Disputa y argumentación

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    Disputa y argumentacin en la escolstica colonial:Para una revaluacin de las artes disputandide los

    cursos de filosofa coloniales

    Eduardo Piacenza

    0. Introduccin

    En la Biblioteca Nacional de Venezuela hay dos manuscritos que corresponden a sendoscursos de filosofa profesados, en la universidad de Caracas durante el siglo XVIII, por AntonioJos Surez de Urbina y por Francisco Jos de Urbina. El Prof. ngel Muoz ha trascrito esoscursos, y ha traducido y editado el primero de ellos (Surez de Urbina 2000). Ambos cursos seinician con lo que puede verse como un resumen muy esquemtico de las artes disputandide laescolstica post-medieval europea1. Son codificaciones de una prctica que ocupaba, sin duda, unlugar importante en la vida universitaria colonial. Pero a partir de la Ilustracin, esa prctica fue,primero, acerbamente criticada y menospreciada; y luego, dejada de lado por los historiadores dela lgica como carente de de todo inters para la disciplina cuyo pasado procuraban rescatar.

    Como muestra de esa descalificacin podran citarse las palabras de Francisco Moreno yEscandn, el ilustrado bogotano, en su "Mtodo provisional de estudios para los colegios deSanta Fe de Bogot", de 1774:

    "Debiendo el maestro proceder por preceptos claros y metdicos, se abstendr cuidadosamente del

    mal mtodo introducido en nuestras escuelas, en que se acostumbre a disputar todas las materias con

    cavilaciones y sofistera intiles. Si a este mal mtodo se agrega la inutilidad de las materias introducidas en la

    Lgica, se conocer fcilmente el origen de las erradas ideas, que acompaan al estudiante por toda su vida.

    Como hasta ahora se ha tenido por til mxima la de corromper los entendimiento de los nios, obligndolos a

    silogizar desde las primeras lecciones y antes de stas, no fecundados con las ideas necesarias, ni dirigidas su

    mente con las reglas de las argumentaciones, se debe cortar este abuso, que es el origen de muchos males quedespus causa cada uno en su carrera; interpretando unos futilmente los textos sagrados y aplicndolos con

    impropiedad en los sermones, en los alegatos y discursos forenses, y valindose otros de vanos sofismas, aun en

    el trato y sociedad poltica" (Hughton 1990: 266)2.

    Universidad Catlica Andrs Bello (Caracas) y Universidad Simn Bolvar (Caracas).

    1Para una excelente presentacin de las artes disputatoriae post-medievales, vase (Angelelli 1970).

    2Sin perjuicio de que Moreno y Escandn est en lo cierto al rechazar una prctica anquilosada, y convertida en una suerte de

    ritual esotrico, hoy alguien podra decir que lo que l reclama tampoco va por el buen camino, pues la lgica utens est

    conceptual y pedaggicamente antes que la lgica docens. Y, parafraseando un dicho famoso, podra tambin aadir que el juego

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    En esas condiciones, proponer una reevaluacin de esas artes disputandi podra pareceruna extravagancia. Pienso, sin embargo, que no es as. En un trabajo anterior (Piacenza 1995),propuse una reevaluacin de esas artes sobre la base de ciertas ideas cardinales de una de las tra-diciones ms antiguas e importantes de nuestra cultura. Es la tradicin que tiene que ver con elestudio de los argumentos y su empleo en las discusiones de asuntos cotidianos o de intersgeneral; y ms precisamente con los criterios que permiten distinguir entre argumentos fuertes yargumentos dbiles. Los documentos ms importantes de esa tradicin estn en los Tpicos, lasRefutaciones Sofsticas,y laRetricade Aristteles, en los diferentes manuales de retrica que laAntigedad nos ha legado, en los tractatus de fallaciisy de obligationibusde la Edad Media, y

    por fin en nuestras artes disputandide la escolstica post-medieval. Hoy quisiera hacer una doblereivindicacin de las mismas a partir de ciertos desarrollos de la teora de la argumentacin denuestros das. Por un lado, mostrar que muchas de las reglas que figuran en ellas, lejos deconfigurar un rito escolar extrao, que slo se mantiene por el peso de la rutina, pueden ser vistascomo dotadas de motivaciones perfectamente compartibles. Por otro, sugerir que esas artesdisputandi constituyen un objeto cuyo estudio puede revestir considerable inters para iluminarindirectamente algunos problemas que se plantean en la teora de la argumentacincontempornea. Ahora bien, antes de proceder a esa doble reivindicacin, deber presentar almenos una imagen esquemtica de lo que nos proponen esas artes disputandiy llamar la atencinsobre aquellos aspectos de la teora de la argumentacin que tomo como punto de partida para mi

    reevaluacin. Por eso, este trabajo se articular en tres partes: 1. La disputa segn las artesdisputandi. 2. Preocupaciones, problemas e instrumentos de la teora de la argumentacincontempornea. 3. Para una reevaluacin de las artes disputandi.

    1. La disputa segn las artes disputandi.3

    Son apenas diez u once descarnados y esculidos prrafos los que nuestros manuscritosdedican a este tema: el pargrafo 9 y los pargrafos del 16 al 25 del Cursus PhilosophicusdeAntonio Jos Surez de Urbina y unos once o doce breves prrafos de la trascripcin que el Prof.

    Muoz ha hecho del manuscrito de Francisco Jos de Urbina. Por eso, la imagen que acontinuacin presento es el resultado de una reconstruccin donde interpreto, y en partecompleto, esos textos con ayuda de otros materiales. En este sentido, mi fuente principal es elPrimer Preludio ("quo proponitur dialecticae disputationis exercitium et praxis") delArs Logica

    del lenguaje argumentativo y las nociones que se utilizan para analizarlo y evaluar sus movimientos presuponen una forma de

    vida: la discusin; y que por eso, sin una amplia y variada experiencia de discusiones, las reglas para argumentar, cuya enseanza

    Moreno y Escandn recomienda, slo pueden aparecer como arbitrarias e imponerse autoritariamente.

    3Salvo algunos agregados a propsito del texto de Francisco Jos de Urbina, el contenido de esta seccin es

    sustancialmente el mismo que figura en Piacenza 1995.

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    de Juan de Santo Toms (Juan de Santo Toms 1930), de cuya primera parte se conserva unaedicin de 1637. Tambin me valgo, complementariamente, de las noticias y anlisis delimportante artculo de Angelelli (Angelelli 1970), y de las ltimas expresiones de esa tradicinescolar de las artes disputandi, recogidas en manuales neo-escolsticos de principios (Gredt1966) y mediados del siglo XX (Salcedo & Fernndez 1964).

    Una disputatio es una discusin pblica entre dos partes, sometida a estrictas reglasprocesales y que versa sobre una nica proposicin o tesis. Hay tres papeles bien diferenciados:quien propone la tesis (el propugnator o respondens, segn la terminologa de los cursoscaraqueos; el defendens, para Juan de Santo Toms), quien argumenta en su contra (el

    oppugnator o arguens, tambin llamado por otros opponenso argumentator), y quien vela por elcumplimiento de las reglas procesales (el praeses, de los tratados que estudia Angelelli, o elpraesidens seu patronus,de Juan de Santo Toms). Ni Surez de Urbina ni Urbina mencionan aeste tercer personaje, probablemente porque ese papel no era asumido por los estudiantes aquienes estaban dirigidos sus cursos.

    Las normas de la disputatio regulan con toda precisin, no slo las actitudes de los dosparticipantes principales4 y el estilo de su lenguaje5, sino tambin lo que hoy llamaramos losturnos de ese intercambio verbal y los actos de habla que en un turno cada contendiente puedeefectuar. En este sentido, est pautado que prcticamente todas las intervenciones se abran con

    una oracin que contenga un realizativo explcito (argumentor, concedo, nego, distingo, probo) yque por eso no dejen dudas sobre la fuerza ilocucionaria de lo que se est diciendo.

    La disputa es iniciada por el oponente con la repeticin literal de la tesis que elproponente se ha comprometido previamente a defender, acompaada de un silogismo o de unentimema que tiene como conclusin la negacin de aquella tesis. Ante este argumento, perotambin ante cualquier otro del oponente en el curso de la disputa, el defensor debe siemprerepetirlo literalmente y luego indicar, a propsito de cada una de sus premisas, si la acepta porverdadera, la rechaza como falsa, o la considera ambigua, (y por eso la acepta en un sentido y larechaza en otro). Con respecto a la conclusin, debe tambin sealar si la acepta o la reputaambigua (y por eso la admite en un sentido pero no en otro), o si la rechaza, porque entre ella ylas premisas no existe la relacin de consecuencia lgica que el argumento del oponente pretende.

    Un aspecto de la disputatioque merece mencin especial es la forma en que se regula lacarga de la prueba. El oponente tiene obligacin de probar todo aquello que necesite como

    4Surez de Urbina establece "Uterque observare debet primo modestiam, ne mentis certamen transeat in affectum cordis.Secundo, dum alter loquitur, silentium teneat." [18]. Francisco Jos de Urbina dice: "Secundo, modestiam habeat neconcertationis fervore incensus verbum offensionis incurrat Tertio, contemptationem caveat, idque maxime obtinebit si dum alterloquitur silentium teneat; quod si secus fiat nullus ordo sed totum erit chaos."5Surez de Urbina seala: "Quarto, brevitatem et claritatem . Quinto gravitatem, fugiatque uterque incognitas vociferationes et

    visum illusorium." [ibid.] y Francisco Jos de Urbina advierte: brevitatem servet. Denique , nisi sophisticam Amat, claritatem

    habeas nec quod usitata voce exprimi postest inconsuetis verbis ocultet.

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    premisa para sus argumentos y que la otra parte no le conceda espontneamente. El defensor, porsu lado, se limitar a expresar sus asentimientos o sus discrepancias. Y slo estar obligado aproducir una prueba de sus dichos cuando alegue que el oponente le ha propuesto un enunciadoambiguo que l acepta en un sentido y rechaza en otro, o que aqul ha razonado de manera novlida.

    2. Preocupaciones, problemas e instrumentos de la teora de laargumentacin contempornea.

    Debo comenzar con una advertencia. Pareciera que la expresin "teora de laargumentacin contempornea"6 no remite a ninguna teora, aun en las acepciones menosexigentes del trmino "teora", sino ms bien a un conjunto heterclito de investigaciones ypropuestas animadas por las ms diversas intenciones. Porque con toda legitimidad puedenreclamar el rtulo de "teora de la argumentacin" empresas considerablemente heterogneas7.Sin embargo, en lo que sigue, slo tomar en cuenta una de esas empresas, aquella en cuyo marcoprocuro trabajar y con la que me encuentro en cierto modo personalmente comprometido(Piacenza 1995, Piacenza 1998a, Piacenza 1998b, Piacenza 1999, Piacenza 2000, Piacenza 2001,Piacenza 2002).

    2.1. Preocupaciones.

    Creo que este tipo de teora de la argumentacin puede quedar razonablemente perfilado,si se toman en cuenta dos cosas a las que me referir sucesivamente. Primero, un repertorio detareas de clara motivacin pre-teortica; segundo, la insuficiencia de los instrumentos que ofrecela lgica estndar, como disciplina a la que se supone, generalmente, que le corresponde cumpliresas tareas.

    De manera espontnea, y en el curso de las actividades ms variadas, producimos yevaluamos argumentos. Evaluamos los argumentos que otros nos dirigen a nosotros, para saberen qu medida son aceptables o no, y evaluamos los argumentos que nosotros mismos hemos

    producido o estamos produciendo, para mejorarlos, corregirlos, sustituirlos o abandonarlos. Peropor poco que se le preste atencin a esa evaluacin espontnea de los argumentos, pronto seadvierten sus limitaciones. Porque se trata de una evaluacin intuitiva e inmediata. Y no es raroque la intuicin falle. A veces no logra pronunciar un juicio definido sobre el valor de unargumento; a veces llega a resultados que lucen poco confiables; y a veces ofrece dictmenes

    6Generalmente se admite que la fase contempornea de la teora de la argumentacin ha sido iniciada por lostrabajos de Perelman (Perelman 1958) y de Toulmin (Toulmin 1958). Ambos presentan versiones ms didacticas desus teoras en, respctivamente, Perelman 1997 y Toulmin, Rieke & Janik 1979.7Una idea de esa diversidad puede obtenerse a partir de Eemeren et alii 1996.

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    contrapuestos. El argumento que a mi me parece bueno, a mi interlocutor le parece malo; y el quepara mi intuicin era anoche muy slido, hoy se le presenta como particularmente dbil.

    De ah la idea de sustituir esa evaluacin inmediata e intuitiva por una evaluacinmediada por la aplicacin de criterios explcitos. Y es ste el punto donde se hace sentir lanecesidad de una elaboracin terica sobre la argumentacin. Porque reflexinese sobre lo queinvolucra evaluar los argumentos mediante la aplicacin de criterios explcitos, y hacerlo ademscon ventajas sobre la evaluacin puramente intuitiva. Habr que formular los criterios devaloracin que pueden reputarse como implcitos en las evaluaciones intuitivas ms indiscutibles,y en caso de conflicto entre esas formulaciones, habr que procurar que la solucin de ese

    conflicto no resulte de una opcin puramente arbitraria por alguna de estas formulaciones. Peropara esto se requiere, no slo un punto de vista en relacin con el cual tengan sentido lasapreciaciones sobre el valor de los argumentos, sino conceptos que permitan analizar y describirlos argumentos.

    De esta manera, el tipo de teora de la argumentacin del que me estoy ocupando secaracteriza por una definida motivacin pre-teortica o prctica (hacer ms confiable laevaluacin de los argumentos que usamos en las ms variadas circunstancias), y por unainequvoca intencin normativa (formular y justificar criterios para evaluar los argumentos). Sinduda, esta intencin normativa no excluye sino que presupone la necesidad de elaborar conceptos

    descriptivos; entre ellos, y en primer lugar, el concepto de argumentacin. Primero,porque paraformular los criterios de evaluacin se requieren conceptos descriptivos, puesto que tales criteriossuponen asociar ciertas apreciaciones de valor con aquellas caractersticas descriptivas que setengan por relevantes para la evaluacin de los argumentos. Segundo,porque en el momento deevaluar un argumento particular habr que empezar por reconocerlo como tal y luego analizarlo ydescribirlo, es decir, aplicar al caso concreto conceptos descriptivos. Tercero,porque tal vez elcamino menos forzado para llegar a criterios no arbitrarios de evaluacin sea preguntarse por loque es argumentar, por lo que se busca al embarcarse en tal actividad, y luego apreciar el valor delas caractersticas de un argumento por lo que pueden facilitar, obstaculizar o impedir larealizacin de la intencin que orienta tal actividad.

    Ahora bien, desde sus comienzos con Aristteles, a la lgica se le ha atribuido tradicional-mente la responsabilidad de desarrollar esos instrumentos requeridos para evaluar losargumentos. Sin embargo, en virtud de circunstancias y desarrollos histricos en los que aqu nointeresa entrar, la lgica termin por convertirse en una disciplina que perdi de vista el problemade la evaluacin de los argumentos cotidianos. Y por eso, lo que en ese sentido puede ofrecer estafectado de serias limitaciones.

    La primera de esas limitaciones, ya presente en Aristteles, es que la evaluacin de unargumento se descompone en dos problemas (la evaluacin de sus premisas y la evaluacin de larelacin entre sus premisas y su conclusin), al lgico slo le interesa este segundo problema, y

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    como lgico no tiene nunca nada que decir sobre el primero, que queda a cargo del experto delcampo de conocimiento a propsito del cual se argumenta o de las experiencias y las creenciasgeneralmente compartidas. Sin embargo, cuando rechazamos intuitivamente un argumentoporque incurre en un crculo vicioso, no estamos considerando la relacin entre premisas yconclusin, que desde el punto de vista lgico es inobjetable (si p es verdadera, es imposible quesea falsa), ni tampoco lo hacemos como expertos de un cierto campo de conocimiento o porquecontradiga la experiencia o las creencias compartidas. En otras palabras, estamos evaluando unade sus premisas, pero no por su contenido material, sino por el papel que desempea dentro de laargumentacin.

    La segundalimitacin tambin est presente en losAnalticos Primerosde Aristteles. Ellgico no slo se desentiende de todo lo que no sea la relacin entre premisas y conclusin, sinoque adems, reduce su inters al siguiente problema: se da o no entre premisas y conclusin unarelacin tal que sera imposible que aquellas fueran verdaderas y sta falsa? (En trminosaristotlicos: hay o no hay silogismo?; en trminos de hoy: la deduccin de la conclusin apartir de las premisas es vlida o no? o la conclusin es una consecuencia lgica (o deductiva)de las premisas?). Sin embargo, en la vida cotidiana y en muchos campos de conocimientoespecializado, consideramos como perfectamente aceptables argumentos donde de ningunamanera se pretende que entre la verdad de las premisas y la de la conclusin se d esa relacin tanpeculiarmente fuerte que es la relacin de consecuencia deductiva. Para usar una terminologautilizada en el campo de la inteligencia artificial, junto a las inferencias montonas o deconclusin no-derrotable hay que considerar tambin las inferencias no-montonas o deconclusinderrotable,es decir, aquellas donde un incremento de informacin nos puede obligara cancelar una conclusin perfectamente aceptable antes de ese incremento (Carnota 1995: 161-178, Prakken 1997, Piacenza 1998, Piacenza 2000).

    La tercera limitacin, ya estaba tendencialmente presente en Aristteles, pero se haacentuado en la lgica post-fregeana, interesada sobre todo en la construccin y estudio delenguajes formales en cuyo marco definir de manera cristalina la nocin de consecuencia lgica.Consiste en identificar los argumentos con conjuntos de expresiones del lenguaje

    correspondiente. Esto, que es inobjetable en el caso de los lenguajes formales, diseadosdeliberadamente para que sus expresiones reflejen de manera inequvoca todo lo relevante desdeel punto de vista lgico, resulta inaceptable cuando se trata de argumentos comunes y corrientesexpresados en un lenguaje natural. Porque es inevitable reconocer que gran parte de esosargumentos son argumentos de expresin incompleta, lo que tradicionalmente se conoce con elnombre de "entimemas". Ahora bien, si se acepta que un argumento est constituido por elconjunto de oraciones que lo expresan se vuelve imposible hablar de argumentos de expresinincompleta.

    Finalmente,otra limitacin muy seria de esos instrumentos es que conceptos descriptivos

    fundamentales, como del de argumento, el de premisa y el de conclusin, se definen de una

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    manera tal que resultan completamente intiles para ser aplicados a argumentos producidosespontneamente y que no hayan sido preparados con intencin pedaggica para figurar comoejemplos en un texto de lgica. Para ilustrar esta limitacin, basta remitirnos al concepto deargumento que nos ofrece, en un libro de la mejor calidad, Benson Mates, un distinguido filsofoe historiador de la lgica.

    "Por "argumento" entendemos un sistema de enunciados declarativos (de un lenguaje determinado), uno

    de los cuales es designado como la 'conclusin' y los otros como las 'premisas' " (Mates, 1974: 17).

    Supongamos que alguien quiera valerse de estos conceptos para reconocer en un texto

    espontneamente producido los argumentos que contenga, y sus respectivas conclusiones ypremisas. Deber buscar entonces cules son los enunciados designados como conclusiones ycules los designados como premisas. Los textos espontneos no estn rotulados: slo muyexcepcionalmente se encontrar con pasajes anlogos al siguiente: "Esta conclusin pse justificasobre la base de las premisas qy r".

    Dicho lo anterior, creo que lo esencial de la manera de concebir la teora de laargumentacin que estamos considerando podra resumirse as. La meta de este tipo de teora dela argumentacin es elaborar los instrumentos descriptivos y normativos requeridos para evaluarde manera razonada y no arbitraria los argumentos espontneamente producidos en los msvariados mbitos y circunstancias. La consideracin de las limitaciones de lo que se ofrece

    asociado con la lgica lleva a poner el nfasis en la aplicabilidad de esos instrumentos a losargumentos naturales, es decir, a los no inventados para servir de ejemplos didcticos.Naturalmente, esto no compromete a ser optimista en cuanto al alcance o la seguridad de losresultados que se logren mediante su aplicacin. Por el contrario, todo hace suponer que, adiferencia de lo que ocurre con los argumentos expresados en algunos lenguajes formales, comola lgica proposicional, o ciertos fragmentos de la lgica de predicados de primer orden, estosinstrumentos estn muy lejos de suministrar nada que se aproxime a una suerte de procedimientosalgortmicos que proporcionen resultados incontrovertibles. En muchos casos, tal vez a lo nicoque se pueda aspirar es a mantener abierta la discusin sobre el valor de un argumento. Y esto es

    ya mucho ms de lo que poda lograrse con los instrumentos asociados con la lgica, que enmuchos casos ni siquiera permitan empezar a discutir ese problema.

    2.2. Problemas.

    Una manera relativamente directa de acceder a los problemas centrales que debe resolvereste tipo de teora de la argumentacin tal vez sea colocarse en la situacin concreta de alguienque pretende evaluar los argumentos contenidos en un texto que tiene delante, por ejemplo, lamotivacin de una sentencia, preguntarse cules son las diferentes tareas que debe acometer parallegar a una evaluacin no arbitraria y reflexionar sobre los instrumentos tericos que elcumplimiento de esas tareas exige.

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    Dicho en forma muy escueta, las tareas ms obvias pareceran ser las siguientes:

    (1) Identificar los argumentos, es decir, discriminar entre los pasajes del texto a los que seles puede atribuir una intencin argumentativa y aquellos que no parecen estar animados por esaintencin.

    (2) Reconstruir y reformular los argumentos de expresin incompleta, oscura, o indirecta.

    (3) Reconocer los argumentos simples o elementales, es decir, aquellos que no sonanalizables en otros argumentos, y los argumentos complejos, o argumentos compuestos pordistintas modalidades de sub-argumentos.

    (4) Reconocer dentro de los argumentos simples sus premisas y su conclusin y describiresta estructura intra-argumental.

    (5) Reconocer las relaciones entre los diferentes sub-argumentos que componen unargumento complejo y describir estas relaciones inter-argumentales.

    (6) Aplicar criterios no arbitrarios para evaluar los argumentos anteriormenteidentificados, reconstruidos y descritos.

    Ahora bien, qu es lo que se requiere para cumplir estas tareas de manera que no sefrustre la meta que en ltimo trmino se persigue?

    Es obvio que, por lo pronto, se requiere disponer de los conceptos de argumento, de

    premisas y de conclusin que permitan varias cosas. Primero, identificar los argumentos quepudiera haber en un texto; segundo,plantear el problema de la reconstruccin de los argumentosde expresin incompleta, oscura o indirecta y eventualmente contar con algunas pautas para esareconstruccin; tercero, fundar la distincin entre argumentos elementales y complejos, ypreguntarse por los tipos posibles de relaciones intra e inter-argumentales; y cuarto, fundar almenos algunos criterios normativos para evaluar los argumentos.

    2.3. Instrumentos.

    Ahora bien, para producir conceptos que respondan por lo menos parcialmente a esos

    desiderata, hay que dar un paso previo que reviste la mayor importancia: escoger la perspectivabsica que se va a asumir al elaborarlos. Perspectiva que puede delinearse, si se responden estasdos preguntas: (1) qu tipo de entidad es una argumentacin? a qu categora ontolgicacorresponde asignarla?; (2) Hay algn marco privilegiado para pensar la argumentacin, queresulte de algn modo por as decirlo- ms "natural" y que permita comprenderla de manera msplena? Y si lo hay, cul es?

    Desde hace unos aos, los llamados enfoques pragma-dialcticos de la teora de laargumentacin (Eemeren 1992, Eemeren 1993, Eemeren et alli 1993, Eeemeren & Grootendorst

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    1984, Eeemeren & Grootendorst 1994, Walton 1989, Walton 1996, Walton 1998) 8, al estudiarlos argumentos, adoptan una perspectiva bsica que se define sobre la base de dos decisiones queen cierto modo se apoyan mutuamente. Por un lado, considerar que los argumentos son acciones,y ms especficamente, actos ilocucionarios complejos; por otro, tener presente que son actos queparecieran cobrar su sentido ms ostensible cuando se los vincula con la prctica comunicativaque normalmente les sirve de marco: la discusin. De modo que para comprender cabalmente unaargumentacin hay que re-insertarla en la discusin real o virtual que le da sentido: si no haydiscusin real o virtual, para qu argumentar?

    Sin embargo, no puede dejar de observarse que no se trata de dos respuestas totalmente

    independientes. Por una parte, el tomar los argumentos como actos ilocucionarios conduce conbastante naturalidad ubicarlos en el plexo de actividades ms complejo del que generalmenteforman parte y en relacin con el cual parecieran cobrar un sentido ms pleno; es decir, en unadiscusin. Por otra parte, como habr oportunidad de apreciar inmediatamente, la particularaplicacin de los conceptos de la teora de los actos de habla para precisar lo que es un argumentoy para identificar y describir sus constituyentes da por supuesto que slo tiene sentido argumentaren el marco de alguna discusin.

    Pero discusinpuede referirse a interacciones lingsticas de gnero muy variado. Aqu loque interesa es un tipo muy particular de discusin, que denominar discusin crtica. Discutir, en

    este especial sentido, supone: (1) que hay un desacuerdo entre dos partes; (2) que, no obstante,esas partes estn de acuerdo en que sera deseable eliminar esa discrepancia; (3) que tambinconcuerdan en que el mejor modo de eliminarla sera servirse del lenguaje para convencer a laotra parte o ser convencido por ella; y (4) que ambas partes igualmente admiten que no todorecurso lingstico eficaz para persuadir es legtimamente utilizable en la discusin del caso conesa finalidad. As, por ejemplo, renuncian a usar el lenguaje para manipular afectivamente a suinterlocutor, o para crear una imagen favorable de s mismo que, por esa sola circunstancia,vuelva ms creble su posicin en la controversia. Esta renuncia es imprescindible para que se lepueda conferir valor al resultado de la discusin, para que el eventual cambio de opinin delinterlocutor pueda tener valor confirmatorio. Uno de los principales motivos para embarcamos en

    esa peculiar actividad que es una discusin crtica es querer que otro sujeto coopere con nosotrospara evaluar las razones en las que apoyamos nuestro parecer. Como gran parte de nuestrosargumentos son de conclusin derrotable, necesitamos la cooperacin de otro sujeto comonosotros para que nos haga conocer, en caso de tenerla, la informacin suplementaria queinvalidara nuestras conclusiones y de la cual nosotros no disponemos. Y naturalmente, elasentimiento del otro a nuestros argumentos slo puede corroborarlos si ha resultado del ejerciciolibre de su facultad de juzgar. Si supiramos por, ejemplo, que es el efecto de nuestra

    8Lo que sigue es slo mi versin personal de lo que me parece ms significativo en este enfoque. No pretende, por

    tanto, valer como una presentacin equilibrada de las ideas de los autores referidos.

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    manipulacin afectiva, ese asentimiento, a nuestros ojos, quedara desprovisto por completo devalor.

    Aclarado en trminos generales lo que significa la doble decisin que comporta unenfoque pragma-dialctico, es decir, considerar los argumentos como actos ilocucionarioscomplejos que tienen pleno sentido en el marco de una discusin crtica, quisiera sugerir ahoracmo es posible llegar a obtener instrumentos ms especficos para satisfacer los desideratasealados ms arriba y superar de esta manera las limitaciones de lo que ofrece la lgica estndarcomo medio para analizar y evaluar las argumentaciones cotidianas.

    De manera muy general, podra decirse que lo que aqu se sugiere es tomar como base la

    nocin escolar de que un argumento consta de premisas y conclusin y que aqullas se ofrecencomo respaldo o justificacin de esta ltima, y enriquecerla con lo que resulta al considerar unargumento como un acto ilocucionario complejo que tiene lugar en el seno de una discusincrtica.

    Veamos cmo opera esta transformacin conceptual. Primero, al decir que un argumentoes un acto ilocucionario se obtienen dos resultados. En primer trmino, se asignan los argumentosa una categora ontolgica particular: un argumento no es un conjunto de expresiones, sino algoque se hace con ciertas expresiones al usarlas en un contexto particular, es decir, un argumento eslo que se ha llamado un acto de habla. Esto tiene la ventaja de que podemos distinguir entre un

    argumento y las expresiones que se utilizan para realizarlo, de modo de disponer del espaciorequerido para pensar los conceptos de argumento de expresin incompleta o insuficiente, que sinesa distincin seran imposibles. Y, no obstante, no por distinguirlos de las expresionesubicamos los argumentos en un plano de una intersubjetividad ms problemtica que la de laspropias expresiones. Aunque preguntar no sea lo mismo que emitir una oracin interrogativa (sepuede emitir oraciones interrogativas sin preguntar y preguntar sin emitir oracionesinterrogativas), sera difcil sostener que preguntar es algo menos intersubjetivo que emitir laoracin interrogativa de la que nos valemos al hacerlo.

    El segundo resultado de considerar los argumentos como actos ilocucionarios es que

    podemos proyectar sobre ellos la estructura conceptual, relativamente rica y diferenciada, que hapropuesto la teora de los actos de habla, y esa proyeccin puede generar puntos de vista, ypreguntas de inters para la elaboracin de los instrumentos requeridos por nuestros problemas.

    En primer lugar, argumentar aparece como un acto ilocucionario complejo, que seconstruye sobre otros actos ilocucionarios ms simples. Por eso, se expresa normalmente, no poruna oracin, como los actos estudiados por la teora estndar de los actos ilocucionarios, sinomediante unidades que corresponden a un nivel supra-oracional o textual. Naturalmente, estosupone una extensin de la teora estndar, pero es una extensin mnima.

    Esos actos ms elementales son la aseveracin de las premisas y la aseveracin de la

    conclusin. Pero, en segundo trmino, para que llegue a realizarse cabalmente el acto de

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    argumentar, es decir, para que la realizacin de esos actos aseverativos cuente adems como unacto de argumentar no defectuoso, deben cumplirse ciertas condiciones adicionales. Paraidentificar esas condiciones parto de la categorizacin propuesta por la teora estndar para losactos ilocucionarios elementales (Searle 1980) y luego considero lo que han de ser aqullas si elacto de argumentar es algo que cobra pleno sentido en el seno de una discusin crtica.

    Presentar muy esquemticamente la categorizacin de la teora estndar (Searle 1980:65-70) mediante una ilustracin. Para que al emitir una expresin un hablante H realice el acto deprometer algo a un oyente O, han de satisfacerse ciertos tipos de condiciones, cuyoincumplimiento determina que no haya promesa o que haya slo una promesa defectuosa, a

    saber:. Condiciones preparatorias:por ejemplo, que O preferira que H hiciera lo prometido y

    H cree que O as lo prefiere (esto es lo que permite distinguir una promesa de una amenaza); ytambin que no es obvio ni para H ni para O que H hara lo prometido en el curso normal de losacontecimientos y de no mediar la promesa.

    Condiciones referentes al contenido proposicional: lo prometido consiste en un actofuturo de H.

    Condicin esencial:H intenta que la emisin lo coloque a l bajo la obligacin de hacer loprometido.

    Condicin de sinceridad o de responsabilidad: H asumne la reponsabilidad de tener laintencin de hacer lo prometido (si no tiene efectivamente esa intencin, ser una promesainsincera; pero como da a entender que la tiene, asume esa responsabilidad; si diera a entenderque no la tiene, no habra en realidad promesa).

    Veamos ahora cules seran esas condiciones en el caso del argumentar, si argumentar esalgo que tiene sentido en el marco de esa forma tan peculiar de interaccin lingstica que hedenominado discusin crtica.

    Condiciones preparatorias: a) el contenido proposicional de la conclusin, es decir, loaseverado en ella, ha de ser lo que el interlocutor no acepta (y por eso hay discusin); b) elcontenido proposicional de las premisas ha de ser algo aceptado por el interlocutor (y por eso ladiscusin es posible).

    Condicin referente al contenido proposicional: entre el contenido proposicional de laspremisas y el contenido proposicional de la conclusin ha de haber una cierta relacin Rtal quesea capaz de transferir a la conclusin la aceptabilidad de las premisas. Esa relacin Rpuede seruna relacin fuerte de consecuencia deductiva, montona (es decir, que el agregado de ningunainformacin suplementaria puede cancelar el apoyo que las premisas le dan a la conclusin) o, lo

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    ms comn en las argumentaciones corrientes, una relacin mucho ms dbil, de consecuenciano-montona, derrotable9.

    Condicin esencial:quien argumenta pretende que el reconocimiento de la existencia deesa relacin Rentre los contenidos proposicionales volver para el interlocutor ms aceptable laconclusin.

    Condicin de sinceridad o responsabilidad:quien argumenta da a entender, en principio10,que acepta las premisas, que acepta la conclusin, y, adems, que para l entre premisas yconclusin se da esa relacin R capaz de transferir aceptabilidad, y por lo tanto quedacomprometido a lo que esas aceptaciones involucran.

    Si no se cumple la condicin esencial, difcilmente podra hablarse de argumento, porqueno existe la intencin que anima y constituye el argumentar. Y si no se satisfacen las demscondiciones, como se frustra esa intencin, habra que decir que estamos ante un argumentodefectuoso. Supongamos, por ejemplo, que se viola la primera condicin preparatoria: laconclusin del argumento no corresponde con lo que est en discusin. Es obvio que en tal casoel argumento queda frustrado como medio para superar la discrepancia que lo motiva. Es lo quetradicionalmente se conoce como falacia de ignorancia de la cuestin. Slo que ahora se disponede una justificacin conceptual explcita de por qu queda descalificado un argumento queincurre en ella. Supongamos, por ejemplo, que se viola la segunda condicin preparatoria: las

    premisas no son aceptadas por el interlocutor a quien va dirigido el argumento. Tambin stequeda frustrado como medio para superar una discrepancia, porque si las premisas no sonaceptadas no sirven para hacer ms aceptable la conclusin. Un caso particular de este defecto esel que corresponde a la tradicional falacia del crculo vicioso. Para volver aceptables las premisasde un argumento se hacen otros argumentos una de cuyas premisas es la conclusin delargumento original, es decir, algo que el interlocutor se sabe que no acepta porque es justamenteaquello a propsito de lo cual se discrepa.

    Pero veamos en trminos ms generales cul es el rendimiento de esta manera de entendery analizar la nocin de argumento para la realizacin de las tareas reconocidas ms arriba.

    Primero, en cuanto a la identificacin de los argumentos. Disponemos de un concepto deargumento como acto ilocucionario complejo que nos facilita esa identificacin. Tenemos unargumento siempre que se pueda reconocer que el hablante o autor hace ciertas aseveracionespara justificar o respaldar otra ante el interlocutor o el lector.

    9Si me dicen que un individuo es un pjaro, es perfectamente razonable sacar la conclusin de que vuela, porque lospjaros vuelan. Pero, si adems me informan que es un pingino, esa conclusin pierde el apoyo que aquellaspremisas le daban.10 Digo "en principio", por que esto vale estrictamente para las argumentaciones directas. Pero tambin hayargumentaciones indirectas, donde no se aseveran plenamente las premisas, sino en forma condicionada o ficta, a losefectos de desarrollar una sub-argumentacin. Es el caso, por ejemplo, cuando, en lugar de aseverar plenamente una

    premisa, se comieza diciendo "Supongamos que" y se contina luego argumentando a partir de esa hiptesis.

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    Segundo, en cuanto a la reconstruccin y reformulacin de los argumentos de expresinincompleta, oscura, o indirecta. Ante todo es posible plantearse esta tarea porque el argumento nocoincide con su expresin. Pero adems, contamos con criterios acerca de: (a) en qu casos esnecesaria la reconstruccin; y (b) qu condiciones debe satisfacer el resultado de esareconstruccin. Por ejemplo, si entre la conclusin y las premisas que se ofrecen para justificarlano se da una relacin R capaz de trasferirle a aqulla la aceptabilidad de stas, habr queconsiderar que falta una premisa. Y esa premisa que se agrega por reconstruccin deber cumplirtres condiciones: (i) ser aceptable para quien argumenta; (ii) ser directa o indirectamenteaceptable para el interlocutor; (iii) constituir con las premisas expresadas un nuevo conjunto de

    premisas que mantengan con la conclusin una relacin Rque transfiera aceptabilidad.Tercero,en cuanto al reconocimiento de los argumentos simples o elementales, es decir,

    aquellos que no son analizables en otros argumentos, y los argumentos complejos. Disponemoscomo instrumento del concepto de argumento como acto ilocucionario complejo, como ya vimosa propsito de la identificacin de los argumentos.

    Cuarto, en cuanto al reconocimiento y descripcin de la estructura intra-argumental.Contamos con dos instrumentos. Por un lado, la idea de que premisa es lo que, al menos en esetramo de la discusin, se da como ya aceptado por el interlocutor, y conclusin lo que elinterlocutor no acepta y por eso requiere justificacin. Por otro, la nocin de que esa justificacin

    opera mediante el reconocimiento por parte del interlocutor de la existencia de una relacin Rquetransfiere aceptabilidad. En la descripcin de la estructura intra-argumental es de la mayorimportancia precisar si se trata de una relacin de consecuencia deductiva o de consecuenciaderrotable.

    Quinto, en cuanto al reconocimiento de las relaciones interargumentales. Explotando laidea de que la argumentacin tiene sentido en la marco de una discusin crtica, es posibledistinguir, primero, entre argumentos coadyuvantes y argumentos conflictivos. Y luego,subdistinguir, por lado, dentro de los coadyuvantes, entre argumentos mltiples, argumentoscoordinadamente complejos y argumentos subordinadamente complejos (Snoek Henkemanns1992); y dentro de los conflictivos, entre argumentos que refutan la conclusin de un argumentoy argumentos que socavan un argumento (Prakken 1997). (Porque refutan alguna premisa, porquemuestran que no es vlida una pretendida inferencia deductiva, o porque agregan la informacinque obliga a cancelar una conclusin derrotable).

    Sexto, en cuanto a la aplicacin de criterios no arbitrarios para la evaluacin de losargumentos. Ante todo disponemos de las distintas condiciones correspondientes al argumentarcomo acto ilocucionario complejo. Como ya sugerimos, un argumento que no cumple con lacondicin esencial, en realidad, no es un argumento, es simplemente un argumento simulado; yun argumento que no satisface las dems condiciones (preparatorias, referentes al contenido y desinceridad) es, por lo pronto, un argumento defectuoso, un mal argumento. Naturalmente, lo que

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    la consideracin de estas condiciones nos proporciona son, ante todo, criterios de evaluacinnegativos y parciales: slo nos indican que en ciertas circunstancias algunos argumentos sondefectuosos. Pero ntese que el fundado en la condicin preparatoria (b) las premisas han seraceptadas por el interlocutor en la discusin del caso permite resolver el problema de laevaluacin de las premisas, pero no desde un punto de vista material, es decir que requiere quequien evala el argumento se pronuncie sobre la aceptabilidad que para l tiene su particularcontenido, sino, simplemente, desde un punto de vista funcional en relacin con la discusin en laque el argumento se inserta. Y esto es un logro de considerable importancia, porque el problemade la evaluacin de las premisas, como indicamos ms arriba, ya desde Aristteles haba

    desaparecido del repertorio de tareas asignadas a los estudiosos de la argumentacin; justamenteporque no se encontraba cmo no hacerlo depender de la apreciacin de los contenidos materialesde las premisas.

    Ms arriba puse ejemplos de descalificacin de argumentos por no satisfacer lascondiciones preparatorias. No es difcil encontrar ejemplos de argumentos defectuosos porincumplimiento de la condicin referida al contenido proposicional, porque no hay ningunarelacin Rque transfiera aceptabilidad de las premisas a la conclusin. Quisiera indicar ahora unejemplo de un argumento que queda descalificado por infringir de manera flagrante la condicinde sinceridad. Supongamos un argumento donde la aceptacin de la conclusin es notoriamenteincompatible con la aceptacin de alguna premisa. Tendramos que decir que en ese caso elargumento falla porque la condicin de sinceridad es de cumplimiento imposible.

    Debo agregar que no siempre estos criterios son de aplicacin negativa. Supongamos uncaso donde se satisfacen todas las condiciones del argumento como acto ilocucionario complejoy, adems, la relacin R entre los contenidos proposicionales es tipo deductivo. En ese casoparticular, estaremos, sin lugar a dudas, ante un buen argumento. No sucedera lo mismo, encambio, si la relacin R fuera de tipo derrotable. En ese caso no se pude hacer un juiciopuramente local sobre el valor del argumento, y hay que tomar en cuenta el contexto de toda ladiscusin para determinar si, en definitiva, esa conclusin derrotable resulta derrotada por algunainformacin adicional presente en l.

    3. Para una revaluacin de las artes disputandi.

    Ahora bien, cmo aparece la disputatioregulada por las artes disputandia la luz de estecontexto terico que acabo de delinear?

    Vimos que un componente central del enfoque bsico de la teora de la argumentacin quepresent ms arriba es considerar lo que llam discusin crtica como el marco en cuyo senocobra pleno sentido el argumentar. Y como indiqu ms arriba, hablar de discusin crtica en el

    sentido que me interesa, supone (1) que hay un desacuerdo entre dos partes; (2) que, no obstante,

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    esas partes estn de acuerdo en que sera deseable eliminar esa discrepancia; (3) que tambinconcuerdan en que el mejor modo de eliminarla sera servirse del lenguaje para convencer a laotra parte o ser convencido por ella; y (4) que ambas partes igualmente admiten que no todorecurso lingstico eficaz para persuadir es legtimamente utilizable en la discusin del caso conesa finalidad, es decir, slo se admite recurrir a argumentos en el sentido muy especial que tomaesta palabra cuando para tenerlos por tales se exige satisfacer las distintas condiciones yasealadas del argumentar como acto ilocucionario complejo.

    Ahora bien, desde esta perspectiva, es perfectamente posible considerar una disputatiocomo una suerte de juego que representa ciertos rasgos esenciales de una discusin crtica, algo

    as como un modelo ldico de discusin crtica. Sobre esta base, pienso que es posiblecomprender, por un lado, las diferencias entre una discusin crtica y una disputatio; y por otro,cul es el sentido de varias de las convenciones de apariencia puramente arbitraria que regulan ladisputatio.

    La primera diferencia concierne la distinta relacin que hay entre la prctica y las reglasque la definen. En el caso de la discusin crtica, la prctica antecede a las reglas, en el sentido deque la formulacin de las condiciones que ha de satisfacer una discusin crtica es el resultado deuna reflexin sobre una prctica espontnea de nuestra cultura. En el caso de la disputatio, sucedelo contrario: la prctica se organiza a partir de reglas explcitas.

    En segundo lugar, la disputatio, por ser un ejercicio escolar, supone una simplificacin yuna estilizacin marcadamente artificiales de lo que podra ser una discusin crtica espontnea.Desde este punto de vista, una disputatioaparece como una discusin crtica que se desarrolla encondiciones muy especiales o que est sometida a restricciones particularmente severas. Pero hoypodemos encontrarle a esa artificialidad un sentido perfectamente razonable: asegurar elcumplimiento de algunas de los requisitos ms importantes que deben satisfacer los argumentoscomo actos ilocucionarios complejos que desempean una sealada funcin en el seno de unadiscusin crtica., o, al menos, hacer palmariamente indiscutible su incumplimiento.

    Una discusin crtica es una particular forma de interaccin lingstica animada por el

    propsito de superar una diferencia de opinin mediante un intercambio de argumentos (si seentiende "argumento" en la precisa acepcin que le he dado ms arriba). La discusin puedellegar a su fin porque uno de los interlocutores acepta el parecer que originalmente no aceptaba, oporque se hace evidente la insuficiencia de los acuerdos compartidos para superar aquelladiferencia. Pero tambin puede ocurrir que no se alcance ningn resultado definido.

    Y esto puede suceder por fallas fcilmente comprensibles desde la perspeciva de losanlisis anteriores. Primero, no es raro que, a medida que una controversia avanza, vayanquedando por el camino numerosos cabos sueltos, pues su tema va sufriendo ampliaciones ydesplazamientos ms o menos accidentales. De este modo, se vuelve muy difcil determinarcundo un argumento usado en ella satisface o no la primera de las condiciones preparatorias.

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    Segundo, siempre existe la posibilidad de que alguien proponga como argumento, yaparentemente muy fuerte, lo que no es sino un medio velado de manipulacin afectiva o deconstruir una imagen propia que favorezca por reflejo su posicin o una imagen del contrincanteque desprestigie la suya. Y en tal caso, aunque no se diera la relacin Rexigida por la condicinconcerniente al contenido proposicional, esta circunstancia quedara enmascarada. Tercero,aun sise tratara de autnticos argumentos, podra no estar muy clara su adecuacin al status quaestionis,es decir, a la particular configuracin de acuerdos y desacuerdos que definen la controversia delcaso. Pero si esto sucede, queda indeterminado si se han cumplido o no ambas condicionespreparatorias. Cuarto, en las discusiones espontneas (salvo que ocurran en un marco

    institucional que defina expresamente el punto, como en un proceso judicial), tampoco suele sermuy obvio a quien le corresponde la carga de la prueba, es decir, quien est en la obligacin deofrecer argumentos, si no quiere que se tenga por ms aceptable la posicin contraria; ni tampocoresulta obvio cundo un argumento es suficiente para satisfacer esa oblicacin. Ahora bien, estafalta de claridad vinculada con la carga de la prueba opone una seria dificultad a la evaluacin deargumentos de conclusin derrotable, porque stos, cuando son prima facie aceptables, enrealidad, no hacen otra cosa que desplazar hacia el contrario la carga de la prueba. Quinto,tambin puede estar sujeta a legtimas dudas la interpretacin de la fuerza ilocucionaria de lo quelos contendores dicen, en otros trminos, de lo que pretenden estar haciendo al proferir susexpresiones (lo dicho pretende ser un argumento? es una premisa que se da por aceptada sin

    ms por el interlocutor, una conclusin intermedia ya justificada por un argumento de expresinincompleta, una suposicin que se le pide al contrincante que admita transitoriamente slo parapoder desarrollar una argumentacin indirecta, o algo que se adelanta sin justificacin, pero queluego recibir la que le corresponde). Pero si no hay certeza sobre la la fuerza ilocucionaria de lasdiferentes expresiones, cmo verificar si un argumento satisface o no las condicionespreparatorias y la condicin de sinceridad? Sexto, muchas veces tampoco son ntidas lasrelaciones lgicas que quien discute pretende que existen, ni entre las distintas cosas alegadas, nientre la tesis que defiende o ataca y lo que alega en su favor o en su contra. Y en ese caso, cmodeterminar si se han cumplido o no la condicin de sinceridad y la condicin relativa al contenido

    proposicional?Por eso, mientras persistan estas incertidumbres la controversia tendr un carcter

    notoriamente no conclusivo. Y si se llama la atencin sobre ellas para eliminarlas, muchas vecesse corre el riesgo de ver expandirse la discusin en una serie indefinida de metacontroversias.

    De esta manera, la regimentacin fuertemente restrictiva que la disputatiocomporta puedeapreciarse como un medio eficaz para prevenir el surgimiento de tales incertidumbres. Primero,el modo general de proceder, eminentemente analtico (se discute una tesis en cada disputa y unargumento en cada turno). asegura que no queden cabos sueltos. Segundo, las normas sobre elestilo de las expresiones admisibles vuelven muy difcil -o muy obvio- el empleo de medios

    persuasivos no argumentales, es decir, aquello que no se apoyan en una relacin de trasferencia

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    de aceptabilidad entre los contenidos proposicionales. Tercero,la regla de la repeticin literal delas palabras del contrario garantiza contra posibles desconocimientos del status quaestionis.Cuarto, la regulacin expresa sobre la carga de la prueba elimina las posibles dudas sobre estepunto: le corresponde al oponente, y ste est obligado a seguir proponiendo argumentos endefensa de las premisas sucesivamente negadas por su contrincante, hasta que no haya alcanzadopremisas que este ltimo comparta. Quinto,las ambigedades sobre la fuerza ilocucionaria de lasexpresiones desaparecen porque es obligatorio el uso de realizativos explcitos (Argumentor,nego, concedo, etc.). Sexto, el empleo obligatorio de formas silogsticas hace de lecturainequvoca las pretensiones de los contrincantes sobre las relaciones lgicas de sus dichos.

    Puede apreciarse, entonces, que las reglas de la disputatio son artificiales pero no sonarbitrarias. Su artificialidad es lo que hace posible la nitidez de sus resultados; porque unadiscusin crtica espontnea es algo ms confuso y de evaluacin muchsimo ms complicada.

    Y no puede negarse que esa artificialidad tiene un riesgo adicional. Por razones decomodidad y rutina pedaggicas, esas reglas se presentan como constituyendo un juego queinteresa por s mismo, sin tomar en cuenta que es un ejercicio escolar que slo tiene sentidoporque permite satisfacer de manera transparente los mismos requerimientos a que estnsometidas implcitamente las discusiones en serio, y que por eso se piensa que puede servir paradesarrollar algunas destrezas y promover algunos valores que son importantes para estas ltimas.

    Pero perdida la vinculacin con ese horizonte que le da sentido, esa prctica escolar quedaexpuesta a ritualizarse y distorsionarse, de modo que su efecto real fuera justamente el contrariodel buscado. Y este efecto fue, sin duda, lo advertido por Moreno y Escandn en sus crticas.

    Para terminar, dir brevemente algo sobre la segunda lnea de reivindicacin anunciada enla introduccin; o sea, sobre el valor que puede tener para la teora de la argumentacincontempornea el prestarle atencin a las artes disputandi. Pienso que, en trminos generales,podra decirse que la disputatio, como modelo simplificado, por una parte, llama la atencinsobre ciertas condiciones fundamentales de una discusin crtica, al acentuar hasta el extremo dela caricatura la necesidad de asegurar su cumplimiento. Por ejemplo, la regla que impone a los

    contendientes ajustar estrictamente sus respuestas a lo dicho por su contrincante, hasta el puntode tener que comenzar por repetirlo literalmente, pone de relieve la importancia que tiene en unadiscusin crtica atenerse rigurosamente a lo que est en entredicho, y no incurrir en la falacia dela ignorancia de la cuestin, proponiendo argumentos cuyas conclusiones no corresponden aaquello sobre lo que se discrepa. O la regla sobre la carga de la prueba, que obliga al oponente aseguir argumentando hasta dar con premisas aceptadas por su interlocutor, subraya con vigor quela argumentacin es imposible como medio para superar una divergencia si no hay premisascompartidas por ambos contendientes.

    Y por otra parte, ese modelo simplificado permite tomar conciencia de la complejidad delproblema que algunas de esas condiciones fundamentales de una discusin crtica plantean en

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    situaciones no artificialmente simplificadas, como las que rigen la disputatio. Por ejemplo, elexigir que todos los argumentos sean silogismos, o silogismos con una premisa tcita obviamenterecuperable, hace que el problema de determinar si la relacin R entre premisas y conclusintransfiere o no aceptabilidad pueda resolverse, no slo localmente (es decir, tomando en cuentaslo el argumento en cuestin), sino adems en forma algortmica (el fragmento mondico delclculo de predicados de primer orden es, como dicen los lgicos, decidible11; y la silogsticacorresponde a un caso especial de ese clculo, aquel que excluye el conjunto vaco comointerpretacin posible de sus predicados). Pero entonces queda de manifiesto la complejidad de latarea de quien pretenda pronunciarse sobre esa transferencia de aceptabilidad cuando se abandona

    la restriccin de usar slo argumentos silogsticos. Porque en la discusiones espontneas, no slose apela a relaciones Rde tipo deductivo pero que no pueden ser analizadas utilizando tcnicas detan fcil manejo como el fragmento mondico del clculo de predicados de primer orden, sinoque tambin se emplean relaciones derrotables, cuya evaluacin ha de tener un carcter global, esdecir, que debe tomar en cuenta la discusin en su conjunto, para determinar si una conclusin hasido derrotada o no por la aparicin de una informacin adicional. En ese sentido, no me pareceexagerado sostener que ese nfasis selectivo del modelo simplificado que nos proponen las artesdisputandi contribuye, al menos indirectamente, a iluminar algunos de los problemas quepreocupan a una teora de la argumentacin del tipo de la que bosquejamos en la segunda parte deeste ensayo.

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