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tierras. Por ello creemos son mucho más que nombres de pueblos o lugares, son parte importante del México desconocido que se pretende dar a conocer en esta oportunidad. En definitiva son hombres, mujeres y niños que han colaborado al crecimiento de esa Nación y donde desde tiempos prehispánicos se ha desarrollado la actividad textil. Lo que otrora fuera un trabajo en telares de cintura, es en la actualidad desarrollado en talleres familiares, importantes centros de producción microartesanal. En estas líneas y a través del relato de algunos hombres y mujeres vamos conociendo más de ellos, y más de lo que ha significado el telar en la vida económica de esa zona. Creemos que el dar a conocer los pormenores del proceso productivo del telar, contribuye, además, a la valoración y dignificación de la actividad textil en los pequeños talleres familiares, donde muchos de sus habitantes han forjado sus vidas. Es a través de los talleres textiles por los que los pueblos de La Malinche son reconocidos y conocidos, en el contexto nacional e internacional. Son estos artesanos del tejido, que a través de sus productos, mantienen viva la tradición legada por sus ancestros y como tal refuerzan la identidad local en un contexto cada día mayor de cambios. Creemos que cada tejedor, cada molotera, correitero, empuntador y todos los que se vinculan al tejido, se ven reflejados en este libro. Constituye por lo tanto un pequeño homenaje a cada uno de esos hombres, mujeres y niños de La Malinche, que desde sus respectivas realidades locales, contribuyen diariamente para la construcción de un México del tercer milenio. Desde los talleres de tejidos de estos pueblos, emanan cada una de las piezas que han de recorrer parte de México y del mundo. Cada uno de los sarapes de San Felipe Cuauhtenco representa un tejido de historias de vida de estas tierras. Cada pulgada de tela es una muestra de los muchos sacrificios que sus hombres, mujeres y niños en el ensordecedor sonido de los telares, esperan escuchar los ecos de mejores tiempos para sus vidas. Así, se vuelcan cada mañana sobre el telar para poder seguir construyendo los sueños de un México más grande y también más justo para estos habitantes nahuas de La Malinche. A ellos nuestro reconocimiento a través de estas líneas.

Adriana Figueroa Oficial de Programa para Centroamérica y México

CUSO

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo presenta la actividad textil del pueblo de San Felipe Cuauhtenco, una localidad de origen nahua del municipio de Contla de Juan Cuamatzi, en el estado de Tlaxcala en México. Analizamos una actividad económica específica y bastamente consolidada, como es el trabajo textil de una parte importante de los habitantes de esta localidad. La cual se ubica en las faldas nororientales del extinto volcán de La Malinche, en lo que es conocido como el medio poblano – tlaxcalteca. San Felipe Cuauhtenco es la quinta sección del municipio de Contla. El pueblo de San Felipe Cuauhtenco hasta 1952 se caracterizó por vivir de las actividades vinculadas a la recolección y venta de leña, la elaboración del carbón, el cultivo del maíz y la fabricación del pulque. Posterior a este fecha y manteniéndose en la actualidad, se desarrolla una importante actividad de producción textil a través de talleres familiares y cuyo funcionamiento e implicancias para el pueblo explicitamos durante este trabajo. Situamos esta fecha en particular por las consecuencias que para sus habitantes tiene, dado que ellos se refieren a este hecho con la expresión que los telares “llegaron al pueblo” en dicho momento. Permanece así entonces en la memoria histórica de los habitantes de la localidad esta situación y es revivida en el relato de los primeros tejedores de esa época que aún sobreviven y que hemos logrado entrevistar. Ciertamente este hecho histórico cobra sentido en el marco de un proceso general de cambios suscitados en el área donde se inserta este pueblo. Se hace necesario abordar esos procesos sociales y así conocer de cerca las realidades particulares de la diversidad mexicana y colocarlas en un trasfondo de cambio global. Asumimos, además, como fundamental, el abordar los procesos de cambio social por cuanto nos permite describir los procesos que juegan, las unidades familiares en el rol de unidades productivas, en este caso los talleres textiles familiares. Esto último, dado que se caracterizan por el aporte de cada uno de sus integrantes en funciones claramente establecidas en esos talleres. La descripción de realidades locales permite conocer procesos socioculturales plenamente vigentes y emergentes en la vida cotidiana de los habitantes, tanto de San Felipe Cuauhtenco, como de otros pueblos del área de La Malinche. Muchos procesos que se advierten, tales como migraciones, conformación de nuevas organizaciones sociales, adaptación de estrategias económicas, conflictos y cambios sociodemográfi

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cos, por citar algunos, son parte de esta realidad cotidiana y, además, algunos de larga data en la zona. Se hace entonces, necesaria nuevas herramientas conceptuales que expliciten estos y otros cambios y las transformaciones producidas como consecuencia de la incorporación de la actividad textil en la dinámica económica de San Felipe Cuauhtenco. Esto dado que ya no es posible explicar a través de la “tradición y la cohesión interna los cambios que viven las comunidades indígenas” (Dehouve 2001:5) en la cambiante cotidianidad del mundo actual.

En nuestro caso aportamos algunos puntos acerca de cómo se generó un proceso de expansión de los talleres en estos últimos 50 años en este pueblo, considerando que el trabajo textil se ha desarrollado a pocos kilómetros de distancia del pueblo, particularmente en Contla. En otro orden, intentamos dar a conocer algunas implicancias que el trabajo textil de los talleres ha traído consigo para las familias de esta comunidad de La Malinche. Esbozamos el papel de la mujer por ejemplo en este proceso productivo, en cuanto a la operación de ciertas máquinas. Así, este tipo de trabajo posibilitó conciliar la actividad productiva del telar con otras y situar a la mujer en una posición dis tinta respecto a otras mujeres que no ejercen la actividad textil.

En esa misma línea los talleres familiares han contribuido con nuevas dinámicas en los sistemas sociales y religiosos del pueblo, fortaleciendo la participación en éstos de los sujetos vinculados al rubro textil. En otro orden, las exigencias del mercado han generado en los productores artesanales formas novedosas de enfrentar procesos en la producción artesanal del sarape. Describimos en parte de este trabajo algo de ello, dando a conocer las particularidades de la capacidad local para el abastecimiento y distribución de la producción. La actividad textil así nos aporta elementos para conocer acerca de su verdadero impacto en la vida económica, social y cultural de San Felipe. Algunas ideas centrales de este trabajo provienen de una tesis titulada “Cambios sociales y transformación económica: El caso de los talleres textiles familiares en San Felipe Cuauhtenco, Tlaxcala”. Dicho trabajo que desarrolló el suscrito fue dirigido por el Doctor David Robichaux Haydel del programa de maestría en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana de México.

Quisiera expresar mis agradecimientos a muchas personas que colaboraron, directa e indirectamente con esta publicación. A cada uno de los habitantes de San Felipe Cuauhtenco, especialmente a la familia de Artemio Cocoletzi y Petra Cuamatzi. Ellos fueron mi hogar en múltiples oca

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siones durante mi trabajo de campo y con el tiempo pase a sentirme uno más de esa acogedora familia de La Malinche. Con ellos al Dr. Hugo Nutini quien me facilitó un lugar de trabajo en Belén de Atzitzimititlán.

Mi especial reconocimiento al Doctor David Robichaux Haydel, director de mi tesis, por su interés, profesionalismo y dedicación en mi formación antropológica, - difícil tarea esta última - y de ahí mi sincero agradecimiento. En ese mismo espíritu, a los maestros del posgrado en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana de México.

A la Secretaria de Relaciones Exteriores del Gobierno de México, que me otorgó la beca MUTIS, que hizo posible mis estudios en ésta mi segunda patria de dos años y medio. País del cual estoy eternamente agradecido. Represento en Maura Carrillo mis agradecimientos.

A la Universidad de la Frontera de Temuco en Chile - mi país natal - en la persona de Lucio Rehbein Felmer que me apoyó en mi traslado a México. A Ricardo Parada Sotomayor, Subdirector Regional de la Corporación de Asistencia Judicial del Bío – Bío IX región de la Araucanía Chile, que me brindó al igual que su director don Miguel Jara las autorizaciones laborales para poder cumplir con mi formación académica.

Al Servicio Universitario Canadiense de Ultramar (CUSO) quien me dio la posibilidad de ser su cooperante en México en la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA). Entidad donde me dieron todas las facilidades para cumplir con este trabajo y más. Represento en Adriana Figueroa, Rolando Ramírez y Eduardo Castillo Vigoroux esta invaluable colaboración por parte de CUSO. En Alberto Gómez Flores coordinador ejecutivo nacional de la UNORCA otro tanto.

Así también y muy especialmente a la Dra. Carmen Bueno Castellanos, en el marco del proyecto “Dinámica y funcionamiento de dos microempresas Indígenas del Estado de Tlaxcala” de la División de Investigaciones Interdisciplinares de la Universidad Iberoamericana que en la parte final de esta investigación apoyó el trabajo de campo.

Por último y no por ello menos importante mis agradecimientos a Magdalena Sam Bautista (del CIISDER de la Universidad Autónoma de Tlaxcala) por cuanto sin ella no habría sido posible.

Por cierto a mi esposa Patricia, y a mis hijos Felipe Esteban, Gabriel Benjamín y Rocío Esperanza, sin los cuales no hubiera podido esto y mucho más. Ellos posibilitaron mi sueño de México.

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ALGUNOS DATOS DE LA ACTIVIDAD TEXTIL EN EL ÁREA

La actividad textil se encuentra estrechamente unida al desarrollo del estado de Tlaxcala y constituye en la actualidad uno de sus principales ejes económicos. La diversidad de los recursos productivos del estado de Tlaxcala ha caracterizado sus procesos económicos, generando cambios y adaptaciones en sus dinámicas sociales que han estado incididas significativamente por la presencia de la actividad textil. Su actual importancia guarda relación con un proceso cultural que en el pasado generaron sus habitantes y cuyas implicancias socioeconómicas se difundieron, incluso a otras regiones de México. Desde los mitos de la creación de la cosmovisión Méxica1 hasta los recientes hallazgos arqueológicos destacan el uso del maguey como materia prima del trabajo textil. Se constituyen así en pruebas irrefutables de la importancia de esta actividad desde tiempos prehispánicos. Sobre Tlaxcala en esa época encontramos variada información, más nos remitiremos a una sucinto recorrido en esta ocasión. Su importancia queda reflejada cuando se señala que los “textiles que durante la época prehispánica, en Tlaxcala, fueron elaboradas con fibras de maguey, llegándose a alcanzarse tal control y dominio de la fibra que podían competir con los hechos de algodón, mismos que fueron admirados por su acabado y magnificencia por los colonizadores españoles a su llegada a Tlaxcala” (García Cook y Merino 1997:320). La importancia del uso de vegetales en la fabricación de textiles en el México prehispánico se encuentra comprobada. Los tejidos se habrían desarrollado en el marco de tres áreas del vestuario. Primeramente por las necesidades para cubrirse de las inclemencias, el suntuario para los dirigentes y la clase sacerdotal - que utilizaba el arte plumario entremezclado con el textil - y por último el guerrero, en una combinación de lo suntuario y lo practico de su oficio.

1 En uno de los mitos de creación, hay referencia a los tejidos, labor encargada a la mujer. Tezcatlipoca roja y Tezcatlipoca Negro comisionaron a Quetzalcóatl y a Huitzilopochitli, para materializar las creaciones que darían beneficios a los hombres, crean la primera pareja (Uxumuco y Cipactónal, hombre y mujer) que reciben el trabajo como un regalo de los dioses, sin embargo los Dioses además, “como ocupaciones específicas a la mujer le entregaron los instrumentos para tejer e hilar, además de darle los granos de maíz para la adivinación con fines terapéuticos, haciéndola responsable de la salud” (Quezada 1993: 123).

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Con la llegada de los españoles los cambios en los tejidos se precipitaron en estos

territorios. Liza Nava Del Negro (1999) nos refiere que Cortés en 1526 trajo el primer ganado ovino a la Nueva España, el que por las condiciones ambientales de México no tuvo problema alguno en adaptarse. Lo mismo habría de suceder con la seda; las primeras moreras fueron plantadas en la Hacienda de Cortés en Coyoacán y más tarde en Oaxaca, cuando el dominico Francisco Marín en 1538 solicitó permiso al Virrey para desarrollar una industria sedera. Para el año 1580, la Mixteca Alta se había convertido en la zona productora más importante de la Nueva España, uniéndosele después el valle de Oaxaca, Tlaxcala y Puebla 2.

Luego con la proliferación durante la colonia de los obrajes fue posible mayor desarrollo textil. Rendón (1996) sostiene que ello fue posible gracias a que los indígenas contaban con una larga experiencia en materia textil, como así también del uso y la explotación de la grana de la cochinilla, el caracol púrpura y otros tintes de origen vegetal y animal para colorear sus telas. Esta experiencia fue asimilada por los colonizadores españoles quienes establecieron obrajes textiles donde laboraban un promedio de 40 trabajadores, contratados de manera libre y por un salario determinado. Las nuevas técnicas y modo de producción a través de los telares introdujeron también el uso de la seda y lana, que años más tarde darían prestigio textil a Tlaxcala por la calidad de sus productos. Al respecto se señala que la

2 Liza Nava Del Negro (1999) describe pormenorizadamente sobre los textiles de México. Respecto a la cronología de telares en México prehispánico, señala la siguiente línea de evolución de estos artefactos.

1) Telar de urdimbre colgante tejida con los dedos, el cual presentaría ciertas dificultades para tejer el algodón, por lo que habría sido reemplazado.

2) Telar de cintura, el cual debe su nombre a la forma en que la tejedora lo ajusta a su cintura con un ceñidor de cuero llamado mecapal y por el otro extremo a un árbol. Conocido por el nombre de telar de dos barras o telar de otate, ya que su estructura se constituye por los palos de esta vara. La estructura básica de este telar consiste en un tendido de hebras en dirección longitudinal (urdimbre) que se entrecruza con los hilos atravesados en ángulo recto (trama) los cuales son llevados por una lanzadera a la cual los aztecas le llamaban chochopaxtli.

3) Telar horizontal o rígido. A diferencia del telar de cintura, en este telar se pueden tejer lienzos anchos, esto es debido a su estructura, la cual consiste en clavar al suelo cuatro estacas, a una distancia conveniente que sostenga la urdimbre. La distancia entre cada una de las estacas determina el tamaño de la tela.

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“industrialización en Tlaxcala, es un proceso histórico que, puede considerarse, surge desde la época colonial, con los obrajes textiles” (González Jácome 1991:14).

Debe sumarse que la introducción del telar de pedal, por los conquistadores españoles durante la época virreinal en México ayudó en este proceso de consolidación textil, debido a la transformación paulatina de las necesidades en el vestir de los habitantes de estas tierras. 3

La introducción de nuevos materiales para hilar y tejer, como la lana, la rueca y los telares de pedal, posibilitaron en los grupos locales – especialmente indígenas – un enriquecimiento de sus diseños tradicionales, los formatos y las calidades de sus prendas de vestir o utilitarias que producían.

No obstante, lo anterior, es a partir del siglo XVIII que Tlaxcala comienza a identificarse plenamente con la textilería. El escenario – para esta área geográfica – en lo que eran textiles auguraba un panorama alentador desde mediados del siglo XIX y a principios del siglo XX.

A principios del siglo XIX la guerra de independencia origina desajustes que fracturaron las unidades productivas de Tlaxcala. En el “ámbito económico el país, quedo inmovilizado por cerrarse las regiones mineras, que constituían el motor de la económica novo hispana. La rama textil se vio afectada por carecer del mercado cautivo que durante años había sido su princ ipal consumidor” (Castro, González y Sánchez 2001: 1). Sin embargo, la región de Tlaxcala contaba con una ventaja comparativa para la consolidación de la actividad textil, como era la presencia de ganado menor en la zona.

En 1842 comienza a funcionar la primera fabrica textil “el Valor” de propiedad de A. Dasqui y G. Rodríguez. Así “para la segunda mitad del mismo siglo hacen su aparición un mayor número de fabricas textiles; “San Manuel Morcom”, en San Miguel Contla (1876); “La Estrella”, en Amaxac de Guerrero (1876); “La Josefina”, en Zacatelco (1881); “La Tlaxcalteca”, en Zacatelco (1883); “La Trinidad”, en Santa Cruz Tlaxcala (1884); “La Alsacia”, en Panzancola

3 Telar de pedales fija la urdimbre entre los julios (dos barras de madera) pasando otros hilos en sentido perpendicular y en vez de que el tejedor extendiera la urdimbre sosteniéndola a un árbol como en el de cintura, utilizaba marcos fijos en los cuales enrollaba los hilos longitudinales sobre los julios. El mecanismo de barras del telar prehispánico, transformado en le colonial en malas y lizos fijados a pedales, lograban que el tejedor separara los hilos de urdimbre con los pies dejando las manos libres para tejer.

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(1887); “Santa Elena”, en Amaxac (1888); “San Luis Apizaquito”, en Apizaco (1899); y las fabricas de hilados y tejidos de lana en Chiautempan “La Xicohtencatl” (1899) y “La Providencia” el año 1901” (Castro, González y Sánchez 2001: 1).

Esta proliferación de industrias textiles fue apoyada entusiastamente por las autoridades locales de finales del siglo XIX. Constituyeron en ese entonces prioridades del gobierno local de Prospero Cahuantzi, que para 1895 incentivaba la inversión de capitales privados para el crecimiento industrial de este sector en particular. Esto produciría “la multiplicación de fabricas textiles y en menor grado, de otras industrias de variada índole, que durante el prosperato se dio en Tlaxcala y que confirmarían en gran medida este plan de Gobierno” (Rendón 1993: 49). Además, nos refiere que los antecedentes señalaban que en 1886 la industria textil en el área de Tlaxcala crecía a un ritmo acelerado; “había en todo el Estado cerca de 50 de estos centros productivos y que en 1892 sumaban unas 66” de estas fabricas (Rendón 1993: 254). Ubicadas todas estas empresas textiles en su gran mayoría en la zona sur del estado de Tlaxcala por la ventaja de esa zona de contar con agua, un elemento imprescindible para la actividad textil de la época.

Al agua se sumaba la presencia de lana que aportaba la materia prima para la actividad. Así para el año de 1905 se señalaba que; “había una larga tradición entre las familias rurales, de criar rebaños de cabras y ovejas en terrenos comunales.” “La lana de ovejas satisfacía el mercado de las fabricas textiles y, sobre todo, a los pequeños talleres artesanales de los pueblos, de larga tradición en Tlaxcala” (Rendón 1993: 223). Antecedentes etnográficos recabados sobre Contla, refieren la misma situación para esa zona en particular.

A mediados del siglo XX, la zona se encuentra en un auge manufacturero. Concretamente en la década de los 50 con la aparición de los llamados corredores industriales (Tlaxcala – Puebla) éstos comienzan a proporcionar un auge importante a la actividad manufacturera en general. “La industria textil continua proporcionando mayor número de empleos en el área. Su presencia se articula con fenómenos como el de migración diaria de los habitantes de las regiones de La Malinche” (González Jácome 1991:35).

Entre los años de 1960 y 1980 la industria textil en Tlaxcala constituía una fuente económica real para sus habitantes. Se sumaban, además, otras empresas no vinculadas al mundo textil, que también

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ofrecían fuentes de trabajo. En estas dos décadas; “las actividades artesanales y microindustriales han permitido que los campesinos aumenten sus ingresos sin abandonar la tierra y las fábricas han actuado como metas de migración temporal. Por otra parte, las fábricas textiles extraen grandes ganancias de los artesanos- campesinos con menores riesgos. La existencia de este sector artesana l ha tenido efectos negativos sobre la producción de textiles, lo que explica el predominio de la microindustria, de las pequeñas y medianas empresas operadas con maquinaria obsoleta” (Ramos 1988:133). Especialmente en los productores de hilo de Santa Ana Chiautempan.

Resultaba difícil – para las autoridades – en este período (1960 - 1980) cuantificar con exactitud el número de las personas dedicadas a los textiles, básicamente por problemas en el conteo de los sujetos dedicados a la actividad. La categoría utilizada era obrero y/o artesano. Así para el período que va desde 1959 a 1970 se contabilizaban 614 artesanos, en tanto que para 1970 la cifra se elevaba a 1,613 artesanos. De estos un 50 % concentrados en Contla (Ramos 1988:135). Esta última cifra es proporcionalmente muy cercana a la que Nutini e Isaac (1989) contabilizaban en el mismo periodo de tiempo para el municipio de Contla.

A partir de la década del 80, las autoridades del Estado de Tlaxcala inician un proceso de apoyo técnico y político a la actividad textil de su región. Con ello se esperaba hacer frente a las dificultades que experimentaban los artesanos textiles de Contla y Chiautempan, “los cuales se encontraban sin capital propio, baja calidad de materia prima, acaparamiento de la producción, bajos precios, indefensión de los asalariados de los artesanos, ausencia de inspectores federales del trabajo” (Ramos 1988: 141).

En los años 90 había una importante industria textilera de Tlaxcala y por ello un gran número de personas dedicadas a esta actividad, lo cual iba unido a otros cambios en el ámbito social y cultural de sus habitantes. Otro ejemplo de estos cambios es la dualidad que se advierte entre trabajo textil y campesino; “en el largo proceso de industrialización en la entidad, las comunidades campesinas se han condicionado a la combinación de trabajo agrícola y manufacturero” (González Jácome 1991:14).

Esta combinación de trabajo agrícola y manufacturero es posible advertirlo en varias zonas del área de Tlaxcala (véase Robichaux, 1994, 1995 y 2000). Para el caso de San Felipe Cuauhtenco, adelan-

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taremos que desde la incorporación del telar a esta comunidad en 1952, tanto hombres como mujeres, (en formas y grados distintos) se han involucrado en esta actividad productiva. Y lo han hecho en talleres familiares, parientes o en fábricas textiles de pueblos vecinos.

Uno de los polos centrales de esta actividad en cuanto al abastecimiento y las redes de comercialización del tejido, es la localidad de San Bernardino Contla, cabecera municipal de Contla de Juan Cuamatzi, la cual como se ha señalado posee una larga tradición en la producción textilera del Estado, que nos obliga a dar una visión general sobre este poblado.

SAN BERNARDINO CONTLA:

EJE DE LA ACTIVIDAD TEXTIL DE LA MALINCHE

San Bernardino Contla se encuentra ubicado a 5 kilómetros de distancia de San Felipe Cuauhtenco. La población del municipio (2000) alcanza a los de 28.842 habitantes. Su principal actividad económica es la producción textil que hace que esta cabecera municipal sea conocida por ello más allá del Estado de Tlaxcala. Ubicado en el altiplano central mexicano a 2.320 metros sobre el nivel del mar. El municipio comprende una superficie de 16.80 kilómetros cuadrados.

Actualmente dentro de las producciones que destacan en Contla y alrededores se encuentra la confección de la “cobija falsa” también denominada por los lugareños como sarape. Si bien se producen otros textiles, es éste tejido el que concentra mayor cantidad de talleres dedicados a su elaboración. Es una prenda que dados los materiales en su confección tiene una corta vida útil.

En la zona de Contla y alrededores el sarape está referido a una prenda del tipo frazada o manta, más utilizado como cobertor y no a lo que en el pasado (siglo XVIII) era asumido como sarape, a saber una prenda de vestir con abertura en el centro para la cabeza que se usa para abrigarse del frío. María Cristina Suárez y Farías (1999) brinda mayores detalles sobre este tipo de producto textil. En la actualidad este tipo de tejido alcanza en esta localidad en particular volúmenes altos de producción y parte de ella se destina al mercado internacional.

Para el año 1945 los productos elaborados en Contla con telares de madera se contaban, cobijas, gabanes y sarapes. Estos tejidos eran realizados en un 100 % en este tipo de telares. Los pequeños talleres

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del pueblo utilizaban como materia prima la lana de borrego que compraban los tejedores en las fábricas de Santa Rosa y La Luz en la ciudad de Santa Ana Chiautempan y otras localidades vecinas.

Una descripción del trabajo del tejido desarrollado en 1945 en Contla es referida por Romano (1999) quien señala de ese entonces lo siguiente. El proceso de la producción del sarape iniciaba con el “teñimiento de la lana, así que una vez comprada la lana se “vareaba” (se golpeaba con una vara) para limpiarla de pequeñas basuras como espinas y hojas secas, los golpes servían, también, para esponjarla, lo que permitía que fuese más manejable.

La lana era teñida con pigmentos naturales como la cochinilla y la grana, que después fueron sustituidos por pigmentos disueltos con ácido muriático; así que el proceso debía realizarse con mucho cuidado, consistía en calentar agua en un recipiente amplio, esparciendo el pigmento en el agua junto con el ácido, una vez disuelto el colorante, la lana era remojada en el agua, dejándola secar en el patio de la casa.

Posteriormente comenzaba el proceso final de la elaboración del hilo, así que se realizaba el “Calash” que consistía en cardar la lana con dos tablas llenas de alambres delgados y cortos, llamadas precisamente cardas; es decir, se colocaba un pedazo de lana entre ambas cardas y se frotaba de modo que las puntas de los alambres desmenuzaran la lana, hasta formar dos capas finas que se adherían a las tablas, de este modo se le daba “fibra” (consistencia) a la lana; una vez cardada la lana enseguida se “atorzaba” (torcía) en una “redina” para convertirse en hilo.

Elaborado el hilo éste se enrollaba en una canilla con la misma redina, las canillas se colocaban en una lanzadera y se comenzaban a tejer la cobija o el gabán en los telares de madera. Todo el proceso se llevaba alrededor de un día entero, pues se preparaba suficiente hilo para elaborar los sarapes de toda la semana (Romano 1999:34).

El proceso de elaboración antes descrito fue conocido por aquellos vecinos de San Felipe Cuauhtenco que aprendieron el oficio y sus pormenores precisamente en San Bernardino Contla. Conocieron de los telares y su operación, como así también de diseños y teñidos de lana. Todo ello dado que eran empleados en “casa ajena” en muchos de los talleres existentes en Contla en la década de 1950. Estas personas luego de conocer el oficio de tejedor serían quienes comprarían algunos telares para trasladarlos a San Felipe Cuauhtenco.

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Nutini e Isaac (1989) al describir la economía del Municipio de Juan Cuamatzi para los años comprendidos entre 1959 y 1970 refieren respecto a la producción textil lo siguiente: “Los telares para el tejido de sarapes constituyen la principal actividad económica del municipio. Directa o indirectamente afecta a tres cuartas partes de la población. Existen 2, 400 telares en el municipio, la mayoría en la cabecera y se concentran principalmente, en las secciones 1 y 7. Unas 500 familias poseen telares; alrededor de 430 tienen cinco o menos y solo cuatro son dueñas de más de 30 telares. Donde hay menos de 5 telares la familia los maneja exclusivamente. Donde existen más es necesario contratar obreros” (Nutini e Isaac 1989:33).

En cuanto a los precios de los sarapes para este mismo periodo de tiempo señalan estos investigadores que; “casi todos los tejidos están fabricados con 35 % de lana y 65 % de algodón. Un promedio de 12, 000 sarapes, casi el 90 % de la producción, se entrega semanalmente a las bodegas de Santa Ana Chiautempan, sobre la carretera de Tlaxcala - Apizaco. El precio para el productor, en las bodegas de Santa Ana Chiautempan, es de 20 pesos por sarape. Otros 3,000 un 10 % de la producción total se venden en Contla mismo o fuera de Contla por vendedores ambulantes a un precio promedio de 30 pesos. Entre sarapes, capas, suéteres, chaquetas, cinturones y tapetes, la producción bruta mensual pasa de 1,5 millones de pesos” (Nutini e Isaac 1989:34). Cifra importante esta última para la época, equivalente a unos 120,000 dólares, lo cual revela el impacto que en este pueblo representaba el trabajo textil.

Romano (1999) a su vez, establece una cronología de la actividad económica de Contla, y describe dos etapas específicas sobre la localidad. Refiere que ésta; “ha experimentado una serie de cambios económicos, presentes en dos momentos históricos; por un lado encuentro que de 1945 a 1970 las actividades se basaban en la agricultura y en la artesanía textil, identificando a Contla como una comunidad campesina y artesanal. Después de 1970 comienza a surgir una variedad de actividades relacionadas con la industria textil, [comerciantes, transportistas, mecánicos de telares] generando con ello un cambio económico importante que impactó en los asuntos de la política tradicional de la comunidad. Los sectores que se consolidaron fueron, sobre todo, los dedicados al comercio de la producción artesanal del sarape, se asentaron pequeñas fábricas de cobertores e

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hilo, las filas de los obreros engrosaron y los comercios locales proliferaron en el municipio” (Romano 1999: 33).

A partir de la década de 1970 se realizaron importantes cambios en los aspectos técnicos de la producción al pasar de la utilización de los telares de pedal (madera) a los eléctricos (poder) en el trabajo textil. Visto desde un esquema empresarial, los primeros generaban un costo importante en el factor tiempo, como así también en lo que respecta a ocupación de mano de obra, la cual incluía a los tejedores, los moloteros y otras personas en actividades menores. Más adelante, detallaremos con precisión cada una de las particularidades del proceso textil. Sirva por el momento señalar que el “moloteo”, es preparar los hilos para el tejido a través de un artefacto manual o eléctrico.

La incorporación del telar eléctrico - más conocidos localmente como “telar de poder” – consolidó las transformaciones locales. Para el caso de Contla entre la década de 1960 y la de 1970 este cambio de telares permitió la aparición y proliferación de los llamados “talleres semi industriales” (González Jácome 1991:39) muchos de los cuales aún subsisten en la actualidad.

La etnografía desarrollada sobre la zona parece confirmar estas particularidades, pero el municipio de Contla no fue el único en sufrir importantes transformaciones económicas en el mismo periodo, que incluso se remite a aspectos de su organización social. Al respecto Robichaux (2000) describe, situándose en otro pueblo vecino, pero con características culturales similares como es Acxotla del Monte estos procesos de cambios de actividades rurales por el trabajo asalariado. Nos destaca “el evidente proceso de transformación del campo ha conducido a los investigadores a destacar la importancia cada vez mayor de las actividades no agrícolas para la población rural” (Robichaux 2000:17). En este trabajo Robichaux destaca cuatro momentos históricos. A saber, 1929, 1976, 1987 y 1996 donde los cambios suscitados en dicha comunidad, han producido una transformación radical de la economía doméstica “ya que entre los años 1929 y 1987 la mayoría de los hombres han abandonado la actividad de carboneros / campesinos temporaleros por la de obreros - en gran medida en la industria textil - y trabajadores de la construcción” (Robichaux 2000:18).

En la década comprendida entre 1970 y 1980 la ciudad de Santa Ana Chiautempan dejó de acaparar la artesanía de Contla. Ello es importante por cuanto Nutini al respecto, señalaba a Chiautempan

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como la receptora del 90% de la producción de sarapes de Contla. Este cambio obedeció al surgimiento de comerciantes intermediarios de la producción artesanal del sarape, como las familias de Contla de apellidos Nava, Muñoz, Juárez, Netzhualcoyotl y Cuamatzi. Estas familias abrieron mercado en el centro, norte y sur de la república, destinando su mercancía a ciudades importantes como Guadalajara, Tampico, Nuevo Laredo, Tijuana, Baja California, Monterrey y los estados de Chiapas y Tabasco. Hubo otro sector de la población que salió de las fábricas textiles y que comenzó a ser intermediario y acaparador de la producción de cobijas en serie y posteriormente, algunos de estas personas implementaron pequeñas fábricas textiles en el municipio de Juan Cuamatzi. Las primeras familias que tuvieron fábricas fueron los Roldán, los Muñoz y los Juárez” (Romano 1999:36) antecesores en la actualidad de muchos otros.

Según Rendón (1996) para el año 1985 se calculaba que alrededor de la mitad de la población de Santa Ana Chiautempan y de San Bernardino Contla vivían directamente de la industria textil, o eran artesanos que complementaban esta actividad con otras, ya fuera en el sector agrícola o en el de servicios.

Estas transformaciones durante la década de los años setenta y posteriores en la región de La Malinche impactaron en las redes de comercialización e intercambio. En el plano textil los cambios apuntaban a un nuevo papel de Contla, el cual pasaba desde centro de producción exclusivamente a punto de venta y comercialización de sus productos, función que mantiene en la actualidad.

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CAPITULO I MONOGRAFÍA DE SAN FELIPE

CUAUHTENCO: UN PUEBLO TEXTILERO DE LA MALINCHE

Antecedentes etnográficos

El pueblo de San Felipe Cuauhtenco abarca una superficie de 3 kilómetros2 y según el XII Censo general de población y vivienda del año 2000 su población total es de 1,839 habitantes, que se dividen en 951 hombres y 888 mujeres. Registra 536 construcciones, incluyendo escuelas, iglesias, centros de salud y edificios públicos y, en lo que respecta a la división predial, el pueblo está seccionado en 834 lotes.

San Felipe Cuauhtenco era hasta antes de 1950 uno de los diez barrios de Contla, siete de ellos eran barrios indivisos y los tres restantes estaban conformados por dos mitades, denominadas arriba y abajo. Según Romano (1999) las mitades denominadas: Aztatla arriba, Cuahutzincola arriba y Xochayatla arriba, se localizaban cerca del bosque de La Malinche y lejos del pueblo cabecera, a diferencia de sus mitades correspondientes que sí estaban dentro de la comunidad de Contla. Por esta razón la gente del pueblo [Contla] hacía la distinción entre arriba y abajo de acuerdo a la cercanía o la lejanía que guardaban las mitades con la cabecera. Se denominaba el barrio de Cuahutzincola (árbol encorvado) también traducido del náhuatl como “bajo el árbol torcido”. Al ser un barrio de Contla participaba como tal en los cargos de la Cofradía y Fiscalía (Para mayor detalle véase Nutini e Isaac 1989, página 29 y siguientes).

Sin embargo, una disputa por las tierras comunales entre los habitantes de ambos lugares, originó que San Felipe Cuauhtenco conformara su cuerpo de fiscales. Así al convertirse su capilla en iglesia dejó de participar en los cargos de Contla, originando con ello una independencia en materia religiosa que posteriormente derivó en su división política administrativa que mantiene en la actualidad.

Varios pueblos vecinos de La Malinche, entre los cuales se encuentra San Felipe Cuauhtenco, deben sus actuales nombres a que fueron durante la época colonial, renombrados por los franciscanos,

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con el propósito de darles a las comunidades una connotación católica. En este caso, es posible pensar que asignaron al pueblo; el nombre de Santa María Guadalupe de Cuahutzincola por el carisma mariano de esta orden religiosa, cambiándolo más tarde por San Felipe Cuauhtenco en consagración al primer santo mexicano, San Felipe de Jesús. (Magdalena Sam, comunicación personal, 2002).

En términos censales, San Felipe Cuauhtenco es una “localidad”, es decir; se encuentra en el segmento de entre 500 y 2,499 habitantes categoría que maneja el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) para estos efectos. Como tal, es una de las 138 localidades del estado de Tlaxcala según esta clasificación. Se ubica a una altitud de 2, 480 metros sobre el nivel del mar. El clima predominante, durante la mayor parte del año es templado – húmedo, con lluvias en verano y tiende a ser más frío conforme se asciende hacia las alturas del volcán de La Malinche. Este último de 4,503 metros sobre el nivel del mar, de la era geológica del pleistoceno, Malintzin o Matlacuéyetl es un nombre de origen tlaxcalteca que se puede traducir como “falda azul” o “la de enaguas azules” (David Robichaux, comunicación personal, 2001).

“San Felipe” - como me referiré al pueblo en adelante y como de hecho se refieren de él sus habitantes - se encuentra a 20 kilómetros al este de la capital estatal Tlaxcala.

Cuadro N ° 1

Localización de San Felipe Cuauhtenco en el municipio de Contla y el estado de Tlaxcala

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El patrón de asentamiento del pueblo se concentra hacia el lugar denominado por

sus habitantes como el “centro”, sitio donde se erigen las dos iglesias del pueblo, el atrio de las mismas y la única escuela primaria de la localidad. Existen dos templos, uno que se le conoce como la capilla (monumento histórico) y que hasta la construcción del nuevo templo, fue la iglesia del pueblo. En su interior se resguarda, la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien está consagrado este templo. Data del siglo XIX y su régimen de propiedad es federal, cuenta con una torre en dos niveles, con arcos de medio punto, cada uno apuntando a los puntos cardinales, con muros de piedra, cubiertos de vigueta y bovedilla. El tamaño reducido de la capilla, a saber de 5 por 10 metros obligó a la construcción de otra iglesia.

El segundo templo comenzó su proceso de edificación en 1985 y ha sido consagrado a San Felipe de Jesús, santo patrón de la comunidad y construido con aportes y mano de obra de los vecinos. Se acordó situarlo a un costado de la capilla, a una distancia de 40 metros que las autoridades municipales marcaron como reglamentaria entre un templo y otro. El diseño del nuevo templo estuvo a cargo de un arquitecto de Tlaxcala y el diseño de las torres fue realizado por un habitante de San Felipe.

A un costado de esta área, en el entronque de las calles 5 de febrero y Juárez se ubica el punto de llegada y salida del transporte colectivo a Tlaxcala, San José Aztatla, San Bernardino Contla, Santa Ana Chiautempan y San Pablo Apetatitlan. Conforme nos alejamos del “centro” prevalecen las casas asentadas en forma semidispersas y ubicadas al centro de la parcela familiar.

Una parte del pueblo hace 22 años atrás tramitó su independencia de San Felipe. Lo logró y pasó a llamarse Barrio de la Luz en alusión a la calle que separa en la actualidad a ambos pueblos y se llama precisamente calle de la luz. El conflicto que dio lugar a que estos vecinos se independizaran de San Felipe, se produjo por el reclamo de estas casas por la excesiva concentración de las “cooperaciones” en el sector centro de San Felipe. Lo anterior causaba un desmedro a los sectores aledaños. Uno de los elementos que precipitó tal situación fue la construcción del pozo que se ubica en San Felipe. Los habitantes del sector de la Luz apoyaron en la construcción del pozo, en tanto que los habitantes de San Felipe cada vez menos apoyaron al Barrio de la Luz cuando éstos requirieron de la colaboración en otras

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obras de adelanto. La nueva localidad (Barrio de la Luz) cuenta con presidente auxiliar municipal.

Con respecto a San Felipe el terreno sobre el cual se levanta el pueblo es accidentado, presenta fracturas de origen volcánico y es atravesado por dos barrancas profundas, denominadas Teximatem y Axoxohuilo. El declive donde se encuentra la localidad hace que durante la época de lluvias el agua en ocasiones descienda por sus calles en volúmenes considerables. A este fenómeno los lugareños le llaman “se viene el atlehuatl” (agua que baja) y que corre ésta desde el sector de La Malinche. Dada su ubicación el pueblo no está exento de problemas de suelo. Así, el “suelo en este nivel es de tipo arenoso y las tierras de cultivo se ven erosionadas por la presencia de constantes ventarrones que llegan a presentarse sobre todo entre los meses de febrero a marzo” (Romano 1999: 28) y que constituye en la actualidad un grave problema ambiental.

San Felipe, colinda al Norte con Guadalupe Tlachco, al Sur con San José Aztatla, al este con San Bernardino Contla y al Oeste con San Miguel Xaltipan. Después del pueblo barrio de la luz, el pueblo más cercano a San Felipe es San José Aztatla, cuarta sección del municipio de Contla de Juan Cuamatzi. Ubicado a 1 kilómetro de distancia y separadas ambas localidades por una barranca que sirve de límite natural.

El camino de ascenso a La Malinche es de terracería. A medida que se asciende, a 3,5 kilómetros de distancia del pueblo se observan bosques de encinos y coníferas tales como; ocotes y oyamales, además, de otras especies. El declive conforme se avanza hacia la montaña se vuelve cada vez más pronunciado, pero este hecho no impide la actividad agrícola; por el contrario se cultiva maíz, fríjol, haba y calabaza en parcelas cuyas dimensiones fluctúan alrededor de los 300 m2 y dan lugar a milpas de buena producción. La denominación local a este tipo de cultivo es de metapantle el cual es una porción de un terreno de cultivo continuo el cual se caracteriza porque se le construyen bordos o terrazas con la intención de evitar el declive y por ende la erosión del suelo por escurrimiento de agua.

En esta zona, de los parajes de (Apanco, Uatzontla, Ocotenco, Lindero, Tetlatehuiteco, Sacapechco, Miquezize, Teteyo, Pitzocorral y Rancho) se concentran gran parte de los cultivos del pueblo. En esta misma dirección hacia el nordeste se observa el Cerro de Cuatlapanga de 2,685 metros sobre el nivel del mar, cono secundario de La Malinche que al igual que ésta forma parte del eje neovolcánico.

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Para ingresar a San Felipe hay dos vías posibles: a través de la calle cinco de Febrero que cruza el pueblo en toda su extensión y la calle Plaza Principal por donde se ingresa vía San José Aztatla. Los principales caminos que permiten unirse con otras localidades se encuentran en buen estado de conservación. Un camino hacia el poniente llega a Ixtlahuaca, San Miguel Xaltipan y San Bernardino Contla. La segunda vía de terracería va hacia el sur con San José Aztatla. Hacia el nororiente el camino va a Guadalupe Tlachco, en tanto que la vía en dirección al norponiente une a la localidad con Santa María Aquiahuac.

Cuadro N ° 2 Plano del pueblo de San Felipe

El transporte colectivo está conformado por combis, aunque este servicio es complementado por microbuses, llamadas “vitrinas” en la jerga local. A través de estos medios de transporte se une la localidad con la capital del Estado, los demás pueblos intermedios y otros puntos. La duración del trayecto desde San Felipe a Tlaxcala (en vitrina) es de aproximadamente 50 minutos y en abril del 2002 el costo del pasaje era de $ 5.50 pesos. A 5 kilómetros de San Felipe, hacia el sur oriente, con dirección a La Malinche, se encuentra el centro vacacional La Malintzin del Instituto Mexicano del Seguro Social impor-

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tante lugar de turismo y descanso, frecuentado en la época estival y se accede por un camino de vereda en buen estado de conservación.

En lo que es el pueblo y referido a las viviendas, la mayoría de las casas son de un piso, con techos de láminas galvanizadas y vigas de madera expuestas como cielo raso. Los muros son de materiales mixtos, block y cemento, adobe y corteza de árbol en los menos de los casos. Respecto a sus divisiones, la mayoría tiene una habitación principal, que sirve de sala y comedor a la vez y otros cuartos para recamara.

Además, se encuentra lo que los habitantes llaman; “cocina de humo”, donde junto al tlecuil (fogón trasero), se encuentra el comal para la elaboración de las tortillas diarias. La cocina de humo esta construida generalmente de madera. En la cocina de humo donde está el fogón de leña ha sido incorporada en el último tiempo la estufa a gas. Estas últimas coexisten con el tlecuil, no obstante éste es vital para las comidas habituales, como el mole para las numerosas fiestas, tamales y tortillas. La separación de esta estructura de la construcción principal es para evitar ahumar el resto de las dependencias. Los alimentos perecederos se almacenan en ollas, siendo pocas las casas que cuentan con refrigerador. En los patios generalmente al fondo de algunas de las viviendas se construyen cuartos para instalar los talleres de tejidos. Las casas de hace 70 años eran construidas de adobe y otras de corteza de árbol. Se construían de un tipo de vara que proliferaba en el monte, llamadas “corriozas” las cuales no se rompían y se iban armando una a una hasta formar los muros de las casas. Los techos se construían de zacate con penca de maguey. La vivienda estaba constituida por una sola habitación que servía tanto para dormir, como para cocinar y comer. No tenían piso, por lo que las actividades cotidianas se realizaban sobre la tierra apisonada.

A partir de la década de 1950 las viviendas de San Felipe comenzaron a ser construidas de adobe, lodo de tepetate con zacate y ceniza de leña. En los techos se ponía un tejamanil sobre el cual se acomodaban las tejas. Las casas de adobe en su mayoría seguían siendo de una sola habitación, muchas de ellas sin ventanas. En la cocina de humo se encontraba el tlecuil (en una esquina ventilada) y esta misma habitación servía en ocasiones como dormitorio y como lugar de convivencia familiar. En la parte exterior de la vivienda se encontraban las trojes o cuezcomates que se utilizaban para almacenar la mazorca, que luego se iba extrayendo y desgranando en la medida que

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fuera necesario. Estructuras estas últimas que no se construyen en la actualidad. La información de los vecinos sobre las viviendas, presenta similitudes con Contla para esta época. Sin embargo, destacan algunas diferencias: una de ellas la señala Nutini (1989) que sobre el particular refiere que habría predominado en Contla un tipo de construcción del tipo “solar” (Nutini 1989:31).

En 1955 el mobiliario de esa época se circunscribía a petates. Donde se dormía y se mantenían enrollados durante el día y los objetos de uso personal se guardaban en chiquihüites. Se acostumbraba sentarse en el suelo, incluso para consumir los alimentos. La leña se almacenaba en el interior de la casa. Para iluminarse se hacían candiles, a base de una botella de petróleo que se le introduc ía un pabilo, o bien se iluminaban con resina de ocote.

En la actualidad la infraestructura comunitaria de San Felipe la conforman una escuela primaria, una secundaria, una sede de la presidencia municipal auxiliar, una bodega multiusos, un centro de salud y dos jardines de niños. Cuenta con oficinas de Registro Civil y Juez de Paz Auxiliar. Este último, depende administrativamente del tribunal de Tlaxcala. Además de una oficina de correos que distribuye a San Felipe así como para el vecino pueblo de San José Aztatla.

El pueblo cuenta con electricidad desde 1963, suministro que permite desde el año 2000 contar con farolas nuevas para el alumbrado público. Respecto al agua, hace 60 años atrás los lugareños la extraían de un jagüey, siendo su calidad deficitaria producto del deslave constante. En 1960 el agua era obtenida desde el pueblo de San Antonio Cuaxomulco donde era transportada hasta la cisterna actualmente en uso y desde ahí era distribuida a través de conexiones domiciliarias.

En la actualidad el agua es obtenida de pozo profundo y transportada por bombeo a una cisterna de almacenaje ubicada a un costado de la escuela secundaria y a través de tuberías se distribuye por mecanismo de gravitación a las 496 tomas de agua de las casas del pueblo. Al agua no se le agrega ningún elemento, algunos habitantes recuerdan que en cierta ocasión se añadió cloro al agua, lo cual provocó la muerte de algunos animales y enfermedades en algunos consumidores, lo que hizo desistir de continuar con esta práctica. La obtención y funcionamiento del sistema de agua es producto del trabajo organizado de sus habitantes y referido por sus gestores como una obra de suma importancia para el desarrollo local. Es a través del comité de

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agua potable que logran organizar el abastecimiento al pueblo de este vital elemento. En cuanto al drenaje este sistema fue instalado en 1990 y los conductos desalojan

las aguas en una barranca en terrenos federales, pero dado su uso en estos 12 años, se ha transformado en un creciente problema de contaminación para la localidad. El sistema de extracción de basuras es a través de un camión recolector que dos veces por semana proviene de San Bernardino Contla.

La educación en San Felipe es cubierta por la “Escuela Primaria Rural Benito Juárez” (fundada en 1961) que dispone una matrícula de 250 alumnos y la Secundaria “General Joaquín Cisneros Molina” (creada en septiembre de 1981) que cuenta (a julio 2001) con 178 alumnos inscritos. San Felipe dispone de un Centro de Salud, (médico y enfermera) y los habitantes que requieren atención médica, pagan diez pesos por consulta (a julio 2001) cuyo destino acrecienta un fondo de salud del pueblo.

Los recursos forestales se ubican hacia el sector del volcán y aledaño a estos parajes. De acuerdo con la información de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (2001) de las 92,534 hectáreas cubiertas de bosques en el estado de Tlaxcala, alrededor del 37% están en el Parque Nacional Malinche, mismas que están sujetas a un aprovechamiento forestal de tipo artesanal y regulado por el Gobierno del Estado. El volumen anual aprovechado no sobrepasa los 4,500 m3 de madera rollo. Este aprovechamiento beneficia a más de mil familias, con asentamientos históricos en la montaña (SEMARNAP 2001) según un informe del Instituto Nacional de Ecología de esa repartición gubernamental.

En lo que respecta a la actividad agrícola destaca el cultivo del maíz, el cual es central para sus habitantes. En lo que es la zona del pueblo propiamente tal, se contabilizaron 183 milpas en julio 2001. Se encuentran éstas distribuidas entre las construcciones, alternadamente entre uno o varios grupos de casas. La calidad de la tierra según los lugareños es de buena calidad. No obstante, se debe emplear fertilizantes.

En cuanto a otras especies y sembradíos del pueblo, el nopal se cultiva en los mesurcos - expresión local referida a limite - habitualmente magueyes o arbustos en hileras que delimitan el cultivo de las milpas. El nopal representa en ciertas épocas una fuente importante de alimentación para los habitantes de San Felipe. También se siembra fríjol calabaza y habas. Una de las hierbas comestibles más consumi-

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das es el quelite que se encuentra con facilidad en la zona y se prepara hervido o frito y cuyo uso preferente es para la elaboración de salsas.

Entre los frutales, se cuentan ciruelos que se siembran frecuentemente cerca de la casa o en los “mesurcos”. Los ciruelos producen frutos anualmente y se injerta, al igual que los duraznos, generalmente ubicados éstos últimos en la zona de La Malinche. El peral es otro frutal en la localidad y se injerta con tejocote. También se encuentran nogales, manzanos y el zapote negro y blanco, como también capulines, que abundan principalmente en el área de La Malinche. Las semillas de estas últimas suelen tostarse y son consumidos como botana. El tejocote se utiliza para la preparación de ponche en la época de Navidad para consumo familiar.

En lo que son animales de corral se crían gallinas, guajolotes (totoles), patos y algunos gansos. En cuanto al ganado mayor y menor, algunas familias cuentan con algunos ejemplares que no superan los tres por familia, tales como bueyes, caballos, vacas y “semilas”; expresión local esta última para referirse a la acémila, mula de carga. Se encuentran puercos (2 ó 3 ejemplares por grupo familiar) en aquellas casas que poseen patios extensos. Las casas ubicadas en la periferia del pueblo crían borregos.

En cuanto a actividades de pesca, caza y recolección, la primera es inexistente en la localidad. En tanto que la caza es una práctica que se encuentra prohibida en el parque nacional de La Malinche, por ser ésta un área natural protegida, no obstante en zonas aledañas al volcán se cazan conejos, ardillas y codornices. La recolección de hongos (tecax) se lleva a cabo en época de lluvias, temporada de abundancia de este producto, dentro del área de La Malinche. Crecen bajo los árboles, preferentemente del ocote. Los más consumidos en el pueblo son cuatro variedades: a) “xoletes” b) “hongo blanco” c) “hongo amarillo” y d) “escobetillas”. Se preparan acompañando la carne de puerco o para guisar el texmole (sopa de masa de maíz con hongos) y chile ancho.

La preparación de los alimentos es función de las mujeres dentro del grupo doméstico; generalmente es la madre de familia quien es ayudada por sus hijas y/o nueras. Se consume además de lo recolectado, lo que se cosecha en la parcela familiar o lo que se cría en los patios, comprándose los otros comestibles en las pocas tiendas que existen en el pueblo y en los mercados de Contla y Santa Ana Chiautempan principalmente.

Se consumen alimentos tres veces al día, regularmente es un solo platillo con tortillas. Frecuentemente los alimentos son acompañados de

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agua fresca y atoles de arroz, masa o chocolate, además de té. Parte de la rutina diaria de las mujeres del pueblo es acudir a los molinos con maíz cocido y en cantidad suficiente para la elaboración de las tortillas del día.

Hace 60 años atrás, las familias pobres consumían tortillas, acompañadas con una salsa de chiles molidos y una hierba llamada “del divino”. A ello agregaban ayocotes que abundaban en esa época. Estos ayocotes es un fríjol multicolor, más grueso que el común y que se cultiva con facilidad en zonas de alturas y que era común su existencia en la zona de La Malinche. Las papas se introducían entre las cenizas para su cocción mientras se preparaban los otros alimentos. El grano de maíz era más pequeño que el actual e insuficiente para el consumo anual y acudían entonces a Contla donde lo vendían a bajos precios o lo “fiaban”. El azúcar era escazo, pero se acostumbraba el piloncillo. Como utensilios de cocina en esa época se usaban el comal, el metlapil (rodillo de piedra con el que se muele maíz en el metate) el molcajete, ollas y cazuelas de barro. Para comer estaban los cajetes (pequeños platos hondos) de barro. Hoy algunas familias continúan usando los cajetes, aunque la mayoría utiliza los platos de loza.

En la actualidad las familias consumen el maíz que cosechan, al igual que otros productos de su parcela: fríjol, calabaza, haba, lenteja, nopal, quelite y frutales como ciruelos, zapote e higos. El fríjol se prepara hecho caldo y machacado, tostado y/o molido. Un platillo típico son las tlatlapas (tipo de sopa) de fríjol tostado y molido, agua y nopales. La calabaza se prepara frita o cocida para acompañar guisos. Las habas se consumen habitualmente en sopa con nopales. “Acostumbramos moler el haba, hacerla polvo para preparar tortas que se comen con camarón seco y chile, - la cuaresma - es la temporada en donde se come más haba”, refieren los habitantes. Las lentejas para sopas son acompañadas con nopales. Otros platillos son el chilatole (sopa de masa de maíz, con epazote y granos de elote) el tecxmole y el pollo en pipián de ajonjolí. En las fiestas se preparan el mole colorado y prieto y también tamales y mixiotes de carnero. Los animales de corral son consumidos en estas ocasiones especiales. La carne de res es difícil de obtener en el pueblo.

Ante el caso de aquellas mujeres embarazadas, en posparto o en período de lactancia, prima la experiencia y los consejos de las mujeres mayores bajo las cuales se encuentran a su cuidado. Debe entonces ser consumidos los alimentos según el criterio de fríos y calientes. Práctica que las mujeres preferentemente han conocido de sus padres y la realizan

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cuando la enferma requiere de cuidados especiales. Los lugareños refieren conocer en cada caso “lo que le hace bien o lo que le hace mal” al enfermo de acuerdo a este criterio.

En otro orden, la población de San Felipe (usando el criterio de la lengua) es predominantemente indígena y como tal es perfectamente posible clasificar al pueblo bajo esta categoría. La gran mayoría de sus habitantes hablan el náhuatl, pese a que los jóvenes dicen; “no hablarlo pero si entenderlo”. Culturalmente San Felipe es una unidad social con fuerte identificación con su pasado indígena, por lo cual comparte con muchos otros pueblos vecinos características étnicas predominantemente indias.

Bajo este criterio, en parte acomoda la definición de “post-nahua” elaborada por Eileen Mulhare (2002) que sobre el particular refiere a “aquellas personas que tienen ancestros nahuas pero que han adoptado nuevas formas de vida en el siglo XX”. Si bien está circunscrito esta definición a pueblos, a unidades sociales que han perdido la lengua. En tal sentido cabe precisar que el idioma no ha desaparecido, pese a un creciente proceso de aculturación en donde el idioma español hegemoniza parte importante de la comunicación entre estos habitantes y los principales centros políticos. Pese a ello, una gran parte de la comunicación cotidiana se realiza en náhuatl. Además, su condición esta dada por su organización política, social y religiosa que se verá mas adelante y por la concepción que a ciertos hechos del pasado le asignan en lo que es su memoria histórica.

Para mayor precisión podemos establecer que en San Felipe es posible diferenciar dos niveles respecto a este ámbito. a) Aquellos que se autorefieren identitariamente como nahuas (indígenas) y cuyo indicador más usual al respecto es que “hablamos mexicano”. b) Aquellos autodefinidos como campesinos, pero no son mestizos y cuya diferencia con los primeros es no hablar el náhuatl, pero lo entienden.

Estos últimos compensan este déficit de identidad respecto a los primeros, participando del dispositivo social comunitario y como tal son plenamente aceptados por los primeros como sus pares, siempre y cuando desarrollen y participen de los sistemas de cargos del pueblo.

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ECONOMÍA, TENENCIA DE LA TIERRA

Y DIFERENCIACIÓN SOCIAL

La economía local la conforman principalmente cuatro áreas productivas que constituyen los ejes sobre los cuales el pueblo desarrolla su vida económica. Los vecinos mayoritariamente se ubican en algunas de estas cuatro actividades, a) agricultura, b) actividad textil, c) trabajo en fuentes externas a la localidad y d) comercio y mercados.

Estas fuentes de trabajo han presentando distintos ritmos de evolución en la dinámica económica del pueblo. En el pasado hace 70 años aproximadamente, las actividades económicas estaban circunscritas a la recolección y venta de leña, la fabricación de carbón y la elaboración de pulque. Todas se concentraban en La Malinche, las dos primeras en la parte superior del volcán, en tanto la obtención del aguamiel, en los magueyes de terrenos aledaños y de más baja altitud. Los “tlachiqueros” (raspadores de maguey) de ese entonces, iban con sus burros a raspar magueyes en gran número para extraer el aguamiel. Este líquido lo transportaban desde el maguey en el campo hasta el lugar de su procesamiento en castañas, odres de piel de puerco, chivo o de borrego y a lomo de acémilas. En esa época la extracción del aguamiel era una actividad que desarrollaban tanto hombres como mujeres. Estos productos eran comercializados en San Bernardino Contla. Ante el cambio en los hábitos de consumo, la actividad pulquera se encuentra desapareciendo en el pueblo y actualmente se contabilizan 4 personas dedicadas a la recolección de aguamiel y elaboración de pulque, suficiente para cubrir la baja demanda local de esta bebida.

Propiedad de la tierra

La propiedad de la tierra es privada, en su mayoría en manos de naturales de San Felipe y no se encuentran ejidos en la jurisdicción del pueblo. La tierra se destina para el uso agrícola y es altamente valorada y por ende no es comercializada, salvo causas de fuerza mayor. Los propietarios asumen que este bien debe ser transmitido a los familiares, lo cual acontece por medio de la herencia o bien transferirla en vida a los sujetos que ellos determinen pertinente.

En la actualidad es habitual que se proceda a la división y reparto de la tierra “de palabra”, en vida del propietario. Así los padres habi-

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tualmente, se refieren a que “los jóvenes, no poseen tierra” y está asociado al hecho que son los mayores, (padre o madre o un ascendiente mayor) quienes poseen los respectivos títulos de propiedad. El acceso a la tierra, es de padres a hijos y tanto mujeres como hombres tienen derecho a heredar dichas tierras; sin embargo, se advierte que es el hombre quien recibe más tierras.

Las tierras del pueblo no han estado exentas de conflictos. Uno de ellos es el producido en la década de 1940 cuando San Felipe se adscribía a Contla. Como era un barrio de éste último y a partir de la estructura del sistema de cargos, le correspondía el cultivo de tierras comunales para la cofradía y mayordomía de Contla. Al estar alejados de la cabecera municipal y de cultivar a “medias” estas tierras originaba constantes conflictos. A los ojos de los habitantes de Contla estas personas eran “más indias” por estar más distantes del pueblo. En los hechos, los habitantes del otrora Cuahutzincola eran prácticamente peones de los mayordomos de la Cofradía y Fiscalía de Contla para trabajar las tierras que se les había asignado por el cargo. Recibían como tal la mitad de la producción, pues la otra mitad debía quedar en poder de los mayordomos para sufragar los gastos de los cargos. (Véase Romano 1999). Esta situación contribuyó a que la gente del barrio de Cuahutzincola (actualmente San Felipe) hiciera las gestiones para independizarse y lograr posteriormente su calidad de pueblo.

Actualmente (según la presidenci auxiliar) la mayoría de los jefes de familia poseen al menos una extensión de terreno, siendo el promedio de 3 hectáreas, que incluye el lugar donde se encuentra la vivienda familiar. La tierra rara vez se encuentra en una sola porción sino que se encuentra dividida en pequeños lotes y ubicadas en distintas partes del área que comprende el pueblo y sus alrededores. Así, el promedio mencionado es el resultado de poseer varias parcelas.

Diferenciación social

San Felipe es una sociedad bastante igualitaria, aunque hay diferencias económicas. Destacan la horizontalidad de las relaciones de poder que se establecen en la asamblea comunal para constituir los cargos civiles. Las formalidades de la convocatoria y las exigencias que los vecinos autoimponen a cada uno de los cargos a desarrollar, refieren un criterio de igualdad, independiente de las capacidades de

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cada uno de los asistentes a la asamblea comunal. Prima la responsabilidad de los vecinos en las tareas asumidas y el prestigio adquirido en la ejecución de los cargos, hayan sido estos religiosos o civiles. El sistema de los cargos se encuentra plenamente vigente, así que parte importante de la dinámica de los habitantes se concentra en participar en reuniones y actividades que se programan producto del sistema de cargos.

En el plano económico y haciendo una aproximación podemos señalar que el 90 % de los habitantes se puede agrupar (según su propia categorización) en una misma situación socioeconómica. Una similitud expresada por parte de los lugareños en que “todos vivimos de nuestro trabajo”. Este 90 % se autodefine como aquellos quienes viven “para comer y educar a sus hijos”. El otro 10 % restante, definidos por ellos como “los adinerados”, donde se encuentran casi exclusivamente quienes se dedican al trabajo textil, pero sólo aquellos que poseen grande talleres (naves) infraestructura productiva, casa “grande” y vehículos. Esta autoclasificación la sintetizan en dos niveles: la gente con “dinero” y “los pobres”. Fundamentan este punto de vista en el conocimiento que tendrían de cada uno de los vecinos del pueblo, así señalan: “todos los habitantes acá nos conocemos en el pueblo hace tiempo y sabemos como viven uno y otro”.

Un patrón recurrente de medida en este esquema es la capacidad de generación y participación en las fiestas familiares y comunales. Señalan por ejemplo, “en el caso de una fiesta en casa de una gente de dinero, los pobres casi no quieren ir, aunque los invitan y nadie los corra, no van porque a esas fiestas va gente de dinero con corbata y traje. Conformando así relaciones sociales con personas de fuera de la comunidad. En cambio cuando hay una fiesta con gente de la misma clase, vamos todos, todos nos llevamos”. Se alude que no existiría segregación en la invitación entre los vecinos. Una mujer de 35 años, señala sobre lo mismo que “una persona cuando siente que ha ascendido socialmente porque tiene más recursos económicos, hace sus propios convivios con sus amistades de fuera y se pone sus mejores trajes para estar más acorde a ellos, aunque en realidad a veces viva peor que muchos otros del pueblo”.

En una celebración por término del año escolar en agosto del 2001, los padres de los alumnos que egresaban de secundaria organizaron una ceremonia y posterior celebración. En este festejo se advertía que las relaciones de camaradería entre la gran mayoría de los

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presentes eran de mucha horizontalidad. No obstante, se advertían las diferencias en aquellos padres que disponían de mayores recursos económicos, en la calidad de los regalos a sus hijos, como también en las compras de licor para invitar a uno u otro asistente. Esta imagen pareciera coincidir con lo expresado “en que en una fiesta con gentes todos nos llevamos.” Haciendo una comparación (un vecino de 81 años) refiere que hace 60 años, cuando se cavó un pozo para el agua y se dejó de usar el jagüey la fiesta que se desarrolló fue “muy grande”. Posterior a la inauguración, participó todo el pueblo sin excepción, cada familia aportó en la medida de sus posibilidades y quienes no “tenían nada, no se avergonzaban, pues habían aportado trabajo de pala” y aquellos que no desarrollaron este tipo de trabajo compraron los licores y parte de la comida para la fiesta.

Esta autoclasificación social tiene, además, otros indicadores. A las fiestas se suma la calidad de la vivienda de los sujetos. Las personas que tienen una “mejor” casa sería resultado de una adecuada administración de sus recursos económicos. Se opina que en el pueblo hay oportunidades de trabajo para todos; sin embargo, unos son más empeñosos que otros. La diferencia en las viviendas, dependería del esfuerzo individual, pues algunos “le echan ganas” para acceder a una mejor vivienda, entendida ésta como un bien familiar. Un aspecto valorado y como tal constituye diferencia entre las viviendas, es el tamaño de ésta. Tanto de la infraestructura principal las dimensiones del terreno donde se encuentra edificada la casa. En directa relación está el material utilizado en su construcción y su fachada externa. En los casos de “gentes de dinero”, las viviendas presentan fachadas de piedra, de dos pisos, ventanales protegidos con cerrajería y ent radas para el ingreso de sus vehículos.

En esta autoclasificación antes referida del 90% de la población, se advierte una subcategoría. A saber los sujetos “más pobres”. Serían aquellas personas que no tienen un trabajo seguro y por lo tanto no tienen una estabilidad económica, como es el caso de los jornaleros agrícolas. Su trabajo no es constante y se complementan con distintos trabajos eventuales. En noviembre del 2001 un jornalero agrícola percibía $ 70,00 pesos diarios (7 USD), por 8 horas de trabajo, más el “taco” (una comida).

El trabajo es significativo en este patrón de clasificación de los vecinos. La pobreza en este esquema es un código grupal, pues es vista desde el punto de vista de grupo familiar; no obstante, algunos miem-

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bros de ese grupo pudieran tener más recursos que otros y esto no altera la clasificación de “pobre” que los habitantes otorgan a todo el conjunto de la unidad social. Es entonces, el jefe de familia que implícitamente conlleva tal clasificación y guarda relación con las normativas que el pueblo se autoimpone en el sistema de cargos, donde por ejemplo, una de las pocas por no decir únicas razones de eximirse, es no contar con la capacidad económica para asumir con el cargo. Así también, la madre soltera o el hombre mayor de 60 años, es eximido de parte o la totalidad de sus cooperaciones. Esta autoclasificación de pobreza aquí exhibida, no guarda necesariamente relación con los indicadores oficiales sobre la materia.

Otro indicador valorado por los habitantes en esta diferenc iación socioeconómica, son los estudios universitarios y de formación personal que pueda contar la persona. Tal es el caso de los maestros, secretarias y funcionarios gubernamentales, pues estas personas “hablan bien y se visten mejor”; son “personas distintas, más preparadas” y “saben más”. El hablar inglés, constituye otro signo de prestigio y preparación, sobre todo en los que han podido ir “al otro lado” en alusión a Estados Unidos de América y Canadá.

Un quinto elemento que marcaría diferencias entre vecinos, es haber viajado fuera del pueblo. Como señalábamos, al extranjero principalmente, y aquellos que han residido y trabajado por un tiempo en la ciudad de México y luego regresado al pueblo. Los que han salido a trabajar a la capital o a los Estados Unidos o Canadá, son vistos y reconocidos como personas con mayor experiencia. En tanto aquellos grupos familiares que cuentan con un miembro “al otro lado”, valoran a éstos como personas “sacrificadas”, pues se encuentran realizando un gran esfuerzo al estar distantes del pueblo y de la familia.

En cuanto a diferencias raciales, culturales y lingüísticas, no se advierten otras a las ya referidas. Se reafirma; “aquí todos somos nahuas” y “todos hablamos mexicano y los que no, lo entienden”. Los jóvenes sobre este punto, señalan que sus padres no les enseñaron, pues en el pasado se consideraba sinónimo de atraso. No se advierte en ellos interés por hablarlo ni que sus hijos lo aprendan. Para ciertos vecinos, el hablar “mexicano” (nombre local dado al náhuatl) los hace ser gente de “aquí” de este “lugar”, de San Felipe.

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ACTIVIDAD ECONÓMICA

Agricultura

La agricultura de San Felipe es una de las actividades centrales para la comunidad, a pesar de que en la actualidad se desarrolla dentro de un marco poco favorable debido a los problemas de erosión y la irregularidad de las lluvias. Fenómeno este último – que según los agricultores - es cada vez más creciente desde la década de 1990 a la fecha. Respecto a las condiciones climáticas, un agricultor de 42 años informa que “ya no llueve como antes, pues algunos lugareños y sujetos externos al pueblo han acabado el monte,” refiriéndose a los bosques de La Malinche.

La agricultura es de temporal y la siembra se realiza en meteplantles, empleándose labranza mecánica y animal. Las parcelas son trabajadas por la familia generalmente, donde participan en la siembra, cosecha y almacenamiento de los productos.

El cultivo predominante como hemos señalado es el maíz, complementándose con otros productos como habas, fríjol, arvejón, calabaza y trigo. La calabaza se siembra entre el maíz. Según cálculos del presidente auxiliar don Pedro Cuamatzi (1999 – 2001) “poca gente en el pueblo cultiva maíz para venderlo”, refiere que un 10% del total de campesinos del pueblo comercializa este producto y que el restante 90% de los agricultores destinan el maíz preferentemente para satisfacer el autoconsumo familiar.

El sistema de cultivo del maíz está dado por siembras en pequeñas parcelas ubicadas a los lados o en la parte frontal o trasera de las viviendas. Estos terrenos frecuentemente pertenecen a la familia que vive adyacente a estos; no obstante algunos dueños de las milpas residen en otra área del pueblo. Se siembra en surcos cuya distancia es de 50 centímetros, no obstante, los mayores de la comunidad siembran a 90 centímetros entre cada hendedura, técnica que es aplicada como consecuencia de las enseñanzas de sus padres. Esta diferencia generacional de procedimientos es explicada como consecuencia de un cambio en el acortamiento de distancias entre los surcos del sembradío, para su optimización productiva y el uso de los fertilizantes. Los cambios fueron introducidos hace 50 años atrás. Por ejemplo, en la distribución de las plantas del maíz se hacía en aquella época en forma “cuatrapeada” vale decir diagonalmente. Cuatreapeada es en-

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tendida por los lugareños como “diagonalmente” y no en su acepción habitual de “desordenado o mal acomodado.

Estos cambios fueron producto de la presencia de un grupo de técnicos extranjeros del programa “Amigos del Mundo”. Estos eran un equipo de profesionistas y técnicos de distintas nacionalidades que radicó por espacio de 5 años en el pueblo y sus labores se dirigían a la capacitación en salud y mejoramientos de los cultivos. Recuerdan a trabajadoras sociales, médicos, e ingenieros agrícolas.

De todos ellos las opiniones de los lugareños son encontradas. Unos reconocen que, gracias a su intervención mejoraron los cultivos por métodos de siembra y transferencia de nuevas tecnologías y existe por parte de éstos vecinos un gran reconocimiento. En tanto que los detractores, suponen que dado los instrumentos que estos extranjeros poseían, lograron descubrir bajo el subsuelo tesoros, específicamente oro, el cual una vez descubiertos motivó que éstos se fueran del pueblo. Los califican estos otros vecinos de despojadores de estos supuestos entierros. Los tesoros enterrados en el pueblo y que los Amigos del mundo habrían descubierto, guardan relación con un relato bastantemente conocido por los vecinos.Trata de una mujer poseedora de una gran fortuna, llamada Angelina María. No existe coincidencia en cuanto a la probable fecha donde se ubica la historia, la más citada es que habría sido en el siglo XVII. Se refiere a la esposa de un leñero del pueblo, Ange lina María que en cierta ocasión, preocupada por su marido, el cual no regresaba a casa después de una jornada de trabajo en el bosque, salió en su búsqueda. Estando en las faldas de La Malinche se le habría aparecido una mujer (de cabellos y vestidos largos, adornada de collares brillantes) la cual le informó que sus leones se habrían devorado a su esposo. Ante la pena de la viuda, ofreció compensarla por lo sucedido y le obsequió dos perros. Un blanco y otro amarillo y le señaló que los metiera dentro de un cofre el cual a su vez debía enterrar y que al cabo de unos días tendría un regalo como consecuencia de ello. Angelina María entonces, realiza el entierro, encontrando a los días después en lugar de los perros dos cofres con monedas de oro y plata que la convirtieron en la mujer más rica de la región. Una calle del pueblo lleva su nombre como producto de haberse encontrado paredones que se refiere habrían sido parte de la casa patronal de Angelina María.

Continuando con los cultivos, las milpas son separadas a través de “mesurcos” que como señalábamos es una expresión proveniente

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del náhuatl metl (magueyes) que sembrados en hileras sirven para delimitar el cultivo. Algunas milpas, para el caso de San Felipe pueden ser cultivadas por dos personas sin que existan límites, lo cual es habitual entre dos familiares. No obstante, cada uno de los cultivadores conoce el número de plantas que sembró y son enumeradas para ese fin, según acuerdos o por herencia.

Hace 50 años, los fertilizantes utilizados eran el abono orgánico (caballo, borrego, toro o totoles) aplicado con pala a la planta que hacía más lenta esta parte de la faena agrícola. El tamaño de la mazorca y el grano eran más pequeños, por cuanto, los fertilizantes actuales a diferencia de los orgánicos posibilitan un volumen mayor del producto.

Así mismo, la labranza era efectuada con tracción animal, mediante yuntas de acémilas, caballos y toros, que se complementaba con los usos de palas y azadones. Una vez efectuada la cosecha, las mazorcas se almacenaban en trojes o cuescomates antes de ser desgranadas para el consumo familiar. El traslado del maíz era hacia San Bernardino Contla y San Pablo Apetatitlan lo que obligaba a su transporte a lomo de mula, burro o caballo. Llegados a esos lugares los vecinos de San Felipe desarrollaban la práctica del tlapapatlatli (intercambio del maíz) por otros productos.

En otro orden y respecto al ciclo agrícola, el maíz se siembra en abril y se cosecha en noviembre. No obstante, los tiempos de siembra y cosecha varían de acuerdo a la ubicación del terreno. Para los casos de La Malinche se siembra en marzo “el 12 de marzo como fecha límite”, por el clima frío predominante en esta zona que provoca un crecimiento más lento de la planta. En junio se observan las plantas que podrán ser cosechadas y éstas crecen en este mes a un promedio de 10 centímetros cada 10 días; así con los cuidados adecuados la planta alcanza una altura de 80 centímetros.

A mediados de agosto brotan los primeros jilotes, para septiembre los elotes alcanzan su madurez y en noviembre se corta la mazorca, actividad que se le conoce con el nombre de pizca. Como práctica habitual, primero se pizca y luego se siega, (corte total de la planta) para posteriormente separar la mazorca. La planta una vez seca se tritura y sirve de abono o forraje para los animales, principalmente los burros. Es posible que en ocasiones se pizque pero no se siegue, es decir, la planta seca permanece, para efectos de hacer descansar la parcela en la próxima época de siembra.

Los fertilizantes son aplicados dos veces durante el ciclo agrícola del maíz y debe deshierbarse cada dos semanas para que las malezas

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“no le ganen a la planta”. Después de la cosecha se procede a barbechar (diciembre), actividad de limpieza del terreno con el objeto de mantener la humedad y prepararlo para el siguiente cultivo. Una milpa de 5 metros de ancho por 20 metros de largo permite 200 plantas, que llegada la cosecha aporta dos sacos de 60 kilos de mazorca cada uno, que logra satisfacer las necesidades de alimentación de un grupo familiar de ocho personas (cuatro adultos y cuatro niños) por un período de dos semanas y media. Los años no destinados al maíz se siembra fríjol, éste se puede sembrar en dos temporadas, marzo y junio, su desarrollo toma cuatro meses, no se utilizan fertilizantes para su crecimiento y al momento de la cosecha se corta toda la planta y lleva un solo trabajo de arado. Sin embargo es habitual entre la milpa sembrar ambas especies. La calabaza se siembra durante el mes de marzo, cuando se desea consumirla verde (pequeña) y se cosecha cinco meses después, es decir en julio o agosto. Si se desea consumirla cuando ha alcanzado un mayor tamaño, un tono amarillo y un sabor dulce, se cosecha en octubre. El haba se siembra durante el mes de marzo y se cosecha en noviembre, no requiere de fertilizantes. Se siembran dos habas y es posible alcanzar 16 retoños, requiere de un solo trabajo de arado, tiene el mismo ciclo agrícola del maíz, pero es menos delicada que éste. Se le cosecha cortando íntegramente la planta. El arvejón se siembra en menor escala debido a las condiciones adversas generadas por el frío de la zona, lo cual dificulta su cultivo.

En cuanto a implementos y tecnología agrícola, el arado de la tierra es con acémilas y yuntas de caballos. El empleo de acémilas para arar una extensión de 80 por 100 metros demanda de tres a cuatro horas de trabajo. Un terreno de este tamaño produce, en términos ideales, al momento de la cosecha aproximadamente 100 sacos de 60 kilos de mazorca. Esta cantidad puede verse disminuida hasta en un 50 % por exceso o falta de lluvias, heladas, granizadas y plagas que afectan los cultivos en la localidad. Puede emplearse tractor, no obstante, debido al costo por renta de esta maquinaria sólo un reducido número de agricultores del pueblo pueda hacer uso de este recurso tecnológico. Quienes carecen de animales para arar lo realizan en forma manual con azadón.

La producción de maíz es dirigida al autoconsumo y desde hace 5 años, el excedente es cada vez menor. Entre junio a septiembre del 2001 el valor por kilo fluctuó entre $1.20 y $1.50 un año después, en julio del 2002, su precio era de $ 1.60 el kilo.

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Los insumos que se requieren para este tipo de cultivo y su posterior cosecha,

calculando una hectárea de terreno totalizan $ 4,430.00 (cuatro mil cuatrocientos treinta pesos). Como patrón de medida, señalaremos que por hectárea cultivada se producen 1,000 kilos de grano aproximadamente, a valores de venta de $ 1.50 por kilo, arroja un total de $1,500.00 por esta hectárea.

Resulta evidente observar la diferencia entre el costo de producción ($4,430.00 y la ganancia $1,500.00), donde el déficit es significativo en desmedro del agricultor local. Es posible suponer, que el déficit de $2,930.00 pesos que significa producir esta hectárea genere en el agricultor una estrategia mucho mas efectiva, como por ejemplo, el de comprar el maíz a un vecino o habitante cercano, ahorrando en dicha operación los $2, 930.00. No obstante, la gran mayoría cultiva y abarata los costos con la mano de obra del grupo familiar.

La actividad textil dentro del pueblo

La actividad textil en el pueblo es una de las cuatro mencionadas como importantes. Los tejidos se sitúan en el segundo lugar de importancia usando el criterio de ocupación de mano de obra. Así entonces; la agricultura, el trabajo en fuentes externas a la localidad más el comercio y mercados son las otras actividades que como se verá mas adelante, se interrelacionan. Es posible adelantar que la agricultura está siendo complementada con la actividad textil, estableciéndose un doble vinculo que dinamiza la vida económica local y, además, con las otras actividades económicas ya mencionadas.

Trabajos en fuentes externas a la localidad La complementariedad de la agricultura con otras actividades es un proceso de larga data en el pueblo. Mencionábamos que junto a la agricultura y la actividad textil, los vecinos de San Felipe, obtienen trabajo en lo que hemos denominado fuentes externas a la localidad, lo cual se expresa en una migración constante que han realizado sus habitantes desde principios del siglo XX.

Uno de los trabajos recordado por los mayores se desarrollaba hace unos 100 años atrás y era la recolección de “brea” o “trementina” del

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ocote, en las faldas de La Malinche. Dicha sustancia una vez recolectada era trasladada a una fábrica en San Pablo Apetatitlán. Desde ahí era enviado el producto a Nuevo León para hacer “anillos”, la resina permitía amoldar circunferencias para diversas funciones, las cuales en la actualidad se elaboran con resinas sintéticas.

En la década de 1940 los hombres del pueblo en grupos de 30 personas se trasladaban a trabajar a los estados de Oaxaca y Veracruz en el corte de la caña de azúcar. Lo hacían por períodos de 5 meses iniciándose la salida en noviembre y duraba hasta marzo, mes que regresaban para la siembra de la milpa. Se les pagaban $3.50 pesos por una tarea que consistía en hacer 50 manojos de caña cortada y hacían dos “tareas al día”. Venían en 1945 desde Veracruz, “a animarlos los enganchadores para que se fueran a esta faena”. Los trabajadores eran trasladados desde Contla a Córdoba y luego a Tierra Blanca. Desde Apizaco viajaban en tren desde las 11 de la noche y llegaban a Córdoba a las 5 de la madrugada y desde ahí se trasladaban en camión a Tetela. Otros hombres se trasladaban a la localidad de Perote en el estado de Veracruz para el corte de la raíz del zacate, el zacatón. Para ello “rascaban los zacatones” que posteriormente eran utilizados para la fabricación de escobetas, cepillos y escobas.

En otro orden destaca que desde 1992 ha proliferado la instalación de diversas empresas en pueblos y localidades aledañas a San Felipe. Muchas de ellas demandan mano de obra permanente del pueblo. Se calcula (por parte de la presidencia municipal) que el 50 % de los jóvenes de San Felipe trabajan en estas empresas externas a la localidad y deben trasladarse diariamente a trabajar en ellas como obreros. En la actualidad, los mayores del pueblo atribuyen a la baja rentabilidad de la actividad agrícola, el hecho que los jóvenes deban trasladarse a trabajar a los otros pueblos. A diario estos trabajadores son trasladados en los medios de movilización de las empresas, de acuerdo a los distintos turnos de trabajo. Esta práctica de “venir a buscar al obrero” comenzó a ser habitual para los vecinos cuando se instalaron estas empresas en la zona. Para el reclutamiento de los trabajadores en el pueblo los vehículos de las distintas empresas (Ideal Standard, Nestlé e Interceramic y otras) recorren con altavoz las calles de San Felipe anunciando las vacantes e inscribiendo a los interesados durante estos recorridos.

Otro tipo de trabajo externo se desarrolla en Canadá, donde un grupo de 40 hombres del pueblo, viaja cada año a desempeñarse en la

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cosecha del tabaco y la manzana. Este tipo de actividad, comenzó a desarrollarse en forma creciente desde hace 10 años. El tiempo que deben permanecer en Canadá es de cuatro meses al año, generalmente de julio a octubre. Esta ocupación se encuentra regulada por la s autoridades de ambos países a través de un convenio y todos los aspectos migratorios son tramitados, por un representante de la empresa canadiense en México, que notifica con anticipación la fecha del viaje y demás detalles operativos. Se firma un contrato ante la Secretaría del Trabajo, donde se estipulan algunas prestaciones entre ellas, el seguro médico. El trabajador sólo debe presentarse en el aeropuerto, donde se le hace entrega de todos sus antecedentes para ingresar y permanecer en Canadá. A junio del 2001 percibían estos migrantes 7 dólares canadienses por hora (unos USD 4.62) y se trabajaba 6 días de la semana, en jornadas de 8 horas, aunque en ocasiones, con acuerdo del trabajador, se trabajan horas extras. Los gastos del transporte aéreo, al igual que el alojamiento son cubiertos por el empleador inicialmente, pero luego descontado del sueldo del trabajador. La alimentación es responsabilidad del trabajador mientras dure su estancia, al igual que la visa que tiene un valor de 330 dólares canadienses.

Si bien este tipo de trabajo se desarrolla fuera de México, no es nuevo para los habitantes de San Felipe. Entre 1961 y 1964 algunos vecinos trabajaron en los Estados Unidos de América en el programa bracero por períodos que fluctuaron entre los dos y tres meses. Se desempeñaban principalmente en las cosechas de algodón, lechuga, tomate y pepino, percibiendo ingresos de esa época de USD 15 y 20 dólares al día.

Comercio y mercados Las tiendas del pueblo son de abarrotes, papelerías, estéticas, molinos de maíz, torterías, alimentos para animales, fruterías, venta de block y materiales para la construcción, más un pequeño local de venta ocasional de pollos destazados. Otras personas venden pan, tamales y elotes en forma ambulante, siendo estos los menos. No existe mercado local, ni tianguis, por lo cual los vecinos de San Felipe se trasladan a tres pueblos con mercados semanales, San Bernardino Contla, Santa Ana Chiautempan y San Pablo Apetatitlan a ad-

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quirir principalmente comestibles, además de artículos para la casa y el vestuario. La ciudad de Tlaxcala cuenta con un mercado permanente (conocido en la región por su variedad de artículos) y los sábados, días de plaza, funciona un enorme tianguis a un costado de éste. Solo algunos acuden a Tlaxcala por ser considerado éste más caro. Se adquiere en el pueblo básicamente alimentos, frutas y verduras.

Hace 40 años, las personas debían salir de la comunidad para adquirir los productos necesarios y acarrearlos a lomo de mula o burro de regreso al pueblo. El abastecimiento de artículos de primera necesidad era limitado y se reducía a unos cuantos artículos, tales como; cerillos, tabaco y sal. No había tiendas y de requerirse arvejón, sal o picante, debían trasladarse a Contla u otro centro de abastecimiento cercano. Actualmente el abastecimiento de productos es posible en gran medida a los medios de transporte, que permiten la llegada de otros productos para la preparación de los alimentos. La visita de “los Amigos del Mundo” posibilitó la orientación sobre la forma de mejorar las cosechas, la obtención de créditos para la compra de animales y el empleo de fertilizantes. Se incrementó sustancialmente la producción de la tierra y se mejoró la calidad del maíz, como también se capacitó a las mujeres en el mane jo de hortalizas para el consumo.

Organización política El trabajo comunitario es un patrón común en las actividades productivas, las fiestas y los momentos de crisis del pueblo. La mayoría de los habitantes asumen con el compromiso de trabajar en beneficio comunitario. La excepción en la actualidad la constituyen unas 100 personas (que se identifican como testigos de Jehová), los cuales se han ido sustrayendo paulatinamente de sus obligaciones en los cargos religiosos. Sobre el particular, se advierte una segregación hacia estas personas en el plano religioso. No obstante, el resto de los habitantes hombres, mayoritariamente autodefinidos como católicos, ha desempeñado un cargo. Los que no han hecho cargo aún, lo contemplan dentro de sus objetivos inmediatos.

Con respecto a este grupo de vecinos que no ejercen cargos por su opción protestante, se advierte un proceso de mayor contacto con personas externas al pueblo, por cuanto estos últimos los visitan frecuentemente como parte de las actividades religiosas. Para hacer frente a

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estas visitas que acuden en misión evangelizadora, los católicos escriben en sus puertas un símbolo CTD que significa (creyentes en Dios) y evitar así ser visitados por los protestantes. Para el caso de los vecinos (testigos de Jehová) éstos no participan de los cargos religiosos, pero deben participar de los cargos civiles y hacer las cooperaciones como el resto del pueblo. En caso del fallecimiento de un testigo de Jehová, algún familiar deberá pagar al Fiscal por enterrar al difunto en el cementerio del pueblo. Esto por cuanto según acuerdo de la asamblea del pueblo, el cementerio es católico y como tal deben los “no católicos” pagar por su uso llegado ese momento. El hecho que el cementerio sea católico esta determinado por un acuerdo de la asamblea que en alguna oportunidad se tocó el asunto y produjo como en muchas otras decisiones una fusión entre los ámbitos civiles y religiosos. La cifra del entierro para los no católicos varía entre $1,000.00 pesos y $5,000.00 pesos, ello pues se evalúa si el difunto participó en vida de algún comité y como tal tiene una consideración en dicho cobro. De todos los comités del pueblo, las personas protestantes, se sustraen de participar tan solo de uno, cual es el Comité de la Honorable Junta Patriótica pues aluden que no “rinden honores a la bandera por tener ésta la serpiente”. De los demás comités deben participar y realizar las cooperaciones correspondientes.

Hechas estas precisiones, se entiende que en los casos que la situación económica, tiempo o enfermedad, dificulta al vecino el desarrollo de los compromisos de un cargo, lo subsana colaborando con alguna otra persona que está haciendo el cargo. Se produce entonces una extensión de la responsabilidad, vale decir, que el vecino elegido es auxiliado en su función por la parentela y amigos quienes colaboran para el éxito en el cumplimiento de las responsabilidades que emanan del cargo. Esta extensión de responsabilidad reditúa tanto en el elegido, como en los que contribuyeron, toda vez que el cargo produce una dualidad de efectos que se puede sintetizar en estas dos acepciones: a) Ocupar cargos otorga un prestigio por sí mismo, por el hecho de ejecutarlo y haber sido elegido; y b) La ejecución del cargo es vista como “una ayuda a la comunidad” lo que otorga al sujeto un reconocimiento por parte de sus pares, es decir, “hizo un buen cargo”.

La ayuda entre vecinos es apreciada en aquellas labores donde parte del pueblo ha establecido determinadas acciones y un calendario para estos efectos. Así es posible observar para el desarrollo de al-

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guna fiesta, como se distribuyen funciones, tanto en el traslado de utensilios, carga y descarga de los vehículos de determinados elementos para esos fines. Las mujeres acuden en la elaboración de alimentos y su preparación. Los jóvenes se relacionan con los mayores en faenas como limpieza de un local o instalar un techo de lona, por citar algunos. Existe en ese marco una conciencia respecto a la reciprocidad, que se expresa en el aforismo “acá [en San Felipe] somos solidarios”. Actúa como un mecanismo de ayuda horizontal que puede invocarse en determinadas ocasiones al grupo por quien la requiere. La negativa a prestar ayuda ocasiona una mala relación entre vecinos, que redunda la mayor parte de las veces en una negativa por ayudar (esta vez por parte del grupo) a quien esté solicitándola, si éste no cumplió en alguna oportunidad su colaboración.

En las tareas relacionadas con obras y servicios a la comunidad, los respectivos comités (conformados para estos efectos) acuerdan en la asamblea comunitaria las labores a realizar y si éstas implicarán una remuneración. Es la asamblea comunal, lugar de discusión y acuerdo de estos puntos. Trabajar por la comunidad es aparentemente un asunto voluntario y nadie es obligado a desarrollarlo. No obstante, se observan formas coercitivas para exigir al vecino (las menos de las veces) que colabore con determinada actividad. Para ello, el corte del suministro del agua es una medida probadamente efectiva que, una vez asumida la decisión por la asamblea, produce en el incumplidor un cambio de su actitud en el corto plazo.

Los conflictos internos han encontrado una formula de solución o de manejo a través de la asamblea comunal, instancia esta última donde se ventilan al igual que en el pasado los asuntos vinculados al pago de las obligaciones. Una prueba de ello es lo que la comunidad recuerda como un mecanismo normativo propio, legitimo y efectivo que se desarrollaba hace 50 años, denominado la “recogida”.

Al respecto aquellos vecinos que no cumplían sus obligaciones de pago ante la comunidad, eran objeto de la denominada “recogida”. Consistía ésta en la visita de un grupo de hombres (encomendados por la asamblea) a la casa del vecino que presentaba el incumplimiento en sus obligaciones con el pueblo a fin de cobrarle. Previo a ello en la asamblea comunal se efectuaba una valoración de la deuda. Ya en el domicilio del vecino éste era conminado a pagar el adeudo y frente a su imposibilidad, se ingresaba a la vivienda donde los encomendados en este caso, recogían algún objeto de valor, igual

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o similar a la deuda. La valoración se hacía en el momento entre los hombres presentes, quienes discutían la conveniencia de una u otra cosa, pudiendo ser cualquier objeto, sea un animal, guajolotes, utensilios, mobiliario o herramientas agrícolas. Esta “recogida” era entendida por el afectado, quien en algunos casos disponía de horas para lograr conseguir el dinero y así recuperar el objeto de valor embargado por la comunidad, todo esto antes que fuera la especie reducida a dinero. Una vez superada la requisición el sujeto volvía a participar de las actividades del pueblo y la comunidad entonces asumía que el vecino había cumplido con su obligación.

La implementación de un sistema de distribuc ión domiciliaría del agua hace 40 años obligó al pueblo a una reglamentación de su uso social y por ende una forma de control del recurso hidráulico. Más aún en un pueblo donde la dependencia de este vital elemento obligaba a todos a su mantenimiento y conservación.

Para asegurar el buen funcionamiento del sistema se creó el comité de agua. En teoría el control del agua debía estar en manos de los vecinos que cooperaban mensualmente; no obstante, ha sido derivado paulatinamente su control a los dirigentes de la asamblea y el comité de Agua. En se marco, la “recogida” fue paulatinamente siendo reemplazada por el corte del suministro del agua, pues ofrecía esta modalidad desde el punto de vista de su aplicación un menor costo social. Para desconectar la toma del suministro se requería la acción de una sola persona. En segundo lugar solucionaba el problema (a los dirigentes) de tener que reducir a dinero la especie recogida. En la actualidad es el corte del agua la herramienta coercitiva que utiliza la asamblea del pueblo para hacer cumplir a determinados vecinos con sus obligaciones. En enero del 2002 la cuota mensual era de veinte pesos por jefe de familia.

El procedimiento de aplicación de la medida del corte de agua no es de fácil resolución y se analiza con detenimiento. Un ejemplo al respecto se suscitó en la asamblea de junio de 2001 donde se vieron tres casos y en dos de ellos se optó por cortarles el agua. Al tercero (a) se le dio plazo, pues era una situación particular - una mujer- que había sido abandonada recientemente por el hombre y exhibía 4 meses sin pagar el suministro. Los tres casos habían sido antes discutidos por el comité de agua, siendo estos que presentan el caso a la asamblea sin muchas opciones que no sea el corte del agua. Uno de los casos era de un vecino que vivía en los límites del pueblo de la Luz y San Felipe, y hacia los cargos en el pueblo de la Luz. Sin embargo, se

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encontraba adscrito a San Felipe en lo que era el agua y comenzó a presentar una morosidad en varias cooperaciones. A juicio de los vecinos no se justificaba que consumiera el agua de San Felipe dado que hacía cargos en el vecino pueblo. Éstos conflictos son un ejemplo de una comunidad entendida como unidad social, donde se mezclan elementos de adscripción, territorio y pertenencia al grupo. En el caso de la mujer morosa se entendía que ésta se encontraba sin recursos. Se estudió incluso la fórmula que un cuñado de ésta cumpliera con el pago adeudado. Misma que se desistió pues este último argumento que se encontraba sin trabajo y tenia una familia que mantener. Este individuo actuó de representante de la mujer abandona (cuñada) y logró que la asamblea pospusiera la decisión pues ella se habría comprometido a pagar en fecha próxima. En los otros dos se decidió por cortarles el agua; nadie habló por ellos y el hecho que el Comité los hubiera puesto como merecedores a tal medida sirvió de agravante y zanjó el tema.

Gobierno La estructura de los cargos civiles está conformada por el Presidente Municipal auxiliar como la máxima autoridad local. Le sigue en orden de subordinación e importancia, un primer comandante, jefe del cuerpo policíaco y responsable de materializar las aprehensiones. Le apoya un segundo comandante en esta labor. Seguidamente 10 policías que mantienen el orden en la comunidad, caracterizada por la normalidad del orden público que, además, distribuyen los citatorios a los ciudadanos y realizan rondas de vigilancia. No reciben entrenamiento y cuentan con uniforme que no usan. La labor policíaca en este caso, es sin retribución económica; en cambio el presidente municipal auxiliar percibe un salario por su cargo. Estos cargos son de elección popular, tienen una duración de tres años, no opera la reelección y su nominación se materializa en la asamblea comunal. Las asambleas comunitarias constituyen las instancias de decisión política de San Felipe y posibilitan la comunicación a los vecinos sobre temas de interés y en aquellos que se requiere de opinión y/o colaboración. En estas instancias se desarrollan las elecciones de los diferentes cargos civiles, se proporcionan informes de labores, se

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realizan votaciones sobre cooperaciones y se discuten las decisiones sobre el futuro del pueblo. La convocatoria a la asamblea es importante y los habitantes demuestran interés por asistir. Al no ser posible ir a la asamblea, algún miembro de la casa acudirá en reemplazo del citado. Los policías son los encargados de distribuir los aproximadamente 500 citatorios que el presidente auxiliar entrega al comandante. Se personaliza cada citatorio, para evitar que algún jefe de familia quede sin ser avisado. Los citatorios informan que “sin excusa, ni pretexto” se debe asistir a la asamblea, pues lo que se decida se considerará aprobado aunque se esté ausente de dicha actividad. Incluso, si alguno de los ausentes fuera nombrado en un cargo, deberá aceptar la responsabilidad, como si hubiera estado presente en la asamblea que determinó su nombramiento.

Un hombre “puede hacer los cargos” al momento de casarse o vivir con mujer, independientemente de su edad. Los trabajos comunitarios los desarrollan aquellos considerados por la comunidad como aptos para “hacer los cargos”. En el caso del hombre soltero y residente en casa de sus padres, es este último (el padre) quien debe cumplir con las obligaciones del hijo aunque éste sea mayor de edad. Los hombres mayores de 60 años que no tengan hijos bajo su responsabilidad, están exentos de “cargos” y sólo deben pagar la cuota mensual del agua. Por el contrario, si el vecino es mayor de 60 años y tiene hijos solteros bajo su responsabilidad, tengan éstos la edad que tengan, debe cumplir el padre con los trabajos que demande la comunidad. La madre soltera, es considerada jefa de familia, sin embargo, contribuye solo con el 50 % de las cooperaciones, sean cuales fueren, con excepción del pago del agua que debe cubrirlo íntegramente. El hijo de la madre soltera, al alcanzar la mayoría de la edad, adquiere la categoría de ciudadano y comienzan sus derechos y obligaciones con la comunidad.

Las decisiones asumidas por la asamblea del pueblo son canalizadas a través de los comités, los cuales desarrollan tareas y actividades comunitarias. Hace 30 años atrás los comités eran menos que los actuales y se concentraban las actividades en el agente municipal quien debía desarrollar mucho más labores que las actuales. Según un ex – agente municipal, una de las mayores habilidades que debía tener ese personero, era la capacidad de generar acuerdos y consensos, además de tener que viajar constantemente a Contla y Tlaxcala. Las diversas obras de adelanto comunitario han ido paulatinamente generando las distintas instancias (bajo la figura de comités) para

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apoyar dichas trabajos. Es posible en tal sentido asegurar una evolución, de menos a más en cuanto a los comités de trabajo en el pueblo.

Dicho aumento se ha dado a consecuencia del aumento del servicio público. En la actualidad en San Felipe existen: (1) Comité de Agua Potable integrado por 10 personas, que duran 6 años en el cargo: su función es la instalación de tomas de agua, mantenimiento de la red y cobro de este servicio a cada jefe de familia. (2) Comité del Centro de Salud compuesto por 10 vecinos que duran 2 años en el cargo y son los encargados de recaudar fondos para la adquisición de insumos, dado lo insuficiente del aporte de la Secretaría de Salud. (3) Comité de la Honorable Junta Patriótica, que forman 6 personas y sus funciones se materializan en septiembre en el marco de las festividades de conmemoración de la Independencia de México. Finalizan el 16 de septiembre con la organización de un desayuno, para los alumnos de las escuelas del pueblo. (4) Comité de drenaje lo conforman 8 personas y coordina las gestiones para nuevas conexiones en las viviendas y el cobro de ellas. (5) Comité de Obras compuesto por 6 personas que tramitan las obras que se llevan a cabo en el pueblo como parte del presupuesto municipal; tiene relación con los contratistas que llevan a cabo los trabajos, debe rendir informes financieros y técnicos y recolectar la cooperación del pueblo, (20% sobre el total) de los gastos que se ocasionen por concepto de las obras. (6) Comité de Caminos, integrado por 6 personas, quienes vigilan los caminos vecinales y en su caso coordinan y gestionan los recursos económicos para su mantenimiento. La cooperación del pueblo, en este caso, consiste en mano de obra para la realización de los trabajos requeridos. (7) Comité Comunitario, encargado de marcar las prioridades de las obras que se esperan desarrollar en el pueblo y (8) Comité de Patronato de Feria, conformado por 15 personas que organizan la feria el 5 de febrero, día de San Felipe de Jesús. En esta ocasión el pueblo efectúa un aporte que es utilizado, para la contratación de mariachis, fuegos artificiales, banda de música, eventos recreativos, elección de reina y bailes. En la asamblea comunitaria del día 10 de junio del 2001 se acordó la cooperación de $250,00 pesos por jefe de familia – unos 496 - para la feria del 2002.

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La conformación de los distintos comités se resuelven en la asamblea comunal, la

cual así se constituye en la princiapl entidad de decisiones y acuerdos sobre la vida comunitaria. Destaca en este sentido la administración de justicia por parte de la asamblea en la localidad, lo cual permite advertir varias dimensiones: A) La importancia atribuida por la comunidad a la instancia de la asamblea como lugar donde los ciudadanos acuerdan cumplir con sus abligaciones. B) La vigencia y constante adaptación de la formula coercitiva. Ha sido así “desde siempre”, o “todos acá debemos cooperar”, “quien no lo hace se debe ir del pueblo”. C) La legitimidad que adquiere la asamblea como un organismo resolutivo de los conflictos internos que experimenta el pueblo. Y la efectividad (desde el punto de vista de tiempos) que la sanción (o solución) implica en la localidad. D) Los equilibrios que se logran al mantenerse la paz social luego de la aplicación de la sanción o solución.

Cuadro N ° 3 Organigrama del sistema de cargos civiles

en San Felipe Cuauhtenco

J e f a t u r a R e g i s t r oC i v i l

R e g i s t r o C i v i lT l a x c a l a

PoliciasAuxiliares

Policias

Segundo Comandantede Policia

Primer Comandantede Policia

Comité deAgua Potable

Comitéde Salud

Comité H.Junta Patriotica

Comité deDrenaje

Comité deObras

Comité de Feria

ComitéComunitario

Comité deVigilancia

Asamblea ComunalS a n F e l i p e C u a u h t e n c o

Presidente AuxiliarSan Felipe Cuauhtenco

Presidente MunicipalContla de Juan Cuamatzi

G o b e r n a d o r E s t a d od e T l a x c a l a

J u e z d e P a zA u x i l i a r

T r i b u n a ld e T l a x c a l a

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San Felipe se rige respecto a la elección de sus autoridades, en la modalidad de usos

y costumbres del estado de Tlaxcala.4 Instituido en el artículo 116, fracción 1a de la Ley Municipal de Tlaxcala es válida para presidencias de comunidad, nuevo nombre dado a los Presidentes Auxiliares Municipales, a contar de abril del 2002. El artículo 116 afirma que “Las presidencias de comunidad son órganos desconcentrados de la administración pública municipal, estará a cargo de un Presidente de Comunidad, el cual será electo cada tres años conforme a lo previsto en la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Tlaxcala, el Código Electoral del Estado y las bases siguientes: La elección de presidentes de comunidad se llevará a cabo en los mismos comicios en que se realice la elección de Ayuntamientos. El Congreso del Estado y El Consejo General del Instituto Electoral de Tlaxcala, determinarán cuales elecciones de Presidente de Comunidad se harán respetando el sistema de usos y costumbres”.

El nombramiento del presidente municipal auxiliar se realiza en una asamblea comunitaria, convocada para esos efectos. Se estila durante el mes de noviembre para asumir en diciembre. El presidente saliente rinde una cuenta de su gestión y finalizada ésta propone una terna de candidatos para elegir a su sucesor. Los nombres que propone el presidente pueden ser complementados con otros que los vecinos presenten ese día y que a su juicio cuentan con los méritos suficientes. Así todos los nombres de cada uno de los candidatos se anotan en una pizarra, la cual es colocada en el centro del lugar donde se desarrolla la asamblea, en este caso, en la explanada de la presidencia Auxiliar Municipal de San Felipe.

El procedimiento del registro de nombres está a cargo del saliente presidente auxiliar. La votación la desarrollan solo los vecinos presentes, mediante un método particular, no obstante en otras partes también desarrollado. Cada uno de los vecinos presentes en la reunión acude desde el lugar donde se encuentra la mencionada pizarra. Marca ahí con una tiza al lado del nombre de su candidato, su preferencia para

4 En el municipio de Contla de Juan Cuamatzi las secciones que votan según la modalidad del voto constitucional son: 1Sección, 3ra Sección San Miguel Xaltipan, 6 Sección Tlactecpa, 8 Sección Santa María Aquiahuac y 9 Sección Colhuaca. Las secciones que votan según la modalidad de usos y costumbres son: sección Segunda, sección séptima ,sección cuarta San José Aztatla, sección quinta San Felipe Cuauhtenco, sección décima Ixtlahuaca , sección 11 Santa María Ocotlán Tepatlaxco y sección 12 Barrio de la Luz. (Fuente Instituto Electoral de Tlaxcala).

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presidente municipal auxiliar. Así van registrando líneas en cada uno de los nombres que una vez finalizado el procedimiento da al ganador. Cabe mencionar que esta mecánica posibilita que todos los presentes conozcan la intención del voto del que acaba de pasar a la pizarra. De un total de 403 presidencias de comunidad del estado de Tlaxcala, sólo 11 utilizan esta modalidad del pizarrón en el marco de la elección de sus presidentes municipales (Fuente: Instituto Federal electoral). Los requisitos para ser presidente son; ser originario de San Felipe, residir en el pueblo al momento del nombramiento y ser casado o vivir con mujer. En tan solo dos oportunidades se ha obviado este último requisito y han sido sujetos solteros.

En cuanto a los trabajos comunales que desarrollan los distintos comités éstos se focalizan en algunas áreas prioritarias: limpieza del pueblo, mantenimiento de vías y áreas públicas, rondas de vigilanc ia nocturnas, actividades culturales, recreativas y fiestas. En estos trabajos los vecinos se organizan a través de la coordinación entre los distintos comités y colaboran en cada uno de ellos, sin percibir por ello remuneraciones. La responsabilidad del trabajo comunal puede transferirse. Es decir, cuando la persona por razones laborales no puede cumplir con la obligación, en ese caso y solo en éste, puede pagar a otro vecino para que lo reemplace en la faena. En ocasiones la comunidad organizada desarrolla una actividad de mejoramiento y posteriormente gestiona ante las autoridades municipales la obtención de los recursos por dicha labor. Para los trabajos que no demandan especialización, los habitantes aportan mano de obra, de lo contrario se contrata personal calificado generalmente externo a la localidad.

Organización religiosa

La religión predominante del pueblo es la católica la cual es avalada por la presencia de dos templos en el centro de la localidad que protagonizan la vida religiosa de sus habitantes. Con respecto al sistema de cargos religiosos, San Felipe se organiza en torno a las mayordomías existentes en el pueblo. El fiscal es la máxima autoridad religiosa en esta estructura de cargos, más tres fiscales auxiliares. Debajo de esa cúpula se encuentra cada uno de los ayudantes del fiscal en este caso los mayordomos, son responsables de cada una de las 12 mayordomías del pueblo. Existen tantas mayordomías como santos con imá-

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genes en las iglesias, cada una encabezada por un mayordomo y sus ayudantes. Salvo en el caso del Santo Patrón que está conformada por el mayordomo, más un devotado, un topile y tres tequihuas que totalizan 6 personas. Las mayordomías del pueblo son: (1) San Felipe de Jesús, (2) Virgen de Guadalupe, (3) San Bernardino, (4) Virgen La Purísima, (5) Virgen de la Luz, (6) San Isidro, (7) La Santa Cruz, (8) Corpus Christi, (9) La Santísima Trinidad, (10) Sagrado Corazón de Jesús, (11) Preciosa Sangre y (12) Nuestro Padre Jesús de Tejalpa. La suma de estas mayordomías conforma la cofradía del pueblo. La mayordomía más importante es la de San Felipe de Jesús, Santo Patrón que se celebra, como hemos señalado, el día 5 de febrero.

Están, además, las hermandades, grupos de personas devotas de un determinado santo que peregrinan a los diferentes santuarios del estado y de la República. Las imágenes de los santos se encuentran en las casas de estas personas. Cuentan, al igual que las mayordomías, con mayordomo, un devotado, un topile y 3 tequihuas. Las hermandades además de realizar peregrinaciones colaboran en la fiesta del Santo Patrón.

La elección de la cofradía se lleva a cabo el 12 de diciembre tradición que se inició desde que la Virgen de Guadalupe era la patrona del pueblo. Ese día se acuerdan la elección de los cuatro fiscales y los doce mayordomos, los respectivos devotados, topiles y tequihuas de cada mayordomía, más los dos sacristanes, los campaneros y el portero, para que desempeñen sus funciones por un año. Al lugar de reunión, se le conoce como “sala de cuentos” ubicada a un costado de la capilla, junto a la sacristía.

Cuadro N ° 4 Principales hermandades del pueblo

Nombres de las hermandades

Fecha de Celebración Lugar de Peregrinación

1. - Nuestro Padre Jesús de Tepaltcingo

3° viernes de cuaresma Tepaltcingo, Morelos (caminando)

2. - Nuestra Virgen de la Caridad

15 de agosto Huamantla, Tlaxcala (caminado y bicicleta)

3. - Nuestro Padre Jesús de Chalma

6 de enero Chalma Estado de México (autobús)

4. - Virgen de Guadalupe 12 de diciembre Basílica de Guadalupe, ciudad de México (bicicleta)

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De los cuatro fiscales que encabezan la cofradía, uno tiene mayor jerarquía, por tanto, constituye la autoridad de ésta, teniendo que trabajar en coordinación con toda la cofradía. Debido al crecimiento del pueblo, de su población y el consiguiente aumento en los compromisos religiosos se creó el cargo para los tres fiscales adicionales, quienes apoyan al fiscal principal en el cumplimiento de sus obligaciones. El fiscal tiene la responsabilidad de estar presente en las misas que se llevan a cabo en la iglesia del pueblo, pero principalmente en aquellas que se ofrecen a los santos de las mayordomías, y debe portar siempre la vara que es símbolo de su autoridad y lo certifica como representante del pueblo ante otras comunidades; esta vara se guarda en la iglesia del pueblo. Otra de las obligaciones del Fiscal es la administración del cementerio. El 25 de diciembre de cada año se lleva a cabo la fiesta del fiscal en donde todo el pueblo reúne a los miembros de la cofradía, les dan de comer ya sea mole prieto o colorado, con el objeto de despedirlos y agradecerles su servicio a la comunidad. Por su parte el fiscal en esta fiesta se despide y entrega el mando al fiscal entrante quien trabajará el año siguiente. Los otros tres fiscales fungen como delegados, representando al pueblo en las festividades religiosas de comunidades vecinas y acuden a éstas a invitar a sus respectivos fiscales a la fiesta patronal del pueblo.

Cuadro N ° 5 Calendarios de las festividades religiosas más importantes del pueblo

FESTIVIDAD FECHA DE CELEBRACIÓN

San Felipe de Jesús (Santo Patrón) 5 de febrero La Santa Cruz 3 de mayo San Isidro 15 de mayo San Bernardino 20 de mayo Virgen de la Luz domingo 1ro de junio (2002)* Santísima Trinidad domingo- 26 de mayo (2002)* Corpus Christi jueves -30 de mayo (2002 Sagrado Corazón de Jesús 21 de junio (2002)* La Preciosa Sangre 1 de julio Nuestro Padre Jesús de Tejalpa 1 de julio (antes: 1° viernes de cuaresma) Virgen La Purísima 8 de diciembre Virgen de Guadalupe 12 de diciembre

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En la fiesta patronal del 5 de febrero, el mayordomo, el devotado y el topile ofrecen el domingo la comida a los asistentes, en tanto que los tres tequihuas harán lo mismo al otro día. Las fiestas de las mayordomías son patrocinadas por los miembros de ésta, a diferencia del Santo Patrón, en que todo el pueblo coopera. Es responsabilidad del mayordomo, el cuidado de la imagen del templo, la alcancía y la otra imagen (pequeña) e itinerante del santo, que es albergada en casa de éste, como expresión que su santo lo protege y acompaña. Ambas imágenes son expuestas en la iglesia el día que corresponde a su celebración y transportadas con posterioridad a casa del mayordomo. Ahí son colocadas sobre un altar, acompañadas de las imágenes de los santos de las otras mayordomías, más la del santo patrón.

Se encuentra establecido que ha de ser un hombre - nunca mujer - quien desempeñe el cargo religioso y cuyo comportamiento ha demostrado poseer las cualidades morales que lo habilitan desempeñarlo. Preferentemente entre 30 y 50 años y que no se encuentre desarrollando un cargo civil. El elegido puede ser soltero, aunque no es recomendable, dado que el apoyo que brindan las mujeres en los preparativos de la fiesta es esencial. En el caso del soltero que vive con sus padres, será su madre quien implícitamente asumirá con las tareas de apoyar al mayordomo en estos menesteres, al igual que las esposas o madres del devotado, el topile y otras mujeres de su parentela.

Un cargo religioso no se rehúsa, a menos que se exponga una razón gravitante, estado de salud o situación económica deficitaria. Al aceptarse el cargo, se espera cumplirlo eficientemente; en caso contrario se asume que ha de sobrevenir un mal o desgracia. En ese marco, los santos desempeñan un rol importante en el esquema religioso de la comunidad, toda vez que su protección es esperada.

La organización de las fiestas obedece a una planificación previa. Ocho días antes de una celebración, el fiscal y mayordomo reúnen a la cofradía en la “sala de cuentos”, donde se solicita la asistencia y colaboración a todos los mayordomos en la próxima festividad. Se hacen cuentas y son asignadas las responsabilidades, sacristanes, campaneros y porteros deben adornar la iglesia, servir en la misa; y hacer sonar las campanas respectivamente. El fiscal principal hace la invitación al mole que se ofrecerá en casa del mayordomo finalizada la misa.

Dos días antes de la fiesta se reúnen en casa del mayordomo su esposa más las mujeres del devotado, topile y otras pertenecientes a la familia del mayordomo y de ésta. Organizan la recolección de

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leña, matanza y limpieza de los pollos, preparación del mole, tamales, arroz y frijoles que han de servirse en la fiesta. Asisten los familiares y amigos más cercanos a los miembros de la mayordomía, aunque la invitación es a toda la comunidad. La noche previa a la fiesta se lleva la serenata al santo, se truenan cohetones y se prepara temprano la “cuelga”. La “cuelga” es llevar ramos de flores a la imagen – en este caso al otro día – la cual está en un altar para esos efectos en la Iglesia, las flores las han de llevar las mujeres esposas de los mayordomos. La fiesta alcanza su momento más solemne en la celebración de la misa.

Terminada la misa el mayordomo que encabeza la festividad sostiene la imagen del santo (más una cera) y dirige la procesión hacia su casa. La procesión lleva flores e imágenes de los otros santos. Una vez llegados a la casa de este mayordomo, la imagen y las alcancías se ponen sobre un altar presidido por la imagen del Santo Patrón. En esta casa, permanecerán estas imágenes quince días para después ser regresadas a la iglesia y a las casas de los otros mayordomos. Luego de una acción de gracias por parte del mayordomo, ese día festejado, invita a los presentes a comer mole.

Otras denominaciones religiosas

En cuanto a otras religiones, los vecinos que pertenecen a los testigos de Jehová, poseen una casa en el pueblo donde se reúnen semanalmente al culto. Sobre el particular, los católicos comentan que éstos “convencen” a la gente usando el “argumento” del tratamiento antialcohólico. En la comunidad los alcohólicos ven a través de esta práctica religiosa solución a este problema de salud. Otro argumento, según refieren, es convencer a los lugareños de lo dañino que es para el presupuesto familiar el incurrir en gastos para las fiestas. Se advierte que en materia religiosa las diferencias entre vecinos conllevan a la mantención de un estado de conflicto entre ambas denominaciones religiosas.

Creencias, magia y ritos El volcán de La Malinche determina la vida cultural de los habitantes de San Felipe, como tal, parte importante de los aspectos mágico religio-

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sos, no católicos, son asociados a este macizo. En sus bosques, se encuentran coyotes que avizoran y provocan escalofríos e hipnotizan a quien los encuentre durante la recolección de leña. Al recorrer el pueblo de noche, es de mal agüero encontrase subido al tejado a un guajolote, hecho que se atribuye a que el ave se encuentra en ese momento poseído por una bruja. La persona que se transforma en animal y hace el mal es “un nahual”. El “miquetl” en tanto es un muerto que se presenta como aparición y es percibido a través de un sonido o imagen extraña.

En otro orden, las brujas que chupan sangre es una creencia habitual, de modo que se han conocido casos de niños muertos a causa de bruja y algunos refieren haberlas conocido. Los niños mueren por la noche sin haber estado enfermos y sus cuerpos al otro día presentan moretones, además de ser encontrados en posición invertida. Las madres de estos bebés muertos constatan la responsabilidad de la bruja en el hecho, pues éstas dejan sus huellas sobre la ceniza del tlecuil. Para ahuyentarlas se coloca una tortilla sobre la cabeza del niño, dado que ese olor las espanta. Es efectivo, además, un cráneo de burro puesto en el tejado de la casa. Los manojos de ajos y un tipo especial de nopal ayudan a restar sus efectos malignos.

Junto con las brujas, algunos creen en brujos (hombres) que vagan cerca de La Malinche en forma de espíritu buscando a quien hacer el mal. Viven no obstante en el pueblo y las personas sienten gran desconfianza de ellos; sin embargo, no es posible comprobarles su condición. Los más temidos son aquellos que tienen “la mirada fuerte”, pues “escupen” a alguien y puede causar la muerte, solo quienes tienen “sangre fuerte” pueden contrarrestar sus efectos.

Los fenómenos climáticos adversos son enfrentados a través de una rogativa. Ante una sequía se ha de celebrar una misa en el monte y se ruega a San Isidro Labrador que envíe el agua para la siembra, evento donde la comunidad acude masivamente. Caso contrario, frente a lluvias y granizadas, en el pasado, los “graniceros” (sujetos sobrevivientes al impacto del rayo) cumplían el rol de mitigar los efectos del granizo sobre las siembras. También son denominados “tiemperos” por su habilidad para pronosticar el tiempo. Podían mitigar el efecto de la granizada a través de un ritual, de dibujar en la tierra círculos y sobre estos enterrar ceras encendidas, sahumerios, una botella de agua y una cruz. Estos especialistas cobraban por este servicio.

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Grupo doméstico y trabajo familiar

El grupo doméstico está constituido por los padres, hijos casados y solteros, nietos y en ocasiones otros parientes (abuelos o tíos) con quienes se comparte una vivienda y un régimen alimenticio. La conformación del grupo familiar está sujeta a una serie de procedimientos, establecidos en el patrón de conducta de los vecinos los cuales dicen relación con la formación de la pareja, como el lugar donde estos residirán una vez consumada la unión.

Los padres representan un importante papel en la formalización de la unión de sus hijos, se espera de ellos el consejo y el apoyo para materializar con éxito esta etapa de la vida de los hijos.

Se advierte la importancia que los sujetos del pueblo atribuyen a la institución del matrimonio, aunque no obsta a que la unión libre sea de igual forma valorada en menor grado. El matrimonio se encuentra asociado a una serie de formalidades en el plano religioso y civil, pero sobre todo, constituye una meta del sujeto en su plan vital. No obstante, la cohabitación sin la formalidad del matrimonio no constituye impedimento para que tanto la familia y la comunidad presuman que pasado un tiempo dicha pareja formalizará su relación. Con o sin matrimonio se pagan las cooperaciones. Al señalar el papel que juega la parentela previo al matrimonio es posible, fijar ciertos tiempos, donde éstos tienen alguna ingerencia, pues de ser materializado el “pedimento” se presume que la relación ha de materializarse. A esta intervención debe, además, considerarse una serie de acontecimientos que ambas familias deben desarrollar, en el marco del matrimonio de sus hijos. Estos proporcionan un acuerdo social altamente simbolizado y donde ambos grupos de parentesco fijan patrones de relación social entre ellos. Los consuegros hombres comenzarán a llamarse entre ellos “compadritos” desde el momento del pedimento. El compadrazgo es importante en la dinámica social de la comunidad. El más generalizado es el compadrazgo originado por el bautismo, que establece relaciones con sujetos de pueblos vecinos, a los cuales deben trasladarse los compadres periódicamente a saludarse y conocer el estado de salud de éstos. La llegada de teléfonos a las casas de San Felipe el año 2001 ha posibilitado un mayor contacto. En las fiestas las familias unidas por compadrazgo se reúnen y comparten. El compadrazgo actúa como complemento de los nexos familiares y aumenta el número de personas a las que se puede

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acudir. Posibilita ir a las casas de los compadres en Contla, Tlaxcala u otro pueblo y los hijos en caso de necesidad de recurrir a estas familias, con seguridad de ser recibidos. En el caso de algún agricultor agotada la reserva de la familia solicitará ayuda a su “compadrito” de quien se espera pueda socorrerlo en esta u otra faena.

Es común observar familias extensas, donde habitan un matrimonio principal, más sus hijos casados o unidos con mujer y los hijos de éstos. Su conformación ha sido posible por el cambio de residencia de la mujer - de la casa de sus padres a la casa de los padres - de su esposo. El lugar que ocupa la nueva familia en la vivienda, es generalmente un espacio pequeño y adaptado provisoriamente, pues parece sobrentenderse que esta residencia será por un determinado tiempo que posibilite al esposo construir una nueva casa. En tal evento, colabora el padre de este hijo en la construcción de la nueva casa junto a la casa paterna y ayuda en la generación de recursos como en la construcción misma.

Es posible que la nueva casa se construya en terrenos que son parte del patrimonio de alguno de los cónyuges del grupo familiar principal. Un ejemplo (2001) es de un padre que se encuentra construyendo la nueva casa del hijo, el progenitor le denomina “su casita” en terrenos que por herencia son de su esposa, o sea, madre del hijo casado. En tal caso, la casita estará en un terreno cercano a la casa de un tío materno del joven. Además, es lugar próximo a la actual residencia de este matrimonio.

Los padres entonces, llegada la edad en que los hijos se van con sus mujeres de la casa paterna, deben ir dividiendo los terrenos que poseen para la construcción de las casas de estas nuevas familias. Dicho de otra forma, el patrimonio de los padres se fracciona en cuando los hijos se van y construyen en terrenos de sus padres quedando entonces los padres en su vejez con la casa que sirvió de residencia común a todo el grupo en su momento. En este caso será, “como es nuestra costumbre”, que el hijo menor (xocoyote) llegado el momento de la muerte de sus padres, herede esta propiedad en el entendido que ha cuidado de ellos durante la vejez de sus progenitores. Ha sido el último en residir en esta propiedad y como tal es propietario del inmueble, terrenos y pertenencias.

Los hijos casados – como norma general – residen con sus mujeres en cuartos separados al grupo familiar primario, pero dentro de lo denominaremos como la casa principal. Las mujeres de los hijos con residencia patrilocal trabajan en las actividades domésticas, colabo-

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rando con la suegra, tanto en la comida como en otras faenas de la casa. A ello, estas mujeres deben desarrollar sus propias actividades domésticas, lavado de ropas, cuidado de los niños, limpieza, etc. de cada una de sus lugares de habitación donde residen.

La mujer en los casos de las parejas nuevas, asume que este ciclo de colaboración doméstica con su suegra, es hasta cuando la residencia postmarital virilocal expira; de hecho los matrimonios nuevos pese a algunas limitaciones de espacio, adquieren y conservan una serie de bienes que utilizarán en su futura casa. Entre estos se cuentan televisor, lavadoras y distintos artículos de menaje. También aquellos matrimonios que ya están “separados de la casa”, son los que ya tienen su cocina independiente y con ello están “aparte económicamente”. En realidad pese a vivir con los padres, una pareja se “aparta económicamente” cuando tiene la posibilidad de sostenerse económicamente.

En ese caso el hijo es un nuevo jefe de familia y ella (la esposa) “la señora de la casa” referido al espacio que ocupan en la casa principal. En el caso de las parejas que no se encuentran “separada del gasto”, la nuera debe ayudar a la suegra, lo que ellas denominan; “sigue sus instrucciones” sobre lo que se debe preparar para comer y demás tareas de la casa. Lo habitual en cuanto a los alimentos es que se cocine para todos los de la casa. Otras actividades domesticas tales como; el lavado de ropas, cuidado de los niños de cada unidad familiar, es responsabilidad de la nueva pareja.

Existe el intercambio de mano de obra entre los miembros de las familias, especialmente de las que se originan como producto del matrimonio o la unión libre. El intercambio de mano de obra se asume en un marco consiente de solidaridad y ayuda mutua, principalmente en las faenas agrícolas. Los parientes, cuñados y suegros colaboran en los trabajos de la milpa y sobre todo cuando alguno de los familiares cuenta con animales para el arado. Este es uno de los préstamos más usuales del pueblo de ahí que se retribuya posteriormente trabajando en la siembra, o en la aplicación del fertilizante o en la cosecha. La cooperación entre parientes en fiestas y eventos relevantes para la familia, (bautizos, primeras comuniones, bodas o mayordomías) se expresa habitualmente en colaborar en la preparación de los alimentos para dicha ocasión. Se aporta el maíz (que será utilizado para las tortillas o tamales) proporcionando según sea el caso, los animales para la preparación del mole o los mixiotes, o ayudando en cortar o recoleccionar la leña.

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En cuanto a la formación de parejas en el pueblo, ésta es precedida del noviazgo y el

rango de edad para oficializarlo, es entre los 16 ó 17 años de edad. La pareja mantiene una relación conocida, antecedida de un breve periodo donde fue secreta y el noviazgo es con miras al matrimonio o a vivir juntos. Sin embargo, se advierte una diferencia con los jóvenes que trabajan fuera del pueblo, quienes perciben que el noviazgo a temprana edad no necesariamente lleva al matrimonio. Estos hablan de casarse “más grandes” y tienen expectativas de estudiar alguna carrera profesional, o capacitarse, como también adquirir experiencias laborales antes de casarse.

El pedimento de la novia procede cuando la pareja no ha vivido junta, “la saca de blanco”, en tal caso el novio acude dos veces con sus padres a casa de sus futuros suegros. El padre de la novia ha sido previamente informado de esta relación. El novio y sus padres llevan un chiquihüite de frutas, un pastel pequeño y dos ceras, en náhuatl todo esto es un “tlacecehui”. El mensaje implícito del tlacecehui sería; “yo como padre de mi hija estoy enojando porque se la llevan y me están dando un dulce para contentarme”. El pedimento se realiza al encender una de las ceras, otra quedará de recuerdo y se invoca al santo de la devoción de los dueños de casa, se entrega a la novia la cera encendida, que coloca en un candelabro y un sahumerio como símbolo de su compromiso.

En una pareja que decide vivir juntos, es común que el muchacho simule un rapto de la novia y la lleve a vivir a casa de sus padres. Al día siguiente, el padre del novio visita a los padres de la muchacha, lleva un chiquihüite con pan y frutas, miel, una cera y una botella de licor para “contentarlos”. Este rapto consentido que en la expresión local es “llevársela”, coincide con las conversaciones previas que el muchacho ha tenido con su familia para comunicarles tal decisión. Los padres de la muchacha aceptan generalmente la unión y la pareja se integra al grupo doméstico del hombre y así ambos comienzan a tener responsabilidades en los cargos ante la comunidad.

Luego del pedimento, en la segunda velada, la familia del novio obsequia a la familia de la novia, chiquihüites de pan, fruta y una charola de dulces. Lo central del pedimento es lograr un buen entendimiento, la conversación gira en torno a la boda, los respectivos y futuros consuegros son desde este momento “compadritos”. Quien fija el día de la boda, es el padre del novio y es acatada por el consuegro. La boda generalmente se lleva a cabo después de un año del pedimento.

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Para la comunidad el matrimonio religioso tiene mayor connotación que el

matrimonio civil. El novio generalmente debe buscar padrinos de música, pastel, azares, arroz, ramo, cojines, zapatillas, recuerdos, videos y la bebida para el brindis. Los familiares llegan días antes de la boda para ayudar en los preparativos. Los parientes tanto del novio como de la novia pueden colaborar con maíz o dinero ($ 100.00 ó $ 200.00 pesos) ayudar a limpiar pollos, cortar leña, preparar el “nixcomitl” (hervir el maíz) y el mole. Si los novios están “amancebados” (han vivido juntos) le corresponde al novio comprar el vestido de la novia. En este esquema, los padrinos más importantes son los de velación y ellos presentan los novios en la iglesia. La ceremonia religiosa se lleva a cabo habitualmente en sábado; terminada ésta, se dirigen a la casa de los padrinos de velación, donde son recibidos los novios con una cruz, un sahumerio y un florero. Aquí es el lugar donde se lleva a cabo la primera fiesta, a la cual asisten sólo los parientes de ambos cónyuges. Posteriormente se dirigen a casa de la novia, lugar de la fiesta principal donde acuden todos los invitados y se sirve barbacoa, mole colorado o mole prieto. Al finalizar la comida, se baila el vals, la “víbora” y el “guajolote” y se reparte el pastel. La fiesta termina de madrugada y cada uno de los esposos pernocta en su casa de origen.

Al día siguiente cerca de las 3 de la tarde, los padres del muchacho y los padrinos de velación van por la muchacha a su casa y se la entregan al novio, lo que todos conocen como “ir a dejar la novia”. En casa del hombre se lleva a cabo la tercera fiesta, (aún mayor que las anteriores) donde hay mucha comida, música en vivo y baile. A este convivio acuden incluso aquellos que no han sido invitados y se desarrolla en la calle, frente a la casa en caso de faltar espacio al interior de la vivienda. Terminada esta fiesta la pareja queda en casa del novio para su residencia permanente. Este día la madre del novio entrega a su consuegra un guajolote, lo mismo que a los padrinos de velación. Los familiares de la recién casada vuelven al día siguiente a casa del esposo, en donde colaboran con el lavado de trastes y la limpieza en general. Concluidas las fiestas, el matrimonio comenzará su vida adscrita al sistema de cargos del pueblo y el hombre trabajará según su oficio, en tanto la mujer colaborará con el hombre en las faenas agrícolas y recolección de leña, más “llevar la casa”, como así también en algunos casos en la actividad textil.

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Hemos descrito brevemente algunos de los aspectos de la vida cotidiana de San

Felipe. A continuación profundizaremos en pormenorizar el trabajo textil, el cual ha transformado parte de la vida de sus habitantes. En los últimos 10 años los tejidos han provocado, además, nuevos roles para la generación de recursos económicos. Por ejemplo, las mujeres han desarrollado otros trabajos a los que habitualmente desarrollaban con el fin de contribuir con el ingreso familiar. Los telares en la comunidad han sido fuente de trabajo para niños y jóvenes quienes, además, colaboran con sus padres en las faenas agrícolas. La responsabilidad en la generación de recursos está a cargo del hombre, sin embargo, algunas mujeres complementan al gasto, trabajando en Contla principalmente, en maquiladoras de ropa, aseo, venta de ropa usada y otras actividades extra domésticas. Sin embargo, parte importante de los recursos que San Felipe genera están dados por los talleres textiles y parte de su dinámica económica se encuentra circunscrita a esta actividad productiva.

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CAPITULO II LA ACTIVIDAD TEXTIL EN SAN FELIPE

La investigación etnográfica ha logrado establecer que los telares -usando una expresión local- “llegaron al pueblo” de San Felipe en 1952. Este hecho se logra identificar toda vez que permanece en la memoria histórica de los habitantes de la localidad. Así también los detalles y pormenores de este hecho son conocidos a través del relato del vecino Camilo Conde Hernández, pionero de la actividad textil. Actualmente cuenta con 72 años de edad y aún oficia de tejedor y recuerda sus inicios de la actividad textil en el pueblo. Previo a esta fecha no se registran antecedentes que vinculen al pueblo de San Felipe con el trabajo textil.

Lo anterior queda comprobado con un análisis a dos censos, uno de 1889 y el otro de 1957 respectivamente. En ambos instrumentos censales se registró la actividad de los sujetos del pueblo. Al respecto, en el padrón general del censo de almas, de la municipalidad de San Bernardino Contla de 1889 (el cual divide al municipio en 8 secciones) la quinta correspondería a San Felipe. El total de población que arrojó este censo para las 8 secciones fue de 4,250 personas. De éstas 2,153 eran hombres y 2,097 eran mujeres.

Se registraba en ese entonces (1889) los nombres, edad, estado, la profesión, si leía o no y un rubro de observaciones. La “profesión” era consultada sólo a los sujetos hombres (que eran jefes de familia) y que aparecen como “los ciudadanos”. Es decir, para ser ciudadano había que ser hombre casado. Estos eran 956 “ciudadanos” de los cuales 416 eran tejedores (un 43.5 %) del total. El porcentaje restante (56.5 %) es decir, 540 ciudadanos, se dividía entre leñeros, labradores, jornaleros, carpinteros y campistas. Las mujeres no registraban información más que su nombre.

En lo que respecta a la sección quinta de San Felipe, ésta contaba con 88 ciudadanos (hombres), ninguno de ellos se vinculaba a la actividad textil. El 50% eran leñeros, el 29.5 % labradores y el restante 19.3 % jornaleros. Aparece un carpintero censado en esta ocasión. 5

5 En el rubro de observaciones de este censo 1889 aparecen 4 notas siendo éstas las únicas que se registran. Se anotan en tres personas que son “cojos” y en una que es “ manco”, todos ellos leñadores

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Cuadro N ° 6

Consolidado Censo 1889 San Felipe Cuauhtenco

Sexo Leñero Labrador Jornalero Carpintero Total Hombres Ciudadanos 44 26 17 1 88 Hombres que no registran información (no son jefes de familias)

126

Mujeres (sin información) 209 Total de población 420

(Fuente: Fotocopia de Censo, Archivo histórico de Tlaxcala )

Al revisar otro censo de San Felipe, pero de 1957 coincidentemente se advierte que no se registran en sus resultados datos vinculados a los textiles en el pueblo. En este caso, 68 años después, para 1957 en lo que era el Padrón vecinal de habitantes de San Bernardino Contla los resultados eran los siguientes.(cuadro no.7)

Cuadro N ° 7 Consolidado Censo 1957 San Felipe Cuauhtenco

Sexo Campesinos Domesticas Hogar Colegial Total

Hombres 283 81 24 388 Mujeres 277 61 338

Total de población 726 (Fuente: Fotocopia de Censo, Archivo del Registro Agrario Nacional, Delegación Tlaxcala) El 72.9 % de los hombres son campesinos. Los 283 campesinos fueron contabilizados a partir de los 10 años de edad, en tanto que el 81.9 % de las mujeres son domésticas. Ambos indicadores (campesinos y domésticas) son los cuantitativamente mayoritarios. Como se ha señalado no se consigna a esa fecha la actividad de los telares ni alguna otra afín a ésta. No se registran mujeres colegiales, en tanto que los hombres colegiales comprenden a los mayores de 7 años. Tanto hombres como mujeres del hogar, a saber 144 casos, son menores de 7 años.

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Es posible suponer que todas aquellas personas que desde el año 1952 habían comenzado a trabajar en los telares en San Felipe fueron incluidas en la categoría de campesinos. Esto dado que a la fecha de este censo (1957) habían transcurrido 5 años desde la “llegada de los telares” al pueblo. De los 5 sujetos que iniciaron la actividad textil, dos eran menores de edad a la fecha dicho Censo. Camilo Conde aparece registrado con 27 años de edad y calificado como campesino, al igual que su aprendiz de 16 años Fausto Flores Muñoz. Los sujetos recuerdan que en esa época respondían a los encuestadores que su ocupación era la de campesinos, por cuanto de esta actividad era de donde provenían sus mayores ingresos económicos.

Algunos hechos vinculados

a los comienzos de la actividad textil

En 1930 San Felipe contaba con 40 casas aproximadamente según recuerda un vecino de 93 años en la actualidad. Refiere, además, que se “caracterizaba por contar con una cantidad importante de ganado mayor que se comercializaba en San Bernardino Contla”. Recuerda esa época en que su “padre llegó a contar con 80 cabezas de ganado, cifra similar a la que tenían algunos de sus vecinos”. Otro entrevistado de actualmente 85 años recuerda que su primer trabajo fue el cuidar borregos y bueyes en un predio vecino a Contla, labor que desarrolló a los 8 años de edad, por el año 1925 aproximadamente. Relata de la existencia de muchos borregos en los campos aledaños a La Malinche.

En esa época los habitantes del pueblo tenían como ocupación la de leñeros, carboneros y pulqueros mientras que otros se dedicaban a la crianza de borregos según este vecino. De hecho la existencia de ganado lanar en el pueblo presentaba problemas de comercialización como consecuencia de la carencia de vías expeditas de acceso y a una sobreoferta del recurso. Esto ultimo actuó como un importante insumo para el surgimiento de un incipiente trabajo textil en la localidad a partir de la década del 50. La existencia de lana permitía su procesamiento (en pequeñas cantidades) para satisfacer los requerimientos de los primeros telares.

Otro hecho importante y vinculado al desarrollo de esta actividad económica se produce en los años 1940 y 1945 y tuvo como actores a Contla y San Felipe. Entre ambas localidades se generaron disputas

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por tierras comunales. Una vecina recuerda esa época y atribuye a este incidente la coyuntura que posibilitó el desarrollo textil en San Felipe. Relata que “las tierras aledañas al pueblo (San Felipe) eran trabajadas a “medias” entre gente de la localidad y Contla. En este marco, un licenciado en derecho, Jesús de la Rosa instó a los jóvenes de San Felipe a que su trabajo fuera más valorado producto de injusticias en el reparto de las cosechas. El lema que prevaleció en ese entonces, era que el reparto de las ganancias de la tierra, era de quien la trabajaba. Lo que provocó un conflicto entre ambos pueblos por la propiedad de las tierras. Contla, en represalia, habría despedido de sus telares a los trabajadores de San Felipe”, se calculan que eran unos 7 jefes de familias de ese entonces.

Los primero telares de madera fueron traídos por Camilo Conde desde Contla, lugar donde había aprendido el oficio después de trabajar por 4 años en esa localidad. Este vecino ahora de 72 años (Conde Hernández) es recordado por algunos como el iniciador de la actividad cuando tenía 22 años de edad. Compró – según relata - en Contla tres telares de madera. Aprendió el oficio de tejedor en ese lugar a los 19 años de edad, “tejía en casa ajena” y lo hizo por tres años, pues un año se dedicó a aprender el trabajo de los diseños. Primero se desempeñó en el taller de Fidel Nezahual y luego en casa de Lauro Hernández donde conoció la técnica de los teñidos y algo de diseños en el telar de madera. Le agradó la actividad textil - según refiere, - por ser un “trabajo menos pesado que la agricultura y el corte de caña” (migración temporal a Veracruz) que en ese entonces era unas de las alternativas que existían para el pueblo y en las cuales le correspondió también en algún momento de su juventud desempeñarse.

En un taller de Contla en 1952 un tejedor percibía $16.00 pesos en la quincena de trabajo. Se tejían en ese entonces mantas (piezas de 25 metros) por la cual pagaban $5.00 pesos y lograba a la semana producir una pieza y media. El precio de los telares que fueron llevados a San Felipe fue de $60.00 pesos cada uno, aproximadamente unos 7 USD de la época. Recuerda que $60.00 pesos de ese entonces era una cantidad importante, “era buen dinero”. Para mayor claridad sirva señalar que en julio del 2002 vendían en San José Aztatla un telar de madera usado (1,80 mts) a un vecino de San Felipe en $300.00 pesos (unos 30 dólares) siendo este precio bajo, pues algunos telares de madera llegan a alcanzar los $1,000 pesos (USD 100) de acuerdo a su tamaño y estado de conservación.

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En 1952 no había electricidad en el pueblo y el agua, elemento necesario para el

proceso de lavado y teñido de los hilos era escasa. En esos años gran parte de los hilos debían teñirse. Para ello hacían madejas que luego eran sumergidas en tinas o recipientes con tintas en polvo, lo que demandaba un trabajo previo de un día de duración antes de comenzar a hacer las canillas. Conde entusiasmó con su proyecto de los telares a otros 4 jóvenes del pueblo, los cuales ayudaron en la instalación de éstos y aprendieron su manejo, constituyéndose así en el primer grupo de tejedores del pueblo. Posteriormente otros vecinos, trasquilaban y transportaban la lana a Contla, donde Nicolás García quien la lavaba en el río de San Pablo. Era enjabonada con raíz de maguey y en chiquihüite sacudida para su secado y guardada en costales. Posteriormente en un torno, se torcía la lana, y se hacían los molotitos (los ovillos de lana o hilos) que se insertan en las lanzaderas. El telar era operado, con la lanzadera en forma manual. Las redinas, eran fabricadas, por los “formapalos” (denominación de la época a los carpinteros), la rueda de la redina era confeccionada por piezas, esta tenia, una abertura por donde corría la cuerda de lana. El malacate con el carrizo, iba haciendo los molotes.6

Este primer taller de San Felipe produce saltillos, un sarape pequeño. Se tejían 12 de estas piezas diariamente, 3 por cada telar y se pagaban $4.00 pesos por cada uno de ellos al momento de ser entregados. La entrega era donde José Guerra en Santa Ana Chiautempan. Este comerciante (J. Guerra) entregaba los insumos a los tejedores de la época, que incluía hilos, molotes, tintas y lanzaderas de madera. Al entregar semanalmente los tejedores los saltillos, el proveedor “les hacía la cuenta”, vale decir, descontaba los costos de todos los materiales suministrados, práctica que aún la desarrollan algunos artesanos del pueblo. También el comerciante (proveedor) en este caso, contaba con ayudantes que recorrían la zona contactando tejedores para esta modalidad de trabajo. Esta lógica comercial obligaba al tejedor a entregar su producción únicamente a estos proveedores quienes fijaban los precios y la demanda. Dicho por los propios tejedores era una “maquila”, es decir, era un precio pagado al tejedor por tejer solo para un determinado comerciante. Lo anterior queda reflejado en la expresión de los tejedores de Contla que señalan respecto a San Felipe que éstos “trabajan de allá para acá”. Las primeras produccio-

6 Enrollar el hilo en pequeños ovillos de unos 20 centímetros de largo por 5 de diámetro.

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nes de saltillos eran compradas en Santa Ana Chiautempan, además de Guerra por Enrique Temoltzin, cuñado de éste. Ambos conformaban una sociedad comercial que vendía la producción a otros mercados (México, Puebla y Apizaco) mediante “promotores” que recorrían estos lugares entregando los tejidos.

El transporte de aquella producción en 1954 se hacía en bicicletas o en burros, demorándose cerca de dos horas a Santa Ana Chiautempan, pues no había caminos expeditos y, por tanto, medios de movilización que llegaran al pueblo. Los telares de madera del primer taller fueron utilizados 10 años por don Camilo. Luego éste los vendió a otro vecino del pueblo y compró nuevamente en Contla. Era este el único lugar donde había “formapalos”. En la actualidad se mantienen los flujos de intercambios de maquinas y herramientas textiles entre Contla y San Felipe.

Un telar de madera (sin mojarse y siendo impregnado en petróleo, puede llegar a tener una vida útil de sobre 30 años o más) y de hecho existe algunos de éstos adquiridos de segunda mano que poseen esta data. El telar, alcanza esta duración, teniendo cuidado en su protección, dado que la humedad o la lluvia, deforma su estructura y se daña irreparablemente El taller que inició la actividad en el pueblo llegó a tener en su mejor momento de producción a 5 tejedores en el año 1959.

Las impresiones y comentarios de los vecinos del pueblo cuando se inició la actividad textil fueron de incredulidad respecto a su aplicación y resultados económicos. El canillero de ese primer taller (Fausto Flores) de 13 años, recuerda que la gente grande al momento de la llegada de los telares; “veía con malos ojos esta actividad. Habían estado siempre vinculados al campo, la leña, el carbón y el pulque y no se conocían más cosas”. Los mayores, les decían a los tejedores; “bueno, si ustedes van a ganar dinero y no van a ir a trabajar al campo, a ver si al rato comen tacos de billetes”. Este taller para dar cumplimiento con la producción acordada con el proveedor de Santa Ana, debía trabajar en horarios que en algunas ocasiones iba desde las 2 de la mañana a las 7 de la tarde.

En el plano económico, los telares de madera permitían la manutención de un grupo familiar de 4 personas. Se recuerda en tal sentido que con un telar en 1958 era posible hacer 2 saltillos diarios solo dedicándole un “rato de trabajo”. Por tal concepto se pagaban $6.00 pesos ($3.00 pesos por saltillo) y no era posible tejer más que esta cantidad, pues había que dedicarse también a la agricultura. Enton-

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ces la quincena, en estas condiciones; era de $50.00 o $60.00 pesos aproximadamente. Después de Camilo Conde, específicamente en 1954, otro vecino Aurelio Galicia, quien fue tejedor de Conde compró dos telares en Contla y también los ubica en San Felipe. Luego al año, Desiderio Juárez otro vecino se instaló con similares telares y condiciones de operatividad.

En el primer taller aprendieron el oficio de tejedores unos 30 hombres del pueblo, quienes posteriormente se dedicaron en forma independiente a esta misma actividad. Para el año 1963 según los cálculos de Fausto Flores señalan que cerca de 40 familias se dedicaban al tejido y como tales percibían por concepto de este trabajo sus mayores ingresos económicos. No obstante, todos ellos seguían vinculados a la agricultura.

El saltillo como se ha señalado era la pieza más confeccionada y para usos múltiples vinculados a la decoración exclusivamente. Según recuerdan los tejedores era para “decoración, mantel, sobrecama, o algún lujo para algún mueble”.

Entre 1952 hasta 1970 se consolidaron los talleres textiles de San Felipe, visto desde el punto de vista de la cantidad de sujetos dedicados a ellos. Sin embargo, seguía existiendo una dependencia respecto de los insumos, tecnología y mercados, los cuales eran controlados por los compradores (proveedores) de tres pueblos vecinos, Contla, San Pablo Apetatitlan y Santa Ana Chiautempan. A ello debe agregarse que en una primera etapa (1952 – 1962) el traslado de los tejidos era engorroso por las condiciones camineras. Sin embargo, pese a esto se continuó con la actividad textil. Refugio Cuamatzi fue el primer vecino que llevó un carro al pueblo en 1954 y efectuaba los recorridos por los barrancos aledaños y colaboraba en el transporte de los pocos tejidos que se producían en ese entonces. Una cronología de algunos de estos hechos se aprecia en siguiente cuadro.

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Cuadro N ° 8 Cronología de la presencia textil en San Felipe

1952

Llegada de los telares de madera a San Felipe Cuauhtenco, Un vecino Camilo Conde después de aprender el oficio de tejedor en el pueblo de Contla por dos años, compra 3 telares de madera y los traslada a San Felipe Cuauhtenco.

1954

Instalación del primer taller de tejidos de Sarape, Camilo Conde invita a cinco jóvenes a trabajar en los tres telares. Participan del taller, tres de ellos como tejedores, los otros dos como canilleros.

1954

Resultados económicos a corto plazo, El tejedor percibía 16 pesos al mes como producto del tejido de una manta (piezas de 25 metros) a 4 pesos cada una donde se lograba a la semana producir una pieza y media. Luego se comienza a producir saltillos. Instalación de otro taller en la localidad, Aurelio Galicia, uno de los integrantes del taller de Camilo Conde decide comprar dos telares de iguales características en Contla y los instala en su casa en San Felipe.

1954 1955

Las dificultades a la actividad, estaban dadas por el traslado a Santa Ana Chiautempan, por cuanto debía desarrollarse en bicicletas y acémilas dado que los caminos que unían la localidad no permitían la llegada de medios de transportes

1956

Otros vecinos deciden imitar el trabajo del primer taller, así Guillermo Juárez, otro vecino compra en Contla e instala telares similares e inicia actividades ayudados por sus hijos.

1958

Los resultados a los 5 primeros años, son que 30 hombres aprenden oficio de tejedores en el taller de Conde durante este tiempo, de éstos, todos instalan telares en sus casas posteriormente.

1958

Los resultados económicos de un taller, permitía que un tejedor pudiera obtener 120 pesos al mes, (tejía dos saltillos diarios a 3 pesos) cada uno totalizaba 6 pesos y era una actividad que posibilitaba trabajar el campo.

1963

Renovación de telares del primer taller, Después de 10 años el propietario vende sus telares a gente del pueblo y compra en Contla.

1963

A 10 años de la llegada de los telares, 40 familias del pueblo contaban con 2 o más telares en sus casas y ya se dedicaban exclusivamente al tejido de ahí se constituía en su mayor fuente de ingresos económicos.

1970

Período de auge de la actividad, Pues se recuerda que las familias del pueblo en su gran mayoría tejían en casa.

1978

Llegada del primer telar eléctrico a la localidad, El primer vecino en instalarlos es un vecino de apellido Reyes y los adquirió usados en Santa Ana Chiautempan, luego hace lo mismo Juárez y Galicia.

1981

Diversificación de los talleres, La llegada de los telares de poder va consolidando a un grupo de vecinos en la actividad textil, se van conformando talleres familiares, los cuales llegan en un momento a contar con 75 en todo el pueblo.

1985 Primeros indicios de sobresaturación de mercados locales Algunos talleres comienzan a detener producción, otros cierran y algunos cambian de oficio.

1990

Incursión en mercados nacionales e internacionales, Algunos talleres venden en México DF y en el extranjero, Francia y EE.UU.

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Entre la década de 1960 y 1970 existe coincidencia por parte de los vecinos en

reconocer un cambio en la localidad, “ya el pueblo había dejado de ser leñero y raspador de pulque”. La consolidación de la actividad textil para los vecinos del pueblo representó, además, un elemento altamente simbólico que guarda relación con una vecindad conflictuada con Contla. Como se señaló las relaciones entre ambos lugares ha estado marcado por disputas de tierras desde los años 40. En ese marco muchos de los habitantes de San Felipe, sintieron que este cambio los asemejaba a sus vecinos de Contla, dado que estos últimos poseían una larga tradición, y reconocimiento por la calidad de sus tejidos.

A fines de los años 70 prácticamente todas las casas del pueblo tenían telares de madera. Sin embargo, pese a este hecho, los hombres del pueblo giraban en torno a 5 grandes talleres en los cuales se concentraba y demandaba la utilización de mano de obra. En 1970 un tejedor ganaba $6.00 pesos por cobija. A algunas mujeres se la pagaban $ 0.35 pesos por el kilo de canillas, por cuanto éstas no trabajaban en este tipo de actividades y seguían vinculadas a la agricultura y la casa. Otro elemento a considerar es que en esta fecha, se comienza con una nuevo tipo de tejidos, donde la cobija comienza a reemplazar el saltillo.

Entre los años 1975 y 1980 las mujeres comienzan a participar en lo que es el bordado dentro del trabajo textil. Desde Santa Ana Chiautempan comenzó a solicitarse un tejido particular, como fue el sarape con bordados a mano, los denominados “labrados”. Estos representaban figuras y modelos de la zona arqueológica de Teotihuacan, lugar donde algunos viajaron conocer y traer este tipo de dibujos al pueblo.

Esta percepción de cambio y transformación por parte de los vecinos se consolidó en 1978 con la llegada al pueblo de los telares eléctricos, conocidos como “telares de poder”. El primer vecino en instalarlos es Julián Reyes y los adquirió usados en Santa Ana Chiautempan, luego hace lo mismo Guillermo Juárez y Aurelio Galicia. Se contaba con electricidad para ese entonces y la demanda por sarapes requería de un aumento de producción, lo que obligaba a contar con estas máquinas. La ventaja principal de éstos es su mayor volumen de producción respecto al telar de madera. Según algunos ex–tejedores, recuerdan este momento como el fin del telar de madera y por ende de la producción artesanal de cobijas, pues los vecinos que contaban con un telar de madera no lograban competir con los vecinos que comenzaron a adquirir telares de poder y así instaurar pequeños talleres.

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Coincidentemente en 1981 se inauguró la escuela secundaria del pueblo la cual,

junto con posibilitar la educación de los jóvenes, se constituiría en un elemento de apoyo a este proceso de cambio y consolidación textil. Previo a 1981 los jóvenes para cursar secundaría debían ir a estudiar a Contla. Esta fecha es recordada, por cuanto llegan al pueblo a estudiar, jóvenes provenientes de lugares como San Rafael Tepatlachco, Xochititla, Santa Ana Chiautempan. Las reuniones de padres, fueron las instancias de socialización donde se establecían contactos comerciales, de ahí que los vecinos refieran que “comienza a abrírseles el mundo”. Muchos de los que acudían a las reuniones de padres eran personas con experiencia en el rubro textil. Se establecieron además relaciones sociales vinculadas al trabajo de los telares.

La mujer en tanto que había comenzado a incursionar durante los años 1975 y 1980 a los tejidos labrados, consolida definitivamente su presencia entre 1978 y 1982 en este sector productivo. Con la llegada de los telares de poder al pueblo comienzan las mujeres a desempeñarse en varias actividades del tejido. Adquieren éstas un papel definido en el proceso textil como es la confección de los molotes. Actividad que antes desarrollaba generalmente el hombre. Una de las razones por la cual la operación de telares de poder es labor desarrollada básicamente por hombres, está dado por el manejo de los “julios”, -carrete donde van los hilos base- algunos de 300 kilos y que debe ser movidos constantemente. Sin embargo, en algunos lugares existen mujeres operando telares eléctricos no siendo el caso en San Felipe, pero en Belén de Atzitzimititlán se refiere por ser muy conocido un taller con mucha producción manejado por dos hermanas y la hija de una de estas mujeres.

En San Felipe las mujeres comienzan a manejar las “moloteras” eléctricas. Maquina que enrollan los hilos en unas tomas que giran a alta velocidad y al llegar a cierta medida deben ser extraídos ya como molotes por el operador. Debe luego intercalar otra hebra para continuar el proceso de enrollamiento del hilo. Las moloteras posibilitaban una mayor rapidez respecto a la redina (artefacto manual para enrollar hilos) y la operación de la molotera en la actualidad demanda menos esfuerzo físico por parte de la operadora. Sirva de ejemplo señalar que la redina en un día de trabajo procesa 10 kilogramos de hilos, en tanto la eléctrica es posible en el mismo tiempo unos 100 kilogramos del mismo producto. Señalan los tejedores que ahora “es solo de vigilar la maquina” aludiendo al rol de la mujer en vigilar, coordinar y mantener esta maquina. Las moloteras permiten contar

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con mas tiempo y por ende dedicarlo a otras actividades de la casa. Además de molotear, las mujeres deshebran, desempacan y empacan. Son ayudadas por los hijos menores en esta función. Al respecto, en una encuesta a 45 alumnos de primaria y secundaria que representan un 10.5 % del universo total de alumnos del pueblo. Un 48.8 % de los encuestados informó que efectivamente contaba con telares en sus hogares y colaboraba con la familia en las actividades de los talleres. Los niños se dedican especialmente al “empuntado” (anudar los hilos en la orilla del sarape) además del “deshebrado” (cortar las hebras) y el doblado de las cobijas.

Una situación similar encuentra Regehr (2001) en el vecino pueblo de San José Aztatla, donde señala que los “trabajos de empuntados son realizados por mujeres y niños en sus casas”. Es una fuente adicional de ingresos para las familias y las mujeres pueden cuidar los hijos en casa y simultáneamente dedicarse a esta actividad. Esta labor en el caso de los niños es después de regresar de la escuela en las tardes. Refiere el caso especifico de un “niño de 10 años que “empunta” luego de hacer los deberes escolares y jugar con su hermanito; si se apura empunta una cobija en 8 minutos y 15 cobijas en una tarde. Por lo regular empunta 60 cobijas a la semana por lo cual gana $ 30,00. Su madre lleva y regresa las cobijas al taller textil y el dinero es aportado al gasto de toda la familia, a veces la abuelita de 76 años también ayuda, pero más trabaja en los quehaceres. Su madre dice “no lo quiero apurar, es todavía niño, pero igual puede ayudar en algo y es otro poquito” (Regehr 2001:61).

Tipos de telares y los tejidos del pueblo

Las maquinas de telares que describimos a continuación son herramientas que en su gran mayoría está manejada por tejedores artesanales, cuya producción se destina principalmente a los mercados locales y regionales. Tanto en el abastecimiento de refacciones como en aspectos de su producción siguen en la actualidad, dependiendo de la gran empresa textil. Una definición operativa para nuestros efectos es la que señala que el telar es la maquina para tejer que hace pasar el hilo de la trama entre los de una urdimbre para confeccionar un tejido determinado. Este tejido, se logra entrelazando estos dos conjuntos de hilos dispuestos en ángulo recto. A los hilos longitudinales se les llamar urdimbre y a los hilos transversales se les denomina trama.

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Consta básicamente de seis secciones que se detallan a continuación: 1) un enjulio,

tambor donde están arrollados los hilos de la urdimbre y de donde salen tensos y paralelos; 2) un guiahílos, para graduar la tensión de estos hilos; 3) el cruzamiento, juego de dos varillas que dividen los hilos en dos grupos para preparar la calada; 4) los lizaroles, marcos con movimiento vertical alternativo en los que los lizos (hilos de acero) cogen los hilos de urdimbre para formar la calada (posición en que hay hilos levantados y otros que bajan, formando un ángulo vertical entre ambos grupos); 5) el peine, con movimiento oscilante que empuja cada pasada de trama para que el tejido resulte compacto y el hilo suelto no moleste la siguiente pasada; 6) el batán, tabla sobre la que se desliza la lanzadera, y el plegador, cilindro donde se arrolla el tejido ya hecho.

Genéricamente las maquinas de telar se dividen en tres grupos: (1) de lanzadera, (2) sin lanzadera y (3) telares de genero de punto. En cuanto a la generación de su energía se dividen en “manuales” (fuerza humana) y los de “poder” alimentados por una fuente de energía (eléctrica o a combustión).

Los Telares de madera

Son elaborados en madera de pino generalmente y a través del pedal generan la fuerza que en los de “poder” genera un motor. Los telares de madera son de distintas dimensiones lo cual guarda relación con el tamaño de la prenda a confeccionar. Los tejedores se refieren a ellos como telares “de pedal” o “manuales” indistintamente. El funcionamiento de esta infraestructura productiva es mecánico en cuanto a su lógica de operación, pues permiten sostener y tensar hilos de una urdimbre previamente enrollada lo que posibilita un tramado.

La diferencia con los de poder radica en su velocidad, dado que la fuerza motriz es humana y comparativamente son más lentos que los eléctricos. La proporción es 1:10 respecto a algunos de poder. No obstante, los de madera no los desplazan. Los telares de maderas son imprescindibles para el diseño de ciertos tejidos donde el artesano a petición del comprador, puede lograr tejer dibujos según sus exigencias. Dependiendo del cuidado y mantención los telares de madera pueden durar sobre 30 años y más. Para ello se impregnan con petróleo diesel para evitar la polilla de la madera.

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Telares de poder

Los telares de poder o (eléctricos) que se emplean en el pueblo, son en un 90 % de los casos de segunda mano. Provienen de EE.UU. y fueron fabricados en la década de los años 30. Su uso por más de 70 años en algunos casos hace necesarios continuos trabajos de reparación y mantenimiento a sus propietarios. Se debe contar entonces con una persona para realizar estas tareas ante un desperfecto. Estos técnicos denominados “correiteros”, se encuentran en San Bernardino Contla y en Santa Ana permanentemente. 7 Al mes de agosto del 2002, un correitero de Contla cobraba por visita a un telar Crompton entre $800.00 a $1.000.00 pesos. La visita incluye la reparación que le denominan “enderezar la maquina” y una breve capacitación a los tejedores de su funcionamiento. Este técnico llega a cobrar $7.000.00 pesos por los telares de pinzas.

La mayoría de estos telares cuentan con un motor eléctrico de 1.5 HP. Este genera energía para poner en movimiento una rueda dentada conocida como la “Catarina” de donde emana la fuerza que provee al cigüeñal el movimiento del telar. Varían según modelos de fabricación y de ahí sus características para determinados tipos de tejidos.

Este tipo de maquinas experimenta constantes cambios tecnológicos, los cuales no necesariamente aplican para el tipo de tejido que se produce en la localidad. Por ejemplo, el uso de películas (rollo de cinta transparente con agujeros que posibilitan el diseño) es utilizado por telares fabricados entre 1946 y 1950. Este tipo de telar, es considerado rápido, de 130 golpes por minuto, lo cual se traduce en 70 piezas de sarapes en “turnos de seis a seis” de trabajo (de 6 de la mañana a 6 de la tarde) y sólo contados talleres en el pueblo cuentan con ellos.

Desde 1999 se utilizan en pueblos vecinos telares que usan la tecnología computacional para producir mayores volúmenes de tejidos, los cuales no son utilizados dado su alto costo de implementación en San Felipe. Uno de estos telares bordea los $300,000.00 pesos. En lo que respecta al diseño, los telares en la actualidad son fabricados con sistemas de películas (micas con ranuras y orificios) que posibilitan variados dibujos sobre la prenda. Estos telares fueron precedidos por otro sistema básico, cual era el de cadenas o rodajas, las cuales logran el mismo objetivo pero en forma más limitada, ésta ultima maquinaria es

7 Jacqueline López Villatañe (1991) sostiene que en Santa Ana Chiautempan a este técnico “correitero”, se le llamaba “ebanista”, pero está referido a los telares de madera. Serían carpinteros.

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mayoritaria en el pueblo. Para el tipo de prenda que se produce en San Felipe se deben utilizar máquinas fabricadas hasta el año 1976, pues posterior a esa fecha presentan una particularidad, cual es que no dejan “orilla” en el sarape. Ello dado que poseen un sistema de “remetedor”, que deja la prenda “bolsuda” y, por tanto, imposible de darle forma al tejido en la presentación requerida para el sarape local. Los últimos telares de la serie de películas del año 1972 de la compañía Driper permite dejar orilla en la prenda, no obstante, existen pocos talleres con este modelo. Los telares de poder mas utilizado en el pueblo son los modelos llamados Crompton por los tejedores en alusión a los fabricantes Crompton & Knowles en las variedades W-2, W-3, C-4, C-6 y C-8. A ellos se les agrega el modelo Pig-Pig, también de Crompton. Los telares W-2 para trabajar en telas lisas tienen la característica que también puede ser abastecidos de energía a través de baterías. Otro telar, el W-3 es más completo que el anterior y permite 4 cambios de colores y es automático para lograr el terminado de la trama. En cambio el telar C-4 es electrónico y tiene foto celdas que detecta el terminado de la trama de la canilla. Se le llama automático porque traen una caja de control eléctrico más controlada. En tanto que C-8 son modelos que hacen tejidos especiales.

Cuadro N ° 9 Características de los telares de madera y de poder

Características Telar de Telar de N ° Madera Poder

1. - Energía utilizada

Humana Eléctrica

2. - Materiales de fabricación Madera Metal Manual Poder Pedal Eléctrico 3. -

Nombres y denominaciones Madera Mecánico 4. - Posibilidades para los

diseños + posibilidades - posibilidades

5. - Mecanismo de diseño que usa el telar

Manual Cadena / película

6. - Reparación - especialización + especialización 7. - Velocidad Lento Rápido 8. - Vida útil Sobre 30 años Hasta 70 años 9. - Volúmenes de producción 1 sarapes / hora 11 sarapes /hora 10.- Valores de los telares $ 500.00 a $ 1,000.00 pesos $ 3,000.00 a 360,000.00

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Ambos tipos de telares, de madera y de poder son un complemento imprescindible para el proceso textil, así los talleres del pueblo cuentan con ambas maquinarias. Esto dado que la misma prenda se puede confeccionar con ambos telares, pero la diferencia radica en que el telar de madera permite el diseño de un tejido con distintos tipos de figuras dependiendo de la habilidad del tejedor. En cambio con un telar de poder no es posible tal grado de perfección del dibujo en la prenda. Solo instalándole a estas ultimas maquinas, complejos y caros dispositivos es posible realizarlo. A ese sistema le denominan “yacard” (se refieren a Jacquard en alusión a la maquina de tejidos inventada a fines del siglo XVIII) y es una caja de 90 por 90 centímetros que tiene 3000 hilos y se adosa a la rodaja de golpes. Tal inversión no existe en la actualidad en el pueblo.

Cuadro N ° 10 Descripción de las principales características de algunos telares de poder

Precio aprox.

País Marca Modelo Tipo de operación

N ° de colores

Rev * minuto

Tipo de tela

4 o 5 mil EUA Crompton Pig-pig, 4 por 4

manual 4 90 Figura, cuadros

4 a 6 mil EUA Crompton W1 4 por 1

manual 4 90 lisa

4 a 6 mil EUA Crompton W2 4 por 1

manual 4 120 lisa

4 a 6 mil EUA Crompton W3 4 por 1

automático 4 140/160 lisa

4 a 6 mil EUA Crompton C4 4 por 1

Electrónico automático

4 160 lisa

4 a 6 mil EUA Crompton C6 4 por 1

manual 4 160 lisa

4 a 6 mil EUA Crompton C8 4 por 1

manual 4 160 lisa

4 a 6 mil EUA Crompton C9 4 por 1

automático 6 180 lisa

60 a 70 mil EUA Driper XD automático 1 140 Lisa Telas algodón

300 mil Suiza Ratier Lector de colores

automático 1 200 lisa

180 mil Sulzer Lector de colores

automático

360 Italia Jacquard Estauline (lector de colores)

automático Hasta 14 colores

depende tipo telar

Diversas figuras

Italia Nuevo Pignone

Lector de colores

Automático (de pinzas)

8

340 mil Francia Dornier Lector de colores

automático 8

Francia Map Lector de colores

Automático 6 a 8 colores

260 Cuadros

Suiza Telar de pinzas de

metal (aluminio) lector de colores

Automático 1 color 180 Lisa telas de algodón

(Fuente: Silvino Rodríguez Juárez, mecánico de telares, Contla 22 de abril del 2002)

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Descripción general del proceso de tejido de un sarape

El sarape es un tipo de manta. Las dimensiones del sarape varían, pero por lo general se asume que es de 1.95 metros de largo por 1.40 metros de ancho. El sarape es también llamado por los tejedores del pueblo como “cobijas” y es confeccionado en telar sea este de madera o de poder. En San Felipe se habla de “cobija falsa” o “media falsa” para nombrar la misma pieza. Para el caso de la “cobija falsa” o “media falsa” se utiliza como material de tejido la “borra y fibra” la cual proviene desde México, Puebla e Hidalgo. En el tejido industrial, la borra se carda en primer lugar y desde esa maquina salen los “quesos” o pabilos. Luego pasa a las “continuas” - máquinas donde se tuercen - los hilos y después a las “coneras”. Para el tejido del sarape en telar del poder el primer procedimiento es convertir los conos de hilos acrílicos (rollos de hilos de 1.5 kilogramo) en molotes. Dicha acción que desarrolla la “molotera”, mediante la intervención de una operadora. De un cono de acrílico de 1,5 kilogramo (de 2.5 mm) salen 100 molotes. Los colores lo que ellos llaman el “matizado” está determinado por los hilos con los cuales se teje el sarape. Preferentemente se usa el gris verde y negro pues al ensuciarse el tejido no se advierten las manchas con facilidad. Como segundo paso se traspasan los molotes a la lanzadera, acción que se desarrolla durante el tejido por parte del operador del telar de poder en forma manual. Luego sobre una base de hilos, generalmente blancos, de dos metros de largo se va conformando la urdimbre, acción resultante del paso de las lanzaderas. Las veces que la lanzadera pasa (“corre”) sobre los “hilos base” o trama se denominan luchas. El tejedor debe entonces vigilar que el paso del hilo quede entrelazado en forma consistente. En una pulgada de tejido deben “entrar” 20 luchas, esto dependiendo del tipo de engranaje que esté utilizando el tejedor. Los bastidores del telar cumplen la función de apretar las luchas mediante un movimiento mecánico de subida y bajada. Un telar Crompton de los que hemos descrito, en buen estado de operación puede en 12 minutos confeccionar un sarape. Así el tejido va siendo enrollado como producto del avance de la máquina. Finalizado el proceso debe ser desenrollado el tejido y cortado, con tijeras.

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Luego se debe deshebrar la prenda, es decir, cortar los hilos de los bordes de la prenda con una tijera especial. 8 Luego en algunos casos procede el empuntado y finalmente el doblado de la cobija. En algunos talleres pagan estos tres procedimientos (deshebrado, empuntado y doblado) en forma independiente, en otros las deshebradoras hacen un trato, debido a que algunos Crompton no dejan mucho hilo para cortar, en tantos otros modelos se hace imprescindible esta tarea.

Clasificación de la actividad textil en la localidad

Para nuestros efectos es posible clasificar la actividad textil que se desarrolla en el pueblo según la dimensión de su producción y la propiedad de la infraestructura productiva. Se encuentran en ese orden; (a) tejedor en casa ajena, (b) el taller individual (c) pequeño taller familiar y (d) el gran taller o pequeña fabrica. En dos de ellos (b y c) es posible identificar como un común indicador el aporte de la familia, lo cual hace posible clasificarlas ambas en lo que denominaremos más adelante como; “talleres textiles de producción familiar”. En tanto que los grandes talleres o pequeñas fabricas (d) escapan a esta clasificación, dado el número de empleados que cuenta. a.- Tejedor en casa ajena Esta categoría agrupa a las personas que son tejedores asalariados. Es aquel tejedor que trabaja en “casa ajena” y como tal trabaja en los distintos talleres del pueblo. Posee experiencia en el tejido adquirida ésta generalmente en la misma localidad. Maneja aspectos técnicos del telar que posibilitan el mantenimiento y reparación en algunos casos de la máquina, mas no cuenta con telar propio. Cumple entonces un horario de producción y se le remunera semanalmente por parte del propietario del taller. Media entre ambos una relación contractual de “palabra” y por ende no esta sujeta esta relación a las formalidades exigidas por las autoridades laborales. El mecanismo de control de la producción de este tejedor es a través de un cuaderno. No conoce los aspectos vinculados a la comercialización del producto, toda vez que este papel lo desempeña el propietario del telar.

8 Se pagaba $ 0.25 pesos (a julio 2002) por deshebrar cada cobija, valor que se mantiene desde hace 5 años.

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b.- Taller individual Es aquella infraestructura productiva compuesta por uno o dos telares de poder. A ello agrega un telar de madera. La propiedad de las maquinas es de quien la utiliza y opera bajo la modalidad de “sobre pedido”. Mantiene contacto con un comprador quien junto con adquirir la producción le entrega parte de los insumos. Su capital se encuentra invertido en los telares, maneja aspectos técnicos de reparación y mantenimiento de las maquinas, conoce la cadena de comercialización en el ámbito primario que se expresa en la entrega del producto una finalizado al comprador. Colaboran ocasionalmente en la actividad algún miembro del grupo familiar, generalmente la mujer o un hijo del propietario y su producción está condicionada a las demandas del proveedor. c. Pequeño taller familiar En esta categoría situamos aquella infraestructura productiva compuesta de tres a cinco telares de poder. A ello suman un telar de madera. Produce para varios compradores permanentes, más éstos no proveen de insumos, además que, cuenta con existencia de tejidos como reserva permanente. Busca poder comprador para su producción en otras zonas. La propiedad de la maquinaria es nominalmente del jefe de hogar, no obstante, se asume por el resto del grupo familiar que el taller es un bien de la familia, por cuanto participan todos de su operación de acuerdo a un esquema de producción. Uno o más de los tejedores del taller conoce los aspectos técnicos de las maáquinas. Poseen el capital necesario para contratar ante un desperfecto a un “correitero”. Siempre opera en esta unidad uno y más miembros de la familia del propietario que actúan como supervisores o encargado del pedido. Los ingresos económicos percibidos se destinan tanto para la mantención del grupo como para la adquisición de bienes de capital. Manejan los aspectos vinculados a la comercialización, no obstante, no cuentan con apoyo contable y mercadotecnia. No interactúan con el sistema bancario y la relación con los otros agentes del proceso productivo es sin mediar documentación comercial la mayor parte de las veces. d.- Gran taller o pequeña fabrica Dichos talleres poseen sobre 10 telares de poder y por las características de su producción no cuentan con telares de madera. Cuentan con capital para insumos e imprevistos, además con existencia de productos terminados y no operan bajo la modalidad de sobre pedido. Poseen espacio para el almacenamiento y la infraestructura productiva. Cuenta con tejedores asalariados y técnicos propios para su

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mantención y los propietarios poseen medios de transporte y despachan pedidos a establecimientos nacionales o extranjeros. Manejan los aspectos vinculados a la contabilidad y la mercadotecnia. Un ejemplo de esto último son aquellas fábricas que proceden a colocar las etiquetas a los sarapes para USA y Canadá en el mismo lugar del tejido. Cada prenda es embolsada en forma individual. Los propietarios realizan viajes principalmente al Distrito Federal, Mazatlán, Cancún o las fronteras del norte donde cuentan con los contactos para la compra de sus productos. Poseen bodegas en otras ciudades de la república, como así también espacios para la carga y descarga de los traillers.

Cuadro N ° 11 Clasificación de la actividad textil en la localidad

Tipo de Propiedad Capital N ° de telares Mantención Apoyos Comercio

Taller Sí No Sí No 1 2 3 4 5 6 + Sí No Sí No Sí No Artesano

independiente taller

individual

pequeño taller familiar

gran taller o pequeña fabrica

Algunos aspectos de la comercialización

El tejedor asalariado percibe en la actualidad $400.00 pesos a la semana. En el caso del sarape un “buen tejedor” (con experticia) puede sacar 50 piezas en una jornada de 11 horas y por cada pieza se le paga $2.00 pesos. En algunos talleres se les paga $ 2.50 pesos en aquellos pedidos grandes, pues la producción no es constante básicamente por las temporadas y los ritmos que impone el comprador. Los turnos habituales son de lunes a viernes, y se distribuye el trabajo de la siguiente forma; lunes 4 horas y desde martes a viernes, todo el día. En San José Aztatla son cifras similares, “otro que trabaja en untelar “de lanzadera” produce entre 35 y 40 piezas por turno, siendo entre $98.00 y $112.00 al día y entre $520.00 y $600.00 a la semana” (Regehr 2001: 60).

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Los propietarios del taller individual (b) y del pequeño taller familiar (c) se concentran respecto a la entrega de producción en tres centros de comercialización; Contla, San Pablo Apetatitlan y Santa Ana Chiautempan respectivamente. El transporte es en camionetas y combis. Proceso que presenta bastante particularidades, no obstante, se puede señalar que una vez embalados los sarapes (por las mujeres principalmente) se deben trasladar las “pacas” (paquetes) de 80 piezas al centro comprador. En el caso de los grandes talleres, los paquetes se denominan “pacas”, pero una vez arriba del trailler se denominan “estibas”. Sí la producción es para exportación cada una de estas estibas llevan 20 sarapes por razones de acomodo en el trailler que los transporta.

Precios de venta Al mes de mayo del 2002, los precios del sarape bordeaban los $30.00 pesos al menudeo en el pueblo. Sin embargo, debe señalarse que no es habitual que acuda algún comprador de esta modalidad, salvo algunos turistas ocasionales. Al realizar un análisis de valores de producción de un sarape podemos señalar que el costo total de una pieza es de $ 20.5 pesos. De esta cifra, $17.00 pesos corresponden a los costos por insumos básicos, los hilos, electricidad y transporte principalmente. A estos $17.00 pesos de insumos se debe sumar el costo del tejedor que cobra $2.50 pesos por sarape tejido. Un tercer costo es el deshebrado a $ 0.25 pesos por cada cobija. En algunos talleres por el empuntado se paga $ 0.50 pesos por pieza.9 Un cuarto costo es el transporte para lo cual se calcula $ 0.25 pesos por pieza aproximadamente considerando como medio una camioneta. Este costo de $ 20.5 pesos, contrastado con el valor que se paga en Contla de $23.00 pesos por pieza, arroja una ganancia de $ 2.50 pesos por cobija. Una descripción de estos costos se presenta en la siguiente ilustración.

9 Para el vecino San José Aztatla “algunas fabricas de Contla llevan cobijas a este pueblo para la empuntada. En bultos de 20 cobijas y reciben como pago $ 0.50 pesos” (Regehr 2001:61).

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Cuadro N ° 12

Relación costo beneficio de un sarape producido en San Felipe (mayo 2002)

A esta ganancia se debe considerar otro elemento. Este es el peso que logra el sarape (p/s) una vez finalizado su proceso de confección. Este factor es importante y determina en parte, si éstos $ 2.50 pesos son íntegramente del productor textil. De no controlar el peso el tejedor, la ganancia podría ser de solo $1 peso por prenda. La ecuación antes mencionada se ejemplifica en la siguiente expresión; “si pesa mas la cobija se gana menos y si pesa menos se gana más”. La cobija de un (1) kilogramo cuesta $17.00 pesos, no obstante, si esta cobija pesara 900 gramos [es decir, el tejedor le disminuye esos 100 gramos o más] “le está ganando” un peso al costo del material lo cual hace que el productor vele por este factor durante el tejido. Ello pues ese peso ($1) forma parte de su ganancia. El peso de la cobija se logra a través del número de luchas del tejido. Operación que se desarrolla mecánicamente en el telar de poder al controlar los “engranes de luchajes”. Cambian un engranaje con determinados números de dientes lo cual genera el número de luchas y de ahí el peso posterior de la prenda. Al utilizar un engranaje de 14 dientes el tejido será “más flojo”, uno de 20 dientes dará el peso habitual (1 pulgada 20 luchas) y así sucesivamente. Un engranaje de 40 dientes daría un peso a la prenda asimilable a una lona y es solo usado para trabajos especiales. En el caso que fuera hecho el sarape en telar de madera

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éste llega a pesar 1 ½ kilogramo y como tal se paga $50.00 pesos, siendo mas trabajo y otros costos por la calidad de material. Si la cobija llevara algún dibujo demoraría como promedio el tejedor unas 3.5 horas / por sarape. En cambio una cobija sin dibujo, pero en telar de madera demora en su confección una hora como norma general. Los costos de un sarape, a saber los $20.50 pesos pueden representarse porcentualmente, y como tal se divide en un 84 % de los insumos básicos, (hilos y electricidad). En tanto la mano de obra bordea el 12 % y el restante 4 % se subdivide en 2 % de empuntado, 1% deshebrado y 1 % en transporte a Contla. La ganancia de $ 2.50 puede ser incrementada mediante dos vías. Por un lado, el tejedor puede abaratar los costos recurriendo a que uno o más de los integrantes de la familiar realicen el trabajo y evitar la contratación del tejedor externo. De ahí la importancia que cada uno de los integrantes de la familia sepa del oficio y pueda desarrollarlo en determinados momentos. También puede abaratar en transporte de la producción, para ello se recurre a las combis o algún familiar o amigo con transporte que viaje al lugar de venta.

Cuadro N ° 13 Distribución porcentual de los costos de un sarape

en San Felipe a mayo 2002

2%

1%1%

84%

12%

Insumos/Hilos/electricidad Mano de obra del TejedorTransporte a Contla deshebradoempuntado

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Actualmente los pequeños talleres familiares (c) y el gran taller o pequeña fábrica (d) entregan la producción en San Ana Chiautempan, siendo el comprador más requerido don José Torres propietario de text iles la Providencia y Jaime Mejías de la fabrica de cobertores Santa Alicia. Ambos indistintamente compran y venden la producción a distintos mercados del mundo. Del pueblo dos productores entregan a la cadena Wal-Mart. Esta cadena internacional vende en sus supermercados a USD 3.95 la pieza, la cual ha sido vendida a éstos en $ 23,00 pesos mexicanos, unos USD 2.95. El sarape es utilizado por el usuario de estos mercados internacionales como una prenda desechable, habitualmente como toalla para la playa y para cubrir asientos de automóviles, tapete, etc. por citar algunas de sus muchas funciones. Para el caso de los grandes talleres o pequeñas fábricas es posible identificar dos empresarios del rubro. Estos abastecen a mercados de los Estados Unidos de América y Canadá. Lo han hecho con Francia también. Algunos vecinos aluden a ellos (para dimensionar su poderío económico) señalando que “las calles fueron especialmente hechas para sus traillers”. Lo anterior por cuanto a la semana (los días jueves, viernes y sábado) “bajan” de San Felipe unos 30 traillers cargados de cobija. Algunos (c) pequeños talleres familiares venden en distintas zonas turísticas del país, en una suerte de menudeo a pequeñas tiendas. Para ello hacen giras de entre 7 y 10 días con 600 piezas en algún vehículo rentado o a medias con otro taller. En su carga intercalan a la producción de los sarapes otro tipo de tejidos (cobertores y manteles) adquiridos en Puebla principalmente, que no es posible clasificarlos como artesanales, a pesar de que el comprador externo supone lo contrario. Es el caso de un tipo de cobertor fabricado en Puebla que cuenta con una alta demanda en la zona de Mazatlán y alrededores.

Caracterización de un grupo familiar con pequeño taller familiar

La Unidad familiar que a continuación se describe cuenta con un “pequeño taller familiar” y se encuentra constituido por 12 personas. Es posible adelantar que reúne las características que permiten asegurar aspectos de representatividad con respecto a otros grupos familiares

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de similares condiciones del pueblo. A su condición de textileros, se suma el hecho que desarrollan otras actividades económicas.

Conformación del Grupo familiar

La genealogía del grupo se estructura a partir de don Artemio quien es propietario del taller y para nuestros efectos y los del presente grupo, el jefe de familia. Artemio de 43 años de edad, quien es casado con doña Petra de 45 años. De este matrimonio nacieron 6 hijos hombres, todos cuales residen en la actualidad en la vivienda paterna. Dos de estos seis hijos se encuentran casados, el primogénito de 23 años de edad y quien le sigue de 22 años. Los restantes 4 hijos hombres son solteros de 21, 19, 15 y 10 años. De estos cuatro, los dos primeros trabajan en empresas vecinas a San Felipe, en tanto que los dos restantes son estudiantes.

Cuadro N ° 14 Genealogía de una familia de San Felipe de tejedores

1. - Artemio, jefe de familia, de 43 años de edad y padre de 6 hijos. Católico al igual que su cónyuge, sus padres originarios de San Felipe, y se educó en la escuela de la localidad, donde alcanzó el 6 grado de primaria. 2. – Petra esposa de Artemio, de 45 años, también natural de San Felipe, contrae matrimonio a los 22 años. Se educó en el colegio del pueblo y alcanzó el 6° grado de primaria.

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3. - Isaías, es el hijo mayor de este matrimonio, de 23 años de edad y actualmente obrero de la empresa Nestlé de Tlaxcala casado con Blanca de 22 años y padre de Antonio un menor de 5 años de edad. 4. - Blanca esposa de Isaías, nacida en San Felipe, participa de las actividades del taller, básicamente en los que es la elaboración de molotes, deshebrados, doblados y almacenaje de las prendas, limpieza del taller, más otras labores menores vinculadas al tejido. 5. - Francisco, es el segundo hijo del matrimonio de Artemio y Petra. De 22 años de edad, es el principal operador del taller y conoce ampliamente el oficio de tejedor. Nació en San Felipe y cursó hasta el último grado de secundaria. 6. - Félix de 21 años es esposa de Francisco, son padres de Graciela, una menor de 2 años. Participa activamente en los trabajos de su esposo, en la elaboración de molotes, embalaje de prendas y lleva el control de la producción en ausencia de su esposo Francisco. 7. – Damián de 21 años, es el tercer hijo del matrimonio de Artemio y Petra, se desempeña como obrero en la empresa Ideal Standard de Santa Ana Chiautempan, es soltero y se encuentra actualmente de novio con Leticia quien es de San Felipe. 8. – Javier de 19 años, es el cuarto hijo del matrimonio de Artemio y Petra, trabaja como obrero en la empresa Nestlé en Tlaxcala, soltero y pese a que posee habilidades en cuanto al diseño textil en los telares de madera, es quien menos tiempo le dedica a la actividad. 9. - Saúl de 15 años es estudiante de 3° grado de secundaria, después de sus actividades escolares, colabora en el trabajo del taller en lo que es la confección de molotes, además de atender ante la ausencia de Petra y Damián el negocio de miscelánea. 10. - Gerardo, de 10 años es estudiante de 5° de primaria y al salir de clases se suma a colaborar en lo que son los mandados de la casa, u otro encargo menor. 11. - Armando de 5 años, nieto de Artemio y Petra, e hijo de Isaías y Blanca. 12. – Graciela de 2 años de edad, nieta de Artemio y Petra e hija de Francisco y Félix.

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Cuadro N ° 15 Distribución de tejedores del grupo familiar de Artemio Cocoletzi

Los integrantes del grupo familiar que se desempeñan como obreros en las empresas vecinas al pueblo, regresan en las noches a la residencia paterna y aportan parte de sus salarios a los gastos que emanan del mantenimiento del grupo, pero básicamente en lo que es alimentación. Las necesidades de vestuario de cada uno de éstos, de recreación, movilización y la adquisición de enseres para sus respectivos hogares, son cubiertas por parte de sus remuneraciones que no van dirigidas a la alimentación.

Una breve descripción de taller textil

El taller es una unidad productiva de pequeña escala. A modo de ejemplo, describiremos a un tejedor y propietario de un taller familiar, como lo encontramos en el mes de mayo del 2002. El “tamaño del taller familiar depende fundamentalmente de la constitución del grupo familiar o doméstico y de sus posibilidades económicas para incorporar trabajo no familiar” (Castillo 1991:143). En este taller en determinados momentos, ha incorporado sujetos externos al grupo familiar, tejedores de casa ajena los cuales provienen del mismo pueblo, ello debido a pedidos de producción básicamente. La rotación de los tejedores permite cubrir la demanda de mano de obra, pero esta rotación es con personas que provienen, residen o son originarios del

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pueblo. San Felipe entonces, no es receptor de mano de obra externa en el rubro, pero si la exporta a otros pueblos. Antes de describir este taller, señalemos que esta unidad familiar desarrolla otras actividades económicas que mencionaremos a continuación y que indudablemente contribuyen al presupuesto familiar. Así, adosada a la vivienda principal y con un acceso independiente de ésta vivienda se encuentra un molino de nixtamal. Infraestructura a electricidad que en un espacio de 1,50 por 2 metros funciona diariamente dependiendo de la disponibilidad de Petra o alguna persona de la familia que lo opere. A él acuden algunas mujeres del pueblo, otras lo hacen a los otros 9 molinos que San Felipe cuenta. En otro orden en lo que es la entrada principal de esta vivienda, este grupo familiar, cuenta con otro acceso, esta vez a una miscelánea, de una extensión de 2 por 3 metros. Posee vitrinas refrigeradas y estanterías para la mercadería y se encuentra abastecido, principalmente de productos alimenticios.

Espacios, estructuras y funcionamiento del taller El patio de la vivienda constituye el lugar donde confluye cada una de las cuatro secciones que participan del proceso productivo, que hemos denominado respectivamente; 1)Área del Taller, 2) Molotera, mesa y almacenamiento de cobijas, 3)Telar de madera y 4)Área de secado y tendido. El taller en esta unidad familiar es el que ocupa mayor espacio del total del espacio de la casa y parte de éste fue adaptado para tales efectos. Así en el patio, se construyó una plataforma de cemento, que permite sean empotrados los 4 telares de poder del tipo Crompton W2. Cuenta con las instalaciones de energía eléctrica para cada una de las máquinas, como así también bancos de herramientas. La superficie es de 12 mts2 (4 metros de largo por 3 de ancho) y se encuentra techado desde donde cuelgan jergas para la protección de la infraestructura. La iluminación de esta área es natural, pese a que cuenta con focos sobre cada uno de los telares, éstos son de baja intensidad y solo operan cuando producto de la demanda, deben contratar tejedores independientes, para que trabajen en la noche en lo que ellos llaman el tercer turno.

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Los tejedores operan de pie los telares y no cuentan con audífonos de protección. Un aparato de radio se encuentra constantemente funcionando a un alto volumen en esta sección. La práctica del tejedor permite en este ambiente diagnosticar cuando el telar produce algún sonido particular que revela su mal funcionamiento, específicamente lo que ellos denominan “problemas de sincronización”, que de suceder detiene el telar por un tiempo considerable. Esta área al estar directamente unida al patio, permite la circulación expedita de las personas, como así también su comunicación, toda vez que al momento de operar los telares, el sonido producido por éstos impide prácticamente todo diálogo entre ellos. Existen una serie de gestos, que permiten entenderse entre los tejedores cuando requieren de alguna pieza o material. El espacio que separa cada telar es metro y medio aproximadamente y se encuentran ubicados de tal manera que los tejedores (siempre hombres) miran hacia una sola dirección. Cada tejedor ve así la espalda de su compañero mientras trabaja. Como consecuencia de las jergas que cuelgan, los operadores del telar no cuentan con visión externa. Al lado de cada telar se encuentran los molotes ya preparados, en bolsas de polietileno, para ser insertados en las respectivas lanzaderas. El segundo hijo de don Artemio, quien teje la mayor parte del tiempo se dedica, además, a supervisar el trabajo de los otros tejedores, revisa los distintos telares y vela por su funcionamiento. Los tejedores operan en turnos que comienzan a las 6 de la mañana, (1 hora de comida de las 10 a las 11 horas) y terminan a las 18 horas. Si son externos al grupo no comen en la casa, a excepción de los integrantes del grupo, pero es posible que mientras unos comen los otros siguen tejiendo y así no se detiene la producción. Los días sábados se trabaja y el domingo se detiene la actividad, a excepción que tengan un pedido que entregar y que haya sido convenida la entrega en un día determinado. Existe una segunda área donde está la molotera, la mesa de trabajo y el lugar donde se almacena la producción, (los sarapes, en pacas de 12 piezas) y donde se desempeñan las 2 mujeres (nueras de don Artemio) desempacando de las bolsas los hilos, confeccionando molotes y empaquetando los productos. Está techado y con piso de cemento. La molotera es eléctrica y cuenta con 6 tomas y en esta actividad de las mujeres colabora el hijo menor de don Artemio de 15 años. Al costado de esta máquina se encuentran las bolsas para su almacenamiento, mismas que son reutilizadas, pues originalmente en

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ellas viene embalado el hilo. Los conos de cartón donde venía el hilo, se almacenan en esta misma sección y luego se utilizan en prender fuego para el temascal o el fogón. La lógica de funcionamiento, es que esta máquina debe estar en constante operación para tener un stock suficiente de molotes que luego son trasladados al área del taller para alimentar las lanzaderas. Un tercer lugar se ubica frente a esta área de la molotera a unos 4 metros, se encuentra el telar de madera en un cuarto pequeño, que sirve también para almacenar piezas de los telares de poder. Por último un área de tendido que colinda con las habitaciones de uno de los grupos familiares, cuenta, además, con mesones de trabajo dedicados principalmente al doblado y empaque de las prendas.

Cuadro N ° 16 Distribución de espacios del taller familiar de Artemio Cuamatzi

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CONSIDERACIONES FINALES

Los talleres familiares de esta comunidad de la Malinche, son una muestra del trabajo que diariamente se desarrolla en estas localidades y donde cada uno de los miembros de estas familias, hombres, mujeres y niños participan activamente mediante un sistema dinámico y efectivo para los objetivos propuestos por estos grupos. Solo es posible explicar la consolidación de una actividad económica, en este caso el trabajo textil en esta localidad, gracias al papel que le correspondió a los grupos domésticos locales en su gestación y consolidación. Lo anterior comprueba que los procesos de modernización e industrialización introducen cambios y transformaciones en este tipo de comunidades, pero éstos no implican que las relaciones familiares tiendan a decrecer. Por el contrario como hemos visto, las familias de éstos tejedores favoreció y posibilitó dichos cambios. Sin este tipo de familias no habría sido posible el surgimiento de los textiles en San Felipe Cuauhtenco. Los espacios físicos y sociales se fusionan en este tipo de talleres, logrando que los hogares de San Felipe representen múltiples dualidades. Así el espacio doméstico permite entre muchas cosas; la crianza de los hijos, la elaboración y obtención de alimentos y una producción artesanal de tejidos, para un mercado local e internacional en algunos de los casos. La coexistencia de niveles tanto económicos como sociales es posible, además, dado que estas familias de tejedores se integran a un vasto conjunto de normas comunitarias -plenamente vigentes, aceptadas y acatadas- que permiten a estas unidades sociales una pertenencia a dicha comunidad, pese a desempeñar una actividad productiva que se ha ido paulatinamente consolidando en 50 años. En tal sentido, lejos de producirse una desintegración de la organización comunitaria por la presencia y consolidación textil, el diseño normativo se mantiene y se adapta a las nuevas exigencias que emanaron de la coyuntura en esa oportunidad. Posteriormente, los distintos estamentos del sistema de cargos del pueblo fueron dando respuestas a los cambios que el proceso textil iba produciendo en la dinámica local. Estos espacios de trabajo familiar y productivo permiten, además, el establecimiento y consolidación de redes de solidaridad, las cuales fusionan los aspectos estrictamente comerciales con los comunitarios. Se conforman así redes de cooperación comercial

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que justamente posibilitan a los miembros de la familia la mantención de estos talleres, pese a que un observador externo pudiera sostener que éstas no poseen indicadores de productividad. Es precisamente en torno a la fusión de lo comercial y familiar donde radica la fortaleza de estas iniciativas textiles. El trabajo textil cambió la comunidad de San Felipe por cuanto en el aspecto estrictamente económico brindo nuevas y más fuentes laborales, como así también, otros desafíos que la comunidad de tejedores ha debido ir resolviendo en un marco creciente de competitividad comercial. Al respecto cabe señalar, que mientras el Estado y sus políticas dirigidas al sector microempresarial -categoría esta última del sector oficial- y no necesariamente representativa de este tipo de talleres, continúe obviando estas particularidades socio-culturales y étnicas, sus iniciativas de capacitación y mejoramiento de este sector se dirigen a un terreno poco fértil para su desarrollo y consolidación. En otro orden y como hemos visto, es posible reconstruir parte de la historia local, a través del relato de algunos tejedores de este pueblo en los últimos 50 años que dieron cuenta de estas transformaciones. Los cambios suscitados como parte de esta actividad lo advierten tanto quienes han incursionado directamente en esta actividad como quienes desde otros ámbitos productivos han visto los impactos de los tejidos en su vida cotidiana. Para algunos de los vecinos, los talleres de textiles han generado alentadores resultados económicos que han redituado exitosamente en sus proyectos de vida. Sin embargo, otros lugareños evalúan la presencia textil en el pueblo de una manera distinta, donde son otros los indicadores de cambio y transformación. Pero pese a las distintas percepciones, no cabe duda que el tema textil no les ha sido indiferente en su vida cotidiana. Es perfectamente posible asegurar en la actualidad, que no existe grupo domestico en el pueblo de San Felipe, donde alguno o varios de sus integrantes, en algún momento de sus vidas, no hayan tenido que vincularse a la actividad textil en los talleres. Se han desempeñado como tejedores en sus hogares, o en “casa ajena”. Otros han incursionado con pequeños talleres, los menos han sido ayudantes en éstos, en tantos, las mujeres han trabajado en las moloteras, deshebrando, empuntando y empacando en los talleres del pueblo o en fábricas vecinas. San Felipe Cuauhtenco actualmente combina la producción de textiles con otras actividades productivas tradiciona les, así la organización social y productiva del pueblo ha experimentado cambios como resultante

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de esta autodenominada “llegada de los telares” a la vida local. Estos cambios en su dinámica económica y social como consecuencia de la importación de los telares en 1952 es advertida y valorada por sus habitantes, quienes reconocen en esta fecha el inicio de una transformación local. Lo anterior nos retrotrae a otro tema brevemente abordado en esta ocasión, como son las diferencias entre los indicadores locales de cambio, “los percibidos y codificados por los propios vecinos” y aquellos que emanan muchas veces desde los niveles políticos centrales y externos al pueblo, lejos de los procesos de sus habitantes. 10 La llegada de telares, la inauguración de la secundaria, el fin de la actividad pulquera, los cambios climáticos asociados a la Malinche constituyen parámetros de cambios para estos habitantes que representan sus particulares ritmos de tiempos y formas de vivir su mundo cotidiano. Son adaptaciones interpretativas propias, muchas de ellas relacionadas a estrategias que los vecinos han debido desarrollar frente a coyunturas determinadas. Estas estrategias surgen y se consolidan en indicadores propios cuando las actividades productivas experimentaron dificultades en los resultados esperados. Estas situaciones van conformando los hitos que forman la memoria histórica del pueblo. Recordemos que en 1952 uno de los tejedores en “casa ajena” en Contla importó los telares. Los vecinos señalan que “antes” de la llegada de los telares “eran atrasados” y que “después” de esa fecha comenzó la modernización de la localidad. Uno de los vecinos que fue agente municipal en su juventud conoció otros lugares y éstos le representaban el “adelanto y la modernidad”. Así se conforma un (antes) atrasado y un (después de los telares) moderno. La llegada de los telares es visto como un fenómeno externo proveniente desde Contla y ello es parte de esta lógica de ver en lo urbano lo más “adelantado” o el lugar o eje de la modernidad. Lo cual no necesariamente constituye un modelo a imitar, pues en nuestro caso la comunidad fue un barrio de Contla e hizo las gestiones para justamente independizarse de lo que es ahora la cabecera municipal. Es el inicio de un cambio paulatino que se difunde y posteriormente es asumido por otros vecinos como parte de los éxitos económicos que la actividad

10 Véase Guillaume Boccara (200) quien desarrolla la importancia acerca de las “especificidades locales, que remiten a regimenes distintos de historicidad”. En ese marco a “tomar en serio las categorías indígenas y los modos que tienen los indígenas de contar historias, de elaborar discursos y de forjar memorias”, en síntesis lo que este autor llama Lógicas Mestizas.

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del tejido generaba. Este proceso no estuvo exento de dificultades y surgieron actitudes de rechazo, pero ello no desalentó a los primeros tejedores quienes desarrollaron estrategias de capitalización en torno a la actividad textil. Predominó para ello la capacidad técnica local, mucha de ella obtenida en el vecino pueblo de Contla que posibilitó que los tejedores aprendieran a complementar maquinas de distinto tipo y características. Este hecho marcó, además, la identidad del pueblo el cual comenzó a ser asociado como un pueblo de tejedores. Un segundo hito local para situar estos regímenes históricos lo constituye, el fin de la actividad extractiva del aguamiel y fabricación de pulque en el pueblo. Este hecho se sitúa entre 1950 a 1960 aproximadamente y actualmente se recuerda de esa época la proliferación de magueyes en el pueblo, al punto que se “iba a raspar en burros y eran líneas de éstos que subían al monte,” labor desarrollada por hombres y mujeres. Una vecina recuerda de esa época que “ante la escasez de agua, las mujeres embarazadas y los niños desde muy chiquitos tomaban pulque.” Ciertamente estos hechos fueron significativos toda vez que en la actualidad esta actividad sólo la desarrollan cuatro vecinos a bajos niveles de producción. Las principales razones de esta situación son las pocas plantas que quedan en el área y la baja demanda en el consumo del pulque. Según los vecinos desde esa época el pueblo comenzó a cambiar, muchos pulqueros cambiaron de actividad, muchos se instalaron con telares y otros se fueron a otros pueblos. La migración y la búsqueda de otro tipo de trabajo, los mismos tejidos, propiciaron muchas veces que los habitantes debieran trasladarse fuera del pueblo, ello no alteró sustantivamente el colectivo. En tal sentido asumimos que la comunidad de San Felipe, conforma de acuerdo a Robichaux (1995) una unidad social natural. Cuya adscripción al territorio es importante pero no excluyente, toda vez que lo que da sentido a estos sujetos es membresía al grupo a través del sistema de cargos, solo así podemos explicarnos los procesos de migración, asalarización que muchos de los habitantes han debido desarrollar y que mantiene a la localidad conformada como una comunidad de telares. Algunos aspectos físicos del pueblo han cambiado, no tan solo por el trabajo textil, lo paisajístico y las viviendas, también se han suscitado cambios ambientales. Los antecedentes etnográficos refieren la existencia entre los años 1940 a 1960 de muchas actividades económicas vinculadas al sector forestal de La Malinche, (leña, carbón, hongos, tierras comunales, caza) las que producto de la deforestación

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han ido disminuyendo y algunas desapareciendo. A ello se suma, una serie de problemas climatológicos como la incapacidad de absorción de las aguas lluvias en La Malinche y con ello mayores niveles de deslave de los terrenos, consecuencia de la tala indiscriminada del recurso forestal de que ha sido objeto el monte. En tal sentido, no ha sido la presencia textil la única transformación importante que ha debido enfrentar el pueblo, pues muchas de las actividades que La Malinche generaba obligó en su oportunidad también a la comunidad, a enfrentar dichos procesos de cambios económicos. A estos indicadores locales de cambio, se suma las obras de infraestructura comunitaria que mejoraron sustancialmente la calidad de vida de los habitantes de San Felipe. Estos hechos fueron un logro comunitario importante, donde se recuerda constantemente la organización y el esfuerzo de los vecinos por lograr los recursos que permitieron la ejecución de estas obras de adelanto, las cuales son valoradas significativamente. La obtención del agua a través del jagüey, luego con un pozo y después a través de un sistema de abastecimiento domiciliario, constituye una secuencia recordada y apreciada por los vecinos. Ello trajo consigo cambios importantes, pues obligó al pueblo a una reglamentación de su uso social y por ende una forma de control del recurso hidráulico existente dado los costos en recursos humanos y financieros que produjo su obtención. Una vez incorporado el trabajo textil a la economía local también este debió irse transformando y se suscitaron cambios que son recordados por los vecinos como hitos importantes. Desde 1952 a 1978 el trabajo textil fue desarrollado en la localidad exclusivamente con telares de madera. En 1978 se comenzó a reemplazar los telares de madera por los de poder. Se contaba en ese entonces con electricidad en el pueblo y el aumento en la demanda de sarape requería de mayor producción, lo cual obligaba a contar con estas maquinas eléctricas cuya ventaja es su mayor volumen de producción con respecto a los de madera. Ello nos retrotrae a la importancia que en ese momento tuvo el tejido que debió aumentar producción por la demanda externa a través de la incorporación de nueva tecnología. En tal sentido es posible asegurar un conjunto de productores locales con capacidad para asumir en ese entonces con los retos tecnológicos y productivos, dado que ciertamente, un paso de esta naturaleza obliga a desarrollar al máximo las capacidades locales. Otro indicador de cambio local para los habitantes del pueblo, lo constituyó el inicio de las actividades educativas de la Escuela Secundaria

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General Cisneros en 1981. Este hecho es recordado como un gran avance en la infraestructura comunitaria y como un mejoramiento educacional para los hijos de los vecinos. La presencia de este establecimiento educacional posibilitó, además, la interrelación con otros alumnos y padres de provenientes de otros lugares vecinos al pueblo, los cuales asistían en ese tiempo a esta escuela. La localidad comenzó según una expresión local a “abrirse al mundo” y una vez concluido el ciclo educacional posibilitó que los jóvenes del pueblo comenzaran a salir de éste para continuar con sus estudios y otros a emplearse en las fabricas vecinas a la localidad. En esta misma línea sirva recordar que entre los años 1985 a 1990 San Felipe continuaba estrechamente relacionado con Contla por el trabajo textil ya que la cabecera municipal era uno de los pocos centros cercanos al pueblo que acogía la mano de obra de San Felipe en los talleres y de esta localidad. Esta vecindad con Contla durante años conflictuada por disputas de tierras comienza a disiparse como parte de esta relación. El tejido permitió en parte este puente de relaciones entre proveedores, comerciantes y tejedores en un principio maquileros y confirma la importancia en el control de la red económica del tejido artesanal por los comerciantes de Contla. Debe, además, señalarse que esta vinculación con Contla está enmarcada en procesos de industrialización del área que han incidido en la adaptación de nuevos roles por parte de sus habitantes propiciando una transformación de lo que habitualmente se observó a principios de siglo y mediados de éste en el sector rural del estado de Tlaxcala. Las condiciones de adversidad no impidieron la actividad textil, por el contrario, estas dificultades pueden ser atendidas como un aliciente para sortearlas a partir de la observación de modelos externos exitosos en realidades vecinas con el mismo Contla. Las exigencias del mercado generaron en los productores del pueblo formas novedosas de enfrentar estos procesos productivos y renueva los tradicionales enfoques dicotómicos de campo -ciudad que prevaleció en estudios sobre el particular. La instalación de industrias a partir de 1990 vinculadas a la producción de cerámicas, agroindustrias y maquiladoras que comienzan a requerir importantes volúmenes de mano de obra. Comienzan en esta fecha a llegar al pueblo los “enganchadores” de estas empresas que tenían por función reclutar los obreros para estos centros de producción. Lo cual incidió aún más en muchos tejedores pudieron

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seguir complementando al igual que ahora sus horarios, tanto en la fábrica como en el telar familiar. Estas empresas disponían – al igual que ahora - de medios de transporte que acudían a buscar al trabajador al inicio del turno y regresarlo una vez concluida su función. Se advierte en aquella época una bonanza económica en la localidad. La cual fue ocasionada por el hecho que los trabajadores (jóvenes preferentemente) contaban quincenalmente con sus salarios algo que no era habitual en la práctica textil, “en los telares se iba a dejar el trabajo y no se sabía si iba a ver dinero o no, en cambio en la fabrica, llegado el día siempre hay dinero”. La vinculación de los jóvenes de esa época a estas fuentes laborales trajo consigo una serie de prestaciones sociales y crediticias asociadas a este tipo de trabajo asalariado, hasta esa fecha desconocida para los habitantes de San Felipe. Lo que en la actualidad reditúa en que muchos de éstos trabajadores pueden cubrir sus necesidades de salud de sus mayores a través de estos trabajos. De alguna forma esta asalarización permitió la continuación de la iniciativa privada expresada en los talleres. Las transformaciones económicas de San Felipe no necesariamente constituyen una respuesta inconsciente a demandas (o exigencias) de políticas macroeconómicas, sin descartar que en ocasiones sea posible. En este caso se advierten elementos que describen esta adopción de cambios; como un proceso único y especial que presenta particularidades asociadas a una construcción productiva estratégica por parte de los habitantes de esta localidad. Cada comunidad es un mundo de especificidades y las diversidades se hacen patentes pese a las cortas distancias geográficas que a veces las acercan. Esas particularidades de San Felipe fueron las que poco a poco permitieron su consolidación, - los jóvenes que habían salido del pueblo, el establecimiento de redes, el enfrentar la resistencia de los mayores, el desarrollo técnico local, la capacidad de adaptación por citar algunas de estas especifidades. Fue entonces constituyendo un proceso individual, grupal y luego comunitario, consultado con externos y evaluando resultados preliminares. San Felipe combina la producción de textiles con otras actividades produc tivas tradicionales y, por tanto, la organización de la comunidad en sus ámbitos políticos y productivos ha experimentado transformaciones durante el tiempo que se ha ido desarrollando el trabajo textil. El impacto que ha tenido la actividad textil en la estructura comunitaria, principalmente en la organización de la comunidad en sus ámbitos religiosos y civiles fue esbozado en esta ocasión. Así nuevos

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comités debieron crearse en tal sentido, y muchos de estos tejedores, además, comenzaron a tener un status distinto de la comunidad. Estas transformaciones han generado también dificultades para el colectivo y así esta lejos la idea de ser un pueblo sin conflictos. Nada más lejos de la realidad, sin embargo, ha sido a través de sus sitema de cargos civiles y religiosos que mediante normas asumidas, y muchas veces coercitivas mantiene la paz social y los equilibrios en la localidad. La vigencia del telar en la actualidad fue propiciada en parte por su vecindad con Contla donde esta localidad la ha ejercido desde tiempos prehispánicos por la mujer en telares de cintura. Sin embargo, destaca que solo fuera en estos últimos años que el pueblo en estudio la haya asumido y desarrollado, permitiendo conocer algunos aspectos del proceso de expansión que permitió este fenómeno. La complementariedad entre maquinas de distinto tipo y características y los déficits de capacitación tecnológica sobre estas herramientas permiten suponer prácticas productivas propias por parte de los tejedores de San Felipe. Ello, además, ha contribuido a particularizar la producción y hacerla identificable en un contexto cada vez más homogeneizante respecto a variedades de tejidos. En tanto las estrategias de comercialización de los productores buscan extenderse a mercados internacionales, lo cual juega un rol distinto al suponer que las micro empresas habitualmente solo satisfacen demanda local. Destaca, además, que las unidades familiares juegan el rol de unidades productivas caracterizadas por el aporte de cada uno de sus integrantes en funciones claramente establecidas y asumidas. Los telares permitieron la definición del papel de la mujer en el proceso productivo, siendo ésta clave en cuanto a la operación de ciertas máquinas que posibilitan conciliar la actividad productiva con otras. La incorporación de los menores de edad en el trabajo no debe ser vista desde una óptica estrictamente laboral o legislativa, por el contrario debe además ser observado como un fenómeno que es parte de la importancia que la familias atribuyen al trabajo como objetivo de vida de estas personas. Es la familia la agencia de aprendizaje para el trabajo. Por último, reiterar que estos cambios advertidos no han implicado la disminución de los lazos familiares en esta localidad. Por el contrario, es la particular composición de la familia mesoamericana que posibilita que estos grupos hayan establecido en el ámbito local, una vasta red de relaciones de solidaridad social y económica, que se expresa en múltiples préstamos, sean estos económicos, de contactos,

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apoyos y sobre todo de solidaridad interfamiliar. Solo este marco de cooperación familiar hizo posible el cambio y consolidación textil, dado que las familias de San Felipe constituyen unidades domésticas altamente especializadas y coordinadas que posibilitan el mantenimiento del taller y las otras actividades económicas. En ese marco, estos talleres familiares textiles constituyen en algunos casos, una expresión de la profunda vinculación entre este espacio familiar y el productivo. Cuyo ejercicio es de larga data en el sector rural de México y una de sus expresiones más visible que constatan su plena vigencia son estos talleres familiares textiles de esta localidad nahua de La Malinche.

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LA ACTIVIDAD TEXTIL DE UN PUEBLO NAHUA

DE LA MALINCHE. se terminó de imprimir el mes de enero de 2003

en los talleres de Impretei, S.A. de C.V., Almería 17, Col. Postal,

03410 México D.F., Tel. (0155) 5590 5681,

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Se imprimieron 1000 ejemplares mas sobrantes para reposición.