Dossier 069 - 1914, El Suicidio de Europa

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DOSSIER  17 18. A la deriva. Tras la quiebra del sistema bismarckiano  Rosario de la T orre 24. El pretexto. Magnicidio en Sarajevo  Julio Gil P echarromán 30. ¡A sangre y fuego! No se quiso la paz  Davi d Sol ar 1914 El papel hegemónico que pretendía conseguir Guillermo II, según una caricatura francesa de la época. En 1914, Europa, dueña del mundo y cabeza del progreso, estaba carcomida por conflictos nacionalistas, ambiciones territoriales y políticas, deseos de revancha y agravios sociales que estallaron ante el asesinato del heredero del Imperio Austro-húngaro en Sarajevo. Después de medio siglo sin medir sus armas, las grandes potencias se precipitaron insensatamente hacia la guerra El suicidio de Europa

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DOSSIER 

17

18. A la deriva.

Tras la quiebra delsistema bismarckiano

 Rosario de la Torre

24.El pretexto.Magnicidio en Sarajevo

 Julio Gil Pecharromán

30. ¡A sangre y fuego!

No se quiso la paz

 David Solar 

1914El papel hegemónico que

pretendía conseguir Guillermo II,

según una caricatura francesa

de la época.

En 1914, Europa, dueña del mundo y cabeza del progreso, estaba

carcomida por conflictos nacionalistas, ambiciones territoriales y 

políticas, deseos de revancha y agravios sociales que estallaron

ante el asesinato del heredero del Imperio Austro-húngaro en

Sarajevo. Después de medio siglo sin medir sus armas, las grandespotencias se precipitaron insensatamente hacia la guerra

El suicidio

de Europa

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Las grandes potencias, de acuerdocon sus regímenes políticos, se dividíanen dos grupos: uno liberal y en parte

democrático al oeste: Francia y ReinoUnido, donde funcionaba un parla-mentarismo sólidamente instalado. Otro,autoritario en el centro y este: Alema-nia, Austria-Hungría y Rusia constituíantres imperios en los que la existencia departidos políticos y asambleas repre-sentativas no ocultaba su carácter auto-crático, sostenido por el origen divinodel poder y por el predominio social y político de ejércitos y aristocracias.

Uno de los problemas candentes delmomento era la reivindicación inde-

pendentista de grupos nacionales mi-noritarios. El Reino Unido no había en-contrado una solución para la cuestión

irlandesa; Alemania englobaba a unaimportante proporción de polacos, al-saciano-loreneses y daneses; Rusia in-corporaba fineses, bálticos, polacos y rumanos. Peor era la situación en el Im-pero Austro-húngaro, cuyos grupos di-rigentes sólo eran una minoría frente aeslavos del sur, polacos, checos, eslo- vacos, rumanos e italianos; amplias mi-norías que se detestaban entre sí peroque se unían a la hora de rechazar lapolítica de Viena y Budapest... Este pro-blema amenazaba la existencia de lamonarquía de los Habsburgo y, comoconsecuencia del juego de alianzas,constituía un serio peligro para la paz.

Estas cinco grandes potencias se en-contraban en un muy distinto grado deevolución económica. Rusia y Austria-Hungría apenas iniciaban su moderni-zación; la masa de su población seguíasiendo esencialmente rural. Francia,aunque mantenía un fuerte carácteragrario, había desarrollado una impor-tante industrialización, transportes mo-dernos y una moneda sólida tan apre-ciada como la libra esterlina en las tran-sacciones internacionales. El Reino Uni-do y Alemania competían en la pro-ducción de hulla, hierro y acero, en el

transporte marítimo y en el sistema ban-cario y financiero... pero Alemania es-taba cobrando ventaja y convirtiéndoseen la primera potencia industrial.

Esta Europa dividida y problemáticadominaba el planeta por medio de sucontrol económico e inversiones finan-cieras. Dueña de la mayor parte de losmedios de comunicación, compraba alresto del mundo los productos agríco-las y las materias primas y vendía pro-ductos manufacturados en todos losmercados. Desde mediados del si-

glo XIX, cerca de cincuenta millones deeuropeos se habían instalado en loscuatro puntos cardinales y fortalecíanlos lazos económicos y financieros queconectaban a Europa con un mundo ab-solutamente dependiente. Y, además, disponía del monopolio

colonial. En 1914 las potencias europeascontrolaban casi por completo África y  Asia. Los beneficios eran importantes, yaque los países coloniales quedaban so-metidos a una economía de explotaciónorientada hacia la producción de mate-

rias primas o de manufacturas exóticasmuy apreciadas por los mercados.Sólo dos potencias, Estados Unidos y 

 Japón, escapaban a esa hegemonía y competían como iguales. Los nortea-mericanos iban en cabeza tanto en laproducción energética como en la me-talúrgica; sus exportaciones hacia AsiaOriental amenazaban los intereses bri-tánicos y se oponían a la intervencióneuropea en el continente americano, altiempo que copaban sus mercados. Ja-pón, con muchos menos recursos, se ha-bía ganado el respeto militar y vivía uncrecimiento económico espectacular. A pesar de que los indicios hacían

pensar que su posición hegemónica te-nía los días contados, las potencias eu-

ropeas no se preocuparon ni por la apa-rición de nuevas potencias rivales, ni porel crecimiento de movimientos naciona-

listas en las colonias y en los países is-lámicos, ni por el lento declinar de suporcentaje en la producción mundial. En1914, seguían confiando en el manteni-miento indefinido de su situación privi-legiada. Pero la amenaza más evidentese derivaba de sus propias rivalidades.

Fermento de revanchaEn 1914, todas estas potencias no eranpiezas aisladas del equilibrio estratégi-co, sino que estaban comprometidas enun sistema internacional bipolar, en el

que la Triple Alianza de Alemania, Aus-tria-Hungría e Italia, y la Triple Enten-te de Francia, Rusia y Reino Unido se

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1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

Bismarck, artífice de la política europea

durante dos décadas, conversa con Giers

y Kalnorky, cancilleres de Rusia y Austria.

Proclamación de Guillermo I de

Prusia como kaiser de Alemania, en

el Salón de los Espejos de Versalles.

Francia no olvidaría la afrenta (La 

Ilustración Española y Americana ,

1871, iluminación de E. O.).

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enfrentaban en el marco de una impre-sionante carrera armamentística, en me-dio de un clima dominado por senti-mientos y valores irracionales. Aquellascrisis internacionales –cuatro en nueveaños– se debieron a antagonismos y compromisos que tenían tras sí una lar-ga historia.

Es posible que el proceso de destruc-

ción del concierto europeo que culmi-nó en 1914 se iniciara en 1871, cuando

 Alemania, recién unificada, alcanzó degolpe la preponderancia en Europa, gra-cias a su poder militar, que se impuso enen tres guerras a Austria, Dinamarca y Francia. El canciller Otto von Bismarck –tan hábil en las negociaciones como enla adaptación de su sistema al paso del

tiempo– encarnó esa primacía y dirigióel juego diplomático hasta 1890.

Las unificaciones de Italia y de Ale-mania debilitaron la posición de Austria.Bismarck no quiso unirla al nuevo Reich,pero deseó contar con ella, pensando

que había jugado un papel tan impor-tante en el mundo germánico, que sucolaboración era indispensable para lapropia existencia de Alemania. Por su

parte, el emperador austríaco, Francisco José, tras la derrota de Sadowa ante losprusianos, buscó la salvación en uncompromiso con los húngaros que, enla nueva monarquía dual, convertiríanen predominantes sus intereses balcá-

nicos y facilitarían el compromiso conla nueva Alemania. La influencia delconde Gyula Andrássy, miembro de una

distinguida familia magiar, marcaría ladirección de la política exterior austro-húngara hasta 1914.

Francia, que disponía de unas finan-zas y una economía sólidas, se recupe-ró enseguida de la derrota y no se re-signó a la pérdida de Alsacia-Lorena. La

revancha se convirtió en una aspiraciónpara la inmensa mayoría de los france-ses. Bismarck, convencido de que Fran-cia no se resignaría, pensó que, sin alia-

dos, debería posponer su revancha; portanto, trató de aislarla –para lo cual es-tableció un sistema de alianzas perma-nentes– y de intimidarla con amenazas.Estas maniobras antifrancesas contribu- yeron a la tensión internacional.

El tinglado del cancillerCon la seguridad que le proporciona-ba la superioridad de su economía in-

dustrial y de su marina comercial y deguerra, Inglaterra no se inquietó por lapreponderancia alemana que ni parecíadesear una flota de guerra ni ambicio-nar un imperio colonial. Los británicos,confiados en su dominio colonial y ma-rítimo, mantuvieron una política exterior

de manos libres, sin entablar alianzasque pudieran comprometer su futuro.

La Triple Alianza fue una consecuen-cia de la política de Bismarck, que apro- vechó las rivalidades existentes para es-tablecer un sistema defensivo que ase-

gurase la preponderancia europea delII Reich. La primera pieza del nuevosistema se estableció en 1879, cuando

 Alemania y Austria-Hungría firmaron laDúplice, una alianza defensiva frente aRusia, que se renovaría sin cambio al-guno hasta 1914. Bismarck y GuillermoI sintieron reparos al establecer una alian-za para frenar a una Rusia que no tenía

aliados, pero se impusieron los plantea-mientos de Andrássy, y Bismarck cediópara asegurarse la amistad austríaca. Aunque la alianza era secreta, Rusia

fue consciente de los peligros que se de-rivarían para sus intereses si permane-

cía aislada. Por esa razón no fue difícilla conclusión de un Acuerdo entre losTres Emperadores (Guillermo I, Fran-cisco José y Alejandro III) sobre la ba-se del respeto a los recientes compro-misos sobre los Balcanes y de una pro-mesa de neutralidad que no contradecíaformalmente a la Dúplice. Alemania seaseguraba de que Rusia no apoyaría a

Francia y Rusia se garantizaba que Aus-tria no ayudaría a Inglaterra.

La segunda pieza se estableció en1882 y fue la Triple Alianza, que aso-ció a Alemania, Austria-Hungría e Italia.La iniciativa fue italiana: pretendía el

apoyo alemán para fortalecer su posi-ción frente a Francia; pero Bismarck noaceptó una negociación en la que noparticipase Austria, por lo que intentóneutralizar el rencor y las reivindicacio-

nes italianas. El Canciller de Hierro con-sideraba que Austria-Hungría e Italia só-lo podían ser aliadas o enemigas; poreso trenzó un tratado de los tres países,por cinco años, que se renovaría hasta

1914. La Triple Alianza fue, por tanto, unacuerdo antifrancés que comprometía aitalianos y alemanes, completado con lapromesa de neutralidad italiana en casode conflicto austro-ruso.

Por otro lado, Bismarck mantenía sucompromiso con Rusia por el Tratadode Reaseguro: a cambio de la neutrali-dad rusa en la guerra franco-alemana,Bismarck prometió apoyo a las aspira-ciones rusas en Bulgaria y los Estrechos.En realidad, Bismarck favorecía a Aus-tria a costa de Rusia, aunque su habili-

dad diplomática le permitiese rehacer,una y otra vez, el lazo que mantenía conRusia. Sin embargo, desde 1887, el zar

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La Triple Alianza, formada por Alemania,Austria-Hungría e Italia, fortalecía elpoder alemán y aislaba a Francia

Conferencia de los Tres Emperadores: Alejandro III, Francisco José y Guillermo I, en 1884.La precaria relación entre Rusia y Austria, auspiciada por Alemania, recibía un nuevo impulso.

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tenía un importante motivo de disgusto:la Bolsa de Berlín rechazaba el créditosolicitado para abordar su equipamien-to militar y ferroviario. Si al agravio seañade el acercamiento de Alemania a In-glaterra, en 1889, se entenderá que SanPetersburgo quisiera renovar el Trata-do de Reaseguro sobre bases más firmes.

Estas contradicciones y las complica-ciones consiguientes, ocasionaron la caí-da de Bismarck, en 1890, al comienzodel reinado de Guillermo II. El nuevoKaiser creía que era políticamente im-posible el acercamiento de Rusia a la Re-pública Francesa, por lo que no reno- vó el Tratado de Reaseguro.

Francia rompe su aislamientoEsa medida inquietó a Alejandro III que,hasta entonces, había rechazado los in-tentos de acercamiento realizados porFrancia, pues no quería compromisoscon un régimen liberal y republicanopor el que sentía “desprecio” y “asco”,ni oír hablar de sus intereses revanchis-tas en el Rin. Pero el deterioro de sus re-laciones con Alemania y su temor anteel acercamiento de Londres y Berlín, fa- voreció la aproximación del zar a Pa-rís, impulsada por la buena acogida que

la demanda rusa de capitales tuvo enla Bolsa parisina. En 1891, Rusia y Fran-cia entablaron un acuerdo reducido ameras consultas en caso de crisis.

El Gobierno francés insistió en su de-seo de firmar un acuerdo militar y logró,en 1892, un tratado defensivo frente a laTriple Alianza, que ni permitía la revan-cha francesa, ni una acción de fuerza ru-sa en el Bósforo y los Dardanelos. Estalimitación llenó de dudas al zar Alejan-dro III, pese a lo cual firmó –tragándo-se la opinión de su heredero, Nicolás:

“¡Dios nos guarde de una alianza conFrancia!”– porque la política del Kaiserle inspiraba gran preocupación.

Nadie heredó la maestría diplomáti-ca de Bismarck en el tablero diplomá-tico. Guillermo II, que siguió muy decerca las cuestiones internacionales y que aprovechó sus relaciones amistosascon su primo, el influenciable zar Ni-colás II, fue más impulsivo que clarivi-dente; su canciller, Bernhard von Bülow,no fue hombre de previsiones a largoplazo y su eminencia gris, Friedrich von

Holstein, que inspiró durante muchotiempo la política exterior alemana, nose distinguió por su perspicacia.

Para que Alemania siguiera dominan-do Europa, Guillermo II intentó debili-tar la alianza franco-rusa. Su política su-ponía una mundialización de la estra-tegia, que pasaba por el control de Áfri-ca central y por la adquisición de zo-nas de influencia. Para conseguirlo, enun mundo ya repartido, se dedicó a en-trometerse en toda cuestión susceptiblede modificar las diversas situaciones es-

tablecidas y, luego, exigir compensa-ciones. Eso alarmó a todas las potencias.Mientras tanto, las monarquías habían

ido aceptando a la República Francesa.En París recibían cordialísimamente a lossoberanos que la visitaban. Dentro deFrancia, la idea de la revancha se debi-litaba e, incluso, algunos pensaban enun acercamiento a Alemania, mientras lamayoría rechazaba toda negociación conel enemigo histórico. Ningún francés es-taba dispuesto a renunciar definitiva-mente a Alsacia-Lorena.

Las iniciativas que fortalecieron laposición de Francia en el sistema in-ternacional fueron obra de Théophile

Delcassé, ministro de Asuntos Exterioresde París desde 1898 a 1905. En respues-ta al acercamiento anglo-alemán, Del-cassé reforzó la alianza franco-rusa: Fran-cia se convirtió en garante del statu quo

balcánico y los dos aliados se compro-metieron a cooperar militarmente en ca-so de conflicto con los británicos.

Paralelamente, también se aproxima-ron Italia y Francia. Roma obtuvo crédi-

tos franceses y garantías de que Tripoli-tania sería italiana y, en 1902, un acuer-do secreto comprometió la neutralidaditaliana incluso si Francia atacaba a Ale-mania como respuesta a una provoca-ción directa. La Triple Alianza quedabadesactivada; sólo tenían verdadero valorlos compromisos entre Berlín y Viena.

Las nacionalidades minoritarias esta-ban en ebullición por todas partes. Enlos Balcanes, los pequeños Estados, y los cristianos que vivían bajo la autori-dad turca, socavaban los cimientos del

Imperio Otomano y tramaban su repar-to. Pero la marcha de los acontecimien-tos también debilitaba la influencia

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Eduardo VII de Inglaterra y Guillermo II de Alemania. El acercamiento formal entre ambospaíses, aunque les separase una gran desconfianza, inquietaba profundamente a Rusia.

TRAS LA QUIEBRA DEL SISTEMA BISMARCKIANO, A LA DERIVA 1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

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austro-húngara en la región e, incluso,podía comprometer su misma supervi- vencia. Para controlar la situación, el Go-bierno de Viena no contaba más quecon el apoyo alemán.

Intereses mandan A partir de 1902, Delcassé abrió distan-cias con Alemania. Por un lado, recha-zó sus peticiones de capital para abordarla construcción del ferrocarril Constanti-nopla-Bagdad; por otro, para enraizar susintereses en Marruecos, Delcassé buscó

un acuerdo con Inglaterra. Los británicosdudaron, pero el fracaso de las negocia-ciones con Alemania y el incremento dela competencia comercial y naval delII Reich se unieron a la sensación de fra-gilidad provocada por la guerra de los

bóers. Finalmente, en 1904, París y Lon-dres se apoyaron en sus mutuos intere-

ses: manos libres para Francia en

Marruecos y lo mismo para los británicosen Egipto. La seguridad británica en el es-trecho de Gibraltar quedó garantizada porla aceptación española de una zona deinfluencia que separaría el Marruecosfrancés de la colonia británica. No era una

alianza, pero eliminaba sus fricciones, fa- voreciendo la posterior Entente Cordial.En la formación, a partir de ese mo-

mento, de la Triple Entente y de un sis-tema internacional bipolar –Triple En-tente frente a Triple Alianza– tuvieronmucho que ver las convulsiones de prin-cipios de siglo. El ataque japonés con-tra Port Arthur, en 1904 y la sorpren-dente derrota rusa de 1905, debilitaronal Imperio de Nicolás II y el estallido dela revolución en San Petersburgo aún

empeoró su situación.

El kaiser Guillermo II trató de pescaren las turbias aguas del momento y de-sencadenó la crisis marroquí de 1905

con objeto de resaltar la soledad e im-potencia de Francia. Sin embargo, laarriesgada jugada alemana será contra-producente. Gran Bretaña, conscientede que sus intereses eran contrarios a

cualquier aprovechamiento alemán de

la debilidad rusa, apoyó a Francia y seacercó a Rusia.La crisis de 1905 facilitó los esfuerzos

de París para acercar las posiciones derusos y británicos. Inglaterra deseabaconcluir con Rusia un acuerdo similar alde 1904 con Francia para cerrar, defini-tivamente, el camino a una alianza con-tinental antibritánica, y en 1907, los dos

países firmaron un acuerdo que repar-tió Afganistán, Tíbet y Persia en zonasde influencia. La Alianza Franco-Rusa y la Entente Cordial se combinaban en la

Triple Entente, con la que mantendríancompromisos Japón, Italia y España. Aun-que no fueran todavía rígidos, existían

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Avispero balcánico

E

l conflicto de los Balcanes, con mo-mentos de alta tensión internacional en

1908 y 1909 y con dos guerras abiertas en1912-13 y 1913 se deriva de la descompo-sición del Imperio Otomano, que había do-minado toda la región desde la edad mediay de los intereses territoriales, étnicos e his-tóricos de todos los países limítrofes y, engeneral, con escasa historia independiente.En las tensiones de 1908-09 se debatió elfuturo de Bosnia-Herzegovina, disputadopor Austria-Hungría y Serbia. El Imperioterminó adjudicándose el territorio graciasa las presiones alemanas; Servia, que espe-raba mayor apoyo ruso, tuvo que ceder acambio de algunas concesiones económicas.

En las guerras de 1912-13, Italia vencióa Turquía en el norte de África, adjudicán-dose Tripolitania y Cirenaica (Libia). Apro-vechándose de la debilidad otomana, Serbia,Bulgaria, Grecia y Montenegro le declara-ron la guerra, disputándole Macedonia, par-te de Tracia y otros territorios adyacentes.Pero, vencida Turquía, quedó la pelea de losvencedores por el reparto del botín, un te-rritorio poblado por serbios, búlgaros, grie-gos, cíngaros, armenios, que hablaban va-rias lenguas y profesaban religiones cristia-nas de diversa obediencia, a parte de mu-sulmanes y judíos.

Esa disputa prolongó la guerra a 1913, tanmal solucionada que todos volvieron a las

armas en verano: los búlgaros en busca de unasalida al Mediterráneo; Serbia con demandascontra Bulgaria; Rumania se incorporaba a larebatiña, exigiendo territorios danubianos acosta de Bulgaria... y, como se ve en el gráfi-co, los Imperios austro-húngaro y ruso, alo suyo: Viena a proteger sus intereses en

Croacia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina fren-te a Serbia y Rusia, en apoyo de las preten-siones eslavas en los Balcanes y, directamen-te, en busca de una salida al Mediterráneo porlos Estrechos del Bósforo. Tantos interesesquedaron insatisfechos que, en 1914, todostenían las armas listas para volverse a medir.

IMPERIOAUSTRO-HÚNGARO   RUMANIA

BULGARIA

ALBANIA

Macedonia   Dardanelos

Tesalia

Bosnia-Hercegovina

Croacia

Protección del territorioserbocroata contra elnacionalismo serbio

Conquistade Trípoli.Guerra contraTurquía.Ocupacióndel Dodecaneso

Tracia

MONTENEGRO

GUERRA DE LA ALIANZA BALCÁNICA CONTRA TURQUÍA, 1912

ITALIA

SERBIA

RUSIA

GRECIA

TURQUÍA

Dodecaneso

  L  i g  a   B a l c á  n  i  c  a  

1    9     1     2     

Apoyo a losBalcaneseslavos.Aperturade losestrechos

Territorios conquistados

a Turquía en 1913

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dos bloques de poder que se vigilabancon desconfianza.

Hasta 1914, la situación europea se fuedegradando a causa de un enjambre detensiones y agresiones, fundamental-

mente de origen balcánico. Ya lo habíapronosticado Bismarck en 1897, un añoantes de su muerte: "Un día la gran gue-rra europea estallará a causa de algunamaldita estupidez en los Balcanes". Te-nía razón: allí se dieron cita los intere-ses austro-húngaros y rusos, el respaldoalemán a su aliada, la debilidad de Tur-quía, los intereses expansivos de Alba-

nia... Y todos, temiéndose mutuamente,iniciaron un rearme acelerado. En esacarrera se implicaron, también, Alema-nia, Francia y Gran Bretaña, enfrentadosen la crisis marroquí de 1911.

Por si era poco, Italia se implicaba enla tensión generalizada con su decisiónde instalarse en Tripolitania y Cirenaica,a costa del  Enfermo de Europa, el Im-perio Otomano. Y al olor de la carroña

 volaron Serbia, Bulgaria y Grecia, apo- yadas por Rusia. Las consecuencias dela derrota turca asustaron a las poten-cias, que favorecieron un compromiso y la independencia de Albania. En 1913se desató una segunda guerra balcánicacuando Bulgaria atacó a Serbia y a Gre-

cia por el control de Macedonia y cuan-do Rumania atacó a Bulgaria por el con-trol de Dobrudya.

Tambores de guerra Y mientras todos andaban a la greña enlos Balcanes, la rivalidad anglo-germa-na se incrementaba bajo el impacto dela competencia comercial y naval. Losalemanes estaban construyendo unaamenazadora flota de acorazados y el

Gobierno liberal británico trató de fre-

nar la carrera naval, pues prefería invertirsu coste en las reformas sociales que ha-bía emprendido, pero fracasó ante laexigencia alemana de compensacionessustanciosas o un acuerdo de neutrali-dad, que Londres no aceptó.

En 1913 se aceleró la carrera arma-mentística y los Gobiernos la justifica-

ban insistiendo en la proximidad de unconflicto general. Al tiempo, ambos blo-ques fortalecieron sus compromisos y losEstados mayores fijaron los detalles desu cooperación militar. A comienzos de

1914, la paz pendía de un hilo. En es-tas circunstancias, todos suponían que lafirmeza era el mejor medio para frenar

al adversario y que el apoyo total al alia-do era la única forma de no perderlo.

 Alemania temía el incremento del ejér-cito ruso y consideraba vital impedir elhundimiento de Austria-Hungría.

Rusia no quería abordar las necesarias

reformas sociales antes de fortalecer suejército y disponer de una red ferrovia-ria que cubriera todo el Imperio. Tam-poco estaba dispuesta a ceder en losBalcanes, como había hecho en 1909,pues otro retroceso liquidaría su in-

fluencia sobre los eslavos del sur y da-ría carpetazo al sueño del acceso al Me-diterráneo por el Bósforo y Dardanelos.

Francia no estaba dispuesta a hacermás concesiones a Alemania, después deltrágala de 1911, en la crisis marroquí. Pa-rís no pretendía una guerra de revancha,

pero creía inevitable un nuevo choquecon Berlín y fiaba sus esperanzas de vic-toria en el apoyo ruso. Por eso, Francia

potenció su alianza con Rusia y se com-prometió directamente en los Balcanes.

La agitación de los eslavos del sur, so-bre los que ejercía una progresiva in-fluencia Serbia –cada vez más rusófila,ambiciosa e influyente– suponía una

amenaza mortal para el Imperio, contes-tado, también, por liberales y socialistas.Frente a las tendencias belicistas, los

contrapesos pacifistas resultarían insufi-

cientes. El recurso a alianzas cada vezmás estrechas y a crisis cada vez más du-ras arruinó los mecanismos de la diplo-macia del concierto. Tampoco fueron fre-no suficiente los intereses económicos delas potencias, ni la actitud de los socia-listas, que habían condenado la guerra y sostenido la idea de que los intereses declase unían a los obreros por encima

de las fronteras de los Estados burgueses. Al día siguiente de la declaración de gue-rra, la mayoría corrió a alistarse. ■

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La Caperucita francesa y el lobo alemán. Bismarck consiguió aislar a Francia; Guillermo II

intentó lo mismo, pero descuidó los compromisos con Rusia (postal francesa de la época).

Una de las muestras del progreso industrial alemán y de su amenazador desarrollo

armamentístico: vista de las industrias Krupp en Essen, en 1914.

TRAS LA QUIEBRA DEL SISTEMA BISMARCKIANO, A LA DERIVA 1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

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Al comenzar el verano de 1914,Europa vivía el esplendor dela Belle Époque . Nunca habíangozado sus habitantes de una

mejor calidad de vida, de mayores liber-tades individuales y colectivas, de unaeconomía tan próspera, de un optimismotan abrumador ante los avances mate-riales de la ciencia y los progresos del es-

píritu humano. Había, ciertamente, de-sigualdades sociales, injusticia y explota-

ción, incluso miseria en las capas menosfavorecidas de la población. Y todo ellose traducía en conflictos sociales y polí-ticos. Pero el orgullo de poseer una ci- vilización superior a todas, de profesar lareligión verdadera, de ser moralmente su-periores, estaba muy presente en los eu-

ropeos y animaba su afán de dominar y colonizar otros espacios planetarios. Des-de luego, para explotar sus recursos eco-nómicos y disfrutar de su mano de obraesclavizada, pero también –eso creía fir-memente la mayoría– para llevar a los

pueblos subyugados las luminarias de lacivilización y del progreso y el consue-lo de la fe cristiana.

En casa, una paz continental que du-

raba ya casi medio siglo, estorbada tansólo por los recurrentes y localizadosconflictos balcánicos, servía de base a laconvivencia de las pequeñas y grandespotencias, desconfiando, sin embargo,unas de otras, y refugiadas en el egoís-

mo nacional, en igual o mayor medidaque orgullosas de los valores civiliza-dores comunes.

 Y, súbitamente, todo estalló en mil pe-dazos. En agosto de 1914, el foco bal-cánico mostró su capacidad para deses-tabilizar a aquella Europa desunida y 

conducirla al abismo. Un diabólico jue-go de carambolas sumió al continenteen el horror de la Gran Guerra. Y du-rante casi cinco años las pautas cultu-rales, los avances científicos, la riqueza

material, la verdad religiosa... se pusie-ron al servicio de la devastación y dela muerte. Enfrentada a sus propias e

insalvables contradicciones, Europa semostraba dispuesta al suicidio.

La Europa de 1914 era hija de la revo-lución industrial y de las revoluciones na-cional-liberales que habían sacudido elcontinente desde finales del siglo XVIII.De aquellos procesos habían surgido elconcepto de la Nación-Estado, los regí-menes parlamentarios y el sistema libe-ral de economía capitalista. Pero todo ello

se había desarrollado estorbado por en-

sayos frustrados, errores de novicio y laslógicas resistencias de las estructuras quehabía que sustituir. El resultado era que,por debajo de un consenso muy exten-dido sobre las virtudes generales del nue- vo orden liberal, el éxito en la aplicaciónde la tríada nacionalismo-democracia-capitalismo industrial había sido muy de-sigual en los distintos países, condicio-

nado por las bases de partida y la calidadde las resistencias opuestas en cada uno.

Estados y naciones

En cuanto a la vinculación de Estado y nación, el camino estaba a medio andar.Pero lo ya visto demostraba que los pue-blos del continente veían en la consecu-ción de un fuerte Estado étnico la quin-taesencia del determinismo histórico. Eu-ropa, un microcosmos de pueblos con

lenguas, costumbres y tradiciones histó-ricas muy diversas, se encontraba en unapeculiar coyuntura en la que pugnabantres modelos de estatismo: – El de los viejos imperios de carácter

multinacional, Rusia, Austria-Hungría y 

Turquía, cuya pervivencia, cada vez másprecaria, se basaba en la fidelidad a ladinastía reinante, en la solidaridad entre

24

 JULIO GIL PECHARROMÁN es profesor de

Historia Contemporánea, UNED, Madrid.

El asesinato del archiduque Francisco Fernando sólo fue la chispa y el pretexto

para una confrontación que mil otros factores propiciaban. Julio Gil

Pecharromán desgrana los problemas que agitaban Europa: nacionalismo,

confrontación social, competencia comercial, carrera armamentística...

EL PRETEXTOMagnicidio en Sarajevo

Cartel anunciador del metro de Londres,1910. Una imagen del progreso y la

prosperidad alcanzados por Europa.

Page 9: Dossier 069 - 1914, El Suicidio de Europa

7/21/2019 Dossier 069 - 1914, El Suicidio de Europa

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los sectores privilegiados y en el poder

 y eficacia de la burocracia civil y militar

que sostenía al Estado.

 – El de los Estados nacionales, de es-

tructura unitaria o federal, establecidos

bajo el principio de la soberanía de una

comunidad étnica o histórica. En algu-

nos casos, su creación se remontaba a

los tipos medievales –Portugal, Francia,

Suiza– mientras que en otros, como Ale-mania e Italia, obedecía a recientes pro-

cesos de unificación interna o, por el

contrario, al triunfo de movimientos se-

paratistas de carácter étnico o religioso,

como sucedía con los jóvenes Estados

balcánicos. Un hecho fundamental era

que varios de estos países tenían fuera

de sus fronteras a una parte de su co-

munidad étnica. Era el caso de los ser-

bios de Bosnia y de Croacia, de los ru-

manos de Transilvania, de los italianos

de Istria y del Tirol meridional. Lapolítica de reunificación alentada por

estos Estados-nación promovía roces

continuos con los países vecinos y fue

elemento fundamental a la hora de de-

finir su implicación en la Gran Guerra.

 – El de las etnias sin Estado propio. La

llamada Primavera de los Pueblos había

animado, desde mediados del siglo XIX,

decenas de movimientos nacionalistas

entre las minorías étnicas. Procesos cul-

turales en su origen, dedicados a la re-

cuperación de tradiciones literarias ehistóricas y a la fijación escrita de las

adulteradas lenguas populares, estos

25

Imagen típica de la Belle Époque en Londres, en agosto de 1914. Nunca Europa había alcanzado tanta prosperidad, libertad, cultura y optimismo.

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nacionalismos derivaron hacia las revin-dicaciones políticas, que perseguían unalto grado de autonomía en el seno delos Estados o, directamente, la indepen-dencia. Hacia 1914, el grado de con-

cienciación nacionalista era muy alto en varios de estos grupos, algunos de loscuales –irlandeses, checos, polacos– im-plicaban a casi toda la comunidad en lalucha por la soberanía, pero sus posibi-lidades de lograr la independencia eranremotas. Sería la Primera Guerra Mundial, y sus secuelas revolucionarias, las quedieran un brusco giro a este panorama.

El orden liberalLas revoluciones políticas y sociales de laprimera mitad del siglo XIX habían ex-tendido por Europa las doctrinas del

constitucionalismo liberal. A comienzosdel XX, este modelo había triunfado entodo el continente, aportando a los sis-temas políticos principios democratiza-dores, como la libertad de asociación y de expresión o el sufragio universal mas-culino. Tras la revolución rusa de 1905 y el triunfo del Movimiento de los Jóvenes 

Turcos en el Imperio Otomano, la sobe-ranía nacional, el Estado de los ciuda-danos, parecía haber triunfado en todaEuropa de la mano de las Constitucionesliberales y parlamentarias, garantizandoel ejercicio de los derechos cívicos y elrespeto a la voluntad popular.

Pero tanto los modelos constituciona-les como su desarrollo práctico eran muy 

desiguales. Democracias consolidadas,como la británica o la francesa, convivíancon sistemas autocráticos plenos de re-miniscencias feudales, como el ruso y elturco, en los que la forzada aceptaciónde cartas constitucionales había sido unmero paréntesis entre dos reacciones. Enel Imperio de los Habsburgo convivíandos sistemas políticos distintos: el relati- vamente liberal y federativo de la Cislei-

tania austríaca, en manos de la burgue-sía germana, checa y polaca, y el auto-ritario de la Trainsleitania húngara, fé-rreamente controlado por la nobleza ma-giar. En el área mediterránea, países co-mo España, Italia y Grecia pugnaban se-riamente por modernizar sus estructurassociales y económicas, pero desarrolla-

ban un constitucionalismo liberal viciadopor las malas prácticas electorales y laspresiones de los poderes fácticos, enca-

bezados por el Ejército y la Iglesia.No existía nada similar al actual Esta-

do del bienestar. El desarrollo aceleradode las revoluciones industrial y agrariaterminó con las estructuras de la socie-dad estamental sin aportar un sistema deprotección para las nuevas capas desfa-

 vorecidas. El proletariado rural de losbraceros y el industrial, que se hacinaba

en míseros suburbios, carecía de segurode paro, cobertura sanitaria y pensiones.Las iglesias y organizaciones particularesseguían cubriendo, bajo el manto de la

caridad , lo que debieran haber sido de-rechos ciudadanos.

Los más perjudicados por el orden li-beral se habían asociado para reivindi-car su parte en la prosperidad general.El movimiento obrero, coordinado porlas Internacionales e inspirado por las

distintas orientaciones de la ideología so-cialista, sostenía una batalla feroz y de-sigual contra las estructuras capitalistas.

 Algo habían logrado a costa de grandessacrificios: desde los años ochenta del si-glo XIX, la burguesía había introducidomedidas proteccionistas para desactivarel potencial revolucionario de la cues-

tión social . La propia Iglesia católica se

había implicado en ello, y a partir de laencíclica papal Rerum Novarum (1891)desarrolló un catolicismo social que pre-ludiaba la actuación política de la de-mocracia cristiana.

Nacionalismo, parlamentarismo y ca-pitalismo liberal, los tres grandes prin-cipios revolucionarios, se habían im-puesto en el continente un siglo despuésde su enunciación. Pero el triunfo habíasembrado la semilla de nuevos, graves

 y acuciantes problemas en cuya reso-lución se jugaban la supervivencia lassociedades europeas.

Carrera armamentísticaUn conflicto continental era una posibi-lidad tan presente en las previsiones delos Gobiernos que el rearme aceleradoconstituía desde hacía tiempo una prio-ridad económica y técnica para los res-

ponsables políticos y militares. La ma-quinaria bélica se había hecho cada vez

más compleja y la carrera armamentistaalimentaba una industria en continuo au-ge. Los Estados mayores mantenían al díalos planes de ataque sobre sus vecinos,convencidos desde los tiempos del pri-mer Napoleón de que la ofensiva fulmi-nante y masiva, combinada con asedios y duros bombardeos a las plazas fuertes

que se resistían, era la mejor manera deganar rápidamente un conflicto, con el

menor coste posible para el vencedor. A comienzos del siglo XX, Alemania

pasaba por ser la primera potencia mili-tar del mundo. Durante décadas, su prio-ridad había sido evitar por medios di-plomáticos que Francia recupera una po-sición dominante en la política europea y pusiera en peligro su seguridad. La En-

tente franco-rusa, que amenazaba con en-cerrar las fronteras del Reich en un círcu-lo ceñido por sus adversarios, había cam-

biado las cosas. El gasto germano en ar-mamento aumentó rápidamente: en1900, suponía unos 40 millones de libras

26

El rearme era una prioridad para laspotencias, que aumentaron un 50 por 100sus presupuestos militares entre 1900-1914

 Jorge V de Inglaterra,

en una caricatura de

la época, alusiva al

poderío navalbritánico, desafiado

por Alemania.

Page 11: Dossier 069 - 1914, El Suicidio de Europa

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esterlinas, y en 1914 ascendía a 60 mi-llones. Frente a ello, Rusia, en vías de unarápida y complicada industrialización, lu-chaba por no quedar atrás, aunque par-tía de una posición más retrasada: conuna inversión similar a la alemana en1900, sus gastos alcanzaban los 89 mi-

llones de libras en 1914. Por su parte,Francia y Gran Bretaña también estabanembarcadas en esta espiral de gasto, que

en vísperas de la Gran Guerra le suponía75 millones anuales a la Hacienda britá-nica y unos 50 a la francesa.

No obstante, el sentido de estas in- versiones era muy dispar. Londres des-tinaba tradicionalmente grandes partidasa su Marina, consciente de su papel de

primera potencia oceánica. Cuando, apartir de 1905, el Reich germano inten-tó convertirse en una gran potencia

mundial rentabilizando su recién adqui-rido imperio colonial, e inició la cons-trucción de una gran flota de guerra, elgasto naval alemán se disparó, en de-trimento del Ejército, mientras que losbritánicos, con su programa de cons-trucciones navales prácticamente termi-

nado, aumentaban sus esfuerzos paramodernizar las fuerzas terrestres. La Tri-ple Entente incrementaba así su ventaja

27

MAGNICIDIO EN SARAJEVO, EL PRETEXTO1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

5

6

Población

Soldados (tras la movilización)

Flota mercante (tonelaje vapor)

Acorazados

Cruceros

Submarinos

Comercio exterior anual (en £)

Producción anual acero (tons.)

Kilómetros via férrea

Gran Bretaña Francia Rusia Alemania Austria-Hungría Turquía

46.407.037

711.0001

11.538.000

64

121

64

1.223.152.000

7.013.000

37.506

* Cada icono refleja la comparación de conceptos entre los países implicados. 1: Incluidas las colonias del Imperio.

39.601.509

3.500.000

1.098.000

28

34

73

424.000.000

4.402.000

40.754

167.000.000

4.423.000

(1913) 486.914

16

14

29

190.247.000

4.488.000

74.517

65.000.000

8.500.000

3.096.000

40

57

23

1.030.380.000

17.296.000

63.102

49.882.231

3.000.000

(1912) 559.784

16

12

6

198.712.000

2.683.000

44.072

21.373.900

360.000

(1911) 66.878

67.472.000

6.211

    E    S    P   A    Ñ   A

    P  O    R    T    U   G

   A    L

    I    T   A    L    I   A

    S    U    I    Z   A

    S    U    E   C    I   A

    N  O    R    U

    E   G   A

    I    M    P    E    R    I  O

   A    L    E    M

    Á    N

    I    M    P    E    R    I  O

    R    U    S  O

   G    R   A    N

    B    R    E    T   A

    Ñ   A

    S    E    R    B

    I   A

    M  O    N    T

    E    N    E   G

    R  O

   A    L    B   A

    N    I   A

    R    U    M   A

    N    I   A

    B    U    L   G

   A    R    I   A

    T    U    R  Q 

    U    Í   A

   G    R    E   C    I   A

    I    M    P    E    R    I  O

   A    U    S    T    R  O

    H    Ú    N   G

   A    R  O

    F    R   A    N

   C    I   A

EL EQUILIBRIO DEL PODER. 1914

Estados de Europa Central.Estados de la Entente.Estados neutrales.Futuros aliados de la Entente.Futuros aliados de los Imperios Centrales.

Alianza de los Imperios Centrales.Triple alianza de los Imperios Centrales e Italia.

Entente franco-rusa (1892).Entente cordial franco-británica (1904).Entente ruso-británica (1907).Alianza ruso-serbia (1878).Pacto británico-belga de defensade neutralidad belga.

1

2

34

5

6

7

1

2

2

3

47

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global en armamento, frente a una Ale-mania a la que la alianza con Austria-Hungría reportaba más inconvenientesque ventajas.

Movilización generalSi la carrera de armamento era una gra- vosa factura para las sociedades eu-ropeas, aún más lo sería la movilizaciónde sus ejércitos y el coste humano de laguerra. Pasado el tiempo de los ejérci-tos profesionales de tamaño reducido,la Revolución Francesa había

abierto camino al servicio mi-litar obligatorio, que se habíaextendido por todo el conti-nente al calor de las nuevasdoctrinas estratégicas. El ser- vicio de las armas era, se en-tendía, un deber cívico paratodos los varones jóvenes, y sólo su cumplimiento garanti-

zaba la plenitud de los dere-chos individuales inherentesal constitucionalismo liberal.Por tanto, beneficiados por laprestación gratuita de sus ciu-dadanos, los Estados mante-nían ejércitos regulares enor-mes en tiempos de paz, cuyoempleo en aventuras colonia-les no estaba justificado.

En caso de guerra conti-nental, sin embargo, tales ejér-citos serían insuficientes paralas operaciones previstas porlos estrategas. De ahí que seexigiera a los varones con elservicio militar cumplido un

esfuerzo suplementario: la re-serva, que les convertía enmovilizables forzosos hastaque alcanzaran la madurez.

Buena parte de los planes deguerra de un Estado Mayor sededicaba a prever la rápidamovilización de los reservistasciviles, su concentración y avi-tuallamiento y su rápido envío a los fren-tes. En el verano de 1914 las reservas hu-

manas disponibles a corto plazo eranenormes: Alemania tenía previsto movi-lizar hasta ocho millones y medio dehombres; Rusia, cuatro millones y me-dio; Francia, un millón menos, y el Rei-no Unido, sin fronteras terrestres, más

de setecientos mil combatientes.Este carácter obligatorio del serviciomilitar y la eficacia lograda en las mo-

 vilizaciones otorgaron a la Gran Guerraun carácter distinto a todas las anterio-res: la mayoría de la población mascu-lina europea se vio comprometida en elprolongado esfuerzo bélico. Cuando ter-minó el conflicto, un lustro después, se-

senta y seis millones de habitantes de Eu-ropa y de sus colonias habían vestidoel uniforme militar en los frentes o enla retaguardia, de los que más de ochomillones habían perdido la vida. Eleva-do precio que muchos habían estimado

necesario pagar por los derechos ciuda-danos tan duramente conquistados du-rante la anterior centuria.

El pretexto de SarajevoEl atentado de Sarajevo fue la válvula deescape de enormes tensiones nacionalesacumuladas. En un continente convul-

sionado desde hacía décadas por el te-rrorismo, fuese de origen anarquista o na-cionalista, el asesinato de los archiduques

austríacos constituyó un hecho excep-cional, precisamente porque se le atri-buyó el carácter de casus belli . Confor-me a una dinámica interna de carácterimperial, Viena asignó el impulso crimi-

nal, sin pruebas ni paciencia para en-contrarlas, a la débil e insumisa Serbia y se propuso conquistarla (algo pareci-do a lo sucedido en nuestros días con lainvasión norteamericana de Iraq). Y el

mundo pudo constatar, brusca pero noinesperadamente, cómo unos mecanis-

mos muy complejos e imposi-bles de controlar transforma-ban en cuestión de días un in-cidente diplomático en una

guerra de alcance planetario.Esto constituía una novedad.

Desde 1815, los conflictos ar-mados europeos se habían cir-cunscrito a zonas geográficaslocalizadas, y las potencias

continentales habían aplicadorápidamente mecanismos paraevitar su extensión. La opiniónpública de cada país se habíadividido y apasionado frente ala guerra franco-prusiana de1870, o las guerras balcánicas

de 1912-13, pero sin presiones

que condujeran a su implica-ción en el conflicto.En términos generales, los

europeos no querían la guerra y dentro de las Internaciona-les obreras había amplios sec-tores sociales dispuestos a evi-tarla. Pero la voluntad de losGobiernos y de los Estados

mayores de no transigir y ne-gociar cerró todos los caminosa la paz. Naturalmente, conta-ron con el apoyo de algunos

sectores de la población paraquienes la guerra, considera-da inevitable, constituía una li-beración de tensiones, comouna saludable cruzada nacio-

nal frente a un enemigo tan odiado co-mo escasamente perfilado. El ideólogo

nacionalista francés Maurice Barrés lo ex-presaba claramente: “Incluso antes deque haya descargado su lluvia de sangre,la guerra, sólo con su cercanía, nos hamanifestado ya sus fuerzas regenerado-ras. ¡Es una resurrección!...”.

Casi un siglo después, los hechos po-líticos y diplomáticos que llevaron a laGran Guerra pueden reconstruirse en su

28

Aparte de las armas convencionales, la industria militar comenzó a

suministrar nuevas armas a los ejércitos: globos, aviones y su antídoto:

la artillería antiaérea (postal alemana de comienzos de siglo).

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práctica totalidad. Pero sigue abierto eldebate sobre las causas profundas y lasculpas . En su origen inmediato, resultaevidente que el conflicto austro-serbionació de las tensiones desencadenadas

por la comunidad étnica serbia, que tra-taba de reunir a todos sus miembros enun moderno Estado-nación.

Enfrente se topaba con el viejo Im-perio confederal de los Habsburgo, enpeligro de desmembración a causa delos enfrentamientos entre sus nacionali-dades. Se trataba, pues, de unconflicto típico del siglo XIX 

entre las pervivencias estruc-turales del Antiguo Régimen y el impacto de las revolucionesnacional-liberales.

Todos culpablesPero, fuera de esta causa pri-maria, lo sucedido tras el aten-tado de Sarajevo pone de re-lieve la importancia de otrosfactores. Como la rigidez delos bloques político-militaresde la paz armada, que habían

sustituido a los más flexiblessistemas bismarckianos. O lacreciente influencia de los

círculos belicistas, apoyadosen cerriles discursos naciona-listas, tras los que se escon-dían con frecuencia vitales in-tereses económicos.

Fue en Alemania, de hecho,donde se decidió la acción

punitiva contra Serbia, que,probablemente, el Gobiernoaustro-húngaro no hubiera ini-ciado sin el respaldo de supoderoso socio. Fueron losestados mayores, y los círcu-

los belicistas que les ampara-ban, quienes persuadieron alos Gobiernos de Viena y Ber-lín para que aprovecharan la

oportunidad que les otorgabael provocativo ultimátum a Belgrado, ce-rrando la puerta a una eventual media-ción que evitara el conflicto. El Reich nodudó, para consolidar el vacilante pres-tigio de su principal aliado, en afrontar

el riesgo de una guerra general, espe-rando que conservara su carácter local.

Pero también es cierto que, por causas

fundamentalmente de política interior,las potencias de la Triple Entente ali-mentaron la hoguera. Especialmente Ru-

sia, donde la tradición de autocracia mi-

litarista y los reflejos de autodefensa lle- varon a una prematura movilización ge-neral, que pudo ser presentada por Ber-lín como un acto agresivo. Los respon-sables franceses alegaron, después, queno querían la guerra, pero actuaron de-cididamente en apoyo de Rusia, en laconfianza de contar con una opinión pú-blica que seguía esperando el desquitepor la humillación nacional de 1871. En

cuanto a los ciudadanos británicos, po-

siblemente contó en su adhesión a laguerra menos su fidelidad a la alianzacon Francia y Rusia que el horror ante eldrama de la invasión alemana de Bélgi-ca, que, además, disparó el secular mie-do insular a que una gran potencia hos-

til controlara la otra orilla del Canal.Parece indiscutible que Alemania tu-

 vo una responsabilidad directa e inme-diata en el desencadenamiento de la gue-rra, pero no cabe atribuirle la exclusiva.

Las potencias reaccionaron de manera

que sus respuestas se fueron acoplandounas a otras, hasta conformar una derivatan rápida como inevitable hacia la con-flagración general. En este sentido, sir- ve de poco señalar la presión de la opi-nión pública o la acción de tal o cual gru-po de intereses sobre cada uno de los be-ligerantes y atribuirles un papel decisivo.

El verano de 1914 supuso, por enci-ma de otras consideraciones, el triunfo

de los nacionalismos como fenómenosculturales y políticos. Los Go-biernos europeos, forzados aelegir entre la guerra y la paz,se hallaron prisioneros de unpasado de conflictos, cuyosobjetivos prioritarios eran laconsolidación de una con-ciencia nacional y la defensa,o adquisición, de una base te-rritorial definida por  fronteras étnicas . Para cimentar estoslogros, las elites nacionales nohabían dejado de utilizar, a lolargo del siglo XIX, todos losrecursos de la propagandaideológica y de la justificaciónhistórica, y de fomentar lasmás exaltadas pasiones colec-tivas y las más simplistas y 

manipuladas visiones del otro,del enemigo nacional, sin ros-tro y sin virtudes, al que aplas-tar en nombre del destino ma-nifiesto de la nación.

La afirmación del orgullonacional se manifestaba a tra- vés de demostraciones defuerza militar. Desde la Pe-nínsula Ibérica hasta la in-

mensidad de la estepa rusa, alos ojos de las masas, los ejér-

citos eran los guardianes delhonor patrio y los máximosexponentes de las virtudesraciales. Atrapados entrelas amenazas del exterior y 

las reacciones chauvinistas de su opinión

pública, ¿qué gobernantes habrían sidolo suficientemente osados para eludir laconflagración? Y aún más, ¿cómo hu-biera podía evitarla una generación deestadistas formados en la convicciónde que la guerra era un elemento útil pa-

ra fortalecer la solidaridad nacional y la

prosperidad del Estado? Y así, en aquel mes de agosto de 1914,Europa entró en el siglo XX.   ■

29

MAGNICIDIO EN SARAJEVO, EL PRETEXTO1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

El estudiante serbio Gabrilo Princip asesina al archiduque Francisco-

Fernando de Austria y a su esposa, Sofía, el domingo 28 de junio de

1914, en Sarajevo (ilustración de la época).

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El 28 de junio de 1914, el estu-diante serbio Gabrilo Princip

le pegó dos tiros al archiduqueFrancisco Fernando, herederodel trono del Imperio Austro-húngaro, enuna calle de Sarajevo. Las casas reinan-tes en Rusia, Alemania y Gran Bretañahubiesen entendido una represalia ful-minante y brutal de Viena, pero Austriadejó enfriar el cadáver de su Archidu-que. Lo que sucedió luego fue una ca-dena de errores y de irresponsabilidadesque costó más de veinte millones de vi-das y que arruinó Europa, privándola desu preeminencia mundial. Ocurrió así,

entre otras mil cosas, porque aquella Eu-ropa en paz y bien alimentada, se abu-rría. Winston Churchill escribiría: “Sa-tisfechas por la prosperidad material, lasnaciones se deslizaban impacientes ha-cia la guerra”. Una guerra que todos es-peraban ganar.

El conflicto se desencadenó con estasecuencia: Viena presentó un ultimátuma Belgrado el 23 de julio y le concediócuarenta y ocho horas para responder-lo; Serbia lo rechazó en parte el día 25 y Viena declaró la guerra a Serbia el 28.

Rusia reaccionó con la movilización ge-neral y Alemania exigió que la descon- vocara, amenazando con la guerra y, an-te el rechazo ruso, ordenó su propia mo- vilización general el 1 de agosto... Comosi se tratara de piezas de dominó, uno trasotro, los países implicados en las alianzasirían introduciéndose en la contienda.

Europa marchaba alegre hacia la gue-rra. Hubo manifestaciones de júbilo enMoscú, en Viena, en Belgrado, en Lon-dres, pero fue en Alemania y en Franciadonde la alegría desbordó todo lo pre- visible. En 1914 hacía cuarenta y cua-tro años que Alemania no entraba en

combate. Dos generaciones de alema-nes se habían dedicado a construir unpoderoso país y muchos creyeron queera el momento de tener un poco de ac-ción. Hitler escribiría años después: “Nome avergüenzo de confesar que, presade un entusiasmo irreprimible, caí de ro-dillas y agradecí al cielo que me hubie-ra permitido vivir semejante momento”.El 2 de agosto de 1914 una gran multi-tud se manifestó en la Odeonplatz deMunich, ante el palacio Feldhern, para vitorear al rey Luis III de Baviera y ce-

lebrar la declaración de guerra hechapor Alemania a Rusia el día anterior. Allí estaba Hitler, tal como demuestra una

foto tomada a la multitud. Con ayuda deuna lupa se le puede distinguir, feliz y emocionado, entre la masa que le rodea.

Guerra universal, guerra totalLo que no calculó ninguno de los quela desencadenaron es que el mundo en-tero iba a quedar involucrado en una ca-

tástrofe de magnitudes inimaginables.Inmediatamente comenzó a combatirseen el este y en el oeste, en África y enel mar... Y, en otoño, Turquía se aña-dió a la refriega, iniciando operacionescontra Rusia y Egipto. Y todo empeo-raría a partir de 1915, cuando Italia de-claró la guerra a Austria-Hungría; cuan-do los anglofranceses atacaron Turquíaen los Dardanelos; cuando canadienses,sudafricanos, neozelandeses, australia-nos y tropas procedentes de todas lascolonias británicas y francesas llegaron

a Europa a pelear por sus metrópolis;cuando los árabes se lanzaron contra losturcos; cuando los submarinos alemanes

30

DAVID SOLAR es periodista y profesor de

Relaciones Internacionales.

No se quiso la paz

¡A SANGREY FUEGO!

Austria, azuzada por los halcones alemanes,

declaró la guerra a Serbia y Rusia, y sin consultar

con Francia o Gran Bretaña, movilizó su ejército.

David Solar explica cómo las potencias

corrieron impávidas hacia el precipicio universal,

pensando que la victoria colmaría sus intereses

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declararon la guerra a todos cuantos tra-

ficaran con sus enemigos y, finalmente,

en 1917 cuando los norteamericanos de-

clararon la guerra a la Alianza.

El conflicto fue total: todos lanzaron

sus recursos humanos, económicos y 

tecnológicos a la lucha, que se libró fun-

damentalmente en tierra, pero también

en el aire, en el mar y bajo el mar... Na-da se libró de la guerra, tampoco las po-

blaciones civiles, acosadas por los bom-

bardeos artilleros y aéreos, por la acción

de los submarinos contra el tráfico de

mercancías y pasajeros... Ni las mino-

rías –armenios, kurdos, sirios, griegos– 

que, al socaire de la contienda, fueron

diezmadas. Se supone que cerca de diez

millones de soldados perecieron en el

frente y más de doce millones de civi-

les, en la retaguardia.

Nuevas armas se emplearon para ani-

quilar al enemigo: gases, bombardeos y ametrallamientos aéreos, blindados, ca-

ñones de un alcance y calibre jamás

antes empleado –el Gran Berta se labró

una leyenda disparando sobre Lieja y Pa-

rís–, lanzallamas, ametralladoras –reinas

de las trincheras y ruina de la caballe-

ría–, submarinos –terror de los mares...

 Aquel mortífero esfuerzo arruinó Eu-

ropa. Dos viejos Imperios, el Austro-

húngaro y el Otomano, se desintegra-

ron y sus fragmentos se convirtieron enrepúblicas, dando lugar a nuevas na-

ciones: Austria, Hungría, Checoslova-

quia, Yugoslavia, Iraq, Siria, Cisjorda-

nia... Y el Imperio ruso pasó a ser el so-

 viético, tras la revolución bolchevique

de 1917. Italia se transformó pronto en

una dictadura fascista y Alemania, en re-

pública, primero, y en el Imperio nazi

de Hitler quince años después.

Francia y Bélgica, arrasadas, comen-

zaron a fortificarse para la guerra si-

guiente; Gran Bretaña dejó de arbitrar la

política mundial y empezaron a eman-cipársele sus territorios más britanizados:

Canadá, Nueva Zelanda, Australia y 

31

Los jefes de Estado de la Entente, en agosto

de 1914: el zar Nicolás II, Jorge V deInglaterra, Alberto I de Bélgica y Raymond

Poincaré, presidente de Francia.

1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

Una batería alemana de obuses,arrastrada por caballos, atraviesa Saint

 Julien en pleno invierno (por Paul Hey).

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Sudáfrica... Y en las restantes colonias deGran Bretaña, Francia, Bélgica u Holan-da, cuyos habitantes habían combatidoen Europa junto con los soldados me-tropolitanos, surgió el nacionalismo y la

aspiración de independencia. Y no sólo cambiaron las armas, las

mentalidad y las fronteras, también laquímica, la medicina, la mecánica, las re-laciones laborales, políticas y la moda...tras la guerra surgió un mundo nuevo,más libre y reivindicativo, tanto en lo so-cial como en lo político.

Dios nos ayudaráPero todo eso no podía intuirlo nadiecuando, a las 11 de la mañana del martes28 de julio de 1914, Friedrich von Wies-ner, ministro de Asuntos Exteriores de Austria, envió al primer ministro serbio,

Nikola Pasich, la declaración de guerrapor medio de un telegrama –era la pri-mera vez que tal cosa ocurría–. El jefe delGobierno serbio se hallaba almorzandoen el restaurante del hotel Europa de Nis.Uno de los presentes narró el aconteci-miento: “El comedor estaba atestado decomensales procedentes de Belgrado. En-tre las doce y la una entró un mensajero

 y entregó algo al señor Pasich, que comía

no lejos de mi, dos mesas más allá. Pasichleyó el mensaje que se le había entrega-do, y después se levantó y dijo, en mediode un silencio sepulcral: 'Austria nos hadeclarado la guerra. Nuestra causa es jus-ta. ¡Dios nos ayudará!’”. Poco después delas tres de la tarde, dos buques fluvialesaustríacos abrían fuego sobre Belgrado.

Cuando la noticia llegó a las cancille-

rías de las grandes potencias no causóuna alarma espectacular. Supusieron quetodo quedaría en una ocupación tem-poral de Belgrado, que se resolvería me-

diante una negociación, por lo queadoptaron precauciones, sin llegar a lamovilización general. Pero Rusia tenía

otros problemas: su escasa infraestruc-tura impedía una movilización parcial,por lo que estaba abocada a que sus  pre-cauciones  respecto a Austria-Hungría seconcretasen en una movilización gene-ral, so pena de quedar indefensos du-

rante semanas frente a Alemania. El zardudó veinticuatro horas, hasta que, sinconsultar ni a París ni a Londres, firmóla movilización el día 29 por la tarde.

En aquellos momentos la movilizaciónera tan compleja que resultaba muy di-

fícil paralizarla sin quedar algún tiempo

Guillermo II de AlemaniaPotsdam, 1859-Doorn, Países Bajos, 1941Accedió al trono imperial en 1888. Impul-

só la expansión co-lonial y marítima desu país y el desarro-llo de las fuerzas ar-madas. Fue un ele-mento determinantedel estallido de laGran Guerra. En1918 abdicó y par-tió hacia el exilio.

PROTAGONISTAS

Francisco José I de Austria-HungríaSchönbrunn, 1830-Viena, 1916Emperador de Austria y rey de Hungríadesde 1848, instauró una política autorita-

ria, apoyada en el ejército, la policía y laburocracia. Perdiólas posesiones aus-tríacas en Alemaniae Italia y fracasó ensu voluntad de uni-ficar los diferentespueblos de su Impe-rio, que se disgregótras la derrota.

Mehmet V ResatConstantinopla, 1844-1918

Trigésimo quinto y penúltimo sultán oto-mano, subió al trono en 1909, gracias a lavictoria de los Jóve- 

nes Turcos que de-pusieron a su her-mano Abdulha-mid II. Padeció lasinsurrecciones alba-nesas (1910-1911),el ataque de Italia(1911) y las guerrasbalcánicas, que fue-ron despedazando el

Imperio. Murió poco antes del final de laguerra, ocaso de la Sublime Puerta.

Nicolás II de RusiaTsarskoie Sielo, 1868- Yekaterinburg, 1918Emperador desde 1894, durante su reina-do –marcado por la defensa de sus prerro-

gativas autócratasfrente al crecientepoder revoluciona-rio– Rusia tuvo unespectacular creci-miento demográficoe industrial. Entróen guerra por defen-der los intereses ycompromisos rusos

en los Balcanes. Laderrota propició la victoria bolchevique y lecostó la vida y la de toda su familia.

Jorge V de Gran BretañaLondres,1865-Sandringham,1936Rey desde 1910, tuvo que hacer frente anumerosos problemas internos antes y des-

pués del conflicto.Entre ellos, una cri-sis constitucionalque ayudó a supe-rar, diversos contra-tiempos coloniales yeconómicos de laposguerra. Muy con-servador, fue un es-tricto defensor de lapolítica insular.

Pedro I de SerbiaBelgrado, 1844-1921Rey de Serbia entre 1903 y 1918 y de los

serbios, croatas yeslovenos entre1918 y 1921. Im-pulsó la moderniza-ción del país, el cre-cimiento económi-co, la alfabetizacióny la democratiza-ción. Ambicioso yvencedor en las dosguerras balcánicas,

constituía una amenaza tanto para Austria-Hungría como para Turquía.

Alberto I de Bélgica

Bruselas, 1875-Marche-les-Dames, 1934Su defensa del país tras la invasión alema-

na de 1914 le con-virtió en un héroenacional –El rey Ca- 

ballero –. Dirigió conacierto las operacio-nes militares, ce-rrando al invasor elcamino en Dunker-que y en Calais. Trasel conflicto, su pres-tigio arbitró sin opo-

sición todas las cuestiones importantes.

Raymond PoincaréBar-le-Duc, 1860-París, 1934Diputado, senador, jefe de Gobierno en1913, presidente de Francia, le tocó lidiarcon la declaración de guerra a Alemania,frente a la que siempre había abogado porla mano dura . Desde 1914 fue el líder de

la “Unión Sagradade la patria france-sa”. Tras la guerra,volvió a formar go-bierno (1922-1924y 1926-1929), enun período marcadopor los problemas

económicos y las re-presalias contra Ale-mania.

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indefenso; por eso, decir movilización

general casi equivalía a la guerra. Eso es

lo que sintió el jefe del Estado Mayor

alemán, Helmuth von Moltke, sobrino

del victorioso mariscal del siglo anterior. Al conocer la noticia pidió los planes mi-

litares elaborados años antes durante el

mando del conde Alfred von Schlieffen

 y, al abrir la voluminosa carpeta, se en-

contró con que su ejército debía utilizar

11.000 trenes en su ofensiva contra el

oeste y canalizarlos, a través del nudo

ferroviario de Aquisgrán, hacia Bélgica.

Este pequeño país sería utilizado co-

mo camino de penetración hacia el sur,

sorprendiendo a los franceses por un lu-

gar donde no esperaban ser atacados.

Contaba el Plan Schlieffen con derrotara los franceses en cuestión de semanas

 y, entre tanto, un pequeño ejército en-

tretendría a los rusos en el este, para

contraatacarles con todas sus fuerzas una

 vez terminada la campaña de Francia.

Un mecanismo preciso y delicado, en

el que cualquier torpeza impediría la vic-

toria que, además, dependía de nume-

rosos factores previstos favorablemen-

te por el plan alemán. Para empezar, de-

bía evitarse un colapso ferroviario. Por

eso, cuando el Zar movilizó a su ejér-

cito, Moltke, dando por sentado que nose volvería atrás, cursó las disposiciones

preliminares para la movilización gene-

ral. En efecto, el 1 de agosto, Moscú de-

claró la guerra a Alemania y en Berlín se

supuso que la guerra implicaba a los

aliados de Rusia, por lo que el Kaiser se

dispuso a firmar solemnemente la orden

de movilización general. Pero aún no

había estampado su firma cuando le pre-

sentaron un telegrama que garantizaba

la neutralidad británica si Alemania no

atacaba a Francia. Todos lanzaron un

suspiro de alivio y, más que ninguno,

Guillermo II, que, feliz, exclamó:

“¡Hay que celebrarlo con champán!

Debemos parar la marcha hacia el

Oeste”.

Entonces se oyó, como saliendo de ul-

tratumba, la voz de Moltke:

“Eso resulta ya imposible. Todo el ejér-cito quedaría sumido en el caos”.

Los ojos convergieron hacia el anciano

general, que si habitualmente parecía

enfermo, en aquel momento tenía la faz

cadavérica y boqueaba como un pez

fuera del agua. Todos entendieron que

 ya estaban en los andenes los primeros

diez mil vagones, cargados de soldados

 y pertrechos. Volver todo aquello hacia

el este dejaría a Alemania indefensa du-

rante muchos días. En medio de un mor-

tal silencio, el Kaiser tomó la pluma y 

firmó la movilización general.

La clave belgaCon todo, aún había tiempo para no ir

a una confrontación general. El emba-

jador alemán en París visitó, de inme-

diato, al primer ministro francés, René

 Viviani, al que exigió la promesa de laneutralidad francesa ante la guerra ger-

mano-rusa. Viviani, replicó displicente:

“Francia actuará de acuerdo a sus in-

tereses”.

Hasta el despacho de Viviani, que os-

tentaba, también, la cartera de Exterio-

res, llegaba la algarabía organizada en las

calles por los entusiasmados manifes-

tantes, con sus charangas e himnos pa-

trióticos: “¡La revancha, al fin!”. El día 3

de agosto, después de algunas fintas es-

túpidas, ambos países estaban en guerra.

En Londres lo pensaron mejor. Técni-camente, para el Reino Unido la Enten-

te era un acuerdo de entendimiento,

33

NO SE QUISO LA PAZ. ¡A SANGRE Y FUEGO!1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

ESPAÑAPORTUGAL

FRANCIA

GRANBRETAÑA

PAÍSESBAJOS

BÉLGICA

LUX.

IMPERIOALEMÁN

IMPERIOAUSTRO-HÚNGARO

IMPERIORUSO

IMPERIOOTOMANO

RUMANIA

BULGARIASERBIA

MONTENEGRO

ALBANIA

ITALIA

GRECIA

SUIZA

NORUEGA

SUECIA

DINAMARCA

EUROPA SE DECLARA LA GUERRA

París •

Viena •

Roma •

Mar 

d el 

Nor t e 

• Berlín

• Budapest

• Atenas

• Bucarest

•San Petersburgo

Londres•

Bruselas•

Sofía•

Belgrado•

Varsovia•

Constantinopla•

    O    c     é

    a    n    o

    A    t     l    á

    n     t     i   c

   o

M  a r    M e d i t e r r áneo

M a r   N e g r  o  1

2

3 13

6

5 78 9 12

15

10

11 14

4

  28 de junioAsesinato del archiduquede Austria Francisco-

Fernando en Sarajevo

por un joven bosnio.

  23 de julioUltimátum de Austria-

Hungria a Serbia.

  23 de julioFrancia dispuesta acumplir sus compromisos

con la alianza, si esnecesario.

  25 de julioBelgrado acepta todos

los puntos del ultimátum,menos uno.

  25 de julioRusia apoya a Serbia.

  28 de julioAustria-Hungria declara

la guerra a Serbia.

  30 de julioMovilización generalen Rusia.

  31 de julioUltimátum de Alemaniaa Rusia.

  1 de agostoAlemania declara

la guerra a Rusia.Movilización general.

  2 de agostoAlemania viola la

neutralidad belga.

  2 de agostoApoyo de las fuerzasnavales británicas

a Bélgica.

  3 de agostoAlemania declarala guerra a Francia.

  3 de agostoFrancia declara

la guerra a Alemaniay a Austria-Hungria.

  4 de agostoEl Reino Unido declara

la guerra a Alemania.

  Italia se niega

a entrar en guerra.

1 8 12

13

14

15

9

10

11

2

3

4

5

6

7

Estados de Europa Central.

Estados de la Entente.

Estados neutrales.

Futuros aliados de la Entente.

Futuros aliados de los Imperios Centrales.

La Entente representada en una postalfrancesa de 1915-16: Gran Bretaña, Japón,

Bélgica, Francia, Italia, Rusia y Serbia.

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amistad y apoyo diplomático, no unaalianza militar. Por eso pidieron a los ale-manes que no atacaran Francia, pero, in-cluso cuando vieron que la guerra ger-mano-francesa era inevitable, trataron deno verse implicados, por lo que única-mente exigieron que la flota alemana semantuviera lejos del Canal de la Man-cha. Es decir, querían mantenerse neu-trales, pero no consentirían amenazas,cosa que ocurriría si Bélgica era impli-cada en el conflicto. Desde época na-poleónica, Gran Bretaña se oponía acualquier hipotética amenaza instaladaal otro lado del Canal. Por tanto, el Go-bierno anunció el 2 de agosto:

“Cualquier violación sustancial de laneutralidad de Bélgica nos forzaría a in-tervenir en la guerra”.

Era domingo. Los belgas disfrutarondel descanso festivo totalmente ajenos aque existía en el Estado mayor alemánun artero plan de operaciones que lesimplicaba en la contienda. Creían losbelgas que la guerra les iba a llegar has-ta la frontera, pero que nadie se atre- vería a perturbar su neutralidad, sobretodo porque la protegía Gran Bretaña.La mayoría de los belgas pudo acostar-se en paz aquel domingo 2 de agosto,no así su Gobierno, que se reunió en se-sión de urgencia cerca de la mediano-che: poco antes, Alemania había pre-sentado una demanda de paso para sustropas. Después de un angustioso de-bate, el gabinete rechazó la petición y adoptó las únicas medidas posibles: mo- vilizar su ejército y pedir apoyo diplo-mático a Gran Bretaña.

Gobierno y Comunes llegaron a unacuerdo de inmediato: al día siguiente,3 de agosto, pedirían seria y cortésmentea Alemania que no tocara a Bélgica.Cuando el mensaje llegó a Berlín, las vanguardias germanas ya penetraban enBélgica. El ministro británico de Exte-riores, sir Edward Grey, replicó con unultimátum si Alemania no respetaba laneutralidad de Bélgica... Como Berlín noordenase la retirada de sus unidades de vanguardia, a las 23,15 horas de Gren- wich, el Gobierno británico, presidido

por Lord Asquith, declaró la guerra a Ale-mania... Luego, según pasaban los días,todos se fueron declarando mutuamen-te la guerra, mientras la maquinaria bé-lica, almacenada durante años, sembra-ba de muertos medio continente.

Europa empuñó el fusilEl 5 de agosto de 1914, el primer ejér-cito alemán, mandado por Alexander von Kluck, atacó los fuertes de Lieja. Laneutral Bélgica recibía el primer impac-to de la guerra. Los alemanes advirtie-ron, con sorpresa, que las pequeñas y anticuadas fuerzas belgas tenían mayorentidad de lo que habían supuesto y que, instaladas en sus fortificaciones,ofrecían una tenaz resistencia. El PlanSchlieffen no había previsto el patriotis-mo de los soldados, ni la unidad demando, encarnada con éxito por el rey  Alberto, que, pese a su juventud, mos-tró valor y coherencia durante la lucha.Pero sus fortificaciones estaban obso-letas y las de Lieja, vitales para impedirel despliegue alemán, carecían de en-laces atrincherados, lo que permitió a losatacantes atravesar esas desprotegidas lí-neas durante la noche del 7 de agosto y apoderarse de la ciudad. A la semana de haber comenzado la

guerra, ésa era la única acción impor-tante. Los implicados aún no habían ter-minado de intercambiarse sus declara-ciones de beligerancia. Quizás todavíahubiera podido frenarse la conflagra-ción, pero la diplomacia ya no busca-ba soluciones pacíficas y en aquellosmomentos se afanaba en rebañar el pla-to continental de las alianzas: Turquía,aunque no entró en guerra hasta el oto-ño, se había unido secretamente a la Tri-ple Alianza a comienzos de agosto; sin

embargo, esta Alianza se había queda-do en “doble” porque Italia renunció aintervenir, chalaneando con uno y otrobando hasta que, en la primavera de1915, se decantó por la Entente, tras lasgrandes promesas que le brindó el Tra-tado de Londres (26 de abril). Bulgaria,Rumania y Grecia tenían el corazón par-tido y lo que, al final, les decidió fueronlas compensaciones territoriales que uno y otro bando les prometieron: así se in-miscuyeron en la Gran Guerra los pro-blemas no resueltos por las guerras bal-

cánicas. Bulgaria se integraría en la Alianza, Grecia, en la Entente y Bulga-ria sería ocupada por Alemania.

34

Ametralladora francesa al inicio de la guerra. Los franceses no habían desarrollado su doctrina

sobre este arma, ni creían en las posiciones fijas; su táctica preferida era el ataque a ultranza.

Alberto I de Bélgica en una postal española de

la época, puesta en circulación en homenaje

de la resistencia de Lieja ante los alemanes.

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de escaramuzas, terminó el día 10: los ale-manes se replegaron. Aunque las pérdi-das no fueron muy importantes, los ale-manes advirtieron el embrollo en el quese hallaban: fracasado el Plan Schlieffen,

no habría victoria fulgurante en el oeste,por lo que se hallaban abocados a unaguerra en dos frentes. En Berlín comen-zaron a tomar medidas: Moltke fue sus-tituido por Erich von Falkenhayn y Kluck,licenciado, cuando se presentó la ocasión,en marzo de 1915, tras una leve herida.

El rodillo rusoEl este no era una prioridad en el PlanSchlieffen, tanto por lo poco que valo-raba la rapidez del despliegue ruso comosu organización. Los acontecimientos fue-

ron diferentes que los planes teóricos. Pri-mero, los rusos se habían adelantado enla orden de movilización, lo que les diocuarenta y ocho horas de ventaja; se-gundo, los franceses, angustiados, urgíanel comienzo de la ofensiva rusa, para des-congestionar su frente. Esto último fuedecisivo, pues, con apenas un tercio desu movilización realizada, los rusos pa-saron a la ofensiva. Contaban con pocomás de millón y medio de hombres, conescasa cobertura artillera y munición ta-sada, para hacer frente a poco más de

la mitad de fuerzas, aunque más ágilesgracias a sus ferrocarriles y más potentesmerced a su buena artillería.

Tampoco en este frente se cumpliríanlos presupuestos del Plan Schlieffen. EnPrusia Oriental, los alemanes –unos250.000 hombres– pudieron darles unauténtico repaso a los rusos, pero se pre-

cipitaron, propiciaron el contraataqueruso y perdieron los nervios, agobiandoa Moltke con peticiones de refuerzos. És-te retiró cerca de cien mil hombres delala derecha en Francia y envió a Prusiaa Paul von Hindenburg –al que, a sus 67años, sacó del retiro– como jefe del ejér-cito y a Ludendorff, como jefe de su Es-tado Mayor. El 24 de agosto llegaron alfrente y dos días después entablaban labatalla de Tannenberg, que concluía el

día 29 con su aplastante victoria. Ape-nas una semana más tarde, caían sobreotro ejército en los Lagos Massurianos y en una semana de lucha lo desintegra-ron, causando cerca de 250.000 bajasa los rusos en ambas batallas. PrusiaOriental quedaba libre de amenazas.

Mientras los alemanes se imponían enla zona norte de ese amplio frente orien-

tal, los austríacos se atragantaban enGalitzia, al sur de la Polonia rusa. Trasalgunos éxitos iniciales, el dispositivo

austro-húngaro se vino estrepitosamen-te abajo, perdiendo la mitad de todossus efectivos e ingente cantidad de ar-mamento. Del completo desastre le sal- vó la reacción de Hindenburg, que ata-có a los rusos en dirección Lodz-Varso- via. Con sus pequeñas fuerzas no podíaengullir un bocado tan grande, pero, almenos, logró estabilizar el frente, librar Alemania de la amenaza rusa y evitarel desplome austríaco.

Serbia enseña los dientes Al anciano Francisco José se le estabanamargando sus últimos días, pues las no-ticias que llegaban del frente serbio no

eran mejores que las de Galitzia. El Im-perio siempre había considerado des-pectivamente a los serbios “pastores y porquerizos” y en agoto de 1914 se lebrindaba la ocasión de terminar con suinsolencia, su terrorismo y vengar elmagnicidio de Sarajevo, que en Viena seatribuía directamente a Belgrado. Con400.000 hombres, inició una ofensiva el

general Oskar Potiorek, el vengador ,amigo del archiduque asesinado, al queacompañaba el día del atentado. Los

37

NO SE QUISO LA PAZ. ¡A SANGRE Y FUEGO!

El ejército austro-húngaro, pese a su

superioridad armamentística, fue vencidotanto por los rusos como por los serbios

Dos días después de llegar al frente, Hindenburg atacó a los rusos en Tannenberg y, entre el 26-29 de agosto, logró una extraordinaria victoria.

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serbios apenas disponían de la mitad defuerzas adiestradas; su movilización,echando mano de hasta los hombres demás de sesenta años, equilibraba el nú-mero, pero su armamento era hetero-géneo y anticuado; disponían de pocasametralladoras y de escasa artillería. Contodo, operaban en un terreno conoci-do y favorable a la defensa. Eso les per-mitió rechazar el ataque austro-húngaroe, incluso, hacer expediciones punitivasal otro lado de la frontera.

Esas audacias les fueron menos posi-tivas. Los cañones húngaros aplastarona los serbios junto al río Sava, mientrasPotiorek perseguía a dos de sus divisio-nes que penetraron en Bosnia y mar-chaban hacia Sarajevo. Cuando todo pa-recía favorable a los serbios, cayó el maltiempo y se hallaron aislados, sin reser- vas y obligados a retirarse. Potiorek ini-ció, nuevamente, el contraataque y to-do parecía a su favor: muchos serbiosdesertaron para tratar de auxiliar a susfamilias; la tierra, cubierta de nieve, noofrecía recurso alguno, mientras los aus-tríacos se movían seguidos por trenes desuministros. Pero la confianza en la vic-toria perdió a los austríacos: quisieronbrindar a su emperador la conquista deBelgrado en el 66 aniversario de su co-ronación, y suponiendo que se enfren-taban a bandas de guerrilleros y bandi-dos, avanzaron despreocupadamente. El3 de diciembre, el anciano rey Pedro Ide Serbia, tomó un viejo fusil y 40 car-tuchos y se presentó en las líneas detrincheras que defendían el camino deBelgrado; su presencia galvanizó a la po-blación que con todos los medios a sualcance contraatacaron y sorprendierona los austríacos poniéndoles en fuga. El15 de diciembre, el gobierno serbio, es-

tablecido en Nis, ofrecía este comuni-cado: “En todo el territorio del Gobier-no serbio no queda ni un sólo soldadoenemigo en libertad”.   ■

38

Los reyes en el frenteLos reyes abandonaron sus palacios y se

presentaron en las trincheras. A Pedro I de

Serbia se le vio frecuentemente con sus tro-

pas y, también, mezclado con la población

civil, en las retiradas. La escena de los sobe-

ranos, levantando el ánimo de sus soldados

en primera línea, fue frecuente: allí se pudo

ver a Guillermo II de Alemania, a Jorge V

de Inglaterra, a Alberto I de Bélgica, a

Víctor Manuel III de Italia, a Constanti-

no I de Grecia, a Francisco José de Aus-

tria... aunque éste era ya tan anciano que se

conformó con despedir a sus tropas en Vie-

na; el emperador de Austria-Hungría no

vería su derrota ni la disgregación de su

Imperio, pues falleció antes de que termi-

nara la guerra. Y, en el frente estuvo, sobre

todo, el zar Nicolás II de Rusia, que allí se

encontraba cuando estallaron los sucesos

revolucionarios que le costaron la corona.

Las mujeres en la guerraLa formidable movilización realizada por

los países beligerantes convirtió a las mu-

jeres en la primera fuerza de la retaguar-

dia: fueron enfermeras -el 90 por 100 del

personal de los hospitales– policías, ofici-

nistas, conductoras de metro y autobús y,

sobre todo, obreras en las fábricas. En

l918 trabajaban en Gran Bretaña1.300.000 mujeres más que antes de la

guerra, 700.000 de ellas ocupando pues-

tos laborales que habían pertenecido a

hombres, y otro tanto ocurría en Francia y

Alemania. Sólo en Berlín y en la industria

de uniformes militares trabajaban 25.000

obreras. En el campo, su trabajo fue vital

para la supervivencia de todos. Su decisiva

participación en la guerra constituyó un

extraordinario avance en la lucha por la

igualdad de derechos.

Llegan los norteamericanosUna de las novedades en la Gran Guerra

fue la presencia de norteamericanos en los

frentes europeos. Washington pretendió

una neutralidad activa –sus industrias y

mercados suministraban a los anglo-france-

ses– pero se vieron involucrados por el in-

terés de muchos de ellos en participar; por

la torpeza alemana al atacar sus buques de

pasajeros y mercancías; por las presiones

anglo-franceses para que lo hicieran, crean-

do ficciones tales como el telegrama Zimmer-

mann que proponía un ataque mexicano

contra Estados Unidos... El envío de mi-

llón y medio de soldados a Europa resultó

decisivo a partir del verano de 1918. Aquí 

dejaron su vida 114.000 de ellos y, tam-

bién, las cepas de una gripe que causaría

millones de muertos (ver “La Gripe españo-la”, La Aventura de la Historia, núm. 56.).

NOVEDADES EN LA GRAN GUERRA

FUSI, J. P., Historia Universal, el siglo XX, I ,

Madrid, Historia 16, 1997.

MIRALLES, R., Equilibrio, hegemonía y reparto.

Las relaciones internacionales entre 1870 y 

1945 , Madrid, Síntesis, 1996.

RENOUVIN, P., Historia de las relaciones internacio- 

nales. Siglos XIX y XX , Madrid, Akal, 1982.

ZORGBIBE, C., Historia de las relaciones internacio- 

nales. 1. De la Europa de Bismarck hasta elfinal de la Segunda Guerra Mundial , Madrid,

Alianza, 1997.

PARA SABER MÁS

 Jorge V de Inglaterra visitó muchas veces a sus soldados. Aquí, seguido por el Príncipe de

Gales, pasa revista a las tropas que van a ser enviadas al continente (por Matania).

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NO SE QUISO LA PAZ. ¡A SANGRE Y FUEGO!1914, EL SUICIDIO DE EUROPA 

¡Alarma, gas!El 22 de abril de 1915, durante la batalla

de Ypres, la artillería alemana comenzó a

disparar granadas que no reventaban las

trincheras, sino que despedían un humo

amarillento... Era cloro... Dos divisiones

aliadas se dispersaron, pero los militares

germanos, tan sorprendidos por el resulta-

do como los aliados, no aprovecharon la

sorpresa. Cinco meses después, también

los británicos comenzaron a emplear gases.

Y se sucedieron los venenos: fosgeno, di-

fosgeno, cloropicrina, ácido cianídrico, gas

mostaza... Eran lacrimógenos, quemaban

la piel y los pulmones, actuaban sobre el

sistema central, paralizaban a los comba-

tientes... Y, con ellos, se generalizó el em-

pleo de máscaras antigás entre los comba-

tientes. Su importancia psicológica fue

enorme, su utilidad militar, pequeña.

Tanques y avionesUna de las innovaciones de la guerra fue el

empleo de aviones. Poco antes hubiera sido

inimaginable que Alemania pudiera bom-

bardear Inglaterra y, sin embargo, llegaron

a realizar incursiones con 33 aparatos... es-

caso número, de cualquier forma, cuando

contaba con unos 4.000 aparatos. Había es-

casa confianza en la aviación, aunque prestó

importantes servicios de información y se

convirtió en una especie de caballería vo-

lante para perseguir al enemigo en retirada.

El tanque lo inventaron los ingleses para

superar el fuego de las ametralladoras ale-

manas y debe su nombre al secreto de los

fabricantes, que pedían chapa para tanques

de agua o combustible. Fueron importan-

tes en los primeros momentos, pero pasada

la sorpresa se revelaron lentos, volumino-

sos, torpes en los enjambres de embudos de

los campos de batalla y muy vulnerables

ante el fuego de la artillería.

Las trincherasLa característica militar más llamativa de

la Gran Guerra fueron las trincheras. Los

alemanes pensaron que sería una veloz

guerra de movimientos: desde el 5 de

agosto de 1914 al 6 de septiembre avanza-

ron desde la frontera belga hasta el Marne,

250 kilómetros victoriosos que ponían Pa-

rís a su alcance. Ahí se paró la carrera y co-

menzó el espanto de las trincheras: duran-

te cuatro años, millones de hombres com-

batieron como topos sobre un territorio demenos de 50 000 kilómetros cuadrados

Nunca antes ni después tan escasa porción

de tierra fue regada por tanta sangre, gol-

peada por tanta metralla, cruzada por tan-

tas trincheras... Los zapadores removieron

más de 300 millones de metros cúbicos de

tierra para excavar 200.000 kilómetros de

trincheras... donde se enterraron cuatro

millones de vidas.

La ingeniería de la luchaTodos se protegieron con trincheras, para-

petos, pasos desenfilados, túneles, refugios,

blocaos, alambradas, obstáculos... Tal den-

sidad de fortificaciones hizo poco eficaz el

empleo de la artillería cuyos proyectiles, en

altísimo porcentaje, sólo removían el terre-

no: ofensivas hubo, como en el Oise, en

marzo de 1918, en que los alemanes dispa-

raron con 6.000 cañones, durante cuatro

horas y media, en un frente de 70 kilóme-

tros... y les respondió el fuego de más de3.000 piezas. Esa lluvia de metralla borra-

ba las trincheras y causaba tantos y tan

profundos embudos que era difícil caminar

por el campo de batalla, sobre todo en días

de lluvia: soldados hubo que se ahogaron

en ellos... Imagínese el espanto de la infan-

tería avanzando bajo la lluvia, hundiéndose

en el barro hasta media pierna y atenta a no

caer en un mortal embudo mientras las

ametralladoras siegan sus filas.

Perra vida

La vida en las trincheras fue uno de losmayores espantos que soportaron los com-

batientes. Vivir mal alimentados, casi siem-

pre mojados y embarrados, ateridos, ente-

rrados en lugares reducidos y en una tierra

tan fría y húmeda como el norte de Francia

y el sur de Bélgica causó muchos millares

de bajas debido a las gripes, pulmonías, tu-

berculosis, reuma y a todo tipo de enferme-

dades contagiosas propagadas por piojos,

pulgas, ladillas y ratas... Las ratas, bien ali-

mentadas de tanto cadáver insepulto y de

tantos depósitos de víveres despanzurrados

por la artillería, proliferaron a millones,

convirtiéndose en uno de los suplicios de

los combatientes, que tenían que quitárse-

las de la cara o las manos, mientras dormí-

an. Uno de los cuerpos especializados en

ambos bandos fue el de los desratizadores.

La cosecha de la guadañaNunca antes hubiera podido sospecharse tal

mortandad. Perecieron cerca de 10 millones

de soldados, a un promedio de 5.121 caídos

por día; en las guerras napoleónicas, 1800-

1815, el promedio fue de 365; en la de Se-

cesión americana, de 518; en la Franco-pru-

siana, de 876. Las cifras del horror aumen-

tan si se considera que perecieron, además,

12 millones de civiles: genocidios, bombar-

deos, hundimiento de buques, hambres y,

sobre todo, la gripe de 1917-18. Rusia fue

el país más castigado, con 4 millones de

muertos militares y civiles; luego, Alema-

nia, con 2.812.000; después, Francia,

2.400.00; Austria-Hungría, 2.200.000. En

el Imperio Otomano perecieron no menos

de 5 millones, incluyendo el genocidio de

armenios, sirios, griegos y judíos.

Soldados británicos toman una trinchera

alemana, en la que han muerto todos sus

defensores. Frente de Flandes, marzo, 1915.

Hubo batallas tan sangrientas que se

utilizaron perros para buscar a los heridosentre los montones de muertos (Matania)