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Nací hace cuatro años en el seno de una pequeña y modesta familia. Desde entonces he sido capaz de bastarme a mí misma, pero la vida no es fácil, debo confesar que soy de naturaleza más bien agresiva. "DE CONDUCTA IRREPROCHABLE: 1 Biografía de una especie cosmopolita E scribir acerca de la conducta de unos seres tan comunes y a la vez tan alejados de nuestros antropo- céntricos intereses, como lo son las lagar- tijas, es particularmente difícil sobre todo 7 ' si tomamoy en cuenta que a pesar de ha- ber realizado personalmente algunos tra- A! % bajos al respecto, en esta ocasión no se ' - trata de presentar los resultados de un es- C tudio particular a un auditorio especiali- zado. Sin embargo, Fe Iia procurado resol- ver esta dificultad describiendo de forma amena y a manera de cuento algunos de los patrones básicos y algunos de los as- pectos más llamativos del comportamien- to de estos pequeños organismos, toman- do para el efecto no sólo los resultados de observaciones propias sino, sobre todo, de la abundante literatura concerniente al particular. Cabe hacer la aclaración de que la informacibn ha sido seleccionada --como biólogo que soy- con la premisa básica de que el comportamiento de los individuos es un rasgo adaptativo pri- mordial de los mismos y que en conse- cuencia se encuentra indisolublemente li- gado a los requerimientos ecológicos y pautas evolutivas tanto de los propios or- *Profesor de la cátedra de ecología de poblaciones, en la Sección de Graduados de Ciencias Biológicas del IPN. Investigador en el Instituto de Ecología e integrante del Sistema Nacional de Investigadores. L Llrosaurus ol-liatiis. eii El Piiiocnte. Sorlorn (1:cito: Alberto Gonnálen.) I I 1 I JUNIO DE 1986 15

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Nací hace cuatro años en el seno de una pequeña y modesta familia. Desde entonces he sido capaz de bastarme a mí misma, pero la vida no es fácil, debo confesar que soy de naturaleza más bien agresiva.

"DE CONDUCTA IRREPROCHABLE: 1

Biografía de una especie cosmopolita

E scribir acerca de la conducta de unos seres tan comunes y a la vez tan alejados de nuestros antropo-

céntricos intereses, como lo son las lagar- tijas, es particularmente difícil sobre todo

7' si tomamoy en cuenta que a pesar de ha- ber realizado personalmente algunos tra- A! %

bajos al respecto, en esta ocasión no se ' - trata de presentar los resultados de un es- C

tudio particular a un auditorio especiali- zado. Sin embargo, Fe Iia procurado resol- ver esta dificultad describiendo de forma amena y a manera de cuento algunos de los patrones básicos y algunos de los as- pectos más llamativos del comportamien- to de estos pequeños organismos, toman- do para el efecto no sólo los resultados de observaciones propias sino, sobre todo, de la abundante literatura concerniente al particular. Cabe hacer la aclaración de que la informacibn ha sido seleccionada --como biólogo que soy- con la premisa básica de que el comportamiento de los individuos es un rasgo adaptativo pri- mordial de los mismos y que en conse- cuencia se encuentra indisolublemente li- gado a los requerimientos ecológicos y pautas evolutivas tanto de los propios or-

*Profesor de la cátedra de ecología de poblaciones, en la Sección de Graduados de Ciencias Biológicas del IPN. Investigador en el Instituto de Ecología e integrante del Sistema Nacional de Investigadores. L Llrosaurus ol-liatiis. eii El Piiiocnte. Sorlorn (1:cito: Alberto Gonnálen.) I I 1 I

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Sauro malus obesus. en El Pinacate. Sonora. (Foto. Alberto González.) I aunque nuestra estirpe ha decaído nos- otros, las lagartijas, somos en la actuali- dad un grupo floreciente con alrededor de 3 000 especies, verdaderamente cos- mopolitas, con un área de distribución que va-desde el Círculo Polar Artico (La- certa vivipara) hasta el extremo sur de Tasmania, habitando en todas las clases existentes de biomasa, desde las estepas hasta las selvas, desde la tundra hasta la pampa; viviendo en todos los tipos de lu- gares que se puedan imaginar, desde las candentes arenas de los más tórridos de- siertos hasta las azoteas de los más altos rascacielos.. . y de sus casas. Algunos de nosotros pasamos prácticamente toda nuestra vida sobre los árboles, otras en- terradas en el suelo y algunas más nadan- do o buceando en el mar.

Aunque generalmente somos pe- queñas, unas cuantas especies alcanzan tallas considerables, como nuestro cam- peón, el dragón de Komodo: 3 metros de largo con 150 kilogramos de peso. La mayoría somos diurnas, pero algunas son crepusculares y muchas estrictamente

ganismos como de sus grupos. Es importante destacar que 10s ani-

males se relacionan con al ambiente que los rodea -el cual incluye otros seres vivos- a través de su comportamiento; es decir, SUS relaciones y respuestas a las presiones y estímulos ambientales están mediadas por su conducta, tanto desde el punto de vista más bien limitado al comportamiento individual, como desde la perspectiva de la conducta de toda una población.

Los comportamientos individual y de grupo se modifican por factores ecoló- gicos, tanto por las condiciones del am- biente físico (el clima, por ejemplo), co- mo por aspectos de tipo biológico (como la densidad poblacional o el número de presas o de depredadores). Sin embargo, tales conductas son asimismo capaces de modificar directa O indirectamente algu- nos de los factores ecológicos, operando así en procesos continuos de retroalimen- tación, en los cuales se patentiza que las relaciones que se establecen entre ecolo- gía, evolución y comportamiento animal, a pesar de ser difíciles de elucidar, son evidentes e incontrovertibles. Con tal en- foque se han escrito las siguientes líneas.

Memorias de una lagartija Yo, lagartija, les relataré algunas de mis andanzas y vicisitudes que, pese a lo que piensa la mayoría de ustedes, serían sufi-

nocturnas. Pese a la decadencia de nuestros an-

cientes para escribir un libro.. . ya que no me paso toda el día asoleándome, como comúnmente creen.

Nací hace cuatro años en el seno de una pequeña y modesta familia (la fami- lia Lacertddae) en un bosque de encino- pino. A pesar de que mi familia es la típica que ha venido a menos con el trans- curso de los milenios, justo es decir que he tenido ancestros ilustres: tatarabuelos míos fueron los primeros ~~rtebrad0.s que, por su piel impermeable y por poner huevos con cascarón rígido -entre otras múltiples características-, colonizaron verdaderamente los ambientes terrestres; por otro lado, mis augustos bisabuelos reinaron literalmente en la Tierra: por doquier veíanse dominar en aquellos eco- sistemas mesozoicos las más insólitas anatomías de dinosaurios. En esa época se vieron sobre la Tierra los depredadores más grandes y espectaculares, ya nunca más V ~ ~ O S . Esa, sin lugar a dudas, fue nuestra d a d de oro. De los 17 órdenes de reptiles de aquel entonces 13 se han extin- guido; sin embargo, no deja de ser un or- gullo para los de nuestra clase (la clase Reptilia) que nuestros descendientes, las aves - que en realidad tienen tantas características reptilianas que pueden con- siderarse como reptiles altamente especia- lizados- y los mamíferos sean tan prós- peros hoy día en el planeta.

También es justo hacer notar que,

restros somos generalmente los vertebra- dos más conspicuos y abundantes de los ecosistemas, donde habitamos y desempe- ñamos un papel preponderante en la di- námica que mantiene la estructura y esta- bilidad de los mismos.. . pero éste es argu-

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16 INFORMACION ClENTlFlCA Y TECNOLOGICA/VOL. 8, NUM. 117

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mento de otra historia. La que ahora nos concierne se refiere a mi conducta.

Pues bien, todo comenzó al momen- to de nacer. Debo aclarar que yo nací exactamente en la misma f m a que uste- des; es decir, conocí la luz de este mundo hasta que salí del cuerpo de mi madre. Claro que gran parte de los miembros de nuestro suborden (Lacertilia) ponen huevos como las gallinas, pero muchas de nuestras hembras mantienen los huevos en el interior y los pequeños no son expul- sados del tracto reproductor hasta que rompen el huevo; en algunas, como en mi caso, existe un mecanismo placentario de intercambio de nutrimentos y desechos entre el torrente sanguíneo materno y el del nuevo ser; es decir, somos verdadera- mente vivíparas.

Tal diferencia en modos reproducti- vos entre las hembras de nuestro orden también se asocia a diferencias conduc- tuales: en general las hembras ovíparas tienen varias puestas por año y esto las obliga a ser bastante más activas que las hembras vivíparas, las cuales se reprodu- cen una vez por año, y aunque en el tra- bajo no les dan incapacidad por materni- dad, su actividad sí se reduce conside- rablemente por los periodos de gestación tan largos: hasta nueve meses cargando en el vientre a los pequeñines. A pesar de estas diferencias entre los modos repro- ductivos de nuestras hembras, existen al- gunas características comunes a la mayoría; una de ellas es que indepen- dientemente de que sean ovíparas o vivíparas, las hembras muestran diferen- tes grados de cuidado maternal tanto hacia los huevos como hacia los jovenci- tos. Estos cuidados van desde los meros detalles de hacer un nido adecuado en el sitio propicio (un caso curioso es el de al- gunos varánidos que ponen sus huevos dentro de termiteros, para que las termi- tas los protejan), hasta el caso de que las hembras permanezcan cerca del nido, cuiden sus huevos de los cambios de am- biente y los defiendan de sus enemigos.

Desde un punto de vista estricto, la viviparidad es asimismo un tipo de cuida- do maternal: la hembra no sólo aporta directamente nutrimentos a los em- briones en desarrollo, sino que también por su conducta termorreguladora los

darlos a dormir a la sala, sino que 10s sa- me rodeaban y de que llené intensamente can de su territorio con lujo de violencia. mis pulmones de aire. En el acto exploré Una de las adaptaciones anatomofisioló- los alrededores inmediatos, deteniéndo- gicas que promueven esta conducta en las me en varias ocasiones para efectuar mo- hembras es la existencia de receptáculos vimientos de subir y bajar el cuerpo (O seminales en las mismas, lo cual les per- "lagartijas") y cabeceos, elementos carac- mite almacenar -después de una o va- terísticos de la conducta agresiva de noso- rias cópulas- el esperma viable del tros los lacertilios. macho por algunos meses o hasta varios Estos movimientos son sólo una par- años. De hecho, el grado de independen- te de nuestro patrón de despliegue especí- cia que han alcanzado las hembras de al- fico; tal patrón se efectúa instintivamente gunas de nuestras especies coincide con el por cada uno de 10s miembros de la mis- sueño de las feministas más recalcitran- ma especie, independientemente de su tes: razas sin machos. Tanto en Armenia edad o experiencia. Los patrones de (el género Lacerta) como en el norte de despliegue varían de especie a especie en México (género Cnemidophorus) se han cuanto a postura, orden y cadencia de mo- encontrado poblaciones enteras compues- vimientos; generalmente comprenden el tas exclusivamente de hembras, las cuales colocarse lateralmente y en un sitio eleva- se reproducen por partenogénesis; esto es, do para presentar al adversario la mayor su reproducción es por medio de huevos superficie corporal. Además, las regiones sin fertilizar. Los estudios sobre el com- del tronco y de la garganta se comprimen portamiento de las hembras de estas lateralmente y se inflan, al mismo tiempo poblaciones revelan que en lugar de estar que se arquea la espalda, dándole al indi- constituidas por aguerridas amazonas, su viduo un aspecto de mayor corpulencia. conducta -con relación a las otras Como generalmente las regiones del tron- hembras del mismo género- es suma- co y la garganta tienen colores brillantes mente pasiva y dócil. Tal reducción en la y la cola y la cabeza se agitan vigorosa- agresividad sería el resultado adaptativo mente al tiempo que la boca se abre y se del alto grado de semejanza genética cierra en toda su extensión y se ejecutan entre las hembras partenogenéticas. "lagartijas" a dos o cuatro patas, entonces

Desde que nací, y como todos nos- el individuo aparece más grande y más otros, he sido capaz de bastarme a mí feroz. Comúnmente el despliegue agresi- mismo, pero la vida no es fácil; debo con- vo es suficiente para disuadir a los rivales fesar que soy de naturaleza más bien más pequeños y a los intrusos, lo cual nos agresiva. Mi primer episodio de agresión ahorra tiempo, energía y luchas corpora- lo manifesté a los pocos segundos después les, al mismo tiempo que reduce la posi- de que tomé mi primer aliento vital, una bilidad de lastimarnos. Sin embargo, si el vez que me liberé de las membranas que despliegue no basta para resolver el

individuos se desarrollan óptima- I Padres desobligados, hembras

ultrafeministas A diferencia de nuestras madres, nuestros padres no contribuyen con nada ni al sus- tento ni a la seguridad familiar. No es ca- sualidad que las discusiones y los pleitos se inicien inmediatamente después de pa- sada la luna de miel. Una vez fecunda- das, las hembras. exhiben una franca into- lerancia hacia los machos; nada de man- Scelopons yrammicis. Mict~ilía. Dirranyo. (Foto: Alfredo Ortega.) I

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conflicto, entonces se pasa el combate di- recto, lo que generalmente entraña el ataque a base de feroces dentelladas; una vez que uno de los oponentes logra sujetar firmemente al otro, ambos ruedan vigoro- samente por el suelo, mientras que el in- dividuo mordido intenta liberarse o mor- der al otro; en algunas especies se utilizan además las colas como eficaces látigos pa- ra flagelar al contrincante. El individuo vencedor corretea al vencido para expul- sarlo de sus dominios.

El joven rebelde sin causa Cuando fui joven, debido a esta agresivi- dad, mi vida fue muy azarosa: no sólo tu- ve que luchar esforzadamente contra mis propios compañeros de generación, sino que también todos los adultos mostraban una franca intolerancia hacia mi presen- cia; pasé mi juventud evitando y huyendo de los adultos de mi especie y bregando con los otros jóvenes, lo que me obligó a viajar constantemente por el terruño don- de nací. Por un lado, eso benefició a mi población, ya que es una forma de evitar los problemas de consanguinidad; pero por otro lado se nos confinó a todos los jó-

mente complicado. Innumerables y di- versos animales están siempre dispuestos a hacernos un lugar en su mesa. .. no co- mo comensales, sino como menú: arma- dillo~, mapaches, coyotes, halcones, águilas , serpientes, culebras., . la lista sería larga. Bueno. .. con contarles que hasta se ha bautizado a una de mis pri- mas como Iguana delicattisima, cuyo apellido refleja su valor culinario en las cocinas de los hombres. Como general- mente somos de talla pequeña, el hecho de crecer y llegar al estado adulto no nos inmuniza de nuestros depredadores, an- tes bien nos vuelve más apetitosas.

Afortunadamente nosotras hemos desarrollado, al cabo del tiempo evoluti- vo, una serie de adaptaciones que nos per- miten convivir con ustedes aún en estos días: algunas de mis primas son muy es- beltas, aerodinámicas, con patas muy largas y fuertes. Ellas escapan de sus po- sibles depredadores en virtud de su rapi- dez, alcanzando velocidades tan altas que las obligan a correr en las dos patas trase- ras; la velocidad y energía imprimida a los movimientos son tales, que los indivi- duos de algunas especies han logrado lo

1 Callisaurus dracorioidus. e , , El Piriacate. Sonora. (Foto: A. González.

venes a los sitios menos favorables del me- dio. Por lo mismo muchísimos de ellos fueron presas fáciles y murieron, aun cuando tal mortalidad cs individualmen- te negativa (a ninguno le hace gracia mo- rir), también desde el punto de vista de la especie asegura que las combinaciones ge- néticas más eficientes sean las que pasen a la siguiente generación.

Sobrevivir siendo lagartija es real-

que parece imposible: correr -en tramos considerables- sobre el agua. En cambio otras primas fincan su sobrevivencia en tratar do pasar inadvertidas a sus enemi- gos: tienen formas y colores que se mime- tizan con el sustrato, son aplanadas y de lentos movimientos. Algunas más viven en sitios inaccesibles (como en los ma- gueyes o las copas de los árboles e inclusi- ve completamente enterradas en la arena

o en el suelo). Los individuos de algunas especies son capaces de cambiar el color de su piel rápida y radicalmente en fun- ción del ambiente donde están. Además, todas nosotras perdemos fácilmente nuestra cola, la cual tiene varios puntos de fractura en donde, al ser manipulada por un depredador, se escinde; el trozo de cola sufre vigorosos y espasmódicos movi- mientos, los cuales distraen al depredador mientras nos escurrirnos sigilosamente de la zona. No es muy agradable perder la cola, pero a nosotras, además de que sal- vamos la vida, no nos afecta demasiado: en el punto donde se rompe, nuestras ve- nas y arterias se cierran instantáneamen- te y no perdemos sangre. Además nuestra colita vuelve a crecer.

Con la edad y la experiencia apren- demos a ser más prudentes ante los depre- dadores. Debo aclarar que a pesar de que se piensa que somos unos animalitos inca- paces de aprendizaje y esencialmente "instintivos", los experimentos realizados con nosotras han demostrado que pode- mos modificar nuestro comportamiento en función de la observación y del ensa- yo. Por ejemplo, llegamos a conocer . . muy rápidamente nuestro hogar y los límites de nuestro territorio, reconocemos a nuestros vecinos más cercanos, ubicamos las rutas más rápidas de escape, distin- guimos los mejores alimentos.. . , en fin, aprendemos rápido.

Mi frialdad es aparente Una vez que crecí y después de mucho luchar, he llegado a ser el feliz propieta- rio de un cómodo territorio en donde no me falta nada: tengo alimentos y pareja, sitios de abrigo y de refugio, así como zo- nas propicias para regular mi temperatu- ra. Deben recordar que a diferencia de ustedes mi cuerpo carece de una tempera- tura constante y debo regularla conti- nuamente; por eso se dice que somos ani- males de "sangre fría", lo cual no es lite- ralmente cierto. Aunque efectivamente nuestra temperatura corporal varía en función de la imperante en el ambiente, la correlación entre ambas no es lineal: por medio de nuestra conducta nosotras regulamos en límites precisos y constantes nuestra temperatura (alrededor de 30 "C, lo cual varía de especie a especie). La ter- morremilación nor medio de la conducta es muy importante en nuestra vida; en algu- nas de las especies se dedica hasta el 80 por ciento del tiempo disponible a tal ac- tividad, y la mayoría demanda la dedica- ción de considerable cantidad de tiempo. Pero deben recordar ustedes que todos los sistemas enzimáticos de cualquier ser vivo operan dentro de límites precisos de tem- peratura. Nuestra eficiencia digestiva, el transporte de oxígeno, el metabolismo, todo ello depende de la temperatura. Nuestra coordinación neuromuscular,

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