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LA PLANIFICACIÓN URBANA SOSTENIBLE

Martínez Salvador, Esmeralda

Alumna de 2ºde Grado en Geografía y Ordenación del Territorio

Asignatura: Geografía Urbana

RESUMEN

El desarrollo sostenible es hoy en día uno de los temas más debatidos en el campo del urbanismo y del estudio de la ciudad. Como primer paso para saber qué principios deben regir, bajo la perspectiva de la sostenibilidad urbana, los nuevos desarrollos urbanos, este trabajo realiza un análisis de las disfunciones que en la actualidad presenta la planificación territorial, basada en gran medida en el modelo de ciudad difusa. Tras el planteamiento de la problemática actual se describen los objetivos de sostenibilidad que deben presidir la planificación urbana y se reflexiona sobre cuál puede ser el modelo de ciudad más idóneo para cumplir con éstos. Por último, a modo de ejemplos, se exponen muy sucintamente algunas buenas prácticas que por sus características han recibido el reconocimiento internacional.

Palabras clave: desarrollo sostenible, planificación urbana sostenible, ciudad difusa, ciudad compacta, diversidad, huella ecológica.

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1. Desarrollo sostenible: definición y características. Enfoque del trabajo

El hombre se ha preocupado desde antiguo por la manera en que interviene en la naturaleza para transformarla, pero es a partir del siglo XX cuando se toma conciencia de la trascendencia que esta intervención puede llegar a tener sobre el futuro de los recursos naturales en los que se apoya nuestro desarrollo. Como respuesta a esta preocupación, a finales de los años 80 nace el concepto de "desarrollo sostenible"1 que hace referencia a aquel desarrollo que es capaz de responder a las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras de responder a las suyas. De este modo se define un nuevo marco de referencia para todas las actividades humanas: el acceso continuado a los recursos naturales que garantizan nuestra calidad de vida debe llevarse a cabo evitando los daños ambientales que conlleva su explotación. El desarrollo sostenible consta de tres vertientes: la económica, la social y la medioambiental, que deben abordarse políticamente de forma simultánea. Únicamente mediante el equilibrio entre estos tres pilares se puede conseguir la sostenibilidad en el desarrollo.

La Carta Europea de la Ordenación del Territorio de 1983 es considerado el documento pionero que inicia el camino hacia una visión diferente de la ordenación del territorio, que se define como "la expresión espacial de la política económica, social, cultural y ecológica de

toda sociedad". Entre sus objetivos figuran, junto al desarrollo socioeconómico y la calidad de vida, la protección del medio ambiente, la gestión responsable de los recursos y la utilización racional y equilibrada del territorio. Otro hito importante en este cambio de mentalidad es la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro celebrada en 1992 en la que casi 200 países acuerdan un plan de acción hacia la sostenibilidad: la Agenda 21. En este marco adquiere una especial relevancia la problemática de la ciudad. En 1994 se celebra en Aalborg la Conferencia de Ciudades y Pueblos Sostenibles, en la que se aprueba la Carta de Aalborg, carta fundacional de la Agenda 21 Local. Su importancia es tal para el medioambiente urbano que puede decirse que existe una antes y un después de este acuerdo: su influencia ha sido determinante en la configuración de un nuevo modelo de ciudad en el que cobran especial importancia el uso del territorio, el consumo energético y el tratamiento de residuos, pero también cuestiones que atañen a los factores sociales y a la vida en la ciudad. Los municipios europeos han logrado que progresivamente el término "sostenibilidad" se incorpore al discurso y a la normativa de las instituciones de la Unión Europea. Como respuesta a sus esfuerzos, la Comisión Europea aprobó en 2006 la Estrategia Temática para El Medio Ambiente Urbano (ETEMAU): "Esta estrategia tiene por objeto mejorar la calidad del medio

ambiente urbano, convirtiendo las ciudades en lugares de vida, trabajo e inversión más

atractivos y sanos, y reduciendo el impacto medioambiental negativo de las aglomeraciones." El documento reconoce la relevancia del papel de las ciudades en todos aquellos aspectos que atañen al cambio climático, como son el consumo energético en el transporte y la construcción, la conservación de la biodiversidad o la gestión de los residuos.

1 Este concepto deriva del informe “Nuestro futuro común” o Informe Brundtland .: Informe socio-económico elaborado por distintas naciones en 1987 para la Comisión Mundial de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, por una comisión encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland.

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La trascendencia que tiene conseguir un modelo de desarrollo urbano sostenible es hoy en día indiscutible y así lo revelan la multitud de trabajos e investigaciones que en los últimos años se han ocupado de este asunto. El presente trabajo tiene dos objetivos principales: realizar un diagnóstico sobre el grado de sostenibilidad de la planificación urbana actual y determinar cuáles son los objetivos principales con los que debe cumplir la planificación urbana sostenible. A modo de ejemplo se exponen también algunas de las experiencias urbanas llevadas a cabo en busca de la respuesta al oxímoron del desarrollo sostenible.

2. El desarrollo urbano actual: un desarrollo insostenible

En las últimas décadas la planificación urbana se ha regido por criterios de rentabilidad especulativa a corto plazo que han provocado un crecimiento suburbano a gran escala y la implantación de un modelo que prioriza el crecimiento por el crecimiento, sin tener en cuenta sus consecuencias sociales o medioambientales. Como modelo de crecimiento se ha impuesto el de la ciudad difusa, gran consumidora de suelo y demás recursos naturales, de cuyas disfunciones hace tiempo que la Unión Europea advierte y que claramente han quedado reflejadas en los distintos documentos elaborados a lo largo de estos años como son la Estrategia Territorial Europea, la Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible, la Estrategia Temática Europea de Medio Ambiente Urbano, la Agenda Territorial de la Unión Europea o la Carta de Leipzig sobre la Ciudad Europea Sostenible. Este nuevo modelo de crecimiento urbano carece de una voluntad de ordenación territorial coherente y promueve un deterioro urbano que se identifica por las siguientes características:

1. La dispersión territorial

El modelo urbanístico de la ciudad difusa se basa en la planificación funcionalista y en los principios de zonificación del urbanismo moderno contenidos en la Carta de Atenas. La implantación de usos y funciones en el territorio se lleva a cabo de manera dispersa, asignando una función concreta a cada lugar. El elemento estructurador del territorio es la red de transporte y, en muchos casos, también es el elemento que determina el crecimiento de la ciudad. Las actividades económicas más importantes se instalan en los nodos de comunicación de carácter estratégico y progresivamente se van ocupando los espacios en orden de cercanía a estos polos. El resultado de este proceso es la fragmentación del territorio en una malla de carreteras que va completándose con edificaciones dispersas. El consumo de suelo requerido por este modelo es excepcional. En estos últimos años, muchas de las ciudades europeas han visto duplicarse o incluso triplicarse la ocupación de su suelo urbano. Las superficies artificiales en España crecieron entre 1987 y 2006 en un 52%, tendencia que solo se ha frenado con la actual crisis económica. Entre 2000 y 2006 este crecimiento fue muy superior al del resto de países europeos: España aumentó sus superficies artificiales en un 21,4% mientras que Francia lo hizo en un 12,9%, Alemania en un 10,1% e Italia en un 7,4%. (OSE 2011).

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2. La dependencia del transporte privado

La dispersión del territorio urbanizado y la necesidad de movimiento de las personas para acceder a las distintas zonas imponen el uso masivo de los medios de transporte, principalmente del automóvil privado. Consecuencia directa de esto es un aumento de la emisión de gases a la atmósfera, de la contaminación acústica, del número de accidentes y del tiempo invertido en desplazamientos.

3. El empobrecimiento de la diversidad

De manera paralela a la segregación funcional, la ciudad difusa opera una segregación social ya que la población accede a la vivienda en función de su capacidad económica. A este fenómeno va asociada en muchas ocasiones la marginalización de barrios enteros. La separación funcional conlleva un empobrecimiento de la diversidad característica de la ciudad: las relaciones sociales se debilitan, dejan de ser heterogéneas al no existir convivencia entre distintas clases sociales, culturales o profesionales. La ciudad deja de ser el lugar de encuentro y relación entre sus habitantes, el papel del espacio público como lugar de intercambio y comunicación lo desempeñan las redes (ya sean reales o virtuales) y la ciudad deja de ser ciudad para convertirse simplemente en asentamiento urbano.

4. El consumo de recursos y la generación de residuos

El objetivo actual de la planificación territorial es ordenar nuevas áreas para posibilitar la expansión de la ciudad, sin tener en consideración si existe un techo de crecimiento o si es posible crecer indefinidamente. Las ciudades son grandes centros consumidores de recursos y grandes productoras de residuos por lo que el planteamiento de la reducción de su huella ecológica es incuestionable. La gran dependencia del transporte rodado genera un importante problema de contaminación atmosférica, con aumentos significativos de las tasas de emisión de dióxido de nitrógeno y empeoramiento de la calidad del aire. Otro gran problema es la gestión de la enorme cantidad de residuos generados. En España, éstos han aumentado un 95% en términos absolutos entre 1990-2007 (OSE 2011). Los desarrollos territoriales deben ser conscientes de esta problemática y evaluar la huella ecológica y la capacidad de carga2 del territorio en el que se asienta, valorando de este modo la viabilidad de nuevos crecimientos y las compensaciones que se deben establecer.

3. Hacia unas ciudades sostenibles

Tras analizar las repercusiones que el modelo actual de desarrollo urbano puede tener sobre el entorno en el que opera cabe preguntarse cuáles son los objetivos que debe cumplir la planificación para corregir las disfunciones detectadas y cómo debe ser ese nuevo modelo de

2 La capacidad de carga representa las tasas máximas de utilización de recursos y generación de residuos que pueden sostenerse indefinidamente sin deteriorar progresivamente la integridad de los ecosistemas. Viene a expresar la población que se podría mantener con relación a la superficie explotada.

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desarrollo urbano que garantice la sostenibilidad tanto económica como social y medioambiental.

Como objetivo primero la planificación urbana debe atender a las necesidades reales de la población y no al enriquecimiento a corto plazo de un sector económico determinado. Es preciso que el urbanismo recupere su función social considerando la vivienda como un derecho y no como una mercancía. El suelo debe ser entendido como un recurso agotable y es fundamental aprovechar al máximo las ciudades construidas antes de pensar en nuevos desarrollos urbanos que, si son necesarios, deben acometerse desde planteamientos de sostenibilidad urbana, volviendo a la compactación, a la diversificación y a la racionalización de la movilidad. Los objetivos de este nuevo modelo pueden resumirse del siguiente modo:

1. Reducir el consumo de suelo

La consideración del suelo como un recurso agotable es fundamental ya que una vez urbanizado su reconversión al estado natural es prácticamente imposible. El Marco de actuación para el desarrollo urbano sostenible en la Unión Europea (COM 1998-605) expresa claramente esta cuestión: “Promover modelos urbanos que logren un uso eficiente de los

recursos, limitando la dispersión y el uso indiscriminado del suelo.” Generar nuevo suelo urbano es costoso, tanto económica como medioambientalmente, por eso la planificación urbanística debe partir de la utilización completa del territorio ya urbanizado de manera que solo se utilice el recurso del suelo cuando sea imprescindible. En un primer lugar hay que aprovechar las ciudades existentes, renovándolas y rehabilitando su patrimonio inmobiliario. En un segundo lugar hay que reflexionar sobre la manera de acometer los nuevos desarrollos, en los que dos factores son determinantes: por un lado las tipologías edificatorias y por otro las ratios de infraestructuras viarias y de equipamientos impuesta por la legislación. Hay que reconducir la planificación hacia un modelo de mayor densidad, más eficiente en el consumo de suelo, y ajustar los estándares dotacionales a unas proporciones razonables que eviten infraestructuras muchas veces sobredimensionadas.

2. Rehabilitar y renovar

Antes de plantearse nuevos desarrollos es indispensable valorar la capacidad de carga de lo ya edificado y las posibilidades de su reutilización, adaptando la ciudad existente a las necesidades presentes. Los centros históricos han dejado de ser atractivos para los ciudadanos que los han ido abandonando para mudarse a la periferia, fundamentalmente por la degradación del espacio urbano de nuestras ciudades que no se adapta a sus necesidades. Para revalorizar el patrimonio existente frente a los ciudadanos son necesarios programas de rehabilitación integral que combinen la rehabilitación arquitectónica con la renovación del espacio urbano.

3. Evitar la dispersión

Los principales inconvenientes de la ciudad difusa (aumento de los desplazamientos de largas distancias, aumento de consumo energético, simplificación urbana, simplificación social, empobrecimiento de las ciudades) pueden solucionarse volviendo de nuevo a un

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modelo compacto, denso, multifuncional y diverso, medioambiental y socialmente mucho más sostenible. Los nuevos desarrollos deben contemplar la mezcla de usos, favorecer la aparición de centros principales y secundarios que equilibren el territorio y doten con los servicios necesarios a todos los grupos sociales de la ciudad. Este modelo compacto favorece los desplazamientos cortos y las redes de transporte público y limita en gran medida el uso del vehículo privado.

4. Diseñar con criterios bioclimáticos, promover el uso responsable de recursos, las energías renovables y el reciclaje de los residuos.

Estos objetivos son básicos para conseguir ciudades más sostenibles y deben ser tenidos en cuenta tanto en la construcción y rehabilitación de edificios como en la urbanización de los espacios públicos. En la edificación estos criterios bioclimáticos afectan tanto al diseño arquitectónico como a los propios materiales constructivos donde se debe fomentar el uso de aquellos con menor huella de carbón y primar siempre la reutilización y el reciclaje. En el diseño de espacios urbanos cobran especial relevancia el de las zonas verdes y espacios libres. La concepción de estas zonas como espacios ajardinados que requieren de riegos regulares y cuidados periódicos y específicos debería reducirse al mínimo imprescindible ya que su mantenimiento es generalmente costoso, revelándose como espacios muy poco sostenibles. Por último es necesario conseguir metabolismos urbanos más eficientes, con consumos responsables que primen la utilización de energías renovables, que reduzcan al máximo los residuos y que velen por su reciclaje.

5. Fomentar la participación ciudadana

La ciudad sostenible debe considerar la componente social integrada en el concepto de desarrollo sostenible e incluir a sus ciudadanos de manera activa en la toma de decisiones. Las cuestiones relativas a la planificación urbana suelen quedar reservadas a las opiniones de expertos y políticos, presentándose a la ciudadanía como cuestiones complejas difíciles de asimilar. Sin embargo, las decisiones urbanísticas deben contar con un consenso amplio y transparente, de tal modo que las actuaciones que se lleven a cabo representen la voluntad de la mayoría. Para ello son fundamentales las labores de información y educación ciudadana así como la interacción constante entre técnicos redactores y ciudadanos usuarios.

Tras analizar las características que debe cumplir este nuevo tipo de desarrollo urbano es fácil concluir que uno de los modelos que mejor se ajusta a los parámetros descritos es el de la ciudad compacta tradicional, multifuncional, heterogénea y diversa. Al contrario que la ciudad dispersa, la ciudad compacta se basa en una estructura densa en la que los usos y las distintas funciones se entremezclan entre sí en un espacio continuo y limitado, jerarquizado por un centro o por varios, entorno a los cuales se organiza la vida civil. La ciudad tradicional mediterránea se desarrolla con continuidad formal y la complejidad de todas y cada una de sus partes permite obtener una vida social cohesionada. Estas estructuras se caracterizan por sus altas densidades y la proximidad de usos y funciones, lo que las convierte en grandes

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ahorradoras de suelo. La concentración de todas las funciones disminuye la necesidad de desplazamientos y también su distancia, por lo que el uso del automóvil deja de ser indispensable y puede pasar a ser sustituido por la realización de trayectos a pie, en bicicleta o en transporte público El verdadero elemento estructurador de estas ciudades son los nodos o centros que equilibran el territorio y lo dotan por igual con los servicios necesarios.

La propia morfología de la ciudad compacta la hace mucho más eficiente que la ciudad difusa. La energía que se precisa para mantener el territorio ocupado por una determinada población es mayor en el caso de la ciudad dispersa que en el de la ciudad compacta. La repercusión de infraestructuras, consumo, gastos de mantenimiento etc. no es comparable en un caso y en otro. Las tipologías que conforman la ciudad dispersa (viviendas unifamiliares o en hilera) requieren de una proporción de infraestructuras mucho más elevada que las que componen la ciudad compacta (edificación en altura). La estructura y densidad de la ciudad compacta permite poner en práctica planes de gestión de los recursos que no son posibles en la ciudad difusa: programas de reutilización de aguas o de energías renovables. Algo similar ocurre con la gestión de residuos. La dispersión complica enormemente su recogida y aprovechamiento convirtiendo este proceso, muchas de las veces, en algo económicamente inviable. La compacidad permite su recogida mediante sistemas que no incluyen transporte y su reutilización para la generación de energía.

4. Buenas prácticas: ejemplos de ciudades sostenibles

En el tiempo trascurrido desde que a finales de los años 80 se empezara a hablar de desarrollo sostenible hasta nuestros días, muchos municipios han abordado la cuestión de la sostenibilidad y han conseguido materializar propuestas reales encaminadas a conseguir los objetivos que se han descrito en el apartado anterior. A continuación se exponen de manera muy sintética algunas de estas experiencias, mundialmente reconocidas.

Friburgo (Alemania)

Friburgo ha sido premiada como “Ciudad europea del año 2010” por la Acadamy of

Urbanism en reconocimiento a su planificación urbana sostenible desde hace tres décadas. Destacan los barrios de Rieselfeld y Vauban, construidos desde finales de los años noventa, con criterios de sostenibilidad. En su planificación se primó la mezcla de usos, los recorridos cortos con zonas libres de coches, el transporte público y la bicicleta, la construcción de edificios eficientes y la integración de energías renovables.

Curitiba (Brasil)

Curitiba es mundialmente reconocida por su política de movilidad. En el año 2010 la academia sueca Globe Award la galardonó con el Globe Sustainable City Award. Su Red Integrada de Transporte es un sistema jerárquico de 2.160 autobuses, dotados con carriles propios, cuya estructura lo convierte en muy ventajoso respecto a cualquier otro tipo de trasporte: el 70% de los habitantes lo usa para ir a trabajar. La ciudad tiene además una

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elevadísima ratio de zona verde por habitante: 52 m2/hab (VON STRITZKY, J. y. CABRERIZO, C. 2011). Como referencia comparativa cabe decir que Alicante presenta una ratio de 10,4 m2/hab (OSE 2011).

Linz-Pichling (Austria)

El ecobarrio de Linz-Pichling se construyó con edificios orientados al autoabastecimiento energético mediante energía solar. Gracias al diseño bioclimático los edificios tienen un consumo energético que se estima casi en la mitad de lo habitual para la zona. El barrio cuenta con una planta de cogeneración de energía que funciona con el biogás obtenido de los residuos generados por el barrio.

Estocolomo (Suecia)

Galardonada en 2010 con el premio de “Ciudad verde Europea” concedido por la Comisión Europea, Estocolmo es uno de los referentes mundiales en sostenibilidad urbana. Uno de sus objetivos es conseguir ser una ciudad libre de combustibles fósiles en 2050. Sus prácticas sobre sostenibilidad alcanzan todos los aspectos pero quizás sea especialmente reseñable su sistema de calefacción urbana denominado district heating que es capaz de cubrir el 80% de la demanda energética de calor mediante la combustión y tratamiento de los residuos urbanos generados.

Hoogvliet, Roterdam (Paises Bajos)

Hoogvliet es un ejemplo de éxito de rehabilitación urbana integral de un barrio degradado. El proyecto se inició en 1999 y se basó en tres principios: diversificar la oferta de vivienda, mejorar los espacios y servicios públicos y garantizar la cooperación entre todos los agentes. La mezcla social, la reconstrucción y rehabilitación del patrimonio edificado y del espacio urbano y la dotación de nuevos equipamientos han conseguido detener el proceso de abandono del barrio y atraer a nuevas familias, recuperando para la ciudad un barrio ya construido pero en progresivo abandono.

5. Conclusiones

El modelo de crecimiento urbano de lógica especulativa, iniciado a finales del siglo XIX, que mira a la ciudad existente desde fuera y cuya única preocupación es el desarrollo de nuevos núcleos urbanos, ha sido llevado a sus extremos en las últimas décadas, provocando un crecimiento suburbano a gran escala. Como modelo urbanístico de crecimiento se ha impuesto la ciudad difusa, devoradora de suelo y demás recursos naturales, ineficiente energéticamente e ineficaz socialmente. En contrapartida, la ciudad existente se ha ido abandonando, sin plantearse a penas intervenciones para aprovechar unos recursos que ya existen y que constituyen nuestras historia y nuestra cultura, la esencia de la sociedad que somos. Las consecuencias de este crecimiento descontrolado son un grave deterioro territorial y ambiental. Urge un cambio de planteamiento y, sobre todo, un cambio de concienciación. La gran cantidad de declaraciones, normativas, estrategias e iniciativas gubernamentales

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demuestra que las cosas están cambiando y que existe una sensibilización importante al respecto. No se trata de emprender grandes actuaciones sino de operar un cambio de mentalidad que se lleve a la práctica mediante pequeñas intervenciones sistemáticas, apoyadas en la racionalidad y en la comprensión de que el futuro será sostenible o no será. La recuperación y reutilización de las ciudades existentes juega un papel fundamental: no existe un desarrollo urbano más sostenible que aquel que aprovecha los recursos ya existentes. Los nuevos desarrollos deben quedar condicionados por la capacidad de carga de los ya existentes y limitados por la huella ecológica que el territorio sea capaz de admitir. En este trabajo se propone el modelo de la ciudad compacta como el idóneo para los mismos. Esto no significa que tengamos que volver a un urbanismo similar al de la revolución industrial, con densidades asfixiantes para sus ciudadanos, carente de espacios abiertos y equipamientos. El objetivo es volver al modelo de la ciudad tradicional, moderadamente densa, multifuncional y diversa, adaptándola a las necesidades presentes y convirtiéndola en altamente eficiente, gracias a un diseño adecuado y al uso de las nuevas tecnologías, mediante políticas integrales que comprendan a la ciudad como un sistema complejo, rico en interconexiones, y cuyo papel primero y casi único es dar cobijo al ciudadano.

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