Domingo XXX del Tiempo Ordinario Domingo 23 de Octubre de 2016

RECONOCERSE PECADOR ES EL PRIMER PASO

Reconocer nuestros límites es necesario para lograr un auténtico cambio

No podía ser más oportuna la palabra que el Señor nos ofrece este domingo en la liturgia de la Iglesia. En medio de la contingencia política de las elecciones municipales el Señor nos quiere iluminar con una palabra que, por supuesto, va mucho más allá de lo político, pero que de igual manera también ilumina esta realidad. Pero además se nos regala, a propósito del año de la misericordia, que comienza a llegar a su culmen, una palabra maravillosa para volver a centrar nuestra vida en un punto esencial desde donde partir, especialmente cuando necesitamos con urgencia otra oportunidad. Es precisamente este último punto el acento mayor y énfasis del desarrollo de la presente reflexión que queremos compartir.

EL PUNTO DE PARTIDA: Todo inicio por lo general parte bien. Nos cuenta el libro del Génesis que la obra de creación fue buena. Después, eso sí, todo se complicó, y todo esto por el pecado. La muerte entró en el mundo y con ello nuestra naturaleza quedó dañada hasta tal punto que la humanidad quedaría impedida de poder por sí sola salir de esta precaria y calamitosa situación. Dios en su infinito amor y misericordia fue preparando un pueblo para la llegada del Mesías. Tanto amó Dios al mundo (nos recuerda San Juan) que en la plenitud de los tiempos nos envió a su propio hijo, para que todo aquel que crea en Él no muera sino que tenga vida eterna. Pues bien, de esta iniciativa misericordiosa nos viene a hablar el Señor en la PRIMERA LECTURA. El libro del eclesiástico nos habla del amor

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misericordioso del Señor. Este amor tiene una especial característica: no es pasivo, todo lo contrario, es atento a las súplicas de los que sufren y claman a él. El texto señala, además, que esta súplica humilde atraviesa las nubes, y sólo habrá experiencia de consuelo cuando el altísimo responda. El texto también subraya el hecho que Dios tiene un oído atento en especial a los que sufren, los oprimidos, los huérfanos y las viudas. Hasta aquí podemos afirmar que Dios no es pasivo a la hora de tendernos una mano. Ahora bien, lo que a continuación queremos subrayar es lo que le compete a la humanidad, es decir, a la iniciativa humana. Entendiendo que Dios es siempre el primero que tiende se mano misericordiosa a todo aquel que lo busca con sincero corazón. Pero lo que queremos subrayar, a partir de lo que la palabra nos entrega, en especial del Evangelio de este domingo, es la necesidad de una actitud que es fundamental para iniciar algo nuevo, y que la liturgia de este domingo nos la presenta como buena noticia. EVANGELIO: ¿qué es lo que el evangelio de este domingo nos presenta como verdadera y luminosa experiencia de salvación? Pues la encontramos en la experiencia del humilde que reconoce sus errores y que sabe que delante de Dios no es correcto mentir. Esta actitud implica humildad, conocimiento de la propia fragilidad y a la vez confianza en que lo primero y fundamental para poder retomar el rumbo de la propia existencia es reconocer los errores cometidos, el propio pecado. Y cuando lo anterior se convierte en súplica, entonces la obra de Dios, siempre primero, se desencadena y se hace realidad. Es como abrirle la puerta a Dios, que ha estado golpeando afuera de nuestra casa, esperando que le abramos para cenar con nosotros, retomando así la experiencia de la comunión primera, perdida desgraciadamente por el pecado original y que nos acompaña desde el día de nuestro nacimiento (pecador me concibió mi madre señala, incluso, el salmo 50) pues bien, la buena noticia de este domingo es que es posible un cambio en nuestra vida. Dios siempre ha estado presente, pero Dios no obra en la mentira, en el engaño, en el dobles de nuestra vida. Dios obra moviéndonos a sincerarnos para comenzar a reconstruir sobre sólidos cimientos. Por eso que el evangelio es tan claro y pedagógico. Entre los dos personajes que están frente a Dios, el primero que se cuelga medallas de buena conducta no deja que Dios pueda iniciar nada, el ya es tan perfecto que no necesita sino la aprobación y el aplauso de todos. En cambio, el segundo, que reconoce su falta, busca en Dios humildemente sostener su vida. Jesucristo dice de este último: "Aquel fue justificado por Dios" es decir, Aquel permitió y abrió la puerta de su corazón para que Dios iniciase algo nuevo en él. Este último no se resiste a la obra que Dios quiera hacer con él. Esto último es de tremenda importancia, porque el que le abre la puerta del corazón al Señor, lo hace para iniciar una experiencia mística: es dejar entrar a Dios en tu vida, tratando al Señor como lo que verdaderamente es: Dios. Y no como el empleado al cual nos dirigimos cuando tenemos alguna necesidad. Para poder entender este tipo de relación y vínculo que se comienza a gestar entre Dios y nosotros, la liturgia de la Iglesia nos regala el ejemplo de San Pablo. El texto por sí solo es algo complicado. Pablo, experimenta que su vida llega a su fin. El texto no es una súplica para que Dios lo salve de esta situación, el texto es un

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Cuanto antes aprendamos a ponernos humildemente en la presencia del Señor, dejaremos al Señor hacer su obra en nosotros

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testimonio de un hombre que se ha fiado del Señor, que ha combatido, que ha dado la pelea de la fe y que la ha mantenido a pesar de los problemas. Y que sabe e que una fe madura y auténtica es precisamente aquella que debe pasar por estos momentos. San Pablo no se ha inventado una vida de súper apóstol. No. ha sufrido de muchas maneras por ser fiel al evangelio que predica y que le ha iluminado totalmente su vida. San Pablo ha visto a Dios actuando en su vida, por eso que ahora, en momentos apremiantes, sabe que lo que corresponde no es quejarse de lo injusto de la vida, sino en dar testimonio para edificar la fe de muchos, conectando a muchos con esta obra de Dios, porque en definitiva, lo que San Pablo experimenta le ayuda para anunciar lo que Dios puede hacer igualmente con cada uno de nosotros, si le abrimos la puerta de nuestro corazón a su acción misericordiosa. Que las lecturas de este DomIngo nos ayuden a entrar en un camino de verdad, que nos dejamos iluminar por la luz del Evangelio y que podamos también tener el discernimiento para que en toda nuestra vida podamos ser testigos del amor misericordioso del Señor.

PREGUNTA PARA ESTE DÍA:.¿PODEMOS TENER LA CONFIANZA NECESARIA PARA INICIAR UN TIEMPO NUEVO Y DARNOS UNA NUEVA OPORTUNIDAD PARA HACER BIEN Y MEJOR LAS COSAS? La respuesta es un rotundo sí. Y Dios nos regala la clave para retomar el rumbo de nuestra existencia con un profundo sentido de vida. Estamos aún a tiempo de poder acceder a la gracia que nos regala este Año Jubilar de la Misericordia. Podemos aprovechar esta Puerta de Gracia que se abre para nosotros y pedirle al Señor que inicie en nosotros su obra. Ella es siempre novedosa. Los caminos del Señor son tan variados, y nos conducen por tantos lugares.

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A propósito de esto último, como este domingo se nos invita a rezar por las obras misionales pontificias, debemos decir que, precisamente, la obra que Dios quiere realizar en nosotros es eminentemente misionera, es decir, dinámica. La idea principal de la misión en la Iglesia es llevar la buena noticia del amor de Dios a tantos que hoy viven esclavizados de tantas maneras. La obra de evangelización es la acción más potente de la Iglesia: por ella el amor misericordioso se transforma en mensaje de esperanza y restitución de toda dignidad, de promoción y desarrollo para sacar incluso de la pobreza material a aquellos que viven cotidianamente en sistemas esclavizantes. Que en este domingo nuestro aporte a las misiones se haga oración y acción, y que por obra anunciemos y promovamos un mundo mejor. Que nuestros bienes materiales también se pongan al servicio de la evangelización