¿Dónde está el cielo?

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www.jesusbenitez.com Página 1 ¿Dónde está el cielo? Por Jesús Benítez Los ojos se abren a la realidad, sorprendidos o con incógnitas significativas: ¿Hacia dónde mirar, o por qué hacerlo, quién lo obliga y para qué? Probablemente, no tengamos interés en situar la vista en ningún punto concreto, o puede que el tedio convierta esa visión en una reiterada imagen virtual, inexpresiva, que anula impulsos emotivos de retina. Las tendencias habituales, rutinarias o específicas, no sugieren motivaciones añadidas, extraordinarias, y el iris, en comunión con la córnea, se dirige hacia escenarios tan conocidos, que no ofrecen colores, ni matices relevantes, se hacen cargantes y vulgares. Nuestro cerebro ya

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¿Dónde está el cielo? Por Jesús Benítez Los ojos se abren a la realidad, sorprendidos o con incógnitas significativas: ¿Hacia dónde mirar, o por qué hacerlo, quién lo obliga y para qué? Probablemente, no tengamos interés en situar la vista en ningún punto concreto, o puede que el tedio convierta esa visión en una reiterada imagen virtual, inexpresiva, que anula impulsos emotivos de retina. Las tendencias habituales, rutinarias o específicas, no sugieren motivaciones añadidas, extraordinarias, y el iris, en comunión con la córnea, se dirige hacia escenarios tan conocidos, que no ofrecen colores, ni matices relevantes, se hacen cargantes y vulgares. Nuestro cerebro ya

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los tiene asimilados por exceso y en lugar de miradas, ofrecemos proyecciones del subconsciente en sesión continua, cansina y soporífera. En realidad, nos estamos negando a ver.

La visión lleva el mando de los estímulos externos, concitando la revolución del resto de sentidos. Vemos para creer, o negar, llorar, reír, amar, e incluso para notar la muerte. La vista es realismo, o confirmación de una mentira. Viendo, no se puede ignorar lo evidente. Cada imagen que perciben nuestros ojos, desencadena una emoción, un estado anímico, una impredecible reacción del sistema nervioso. A través de la visión, generamos interés por utilizar el gusto y agudizamos el olfato, o estimulamos los pabellones auditivos, sin olvidar el poderoso influjo que ejerce sobre el tacto. En suma, ver es el origen de la mayoría de nuestros actos, o el detonante de la ausencia de ellos. Podremos enamorarnos, o llegar a odiar, destruir o generar riqueza. Y todo ello, gracias a la extraordinaria interpretación que hace el ojo humano de los rayos de luz, enviados al cerebro como impulsos eléctricos y convertidos después en sensaciones. Pero la vista tiene otra concepción que no se circunscribe a lo físico.

Cuando la vida se nos echa encima, no vemos la luz, no hay forma de saber dónde está el cielo, todo se vuelve amorfo y buscamos la oscuridad. Si las pesadillas se han apoderado de nuestra existencia, no hay paraísos terrenales que dilaten las pupilas, que eternicen una fotografía imborrable en la memoria. Pero los mundos sutiles existen, están ahí, más cerca que lejos, al alcance de la vista, en la grandeza de lo simple y cotidiano. Si somos capaces de hallar lo mejor de nuestro ser, podremos percibir también belleza, armonía, sensualidad y futuro en todo lo que vemos. Una paleta policromada de colores, con todas sus gamas, irrumpirá ante la retina para ofrecernos el espectáculo apasionante e inolvidable de vivir.

En el extremo opuesto, está la ceguera, pero ésta no es exclusiva de la ausencia de visión, es también el reflejo de aquellos que pretenden hacer ver la realidad desde su mezquina falsedad, o de quienes adulteran la verdad para hacer daño. A éstos, les sobran los ojos…

© Jesús Benítez – Noviembre de 2010 www.jesusbenitez.com  

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Posdata: EXISTENCIA REDUCIDA He visto una nube en el horizonte, rompiendo el azul, única, sola, errante. Me pongo en su lugar, en su espacio gaseoso, transparente, y descubro el azul inmenso, también solitario. Vuelvo al suelo y doy dos pasos, observo cómo voy dejando huellas también huérfanas. © Jesús Benítez

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