Economía, Imaginación de la Caridad

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“IMAGINACIÓN DE LA CARIDAD”: UNA NUEVA ECONOMÍA Jorge A. Chaves Una sorprendente conexión. Si a alguien se le hubiera ocurrido relacionar la caridad con la imaginación, probablemente hubiera sido con un toque de escepticismo e ironía. Más bien con el gesto monitorio de quien, con aire paternalista, reclamara a la ingenuidad cristiana por seguir pretendiendo la solución de grandes problemas sociales a base de sueños y corazonadas; y por seguir oponiendo a la dura realidad la utopía imaginada pero imposible. Sin embargo, esa asociación de términos es precisamente la que hace Juan Pablo II con audacia, al calificar la hora de inicio del nuevo milenio como la que exige una “nueva imaginación de la caridad” (NMI 50). ¿Por qué enfatizar en el momento actual la relación de ésta con la capacidad imaginativa del ser humano? ¿Por qué no hacerlo, por ejemplo, con el compromiso pastoral, con el mejor conocimiento teológico o con la fortaleza de la fe? ¿Por qué no, incluso, con un recurso al análisis científico social? El Papa no desconoce estas otras conexiones que, por lo demás, todos haríamos de manera natural. Pero hay algo que ninguna de ellas expresa, que se asocia a demandas específicas de ese nuevo siglo que acabamos de empezar y que aparentemente el 1

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El concepto caridad arriesga interpretaciones vagas y genéricas. Ligarlo con la práctica económica le permite una concreción valiosa para la transformación social.

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LA ECONOMA: NUEVA IMAGINACIN DE LA CARIDAD

IMAGINACIN DE LA CARIDAD: UNA NUEVA ECONOMA

Jorge A. Chaves

Una sorprendente conexin.

Si a alguien se le hubiera ocurrido relacionar la caridad con la imaginacin, probablemente hubiera sido con un toque de escepticismo e irona. Ms bien con el gesto monitorio de quien, con aire paternalista, reclamara a la ingenuidad cristiana por seguir pretendiendo la solucin de grandes problemas sociales a base de sueos y corazonadas; y por seguir oponiendo a la dura realidad la utopa imaginada pero imposible. Sin embargo, esa asociacin de trminos es precisamente la que hace Juan Pablo II con audacia, al calificar la hora de inicio del nuevo milenio como la que exige una nueva imaginacin de la caridad (NMI 50). Por qu enfatizar en el momento actual la relacin de sta con la capacidad imaginativa del ser humano? Por qu no hacerlo, por ejemplo, con el compromiso pastoral, con el mejor conocimiento teolgico o con la fortaleza de la fe? Por qu no, incluso, con un recurso al anlisis cientfico social? El Papa no desconoce estas otras conexiones que, por lo dems, todos haramos de manera natural. Pero hay algo que ninguna de ellas expresa, que se asocia a demandas especficas de ese nuevo siglo que acabamos de empezar y que aparentemente el Papa ve evocado de mejor manera por la capacidad imaginativa y creadora. Vale la pena preguntarse por las implicaciones intentadas y no buscadas en la referencia pontificia.

La realidad social de la que nos est hablando Juan Pablo es una realidad de enormes y persistentes problemas. De tal calibre que pareciera que su solucin no puede depender ya de la continuacin de esfuerzos abiertos por vas demasiado trilladas. Como que hay que buscar por otro lado. A primera vista ese otro lado o esa otra forma es la de la imaginacin a la que parece concebir como una cualidad importante, requerida para enfrentar la magnitud y naturaleza de los acontecimientos que se salen fuera de lo ordinario y que son los que retan hoy a la caridad. Baste mirar la lista de los que preocupan al Magisterio de los ltimos Pontfices, y a la persistencia con que se repiten ao tras ao, dcada tras dcada, para empezar a sospechar que Juan Pablo algo de razn tendr, que a la caridad hoy verdaderamente se le tendra que exigir imaginacin. Como que ms de lo mismo para nada aporta soluciones a los problemas que se encuentran planteados en el campo de la justicia, la equidad, la solidaridad y la libertad.Retos enormes.

Tomemos nota de cules son los temas de preocupacin para la caridad cristiana, conforme a los documentos de este ltimo pontificado. Por supuesto, y en primer lugar, la pobreza que amenaza con alcanzar formas gigantescas Es una pobreza mltiple, de los grupos marginados, de los ancianos y enfermos, de las vctimas del consumismo y, ms an, la de tantos prfugos y emigrados; en los pases en vas de desarrollo se perfilan en el horizonte crisis dramticas si no se toman a tiempo medidas coordinadas internacionalmente (CA 57). Son inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados mdicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor: no se puede olvidar la existencia de esta realidad, que marca la de nuestra propia vida cotidiana. Lejos de disminuir, se multiplican no slo en los pases menos desarrollados sino tambin en los ms desarrollados, lo cual resulta no menos escandaloso (SRS 42). El reto es que todas estas multitudes de excluidos o marginados puedan entrar en el crculo del desarrollo econmico y humano (CA 58) y que en cada comunidad cristiana puedan sentirse como en su casa (NMI 50). Por si no fuera ya suficientemente grave, lo que hace an ms serio y de mayor tamao este desafo es que, en la visin del Papa, solo podr lograrse resolver la situacin cambiando sobre todo los estilos de vida, los modelos de produccin y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad (CA 58). Adems, junto a este fenmeno, chocante en nuestro mundo de gran crecimiento de riquezas y tecnologa, no ha de olvidarse aquella forma especial de pobreza que es la privacin de los derechos fundamentales de la persona, en concreto el derecho a la libertad religiosa y el derecho, tambin, a la iniciativa econmica (SRS 42).

Si bien las reformas requeridas para combatir este creciente mal, su urgencia y su modo de realizarlas depende de cada situacin local, en todo caso siempre es imprescindible enfrentar, en su raz, el problema del desequilibrio internacional. De all que el esfuerzo por encontrar soluciones al problema de la pobreza pasen por la reforma del sistema internacional de comercio, hipotecado por el proteccionismo y el creciente bilateralismo; la reforma del sistema monetario y financiero mundial, reconocido hoy como insuficiente; la cuestin de los intercambios de tecnologas y de su uso adecuado; la necesidad de una revisin de la estructura de las Organizaciones internacionales existentes, en el marco de un orden jurdico internacional (SRS 43).Se comprende que, en este marco de comprensin, junto al problema de la pobreza se encuentre el del endeudamiento externo. En su llamado a la celebracin del jubileo 2000, Juan Pablo II, interpretando sta como un gran acontecimiento de caridad , vincul los problemas de la pobreza con el de la deuda internacional de los pases pobres. En la lgica de la fiesta del segundo milenio, era necesario llamar al restablecimiento de la justicia en las relaciones nacionales e internacionales (NMI 14).Estas preocupaciones de Juan Pablo II no son sino un eco de las de todos los pontfices anteriores hasta llegar a Len XIII. Afortunada y lamentablemente, al mismo tiempo. Por una parte, es un hecho positivo que lo sean porque muestran el permanente compromiso del Magisterio en orientar la accin de los cristianos a la solucin de estos problemas. Por otra es, adems de negativo, preocupante que stos no solo se encuentren arraigados en la sociedad moderna, sino que incluso se agraven con el paso de los aos. Lo que ve Juan Pablo al inicio del siglo XXI, no es sino una terca reproduccin y ampliacin del escenario de Len XIII, de aquella sociedad europea en la que la acumulacin de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayora determinaban el planteamiento de una trgica lucha de clases (RN 1). Cuarenta aos despus, el problema que contemplaba Po XI ya no era solo el de las riquezas sino el de una descomunal y tirnica potencia econmica que se acumulaba en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueos, sino solo custodios y administradores de la riqueza depositada (QA 105). La dictadura econmica se haba adueado del mercado libre (QA 109). Ya en la segunda mitad del siglo XX, al tiempo que se constataban tremendas innovaciones en el campo cientfico, tcnico y econmico, avances sociales y polticos, el panorama que se presentaba a los ojos de Juan XXIII paradjicamente continuaba siendo el de la extrema pobreza de la mayora, frente a la abundancia y el lujo desenfrenado de unos pocos que contrastaba de manera abierta e insolente con la situacin de los necesitados (MM 69). Para entonces el Magisterio saltaba a la consideracin de la dimensin internacional del problema, detectando como uno de los mayores problemas globales, el de las relaciones entre naciones econmicamente desarrolladas, que gozan de vida cmoda, y los que an estn en vas de desarrollo en los que se padece dursima escasez, al punto de no solo soportar hambre y miseria, sino de no poder siquiera gozar de los derechos humanos fundamentales (MM 157). En efecto, la existencia, la integridad corporal, los medios necesarios para un decoroso nivel de vida,junto al alimento, el vestido y la vivienda, otros como el descanso, la asistencia mdica y el seguro de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez y paro todos estos son presentados no como aspiraciones vagas, ni como objeto de generosidad, sino como verdaderos derechos (PiT 11). Es por esa poca en la que empieza el Magisterio tambin a extender la conciencia de la relacin entre esa pobreza y el crecimiento de la poblacin (MM 185). El mismo era el mundo de Pablo VI, ahora interpretado desde la perspectiva del desarrollo. Desde esta contempla el Papa Montini el contraste entre las aspiraciones de la humanidad y las situaciones en que estn muchos condenados a vivir y que convierten casi en ilusorios deseos tan legtimos (PP 6). Por compartir estos deseos, el Concilio Vaticano II ve que los gozos, esperanzas, tristezas y angustias de los hombres de su tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez los propios de los discpulos de Cristo (GetS 1).

Por qu ligar la imaginacin a la caridad?

Ya qued sugerida una primera razn: la magnitud y la persistencia de los problemas sociales y econmicos demandan ir ms all de los planteamientos de siempre. Los asumidos y aplicados hasta ahora no parecen conducir a transformaciones significativas en las condiciones de vida de las grandes mayoras e incluso los nmeros absolutos de los pobres aumenta, as como la brecha con los que ms tienen, a pesar de los extraordinarios avances productivos y tecnolgicos en la globalizacin. Se siente la necesidad de recurrir a la imaginacin y a la creatividad cuando ni las metas logradas, ni los medios utilizados parecen mejorar sensiblemente la situacin social y econmica de la mayora de los pases, despus de un largo siglo, y aun concluidas las tensiones militaristas de la guerra fra. Pero recurrir a la imaginacin puede sonar como un recurso inane. Como un soar despierto, una nueva forma de opio religioso para escapar a una realidad que, por cruda, resulta demasiado dura de soportar. Si la ciencia y la tcnica no han logrado la eliminacin de la pobreza y de la inequidad, cmo va a conseguirlo la imaginacin?

Una ancdota puede resultarnos sugerente para responder y abrirnos una pista de interpretacin interesante de esa expresin utilizada por el Papa sobre una caridad imaginativa. Cuando en 1929, en Berln, un periodista y poeta le pregunt a Albert Einstein cmo explicaba sus descubrimientos, si por intuicin o inspiracin, el fsico alemn respondi: Por ambas. A veces siento que estoy en lo correcto, pero no lo se. () Tengo lo suficiente de artista como para elaborar libremente sobre mi imaginacin que, pienso, es ms importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginacin engloba el mundo. Sorprendente en boca de uno de los ms grandes cientficos de la historia. Lo que parece ligar estas expresiones de Juan Pablo y de Einstein, es la conviccin de que los problemas de la realidad, en general, y de la que se est viviendo en ese momento, desbordan las posibilidades del conocimiento habitual, del aparato cientfico existente incluso, y reclama el funcionamiento de esa otra facultad, la imaginativa, que conecta mejor con la creatividad, con el descubrimiento de nuevas perspectivas y que nos permite superar esa miopa que aqueja al ser humano incluso cuando se encastilla en lo que considera conocimiento seguro y bien fundado. Pero abrirse a estas perspectivas de enfoque supone precisar un poco ms lo que se est entendiendo por imaginacin y sus relaciones con el conocimiento cientfico.

Imaginacin y conocimiento.

Contra lo que puede repetirse a nivel habitual, la dicotoma de oposicin establecida entre conocimiento sobre todo el conocimiento cientfico y la imaginacin no se corresponden con la dinmica de la evolucin humana. Mas bien pareciera que uno y otra se complementan, se entremezclan, de manera que la frase de Einstein, que pudo sorprender a muchos, apunta ms bien a una exigencia profunda de nuestro ser: la ciencia no sobrevive sin la imaginacin, aunque sta tambin, sin el control del conocimiento analtico, se distorsiona.

Qu hace la imaginacin? Trabaja sobre imgenes de experiencias acumuladas, las combina y a partir de estas funciones establece prospecciones, abre puertas, da pasos al futuro. Es el campo de la creatividad, ms que el de la reproduccin o captacin de lo ya existente y presente, material inmediato del conocimiento cientfico. Cierto que, como nos lo recuerda la Dra. Taylor, los artistas, los genios y otros espritus rebeldes han reclamado siempre a la imaginacin como su territorio, mientras que el conocimiento, resultante de los brochazos con que apenas tocamos a la realidad, es en blanco y negro, es estable, conservador, dominio de cientficos ordinarios, de museos y contabilistas. No es menos cierto, sin embargo que la verdadera imaginacin creadora presupone un trabajo y disciplina duros, as como la ciencia que alza vuelos depende ms de personalidades como Einstein que, en sus propias palabras, mucho tena de artista. Pero hay algo ms, hay otro punto de encuentro entre ambas: lo que nos distingue como especie es nuestra capacidad de soar de manera consciente y controlada. Como tal [la imaginacin] es una ayuda til para la supervivencia, para resolver problemas, anticipar desafos y concebir alternativas. Esta intervencin de control del conocimiento, de lo consciente, es lo que impide el deterioro de las funciones imaginativas y de su uso adictivo, a modo de escape de las durezas de la realidad. En cambio, manteniendo contacto con sta paradjicamente sirve para ampliar horizontes a la ciencia y, en definitiva, a la vida. De all tambin la importancia de soar o compartir sueos con otros, para favorecer que el conocimiento de todos le alimente y proporcione un elemento de control.

Superar ataduras: imaginar metas y medios.

La magnitud de los problemas sociales y su persistencia, se deca prrafos atrs, lleva no solo a los Papas, sino a cualquier humano sensible a oscilar entre el descorazonamiento y el abandono a las alas de la imaginacin. Pero, a diferencia de la utilizacin de sta como forma de escape de las condiciones en que nos ha tocado vivir, lo primero que el Magisterio propone a la imaginacin de la caridad es apartarse de actitudes delusivas como la de aquella pretensin de que si nosotros damos nuestro pequeo aporte, el Seor har el resto. Es decir, quedarnos atrapados en aquella prctica de la limosna no como gesto solidario individual, en tantos casos vlido, sino como la forma tranquilizante de enfrentar el desigual acceso a los bienes de todos, sin tener que incomodar demasiado al desorden existente. En cambio, la creatividad de la caridad es empujada por la imaginacin a superar no solo el uso de determinados medios para enfrentar la realidad, por ineficaces o inadecuadossino tambin a identificar problemas distintos y a concebir nuevas metas al darse cuenta, incluso sobre la base de experiencias histricas, que otra realidad es posible, que el fin de la historia no ha llegado. Que si bien nada garantiza un final feliz intramundano, ni puede pensarse en una linealidad de la historia, tampoco nada impide pensar que los esquemas de la gestin poltica del crecimiento y de la globalizacin pueden ser modificados, por difcil que esto se vea en el momento presente.

La caridad imaginativa, por tanto, rompe barreras. En primer lugar, al definir los problemas, supera aquella actitud de quien sin mayor cuestionamiento vea en la presencia del pobre tan solo una interpelacin a la compasin y, a lo sumo, a la solidaridad individual que se traduca en la limosna concreta. En segundo lugar, supera tambin el mero mecanismo de la limosna. En la medida en que descubre la pobreza como un problema social, con causas humanas, histricas, sin despreciar el gesto de compartir lo concreto para responder a la necesidad inmediata, pasa a actuar sobre las causas, sobre los mecanismos generadores de la pobreza, pasa en definitiva a la accin poltica y econmica.

Pero precisamente por eso, el tradicional enunciado de pobreza como objeto de preocupacin se desagrega, como lo hacen los Papas en los documentos citados, en problemas que sin duda condicionan el bienestar de grandes mayoras: la deuda externa, el funcionamiento del sistema financiero internacional, el intercambio tecnolgico, las condiciones de los tratados de libre comercio son, por ejemplo, otros grandes temas que devienen ahora en objetos de atencin para la caridad.

La mirada imaginativa est, adems en capacidad de descubrir problemas ms elusivos en su identificacin. Puede pensarse, aunque no aparezca explcito en los documentos papales, en el siguiente. Una de las poderosas restricciones a los esfuerzos por cambiar la situacin existente de injusticia, de pobreza e inequidad es el control que quienes se benefician de ella ejercen sobre el lenguaje, sobre la descripcin y las explicaciones dominantes de lo que sucede. No es fcil concebir algo distinto cuando el mundo que se nos presenta que no pasa de ser una construccin condicionada por la estructura de poder pareciera decirnos que no nos preocupemos, que las cosas no son tan terribles. Quizs una de las ms escandalosas formas de distorsionar la realidad de la que hemos sido testigos en los ltimos tiempos es la que arm la administracin Bush y sus aliados inmediatos en torno a la guerra de Iraq, a la crisis de oriente Medio y otros eventos conexos. Los bombardeos sobre civiles eran redefinidos como daos colaterales, los prisioneros de guerra, como combatientes enemigos ilegales, los asesinatos o ejecuciones extrajudiciales a lo Sharon, legtima defensa, las crticas a estas prcticas, antisemitismo. Unidas a engaos descarados como lo de las armas de destruccin masiva, estas distorsiones del lenguaje han acabado por quebrarse, eliminando su propio poder. Pero en el orden socioeconmico la falsificacin es ms sutil y tiende a permanecer ms tiempo y ms extensamente; las polticas aparecen ms ligadas a teoras de aparente fuerza cientfica y librarse de su constriccin no es tan sencillo. No es fcil decir con contundencia que la lnea del Fondo Monetario Internacional es doctrinaria, o que el Consenso de Washington est cargado de ideologa o todava ms difcil, que polticas que producen crecimiento y estabilidad econmica no conducen por s mismas a un desarrollo humano sostenible. Se necesita que la fuerza de la caridad, priorizando el valor de las personas y del planeta, por encima de intereses sectarios o de codicias mezquinas, empuje a imaginar otra manera de representar en el lenguaje, en los medios particularmente, las cosas de la economa.

Imaginar una nueva economa.

Por eso, un ltimo nivel de reto a la imaginacin de la caridad, para considerar en estos prrafos, es el de una nueva economa como disciplina, como instrumento de anlisis. Mucho depende de ella la formacin de la opinin pblica a la hora de decidir lo que es y lo que no es problema de bienestar y de progreso. De una u otra forma son tributarias de sus aportes las decisiones de los gobiernos y de los organismos internacionales en temas de pobreza, de distribucin de recursos y de desarrollo. Buscan su apoyo los responsables de elaborar las polticas salariales y fiscales, entre otras. Pero la economa actual, disciplina cientfica que pasa por ser la ms dura de las ciencias sociales, est lejos de ser una ciencia exacta, por ms que el andamiaje de un valioso instrumental matemtico le revista con un imponente aspecto de indiscutibilidad. La economa existente, la que est al uso cotidiano, contiene ms bien una sola visin hipottica de las cosas, la que suele denominarse en ingls como Main Stream (corriente principal), estrechamente asociada a lo que se conoce popularmente como neoliberalismo, y que tiene las limitaciones y potencialidades de cualquier perspectiva terica: no es la nica, no es infalible, no es desinteresada, no es ajena a las perspectivas e intereses polticos de quienes la usan. Por supuesto que tampoco lo son ninguna de las otras corrientes analticas, ni lo pueden ser. El carcter hipottico es propio de las ciencias sociales y las influencias externas sobre su desarrollo es normal. Sin embargo, en el caso de la economa moderna, dominante en la academia y muy extendida en los ambientes polticos, se incluyen ciertas premisas que condicionan en gran medida su desempeo, sobre todo para efectos de anlisis de problemas del desarrollo de los pases pobres. Es importante, al menos, recordar muy brevemente los principales de estos supuestos: su pretensin positivista de estar libre de enunciados normativos y juicios de valor, su concepcin de racionalidad econmica ligada a un individualismo metodolgico y la forma de entender el carcter cientfico de la economa. Por la naturaleza y extensin del presente artculo, solo se pueden evocar algunas ideas al respecto.

Todo intento positivista de los economistas de presentar la suya como una disciplina que abstrae por completo del campo normativo y de los juicios de valor, lo que hace en realidad, es disfrazar el hecho de que la teora econmica no est por encima de los intereses de grupos sociales concretos y que, por el contrario, las polticas econmicas se elaboran en medio de conflictos de intereses, la mayor parte de las veces tomando partido por uno u otro lado. Este tipo de asunciones, en la prctica, conducen a posturas que no resuelven los problemas por prescindir de las variables sociopolticas que configuran tambin los problemas econmicos.

En cuanto al tema de la racionalidad, clave de la economa moderna, el reduccionismo que afecta la manera de concebirla da lugar a las visiones economicistas de cuyas consecuencias el propio Magisterio de la Iglesia se queja con frecuencia. Al ligar estrechamente el comportamiento del mercado con ese supuesto comportamiento racional del agente econmico, que busca maximizar su propio beneficio, la economa da la espalda a problemas vitales para nuestra conciencia contempornea: las heridas infligidas al ecosistema, el aumento de la pobreza y la desigualdad y el crecimiento desproporcionado de la actividad humana en relacin a las posibilidades de la biosfera. No es extrao, porque la teora econmica falla en integrar dimensiones importantes en el conjunto del comportamiento del individuo humano, al menos la tecnolgica, la tica y la poltica. Es indudable que el concepto de racionalidad econmica de las escuelas predominantes, debe enriquecerse incorporndose a una visin ms amplia de racionalidad humana, de la existencia que permitan, adems, una explicacin ms realista de la manera de actuar del ser humano, incluso en el campo de la economa.

En fin, la manera de entender el carcter cientfico de la economa en la corriente principal, constituye una seria limitacin, para su propia eficacia como ciencia. Al colocarse fuera de un marco interdisciplinario, sus resultados estarn lejos de contribuir como solucin a los problemas de la vida real. Tiende naturalmente a pretensiones totalizantes, de discurso e interpretacin de un pensamiento nico, y a excluir otras aproximaciones desde diversas disciplinas que reflejan la complejidad de la realidad. Olvida que lo que existen no son problemas econmicos, sino problemas humanos o incluso del ecosistema, podra decirse que incluyen lo econmico entre otras dimensiones.

Es por eso que aqu tambin, a este nivel de la ciencia, la imaginacin de la caridad debe constituirse en fuerza actuante que empuje a cientficos sociales, de la economa, la sociologa y la poltica, junto con otros especialistas, a irse encaminando a la elaboracin de instrumentos analticos que respondan ms y mejor a las necesidades de transformacin de la sociedad en que vivimos. Se trata de producir una nueva economa como disciplina cientfica, para ayudar a crear una nueva sociedad. Est claro que esta no es tarea para todos los agentes de pastoral social. S lo es para ellos el hacer que los reclamos de los pobres, de los excluidos, de los marginados, muestren cada vez ms a polticos y cientficos sociales la insuficiencia de las soluciones con que la economa contempornea pretende dar respuesta a sus sufrimientos.

Lo que enciende la imaginacin

A lo largo de estos prrafos se ha intentado mostrar cmo ese llamado a ejercer la imaginacin en los esfuerzos de construccin de una sociedad ms justa, no es algo de carcter metafrico. La imaginacin es una fuerza y complemento de las mismas tareas de elaboracin cientfica. Es una facultad que permite quebrar los lmites de los conocimientos adquiridos, trascendiendo la normal tendencia que liga a estos con actitudes conservadoras y excluyentes. Pone la chispa para plantear nuevos problemas y el estmulo para buscar nuevos instrumentos y dibujar nuevos horizontes. Y quizs por esto, no es accidental el que se pida a la caridad poner en juego esta dinmica del conocimiento. Esta necesita de un disparador. El esfuerzo creativo de la imaginacin requiere de una fuerte motivacin y esta puede brindarla, al menos desde nuestra perspectiva cristiana la caridad, como expresin de una fuerza recibida en el espritu humano que hace operativa la fe (Gal 5:6), que la proyecta en un amor activo y concreto. Analizar el mundo y soar otros mundos mejores son tareas de la ciencia y de la imaginacin, respectivamente. Pero poner en funcionamiento a ambas y orientarlas a la bsqueda de una vida humana de calidad, en la mejor realizacin del ecosistema, requiere un inters, una motivacin, una opcin y una decisin que no surgen por generacin espontnea, sino de determinada predisposicin, de una fuerza virtuosa.

En unos aportes crticos a la obra De la utopa a la poltica econmica, el filsofo costarricense Carlos Molina Jimnez seala con gran acierto la importancia de la buena voluntad y de las buenas intenciones como requisito previo a cualquier gestin de negociacin o dilogo sobre polticas pblicas tendientes a generar procesos de transformacin social y econmica. Relacionando con el contexto del presente artculo, podran retomarse sus ideas para aplicarlas en el sentido siguiente. No puede darse por supuesto que en cualquiera de nuestras sociedades iberoamericanas ni en ninguna otra, probablemente, exista suficiente disposicin generalizada a imaginar una disciplina econmica, una nueva economa y unas nuevas formas de convivencia y a gestar los instrumentos tcnicos y cientficos para construirlas. Si uno es partidario de impulsar procesos de dilogo, concertacin o, al menos, de negociacin sobre los cambios necesarios para encaminarse a una transformacin de la sociedad, debe tomar en cuenta que estos procesos suponen la existencia de determinadas condiciones. Las posibilidades del dilogo recomendado sobre polticas pblicas no son las mismas en Dinamarca o en Nigeria, para considerar dos casos contrastantes. El procedimiento en cuestin pretende promover valores como la justicia, la equidad, la libertad, la solidaridad; su prctica misma supone actuar conforme a valores como la participacin exenta de presiones, la igualdad y la reciprocidad. Pero la misma efectividad de este dilogo descansan sobre valores como la confianza y la credibilidad mutuas, los cuales estn en gran medida condicionados por el nivel de moralidad existente en la sociedad de que se trate. El uso de la imaginacin y de la ciencia, as como de una prctica poltica, en una determinada direccin dependen, entonces, de lo que Molina llama el nivel de moralidad colectivo. Desde la perspectiva cristiana podramos ampliar esta visin diciendo que dependen de toda una vivencia de espiritualidad. No solo de la existencia de valores morales sino, adems, de la predisposicin a actuar desde ese hondn de la persona humana, desde esa punta fina del alma en donde nuestro espritu entra en comunin con el espritu de cada uno de nuestros semejantes y, en definitiva, con el Espritu de Dios. Esa predisposicin es la actitud normal de la caridad, como corriente que fluye uniendo todos los miembros del Cuerpo de Cristo.

El fuego de la caridad

Cabe modificar el nivel de moralidad de una sociedad dada?, se pregunta Molina tratando de aportar a la creacin de condiciones para generar voluntad de cambio en las personas. Y aade, Es este nivel un rasgo cultural invariable, ligado a tradiciones definitorias de la identidad de un pueblo? o es un aspecto que puede modificarse variando los trminos en que se llevan a cabo las relaciones sociales, as como la comprensin que los individuos tienen de esas relaciones? Si este ltimo fuera el caso, qu instrumentos, recursos y estrategias seran ptimos para promover dicho cambio? Sin proponer recetas, refirindose al intento de elevar el nivel de moralidad de una sociedad, Molina propone, entre otras, las siguientes matrices de solucin: La formacin, sobre todo en el mbito familiar, de virtudes que procuren al individuo fortaleza espiritual y autodominio; la educacin tica y cvica; un fuerte sentido de identidad social y pertenencia; y el mantenimiento de la esperanza. Aunque suene extrao, por constituir un planteo poco frecuente, cabra formular cuestionamientos semejantes con respecto a la caridad. Es posible modificar el nivel de caridad de una comunidad cristiana? No se trata de un don de Dios, el hacernos partcipes de su amor? Cabe pensar en la educacin para la caridad? La caridad, esa que pone en funcionamiento la imaginacin creadora para buscar nuevos caminos en la construccin de una sociedad y de una economa nuevas, es un amor gratuito, desinteresado que, en todo caso, adems de don de Dios, es el trmino de llegada de un dedicado aprendizaje de vida espiritual. Queda como tarea para otros artculos, la propuesta de medios y procesos que favorezcan en las comunidades cristianas el cultivo de la caridad. Mientras tanto y en todo momento, la oracin con que Juan Pablo II concluye su Encclica Sollicitudo rei socialis, constituye no solo una splica, sino tambin una expresin de lo que entendemos por caridad y de su papel en la transformacin de los pueblos:

Oh Dios, que diste un origen a todos los pueblos y quisiste formar con ellos una sola familia en tu amor, llena los corazones del fuego de tu caridad y suscita en todos los hombres el deseo de un progreso justo y fraternal, para que se realice cada uno como persona humana y reinen en el mundo la igualdad y la paz.

Aqu en forma de plegaria est clara la confesin que liga la creacin de un mundo nuevo, con un proceso de justicia y fraternidad, cuya motivacin inicial salta de una vivencia de unidad con todos los seres humanos, tan intensa, que hace arder nuestro corazn. Con sta como motor y principio activo puede confiarse en que se desaten fuerzas poderosas para transformar la sociedad contempornea.

Nota bibliogrfica:Chaves, Jorge Arturo (1999), De la utopa a la poltica econmica. Para una tica de las polticas econmicas. San Esteban - EDIBESA, Salamanca.

Molina, Jimnez Carlos (2001), La construccin social de la buena voluntad y Cartas Anexas, en el Seminario sobre el enfoque metodolgico de la tica de las polticas econmicas, Ctedra Vctor Sanabria, Universidad Nacional, diciembre 2001. Circulacin interna.

Taylor, Kathleen (2002) Is imagination more important than knowledge?, en Times Higher Education Supplement, 20.12.2002. http://www.physiol.ox.ac.uk/-ket/THESWEBII.pdf

Siglas de Documentos utilizados del Magisterio Pontificio y Conciliar.

RN, Len XIII (1891) Encclica Rerum Novarum,

QA, Po XI (1931), Encclica Quadragesimo Anno,

MM, Juan XXIII (1961) Encclica Mater et Magistra,

PiT, Juan XXIII (1963) Encclica Pacem in Terris,

PP, Pablo VI (1964) Encclica Populorum progressio,

GetS, Concilio Vaticano II (1965), Constitucin Gaudium et Spes,

OA, Pablo VI (1971), Carta Apostlica Octogesima adveniens,

LE, Juan Pablo II (1981), Encclica Laborem exercens,

SRS, Juan Pablo II (1984), Encclica Sollicitudo rei socialis,

EiA, Juan Pablo II (1999), Exhortacin Apostlica Postsinodal Ecclesia in America,

NMI, Juan Pablo II (2001), Carta Apostlica Novo millenio ineunte,

CA, Juan Pablo II (1981), Encclica Centesimus annus. Entrevista publicada en el Saturday Evening Post, 26 de octubre 1929, citada por la Dra. Kathleen Taylor en Is imagination more important than knowledge? en Times Higher Education Supplement, 20.12.2002. http://www.physiol.ox.ac.uk/-ket/THESWEBII.pdf

El notable artculo de la Dra. Kathleen Taylor que se cita en la nota anterior, elaborado a partir de la clebre frase de Einstein, proporciona valiosas ideas utilizadas en esta seccin.

Taylor o.c., p. 2.

Una experiencia reciente de la que particip el autor puede resultar muy ilustrativa. Como parte de la Asamblea Nacional de Pastoral Social de los Estados Unidos, se tienen planificadas anualmente las visitas al Congreso y Senado para realizar cabildeo (lobbying) en torno a temas de pobreza a inequidad en conexin con los cuales se estn discutiendo leyes especficas en las Cmaras. Resulta de impacto observar, por ejemplo, en esta lnea, a miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul, meritoria asociacin de beneficencia tradicional, tratando de influir en senadores y congresistas, para mejorar las condiciones de vida de inmigrantes, madres solteras o solas, etc.

Para una exposicin ms amplia de este tema, ver Jorge A. Chaves, (1999), De la utopa a la poltica econmica. Para una tica de las polticas econmicas, Edibesa San Esteban, Salamanca. Cfr. En particular los captulos VII y VIII.

Jorge A. Chaves, o.c.

Cfr. Carlos Molina J., (2001), La construccin social de la Buena Voluntad y Cartas Anexas, en el Seminario sobre el enfoque metodolgico de la tica de las polticas econmicas, Ctedra Vctor Sanabria, Universidad Nacional, diciembre 2001. Circulacin interna.

Molina se est refiriendo al procedimiento de insercin de lo tico en la elaboracin de las polticas econmicas propuesto en Chaves 1999. Ese enfoque contempla como requisitos fundamentales: el anlisis de cualquier poltica econmica desde la perspectiva del impacto sobre los diversos sectores y no solo desde la eficiencia y la competitividad, con la participacin de todos los sectores afectados potencialmente por dicha poltica, en un proceso de dilogo que apunte a identificar intereses generalizables y con un respaldo analtico plural.

Carlos Molina o.c. Carta 1 p.2.

Ibd p.3.

Carlos Molina, La construccin social de la buena voluntad, pp. 4 9.

SRS 49, Colecta de la misa Pro populorum progressio, Missale Romanum, edit typ. Altera 1975, p. 820.

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