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Figura 1. Ramón Gutiérrez, Miriam Chandler, Horacio Pozzo, Julio Cacciatore, Marcelo Martín y Adriana Irigoyen, en la orga- nización del II SAL en Buenos Aires, 1986. Archivo Centro Documen- tación Arquitectura Latinoamericana. CEDODAL. P oco más de una década los separaba del fin de siglo XX y parecía que el futuro había perdido su encanto. Mientras que a inicios de siglo, la noción de “progreso” se había presentado como la panacea que les permitiría a las jóve- nes naciones iberoamericanasentrar en el consenso de naciones “modernas” y “civilizadas”, a partir de la década de 1980, aquellas optimistas expectativas de progreso parecían defraudadas. La mayor parte de países se encontraban sumidos en profundas crisis económi- cas, sociales y políticas, provocadas por el proceso de redemocratización que siguió a la abolición de las dictaduras militares. En el ámbito de la arquitectura, en aquella década convergieron ciertos aspectos sig- nificativos. La mayor parte de arquitectos insignes de la arquitectura de América Latina habían nacido a inicios del siglo XX, y, por lo tanto, una gran parte de ellos habían desaparecido a finales del mismo siglo. 1 Por otro lado, el desinterés por la producción arquitectónica de América Latina por parte de historiadores y críticos foráneos estaba en su punto álgido. Autores como Hugo Segawa señalaban la década de 1980 y 1990 había sido espe- cialmente silenciosas —editorialmente hablando— (Segawa, 2005) y Kenneth Frampton coincidía con esta apreciación, afirmando que, si bien esta arquitectura había sido ampliamente documentada en la década de 1940 y 1950 en libros y revis- tas, paulatinamente se había ido perdien- do el interés en ella (Frampton, 2000). Sin embargo, la década de 1980 se había iniciado con la entrega del segundo Premio Pritzker al mexicano Luis Barragán. Aunque este arquitecto no había alcanza- do todavía el prestigio del que goza actual- mente, algunas miradas dentro y fuera del continente se dirigieron recurrentemente a su obra, lo que lo llevaría a convertirse, María Rosa Zambrano Palabras clave: arquitectura latinoamericana, seminarios, debates, identidad, regionalismo crítico. Este artículo explora los discursos que se generaron en los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana entre 1985 y 1993, a partir de la reconstrucción de sus debates sobre las nociones de identidad y modernidad y regionalismo, y de su plas- mación por algunos de sus participantes en diversas conferencias y publicaciones de arquitectura de aquel periodo. Se trató en cierto modo de una reacción a la crisis económica prácticamente general a partir de la década de los 80 y al subsiguiente desinterés por la producción arquitectónica de América Latina por los principales his- toriadores y críticos foráneos. Todo ello en contraste con el reconocimiento interna- cional de obras y autores de las décadas de 1940 y 1950 y el optimismo y conciencia de progreso de esos mismos años. CUADERNO DE NOTAS 16 2015 DISCURSOS LATINOAMERICANISTAS EN LA DÉCADA DE 1980 María Rosa Zambrano Torres. Arquitecta por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador Especialista en Historia del Arte por la Universidad Andina Simón Bolívar Máster en Análisis, Teoría e Historia de Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid. ARTÍCULOS 39 Discursos latinoamericanistas en los debates arquitectónicos de la década de 1980 Los seminarios de Arquitectura Latinoamericana (SAL)

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Figura 1. RamónGutiérrez, MiriamChandler, HoracioPozzo, JulioCacciatore, MarceloMartín y AdrianaIrigoyen, en la orga-nización del II SALen Buenos Aires,1986. ArchivoCentro Documen-tación ArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

Poco más de una década los separabadel fin de siglo XX y parecía que el

futuro había perdido su encanto.Mientras que a inicios de siglo, la nociónde “progreso” se había presentado comola panacea que les permitiría a las jóve-nes naciones iberoamericanasentrar enel consenso de naciones “modernas” y“civilizadas”, a partir de la década de1980, aquellas optimistas expectativasde progreso parecían defraudadas. Lamayor parte de países se encontrabansumidos en profundas crisis económi-cas, sociales y políticas, provocadas porel proceso de redemocratización quesiguió a la abolición de las dictadurasmilitares.

En el ámbito de la arquitectura, en aquelladécada convergieron ciertos aspectos sig-nificativos. La mayor parte de arquitectosinsignes de la arquitectura de AméricaLatina habían nacido a inicios del siglo XX,y, por lo tanto, una gran parte de ellos

habían desaparecido a finales del mismosiglo.1 Por otro lado, el desinterés por laproducción arquitectónica de AméricaLatina por parte de historiadores y críticosforáneos estaba en su punto álgido.Autores como Hugo Segawa señalaban ladécada de 1980 y 1990 había sido espe-cialmente silenciosas —editorialmentehablando— (Segawa, 2005) y KennethFrampton coincidía con esta apreciación,afirmando que, si bien esta arquitecturahabía sido ampliamente documentada enla década de 1940 y 1950 en libros y revis-tas, paulatinamente se había ido perdien-do el interés en ella (Frampton, 2000).

Sin embargo, la década de 1980 se habíainiciado con la entrega del segundo PremioPritzker al mexicano Luis Barragán.Aunque este arquitecto no había alcanza-do todavía el prestigio del que goza actual-mente, algunas miradas dentro y fuera delcontinente se dirigieron recurrentemente asu obra, lo que lo llevaría a convertirse,

María RosaZambrano

Palabras clave: arquitectura latinoamericana, seminarios, debates, identidad, regionalismocrítico.

Este artículo explora los discursos que se generaron en los Seminarios deArquitectura Latinoamericana entre 1985 y 1993, a partir de la reconstrucción de susdebates sobre las nociones de identidad y modernidad y regionalismo, y de su plas-mación por algunos de sus participantes en diversas conferencias y publicaciones dearquitectura de aquel periodo. Se trató en cierto modo de una reacción a la crisiseconómica prácticamente general a partir de la década de los 80 y al subsiguientedesinterés por la producción arquitectónica de América Latina por los principales his-toriadores y críticos foráneos. Todo ello en contraste con el reconocimiento interna-cional de obras y autores de las décadas de 1940 y 1950 y el optimismo y concienciade progreso de esos mismos años.

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DISCURSOS LATINOAMERICANISTAS EN LA DÉCADA DE 1980

María RosaZambrano Torres.Arquitecta por laPontificiaUniversidad Católicadel EcuadorEspecialista enHistoria del Arte porla UniversidadAndina SimónBolívarMáster en Análisis,Teoría e Historia deArquitectura por laUniversidadPolitécnica deMadrid.

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antes de finalizar la misma década, en unejemplo de “arquitecto regionalista” paracríticos como Kenneth Frampton o WilliamCurtis, 2 y de “arquitecto latinoamerica-no”, paravarios participantes de los pree-minentes Seminarios de ArquitecturaLatinoamericana —SAL—, quienes le otor-garon en 1987, el primer Premio América,reconocimiento instituido como una formade distinguir a “aquellos arquitectos del‘continente’ que hubiesen realizado apor-tes extraordinarios al fortalecimiento de lapropia identidad cultural…” (EdicionesSumma et al.,1991: 36).

Este cruce de miradas sobre la obra deBarragán apunta a una serie de inquietu-des propias de la década y del ámbito lati-noamericano. En el contexto internacional,desde los años 1960 habían comenzado acuestionarse varios de los paradigmas dela arquitectura del Movimiento Moderno y,más aún, en la década de 1980 habíancomenzado a irrumpir en el panoramaarquitectónico diversas corrientes engloba-

das bajo el nombre de “postmodernas”.¿De qué manera habían sido recibidas enel contexto de América Latina estas elabo-raciones críticas del ámbito internacional?A juzgar por los criterios con los que seestableció el Premio América, los críticosparticipantes de los Seminarios deArquitectura Latinoamericana apostabanpor una arquitectura que hiciera aportesal fortalecimiento de la identidad cultural,emparentándose así, en cierta medida,con las corrientes regionalistas propuestaspor teóricos como Kenneth Frampton.Pero cuáles fueron realmente los puntosde contacto entre estas posturas teóricas,y por qué se estaba esgrimiendo la nociónde “identidad” a una pretendida escala“continental”. Para acercarnos a estasinterrogantes, este artículo pretendeexplorar los discursos latinoamericanistasque se generaron en los SAL de 1985,1987, 1989, 1991 y 1993, a partir de lareconstrucción del estado del debate sobrelas nociones de identidad y modernidad yregionalismo, de la manera en que fueronplanteadas por algunos de sus participan-tes en diversas conferencias y publicacio-nes de arquitectura de aquellos años.

Dependencia, relación centro-periferia eidentidad cultural

En el contexto latinoamericano, el ámbitodel debate arquitectónico fue dinamizadodesde la década de 1970, en buena medi-da, a partir de la creación de plataformasde discusión como las Bienales deArquitectura. En 1973 se instituyó laBienal de Arquitectura de São Paolo, en1977 la Bienal de Arquitectura yUrbanismo de Chile, en 1978 la BienalPanamericana de Quito y en 1976 laBienal Internacional de Buenos Aires. Ymuchos de quienes estuvieron detrás de laorganización de estos eventos fundaron en1985, los Seminarios de ArquitecturaLatinoamericana, conocidos popularmentecomo los SAL 3 (figuras 1-2).

Los primeros integrantes de estos encuen-tros fueron Marina Waisman, RamónGutiérrez, Pedro Murtinho, PedroBelaúnde, Joaquim Gedes, SeverianoPorto, Enrique Browne, Mariano Arana,Rogelio Salmona, Abraham Zabludovsky,Ruth Verde Zein, y Juvenal Baracco. Elprimer encuentro se desarrolló de maneracasi espontánea y paralela a la BienalInternacional de Arquitectura de BuenosAires en 1985, y a partir de ese momento,estas reuniones se han ido convocandobianualmente en Argentina, Colombia,México, Chile, Venezuela, Brasil, Perú,Puerto Rico, Uruguay y Panamá (figura 3).

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Figura 2. MatildeVillegas, GloriaInés Arias, EnriqueBrowne, RogelioSalmona,Humberto Eliash,Ramón Gutiérrez,Jorge y LauraMoscato, entreotros, en el III SALen Manizales,1987. ArchivoCentro Documen-tación ArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

Figura 3. GustavoMedeiro, MarinaWaisman, JorgeZingoni y SergioTrujillo asisten a unade las sesiones delVI SAL en Caracas,1993. Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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Así, los SAL de la década de 1980 agluti-naron a un grupo de arquitectos, quienesdesde una “mirada propia” y una “escalalatinoamericana” fueron los catalizadoresde una serie de debates en los que estosprofesionales y académicos se abocaron ala tarea de reconocer personajes, ideas yrealizaciones que permitiesen comprenderla complejidad de la “cultura arquitectóni-ca latinoamericana”, tanto al interior comofrente al panorama mundial, y que permi-tiesen dilucidar los nuevos caminos de suarquitectura.4

Cuando se analizan las mesas de discu-sión y conferencias presentadas en los pri-meros SAL, resulta relativamente fácilidentificar los temas de interés principa-les. Por un lado, se mencionó reiterativa-mente el contexto sociopolítico de aquelentonces, se promovió la existencia de unaidentidad cultural diferenciada y la necesi-dad de una mayor integración regional. Enel ámbito arquitectónico, dichos discursosprodujeron un renovado interés por lacaracterización de “lo latinoamericano” dela arquitectura, así como un intento defortalecimiento de los canales de difusiónde su cultura arquitectónica. Como loexpresaba el argentino Ramón Gutiérrez,una renovada “conciencia continental”asumida en aquellos años, propuso comoeje de reflexión fundamental la necesidadde “recobrar la identidad en tiempos deglobalización” (Gutiérrez, 2011) (figura 4).

Enrique Browne, en la conferencia quepresentó en el III SAL de 1987 enManizales (Colombia) titulada Líneas con-temporáneas en América Latina, hizo unalectura del panorama económico y políticolatinoamericano, que a su criterio era pre-ciso comprender para acercarse a la pro-ducción arquitectónica contemporánea dela región. Así, desde 1970, factores comola distribución inequitativa del ProductoInterior Bruto, la aceleración de la urbani-zación y concentración metropolitana y elincremento del desempleo y subempleo,derivaron en la década de un incrementodel déficit de vivienda y servicios urbanos,y en un crecimiento explosivo de los asen-tamientos irregulares en las grandes ciu-dades 5 (Browne, 1987:5).

Según Browne, a todo esto había quesumarle las tensiones y crisis políticas querecorrían la región latinoamericana desdefines de la década de 1960. En México, loshechos de Tlatelolco6 habían derivado encambios políticos de importancia, mien-tras que en otros países se sucedían golpesmilitares: Brasil, Argentina, Chile yUruguay. Así, los primeros años de la

década de 1980 fueron de “convulsióngeneralizada”. Los países bajo regímenesrepresivos reclamaron su redemocratiza-ción, e inclusive los países que habíanmantenido sus formas democráticas comoColombia, México y Venezuela se vieronsacudidos por la crisis regional. (Browne,1987:5) (figura 5).

En este sentido, cabe recordar que la déca-da de 1980 en América Latina ha sidodenominada en el campo de la economíacomo ‘la década perdida’—. En aquelladécada, se percibían fácilmente las preo-cupaciones fundamentales que concentra-ron la atención socioeconómica y política.Por un lado, la “esperanza” y “angustia”

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Figura 4. El III SALde Manizales inter-pretado porHumberto Eliash,1987. ArchivoCentro Documen-tación ArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

Figura 5. Ponenciade Enrique Brownepresentada en el IIISeminario deArquitecturaLatinoamericana,Manizales, Colombia1987. Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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que concitaba la democracia, “su instaura-ción, recuperación, consolidación, profun-dización, dificultades, precariedad, sueventual fracaso.” Las crisis económicas ysociales afectaron en mayor o menor medi-da toda la región, con sus manifestacionesmás visibles: la deuda externa y las políti-cas de ajuste paliativas que habían “asola-do” casi por una década a Latinoamérica(Sunkel, 1991:3).

El periodo de dictaduras militares, ademásde los giros en las estrategias económicasy crisis políticas, había traído consigo unaislamiento cultural que tuvo repercusio-nes en el ámbito arquitectónico. El arqui-tecto argentino Jorge Moscato, en una eva-luación sobre la trayectoria crítica de losSAL realizada en 1991, sostenía que laarquitectura latinoamericana en la décadade 1980 había sido de “extrema debilidad”para el caso de Argentina, de “aislamiento”en Uruguay, y de “retraso” teórico paraBrasil (Moscato,1991: 2). El editorial de larevista chilena ARS No 11 de 1989, 7 resul-taba también bastante explícito al respec-to: “Luego de dieciséis años de dictadura,nuestro país se encamina hacia la recupe-ración de la democracia. Suponemos queesta importante transición naturalmentenos facilitará una mejor integración políti-ca y cultural en el acontecer latinoameri-cano (…) este retorno generalizado a lademocracia en nuestro continente, unido alos avances producidos en los últimosaños en la discusión y difusión de nuestraarquitectura, generará una positiva con-centración de voluntades y energías defecundas consecuencias” (Cristián Boza etal., 1989: 7). Los procesos democratizado-res que experimentaron estos países defi-

nieron agendas políticas y planes económi-cos que esgrimieron la retórica latinoame-ricanista como una de las estrategias queles permitirían hacer frente a los desafíoseconómicos y culturales. En estos foros seacentuó la percepción de que esta anhela-da “integración latinoamericana” —aun-que directamente vinculada a una instan-cia económica y política—, debía serampliada hacia el ámbito de la cultura,para fortalecer la construcción de unaidentidad regional y sus medios de expre-sión. Así, si se entendía a la arquitecturacomo una producción cultural más, estabapor lo tanto directamente comprometidacon la construcción de este “proyecto lati-noamericano”. Buen ejemplo de ello fueronalgunas aseveraciones de miembros líde-res de estos encuentros expresadas enconferencias y artículos publicados enrevistas de arquitectura, como las delcolombiano Rogelio Salmona y los argenti-nos Ramón Gutiérrez y Marina Waisman.

En el III Encuentro de 1987, llevado a caboen Manizales, Colombia, Salmona afirma-ba que “no sólo en el campo de la políticay de la economía es necesaria la ayuda ysolidaridad entre los países deIberoamérica, sino también y principal-mente en el área de la cultura ”. (Salmonaen Ediciones Summa et al.,1991: 28) Porotro lado, Gutiérrez manifestaba en el dis-curso de apertura que era necesario elcompromiso de los arquitectos con unaarquitectura que respondiera a los reque-rimientos sociales: “(…) personalizar nues-tra tarea como contribución desde elcampo de la arquitectura al horizonte cul-tural común de los americanos” (Gutiérrez,1987).

De manera similar, en un artículo publica-do en 1988 en la revista A&V Monografíasde Arquitectura y Vivienda No.13, MarinaWaisman sostenía que una “nueva con-ciencia regional” y una “creciente actividadteórica” constituían indicios de queAmérica Latina afianzaba su identidadcultural, y de que sus arquitectos se esfor-zaban“(…) por mejorar una realidad socio-lógica cuyas deficiencias trascienden elcampo de la edificación para situarse en laesfera más amplia del desarrollo social”(Waisman, 1988:36) (figura 6).

Para el caso de Argentina, Waisman men-cionaba también un componente políticocomo génesis de aquellos discursos pro-latinoamericanos. En 1993 llegó a afirmarque“aires de latinoamericanidad” se respi-raban en Argentina luego del conflicto delas islas Malvinas. Los argentinos, tradi-cionalmente “volcados hacia los países del

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Figura 6. “La chivade la identidadarquitectónica latino-americana.” AficheIII, Encuentro deArquitecturaLatinoamericana.Manizales. ArchivoCentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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llamado Primer Mundo (…) descubrierondolorosamente que ese mundo les daba laespalda, en tanto que se revelaba la genui-na solidaridad de los países latinoamerica-nos”. (Waisman, 1993) Como afirmabaWaisman, esta situación había alentado ala revista argentina Summaa dedicar elnúmero 212 a la Arquitectura enIberoamérica”, con el propósito dedifundirobras y arquitectos hasta el momento des-conocidos8 (figura 7).

El arquitecto Alberto Saldarriaga tambiénaludió a estos “aires de latinoamericani-dad” en su conferencia presentada en elSAL de 1989. Definió América Latina comoun lugar de enunciación común construi-do entre variables culturales, históricas,políticas y de subdesarrollo y dependenciaeconómica y cultural. Para él, no solo ladependencia “amarra a los países a poten-cias que abierta y subrepticiamente losmantienen dentro de sus esferas de domi-nio”. El vínculo era subyacente comoparte de una geografía y de una historiacomún, “que desembocó en un presentecuya realidad exige más que nunca diluci-dar conscientemente las opciones del futu-ro”. (Saldarriaga, 1987:6) (figura 8).

En medio del evidente malestar por la tra-dicional relación de dependencia cultural—además de la económica y política—hacia los países del primer mundo, losarquitectos participantes de los primerosSAL apelaron continuamente a la noción“centro-periferia” en un intento discursivode subvertir estas relaciones de poder.Esta demandaba un compromiso con elconocimiento de una cultura arquitectóni-ca latinoamericana “propia” versus la

adopción indiscriminada de las produccio-nes teóricas y arquitectónicas “foráneas”.

En el primer seminario de 1985, MarinaWaisman opinaba que era necesario aban-donar el sentimiento de ser periferia quegira alrededor de un centro, “puesto queesta relación centro-periferia era unaconstrucción subjetiva (…) nos sentimosperiferia porque vemos un centro fuera denosotros (…) no es posible ni necesarioconvertirse en el centro del mundo. Pero síes posible convertirnos en el centro denosotros mismos.” (Waisman, 1985, enEdiciones Summa et al.,1991:7) En estesentido, esta autora sostenía que AméricaLatina contaba con una producción decalidad que avalaba esta intención. En unartículo publicado en la revista Summasobre el desarrollo del III SAL afirmaba: “sevio de pronto que en nuestros países exis-tía una base de creatividad orientada posi-tivamente, rica y variada, que daba por tie-rra con cualquier hipótesis de retraso cul-tural”. (Waisman, 1989, en EdicionesSumma et al.,1991: 28)

Y no era la única que expresaba esta opi-nión. Los arquitectos convocados a lamesa redonda del primer encuentro que secelebró en 1985 en Buenos Aires—enparalelo a la Bienal Internacional deArquitectura—, manifestaban el deseo deconocer la obra realizada por sus colegaslatinoamericanos. Esto, en un momento enel que, en el ámbito académico y profesio-nal, el interés predominante se orientabahacia las publicaciones y eventos de arqui-tectura internacionales, que resultabanpor lo tanto, de peso determinante en laorientación de las tendencias locales. 9

En opinión de estos autores, era compren-sible que las plataformas de divulgación

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Figura 8. “SobreHéroes o tumbas.”Magazine Dominical,Bogotá. Mayo ,1987.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

Figura 7. “PensarLatinoaméricadesde acá.”Clarín, BuenosAires, sábado 24de abril de 1993.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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internacionales no prestaran demasiadaatención a América Latina, pero eraimprescindible que los latinoamericanosfueran capaces de crear “también” espa-cios de discusión y difusión de la arquitec-tura construida en la región.

A partir de este sentir pro-latinoamerica-no, de la validación de sus expresionesculturales y del deseo de conocersemutuamente, las ideas transitaban del par“centro-periferia” hacia la noción de identi-dad, que apelaba al par “universal-local”para definir sus formas de diferenciación.

En la mesa redonda celebrada en el I SALde 1985, Assis Reis, arquitecto brasileñofundador del Centro de Identidad Culturalde la ciudad de Salvador de Bahía, opina-ba que en el núcleo de las preocupacionesde América Latina estaba el tema de laidentidad. Ante la pregunta “¿quésomos?”, Reis acotaba una respuestabasado en características comunes: unaubicación geográfica común, un pasadocolonial superado con la declaración de laindependencia y conformación republica-na, y una abultada deuda externa.Además, la importación de ideas y adop-ción de modelos de desarrollo económicossimilares. (Assis Reis, 1985, en EdicionesSumma et al.,1991: 16).

Años más tarde, Rogelio Salmona propusouna fórmula análoga para definir “lo lati-noamericano” en la conferencia que pre-sentó en el IV SAL, titulada Una reflexióncomo arquitecto latinoamericano. En suopinion, el interés en una “arquitectura

propia” era una alternativa a la imitaciónde modelos arquitectónicos importados yde identificaciones superficiales con“ismos” de moda. Sostenía que sin aislarsede las corrientes contemporáneas, eranecesario reconocer que “lo americano”aún no había sido asumido. Entonces, ese“mirar” hacia los valores y elementos enri-quecedores de “nuestra cultura” no consti-tuía una exacerbación de lo regional, o unregionalismo que rechazara lo internacio-nal en busca de una identidad perdida,sino una responsabilidad como “arquitectolatinoamericano” por dotar de contexto a laarquitectura (Salmona, 1989: 13).

Rogelio Salmona era un arquitecto colom-biano con una larga trayectoria en el pro-yecto y la construcción, que había trabaja-do ocho años en el estudio de LeCorbusier. Imbuido por este deseo de con-ciencia de latinoamericanidad, Salmonaafirmaba que empleaba el ladrillo en susproyectos como una forma de interpreta-ción del material constructivo por excelen-cia en su país. Opinaba que este materialno había sido explorado y que su uso teníauna explicación coherente y una justifica-ción social, histórica, técnica y estéticainnegable.

Junto con Rogelio Salmona, la obra delingeniero uruguayo Eladio Dieste era con-siderada uno de los ejemplos paradigmáti-cos de arquitectura contemporánea consentido de identidad de aquellos años. Aligual que otros asiduos participantes delos SAL, como los chilenos CristianFernández Cox y Enrique Browne, Dieste ySalmona aportaban a reflexiones a estosdebates no sólo desde el debate teórico ycrítico —como Marina Waisman, RamónGutiérrez, Silvia Arango o Hugo Segawa—,sino desde una obra que empleaba el ladri-llo como material estructural, ampliamen-te reconocido y desarrollada a lo largo casicuarenta años en Uruguay, Brasil,Argentina y España.

En una conferencia presentada en el VISAL de 1993, Dieste reflexionaba que laconstrucción de una arquitectura nacio-nal, no debía establecerse como programaa priori, sino como una reflexión sobre lasposibilidades de los materiales y técnicasconstructivas locales, de manera con-gruente con el medio. Al igual queSalmona, atribuía a la arquitectura con“sentido de identidad” un valor moralizan-te, un deber ser como “arquitecto latinoa-mericano” (Dieste, 1993: 2) (figura 9).

Así, la identidad latinoamericana se plan-teaba el camino hacia donde mirar para

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Figura 9.Conferenciasmagistrales pre-sentadas en el VISeminario deArquitecturaLatinoamericana,Caracas,Venezuela. 1993.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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encontrar las soluciones a los desafíoscontemporáneos, y en donde subvertir estaincómoda relación centro-periferia, en laque América Latina parecía llevar la peorparte: apropiación acrítica de lo foráneo, eldesconocimiento de lo propio y la incapaci-dad de adaptar a las condicionantes loca-les las acertadas formas de apropiación dellenguaje del Movimiento Moderno y delEstilo Internacional, que los arquitectos dedécadas anteriores habían conseguido con tanta maestría.

Estado del debate entre Identidad ymodernidad.

En su libro El interior de la historia: histo-riografía arquitectónica para el uso de lati-noamericanos (1990), Marina Waismanafirmaba que el significado de la moderni-dad estaba en el centro mismo de losdebates teóricos latinoamericanos, sinembargo se cuestionaba: “¿no sería ya elmomento de abandonar definitivamente laideología de la modernidad? ¿no sería ya elmomento de aceptar plenamente las con-secuencias del paso a la cultura posmo-derna?” (Waisman,1990: 141) (figura 10).

Estas interrogantes, planteadas porMarina Waisman, permiten dilucidar elprotagonismo que adquirió en el contextode la posmodernidad y la reformulacióndel concepto de modernidad que hicieronlos SAL para el ámbito latinoamericano. Apartir del III SAL, los objetivos propuestosen estos encuentros se orientaron a cons-

truir un marco teórico sobre la relaciónidentidad-modernidad, una tarea a lo quese dedicaron con ahínco principalmenteCristian Fernández Cox, Enrique Browne yMarina Waisman. El regionalismo deKenneth Frampton encajaba con aqueldeseo de revalorizar “lo local” frente a losprocesos de globalización mundial, por loque el eje “modernidad-apropiada regiona-lismo-crítico” fue un tópico reiterado dediscusión.

En el IV SAL de 1989 en Tlaxcala, México,Waisman presentó una conferencia en laque analizaba las propuestas teóricas deCristian Fernández Cox y Enrique Brownesobre identidad y modernidad y la nociónde regionalismo presentada por KennethFrampton. Al año siguiente dedicó elnúmero 134 de la revista Summarios aldossier Identidad y modernidad, en el quepublicó el estado de estos debates en elseno de los SAL. Este número contó concolaboraciones de los brasileños HugoSegawa, Carlos Eduardo Comas, loscolombianos Silvia Arango y Carlos Niño, ylos argentinos Marina Waisman y AdriánGorelik.

Además, la revista chilena Arquitecturasdel Sur también publicó un número simi-lar en 1989, titulado Regionalismo yModernidad Apropiada, en el que se repro-dujeron varias ponencias presentadas enel SAL de aquel año. Estos documentos, ylas presentadas por Antonio Toca yFernández Cox permiten reconstruir eltono de las discusiones en torno al ejeidentidad-modernidad-regionalismo que

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Figura 11. Portadarevista Arquitecturasdel Sur, No, 14, AñoVI, 1989. Fuente:Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

Figura 10. “Tiempolatinoamericano.”Arquitectura Hoy.Caracas, sábado 24de abril de 1993.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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tuvieron lugar en el ámbito de los SAL(figuras 11 y 12).

Cristian Fernández Cox opinaba que lamodernidad como noción cerrada era váli-da en sociedades que habían experimenta-do una modernidad ilustrada y, en ciertomodo, parecían estar culminando esaexperiencia y realizando una introspecciónautocrítica sobre la posmodernidad. Así,mientras las sociedades desarrolladas semodernizaron por endogénesis de su pro-pia historia, en el caso de América Latinase dio una especie de “modernidad a pre-sión”, desde “afuera”, vinculada a la ideade progreso económico y no de las estruc-turas sociales en su conjunto. Por lo tanto,para este autor, la noción de posmoderni-dad resultaba ajena a la realidad latinoa-mericana, puesto que constituía en una“experiencia inseparable de la culminaciónde las vivencias de la modernidad ilustra-da en sociedades desarrolladas, algo sus-tantivamente diferente y ajeno de los acon-teceres nuestros” (Fernández Cox, 1993:11).

Waisman proponía un planteamiento simi-lar, partiendo de la idea de que AméricaLatina no había sido nunca moderna, nocabía hablar de una posmodernidad en elmismo sentido que lo estaban planteandoautores del primer mundo —especialmentefranceses, ingleses y estadounidenses—.10

Sin embargo, atribuía ala cultural actualdel pensamiento posmoderno, un“viraje”de la sociedad quehabía permitido elderrumbe de los modelos vinculantes y la aceptación del pluralismo, lo que había

permitido visibilizar y poner en valor arqui-tecturas consideradas hasta entoncesperiféricas, como la latinoamericana(Waisman,1989: 10).

En la misma línea argumentativa,Fernández Cox opinaba que no se podíadesconocer, que el “espíritu posmoderno”constituía un desafío y “oportunidad apa-sionante” para los arquitectos de paísesdel tercer mundo en la creación de arqui-tecturas apropiadas a las peculiaridadeslocales de las diversas culturas, frente al“flujo homogeneizante de la civilizaciónuniversal” (Fernández Cox,1984: 16).

Se entendía entonces, que era necesarioponer en valor los atributos del entornocercano, las potencialidades de las pro-puestas locales y conciliar las diferenciasentre modernidad e identidad, más aun,cuando, como lo expresaba MarinaWaisman, los problemas políticos y socia-les enfatizaban las diferencias entre lospaíses latinoamericanos y los países emi-sores de formas posmodernas (Wais-man,1990a: 17),

Fernández Cox resolvía esta relación iden-tidad-modernidad a partir de su construc-ción teórica sobre una “modernidad apro-piada”. Para este autor, la modernidaddebería considerar las especificidades delos pueblos que la experimentaban y suscircunstancias históricas contemporáne-as. Así, para el caso específico de AméricaLatina entendía esa “apropiación” bajo untriple sentido: la modernidad era ‘apropia-da’ en tanto que “adecuada” a la realidadlatinoamericana, capaz de albergar lariqueza y diversidad en su conceptualiza-ción; “apropiada” en cuanto que se hacía“propia”, mediante la asimilación de ideas,ciencias, técnicas y modelos de maneraselectiva y conveniente a la situación lati-noamericana; y finalmente, ‘apropiada’ enel sentido de “específica”, o sea, como res-puesta creativa a situaciones particulareslatinoamericanas (Fernández Cox,1993:13-14).

La modernidad apropiada propuesta porFernández Cox tuvo amplia acogida entrelos participantes de los SAL. El arquitectoargentino Roberto Fernández, en el artícu-lo “Propiedad y ajenidad en la arquitecturalatinoamericana” publicado en 1988 en larevista ARS No.10, recuperaba la idea deque la arquitectura era una disciplinacapaz de contribuir al desarrollo social, ydefinía además, lo que en su opinión erauna “arquitectura apropiada”:“(…) plura-lista y diversamente adaptada las enormesdiferencias regionales en lo ambiental y

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Figura 12. Portadarevista Summarios,No 134, 1989.Marzo/ Abril 1990.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL

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Izquierda. Figura 13.Portada Revista ARS,No 10, mayo 1988.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

cultural, lúcida en su pertenencia a lascorrientes internacionales y por lo tantosegura de sus elecciones y apropiaciones yreferencias…” (Fernández,1989: 23) (figu-ras 13 y 14).

Enrique Browne también dedicó amplioespacio a la reflexión sobre la antinomiamodernidad e identidad. En su reflexiónsobre el Espíritu del tiempo y el Espíritudel lugar, que había presentado en variasconferencias en los SAL y en su libro Otraarquitectura en América Latina (1988),Browne proponía que identidad y moderni-dad no debían ser conceptos contrapues-tos si se conseguía conciliar las culturaslocales, a lo que el llamaba “Espíritu dellugar”, con los avances tecnológicos y cien-tíficos del mundo desarrollado “Espíritudel tiempo”. Esta tensión creaba una dia-léctica que permeaba la evolución de laarquitectura desde los años de 1930 enadelante, lo que para Browne era evidenteen la obra de “pioneros” como VillagránGarcía en México, de Lucio Costa enBrasil, Sergio Larraín en Chile, y en ejem-plos recientes, como en la obra de LuisBarragán, Eladio Dieste o Rogelio Salmona(Browne, 1991: 27).

En esta tensión entre “lo universal” y “lolocal”, entre el proceso de homogenizaciónque dominaba la cultura de la época y lanecesidad de consolidar una identidad,Waisman sostenía que la noción de“región” era más adecuada que la de “cen-tro-periferia”, porque situaba la cuestiónen un terreno neutral. La noción de regiónera una unidad cultural entre otras, por lotanto se regía por sus propias pautas y noreconocía “centro” alguno al cual subordi-nar su producción.

El regionalismo crítico de KennethFrampton encajaba con aquel deseo deva-lorizar “lo local” frente a los procesos deglobalización mundial, por lo que fue una

teoría muy discutida en los SAL. Así loponía en evidencia el brasileño HugoSegawa, en el artículo escrito para la revis-ta brasileña Projeto titulado As orelhasquentes de Frampton, en el que reseñó eldesarrollo del IV SAL de 1989. Allí afirma-ba, con cierto humor, que el regionalismo-crítico había sido una teoría “tan contesta-da y rebatida como las recetas que elFondo Monetario internacional deja en lospaíses que visita”. (Segawa, 1989: 132) Alrespecto, Fernández Cox opinaba porejemplo, que el regionalismo difería de lovernáculo o folclórico y sugería que erauna fertilización cruzada entre cultura,por una parte, y civilización universal, porla otra, “el regionalismo florece esporádica-mente entre las grietas culturales que arti-culan de modos inesperados los continen-tes de Europa y América”. (Fernández Cox,1989: 16) De manera similar, Antonio Tocatambién expresaba que entre las diversasinterpretaciones de la arquitectura moder-na o internacional que había traído consi-go el Posmodernismo, la alternativa másacertada la ofrecía el regionalismo crítico.Para él, esta tendencia trataba de respon-der, con un uso moderno de los materialesy técnicas locales, a las condiciones socia-les, culturales, climáticas del lugar oregión donde se produce, y aparecía comouna alternativa “creativa e independiente”con posibilidades para gestar una arqui-tectura adecuada a su medio (Toca, 1988:24).

Sin embargo, Waisman opinaba que lapropuesta regionalista de Frampton eradistinta a la que planteaban estos teóricoslatinoamericanos. Para Frampton, lasarquitecturas que intentaban una mayorexpresión de lo local, eran calificadas como“resistentes”; y esto, a criterio deWaisman, correspondía a una visión desdeel “centro”, que obedecía a la voz de un crí-tico ajeno a otras realidades, puesto queimplicaba una actitud pasiva, desencanta-

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Derecha. Figura 14.Portada Revista ARS,No 11, julio 1989.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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da y reaccionaria. Por el contrario, lanoción de “región” de los arquitectos lati-noamericanos, en su opinión, se tratabade una arquitectura “divergente”, que con-sistía en buscar caminos hacia la confor-mación de una cultura arquitectónica ori-ginal, en una posición eminentementeactiva y que, por lo tanto, debería ser con-siderada como “vanguardista” y no como“resistente”; una palabra que, parraWaisman, tenía connotaciones de retrasofrente a las propuestas de avance y que,además, no tenían nada que ver con la rea-lidad del ámbito latinoamericano.

“Los latinoamericanos son ‘vanguar-distas natos’, porque nos dirigimos másfácilmente hacia el futuro que hacia elpasado. La nostalgia no es nuestro fuerte.Cuando intentamos revivir el pasado,logramos a lo sumo, inventar una imagencinematográfica de un pasado inexistente(como el neocolonial o californiano). Eso,sin hablar de los cultivadores de la nostal-gia ajena. Pero esa verdadera nostalgia quehace añorar un pasado ‘que siempre fuemejor’ no suele tener adeptos en estos pue-blos que mantienen viva la fe en el progre-so, un progresoideologizado que nos fueinoculado junto al virus de la moderni-dad”. (Waisman, 1989: 9)

Para Browne y Fernández Cox, las reflexio-nes sobre una “modernidad apropiada” sereferían, por un lado, a una arquitecturaque conciliase los atributos geográficos ytecnológicos, y por otro, a una reformula-ción de la noción de “modernidad” y la ide-ología de “progreso” que llevabaimplícita. Para ambos autores, lamodernidad en el contexto latinoa-mericano debía ser concomitantecon la historia y a las costumbres“locales”. Para Waisman, una“región” se entendía a través de lasrelaciones que se establecían entreellas, y quedaba definida por lamanera particular en que hubieraconseguido fusionar los fenóme-nos universales con las caracterís-ticas locales. En definitiva, conuna aproximación regionalista,tanto la crítica como la historiadebían poner en relación a laarquitectura con su medio de pro-ducción. Desde esta lógica, porejemplo, la obra de Eladio Diestepodría haberse considerado tanavanzada tecnológicamente comola de Norman Foster, porque cadauna de ellas respondía a las tecno-logías del medio en que había sidoproducida y conceptualizada(Waisman, 1990).

“Encrucijadas” latinoamericanas

Si bien la propuesta de una “modernidadapropiada” y su defensa de las arquitectu-ras regionales 11 tuvo amplia acogida en elseno de los SAL, también tuvo algunosdetractores o escépticos. El número 134publicado en 1990 por la RevistaSummarios, dirigida por Marina Waisman,reprodujo dos artículos escritos por HugoSegawa y Adrián Gorelik, que presentabanvisiones bastante críticas a estos discursoslatinoamericanistas de sus colegas (figura15).

En su texto, Segawa argumentaba que,aunque el término regionalismo habíacomenzado a tomar fuerza dentro delámbito europeo y norteamericano en ladécada de 1980 como contrapunto alMovimiento Moderno ortodoxo, ya llevabapresente desde la primera mitad del sigloXX, cuando se discutía sobre el “neoempi-rismo escandinavo” o el “Bay Region Style”norteamericano. Sin embargo, hasta losaños ochenta del reconocimiento del regio-nalismo no había contemplado arquitectu-ras de otras latitudes como la musulmana,oriental o tropical. Teniendo en cuenta loanterior, Segawa consideraba que estavaloración del los ‘exotismos’ coincidía conla búsqueda de salidas para el agotamien-to cultural (Segawa, 1990: 27).

Por otro lado, argumentaba que enAmérica Latina también se estaban con-templando oposiciones entre términoscomo “metrópoli” y “colonia”, “desarrollo” y

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Figura 15.“Encrucijadas latino-americanas.” BuenosAires, sábado 24 deabril de 1993.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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“subdesarrollo” y “centro” y “periferia” enel campo específico de la arquitectura, quetenían su fundamento en la Teoría de laDependencia adoptada en los programaspolíticos de modernización de los paísessubdesarrollados.12 Así, esas paradojashabían nacido del entendimiento de dife-rencias esenciales entre sociedades hege-mónicas y periféricas, a raíz de las cualesel origen de nuestros males está en los paí-ses centrales y el capitalismo internacio-nal.

Así, para Segawa era recurrente en losdebates de los SAL la idea de que AméricaLatina importaba ideas producidas en loscentros —refiriéndose a Europa y losEstados Unidos como centros de produc-ción académica y profesional—, que esta-ban fuera de contexto en el ámbito latino-americano. Aunque opinaba que era undiscurso cargado de buenas intenciones,derivaba de la lógica propuesta por laTeoría de la dependencia, por lo que erapreciso discernir cuáles era las actitudesideológicas, “ los saberes consumados” enel reconocimiento de una arquitectura lati-noamericana (Segawa, 1990: 30).

Pocos años después, Francisco Liernurcoincidiría con estas afirmaciones deSegawa en su artículo “Civilización o bar-barie”, publicado en 1993 a propósito deldesarrollo del VI SAL, que se llevó a caboen Caracas, Venezuela. Allí opinaba quevarios arquitectos con frecuencia selamentaban sobre a imparable difusión denormas estéticas y teóricas de origen inter-nacional, y solían sugerir que ese fenóme-no era producto de “ una suerte de complotoriginado en los países centrales y dirigidoa disolver nuestras raíces y hacernos débi-les con el objeto de dominarnos.” ParaLiernur, si bien “algunos se verían compla-cidos de tener tanto poder”, afirmaba que“atribuir los que ocurría en América Latinaa algún malo de la película era exageradoy erróneo.” A su criterio, un consumomasivo de esas normas y la generaciónsimultánea de rupturas y alternativasconstituían dos partes de un mismo pro-blema: “una consecuencia general de lamodernidad, una relación entre las ten-dencias de igualación y abstracción y lasexpresiones individuales, la libertad y laparticularidad” (Liernur, 1993a).

Por otro lado, en el artículo “¿Cien años desoledad? Identidad y modernidad en lacultura arquitectónica latinoamericana”del argentino Adrián Gorelik, respondíacríticamente a la noción de “Modernidadapropiada” formulada por Fernández Cox.Para Gorelik este concepto operaba en tresniveles —el conceptual, el analítico y el

programático— que contenían erroresargumentativos importantes.

En el primer nivel, el conceptual, existíauna contradicción “indisoluble” entre lasdos partes de la categoría —modernidad yapropiada—, puesto que estas calificacio-nes tenían que ver con la búsqueda deexcepciones, ya que, a su criterio, “lo apro-piado” debía ser diferente de “lo moderno”,es decir, su excepción. De esa forma intro-ducía “furtiva y acríticamente” una visiónnegativa de la modernidad, entendidacomo una pérdida inevitable. Para Gorelik,lo que se teoriza como “ModernidadApropiada” no es mucho más que un gestode renuncia, la aceptación de un hechoque se considera tan fatídico como irrepa-rable (Gorelik, 1990: 33).

En el segundo nivel, el de la “ModernidadApropiada” como categoría analítica, loprimero que señalaba Gorelik es que enella cabía “toda la buena arquitecturahecha en Latinoamérica en el siglo XX dePedregales a Pedregullos (SIC)”, en referen-cia a dos de los más valorados proyectosde alojamiento y urbanización del conti-nente: el del Pedregal de San Ángel de LuisBarragán, en México D.F, y el del complejohabitacional de Pedregulho de AffonsoEduardo Reidy, en Río de Janeiro. ParaGorelik, esta circunstancia reducía lanoción de “apropiado” a las antiguasnociones de eficacia de una manera reduc-cionista.

Finalmente, para Gorelik el nivel progra-mático era el más débil de todos, precisa-mente porque era el que pretendía hacer laprincipal contribución: aportar nuevoscaminos para hacer arquitectura. Y adver-tía que Modernidad Apropiada solo servíapara definir hechos que hubiesen demos-trado su propiedad por sus resultados aposteriori. Argumentaba que, tanto enarquitectura, literatura o arte, era imposi-ble que las condiciones que los hicieron‘apropiados’ pudieran postularse estimu-larse o repetirse. Ponía como ejemplo elcaso de Lucio Costa, “quien hizo su magní-fica y apropiada arquitectura cortandopuentes con todas las convenciones y rei-vindicando a Le Corbusier, de un modoque en la actualidad podría acarrearle elmás absoluto repudio” (Gorelik, 1990: 34).

En definitiva, Gorelik expresaba que, ade-más de proponer una crítica operativa, laponderación de lo “apropiado” impedíaproporcionar parámetros para juzgar loque estaba sucediendo en ese precisomomento. Así, planteaba que lo propio noera algo que existiera en la historia, lanaturaleza o la tradición, esperando a ser

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interpretado o expresado en la arquitectu-ra y el arte, sino que era una construccióninaccesible al dualismo simplista de “lopropio” y “lo ajeno” (Gorelik, 1990: 38).

En este sentido, sostenía que es más útil elconcepto de transculturación que propusoFernando Ortiz en la década de 1940 enCuba, que posteriormente había utilizadoy ampliado el crítico literario uruguayoÁngel Rama. Ambos autores proponíanestimar los problemas derivados de losdiversos procesos de modernización, deforma que lo que distingue a la culturamoderna es que todas las fuentes cultura-les están en contacto y transformación.Como resultado, nadie duda que se produ-cen pérdidas, selecciones, redescubrimien-tos e incorporaciones, como operacionesconcomitantes que caracterizan la “plasti-cidad cultural”, a diferencia de la pasivi-dad de universos estancos “enfrentados”.

Marina Waisman contestó a este artículode Gorelik en el editorial de la misma revis-ta. Afirmaba que el ataque frontal contra elconcepto de Modernidad apropiada deGorelik era “curioso”, porque apoyaba sutesis justamente en los puntos que susten-tan aquel concepto: la validez de unaarquitectura que desea ser moderna, sinperder relación con su medio cultural.Además, sobre la afirmación de que se pre-tendía realizar una crítica operativa,Waisman afirmaba que la función de lateoría y la crítica era precisamente la dereconocer y valorar ciertos ejemplos y cier-tas direcciones en la práctica arquitectóni-ca, que esto implicaba un intento de orien-

tar, a su criterio era indudable, porque endefinitiva,era precisamente una de las fun-ciones de la crítica o “una de sus conse-cuencias inevitables”(Waisman, 1990b: 3).

Además de las posturas abiertamente con-trarias, algunos enfrentaban con ciertaambivalencia la pertinencia de una bús-queda de la identidad desde la reflexiónpuramente teórica, como cuestión centralpara el devenir de la arquitectura de laregión. El arquitecto argentino RafaelIglesia, en un artículo de prensa publicadoen 1989, hacía algunas reflexiones sobrelas ponencias expuestas en el IV SAL, yrecurrió a la metáfora del laberinto parareferirse a la búsqueda de la identidad cul-tural latinoamericana de estos encuen-tros. Por un lado, opinaba que moderni-dad, posmodernidad y dependencia salta-ban continuamente como minotauros quese espera encontrar y matar al término deaquel laberinto. Sin embargo, para Iglesiamas que la muerte de aquellos monstruos,era indispensable que a la necesaria refle-xión sobre “nuestra realidad y sus proble-mas”,se sumaba “la meditación del hacer”.(Iglesia, 1989) (figura 16).

Sin bien Iglesia reconocía, que la obra pre-sentada en aquel seminario por algunosarquitectos era un ejemplo magnifico deacción práctica —como la de los mexicanosCarlos Gonzales Lobo y Carlos Mijares, lolos chilenos Enrique Browne y FernándezCox—, al final de aquel seminario, pensa-ba que el laberinto continuaba siendo algosin escapatoria aparente. Y terminaba pre-guntándose si la retórica de la identidadno sería un discurso de palabras vanasque habrían de estrellarse contra la reali-dad dura, urgente e injusta de los latinoa-mericanos, que enfrentaban problemasemergentes como los déficits habitaciona-les en las grandes ciudades (Iglesia, 1989).

Aunque el tema de la identidad latinoame-ricana en la arquitectura se planteabacomo una salida optimista al panoramaarquitectónico contemporáneo, para elSAL de 1993, la brecha insalvable entreestos presupuestos ideológicos y la pro-ducción arquitectónica que ya mencionabaRafael Iglesia en 1989 se amplió. Las inte-rrogantes que planteó Rogelio Salmona ensu intervención en el SAL de 1989, parecí-an no encontrar respuesta en aquellosdebates teóricas: “Si en las ciudades lati-noamericanas todo puede suceder (…) lasnormas establecidas se rompen a cada ins-tante, vivimos lo extraordinario, lo sorpre-sivo, lo insólito. ¿Cómo estos hechos no sehan traducido en la arquitectura? ¿Es quelo real maravilloso de Carpentier solo es

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Figura 16. “ElLaberinto de la iden-tidad.” Clarín.Buenos Aires, vier-nes 21 de julio de1989. Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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válido para la vida cotidiana o para la fic-ción pero no para la arquitectura?(Salmona,1989: 18).

Francisco Liernur sostenía que, tras elencuentro de 1993, resultaba innegableque los esfuerzos teóricos de quienesintentaron vincular “lo propio” al exigentemundo de las demandas modernistas nohabían podido ir más allá del concepto de“carácter local”, como respuesta al clima,materiales y tradiciones particulares. ParaLiernur, la presencia “una vez más” delmaestro Eladio Dieste, y “una vez más” deTeodoro González de León, no hizo másque mostrar patéticamente que “a pesar dela supuestamente inagotable e innata cre-atividad latinoamericana, nada nuevohabía ocurrido bajo el tropical sol.”(Liernur, 1993b) Para Liernur, una de lasvoces más críticas de estos encuentros,aunque los seminarios habían resultadoun paso importante y valioso hacia la for-mación de una comunicación reflexivasobre los problemas de la arquitectura dela región, pasado el gesto inicial, había queadmitir que tras la reunión de Caracas sehabía producido una importante inflexión(figura 17).

Luego de concluido el VI SAL de 1993, sellevó a cabo el siguiente seminario en laciudades de São Paulo y São Carlos enBrasil en 1995. Después de aquel año, seinterrumpió su realización bianual porúnica vez, para retomarse en 1999 en laciudad de Lima, Perú. De acuerdo a

Ramírez Nieto, en uno de los trabajos másrecientes publicados sobre el pensamientocrítico generado en los SAL, en 1995 secerraba una segunda fase en el desarrollode los debates teóricos propuestos, queestaba marcado por la desesperanza, duday necesidad de buscar nuevos sentidos aestos discursos latinoamericanos que paraalgunos participantes se sentían comopropuestas emocionantes pero ya cadu-cas. En Brasil, para este autor, se habíaasumido la “superación de los elementosque había inspirado inicialmente elencuentro en torno a la arquitectura con-tinental” (Ramírez Nieto, 2011:42).

Así, dependencia, crisis económica, deudaexterna, geografía común, memoria com-partida de un pasado colonial y/o prehis-pánico, y un deseo de revalorización de “lopropio” fueron los componentes de la bús-queda de una identidad latinoamericanaen aquellos debates. La noción de posmo-dernidad, tan discutida en aquellos años,había actuado como una noción altamentesugerente, que catalizó inquietudes comoel pluralismo, la fragmentación, o lamodernidad inalcanzada, y además, activóreflexiones sobre las características de laarquitectura moderna y contemporánealatinoamericana y las condiciones de suproducción.

Por otro lado, aquel “ethos” de la posmo-dernidad, llamó la atención sobre lasarquitecturas y teorías catalogadas hastaentonces como postmodernas, principal-mente el regionalismo crítico. Esto le con-firió a esta caracterización de lo latinoame-ricano la pauta específica de aquellosaños, con la introducción de categoríasanalíticas propias del regionalismo críticode Kenneth Frampton —su autor másinfluyente—, como lo universal local, y lanoción de región.

Sin embargo, para muchos de los arquitec-tos que asistieron a los Seminarios deArquitectura Latinoamericana celebradosentre 1985 y 1991, como los aquí citados,el discurso de lo latinoamericano era unaproblemática netamente arquitectónicaque, sin embargo, tenía orígenes y motiva-ciones que sobrepasaban el ámbito profe-sional. Además de estar suscrita a las ten-dencias regionalistas de la época del ámbi-to arquitectónico internacional, la necesi-dad de caracterizar la identidad latinoame-ricana en la arquitectura respondió tam-bién al contexto político y socioeconómicode aquella “década perdida” de los años de1980, en los que la tan mentada “latinoa-mericanidad” y el inagotable énfasis en la“dependencia” adquieren otro sentido. La

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Figura 17.“Un Sal con unsaludable saldo.”Clarín. BuenosAires. Sábado 22de mayo de 1993.Archivo CentroDocumentaciónArquitecturaLatinoamericana.CEDODAL.

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suspicacia que levantaban las ayudasextranjeras acrecentó en el imaginariopopular el convencimiento de que, parasolventar la crisis económica y social quelos aquejaba, tendrían que confiar enrecursos y medios propios. Así, identidad,integración y desarrollo parecían ir de lamano, y le conferían a esta búsqueda lolatinoamericano en la arquitectura, unsesgo propio del ámbito regional.

Independientemente de que el contextosociopolítico de la década de 1980 hayaquedado en el pasado y que, las consignaslatinoamericanistas y regionalistas sehubiesen considerado agotadas, la pro-ducción teórica al amparo de estas discu-siones es tan amplia, como lo demuestra lacantidad de libros y artículos citados hastaaquí, que, sin duda, constituyen un refe-rente inexcusable para cualquier estudio-so de la arquitectura latinoamericana delmomento. Las discusiones que se hanexpuesto en estas páginas, fueron exten-sas, complejas y llenas de matices, y engran parte herederas del tiempo en el quese gestaron. Sin embargo, es necesariomirar este capítulo del debate teórico lati-noamericano, como lo que fue, un momen-to histórico complejo, aunque apasionan-te, en el que los arquitectos latinoamerica-nos, por primera vez en mucho tiempo,caminaron juntos a través de un enredadoy confuso laberinto en busca de una iden-tidad propia.

Notas

1. Los mexicanos José Villagrán García, JuanO’Gorman, Enrique del Moral, Enrique Yáñez,Mario Pani, los brasileña italiana Lina Bo Bardi,los brasileños Roberto Burle Marx, Lucio Costay João Batista Vilanova Artigas, el venezolanoRaúl Villanueva. Al finalizar la década de 1990también habían desaparecido otros como losargentinos Amancio Williams y Marina Waismany el uruguayo Eladio Dieste.

2. En 1986, William Curtis comentaba entusiasta-mente la obra de Barragán diciendo que “hablarsimplemente de la fusión de regionalismo yEstilo Internacional, de lo vernáculo y LeCorbusier, es trivializar a Barragán: su estiloexpresaba un talante genuinamente arquetípicoen contacto con la vena trágica de la historiacultural mexicana” . (Curtis, 1986). KennethFrampton en la edición de 1981 de su libroHistoria crítica de la arquitectura modera nohacía ninguna referencia a Barragán, pero en lade 1989 incluía un repertorio de cinco de susobras en el capítulo “Regionalismo crítico: arqui-tectura moderna e identidad cultural”.(Frampton, 1989)

3. Las reuniones de 1985, 1986, 1987 y 1989 fue-ron calificados de “encuentros”. A partir de 1991adoptaron, ya para siempre, el nombre deSeminarios de Arquitectura Latinoamericana, olos SAL, nombre que se utiliza a lo largo de esteartículo para referirse a ellos.

4. El estado de la arquitectura en la región fue unapreocupación iniciada en la década anterior,

como lo demuestran investigaciones publicadasen aquellos años como América Latina en suarquitectura (1976) de Roberto Segre oPanorámica de la Arquitectura Latinoamericana(1977) de Gaspar Bayón y Paolo Gasparini, coe-ditado por la Unesco, que pretendía ser unaactualización de Nuevos Caminos de laArquitectura Latinoamericana (1969) deFrancisco Bullrich.

5. Enrique Browne citaba al economista chilenoHerrera, Felipe. 1985. Visión de América Latina(1974-1984). Madrid: Pehuén editores; y Portes,Alejandro. 1985. “Latin American class structu-res: Their composition and change during thelast decades.”, Latin American Research Review,vol 2. No.3: 7-39.

6. El movimiento estudiantil de 1968 fue un movi-miento social en el que además de estudiantesuniversitarios, participaron profesores, intelec-tuales y obreros que se manifestaron en laCiudad de México y quienes fueron violentamen-te reprimidos el 2 de octubre de 1968 por elgobierno de México en la matanza en la Plaza delas Tres Culturas en Tlatelolco, donde fueronasesinados un número aún desconocido de jóve-nes estudiantes. Diez días más tarde se inaugu-raron los Juegos Olímpicos de México.

7. El consejo editorial de esta revista chilena esta-ba formado casi en su totalidad por miembrosde los SAL. Entre ellos figuraban: MarianoArana, Silvia Arango, Juvenal Baracco, PedroBelaúnde, Guido Díaz, Tony Díaz, CristianFernández, Ramón Gutiérrez, Eolo Maia,Gustavo Medeiros, Rolando Moya, PedroMurtinho, Augusto Ortíz, Alberto Petrina,Edward Rojas, José Rosas, Rogelio Salmona,Bruno Stagno, Antonio Toca, Sergio Trujillo yRuth Verde Zein.

8. Summa 212, Arquitectura en Iberoamérica,mayo de 1985.

9. La arquitecta argentina Adriana Irigoyen resal-taba en una mesa de discusión celebrada en1993, que en Buenos Aires era más sencilloencontrar un ejemplar de la revista GA. GlobalArchitecture de Japón, que una publicación edi-tado al otro lado de los Andes o más al norte deRío Grande del Sur. (Irigoyen, 1993). De manerasimilar, Arana llamaba la atención sobre elhecho de que, mientras en la Bienal deArquitectura de Buenos Aires de 1985 el arqui-tecto colombiano Rogelio Salmona tuvo unpúblico de apenas 30 personas, Aldo Rossi oKenzo Tange contaron un auditorio de casi 2000asistentes (Salmona, 1985, en Summa et al.,1991: 14).

10. Esta afirmación muestra una influencia marca-da de Habermas y su conferencia “La moderni-dad un proyecto incompleto” que pronunció en1980 a propósito de haber sido galardonado conel Premio Adorno en Frankfurt. Habermas,Jurgen. “La modernidad un proyecto incomple-to” en Nicolás Casullo (ed.): El debateModernidad-Posmodernidad. Buenos Aires,Editorial Punto Sur, 1989. Pp. 131-144. En laponencia de Waisman en el IV SAL, publicadaen la revista Arquitecturas del Sur 14, cita aJünger Habermas, El discurso filosófico de lamodernidad, 1989; a Gianni Vattimo, El fin de lamodernidad; 1986; y a Jean François Lyotard,La condición posmoderna, 1986.

11. Enrique Browne en 1991 llegó inclusive a deno-minarla un nuevo movimiento. “Hasta elmomento han surgido varias designacionesposibles para nuestro movimiento. RobertoFernández ha hablado de ‘ModernidadPeriférica’, Cristian Fernández Cox de‘Modernidad Apropiada’, o de ‘Otra Modernidad’.Por su parte Marina Waisman ha sugerido elnombre de ‘Regionalismo Divergente’. AntonioToca habla de ‘Nueva Arquitectura’, y, posterior-mente yo adopté aquel de ‘Otra Arquitectura’.”(Browne,1991:33)

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12. La Teoría de la Dependencia fue una respuestateórica elaborada entre los años cincuenta ysetenta por científicos sociales a la situación deestancamiento socio-económico latinoamericanoen el siglo XX. Esta teoría proponía la dualidad‘centro-periferia’ para explicar que la economíamundial poseyese un diseño desigual y perjudi-cial para los países no desarrollados, a los quese les había asignado un rol periférico de pro-ducción de materias primas con bajo valor agre-gado, en tanto que las decisiones fundamentalesy los mayores beneficios se realizan en los paí-ses centrales, a los que se ha asignado la pro-ducción industrial de alto valor agregado.

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Artículo sometido a revisión pordos revisores independientes porel método doble ciego.

Fecha de entrega del artículo:14/04/15Fecha de aceptación: 07/06/15