral era el centro geométrico de la ciudad, sino ante su portada, se abría en un gran espacio la Plaza de Armas, verdadero corazón de la vida civil, pues se encontraba el mercado, el Palacio de Gobierno, el jardín; afluía y refluía en ese lugar la principal actividad política y religiosa, el comercio y aún todas las formas de divagación.

La plaza y sus alrededores que reflejaron claramente los cambios que

trajeron consigo los gobiernos posrevolucionarios, en este sentido, las primeras transformaciones se dieron en la administración territorial, las antiguas municipalidades del siglo XIX se convirtieron en los municipios modernos donde se concentró el desarrollo político, económico y social.

Fue en este período también, que surgieron las primeras colonias urbanas socialistas con la asignación de una nomenclatura inspirada en héroes patrios y acontecimientos históricos, acorde al sentimiento nacionalista que inundaba cada parte de la vida política, social y económica de la sociedad. En el censo de la capital de 1921 quedaron registradas las colonias Socialista y Atenógenes Silva, en los terrenos donados por el entonces gobernador Pascual Ortiz Rubio y algunos familiares.

El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte

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En este contexto fue donde el espacio público, el centro de Morelia, transformó su función y significación social, conforme a las disposiciones de los proyectos políticos posrevolucionarios y la influencia que hubo en ellos, por parte de la sociedad moreliana con sus actividades cotidianas; especialmente en las prácticas cívicas y religiosas, pues entre estas dos dimensiones transitaba la población. Por tal motivo, se deben considerar las reflexiones en torno a la historia urbano arquitectónica de la ciudad, para observar claramente la resignificación de la cual fueron objeto estos sitios y su permanencia en el imaginario social.

Recayendo ésta responsabilidad en el Estado, pues fue él, el encargado de transformarlos con base a las necesidades de la autoridad y de la sociedad.

El centro de la capital michoacana, en el período estudiado, con sus templos, calles y plazas, sirvió como escenario de festejos cívicos y celebraciones religiosas; durante los primeros años de la década de los veinte, las conmemoraciones cívicas, que seguramente no fueron las únicas, pero si las más concurridas, debido a los diferentes eventos que se realizaban y que podemos constatar por las circulares, actas, solicitudes y carteles que resguarda el Archivo Histórico Municipal de Morelia, son la del cinco de febrero, del mismo día pero del mes de mayo y las fiestas patrias en septiembre; formando parte de ellas, festejos populares como corridas de toros, novilladas, jaripeos, entre otras actividades lúdicas.

En la Conmemoración de la Batalla de Puebla, cinco de mayo de 1921, Morelia:

El festejo inició a las cinco de la mañana cuando repicaron al vuelo las campanas de todos los templos de la ciudad, inmediatamente, las bandas militares de la guarnición hicieron su tradicional recorrido por las calles principales de la capital, dando paso a las diez horas a la audición musical en la Plaza de los Mártires concluyendo a las trece horas para comenzar con el concurso Floral Anual, al mismo tiempo, la población disfrutó de un recorrido de automóviles y bicicletas adornadas vistosamente, actividad observada con entusiasmo por los asistentes, más tarde se inauguró el campo de béisbol en los terrenos de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, con la asistencia

Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis

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de Francisco J. Múgica, gobernador del Estado; en la noche, de nuevo en la Plaza de los Mártires, comenzaron las celebraciones populares, serenata, iluminación general, elevación de globos y verbena, para concluir esta fiesta cívica alrededor de las ocho de la noche.

Las calles del centro de la capital, la Plaza de los Mártires y algunos edificios civiles y religiosos formaron parte de este evento cívico promovido y financiado por las autoridades estatales y locales.

Para dicha conmoración —cinco de mayo— los preparativos se remontaban a los meses de enero y febrero, el Ayuntamiento Municipal recibía solicitudes de diversa índole, ya fuese una novillada, algún espectáculo teatral, un evento deportivo, venta de comida, exhibición de películas etcétera; siendo atendidas y autorizadas con los requerimientos necesarios, los cuales generalmente se resumían al pago de impuestos a la Tesorería Municipal para obtener el permiso; dentro de las actividades más importantes que se efectuaba en mayo estaba el Concurso Floral Anual; el cual se llevaba a cabo en marzo, cuando se lanzaba la convocatoria se invitaba de manera especial a los floricultores locales y regionales, quienes adornaban sus puestos con flores de múltiple variedad y la exhibición de sus productos de forma atractiva y hermosa;2 el día del concurso la población se concentraba alrededor de la Plaza de los Mártires para observar la creatividad de los floricultores.

Los concursos florales se realizaban en la Plaza de los Mártires, al menos durante la década de los veinte, como podemos percibir en la imagen I, detrás del puesto floral, se observa la edificación que actualmente alberga al Hotel Casino de Morelia, ubicado en el Portal Hidalgo; las personas esperaban pacientemente sentadas en las bancas de la plaza, disfrutando del día, deleitándose con la audición musical y socializando para que los floricultores procedentes de distintos lugares del estado, en punto de la una de la tarde, tuvieran listas sus creaciones para ser calificados por

2 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Fondo Independiente II, c. 66, Legajo 1, e. 9, 1921

El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte

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los jueces. La imaginación de los comerciantes era vasta, los adornos eran hermosos, vistosos y llenos detalles, el espacio se inundaba de colorido y algarabía. El siguiente año, 1922, el programa del cinco de mayo era bastante atractivo; en abril se lanzó la convocatoria para el Concurso Anual Floral, que se llamaría en aquella ocasión Paseo de las Flores, la sede sería nuevamente la Plaza de los Mártires donde, “los participantes tendrían la oportunidad de mostrar a toda la población los más variados puestos adornados con cientos de flores para deleite de toda la población”, los primeros cuatro lugares recibirían la cantidad de $25.00, $15.00, $10.00 y $5.00, como premio.3

Otro aspecto importante de la fiesta lo constituía la ceremonia,

acto oficial o acto protocolario, en 1922, el Teatro Ocampo sería la sede, pues era considerado el más importante de la ciudad, a él llegaría la comitiva procedente de Palacio Municipal, recorriendo las principales calles del centro de la ciudad, con el gobernador del estado, Francisco J. Múgica, a la cabeza, secundado por los miembros del gabinete estatal, municipal, la elite moreliana, intelectuales, estudiantes, y población en general.

La festividad del cinco de mayo de 1922, según el programa, empezaría a las cinco treinta de la mañana con izado en todos los edificios públicos del Pabellón Nacional y sería saludado por los

3 AHMM, Fondo Independiente II, c. 69, Legajo 1, e. 30, 1922

Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis

Fuente: AFIIH-UMSNH, Colección de Gerardo Sánchez Díaz, Concurso Floral, década de los años veinte del siglo XX

Imagen I.

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honores de ordenanza, a las once de la mañana habría un desfile militar presidido por el gobernador y al que asistiría la población en general, hacía las diez de la mañana, estarían reunidos en Palacio Municipal los empleados federales del estado, autoridades militares, los estudiantes de las Escuelas Superiores, de Instrucción Primaria y particulares, una vez organizados, se dirigirían al Palacio de Gobierno y de ahí al Teatro Ocampo para disfrutar del Acto Oficial con su programa especial:

1. Pieza de Música por la Banda del 12° Batallón.2. Discurso Oficial por el C. Lic. Adolfo Cortés.3. Pieza de Música de la misma Banda.4. Poesía recitada por la Señorita María del Carmen Bremauntz5. Himno Nacional cantado por las alumnas de las Escuelas Oficiales.4

Así concluirían las ceremonias oficiales para dar paso por la tarde noche, a las celebraciones populares, que consistirían en una audición musical en la Plaza de los Mártires, de ocho a once de la noche, al mismo tiempo, en otros lugares públicos, como la Plaza de San Agustín, la población tendría la oportunidad de disfrutar varias proyecciones cinematográficas nacionales e internacionales, estas últimas procedentes del cine hollywoodense principalmente.5

Mención aparte merecen los festejos que se realizaron un año antes, durante las Fiestas Patrias, al conmemorarse el Primer Centenario de la Consumación de Independencia, durante todo el mes de septiembre de 1921, los actos cívicos fueron una constante entre la población, principalmente del sector católico, ya que celebraron misas y rosarios en honor a Agustín de Iturbide.6 Para la autoridad estatal y local fueron importantes en la conmemoración de acontecimientos históricos, a

4 AHMM, Fondo Independiente II, c. 69, Legajo 1, e. 30, 19225 Idem.6 Tapia, R Esparza Francisco Javier, “Los festejos del Primer Centenario de

la consumación de la Independencia, nuevo impulso para el catolicismo social” en Tzintzun, Revista de Estudios Históricos, no. 52, julio-diciembre, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, 2010, p. 39

El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte

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su vez provocaban, que la población en general pusiera pausa a sus actividades diarias y disfrutar ampliamente los festejos.

Pero estos espacios no solamente fueron utilizados para las fiestas cívicas, ese mismo año, dentro de un contexto religioso, los habitantes de los diferentes barrios de la ciudad, solicitaron los permisos necesarios a la municipalidad, a fin de realizar diversas celebraciones propias de la religión católica, festejos que incluían procesiones o actividades que se realizaban en los atrios de los templos, en las contiguas plazas o en las calles, cuando se trataba de trasladar al santo patrono a otro templo o a la catedral.

En este sentido, contamos con información de diferentes festejos, por mencionar algunos tenemos a los habitantes del barrio de Capuchinas que en el mes de enero, honraban a la Virgen de Guadalupe por los favores obtenidos el año anterior, así mismo sabemos que los templos de Nuestra Señora del Socorro, el Templo del Carmen, Santiaguito y San José, tuvieron sus fiestas patronales en los siguientes meses; a finales de 1921, en el mes de diciembre, las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac constituía la celebración religiosa más importante de ese periodo, la población católica se preparaba espiritualmente desde un mes antes cuando iniciaba el rezo de los cuarenta y seis rosarios en los templos comunitariamente, en un horario específico o de manera personal, debido a la jornada laboral, muchos feligreses asistían a esta actividad antes de acudir a sus trabajos o al termino de ellos; pero, el último rezo se realizaba en el Santuario de Guadalupe, también conocido como San Diego.

Usualmente los elementos presentes en dichas manifestaciones de fervor religioso, eran los cohetes repiques, desfiles con carros alegóricos, fuegos artificiales y música; actividades autorizadas por el Ayuntamiento con la recomendación y obligación de sacerdotes y feligreses, de evitar cualquier manifestación externa en los atrios y ninguna danza con intenciones de culto religioso,7 es decir, se podía celebrar públicamente y se permitían utilizar los espacios públicos, pero la evangelización y catequesis, quedaba confinada al interior de los templos.

7 AHMM, Fondo Independiente II, c. 62, Legajo 1, e. 5, 1921; c. 55, Legajo 1, e. 10, 1921

Gabriela Guadalupe Kuk Soberanis

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Estos festejos se efectuaban con limitantes debido a la política de la época, la religión se percibía como obstáculo para el progreso y semillero de fanatismo, motivo por el cual, las celebraciones quedaban confinadas a las fiestas patronales de los templos de la ciudad, organizadas por vecinos o por locatarios; en 1920 el templo de San Francisco tuvo su fiesta patronal organizada por los comerciantes del mercado de la Constitución, antes mercado de San Francisco, consistiendo como de costumbre en repiques, cohetes, truenos, música, iluminación y adorno del mercado y calles adyacentes, alborada, castillo y serenata.8 Las actividades dependían de quien las organizaba, pues algunos sectores ejercían presión sobre la autoridad para llevar en procesión a algún santo, o festejar a un patrono con algunas otras actividades no religiosas, como las organizadas en la Plaza de la Soterraña, donde los vecinos, organizaron algunos juegos para conmemorar al santo del barrio, los morelianos católicos, en medida de sus posibilidades trataron de conservar las tradiciones y costumbres religiosas.

Las autoridades locales, entendían que independientemente de las disposiciones federales en cuanto materia religiosa se refería, un sector importante de la población tenía un significativo sentimiento religioso, por lo que limitar o evitar las manifestaciones religiosas podía tensar las cosas entre la población, como ocurriría a finales de la década con el conflicto cristero, por lo que las autoridades de los primeros años de la década de los veinte, permitió pero con restricciones las manifestaciones religiosas en los atrios de los templos.9 El centro de Morelia a partir de 1917, después de la Revolución Mexicana, sufrió una transformación en su función y significación, las disposiciones de los gobiernos revolucionarios impactaron en la sociedad de tal manera que los cambios se dieron en la vida cotidiana de la ciudad; las actividades más representativas de la sociedad moreliana de la posrevolución quedaron concentradas en el primer cuadro de la capital michoacana; siendo participes como actores o espectadores la mayoría de la población.

8 AHMM, Fondo Independiente II, c. 55, Legajo 1, e. 10, 19209 Idem.

El centro de Morelia: escenario de festividades cívicas y religiosas en la década de los veinte

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Sección Documento

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Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza

Melba Maya Guzmán1

El objetivo central del artículo es divulgar la información que resguarda el Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM), en esta ocasión nos remitimos a los materiales

de la segunda mitad del siglo XX. En este sentido haremos una descripción somera de dos expedientes: Fondo Independiente II, caja 356, expediente 11, 1955 y del Inventario de Libros Impresos Manuscritos, tercera numeración, L. N. 33i, Actas de Cabildo, 1954-58. Cuyos contenidos corresponden a los aportes que Porfirio Martínez Peñaloza hizo a la revista Municipio. Quien inicia con unas pincelas del contexto a nivel mundial, así reúnen algunas pesquisas de la Primera Guerra Mundial y de sus últimos años para acercarse a la vida cotidiana de los morelianos, donde resaltó las fiestas del calendario cívico, finalmente, el último tema lo dedicó a los pregoneros.

1 Archivo Histórico Municipal de Morelia, [email protected]

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Breve semblanza a Porfirio Martínez Peñaloza

Nació el 26 de mayo de 1916 en Morelia y falleció el 26 de agosto de 1992 en la ciudad de México. Se le recuerda por su larga trayectoria como periodista, poeta, escritor, traductor y académico.

Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal, posteriormente ingresó a la Facultad de Medicina, Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México.

Como periodista colaboró en distintos diarios y revistas de México y España. Participó en innumerables conferencias en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid y en Washington University in St. Louis.

Dentro de las actividades académicas se desarrolló como profesor de literatura y humanidades en el Tecnológico de Monterrey e Investigador del Centro de Estudios Literarios de la UNAM.

Fue miembro de la Academia Mexicana, del Instituto Mexicano de Cultura, del Seminario de Estudios Quiroguianos y del Ateneo Dr. Jaime Torres Bodet. Y de manera particular, en Morelia de la Junta Cívica del IV Centenario de Morelia. En 1989 el Ayuntamiento moreliano le otorgó la presea Generalísimo Morelos.2

La revista Municipio3

En sesión de Cabildo, el 31 de diciembre de 1954 dentro del informe de actividades que rendía el presidente municipal, Alfonso Martínez Serrano informó sobre la creación de la revista Municipio, al respecto decía: que se proponía crear un órgano de difusión que fuera vocero

2 Morales, García Rogelio, Morelia: hornacina de recuerdos, Morelia, Gobierno de Michoacán, 1990, T. III

3 Hasta el momento no ubicamos los ejemplares de la revista, pero existen varias referencias que indican la circulación e incluso sobresale el material de la edición especial del 18 mayo de 1956 (aniversario de la ciudad). Archivo Histórico Muncipal de Morelia (en adentante AHMM), Fondo Independiente II, c. 489, e. 9, 1956. Del mismo fondo, c. 493 bis, e.19, 1956, Periódico Regional el Noticiero, Uruapan, 15 de diciembre de 1955, p. 2

Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza

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del municipio, y así bajo ese rubro se determinó llamarla Municipio, no sólo pretendió ser un medio publicitario; sino también, que fuera un vehículo de acercamiento entre el Ayuntamiento y sus electores. Procuró informar sobre las comisiones de los regidores, la opinión y el propósito del presidente municipal. Igualmente, fue un medio de difusión cultural, donde incluyó artículos científicos, literarios y de carácter histórico.4 Vea la imagen I.

En este marco, la revista de tiraje mensual difundía temas diversos como los textos nutridos del profesor Porfirio Martínez Peñaloza, con el título “Fiestas y pregones Morelianos”. Antes de comenzar con la descripción del calendario cívico-religioso moreliano, el profesor se acercó a los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, donde las principales potencias como Gran Bretaña, Francia, Unión Soviética y Alemania se vieron envueltas en constantes asesinatos y en invariables bombardeos entre la Triple Entente y la Triple Alianza; lo cual, provocó la caída del comunismo soviético dando paso a la formación de los países como Lituania, Letonia y Estonia. También, el Imperio Austro Húngaro desapareció y se formaron: Austria, Hungría

4 AHMM, Inventario de Libros Impresos Manuscritos, tercera numeración, L. N. 33i, Actas de Cabildo, 1954-58, fs. 43 (v)

Imagen I.

Fuente: AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 1956

Melba Maya Guzmán

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Yugoslavia y Checoslovaquia. Frente al movimiento, Estados Unidos presentó una propuesta conocida como los Catorce Puntos de Wilson, en donde convocaba a la paz, así el documento anunciaba el fin de la guerra.

El profesor, nos describe ese momento como una época de torturantes inquietudes y zozobras envueltas en el torbellino de los infinitos, mismas que fueron arropadas con problemas de toda índole. Observó que, frente a esas circunstancias, la vida moreliana había perdido sus características de antaño; es decir, del escenario apacible y tranquilo que gozaba la ciudad, ésta se convertía en un tornado agitado, vertiginoso e incierto. Parecía que el objetivo era la satisfacción de los goces materiales mediante la acumulación de la riqueza.5

Al mismo tiempo, Martínez dejaba ver su profunda tristeza por el egocentrismo provocado por la post-guerra, diciendo: la prosecución de un encendido ideal que ennoblezca y dignifique la existencia ya no preocupa mucho a las personas. El sentimentalismo y el romanticismo de los días que informaba el pensamiento de escritores y poetas han sido suplantados por un materialismo llamado “científico”.6

Calendario festivo

Continuando con los aportes del profesor, es claro que le interesaron temas como: el arte popular, las fiestas y algunas actividades cívicas. En relación a ello, escribió: “por eso quizá ya no hay sitio en nuestra vida y en nuestras costumbres para las fiestas populares, ingenuas y sencillas, que hicieron la delicia de nuestros antepasados cercanos y lejanos…”.7 Así, Martínez nos deleita con un interesante recorrido por las fiestas y costumbres morelianas, en virtud de preservar la memoria cultural.8

5 AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 19556 Idem.7 Como el calendario cívico y religioso era muy rico en información sólo hizo

referencia a las fiestas principales y las pregones más conocidos.8 Cabe resaltar que, en los últimos años, la maestra Juana Martínez es quien

se ha encargado de hacer un estudio minucioso de las fiestas cívicas en la capital

Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza

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La propuesta del periodista inició con el primigenio del año, cuya fecha la consideró la apertura a una nueva etapa; es decir, el inicio para formular proyectos y establecer propósitos a lo largo del año, pero sobre todo decía “enmendar nuestras vidas”.

Continuando con el calendario le seguía la semana santa, que iniciaba con la conclusión de la cuaresma, la cual se lleva acabo entre el Viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección, decía el profesor: “quedaban lejos los días alegres y bulliciosos del carnaval en donde se apreciaban los toritos de petate, las corridas de toros, los paseos en bicicleta, las peleas de gallos, entre otras diversiones”.9

En la celebración del Viernes de Dolores las casas eran adornadas con flores y trigo germinado en cazuelas, a menudo los vecinos invitaban a los amigos para apreciar el altar dedicado a la doliente Madre de Dios y a su paso iban degustando las aguas de chía, horchata de semilla de melón entre otras, mismas que los anfitriones ofrecían.

Era costumbre que en la Plaza de los Mártires, se instalaran artísticos puestos para la venta de flores, ya por la tarde los morelianos paseaban complacidos, flirteaban disimuladamente y gozaban de la audición musical reglamentaria de aquel momento. La serenata estaba a cargo de la Banda de música del Estado o bien de la Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz.10

Nos advierte Martínez que de las fechas de valor cívico había dos, una en abril y otra en mayo, la primera con los aniversarios respectivamente de la toma de Puebla por el general Porfirio Díaz en 1867, y la segunda con la derrota del ejército francés.

Concluidas dichas celebraciones, se avecinaba el Jueves de Corpus, una de las conmemoraciones religiosas de mayor arraigo; tanto niños como adultos se apresuraban a los puestos para comprar lanzas de hoja de lata, máscaras y caballitos de cartón. Otros, iban por las guitarras de Paracho, lacas de Uruapan, alfarería de Capula o de Zinapécuaro.

michoacana. Martínez, Villa Juana, Fiesta cívica y poder político en Morelia. 1890-1910, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/Archivo Histórico Municipal de Morelia, 2010

9 AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 195510 Idem. En los conciertos del Viernes de Dolores era obligado la ejecución del

Stabat Mater de Rossini.

Melba Maya Guzmán

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Para el 24 de junio proseguía el festejo a San Juan Bautista, desde temprano hombres y mujeres se encaminaban rumbo al Río Grande para bañarse en sus templadas aguas. En el ritual del día se observaron dos cosas imprescindibles: el baño y el desayuno, en éste degustaban atole de cáscara, de pinole; y ricos tamales de chile o de dulce. El paso obligado para llegar al Río era por el barrio de Guanajuatito (hoy entre la calle Héroe de Nacozari y la Pila de la Mulata), famoso por el carácter levantisco y pendenciero de los hombres que lo habitaban.

El 15 de agosto, lo morelianos acudían con beneplácito a la tenencia de Santa María de Guido, para presenciar la fiesta religiosa de La Asunción de la Santísima Virgen María. El recorrido comenzaban desde los portales de la capital michoacana, enseguida se conducían sobre la actual Calzada Juárez, algunos morelianos se conducían en burros, caballos, bicicletas, carros, tranvía e incluso a pie llegaba hasta la loma.

Una vez instalados en los llanos, solían comer enchiladas y tomaban café, aunque otros preferían pulque; en la reunión no podía faltar la guitarra, así que muchos armonizaban el día con su cálida voz.11

A manera de recuerdo, el profesor escribió que en plena revolución carrancista, el general José Rentería Luviano, amagó a Morelia emplazando piezas de artillería sobre El Calvario al Suroriente de la ciudad (cerrito cerca de los Filtros Viejos de agua) y ordenando a sus hombres hacer unos cuantos disparos. Y como a esa hora regresaban los paseantes, allí fue el correr despavorido de ellos, tratando de escapar del peligro. Las muchachas, que usaban faldas de medio paso y ajustadas al cuerpo, con navajas y tijeras las abrieron para correr con mayor libertad. Chuscas escenas se presenciaron en tal ocasión y el recuerdo no se borró de las mentes de quienes lo vivieron.12

El noveno mes del año, expresaba Martínez que varió un poco la forma de conmemorar el aniversario de la Independencia de México, considerada una de las fechas más importante dentro de la historia

11 Zavala, García Magali, “El paseo a Santa María de los Altos en Morelia durante el porfiriato” en Rosa de los Vientos, núm. 1, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/Dirección de Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad, 2010, pp. 39-46

12 AHMM, Fondo Independiente II, c. 356, e. 11, 1955

Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza

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nacional, en el marco de la fiesta los maizales ondulaban al viento casi otoñal, ostentaban orgullosos el oro de sus espigas fecundantes y los jilotes lucían en su cabellera rubia. Era el mes donde los mexicanos rendían pleitesía a los héroes de la patria.13

Para formalizar esa fiesta, el programa era publicado por Bando Solemne ocho o diez días antes, la conmemoración iniciaba con la lectura del informe del gobernador al pueblo por conducto de la Cámara de Diputados. Ulteriormente, en Palacio de Gobierno, el Jefe del Ejecutivo daba el tradicional “grito” justo cuando las manecillas del reloj centenario de la catedral anunciaban las once de la noche (15 de septiembre).

Al día siguiente, la ceremonia oficial se revelaba con el discurso, números musicales, recitaciones poéticas y concluía con la entonación del Himno Nacional. Inmediatamente, se apreciaba el desfile cívico-militar con la participación de las fuerzas armadas de la Guarnición de la Plaza, con alumnos de varias escuelas públicas y privadas, estudiantes universitarios y organizaciones obreras, etcétera. Al caer la noche, se escuchaban las serenatas en las principales plazas y el cielo era iluminado por los fuegos artificiales. La fiesta terminaba con un repique general de las campanas de los templos de la ciudad.

Dentro del calendario que presenta Martínez, sobresale una fiesta en particular para los morelianos, el 30 de septiembre pues se festeja el aniversario del natalicio de José María Morelos y Pavón, ese día la capital se estremecía de jubilo y regocijo. La Unidad Deportiva Morelos era por excelencia el espacio oficial para la ceremonia, donde distinguidos oradores hacían el panegírico del héroe; el desfile cívico militar era más lucido y brillante, la serenata y el castillo cerraban con broche de oro.

El último mes del año, de acuerdo al periodista significaba la culminación de una etapa de la vida, donde se habían tejido alegrías y penas, inquietudes y esperanzas, amargas decepciones y hermosas realidades.

13 Mancilla, Suro Laura Patricia, “El bando solemne en Morelia” en Serie Cantera Rosa, textos archivísticos, núm. 7, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/Dirección de Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad, 2015

Melba Maya Guzmán

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Tras los festejos de las Marías, Conchas y Lupes, comenzaban las posadas durante las siguientes nueve noches, en esos días la fiesta consistía en lo siguiente: se rezaba el rosario, se entonaban los canticos pidiendo posada, se quebraban piñatas, se repartían dulces y aguinaldos. Una característica de estas fiestas era la tertulia y la convivencia, a ella se daban cita familiares, vecinos y amigos.

La novena concluía con la celebración cristiana recordando el nacimiento de Jesucristo, esa tierna y poética navidad que tanto significa para los pueblos latinos y sajones. La fiesta del amor, de la ternura, de la generosidad, de la caridad; la que pone humedad de emoción en los ojos, palpitar de regocijo en los corazones y luz de fe en las almas.14

Los pregoneros

Los antiguos pregones morelianos eran variados y algunos curiosos e interesantes. También conocidos como gritones, para llamar la atención del público entonaban alguna melodía anunciando varios asuntos como: venta de mercancías y compra de determinados efectos. Al respecto, Martínez recordaba a un vendedor de tamales, quien en compañía de un cargador que soportaba sobre su espalda una olla llena de sabrosos y humeantes tamalitos, ambos recorrían las calles y avenidas de la ciudad. Según el profesor, el pregonero era estrafalario, descuidado en el vestir y con aspecto de bohemio, se paraba en cada esquina a mitad de la calle y anunciaba su mercancía con los siguientes versos:

San Nicolás TolentinoTenía escrito en su memoria,Que el que toma una copa de vinoDerecho se va a la gloria…………….. ¡Con los tamalitos de chile y de azúcar!15

14 Idem. 15 Idem.

Fiestas y pregones morelianos, de Porfirio Martínez Peñaloza

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Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)

Victoria Eugenia Pérez Tajonar1

El presente ensayo se subscribe en la sección archivonomía, el cual tiene por objeto difundir los materiales documentales del Archivo Histórico Municipal de Morelia. Para comenzar nos

acercamos de manera general a la capital michoacana para observar dos oficios que estuvieron latentes durante las tres primeras décadas del siglo XX, nos referimos a cargadores y aguadares.

Como toda ciudad contemporánea,2 Morelia se ha modernizado dentro de la vida cotidiana y urbana. En ella, se percibe una trasformación en la ejecución de los oficios, pero desafortunadamente con el paso del tiempo muchos se han extinguido, en mi quehacer archivístico me he dado a la tarea de investigar aquellos oficios que fueron clave en el desarrollo de la gran urbe; tal es el caso de aguadores,

1 Archivo Histórico Municipal de Morelia, [email protected] “La más antigua y más moderna de las células de convivencia social” en Gremio y

oficios en la estructura urbana de la ciudad medieval, p. 483

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papeleros, cargadores y boleros. En la actualidad, algunos siguen presentes en nuestro entorno utilizando la tecnología, otros se aferran para no desaparecer en el camino de la renovación de la metrópoli. Con los progresos, las costumbres van cambiando y junto con las técnicas inunda nuestro día a día, dejando en el olvido algunos oficios.

La ciudad se ha caracterizado por un gran mosaico de oficios ambulantes como: aceitunero, mielero, ropavejero y camotero. Cada uno de ellos, con características muy particulares, por ejemplo, el último hasta la actualidad vende camotes asados en un carrito maltrecho alimentado por carbón, del cual se expulsa un sonido entorpecedor llegando a varias colonias a su paso.

Igualmente el maletero, el cargador y el canastero se destacaron por la peculiaridad de cargar la mercancia en su espalda. Las personas que ejercieron dichos oficios recorrían el centro de Morelia hasta encontar un cliente con maletas, maderas o carga pesada como mudanzas de una casa a otra. A menudo eran viajeros o estudiantes sus principales usuarios, a quienes los encontraban en la antigua estación del tren, (actuales Avenidas Guadalupe Victoria y Héroes de Nocupétaro). Vea la imagen I del cargador.

Con regularidad, cargadores y maleteros colocaban sobre sus hombros o en alguna carretilla la mercancía para transportarla, pero muchas veces el uso de ésta ocasionaba problemas porque los bultos se desbordaban sobre el camino; por tanto, no fue raro encontrar una gran cantidad de quejas en el Archivo. Para mantener el “orden”, las autoridades municipales se apoyaron en el artículo 35, capítulo quinto, fracción III del Reglamento de coche de alquiler 1920,3 que decía: quedaba prohibido circular con bultos que obstaculizarán la visibilidad de quien dirigiera la carretilla.

Como resultado de la instancia de ustedes de fecha 20 del mes que acaba de pasar, les manifiesto que ya se libraron las órdenes respectivas para que los conductores de coches y automóviles que reciben pasajeros en la

3 AHMM, Fondo Independiente II, c. 55, e. 7, 1920, f. 7 (f)

Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)

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Imagen I.

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Fuente: Archivo Particular de Omar Guajardo, conforme a nuestras investigaciones la imagen podemos situarla entre los últimos años del siglo XIX y principios del XX

Estación de ferrocarril Nacional mexicano de esta Capital, se abstengan de recibir también mundos con equipajes y otros objetos voluminosos con infracción del Reglamento respectivo.4

4 AHMM, Fondo Independiente II, c. 55, e. 7, 1920, f. 8 (f)

Victoria Eugenia Pérez Tajonar

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Los registros en el Archivo muestran que, los permisos más recurrentes entre 1920 y 1930 fueron de aguadores y cargadores, para obtener la respectiva solicitud era necesario de un fiador, éste se convertía en su protector o su garante, al mismo tiempo requería de un nombramiento donde se especificaba el compromiso frente al municipio. De modo que, en la misma segunda década del siglo XX, se nombró a un capitán general con la idea de representar al gremio de cargadores, se encargaría de vigilar el cumplimiento del citado Reglamento, como informar a las oficinas respectivas de las irregularidades o faltas.

Para ingresar al gremio de cargadores o aguadores se requería de lo siguiente: primero, ser una organización acreditada y certificada por el municipio, contar con el permiso y tener el pago de una fianza hecha por un fiador; una vez cumplido con estos requerimientos se les asignaba un número y la zona donde debía trabajar. Después de un tiempo les otorgaban el nombramiento, en seguida les fijaban una pila o alguna fuente del centro de Morelia, algunos tuvieron a su cargo otros trabajadores en diferentes zonas de la ciudad.

Así pues, el oficio de los aguadores giró al rededor de pilas y fuentes. Las primeras fueron construidas con la idea de abastecer de agua a la ciudad, es decir funcionaban como recopiles, por lo regular su forma era cuadrada y hechas de piedra, aunque se recomendaba que fuesen cóncavas y profundas, pero en la ciudad de Morelia no ubicamos una con esas características. Las segundas, también conocida como pilones, igualmente fueron surtidores de agua, sólo que éstas se alzaron principalmente en plazas, patios y jardines. Se caracterizaron por su forma redonda. Al final del texto se hizo un listado de ambas, vea el cuadro I.

Entonces, para mantener el orden, la municipalidad de Morelia se encargó de enlistar y numerar a cada uno de los cargadores y los aguadores. Los primeros estuvieron supervisados por un capitán de compañía; los segundos fueron organizados bajo las deposiciones del encargado general, y a su vez ellos, se apoyaron en los encargados de cada pila. En la imagen II se observa al cargado portando su número a la vista.

Oficios morelianos: la difícil vida cotidiana en la construcción de una ciudad (1920-1930)

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Dentro de los lineamientos reglamentarios, las autoridades gubernativas se encargaron de organizar y registrar a los aguadores y cargadores, así les asignó un número a cada uno, el cual estaba impreso en una pequeña placa de bronce, está se sujetaba a una banda de cuero que cruzaba sobre su pecho, de ahí lo de cargador de número.5

Imagen II.

Fuente: AHMM, Fondo Independiente II, c. 87, legajo 2, e. 68, 1922

5 Leyendas de Morelia, edición en proceso de publicación de Omar Guajardo fotógrafo profesional.

Victoria Eugenia Pérez Tajonar

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Al final, tanto cargadores como aguadores, tenían la responsabilidad de acudir a las reuniones en Palacio Municipal donde se les señalaba la zona a trabajar (garita, plaza, plazuela y mercados). Así también, debían pagar una cuota a la Tesorería de lo contrario eran multados. Para ambos oficios el formato de las fianzas era el mismo, en él se ordenaba un fiador quien, por lo regular era conocido dentro del negocio o una persona de ocupación respetable. Se le entregaba una estampilla cuando aportaban una cantidad determinada, dando fe del buen comportamiento del prestador del servicio. El depósito variaba entre los oficios, por ejemplo los aguadores al transportar el líquido de una fuente o de una pila a las casas del centro de Morelia, pareció que no representaba mayor riesgo económico; a diferencia de los cargadores, éstos con regularidad llevaban bultos valiosos, convirtiese en sujetos vulnerables ante algunos malhechores en busca de mercancía —de fácil adquisición—. Así en caso de pérdida se pagaba con la garantía o seguro previamente depositado.

Para el buen funcionamiento de los servicios, el capitán asignado convocaba a los aguadores en las pilas o en las fuentes para limpiarlas, también las cuidaban de los animales que bebían agua directo de ellas, de igual manera, no permitían que las personas lavaran ropa o de alguno que arrojara objetos sobre ellas —basura—. De esta manera conservarían su patente o permiso, así se tiene una pintoresca descripción de Émile Chabrand:6

La reunión de los aguadores en torno de las fuentes públicas, provistas de sus cántaros de barro cocido vidriado y brillante, su armadura o aparejo de cuero, su tipo muy acentuado y con sus actitudes y movimientos tan característicos, y en medio de ellos el ir y venir de las jóvenes y bonitas

6 Émile Chabrand (1843-1893) o “don Emilio” como se le conoció, fue un miembro de la comunidad de «empresarios barcelonnettes —inmigrantes en México entre 1850 y 1950 y arraigados en el negocio y la industria textiles fue el autor de un diario de viajes realizados por el mundo que fue premiado por la Academia Francesa (Premio Montyon) y se tituló De Barcelonnette a México (Plon, 1892) Centro de Estudios Mexicanos y centroaméricains, 2008, Conditions d’utilisation: http://www.openedition.org/6540

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muchachas del pueblo, alegres y risueñas, que vienen a aprovisionarse de agua en las desbordantes piletas, todo contribuye a hacer de cada esquina y de cada encrucijada menor de calles, un cuadro divertido y pintoresco.7

A lo largo de la historia observamos como el aguador se convirtió en uno de los oficios más solicitados, pues se encargaba de abastecer el agua a las principales familias del centro de Morelia, pero con el desarrollo del sistema de la red de agua potable el trabajo se fue extinguiendo, aunque en algunas regiones alejadas de las ciudades aún florecen vestigios de esos “oficios tradicionales”. En la imagen III, mostramos unas de las fuentes de la capital.

Imagen III.

Fotografía: Magali Zavala García, fuente de Plaza de Armas, 2016

7 Cita de Emile Chabrand en su libro de viaje titulado “De Barcelonnette a México publicado por Plon en 1892 y ubicado en la biblioteca particular JPS del Centro de estudios mexicanos y centroamericanos. Centro de Estudios Mexicanos y centroaméricains, 2008Conditions d’utilisation: http://www.openedition.org/6540/7 7 de abril del 2016

Victoria Eugenia Pérez Tajonar

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Desafortunadamente, con el paso del tiempo gran parte de los oficios que se desarrollaron en el centro de Morelia fueron desapareciendo, pero quedaron en el recuerdo de muchos, quienes los retienen con añoranza porque dieron vida y forma a una pequeña cotidianeidad de la ciudad. Dichos registros se pueden investigar en el Archivo Histórico Municipal de Morelia.

PILAS UBICACIÓN

Santo Niño Calle Corregidora esquina con Nicolás BravoBosque En el Bosque CuauhtémocVillalongín Avenida Madero Oriente con la calle Manuel VillalongínCarmelitas Morelos Norte, Benito Juárez y Eduardo Ruiz, centro

jardín República o plazuela de Pudenciana BocanegraSan Juan Enfrente del templo y Mercado RevoluciónEl Soldado Cuautla esquina con la calle CorregidoraLa Mulata Héroes de Nacozari esquina con la calle 5 de Febrero

FUENTES UBICACIÓN

El Abasto o de las Gallinas

Calle Belisario Domínguez

Michelena Calle Michelena hasta llegar a la Avenida Madero Poniente

La Perla de Betania o fuente de los Once Pueblos

Calle Amado Nervo y 1° de Mayo

Antonio de Mendoza Calle Antonio de MendozaEl Gallo Negro Calle Juan José de Lejarza y Antonio AlzateEl Ángel García Obeso esquina con la calle de GuerreroSan José Plaza La Reforma Agraria antes plazuela de San JoséLas Rosas o fuente del Jardín de las Rosas

Calle Santiago Tapia entre Guillermo Prieto y Nigromante

El Cortijo Salida a la Huerta frente al fraccionamiento Xangari

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Sección Archivonomía

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Sentido y valor de los archivos

Carlos Herrejón Peredo1

Muchas y bellas cosas se han dicho sobre el sentido y valor de los archivos. La maestra Patricia Galeana ha recogido e hilvanado varias de ellas. Nos dice,

por ejemplo, que “los archivos han sido reservorios culturales de los pueblos, fuente para la defensa de sus derechos y fundamento de su juridicidad, centro neurálgico de la toma de decisiones de una buena administración y sede, por excelencia, de investigaciones históricas”. Trasladando a los archivos lo que dijo Poper sobre los libros, la maestra Galeana llega incluso a afirmar que “los archivos guardan una de las máximas realizaciones humanas: los documentos”.2

1 El Colegio de Michoacán AC, [email protected] Galeana, Patricia, “Presentación” en Balance y prospectiva de los Archivos

Históricos de México, México, Archivo General de la Nación-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, p. 9Po

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En otro lugar asienta que “el Archivo cuida la memoria colectiva de la historia compartida de la vida en común”.3 Y finalmente insiste advirtiendo que “los archivos son fuentes de juridicidad de la sociedad y del gobierno, aquí se encuentran los documentos que prueban y explican la naturaleza y el contenido de los actos de la autoridad. Los archivos son también instrumentos de desarrollo, tanto porque de su buen funcionamiento depende la optimización de recursos, como porque sus acervos dan origen a nuevas manifestaciones culturales”.4

Si tratamos de glosar y afinar todo lo dicho, así como los juicios de otras personalidades acerca del mismo asunto, diremos que el sentido y el valor de los archivos se concentra en cuatro categorías o aspectos principales: jurídico, científico humanista, político y social. El sentido es el para qué profundo, la causa final. El valor es la calidad del ser, su capacidad de ser apreciado dentro de una escala. El valor depende en gran medida del sentido, por ello sentido y valor se corresponden.

Valor jurídico de los archivos

Así, pues, el sentido y el valor jurídico de los archivos se debe al carácter público o de sanción pública que tienen muchos de los documentos ahí guardados, esto es, los papeles oficiales o formales que hacen fe de un acto de autoridad o administrativo y por lo mismo sirvieron o sirven para comprobar el ejercicio de un derecho, el cumplimiento de una obligación, etcétera. Desde el nombramiento de un funcionario hasta el pago de una multa, todos los pasos de la gran maquinaria que es el estado nacional o provincial, o de la pequeña máquina que pueden ser muchos municipios, todos esos pasos dejan huellas en archivos y gracias a ellas también podemos vivir en un estado de derecho.

3 Galeana, Patricia, “Presentación” en Entre Historiadores y Archivistas: el dilema de la valoración documental, México, Archivo General de la Nación, 1955, p. 12

4 Galeana, Patricia, “Presentación” en Normatividad Archivística, México, Archivo General de la Nación, 1996, p. 9

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Valor científico y humanista de los archivos

El sentido y el valor científico humanista de los archivos derivan de los testimonios que constituyen los documentos ahí resguardados. Hablo de la mayor parte de archivos, que son de índole administrativa. Cae por su peso que los archivos especializados en tal o cual rama del saber significan suma importancia para esa rama. Digo, pues, que todas o casi todas las ciencias sociales tienen en los archivos administrativos uno de sus principales abrevaderos, una de sus fuentes de información más importantes. Generalmente se asocia los archivos con la historia, lo cual tiene razón de sobra, mas en realidad cada día se muestra con mayor recurrencia que profesionistas y prácticos de las demás disciplinas que tratan del hombre o de la sociedad también acuden a los archivos: economistas, antropólogos, etnógrafos, sociólogos y juristas, amén de administradores y genealogistas, llegan a consultar expedientes y legajos. Bien se sabe que todas estas disciplinas se construyen con una materia prima que se llama datos y éstos, para unas más para otras menos, se pueden encontrar en tal o cual archivo. Incluso no dudamos que un psicólogo inteligente hallará interés no sólo en archivos médicos, sino también en alguno administrativo, donde se muestre el comportamiento de grupos o individuos en determinadas circunstancias.

Hemos dicho en este rubro que hablamos del sentido y valor de los archivos no simplemente científico, sino científico humanista. La dimensión humanista de los archivos no sólo proviene de la referencia señalada a las ciencias sociales y a las ciencias del hombre. Hay otras disciplinas que a veces se engloban en el rubro de humanidades y dentro de las cuales cae el inmenso campo de la lingüística, de la filología y de la literatura.

Ni qué decir que dentro de repositorios, en apariencia desdeñables para esos saberes, surgen vetas riquísimas desde la reconstrucción de un vocabulario hasta el estrujante género literario de los pleitos judiciales. Sólo al que tiene la suerte y paciencia de buscar y leer en archivos se le concede el acceso a esa otra dimensión: escuchar casi vivas las voces que resuenan en los papeles. La conservación, acomodo y agrupamiento de

Carlos Herrejón Peredo

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toda esa inmensa variedad de voces está confiada a los archivos. En su conjunto los archivos aspiran a guardar memoria de todo lo humano que haya dejado huella escrita. Esta aspiración universal corresponde al ideal de los mejores humanistas, conforme a los cuales nada de lo que es humano nos debe ser ajeno.

Valor político de los archivos

El sentido y el valor político de los archivos se deben a la amplia información administrativa que contienen muchos de ellos. Se dice que quien tiene la información tiene el poder. Todo buen gobierno requiere sabiduría y ésta implica conocimiento de causa, es decir, la información completa, la necesaria y suficiente para tomar providencias acertadas. Gobierno sin archivo es gobierno sin cabeza o con cabeza desmemoriada. Además el buen gobierno requiere la fuerza de la constancia escrita, sin la cual carece de un instrumento fundamental de acción.

Ni qué decir que los legisladores han de documentarse para hacer buenas leyes. Toda ley parte de un conocimiento de la realidad social que tiene sus antecedentes indispensables consignados en los archivos. La ciudadanía elige a sus diputados para que estando bien informados de lo que es la nación, de lo que es la provincia o de lo que es el municipio, elaboren leyes adecuadas, o como decía Hidalgo, “leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo”.5

Valor social de los archivos

Finalmente, el sentido y el valor social de los archivos corresponden a la identidad de la nación, si se trata de repositorios de interés nacional

5 Miguel Hidalgo y Costilla, “Manifiesto” en Juan Hernández y Dávalos, Colección de Documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México, México, 1877-1882, I, p. 126

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o bien a la identidad de un grupo, en el caso de archivos especiales. La identidad es la conciencia de pertenencia a esta comunidad y no a otra; es el compartir intereses, valores, principios, lugares e historia. Mas la identidad no se establece solamente en un momento con los demás miembros de la comunidad que comparten todo eso. La identidad es la comunidad con las generaciones que nos han precedido y con las del porvenir. Por eso la patria no ha empezado con nosotros ni se va a acabar con nosotros. Los archivos son uno de los elementos que permiten establecer la identidad a través del tiempo. Los archivos forman parte relevante de la conciencia de tradición de un pueblo y de cualquier comunidad. La salvaguarda de los archivos es el cuidado de una lámpara que se va entregando de generación en generación.

Precisiones

He ahí declarado el sentido y el valor de los archivos, a través de esas cuatro categorías de lo jurídico, lo científico humanista, lo político y lo social. Esta declaración ha resultado un elogio, a partir del cual alguno pudiera sacar conclusiones excesivas, absolutizando el valor de los archivos. Y dice la lógica que no hay que olvidar este principio de argumentación: el que prueba demasiado, nada prueba. Se impone, pues, una serie de precisiones.

En primer lugar, tocante a lo jurídico, hemos de decir que hay otras fuentes del derecho y de la juridicidad que no necesariamente están en los archivos, empezando por los testimonios orales. Además, los testimonios escritos utilizados en asuntos jurídicos no raras veces se hallan contaminados de falsedades, imprecisiones, graves omisiones, acomodos, etcétera. De manera que para su recto aprovechamiento e interpretación no basta lo que declaran los papeles en sí mismos, por muchos que sean y así se hallen llenos de firmas y sellos. Es indispensable, pues que el valor jurídico de los archivos sea aquilatado y sometido a prueba.

Carlos Herrejón Peredo

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En segundo lugar, por lo que concierne al aspecto científico humanista, Enrique Florescano ya nos ha recordado que:

Desde finales del siglo XIX, pero sobre todo a partir de las primeras décadas del siglo actual, comenzó a desmoronarse el dogma de que la historia se hace fundamentalmente con documentos escritos [...] Hoy la historia no se hace exclusivamente con documentos escritos. El pasado se reconstruye con los datos procedentes de las excavaciones arqueológicas, con los testimonios que se conservan en los museos y los laboratorios, con encuestas y testimonios orales, con las imágenes transmitidas por los más diversos objetos y más recientemente, con las imágenes del cine y la televisión.6

Alguien pudiera decir que los archivos actualmente también resguardan todo ese tipo de información vertida en imágenes, discos, cintas sonoras, etcétera; y que el concepto mismo de documento se extiende a todos esos medios. Sin embargo, tal situación no anula, sino confirma la necesidad de extender la investigación a esos medios. Por otra parte, la predominancia de los documentos escritos en la inmensa mayoría de los archivos sigue siendo incuestionable. Y en fin, la existencia cuantitativamente significativa de fuentes no escritas dentro de un archivo requiere otros especialistas, distintos de los archivistas actuales, o todavía más, requiere la creación de repositorios especializados, como son las cinetecas, las fonotecas, etcétera. ¿Están la mayoría de los archivos actuales en esas condiciones? ¿Es deseable consecuentar el afán centralizador de todo tipo de testimonios? ¿No es preferible la especialidad aunada a la comunicación y colaboración?

Hay otra razón para no caer en la idolatría de los documentos. Como testimonios que son, hay que someterlos a una rigurosa identificación, en cuanto al género a que pertenecen, y a un severo examen de su calidad. Hay que saberles preguntar. Hablando de esta crítica de fuentes, un notable historiador ha dicho que los documentos han de sentarse en el

6 Florescano Enrique, “Introducción” en Balance y prospectiva de los archivos históricos de México, op. cit., p. 13

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banquillo de los acusados, y no principalmente para examinar si dicen verdad o mentira, sino para indagar lo que significan.7

En tercer lugar, por lo que respecta al valor político de los archivos, una advertencia que es válida para los demás aspectos, aquí reviste singular trascendencia. Me refiero al orden del archivo. No basta la acumulación de papeles ni un orden inadecuado. Tales situaciones, en lugar de ayudar a buen gobierno, lo entorpecen y lo desorientan. Además, también aquí tiene peculiar relevancia la necesidad de selección de documentos. Las ocupaciones y apremios del político, sea en su especie ejecutiva o en la legislativa, le impiden detenerse en cúmulos de papeles; ellos requieren lo esencial, lo claro, y sobre todo, lo más “urgente”.

En fin, tocante al aspecto social, hay que subrayar que los archivos son sólo uno de los elementos que configuran la identidad de un grupo. Todas las manifestaciones culturales, en su más amplio sentido, están en juego al hablar de tradición e identidad. Y hay que tener muy presente que la identidad de un pueblo y de un grupo no es ajena al avance del tiempo. La tradición tiene un principio paradójico: guarda fidelidad a un principio enriquecido y al mismo tiempo se actualiza y progresa. Esta es la tradición viva. Los documentos archivísticos, por tanto, no son la simple identidad de un pueblo. Los archivos no son cadenas que nos aten a un pasado, sino la raíz que se hunde, para dar firmeza al tronco y a las ramas que avanzan.

El archivista

De todas estas precisiones se desprende que el sentido y el valor de los archivos alcanzan realidad cuando hay alguien que establece el orden del acervo y la calidad de cada documento, cuando hay alguien que entra en diálogo con las voces ahí contenidas, en fin, cuando hay antes que algún otro, el archivista, el curador que da forma, disposición y

7 R. G. Collingwood, Idea de la Historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, pp. 250-251

Carlos Herrejón Peredo

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disponibilidad al material. He aquí un aspecto más que define el valor de los archivos, la persona humana que constantemente se halla en contacto con los documentos. El archivista ocupa lugar central en la función de los archivos.

Por un lado está la dirección del archivo o de la dependencia en que se inscribe el repositorio; por otro lado están los usuarios, sea el que viene por una copia certificada, sea el historiador de oficio o el simple aficionado; y por otra parte los documentos mismos. El directivo no raras veces llega al puesto sin mayores conocimientos ni experiencia en manejo prolongado de documentos. El usuario no ve más allá de su interés particular. Los documentos están ahí, como meras potencialidades. El archivista está en el centro cumpliendo disposiciones del director en turno, orientando a los usuarios, trayendo y llevando las voces del pasado o del presente que desde ayer se está haciendo pasado. Nadie mejor que el archivista conoce esas voces y conoce el movimiento del archivo.

El archivista posee una experiencia acumulada que no otorga ningún nombramiento ni la quita ninguna pretermisión. La convivencia cotidiana con los documentos le confiere su propia autoridad. Nadie mejor que él debe ser consultado para la definición de planes y políticas que afecten las funciones sustantivas del archivo. La dirección de un archivo que ignora o apenas considera en esto a sus archivistas, en especial a los de mayor experiencia, está restando valor a su propio archivo. No hablo en general: el archivista de un repositorio no necesariamente es el indicado para otro, la experiencia con archivos del siglo XX no capacita para los de la época colonial. Sin embargo, la historia reciente nos sigue dando ejemplos de que se olvida a los archivistas o apenas se les consulta en los asuntos de su mayor competencia, o bien que se imponen los puntos de vista de un archivista ajeno al conocimiento preciso de otro repositorio.

De manera, pues, que el sentido y el valor de los archivos alcanzan realidad y plenitud gracias a los archivistas. Los archivos valen no sólo por los documentos que resguardan, sino por los archivistas que les han dado forma. Los archivos también reciben su valor de los archivistas que los ordenan, los identifican y mantienen. Ellos se enfrentan a viejos y

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nuevos problemas cuyo conocimiento nos lleva a una mejor apreciación del valor de los archivos.

Algunos problemas

Uno de tales problemas es la recepción y selección de documentos, que van pasando de archivos pequeños y vivos a los grandes e históricos. La falta de coordinación entre las áreas administrativas con los archivos está al origen de muchos errores y atrasos en las posibilidades de dar una clasificación adecuada y oportuna. Como solución se hace necesaria la mejor capacitación del personal secretarial en las normas básicas de archivonomía, se impone una comunicación permanente entre las áreas administrativas y la archivística; y en fin, se hace muy conveniente la elaboración de organigramas y flujogramas de las dependencias cuya documentación se archiva.

A partir de mediados de este siglo se ha considerado que uno de los mayores problemas de la archivística es la selección de documentos, pues el crecimiento de la humanidad y de las instancias administrativas había y ha generado una inmensa cantidad de documentos que sigue creciendo en forma amenazante para cualquier espacio y para cualquier equipo de archivistas.8 Los valores de cantidad y calidad de documentación se han visto afectados.

Mas el rápido avance de la técnica en materia de cómputo ha venido a ofrecer la solución del espacio y consiguientemente pudiera disminuir, que no desaparecer, el apremio de la selección. La nueva informática ha provocado una revolución. No se trata únicamente de las enormes posibilidades de almacenamiento de la información en espacios pequeñísimos. Al mismo tiempo se han acrecentado por mil medios diferentes las formas de reproducción y de múltiples ordenamientos. A la par, el envío y la recepción de miles de documentos a través de

8 Robert-Henri Bautier, “Les Archives” en Charles Samaran (dir.), L’Histoire et ses méthodes, Bruges, Gallimard, 1961, pp. 1138-1145

Carlos Herrejón Peredo

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enormes distancias se han convertido en cosa de juego. Finalmente todo esto se va logrando a velocidades increíbles.

Sin embargo, el valor de los archivos electrónicos frente a los documentos en papel tiene la gran desventaja de la durabilidad. Hace poco se decía que la vida de la información almacenada en estos medios posmodernos no pasaba de los veinte años. Los que saben han precisado que tal cosa ocurre cuando se trata de medios magnéticos; pero que los más recientes medios ópticos tienen una duración de más de cien años. Lo cual sigue siendo muy poco frente a los papeles de más de medio milenio, frente a los papiros de más de mil años y no se diga frente a los archivos de pueblos del Cercano Oriente que tienen cerca de tres mil quinientos años. Se trata de tablillas de arcilla. A todo esto los ingenieros de cómputo responden que la técnica sigue avanzando y que en todo caso la renovación periódica de resguardos soluciona el problema de la durabilidad.

Sea de ello lo que fuere, es indudable que la utilización de los medios de la informática actual es necesaria e incontenible y desgraciadamente también es indudable que la mayor parte de nuestros archivos y archivistas se hallan en rezago frente a los avances de la informática. También es cierto que la precipitación por modernizarse, aunada a ignorancia de algunos técnicos sobre las características de documentos y archivos, ha llevado a graves errores, a compras inútiles y a pérdidas de tiempo. La reflexión personal minuciosa sobre el contenido y la forma de captura de información, así como el diálogo entre archivistas, historiadores y técnicos de cómputo, es un camino para que los archivos cumplan mejor sus objetivos y por ende se acreciente su valor. No basta tener el equipo ni la modernización se resuelve con una decisión autoritaria.

Un último punto que también está en función del valor de los archivos es el de la normatividad archivística, objeto ya de interesantes contribuciones en el Primer Seminario Nacional de Normatividad Archivística. Ojalá que en esa norma se recoja con toda claridad el principio básico sobre el respeto al orden físico en que se hallan los documentos de un archivo especialmente cuando se trate de acervos antiguos. Tal vez en un archivo de poca antigüedad sea conveniente

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reordenar todo físicamente y de ahí proceder a la descripción catalográfica de cada expediente. Pero cuando se trata de un archivo colonial, es inadmisible el trastocamiento físico de los expedientes con el achaque de darles el orden que supuestamente debieron tener. El estropicio se ha consumado no hace mucho respecto a algunos archivos eclesiásticos.

Una segunda observación es que dentro de la necesaria y suficiente homogeneidad que favorezca la comunicación y mejor aprovechamiento de los archivos, no se pierdan de vista las peculiaridades y las legítimas diferencias de cada archivo, como reflejo de las legítimas diferencias de cada lugar e institución. La globalización no es un valor absoluto. La uniformidad es atendible y necesaria hasta cierto punto, pero la unidad dentro de la diversidad es de mayor importancia, como lo es el diálogo, la formación de recursos humanos y la voluntad de compartir recursos de todo tipo, sobre el afán de control y centralización. Con estas salvedades los archivos rectamente normados tienen mayor valor que los que quedan al garete de la arbitrariedad y el aislamiento.

En resumen, los archivos son de suma importancia en los ámbitos jurídico, científico humanista, político y social, no porque representen un valor absoluto, sino porque ofrecen puntos de partida, elementos apreciables para una prueba, para una reconstrucción; son el principio, el arjé, en los inventarios escritos de gran parte de la actividad y el conocimiento humanos. Pero este valor se debe no sólo a los documentos, sino al archivista que les da forma y hace posible que estén en disposición de alcanzar su sentido. En fin, hoy por hoy el sentido y el valor de los archivos también dependen de la colaboración con las áreas administrativas y con los técnicos de la computación, y requieren de normas que se ajusten permanentemente a la múltiple realidad.

Carlos Herrejón Peredo

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AHMM, colección fotográfica, 2010

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Introducción a la archivística1

Silvia Patricia Gómez García2

Los archivos: un repaso

El origen de los archivos se da con la aparición de la escritura, la cual representó una herramienta de control de la población. Los primeros registros —repositorios documentales— los

ubicamos en Mesopotamia con la construcción de las ciudades, Estados o centros urbanos; en la isla ELBA, al Oeste de Italia, se observaron algunos vestigios relativos a la escritura, con las tablillas de arcilla cocida, en ellas se reconstruyeron actividades de la administración y ahí están los archivos más antiguos de la historia de la humanidad.3

1 Este trabajo se presentó como ponencia en el III Foro de Legislación archivística, celebrada el 30 de noviembre de 2012 en la ciudad de Puebla.

2 El Colegio de Michoacán, AC [email protected] Aguilera, Murguía Ramón, Los Archivos públicos: su organización y conservación,

México, Parrúa, 2007

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Desde la antigüedad los archivos fueron la memoria productora de las instituciones y su finalidad radica en ser asistente del testimonio e información. Cebe resaltar que, la técnica de conservación y servicio comenzó en el siglo IV d.C. Los egipcios, griegos, sumerios y babilonios han dejado muestras de la existencia de los archivos, al igual que los de Mesopotamia escribían sobre arcilla, papiro y algunas veces sobre madera, marfil o piel.

En Atenas se instituyeron los archivos para guardar los papiros, las tablillas de las leyes o decretos, las actas de matrimonio, catastros, cuentas y listas de reyes, etcétera. Pero fue en Grecia, donde se aportó el término de archivo para designar los depósitos documentales con carácter oficial. En Roma los definían como lugar sagrado, por lo que se custodiaba y su acceso estaba reservado. En la Edad Media se da el primer intento por crear un archivo y estuvo a cargo de Carlo Magno, aunque después los vikingos acabaron con él. En esa época se guardan documentos de propiedades feudales; justo aquí se desarrollan dos instrumentos archivísticos: los registros —libros— se hacían a voluntad de quien emitía la documentación; el otro, cartularios —documentos solemnes— de mucho valor, un ejemplo de ellos, son las cartas.

Para los siglos XII al XIV se implementó la clasificación sistemática y cronológica, así también se comenzó a almacenan en legajos. En seguida, nacieron los archivos eclesiásticos.

España fue la pionera en concentrar fondos documentales, esto permitió la elaboración de inventarios como herramientas de descripción: por asunto, cronológicos y topográficos. Poco a poco, se fueron mejorando los métodos de clasificación archivística en los siguientes siglos. En la historia de la descripción archivística mexicana, el maestro Cayetano Reyes García menciona que en los siglos XVI y XVII a los archivos se les denominaba elementos organizados y, en el XVIII con la influencia de la ilustración los llamaron sistemas de coordinación.4

4 Reyes, García Cayetano, Índice y extracto de documentos del Archivo Notarial de Cholula, México, INAH, Colección Cinetífica, 1973

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En el siglo XIX se configuró la archivística, cuya finalidad fue concentrar la documentación de las entidades e implementar un sistema de organización de fondos creados como depósitos documentales. En ese época nacieron dos principios: el de procedencia y orden. El siguiente siglo, se caracterizó por el crecimiento y la legislación de los archivos; al mismo tiempo surgió la creación de redes y sistemas de archivos, lo cual evitaba el aislamiento de estos.

Hoy en día, el desarrollo de la civilización confiere un progreso dentro de los archivos, ya que ellos resguardan documentos importantes para las instituciones, a menudo ayudan a la gestión diaria de las actividades; así como la difusión y la conservación del patrimonio cultural. Al respecto, el Archivo General de la Nación (AGN) en coordinación con el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), expidieron los “Lineamientos Generales para la Organización y Conservación de los Archivos de las Dependencias y Entidades de la Administración Publica Federal” publicados en el Diario Oficial de la Federación el día 20 de febrero del 2004.5

Considerando el incremento documental en los último años, es necesario que las instituciones depositarias, normalicen, gestionen, apliquen métodos archivísticos, criterios de calidad y establezcan medidas de eficiencia para evitar problemas de trámite y administrativo. De lo contrario, nos enfrentaremos a gastos innecesarios, trabajo adicional, perdida de tiempo; pero lo más grave, el extravió documental.

En las unidades administrativas de las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, se deben establecer procedimientos específicos para la clasificación, organización, seguimiento, uso, localización, transferencia, resguardo, conservación, selección y destino final de los documentos que se generen, obtengan, adquieran, transformen o conserven por cualquier medio en sus archivos.

El Glosario de Terminología Archivística define a la archivística como la ciencia que trata a los archivos, colecciones, manuscritos y documentos que ahí se

5 www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/regla/26.pdf

Silvia Patricia Gómez García

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conservan.6 Por su parte, Antonia Heredia define a un archivo como el conjunto de documentos, sea cual sea su fecha, su forma y soporte material, acumulados en un proceso natural por una persona, institución pública o privada en el transcurso de su gestión; conservados, respetando el orden de origen, sirven como testimonio e información a las personas o instituciones que los producen, los ciudadanos, incluso como fuentes para la historia.7 Para lograr su objetivo, se requiere de los siguientes ocho aspectos.

I. Las ciencias que auxilian a la archivística

Paleografía: es la técnica de leer escritos antiguos determinando su origen, período, para situarlos en tiempo y espacio.

Diplomática: es la ciencia que estudia los documentos tanto sus caracteres internos como externos para determinar la autenticidad o falsedad.

Cronología: es la ciencia que tiene por objeto determinar el orden y fechas de los sucesos históricos.

Historia: recurre a ella para formular su propia historia, se hace inexcusable para las tareas de organización y clasificación.

II. Los dos fundamentos teóricos

Principio de procedencia: su objetivo es mantener el orden, no mezclan entre sí los documentos, toma como fundamento los diversos fondos, ya sea de una unidad administrativa a otra, un área, oficina, persona moral o física; es decir, agrupa de acuerdo a las unidades administrativas que los originan.

6 Glosario de términos archívisticos, Michocán, Secretaría de Gobierno de Michocán, Secretaría de Gobierno, Dorrección de Archivos del Poder Ejecutivo, 2008-2012

7 Heredia, Herrera Antonia, Archivística general. Teoría y práctica, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1986

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Principio de orden original: la documentación debe mantenerse a lo largo de su vida, en el orden y designaciones durante el curso de su actividad, se toma en consideración la dependencia que los creó y respeta el orden en de procedencia.

III. Funciones del archivo

Es recoger, custodiar, servir los documentos a través de la descripción. En otras palabras podemos decir que, la función es salvaguardar la memoria institucional, la cual va orientada a la gestión, organización, difusión y conservación del patrimonio documental de la misma. Para mantener dicha organización es necesario observar lo siguiente:

Elementos de un archivo: documentos, organización y servicio.Documento: el Consejo Internacional de Archivística (CIA), dice

que es toda evidencia que contenga información, de cualquier fecha, forma y soporte material, producido y recibido por cualquier persona física o moral, y por toda institución pública o privada en el ejercicio de su actividad.8

Caracteres del documento.Internos: se refiere a la entidad productora, destinatario-orígenes

funcionales y contenido sustantivo. Externos: hace alusión al formato, tipo, clase, cantidad y forma.

IV. Valoración archivística

La valoración archivística es un proceso dirigido a conservar documentos que son prueba y testimonio de las funciones y gestiones administrativas de un área, por lo tanto, el punto de partida debe ser la conservación selectiva y no la eliminación exhaustiva de los documentos. Para ello, debemos considerar los siguientes conceptos.

8 Consejo Internacional de Archivos (CIA), Guide for Managing Electronic Records from an Archival Perspective (Guía para la gestión archivística de documentos electrónicos), París, 1997

Silvia Patricia Gómez García

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Valor: es el grado de utilidad o aptitud de un documento para determinar la conveniencia de consérvalo en un archivo. Aquí es donde se da el proceso de selección y depuración, para no cometer errores se deben examinar dos valores.

Valores primarios: esta determinado por el uso inmediato que el área administrativa generadora del documento hace en su gestión administrativa. Este valor lo establece la vigencia por lo tanto, prevalecen en los archivos de trámite y de concentración. Se refiere al administrativo, jurídico, contable, fiscal, técnico.

Valores secundarios: se seleccionan los documentos con fines de permanencia, es decir pueden clasificarse como testimoniales, informativos e históricos, son los que interesan a la investigación, o estudios históricos o que ayudan a conservar la memoria de la institución. Y son el evidencial, testimonial e informativo.

V. Las tres fases de los documentos o teoría de las tres edades

Primera fase: es la etapa activa o de vigencia administrativa, es donde se produce o nace el documento, está en constante consulta y sigue generando documentos dentro del expediente hasta que el asunto concluye. Adquiere valores primarios ya sean administrativos, jurídicos o fiscales y su uso es frecuente por la unidad productora.

Segunda fase: los documentos pasan a una etapa semiactiva, su uso es ocasional o esporádico, se da un plazo precaucional con el propósito de aclaración, espera su eliminación o su transferencia al acervo histórico.

Tercera fase: comienza precisamente en el momento en que la unidad productora considera que la documentación ya no tiene vigencia, se hace un análisis para ver la utilidad, en esta etapa los documentos son abiertos a la consulta pública y pierden sus valores primarios, pero adquiere valores secundarios, testimoniales o informativos, su uso es social. Donde se conserve recibirá un tratamiento especializado.

Para la prevaloración: es necesario que las personas encargadas tengan conocimiento de las funciones que se realiza en el área generadora,

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procesos básicos y de la normatividad en materia de administración documental.

El destino final: se aplica a los documentos de archivo, cuyo plazo de conservación lo determinan sus valores primarios, y puede ser la baja documental o la transferencia al Archivo Histórico.

VI. Tipos de archivos

Archivo de trámite: es la unidad donde se crea el documento y se resguarda, es la etapa activa, su uso es cotidiano y necesario para el ejercicio de las atribuciones de una unidad administrativa. También se conoce como archivo de oficina o de gestión. Sus actividades son: recepción y despacho de correspondencia, seguimiento y control documental, organización y préstamo de expedientes hasta su transferencia primaria.

Archivo de concentración: a éste se deben transferir los documentos de los archivos de trámite, aquí se van a conservar y custodiar, serán consultados por los organismos productores, esporádicamente, y ahí permanecerán hasta su eliminación o transferencia al archivo histórico según se haya estipulado en el Catálogo de Disposición Documental.9 Es la etapa semiactiva, permite desahogar el archivo de trámite de las distintas oficinas, pero aún es necesario conservar la documentación un tiempo para posibles consultas. Se conservan los documentos, los usuarios son la propia institución o empresa.

Archivo histórico: es la última etapa de los documentos del ciclo de vida, es en donde se conserva y custodia permanentemente los documentos que, por su importancia forman parte de su memoria histórica, adquiere valores testimoniales, informativos, evidénciales y su uso es con fines culturales o de investigación.

Sus funciones consisten en conservar, preservar y custodiar la documentación, agiliza, apoya y promueve la consulta, cuenta con un

9 http://www.agn.gob.mx/menuprincipal/archivistica/pdf/instructivo CADIDO 2007-2012.pdf

Silvia Patricia Gómez García

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espacio propio, además de proporcionar los instrumentos para mejorar el servicio de consulta, aquí se realizan fumigaciones, los documentos están en vigilancia continua y establece reglas para evitar el deterioro.

El archivo histórico es fundamentalmente e importante porque representa la memoria de cualquier institución, reconstruye la evolución organizada del organismo, efectuado con estricto apego al principio de procedencia y orden original de los documentos.10

VII. La organización

En los documentos administrativos es de vital importancia ya que, incrementa la rapidez de recuperación de la información.

El fin de la organización archivística es la creación de un sistema de información que reciba, registre, describa, clasifique, integre, preserve y proporcione un acceso a los documentos de archivo de acuerdo con sus vigencias documentales. Y para esto, se necesitan tres pasos fundamentales:

1. Identificación: es conveniente identificar su procedencia, es decir, determinar el lugar de origen, esto nos permitirá saber el tipo archivo como, notarial, parroquial, de cabildo, de persona física o de instituciones privadas o particulares. Por lo regular, los documentos tienen escrito su procedencia al principio o al final, cuando los expedientes no tienen la procedencia es necesario atender a la diplomacia.

2. Clasificación: separa un conjunto de elementos por clases o series, de tal manera que dichos grupos forman la estructura de un todo, desde los más amplios hasta los más específicos, estableciendo una jerarquización entre los mismos. Cada colección debe ser única, con características propias. Y se elige un sistema ya sea orgánico, funcional o por materias. Aquí se elabora el cuadro de clasificación archivística.

10 Idem.

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3. Catalogación: se basa en el análisis de cada uno de los expedientes y le da un número progresivo a cada expedientes, tomando en cuenta la cronología, lugar, tipo de documento, participante, temas, ilustraciones, lengua y ubicación topográfica.

VIII. Instrumentos de descripción archivística o de consulta

Se entiende por guía a una obra cuya finalidad primordial es informar panorámicamente sobre el conjunto documental, aquí se narra la historia de la institución que produce los documentos, de las vicisitudes por las que han pasado hasta formar el fondo.

La guía destaca lo más importante como, datos de origen, historia, ubicación, servicios, horario, nombre del responsable del archivo. No describe particularidades, orienta de manera global. Y sólo se hace en el archivo histórico.

El inventario es el instrumento que describe todas las series documentales de cada fondo o sección del archivo, guardando la relación con su origen y remitiendo la localización al número de orden de las unidades de instalación en el depósito. Un inventario describe un fondo, sección y subsección a través de sus series documentales que lo componen, se consigna el nombre de las series, número de inventario, descripción del asunto, fechas extremas, tipo de documento, ubicación topográfica y clasificación de la información. Facilita la búsqueda de los documentos, conoce que se tiene y como esta organizado. Su compromiso es informar sobre su contenido y localización; así como ubicación (se hacen en archivos administrativo e histórico).

El catálogo es el instrumento que permite a detalle el contenido del fondo mediante la descripción de cada una de las unidades archivísticas, ya sean compuestas (expedientes) o simples (documento), que integran las secciones y series del mismo. Sus objetivos es relacionar minuciosamente el contenido, fechas, formatos, dimensiones, estado de conservación y signatura topográfica. Existen dos clases de catálogos, uno cronológico y otro alfabético.

Silvia Patricia Gómez García

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Y finalmente, el índice es un auxiliar descriptivo que sólo indica algo del contenido, que ayudan al consultante, a saber en que documentos puede encontrar la información sobre el tópico expresado en el índice. Su objetivo es que, el usuario recupere fácil e inmediatamente la información, sintetiza y da pesquisa sistemática de existencias documentales, complementan los instrumentos descriptivos, contienen datos concretos para acceder de forma orientada y controlada a la información, Son los anexos de los catálogos, guías e inventarios. Los tipos de índices son cuatro: onomástico, cronológico, toponímicos y asunto.

En suma, lo importante es que los archivos se organicen correctamente y que su funcionamiento sea de acuerdo a los procesos archivísticos desde la creación hasta la conservación.

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La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM

Ignacio Silva Cruz1

Uno de los quehaceres más interesantes de la historia es la investigación directa en los archivos, la experiencia de estar en contacto con las fuentes y la posibilidad de tocar con las manos

aquellos documentos que, en muchos casos tienen decenas o cientos de años nos permite leer los expedientes antiguos convertido el trabajo memorable.

En varias ocasiones esa experiencia viene acompañada de la enseñanza en las escuelas o facultades en donde se estudia historia, archivonomía, arquitectura, medicina y leyes, entre otras. Aprender a leer un texto con grafías poco comprensibles sirve como una experiencia para aprobar una materia; sin embargo, analizar un expediente por el gusto y el placer de escudriñar sus secretos es ir más allá del estudio del propio documento, al interior del mismo,

1 Coordinador de la carrera Administración de Archivos y Gestión Documental, ENES Morelia, [email protected]

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se muestra la vida pasada de quienes son recordados a lo largo del tiempo, así también de seres con virtudes y defectos, lo cual nos da una justa dimensión de la humanidad.

En otras ocasiones dicha experiencia va acompañada de cierto malestar por no localizar un documento, un libro o un expediente, lamentablemente algunos materiales no han sido tratados con la debida importancia. Justo en esta disyuntiva nuestras expectativas se ven perdidas ante la aparente “organización”, así surgen algunas interrogantes como: ¿Qué sucedió? ¿Quiénes ordenaron el archivo? ¿Fueron personas con formación académica o improvisadas?, a menudo las respuestas nos dejan completamente perplejos .

Acudir a un archivo es un de los requisitos indispensables para ejecutar la labor de un historiador; sin embargo, no sólo los dedicados a la ciencia histórica visitan los acervos, también lo hacen especialistas en otras disciplinas como arquitectos, médicos, abogados, arqueólogos, antropólogo, etnólogos, sociólogos, etcétera.

Con frecuencia las personas que trabajan en un acervo se forman a través de la experiencia, al grado de adquirir conocimientos empíricos de la archivística, e incluso a inicios del siglo XXI, podemos decir que, en general, aquellas personas que dirigen los archivos de México no son profesionales de la archivística, de allí la necesidad de abrir nuevas vetas académicas para impulsar la carrera de Administración de Archivos y Gestión Documental en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia (ENES). El objetivo de la institución es formar profesionales capaces de administrar archivos y gestionar documentos, utilizando la teoría y la práctica archivística con un enfoques ético, jurídico y social.

¿En dónde se estudia la carrera de archivos en México?

Actualmente existen cuatro escuelas en toda la República que ofertan la carrera relativa a los archivos como: en San Luis Potosí, Estado y

La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM

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Ciudad de México, (antes Distrito Federal) en esta última entidad se ubica la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, la cual ha formado especialistas en el manejo de archivos y bibliotecas. La necesidad de contar con especialistas en el campo de la archivística permitió que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) apertura en el 2015 la licenciatura en Administración de Archivos y Gestión Documental, que ahora comentamos.

La licenciatura en Administración de Archivos y Gestión Documental en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM

Antes de describir la importancia de la licenciatura en Administración de Archivos y Gestión Documental es necesario entender que la UNAM es:

… una corporación pública —organismo descentralizado del Estado— dotada de plena capacidad jurídica y que tiene por fines impartir educación superior para formar profesionistas, investigadores, profesores universitarios y técnicos útiles a la sociedad; organizar y realizar investigaciones principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible para los beneficios de la cultura.2

La idea de ofrecer la licenciatura en Morelia surge con el caminar de los años, así la UNAM al tomar fuerza en el sistema educativo a nivel nacional abraza el proyecto universitario. La capital michoacana representó un escenario fértil para la carrera, muchos estudiantes de las diferentes latitudes consideran una buena opción educarse en la ciudad, la cual ofrece los medios y los modos para hacerlo. Por tanto, una de las razones principales fue:

2 Estatuto General de la UNAM, capítulo 1, artículo primero.

Ignacio Silva Cruz

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la conveniencia de formar profesionales capaces de administrar archivos de cualquier organización, así como identificar, preservar, organizar, valorar, seleccionar, describir, difundir y certificar documentos de archivo producidos por entidades públicas, privadas o sociales, y por sujetos particulares.3

Asimismo, Michoacán tiene una sólida tradición cultural que se expresa en Universidades y Centros de Investigación consolidados, baste mencionar la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y El Colegio de Michoacán, referentes obligados en la investigación y el quehacer educativo nacional.

Ahora bien, ¿Qué significa “formar profesionales capaces de administrar archivos de cualquier organización”? que la labor del archivista debe ser profesionalizada, los alumnos están obligados a asistir a las aulas para ser competitivos en el área archivística, deben tener una sólida formación que les permita trabajar en cualquier archivo (público o privado).

Con la profesionalización de la archivística, se ha vuelto una tarea impostergable ordenar los archivos de entidades públicas, para ello, es necesario formar recursos humanos capaces de abordar el reto de forma confiable, porque las entidades generan día a día una gran cantidad de documentos, mismos que deberán cumplir el proceso de vida de la documentación; es decir atender los valores jurídico, administrativo e histórico.

Bajo dichas consideraciones, surge la necesidad de crear la licenciatura en Administración de Archivos y Gestión Documental en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, unidad Morelia, de la UNAM. A groso modo, en los siguientes párrafos describiremos la estructura de la licenciatura.

La carrera cuenta con el respaldo de tres entidades de la UNAM: la Facultad de Filosofía y Letras, el Instituto de Investigaciones

3 Proyecto de creación del plan y programas de estudio de la licenciatura en administración de archivos y gestión documental. Tomo I, p. 7

La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM

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Bibliotecológicas y de la Información; así como del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación. Cuyas instituciones las integran profesores e investigadores con una sólida formación, además aportan su experiencia y conocimientos para la formación de los futuros archivistas del país.

La licenciatura fue diseñada para cursarse en ocho semestres, al término de la misma el estudiante puede comenzar los procesos de titulación como Licenciado en Administración de Archivos y Gestión Documental; pero sí, el alumno no concluye su formación académica, en el cuatro semestre pueden obtener el título de Técnico Profesional en Archivística. De acuerdo a las exigencias de la carrera, el egresado —técnico— podrá gestionar adecuadamente los documentos; entender, teórica y prácticamente la estructura de la organización en donde labore; identificar, organizar y describir documentos de archivo; trabajar y colaborar en equipo.

Quienes concluyan los estudios estarán capacitados para desarrollar proyectos, tendrán habilidades y actitudes que se exponen a continuación:

Conocimientos para:

• Diseñar estrategias para las unidades de archivo.• Elaborar políticas manuales y reglamentos archivísticos. • Capacitar al personal de las áreas de archivos.• Evaluar archivos.• Ser capaz de tener comunicación básica por escrito y verbal en el

idioma inglés.

Habilidades para:

• Administrar sistemas de archivo en cualquier tipo de soporte.• Dirigir proyectos archivísticos de cualquier índole.• Coordinar equipos de trabajo multidisciplinario e interdisciplinario.• Mostrar facilidad de expresión oral y escrita.• Gestionar documentos en cualquier soporte.

Ignacio Silva Cruz

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Actitudes para:

• Incidir en la toma de decisiones institucionales.• Intervenir en las características de la producción de los documentos.• Poseer actitud ética.• Enseñar a adultos.• Afrontar el cambio como una oportunidad de mejora.4

Además, la licenciatura cuenta con dos áreas de profundización, de modo que, el egresado obtiene una formación más específica de conocimientos como: Valoración documental y Archivos históricos; en estas disciplinas se espera lo siguiente:

En el área de profundización en Valoración documental.

• Identificar los atributos de los documentos para establecer su valor de conservación.

• Diseñar e implementar diversos instrumentos archivísticos.• Asesorar para establecer el valor de mercado de los documentos.

En lo que respecta al área de profundización a los Archivos históricos.

• Evidenciar el alcance histórico de los archivos.• Rescatar testimonios con valor histórico.• Organizar y describir archivos históricos.5

Como se dijo anteriormente, la carrera está planeada para cursarse en ocho semestres, durante los mismos, el alumno tendrá la obligación de cubrir 67 asignaturas, obteniendo un total de 378 créditos en cualquiera de las dos áreas de profundización.

4 Ibid., p. 265 Ibid., p. 27

La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM

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Para obtener el título Técnico Profesional se contará con el 100% de los créditos de los primeros cuatros semestres, incluyendo la asignatura adicional Práctica Supervisada y la liberación del servicio social. Entonces los egresados cursarán 35 asignaturas y un total de 204 créditos

El profesionista en Administración de Archivos y Gestión Documental, podrá trabajar en entidades públicas de los tres órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal; cámaras del poder legislativo federal y estatales; organismos públicos autónomos; archivos históricos; empresas, instituciones educativas; instituciones religiosas; organismos internacionales, organismos no gubernamentales, consultoras, entre otras opciones.

Ignacio Silva Cruz

Fotografía: Salvador Luna Perales, ENES Morelia, 2016

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A manera de conclusión

En los últimos años se han observado las carreras del futuro, las vinculadas con los avances tecnológicos, las de mayor impacto científico, las que tendrán resonancia en los años venideros, en fin, lo cierto es que, en el pasado también prevaleció de alguna manera el gusto por los avances. Pues desde el siglo VI antes de Cristo, el rey Asirio Asurbanipal encerró en vasijas de barro una gran cantidad de tablillas con escritura cuneiforme, después ordenó que fueran enterradas con el fin de que en el futuro fueran encontradas; podemos decir que Asurbanipal fue el pionero en crear las primeras cápsulas de tiempo; de cierta forma el futuro nos habla desde el pasado; los archivos son, en cierta forma, aquellas cápsulas de tiempo a través de las cuales podemos entablar un diálogo con aquellos que vivieron en tiempos pretéritos. Es nuestro deber cuidarlos.

La carrera de Archivos en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, UNAM

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Sección Reseña

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Tuñón, Julia, Mujeres, entre la imagen y la acción, México, CONACULTA/DEBATE, Colección Historia Ilustrada de México, 2015, pp. 278

Sin duda alguna cada individuo de la sociedad es objeto de significantes que infieren en la conducta y la forma de pensar estableciendo inminentemente la función que

jugará en la colectividad. La historiadora Julia Tuñón en su obra Mujeres, entre la imagen y la acción se plantea, justamente, deconstruir las representaciones y los designios que le fueron conferidos a la mujer para entender el lugar por ocupar.

Así, la autora se sumerge en un trayecto histórico de fotografías, esculturas, lienzos, barro, papel y oleos que dan cuenta de la vida de las mujeres; más aún de su objeto de estudio: la mujer mexicana significada desde la imagen. En las casi 300 páginas es posible indagar lo que han sido y han hecho; lo que han conquistado y les han quitado; lo que las ha diferenciado y unido; aquello que les prohibieron y algunas se atrevieron a transgredir. Son imágenes que dan cuenta, en diferente tiempo y espacio, de las miradas que convergen en la mujer. En la obra se identifican dos niveles de análisis. En el primero se abordan esas ideas que se tienen sobre la mujer y parecieran son dadas y aceptadas comúnmente; en tanto, el segundo nivel demuestra a la mujer que se construye en las expresiones de resistencia, y prefiere —así lo decide— participar de las prácticas y usos que la sociedad ha excluido para ella.

Tuñón, reúne imágenes de las mexicanas con el propósito de vislumbrar el deber-ser que la ha delimitado dándole voces y rostros diferentes, en el proceso queda al descubierto también aquellos hechos que irrumpen y coadyuvan en la construcción de

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la noción de mujer. Es claro, la autora no pretende como fin inmediato resolver ¿Quién es la mujer mexicana?, sino vincular al otro —llámese especialista, lector, o al simple “mirón”— a identificar los procesos históricos y culturales que construyen a un sujeto, así como los alcances metodológicos y de análisis que da la imagen.

Una particularidad en este trabajo es que Tuñón al momento de abordar la imagen nos da un punto de partida para el análisis; sin embargo, no dice todo y lo hace con un objetivo intencional, pues “si bien toda imagen exige ser explicada, ninguna elucidación lo dice todo de ella, siempre queda algo que escapa a los límites de la palabra”.1 Y, es en este encuentro (imagen y lector) que, la autora, apuesta por la construcción de una mirada especular y la significación de la mujer mexicana.

Existe, por consiguiente, efectos en el otro, quien al observar descifra un mensaje; de ahí, en cada época se identifican contenidos diversos en las fotografías, las esculturas, o los lienzos, se trataba de que quienes observaran aprendieran y repitieran el mensaje. Por ello, en este libro a la mujer se le entreteje desde el cuerpo, la vestimenta, la conducta, los saberes, las funciones, la educación, la sexualidad y el lenguaje; una historia llena de contrastes, donde la vida cotidiana no era la misma para todas.

Es claro, hay una intención en el acto de fotografiar, o de grabar algo en cualquier soporte. Raymundo Mier2 reconoce en este acto existe una posición en la mirada, hay una intención con efecto que deja al descubierto la mirada de uno mismo y la del otro. “Las imágenes son entonces producto de la percepción y al mismo tiempo un instrumento que la construye”.3 A través de éstas accedemos a un reflejo de ellas, mujeres que se vuelven objeto de subestimación, resistencia, aceptación,

1 Tuñón, Julia, Mujeres, entre la imagen y la acción, México, CONACULTA/DEBATE, Colección Historia Ilustrada de México, 2015, p. 20.

2 Mier, Raymundo, “La fotografía antropológica: ubicuidad e imposibilidad de la mirada” en Cuicuilco, Antropología e imagen, México, ENAH, vol. 5, núm. 13, mayo-agosto de 1998, pp. 53-75

3 Tuñón, Julia, op. cit., p. 20

Reseña

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rechazo, control, aprobación y clases sociales. Es sabido, el entendimiento del pasado es clave para la reflexión del presente, y éste es justamente el ejercicio en la obra de Tuñón: indagar cómo ha sido contada la historia de las mujeres en México desde la imagen.

Se debe resaltar el ágil y nutrido manejo de fuentes reunidas para armar el mosaico de imágenes; no obstante, conforme la lectura avanza es ineludible aprender de las mujeres. Logra mantener el cometido: detener la mirada en “la imagen” despierta el interés de pensar que ahí existe algo, y por ello se decide detener la mirada en dicho lugar y no en otro punto —hay una elección de qué visualizar en ella. Las imágenes reunidas en este libro, reflejan la acción de sus autores, ese acto reflexivo que se va construyendo en la medida en que se reconozca la intencionalidad y se interrogue lo que en ésta aparece. De este modo, se tiene que transgredir el contenido de la imagen para llevarla a ese límite donde la línea fronteriza se quebranta para tratar de encontrarle otro significado.

Por supuesto, también es sobresaliente el resultado que arroja la colección “Historia ilustrada de México” coordinada por Enrique Florescano para difundir el pasado y con ello el patrimonio que lo vincula; y que en esta ocasión centra se atención en la multiplicidad de fuentes e imágenes que ayudan a entender a un sujeto clave en la sociedad.

Mujeres, entre la imagen y la acción nos acerca a una vida de pasión, exclusión, trabajo, estigmas, aprendizaje… de una cotidianidad que claramente al converger más de un individuo da cuenta de las relaciones de poder que envuelven a la sociedad, y en la que no es fácil para nadie participar de sus normas. Es un trabajo en el que noción de mujer emerge entre las imágenes para ser entendida de otra manera.

Yaminel Bernal Astorga4

4 Escuela Nacional de Estudios Superiores, UNAM, [email protected]

Yaminel Bernal Astorga

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Fotografía: Magali Zavala García, Cerrada de San Agustín, 2016

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Sección Mi ciudad, mi historia

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Recipientes de historia en los que brotan las leyendas. Una mirada a las fuentes de Valladolid-Morelia

en el siglo XIX1

Ricardo Aguilera Soria2

¿Te has preguntado por qué hay tantas fuentes en esa parte de la ciudad llamada Centro Histórico? Con seguridad las has observado al estar allí, pues se encuentran en medio

de los jardines y las plazas ocupan un lugar especial en algunas calles. Incluso, una de ellas —que conoces con el nombre de Las Tarascas— se ha convertido en uno de los principales símbolos que representan al lugar donde vives: Morelia.

Aunque parecen iguales, si te acercas con detenimiento descubrirás que todas son distintas: muchas tienen forma circular, pero también las hay rectangulares o elípticas; en su parte central algunas tienen un pedestal vacío y otras más lo convirtieron en el

1 Con el presente trabajo quiero expresar un sincero y profundo agradecimiento a mis alumnos del CEM-Secundaria porque, además de facilitar la elección del tema, ellos han sido motivo de permanente inspiración y aprendizaje en la extraordinaria aventura que es compartir y vivir la Historia

2 Centro Educativo Morelia (CEM), [email protected]

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apoyo para un dispositivo de cantera con forma de piña o copa, aunque apreciarás otras que poseen una escultura de piedra o metal. El tamaño ayuda a incrementar las diferencias.

La forma de llamarlas también ayuda a darles un carácter único: están las que toman el nombre del templo o edificio importante más próximo, como pasa con la fuente de San Francisco, la del Carmen o la de Las Rosas; otras se identifican por el jardín o la plaza donde se ubican, como la fuente de Villalongín o las cuatro que hay en la Plaza de Armas.

Cerca del Colegio de San Nicolás —la escuela donde estudiaron héroes como Miguel Hidalgo y José María Morelos— está la fuente de Sorinne, que lleva el apellido del ingeniero que la diseñó. Pero las denominaciones más interesantes corresponden a aquellas que se ubican en esquinas, pues la tradición popular asegura que la forma de llamarlas es producto de viejas leyendas: el Soldado, la Mulata, el Ángel o el Gallo Negro.

Esta extensa introducción ha buscado un objetivo: dejarte claro que cada una de las más de veinte fuentes que hay en el Centro Histórico posee una personalidad propia, inconfundible. Algo similar pasa con tu grupo de amigos o con tus compañeros en el salón de clases: cada uno posee rasgos físicos propios, distintas maneras de comportarse y formas diferentes de pensar o ver las cosas; allí es donde reside la pluralidad.

El agua en la historia colonial de la ciudad

Ha llegado el momento de presentarte la esperada respuesta a la pregunta inicial: esas fuentes que hoy adornan la ciudad construida por los habitantes del pasado, refrescan el ambiente durante la temporada calurosa y añaden un timbre relajante entre los muchos sonidos que se crean por el bullicio urbano actual, en otro tiempo cumplieron con una función especial y muy importante: abastecer de agua a sus habitantes.

¿Significa esto que, hace muchos años, la gente no contaba con agua en su casa? Así es: únicamente aquellas personas que poseían grandes

Recipientes de historia en los que brotan las leyendas

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cantidades de dinero estaban en condiciones de contratar este servicio, al que se le denominaba merced de agua. En tales circunstancias, la mayor parte de los habitantes de la ciudad la tomaban de las fuentes y llevarla a su hogar en un recipiente de barro —similar a una olla— al que llamaban cántaro.

Te parecerá extraño —y fascinante al mismo tiempo— que a nadie se le haya ocurrido utilizar una tubería subterránea, o cualquier otra alternativa, para evitar esa tarea. Recuerda que en el pasado los grandes adelantos técnicos y tecnológicos no se generaban con la rapidez de ahora y se necesitaba de mucho tiempo para que estos beneficiaran a la sociedad.

El sistema de distribución de agua que conoces —y que te permite tener agua con tan sólo girar una llave— se implementó en Morelia hasta hace poco más de 100 años.3 Antes de que eso ocurriera quienes vivieron aquí tuvieron que adaptarse a un dispositivo introducido poco después de la fundación de la ciudad —acontecimiento ocurrido el 18 de mayo de 1541—4 y que trató de perfeccionarse con el paso de los siglos.

Conocer su funcionamiento te resultará extraordinario: debido a que los manantiales se encontraban algo alejados de la ciudad —en el sitio al que ahora llaman los Filtros Viejos— resultó indispensable adaptar un canal que permitiera el libre flujo del líquido; la primera sección —y la más larga— era una zanja al nivel del suelo, pero al estar más cerca de la ciudad fue necesario construir una estructura que hiciera posible la continuación de ese canal en su parte superior. Esa es la razón que explica la existencia del Acueducto, esa extraordinaria formación de piedra compuesta por 253 arcos y con 1810 metros de largo.5

3 Uribe, Salas José Alfredo, Morelia. Los pasos a la modernidad, Morelia, UMSNH, 1991, pp. 100-107

4 Herrejón, Peredo Carlos, Los orígenes de Morelia: Guayangareo-Valladolid, México, El Colegio de Michoacán/ Frente de Afirmación Hispanista, 2000, p. 67

5 Bravo, Nieto Carlos Eligio, “El Acueducto de Morelia como obra hidráulica”, en: Ramírez Romero, Esperanza (coord.), El Acueducto de Morelia, México, Gobierno del estado de Michoacán/ UMSNH/ Morelia Patrimonio de la Humanidad A. C., 1998, pp. 19- 27

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Intencionalmente, la larga de fila de arcos fue interrumpida en los límites de la ciudad; a partir de allí se adaptó otra sección del mecanismo de distribución: bajo tierra fueron excavados varios canales de tamaño regular y recubiertos con piedra —a los que se llamó cañerías— por los que el agua sería conducida hasta puntos estratégicos. Por efectos de la presión, el líquido literalmente brotaba en las fuentes situadas a cielo abierto.

Por la estrecha relación que tenían con el Acueducto, tradicionalmente se ha aceptado que la mayor parte de las fuentes que hay en el Centro Histórico posee casi 250 años de antigüedad; sin embargo, con la información que se te presentará a continuación podrás darte cuenta que una elevada cantidad de ellas —más de la mitad— corresponden a un momento más reciente de la historia de la ciudad, concretamente al siglo XIX.

Cien años dedicados a satisfacer la sed colectiva

Aunque te parezca perfecto por la lógica con que se diseñó, el viejo sistema de distribución de agua tenía muchas deficiencias. Particularmente había dos que eran motivo de permanente preocupación: por quedar expuesta durante la mayor parte de su trayecto, el agua que llegaba a la ciudad mostraba evidentes señales de contaminación y provocaba varias enfermedades;6 además, la cantidad de depósitos para distribuirla era insuficiente.

En torno a la cantidad de fuentes que existía en la ciudad hasta antes de 1810 —año en el que inició la Guerra de Independencia de México— es importante revelarte lo que dicen distintos documentos históricos. En realidad, había muy pocas: dos se encontraban en la zona de la Catedral (una en la plaza pirncipal y otra en la de San Juan de Dios), otras cuatro cercanas a los templos de Las Rosas, El Carmen, San

6 Mendoza, Justo, Morelia en 1873. Su historia, su topografía y su estadística (segunda edición), Morelia, Gobierno del estado de Michoacán/ Fimax Publicistas, 1968, p. 12

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Francisco y Las Ánimas; la última, llamada Pila Escondida, estaba al poniente de la calle principal, hoy Avenida Madero.7

Conseguida la liberación frente a España, los habitantes de Valladolid-Morelia quisieron impulsar muchos cambios, entre ellos la forma de distribuir el agua. Sin embargo, recordarás que la construcción de México como país independiente se acompañó de grandes dificultades, por lo que sólo se pudo actuar en un sentido: construir más fuentes.

Había dos razones poderosas por las que se debía incrementar su número por todos los rincones de la ciudad: a partir de 1821 y hasta 1900 la cantidad de persona que había en la ciudad aumentó muy rápido, por lo que las exigencias de agua fueron mayores;8 además, en 1832 fue emitida una ley que convirtió al Ayuntamiento de Morelia en el principal responsable de la limpieza de las fuentes y quedó obligado a construir muchas más.9

Cumplir con estas tareas era un asunto casi imposible: las autoridades locales carecían de dinero suficiente y no estaban dispuestas a elevar los impuestos. Por lo tanto, recurrieron a una creativa medida que, además de ofrecer una solución efectiva al problema, permitió que todos los sectores sociales se sintieran orgullosos de colaborar en la definición de su ciudad: a través de donaciones voluntarias se alcanzaría el objetivo.10

¿Quieres conocer cuál fue el resultado? La primera fuente que se quiso construir, frente al templo de San Diego, fue un proyecto que terminó en fracaso;11 pero esa mala experiencia no hizo que el ánimo decayera

7 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM). Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, L. N. 118, Actas de Cabildo, sesiones del 13 de marzo y del 3 de abril de 1813, y del 29 de noviembre de 1815, f. 31 (f), 32 (f) y 158 (f); y L. N. 119, sesión del 30 de enero de 1818, f. 69 (f). AHMM, Fondo Independiente I, c. 40, e. 7, 1836; y c. 81, e. 1E, 1858

8 AHMM, Fondo Independiente I, c. 59, e. 20, 18449 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 184710 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847; c. 73, e. 21, 1856; y c. 114, e.

43, 1869 11 AHMM, Fondo Independiente I, c. 73, e. 21, 1856

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y durante los años siguientes empezaron a construirse numerosos depósitos para el agua. Uno de los más interesantes se terminó en 1848, cerca del templo de La Merced; además de conocerse al responsable de la obra —el arquitecto José María Llerena— también se cuenta con el plano original (imagen 1).12

Imagen 1.- Plano original de la fuente que se construyó en La Merced, desaparecida actualmente. Fuente: AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847

Después de ese exitoso resultado, las fuentes empezaron a “inundar” la ciudad: para 1849 se terminó la que está en la plaza de San José, que tiene la peculiaridad de estar hundida;13 entre 1849 y 1852 se construyó la que permanece en el jardín de La Soterraña14 y, para 1856, se concluyó esa que aún puedes ver frente al templo de San Agustín.15

12 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 184713 AHMM, Fondo Independiente I, c. 199, e. 22 y 23, 1849-185014 AHMM, Fondo Independiente I, c. 24, e. 12, 1849-1850; y c. 84, e. 44, 185915 AHMM, Fondo Independiente I, c. 73, e. 21, 1856

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A partir de 1868, momento en que el humilde albañil Juan Apartillado consiguió incrementar el tamaño de la fuente situada en la plaza del Carmen,16 inició una nueva etapa de auge para estos depósitos: después de 10 años de espera se construyó la que aún existe afuera de la capilla del Santo Niño, en 1872;17 al mismo tiempo pudo construirse la que tiene por nombre del Ángel18 y, al año siguiente, se inauguró la fuente de la Mulata.19

Si las dos últimas poseen nombres tan extraños se debe a dos hechos de tipo legendario: para salvar a una niña que estaba a punto de morir ahogada en la primera, un ángel descendió del cielo y se quedó allí —convertido en piedra— para cuidar a los pequeños de la ciudad. En torno a la segunda, el viejo relato cuenta que una hermosísima mujer fue asesinada en el lugar mientras tomaba agua, porque una joven muchacha le tenía envidia.20

Por ubicarse en la zona central de la ciudad, otras fuentes construidas para esos mismos años ya no estarían destinadas al servicio de la gente, sino únicamente al adorno. Así, entre 1873 y 1874, la Plaza de Armas logró contar con tres de ellas; en el Jardín de La Paz —ahora Plaza Melchor Ocampo— se terminaron dos y se planeó colocar la primera que ayudaría a embellecer el Paseo de San Pedro, hoy conocido como Bosque Cuauhtémoc.21

Antes de terminar el siglo se emprendió la construcción de dos últimas fuentes: del Soldado, en 1893 y tres años después hizo acto de presencia la del Gallo Negro.22 Sobre la primera, se dice que allí fue

16 AHMM, Fondo Independiente I, c. 113, e. 44, 186817 AHMM, Fondo Independiente I, c. 92, e. 31, 1861; c. 99, e. 34, 1861; y c. 126,

e. 19, 187218 AHMM, Fondo Independiente I, c. 121, e. 26, 187119 AHMM, Fondo Independiente I, c. 126 B, e. 291, 187320 Zavala, Paz José, Las fuentes de Valladolid, Morelia, Ayuntamiento de Morelia/

Impresos y papeles de Michoacán, sin fecha, pp. 23-4721 AHMM, Fondo Independiente I, c. 126 B, e. 213, 1873; y c. 128, e. 60, 187422 AHMM, Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, quinta numeración, L. N.

316, Libro de Secretaría, e. 120, 1893; y L. N. 335, e. 47, 1896

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decapitado un militar; el nombre de la segunda tiene relación con un hechicero apostador, quien siempre ganaba un pacto con el demonio y que se manifestaba a través de un ave de corral que siempre llevaba bajo el brazo.23

Antes de terminar este recuento se vuelve necesario presentarte un logro extraordinario de esa época: debido a que existía la mala costumbre de dar de beber a los burros, los caballos y las mulas en los recipientes donde la gente tomaba el agua, se generó una solución para mantener limpia el agua: junto a la fuente se construyó un pequeño recipiente —llamado abrevadero— para los animales. Con el nombre de piletas, este pequeño depósito lo puedes observar todavía en las fuentes del Santo Niño y de la Mulata.24

Invitación final

Aunque cumplían con una función importantísima para la vida diaria y se buscó que estuvieran lo más cerca de la gente, las fuentes fueron motivo de numerosos problemas: había momentos en que no contaban con agua suficiente, algunas personas las dañaban y muchos no se preocuparon por limpiarlas; también provocaron humedad en las casas que quedaban cerca y eran centro de reunión para personas que causaban muchos males.

Con la introducción de la energía eléctrica, en algunas de ellas se integró un nuevo sistema hidráulico que permitía el constante movimiento del agua, hecho que incrementó sus posibilidades como elementos de adorno.25 Para que el agua llegara a las casas y se

23 Zavala, Paz José, op. cit., pp. 59-68 y 77-8724 AHMM, Fondo Independiente I, c. 40, e. 28, 1849; c. 116 B, e. 28, 1869; c. 121, e.

108, 1871; y c. 126, e. 126, 1872. Ramírez, Romero Esperanza, Catálogo de construcciones artísticas, civiles y religiosas de Morelia, México, UMSNH-FONAPAS Michoacán, 1981, pp. 185 y 370

25 AHMM, Inventario de Libros Impresos y Manuscritos, quinta numeración, L. N. 340, Libros de Secretaría, e. 4, 1897

Recipientes de historia en los que brotan las leyendas

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garantizara su limpieza, en 1910 se cambió todo el antiguo sistema de distribución del vital líquido, por lo que el Acueducto y las fuentes dejaron de cumplir con una función social.

Por su significado en la historia de la ciudad, muchas personas se preocuparon para que esas fuentes permanecieran como testimonios de las soluciones consideradas en otro tiempo para cubrir las necesidades. Ahora que conoces parte de su historia explóralas, siéntete orgulloso de ellas y construye experiencias personales en torno a ellas porque —como pasa con todo el Centro Histórico— ahora son Patrimonio de la Humanidad.

Además, ahora que vuelvas a girar una llave en tu casa tendrás un nuevo motivo para reflexionar: así como es importante cuidar el agua y aprovecharla adecuadamente porque es indispensable para todos, debes recordar que ese acto que ahora realizas con tanta facilidad es el resultado de muchos esfuerzos y numerosos cambios generados con el paso del tiempo. Entonces, el agua no sólo tiene valor ambiental sino también cultural.

Ricardo Aguilera Soria

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Catálogo de ediciones del Archivo Histórico Municipal de MoreliaSerie Cantera Rosa. Textos Archivísticos

La Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos está pensada como un medio para difundir el acervo documental que resguarda el Archivo, sí, pero sobre todo, se

presenta como una posibilidad para que los morelianos vivan la historia de su terruño, la cual surgió con la necesidad de atender las peticiones de varios investigadores, autoridades municipales y público en general, quienes dejaron ver su interés por conocer en breve algunos temas entorno a Morelia, así comenzó la iniciativa en el 2012 bajo la dirección de la jefa del departamento de ese momento Yaminel Bernal Astorga, que más tarde fungiría como directora de la institución.

Número 1, Espléndido espectáculo. Los teatros en la Morelia porfiriana. Hace un recuento de los teatros que existieron en la ciudad porfiriana como el Ocampo (Coliseo), Hidalgo (Hipódromo), Desierto, Morelos, París y Ópera. Destacando algunos aspectos artísticos al interior de cada espacio. Autora: Magali Zavala García.

Número 2. Toros y toreros. La celebración de la fiesta brava en Morelia a través del tiempo. Gracias a los carteles se reconstruyó una pequeña parte de la historia de la fiesta brava, aporta datos desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la segunda mitad del XX con el proyecto de construcción de la Plaza de Toros. Autora: Victoria Eugenia Pérez Tajonar.Im

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Número 3. Morelia y sus nombres. Se presentó de manera general la historia de la fundación de Valladolid, posteriormente se hizo el seguimiento de las propuestas para renombrar a la ciudad mediante Congreso. Autoras. Yaminel Bernal Astorga y Magali Zavala García.

Número 4. El Escudo de armas de Morelia. hace un análisis preciso de la reconstrucción del escudo de armas de Morelia, el cual se observa con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, quienes al parecer mandaron hacer un escudo de armas para reforzar la identidad cultural de aquel momento. Así, hace un recorrido por las diferentes interpretaciones del escudo de armas comenzando por la versión moderna, luego la del siglo XVI o principios del XVII, en seguida con el de 1649, posteriormente con el de 1778, para concluir con el de 1941. Al terminar su estudio, lo enriquece con el análisis del significado del propio escudo. Autor: Gabriel Silva Mandujano.

Número 5. La catedral de Morelia. Se recopiló no sólo información bibliográfica de la majestuosa catedral de Morelia, sino también incluyeron materiales archivísticos del siglo XIX al XX, lo que le permitió ofrecer un recuento importante dentro del capital cultural existente. Cabe mencionar que al interior de la investigación también se observa una narración de los inicios de la catedral del obispado de Michoacán (Tzintzuntzan-Páztcuaro). Autor: Ricardo Aguilera Soria.

Número 6. Tenencia de Tacícuaro. El texto es dividido en tres pequeñas secciones, la primera como parte introductoria, la segunda titulada Tacícuaro Lugar de descanso o Altar, y la tercera, Tacícuaro ahora. Autora: Magali Zavala García.

Número 7. El bando solemne en Morelia. Se hace un recorrido interesante del bando explicando el origen y objetivo del mismo, cuya practica data desde de la época colonial, y que hasta nuestros días continúa ese recorrido por las calles de Morelia. Autora: Laura Patricia Mancilla Suro.

Número 8. Tenencia de San Nicolás Obispo. Recrea la historia de la tenencia de San Nicolás Obispo, el texto fue dividido en tres pequeñas partes, la primera se llama Datos biográficos de San Nicolás de Mira y de Bari, de manera muy general se hace un acercamiento a la vida

Catálogo de ediciones del Archivo Histórico Municipal de Morelia. Serie Cantera Rosa

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de San Nicolás de Bari, de quien se retomó su gentilicio para nombrar a la tenencia, así como a su templo. La segunda lleva por título De los primeros registros de la tenencia de San Nicolás Obispo, en esta sección se resaltan las hazañas pasadas, éstas revelan la composición de una identidad, que se refleja en los primeros datos de la fundación de la zona, en donde el pueblo hizo del agreste y escarpado paisaje su casa. Y en la última, San Nicolás en el presente, es una descripción de las tradiciones religiosas, mostrando un esbozo de las magníficas danzas. Autora: Magali Zavala García.

Número 9. Breve historia de Jesús del Monte. Se muestra un panorama general de la tenencia, al cual comprende algunos aspectos como la geografía, el pasado matlatzinca, periodo colonial, la castellanización y datos representativos del siglo XX. Autor: Jorge Amós Martínez Ayala.

Número 10. El establecimiento del Universidad Michoacana 1917-1919. Hacia el centenario. En vísperas del centenario de la fundación de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo se presenta un recuento de la institución, el cual comienza con la fundación de la Universidad, hace énfasis en la Ley orgánica de la Universidad para concluir el estudio con la anotomía de la universidad. Autor: Miguel Ángel Gutiérrez López.

Número 11. El anticlericalismo en Morelia 1915-1920. Se abordan algunos temas de los momentos más convulsivos en las relaciones de la Iglesia-Estado, en un periodo que va del Constitucionalismo al final de la Guerra Cristera, en donde se destacaron los siguientes tópicos como: el constitucionalismo anticlerical, el anticlericalismo en Morelia, la Constitución de 1917, el contexto de la Guerra Cristera y fin de la misma. Autor: Carlos Domingo Méndez Moreno.

Magali Zavala García

Magali Zavala García

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Boletín Rosa de los Vientos 7Vida cotidiana. El Centro Histórico de Morelia

Magali Zavala García (Coordinadora)

Se terminó de imprimirel mes de junio de 2016

en Morelia, Michoacán, México.Edición y diseño de interior: Judith Elizabeth Vargas García

Diseñador de portada: Óscar Gonzalo Mendoza López

500 ejemplares