Domingo III Cuaresma

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Domingo III Cuaresma - ciclo B Con el tercer domingo de Cuaresma de este ciclo, entramos de lleno en la reflexión sobre el misterio pascual de Cristo. Las lecturas de hoy ya nos anuncian una nueva era, los tiempos nuevos en que será superado el culto antiguo, para dar paso al Cristo de la Pascua, verdadero templo donde la presencia de Dios es manifiesta. La antigua alianza, establecida en el Sinaí, encuentra su confirmación plena en la cruz de Cristo. Lo que parece una locura a los ojos del mundo se convierte en signo de una nueva y eterna alianza. El Cristo crucificado es la epifanía de Dios, la manifestación del amor de Dios, que desea una humanidad renovada, una humanidad renacida y resucitada en el cuerpo glorioso de Jesús. Nosotras también somos consagradas al Dios de la alianza como templos vivos, como morada reservada al Señor de la vida, al Cristo de la Pascua. Desterremos de nuestra existencia todo aquello que impida una dedicación radical y una adoración auténtica. Como en el evangelio de hoy, el Señor desea alejar de nosotras y de nuestra sociedad a los vendedores del templo, a los vendedores de ídolos, a los vendedores de injusticia. El Señor desea que seamos transparencia de Dios, manifestación de su amor. Adoremos a Cristo en espíritu y en verdad, porque sólo Él merece nuestra alabanza y adoración. Reflexión a la lectura Hoy es un día consagrado al Señor. Así lo afirma el texto de Nehemías que acabamos de escuchar, y así lo confirma igualmente la primera lectura de la Eucaristía. Es un día consagrado al Señor. Toda nuestra vida está consagrada al Señor, pues somos templos vivos, morada del Espíritu. Nuestra consagración es puerta abierta a la Trinidad, que habita en nosotras. Por eso, ya no hay lugar para la tristeza: Dios ha establecido con nosotras una alianza de amor. Domingo III Cuaresma (vísperas) Con la liturgia de hoy, damos gracias al Señor porque nos ha amado tanto que ha querido habitar dentro de nosotras, dentro de cada ser humano, en el que Dios ha querido dejar su huella. Somos templo de Dios y, por tanto, cada una de nosotras podemos manifestar la fuerza del misterio que late en nuestro interior. Dios nos ha convertido en morada suya; nos ha creado a imagen y

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Liturgia

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Domingo III Cuaresma - ciclo B

Con el tercer domingo de Cuaresma de este ciclo, entramos de lleno en la reflexión sobre el misterio pascual de Cristo. Las lecturas de hoy ya nos anuncian una nueva era, los tiempos nuevos en que será superado el culto antiguo, para dar paso al Cristo de la Pascua, verdadero templo donde la presencia de Dios es manifiesta. La antigua alianza, establecida en el Sinaí, encuentra su confirmación plena en la cruz de Cristo. Lo que parece una locura a los ojos del mundo se convierte en signo de una nueva y eterna alianza. El Cristo crucificado es la epifanía de Dios, la manifestación del amor de Dios, que desea una humanidad renovada, una humanidad renacida y resucitada en el cuerpo glorioso de Jesús.

Nosotras también somos consagradas al Dios de la alianza como templos vivos, como morada reservada al Señor de la vida, al Cristo de la Pascua. Desterremos de nuestra existencia todo aquello que impida una dedicación radical y una adoración auténtica. Como en el evangelio de hoy, el Señor desea alejar de nosotras y de nuestra sociedad a los vendedores del templo, a los vendedores de ídolos, a los vendedores de injusticia. El Señor desea que seamos transparencia de Dios, manifestación de su amor. Adoremos a Cristo en espíritu y en verdad, porque sólo Él merece nuestra alabanza y adoración.

Reflexión a la lectura

Hoy es un día consagrado al Señor. Así lo afirma el texto de Nehemías que acabamos de escuchar, y así lo confirma igualmente la primera lectura de la Eucaristía. Es un día consagrado al Señor. Toda nuestra vida está consagrada al Señor, pues somos templos vivos, morada del Espíritu. Nuestra consagración es puerta abierta a la Trinidad, que habita en nosotras. Por eso, ya no hay lugar para la tristeza: Dios ha establecido con nosotras una alianza de amor.

Domingo III Cuaresma (vísperas)

Con la liturgia de hoy, damos gracias al Señor porque nos ha amado tanto que ha querido habitar dentro de nosotras, dentro de cada ser humano, en el que Dios ha querido dejar su huella. Somos templo de Dios y, por tanto, cada una de nosotras podemos manifestar la fuerza del misterio que late en nuestro interior. Dios nos ha convertido en morada suya; nos ha creado a imagen y semejanza suya. Es el proyecto divino para cada ser humano. Caminemos unidas por las sendas de la santidad y seremos epifanía de Dios en el mundo.

Lectura (1 Cor 3)

¿No sabéis que la casa de mi Padre es casa de oración? ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros? El templo de Dios es sagrado, y ese templo sois vosotros.

Reflexión

Hoy, como ayer, Jesucristo arde de celo por la casa de Dios, por el templo en el que habita el Espíritu Santo. Es la morada de Dios con el hombre. Este templo es también el ser humano, creado por Dios, deseado y amado como imagen y semejanza divina.

Jesucristo, hoy como ayer, desea restituir al hombre su belleza espiritual, y le regala un camino de santidad para alcanzar la plenitud. Es el camino de la alianza: las dos tablas de la ley, los dos leños de la cruz.

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Jesucristo viene a nuestra casa y nos purifica, reconstruye en cada una de nosotras el verdadero culto, el amor apasionado por Dios y el amor auténtico a los hermanos. Es el camino de la siempre nueva y eterna alianza. Él es el mejor modelo en el que nos podemos mirar, pues Él es el auténtico templo, verdadero rostro del Padre.

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Entrar en el misterio de la persona, y descubrir en ella las huellas del Creador, es la actitud contemplativa que nos ayuda a amar en profundidad.

Abrir las puertas de nuestro templo al Señor..., entrar en una relación personal..., dejarnos mirar por Él..., acogerlo en nuestra casa, que es su casa..., en nuestra morada, que es su morada, transformará progresivamente nuestra vida, hasta reflejar aquel proyecto originario que Dios diseñó para cada ser humano y para la historia entera.

Entremos en nuestro interior; contemplemos también, con mirada de amor, la riqueza insondable de cada una. El Señor nos ha amado tanto que nos ha convertido en casa de Dios para el mundo.

Audición: Ámame

Lunes

Las lecturas de hoy nos ayudan a descubrir la Cuaresma como proceso, como camino de salvación. Nuestra vida entera es también un proceso, un itinerario salvado y redimido por Dios en la persona de su Hijo. Es el encuentro con Jesucristo el que nos regenera, porque no siempre somos transparencia del Dios liberador que conduce nuestra historia.

En muchas ocasiones, experimentamos, como el leproso Naamán, la necesidad de ser restauradas, sanadas desde lo más profundo de nuestro ser. Y las lecturas de hoy nos presentan con claridad el camino: disponernos para el encuentro con Jesucristo, aceptar su obra y su persona en nuestras mismas vidas, continuar y avanzar en el proceso de sanación que nos plenifica y nos devuelve la dignidad.

Es el agua de la vida la que hoy el Señor nos regala, el agua que purifica, el agua que sana y limpia; es el bautismo de la salvación el que nos transforma en hijas de Dios, amadas y bendecidas por Él. Abramos nuestro corazón a la alabanza, pues Jesucristo nos invita a entrar en las aguas de la gracia para asemejarnos cada día más al rostro de Dios.

Para la vida:

Las lecturas de hoy nos colocan en camino de crecimiento; nos sitúan frente a nuestra propia realidad como un proceso de sanación que hemos de iniciar.

- La Cuaresma y el encuentro con Jesucristo como proceso sanador- El agua que purifica y nos salva- La lepra que nos impide vivir en plenitud e intenta alejarnos y mantenernos al margen de la filiación- Pero Jesucristo nos restaura, nos va llevando por un camino de sanación,

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Martes (Encarnación de Dios)

Celebramos en este día el sublime misterio de la Encarnación, misterio por el que el Hijo de Dios ha entrado a formar parte de la gran familia humana. Toda la historia de la salvación se concentra en este misterio, kénosis de Dios, y sublimación del ser humano. La Encarnación de Jesucristo en el ayer de nuestro tiempo supuso el comienzo de una peregrinación, por parte de Dios, hacia el centro mismo del ser humano. Dios, en Jesucristo, se introduce plenamente en la humanidad. Dios entra en nuestra misma carne, en nuestra misma historia. Dios entra y se hace uno de nosotros, divinizando así toda la realidad humana.

María es feliz; vive en su propio ser el gozo de ser la madre del Salvador. A través de ella han hallado cumplimiento las promesas, y por ella se ha abierto para siempre la puerta hacia la vida, hacia la luz. Todo irradia felicidad en el mismo momento en que, gracias a la colaboración de María, Jesús se acerca a la humanidad y comparte con ella su cotidiano existir.

La respuesta de María: “He aquí la esclava del Señor” es un acto de entrega obediente al Dios que la ha elegido. Las palabras de Jesús: “Heme aquí para hacer tu voluntad” manifiestan igualmente su obediencia total al Padre que le ha enviado. María y Jesús nos indican el camino de la fidelidad a Dios, nos indican el camino de una encarnación radical en el mundo de hoy.

Y en este día bendecimos al Dios encarnado y pedimos por nuestra hermana Encarnita, cuyo santo hoy celebramos. Que sea para ella una jornada donde abunden los detalles de amor y amistad por parte de todas, y al final del día podamos ofrecer al Señor nuestra acción de gracias vespertina.

Miércoles

Escucha Israel: enseña a tus hijos y a los hijos de tus hijos que Yo, el Señor, soy la verdadera ley, la auténtica norma de comportamiento para ti y para todos aquellos que vendrán tras de ti, y para todos los que te precedieron. Yo, el Señor, soy la ley, la antigua y la siempre nueva ley; soy fuerza que plenifica, camino de esperanza, luz que orienta y acompaña en el sendero de vuestro peregrinar. Yo, el Señor, te muestro el camino, te muestro las pautas que has de seguir, como signos de luz en el trayecto de la vida. Asume en tu corazón e interioriza la verdad profunda de mi ley, la fuerza positiva que en sí misma se contiene.

Escucha, Israel; escucha, mercedaria de la caridad, entra dentro de ti y descubrirás la voluntad de Dios plasmada en lo más profundo de tu ser. Descubrirás hasta la última tilde de mis mandamientos escritos en tu corazón. Porque mi ley no es algo externo a ti. Mi ley ha sido dibujada en tu interior con el sello del carisma, con la unción del Espíritu que día a día te va modelando al ritmo de la gracia. Descubre a los demás las riquezas insondables que he depositado dentro de ti y les estarás mostrando las páginas más bellas del Evangelio de la vida.

Para la vida:

Continuamos nuestro itinerario cuaresmal asumiéndolo como proceso que nos salva y nos introduce en la dinámica de la Pascua. Hoy las lecturas nos presentan un nuevo elemento, fundamental en nuestro camino de seguimiento: la ley, como luz que nos guía y nos marca las pautas para avanzar

No deseamos vivir la ley como conjunto de normas que nos alejan de lo esencial de la vida. No deseamos asumir la ley como imposición externa que nos paraliza y nos detiene. La ley debe ser fuerza que plenifica, camino de esperanza, luz que nos orienta y nos acompaña en el proceso que juntas hemos iniciado. La ley no puede esclavizar a la persona, sino que ha de marcar las pautas como signos de luz en el trayecto que recorremos. Nosotras hemos asumido la ley desde la fuerza positiva que en sí misma se contiene. Jesucristo es la plenitud de la ley, la norma

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suprema de actuación. En Él, en su obra y en su mensaje, encontramos el sendero justo que nos guía y nos orienta.

- Constituciones- plenitud de vida- no algo frío y pesado

Jueves III (Cuaresma) [1ª parte en lit3]

Jueves III (Cuaresma)

La Palabra del Señor es Palabra creadora. Sin embargo, Jeremías afirma que, a pesar de todo, siempre habrá quien no valore la presencia de Dios, por muy clara que se manifieste. La dureza de corazón siempre encuentra razones, explicaciones sin sentido, que buscan restar importancia y valor a los hechos. Cuando el hombre cierra su corazón, nada ni nadie lo podrá hacer cambiar. Jesús, en el evangelio de hoy, no logra convencer a quienes le están observando, pero les advierte de que su actuación es signo de la presencia de Dios: el Reino ya ha llegado. (Adaptado)

Hoy también vivimos en una sociedad ensordecida por el ruido, y difícilmente, el hombre de hoy es capaz de entrar dentro de sí mismo para encontrarse con el Dios y Señor de su vida. La Palabra nos recuerda la necesidad de saber escuchar, saber discernir las diferentes voces que hablan en nuestro interior, pues puede suceder que nos dejemos llevar por otras fuerzas mayores, inclinadas hacia el mal. Entre las diferentes voces que se pronuncian en nuestro interior, escuchemos sólo la voz del amor, la voz de Dios, que es el único que puede orientar nuestra vida hacia el camino del bien. (Propio)

Vivimos en una sociedad ensordecida por el ruido, y difícilmente, el hombre de hoy es capaz de entrar dentro de sí mismo para encontrarse con el Dios y Señor de su vida. La Palabra nos recuerda la necesidad de saber escuchar, saber discernir las diferentes voces que hablan en nuestro interior, pues puede suceder que nos dejemos llevar por otras fuerzas mayores, inclinadas hacia el mal. Entre las diferentes voces que se pronuncian en nuestro interior, escuchemos sólo la voz del amor, la voz de Dios, que es el único que puede orientar nuestra vida hacia el camino del bien.

- ¿Qué voces escuchamos?- Saber elegir: entre Jesucristo y las fuerzas opresoras y esclavizantes- Pero Él es el más fuerte- Sentimos la fuerza del mal, la mayoría de las veces camuflada. Y la justificamos- Hay que tener: sensibilidad para ---captar el dedo de Dios que expulsa al mal, escucha a la Palabra, atención a los signos de Dios en la vida

Viernes III (Cuaresma)

La mayor fuente de felicidad es el amor: el amor gratuito, desinteresado, entregado..., el amor que olvida y perdona, el amor que colma de bendiciones. Así ama Dios a su pueblo, con un amor apasionado, que no vive de cálculos y se manifiesta en una fidelidad sin límites. Así es

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la misericordia de Dios con su pueblo, la ternura de Dios con su pueblo... Pero el Señor, que se entrega incondicionalmente y derrama sus mejores bendiciones en cada uno de sus hijos muy queridos, sólo pide una cosa, inconmensurable y simple a la vez. Sólo desea que el corazón humano dirija su mirada al Dios y Señor de la vida; que la persona oriente su proyecto existencial en aras del amor. Sólo Dios es el Señor; sólo él puede abrazar en lo insondable de su misterio la pequeñez de cada ser humano. Y desde Él, el Único, podemos establecer nuestro mundo de relaciones, podemos aprender a dar lo mejor de nosotras en un mundo cada vez más sediento de amor; pues, al beber en las fuentes de la gratuidad, nuestra vida puede convertirse en bendición para los demás, ternura y misericordia derramadas.

EL CAMINO DE LA CRUZ (Vía Crucis)

Somos contemporáneos de Jesús. Su pasión, su muerte, su sepultura, su descenso victorioso a los infiernos, están ante nosotros, en nosotros se despliegan. Y la tumba cavada en la roca no es otra que este mundo sellado por la muerte. La cuaresma culmina en este camino de la cruz, en este camino de esperanza, que conduce a la noche más que luminosa de la pascua. Meditando los textos tal vez más intensos de los evangelios, vamos a acompañar a Jesús, como su madre lo acompañó, con el corazón traspasado por una espada. Simultáneamente la voz de Cristo murmura dulcemente: «no llores Madre mía, porque el tercer día me alzaré vencedor». Toda la historia del mundo se recapitula y encuentra sentido en estos tres días, cuando Dios hecho hombre viene a buscarnos, ya no en la montaña de la transfiguración, sino en el abismo y la tiniebla. Él, el no-separado, cuyo mismo ser es comunión, nos lleva a todos hacia el Padre y se interpone para siempre entre nosotros y la nada.

Señor, haz que nuestros corazones de piedra se rompan viendo tus sufrimientos y se conviertan en corazones de carne. Que tu cruz disipe nuestros prejuicios. Que la visión de tu combate desgarrador contra la muerte, espante nuestra indiferencia o rebeldía. Señor, haz que no echemos a suertes, como los soldados al pie de la cruz, haz que no echemos al azar, por una historia ciega y estúpida, tus vestidos con el riesgo de desgarrar la túnica inconsútil de la Iglesia. Que la madre de Dios, nos introduzca en tus misterios, en el misterio del amor de la Santísima Trinidad, porque el Padre está en Ti cuando sufres y el Espíritu te vela cuando mueres.

[Meditando los textos más intensos de los evangelios, vamos a acompañar a Jesús, como su madre lo acompañó, con el corazón traspasado por una espada. Toda la historia del mundo se recapitula y encuentra sentido en el misterio pascual, cuando Dios hecho hombre viene a buscarnos, no ya en la montaña de la transfiguración, sino en el abismo y la tiniebla. Pedimos al Señor que la visión de su combate desgarrador contra la muerte, espante nuestra indiferencia o rebeldía, y que María nos introduzca en el corazón del Hijo para revestirnos de sus mismos sentimientos y actitudes.]

1- PRIMERA ESTACIÓN:JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

“Entonces Pilato le dijo: "¿Luego, tú eres rey?" Respondió Jesús: "Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz". Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?”

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A lo largo de los siglos, la negación de la verdad ha generado sufrimiento y muerte. Son los inocentes los que pagan el precio de la hipocresía humana. No bastan decisiones a medias. No es suficiente lavarse las manos. Queda siempre la responsabilidad por la sangre de los inocentes.

ORACIÓNCristo, que aceptas una condena injusta, concédenos la gracia de ser fieles a la verdad y no permitas que caiga sobre nosotros y sobre los que vendrán después de nosotros, el peso de la responsabilidad por el sufrimiento de los inocentes. A ti, Jesús, Juez justo, honor y gloria por los siglos de los siglos.

2- SEGUNDA ESTACIÓNJESÚS CARGA CON LA CRUZ

"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).

La cruz: instrumento de una muerte infame, pero el momento en que Jesús de Nazaret cargó con la cruz para llevarla al Calvario marcó un cambio en la historia de la cruz. De ser signo de muerte infame, reservada a las personas de baja categoría, se convierte en llave maestra. Con su ayuda, de ahora en adelante, el hombre abrirá la puerta de las profundidades del misterio de Dios. Por medio de Cristo, que acepta la cruz, instrumento del propio despojo, los hombres sabrán que Dios es amor.

ORACIÓNCristo, que aceptas la cruz de las manos de los hombres para hacer de ella un signo del amor salvífico de Dios por el hombre, concédenos la gracia de la fe en este infinito amor. A ti, Jesús, Sacerdote y Víctima, alabanza y gloria por los siglos de los siglos.

3- TERCERA ESTACIÓNJESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

"Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros" "Todos nosotros como ovejas erramos; cada uno marchó por su camino, y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros" (Is 53, 6).

Han sido los pecados los que han aplastado contra la tierra a Jesús. Pero Él cae y se levanta. De este modo, el Redentor del mundo se dirige sin palabras a todos los que caen. Les exhorta a levantarse.

ORACIÓNCristo, que caes bajo el peso de nuestras culpas y te levantas para nuestra justificación, te rogamos que ayudes a cuantos están bajo el peso del pecado a volverse a poner en pie y reanudar el camino. Danos la fuerza del Espíritu, para llevar contigo la cruz de nuestra debilidad. A ti, Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas, nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos.

4-CUARTA ESTACIÓNJESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

"Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38).

Ahora ve que aquellas palabras se están cumpliendo como palabra de la cruz. María, porque es madre, sufre profundamente. No obstante, responde también ahora como respondió entonces, en la anunciación: "Hágase en mí según tu palabra". De este modo, maternalmente, abraza la cruz junto con Jesús.

ORACIÓN

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Oh María, tú que has recorrido el camino de la cruz junto con tu Hijo, quebrantada por el dolor en tu corazón de madre, pero recordando siempre el fiat, suplica para nosotros y para todos los seres humanos la gracia del abandono en el amor de Dios. Haz que, ante el sufrimiento, el rechazo y la prueba, jamás dudemos de su amor. A Jesús, tu Hijo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

5- QUINTA ESTACIÓNSIMÓN DE CIRENE LLEVA LA CRUZ DE JESÚS

"El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 10,38)

Simón recibe un don: lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo de Dios lo ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su obra salvífica.

ORACIÓNCristo, que has concedido a Simón de Cirene la dignidad de llevar tu cruz, acógenos también a nosotros bajo su peso, acoge a todos los hombres y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad. Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes están oprimidos por la cruz de la enfermedad, de la soledad, del hambre y de la injusticia. Haz que, llevando las cargas los unos de los otros, seamos testigos del evangelio de la cruz. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

6- SEXTA ESTACIÓNLA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS__par“Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”

Según la tradición, en el camino del Calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo: un reflejo fiel, un "verdadero icono".Los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de comprensión y de servicio deja en el corazón del hombre una señal indeleble, que lo asemeja un poco más a Aquél que "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Flp 2,7). Así se forma la identidad, el verdadero nombre del ser humano.

ORACIÓNSeñor Jesucristo, tú que aceptaste el gesto desinteresado de una mujer, haz que nuestras obras nos hagan semejantes a ti y dejen al mundo el reflejo de tu infinito amor. Para ti, Jesús, esplendor de la gloria del Padre, alabanza y gloria por los siglos.

7- SÉPTIMA ESTACIÓNJESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

"Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Co 12,9).

En el polvo de la tierra está Jesús, aplastado por el peso de su cruz. Cada vez le fallan más sus fuerzas. Pero, aunque con gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino. Desde hace dos mil años el evangelio de la cruz habla al hombre. Desde hace veinte siglos, Cristo, que se levanta de la caída, encuentra al hombre que cae, y le ha transmitido la palabra de esperanza que brota de la cruz.

ORACIÓN Señor Jesucristo, que caes bajo el peso del pecado del hombre y te levantas para tomarlo sobre ti, concédenos la fuerza de llevar la cruz de cada día y de levantarnos de nuestras caídas, para llevar a las generaciones que vendrán el Evangelio de tu poder salvífico. A ti, Jesús, apoyo para nuestra debilidad, la alabanza y la gloria por los siglos.

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8- OCTAVA ESTACIÓNJESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?" (Lc 23, 28-31)

“Llorad por vuestros hijos..." Llorad, porque ellos, precisamente ellos, serán testigos y partícipes de la destrucción de Jerusalén, de esa Jerusalén que "no ha sabido reconocer el tiempo de la visita" (Lc 19,44).

Si, mientras seguimos a Cristo en el camino de la cruz, se despierta en nuestros corazones la compasión por su sufrimiento, no podemos olvidar esta advertencia. "Si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?". Para nuestra generación, es la hora de "reconocer el tiempo de la visita".

ORACIÓNCristo, que has venido a este mundo para visitar a todos los que esperan la salvación, haz que nuestra generación reconozca el tiempo de tu visita y tenga parte en los frutos de tu redención. A ti, Jesús, nacido de la Virgen, Hija de Sión, honor y gloria por los siglos de los siglos.

9- NOVENA ESTACIÓNJESÚS CAE POR TERCERA VEZ

“Cristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2,6-8).

La tercera caída parece manifestar precisamente esto: el despojo, la kenosis del Hijo de Dios, la humillación bajo la cruz. Jesús había dicho a los discípulos que había venido no para ser servido, sino para servir. Cayendo a tierra por tercera vez en el camino de la cruz, de nuevo proclama a gritos su misterio. Esta manifestación externa de la muerte, que ya se acerca, esconde en sí misma la luz de la vida.

ORACIÓN Señor Jesucristo, que por tu humillación bajo la cruz has revelado al mundo el precio de su redención, concédenos la luz de la fe, para que, a través de la cruz y el despojo, lleguemos a la vida que no tendrá fin. A ti, Jesús, que nos sostienes en nuestra debilidad, honor y gloria por los siglos.

10- DÉCIMA ESTACIÓNJESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS,LE DAN A BEBER HIEL Y VINAGRE.

“Se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes, para ver qué se llevaba cada uno” (Mc 15, 24).

He aquí el hombre, el Rey de los judíos, el Unigénito. Él mismo se ha desnudado para asumir la condición de siervo que da la vida por sus amigos, por los enemigos, por cada ser humano. Ha tomado sobre sí, sobre su cuerpo torturado, agotado, ofrecido sin reservas, todo el peso de nuestros rechazos, de nuestras rebeldías, de las traiciones, de los fracasos y nos abre para siempre la fuente del perdón, las puertas del Reino de los cielos.

ORACIÓNSeñor Jesús, que con total entrega has aceptado la muerte de cruz por nuestra salvación, haznos partícipes de tu sacrificio en la cruz, para que nuestro existir y nuestro obrar tengan la forma de una participación libre y consciente en tu obra de salvación. A ti, Jesús, sacerdote y víctima, honor y gloria por los siglos.

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11- UNDÉCIMA ESTACIÓNJESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

“Y yo, cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).

Cristo atrae desde la cruz con la fuerza del amor, del Amor divino, que ha llegado hasta del don total de sí mismo; del Amor infinito, que en la cruz ha levantado de la tierra el peso del cuerpo de Cristo, para contrarrestar el peso de la culpa antigua; del Amor ilimitado, que ha colmado toda ausencia de amor y ha permitido que el hombre nuevamente encuentre refugio entre los brazos del Padre misericordioso.

ORACIÓNCristo elevado, Amor crucificado, llena nuestros corazones de tu amor, para que reconozcamos en tu cruz el signo de nuestra redención. A ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

12- DUODÉCIMA ESTACIÓNJESÚS MUERE EN LA CRUZ

“Jesús dijo: ‘Todo está cumplido’, e inclinando la cabeza entregó el Espíritu” (Jn 19,30).

Ha llevado a cumplimiento la obra de la redención. La misión para la que vino a la tierra ha cumplido su propósito. Lo demás pertenece al Padre, y a Él encomienda su espíritu. Dicho esto, expiró. En aquel momento, el sancta sanctorum del templo de Jerusalén se abre al entrar el Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza.

ORACIÓNSeñor Jesucristo, Tú que en tu último respiro has confiado con amor a la misericordia del Padre a los hombres y mujeres de todos los tiempos, llénanos de tu Espíritu de amor, para que nuestra indiferencia no haga vanos en nosotros los frutos de tu muerte. A ti, Jesús crucificado, sabiduría y poder de Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos.

13- DECIMOTERCERA ESTACIÓN:JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A LA MADRE

“Éste será signo de contradicción, y a ti una espada te atravesará el alma; así quedarán al descubierto las intenciones de muchos” (Lc 2, 34-35).

María, con el Hijo en sus brazos, es la expresión más dolorosa de aquel inefable vínculo de amor nacido en el corazón de la Madre el día de la anunciación y madurado en la espera del nacimiento de su divino Hijo. Ahora este íntimo vínculo de amor debe transformarse en una unión que supera los confines de la vida y de la muerte.

ORACIÓNAlcánzanos la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad, para que también nosotras, como tú, sepamos perseverar bajo la cruz hasta al último suspiro. A tu Hijo, Jesús, nuestro Salvador, con el Padre y el Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

14- DECIMOCUARTA ESTACIÓNEL CUERPO DE JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO

“Pilato entregó el cuerpo a José de Arimatea. Entonces éste, habiendo comprado una sábana, lo bajó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca y acercó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde era colocado.” (Mc 15, 45-47).

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El cuerpo sin vida de Cristo fue depositado en el sepulcro. La piedra sepulcral, sin embargo, no es el sello definitivo de su obra. Será, más bien, el signo de la victoria definitiva, de la verdad sobre la mentira, del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte. La última palabra no pertenece al pecado y al egoísmo. La última palabra será pronunciada por el Amor, que es más fuerte que la muerte. El sepulcro vacío es signo de la esperanza que "no defrauda" (Rm 5, 5). "Nuestra esperanza está llena de inmortalidad" (Sb 3, 4).

ORACIÓNSeñor Jesucristo, que fuiste llevado desde las tinieblas de la muerte a la luz de una nueva vida en la gloria, haz que el signo del sepulcro vacío nos hable y se convierta en fuente viva de fe, de caridad generosa, de firme esperanza. A ti, Jesús, presencia escondida y victoriosa en la historia del mundo honor y gloria por los siglos.

Sábado III (Cuaresma)

Experimentamos en lo profundo de nuestro ser, la aspiración de caminar en la verdad, en la transparencia, con la mirada puesta en el Señor de la vida. Experimentamos, sin embargo, que no siempre secundamos el deseo de infinito que late dentro de nosotras. Y venimos ante el Señor con una estela de luces y sombras detrás nuestro. Pero hay algo grande que clama desde los lugares más recónditos de nuestro interior, y es la incansable búsqueda de coherencia y autenticidad.

No queremos conformarnos con la mediocridad a la que a veces conduce la vida. No queremos pactar con el orgullo y la autosuficiencia que ciegan a tantas personas, y les impide caminar en la verdad. Deseamos que nuestra vida sea una ofrenda agradable a Dios, una oblación amasada con el pan de la misericordia y la humildad. Deseamos presentar cada día ante el Señor la oración sencilla del publicano, que se vacía de sí mismo para llenarse de Dios. Que éste sea el auténtico sacrificio que depositamos en el altar en este tiempo de gracia: el reconocimiento de nuestra pequeñez ante la inmensidad de Dios volcada en cada ser humano.

Material

La Cuaresma es un camino, es una especie de éxodo que nos saca de nosotras mismas y nos conduce hacia la tierra prometida, la tierra de la salvación. En este itinerario, Dios está siempre con nosotros, camina a nuestro lado y nos ofrece los medios necesarios para avanzar, para alcanzar la meta a la que somos convocadas.

Miremos dentro de nuestro corazón. Renovemos nuestras motivaciones, nuestras convicciones y deseos. Esto es lo que dará autenticidad y veracidad a nuestra oración y a nuestro culto.

Entrar en el interior de nuestro corazón y descubrir la grandeza y la pequeñez que llevamos dentro, presentar nuestra verdad existencial como ofrenda diaria al Dios de la vida, suplicar para que sea siempre la humildad camino cotidiano en el horizonte de nuestras horas... es el culto que a Dios agrada, la verdadera oración ----

Cuaresma, tiempo de escucha y profundización, tiempo de encuentro y diálogo, tiempo para ofrecer al Señor el culto más auténtico que pueda brotar de nuestro interior. Es la gran verdad de nuestra vida, la que deseamos poner en el altar en este tiempo de gracia. Es el reconocimiento sincero