Dominguez, Atilano (Comp.), Biografías de Spinoza. Alianza, Madrid, 1995.

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3401711 S "pinoza (1632-1677) es a la vez el nombre de un n sistema filosófico y de un individuo. El sistema es un | intento de llevar a cabo la racionalización del ser 3 absoluto o su substancia, mientras que la historia del Jf individuo es un laborioso caminar solitario y ^ desarraigado hacia esa misma meta. El sistema g filosófico fue tan perfecto y tan original que Hegel lo ^ consideraba el modelo mismo de la filosofía. Pero al a mismo tiempo, el individuo enfermizo y solitario llevó g una vida digna y alegre en un medio hostil que lo tildaba * de judío excomulgado y ateo disfrazado. Spinoza vivió ^ de acuerdo con su filosofía, vivió una vida filosófica. ^ Por eso BIOGRAFÍAS DE SPINOZA posee un interés a la vez biográfico y filosófico. ATILANO DOMÍNGUEZ presenta aquí las primeras biografías y noticias acerca del filósofo. Las primeras incluyen las de Bayle (1697). Kortpolt (1700), Colerus (1705) y Lucas (1719) escritas antes de transcurrir medio siglo de su muerte. Las segundas incluyen documentos reunidos por el compilador sobre la familia de Spinoza, su educación, su muerte, su biblioteca, etc., acompañados de notas, introducción e índices. En esta misma colección se han publicado numerosas obras de Spinoza, siendo las más recientes: «Tratado de la reforma del entendimiento. Principios de Filosofía de Descartes. Pensamientos mctafísicos» (LB 1325) y «Tratado breve» (LB 1478). ISBN 84-206-0711-8 El libro de bolsillo Alianza Editorial 9

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  • 3401711

    S "pinoza (1632-1677) es a la vez el nombre de un n sistema filosfico y de un individuo. El sistema es un | intento de llevar a cabo la racionalizacin del ser 3 absoluto o su substancia, mientras que la historia del Jf individuo es un laborioso caminar solitario y ^ desarraigado hacia esa misma meta. El sistema g filosfico fue tan perfecto y tan original que Hegel lo ^ consideraba el modelo mismo de la filosofa. Pero al a mismo tiempo, el individuo enfermizo y solitario llev g una vida digna y alegre en un medio hostil que lo tildaba * de judo excomulgado y ateo disfrazado. Spinoza vivi ^ de acuerdo con su filosofa, vivi una vida filosfica. ^ Por eso BIOGRAFAS DE SPINOZA posee un inters a la vez biogrfico y filosfico. ATILANO DOMNGUEZ presenta aqu las primeras biografas y noticias acerca del filsofo. Las primeras incluyen las de Bayle (1697). Kortpolt (1700), Colerus (1705) y Lucas (1719) escritas antes de transcurrir medio siglo de su muerte. Las segundas incluyen documentos reunidos por el compilador sobre la familia de Spinoza, su educacin, su muerte, su biblioteca, etc., acompaados de notas, introduccin e ndices. En esta misma coleccin se han publicado numerosas obras de Spinoza, siendo las ms recientes: Tratado de la reforma del entendimiento. Principios de Filosofa de Descartes. Pensamientos mctafsicos (LB 1325) y Tratado breve (LB 1478).

    ISBN 84-206-0711-8

    El libro de bolsillo Alianza Editorial 9

  • Atilano Domnguez (comp.)

    BIOGRAFAS DE

    ianza Editorial

  • Seccin: Humanidades

  • Atilano Domnguez (comp.): Biografas de Spinoza

    Seleccin, traduccin, introduccin, notas e ndices por Atilano Domnguez

    El Libro de Bolsillo Alianza Editorial

    Madrid m

  • Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Cdigo Penal vigente, podrn ser castigados con penas de multa y privacin de libertad quienes reprodujeren o plagia-ren, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorizacin.

    De seleccin, introduccin, traduccin, notas e ndices: Atilano Domnguez

    Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1995 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; telf. 741 66 00 ISBN: 84-206-0711-8 Depsito legal: M. 1.089/1995 Compuesto e impreso en Fernndez Ciudad, S. L. Catalina Surez, 19. 28007 Madrid Printed in Spain

  • Introduccin *

    Spinoza, judo de nacimiento y despus desertor del judaismo y, en fin, ateo, era de Amsterdam (Bayle, 1).

    Baruch de Spinoza vivir en el recuerdo de los verdaderos sabios y en sus escritos, que son el tem-plo de la inmortalidad (Lucas, 40).

    Spinoza (1632-1677) representa, a la vez, el prototipo de un sistema filosfico, como racionalizacin total del ser absoluto o sustancia, y el laborioso caminar de un in-dividuo, solitario y enfermizo, hacia esa meta. Quiz no exista otro ejemplo en la historia, en el que la distancia y, al mismo tiempo, la cercana entre el individuo concreto y el sistema abstracto sean tan marcadas. La distancia,

    * Siglas utilizadas: a) Para las obras de Spinoza las usuales. Para sus ediciones: OP = Opera Postbuma; NS = Nagelate Schriften, Gebhardt = Spinoza. Opera (C. Winters, Heidelberg, 1925, vol. I-IV; reed. 1972). b) Para estos documentos: B Bayle, C Colerus, J * Jelles, K = Kortholt, L = Lucas, N = Noticias. El nmero remite al prrafo del documento, y con subndice a su nota; L 25n indica la biografa de Lucas, 25, nota. Para Bayle mantenemos su doble numeracin de las notas (vase nota inicial a su texto). c) Por brevedad remitimos a nuestra Bibliografa por su nmero de orden, con o sin parntesis. d) Cuando nuestras observaciones vayan intercaladas en textos de otros autores, las incluiremos entre corchetes [ ] a fin de evitar todo equvoco.

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    porque el autodidacta de filsofo construy, con muy es-casos medios y en slo veinte aos (1656-1676), un siste-ma tan perfecto que, como dijera Hegel, es el modelo mismo de la filosofa. La cercana, porque el pobre y en-fermizo procur llevar la vida con dignidad y alegra, sin dejarse sucumbir ante un ambiente adverso, que le tacha-ba de judo excomulgado y de ateo camuflado. Por eso quiz su biografa ha despertado, en todos los tiempos, tanto inters y sus interpretaciones han sido tan dispares: del cristiano de Jelles al ateo de Bayle, del impo y mal-vado de Kortholt y Colerus al piadoso y santo de Lucas.

    En este volumen recogemos las cinco biografas ms antiguas de Spinoza as como los materiales esenciales con los que el estudioso pueda elaborar [junto con sus obras y especialmente la Correspondencia (nm. 19), que sern siempre la fuente principal] la biografa del gran fi-lsofo moderno. En las pginas que siguen presentamos al lector el contenido y el mtodo de nuestra edicin, ha-cemos una breve historia y valoracin de sus documentos y apuntamos algunas ideas sobre el modo de utilizarlos.

    1. Contenido y mtodo de esta edicin

    El contenido y la estructura de esta seleccin respon-den, en lo fundamental, a la obra clsica de J, Freudent-hal: Die Lebensgeschichte Spinozas in Quellenschriften, Ur-kunde und nicht-amtlichen Nachrichten (nm. 29, 1899). Como su ttulo indica, el ilustre historiador e intrprete del spinozismo, consigui reunir, ordenar y valorar los documentos principales para la biografa de Spinoza en torno a tres epgrafes: biografas antiguas, documentos oficiales y noticias varias. En las biografas inclua, por este orden, a Lucas, Kortholt, Bayle, Colerus y Monnik-hoff. En los documentos recoga 91 textos procedentes

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    de instituciones judas o eclesisticas, notariales o muni-cipales. Entre las noticias seleccionaba 60 fragmentos de cartas o libros redactados, en su mayor parte, por con-temporneos del filsofo. Partiendo de las obras de Lin-de (nm. 43, 1870), Castro (nm. 13, 1883) y Servaas (nm. 68, 1888) y despus de una meticulosa investiga-cin en los archivos holandeses, de la mano de dos espe-cialistas indiscutibles, W. Meijer y K. O. Meinsma, el spi-nozista germano logr mejorar, en nmero y precisin, la base documental de la excelente monografa que este l-timo acababa de publicar sobre El crculo de Spinoza (nm. 49, 1896). Por su sano equilibrio entre el rigor me-todolgico y la simpata intelectual, La vida de Spinoza, que despus redact (1904), constituye con la de Meins-ma un hito, an quiz no superado, en la historia del spi-nozismo.

    Es obvio, sin embargo, que, despus de un siglo, esta monumental coleccin, con la que ningn otro filsofo cuenta, ha quedado desfasada, porque o incluye textos que ya no tienen inters o no incluye otros que s lo tie-nen. Entre los primeros cabe sealar muchos documen-tos oficiales (seccin 2.a) y testimonios particulares (sec-cin 3.a) que se limitan a reiterar, sin novedad alguna, la condena del TTP y de OP. Entre los segundos hay que incluir, en primer lugar, el prefacio de OP/NS, ya que es punto de referencia de todos los posteriores, aunque Freudenthal lo haba omitido por existir entonces en otras ediciones; y, en segundo lugar, los documentos des-cubiertos y publicados desde 1932 por Vaz Dias y Van der Tak (nm. 67) y desde 1958 por I. S. Rvah (nms. 60-61), puesto que proyectan nueva luz sobre el perodo anterior y posterior a la excomunin del filsofo (1656), que era uno de los ms oscuros de su biografa.

    A la hora de hacer hoy nuestra propia seleccin, he-mos debido conciliar lo necesario para el lector con lo

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    posible para el editor. En consecuencia, hemos procu-rado integrar todos los materiales disponibles en dos secciones independientes, una de biografa y otra de noticias (oficiales o particulares), y en cada una de ellas hemos colocado los textos siguiendo el orden cronol-gico de su publicacin. Tanto por el contenido como por la estructura, nuestra seleccin se aleja, pues, nota-blemente de la de Freudenthal y, segn creemos, la me-jora.

    En la primera seccin hemos conservado sus cuatro biografas bsicas, a saber, Bayle (1697), Kortholt (1700), Colerus (1705) y Lucas (1719). Pero les hemos antepues-to el texto completo del Prefacio a OP/NS (1677), que hemos traducido de la versin holandesa, porque, aparte de ser la original, nos parece ms exacta y completa que la latina, preferida por Akkerman (nm. 1, 1980). En cuanto a las biografas, nos hemos separado de Freudent-hal en algunos aspectos importantes. Hemos omitido la de Monnikhoff por estar calcada sobre la de Colerus, aunque hemos incluido en las Noticias algunos datos in-teresantes sobre las viviendas de Spinoza. Hemos ante-puesto Bayle a Kortholt y pospuesto Lucas a stos y a Colerus por seguir el orden cronolgico de publicacin que, mientras no se demuestre lo contrario, es el nico seguro. En cuanto a Bayle, damos en su integridad el cuerpo del artculo y sus notas crticas o referenciales, e incluso aadimos breves sntesis, a veces textuales, de sus extensas notas tericas. Para Lucas hemos restituido ntegramente la versin H, por ser ms completa y quiz anterior a N, eliminando las pocas variantes de sta que Freudenthal haba incorporado en su texto.

    Siguiendo los mismos criterios, en la segunda seccin, de Noticias, hemos recogido, total o parcialmente, los tex-tos principales de Freudenthal (22 documentos oficiales y 33 particulares segn nuestra numeracin), ordenndo-

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    los en serie nica, y mejorndolos en algunos casos, por ejemplo en la Biblioteca de Spinoza. Pero hemos procu-rado rellenar sus huecos, especialmente para el perodo anterior a 1660, con Vaz Dias (21) y Rvah (2). Finalmen-te, hemos antepuesto a todo ello una seleccin del docu-mento de expulsin de los judos de Espaa (1492), y he-mos situado en su lugar un texto de Bayle sobre el autor y el traductor del Prefacio de OP/NS (1686) y algunas no-ticias de Stolle/Hallmann (1704) y de Monnikhoff (post 1743). Si a ellos se aaden otros fragmentos recogidos en las notas de este volumen, como los de Baas (C 4n) y Ba-rrios (N 17n) sobre la escuela juda, de Goeree sobre van den Enden (C 4n) y de Leibniz sobre Spinoza y los carte-sianos (N 71n), y el del epitafio (N 42n), y se completan, adems, con otros citados en nuestras notas a las obras de Spinoza (nm. 19), como el de Tschirnhaus sobre el IE (IV, p. 288/ 13n) y el de Leibniz sobre Spinoza y la f-sica cartesiana (IV, p. 298/188n), se puede afirmar que el lector espaol cuenta en adelante con una base docu-mental suficiente sobre la vida y la obra de Spinoza.

    Aparte de esta Introduccin, a la que hemos antepuesto una Bibliografa, necesariamente sumaria, nuestra edicin va acompaada de un buen nmero de notas y de un n-dice analtico. El contenido de las notas es de crtica tex-tual o histrico. Entre las primeras destacamos las de dos textos, tan importantes como problemticos, de los que existen dos versiones: el Prefacio de OP y la biografa de Lucas. Esas notas de variantes constituyen, en cierto sen-tido, una nueva edicin crtica. Las notas histricas son sumamente variadas, ya que algunas se limitan a comple-tar alusiones del texto o a remitir a lugares paralelos, mientras que otras debaten aspectos problemticos o ha-cen pequeas sntesis historiogrficas. Finalmente, en el ndice analtico, que hemos elaborado con sumo cuidado, hemos incluido conceptos de inters biogrfico y terico,

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    nombres de personas y de lugares, e incluso ttulos de al-gunas obras. A fin de facilitar la comprensin o la refe-rencia de los textos hemos introducido ciertas divisiones en el Prefacio y en Lucas y epgrafes a todas las Noticias y hemos numerado por prrafos no slo stas, sino tam-bin las biografas.

    2. Historia y valor de las biografas

    Como ya se ha dicho, esta seleccin tiene dos partes totalmente distintas: una de biografas y otra de noticias y documentos. Sera tan imposible como intil pretender hacer aqu la historia y la valoracin de cada uno de estos ltimos, ya que proceden de fuentes tan dispares como una lpida sepulcral o un acta notarial y un pan-fleto annimo o la confidencia mordaz entre adversarios del filsofo, el testimonio de un amigo contemporneo y los relatos de recuerdos lejanos o de simples curiosos. Para esta seccin, no podemos sino remitir al lector a los datos recogidos en las notas y al ndice analtico. Respec-to a las biografas, en cambio, conviene recordar la histo-ria de cada una y hacer un pequeo balance entre ellas.

    a) JarigJelles: Prefacio de OP (1677)

    Este texto, que encabezaba las dos versiones, latina y holandesa, de las Obras postumas de Spinoza, fue incluido completo en las ediciones de H. H. G. Paulus (Jena, 1802-3), de Gfroerer (Stuttgart, 1830) y de Gingsberg (Leipzig, 1875-82), mientras que en la de C. H. Bruder (Leipzig, 1843-6) slo fueron conservados algunos frag-mentos en la introduccin a las distintas obras. Tanto Vloten/Land en su edicin varias veces reimpresa (La

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    Haya, 1882-3, 1895, 1914) como Freudenthal en su selec-cin biogrfica (Leipzig, 1899) lo omitieron, y esa omi-sin slo fue parcialmente subsanada en nuestro siglo por C. Gebhardt, que, siguiendo el criterio de Bruder, in-cluy algunos fragmentos tanto en su reedicin de Freu-denthal (nm. 29) como en su edicin crtica (Heidel-berg, 1925). Hubo de pasar, pues, un siglo hasta que este valiossimo texto ha sido sacado del olvido por obra de tres excelentes investigadores: Akkerman (nm. 1, 1979) reedit las dos versiones primitivas, acompandolas de introduccin y notas; Luis Machado reprodujo la versin latina, anteponindole la portuguesa y una introduccin (nm. 45, 1985); y Emilia Giancotti adjunt como apn-dice al texto de la tica la traduccin italiana (nm. 34, 1988).

    Como ponen de relieve nuestros epgrafes, el texto consta de dos breves secciones, inicial ( 1-12) y final ( 69-77), de contenido biogrfico, y de un cuerpo central ( 13-68), de carcter doctrinal y apologtico. En la pri-mera seccin se alude brevemente a la formacin y afi-ciones del filsofo y se mencionan sus distintas residen-cias y sus tres obras completas (PPC, TTP y tica), cuya doctrina se defender a continuacin; y en la tercera se explica por qu otras obras (TP, TIE, Ep, y Gramtica he-brea) quedaron incompletas y se describe su contenido l. La parte central del escrito constituye, como su autor re-conoce, una apologa o defensa de los escritos de Spi-noza ( 54 y 44), que responde, segn creemos, a las tres objeciones clsicas contra el spinozismo: pantesmo y determinismo ( 13), oposicin al cristianismo ( 19) y atesmo e intolerancia ( 54). De hecho, estas objeciones fueron lanzadas desde el primer momento por Blijen-

    1 El Prefacio menciona, adems, dos inditos: el tratado sobre el Arco iris ( 9) y el lgebra ( 77).

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    bergh contra el PPC (Ep 18-24 y 27) y ms tarde por Velthuysen contra el TTP (Ep 42-43), y aconsejaron a Spinoza impedir primero que se imprimiera su versin holandesa (Ep 44) y desistir despus, en el ltimo mo-mento, de publicar la tica (Ep 68). Frente a esas objecio-nes, el autor del prefacio sostiene que en Spinoza existe una verdadera tica, que su doctrina est plenamente acorde con el cristianismo entendido como religin ra-cional ( 29) y que quienes le acusan de ateo no son verdaderos cristianos, sino intolerantes.

    Basta esta sucinta descripcin para darse cuenta de que este prefacio, publicado annimo, constituye un do-cumento de primer orden, si no para conocer el sentido exacto del sistema de Spinoza, s para descubrir un mo-mento esencial de su historia. Su contenido doctrinal re-fleja, por un lado, el ambiente intelectual del pequeo crculo (Balling, Jelles, Vries, Bouwmeester y Meyer) en el que se fraguaron las primeras obras del filsofo (KV, PPC y E, 1) y, por otro, la rplica decidida que a algunos de sus miembros merecan, hasta el ltimo momento, los ataques de que era objeto su doctrina. Sus datos biogrfi-cos constituyen el primer bosquejo de la vida y la obra de Spinoza, trazado por mano de alguno de sus mejores amigos. Pese a su brevedad, apunta buena parte de los temas sobre los que se debatir en lo sucesivo. Como dijera Meinsma y, salvo pequeos matices, aceptaron Freudenthal y Gebhardt, este bosquejo es de la mxima importancia, puesto que nadie puede poner en duda la verdad de lo que en l se consigna. l sigue siendo la piedra de toque para todo lo que se ha escrito ulterior-mente 2.

    Ahora bien, el valor de un escrito, especialmente el

    2 Cita en nm. 49, 1-2; vase nm. 30, 318, 1; nm. 29 (1914), p. VI.

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    biogrfico, slo puede ser adecuadamente medido si se sabe quin es su autor. Pues bien, en nuestro caso pode-mos determinarlo con suficiente precisin. En efecto, Bayle afirmaba en 1686 (N 70) que el menonita Jarig Je-lles lo redact en holands y que el mdico Luis Meyer lo tradujo al latn. Es cierto que este testimonio no ha si-do aceptado por todos. Pero lo es tambin que las otras opiniones parecen simples variantes de la suya y que no han aducido razones slidas en contra. Y as, ya en 1691 el annimo autor de la novela Het leven van Philopater (C 38n) lo atribuye indistintamente al doctor L. M. y J. J.. En 1704 los curiosos viajeros Stolle/Hallmann (N 75) recogen dos opiniones divergentes y arbitrarias: segn una, lo compuso Jelles, porque Meyer habra muerto an-tes de 1677, y lo tradujo Glazemaker; segn la otra, lo compuso F. van den Enden y lo tradujo otro. A estas hiptesis antiguas se han aadido posteriormente otras, no menos infundadas. Paulus (1803), L. Stein (1888) y W. G. van der Tak (1921) han afirmado que Meyer no slo tradujo, sino que redact el prefacio 5. Por el contrario, C. Gebhardt ha sugerido que Meyer no particip siquie-ra en dicha edicin, porque se habra alejado de Spinoza despus de la publicacin del TTP (II, 312, nota 6).

    Tras un breve anlisis de todas estas opiniones, Akker-man no duda en establecer la conclusin de que la au-tora de Jelles es cierta (nm. 1, 208). En efecto, el relato de Stolle/Hallmann se funda en una serie de errores que lo desacreditan. Baste indicar que Meyer no morira has-ta 1681, que F. van den Enden, en cambio, haba muerto en la horca parisina en 1674 y que Glazemaker nunca tradujo del holands al latn, sino a la inversa 4. Algo pa-

    3 Paulus, I, p. XVII; L. Stein, Arch. d. Philos. 1 (1888), 554-565; W. G. van der Tak, nm. 15, 1 (1921), 100.

    4 As lo constata Akkerman (nm. 1, 207), que lo estudi a fondo: pp. 101-200. L 43 se refiere al texto de Spinoza, no al prefacio.

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    recido parece suceder con la opinin de Gebhardt, ya que no consta en absoluto el pretendido alejamiento de Meyer, sino que, por el contrario, es muy probable que l fuera el mdico que le asisti en los ltimos momen-tos y que, en todo caso, sus personas siguieran pblica-mente unidas como lo hacan sus obras

    A estas razones externas hay que aadir las internas, relativas al estilo y al contenido de la obra. Y as, el te-logo Hubbeling ha comprobado que la doctrina central, de la plena concordancia de la filosofa de Spinoza con la doctrina cristiana, y gran nmero de las citas bblicas, aducidas con profusin para probarla, son comunes a este Prefacio y a la obra de Jelles, Confesin de fe cristiana 6. Y el fillogo latino Akkerman ha mostrado cmo el esti-lo difuso y un tanto enrevesado, unido al afn pedaggi-co de explicar trminos en NS, frente al estilo conciso y claro, la riqueza de vocabulario y el uso de ciertos trmi-nos y expresiones adverbiales en OP, reflejan dos perso-nalidades, distintas por temperamento y cultura, que cua-dran exactamente con la del telogo aficionado Jelles y la del fillogo, literato y filsofo cartesiano Meyer (nm. 1, pp. 208-210, etc.). A ello se aade que Jelles se confiesa a s mismo cristiano, al tiempo que designa a Spinoza simplemente como escritor o autor y tiende a hacer de l un filsofo cristiano, comparable a Erasmo y Orgenes, mientras que Meyer evita toda confesin religiosa perso-nal, pero califica a Spinoza de gran filsofo, slo equipa-rable a Descartes (J 9n, 28, 36-37, 52n).

    Todas estas diferencias, que permiten a Akkerman ha-blar de dos textos diferentes (nm. 1, p. 209), las he-mos elevado, partiendo de su precioso estudio, a un cen-

    5 C 64 (muerte); C 35-36, L 42, N 29, 35, 37 (obras). 6 En nm. 1 (1979), 154-170; cfr. B 13/ Yn y P. Balling, La luz so-

    bre el candelabro (nm. 19, V, 177-191).

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    tenar y medio de variantes. Pero, fuera de ciertas omisio-nes o adiciones fcilmente explicables (J 17, 62, 75*-75b) y de las citas textuales tomadas de distintas versiones de obras de Spinoza y de la Biblia, las variantes se reducen a diversos matices, cuyo nmero y grado confirman que el traductor, Meyer, actu con la libertad que le confe-ran el prestigio intelectual y la amistad personal con el autor, Jelles 7.

    b) Pierre Bayle (1697,1702)

    La fortuna de este texto ha sido ms venturosa que la del prefacio. Aparecido en 1697 en el Dictionnaire histori-que et critique, y retocado en su segunda edicin de 1702, ha sido reproducido a lo largo de tres siglos ms de vein-te veces merced a las mltiples reediciones y traduccio-nes de la obra o del artculo o al menos de su parte bio-grfica 8. Por eso resulta ms extrao que nuestro idioma no cuente todava con una versin, total o parcial, del mismo.

    Pierre Bayle (1647-1706) sinti muy pronto una extra-a curiosidad por el caso Spinoza y cont con medios excelentes para satisfacerla. Su incertidumbre religiosa y su viva inteligencia le llevarn sucesivamente del protes-

    7 Jelles cita de NS y de la Statenvertaling de 1637, y Meyer de OP y de T. de Beza o de Tremellius (nms. 1, 210 y J 10, 22 y 75a). La li-bertad de Meyer nos parece menos acertada en casos como 2b, 3d, 25a, 30f, 36c, 49a, 55b, 65b, 70d, 7Id, 73 c, etc.

    8 El Dictionnaire se edit siete veces hasta 1740, de nuevo en 1820-4 y en 1969; se tradujo al alemn en 1741-4 y al itialiano en 1976. El artculo fue reeditado en 1976 (nm. 57), en 1982 (nm. 33) y en 1983 (nm. 8); y traducido al holands en 1698, al ingls en 1710, al italiano en 1958. Su parte biogrfica fue recogida por Freudenthal en 1899 y por Gebhardt en 1914 (nm. 29). Con razn dijo ya Meins-ma que el artculo de Bayle fue la va regia por la que se difundi el nombre de Spinoza por todo el mundo (nm. 49, 2).

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    tantismo a la experiencia catlica, de sta al enfrenta-miento con Jurieu y al destierro en Holanda (1681). Ins-talado por fin en Rotterdam y sostenido por mecenas como el antiguo amigo de Spinoza, Adriaan Paets, se en-trega de lleno a leer y a recopilar datos para la que ser la obra de su vida, el Dictionnaire. Tenemos constancia de que desde 1679, que adquiri la traduccin francesa del TTP y la edicin original de OP, estuvo siempre atento a cuanto se escriba sobre el clebre ateo. As lo acreditan las notas bibliogrficas publicadas en la revista por l dirigida Nouvelles de la Rpublique des Lettres entre 1684-7 9.

    Pero la mejor prueba de sus lecturas son las notas al artculo Spinoza. De acuerdo con el mtodo histrico y crtico de la obra, el artculo consta de un breve texto principal, cuyas noticias van avaladas por breves notas bibliogrficas y cuyas ideas son desarrolladas en amplias notas crticas. El espritu que anima a su autor, va de cierta admiracin por la vida del ateo virtuoso al impe-rioso afn por destruir su sistema terico 10. La primera le invita a constatar cmo el modesto judo abandon con valenta el judaismo, se inici en edad tarda en el la-tn y la filosofa, adquiri renombre intelectual entre los personajes ms diversos y vivi siempre honestamente, entregado a la filosofa. El segundo, en cambio, le incita a calificar su doctrina de la hiptesis ms monstruosa que quepa imaginar y la ms diametralmente opuesta a las nociones ms evidentes de nuestro espritu ( 8). En l-timo anlisis la crtica prevalece sobre la admiracin, ya que Bayle duda de la rectitud intelectual de Spinoza y de su sinceridad con los amigos cristianos, le acusa de impo y no logra disimular cierto prurito en contar historietas

    9 Vernire, nm. 68, 28-33, 173-8, 288-306. 10 b., nm. 68, 293; Mignini, nm. 50, 182-4.

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    que demuestren la cobarda del ateo ante la muerte ( 8-14 y notas S y Z).

    Tanto por su mtodo como por su contenido, la bio-grafa de Bayle se opone frontalmente a la de Jelles. De ah que se haya tendido a subestimar su aportacin, como si slo hubiera aadido un pequeo nmero de detalles al Prefacio, fuera cierta su dependencia de Lu-cas y notable la de Kortholt u . Como se desprende de nuestras notas y del ndice analtico, ni los detalles son tan pocos ni la dependencia tan clara y notable. Aparte de OP, y en su segunda edicin de Kortholt, Bayle cita, resume y critica con el detalle que le caracteriza decenas de obras que tratan de su biografiado. Parece, pues, poco sensato hacer depender un trabajo, que cita sus propias fuentes, de unas notas recogidas en un viaje (Kortholt) o de un texto publicado ms tarde y cuya gnesis sigue siendo poco clara (Lucas).

    c) S. Kortholt (1700)

    Christian Kortholt (1633-1694), profesor de teologa en Kiel, public en 1680 una obra contra Hobbes, H. Cherbury y Spinoza, ya asociados por J. Thomasius en su juicio sobre el TTP (N 32). El ttulo, De tribus impostori-bus, significa una rplica a otras dirigidas contra Moiss, Cristo y Mahoma, de las que slo se conocen algunos ejemplares que circularon en el siglo xvm 12. Su hijo Se-bastin, personaje casi annimo, que llegara en 1701 a profesor de literatura en Kiel, debi sentir curiosidad por el extrao personaje, del que tena otras noticias por

    11 Cita en Meinsma, nm. 49, 2; vase Freudenthal, nm. 29, 247; nm. 30, 319.

    12 Vase nm. 9, pp. 169-170, e infra nota 22.

  • 20 Atilano Domnguez

    la correspondencia de su padre (K 3), e hizo un viaje ha-cia 1695-7 a La Haya a fin de conocerlo ms de cerca 13. Incitado por Th. Burnet y por Bayle (K 11) decidi, final-mente, publicar los datos recogidos en el prlogo a la re-edicin de la obra de su padre que public en 1700.

    Este texto, lo mismo que el de Bayle, han sido subesti-mados frente a las biografas de Colerus y de Lucas. Meinsma, por ejemplo, no dud en afirmar que Kortholt slo aada dos o tres informaciones sin respaldo do-cumental. Y Freudenthal opinaba que su rgida ortodo-xia le haba impedido comprender la nobleza del filso-fo pantesta, asocindolo en ese sentido al ilustrado, crtico y escptico Bayle frente al pastor, suave e indul-gente, Colerus 14. Incluy, no obstante, en su seleccin la parte biogrfica del prefacio, que pas as a la historia del spinozismo, aunque, segn creemos, nunca fue reedi-tada como texto independiente. Hace poco, sin embargo, tambin este bosquejo ha sido traducido al francs y va-lorado en su justa medida, pues se reconoce en sus notas que en varios casos problemticos Kortholt tiene razn contra otras fuentes 15.

    Es cierto que S. Kortholt, como Bayle y Colerus, no simpatiza con Spinoza, al que no duda en descalificar, frente al prefacio de OP, tachndolo de ateo malvado e impo ( 5, 10), de vido de gloria y ambicioso ( 6) y de alma impura ( 7). Es cierto tambin que, aparte de OP, Bayle y la carta de Greiffencranz a su pa-dre, no cita ms fuentes que el testimonio del hospedero

    13 K 1: ante aliquot annos. Meinsma (nm. 49, 2) interpreta en 1698 ou 1699; y Dunin (nm. 23, 51), apoyndose quiz en K 8, su-pone que Kortholt estuvo presente (an Ort und Stelle erfuhrt) a la subasta de 1677 (N 62b), lo cual es seguramente falso.

    14 Meinsma, nm. 49, 2-3; Freud, nm. 29, 246; nm. 30, 319. 15 Cita de P.-F. Moreau, nm. 49, 15/4*; Bull. Assoc. Amis Spino-

    za 7 (1982), 1-5; reproducido en nm. 8, 177-181.

  • Introduccin 21

    de Spinoza, recogido durante su estancia en La Haya. Pero, al mismo tiempo, su texto se limita a constatar es-cuetamente sus noticias e impresiones, sin nimo de co-mentarlas o de adornarlas con ancdotas como har Lucas. Y as, por aludir tan slo a las ms relevantes, Kortholt demuestra tener noticia de que el padre de Baruch era comerciante y sugiere que el abandono de la profesin por parte del hijo supuso un temprano dis-tanciamiento entre ambos 16; de la relacin con la hija de F. van den Enden; de los problemas con la herencia de su padre simbolizada en la cama; de su fama de soli-tario por los aos 1672; de su trato con hombres polti-cos y de su violenta reaccin ante la muerte de Jan de Witt; de sus gastos en la pensin de Spyck y de las cir-cunstancias de su muerte; de que sus libros fueron ven-didos y sus manuscritos enviados a Rieuwertsz; de una posible traduccin de la Biblia, etc. Aun cuando Kort-holt no ofrezca, como suele hacer Bayle, fuentes docu-mentales, todas estas noticias parecen ser objetivas y pueden provenir en parte de entrevistas con su compa-triota Colerus. Donde la ortodoxia impide al bigrafo ser imparcial, es ms bien en la valoracin de las obras de Spinoza, pues afirma que fueron redactadas a altas horas de la noche, ridiculiza la hipottica quema del tratado sobre el Arco iris y lanza toda suerte de maldi-ciones contra las que quedaron. Mas todo esto es fcil de detectar y de poner entre parntesis y no hace sino poner de relieve la veracidad de las informaciones biogrficas.

    16 Vries (nm. 69, 27-29, 36-7) insiste en esta ruptura juvenil y en su funcin liberadora, inspirado quiz por Feuer (nm. 25), 34-7.

  • 22 Atilano Domnguez

    d) Colerus (1705)

    Es sta la ms completa de las biografas antiguas so-bre Spinoza y, pese a sus numerosas erratas o inexactitu-des, la que ha gozado de mejor fama y ha sido la ms di-fundida 17. Su autor, el pastor protestante, natural de Dsseldorf, Johannes Nicolaus Khler (1647-1707), es contemporneo de Bayle y lleg a interesarse por el fil-sofo judo porque residi, como l, muchos aos en Ho-landa. Destinado a Amsterdam en septiembre de 1679, fue trasladado a La Haya en 1693, donde estuvo al cui-dado de la comunidad luterana, a la que perteneca Spyck. Dos aos antes de su muerte public un libro so-bre la resurreccin de Jesucristo, dirigido contra Spinoza (De waarachtige veryzertis Jesu Cbristi uit den dooden tegen B. de Spinoza), al que adjuntaba su biografa bajo el ttulo: Korte dog ivaaragtige levensbeschriyving van Benedictus de Spinoza (Amsterdam, J. Lindenberg, 1705). Este dato bas-tara para demostrar que su inters por el filsofo no sur-gi de la fortuita circunstancia de haberse alojado en la misma pensin en que lo hiciera ste cuando lleg a La Haya hacia 1670 (C 22), sino de la inquietud religiosa frente a la influencia de su obra, que l debi captar muy pronto en los medios eclesisticos (N 69). As parecen confirmarlo el cmulo de datos recogidos y el anlisis de libros citados.

    17 Al ao siguiente de su aparicin, fue traducida al francs y al ingls (1706) y algo ms tarde al alemn (1733). Aunque la versin ori-ginal, holandesa, no sera reeditada hasta 1880, 1899 y 1910, la traduc-cin francesa lo fue en 1735 con adiciones de Lucas (Boulainvillers) y en 1842 (Saisset), 1954 (Caillois) y 1973 (Prposiet); la inglesa en 1880 (Pollock), 1906, 1910; y la alemana en 1899 (Freudenthal) y en 1914, 1972, 1977 (Gebhardt). Tambin ha sido traducida dos veces a nuestro idioma, aunque, como todas las dems, siempre de la francesa y con sus errores: por J. Bergua en Spinoza: Obras completas, Madrid, Clsicos Bergua, pp. 459-488 (texto), pp. 563-576 (muchas y curiosas notas); y por Mario Cals en nm. 33, V, 145-186.

  • Introduccin 23

    La obra consta de 14 captulos, en los que se expone cronolgicamente la vida de Spinoza, desde su origen fa-miliar y sus estudios hasta la excomunin, desde su tras-lado a La Haya y sus relaciones con altos personajes has-ta su muerte y la publicacin de sus obras. Pero entre esos y otros datos, Colerus introduce un extenso relato de la excomunin de Spinoza (cap. IV, 10-18) y resu-me las numerosas crticas dirigidas contra el TTP y las Opera posthuma (caps. XI-XIII, 32-61). Tanto esta duali-dad de contenido, alabanza de la vida y crtica de la doc-trina, como la seriedad metodolgica, de sealar sus fuentes, nos autorizan a parangonarle con Bayle. Su escri-to, sin embargo, tiene un objetivo apologtico, carente de sentido en aqul. Claro que su apologa no es de Spino-za, como en el prefacio de OP, sino ms bien del cristia-nismo, como l mismo confiesa. No es mi propsito, di-ce, citar aqu todas las ideas absurdas e impas de Spinoza, sino tan slo algunas, sin duda las ms impor-tantes, a fin de infundir a los lectores cristianos terror y aversin hacia los escritos y enseanzas de este hombre (C 49).

    Guiado por ese objetivo, Colerus recogi a lo largo de ms de veinte aos noticias sobre el ms impo ateo que jams haya existido en el mundo (C 47). Ley sus obras, sobre todo el TTP y la tica (C 43, 46-49); extract datos biogrficos del Prefacio de OP, de Bayle en la versin ho-landesa de Halma y probablemente de Kortholt citado en ella; analiz las crticas de Bredenburg, Blijenberg, Mansveldt, Velthuysen, Wittich, etc.; se inform acerca del judaismo en Maimnides, Seldenus y Lighoot; reco-gi noticias directas de diversas personas que conocieron a Spinoza, como la viuda van der Werden, el sobrino de Wittich y el subastador, y, ante todo, del hospedero H. van der Spyck, que le mostr el cuaderno de dibujos y el libro de cuentas de Spinoza, algunas cartas de Rieu-

  • 24 Atilano Domnguez

    wertsz, etc. Qu valor otorgar a la obra redactada con estos materiales y este propsito? Si prescindimos, de momento, de su comparacin con Lucas, los crticos han dado por bueno el juicio de Meinsma. Los raros datos ofrecidos por el valiente Colerus sobre la juventud y la adolescencia de Spinoza, e incluso hasta 1671, son im-perfectos y sujetos a precaucin... Slo la parte biogrfica que se sita en La Haya merece entera confianza 18.

    Este juicio, sin embargo, debe ser matizado en dos puntos fundamentales. El primero es que Colerus no slo da noticias sobre el perodo de La Haya, sino tam-bin, aunque menos, sobre el de Amsterdam, es decir, sobre los lugares donde tambin l vivi, mientras que su silencio es total sobre la dcada de Rijnsburg y Voor-burg (1660-1670), a pesar de que existen muchas noticias sobre ella en la Correspondencia (Ep 1-41). En efecto, Co-lerus informa sobre la casa familiar y las hermanas, sobre el aprendizaje del latn en la escuela de F. van den En-den y la coincidencia de Baruch con su hija y con Kerck-rinck, del alejamiento progresivo de los judos, la oferta de la pensin, el atentado y la excomunin, del aprendi-zaje del oficio y de su residencia en Ouderkerk. Al me-nos las noticias sobre la casa y Ouderkerk parece haber-las recogido en Amsterdam, ya que las otras o estn en Bayle o en documentos de La Haya. El segundo punto se refiere a los errores de Colerus, que Meinsma y Freu-denthal elevan a una veintena 19. Puesto que ya en nues-tras notas hemos aludido a los ms notables, nos limita-remos aqu a sealar que algunos son simples erratas, otros imprecisiones en fechas o cuentas que Colerus pu-do corregir con los datos por l citados, y otros son ms bien puntos discutibles o matices de interpretacin. Bue-

    18 Meinsma, nm. 49, 5. 19 Meinsma, nm. 49, 4-5; nm. 30, 319-320.

  • Introduccin 25

    na parte de ellos reflejan exactamente dos aspectos del carcter que le atribuye Stolle: poco cuidadoso en sus ex-presiones y celoso de la ortodoxia 20.

    e) Lucas (1719)

    Quince aos despus de la biografa de Colerus apare-cieron en Amsterdam dos versiones de un texto anni-mo, que llevaban estos ttulos: 1.a La vie et Vesprit de Mr. Benoit de Spinosa, s/1 , 1719; 2.a La vie de Spinosa, Nouvelles Littraires, Amsterdam, Du Sauzet, X (1719), pp. 40-74. En 1731, Boulainvillers incorpor algunos fragmentos a su edicin de Colerus, reproducidos por Paulus en 1802, y en 1735 fue reedita-da en Amsterdam la primera versin, aunque con otro t-tulo y falso pie de imprenta: La vie de Spinoza par un de ses disciples, Hambourg, H. Knrath (en realidad, como ya dijera Marchand, el mismo Le Vier). Este texto, y no el de 1719, es el que ser reproducido en todas las edicio-nes posteriores, como las de Prat y Saisset (1862), Caillois (1954) y Prposiet (1973). Hasta tal punto cay en el olvi-do la edicin original que cuando, hacia 1890, Meinsma quiso consultarla, no hall ningn ejemplar, sino tan slo una copia manuscrita de la primera versin en La Haya. En la dcada siguiente, sin embargo, Jacob Freudenthal descubri dos ejemplares (uno de la primera versin en la universidad de Halle, al que llam H y otro de la se-gunda en la de Gotinga, llamado N por ser el publicado en Nouvelles Littraires), tres de la reedicin de 1735 y ocho copias manuscritas 21. Puesto que, en su opinin,

    20 Es prudente y un poco malhumorado..., pero su celo por la or-todoxia es (tan) grande... No me parece demasiado cuidadoso..., sino que lo dice todo tal como lo siente (nm. 29, 249).

    21 Las cinco copias de la primera versin fueron halladas: dos en

  • 26 Atilano Domnguez

    los manuscritos eran defectuosos y ni ellos ni la reimpre-sin de 1735 aportaban nada nuevo, hizo la edicin crtica a base de las dos versiones primitivas. La verdad es que, aunque l crea que H aade ciertas glosas, que aproxima-ran el texto a la versin francesa de Colerus, y alguna nota espuria, sigui ese texto, que suele ser ms completo, y slo incluy entre parntesis, como glosas, dos frases (L 12 y 36) y un prrafo (L 24). En cuanto a N, se limit a reco-ger en nota sus variantes o cambios, con una sola excep-cin, en que aadi una palabra suya al texto (L 7).

    Aunque, al parecer, despus de un siglo y de las dos guerras mundiales, han desaparecido gran parte de los do-cumentos utilizados por Freudenthal, posteriormente se han localizado, al menos, cuatro ejemplares impresos y cuatro copias manuscritas de la primera versin. Pero su inters parece ser mayor para la extraa historia redaccio-nal de L'esprit que para la historia y el valor de La vie que lo acompaa en todos ellos 22. Segn la edicin crtica de

    Gotinga, una en Halle y dos en La Haya (Bib. Real y Museo Meer-manno-Westrianum); las tres de la segunda: dos en la B. R. de Dresde y una en la de Viena. Existen tres traducciones espaolas: Bergua (cita-do en nota 17), 489-502 (texto) y 576-9 (notas); F.-F. Soriano Gamazo, en Spinoza. Tr. de la reforma del entendimiento, Puerto Rico, Ro Piedras (1967), 97-116; M. Cals (nm. 34), V, 187-209.

    22 Los ejemplares impresos han sido hallados en 1933 por I. Sonne en Florencia, en 1974 por J. Vercruysse en Bruselas, en 1986 por S. Berti en Los Angeles y en 1987 por F. Charles-Daubert en Frncfort. No nos consta, sin embargo, que se conserven los dos usados por Freudenthal; y de las copias slo se citan ahora la del Museo de La Haya y las de Gotinga. El cotejo del manuscrito de Mnich y otros del De tribus impostoribus con el ejemplar impreso de Frncfort confir-ma algo que ya insinuara Charles Marchand: que la redaccin de Ves-prit de Spinosa, publicado con la Vie en 1719, se remonta a 1716, que es obra de un grupo de libreros protestantes refugiados en Holanda (Le Vier, Bhme y Fritsch) y que va unida a la del Fameux libre des trois im-posteurs: Fr. Charles-Daubert, Notes sur la vie et l'esprit de Spinosa (1719), Bull Assoc. Amis Spinoza, Pars, 21 (1988), 14-18; Note sur lesprit de Spinoza et le traite des trois imposteurs, Arch. Philos. 53 (1990): Bull. Bibl Spinoziste XII, 10-12.

  • Introduccin 27

    Freudenthal, el texto de Lucas contiene una advertencia del editor y un prefacio del copista, la biografa del fil-sofo y un apndice con el catlogo de las obras del seor de Spinosa. La biografa pretende ser el homenaje de un amigo al gran filsofo que, precisamente por haber lucha-do por la verdad y la razn y contra la supersticin y la ig-norancia, es envidiado por el vulgo y mantenido en el olvi-do por los poderosos (L 1, 32, 38-39). Acorde con este objetivo y con el ambiente de libertad poltica en que vive, el autor adopta un tono solemne de discurso, que es de panegrico hacia el filsofo y sus protectores y de crtica mordaz hacia sus enemigos. Entre los primeros estn S. de Vries, que le habra dejado a su muerte una pensin vitali-cia, y Jan de Witt, que le consultara asuntos de Estado y le pasara una ayuda personal; entre los segundos, el gran rabino Sal Levi Morteira, que habra sido el mximo res-ponsable de su expulsin de la comunidad juda, y, en ge-neral, los eclesisticos, tanto judos como cristianos. Este panegrico, que adopta a veces una forma teatral, al hacer que el protagonista exprese en primera persona sus ideas ms importantes (L 2, 4, 7-8, 23-28, 32), contiene, no obs-tante, un buen nmero de noticias sobre la vida del filso-fo, que no se pueden desechar sin previo anlisis.

    Para ello sera indispensable conocer la historia del tex-to, es decir, su autor, la poca de su redaccin y los posi-bles cambios posteriores. Ahora bien, las tres cosas ofrecen dificultades sobre las que los expertos no han llegado todava a un acuerdo. Para determinar el autor, el nico dato slido, frente al cual no nos merecen mayor crdito otras hiptesis 23, parece ser la opinin del copista que, des-

    23 El nombre de Gabriel Saint Glain (t 1685) ya fue apuntado por Boullainvillers en 1731; el de un tal Lucas Vroesen por Marchand, que recoga la opinin de un copista, en 1758; y el del abogado Johan Louckers (N 60-61) por W. Meijer a finales del siglo xix: Meinsma, nm. 49, 6; Freudenthal, nm. 29, 239-240.

  • 28 Atilano Domnguez

    pus de elevar a categora de discpulo al que se pre-senta ms bien como amigo del filsofo (L 1 y 19n), se atreve a conjeturar, quiz con certeza, que toda la obra se debe al difunto seor Lucas, tan famoso por sus Quin-tessences y an ms por sus costumbres y forma de vida (L ). Se refiere sin duda alguna al mdico calvinista, Jean Maximilien Lucas (ca. 1646-1697), natural de Rouen y muerto en La Haya, que vivi ms de veinticinco aos como periodista y librero en Holanda, donde se hizo c-lebre por haber dirigido, en esa revista y en Pot de nouve-lles, duros ataques contra Luis XIV, sin que las autorida-des francesas lograran que fuera expulsado del pas 24. Respecto a la fecha de redaccin del texto, contamos con tres datos: por un lado, el catlogo del apndice menciona el libro de Cuffeler editado en 1684, mas no la edicin de un Arco iris hecha en La Haya en 1687; y, por otro, el texto habla del comienzo y del fin de las ltimas guerras (L 22, 38), aludiendo sin duda a la gue-rra con Inglaterra y Francia (1672-1678). De acuerdo con esto, el texto habra sido redactado entre 1684 y 1687 o incluso hacia 1678 25, lo cual cuadra bien a Lucas, aun-que mejor todava a Saint Glain, que muri justamente en 1685.

    A la vista de estos datos sobre la historia y el conteni-do del texto, es obvio que, aunque la paternidad de Lu-cas y la redaccin temprana no suelan ser cuestionadas, exista gran disparidad de opiniones acerca de su valor biogrfico. Con el buen tino que le caracteriza Meijer apunt que esta biografa responde mejor que la de Co-lerus al prefacio de OP y propone con frecuencia una mejor cronologa de los acontecimientos (nm. 49, p. 7).

    24 Vernire, nm. 68, 26-27; Suchtelen, en nm. 49, 450ter. 25 Dunin (nm. 21) lo remontaba a 1678 y Wolf (nm. 73) a 1688.

    La ltima fecha aparece en una copia de Leningrado: nota 22.

  • Introduccin 29

    Poco despus, sin embargo, y con no menos acierto, Freudenthal haca constar sus reparos hacia el texto que tambin l coloc al frente de todos los dems: existen, pues, interpolaciones que no permiten emitir un juicio sobre la antigedad de Lucas y el valor de su biografa (nm. 29, 240-1). Desde entonces los pareceres oscilan entre aquellos que, como Gebhardt, le dan todo crdito por su antigedad y su acierto en varios casos y aquellos otros que, no muy seguros del autor ni de la fecha, des-cubren excesiva retrica en su redaccin y, sobre todo, serias anomalas en su transmisin 26.

    En nuestra opinin, la verdadera prueba de fuego est en las fuentes de Lucas y en sus extraos paralelismos con Colerus. En cuanto a las primeras, l mismo mencio-na el prefacio de PPC y el TTP, as como las Cartas pu-blicadas en OP y el testimonio de amigos que asistieron a la muerte de Spinoza, y utiliza, al menos una vez, el prefacio de OP (L 16, 18-19, 38). Respecto a las otras biografas, es sorprendente que no d indicios de conocer a Bayle ni a Kortholt y que, sin embargo, pre-sente evidentes coincidencias con Colerus, a pesar de que no lo cita, sino que parece ms bien disimularlo. Las ms llamativas, ya citadas por Meinsma y por Freudenthal, son las noticias sobre la excomunin juda tomadas de Seldenus, sobre la pensin de S. de Vries y sobre el as-pecto fsico del filsofo 27. Pero los paralelismos son mu-cho mayores. El mismo Meinsma llega a afirmar que respecto a la vida de Spinoza en La Haya, ... Colerus y

    26 Vase debate entre Dunin y Freudenthal: nm. 21 y nm. 22, I, 46-51, 530-32; nm. 29, 239-41, y nm. 30, 260-2 y nm. 31; Francs, nm. 27, 105-19, 280-1; Vernire, nm. 68, 26-7: la prtendue bio-graphie est une reconstruction littraire souvent romance et toujours bavarde; Albiac, nm. 2, 367/5.

    27 L lOn = llss. Por la fuente, la extensin y el tono, Lucas pare-ce la rplica laica a la clerical de Colerus.

  • 30 Atilano Domnguez

    Lucas concuerdan casi completamente, a pesar de que OP no dice casi nada sobre ese perodo (nm. 49, 7). An ms, si con la ayuda de nuestro ndice analtico se analizan a fondo todos los paralelismos u oposiciones es-tablecidos por Hubbeling (nm. 37, 10-22), como hemos comenzado a hacer ya en nuestras notas a ambos textos, se comprobar que las noticias nuevas aportadas por Lu-cas son muy escasas, estn a veces contaminadas de erro-res y no implican un trato directo con el filsofo. Las ms llamativas son la participacin de Morteira en la ex-comunin de Spinoza y en su posterior expulsin de Amsterdam y las relaciones entre el filsofo y Jan de Witt. En nuestra opinin, ambas son muy verosmiles, ya que estn acordes con el talante personal y el puesto de ambos personajes y con otros hechos paralelos 28, por lo que bastaba personalizar ciertos datos ofrecidos por Co-lerus para construir ambos relatos. La falta de rigor salta, no obstante, a la vista por el estilo teatral en el primer caso y por la hiperblica y falsa alusin a las matemticas en el segundo. En verosimilitudes o analogas pueden fundarse tambin otras noticias, como que Spinoza ley el Talmud\ que no era blasfemo, que no hered nada de su padre y que no se cas 29. Para otras, en fin, bastan como fuente las obras de Spinoza, por ejemplo, que sus amigos eran cartesianos y que residi dos aos en Rijns-burg 30. Por todo ello nos parece innegable que el redac-

    28 Los casos de Uriel da Costa y de Juan de Prado son anlogos por la forma de actuar Morteira, por la posible ayuda econmica y la expulsin (L 13n) de la ciudad: Albiac, nm. 2, 214-225, 368/21 (Uriel); 255-266, 368-9/21, 422-4, 489-90, 503-510 (Prado); H.-P. Salo-men, nm. 51, XLVIII-LIII (Uriel); XCI-XCIV, CI-CV (Prado). Sobre J. de Witt baste remitir a: C 30; L 20, 26n, 42; N 35, 39c.

    29 L 2, 10 y 12, 34 en relacin a C 4, 21, 22-23, 64, 71, etc. 30 L 15-16 = Ep 8-15 y pref. de PPC; L 15 = C 22. Lucas pudo

    corregir el craso error de Colerus leyendo las fechas de Ep 1 (1661) y de Ep 17 (1664) e interpretando igual que l la expresin elapsa hie-me, es decir, como invierno de 1663.

  • Introduccin 31

    tor de la biografa, y no slo su copista o editor, como sugera Freudenthal, tuvo a la vista el texto de Colerus, por lo que en ciertos casos ella significa una sntesis y en otros una rplica a ste 31.

    3. La biografa de Spinoza hoy

    Cmo escribir hoy la biografa de Spinoza? Qu nuevos datos poseemos para ajustar a la realidad su ima-gen histrica, idealizada o vilipendiada desde el primer momento segn la simpata o antipata que suscitaban sus ideas? Antes de ensayar una respuesta a estas pregun-tas, conviene hacer algo de historia.

    La biografa de Spinoza ha sido ms objetiva a medida que cont con una base documental ms amplia. En este sentido cabra dividir la historiografa de la vida del fil-sofo judo en tres grandes etapas. La primera, fundacio-nal, est formada por las cuatro biografas aqu recogidas. La segunda, que nos atreveramos a calificar de prehist-rica, se extendera desde la edicin del texto de Lucas (1719) hasta el final del siglo xix, por cuanto durante casi dos siglos o no se hallaron nuevos datos importantes o no se los estudi crticamente. En ella quedaran inclui-dos algunos ensayos del siglo xvm, como los de Boullain-villers, Niceron, Monnikhoff, Philipson (1790); y los nu-merosos y bastante ms slidos del siglo xix, entre los que cabe sealar: B. Auerbach, Saisset, J. van Vloten, K. Fischer, Nourrisson, Fiorentino y Pollock (1880). La ter-cera, que merece sin reservas el ttulo de histrica por contar con nuevos documentos de archivo y con un m-todo riguroso, es la iniciada por la monografa de Meins-

    31 Freudenthal, nm. 29, 240: la traduccin francesa de Colerus fue utilizada por el editor de H o por el redactor de su modelo.

  • 32 Atilano Domnguez

    ma (1896), la seleccin documental y la biografa de Freudenthal, y desarrollada por investigadores como Du-nin, Dujovne, Feuer y Th. de Vries. Con el tercer cente-nario de la muerte del filsofo (1977) parece que hemos entrado o queremos entrar en una nueva etapa, que est simbolizada por el Spinoza editado ese mismo ao por el Instituto Holands en Pars, cuyos comentarios a viejos documentos trazan una crnica concisa y completa de su vida; y por la traduccin francesa de Meinsma, que va acompaada de numerosas notas de varios especialistas que ponen al da el antiguo texto (1983).

    Algunos van tan lejos en esta nueva orientacin que tienden a tachar de leyendas no slo las primeras mo-nografas, sino tambin las elaboradas hace un siglo, que han estado en vigor hasta nuestros das. Al no aceptar como datos seguros ms que los de las Cartas y del Prefa-cio y subrayar los puntos oscuros en la juventud (papel de Morteira y de F. van den Enden, causas y consecuen-cias de la excomunin) y en ciertos hechos relacionados con la poltica (amistad con J. de Witt y viaje a Utrecht) y con la impresin de las obras de Spinoza (correcciones de estilo y supresin de datos personales), tienden a ex-tender la duda sobre la biografa en su conjunto 32.

    Puesto que sobre estos y otros muchos aspectos parti-culares ya hemos expresado nuestra opinin, basten aqu algunas consideraciones generales. Hay que reconocer que desde 1719 a 1896 no ha habido otro aporte docu-mental slido a la biografa de Spinoza que el descubri-miento y publicacin del texto holands del KV y de al-gunas cartas (1862). Pero la vasta documentacin archivstica descubierta por Servaas, Meinsma, Freuden-thal e incluso Dunin ha transformado radicalmente la si-

    32 Nos referimos a Rekers (nm. 58), que dice inspirarse en Feuer (nm. 25) y Belinfante, etc. (nm. 10).

  • Introduccin 33

    tuacin. Desde ese momento no se puede decir que sea un misterio el entorno familiar y cultural del filsofo ni su excomunin, ni sus residencias ni la gnesis de sus principales obras, ni su muerte ni la edicin de los escri-tos postumos. Casi todos los personajes mencionados en la Correspondencia y en las primeras biografas fueron sacados a la luz, desde F. van den Enden, Koerbagh y Rieuwertsz a Vries, Jelles y Balling, de Meyer y Bouw-meester a Hudde y Huygens, a Graevius y Velthuysen, de Oldenburg y Schuller a Leibniz y Tschirnhaus, y un largo etctera.

    Qu ha sucedido entonces para que ahora se enjuicie tan duramente ese pasado? Desde luego, desde hace un siglo han visto la luz nuevos documentos. Aparte de Ep 12A, estn los publicados por Vaz Dias y Rvah. A los cuales hay que aadir la publicacin o reedicin de obras del siglo xvn, que haban cado en el olvido ms completo, y de monografas complementarias: de los ju-dos Uriel da Costa, Menasseh, Pereyra y Morteira; de los holandeses Balling, Meyer y Koerbagh; de Tschirn-haus y de Stensen, etc. An ms, en nuestra opinin, esos documentos y estudios no han contradicho ningn he-cho importante de las biografas clsicas, sino que han matizado sus detalles o circunstancias. Antes hemos alu-dido a dos de los ms polmicos: las relaciones de Spino-za con Morteira y con Jan de Witt. Que el joven Bento no est incluido en las listas de alumnos que cursaron, en torno a 1651, estudios superiores, orientados al rabi-nato, en la escuela oficial Talmud Tora, y que, por otra parte, en documentos notariales de 1655 aparezca parti-cipando con su hermano en la empresa comercial here-dada de su padre, no excluye en absoluto que el hijo aventajado de un judo relevante haya estudiado, como sugiere el mismo Vaz, con el maestro ms prestigioso de la comunidad en una de las dos academias (jesiba) que l

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    diriga desde 1639 33. En cuanto a Jan de Witt, ni la dife-rencia de clase entre el noble holands y el comerciante judo ni el silencio de la Correspondencia bastan para anu-lar los claros indicios, si no de amistad personal, s de apoyo oficial del poltico al filsofo: acercamiento progre-sivo de ste a La Haya, alabanzas al gobierno del Estado y de la ciudad natal, crtica a la poltica anterior, ira y l-grimas ante su cruel asesinato, asociacin pblica de am-bos en panfletos y en motines callejeros...

    En nuestra opinin, el motivo de esas crticas es do-ble. Primero, que el excesivo afn por conocer bien la vida real del solitario y extrao filsofo, creador de un sistema no menos extrao y revolucionario, lleva a confundir las dudas sobre los detalles con la ignorancia o la leyenda sobre los hechos. Segundo y principal, que la exigencia de certidumbre lleva a excluir toda fuente de informa-cin que no sea la Correspondencia y el Prefacio de OP, siendo as que stos han eliminado por principio todo dato personal. Este mtodo, que precipita de entrada al investigador en el escepticismo, nos merece serias reser-vas. Por qu va a ser ms objetivo el testimonio del ami-go Jelles que el del enemigo Leibniz? Por qu . va a ser ms sincero el dilogo entre Spinoza y Velthuysen o Bo-xel que las sospechas de los vecinos de Voorburg o las denuncias panfletarias de los de La Haya? Aunque es cierto que los amigos Jelles y Lucas estn en mejores condiciones que Bayle, Kortholt y Colerus para com-

    33 Vaz, nm. 67, 148-9/2 (listas de 1651) y 150-6 (amplio comenta-rio). Morteira fund una jesiba de grado inferior, Reshit Hokhma (Ini-ciacin a la enseanza), en 1639 y otra de nivel superior, Keter Tora (Corona de la Ley) en 1643. Y, como recuerda el mismo Vaz, es sta jus-tamente la que menciona Barrios en el clebre texto en el que asocia a Prado y a Spinoza (Espinos son los que en Prados de impiedad...) frente a Morteira (La Corona de la Ley... nunca ha dejado de arder en la ar$a Academia con las doctrinales hojas que escribi el Sapien-tsimo Sal Levi Mortera...).

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    prender la doctrina de Spinoza, ni el testimonio personal o del amigo acerca de un hecho es siempre veraz y obje-tivo, ni la opinin del observador un poco alejado o del enemigo es siempre falsa. Nuestra edicin va presidida por la conviccin opuesta al exclusivismo metodolgico que estamos denunciando. Hacemos nuestra la opinin crtica e integradora de aquellos que no excluyen ningn documento, sino que los someten todos al propio anlisis y al contraste mutuo 34.

    4. Seleccin bibliogrfica

    1. Akkerman (Fokke), Studies in the Posthumous Works of Spi-noza, Groningen, Krips Repro Meppel (1980), 285 pp.; texto bilinge del Prefacio, con introduccin y notas, pp. 205-275. Con otro ttulo y colaboracin de H. G. Hubbe-ling en Lias 6 (1979) , 103-173.

    2. Albiac (Gabriel), La sinagoga vacia. Un estudio de las fuentes marranas del espinosismo, Madrid, Hiperin (1987), 558 pp.

    3. Aler (J. M. M.), Catalogus van de Bibliotheek der Vereniging Het Spinozahuis'te Rijnsburg Leiden, Brill (1965), 61 pp.

    4. Altkirch (E), Spinoza im Portrt, Jena, 1913; Londres (1980), 111 pp.

    5. Amador de los Ros (Jos), Historia social, poltica y religio-sa de los judos en Esparta y Portugal, reed. facsmil, Madrid, Turner (1984), 3 vol. (1.a ed., Madrid, 1848).

    6. Azevedo (J. L. d'), Historia dos cristos-novos portugueses, Lisboa, Classica Editora, 3.a ed. 1989 (1.a ed. 1921).

    7. Bayle (Pierre), Spinoza, en Dictionnaire Historique et Cri-tique, 1697, vol. 2., pp. 1082-1100; 1702 (con nuevos datos), vol. 3., pp. 2767-2780. Existe reimpresin de la ed. de Pars, 1820-4 en Ginebra, Slatkine, 1969; Spino-za, vol. 13 ,416-468 .

    8. Bayle (Pierre), crits sur Spinoza, seleccin, introd. y notas

    34 Aludimos a Hubbeling (nm. 37), p. 10 y a P.-F. Moreau (nm. 49), pp. 18/15*.

  • 36 Atilano Domnguez

    de F. Charles-Daubert y P-F Moreau, Pars, Berg Interna-tional (1983), 189 pp.

    9. Belinfante (Gebr. = ed.), Catalogus van de Boekerij der Ve-reeniging *Het Spinozahuis}, La Haya, Belinfante-Schinkel, s/f, 89 pp.

    10. Belinfante (Judith C. E.) - Kingma (J) - Offenberg (A. K.), Spinoza, Pars, Institut Nerlandais (1977), 83 pp.

    11. Borges Coello (A), Inquisigao de Evora: dos primordios a 1668, Lisboa (1987), 348 pp.

    12. Bunge (Louis van), Johannes Bredenburg (1643-1691). Een rotterdamse collegiant in de ban van Spinoza, Rotterdam, Uni-versiteit Drukkerij (1990), 303 pp.

    13. Carvalho (Joaquim de), Sobre o lugar de origen dos an-tepasados de Baruch de Espinosa, en Obra completa, Lis-boa, I (1978), 368-401 (1.a ed. 1930).

    14. Castro (D-H), Keur van grafsteen op de nederl.-portug.-israel Begraafplaats te Ouderkerk aan de Amstel, Leiden, Brill, 1883.

    15. Chronicon Spinozanum, La Haya, 1921-7, 5 vol. (contiene muchos artculos de inters biogrfico)

    16. Dibon (Paul), Regars sur la Hollande du sicle dOr, Npo-les, Vivarium (1990), 783 pp.

    17. Di Vona (Piero), Baruch Spinoza, Florencia, La Nuova Ita-lida Editrice (1975), 138 pp.

    18. Domnguez (Atilano), Benito de Espinosa ou Baruch de Spinoza?, Pars, Bulletin e l'Assoc. es Amis e Spinoza, 13 (1984), 1-9.

    19. Domnguez (Atilano), Spinoza. I) Tratao teolgico-poltico. II) Tratado poltico. III) Correspondencia. IV) Tratado de la re-forma el entenimiento, etc. V) Tratado breve, traduccin, in-troduccin, notas e ndice analtico, Madrid, Alianza Edi-torial, 5 vol. (1986-1990), 439, 234, 429, 351, 2 8 4 pp.

    19 bis. Domnguez (Atilano, ed.), Spinoza y Espaa. Actas del Congreso Intern. sobre Relaciones entre Spinoza y Espa-a, Almagro 5-7 nov. 1992 (Edic. de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1994), 348 pp.3 5 .

    35 Incluye 32 estudios sobre la doble presencia, de Espaa en Spi-noza y de Spinoza en Espaa. Para la biografa de Spinoza interesan es-

  • Introduccin 37

    20. Dujovne (Len), Spinoza. Su vida, su poca, su obra, su in-fluencia, Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, 4 vol. (1941-5), 305, 316, 325, 388 pp.

    21. Dunin-Borkowski (Stanislas von), Zur Textgeschichte und Textkritik der ltesten Lebensbeschreibungen Bene-dict de Spinoza, Arch. f . Gesch. der Pbilos., Neue Folge 19 (1904), 1-34.

    22. Dunin-Borkowski (Stanislas von), Spinoza. I. Der junge Spi-noza (1.a ed. 1910); II. Das Entscheidungsjahr 1657; III. Das neue Leben; IV. Das Lebenswerk, Mnster, Verlag Aschen-dorf, 4 vol., 1933-1935.

    23. Dunin-Borkowski (Stanislas von), Spinoza. Nacb dreihun-dert Jahren Ewigke, Berln y Bonn, Dmmler (1932), 204 pp.

    24. Fernndez Alonso (Benito), Los judos en Orense (ss. 14-17), Orense, Imprenta de A. Otero (1904), 5-46.

    25. Feuer (Samuel Lewis), Spinoza and the rise of liberalism, Boston, Beacon Press, 1966, 1.a ed. 1958.

    26. Fischer (Kuno), Spinozas Leben und Charakter, reed. en Die bundertjhrige Gedachtnisfeier der kantisbcen Kritik der rei-nen Vernunft, etc., Londres, 1980 (1.a ed. 1865).

    27. Francs (Madeleine), Spinoza dans les pays nerlandais de la seconde moitiduXVIIe sicle, Pars, Alean, 1937.

    28. Franco Mendes (David), Memoria do establecimento e pro-gresso dos judeos portuguezes e espanhoes nesta famosa citade de Amsterdam (1769), ed. de L. Fuks, R. G. Fuks-Mansfeld y B. N. Teensma, Studia Rosenthaliana IX/2 , Amsterdam, 1975.

    29. Freudenthal (Jacob), Die Lebensgeschicbte Spinozas..., Leip-zig, Veit (1899) X V I + 3 0 4 pp. Reedicin parcial por C. Gebhardt, Spinoza Lebensbeschreibungen und Gesprche, Hamburgo, F. Meiner, 1914 y 1977 (aade datos biogrfi-cos del prefacio de OP).

    pecialmente los relativos a personajes anteriores a su muerte (Avempa-ce y Abentofail, Calvino y Servet, la escolstica espaola y Huarte de San Tuan, Antonio Prez y Saavedra Fajardo, Quevedo y Gracin) y los de carcter general: los judos en Amsterdam (Mchoulan), Spinoza en Italia (Santinelli), en Francia (Prelorentzos), en Portugal (Machado Abreu) y en Espaa (Domnguez), y ms quiz la biografa y el ndice analtico de autores.

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    30. Freudenthal (Jacob), Spinoza. Sein Leben und seine Lehre. I. Das Leben; Stuttgart, Frommann (1904) X I I I + 3 4 9 pp.; reed. por Gebhardt, Heidelberg, C. Winter, 1927.

    31. Freudenthal (Jacob), ber den Text der Lucasschen Biograp-hie Spinozas, Zeitschr. f. Phil. und philos. Kritik 126 (1905), 189-209.

    32. Friedmann (Georg), Leibniz et Spinoza, Pars, Gallimard (1975), 352 pp.; 1.a ed., 1946, 2.a ed. revisada 1962.

    33. Gebhardt (G), Spinoza, en Spinoza. Obras completas, 5 vol., B. Aires, Acervo Cultural, I (1977), 13-110.

    34. Giancotti (E.), Spinoza. Etica, trad., introd. y notas por E. G. aples, E. Riuniti, 1988. En apndice incluye el Pre-facio de OP, trad. it. por Lucio Coco, pp. 427-443.

    35. Hattin (E.), Les gazettes de Hollande et la presse clandestine aux XVIP et XVIII< sicles, Pars, 1865.

    36. Heinemann (F.), An unknown manuscript of tbe oldest bio-grapby of Spinoza, Tidschr. v. Philos., Gand (1939), 378-386.

    37. Hubbeling (Hubertus G.), Spinoza, trad. esp. R. Gabs, Barcelona, Herder (1981), 172 pp.; 1.a ed. holandesa, 1966.

    38. Israel (J.), Tbe Dutcb Republic and Hispanic World 1606-1661, Oxford University Press, 1982.

    39. Kaplan (Y.), From cbristianity to judaism. The life and the work of Isaac Orobio de Castro, Oxford, University Press, 1989.

    40. Kistemaker (R.) - Levie (T.) (ed.), Portugueses em Amsterdao 1600-1680, Amsterdam, Historisch Museum (1989), 112 pp.

    41. Kolakowski (Leslez), Chrtiens sans glise. La conscience reli-gieuse et le lien confessionel au XVIIe sicle, Pars, 1969.

    42. Leibniz (G.-W.), Gesammelte Schriften. I) Mathematische Schr., 7 vol.; II) Philosophische Schr., 1 vol., ed. Gerhardt, Hildesheim, Olms, 1960 ss.; 1.a ed. 1855-1890.

    43. Linde Van Der (Antonius), Benedictus Spinoza. Bibliografie, Nieuwkoop, B. de Graaf, 1965; 1.a ed. 1871.

    44. Machado de Abreu (Luis), Urna apologa de Spinoza. O pre-facio as Obras postumas, Rev. Univ. Aveiro, Letras 2 (1985), 293-329.

    45. MC Gahagan (Th-A), Cartesianism in the Netherlands 1639-

  • Introduccin 39

    1676. The new science and the calvinist counter-reformation, University of Pensylvania, 1976.

    46. Mchoulan (Henry), Amsterdam au temps de Spinoza. Argent et libert, Pars, P U F (1987), 343 pp.

    47. Mchoulan (Henry), tre juif Amsterdam au temps de Spi-noza Pars, Albin Michel (1991), 184 pp.

    48. Meijer (Willem), Spinoza. Een levensbeeld, Amsterdam, 1915.

    49. Meinsma (Koenraad Oege), Spinoza et son cercle. tude cri-tique historique sur les htrodoxes hollandais, trad. del hol. por S. Roosenburg, y notas de H. Mchoulan, P. F. Mo-reau, J. P. Osier, G. van Suchtelen, etc., Pars, Vrin (1983), 579 pp.; 1.a ed. 1896.

    49 bis. Menndez Pelayo (Marcelino), Judaizantes. La sina-goga de Amsterdam, en Historia de los heterodoxos espao-les, 1. V, cap. 2 (Madrid, BAC, 1986), II, pp. 201-229; en Obras completas, Madrid, CSIC, 60 vol., 1940-1955), vol. 38, pp. 285-323 (1.a ed. 1882)

    50. Mignini (Filippo), Introduzione a Spinoza, Bari, Laterza (1983), 259 pp.

    51. Mortera (Sal Levi), Tratado da verdade da Lei de Moiss, ed. facsmil y texto portugs, con introd. y notas por H. P. Salomon, Universidad de Coimbra, 1988, C L X X I I + 1 2 7 7 pp.

    52. Nourrisson (J.-F.), La bibliothque de Spinoza, Rev. des deux Mondes 152 (1892), 811-833.

    53. Offenberg (A-K), Spinoza's library. The history of a re-construction, Amsterdam, Quaerendo3(l913)y 309-321.

    54. Petry (M.) - Suchtelen (G. van), Spinoza and the military. A newly-discovered document, Studia Spinozana 1 (1985), 358-369.

    36 Hasta hace dos dcadas era el nico estudio de un espaol sobre aspectos biogrficos e histricos de Spinoza. De la quincena de escri-tores aqu mencionados interesan particularmente Pinto Delgado, En-rquez Gmez, Uriel da Costa, Orobio de Castro y Lev de Barrios. De otros lugares, sus alusiones a Avicebrn y Maimnides, el averrosta Toms Escoto y el De tribus impostoribus, y el largo estudio sobre Ser-vet ai, 165-166, 171, 311-318; III, 385-386; y ver Indice analtico).

  • I. Biografas

  • Primera

    JARIG JELLES. Prefacio de OP (1677) *

    [1] Aunque la mayor parte de los escritos incluidos en este libro estn incompletos y ni siquiera han sido re-visados, retocados y corregidos por el propio autor, no ha parecido intil(a) darlos a la luz, puesto que ofrecern notable ayuda al mundo erudito y conocimiento al lector amante del saber(b), que, no satisfecho(c) con ninguna probabilidad o autoridad, busca razones slidas y verda-des infalibles.

    [I. Datos biogrficos del autor]

    [2] Y, aun cuando en un libro cuyo contenido(a) es demostrado segn el mtodo geomtrico(b), como suce-de en gran parte de esta obra, no tiene gran importan-cia saber de quines ha nacido su autor ni cmo ha si-do su vida (pues qu norma de vida ha seguido se desprende claramente de sus escritos), nos ha parecido,

    45

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    sin embargo, conveniente ofrecer estos pocos datos sobre su vida.

    [3] Desde su infancia fue instruido en las letras y en su juventud se ocup durante largos aos especialmen-te(a) de la teologa. Cuando alcanz aquella edad en que la inteligencia madura y es capaz de investigar la natura-leza de las cosas, se entreg(b) a la filosofa. Mas, como no se sintiera plenamente satisfecho ni con sus maestros ni con los escritores de estas ciencias y experimentara, en cambio, un ardiente deseo de saber, decidi ensayar l mismo qu lograra en tal materia con sus propias fuer-zas. Los escritos(c) del clebre Renato Descartes, que le precedieron en le tiempo(d), le prestaron gran ayuda en tal empresa.

    [4] Despus de haberse liberado de todas las inquie-tudes y ocupaciones mundanas(a), que suelen dificultar la investigacin de la verdad, a fin de que sus habituales amigos perturbaran menos sus especulaciones, abandon la ciudad en que haba nacido(b), Amsterdam. Estableci, pues, su residencia lejos de sus conocidos, primero en Rijnsburg, despus en Voorburg y finalmente en La Ha-ya, donde falleci de cierta enfermedad, llamada tuber-culosis, el 21 de febrero de este(c) ao de 1677, despus de haber cumplido los cuarenta y cuatro aos.

    [5] Aparte de su dedicacin habitual a las cien-cias(a), se ejercit especialmente en la ptica y en puli-mentar microscopios y telescopios, y demostr en ello tal pericia(b) que, si la muerte no le hubiera arrebatado, ca-bra haber esperado de l mayores logros.

    [6] Y, a pesar de que se apart(a), por as decirlo, de todo el mundo, su sabidura y gran inteligencia hicieron

  • Biografas de Spinoza 47

    que fuera conocido por muchsimas personas(b), como se ve claramente por las cartas a l dirigidas y por l contes-tadas.

    [7] La mayor parte de su tiempo la emple en inda-gar la naturaleza de las cosas y en ordenar sus hallazgos a fin de comunicarlos a otros(a), y una parte muy pequea en distraerse y refrescar el espritu. Tan exagerado lleg a ser su ardiente afn de encontrar la verdad que, segn el testimonio de aquellos con quienes viva, no sali de su casa durante tres meses seguidos. Ms an, a fin de po-der progresar (b) en su bsqueda, tal como deseaba, no consider conveniente aceptar el oficio de profesor en la Universidad de Heidelberg, que le fuera ofrecido por el ilustrsimo y nobilsimo prncipe palatino, como se ve por las cartas 53 y 54.

    [8] De este deseo y profundo afn por hallar la ver-dad salieron hace muchos aos(a) I y II libro de los Princi-pios de filosofa de Descartes ordenados y demostrados segn un orden geomtrico, as como sus Pensamientos metafsicos, y hace pocos aos(b) su Tratado teolgico poltico, en el que se abordan muchas cosas profundas e importantes relativas a la teologa y a la Sagrada Escritura, as como a los verdaderos(c) fundamentos del Estado.

    [9] Del mismo deseo y afn han surgido tambin todos los escritos contenidos en este libro, que ofrece-mos al lector bajo el ttulo Escritos de B.D.S. Esto es todo lo que, siendo de algn valor(a), hemos logrado recopilar de sus escritos postumos y de algunas copias que se con-servaban(b) en manos de sus amigos o conocidos. Es de suponer que an se conserve (b) en manos de ste o de aqul algo de nuestro escritor(c) que no se encontrar aqu; pero tambin es de confiar que no se va a descu-

  • 48 Atilano Domnguez

    brir nada que el lector no halle aqu muchas veces repe-tido. Quiz un pequeo escrito sobre el Arco iris, que, como se sabe, l compuso(d), se conserve(e) en manos de ste o de aqul, sin que se sepa de quin, si es que, como se ha llegado a creer(f), no lo ha quemado.

    [10] Tanto en la portada como en otros lugares el nombre de nuestro escritor slo es impreso con las ini-ciales por la sencilla razn de que, poco antes de morir, l mismo expres el deseo de que no se pusiera su nom-bre a la tica, que se dispona a imprimir. Aunque no dio explicacin alguna, en nuestra opinin, el nico motivo de tal decisin es que no quiso que su doctrina(a) fuera designada con su propio nombre, ya que en el captulo 25 del apndice a la cuarta parte de su tica afirma que quienes desean ayudar a otros con sus consejos y accio-nes a disfrutar juntos del sumo bien, no intentarn que su doctrina(a) reciba de ellos su nombre; y, adems, en la tercera parte de la misma obra, en la explicacin de la ambicin (p. 179)(b), tacha abiertamente de ambiciosos a quienes lo hacen.

    [11] Por lo que concierne a estos escritos suyos, slo(a) la tica, que es con mucho el principal de todos, puede ser considerada como una obra acabada y perfec-ta, a pesar de que le falta el prefacio de la primera parte. Baste decir que el autor la ha dividido en cinco partes. En la primera trata de Dios; en la segunda, del almafo) hu-mana-, en la tercera, de la naturaleza y origen de las pasiones; en la cuarta, de la esclavitud humana, as como de la regla y norma de vida y del bien y el mal humano; y en la quin-ta, finalmente, del poder del entendimiento o de la libertad humana, as como de la eternidad del alma(b).

    [12] En la primera parte, relativa a Dios, se demues-tra: 1) que existe necesariamente; 2) que es nico; 3) que

  • Biografas de Spinoza 49

    existe y acta por la(a) necesidad de su naturaleza; 4) que es causa libre de todas las cosas y que todas ellas existen en l y de tal manera dependen de l que sin l no pue-den ni existir ni ser concebidas; 5) finalmente, que todas las cosas son predeterminadas por Dios, no en virtud de la libertad de su voluntad o de su absoluto beneplcito, sino en virtud de su naturaleza absoluta o de su infinito poder.

    [II. Defensa de la doctrina de Spinoza

    a) Monismo y determinismo moral]

    [13] Aludamos a las dificultades planteadas por al-gunos contra el Tratado teolgico-poltico, a saber, que su autor confunde a Dios y la naturaleza o los toma, como ellos pretenden, por una y la misma cosa, y que establece una necesidad absoluta de todas las cosas y acciones.

    [14] En cuanto a la primera, responde en la Carta 21, dirigida al seor H. Oldenburg, en estos trminos: afir-mo que Dios es causa inmanente (como se dice), y no trascendente, de todas las cosas. Digo y demuestro, con Pablo y quiz con todos los antiguos filsofos, aunque de otra forma, y, me atrevera a decir, con todos los antiguos hebreos, en cuanto se puede saber por algunas tradicio-nes, a pesar de sus mltiples adulteraciones, que todas las cosas existen en Dios y en Dios se mueven.

    [15] A la segunda dificultad responde en la Carta 23, dirigida al mismo seor, H. Oldenburg: le explicar aqu, en pocas palabras, en qu sentido afirmo yo la ne-cesidad absoluta de todas las cosas y acciones. No some-to en absoluto a Dios a la fatalidad, pero concibo que

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    todas las cosas se siguen de la naturaleza de Dios con una necesidad inevitable, del mismo modo que todos conciben que de la naturaleza del mismo Dios se sigue que Dios se entiende a s mismo. Pues nadie niega que esto se siga necesariamente de la naturaleza divina, y, sin embargo, nadie concibe que Dios sea coaccionado por fatalidad alguna, sino que se entiende a s mismo de for-ma totalmente libre, aunque necesaria. Adems, esta ine-vitable necesidad de las cosas no suprime ni las leyes(a) divinas ni las humanas. Pues las mismas doctrinas mora-les, reciban o no de Dios la forma de ley o de derecho, son siempre divinas y saludables. Y as como el bien que se sigue de la virtud y del amor divino, no es ms o me-nos deseable porque lo recibamos de Dios como juez o que emane de la necesidad de la naturaleza divina, tam-poco, a la inversa, el mal que se sigue de las acciones y pasiones depravadas, ser menos de temer porque se siga necesariamente de ellas. Y, en fin, tanto si hacemos nece-sariamente las cosas que hacemos, como si las hacemos contingentemente, somos siempre guiados por la espe-ranza y por el miedo.

    [16] Esta necesidad fatal de las cosas, a saber, que existen y obran determinadas por causas que, a su vez, son determinadas a existir y a obrar por otras causas, y stas, de nuevo, por otras, y as hasta llegar a Dios (pri-mera causa de todo, pero incausada y no causada), es de-mostrada por nuestro autor en las proposiciones 16, 17, 18 y 19 de la primera parte de su tica.

    [17] Esta doctrina ha sido tan vivamente expresada por el excelente historiador y poeta P. C. Hooft, en sus das conde de Muiden, en su ampliacin del poema de Virgilio, Foelix qui potuit, etc., que he estimado conve-niente aadirla aqu, como sigue: Feliz el que entiende

  • Biografas de Spinoza 48

    las causas de las cosas y sabe que estn tan firmemente ligadas entre s que ninguna (excepto Dios) puede ser algo ni vivir por s misma, sino que todas necesitan de otras causas. Vemos que cuanto acaece, deriva de la virtud de sus causas. Cuando ella cesa, ninguna accin subsiste ya, y la causa ya no es causa. Cuanto ha sido forjado en el mundo, ha sido puesto en camino por una fuerza tan poderosa que ya no puede detenerse ja-ms. Cada causa tiene por madre a otra causa; procede como debe y desciende de Dios. Su sabia y poderosa bondad es la fuente de la que todo fluye, como los ra-yos del sol. l puede y, como salvador, nos ayudar como conviene.

    [18.] Pero, si se afirma que Dios es la causa absoluta de todo o que todo fluye necesariamente de Dios, parece seguirse que Dios es tambin la causa del pecado y del mal. A esta objecin, y a cuanto ella implica, responde nuestro autor en las cartas 32, 34 y 37. A este respecto, es claro y manifiesto, adems, que no puede existir dife-rencia alguna entre estas dos cosas: que todo deriva ne-cesariamente de Dios y que todo es determinado y preordenado por Dios, lo cual no slo es credo, sino tambin sostenido y defendido como una verdad necesa-ria, por muchos cristianos.

    [19] A las dificultades mencionadas an se aade la siguiente: que el autor establece una regla y norma de vi-da totalmente distinta, y que, en cuanto al sumo bien de los hombres, propone algo absolutamente diferente de lo que ensearon Cristo, nuestro salvador, y sus apstoles en la Sagrada Escritura. Para eliminar tambin esta difi-cultad, conviene recoger la opinin de nuestro escritor sobre el tema y mostrar despus que sta no difiere de la enseada por Cristo y sus apstoles.

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    [20] En efecto, nuestro autor se refiere a esto, como ya se ha dicho, en la cuarta parte de su tica, intentando demostrar en las proposiciones 26 y 27 que el alma(a), en cuanto usa la razn, considera que tan slo le es til aque-llo que ayuda a entender y que es malo aquello que pue-de impedir que entendamos. Y afirma tambin (prop. 23 y 24) que la virtud consiste en conocer las cosas de forma puramente intelectual o adecuada y que actuar por ese conocimiento es actuar plenamente por virtud. Y de ah deduce inmediatamente (prop. 28) que, puesto que Dios es lo sumo que puede ser entendido por el alma(a), el co-nocimiento de Dios es el bien supremo del alma(a) y que conocer a Dios es su suprema virtud. Y prosigue diciendo (prop. 37, esc. 1) que todo lo que deseamos y obramos porque somos su causa en cuanto que conocemos a Dios, se refiere a la religin. En cambio, al deseo(b) que proce-de de que vivimos conforme a la gua de la razn, lo llama piedad(c). Y al deseo en virtud del cual el hombre que vi-ve segn la gua de la razn, est obligado a unir los de-ms a l por amistad, lo califica de honroso, lo mismo(d) que a aquello que es alabado por los hombres que viven segn la gua de la razn; mientras que, por el contrario, califica de deshonroso(e) aquello que se opone a la conse-cucin de la amistad.

    [21] Muestra, adems, que los hombres slo concuer-dan siempre(a) en naturaleza (es decir, en lo que se refiere al entendimiento, la voluntad, el deseo y otras pasiones), en cuanto viven(b) conforme a la gua de la razn (prop. 35); que aquel bien, que buscan para s, tambin lo desean para los dems hombres, y tanto ms cuanto mayor cono-cimiento tienen de Dios (prop. 37); que se esfuerzan, en cuanto les es posible, en recompensar el odio, la ira, el desprecio, etc., que otros les tienen, con el amor y la gene-rosidad (prop. 46).

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    [22] Afirma, adems, refirindose a esto ltimo, que de las definiciones por l dadas del amor y del entendi-miento se sigue claramente que quienes se esfuerzan en vencer el odio con el amor, luchan con alegra y seguri-dad, se oponen tan fcilmente a muchos como a uno solo, y no necesitan en absoluto la ayuda de la fortuna; y que, finalmente, quienes vencen, ceden gustosos, no por debilidad, sino por aumento de fuerzas (prop. 46, esc.).

    [23] Habla, adems, de la diferencia que existe entre un hombre que slo es guiado por la pasin o la opinin y otro que tiene a la razn por su gua, y dice que el pri-mero, quiera o no, hace aquello que ms ignora, mientras que el segundo no est sometido a nadie ms que a s mismo, y que tan slo hace aquellas cosas que sabe ser las principales en la vida y que por tanto ms desea; de ah que llame al primero esclavo y al segundo libre (prop. 66, esc.).

    [24] Acerca de esos(a) hombres libres muestra, ade-ms, entre otras cosas(b), que para ellos la virtud es tan grande en evitar los peligros como en superarlos (prop. 69); que slo(c) ellos son agradecidos entre s (prop. 71); que nunca obran de mala fe, sino(d) con lealtad (prop. 72); que son ms libres en el Estado, donde se vive segn el decreto comn, que en la soledad, donde nicamente se obedecen a s mismos (prop. 73).

    [25] Todo esto que ha expuesto acerca de la verda-dera libertad, lo refiere a la piedad y dice que un hom-bre piadoso(a) no odia a nadie, contra nadie se irrita, a nadie envidia, a nadie se opone, a nadie desprecia y ja-ms se enorgullece (prop. 73, esc.).

    [26] En la quinta parte de su tica intenta demostrar que mediante el entendimiento o el conocimiento pura-

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    mente intelectual y adecuado, que alcanzamos de Dios y de las cosas, vencemos las malas pasiones; que de ah surge el supremo sosiego de que es capaz el alma (V, 27; IV, 52 y esc.), as como un amor eterno de Dios (V, 32, cor. y 33); y que, en fin, en ese constante y eterno amor a Dios consiste nuestro supremo bienestar(a) o felicidad o libertad (V, 36, esc.).

    [b) Spinozismo y cristianismo]

    [27] Esto es lo principal de cuanto, segn la demos-tracin de nuestro autor, prescribe la razn o el entendi-miento(a) respecto a la norma correcta de vida y al bien supremo de los hombres. Y, si ahora se lo compara con lo enseado sobre los mismos temas(b) por Cristo, nues-tro salvador, y los apstoles, se constatar muy fcilmen-te, no slo que existe una estrechsima coincidencia en-tre ambos y que lo prescrito por la razn es lo mismo que ellos ensean, sino tambin que las doctrinas mora-les de la religin cristiana estn perfectamente conteni-das en las de la razn. Pues todo aquello a que hemos si-do obligados(c) por Cristo, nuestro salvador, y por los apstoles, se reduce, en sntesis, a que se debe amar a Dios sobre todas las cosas y al prjimo como a nosotros mismos (Mt 7, 12; 22, 37-40; Le 10, 27-8; Rm 13, 8-10; Gal5, 14), y este mismo amor a Dios y al prjimo est incluido en aquello que, segn demuestra nuestro autor, prescribe la razn.

    [28] Por lo dicho se observa claramente en qu sen-tido el apstol (Rm 12, 1) llama a la religin cristiana una religin racional o(a) dice que es una religin racional, a saber, en cuanto que la razn la prescribe y que ella se funda en la razn. Tambin Erasmo seala en este pasaje

  • Biografas de Spinoza 55

    (vase las anotaciones al Nuevo Testamento) que Orgenes califica de religin racional aquella de la que se puede dar razn y que Teofilacto afirma que todas nuestras ac-ciones deben ser dirigidas segn la razn, y l mismo cree que esto ltimo es correcto.

    [29] Por lo que dice el apstol Juan (1 Jn 4, 7, 16-8 y 20-21) acerca del amor aparece claramente que la regene-racin sin la cual nadie puede entrar en el reino de Dios est contenida en el amor de Dios, que, como de-muestra nuestro autor, surge del conocimiento intelec-tual de Dios. Que la regeneracin consiste exclusivamen-te en evitar o(a) en vencer las malas pasiones y en mortificar los deseos terrenos y vanos, que existen natu-ralmente en nosotros, y, al mismo tiempo(b), en llegar a adquirir buenos deseos, es decir, aquellos que slo tien-den a lo que es bueno y verdadero, as como el amor de Dios, la paz o verdadero sosiego del nimo, la alegra, la verdad, la justicia (que es una voluntad constante y eter-na de dar a cada uno lo suyo), la benevolencia, etc.: todo esto, que (como demuestra nuestro autor) son frutos o productos necesarios del entendimiento, se deriva cla-ramente tambin de lo dicho por el apstol acerca del hombre viejo y del nuevo (E/4, 22-24; Col 3, 9-10), y acer-ca del dominio del espritu sobre la carne (Rm 8, 5-15; Gal 5,16-fin).

    [30] Esforzarse, adems, por entender en la medida de nuestras fuerzas la verdad de cuanto hay que saber y conocer(a) para la salvacin o (lo que es lo mismo)(b) por alcanzarla mediante conceptos puramente intelectuales y por vivir segn ella, es decir, vivir y obrar segn el dicta-men del entendimiento, no se opone (como creen mu-chos que slo se guan por la letra escrita y rio por el es-pritu y la razn) ni a la Sagrada Escritura ni a los

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    principios de la religin cristiana, sino que, al contra-rio(c), est acorde con ambas.

    Esto aparece claramente, en primer lugar, en lo que concierne a la Sagrada Escritura(d), por todos(e) aquellos pasajes en que la bsqueda y la adquisicin de la verdad, la sabidura, el conocimiento, la inteligencia, etc.(f) son alabadas y recomendadas {Job 28, 12-20; Prov. 1, 20-fin; 2, 1-13; 3, 10-8; 4, 5-7; 7, 4-5; 8, passim; 13, 3-10; 16, 22, 23, 23; 1 Cor 14, 20; Gal 3, 1; Col 2, 2-3; 1 Tim 2, 3-4; 1 Pet 2, 2, 9. Qu se haya de entender en este vs. 9 por la luz admirable de Cristo, a la que llama a quienes se encuentran en las tinieblas [de la ignorancia], lo podrn captar todos aquellos que son conscientes de que quienes slo poseen aquel conocimiento de Dios y de su voluntad, que se funda en la ley y en la Escritura (como los judos, en general Rm 2, 17-18 y los elegidos en particular), permanecen todava en las tinieblas de la ignoran-cia, mientras que la plena claridad es una propiedad de la ver-dad o la prueba verdadera y puramente intelectual) y por [aquellos otros] en que se afirma que la sabidura, el co-nocimiento y la inteligencia son causas de la salvacin (sobre los efectos del conocimiento, de la inteligencia, etc. vanse: Prov. I. cit.; Is.33, 6; 53, 11; Mt 13, 15, 23; Jn 8, 31-2; 17, 3; FU 3, 8-10; Jac 3, 17). Porque quin podr negar que el obje-to de este conocimiento, de esta inteligencia, etc. (o aque-llo sobre lo que versa la verdad y que debe ser conoci-do), son los artculos de la salvacin o aquello que debe ser conocido para alcanzar la salvacin? Para qu puede servir que busquemos y alcancemos el conocimiento(g), la inteligencia, etc., si no nos sentimos obligados(h) a vi-vir y a obrar segn lo que ellos nos prescriben?

    [31] Pues no hay que pensar que con los trminos de verdad, sabidura, conocimiento, inteligencia(a), etc., se designa el conocimiento o asentimiento del alma que se funda en la letra o en el testimonio de la Escritura.

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    Hacerlo as denotara sin duda gran ignorancia, ya que eso slo puede tener lugar en aquellos que desconocen totalmente la verdad, la sabidura, etc.

    [32] En segundo lugar, cmo va a ser posible que no est acorde con los principios de la religin cristiana esta doctrina, a saber, que intentemos(a) alcanzar conceptos puramente intelectuales y adecuados de los artculos de la salvacin, es decir, de aquello(b) que debe ser conoci-do para la salvacin, as como vivir y obrar segn esos conceptos o segn(c) el dictamen de la razn? Primero, porque la Sagrada Escritura, que (como admitirn todos los cristianos) no puede contener doctrinas que se con-tradigan mutuamente, lo ensea en muchos lugares, como se acaba de mostrar. Segundo, porque la nueva alianza, que Dios ha instaurado por Cristo y de la que Cristo es el mediador (Heb 8, 6; 9, 15; 12, 24), consiste en que Dios graba en la mente de los hombres las leyes que haba dado a conocer a los israelitas mediante letras es-critas en tablas (Jer 31, 33-34; 2 Cor 3, 3; Heb 8, 8-10; 10, J), es decir, que hace que el hombre comprenda la ver-dad de esas leyes. Tercero, porque los ministros de esta nueva alianza no son conducidos por la letra o la Escri-tura, como los de la antigua alianza (Rm 2, 27, 29; 7, 6; 2 Cor 3, 6, 7, 9; Heb 7, 16), sino por el espritu (Ibdem y, ade-ms, Rm 8, 1-17; Gal 2, 18, 25), es decir, por el entendi-miento, como consta claramente por el punto 1, por el testimonio del apstol Juan (Jo 5, 6) y por otros pasajes(d).

    [33] Pero, como lo aqu expuesto de la nueva alian-za o religin cristiana difiere muchsimo de lo que co-mnmente se cree, y como los prejuicios, aceptados por quienes piensan de otra forma, podran provocar que muy pocos lo admitieran, aadiremos aqu algunos testi-monios muy relevantes de la Sagrada Escritura que lo

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    confirmen, mostrando claramente que la misin de Cris-to, nuestro salvador, y el fin primario por el que vino al mundo, fue ensear la doctrina de que los hombres no fueran conducidos (por as decirlo) ciegamente, como los judos, mediante la ley y el precepto, sino mediante la luz del conocimiento.

    [34] El primer testimonio es el de Juan Bautista (Jo 1, 17), que reza as: la ley fue dada por Moiss, la gracia y la verdad ha venido por Jesucristo. Lo cual significa, en mi opinin(a), que por Moiss los hombres aprendie-ron a guiarse por la ley y el precepto, a obrar por su im-pulso(b); mientras que por Jesucristo llegaron a ver cmo guiarse por la luz de la gracia y de la verdad, y a vivir y obrar en su virtud (Jo 1, 4, 9 en relacin al, 1 y 14; 8, 12; 12, 35-36, 46 en relacin a 14, 6).

    [35] El segundo testimonio es de nuestro mismo sal-vador, quien, preguntado por Pilatos si era rey, le respon-di: para esto he nacido y para esto he venido al mun-do, para dar testimonio de la verdad. Es decir, que la verdad es la razn o entendimiento de Dios (Jo, 18, 37: vase la traduccin del siraco de Tremellius; Jo, 17, 17, en sen-tido inverso).

    [36] Digo razn en vez de palabra, porque as suele traducirse el trmino original y griego, logos, y porque con l designa el evangelista y apstol Juan al Hijo de Dios (Jo, 1, 1, 14; 1 Jo 1, 1; 5, 7; Apoc 14, 13). Lo pri-mero, porque, segn la opinin de Erasmo (vanse sus notas a Jo 1, 1) y de otros muchos expertos en lenguas, el trmi-no logos, en sus mltiples matices(a), se expresa ms exacta y fcilmente(b) con razn que con palabra. Lo segundo, porque lo que el evangelista afirma de lo por l designado con el trmino logos(c), se puede muy fcil-

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    mente entender de la razn, a saber, de la razn inter-na