ECUADOR - Frente de Afirmación Hispanista · dó la ciudad con el nombre de San Francisco de...

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ECUADORLa prehistoria y sus investi-

gaciones arqueológicas revelanque el Ecuador fue habitado porel hombre muchos siglos antes dela Era Cristiana siendo los pri-meros habitantes de raza austra-loide, cuyo asiento primitivo es-tuvo en el hoy territorio brasi-leño desde donde se desplazaronhacia el resto del continente;aunque los estudios étnicos y,' lin-güísticos que realizan las insti-tuciones científicas van estable-ciendo una infinidad de tiposhumanos y una variedad de idio-mas aborígenes, algunos de raí-ces similares, lo que prueba quese produjeron inmigraciones dediferente origen. Los Maya-Qui-chés de civilización bastante ade-lantada llegaron al Ecuador porlas costas, los Chibchas y Ca-ribes llegaron de Colombia porel norte, los Amazónicos vinie-ron por el oriente y los Collasy Quechuas llegaron del Perú yBolivia.

42/NORTE

La nacionalidad ecuatorianase asienta al igual que en los de-más países latinoamericanos enla fusión de las culturas aborí-genes con la hispánica, siendoesta última la que prevalece.

Quito la capital del Ecuadorfue fundado por el conquistadorSebastián de Benalcázar que fun-dó la ciudad con el nombre deSan Francisco de Quito.

DESCUBRIMIENTO YCONQUISTA ESPAÑOLADEL REINO DE QUITO

Algunos años después queCristóbal Colón llegó a las Islasdel Mar de las Antillas, el 12 deOctubre de 1492, y de los pri-meros viajes de los descubrido-res de América que exploraronlas islas y partes de Centro-Amé-rica, se organizaron las expedi-ciones de los conquistadores es-pañoles; y mientras un grupocon He' nán Cortés se dirigió ha-

taaaitda4J ,$nt camn{aflaC ^ulgg¡^ y ^4a ',tia nim $,

.>ti áNgg 13uryn/t ultagarlartmet a !la ^lahtmMap rty c +a tonluiu+ d Jm tug »A nddla Lgart

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cia México, otro, con Juan de laCosa y Vicente Yáñez Pinzón,marchaban a la exploración delas costas suramericanas delAtlántico.

El año 1513 Vasco Núñez deBalboa cruzó el Istmo de Pana-má y descubrió el Océano Pa-cífico. Los indios panameños in-formaron a los españoles de lasabundancias de oro que existíaen las tierras del Sur, y es en-tonces cuando comienzan las ten-tativas expedicionarias hacia lascostas occidentales del Continen-te suramericano.

Las primeras expedicionessalidas de Panamá en 1522 ha-cia el Sur, fracasaron debido alas tempestades, las enfermeda-des, la insuficiencia de vituallasy la ferocidad de los indios queencontraron en las costas co-lombianas donde desembarcaron.

Posteriormente, dos españo-les que sc habían establecido enPanamá organizaron de nuevo

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faNf drau^ xn 4MrJañ.t+mv,^qs nyut̂ a& IV9RnyrnSdS^Cnanr,^íirt d<Aebn.m.at JM1in3 (ammmayadodaafl ra wtAr^m ca4 ,9adant fu tu^¡ypar moy»partrarutt cn

^,lne r de^aranawroS,l^fwaMCGahupanor ^.tu,7 ,r.L

las exploraciones hacia el Sur.Ellos eran: Francisco Pizarro yDiego de Almagro. Pizarro fueel realizador y Almagro el orga-nizador de los recursos económi-cos y militares.

En noviembre de 1524 enfrágiles embarcaciones construi-das para el propósito. Pizarrocon 112 hombres y varios caba-llos emprendieron el viaje rum-bo al Sur, procurando no perderde vista la costa. Les siguió Al-magro con otros medios, peroesta primera expedición sufrióaccidentes y penalidades seme-jantes a las sufridas por la deAndagoya dos años antes. Conmuchas pérdidas en su personal,ocasionadas por las enfermeda-des y por la ferocidad de los in-dios tuvieron que regresar a Pa-namá.

Este fracaso no desmoralizóa los conquistadores, y encon-traron un nuevo socio, Hernan-do de Luque, que aportó 200,000pesos a nombre de Gaspar Es-pinosa, y planearon una nuevaexpedición mediante un solemnedocumento firmado el 10 de mar-zo de 1526 por Pizarro, Alma-gro y Luque. Pocas semanas des-pués, partía el segundo viaje deexploración con mejor avitualla-miento, habiendo llegado hastael Río San Juan de la costa co-lombiana donde desembarcaron.

Almagro regresó a Panamá,mientras el piloto BartoloméRuiz con pocos hombres, por or-den de Pizarro, emprendían viajeal Sur en una de las embarcacio-nes.

EN LAS COSTASDEL REINO DE QUITO

Mientras Francisco Pizarrose quedó en el Río San Juan conla mayoría de su gente, Barto-lomé Ruiz con pocos hombres,siguió en su barquichuelo haciael Sur lentamente conociendo lacosta, hasta que llegaron a laBahía de San Mateo y a la de-sembocadura de un ancho ríodonde vieron varias chozas hu-meantes. Al desembarcar halla-ron a los indios pacíficos y cu-riosos por la extraña embarca-ción. Eran los indios del pueblode Tacámez entre los que estu-vieron los españoles dos días, ha-biéndoseles ofrecido adornos deoro y esmeraldas. Este fue el ori-gen del nombre del río de lasEsmeraldas y de la porción detierra circundante.

Ruiz continuó su viaje alSur, y pasando frente a las cos-tas de Manabi encontró otrasagrupaciones indígenas. Pudo mi-rar muy lejos hacia el Este lablanca figura del Chimborazo, yencontróse en pleno mar con unapequeña embarcación de aborí-genes tumbecinos que traíanadornos de oro, cántaros y te-jidos para comerciar sin dudacon los manabitas y esmeralde-ños. Le informaron también delos poderosos Incas, dueños deriquezas y de inmenso territo-rio.

Llegó hasta la Isla de la Pla-ta, y con los valiosos objetos einformaciones obtenidas retor-nó a San Juan donde lo espera-ba Pizarro.

Cuando la gente de Pizarrocomenzó a desmoralizarse por elhambre y las enfermedades, lle-gaba Ruiz con las irrecusablespruebas de la realidad del Ta-huantinsuyo, y llegaba tambiénAlmagro de Panamá con víveresy algún personal más. Estos fac-tores alentaron a la expedición,haciéndoles avanzar a la Bahíade San Mateo conocida ya porBartolomé Ruiz. Llegaron a laciudad indígena de Tacámez,donde hallaron muchas casas consembradíos, especialmente demaíz.

Surgieron discrepancias en-tre los jefes expedicionarios, yAlmagro retornó a Panamá enpos de auxilios. Mientras tanto,para evitar los frecuentes ata-ques de los indios, Pizarro consu gente pasó a la Isla del Gallodonde esperó muchas semanas ymeses sin que llegara el auxilioesperado, hasta que un día lle-gó un barco que traía a un agen-te del gobernador de Panamá,llamado Tafur, con la orden deque regresara Pizarro en vistadel fracaso de la expedición. Pe-ro la expedición no había fraca-sado. Pizarro reaccionando enér-gicamente a pesar de las enfer-medades que sufrían los suyos,enardecido invitó a que le si-guiesen quienes lo desearan.

Solamente trece valerosos lesiguieron y los demás regresa-ron a Panamá en el navío de Ta-fur. Esos valientes son "los trecede la fama".

Pizarra pasó de la Isla delGallo al Islote La Gorgona paramejorar su defensa contra losataques de los indios.

Siete largos meses vivieronen la desesperanza y alimentán-dose de pescado y animales de la

montaña, hasta que llegó unaembarcación en la que arribó elvaleroso compañero de Pizarro,Bartolomé Ruiz, que venía departe de Hernando de Luque allevarlo al Istmo para salvarlo.

Pizarra con su extraordinariocarácter y energía rechazó tam-bién esta vez la idea del regre-so, y con Ruiz, embarcando a losenfermos en el barquichuelo, si-guió viaje al Sur hasta Túmbez,donde desembarcó en los mo-mentos que se desarrollaba lasangrienta guerra civil de los In-cas entre Quito y el Cuzco.

Sólo entonces Pizarro volvióa Panamá llevando los testimo-nios del resultado de su empre-sa: objetos y adornos de oro, te-jidos, unas pocas llamas y otrascosas que obtuvo voluntariamen-te de los indígenas, a cambio depequeños objetos.

PIZARRO REGRESAA ESPAÑA

Con el- propósito de efectuarla conquista del territorio cu-yas costas acababa de explorar,Francisco Pizarro trasladose aEspaña para tratar directamentecon el Emperador y efectuar unaCapitulación o contrato; mas, alllegar a su patria fue llevado ala cárcel por una acusación dedeudas no pagadas.

Conociendo el EmperadorCarlos V la noticia, ordenó lalibertad de su valiente súbdito y.la presentación en la Corte, don-de Pizarro con toda hombría ysinceridad hizo conocer al Mo-narca los detalles de sus explo-raciones y aventuras en "Las In-dias" entregándole las pruebastraídas como ofrenda.

Carlos V le concedió a Pi-zarro cuanto éste le pidió, y sefirmaron las "Capitulaciones" el26 de julio de 1529 en Toledo,mediante las cuales el Rey con-cedió a Francisco Pizarro la go-bernación y capitanía generaldel vasto territorio del Tahuan-tinsuyo aunque con delimitaciónimprecisa, puesto que eran tie-rras desconocidas. Concedioletambién 500.000 maravedises deayuda para la conquista y auto-rización para llevar no menosde 250 expedicionarios. Así mis-mo, atribuciones para fundarciudades, crear Cabildos, y orga-nizar la nueva vida en aquellaparte de las Indias.

Entre otras concesiones elEmperador dio el título de Mar-qués a Pizarro, título de "Hidal-

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gos" o "Caballeros" a los héroesde la Gorgona, "los trece de lafama"; de comandante de Túm-bez con renta de 300.000 mara-vedises a Diego de Almagro; elObispado de Túmbez para Her-nando de Luque; y al andaluzdescubridor de las Costas delReino de Quito, Bartolomé Ruizgran piloto de la Mar del Surcon 75.000 maravedises anuales.

Luego de firmadas las capi-tulaciones, Pizarro fue a su ciu-dad natal, Trujillo, a conseguircontingentes expedicionarios einvitar a sus hermanos Gonzalo,Hernando y Juan Pizarro, y Mar-tín Alcántara (hermano de ma-dre) a tomar parte en la em-presa conquistadora. Luego, consu gente nueva, regresó a Pana-má donde sus socios no se sin-tieron muy satisfechos por lasconcesiones reales obtenidas, de-bido a la preeminencia dada aFrancisco Pizarro; pero una vezque contaban ya con el apoyode la Corona, autoridad, hom-bres, dinero, provisiones y ca-ballos, continuarían la empresa.

NUEVA EXPEDICION A LACOSTA DEL REINO DE QUITO

En enero de 1531, partió dePanamá rumbo al Sur la terceray definitiva expedición de Fran-cisco Pizarro en tres embarca-ciones, con 180 hombres, 37 ca-ballos, equipo y provisiones. Otrocontingente de 130 hombres par-tió más tarde con Sebastián deBenalcázar y Hernando de Soto.

Navegaron directamente has-ta la cesta esmeraldeña, llegandoa Tacámez a los trece días, y unavez tomado el pueblo sin difi -cultad, Pizarro dividió sus fuer-zas en dos fracciones: la unacon los caballos debía seguir portierra a lo largo de la costa, yla otra seguiría por el mar sinperderse de vista para apoyarseen caso necesario. De Tacámezal Sur, fue cuando se inició lalucha centra los elementos dela naturaleza y contra los hom-bres hostiles. Pues, además delos combates contra los indiosque les atacaban, tuvieron seriasdificultades por las enfermeda-des extrañas, mordeduras de bi-chos y culebras, malezas y pan-tanos, y las torrenciales lluviastropicales que les aniquilaba yrestaba muchos hombres.

Llegaron a Coaque, ciudadconsiderable donde encontrarona los indios adornados con ob-jetos de oro y que les obsequia-

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ban esmeraldas como si fuerancosas de muy poco valor.

En este pueblo los conquis-tadores tuvieron que detenersealrededor de siete meses repo-niéndose las pérdidas sufridas;y desde aquí, Pizarro envió dosde sus naves a Panamá y una aNicaragua con el oro, plata yesmeraldas que pudo obtener,con el fin de enganchar más gen-te para reforzar la conquista.Efectivamente, al poco tiemporegresaron los navíos de Pana-má a Coaque con 56 hombres y26 caballos.

Pizarro con su gente, siguien-do al Sur, pasó a la Provinciaque llamaron "Puerto Viejo"conquistando toda la comarca.Entre los indios Caraques y Man-tas encontró la habilidad de re-ducir las cabezas humanas al ta-maño de un huevo, sin que per-dieran las facciones y detallespersonales, las "tzantzas" queeran los trofeos de la victoria.(Esta costumbre es la misma quese encontró posteriormente en-tre los jíbaros de la RegiónOriental, y que existe hasta laactualidad en algunas tribusamazónicas salvajes).

Estando Pizarro en PuertoViejo, llegó Sebastián de Benal-cázar desde Nicaragua con efi-caz ayuda.

Por los indios de las tribusconquistadas tuvieron noticiasdel rico y poderoso "Gran Chi-mú" que era el Sur del Imperiode los Incas.

Continuando hacia el Sur en-contraron varios pueblos hastallegar a Muey, en la Península deSanta Elena, importante asientode los Huancavilcas. Luego si-guiendo por la costa llegaron aEugabao, Lindao y Pasorja, don-de atravesaron el Canal del Mo-rro arribando a la Isla Puná.

En Puná los indios les reci-bieron con aparente amistad, ylos expedicionarios permanecie-ron varios meses consumiendolos sembríos de los indios y atra-yendo a sus mujeres, hasta quelos aborígenes indignados les ata-caron con ferocidad. Hubieronmomentos en que los españolesse vieron perdidos de no ser porla oportuna llegada de Hernan-do de Luque con cien hombresy varios caballos.

Los españoles reaccionaron yarrasaron la población indígenahasta dejarla en escombros yahuyentar a los indios que pu-dieron sobrevivir. Luego se em-barcaron en las naves de Soto

y se dirigieron a Túmbez.Poco tiempo estuvieron en

Túmbez, y dividiéndose otra vezen dos grupos, el uno por tierray el otro por mar, siguieron alsur hasta el Valle de Tangalara(Talara), donde en julio de 1532fundaron la primera ciudad enterritorio del Tahuantinsuyo,San Miguel de Piura que servi-ría como puerto central para lasoperaciones de conquista a laSierra.

Con las informaciones obte-nidas de los indios tumbecinosacerca de la sangrienta guerracivil que libraban los ejércitos deHuascar y Atahualpa en el inte-rior, dedujeron que había mayorfacilidad para la conquista y elsometimiento de esos pueblos, ydejando una pequeña guarniciónen San Miguel, marcharon re-sueltamente hacia el interior endirección de la Cordillera el 24de septiembre de 1532.

En un ascenso al altiplano noencontraron resistencia como lade los Tacames, Caraquez y Pu-náes, y más bien les recibíanamistosos mensajeros del Empe-rador Atahualpa que había triun-fado sobre su hermano Huascary acababa de someter a todo elSur del Tahuantinsuyo, cuya ca-pital era el Cuzco.

Después de larga marcha ypasando por varios pueblos in-dígenas de la Sierra, llegaron aun pintoresco valle cubierto desembradíos, donde estaba la im-portante ciudad de Cajamarca.

CAIDA DEL IMPERIODE LOS INCAS. CAPTURAY MUERTE DE ATAHUALPA

Al llegar Pizarro a Cajamar-ca, supo que el Emperador Ata-hualpa se encontraba tornandounos baños en una población muycercana, y mandó emisarios in-vitándole a una entrevista. Pues,sabiendo que Atahualpa teníaen Cajamarca miles de guerre-ros, ideó uno de los más audacesgolpes para capturarle sorpre-sivamente con su pequeño gru-po de soldados.

Atahualpa aceptando inge-nuamente la invitación a la en-trevista, en la tarde del 16 denoviembre entraba a la plaza deCajamarca conducido en andasy rodeado de 30.000 súbditos quecuriosos, desprevenidos e inde-fensos acompañaban a su Em-perador. Sorpresivamente los es-pañoles atacaron a la muche-dumbre indígena con todos sus

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medios de caballería y retum-bante artillería, produciéndolesespanto y confusión.

Pizarro capturó de esta ma-nera a Atahualpa, cayendo asíel Imperio de los Incas en ma-nos del pequeño grupo de auda-ces españoles.

Atahualpa desde su prisiónofreció un rescate fabuloso, con-sistente en el cuarto de su pri-sión lleno de oro y plata, prome-tiendo además el reconocimientoal Rey Carlos V y aún el cam-bio de religión. Durante el mesde junio los españoles seguíanrecibiendo por el rescate grancantidad de oro y plata proce-dente de todas partes del Im-perio, y solamente del Cuzco ha-bían traído "doscientas cargas deoro y veinticinco de plata". Pro-cedieron a la fundición de estosmetales y luego al reparto entrelos conquistadores, tocándole alRey de España sólo por el de-recho de sus "Quintos" en dosetapas, la cantidad de 100.000 y165.000 pesos de oro y 165.000marcos de plata.

Una vez satisfecha la codi-

cia de los españoles imperaronsiniestros planes contra el cau-tivo Emperador de los Incas, apesar de la justa defensa de ungrupo encabezado por Hernan-do Pizarro y Hernando de Sotoque consideraban más conve-niente la subsistencia del Empe-rador y el envío a España conlos honores de Príncipe.

LA CONQUISTA DEL REINODE QUITO . EXPEDICION DEBENALCAZAR

Entre los conquistadores es-pañoles dirigentes, estuvo Se-bastián de- Benalcázar (o Belal-cázar), a quien por sus altas do-tes de jefe, Pizarro le nombró"Teniente de Gobernador" de laprimera ciudad porteña funda-da, "San Miguel de Tangarara ode Piura".

La cantidad de oro y plataentregada por los indios para elrescate de Atahualpa y las na-rraciones de los tesoros existen-tes en los territorios de Quitode donde procedía el Empera-dor, entusiasmó a los vecinos de

San Miguel, y se hicieron lospreparativos para la expediciónhacia el Norte.

Al mismo tiempo, Benalcá-zar tuvo noticias de que en Gua-temala, el Gobernador Pedro deAlvarado con las informacionesdadas por un Juan Fernándezque se había retirado del grupode Pizarro después del repartodel botín de Cajamarca, hallá-base preparando su expediciónhacia el Reino de Quito, y en-tonces decidió acelerar la suya.

Alistando 200 hombres, 80 ca-ballos, víveres, ovejas y cerdos,que en verdad eran pocos ele-mentos para tan grande empre-sa, salió en dirección Noreste enlos últimos meses de 1533-sinque Pizarro tuviera conocimien-to. Mientras tanto, los pueblosdel Reino de Quito se prepara-ban para la resistencia contralos extranjeros "barbudos" quehabían asesinado a su Empera-dor, siendo el organizador de esaresistencia el Cacique Rumiña-hui, uno de los generales de Ata-hualpa que le acompañó a lacampaña sobre el Cuzco y pre-

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senció la masacre del 16 de no-viembre en Cajamarca, de don-de huyó a Quito con otros jefes.

Rumiñahui, Quisquis y Cali-cuchima, hicieron planes para laresistencia, y cuando supieronque Benalcázar había salido deSan Miguel, Rumiñahui despa-chó una avanzada a la tierra delos Paltas, pero los indios quejamás habían visto los caballos,huyeron despavoridos.

Al acercarse Benalcázar aTomebamba, una comisión decañaris fue a ofrecerle su ayudapara la marcha sobre Quito, ha-biendo contribuido con maíz,"charqui" (carne salada), conguías y un ejército de 11.000guerreros. Así, con el auxilio delos cañaris, Benalcázar continuósu movilización con precaucio-nes, llegando a los Valles de Li-ribamba (Riobamba) a los seismeses.

Varias escaramuzas se pro-dujeron con las avanzadas in-dígenas, hasta que en los camposde Tiocajas tuvo lugar la granbatalla de 12.000 guerreros deRumiñahui contra los doscien-tos españoles y once mil cañaris,en la que los indios quiteños pe-learon con ferocidad, sin temorya al caballo ni al estampido delcañón y de los arcabuces. Losespañoles tuvieron momentos dedesesperación, pero ayudados porlas sombras de la noche y la trai-ción de algunos indios, pudie-ron evadir la derrota que se pre-sentaba.

Rumiñahui prosigulo su cam-paña, pero le vinieron las trai-ciones de los indios resentidos yluego la erupción del Tungurahuaen julio de 1534 que para la su-,perstición de los indios era elanuncio de la tragedia. La ma-yoría de indios se desbandó ate-rrorizada, pero Rumiñahui en suretirada fue incendiando las cho-zas de Mocha y Llactacunga, y alllegar a Quito procedió tambiéna destruir la ciudad, sacando pre-viamente todos los ídolos y joyasde los templos y evacuando a to-da la población, de manera quecuando llegó Benalcázar sólo en-contró escombros de lo que fuela gran capital de los Shiris ydel último Inca-Shiri.

Benalcázar continuó al nortehacia Quinche, Cayambi y luegoa Caranqui donde existía unadoratorio del Sol o "inti-huasi"con paredes tapizadas de plata.El Cacáque que por entonces eraun cafiari (debido a la concen-tración de "mitimaes" de origen

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austral que hicieron los incas),ofreció a Benalcázar como pre-sente once cántaros de plata ytrece de oro; regresando los es-pañoles a Quito, donde tuvieronque hacer frente al asedio de losindígenas y particularmente delas huestes de Tucomano, caci-que de Llactacunga, y de Quim-balembo, cacique de Chillo.

FUNDACION DE LAPRIMERA CIUDAD ANDINADE SANTIAGO DE QUITO

Sebastián de Benalcázar, sor-presivamente recibió la noticiaque de Liribamba, pueblo de losPuruhaes le llamaba el españolDiego de Almagro que había lle-gado con un destacamento. Alacudir se le pidieron explicacio-nes por haber abandonado laTenencia de San Miguel sin au-torización del Capitán General

CHONE ,'

1 VON TOV^EJO

JirNAPA

BÓAYAOU

PROGRESO

Pizarro. Respetuosamente dio lasexplicaciones de haberse adelan-tado al conocer que desde Gua-temala el Gobernador Pedro deAlvarado preparaba su expedi-ción a estos territorios.

Almagro y Benalcázar pro-siguieron juntos la conquista, yel 15 de enero de 1534 fundaronla primera ciudad andina de San-tigo de Quito en el mismo sitiode las ruinas de Liribamba (Ci-calpa), con 68 vecinos, de la gen-te española que manifestó el de-seo de quedarse habiendo consti-tuido su Cabildo de soldados.

EXPEDICION DEPEDRO DE ALVARADO

Procedente de Guatemala,llegó en marzo de 1534 a la Ba-hía de Caraquez la expediciónmás grande y mejor equipadaque todas las anteriores; la de

QUEVEDO

• AZOGUES

1 CUENCA

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jeres, más de mil indios y mu-chos caballos.

Alvarado tomó contacto conAlmagro, solamente debido a lascircunstancias desgraciadas delprimero y a la hostilidad in-dígena que le rodeaba al segundoy llegaron a suscribir un arreglomediante el cual Alvarado ter-minaba su expedición recibiendo100.000 pesos de oro, pasando elpersonal y medios que le queda-ban a órdenes de Almagro yBenalcázar que a nombre de Pi-zarro continuarían la conquistadel territorio de Quito. Alvaradodebía partir con Almagro al Pe-rú para recibir los 100.000 pesosacordados.

Monumento de los Libertadores: Simón Bolivar y San Martín, situadoen Guayaquil.

Pedro de Alvarado con ocho bu-ques, 500 españoles, inclusivemujeres, 2.000 indios y 227 ca-ballos. Apenas desembarcó, de-jando un pequeño destacamento,siguió hacia el interior del país,dirigiéndose hacia el Sureste has-ta llegar al curso superior del ríoDaule, para luego tomar al Este,cruzando las montañas tropica-les. Todas las circunstancias fue-ron hostiles para los expedicio-narios. Pues, a más de la incle-mente vegetación que obligaba aabrir trochas con sables v ma-chetes; los pantanos, víboras ybichos que les desesperaba; fue-ron también abandonados por

muchos indios que huyeron, de-bido a la desatinada crueldad deAlvarado y de algunos españoles.Les faltó alimentos y muchagente moría en el camino. Al-gunos tuvieron aún que arrojarlos arcabuces para aligerar elpeso; sufrieron dificultades de-sesperantes tanto en la enmara-ñada selva tropical como en loshelados pasos de riscos y preci-picios de la Cordillera.

Pasando por cerca del Chim-borazo y por entre los cerros deQuispicacha y Sagoatoa, llega-ron a Quisapincha cerca de Am-bato, habiendo perdido en el via-je 85 españoles, inclusive mu-

FUNDACION DE SANFRANCISCO DE QUITOY FIN DE LA RESISTENCIAINDIGENA

Almagro antes de partir alSur, decidió fundar la "Villa deSan Francisco de Quito" en ellugar indicado por Benalcázardonde antes había sido la capi-tal del Reino, habiéndose sen-tado el Acta de fundación el 28de agosto de 1534. Designó aSebastián de Benalcázar Tenien-te de Gobernador de Quito, quiendebía proseguir hasta terminarla conquista de todos los pue-blos del norte y efectuar las fun-daciones nominales de Almagro,y nombró también a los princi-pales funcionarios para el Ca-bildo.

Partió Almagro al Perú yBenalcázar seguía combatiendocon los indios y ocupando el te-rritorio, habiendo transcurridoalgunos meses para llegar denuevo al sitio de los escombrosdejados por Rumiñahui. Allí rea-lizó la fundación efectiva de SanFrancisco de Quito, el 6 de di-ciembre de 1534, posesionando alos Alcaldes y Regidores, e ins-cribiendo a los 203 españoles ydos negros que fueron los pri-meros vecinos de Quito. Dos se-manas más tarde se hizo el tra-zado de la nueva población y elreparto de solares. Luego, la vi-da doméstica comenzó a orga-nizarse con la colaboración dela mujer indígena y de los sir-vientes aborígenes o "yanaco-nas".

La resistencia dispersa de lospueblos de Quito continuaba per-tinaz, y sólo la energía de Benal-cázar y la dureza de Pedro Pue-lles y Juan de Ampudia fueroncapaces de combatirla hasta

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acabar con muchos caciques ycapturar a Rumiñahui en un lu-gar casi inaccesible de la Cordi-llera oriental en su propia re-gión de Píllaro. Rumiñahui fuesometido a torturas para quedeclarase el lugar donde habíaescondido los tesoros, pero so-portó todos los tormentos sin de-clinar su valor, hasta que enenero de 1535 los españoles ahor-caron al héroe, extinguiéndosecon su vida la resistencia y elvalor indígena y desbandándoselas huestes guerreras desmora-lizadas hacia las montañas y ha-cia las selvas orientales.

CONQUISTA DEL NORTEY PRIMERAS FUNDACIONES

Consolidando Benalcázar susconquislas, se extendieron portos valles de las inmediaciones

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de Quito y luego siguió hacia elnorte hasta el Valle del Cauca,donde fundó en 1536 y 1537 lasciudades de Popayán y Cali.Avanzando más al norte se en-contró en las Mesetas de Cun-dinamarca con otro grupo de es-pañoles que había avanzado des-de el norte capitaneados por Ji-ménez de Quezada que fundóSanta Fe de Bogotá el 6 deagosto de 1538.

EXPLORACIONESAL ORIENTE -DESCUBRIMIENTODEL AMAZONAS

Siendo Gonzalo Díaz de Pine-da Teniente Gobernador de Qui-to, tuvo conocimiento de la exis-tencia del Pais "Dorado" y pre-paró la expedición al oriente, sa-liendo en septiembre de 1538.

Transmontando la Cordillera, pa-só cerca del Antisana y siguiendola cuenca del Río Maspa llegóhasta el Valle del Cosanga don-de encontró varias tribus bravas.Las dificultades de la selva leobligaron a regresar sin haberobtenido ninguna riqueza.

En 1540 Gonzalo Pizarro,Gobernador de Quito, comenzó apreparar muchos elementos pa-ra otra expedición al t País delos Quixos y la Canela". En mar-zo de 1541 partió hacia el orien-te con 350 españoles, unos 4.000indios cargadores, muchos caba-llos, ovejas, cerdos, gallinas ygran cantidad de abastecimien-tos. Parece que para transmon-tar la Cordillera, Pizarro siguióla misma ruta que Díaz de Pi-neda, aunque hay probabilida-des que lo hizo por el Quinche yOyacachi siguiendo la cuenca delOyacachi hasta llegar al RíoQuijos.

La travesía de ta Co,diliei'afue muy larga y lamentablemente dolorosa, sufriendo la pedid.de los indios que morian o huían.de los, animales y de las provi-siones.

F'ra>icisco dc Urc^llanr^, Capi-

tán y Teniente de Gobernador de

la ciudad de Santiago de Gua-

yaquil y de la Villa de PuertoViejo, conociendo las noticias delpaís de La Canela, vino tambiéna Quito a fines de 1540 a mani-festarle al Gobernador GonzaloPizarro su deseo de acompañar-le en la expedición al Oriente,llevando su personal y a su pro-pia costa. Orellana regresó aGuayaquil para dejar arregla-dos sus asuntos y preparar susexpedicionarios en lo que gastómás de 40.000 pesos de oro. Alregresar Orellana a Quito, seencontró con que la expedicióndel Gobernador 1'izarro habíapartido pocos días antes, y de-cidió seguirle tomando el mis-mo camino para alcanzarlo.

También la. expedición deOrellana sufrió las mismas pe-nalidades y pérdidas que las dePizarro a tal punto que el sace,-dote dominicano Fray GasparCarvajal que acompañó a la ex-pedición y escribió la narracióndel viaje, dice: "cuando alcanzóOrellana al dicho Gonzalo Pi-zarro no llevaba sino una espaday una rodela, y sus compañerospor el consiguiente"... (Relaciónde Fray Gaspar de Carvajal, pu-blicada por el I. Municipio deQuito).

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Los expedicionarios encon-traron varias tribus de indios ypudieron conseguir algunos ali-mentos. Al llegar a un punto delRío Coca donde ya es navega-ble, Pizarro ordenó construir unaembarcación, obteniendo la ma-dera de la montaña y haciendoclavos con el hierro de algunasarmas. Una vez construido el pe-queño barco puso en él a los en-fermos y algunas ropas y conti-nuaron río abajo hasta un lugardonde "no hubo más poblado ycarecieron de comida, y los com-pañeros iban muy descontentos yplaticaban de volverse y no pa-sar adelante.. ."

Orellana no consideraba hon-roso para el espíritu español elregresar y acordó con Pizarroque él seguiría adelante con gen-te voluntaria para procurar con-seguir alimentos; pero en el casoque le fuere imposible regresardebido a la corriente del río oalgún otro incidente "no le espe-re" y "no cuente con él. . .

El Capitán Francisco deOrellana tomó cincuenta y sietevoluntarios y siguió río abajo enel barco y unas canoas tomadas

.a los indios. Entró al río Napo ysiguiendo aguas abajo, los expe-dicionarios tuvieron indeciblesaventuras y muchas veces de-sesperados momentos frente alataque de tribus salvajes cadavez más bravas y numerosas."Con los ataques de los indios ycon las enfermedades tropicales,Orellana perdió ocho hombres yél mismo perdió un ojo ...

Así descubrió para Quito ypara España el más grande delos ríos de la tierra, el Amazo-nas, el 12 de febrero de 1542, yluego cruzando la parte más an-cha de Sudamérica llegó al Atlán-tico. Dirigióse de allí a las An-tillas para luego ir a España ainformar al Rey del formidabledescubrimiento y obtener la Go-bernación del territorio por éldescubierto y explorado. El Reyde España le concedió la capita-nía general de la Nueva Anda-lucía en playas amazónicas.

Gonzalo Pizarro mientrastanto, ante la vana espera a Ore-llana, se dio cuenta de que novolvería y emprendió el viaje deregreso, tanto o más penoso queel de entrada, habiendo llegadoa Quito en junio de 1543 consólo 80 de los 350 expediciona-ríos españoles que llevó. Del res-to, los 57 fueron con Orellana ylos demás murieron o se perdie-ron en la selva.

LA INDEPENDENCIACuando se produjo el Primer

.Grito de la Independencia de laAmérica Hispana en Quito el 10de agosto de 1809, el patrimo-nio territorial quiteño posterior-mente llamado ECUADOR, exis-tía ya determinado, y jurídica ygeográficamente establecido portodas las leyes españolas de laConquista y la Colonia. Esas le-yes constitutivas fueron dictadasen base de la realidad históricadel antiguo Reino de Quito y dela unidad territorial mantenidapor tres siglos, aún en circuns-tancias del ligamen administra-tivo a los Virreinatos del Perúo Nueva Granada.

Se desarrollaron las Campa-ñas Libertadoras dirigidas porSimón Bolívar y Sucre hasta dartérmino a la dominación espa-ñola en el territorio de Quito, yel 9 de octubre de 1820 se firmóel Acta de la Independencia deGuayaquil, formándose entoncesla GRAN COLOMBIA ideadapor el Libertador Bolívar.

LA GRAN COLOMBIA

Reunido el Congreso de An-gostura, el 17 de diciembre de1819 decretó la unión de Vene-zuela con Nueva Granada quellevaría el nombre de LA GRANCOLOMBIA en honor de Colón,estando dividida la nación entres Provincias: Venezuela, Cun-dinamarca y Quito.

Habiendo surgido dificultadesy disenciones internas. Venezue-la se separó de LA GRAN CO-LOMBIA.

Luego el Distrito o Provinciade Quito también se separó dela Gran Colombia, declarándose

nación autónoma el 13 de mayode 1830 y designando su Presi-dente al General Juan José Flo-res. La provincia de Quito, se-gún la Ley de División Territo-rial de 1824, constitutiva de laGran Colombia se componía detres Departamentos:

1.-ECUADOR, Capital Qui-to, a su vez con tres Pro-vincias: Pichincha, Im-babura y Chimborazo.

2.-AZUAY, capital Cuenca,con las Provincias deCuenca, Loja, Jaén deBracamoros y Mainas.

3.-GUAYAQUIL, con lasProvincias de Guayaquily Manabí.

Esta Ley de 1824 desmem-bró del Territorio de la Presi-dencia de Quito las tierras delnorte del río Carchi para for-mar el Departamento del Caucaque se incluyó en el Distrito deCundinamarca.

LA REPUBLICADEL ECUADOR

Al separarse de la Gran Co-lombia el Distrito de Quito, elPresidente Flores convocó inme-diatamente una Asamblea Cons-tituyente que se reunió en Río-bamba con 21 diputados, 7 porcada Provincia, y dictó la pri-mera Constitución del NuevoEstado al que se dio a la vez elnombre de Ecuador que era eldel Departamento más pobladodonde estaba ubicada la ciudadde Quito. Este nombre fue adop-tado por estar el país situado enla línea Equinoccial o "Ecua-dor"

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VICENTEBLASCOIBANEZ(2a. parte)

por Víctor Maicas

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NOVELAS VALENCIANAS

II

Encontramos de nuevo aBlasco Ibáñez en el año de 1891.Este año señalará para él unafecha destacada en su vida, yaque en el mes de noviembre ha-brá contraído matrimonio condoña María Blasco del Cacho,dama perteneciente a distingui-da familia valenciana. (De sumatrimonio hubieron seis hijos).

Blasco Ibáñez, tiene veinti-cuatro años y es un mozo alto,recio , de gran prestancia varo-nil. Tres años ha que terminóen la Universidad Valentina sulicenciatura en Derecho Civil yCanónico y, aunque con el títuloen el bolsillo , el incipiente au-tor no siente la menor atracciónhacia los para él hipotéticostriunfos en el Foro . No. BlascoIbáñez en este año de 1891 aca-ba de regresar de París a dondellevárale, para una permanenciade dieciocho meses, azares desu vida henchida siempre de ac-cidentes curiosos . Y es que Blas-co, fiel a sus ideales republica-nos, habíase mezclado en 1889 enun grave complot revolucionarioy para salvar su libertad, porhaber fallado la empresa, hubode expatriarse, regresando a lapatria en 1891, al promulgarsepor el Gobierno español una am-nistía para los delitos de carác-ter político.

Fruto de su estancia en lacapital francesa será su libro ti-tulado: "París", que recoge lasimpresiones de su estancia allí.

Blasco Ibáñez vive ya la fe-bril inquietud del escritor, porlo que entre los años de 1888 a1891, habrá publicado varios li-

bros: "Fantasías , leyendas ytradiciones"; "El adiós deShubert" ; "El final de Norma";"Por la Patria" (El guerrilleroRomeu ) y otros más. Sin em-bargo, en el correr del tiempo,cuando el novelista repasa supasado "no querrá hablar de es-tos hijos espúreos".

Blasco Ibáñez, temperamen-to batallador, hombre disparadosiempre hacia iniciativas queconvierte en realidades, sientebullir en su imaginación un de-seo, una aspiración que a él,hombre de letras, le absorbe to-da la atención. Quiere fundar unperiódico . Necesita un periódicopropio. Y como para su tremen-da personalidad humana no exis-ten obstáculos, intrépidamenteconsigue dar cima a su empresa.Y el día 12 de noviembre de1894, aparece en Valencia el pri-mer número de su diario: "ElPueblo".

También aquel mismo añola Compañía de Comedias, deWenceslao Bueno , que actúa enel Teatro Apolo, de Valencia, es-trena su drama : "El Juez". PeroBlasco, pronto abandonará laidea de convertirse en autor dra-mático , para volcar su actividadtotal en el periódico que ha fun-dado. Desde sus páginas batalla-rá incansable. Blasco Ibáñez,con el ímpetu de su pluma, crea-rá una conciencia republicana enun determinado sector del pue-blo valenciano. Su periódico, conel estallido de su prosa, será ban-dera de combate.

He oído contar a ancianosseguidores suyos, que intensa-mente vivieron esa época, cómoBlasco Ibáñez, identificado consu periódico , era el alma y elnervio de todas sus páginas. La

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dirección, la redacción y la ad-ministración, estaban instaladosen un viejo caserón ubicado enla calle de Don Juan de Austria.

También recuerdo que haceaños un antiguo admirador delnovelista valenciano, me relata-ba que muchas veces viera a don"Visent" -que así, familiarmen-te, se le denominaba en Valen-cia- de pie, a la puerta del pe-riódico, en actitud meditativa,tal vez imaginando alguna esce-na novelesca que luego trasla-daría a las cuartillas.

Retratos de la época nosmuestran a Blasco, alto, recio,embutido el cuerpo en un cha-quetón de pana abrochado hastael cuello, sanguíneo, erguida lacabeza y al viento la leonina ca-bellera, mientras en el rostro,barbado, destaca, intensa, la mi-rada de unos ojos ávidos, dis-puestos a captar cuanto de inte-resante pase ante ellos.

El escritor dispone ya de unmagnífico instrumento de traba-jo y en las volanderas páginasde "El Pueblo" aparecen suscuentos de honda raigambre va-lenciana, que luego serán reco-pilados en los volúmenes: "Cuen-tos valencianos" y "La Conde-nada". También allí publicará enfolletón su primera novela:"Arroz y Tartana".

;Qué simbolismo tan acen-dradamente valenciano hay enese título!

Igualmente dará a conocer suobra maestra: "La Barraca". Si-gue después la novela del Ca-bañal, olorosa a mar: "Flor deMayo".

Refiriéndose a estos libros,escritos a marchas forzadas, pe-ro en los que brilla magistral-mente el genio de Blasco Ibáñez,

éste, recordando las peregrinascircunstancias que rodearon sugestación, vuelve la mirada ha-cia el pasado y en el prólogo queen el año 1925 dedica a su fa-mosa novela "La Barraca", es-cribe: "Dirigía yo entonces enValencia el diario "El Pueblo",y tal era la pobreza de este pe-riódico, que por no poder pagarun redactor, encargado del ser-vicio telegráfico, tenía el direc-tor que trabajar hasta la ma-drugada, o sea hasta que, redac-tados los últimos telegramas yajustado el periódico en páginas,entraba finalmente en máqui-na. Sólo entonces, fatigado detoda una noche de monótono tra-bajo periodístico, me era posiblededicarme a la' labor creadoradel novelista".

Y así, en este ambiente delucha y fatiga, Blasco Ibáñez,escribió esas maravillosas nove-las regionales que llevan en suspáginas todo el colorido, toda lasensualidad de la Valencia medi-terránea. Sin embargo, su obra"La Barraca" pasó casi inadver-tida, hasta que más tade, al serpublicada en folletón en un dia-rio de Madrid, la crítica fijó suatención en el joven novelistavalenciano. El editor madrileño,Fernando Fe, la dio a conocer,en volumen, al público español.Anteriormente, en Valencia, elbuen amigo de Blasco Ibáñez, ellibrero Francisco Sempere, la ha-bía editado en primera edición,vendiéndose, como cuenta su au-tor, de una tirada de 700 ejem-plares, solamente 500. AunqueBlasco Ibáñez comenta "que nofue considerable el éxito del vo-lumen", a mi juicio sí lo obtuvo.

No importa que, de momen-to, pasara inadvertida, como él

dice, ya que luego alcanzó eléxito merecido. Y más, debido aque, encontrándose en San Se-bastián un profesor del Liceo deBayona, visitando una libreríadiose de ojos con la mencionadanovela y el buen francés, paraentretener su ocio, aprestóse aleerla. Fue tal el entusiasmo quesu lectura despertó en él, que in-teresándose por su autor solicitóde éste autorización para verter-la a su idioma.

No obstante los requerimien-tos del profesor, Blasco fue de-morando la contestación hastaque al fin la autorizó y el tra-ductor la dio a conocer al públi-co francés, bajo el título: "Te-rres maudites". Y es con esanovela como se inicia el renom-bre universal del novelista va-lenciano.

Blasco está ya lanzado a unaintensa labor literaria. En la pla-ya de la Malvarrosa, en un cha-let construido bajo su dirección,el escritor trabaja incansable-mente. Allí, en aquel despachocuyos amplios ventanales miranel mar, ese mar Mediterráneocuyas reverberaciones veremosen las páginas de muchas de susobras, el novelista escribe.

Con anterioridad y en unacasa alquilada, la "Quinta de SanJulián", cercana al palacete queahora habita, ha trazado las pá-ginas de esa ardiente novela,quizá con reminiscencias auto-biográficas, que es: "Entre na-ranjos". Esta, su maravillosa no-vela, es un poema wagneriano.No olvidemos que ^Blasco Ibá-ñez fue un melómano.

Uno de sus biógrafos, dice:"Blasco Ibáñez había conocidoen uno de sus'viajes a cierta ar-tista rusa, tiple de ópera, mujerextraordinaria, hermosa comouna Walkyria". El novelista enla plenitud de su inspiración,traslada a las páginas de su no-vela la figura de esa cantantebajo el nombre de Leonora. Enesta obra brilla esplendorosa-mente toda la luminosidad de larica paleta Blasquista.

Es pues, allí, siempre frentea ese mar azul, donde escribiráotras novelas, como son: "Son-nica la Cortesana"; "La Cate-dral"; "El Intruso". Pero a és-tas la precedió su novela másviril, más honda: "Cañas y Ba-rro". Esa obra tremenda, de cu-yas páginas parece desprenderseun fuerte olor a barro, a léga-mos de la Albufera, a aguas es-lancadas. El novelista se ha iden-

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tificado de una manera total conel ambiente, con el "clima" querodea la obra.

Para hacer acopio de docu-mentación, Blasco recorrió losparajes de la Albufera, el Pal-mar, habló con huertanos y pes-cadores y su poderosa retentivarecogió cuanto necesitaba para,con sus materiales, levantar esemonumento literario que se lla-ma : "Cañas y Barro".

Con los libros anteriormentecitados Blasco Ibáñez comienzaa pisar en firme el terreno lite-rario. Por motivos de su diná-mica existencia, pues es Diputa-do a Cortes por Valencia, fre-cuentemente se desplaza a Ma-drid, hasta que por fin decidefijar su residencia en la Villa yCorte. Acaece ello en el año de1904.

III

NOVELAS DE TESIS

A sus novelas de _ambienteregional valenciano, siguen otras.que reflejan las sensaciones queen diferentes aspectos ha ido re-cibiendo la personalidad del ar-tista: "La Catedral" y "El In-truso", son dos obras que po-drían ser denominadas como detesis. Luego, publicará "La Bo-dega" y "La Horda", que estánen la misma línea literaria quelas anteriormente citadas.

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He aquí, pues, que BlascoIbáñez se ha instalado en la ca-pital de España. Habita un ho-telito ubicado en la calle de Sa-las. Allí escribirá su "misterio-sa" novela titulada: "La volun-tad de vivir". Sobre este librose cernió una curiosa anécdota,desvelada por cierto hace nomucho tiempo. Se dibujaba endicha obra la figura de una mu-jer muy íntimamente ligada a lavida del novelista. Cuando lapresunta protagonista leyó la no-vela, al verse reflejada en ellacomo en un espejo, solicitó de suautor que el libro no saliera ala calle. Blasco Ibáñez atendió lapetición y, aunque la obra esta-ba ya impresa, ordenó que eltotal de la edición fuese destrui-do, como así fue. Ha sido ne-cesario que transcurriese un lap-so de más de cincuenta años pa-ra que esta novela apareciera alfin en los escaparates de las li-brerías.

Blasco Ibáñez tuvo siemprepara su vida íntima la más es-tricta corrección, por eso algunavez, con justicia, pudo decir: "Sepuede ser escritor sin dejar deser caballero".

Como se ha indicado, Blascoradica en Madrid, pero ellono obsta para que, atraído porese espíritu trashumante que enél anida, interpole -en sus crea-ciones literarias que da frutoscomo "La Maja Desnuda", "San-

gre y Arena", "Los MuertosMandan", "Luna Benamor"-un viaje a los países de centro-europa, hasta Turquía que tienepor resultado ese maravillosolibro que es: "Oriente". Subyu-gador kaleidoscopio de las másatractivas y exuberantes des-cripciones.

La aventura de su viaje pu-do tener un desenlace trágicopara su autor, pues a su regresode Constantinopla el tren quele devolvía a Europa occidentalsufrió un tremendo choque conel expreso de Budapest. El en-contronazo fue espantoso y Blas-co, milagrosamente, salió ileso,por lo que el final de su viajetuvo todas las características deun episodio novelesco.

La emoción viajera está des-pierta en él y siempre impelidopor su afán de conocer nuevastierras, Blasco emprende su pri-mer viaje a América. Lo realizaen el año 1909.

Blasco Ibáñez, por aquellosentonces, se halla en la plenitudde su vida. Por eso se sienteatraído hacia América y en unperiplo que dura varios mesesvisita Argentina, Paraguay, yChile, en cuyos países pronunciainfinidad de conferencias. Pues,como sabido es, el gran escritorposeyó el don. de la elocuencia,de una elocuencia frondosa, hen-chida de bellas imágenes, de unaelocuencia que se adueñaba rá-

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pidamente de los auditorios, he-chizados por su palabra.

Un rasgo característico desus formidables cualidades deorador nos lo señala el acto quese celebró en un teatro de Bue-nos Aires, donde habló para unaconcurrencia de más de 8.000 es-pectadores. A este respecto, unode sus biógrafos, dice: "Durantetres horas y media Blasco des-arrolló el tema gigantesco de lasvicisitudes políticas, literariasy sociales de España desde laemancipación de sus colonias deAmérica. Había tomado a sucargo la empresa de resumir to-da la historia del siglo xIx es-pañol. . . "

Puede afirmarse en esta horahispánica, que Blasco Ibáñez fueel precursor de lo que con eltiempo daríase en llamar la His-panidad. Sí; Blasco paseó por to-do el continente americano elaugusto nombre de España, enal-teciendo su grandiosa labor co-lonizadora.

De ese viaje surge su volu-minoso libro: "La Argentina ysus grandezas". Pero Blasco,que ha recorrido aquellos exten-sos territorios, trae en su ima-ginación otros proyectos.

Ha regresado a Madrid. Otravez está en su hotelito. Realiza-rá un rápido viaje a Valenciapara dar, en el Teatro de la Ex-posición Regional, su memorableconferencia sobre la novela.

Retorna a Madrid con unaidea fija en su mente. La de em-prender otro viaje a América.Aquel proyecto le obsesiona. Suavasalladora vitalidad le impulsaa lanzarse a la más prodigiosaaventura. Blasco es hombre delucha, su temperamento es `in-quieto y audaz.

Conociendo la contextura fí-sica de este hombre, de una ex-traordinaria energía, podremoscomprender cómo le fue posiblellevar una existencia tan diná-mica.

El ilustre escritor españolEduardo Zamacois, ha trazadoen un curioso libro, un vigorosoretrato del Blasco de 1910. Esde gran interés lo que el autorescribe refiriéndose a la visitaque le hace en su casa de Ma-drid: "Acaba de cumplir cua-renta y tres años. Es alto, an-cho, macizo; su rostro moreno ybarbado, parece el de un árabe.Sobre la alta frente, llena de in-quietudes y de ambición, loscabellos, que debieron de sercrespos y abundantes, resisten

todavía la calvicie; entre las ce-jas, la reflexión marcó honda-mente su arruga imperiosa yvertical, grandes son los ojos yde mirar rectilíneo y franco; lanariz aguileña, sombrea un bi-gote que cubre frondoso el mis-terio de una boca epicúrea y ri-sueña, en cuyos gruesos labiostiembla la mueca de una sedinsaciable".

¡Magnífico retrato! BlascoIbáñez "vive" en esas pincela-das. Y sicológicamente también,pues "esa sed insaciable" de lu-cha, de gloria, de trabajo, per-duró en él hasta el último mi-nuto de su vida. Blasco es unafuerza de la Naturaleza. Poseyótodas las características del ge-nio de la raza. Por eso siente lallamada de América. Y por eso,también, está dispuesto a llevara cabo el proyecto que desde ha-ce tiempo le viene obsesionan-do.

Blasco quiere ser colonizadoren aquellas lejanas tierras vírge-nes. Este hombre inquieto quehizo de su vida una novela -qui-zá la más interesante de cuan-tas escribiera- pretende serfundador de pueblos. Y con estaquimera parte hacia la Argenti-na.

Tres años durará su lucha enaquellas tierras, que hasta lallegada de los bravos campesi-nos no habían sentido en las en-trañas la herida del arado. Y,Blasco Ibáñez, fiel a sus deseos,levanta los pueblos de Cervan-tes (Río Negro) y "Nueva Va-lencia" (Corrientes).

En tales nombres invoca lasletras y su ciudad natal. Aban-dona la pluma y se convierte encolonizador. En él parece revivirel alma de los heroicos conquis-tadores. Blasco, como verdade-ro hombre de acción, crea unafantástica novela, pero, ahora,completamente real.

Empero, como nuevo Balzac,ávido de ensueños financieros,su labor de colonizador se quie-bra, él no ha nacido para la vidade los negocios. Un cataclismoeconómico derrumba su obra.Desengañado torna a Buenos Ai-res. Atrás queda un bello, peroirrealizable sueño.

Y otra vez el tirón de las le-tras le pone frente a las cuarti-llas. Y es en la bella ciudad delPlata donde empieza a escribirsu novela: "Los Argonautas". Ensu poderosa mente, de eternocreador, vibra todo un mundonovelesco. Tiene un plan, ambi-

cioso plan: escribir las novelasde América.

Mas un importante aconteci-miento iba a interponerse en sulabor. Un acontecimiento, sí, queimprimiría rumbo nuevo a suvida : la Guerra Mundial de 1914.

IV

NOVELAS DE LA GUERRA

Al estallar la gran conflagra-ción que envolvería al mundo,Blasco Ibáñez que de siempresintió rendida admiración porFrancia, prontamente se alineaen el bando aliado. Y su plumala pone al servicio de esta causa,es decir, la causa de la libertady del derecho. Llevado de su grantemperamento, desarrolla en fa-vor de tal causa una incansabley encendida actividad. El Gobier-no francés fija su atención en ély, expresamente autorizado porPoincaré, Presidente de la Repú-blica, visita los frentes de ba-talla. Con su enorme capacidadde trabajo da comienzo a la mo-numental "Historia de la GranGuerra", que formará nuevegrandes volúmenes.

Su constante frecuentación alos campos de lucha hace pren-der en su cerebro la llama de sueterna fiebre creadora. Sobre losparajes barridos por la metralla,contemplando los cielos hoscos,henchidos de negros presagios,el novelista "ve" desfilar, comoen una pantalla cinematográfi-ca, la cabalgada de los trágicosjinetes, portadores de todos losmales que aquejan a la pobreHumanidad. Es aquella una vi-sión dantesca.

Y de regreso a París, reclui-do en su piso de la calle Ren-nenquin, en las proximidades dela Avenida Wagram, Blasco Ibá-ñez, escribe la que más tardeserá famosa novela: "Los cuatrojinetes del Apocalipsis".

Al publicarse esta obra y sertraducida al inglés, la revista:"The Illustrated London News",dirá: "Es la obra que, según sedice, ha sido más leída entre loslibros impresos, excepción he-cha de la Biblia".

Pero para Blasco, aquella no-vela que, como una catapulta,lanzará su nombre a la mayorpopularidad que soñar pudiera,en esos momentos no tiene otrasignificación que una más en suacervo literario. Por ello, cuan-do la americana Miss CharlotteBrewster Jordán, le ofreció la

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suma de trescientos dólares porlanzar en Nueva York la ver-sión inglesa, el autor, sin titu-bear, aceptó, y no solamente eso,sino que en el contrato "cedíaa los traductores todos los de-rechos de autor sobre la novelapara todos los países de lenguainglesa, sin poder jamás alegarel menor pretexto para percibirotra cantidad, fuera cual fuerael éxito del libro en ultramar".

Blasco Ibáñez, una vez firma-do el contrato sigue impertérritolos caminos del ideal. Para él,aquello terminó allí.

Como acontece siempre en sumodo de ser, lo que le atrae esla obra futura, es decir, lo quese va incubando en su fertilísi-mo cerebro de creador.

E inmerso en la aventurabélica, reafirmando todavía más,si cabe, su simpatía por los alia-dos, escribe durante los mesesde agosto a diciembre de 1917,su poemática obra: "Mare Nos-trum".

Recordáis... "Sus primerosamores fueron con una empera-triz. . . " Con estas palabras dacomienzo su novela que, en efec-to, es un verdadero poema alMar Mediterráneo. ¡A ese marde epopeya!

Y Blasco Ibáñez, en París,lejos de su Valencia, vuelve ima-ginativamente sus ojos hacia labella ciudad levantina. ¡Cómoevoca a "su" Valencia! ¿Y acasoUlises Ferragut no será el eter-no personaje levantino de suce-sivas novelas? ¿Claudio Borja,tal vez?

Sí, Blasco, en esa novela, cu-yas páginas están irisadas por laluz mediterránea, volcó en ellastoda su fantasía y pintó con sucolorista pluma los más belloscuadros, henchidos de claridad.

Pero su tremenda labor lite-raria le lleva a un decaimientofísico que le obliga, por pres-cripción facultativa, a buscarcompleto reposo.

Y, para ello, se instala en laCosta Azul. La suavidad del cli-ma le recuerda a su amada Va-lencia.

Y es allí, en ese delicioso re-tiro, donde recibirá el impactode la para él más trascendentalnoticia. La de su popularidad entierras de América.

"Una mañana -cuenta Pi-tollet- le entregó el cartero unvoluminoso fajo de correspon-dencia: cartas, trajetas y perió-dicos que ostentaban todos eltimbre postal y el sello de los

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Estados Unidos".Aquella correspondencia, que

el estupefacto novelista tenía an-te sus ojos, hablaba de la enor-me difusión que había alcanzadosu, para él, casi olvidada obra:"Los cuatro jinetes del Apoca-lipsis".

Blasco Ibáñez, no salía de suascmbro. ¿Estaría soñando? ¿Se-ría verdad cuanto veía? Pues, sí,todo aquello era cierto. Améri-ca, la poderosa América, recla-maba su presencia física. Sunombre era conocido, pero elgran pueblo americano le desea-ba allí.

Y Blasco, al fin, atiende lallamada y en octubre de 1919abandona París y parte hacia losEstados Unidos.

Antes habrá publicado su úl-tima novela dedicada a la post-guerra: "Los Enemigos de laMujer".

Durante su estancia en Nor-teamérica, Blasco recibe los ma-yores honores que el Gobiernode la nación ofrece a su ilustrehuésped. Entre ellos, la Univer-sidad de Washington le confiereel título de doctor "honoris cau-sa". En viaje triunfal, recorrelas principales ciudades de laUnión.

¿Imagináis qué acopio de ob-servaciones, qué riqueza de am-bientes, de paisajes, recogeríacon su mágica retina?

Y Blasco, ávido de aprehen-der nuevos horizontes, pasa aMéxico, invitado por el entoncesPresidente Carranza. Fruto dela visita a la gran nación azteca,será su discutido libro: "El mili-tarismo mexicano".

También son de inspiraciónamericana, sus libros: "El prés-tamo de la difunta" y "La tierrade todos".

Blasco Ibáñez da pruebas entodo momento de su enorme fe-cundidad literaria, como asimis-mo de la importancia que paraél ofrece la constante diversidadde ambientes en que se desen-vuelve su vida.

El lector actual de sus obrasno concibe que Blasco pudierallevar una existencia sedentariao ser figurón de una tertulia decafé. No, eso, no. Blasco, en efec-to, fue un temperamento inquie-to, henchido de ardiente vitali-dad, de tal manera, que asombracomprobar cómo en una vida nomuy longeva cupieran tantos ytan extraordinarios avatares.

Al retorno de su triunfal gi-ra por Norteamérica, su ciudad

natalicia, deseando honrar al hi-jo ilustre, le rinde un cálido ho-menaje de admiración y respetoy para ello se celebran impor-tantes actos culturales y cívicos.El novelista valenciano, de nue-vo pisa el suelo de su queridaValencia, de esa hermosa ciudadlevantina a la que nunca másvolvería a ver. La muerte lesorprendería en su casa de Men-tón.

V

FONTANA-ROSA

Blasco Ibáñez está sentadoen uno de los bancos recubier-tos de azulejos de Manises quehay en el jardín de su Villa Fon-tana-Rosa, en Mentón.

Es una mañana luminosa,riente de sol. Sobre su cabeza laancha seda azul del cielo y fren-te a sus ojos, el legendario MarMediterráneo, con el movedizocabrilleo de sus luces.

Blasco, sin saber por qué, sesiente desasosegado, nervioso.Tiene el propósito de emprenderun largo viaje. Un viaje alrede-dor del mundo. Pero Blasco,aquella mañana, se muestra pen-sativo. Mira en derredor suyo ytoda la policromía del jardín,,con sus perfumes también, inva-de sus sentidos. La belleza dellugar casi absorbe, su atención.

De súbito, "alguien acaba dellegar con silencioso paso, sen-tándose junto a mí, en el bancode azulejos que representan an-tiguas danzas valencianas. Na-die más que yo puede verle"."Acabo de sentir ese desdobla-miento interior que todos cono-cemos en momentos difíciles denuestra vida. Es una mitad demí mismo lo que acaba de sen-tarse a mi lado".

Y, ese otro yo, le invita a re-flexionar antes de que empren-da la gran aventura. Le dice quepiense que no es tan joven cualimagina; que va a correr, talvez, mil peligros ocasionadosmuchos de ellos por los cambiosde climas. Así, pues, debe demeditar mucho antes de que to-me una definitiva resolución. Siquiere conocer cómo es el mun-do, no es necesario que abando-ne su hermosa mansión, ya queen su magnífica biblioteca re-posan, al alcance de su mano,miles de libros que pueden dar-le un perfecto conocimiento deeste planeta llamado tierra.

Blasco titubea, comprende

1

perfectamente cuántas razonesle expone "él", casi queda con-vencido de la inutilidad de lan-zarse a la aventura. Sin embar-go, reacciona, surge en su espíritu el eterno luchador que pa-recía adormecido y su cabeza seyergue en gesto de desafío. No,no renunciará al viaje, desea co-nocer de visu cuanto de triste yde alegre, de misterioso y de be-llo encierra el mundo y, el no-velista, adopta una irrevocabledecisión, correrá el riesgo. YBlasco Ibáñez, a bordo del buque-palacio FRANCONIA, emprendeel periplo de circunnavegaciónpor todos los mares del planeta.

De este viaje que duró seismeses, nacieron los tres volúme-nes que forman: "La vuelta almundo de un novelista". Sus do-tes de observador, su maravillo-sa retina de pintor de la plumaplasmará, con su colorista pro-sa, animados cuadros; todo unrico caudal de experiencias ha-llará manifestación en esos in-teresantes libros. Pero existe al-go, como resumen de este viaje,que es conveniente destacar. Suintuición le hizo "ver" más alláde lo que desfilaba ante sus ojos.

He aquí lo que escribió enlas últimas páginas de su libro:"Lo que he aprendido no.es ale-gre ni tranquilizador. Creo, exis-te en el mundo más gente quenunca. Los adelantos de la hi-giene y la facilidad de los trans-portes ha evitado una gran partede las matanzas, las epidemias ylas hambres que formaron siem-pre nuestra pobre historia hu-mana. Somos cada vez más nu-merosos sobre la corteza denuestro planeta, y esto resultainquietante, pues los alimentosno se multiplican con la mismarapidez". "Este viaje ha servidopara hacerme ver que aún estálejos de morir el demonio de laguerra. He visto futuros cam-pos de batalla: el Pacífico, laChina, la India, quién sabe siEgipto y sus antiguos territo-rios ecuatoriales".

¡Y esto se escribió en 1925,proféticas palabras!

Y el escritor, con tales pen-samientos grabados en el alma,retorna a su finca de Mentón.Hace tiempo que es ya el nove-lista de renombre universal ycuando en alguna de sus estan-cias en Niza, deambula por elPaseo de los Ingleses, damas ycaballeros, de nombres ilustres,saludan con afecto a mister Ibá-ñez, famoso escritor español.

Aquel año de 1925 trae paraél un doloroso acontecimiento.En Valencia fallece su esposa,doña María Blasco. Su esposaamada, la dulce compañera desu vida, de sus años de lucha yde ilusiones, de ensueños y espe-ranzas en el triunfo literario,

parte hacia ese Más Allá, peroella aún pudo saber, en los últi-mos años de su existencia, cómoel resplandor de la gloria lite-raria aureolaba el nombre de suamado Vicente.

Los restos mortales de doñaMaría Blasco, reposan en un ni-cho, en el Cementerio Civil deValencia.

VI

NOVELAS DE LAEPOPEYA ESPAÑOLA

Blasco Ibáñez que siempreguardó en lo más profundo desu corazón su ardiente amor aEspaña, inicia y lleva a cabo lamagna tarea de escribir un ci-clo de novelas cuyos personajesprincipales serán destacadas fi-guras históricas españolas. Perono solamente ese -aún siendomucho- es el plan de sus obras,sino que con su gran aliento decreador y dando a la empresatodo el prestigio de su nombreliterario, se lanza al noble em-peño de reivindicar la memoriade ilustres figuras de la raza.

Y con nobleza de miras es-cribe: "El Papa del Mar", "Enbusca el Gran Kan" y "El Ca-balleró de la Virgen". En estasobras, Blasco Ibáñez acepta laenorme responsabilidad de libe-rar de su indigna leyenda negra-que la inercia por una parte yla falta de escrúpulos de muchoshistoriadores, por otra- lanza-ron sobre recias y dignas perso-nalidades de nuestra patria.

En su maravillosa evocaciónde "El Papa del Mar", la figurade don Pedro de Luna, Benedic-to XIII, revive con toda su trá-gica grandeza, la epopeya de unaazarosa existencia.

Quizá Blasco, al poner en piesobre las cuartillas la magra si-lueta del Papa español, sintieraen su carne el bronco latido desu sangre aragonesa. La indó-mita voluntad del recio persona-je, dispuesto a defender sus de-

rechos hasta más allá de lamuerte, infunde respeto y es sím-bolo del espíritu inmortal del ge-nio español. Don Pedro de Luna,resistiendo cuantas adversidades

le ofrece el destino; don Pedrode Luna, cautivo en su forta-leza de Peñíscola, contemplan-do a través de los amplios venta-nales la azul inmensidad del mar,es una imagen tallada en virilroca.

A esta obra seguirá su nove-la : "A los pies de Venus", en laque enaltece esas soberbias hu-manidades de los Borja, que ita-lianizaron su apellido convir-tiéndolo en Borgia. ¡Colosal per-sonaje Alejandro VI! ¡Cómo sedeleita Blasco hablando sobretan excepcional hombre! A estagran figura que fue AlejandroVI cúpole la gloria de trazar so-bre el globo terráqueo la líneadivisoria entre Oriente y Occi-dente, dando a los navegantesportugueses cuantas tierras en-contraran en ese primer hemis-ferio y quedando, para los es-pañoles lo comprendido en elsegundo.

Calixto III, Alejandro VI, Lu-crecia y César Borja, para todosfulge con brillo esplendente laprosa Blasquista. La fastuosaépoca del renacimiento italianobulle, se agita en las páginas dellibro. Y a lo largo de su lectura,diríase que se percibe el nobleorgullo que siente Blasco Ibáñezal pensar que esa familia -quecon tan rotundos trazos señalósu paso por la Historia- fuecompatriota suya.

Pero es en su novela: "Enbusca- del Gran Kan", donde elnovelista valenciano, como hom-bre nacido de la entraña popu-lar, hunde su poderosa garra, enlo más hondo de la historia, pa-ra sacar a la luz de la verdad laestupenda humanidad de aque-llos hombres buenos y generososque se llamaron los hermanosPinzón.

Blasco Ibáñez parece decir almundo: bien está que glorifique-mos a Cristóbal Colón; bien es-tá que recordemos sus hazañasy rindamos honores a ese soña-dor de los mares, "Quijote delOcéano"; mas no echemos en ol-vido a esos dos españoles, hom-bres de nuestra raza que con suesfuerzo, su tesón, su hombríade bien, y con su alto prestigio

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de marinos, bien reconocidos portodos, hicieron posible la tre-menda empresa del Descubri-miento. Blasco Ibáñez, en estaobra, hace justicia a tan abne-gados personajes.

Vemos, pues, cómo el ilustrenovelista ha entrado ya en elcamino de la epopeya america-na. Años hace que deseaba es-cribir las novelas de América.Pero a lo largo y lo ancho de suasendereada existencia, entre-cruzáronse acontecimientos que

desviaron su atención, canalizán-dola hacia otra clase de obras.Pero al fin, el momento habíallegado y pudo emprender la tananhelada tarea.

"El Caballero de la Virgen"(Alonso de Ojeda), es la obracon la que da comienzo a su co-losal labor, esa labor que sóloalgo, más fuerte que él, podrádetener: la Muerte.

Esa es la novela de los colo-nizadores. Con sus prodigiosasdotes imaginativas, Blasco hacerevivir ante los ojos del lector,el proceso de la colonización es-pañola en las tierras vírgenes deAmérica. Sólo un auténtico es-critor de raza como lo fue él,podía tener alientos para evocar,con toda su fuerza dramática, lagran gesta del Descubrimiento.

A esta novela, hubieran se-guido: "La Casa del Océano","El Oro y la Muerte", y otrasnovelas sobre Hernán Cortés,Magallanes, etc...

Pero la Muerte, agazapada,esperaba el momento para exten-der su descarnada mano y para-lizar por siempre aquella plumasiempre ávida de nueva, de in-cesante labor literaria.

Es 'en esta empresa de di-vulgación de hechos históricos endonde Blasco Ibáñez pone de re-lieve el inmenso amor que sen-tía por la España inmortal. Consu reconocido prestigio univer-sal y su fabulosa capacidad crea-dora, la tarea que había comen-zado significaba un hito gloriosoen su carrera de autor nimbadopor la gloria literaria.

Quizá, él, al escribir aquellaspáginas, sintiérase identificadocon la psicología de tales hom-bres de acción, que con el arro-llador ímpetu de esta super-raza,fueron capaces de llevar a cabo

una tan colosal empresa, que alser conocida por los hombres dehoy, nos produce asombro y ad-miración.

VII

LA MUERTE

El cerebro de Blasco Ibáñezestaba siempre en período degestación. Para el escritor noexistía la tregua. Escribía incan-sablemente. Sus producciones li-terarias eran solicitadas por to-dos los editores del mundo y susnuevas obras traducidas a todoslos idiomas. El cinematógrafofijó en él su atención y prontole fueron adaptadas algunas desus novelas. Es decir, que Blas-co Ibáñez, era el autor españolque había alcanzado, en su épo-ca, la mayor resonancia univer-sal. Por eso la aparición de cadauno de sus libros significaba unacontecimiento para los lectoresde todo el mundo.

Pero un día el escritor aban-donó la pluma sobre la -mesa.Estaba enfermo, gravemente en-fermo.

Y Fontana-Rosa se convirtióen el centro de atención de mi-les y miles de admiradores es-parcidos por todo el mundo civi-lizado, que seguían con inte-rés, a través de las informacio-nes de prensa, el curso de laenfermedad que aquejaba al in-signe escritor.

Entretanto, en una habita-ción de Fontana-Rosa, tendidoen el lecho de dolor, la fuertehumanidad de un hombre "quesupo darle a la vida un zarpazode león", debatíase en su luchacon la muerte.

Su fortaleza física habíasederrumbado y Blasco Ibáñez, in-merso en la neblina de la fie-bre libraba terrible batalla, por-que no quería rendirse sin opo-ner resistencia. No era el suyoun gesto de rebeldía contra elDestino, sino sólo el reflejo deun espíritu que virilmente supoafrontar siempre el peligro.

Y, así, sucede que en aque-llas horas interminables en queyace como aletargado, de pron-to, se produce un hecho insólito,un cambio insospechado, y elenfermo, cuya imaginación pare-ce sumida en un mundo ignoto,busca fuerzas y, al fin, medioincorporado, abre los ojos y po-sa su mirada en invisible leja-nía. Sus labios articulan pala-bras, palabras. . . Llama a su

secretario y le dice que quieredictarle un capítulo de la nove-la: "La juventud del mundo,".Una novela que jamás escribirá.

Y es que en aquellos postre-ros momentos de su existencia,la eterna pasión de crear se ma-nifiesta una vez más en él.

A esta breve exaltación si-guen momentos de sopor. Lashoras transcurren lentas, ago-reras...

Alrededor de su lecho se en-cuentran sus hijos y su esposa,doña Elena Ortuzar, ilustre da-ma chilena, con la que casó ensegundas nupcias.

Blasco Ibáñez, de nuevo abrelos ojos y con una mirada que"ve" más allá de lo real, con-templa algo invisible para losdemás. Balbucea unos nombres.Sí, ahora, claramente, entiendenlo que dice. Blasco Ibáñez in-voca a Cervantes, a Víctor Hu-go, les' invita a pasar, a que seacerquen hasta su lecho...

Y hay luego un trágico si-lencio. El tiempo transcurre len-tamente, inexorable. Hasta quesiendo llegada la alta madruga-da, el enfermo, en brusca e in-esperada transición, coordinasus pensamientos y, pausada-mente, charla con todos. Comen-ta las reformas que desea im-plantar en el jardín de su Villa."Quiero que se parezca a Va-lencia, a mi Valencia -dice-que recuerde a cada instante elolor y el color de mi tierra".

¡Valencia! ¡Valencia! Paraella fueron sus postreros pensa-mientos. ¡Valencia estuvo siem-pre en su corazón!

Como aquel otro gran espa-ñol y valenciano, Juan Luis Vi-ves, que también murió lejos desu tierra querida, así Blasco Ibá-ñez conservó en lo hondo de sucorazón el más encendido amorhacia su ciudad natal.

Por eso, en aquellos supre-mos momentos, cuando ya elfrío de la muerte llegaba hastasu cuerpo, el nombre de Valen-cia humedecía, como un rocío,sus labios resecos y ponía enellos el suave perfume de susjardines...

Y para esa evocación poemá-tica fueron sus últimas palabras:"¡Mi jardín! ¡Mi jardín!"

¡El jardín para quien soña-ba las más sutiles fraganciasvalencianas!

Eran las 3'30 de la madruga-da del día 28 de enero de 1928.¡¡Vicente Blasco Ibáñez, habíamuerto!!

NORTE/59

"Los XIX juegos olímpicos fueronconcedidos por el COI, a México,por Iberoamérica así que deberíaconsiderarse que ésta está siendola Olimpiada de los países de cul-tura hispánica".

Declaración hecha a la Prensa el dia 26de octubre por el Sr. Avery Brundage

62/NORTE

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DEL MAS ALLÁ

VIDA DESPUESDE LA

MUERTEHace tiempo estuve platican-

do con un hombre, que a pesarde que todavía no se sobreponea sus dudas personales, llegaráa ser, con el tiempo, uno de losmás notables exponentes del Es-piritualismo. Como buen hombrede negocios que no tolera nin-guna tontería y poseedor de li-geros conocimientos sobre lamateria, llevó a su esposa (unaentusiasta del Espiritualismo) alCentro Local de Supervivencia,como él le llama. Le preguntécuáles fueron sus reacciones conrespecto a la clarividencia.

Me respondió que en conjun-to le parecía muy bien, pero quele disgustaba lo referente a lasvibraciones, tema muy gustadoy repetido por la mayoría de losmédiums. Me parece que quie-ren demostrar a la audiencia susconocimientos científicos; noobstante esto, algunas veces sílogran comunicar mensajes ge-nuinos de los "muertos", lo, cualencuentro fascinante. Pero mepregunto, ¿por qué siempre tie-nen que hablar tanto de las vi-braciones?

por Providencia Kardek

Demasiado extensopara explicarlo

Admito que yo sentía lo mis-mo cuando era un principianteen los asuntos del espiritismo yme limitaba a sonreír sin hacercomentarios. Hubiera tomadomucho tiempo el explicarme quela existencia en sí misma, ya seaespiritual o terrena, se trata devibraciones en una escala infini-ta, en un medio infinito, a tra-vés del espacio y del tiempo in-finitos, sin principio ni fin.

Inclusive nuestros pensamien-tos y emociones -sin tomar encuenta nuestros cuerpos-, sonpresas de las vibraciones en lainfinidad de la creación cósmi-ca que nosotros llamamos vida,universo, espíritu divino o Dios.Efectivamente, todas nuestrasesperanzas y deseos, nuestrasinspiraciones, dudas y nuestra feestán cimentados en las vibra-ciones. Pero adentrémonos másen este asunto. Tratemos de au-mentar nuestra perspectiva, aun-que sea un poco, ya que ésta esla finalidad de nuestra existen-cia terrena.

Para principiar quiero asen-tar que los seres humanos es-tán muy limitados, mucho másde lo que se piensa. Nuestroscinco sentidos se limitan sola-mente a darnos una ligera frac-

ción de los hechos vitales de larealidad que nos rodea. Es pre-cisamente esta limitación la quemayormente nos obstaculiza lacomprensión de la verdad, de lainmortalidad y la del mundo es-piritual. Cometemos el error depensar que percibimos todo pormedio de nuestros sentidos. Yno es así. Ellos limitan nuestraconciencia, alrededor de un cen-tésimo de las vibraciones quesiempre nos rodean.

Posiblemente piensen ustedesque estoy exagerando, pero nolo estoy. Estoy basando mis ob-servaciones en todas las vibra-ciones que se conocen y que exis-ten en nuestro sistema solar, dela frecuencia de la rotación delelectrón alrededor del núcleoatómico, a la rotación de la Tie-rra alrededor del Sol. Aproxi-madamente la frecuencia de vi-bración en nuestro medio es de100/8. , Como comparación re-cordemos que las vibraciones delsonido (no en la atmósfera es-pacial, sino en la atmósfera dela Tierra), pueden trasmitir anuestro cerebro, en un solo oc-tavo de sonido, cualquier melo-día popular que conozcamos.

Ahora, pensemos rápidamen-te en el aparato de radio ordina-rio. Qué confusión no sería siúnicamente pudiéramos escu-char todas las estaciones a lavez; y qué ventaja es la de podersintonizar sólo una. Si nuestro"aparato de televisión" trasmi-tiera todas las imágenes a travésdel éter espacial sin limitarse auna frecuencia de vibración, suuso sería ridículo, insoportable yno tendría objeto.

La realidad total es invisible

A pesar de que muchos denosotros todavía nos aferramosa la idea de "ver para creer",no debemos aceptar que el 1/8de vibración que vemos alrede-dor es la suma total de la reali-dad y que todo lo que la gentenos dice acerca de lo sobrena-tural son pensamientos alocados,producto de la imaginación ytonterías seudocientíficas.

Repito, y quiero subrayarque todas las cosas que nosotrosvemos con nuestros ojos corres-ponden solamente a 1/8 de vi-bración, las cuales son infinitas.Lo que nosotros vemos como larealidad en el mundo que nosrodea, incluyendo los numerososy diversos colores del arco iris,

NORTE/63

es como si miráramos un pétalodesprendido de una magníficarosa. En sí mismo es hermoso,pero también por sí mismo notiene ningún significado. Es só-lo un débil fragmento del colorque deleita a los ojos que no nosdice nada de su divino origen.Inclusive la rosa no es más queuna nota tocada en el órgano dela infinita armonía.

Pero volvamos a la raíz delasunto. Expresado en términosmatemáticos, es el ritmo de lopositivo y negativo; en términoshumanos es el ir y venir, el deabajo y el de arriba, la utilidady la pérdida, del bien y el mal.No se puede tener una cosa sinla otra.

Arrojen una piedra a un es-tanque de agua y verán que lasondas emergen del lugar en don-de cayó. La energía de la piedrase convierte en ondas que seextienden regularmente y a in-tervalos. Las pueden diferenciarperfectamente. Ahora, arrojenotra piedra en otro lugar del es-tanque y verán que las nuevasondas se mezclan con las anti-guas, dando así una "figura" di-ferente.

64/NORTE

Las condiciones , motivode complicación

Veamos ahora un océano tor-mentoso. El cuadro está muchomás complicado debido a las con-diciones que existen. Ahora en-contramos el viento y la miría-da de ecos que parecen brotar delas innumerables rocas invisiblespara los ojos humanos. Para elartista, posee una forma hermo-sa y constituye un magníficocuadro. Pero para el científicoes una gráfica tridimensional, demúltiples vibraciones, de dife-rentes frecuencias y amplitudes.

De una forma análoga po-dremos analizar las "formas in-visibles" en la sala de audien-cias, pero para hacerlo correc-tamente necesitaremos de unmedio más perfecto que el pin-cel del pintor, que una cámarafotográfica o una gráfica. De-beremos de tener el tipo de ar-tista que posea el sentido espe-cial de lo que comúnmente se'llama percepción extrasensorial.O sea una persona experimen-tada en el estudio de estas con-diciones, que el pintor o el ar-tista no supo apreciar debido a

que no estaban interesados porlas causas, sino sólo por los efec-tos.

El artista no percibe el vien-to y las rocas sumergidas. Poreste motivo cualquier cosa quele digamos en términos de lon-gitud de onda, amplitud y fre-cuencia será una pérdida detiempo. Nos dirá que estamoslocos. ¿Qué tienen que ver lasvibraciones con mi obra de ar-te?, nos preguntaría.

Retornemos a lá "médium"en la sala de audiencias. A unapersona le dirá: "Siento que al-rededor de usted hay un con-junto de condiciones de fatiga ofrustración a causa de un asun-to de negocios". A otra le dirá:"Alrededor de usted en su aura,veo un hermoso color verde.Siento que muchos espíritus queusted amó, lo están ayudando aresolver un problema emocionalque le preocupa, pero sólo unole dará una solución satisfacto-ria.

Después la "médium" se di-rige a otra persona que interior-mente se burla de todas estasreferencias sobre la inmortali-dad y que cree firmemente que"cuando se está muerto, se estámuerto". Puede ser uno de esosreporteros que asisten con la fi-nalidad de acabar con toda estajerga espiritualista, y de los cua-les abundan muchos.

Después de una prolongadapausa, durante la cual la "mé-dium" ha tratado de penetrar enla mente de este individuo, ledirá: "Lo siento, pero no puedoobtener nada de valor para us-ted". Cuando la sesión termineeste individuo probablemente sedirigirá a la recepción para re-coger su dinero. Sé de muchoscasos similares que han sucedi-do.

No he tratado de saturarlosde términos técnicos, sino másbien procurado convencerlos deque el pensamiento es el armamás poderosa del mundo. Queconsiste en ondas o vibracionesque se pueden medir científica-mente, así como ser registradasy contenidas en la textura delcuerpo, del vestido y del medioambiente. Ellos constituyen latextura de nuestro carácter.

Los pensamientos son cosas.Las emanaciones que radían pormedio de sus vibraciones en eléter espacial son la base de todavida, ya sea terrena o del mun-do espiritual que es infinito.

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CUENTO

por José Maqueda Alcaide

Elisa repasa concienzuda-mente la ropa de la semana. Es-tá sentada junto a la mesa delcomedor, cuyo tapete de plásti-co resplandece de limpio.

Sobre la mesa está su cestode costura. Frente a ella y en-cima del aparador hay un re-trato bastante ampliado que re-presenta a un niño como de unostres años junto a un hermosocaballo de cartón. Su mano seposa en el cuello del animal, alque ase. por las crines.

En una sillita baja de aneasdormita "Chiripa", precioso ga-to negro, excelente cazador deroedores y de toda clase de bi-chejos, que entró en la casa poruna ventana abierta, por no sesabe qué casualidad, fijando enella su domicilio.

Da el reloj de pared nuevecampanadas y, a los pocos mo-mentos, se oye a lo lejos la ale-gre música de la cabalgata.

Elisa rompe a llorar. Se le-vanta y cierra la entreabiertaventana.' Los compases de lamúsica se atenúan. "Chiripa"despierta y arquea perezosa-mente el lomo.

Tal noche como ésta, doshombres del cortejo de la Ca-balgata, vestidos con un raroatuendo y tocados con sendasboinas amarillas adornadas conbellas plumas del mismo color,trajeron a su Ramiro aquel her-moso caballo de cartón con elque aparece en la fotografía.

Dos meses después, moría elniño de un extraño mal para elque fueron inútiles todos los an-tibióticos.

Seca Elisa su llanto y se di-rige a la cocina para prepararel vaso de leche, cuyo contenidobien caliente dejará en un termopara cuando regrese Andrés,terminado su trabajo -tiene es-ta semana turno de noche- yade madrugada.

CABALGATADE

REYES

Suena inesperadamente eltimbre. Un largo timbrazo querevela impaciencia. Elisa saledel comedor y se dirige a la puer-ta de entrada.

Los inesperados visitantesson dos hombres de la Cabalgata-¿los mismos que vinieron ha-ce un año?- que traen unosregalos de Reyes: una pelota, unborriquillo de cartón y una vis-tosa gorra de jockey.

Elisa, con voz entrecortadapor la emoción, medio sollozan-do les dice:

-Han debido confundirseustedes. Aquí no hay niños ...Ramiro, nuestro único hijo, mu-rió hace diez meses ... Ya nonecesita juguetes.

-Son los únicos que nosquedan por repartir -arguyeuno de los hombres-. Hemosdejado juguetes en todos los pi-sos de la casa. Sólo nos quedabael ático ... Aquí se quedan. Pue-de usted darlos a quien le pa-rezca ... ¿Dónde los ponemos?

Entran los dos hombres en elcomedor acompañados de Elisa.

A una indicación de ésta, unode ellos deja los juguete- sobreel aparador, al pie del retratode Ramiro.

-;Pobre hijo mío! ¡PobreRamiro! ... Después de muerto,recibes juguetes de los Reyes ...Tú estarás en la gloria; pero,¡qué sola dejaste nuestra casa!

Se disponen los hombres amarchar.

Elisa quiere invitarles a unacopa de coñac. Ellos rehúsan to-marla alegando que deben in-corporarse con urgencia a laCabalgata.

Luego de las despedidas derigor, se van.

Transcurren unos diez minu-tos que emplea Elisa en prepa-rar el vaso de leche para An-

drés. Luego vuelve al comedorcon un vaso y un termo que de-ja sobre la mesa.

Una última mirada al retra-to de Ramiro y a los juguetes.Suspira tristemente. Apaga lasluces y se encamina a su dormi-torio. "Chiripa" salta a la sillade aneas y se enrosca perezosodisponiéndose a dormir.

Transcurre plácidamente elmes de enero. Andrés, pocosdías después de la fiesta de Re-yes, regaló aquellos tres jugue-tes a un sobrino suyo, a Juan-chu. La presencia de los mismosen la casa impresionaba grande-mente a Elisa, evocándole tris-tes recuerdos... Y también a élle entristecía contemplarlos,aunque, como hombre, callarahaciendo de tripas corazón.

La vida sigue su curso indi-ferente a todas las cosas. Pasanrápidamente febrero, marzo,abril... La primavera llega conuna alegre promesa de esperan-zado optimismo.

Una mañanita de domingotibia, espléndida, con un hermo-so sol confortante, revela Elisaa su esposo una grata noticia:

-Lo siento en mis entrañas.¡Viene otro hijo! ... Tal vez unaniña... ¡Quién sabe!

Andrés recibe la noticia conjúbilo y enciende un cigarrillo.Luego se sienta la mujer juntoa la mesa a leer una revista. Elesposo sale a la calle a comprarel periódico.

"Chiripa", abandonando susillita de aneas, da un salto so-bre el regazo de Elisa. Esta loacaricia largamente. Se dibujauna sonrisa en sus labios.

Por primera vez, después dediez meses de tristeza y duelo,ha conocido de nuevo esta ale-gría de sonreír y ha sentido ta-ladrada su alma por una acari-ciante luz de esperanza que lahace sentirse plenamente feliz.

NORTE/65\

CUENTO

EL

-¡Eh, toro! ¡Toro!¿Estoy tranquilo? Sí, ¿por

qué no? Quieto, corazón. No gol-pees tan fuerte. Lo sé, estás ahí,en mi pecho. Te ' siento ahora,claro es. No, no tengo miedo.Arráncate, toro. Eres astifino.¡Ay, cómo reluce tu negra pielbajo la luna! ¡Qué hondo silen-cio en el campo! Solos' tú y yo.Frente a frente. Tus pezuñas es-carban la tierra. Tierra de oli-vares. Agachas el testuz. Brillantus ojos. Aquí me tienes, toritobravo. Mis manos abren la rojaflor del capote. Ya llegas, tuscurvos puñales rasgan el tul dela luna. Casi rozan mi cuerpo.Dócil sigues el engaño. Sientotambién el bronco hálito de tubufido. Furioso te revuelves. Pe-ro la mariposa del capote jugue-tea contigo. Me he serenado porcompleto. La noche de abril esuna fiesta para mí. Mis diecisieteaños han florecido de alegría.Mi frágil cintura se quiebra, ci-ñéndose a tus costillares. Soydueño de mí mismo. Te he do-minado, torito, eres mío. Tam-bién la noche es mía. Mira, mi-ra, la luna se tiende a mis piesy tú la pisoteas con tus pezuñasde plata. Jadeas, torito negro,jadeas. Y yo, victorioso, sonrío.Los olivares "suenan" sus oscu-ras campanillas. De lejos, muy le-jos, viene el fino silbido del tren."¡Adiós, torito un día, no, una

TORERILLO

por Claudio Borja

68/NORTE

tarde cualquiera nos encontra-remos los dos... ! Ahora te dejoaquí, en tu soledad de luna. ¡Ahíquedas con tu negra piel relu-ciente, tus ojos de azabache, tutestuz erguida, hiriendo el cris-tal de la noche con tus finos pu-ñales!"

"Como yo te lo digo, otroslo dijeron a sus novias. No, Ro-sarito, no son sueños. Será rea-lidad. Confías en mí, ¿verdad?Seré famoso. Como lo es éste yéste y aquél... Pero, yo, másaún que todos ellos. Lo sientoaquí adentro, en el corazón. Suslatidos me "hablan". Me "dicen"que así será. ¿Un coche? ¿Uncortijo? ¡Y qué sé yo cuántascosas más! Pero lo que me pro-duce embriaguez son las palmas.Y el blanco aleteo de los pañue-los. Y una y otra vuelta al ani-llo. Y la arena dorada. Y arri-ba, en lo alto, el redondo lagoazul del cielo. ¡Ay, Rosarito, quéfelices seremos! ¿Miedo? ¿Tie-nes miedo por mí? No temas,mujer, no temas. Observa cuántranquilo estoy y cuán firme esmi pulso. Alegra esa carita, son-ríe. Me agrada ver los hoyuelosen tus mejillas de seda. Eso es,¡tontina! Tu rostro es cielo deabril, lluvia y sol. No llores, Ro-sarito, aunque a veces también

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se llora de felicidad. Y tú eresdichosa escuchándome. Y lo soyyo contemplándote. ¡Mañana to-reo mi primera novillada con pi-cadores! He cumplido dieciochoaños. No más capeas en los pue-blos polvorientos; no más viajesen renqueantes autobuses o envagones de tercera. "Aquí lleganlos maletillas". Ni siquiera nosconsideraban toreros. Plazas im-provisadas. Pueblos perdidos enla ancha geografía del suelo es-pañol. Mozos ahítos de vino,agresivos, gesticulantes. Un solde fuego encendiendo los cere-bros. Y luego, por unas pocasmonedas, jugarse la vida antelos fieros marrajos. A veces, uncompañero ..., pero, no, no ...Mañana, Rosarito, mañana la vi-da será distinta para mí, paranosotros ... Para mi madre, ¡po-brecita!, que tanto sufre por cul-pa mía. Tú y ella. Ella y tú. Misdos únicos cariños. A tí, Rosari-to, brindaré mi primer toro. ¡Ah,dices que no quieres verme to-rear, que rezarás por mí! Bue-no, mujer, bueno. Cierto, mejores así."

"Ya suena la música queacompaña el paseíllo. Me santi-guo. Y junto a mis dos compa-ñeros echo a andar. La lumbra-rada del sol me da en los ojos.Los entorno unos segundos, pe-ro a seguido, vorazmente, losabro. En los graderíos se ve un

llenazo imponente. Dentro de miser estalla el gozo. Mi brazo de-recho se mueve al compás delpasodoble jacarondoso, y mi ma-no izquierda oprime en la cintu-ra los picos del capote de paseo.Levanto la cabeza. La plaza es"mía". La cuchilla de la sombraguillotina el sol sobre la arena.¿Estoy solo? No lo sé. Quizá, sí.Soy el centro de mí mismo. Na-da quiero saber de mis dos ri-vales. ¿Orgullo? Tal vez. Debotriunfar. Lo conseguiré. ¿Quésucede? ¿He gritado? Sí. "Al-guien", dentro de mí, me hacedecir:

-;Eh, toro! ¡Toro!Aquí le tengo. ¿Acaso es el

de "aquella noche", allá en elcampo andaluz? ;Qué más da!Así, rózame los alamares con lamedia luna de tus puñales. Peroyo voy venciendo tu fiereza. ¿Lovez? Dócilmente sigues los vue-los de mi capote. ¿Qué estruendoestalló de pronto? Sí; la genteme ovaciona. Hay un latido in-tenso en mis sienes. Me invadeel orgullo. La hermosa bestia,ciegamente, embiste. Jadea y yosonrío, seguro de mí mismo. Yase ven estrías rojas en sus car-nes. Ha sonado el clarín. Meacerco a la barrera. Tengo secala boca. Un buche de agua paraaliviarla. Una fugaz mirada altendido. Bellas mujeres me asae-tean con luminosas miradas. Vi-vo un presente maravilloso. Elrecuerdo de los años de miseriay dolor se desvanece en la leja-

nía. Hoy inicio una etapa en mivivir. En mis manos la roja fra-nela y el estoque. Saludo a lapresidencia. Luego, en el centrodel ruedo, girando sobre mis ta-lones, brindo al público la muer-te de mi primer toro en una co-rrida con picadores. Tras losaplausos se hace el silencio. Nopuedo, no debo defraudar a "mi"pueblo. Y me emborracho de luz,de ambición y, con todo mi amorpropio despierto, me entrego atorear. De súbito, se quiebra elsilencio, y la plaza vibra con untremendo clamor. Suena la mú-sica. En los olivares había so-ledad, ¿recuerdas, torito? Aquí,miles de ojos nos contemplan.Sin embargo, "estamos solos", yoy tú, pobre animal. Yo, joven,fuerte; tú, herido, cansado, ig-norando que vas a morir cuandolo decida yo. Sobre tu cuerpomuerto, se alzará mi triunfo. Tumartirio me abrirá las puertasde la popularidad. "Escucha" có-mo cantan las ovaciones en mihonor. Contigo juego a placer.Tus ojos, humillados, me miranvencidos. De tus carnes abiertaschorrea la sangre. ¡Y no me ins-piras lástima! ¿Por qué la ha-bría de tener? Hundiré el esto-que hasta la bola. Quiero tumuerte. La necesito. Presientoque el público está diciendo:

Ha salido un nuevo torero,un nuevo torero, un nuevo tore-ro...

Y ése, soy yo. Lo sé, lo sé, losé...,,

NORTE/69

La madre ignora cuántashoras han transcurrido desdeque el doctor le permitiera sen-tarse junto al lecho donde yacesu hijo herido. El cuerpo, enlu-tado, de la mujer, destaca som-bríamente de las blancas ropasde la cama, de las blancas pare-des del cuarto. El impresionantesilencio la rodea. Sólo la leverespiración del muchacho. Tam-bién el inmenso recinto del hos-pital parece inmerso en un marde silencio. La madre bisbiseaun rezo. La bombilla eléctrica,en la cabecera del lecho, expan-de tenue luz. El pálido perfil deltorerillo se acusa sobre la almo-hada. Los ojos de la madre notienen ya lágrimas. Su miradaes mortecina. Lentamente se pa-sa la mano por los canosos ca-bellos. Durante cierto espacio,detiempo ha vivido en un estadode sonambulismo. ¡Hondo sufri-miento por el hijo! En el corre-dor, ante la puerta del quirófa-no, ha intentado abalanzarsesobre la camilla, donde, incons-ciente, yacía el torerillo. La en-fermera, con dulzura, la detuvo:"¡Por favor, señora!" Entonces,ha sentido deseos de hablar, dederramarse en incontenible cau-dal de palabras: "¡Dios mío, quédesgracia! Desde hace una se-mana que nada sabía de él. Seescapa de casa. Marcha a las ca-peas de los pueblos. «No vayas,hijo», le digo. Pero es inútil. Suafición es más fuerte que misruegos. No atiende mis consejos.Soy viuda. El es bueno, sí; peroquiere ser torero. Está como lo-co. Dice que ganará mucho di -nero. Soy asistenta y me pasolos días fL, ira de casa. Aún ennuestra pobreza me creía felizcuando él era pequeño. Mi ma-rido murió siendo él de tres años.Pueden imaginar cuánto habréluchado para salir adelante. Detodos modos, aquello era mejorque lo de ahora. Le tenía siem-pre conmigo. Al crecer le puse atrabajar de fontanero. Pero noarraigaba en los talleres. Siem-pre a vueltas con su obsesión detorear. Claro, sus maestros leechaban a la calle, pues cons-tantemente dejaba de acudir a.]trabajo. Yo predicaba en desier-to. ¡Lo que llevo llorado! Días ydías sin saber por dónde anda-ba, hasta que una noche apare-cía, sonriente, por casa. Yo,viéndole, lo olvidaba todo. ¿Ma-gulladuras? Muchas, sí, señor.

70/NORTE

Pero, a Dios gracias, nunca degravedad. El mes pasado cum-plió diecisiete años . Es un mu-chacho alto y guapo. ¿Verdad,señorita? Es usted muy buena.Y el doctor también. ¿Curará?Dice usted que sí. ¡Gracias, gra-cias, que Dios se lo pague! Haceuna semana huyó de casa. Se-guro que a las capeas. Nunca,hasta que regresaba, he sabidopor dónde iba. No quiera ustedsaber de mi zozobra. ¿Usted tie-ne hijos? ¡Ah, todavía no se hacasado ... ! Dispénseme. Hoy medieron el recado de que se en-contraba aquí, en el hospital. Hellegado cuando le sacaban delquirófano. Son ustedes muy bue-nos conmigo. ¿Tardará en des-pertar? Estaré a su lado. ¡Se-ñor! ¡Señor! ¡Qué desgracia!"

La madre mira a su hijo. Es-te entreabre los párpados. Suboca se contrae en expresión dedolor. Lentamente abre los ojosy contempla con fijeza a su ma-

dre, que se inclina hacia él y lebesa en la frente.

-¡Hijo mío!El muchacho parece que re-

torna de un mundo misterioso ylejano. La madre le pasa el pa-ñuelo por el rostro sudoroso.

La noche se asoma a los cris-tales del balcón.

-Madre, he tenido un her-moso sueño. Sí, soñé que comen-zaba a ser un gran torero. To-reaba mi primera novillada conpicadores. Nunca más volvería alos pueblos miserables, a lasodiosas capeas. Dejaba de ser unmaletilla. ¿Te das cuenta? Y minovia era muy bonita. Sí, Rosa-rito se llamaba. Entonces ...¿Pero, qué es esto?

Intenta incorporarse en el le-cho, pero la madre, dulcemente,le presiona para impedirlo.

-¡Por Dios, no te muevas!-¡Madre, madre, mi pierna,

mi pierna ... ! ¡Qué me han he-cho, madre, qué me han he-cho... !

Y un ronco sollozo quiebrael silencio de la noche ...

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PARALA HISTORIA

DEL7 DESCUBRIMIENTO

DE LAS INDIAS

por Rafael Castejón

EL LIBRO PERDIDO DE UN GRANCORDOBES

Lindo librito el que ahora llega a nuestras ma-nos. Es nada menos que la "Historia de la inven-ción de las Indias", escrita hace cuatro siglos ymedio por el famoso cordobés Hernán Pérez deOliva, y casi desde entonces perdida.

Lo publica ahora, por primera vez, el profesorde español en la Universidad de Yale (EstadosUnidos), don José Juan Arrom, quien lo dedicaatentamente de esta manera: Para la bibliotecade la Real Academia de Córdoba, este libro de uncordobés de pro, editado por un admirador de lagran ciudad andaluza.

Así cuenta la historia. El 27 de noviembre de1535, en una señorial casa sevillana, platicabandos caballeros cordobeses, de poco más de treintaaños ambos, uno el renombrado bibliófilo don Hernando Colón, hijo del gran almirante descubridorde América; el otro, don Fernán Pérez de Oliva,estudiante en las Universidades de París y Roma,y ahora profesor en Salamanca, donde llegó a serrector. Muere con treinta y siete años, en plenamadurez.

Pérez de Oliva ha ido a Sevilla a regalar alerudito paisano un ejemplar de su comedia "An-fitrión". Como otros hombres cultos de su tiem-po, lleva la heroica tarea de enaltecer la lenguacastellana y dejar el latín como lengua culta.

Inexcusablemente hablarían mucho de Amé-rica, que entonces llamaban las Indias. Se com-prometerían a escribir sendos libros sobre el in-gente acontecimiento. Hasta entonces, sólo habíauna breve historia del humanista italiano PedroMártir de Anglería. Consecuencia del compromisoamistoso fueron el libro que escribió HernandoColón sobre su padre, titulado "Vida del Almi-rante Don Cristóbal Colón", y el que escribieraPérez de Oliva con el título arriba señalado.

El, primero fue traducido al italiano, y por ahí

se salvó la obra, porque ya se sabe que ambos ma-nuscritos originales se perdieron. El segundo de-bió pasar a la biblioteca colombina, pero se per-dió, con las vicisitudes pasadas por este gran fun-do libresco.

El manuscrito que aparece en Londres y loadquiere un bibliófilo americano en subasta de lacasa Sotheby en 1928, no es el original, sino co-pia posterior, pero fidedigna. Con gran aparatobibliográfico y fina crítica lo publica el profesorArrom en el colombiano Instituto Caro y Cuervo,en bella y cuidada edición.

Se puede asegurar que esta obra de Pérez deOliva es una de las dos primeras que sobre el des-cubrimiento de América se escriben en lenguaespañola. La otra es la del gran cronista indianoGonzalo Fernández de Oviedo. Poco tiempo des-pués vienen las grandes obras de polémica del pa-dre Vitoria, de las Casas, del cordobés Ginés deSepúlveda. Son los titanes que cimientan la histo-ria y la literatura de las Américas, junto con elinca Garcilaso, Ximénez de Quesada y restantescronistas que les siguen.

Hernán Pérez de Oliva se revela en su espíritude cordobés humanista y filósofo. Ha escrito el"Diálogo de la dignidad del hombre", entremez-clado de proverbios de la más pura estirpe Sene-quista.

Y ahora, en la historia del descubrimiento delas Indias, escrita, como dice su editor, con estilopreciso, vigoroso y lúcido, que enriquece con ter-sos aforismos y hasta se ilumina con leves toquesde ironía, ha producido una obra modelo de exce-lente prosa artística del Renacimiento español.

Sea bienvenida la magnífica resurrección li-bresca. Por ella, América nos devuelve al cabo decuatro siglos largos, aquello que llevamos los es-pañoles a las Indias y que nunca se extinguirá porlos siglos de los siglos, que es la obra del espíritu.

En A. B. C. de Andalucía, N^ 19.454.

NORTE/71

UNA ELEGIROLVIDAD A

Pocas personas ignoran quese llama elegía a un "poema líri-co en que se lamenta la muertede una persona, o algún aconte-cimiento público o privado dignode ser llorado".

Sabido es también, que unade las mejores poesías de estegénero en idioma castellano-quizá la mejor, sin entrar enpolémica, desde luego- es laque escribió Jorge Manrique, enel siglo xv titulada "Coplas a lamuerte del Maestre de Santiago,don Rodrigo", su padre, en cu-ya composición poética cualquierestrofa causa nuestra admira-ción: "nuestras vidas son losríos - que van a dar en lamar - que es el morir".

Mas hay quienes afirman conplena seguridad que el poeta di-jo que "cualquiera tiempo pasa-do fue mejor"; y leyendo y rele-yendo nosotros esa poesía sóloencontramos que Manrique es-cribió: `cuán presto se va elplacer - como después de acor-dado da dolor - como a nuestroparescer - cualquiera tiempopasado fue mejor".

De que una cosa sea ciertaa que nos lo parezca, media unabismo como fácil es compren-der; pero en fin dejemos esteasunto para su esclarecimientoa los eruditos, pues ni nos tocaa nosotros dilucidar esta cues-tión como ni tampoco es ella elobjeto del presente artículo.

Nuestro deseo es sencillamen-te transcribir otra elegía, no tanuniversal ni tan famosa, desdeluego, pero sí muy rica en con-tenido y emoción poética. Re-cordando estos días los tiemposde nuestra adolescencia, algunasde las estrofas de dicha poesíaescrita hace como medio siglo,han vuelto a pasar por nuestramente. Permítasenos que haga-mos antes de transcribirla unpoquito de historia, pues ello con-tribuirá, según creemos, a com-prende¡- mejor el sentido y al-cance de dicho poema.

74/NORTE

por Valeriano Rico Soblechero

Como en los viejos relatoscomencemos por decir que co-rrían los últimos meses del año1917... En la vieja ciudad cas-tellana, al finalizar el mes deoctubre, el dicho vulgar, popu-lar, estaba otra vez en todos loslabios:

"Por los Santos (P de no-viembre) nieve en los altos".

"Por San Andrés (30 de no-viembre) nieve en los pies".

Y así ocurrió, en efecto, eseaño ... Las elevadas cresteríasy picachos de la sierra de Gua-darrama tales como La MujerMuerta, La Maliciosa, Siete Pi-cos, Peñalara, La Fuenfría, etc.,que destacaban en lontananza,durante los meses del estío, unospor sus fuertes tonos azules yotros por el profundo verdinegroque ofrecían los tupidos bosquesde pinaredas y entinares, se nosmostraba ahora, en su vertienteseptentrional, cubiertos con unmanto de impoluta blancura co-mo si estuvieran arropados conlujosa túnica de armiño ... Unassemanas después las torres, cú-pulas, capiteles, tejados, almenasde las murallas y aún las callesy plazuelas de la ciudad, apare-cían también recubiertos por unaespesa capa de varios centíme-tros de espesor.

La llegada de la nieve todoslos años era para nosotros, losmuchachos que a la sazón cursá-bamos estudios del Bachilleratoen el Instituto de Segunda En-señanza de la capital, motivo degran júbilo, puesto que podíamosarrojarnos bolas al rostro, levan-tar con la misma nieve en callesy plazuelas colosales estatuas ysobre todo porque podíamos lan-zarnos, como demonios en huida,a bordo de improvisados trineossobre las empinadas calles de laciudad -que son muchas- con-vertidas ahora, gracias a la nie-ve congelada, en excelentes pis-tas de patinaje. Una de las más

preferidas era la calzada o ca-lle, en cuesta, que formaba unalínea paralela a los arcos delmonumento Acueducto, pues laparte opuesta, frontera a la quedecimos, la componían o la com-ponen amplias y numerosas es-caleras de piedra que llegabanhasta la misma plazuela dondeestaba ubicado el viejo Instituto.(De los golpes recibidos graciasa tan espectacular deporte, fue-ron testigos muchas veces losmismos arcos del famoso puenteromano).

El clima de la ciudad conmucha nieve en las calles teníauna temperatura de varios gra-dos bajo cero. No así lo que pu-diéramos denominar "clima so-cial" -en contraste con la ha-bitual vida pacífica y tranquilade la capital- pues guardabarelación con el que existía en-tonces en España y sobre todocon el que imperaba en Europa,donde la cruel matanza de laPrimera Guerra Mundial se ha-llaba a la sazón en todo su "trá-gico apogeo".

No obstante que la produc-ción de la nación hispana no eramuy elevada, gracias a su neu-tralidad bien vista por las dospartes de la contienda, de Es-paña salían diariamente con des-tino a bandos beligerantes, todaclase de productos, principalmen-te alimenticios y mientras algu-nos negociantes sin escrúpuloshacían su dorado agosto, las cla-ses populares sufrían la tremen-da escasez de las subsistencias-como se decía entonces- y,por consiguiente, la exorbitanteelevación de los precios.

Hubo en Segovia en aquellosdías algunas manifestaciones ca-llejeras, que fueron como se su-pondrá, pronta y enérgicamentereprimidas por los encargadosde mantener el orden público.

También nosotros los estu-diantes, para no ser menos, or-ganizamos una huelga escolarque tuvo planteamiento en los

1

primeros días de diciembre conel motivo -o pretexto másbien- de algunas disposicionesequivocadas que adoptó el nuevoy flamante Director del Institu-to. Por cierto, que dicho señorfiguraba como "Jefe" del parti-do liberal de la provincia y poresta razón era bastante amigo demi padre, lo que me valió paraque durante todo el 6^, curso yen su cátedra me hiciera el blan-co principal de su enojo desdeel momento que supo me habíacorrespondido el honor de actuar

yo como uno de los líderes o di-rigentes de aquel breve conflictoestudiantil.

La fría mañana en que ini-ciamos la huelga, nos presenta-mos muy temprano los alumnosdel 6° año provistos casi todosde gruesos bastones o garrotes,delante de las verjas del Insti-tuto, dispuestos a impedir a to-dos los alumnos la entrada a lasclases. Con todo aquel aparatobélico nos comportamos bastanteestúpidamente con los bedelesdel Instituto -a quienes hicimos

objeto, como siempre, de nues-tras burlas y menosprecio- ytambién con nuestros compañe-ros de los grados inferiores sinexcluir, naturalmente, a nues-tras amables condiscípulas, aque-llas lindas señoritas de la ciudadque nos cautivaban a diario consu belleza, inteligencia, cordiali-dad y simpatía y que gozabande toda nuestra estimación...(Pero los adolescentes, sobre to-do si actúan impulsados por idea.les superiores, suelen comportar-se casi siempre así),

Recuerdo que entre las com-pañeras a quienes no permitimosla entrada a clase había una pre-ciosa jovencita -apenas si ha-bría cumplido los 15 abriles- deregular estatura, de lindo rostrocasi un óvalo perfecto, grandesy bellísimos ojos negros y abun-dante y ondulada cabellera. Ellaestudiaba entonces el 59 año delBachillerato y era hija de undistinguido escritor y poeta dela. ciudad, se llamaba CarmenRodao.

La familia Rodao habitabapor aquel entonces en la empi-nada calle de que hicimos men-ción, frontera a los arcos delfamoso puente romano. El pa-dre, don José Rodao, hombre demediana estatura, más bien grue-so, de anchos hombros, ampliafrente y pronunciada calva, eraun antiguo funcionario burócra-ta de la Diputación provincial odel Gobierno civil de la provin-cia, no recuerdo bien este deta-lle. Había nacido en un pueblode Segovia llamado Cantalejo,no lejos de otra población queresponde al nombre de Cantim-palos, lugar muy renombradopor sus sabrosos embutidos. DonJosé usaba lentes y yo le veíapasar casi todos los días con suandar sosegado y tranquilo fren-te a mi vivienda, una modestacasa de huéspedes, cuando élacudía en las mañanas a la ofi-cina pública o regresaba de sutrabajo a su domicilio para co-mer.

Funcionario probo y hombrede gran talento, don José hu-biera alcanzado fácilmente lascumbres de la fama, de habervivido en una. gran ciudad, enotro ambiente de más dilatadoshorizontes, en vez de circunscri-birse, como hizo siempre, al es-trecho marco de la vida provin-ciana donde no podían brillar enigual grado las luces de su pri-vilegiado ingenio. Sin embargo,era muy conocido dentro del

NORTE/75

gremio literario y sostenía fre-cuente correspondencia con elpoeta salmantino Gabriel y Ga-lán y con otros destacados lite-ratos y periodistas de Madrid yprovincias, que estimaban mu-cho a don José. Vivía la familiadel sueldo burocrático del pa-dre, pues la labor del escritor ydel poeta, ni aún siendo famoso,es de aquellos oficios o modosde vivir que según la frase deLarra, "no dan para vivir".

Durante bastantes años, Ro-dao tuvo a su cargo la páginaliteraria -aparecía todos loslunes- de un diario de la ciu-dad, "El adelantado de Sego-via", muy similar a la que desdetiempo antes publicaba en Ma-drid el conocido periódico "ElImparcial". Allí don José mos-tró sus singulares dotes de cultoy castizo escritor e hizo galatambién de su talento poético,sobre todo en inspiradas compo-siciones que diríamos de tonoalegre y festivo. Una breve poe-sía de este tipo, allí publicada,mereció, años antes, ser premia-da en un notable certamen lite-rario que se celebró en Segovia-o tal vez en una población muycercana, el Real Sitio de San Ilde-

fonso o la Granja- lugar éste,cuyo suntuoso palacio y hermo-sos jardines versallescos tantogustaba de visitar, sobre todoen el verano, la infanta doñaEulalia. La poesía premiada deRodao se titulaba "El botijo" ysu moraleja, o mensaje comodiríamos hoy, era que "cuantamenos agua tenía un botijo, máshabía que elevarlo para poderbeber". Otra, también festiva,que vio la luz en aquel suple-mento o página literaria, teníapor tema el dinero y se titulaba"El vil, metal". Recuerdo queterminaba así: "No, no es viltan codiciado - rico, preciosometal - quien es vil en sumegrado - es el que lo empleamal". Publicó muchas más, en-tre ellas una que dedicaba "Auna vieja escotada", siempre enel mismo tono alegre, humorís-,tico, más bien podríamos decirsatírico.

Hombre de sólida cultura yy profundo conocedor del idio-ma, cuando Rodao escribía enprosa hacía gala también de unestilo pulcro y ameno.

Viviendo modestamente, aun-que sin privaciones, el hogar dela familia Rodao, era un hogar

feliz; así al menos nos lo pare-cía a todos hasta que llegó laprimavera del año 1918, puesentonces en unos pocos días, víc-tima de rápida y cruel enferme-dad, falleció la preciosa hija dedon José, Carmen Rodao.

Casi todas las gentes de laciudad viendo al poeta y escri-tor triste, abatido, sumido en suprofundo dolor -ya en edad al-go avanzada- pensaron con fun-damento que aquel hombre di-fícilmente podría seguir escri-biendo, . . Pasó mucho tiemposin que pudiéramos leer en lapágina literaria que él tenía a sucargo, alguna nueva muestra desu florido ingenio. Hasta que unbuen día, ya mediado el verano,conocimos una hermosa compo-sición poética suya, una "ele-gía", como dijimos al principiode este artículo, de la cual va-mos a copiar algunas estrofas,lamentando sinceramente no po-der recordarla en su totalidad.La poesía comenzaba así :

CARTA A UN AMIGO

Comprenderás por qué no he[contestado

a tu `carta hace tiempo recibida

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ALGODON BORRA

1. la Católica No. 43 - 5o. Piso

76/NORTE

México, D. F.

1

me encuentro en ése lamentable[estado

en que se queda el alma doloridaal ver cómo se trueca en un mi-

la risa en llantola alegría en luto

[nuto

sin encontrar placeres ni con-[suelos

cual pájaro aturdidoque al ver que le arrebatan sus

[hijuelosse esconde con sus penas en su

[nido,

Habla luego el poeta de suhogar feliz y se refiere a lamuerte de su hija, de este mo.do:

Segovia, la ciudad de mis amo-[res

acudió con afecto que no olvidoy una lluvia de floresllenó la estancia, en la que el

[ser queridocerró sus ojos, nidos de alegríasnegros y grandes, cual las penas

[mías.

Y termina diciendo:

Lo mismo que el actor que sale a[escena,

para alegrar al público, 'y su pe-[na llora entre bastidores,

volveré a mi tarea; algún lamen-[to

acaso se me escapa entre algún[chiste;

pero he de enmascarar el sentí-[miento.

¡Yo no tengo el derecho de estar[triste1

Cuando la hija del alma se moríapor no aumentar su angustia, yo

[reía,pues mi rostro entristecidohubiera acelerado su agonía.¡Soy maestro en fingir¡¡Tanto he fingidol

Ni las muchas horas trans-curridas desde entonces -ale-gres algunas, amargas y doloro-sas las demás-- ni la pátina deltiempo, que todo lo borra, hanlogrado impedir que desde lamodesta atalaya de nuestro des-tino, evocáramos alguna vez alinspirado poeta y escritor, dedi-cando también un sencillo yemocionado recuerdo a la me-moria de su bella e inteligentehija, muerta en un rosado díaabrileño, como si un hado fatalquisiera cercenar en flor el por-venir de una vida que se inicia-ba como el dorado sueño de unaalgre y rosada primavera.

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78/NORTE

NOTASSOBRE

CARLOSFUENTES

La edición de La muerte deArtemio Cruz --que próxima-mente editará el Fondo de Cul-tura Económica-, es tambiénuna buena oportunidad para es-bozar algunas notas provisiona-les sobre el arte de la novela enCarlos Fuentes, sin duda el na-rrador mexicano más importantey uno de los más significativosen esta hora de la lectura latino-americana.

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Muchas características se ad-vierten como distintivas de lanueva narrativa latinoamerica-na. La persuasión crítica, es unade ellas; el interés por el mun-do verbal, es otra.

Sin embargo, me parece queno se han señalado todavía doscaracterísticas que la distinguenfundamentalmente : un impulsointegrador, totalizante, que per-sigue conciliar en su visión delmundo los extremos más típicosde nuestra cultura; y como con-secuencia de este impulso, unaautocrítica al nivel mismo de lacreación, o sea el cuestionamien-to del propio instrumento, la re-visión de la novela como géneroa partir de la misma novela. Am-bos aspectos son visibles, en di-verso grado, tanto en Cortázarcomo en Vargas Llosa, en Gar-cía Márquez como en Fuentes.La muerte de Artemio Cruzadelanta ya estas dos tendencias.

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El impulso integrador se re-fiere a la necesidad que tieneel narrador de conciliar, a tra-vés de la novela, las dicotomíasy escisiones de una cultura sig-nada por el dualismo. Las opo-siciones fatales que partieron talvez de la segunda postguerrason particularmente sensibles enla confusión de arte y cultura enAmérica Latina. Han escindidoel arte en niveles supuestamenterealistas y fantásticos, objetivosy subjetivos, puros y sociales,historicistas y esencialistas, et-cétera. Cortázar en Rayuela yFuentes en Cambio de Piel en-frentan esta dualidad dramáticadel "hombre latino" y hacen dela integración su voluntad deforma, su necesidad de síntesis.

La poesía de Octavio Paz,por ejemplo, persigue y logra esasíntesis en lo que él mismo anun-ciaba como arte de la conjuga-

por Julio Ortega ción. Y este impulso totalizador

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diferencia, acaso con mayor nitidez, a la novela latinoamerica-na de otras tendencias de la na-rrativa actual.

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La necesidad de quebrar lasescisiones en el impulso de inte-grar distintas imágenes del hom-bre contemporáneo, hace tam-bién que el mismo trabajo narra-tivo sea cuestionado. Cortázaro Fuentes requieren criticar suspropios textos en el seno mismode la creación novelesca: sus no-velas se auto-observan, se inte-rrogan para hacerse y deshacer-se. Ya La muerte de ArtemioCruz -que tal vez configura elnúcleo creativo de la obra deFuentes- ofrecía, por eso, unaestructura abierta: quebrandolas supuestas unidades del natu-ralismo y aun del verismo tra-dicional, Fuentes tendía a unatotalización en la simultaneidad,tendencia que desarrolla amplia-mente en su última novela. Lasimultaneidad no es una técnicanarrativa ni un simple signo demodernidad: más complejamen-te, equivale a aquel impulso in-tegrador y a su necesario cues-tionamiento en la forma. Es cla-ro que los niveles de realidadhaciéndose simultáneos, presen-tes en el instante, revelan unavisión del mundo, o acaso la ne-cesidad o el deseo de una vi-sión semejante, dirigida por eseimpulso integrador.

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¿Cuál es el nivel de realidad,me pregunto, que crea una no-vela al rechazar, los esquemasveristas? Es obvio que su nivelde realidad se apoya en primerlugar en la capacidad designati-va del lenguaje. Pero aquí noes el sólo lenguaje el factor quecrea esta nueva realidad litera-ria: es, fundamentalmente, laforma, la construcción de las for-mas, el necesario relieve estruc-tural para el relieve del lengua-je. Es por eso que la simulta-neidad temporal y espacial quecrea la estructura en La muertede Artemio Cruz, establecen unaparábola, una hipérbole sobre laotra realidad, la que rodea allector. De aquí que la nueva no-vela latinoamericana no "refle-ja" la realidad social o vivida,no es ya más una novela-espejo,sino que forja un nivel distinto eindependiente de realidad, comoobjeto que es en sí. Digamos que

la novela no se parece ya a larealidad que nos rodea, sino queesta realidad puede o no puedesemejarse a la realidad de esanovela. Dylan Thomas fue quienescribió : "El hombre es mi me-táfora".

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Junto a estas dos caracterís-ticas, el arte de novelar de Car-los Fuentes reconoce su resorteen lo que él mismo ha llamado"ficcionalidad total". Todo loque ocurre en la novela y todolo que en ella se dice, para Fuen-tes, está unificado por el hechode que se trata de una ficción,de una creación verbal y formalindependiente en sí misma. Yeste criterio es también válidopara el trabajo de Vargas Llosay García Márquez, quienes, sig-nificativamente, son fervorososlectores de la novela de caba-llería. Con razón, Emir Rodrí-guez Monegal ha dicho que estosnarradores son "eficaces cons-tructores de máquinas de nove-lar".

Es revelador, en este sentido,que los monólogos del agonizan-te Artemio Cruz, siendo lo másverista en la novela es tambiénlo más ficticio: la muerte de unpersonaje se basa enteramenteen las posibilidades de la respi-ración verbal, del silencio inte-rrumpido de los puntos suspen-sivos.

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La energía creadora de Fuen-tes, su capacidad inmediata pa-ra hacer vivo un lenguaje, sonevidentes en esta novela, y anun-cian ya los tonos de un expre-sionismo figurante, de un ba-rroquismo a punto de derivaren lo esperpéntico.

El mundo verbal de Fuentesrevela por eso una compleja im-bricación: desde el naturalismohablado hasta el esquematismoconductista, desde el realismoque detalla hasta la metaforiza-ción poética. Y sobre todo, lasenormes posibilidades de un ba-rroco esperpéntico, de un expre-sionismo festivo. Como las for-mas, como los temas, tambiénestos varios lenguajes reconocenla conjugación, la viva y agónicanecesidad de totalizar una rea-lidad nueva, cercana a la bellezay a las reconciliaciones del hom-bre y sus rostros en el instantede lo múltiple. Lima, Perú, 1968.

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