Edelweiss de Nume 1. La sombra bajo el viento

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1 Rinoa_unica@ hotmail.com Melina Vázquez Título; Edelweiss de Nume Género; Novela fantástica

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1 Libro de la trilogía de Melina Vázquez Delgado, ganadora del premio "Esperanza literaria 2009" de novela fantástica. Sinopsis: Cuatro personas se adentran peligrosamente en Terráqueo, el inmenso imperio subterráneo de Magno; guarida DE LAS Quimeras, los Subdragones y toda clase de peligros. Su valor, o más bien su locura, es mucho mayor que sus posibilidades de éxito… a no ser que con su incursión, lo que en realidad pretendan conseguir sean sus propios suicidios. En su camino se toparán con una misteriosa guerrera oculta tras modernas tecnologías, cuya ayuda acabará siendo indispensable para su supervivencia. Pero a medida que vayan descubriendo sus inquietantes poderes, también crecerán las dudas y la desconfianza. Mientras tanto, Sombra contempla todo desde su posición de espectador inerte. Inexistente, como lo es la sombra bajo el propio viento, pero aferrado a la vida gracias a su intenso amor por Draga: la mujer que le rescató de las garras del ozono.

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Melina Vázquez

Título; Edelweiss de Nume

Género; Novela fantástica

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- “A lo largo de mi vida me he enfrentado a los mayores poderes.

El odio, que conduce a la guerra. La supremacía, que a unos

alza vigorosos, y a otros hunde en la sumisión… La codicia, raíz

de todos los males. Y a Draga, que me enseñó la mayor fuerza de

todas. El amor.”

Sombra.

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Capítulo 1. Cinco en el Subdragón

A veces creo que estoy soñando. Otras que el tiempo transcurre normalmente a

medida que presencio cada mañana, cada puesta de sol...

Hace seis años que la busco, y desde entonces he ido de mente en mente,

viviendo recuerdos tristes y alegres, nostalgia por tiempos pasados, ansias por

vivir momentos futuros. Cada día que pasa, cada mente que abandono y cada

nuevo pensamiento en el que me instalo… siempre son extraños. Nunca son mis

propios pies los que me impulsan, sino mi propia voluntad desesperada,

anhelante de volver a verla… Como si el hombre que una vez fui se hubiese

convertido en un simple parásito que necesita de otros para seguir subsistiendo,

una nube que puede esfumarse en la primera tormenta.

Si realmente ha muerto, nunca habrá otra igual que ella. Draga, así le llamaban

a la razón de mi existencia pues nadie sabía su autentico nombre, ni siquiera ella

misma. Decían quienes la habían bautizado así que este se debía a que siempre

estaba rodeada de dragones y otras criaturas poderosas.

Para mí, el pasado solía ser un reconfortante soplo de aire fresco, pero de un

viento que soplaba caprichosamente. Ahora mis recuerdos estaban dispersos,

como si alguien hubiese agitado el frasco de mis memorias para desparramarlos

desordenadamente. Olvidaba y recordaba constantemente, ideas que antes tenía

claras permanecían difusas y entrelazadas a otras que ni siquiera sabía si eran

mías.

No era simple curiosidad morbosa lo que me impulsaba a invadir la intimidad de

cuantos extraños se cruzaban en mi camino, ni tan siquiera se trataba de una

mera distracción para olvidar mi propio dolor mientras me recreaba en el de los

demás. Buscaba unas características concretas en los pensamientos de la gente.

Mi finalidad y todo mi empeño era escuchar aquel nombre de nuevo entre ellos…

el más leve murmullo de que ella continuaba respirando. Draga parecía ser lo

único que permanecía imborrable en mi mente, aunque no pudiera oírlo más allá

de sus fronteras. Sus cinco letras eran sólidas, tal como una roca resiste los

embistes de las olas en medio del agitado mar.

Aquí, dondequiera que me halle, aun recuerdo el calor de su cuerpo, el olor de

la batalla, la pérdida del libre albedrío y la lucha por conservar el control sobre

mis propios actos… el dolor de la soledad, y la creencia implantada de que en

eso consiste realmente ser fuerte. En cambio ella me enseñó que el poderoso es

quien tiene a alguien a su lado. Por eso la busco desesperadamente, aunque todo

me diga que ha muerto, no pienso desistir hasta ver su cuerpo sin vida, o, en el

mejor de los casos, transformado por la tragedia, como un animal herido que

saca sus fuerzas de donde nadie hubiese adivinado que existieran para continuar

viviendo. Yo ni vivo ni muero hace seis años. Puedo ver por los ojos de

cualquiera, menos por los míos. Ni siquiera sé si continúo en este mundo…

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Aquella mañana empezó todo de nuevo para mí, como un punto y aparte en mi vida.

Como el instante en que llegue a Ultimo Destino, aquella mañana nublada en la que

contemplé por primera vez a esa chica de unos 19 años. Tenía una larga melena negra a

juego con sus enormes ojos. Su rostro era lo más bello que había visto nunca… perlado

y pálido, de rasgos perfectos envueltos en un halo de misterio y poder. Era pura fibra y

músculo a punto de estallar cuando me encasilló junto al resto de amenazas a la paz del

que por aquel entonces era su hogar. Yo no lo entendí ese día... en realidad por aquel

entonces no sabía nada en absoluto de la vida. Mis ojos veían, pero no era yo el que

recibía la información de mis pupilas. Mis pies me movían, pero no a donde yo

deseaba… No obstante, y contra todo pronóstico, algo comenzó a cambiar en mí desde

el momento en que la vi…

Los dulces recuerdos de aquel primer encuentro me abandonaron, y de nuevo me sentí

desamparado y solo. De vuelta a un presente que no había elegido, donde Draga no

estaba y del que yo no podía escapar.

Aquella mañana gris, como lo son todas cuando estás bajo miles de kilómetros de tierra,

sujetados por vigas y estructuras metálicas, veía con desgana a través de los ojos de

Pablo, uno de tantos empleados de Terráqueo. La chapa con su nombre clavada en su

uniforme era todo cuanto quedaba en él de humanidad…

Fieles y obedientes a su señor, autómatas sin voluntad que jamás se retrasan en su

trabajo, ni se equivocan en sus funciones. A condición de esto pueden tener una bonita

casa en la zona rica de Terráqueo, dar de comer a su familia y permitirse una infinidad

de lujos. Así trata Terráqueo a sus empleados eficientes. Pero no son personas, son

meras herramientas, sin planes futuros, sin sentimientos. Sin más metas que agradar a

sus jefes, sin más tristeza que el día que no sean necesarios para su empresa. Aunque al

no tener sentimientos nunca llegan a esa concusión por si mismos… no hasta que su

corazón deja de latir y su cuerpo es abandonado en algún recóndito vertedero. Muñecos

sin alma, máquinas programadas para ejercer con repetitiva precisión las mismas

órdenes… un adorno hueco.

No los culpo, lo cierto es que me recuerdan a mí antes de despertar de aquel dominio del

que era inconsciente. Algo que nunca se hubiera creído posible… Pero mis recuerdos de

nuevo me están llevando casi al final de la historia, antes de eso ocurrieron muchas

cosas…

Pablo esperaba con tranquilidad al borde de la vía, en la estación número 461 de la

zona rica, como se le llama vulgarmente a la “capital” de Terráqueo. Las estaciones

están bajo tierra, y las vías en realidad se llaman así en honor a los antiquísimos trenes

en los que hace miles de años el hombre se transportaba lentamente de un punto a otro.

En realidad son tubos de millones y millones de kilómetros de largo, que dan la mayor

vuelta posible antes de llegar a su destino. Así la gente se ve obligada a ir a cualquier

parte en ese método de transporte que comprende todo Terráqueo, y se dice que parte

del resto del mundo conquistado. Aunque estuviese más cerca un punto de otro, los

conductos son tan resbaladizos que es imposible permanecer de pie en ellos. Caerse ahí

seria una muerte segura.

Un transporte convencional no podría cubrir esos millones de kilómetros en minutos,

ninguna maquina creada por el hombre podía alcanzar tanta velocidad como los

dragones. Su poder iba de la mano de su desgracia. Hombres e Icarios comprobaron que

sus vecinos los dragones eran muy poderosos, unas razas más veloces que otras, otras

más inteligentes, otras más fuertes. Lo que les llevo a la conclusión de que si sus

maquinas ni siquiera podían aproximarse a su gran poder, entonces debían dejar de vivir

como amigos de los dragones, más que como amigos, como habitantes por igual del

mismo planeta, y dominarlos.

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Dominar a un dragón no era tarea fácil, desde él más débil hasta él más fuerte, la

cualidad predominante en estos hermosos animales era el orgullo. Jamás serian

dominados por nadie, antes morirían. Era por eso que a día de hoy, había pasado de ser

normal ver a los dragones surcando libres los cielos, a ser simplemente un cuento que

las madres contaban a los niños antes de ir a dormir.

Una gran batalla ya hace mucho enfrentó a los Dragones contra una alianza entre

Terráqueo y los Icarios. Los Dragones aunque eran poderosos perdieron. Algunos

huyeron, la gran mayoría murió, y los demás fueron esclavizados por Terráqueo, quien

desde entonces, mediante métodos terroríficos, ha conseguido moldearlos a su antojo,

igual que a los humanos e Icarios que trabajan sin descanso ni queja para este.

Los dragones, una vez amansados fueron usados para la vida cotidiana de la gente. Los

trenes que recorrían las entrañas de la tierra no eran otra cosa que Dragones sin voluntad

propia empujando dos cámaras. La delantera constaba de un viejo cajón, por llamarle

de alguna manera, donde la gente de la zona pobre de Terráqueo sin pase para la capital

se veía obligada a viajar. La parte trasera en cambio era todo lo contrario, un descarado

lujo y sobrecarga de oro, plata y dientes de Dragón, más valiosos que los diamantes,

adornando las paredes y techo. Servicio de cafetería, piscinas, habitaciones, y toda clase

de lujos. Algo que había hecho famosa a la ciudad en todo el mundo, que se moría de

hambre y desgracias, y cuyos jóvenes soñaban con recibir una carta de Terráqueo

llamándolos a sus filas. Esa era la táctica… entrampar con la fachada, una careta

diseñada para ocultar el auténtico interior, la verdad que se conocía cuando ya era

demasiado tarde para escapar, o para tener la sensatez de querer hacerlo.

El Subdragón llegó a la estación como un rayo, en el mismo tiempo que se tarda en

parpadear. Este era bastante corriente. En la parte delantera, tirando del primer

compartimiento, había un dragón guía bastante pequeño, apenas del tamaño de un

extinto elefante. Esta raza había recibido su nombre por su gran capacidad de ubicación,

de hecho habían sido ellos los que habían guiado a todos los dragones a este planeta.

Ambos vagones estaban separados y unidos al mismo tiempo por un gran bloque de

estargastina, sustancia extraída de la lava de los volcanes al enfriarse. Prácticamente

irrompible y elástica, aunque no tan resistente como los jugos gástricos solidificados de

dragón, pero mucho más manejable. La estargastina es muy utilizada en Terráqueo, en

cualquier tipo de construcción con un presupuesto medianamente elevado.

Dicho material hace a la vez de unión que de separación entre ambas clases sociales,

impidiendo todo contacto visual o físico entre ambas. Así se evitaba la propagación de

las enfermedades tan graves que poseía la gran mayoría de la zona pobre de la ciudad,

producidas por el continuo contacto con las tuberías de ozono, sobre las cuales se veían

obligados a vivir, sin posibilidad de marchar a otra parte.

Tras ambos compartimentos había otro dragón, este era un Coloso. Raza

extremadamente fuerte, tan solo superada por los de la raza Antigua... la verdad es que

existen pocos seres que no teman a esta clase de dragón, y estos que son capaces de

medirse con ellos ni siquiera deberían vivir en las peores pesadillas... Los Colosos son

conocidos por su fuerza. Aunque son bastante torpes, también son fáciles de amansar

para los de Terráqueo, por lo que los usan, siempre con un diestro Dragón guía delante.

Así su cometido se reduce a empujar ciegamente, mientras su compañero lleva por los

dos el plano que han de seguir en la cabeza.

La gente que esperaba al borde de la vía para coger el tren se movía al unísono, con

extremada rigidez, como autómatas. Pablo vivía en la capital de la ciudad y esperaba

ordenadamente su turno para entrar en su cámara desde el lado derecho de la vía,

mientras la parte pobre lo hacía por el izquierdo. Ambos mundos podían verse en la

lejanía, pero nunca tocarse, para recordar a los de la capital como sería su vida sin

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Terráqueo, para enfatizar su desdicha a los pobres y convencerles de que nunca estarían

al otro lado de la vía. A través de los ojos de Pablo me paré a observar el otro extremo,

donde nadie se movía como un autómata, donde en vez de esperar turno ordenadamente

se apiñaban para entrar por la estrecha puerta del compartimiento para coger el mejor

sitio.

Por fin gente normal, me dije tras varios meses investigando la capital sin rastro de ella.

Era agradable comprobar que en el mundo aun quedaba gente con su propia voluntad.

Después de un tiempo entre tan sincronizado orden y escrupulosa perfección,

contemplar un poco de humano caos era como sentir la brisa en mi cara a pesar de estar

bajo tierra.

Me fijé especialmente en un extraño personaje del otro lado de la vía. Iba cubierto por

una larga capa gris verdosa, de la cabeza hasta los pies. Observaba con pasividad todo a

su alrededor, discretamente, sin llamar la atención de nadie, en especial los dragones del

Subdragón. El Coloso, de un color anaranjado y gigantescos ojos nostálgicos, resopló

con tristeza levantando un gran vendaval sin esforzarse en absoluto. Su exhalación alzó

levemente la capa verdosa del misterioso viajero, dejando al descubierto sus piernas

desnudas, calzadas con dos llamativas botas sorpresa, como les llaman los soldados a

sus botas con armas ocultas, de bordes puntera y tacón plateados. Llevaba unas mallas

negras muy cortas, tejidas con carcasta, una tela fina como la que más, pero muy usada

por los soldados para resistir bajas temperaturas y como armadura, al ser muy difícil de

atravesar. Sin embargo, solo se atrevería a llevarlas tan cortas alguien confiado en sus

habilidades, o que desease morir en el campo de batalla. Parecían las piernas de una

chica joven. Ella se llevó la mano a la capucha para evitar que se levantase también.

Acto seguido, bajó la cabeza y se dirigió lentamente a la entrada del compartimento.

Un grupo de personas también sospechoso pasó velozmente tras ella. Sus ropas no eran

harapos como la del resto de pasajeros, sino que vestían armaduras y llevaban armas

camufladas bajo estas, algo que no me fue difícil de detectar debido a mis años de

experiencia en el campo de batalla. Desde lejos pude distinguir algunos de sus rasgos.

Primero una chica rubia con largas mallas de carcasta y una camisa blanca bastante

escotada, sobre la cual llevaba un corset de platino, no muy resistente para la batalla,

más bien diría que su uso era más decorativo que protector. Esta le tapaba la cintura y el

vientre, a los que este material se ceñía hasta mostrar curvas exageradas. Agarrado a su

brazo, me pareció ver un gestotem, un arma usada para recoger oxigeno y transformarlo

en fuego, o cualquier otro elemento. Un tubo de apenas el tamaño de su extremidad,

muy ligero y bastante efectivo. También llevaba un pequeño puñal que no distinguí muy

bien en la distancia. Si es que se trataba de una guerrera, cosa que dudaba, era la más

desprotegida que había visto nunca…

Tras ella caminaba un hombre de unos cuarenta años, de gran estatura y complexión

muy fuerte. Llevaba guantes de carcasta en sus manos y un traje de escamas de dragón,

todo un lujo para un simpe soldado, por lo que intuí que se trataba de algo más.... Su

cara morena estaba casi oculta por su descuidada barba, y a excepción de esta no

mostraba ninguna parte de su cuerpo desnuda. En los laterales de sus rodillas, sobre el

pantalón verde escamado, llevaba dos trahakas. Había oído hablar vagamente de ellas.

Pero aun los más enterados en armas ni siquiera saben con certeza como funcionan, ni

que hacen exactamente. Su creador fue Sermes Flamas, el mejor artesano de armas con

aleación de ozono que jamás ha visto el mundo. Nunca tuve la ocasión de conocerle en

persona en aquellos tiempos en los que trabajaba para Terráqueo. El había logrado

permanecer inalterado, jamás fue ozonizado pues sabían que esto mermaría su talento,

demasiado valioso y único. Terráqueo se deshizo de él en minucioso silencio, nadie

sabe cómo ni por qué. Más tarde copiaron sus armas, y hoy en día son las que usan las

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tropas de Terráqueo. Pero la mente de las quimeras no puede inventar, tan solo copiar,

por lo que desde su muerte no se han logrado introducir mejoras en las armas de ataque.

Otro hombre les seguía, este de largo pelo negro y ojos oscuros profundos. Vestía capa

y camisa grises, probablemente de seratón, la piel de los estanpiros, los grandes

depredadores de los polos. También llevaba una capa roja que casi tocaba el suelo, y

pantalones negros de corteza de marcalán, el árbol vivo de los pantanos. En sus pies

calzaba botas rojas hechas con estómago de dragón. No distinguí ninguna arma en este.

El último hombre llegó algo rezagado pero sin perderles la pista. Su pelo rojo como el

fuego me recordó a mi aprendiz, Furia, a quien le llamaban así en Terráqueo porque sus

ojos se ponían del mismo color cuando se enfadaba, mientras que su fuerza se

multiplicaba. A pesar de ser tan solo un humano su ira lo volvía muy poderoso. Por si

me recordase poco a él, además llevaba el traje típico de las Quimeras, los soldados de

Terráqueo, el mismo que llevaba la última vez que lo había visto...

Para mi sorpresa, la débil luz que iluminaba la estación de enfrente parpadeó con

intensidad el tiempo suficiente. Su cara se iluminó con la claridad, y entonces ya no

albergué más dudas. Era él, después de tanto tiempo... Sentí mi corazón desbocado,

como si fuese a salírseme del pecho de la alegría, y olvide todo lo demás. Rápidamente

abandoné a Pablo y salté al otro lado de la vía para introducirme en la mente de Furia.

Por fin alguien conocido, después de tantos años…

Estaba bastante cambiado, aparte de que tenía seis años más que la última vez que lo vi.

Estaba mucho más fuerte y adulto. Se había quitado ese flequillo que tapaba sus

enormes ojos azules y junto con este parecía haber perdido toda su timidez. Su cara

afilada mostraba la sombra de la barba no afeitada durante algunos días, y bajo sus ojos

pude apreciar unas profundas ojeras que sobresalían en su tez blanca. Sus manos

estaban cubiertas con los guantes reglamentarios del ejercito de Terráqueo, negros, de

hueso de estirol, un depredador de las llanuras de Terráqueo semejante a un oso, con la

dentadura de un tigre. Su traje mostraba que aun era un soldado sin experiencia por su

color marrón, mientras que los que llevamos los veteranos son totalmente negros,

aunque de los mismos materiales. Llevaba una ligera coraza, algo que no se incluía en el

uniforme, cuyos materiales parecían una mezcla de acero y juraría que también

alagastor por el extraño brillo que emitía. Un material muy raro y difícil de conseguir,

indestructible. Continuaba armado con un Multiforme, el arma reglamentaria del

ejercito de Terráqueo.

Un escalofrío recorrió su cuerpo y yo lo sentí como propio, se giro hacia la vía cuando

ya estaba en la puerta del tren, buscó con la mirada a la chica de la capa verdosa, pero

había desaparecido. La chica de pelo rubio acudió a buscarlo.

- Dame un segundo, Caro. – Le pidió Furia -.

- ¡Date prisa, van a cerrar la puerta! –La chica se asomo para ver que estaba

buscando- ¿Ocurre algo?

- Es como si... bueno, no importa.

Él también había percibido aquella extraña sensación por la proximidad de la muchacha

de rostro misterioso… algo inexplicable, pero que instantáneamente había puesto en

guardia nuestros instintos de soldados… o quizás alguno más humano. Fuese lo que

fuese no podía ser explicado con palabras…

Furia entró en el vagón empujando a la tal Caro delante de él, y la puerta sé cerro tan

solo un segundo después. En el interior los pasajeros estaban apiñados como ganado,

unos pocos ocupaban los escasos asientos agujereados en los laterales, mientras que la

mayoría permanecían de pie agarrados a las pegajosas barras sobre sus cabezas.

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Furia se asió al techo con su mano derecha, mientras que con la izquierda agarró a Caro

por la cintura, evitando que esta cayese con el brusco arranque del subdragón. Pude

notar como la chica se ruborizaba, al igual que pude percibir que Furia no tenía la

menor idea de ello. Lo cierto es que la chica se me hacía extrañamente conocida

también, pero en ese momento no se me ocurría donde podía haberla visto antes...

De nuevo la alarma se disparó en el pecho de Furia, señalada por la agitación de su

corazón.

- Agárrate aquí – Furia cogió la mano de la muchacha y la llevo a los hierros del

techo- vengo ahora.

- No me dejes sola, no me gusta este lugar –susurró Caro, más molesta por perder el

contacto con Furia que por el miedo que pudiese causarle aquel vagón-.

- Tranquila, tan solo quiero comprobar algo… Observa… – dijo señalando cerca de

ella a los otros dos que les acompañaban - allí esta Manos –Indicó apuntando con

su dedo índice al que era muy alto y fuerte- y aquí Gabriel – este era el de la capa

roja- yo vendré enseguida.

Aunque de mala gana, la chica se quedo sola mientras él atravesaba el vagón hasta el

otro extremo, buscando con la mirada a aquella chica de la capa verdosa. La mayoría de

la gente tosía constantemente, debían salir pronto de allí o acabarían enfermos de

gravedad –pensé mientras Furia recorría el cajón entre la multitud -.

Cada dos minutos aproximadamente, el subdragón hacia un alto y abría sus puertas

dejando cada vez más gente fuera de él. A medida que iba transcurriendo el tiempo el

tren se iba vaciando más y más, hasta que tan solo quedaban apenas una docena de

personas.

Fue entonces cuando volvió a verla. Estaba pegada a una ventana, hacia la parte

delantera del vehículo, observando absorta lo poco que la gran velocidad a la que iban y

la parcial oscuridad del túnel dejaban ver, con sus manos desnudas pegadas al cristal.

- Hola – saludo Furia tímidamente -.

No obtuvo respuesta alguna. Sintiéndose algo ridículo volvió a intentarlo.

- No sé cómo decirlo pero, aunque no te he visto la cara, cuando he pasado antes por

detrás de ti... te sonara raro –Furia rió con desgana, rascándose la nuca de forma

que mostraba su gran incomodidad con aquella situación, pese a que él mismo la

había forzado- Seguro que te conozco de algo, ¿no te ha pasado lo mismo alguna

vez?

La chica seguía absorta en la ventana y ni se inmuto. Furia desistió por fin.

- Siento haberte molestado.

Furia regresó desganado al lado de Caro, quien se había sentado en uno de los viejos

asientos ahora libres. Esta parecía enfadada, pero su orgullo fue mucho más allá de sus

sentimientos. Hizo a Furia un ademan para que se sentase a su lado y le susurro unas

palabras al oído:

- ¿Qué es lo que crees que haces?

- Es que, bueno yo –tartamudeó- nada, solo el ridículo.

- Conque es eso – Rió Caro intentando hacer ver que la idea le divertía- ¿Te parece

el momento o lugar apropiado para ligar?

- ¡Pero qué dices!–Rió Furia- No es eso en absoluto....

- ¿Entonces qué es?

- Esa chica, la conozco de algo.

Caro mira hacia aquella extraña de la capa verdosa que no se movía de la ventana. En su

mente se dibujaban velozmente mil paranoias, típico en la mente de los que están

enamorados cuando creen que su ser amado presta más atención a otra persona. En ese

sentido Furia no había crecido, no se daba ni cuenta de lo que sentía esa chica por él.

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- ¿Cómo vas a conocerla? –Replico Caro- Si ni siquiera le has visto la cara.

- Tienes razón –Resopló Furia- Es una estupidez.

El tren seguía su camino haciendo sus pertinentes paradas. Unos minutos más tarde tan

solo quedaban ellos cuatro y la chica misteriosa en el tren. La próxima parada era el

laboratorio de Terráqueo, en el corazón de la ciudad. La única explicación de que aun

estuviesen a bordo era muy sencilla, planeaban entrar sin autorización.

El único a quien reconozco, Furia, tiene motivos sobrados para vengarse de Terráqueo,

quizás los que le acompañaban también, no, seguro. En realidad todos tenemos motivos,

la diferencia está en que unos pocos lo sabemos, la mayoría lo ignoran. Pero Furia,

como antiguo miembro de Terráqueo, conoce perfectamente el sistema de seguridad

para acceder al laboratorio. Sabe que no tiene ni un solo fallo, y que jamás ha sido

burlado por nadie. ¿Qué pensaban hacer? ¿Enfrentarse ellos solos a todo el ejército de

Terráqueo? Por muy fuerte que Furia se hubiese hecho, por muy poderosos aliados que

llevase consigo… haría falta un milagro para eso.

- Última parada en el sector B de Terráqueo –dijo una voz electrónica por

megafonía- pasajeros sin autorización nivel 10 abandonen el tren.

La chica misteriosa salió de la esquina y se sentó justo enfrente a Furia y Caro. Los

cuatro se miraron de reojo. ¿Acaso tenía autorización para entrar en el laboratorio? ¿O

pensaba entrar por las malas como ellos?

La mujer levantó ligeramente la mirada, dejado su boca y parte de su nariz al

descubierto. Lo único llamativo de su rostro era el lado izquierdo de su cara, donde

había una gran y peculiar cicatriz vertical que le llegaba hasta la barbilla.

Manos y Gabriel se sentaron uno a cada lado de Furia y Caro. La chica no les quitaba

ojo de encima.

- ¿Creéis que será una Quimera? - Preguntó Caro a los otros tres-.

- No, no lo creo. Si lo fuese no estaría aquí –Contestó Furia-.

- Hace mucho tiempo que no pisamos Terráqueo –replico Manos- Quizás hayan

añadido extras a la seguridad, ya te lo advertí. ¿Y si está aquí para detener a los que

quieren ir más allá del sector B? Yo digo que la ataquemos antes de que ella nos

sorprenda.

- Esperad un momento, - Pidió Gabriel llamando a la calma que comenzaba a

perderse- ¿Y si está en nuestro bando? De todas formas no sería sensato atacar así

como así. Quizás no podamos con ella.

- No parece muy fuerte –se aventuro a decir Manos -.

- Si nos hubiésemos fiado de tu intuición habríamos acabado en Eternia en vez de

en Terráqueo – Rió Furia -.

La chica, que estaba atenta a la conversación, dejo ver una mueca irónica antes de

volver a bajar la cabeza. Estaba oyendo toda la conversación que el grupo creía

vanamente guardar en secreto, únicamente por que las palabras eran susurros que ellos

mismos casi no percibían.

Todos se sobresaltaron al oír el primer sonido de aviso, un pitido corto y alto. Cada

minuto oirían uno, cada vez más fuerte a medida que se aproximaran a Terráqueo. Un

total de cinco pitidos, lo que les daba cinco escasos minutos para hacer lo que tuviesen

en mente, fuese lo que fuese.

- Nunca imaginé que vosotros tres acabaríais juntos, y menos en este lugar –Rompió

a hablar la chica misteriosa, concretamente a Manos, Caro y Furia, sobresaltados al

verla por fin romper su silencio-.

- Con que estaba en lo cierto – dijo Furia poniéndose de pie de un salto- ¿Quién

eres?

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La chica rió sin muchas ganas. A decir verdad también me resultaba extrañamente

familiar, pero no conocía a nadie con una cicatriz semejante en la cara, si lo hiciese me

acordaría. Su voz no parecía humana, probablemente usase un camaleón, un aparato de

apenas unos centímetros que se coloca tras una oreja, con el que puedes cambiar la voz

a tu antojo. Pero es fácilmente reconocible para quienes lo hemos usado, ya que deja

cierto eco metálico y resonante, como si hablases desde dentro de un túnel de lata.

Se puso en pie lentamente y apenas se quedo dos segundos frente a Furia, con esa

mueca en su cara que tanto parecía gustarle, que mostraba a la vez indiferencia que

burla. Sin mediar palabra se dirigió al otro extremo del tren, concretamente, a la

computadora que se hallaba junto a la puerta de embarque.

La maquina, al notar su calor corporal se encendió automáticamente. Su finalidad

conocida por los pasajeros comunes es mostrar el itinerario del tren, la ruta conocida,

ningún camino secreto, ni ningún otro tipo de información. Lo que tan solo los que

hemos estado en Terráqueo sabemos, es que también forma parte del S.I.I., o Sistema de

Identificación de Intrusos, el cual entra en funcionamiento después de los dos últimos

puntos de control. La maquina libera sustancias inofensivas en el aire, que analizan

datos como el tipo de sangre de los pasajeros, sus habilidades, estado y año de su

nacimiento. En cuanto detecta que alguno de ellos no tiene autorización para continuar

se procede a la inmediata inmovilización del tren. Mi intuición me decía que ninguno de

los cinco pasajeros del Subdragon tenía dicha identificación...

- Por casualidad – dijo la chica misteriosa a la vez que apoyaba su mano derecha en

la pantalla del ordenador - ¿Cómo pensáis entrar en Terráqueo?

- Aunque sea presos – dijo Furia – pero entraremos, no te preocupes.

- ¿Ese es tu plan, Derec?

Se hizo el silencio en el ambiente. ¿Derec? ¿Furia? Es que no era quien yo pensaba,

tenía que ser un error.

- Como… - tartamudeo quien quiera que fuese el chico - ¿Cómo sabes mi autentico

nombre?

- Derec, Caro, Sermes – a medida que los iba nombrando se giraba hacia ellos hasta

llegar a Gabriel - Lo siento, a ti no te conozco.

- ¿Quién eres? –Se impaciento Caro –

- Eso ¿Quién? – Apoyó su pregunta Sermes -.

- Os creía más inteligentes que eso –la chica meneo la cabeza hacia los lados- ¿de

verdad habéis llegado hasta aquí sin un plan?

- Lo hicimos sin pensar –replico Derec- Tienen a nuestra amiga. En cuestión de

horas piensan hacer algo terrible con ella…

- Entiendo… - La expresión de la chica ahora parecía más seria -.

La megafonía del tren anuncio el segundo pitido, este el doble de intenso que el

primero. Caro se tapo los oídos. Tan solo aquellos que ya habían estado en Terráqueo, y

contando con permiso, podían escuchar los pitidos de control con total normalidad.

Estos recibían un pequeño procesador de sonidos de seguridad mediante una rápida

inyección al cerebro.

- ¿Tienes un plan? – Le pregunto Derec acercándose a ella, quien estaba leyendo los

datos de la computadora.

No había la menor duda, era una Icaria, una Psíquica. La raza Icaria se divide en dos

tipos; los Psíquicos, con poderes mentales y elementales, y los Físicos, con gran fuerza

y agilidad, muy diestros en la batalla. Los datos de toda la central de Terráqueo estaban

bajo su control mental y pasaban velozmente por la pantalla del ordenador, grabándose

en su mente con la misma rapidez. Sus ojos desprendían un destello azul que se podía

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percibir en la oscuridad del compartimiento, a pesar de que la capa le tapaba hasta la

nariz.

La megafonía anuncio el tercer punto de control con un tercer pitido casi insoportable

para Caro, quien se acurrucó dolorida en el suelo, tapándose en vano los oídos.

La chica terminó de reclutar información del ordenador en menos de un minuto, tras lo

que se acercó de nuevo a ellos.

- Dentro de apenas tres minutos descubrirán que los que viajan en el tren no tienen

autorización. ¿Qué creéis que pasará entonces?

- Cerrarán las puertas del tren automáticamente para evitar que escapemos, y una

patrulla de Quimeras nos aguardarán en la estación. –respondió Manos-.

- Con suerte nos llevarán a las celdas de reclusión –continuó Gabriel- y con mucha

suerte, las cosas no habrán cambiado desde que estuvimos allí, y conseguiremos

escabullirnos hasta el laboratorio.

La chica se rascó el mentón pensativa.

- Mm.… Si bueno, es un plan. Pero yo tengo otro mejor.

- ¿Cuál? –Pregunto Derec, mirando el reloj con impaciencia - .

El cuarto pitido resonó en el compartimiento y Caro sintió como si los oídos le fueran a

reventar.

- No hay tiempo, seguid con vuestro plan, o seguidme a mí. Es vuestra elección…

Sin citar media palabra más, la chica giró bruscamente sobre sí misma, y asesto un

puñetazo de inmensa potencia al ordenador, rompiendo la pantalla en mil pedazos. Las

luces que iluminaban escasamente la vía se volvieron de un rojo intenso. La

computadora chispeaba mientras sus circuitos internos iban explotando uno a uno. Los

cuatro quisieron decir algo, pero tan solo pudieron abrir la boca sin articular sonido

alguno.

La chica no se detuvo a dar explicaciones. Volvió con pasos rápidos a la puerta

delantera del Subdragon, aquella que había estado mirando con tanto detenimiento. Con

lo que para ella parecía un pequeño empujón, arrancó de cuajo la puerta arrojándola a la

vía. El impacto a tan alta velocidad provocó una fuerte explosión que les hizo

estremecerse. Después se asomó a fuera y comenzó a contar en voz alta.

- 43, 44, 45, 46…

Salió del tren agarrándose tenazmente a cuanto encontraba a su paso, evitando así ser

arrastrada por la fuerza de la velocidad a la que iban. La parte delantera del vehículo

estaba hecha de cristal blindado, por lo que los demás seguían absortos sus

movimientos, preguntándose en que estaría pensando.

Llegó con gran agilidad a la parte delantera del tren, quedando pegada al cristal por el

efecto de la gran velocidad. El dragón estaba tan solo a un metro de ella, casi podía

tocarlo. Agarro las bridas y demás ataduras que agarraban su cabeza al vagón y tiro de

ellas con fuerza, haciendo que aminorase la velocidad. El dragón se sobresaltó por el

susto, encabritándose y saltando varias veces, haciendo al tren chocar contra las paredes

del tubo mientras se revelaba contra el nuevo dominio impuesto por las manos de la

joven, que le sujetaban la cabeza con firmeza. Una vez se hubo calmado un poco, la

chica intento hacerle disminuir de nuevo la velocidad, la cual había aumentado al

percibir un nuevo control sobre el ya estipulado en sus cálculos. El dragón guía cabeceó

enfadado y luego resoplo con fuerza, pero finalmente cedió a la presión de las bridas

sobre su cabeza y cuello, y giró en el próximo túnel a la derecha en vez de seguir recto

como tenía previsto en su itinerario. Mientras, dentro el tren, Caro daba grandes gritos

presa del pánico, que en ocasiones llegaban a asustar más de lo que estaba al animal. En

una sacudida se agarró de la cintura de Derec, quien a su vez estaba agarrado a un tubo

del techo para no salir despedido hacia atrás por la gran velocidad que llegaron a

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12

alcanzar. Los procesadores de sonidos de seguridad que los tres llevaban instalados no

eran lo suficiente poderosos como para evitar los gritos de su compañera. Por si fuera

poco no podían taparse los oídos, o taparle la boca, al tener las manos ocupadas en

agarrarse al tren. Caro se agarró con tal fuerza a Derec que a punto estuvieron ella y los

pantalones de este de salir despedidos hacia la parte trasera del Subdragon. Por suerte

para ambos, la chica misteriosa consiguió dominar al dragón y aminorar su velocidad de

nuevo a tiempo. Los tres se soltaron a la vez, cayendo rendidos al suelo.

Derec se puso en pie de un salto librándose de los brazos de Caro, para colocarse todo

en su sitio. Manos y Gabriel, que cayeron cerca, se miraron con complicidad y rieron

conjuntamente, algo que no sentó muy bien a Caro, que aún estaba pálida del susto.

Derec fue hasta la parte delantera del tren y golpeo un par de veces el cristal que los

separaba del dragón sobre el que la chica se había acomodado como si de un caballo se

tratase. Esta le contesto sin mírale, con un gesto de que todo marchaba bien.

- ¡Menudos pulmones! – Aplaudió el corpulento -.

Los tres estallaron en una carcajada mientras el rostro de Caro se volvía completamente

rojo.

La vía continuaba dividiéndose en multitud de tramos, los cuales la chica no perdía de

vista para guía al animal por el camino que había memorizado meticulosamente.

El hacer los túneles tan largos no era por necesidad, ya que en realidad no recorrían

grandes distancias. Su finalidad era hacer que la gente dependiese de los Subdragones

para llegar a cualquier parte del subsuelo, siempre controladamente. A su vez así

también impedía que alguien osase abandonar sus fronteras, y podía saber en todo

momento quien las cruzaba. En realidad los utilizaban como métodos de control. Los

túneles daban el mayor número posible de vueltas antes de llegar a su destino. El único

medio de recorrer los túneles era en Subdragones. Y eses túneles subterráneos eran la

única forma de llegar al laboratorio de Terráqueo y a la ciudad subterránea, donde vivía

la gente pobre.

Sin embargo existen túneles más directos, diseñados para que los altos cargos de

Terráqueo lleguen a su destino en el menos tiempo posible.

Por estés túneles más cortos solo van los Serterraneos, la única raza de dragones

originaria de este planeta. Son unas serpientes marinas de proporciones gigantescas que

viven en las profundidades del mar para refugiarse de la luz de la luna, que es mortal

para ellas. Por eso en los túneles también encuentran un hábitat perfecto, ya que viven

siempre con oscuridad y luz artificial. Estés dragones arrastran los galeones, donde

viajan los grandes magnates de Terráqueo. Unas fortalezas móviles inexpugnables.

Aunque estes Dragones son de características inferiores a los demás, y por lo tanto

tienen menos fuerza y alcanzan inferior velocidad, a penas se aprecia, ya que el

recorrido es incomparablemente menor, lo que les permite disfrutar de un viaje sin

sobresaltos o grandes velocidades.

Apenas transcurrió un minuto desde que la muchacha había cumplido su inesperado

plan y ya estaban llegando a la estación. La chica los había guiado directamente a la

puerta principal, donde desembarcaban los altos cargos y personalidades importantes de

Terráqueo. Para mi sorpresa no había ni un solo soldado guardando la puerta. Cuando

apenas faltaban unos metros para llegar, la chica sacó bajo su capa una granada veta,

utilizadas para sabotear los aparatos electrónicos. Esta concretamente parecía haberla

programado para hacer retroceder la cinta de video de las cámaras que custodiaban la

entrada. La chica había estudiado todo meticulosamente, y era extremadamente hábil y

previsora... Había sido una suerte que los demás se topasen con ella.

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13

El Subdragon fue deteniéndose progresivamente a medida que ella tiraba de las bridas

que sujetaban la boca del animal, hasta hacerlo completamente cuando estuvo

exactamente donde a muchacha quería. Los cuatro bajaron del cajón comprobando

todos los rincones en busca de alguna resistencia.

- No os preocupéis. Hoy el presidente Magno tiene una importante junta con los

líderes de los países más influyentes. Confía tanto en la seguridad de los

subdragones que ha dejado las estaciones al cargo de las cámaras de vigilancia.

Furia sacó de su espalda un Estruendo, una pistola de rayos. Ella bajo del animal de un

salto, y evitó con un manotazo que le pegase una descarga a una de las cámaras.

- Las cámaras son de alta sensibilidad. – Dijo agarrando el Estruendo por la punta y

desviándolo hacia el suelo -. Cualquier sonido extraño, cualquier cambio brusco de

temperatura y sobretodo cualquier daño en sus piezas emitirá una alarma por todo

el complejo alertando a más de diez mil soldados quimeras. Y las quimeras no

están entrenadas para hacer prisioneros… Derec, deberías saberlo.

- Lo sé – admitió volviendo el arma a su lugar- Pero teníamos que intentarlo.

- También sabíamos lo de la junta especial – dijo Gabriel- Pero ¿sabes cuál es el

motivo por el que ha reunido a los líderes de los países desarrollados?

Por primera vez la chica parecía interesada por lo que decía alguien.

- Por lo que pagué por la información debieron habérmelo dicho, - dijo volviéndose

hacia Gabriel - pero no, no lo sé.

- ¡Han secuestrado a Selva para usarla como ejemplo de la nueva Quimera que han

creado! –Saltó Caro- Necesitaban un Icario resistente al ozono para ello y…

- Mm.. ¿Selva? ¿Icaria? – La chica parecía sorprendida – Eso no me lo dijeron mis

informadores...

- Los Icarios estáis casi extintos – continuo Manos- llevaban años buscando a uno...

y la han cogido a ella.

- ¡No quiero que Selva se convierta en un monstruo! –Gritó Caro-.

La chica de la capa echó a andar hacia la entrada al edificio, agarrando a Caro de la

mano.

- No podemos quedarnos aquí hablando, es peligroso. No os separéis de mí.

El edificio podía verse desde la estación. Hacía mucho tiempo que mis ojos no veían

aquella parte concreta entre el familiar paisaje gris que un día fue mi hogar, sin

embargo, todo continuaba tal y como lo recordaba.

El edificio Presidencial se erguía a lo lejos, inmenso hasta casi alcanzar el techo, el cual

separaba por vigas y cemento el subsuelo del cielo, en un atentado criminal contra la

naturaleza. La parte más alta estaba formada por miles de tubos terran de colores. Cada

uno de ellos constituía una habitación para cada soldado. Transparentes desde dentro

para que nos acostumbrásemos a vivir en las alturas, pero desde fuera normalmente no

podía oírse ni apreciarse el menor movimiento. Mientras, la parte más alta estaba

compuesta por una amplia variedad de azules, como si el cielo del edificio imitase al

real, quizás con la idea de dar un cínico toque de vida al lugar. Sin embargo la parte

inferior era muy diferente.

Aunque menos llamativa a primera vista, los gruesos muros de piedra estaban hechos

con bloques de crayor, esas piedras imposibles de cortar en ladrillos más pequeños por

su extremada dureza. Cada uno de los bloques medía desde cien metros cuadrados él

más pequeño, hasta miles de metros los más grandes. Eran extraídos de las

profundidades más remotas de los grandes océanos.

El edificio presidencial fue construido después que el laboratorio, y ambos están

comunicados por un túnel secreto. Mientras que el laboratorio fue construido hace

siglos con manos humanas, el edificio presidencial fue íntegramente edificado sobre los

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14

doloridos lomos de dragones de todas las razas. Querían hacer un monumento con el

que con tan solo mirarlo, el mundo apreciase su supremacía sobre los poderosos

dragones y no se atreviesen a desafiar a Terráqueo.

Los bloques crayor fueron extraídos del fondo de mar por dragones de descomunal

fuerza, rendidos ante Terráqueo no por su propia voluntad, que lucho hasta el final por

no ser doblegada, sino por los implantes de Ozono que los científicos instalaron en sus

cerebros. Tan cierto como que el ozono, entre otras muchísimas aplicaciones, puede

controlar la mente de las personas hasta límites inhumanos, a la mayoría de los dragones

les provoca un daño mortal. Ese es el motivo por el que no pueden abandonar nuestro

planeta cruzando la capa de ozono que lo rodea.

Los científicos de Terráqueo buscaron en silencio una solución a este problema. Cuando

todavía existía una amistad entre Icarios y Dragones, Magno ya envidiaba su poder y

ansiaba poseerlo. Justo cuando encontraron la manera de cumplir su ambición, y se

hubieron asegurado bien de su eficacia, les declararon la guerra. Fue Magno quien

envenenó la mente de los Icarios, fue él quien alentó su avaricia y juntó a la mayoría

dispuesta a seguirle a la lucha por dominarlos. Como si en realidad Magno tuviese

intención de compartir las ganancias…

Pero una vez ganada la guerra, y tras perder a varios dragones mientras intentaban

ozonizarles con catastróficas consecuencias, todavía quedaba por resolver la cuestión de

sus frágiles mentes, y su mortalidad inmediata en exposición directa con dicho gas. Fue

entonces cuando los Erales descubrieron que el estalacto, el principal mineral que

contienen las estrellas, junto con potentes resinas como la de los grandes Rowaflor,

creaban una materia gelatinosa capaz de aislar del exterior cualquier material

introducido en su núcleo, incluyendo el ozono. Con este descubrimiento hallaron la

forma de introducir ozono en el cerebro de los dragones sin provocar su muerte al

instante.

Tras la guerra, la gran mayoría de los dragones que continuaban con vida contenían

implantes de ozono en su cabeza y obedecían ciegamente a Magno, y a aquellos Icarios

que pagaron su avaricia convirtiéndose tanto ellos como sus descendientes en frágiles

humanos. Estos permanecieron generaciones en silencio, pagando a los Icarios con la

misma moneda que usaron anteriormente con los dragones. En lugar de poseer su poder,

acabaron convertidos ellos mismos en quimeras. Pero ahora lo que Magno codició

fueron los propios Icarios, aquellos que se habían alejado de la guerra y no habían

sufrido el castigo del planeta eran el poder más valioso que le quedaba por conquistar.

Los humanos ozonizados, ya sin voluntad, siguieron ciegamente sus órdenes y les

dieron caza ferozmente, capturándoles para que posteriormente ellos también fuesen

convertidos en quimeras. Unos pocos se escaparon y se mezclaron con los humanos,

olvidando sus poderes y habilidades para continuar siendo los dueños de su consciencia.

Aun así siempre habían sido perseguidos por Terráqueo, buscados incansablemente para

ser estudiados. Aquellos que continuaban inalterados por el ozono eran los únicos

capaces de desarrollar nuevas habilidades. Para cuando Magno se dio cuenta había

ozonizado a todos los Icarios que habían caído en su poder, por lo que buscó a los pocos

que habían escapado de sus quimeras, dispuesto a estudiarles para revertir el efecto.

Pero nunca se logró nada al respecto… Aunque si consiguieron desarrollar nuevas

armas gracias a sus estudios sobre los Icarios inalterados, incluso las nuevas

generaciones de quimeras fueron mucho más poderosas, dotadas de habilidades

especiales implantadas genéticamente durante su ozonización o nacimiento.

Mientras divagaba, los cinco caminaban a paso veloz. Los tres chicos marchaban tras la

joven de la capa verde, quien avanzaba con Caro agarrada de la mano, llevándola

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prácticamente en volandas. En su camino hacia la gran entrada del edificio, entre la que

se interponían unas gigantescas escaleras, se podían observar unas desconcertantes

llanuras desérticas. Kilómetros y kilómetros de arena se extendían más allá de donde la

vista alcanzaba, un desierto artificial en el subsuelo del mundo, para evitar encontrar el

lugar con facilidad. Por si fuese poco, tenía sensores de virtualidad.

Caro lo comprobó por sí misma. Tras varios intentos consiguió soltarse de la mano de la

joven que tiraba de ella fuertemente para evitar que se detuviese, justo cuando estaban a

pocos metros de alcanzar las escaleras gigantes. Al soltarse de su captora en un fugaz

descuido perdió el equilibrio, saliéndose del camino marcado con luces blancas en sus

bordes, para caer de lleno en el desierto virtual. Inmediatamente desapareció, su cuerpo

se esfumó de los ojos que lo contemplaban, y a su vez sus acompañantes de de los de

ella. Tan solo podían oír sus gritos llamándolos con su potente voz.

- ¡Derec! – Gritaba perdiendo los nervios- ¿Dónde estáis?

La chica de la capa, sin cruzar con los pies al otro lado de la línea de luces, alargo la

mano hasta tocar el otro extremo. Su mano desapareció a la altura de la línea que

dibujaban las luces blancas, y volvió a hacerse visible una vez regresó al otro lado.

Terráqueo jamás habían revelado el secreto del desierto virtual, ni siquiera a los

soldados de más alto rango. Sin embargo, siempre había sospechado que en realidad no

se trataba de una extensión tan grande como querían hacernos ver. Un pequeño aparato

de esos usado en el campo de batalla, podía perder al soldado mejor preparado en

apenas unos metros cuadrados.

- ¡Caro! –La llamo Derec aproximándose peligrosamente a la línea –

- ¡Quieto! – advirtió la chica interponiendo su brazo entre Derec y la línea- No

crucéis las luces.

- No podemos salvarla – aseguro Gabriel para sorpresa de todos – Nadie ha escapado

del desierto virtual… Es imposible.

Los tres bajaron la cabeza apesadumbrados, mientras que los gritos de Caro seguían

oyéndose cada vez más débiles. En cambio, la chica misteriosa sonrió.

- También el sistema de los Subdragones es imposible de burlar. Eso es al menos lo

que Magno desea que pensemos…

- Tienes razón –añadió Derec- Mientras todos crean sus palabras nadie se arriesgará

a intentar contradecirlas… Seguro que hay una forma de sacarla de ahí.

- Pero es el desierto virtual –dijo Manos asustado- Es el cuento que se narra a los

niños malos para que se porten bien. Dicen que en su interior habitan bestias que

ninguna fuerza o poder pueden vencer y que su rostro es el del mismísimo miedo,

los Miedos.

- ¿Y tú eres un niño asustado, Manos? –Rió la chica con su risa metálica que parecía

salida de otro cuento de terror –.

De repente los gritos de Caro pasaron de ser susurros a inquietante silencio. Manos

estaba blanco. Gabriel y Derec contemplaban el paisaje desértico sin esperanzas. Ni en

sus peores pesadillas se le pasaría a alguien entrar ahí. Por lo visto Caro era la única a

quien no le habían leído ese cuento para dormir.

Abandoné la mente de Derec e intenté indagar en la de la chica misteriosa, deseoso de

saber que era lo que pasaba por ella para estar tan serena, pero como me imaginaba, era

demasiado poderosa como para flanquearla. Probé de nuevo, esta vez con la de Caro.

Aunque me costó encontrarla, al final di con ella. Estaba acurrucada en el suelo contra

unas rocas, temblando como un ligero papel impelido por el viento. La virtualidad era

asombrosa, y más aún para ella, que no parecía saber en qué lugar se encontraba. Pero

yo me enfrentaba a otro dilema… Por más que intentaba recordar donde la había visto

antes no conseguía hacerlo.

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El cielo estaba negro, señal de que estaba realmente asustada. Aun no parecía haberse

encontrado con ningún Miedo, pero a ese paso no tardaría en hacerlo. Los monstruos de

ese desierto pueden oler el terror a grandes distancias y lanzarse sobre su víctima en

segundos. Eso dicen las leyendas…

Caro levantó la cabeza que tenia incrustada entre sus piernas. Ya no se atrevía a gritar,

desde allí no podía oír el otro lado y parecía que la habían abandonado. En el oscuro

cielo se estaban dibujando nubes de tormenta. Los relámpagos lo iluminaron, primero

en la lejanía, luego cayendo al lado de ella. Se levantó de un salto justo cuando uno de

ellos iba a caer sobre ella, y echó a correr asustada. Los rayos parecían tener vida propia

ya que la perseguían, uno tras otro, cada vez más rápido, hasta que uno la alcanzó muy

cerca, y el impacto la lanzó por los aires, varios metros por delante.

Caro quedó tendida en la arena, magullada y temblorosa, tapándose la cara con las

manos. No había ni un árbol, ni una roca, nada en absoluto a su alrededor. Cuanto más

fuerte fuese su inquietud más oscura seria su situación, los Miedos no tardarían en

aparecer.

Tras un rato en pleno silencio, sintió calor delante de ella. Alzó la mirada a lo lejos y

pudo observar una gran llamarada. Se levantó de un salto y echó a correr hacia el

incendio a toda prisa. A medida que se acercaba pude comprobar que era todo un pueblo

ardiendo. Me resultaba muy familiar.

La chica se detuvo en seco a escasos metros de las llamas, y observo el panorama

mientras las lágrimas brotaban libremente de sus ojos, resbalando por sus mejillas.

Ahora recordaba donde había visto a esa chica. Estaba teniendo una visión de un

acontecimiento traumático de su vida.

El pueblo que ardía era Último Destino. Recordé a Caro, solo que de aquella tenía seis

años menos, unos doce. Y no la llamaban Caro, sino Lara. Ella la llamaba así también,

allí fue donde conocí a Draga.

Las casas ardían y de ellas caían escombros al suelo mientras la gente corría para salvar

sus vidas. Aún recordaba sus caras, pero solo tras volver a verlas, me daba la sensación

de que jamás las habría evocado si no las pudiese ver tan caramente en la visión de

Lara.

La casa más cercana se desplomó levantando mas llamas con su derrumbe, que se

propagaron más y más, esparciéndose instantáneamente por las casas contiguas. Los

niños lloraban llamando a sus padres, las madres gritaban desesperadas y los jóvenes

del pueblo agarraban a los primeros que encontraban en su camino para alejarlos de

aquel infierno. Pero al llegar a los límites del pueblo sus esperanzas se hacían trizas

contra la barrera de Quimeras que se había creado en derredor. Rodeados sin piedad,

condenados irrevocablemente a una terrible muerte... ¿Tal era el odio de Magno por

aquel lugar que ni siquiera se detuvo a hacer prisioneros, a salvar a aquellos que

considerara útiles para ozonizar o estudiar?

Los que intentaban traspasar el límite morían a manos de estos monstruos, cuyas

indiscutibles órdenes eran atacar a todo aquel que se acercase lo suficiente. Nunca había

visto aquellas imágenes… ni siquiera recordaba el momento en el que me había

separado de Draga, pero por la edad de Lara, recostada en el suelo entre las llamas,

incapaz siquiera de ponerse en pié, supe con certeza que aquello había sido tras perder

la consciencia de mi mismo.

¿Dónde estaría Draga? ¿Morirá aquel día allí? Por un momento, el optimismo que había

luchado por conservar durante todos estos inciertos años me abandono. No, no sería

típico de ella. Hubiese peleado hasta la muerte por salvarlos a todos. Algo debía haberla

retenido en otro lugar en el momento de la catástrofe.

Si, será eso – me dije a mí mismo intentando recobrar la calma -.

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Pero entonces ¿cómo había sobrevivido Caro?

Su padre, Sholi, salió de entre las llamas y la tomó en brazos. Caro parecía estar en

estado vegetal, paralizada por el miedo, aterrada a cusa de todo lo que la rodeaba.

Muerte, dolor, impotencia… Su padre por suerte parecía más despierto, por lo que la

alejó del peligro, pero acercándose inexorablemente a otro mientras corría con todas sus

fuerzas hacia las quimeras.

Los soldados actuaron sincronizadamente, observé impotente la tragedia, incluso ras

haber visto a Lara viva en el futuro podía intuir un trágico desenlace. Las Quimeras

alzaron sus multiformes, el arma reglamentaria de los soldados Terráqueos, capaz de

transformarse en cualquier cosa en cuestión de segundos. En aquella ocasión las

Quimeras las convirtieron en afilados cuchillos de grandes proporciones. Pero aunque

Sholi tuvo tiempo de sobra de verlos, incluso de frenar y esquivarlos, no se detuvo ante

ellos, si no que con todas sus fuerzas lanzó a su hija sobre las quimeras, pocos metros

antes de encontrar ese su fin, traspasado por las armas de tres de ellos.

Caro cayó al otro lado de las quimeras, dándose un buen golpe en la cabeza. Se irguió

lentamente y se giro buscando a su padre con la mirada. Tres grandes cuchillos estaban

clavados en él, uno en el vientre, otro en el cuello, y otro a la izquierda del corazón. Su

cara estaba pálida y sus brazos, aún levantados tras lanzar a su hija, temblaban

intentando sostenerse erguidos. Su rostro sudoroso trataba de arrancar de su boca una

última palabra de despedida para su hija, en quien clavo su mirada hasta su último

aliento, justo hasta que sus pupilas perdieron su brillo, volviéndose inertes y condenadas

a permanecer fijas para siempre.

Las quimeras, como quien se desprende de un instrumento roto, volvieron sus armas a

su forma original, y al instante, Sholi se desplomo muerto. Caro se quedo inmóvil al

otro lado. Llamaba a Draga a plena voz, acostumbrada a que siempre apareciese en los

momentos más difíciles para rescatarla. Pero esta vez no acudió a auxiliarla. Caro

recordó sus palabras, incluso yo pude sentirlas audiblemente en su cabeza “No vuelvas a

decir jamás que quieres ser como yo. Eso solo te traerá desgracias”. En ese momento

entendió lo que quería decir, pude sentir sus divagaciones y lamentos dentro de su

cabeza. “Tan solo quería ser fuerte como ella, pero no quería las demás cosas que eso

implicaba. No quería estar sola. No quería sobrevivir a las personas que amaba y luchar

por seguir viviendo…” Pero era demasiado tarde para arrepentirse, su sueño se había

vuelto contra ella.

Permaneció allí inmóvil, llorando y gritando mientras veía al pueblo consumirse. Las

quimeras mataron a todo aquel que se les acercase por delante, sin embargo a ella no la

tocaron. A la mañana siguiente dieron media vuelta y se marcharon, pasando por

encima de Caro, que se había desmayado de agotamiento, pero no le hicieron daño

alguno, ni siquiera repararon en su presencia.

Por lo que vi en aquel desierto macabro, Caro fue la única superviviente del incendio.

Las quimeras obedecen ciegamente aquellas órdenes asignadas por sus superiores, que a

su vez tan solo siguen las de su único amo, Magno. Probablemente habría ordenado

matar a todo aquel que fuese hacia ellos. Al cruzar Lara la línea que les habían obligado

a custodiar, no la consideraron un objetivo de su misión, es más, ni siquiera la vieron,

precisamente porque no les habían ordenado que mirasen tras sus espaldas. Aquella

absurdidad de miras iba acompañada del gran poder e inquebrantable obediencia de las

quimeras. Hasta el mejor ejército de estas podría perecer en una batalla contra un solo

soldado si nadie les ordenase antes que se defendieran.

Recordé a Sholi, un hombre fuerte, muy respetado. Fue de los pocos que alguna vez

llegaron a creer en mí. Siempre se le veía feliz. Me enteré en el pueblo de que había

perdido a su esposa dos años antes de que yo llegase allí, por lo que tenia a su hija

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sobreprotegida. Recordé que Caro siempre estaba imitando a Draga. Decía que de

mayor quería ser como ella. Jugaba a las espadas con los demás chicos del pueblo

siempre siendo “la valiente Draga”. Cada vez que había algún problema iba tras ella y

tomaba nota de todo lo que hacía con meticulosidad. En más de una ocasión se adentró

sola en el bosque Misterioso, el cual rodeaba el pueblo y en el que habitan las más

peligrosas criaturas. Rápidamente Draga iba tras ella y evitaba el desastre. Caro lloraba

siempre porque quería hacerse tan fuerte como ella para proteger al pueblo de los

monstruos y de Terráqueo. En una ocasión Draga la reprendió duramente por decir eso,

y le mando retirar sus palabras, ya que ser como ella – dijo- solo le traería desgracias en

su vida.

La imagen de Último Destino ardiendo se evaporo en un suspiro. Caro dio un salto

hacia atrás. Observo sus alrededores y volvió a ver el cielo negro y la inmensidad del

desierto.

De pronto un escalofrío le recorrió la espalda, síntoma de que ellos andaban cerca, pero

ella no lo sabía.

Se giró en todas direcciones sin saber en cual correr. Sentía una extraña presencia

acechándola, pero para cuando se diese cuenta, esta ya estaría sobre ella. Así actúan los

miedos.

El viento, que hasta entonces había sido inexistente, ahora soplaba con fuerza. Sus oídos

captaron lo que parecía un grito muy débil. Cada segundo que pasaba se sentían más

gritos, cada vez más altos y más sobrecogedores. Los Miedos la habían atrapado

mientras contemplaba distraída esa visión de su pasado. Ya no había escapatoria para

ella. La única manera de vencer a los Miedos era no temiendo a nada. Solo alguien que

hubiese superado todos sus temores, incluido el temor a perder su vida en el intento,

tendría él suficiente poder de derrotarlos a todos. Evidentemente Caro no era esa

persona, su trauma del incendio lo había dejado claro, aun tenía miedo. Cada persona

que caía en la trampa virtual y era captada por ellos, moría aunque siguiese viviendo,

convirtiéndose en uno más. Pasando la eternidad atrapada allí con el único fin de

encontrar a más personas extraviadas y unirlas a sus filas.

Los Miedos por fin se mostraron. Su cara, lo único que se veía bajo sus mantones

negros, era indescriptible, como bien dicen las historias, la misma cara que les pone

nuestro miedo. El miedo de Caro era muy grande. Horrible.

Tras mostrarse se lanzaron sobre ella como depredadores sobre su presa, peleándose por

la mejor parte. Caro gritó horrorizada, aún sabiendo que no serviría de nada. Estaba

perdida.

En cuestión de segundos el lugar volvió a su silencio anterior, un silencio sepulcral.

Caro ahora ya no tenía miedo, tampoco consciencia de sí misma, ni de nada. Su cara se

volvió blanca como la nieve y el manto negro del cielo envolvió el resto de su cuerpo.

Era una de ellos.

Siguió a los demás por instinto, no sabía ni donde estaba, ni quién era, ni si sentía dolor

o miedo. Solo había una gran paz, imagino que semejante a cuando estás muerto… pues

no sabría decir con exactitud si aquel era mi estado, solo podía afirmar que yo no la

experimentaba… lejos de eso, tan solo me acompañaba una gran frustración, mucho

dolor, añoranza, y miedo.

Los miedos eran inmunes a mis cavilaciones y vagaban sin rumbo por el desierto, unos

tras otros, adoptando la textura del viento, haciéndose ligeros, invisibles. De pronto, la

gran paz que inundaba a Lara se volvió inquietud. Los miedos percibieron que alguien

más había traspasado sus fronteras. Veloces, se dirigieron hacia donde estaba su nueva

víctima, topándose, para mi sorpresa, con la chica de la capa verde, que estaba inmóvil

en el medio de la nada, como si fuese ella la que los esperase a ellos.

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Los miedos se camuflaban con el aire convirtiéndose en la brisa que movía ligeramente

la capa de la chica. Ella parecía saberlo, bajo tierra no sopla el viento, continuaba

estando allí, en la estación subterránea de Terráqueo, aunque la Virtualidad s empeñase

en hacerle creer lo contrario.

La chica no se movía. Respiraba con total tranquilidad mientras que eran los propios

miedos los que se agitaban nerviosamente, cada vez moviéndose más rápido. La

muchacha sentía como esa pequeña brisa cada vez se convertía en un viento más fuerte.

Buscaban en sus recuerdos algo que pudiese hacerle sentir miedo. En el horizonte se

dibujaban pequeños destellos de su vida, como rebobinado a gran velocidad, buscando

aquella parte con la que pudieran capturarla, pero transcurrían tan rápido que no pude

distinguir nada. ¿A qué persona le ha llegado a importar tan poco su existencia como

para no temer nada? No creo que careciese de malos recuerdos, estos no son tiempos

fáciles para nadie. O bien los había superado, o realmente lo había pasado tan mal que

había llegado a no importarle nada. Fuese lo que fuese, los Miedos gritaban y se

revolvían impotentes. El viento era cada vez más fuerte, más lleno de poder alimentado

por la frustración, por lo que acabó convirtiéndose en un huracán. La chica extendió los

brazos hacia el suelo y su capa dejó de agitarse, mientras que sus pies no perdieron el

contacto con la tierra en ningún momento, por lo que deduje que utilizaba algún contra

hechizo de aire.

Los Miedos comenzaron a girar sobre sí mismos haciéndose cada vez más sólidos, con

formas humanas. Finalmente el cielo dejo de ser negro y se volvió marrón, marrón

como los muros del edificio Presidencial de Terráqueo, de enormes bloques de crayor.

La arena del desierto desapareció dejando ver él autentico suelo gris, como el que

pisaban desde la estación hasta las escaleras gigantes. La infinidad del desierto quedo

reducida a unos cuantos metros. Caro reapareció con su verdadero aspecto, tumbada en

el suelo entre multitud de personas apiñadas unas encima de otras. Derec, Manos y

Gabriel contemplaban la escena desde el camino.

La chica de la capa por fin avanzó apresuradamente, y rescató a Caro bajo los cuerpos

sin sentido de aquellas personas que habían sido transformadas en Miedos. Ella también

había perdido la consciencia.

La chica la tomó en sus brazos y salió de nuevo del desierto hasta el camino. Derec

agarró a Caro en cuanto ambas se hubieron adentrado de nuevo en el sendero de las

luces blancas. La tumbaron en el suelo y comprobaron que respiraba con normalidad.

La chica de la capa alargo su mano derecha, de repente iluminada con luces azules,

blancas y verdes.

La poso suavemente sobre el pecho de la chica, que comenzó a toser con fuerza, y poco

después abrió los ojos. Lo primero que vio fue media cara de la chica misteriosa, la boca

y parte de la nariz era lo único que dejaba ver su capa verde. Ignorando a Derec, que

permanecía a su lado, se incorporo de golpe y abrazo a la desconocida.

- Estaba allí sola, muerta de miedo. – Dijo emocionada- Pero oí tu voz en mi cabeza

y... Gracias.

- Tranquilízate –dijo la joven pasando su mano por el revuelto pelo de Caro, quien se

había pegado a ella como una lapa y no parecía tener intención de soltarla -.

- ¿Estás bien? –Preguntó Furia sin demasiado énfasis, apoyando la mano levemente

sobre su hombro –

Caro por fin soltó a la chica y se giró hacia Derec con ojos de decepción.

- Siempre pensé que si me pasara algo tu vendrías a rescatarme – Le dijo con

tristeza- ¿Acaso nuestra historia está condenada a ser solo un bello sueño, un

recuerdo demasiado lejano como para ser escuchado? ¿O es que jamás salieron de

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20

tus labios aquellas promesas, esas palabras que siempre he atesorado celosamente

tan solo fueron una burla de mi propia imaginación, la sombra del propio viento?

Los ojos de Furia continuaban inanimados pese a tan hondas palabras, resistiéndose a

cualquier reacción humana a pesar de que contemplaban el rostro compungido de Lara,

sus labios temblando mientras pronunciaba sus sentimientos más íntimos en voz alta.

- ¡La culpa fue tuya! –Replicó Derec indignado, levantando al instante su mano del

hombro de Caro- Te dije que tuvieses cuidado, y tu vas y te caes justo ahí...

Furia se había quedado tan solo con la primera frase que Lara había pronunciado, o

quizás ni eso, y simplemente se había limitado a responderle a lo que creía haber oído

en su propia imaginación. Su mente estaba saturada, sus pupilas impasibles tan solo

eran la cara externa de la pérdida de su humanidad…Los ojos de Lara se humedecieron,

pero rápidamente esta limpió las lágrimas con su puño, y sin más que añadir a lo que

parecía una causa perdida, se puso en pié de un salto. Fue Gabriel, más afectado por las

palabras de Derec que su mismo causante, el único que siguió a Lara con la intención de

consolarla.

- Ya no queda nada del Derec que recordaba… -Admitió Lara entre sollozos que

ahogó rápidamente para que no fuesen oídos por los demás- Lo sé, y aún así…

- No desesperes, todavía hay esperanza para él… -La alentó Gabriel más

positivamente de lo que era real esperar, como suele hacerse cuando se trata de

animar a alguien que se hunde irremediablemente-

- Si al menos yo fuese como ella…

- ¿Como quien?

- Draga… Ojala fuese igual que ella. Así podría arreglármelas sola sin depender ni

esperar nada de nadie, ser fuerte para proteger a los que quiero… La echo

terriblemente de menos…

Gabriel estuvo tentado a preguntarle, pero enmudeció antes de llegar a pronunciar la

primera sílaba. Los ojos de Lara se humedecieron aún más al recordar a Draga… por lo

que mis preocupaciones por su bienestar se multiplicaron en un instante. Deseé dejar de

ser viento errante, olvidé un momento mi empatía por la muchacha mientras que ansiaba

recuperar mi sólido cuerpo, zarandearla y sacarle toda la información que dispusiese

sobre mi amada… Pero el violento huracán de emociones que se desató en el

desconocido lugar donde me hallaba, de pronto amainó. En realidad no tendría las

fuerzas suficientes como para soportar oír que todo cuanto amaba había desaparecido

para siempre… que mi única razón de ser había dejado de existir. ¿Acaso algún vez

estaría preparado para escucharlo? Lo dudaba mucho… Sin embargo prefería seguir

aferrándome a una pequeña esperanza, incluso aunque se tratase de un engaño. La vida

sin ella… o más bien la media vida que ahora tenía, sería terriblemente insoportable sin

una razón para luchar. Y ni siquiera sabía si en mi estado tendría siquiera la posibilidad

de dejar de existir si el dolor se hacía terriblemente insoportable.

- No es necesario que seas una copia de alguien –Trató de confortarla Gabriel-

Toma las buenas cualidades de Draga tan solo como referencia, y desarrolla tu

propio potencial…

- ¿Cómo Draga? –Rió Derec irrumpiendo repentinamente en la conversación- Ya

estamos otra vez con lo mismo… ¡Tú nunca serás como ella! Deja de soñar

despierta, todavía nos queda mucho camino, y aquí abajo debemos tener los pies en

la tierra si queremos sobrevivir…

Caro le cruzó a Derec la cara con una bofetada, tras lo que se echó de nuevo a llorar.

Recuerdos fugaces cruzaron los funestos pensamientos de Lara, por lo que pude

recordar vagamente algunos momentos de sus vidas que yo mismo había vivido de

cerca. Furia siempre andaba pegado a Draga en Último Destino… tanto como Lara lo

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21

hacía a su vez con Derec. Nunca parecía haberse dado cuenta de que Caro en realidad

estaba enamorada de él, y lo cierto es que su actitud hacía entender que este mostraba

aquel mismo sentimiento para con Draga…

- ¡Dejadlo ya! – Les reprendió Gabriel poniéndose en medio – No es momento ni

lugar para estas niñerías... Tu eres el menos indicado para hablar de tener los pies

en la tierra, chaval. ¿Acaso te escuchas? Trata de luchar contra ese mal antes de

que sea demasiado tarde…

- ¿Dónde está esa chica? –Llamó la atención de los tres Manos-.

Todos comenzaron a dar vueltas sobre sí mismos, impacientes y nerviosos por haberla

perdido de vista. Al final la encontraron, a bastantes metros por delante de ellos. Se

había detenido en lo alto de las escaleras gigantes, escabulléndose silenciosamente de

aquella conversación que parecía que no le importaba lo más mínimo.

Los cuatro se miraron asombrados. ¿Cómo habría llegado allí? Estaba claro que

ocultaba algo. Los Psíquicos no tienen habilidades físicas. Los Icarios no pueden ser

ambas cosas a la vez... Aquello era una verdad universal. Tenía que haber otra

explicación... Entonces recordé algo que había leído una vez… los psíquicos de nivel

superior pueden llegar a teletransportarse mentalmente. Aquello ahora les estaba

proporcionando una gran ventaja… pero el problema del poder es que si no se controla

puede volverse en tu contra. Y aquella chica era todo un inquieto tornado, rebosante de

talento… de habilidades que de ponerse en contra de sus nuevos aliados, acabarían con

ellos en apenas un suspiro. Rogué en silencio, lo único que podía hacer para manifestar

mi preocupación. Pedí cordura para la mente de Furia, aquel con quien más había

compartido, y por lo tanto con quien había adquirido mayor afinidad. Repetí que

vigilasen sus espaldas, traté con todas mis fuerzas de ser oído, pero era en vano… aún

así no me cansé, puesto que el esfuerzo me mantendría ocupado y evitaría que mi mete

sucumbiese entre malos recuerdos y funestas conclusiones.

Aquella chica era más poderosa de lo que imaginaban, y tenerla como enemiga sería su

fin… ¿Alguien se había planteado siquiera esa posibilidad?

Todos echaron a correr hacia ella. Habían perdido demasiado tiempo.

Al llegar se detuvieron en seco a contemplar lo mismo que ella examinaba

detenidamente. Cada escalera mediría unos diez metros o más. ¿Cómo iban a subirlas?

Y lo más curioso… ¿Cómo las había subido ella si cuando habían llegado la trepadora

estaba en el mismo lugar que ahora, justo a su lado en el nivel más alto?

Las escaleras eran otra de las medidas de seguridad de Terráqueo. Ellos usaban unas

maquinas llamadas escaladoras. Una cabina con unos veinte lujosos asientos, exclusivos

para visitantes impresionables, altas quimeras y selectas personalidades. A sus pies tenía

un motor que impulsaba cuatro astas metálicas con forma de cruz. Cada una de ellas

media igual que la altura de cada escalera. El motor las movía dé forma que iban

acoplándose perfectamente en estas, adhiriéndose a su vez con ventosas de Dragón

marino, colocadas específicamente para mayor seguridad.

La muchacha mostró su impaciencia gesticulando desde lo alto de las escaleras. Yo las

había contado en varias ocasiones a mí regreso a Terráqueo. Eran exactamente 156

escalones gigantes. Pero la inmensidad del obstáculo no me distrajo al igual que al

resto. Me inquietaba más un pensamiento, una idea que aplastaba mi mente mientras no

era capaz de observar otra cosa que las reacciones de la extraña. Me daba la impresión,

aunque quizás me equivocase, de que a la chica no le importaban las dificultades que

supusiesen las medidas de seguridad de Terráqueo, sino los ocho ojos que la

observaban. Eso explicaría que se hubiese escabullido silenciosamente aprovechándose

de la confusión… Era tan solo una teoría… una posibilidad que podía ser cierta o no.

Quizás mi cabeza estaba demasiado saturada de malos pensamientos, por lo que

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necesitaba urdir tramas y mantenerla ocupada con cualquier tema de suficiente

intensidad, aunque no contase con el mismo nivel de cordura.

Los cuatro se sobresaltaron en cuanto la muchacha puso en marcha el mecanismo de la

trepadora, y esta comenzó a descender por las escaleras con asombrosa precisión y

rapidez, sin omitir el menor ruido.

Cuando llegó abajo, Manos fue el primero en poner sus pies en el vehículo, ansioso por

explorar cada detalle de su ingeniería, abriendo su motor con calma e impaciencia al

mismo tiempo. Su interés por las maquinas iba más allá de lo convencional, de modo

que sería más acertado catalogarlo como una pasión. Las inmensas manos del hombre

dejaba de ser aparatosas, y cada uno de sus gruesos dedos irradiaba ternura con cada

tuerca que acariciaba, mientras que sus ojos chispeaban, se iluminaban con cada

mecanismo que atisbaban… Podría decirse que aquella fascinación era de la misma

intensidad que el amor que sentía Lara, aunque ambos sentimientos estuviesen en

frecuencias diferentes.

Por lo poco que sabía del grandullón, se veía el típico del grupo que tiene las ideas más

absurdas, aquel al que nadie presta atención y se afana ruidosamente por ser escuchado.

En cuanto a los demás, la atormentada cabeza de Furia parecía que ya poca resistencia

podría prestar, y si lograba reunir fueras para luchar, quizás hasta se golpease a si

mismo… tal era el estado de confusión que leía en sus ojos. Lara se sentía demasiado

inútil como para lograr hallar las fuerzas para luchar, y si reunía el coraje necesario no

usaría su propio poder, sino el de aquella a quien idolatraba, por lo que sus expectativas

jamás se corresponderían con la realidad. Quizás Gabriel, el único en quien podía

atisbar cierta sensatez, fuese igualmente cabal en combate… aunque ni siquiera había

tenido la precaución de llevar un arma consigo, y en un lugar así, independientemente

de lo poderosas que fueran sus habilidades, era una clara muestra de exceso de

confianza por su parte. No obstante, sería fácil para una psíquica de poder impredecible

e ideas claras llevar a ese grupo de confiados por el camino que desease.

Los cuatro se introdujeron finalmente en el vehículo. Me frustré terriblemente; a pesar

de mis esfuerzos tan solo lograba reproducir el mismo sonio audible que el del silencio

reinante… y eso a pesar de que estaba más que acostumbrado a que mis pensamiento

fuesen tan solo eso, con todas las limitaciones que aquello implicaba.

- ¿Cómo ha llegado ahí? – Se dijo Derec en voz baja-.

- Deberíamos tener cuidado con ella – advirtió Gabriel, el único que parecía tener

algo de sentido común – Es muy poderosa...

- ¿Qué dices? –Saltó Caro tomándose el comentario como algo personal– ¡Si no

fuera por ella continuaría en el desierto, vagando con forma de monstruo hasta mi

último aliento!

La escaladora comenzó a ascender en absoluto silencio. La chica les hizo una señal

desde lo alto, y los cuatro se miraron un segundo justo antes de que las puertas se

cerrasen. Intuí cierta desconfianza, lo cual era buena señal… Pero ¿Acaso tenían otra

opción?

Las vistas desde allí eran impresionantes, nunca las había percibido tan libremente a

pesar de que no era a través de mis ojos desde donde las vislumbraba en aquella

ocasión.

Dentro de la trepadora, Caro continuaba defendiendo a la joven a capa y espada. Parecía

haber encontrado en ella lo que había perdido con Draga. La heroína perfecta con la que

paliaría todas sus carencias y complejos.

- Y eso no fue todo en el desierto – Continuaba Caro- Cuando era un Miedo pude ver

cosas en su mente, no muchas, es realmente fuerte. Tan solo con su pensamiento

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fue capaz de derrotarnos a todos. Pero no vi ninguna mala intención en ella,

creedme. Pude percibir incluso interés por salvar a Selva.

Los tres se quedaron en silencio pensativos.

- ¿Estás completamente segura de lo que dices? –Pregunto al fin Derec-.

- Yo confío en ella –afirmo tajantemente -.

Esa chica, siempre queriendo hacerse más fuerte, sin darse cuenta de que siempre que lo

intentaba era apoyándose en la fuerza de otra persona a quien admirase, no en la suya

propia. Así nunca conseguiría su propósito, solo engañarse a sí misma.

Gabriel se levantó de su asiento mientras los demás lo observaban desde los suyos, y

comenzó a pasear de un lado a otro por el pasillo.

- No te has parado a pensar… – dijo finalmente dirigiéndose a Caro – Si tiene

buenas intenciones, ¿Por qué tiene tanto que ocultar?

Caro bajó la mirada un momento. Se dispuso a contestarle cuando Gabriel la

interrumpió. Les hablo brevemente del camaleón que llevaba la chica para ocultar su

verdadera voz, por lo que deduje que el también había estado en Terráqueo, y no por

poco tiempo. También habló de su capa, no tenía nada significativo, pero solo era una

prueba más de que ocultaba demasiadas cosas.

Caro se cruzó de brazos sin nada más que decir. Manos gruñó con rabia y se fue hacia la

ventana del lateral más lejano de la cabina con forma rectangular. Mientras, percibí que

la mente de Derec era un puro dilema. Su sentido común le decía que escuchase a

Gabriel, que no se fiase de ella. Sin embargo, una fuerza extraña que crecía en su

interior, fiable o no, le incitaba a confiar.

- De momento nos está siendo útil – Dijo mientras la trepadora recorría los últimos

escalones – No somos quien para juzgarla, sin ella estaríamos ya en manos de las

quimeras.

Caro levantó la vista con admiración, como preguntándose por que la defendía. Hacía

falta una palabra acertada para que Derec le alegrase el día, y un discurso de

barbaridades y desprecios para que se sintiese un instante desdichada. Esa es la ironía

del amor…

Pero ni Derec sabía por qué había hablado a favor de la extraña, solo percibía que quería

hacerlo. Quería confiar en aquella desconocida que les había salvado la vida, aquella

chica con la voz camuflada y cubierta totalmente por la capa verdosa, que los había

introducido en la boca del lobo.

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Capítulo 2. El escorpión de agua

Los cinco entraron por la amplia puerta del edificio presidencial de Terráqueo.

Si por fuera este era impresionante, por dentro no se quedaba corto. Las paredes estaban

bañadas en oro, con piedras preciosas engastadas. Tanto lujo cegaba los ojos... el

ambiente estaba tan recargado que me pareció inconcebible que nunca me hubiese

fijado antes… incluso teniendo en cuenta el estado en el que se hallaba mi mente la

última vez que había estado presencialmente en aquella sala.

El oro había pasado de ser el objeto más codiciado a la piedra más olvidada, y todo

gracias al descubrimiento de los dientes de dragón fosilizados. Terráqueo había

aprovechado el olvido en que había caído para hacerse con grandes cantidades de este a

un precio ridículo, y bañar ostentosamente todo el interior del edificio. Las paredes de

aquella inmensa construcción recordaban a los visitantes porque ese material había sido

en el pasado objeto de tantas disputas. Y mi propia sensatez me decía que el declive del

oro, lejos de ser una feliz coincidencia para el amo de Terráqueo, había sido una hábil

estrategia tejida por el él mismo. No me cabía la menor duda de que Magno le había

quitado el valor que le correspondía para después obtenerlo sin disputas. Eso era muy

propio de él…

Tras la inmensa entrada, una habitación con la forma de una esfera de unos cien metros

de radio se extendía ante ellos. Su techo se perdía en las alturas sin poder verse su final.

Recordaba muy bien esa habitación. La sala de identificación.

En el centro de la circunferencia había una fuente en forma de cascada, también

circular, la cual despedía grandes chorretones hacia el techo. Curiosamente, el agua que

ascendía impulsada desde la fuente no volvía al suelo, que permanecía ajeno al

mecanismo, completamente seco. Sino que el techo, que estaba plagado de campos de

gravedad, la retenía flotando en lo alto, hasta que era filtrada por tuberías que

descendían de nuevo a la base de la fuente, donde era reciclada antes de volver a ser

expulsada por esta. Esa era la parte decorativa del invento. La parte útil era elevar a lo

más alto del techo a los intrusos, para luego apresarlos o dejarlos caer.

Por supuesto, los invitados y en este caso los intrusos, solían fijarse tan solo en la parte

decorativa. Todo este mecanismo trampa oculto tras la bella fuente, eran como el queso

y la ratonera. Toda esta información que yo conocía era privilegiada, y la había recibido

personalmente por uno de los mejores erales, Rutenio. Erales, así llamaba Terráqueo a

sus investigadores, de los que descubrí demasiado tarde, igual que de las quimeras y

mayoría de personajes del lugar, que no eran dueños de sus propios pasos. Seres con sus

facultades dormidas y despiertas al mismo tiempo, solo que sin saberlo…

Entonces Draga vino a mi mente interrumpiendo de lleno mis pensamientos. El

recuerdo de su rostro escudriñándome me hizo retroceder en mis recuerdos hasta aquel

tiempo en el que desconfiaba de aquella devota quimera que yo solía ser… ¿Sería

necesario vivir entre tinieblas para comprender a las nubes negras, para así no juzgar a

la tempestuosa lluvia? No, ella no era así. No necesitaba tanto para olvidar… y de hecho

me había acogido con los brazos abiertos aún antes de que fuese completamente yo. Si

continuaba viva, seguro que también me estaba buscando. O al menos eso era lo que

deseaba en el fondo de mi corazón.

- La gran sala, o sala de identificación – Anuncio Gabriel mientras echaba un

pequeño vistazo a su alrededor- En menudo lió estamos metidos…

Manos ojeó la estancia. Entre tanto lujo y llamativos mecanismos, el hombre justamente

fue a fijarse en un pequeño tornillo tirado junto a la fuente. Caminó hasta esta con la

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mirada fija en aquella diminuta y reluciente pieza suelta. Se agachó y la observo

detenidamente.

- Umm, un tornillo de negus – En su cara se dibujo una sonrisa- ¡Fíjate, Gabriel!

–Dijo volviendo junto a este para mostrárselo- Tiene la forma perfectamente

labrada… ¿Sabes lo difícil que es…?

- No me interesa –dijo este antipáticamente, siguiendo de largo para evitarle -.

- Esto me puede ser útil –dijo como si no lo hubiese oído, completamente absorto

en la pieza que acababa de encontrar.

Manos guardo meticulosamente el tornillo en su bolsa marrón de piel de necrosis que

llevaba colgada en la espalda, amarrada por una correa que cruzaba sobre el cuello y su

brazo izquierdo.

Todos se miraron entre sí, inquietos tras examinar el lugar. Exceptuando a la chica de la

capa verde, que siempre parecía tranquila. Como si conociese muy bien cada rincón de

Terráqueo y supiese cada cosa que iba a ocurrir en breve.

Mis sospechas seguro que coincidían con las de los demás. Era una Quimera, enviada

por Magno por algún oscuro propósito. Quien sabe que tramaba aquella mente inquieta,

ocultándose tras la capa y camuflando su voz con el camaleón…

Las mayas de carcasta a menudo eran empleadas para proteger las piernas de las

quimeras femeninas, y el uso de este material era habitual en los uniforme de los

lacayos de Terráqueo. Pero en su caso eran demasiado cortas como para formar parte

del atuendo reglamentario, tal y como ya había observado cuando la vi por primera vez

en la estación. Tras mucho cavilar llegué la conclusión de que tan solo conocía a una

quimera tan despreocupada como para recortar su protección de esa manera: Nepa, la

mujer que fue con nosotros a último destino.

Ella era una alta quimera, aun así Terráqueo rompió sus normas enviándola junto a mí.

Dos altas quimeras juntas, y mi aprendiz, Furia. Lo normal era mandar una alta quimera

capitaneando a varias de rango medio, y encargándose de su aprendiz. Sin embargo, la

misión que nos encomendaron en aquel lugar apartado se salía de lo convencional, y su

éxito era de vital importancia para Terráqueo. Querían asegurarse de que todo saliese

bien...

Continué contemplando a la extraña. Había un detalle que no cuadraba en mi deducción;

sus bastas botas sorpresa. Nepa se distinguía por sus altos tacones de aguja, que usaba

por coquetería, y como efectiva arma en el combate. Estés eran tan altos que

deformaban sus pies, y las agujas tan finas y afiladas que podían cortar con tan solo

pisar a alguien sin querer.

Pero de poco servía que estuviese en lo cierto o no. Aun que supiesen todo esto, y de

hecho quizás Furia ya lo habría imaginado, no tenían otra opción que dejarse guiar por

ella. Y dentro de lo malo, si no fuese por la extraña ya estarían recluidos en los retiros, o

peor aún, muertos. Conociendo a Furia, lo tendría previsto, y posiblemente tuviese un

plan alternativo. Posiblemente, pero no seguramente. Quizás la desesperación le había

llevado a entrar allí guiándose por aquello que yo primero le había prohibido con

palabras, pero finalmente enseñado con hechos, por el corazón.

- Cuando intentemos pasar de la mitad de la sala hacia delante, –explico Furia,

quien ya había pasado por la rutina como todos los que han estado en

Terráqueo- los sensores estallarán y las cortinas de ADN nos separarán para

hacernos un examen completo con gases genéticos.

- Esto no me gusta –Confeso Caro nerviosa- ¿Qué podemos hacer?

Su pregunta no iba dirigida a Derec, sino a la chica misteriosa. Esta se detuvo justo al

borde de la línea que activaba la cortina, pero no respondió a las inquietudes de los

demás.

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- ¡Maldición! –Protesto Manos- ¿Es que no piensas decir nada?

La chica contemplaba la fuente, y el recorrido que el agua seguía hacia el techo.

Quizás realmente nunca hubiese estado allí, o realmente era tan buena actriz que eso era

exactamente lo que conseguía hacernos creer. ¿Estaría preparando una emboscada? No

tenía sentido, podría haberlos capturado cuando quisiese… de hecho ellos mismos se

habrían metido de cabeza en los retiros si ella no hubiese intervenido…

¿Era esta acaso la nueva diversión de Terráqueo, para las aburridas alimañas

subterráneas que jamás subían al exterior, acostumbrados a la vida bajo tierra?

La chica nos sorprendió a todos. Su serenidad se truncó en milésimas de segundo. Saltó

sobre la fuente, de unos cinco metros de alto su estructura y unos diez metros los

chorretones de agua, y desde esta volvió a saltar nuevamente hacia el techo. La

muchacha fue atrapada instantáneamente por la gravedad, tal y como ella había

planeado de antemano. Flotó junto al agua ascendente sin oponer resistencia, por lo que

fue llevada hasta lo más alto de la habitación, demostrando que los sensores se

encontraban mucho más bajos de lo que me habían contado. Quizás la gravedad incluso

llegase en menor medida al suelo, por eso había logrado saltar tan alto.

Los cuatro se quedaron perplejos, con las cabezas alzadas hacia el infinito techo,

resplandeciente por el brillo del oro al igual que el resto del edificio, pero oscuro como

la noche sin estrellas muchos metros más arriba, justo en el lugar en donde perdieron de

vista a la chica.

- Vigilad vuestras espaldas –Advirtió Gabriel tras un rato sin noticias de la

extraña-.

- ¿Qué insinúas? –Protesto Caro-.

- Que es una trampa –Aseguro Gabriel-.

- Si quisiera capturarnos, podría haberlo hecho en cualquier momento –razonó

Furia- ¿Por qué iba a dirigir al Dragón hasta aquí, evitándonos ser capturados de

inmediato? ¿Por qué iba a salvar a Caro entonces, y por qué diantres se

detendría a descender la escaladora para ayudarnos a entrar?

- No lo sé, ¡maldita sea! Quizás para divertirse… -Respondió Gabriel-.

- ¡Diantres! –Volvió a protestar Manos. Parecía que gruñir era lo que mejor sabía

hacer- ¿Qué vamos a hacer ahora? No podemos volver, pero tampoco podemos

seguir… ¡Estamos en un maldito punto muerto!

Derec avanzo un par de pasos hasta colocarse delante de los demás.

- Llegamos solos a este lugar –dijo con determinación- Y solos continuaremos si

hace falta… ¿O pensáis dejar que le hagan esas cosas horribles a Selva?

Los otros tres asintieron, recordando a su amiga, el motivo que los había llevado allí

junto con la venganza. Rescatar a Selva.

Derec caminó con pasos seguros, dispuesto a cruzar la línea.

- No arreglaremos nada teniendo miedo –Dijo quedándose al borde de esta- Si

hay una oportunidad de salvarla, de destruir Terráqueo, aunque muramos todos

¿No merece la pena seguir?

- Esa fue nuestra promesa –Dijo Caro-

- Fue exactamente lo que acordamos al salir de Fuerte Centáureo… -continuo

Manos-.

- Prometimos rescatara a Selva, prometimos utilizar nuestra vida para detener a

Terráqueo, a ese enfermo que lo manipula y su séquito… -Añadió Gabriel-

- Solo fuimos nosotros cuatro los que reunimos el valor… o la locura para venir

aquí -Dijo Derec girándose hacia los demás- Sabíamos que una vez que

cruzásemos la frontera no habría marcha atrás... ¡Debemos continuar! –

exclamó-.

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27

Todos lo apoyaron con sus rostros sonrientes, asintiendo con sus cabezas y llevándose

las manos al corazón casi al mismo tiempo. Distintos rostros con historias diferentes,

pero con un futuro en común. Destruir Terráqueo, salvar a su amiga, o perder juntos sus

vidas intentándolo.

Antes de que Terráqueo convierta a sus soldados en Quimeras, cuando aún conservan la

humanidad, pueden verse estes sentimientos conjuntos entre ellos. Magno cree que son

los sentimientos los que hacen débiles a hombres e Icarios, por eso los reprimen igual

que su voluntad, suplantándola por la del soldado perfecto que deberían ser. Eso es

realmente una quimera. Un hombre o Icario ozonizado el tiempo justo, consiguiendo

aislar en una celda mental su verdadero yo, y colocando en su lugar otro ser distinto,

creado para dominarlo. Las quimeras no sienten, no ríen, no son humanas. El

sufrimiento que pueden sentir en el campo de batalla se le infringe al autentico dueño

del cuerpo que utilizan para sus fines, por lo que sus fuerzas jamás flaquean. Pueden

morir desangrados por sus heridas mientras combaten, sin siquiera darse cuenta. Son

perfectamente obedientes, jamás desacatan una orden, y siempre se pensó que era

imposible que la personalidad de aquellos cuerpos usados como vehículo de la ambición

de Terráqueo pudiesen despertar y dominar a las quimeras de su interior. Imposible… a

Magno le encantaba esa palabra. Pero no siempre era cierto su significado, incluso

cuando era él mismo quien la pronunciaba.

Furia volvió a girarse dándole la espalda a sus compañeros, que se prepararon para

seguirle. Siempre le dije que acabaría siendo un gran líder, no me equivoque. Un líder

no solo ha de dirigir, ha de dar motivos y fuerzas para continuar. El incluso lo había

hecho cuando no tenían posibilidad alguna de triunfar…

Las cortinas se activaron inmediatamente en cuanto Derec pisó la línea central de la

habitación. Estas se iluminaron de todos los tonos posibles, azules, verdes, rojos… un

autentico arco iris. El agua rodeó a cada uno de ellos inmediatamente. Las cortinas,

formadas por gases aislantes, infranqueables para todos los que acababan dentro de

ellas, estaban diseñadas para detectar el calor corporal de cualquier ser que pisase la

mitad oeste de la sala circular, inmovilizándolo inmediatamente. Tras recluirlos hasta

dejarles sin espacio para moverse, el hueco de gases de ADN comenzó a llenar todo el

espacio vacío, leyendo en cuestión de segundos los datos de las personas que había

retenido. No había escapatoria posible, una vez atrapados había un único final. Las

alarmas sonarían en cualquier momento, en cuanto averiguasen quienes eran, solo era

cuestión de segundos que los descubriesen.

Ocurrió entonces, cuando ya se creían capturados y sin la menor esperanza de salvación.

La chica de la capa verdosa calló del techo velozmente, boca abajo y con sus brazos y

manos extendidos. Estas se iluminaron con destellos azules y blancos, y aquella luz

cegadora que manaba de ella comenzó a crecer ocupando cada vez más superficie.

Cuando estaba a punto de impactar contra la cortina, que se elevaba unos cinco metros

del suelo, la luz azul estalló, extendiéndose por toda la habitación esférica. Era un

Nefelio helado, de un nivel bastante elevado, lo que percibí por sus colores

entremezclados y su gran expansión. Sin embargo no era un Nefelio, como se les llama

a los poderes Psíquicos de los Icarios, de tipo destructivo, ya que en vez del negro, el

blanco acompañaba al color azul. Simplemente era de efecto congelante, de ser

destructivo un hechizo de tal magnitud podría haber hecho añicos todo lo que había en

la sala, incluso sus sólidas paredes. Un Nefelio tan poderoso no podía lograrse por

aparatos ni por otros medios más que el poder de un Icario Psíquico, pero Nepa era

Física. Lo único que se me ocurría para explicarlo era que durante el tiempo en el que

había permanecido desconectado de los avances de Terráqueo, los erales hubiesen

desarrollado por fin armas de la misma magnitud que los hechizos Icarios.

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28

La cortina perdió la pista de los cuatro cuerpos que retenía, justo antes de llenar los

huecos donde los aprisionaba completamente con los gases. Todos quedaron liberados.

¿Dónde se había metido ella?

- ¿Esperáis una invitación? –Gritó la chica desde la puerta de salida-

¿Cómo había llegado allí? Incluso para mi, que hasta entonces creía que podía verlo

todo, era confuso. Sin duda se trataba, si no de Nepa, de una quimera psíquica

extremadamente poderosa, que o bien estaba siendo puesta a prueba o simplemente

pasando el rato. Sus habilidades y conocimiento de la seguridad del edificio eran cada

vez más sorprendentes, por lo que cuanto más tiempo pasaba ante mi crítica mirada,

más me convencía de que en realidad no estaba en el mismo bando que el grupo...

Los cuatro corrieron perplejos hacia ella, cruzando la puerta de salida, la cual se cerró

verticalmente casi encima de Gabriel, quien iba de último.

- ¿Cómo lo has…? –Se admiro Caro-.

- Pensé que nos habías abandonado… -admitió Gabriel-

- Terráqueo tendrá que rescribir su historia- Rió Furia- Por fin alguien ha

encontrado la forma y ha contado con el poder de burlar la seguridad de la sala

de control…

La chica no dijo nada, tan solo se limitaba a observar la siguiente habitación.

- ¿Eh? ¿Estás sorda, o es que te crees demasiado importante? –grito Manos con

su peculiar mal humor a flor de piel-.

Caro le hizo callar propinándole un codazo en el pecho, al que este respondió con un

gruñido.

La chica siguió examinando el terreno. Derec se sumo a ella, seguido por los demás.

Ante ellos se extendían los interminables pasillos del interior del edificio. En las

paredes podían verse imágenes del mundo superior. Animales, plantas impelidas por el

viento… incluso monstruos aterradores cobraban vida en los muros, rodeados por lo que

imitaba el marco de una ventana. Estos pasillos interminables se recorrían a bordo de

los Micrones, unos dragones enanos, a penas del tamaño de un perro grande, para los

que aun se acuerden de cómo eran estes antes de su extinción. Con Grandes Garras y

diminutos colmillos, y cuatro ojos, dos de ellos en su lugar habitual, los otros dos

situados estratégicamente por su cuerpo y bien camuflados con la piel de estes, haciendo

prácticamente imposible verlos sin la tecnología adecuada.

Caro se quedó perpleja mirando hacia las paredes. Al poco rato tiró del brazo de Derec

para llamar su atención.

- ¿Qué es? ¿Qué es? –Pregunto con curiosidad, como una niña que sale por primera

vez a la calle, señalando hacia las imágenes de los laterales del pasillo-.

- Las ventanas virtuales –Respondió Derec- Los que están aquí, o bien no han salido

nunca al exterior, o lo hacen muy poco. Dicen que el aire esta en tal estado que

respirarlo sin descontaminar les produciría daños irreparables–rió-. Es por eso que

Terráqueo implanta picaños en los pulmones de sus soldados. Para que filtren el aire

impuro que llega a estes.

- Lo que verdaderamente enferma es estar aquí –añadió Manos- Sino, que se lo

pregunten a la gente del basurero…

- No es más que otro método de control –Indicó Furia acertadamente – Magno dejó

de ozonizar a todo el mundo a excepción de los soldados cuando se dio cuenta de que

con ello mermaba las facultades creativas, además de que no es divertido estar en un

reino en el que tan solo hay marionetas…

Page 29: Edelweiss de Nume 1. La sombra bajo el viento

29

La chica misteriosa avanzó por el pasillo central dando granes zancadas. Gabriel se

coloco delante de los otros tres y les hizo un ademán para que lo siguiesen a él en vez de

a ella. Probablemente era lo mejor, aunque sería muy difícil darle esquinazo.

Manos fue el primero en hacerle caso. Furia dudó un instante, pero tras unos segundos

agarró a Caro de la mano a la vez que le tapaba la boca, obligándola forzosamente a

acompañarles, y avanzaron por el pasillo de la izquierda.

En su huida se encontraron con numerosos Micrones. Estes eran usados como

transportes por todo el edificio, de lo contrario tardarían hasta días en viajar hasta el

lugar más lejano del complejo. Por suerte para ellos, el lugar al que se dirigirían si

querían encontrarse con Selva, el pasillo secreto que llevaba al laboratorio, no era ese

punto. Estes dragones arrastraban unas pequeñas plataformas adheridas al suelo por

impulsos eléctricos. Esta especie, a pesar de ser la más pequeña, era bastante veloz, y

aunque los Micrones no son tan fuertes como los demás dragones grandes, habría que

andarse con cuidado si te encontraras con uno libre. Por desgracia hoy en día es

prácticamente imposible ver un dragón en libertad. A no ser que sean ciertas las

leyendas y se hayan refugiado más allá de las nieblas perpetúas, Terráqueo ha

extinguido u ozonizado a todos ellos…

En las mentes de los Micrones había colocados implantes de control, para dominarlos al

igual que hicieron con los Subdragones, y placas identificadoras, que permitían saber

los movimientos a cada instante de cada uno de los miembros del edificio. Derec lo

sabía, al igual que Gabriel, hasta Manos mostró haberse dado cuenta cuando agarró a

Caro, impidiéndole que se subiese a uno de ellos.

El pasillo se bifurcaba un millón de veces, a la derecha, a la izquierda, cuesta arriba,

cuesta abajo, había trampillas en el suelo, en el techo, conductos de ventilación… era un

enorme laberinto. Aun así, lo siguieron durante un par de horas sin detenerse, tras las

cuales Manos comenzó a impacientarse.

- Esto no da resultado –protesto- Creo que ya hemos pasado por aquí… ¿No

decíais que conocíais el lugar, bribones? –se dirigió a Gabriel y Furia-.

- Así es –respondió Gabriel-.

- Desde los Micrones todo parece menos complicado –se excuso Derec-.

Caro gritó. Los cuatro se detuvieron de golpe. En el fondo del pasillo apareció una

sombra. ¿Sería ella otra vez? ¿O se trataría de una de las numerosas Quimeras

guardianas?

Los cuatro echaron a correr, Derec arrastrando a Caro, seguido por Manos y Gabriel en

la retaguardia como siempre. La sombra comenzó a moverse tras ellos velozmente,

pegada al suelo. Tras un rato, cuando llegaron a la siguiente bifurcación, miraron de

nuevo atrás. La sombra había desaparecido.

No tuvieron tiempo de detenerse, esta volvió a reaparecer a su izquierda, haciéndoles

gritar ahora a todos. Tomaron el desvió hacia arriba a la derecha y corrieron hasta la

siguiente bifurcación.

Se detuvieron de nuevo, cada uno vigilando uno de los cuatro pasillos en los que ahora

se dividía el camino para evitar ser sorprendidos de nuevo.

El silencio solo se veía interrumpido por sus agitadas respiraciones. Habían echado

mano a sus armas, dispuestos a utilizarlas si volvía a acercarse. Manos preparó sus

trahakas, sus puños comenzaron a emitir destellos dorados, de la misma intensidad que

las paredes del edificio, y en las palmas de sus manos parecía que fluía un torrente de

electricidad Caro cargó su gestotem, mientras que Gabriel se quedaba inmóvil, en la

posición de defensa básica que enseña terráqueo a los aspirantes a quimeras, con las

piernas flexionadas y los brazos en cruz cubriendo la cara y el corazón. Me pregunté en

qué consistiría su defensa, ya que no veía ningún arma con el...

Page 30: Edelweiss de Nume 1. La sombra bajo el viento

30

Derec sacó su multiforme del cinturón de cuero negro que llevaba en la cintura y lo

transformo en una alarada, una pistola de llamas.

Estuvieron en guardia unos minutos, dándose la espalda unos a otros para protegerse.

Pero el silenció fue el único que osó acudir a su encuentro…

- ¡Os dije que debíamos seguir con ella! –Se quejó Caro-.

- Amiga o enemiga –Dijo Manos tembloroso- Estábamos más seguros a su lado.

¡Así somos carne de cañón!

Gabriel y Derec se miraron. A lo lejos, en el pasillo que guardaba Caro, se oyó lo que

parecía un fuerte grito, pero no era humano.

Todos comenzaron a temblar. El chillido parecía de ultratumba. Las luces de los pasillos

comenzaron a encenderse y apagarse cada vez más rápido hasta que quedaron en

oscuridad total, con la única claridad que emitían las palmas de Manos. Los cuadros

seguían mostrando imágenes del exterior. Se podían ver flores, paisajes y unos dragones

en ellos. Esto no los tranquilizaba. Sus respiraciones cada vez se hacían más rápidas, y

sus armas temblaban ante el miedo de no saber a qué se enfrentaban.

El grito volvió a oírse, esta vez tan cerca que parecía que había salido de junto a ellos.

Del susto, a Caro se le cayó su gestotem al suelo. Le temblaban las piernas sin que

pudiese evitarlo, y al poco rato cayó de rodillas. Los ojos de Derec brillaron en medio

de la oscuridad. Furia abandonó su posición para levantarla con la mano izquierda que

aun tenia libre, mientras con la derecha seguía sujetando la alarada. La luz proveniente

de las trahakas de Manos a penas les permitía verse unos a otros, por lo que no veían lo

que había más allá de un par de metros de cada pasillo.

El grito volvió a repetirse, esta vez con más intensidad. Ponía los pelos de punta.

Caro se abrazo con fuerza a Derec. Este sintió lo mismo que yo desde su mente. Una

extraña presencia se acercaba velozmente por su espalda.

Reacciono rápidamente. Cogió a Caro con fuerza y se impulsó hacia la izquierda del

pasillo, empujando a Manos también bajo el. En cuanto su mano izquierda se vio

liberada y toco el suelo, la usó para impulsarse de nuevo hacia arriba, girándose en el

aire con gran destreza, y apretando el gatillo de su

alarada, apuntando hacia donde creía que estaba aquello. Fiándose de su instinto, como

todo buen soldado. La pistola convirtió el aire en llamas en la dirección en la que

apunto. Estas iluminaron un instante el pasillo, dejando ver la verdadera forma de

aquella sombra. Tenía la apariencia de un esqueleto entre humano y monstruo. Sus ojos,

rojos como dos llamas, ardían en el interior de ambas cavidades en la calavera. En lugar

de dos brazos poseía un gran número de ellos, los cuales no pude contar en ese breve

momento de claridad. De cintura hacia abajo se fundía con el suelo, avanzando pegado a

este y a sus paredes. Se trataba de un Nocturno.

Terráqueo usaba los presos que caían en sus manos y que congelaba en los retiros para

experimentación. Muchos morían, pero los que sobrevivían se convertían en monstruos

carentes de dominio sobre sí mismos, igual que las Quimeras, obedientes a las ordenes

de Terráqueo. Uno de los monstruos obtenidos mediante investigaciones de los Erales

era este, el Nocturno.

Un monstruo moldeado a partir de muchos prisioneros, deformados hasta soldarse unos

con otros haciendo uno solo, con la fuerza y masa acumuladas de todos estes. Su carne

se pudría con el tiempo, por lo que solo quedaban sus huesos, que es capaz de fundir

con cualquier estructura, sobre las que se desplaza haciéndose uno con ellas, ya que

carece de piernas. Esto le hace ser más rápido que cualquier persona normal, pero

también le limita a los lugares que puede ir.

Esperé que Derec hubiese estudiado sus puntos débiles tal y como le mandé hace

tiempo… Seguramente no, nunca fue de los que ponen los codos sobre la mesa y la

Page 31: Edelweiss de Nume 1. La sombra bajo el viento

31

cabeza en lo que leen. Mientras yo sostenía sus brazos y vigilaba que no levantase la

barbilla del texto, este viajaba mentalmente a la misión que nos esperaba mañana, o a la

batalla que habíamos librado ayer.

- No se pueden ganar batallas sin conocimientos –Recordé que le decía, como si

oyese el eco de mis propias palabras-

- ¿Eso crees? –Se burló Furia- Ya te imagino en nuestra próxima batalla

leyéndole uno de tus amados libros al primer monstruo con el que nos

topemos…

El Nocturno desapareció de nuevo de nuestras vistas, volviendo a gritar, esta vez tan

fuerte que casi les revienta los tímpanos. Sin duda Furia no había leído la teoría. No se

puede atacar a un Nocturno con fuego, ya que solo logra enfurecerle aun más. Debe

destruirse de un solo ataque, sin fallar, o la ira le hará moverse más y más rápido a cada

fallo, duplicando su fuerza intento tras intento, hasta hacerlo imparable…

Caro se levantó de un salto, dejando su arma donde había caído. Sin poder evitar el

pánico, salió corriendo por el pasillo que había a su espalda. Derec la llamó, y la busco a

tientas, pero solo oía sus pasos cada vez más rápido, cada vez más lejos.

Manos no estaba allí tampoco, ya que sus palmas habían dejado de brillar y no

respondía a la llamada de Furia.

Desesperado, comenzó a dar vueltas sobre sí mismo, llamándolos a todos. Sintió una

presión sobre sus hombros y otra sobre su garganta, por lo que dejo de gritar de golpe.

Un escalofrió le recorrió todo el cuerpo, desde las plantas de los pies hasta los pelos de

la cabeza. Percibí que no era el monstruo.

- ¡Cállate! –Le ordeno Gabriel susurrando a la vez que soltando su cuello para

que respirase-.

Derec tomo aire de nuevo.

- ¿Gabriel? ¿Estás bien? – Se alegró Furia bajando también el tono- ¿Dónde están

los demás?

- Escucha –Musitó Gabriel agarrándole del brazo- Quedémonos juntos y

busquémoslos. Este es un monstruo Nocturno. Evita dispararle con llamas o

cualquier otra arma luminosa. Solo lo cabrearás, y no le harás el más mínimo

daño. Si no se enfurece mucho más tendremos una oportunidad…

Por fin alguien que se había leído la teoría –Pensé para mí- Aunque no me intrigaba

tanto como la misteriosa chica de la capa, Gabriel era el segundo en mi lista.

Derec y Gabriel avanzaron en silencio, palpando las paredes para guiarse en aquella

oscuridad. Oyeron los gritos del Nocturno varias veces, sintiéndolo pasar muy cerca de

ellos, incluso rozándolos. Pero por fortuna este no se detuvo. Este monstruo en lugar de

tímpanos posee sensores de movimiento. Por lo tanto solo ve cuando algo se mueve, o

incluso habla, ya que hasta percibe las ondas del sonido. Por eso al quedarse

completamente quietos al sentirle cerca, y no emitir sonido alguno, el monstruo pasaba

de largo.

- ¿Recuerdas como vencer a un nocturno? –Pregunto Gabriel-

- ¿Yo? –Respondió Derec nervioso, tragando una gran cantidad de saliva de

golpe- Debí escuchar a ese gruñón…

Percibí que se refería a mí.

- Pero… -volvió a tragar saliva Derec- Tú lo sabes… ¿no?

- No –Contesto rotundamente Gabriel- No tengo ni idea…

Pude percibir el miedo en el ambiente. Lo que hasta ahora era confianza el uno en los

conocimientos del otro se estaba transformando en incertidumbre y derrota.

A lo lejos se oyó un grito, pero este no era del monstruo, sino de Caro.

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32

Derec echó a correr en dirección a este, despegando su mano de las paredes que hasta

entonces había usado para guiarse, y chocando con todo lo que se interponía en su

camino.

Gabriel le perdió el rastro, iba demasiado rápido tras los gritos cada vez más frecuentes

de Caro. De pronto chocó con algo duro y pegajoso. Lo palpó hasta que descubrió

horrorizado que la urgencia que le había hecho correr a socorrer a Caro sin pensar en las

consecuencias, le había llevado directamente a los brazos de aquel ser.

Los ojos de este se iluminaron de nuevo, dejando ver tan solo en la oscuridad esas dos

llamas dentro de la calavera, justo en frente de las dos brillantes pupilas de Furia. El

monstruo agarró con todos sus brazos a Derec, unos 16, y este se sintió sin fuerzas, y se

entrego al Nocturno sin ánimos de luchar, arrebatada toda cordura por los ojos de este

ser hipnotizador.

El Nocturno iluminó toda su cara, a la vez que abría la boca de tal manera que

desencajaba las mandíbulas de su lugar. Como si fuese a tragárselo. Pero en realidad

hacia esto para absorber su energía vital, lo que lo dejaría para siempre como un

vegetal. Afortunadamente Manos reapareció en la nada, colocándose justo tras el

monstruo, golpeando su cabeza con sus puños. Las trahakas le confirieron una gran

fuerza. Tal que consiguió que el monstruo soltase a Derec y se diese a la fuga.

Debían marcharse rápidamente de allí. Percibí que su cólera crecía a gran velocidad. Si

los volvía a encontrar, quizás no pudiesen detenerlo tan fácilmente.

Caro, que había contemplado desde el suelo la escena horrorizada, sin que el miedo le

dejase hacer nada, cogió a Derec por el brazo derecho, mientras que Manos lo hizo por

el izquierdo, y ambos echaron a correr en dirección a ninguna parte, en línea recta para

no perderse más de lo que estaban.

Volvieron a sentir al Nocturno pasar por delante de sus pasos, cruzando la próxima

bifurcación horizontalmente, mientras que ellos la cruzaron tras él, verticalmente.

Volvieron a sentirlo, esta vez detrás. Corrieron más y más hasta despistarlo, arrastrando

a Derec, quien continuaba sin fuerzas y a ratos inconsciente.

Volvieron a notar su presencia, esta vez por delante de ellos. Giraron en el próximo

cruce a la derecha para evitar chocar contra él. Este volvió a colocarse delante de ellos

en el próximo, por lo que volvieron a girar. Así en todos los cruces. Llevándolos sin que

se diesen cuenta a la trampa que les tenía preparada.

Los tres chocaron contra la pared cayendo al suelo. El pasillo se acababa allí. Caro

palpo la pared en busca de alguna puerta o recoveco, pero parecía un callejón sin salida.

- Nunca pensé que moriría en un gran ataúd de oro –Rió Manos con poca

delicadeza-

- ¡Cállate! –Grito Caro a pleno pulmón- ¡No vamos a morir aquí!

El Nocturno avanzaba hacia ellos. Caro se agachó para comprobar si Derec estaba bien.

Este había recuperado la consciencia. Caro le acaricio la frente, estaba ardiendo.

Tardaría por lo menos un par de horas en reponerse del mal del Nocturno, por lo que no

les seria de ayuda en ese momento. Caro sacó el multiforme del bolsillo de este y lo

transformo en un gestotem, como el que había dejado abandonado atrás. Manos cargó

sus trahakas, iluminando las palmas de sus manos de nuevo. Esto les permitió ver que

realmente estaban en un pasillo sin salida… aparente. Había una trampilla en el techo,

pero estaba cerrada por un gran número de candados reforzados. No habría manera de

abrirla a tiempo. Mientras, el Nocturno seguía acercándose. Traía consigo un gran odio,

lo que lo haría imposible de vencer con las armas y conocimientos con que ambos

contaban. Pero aun así, lucharían hasta el final. Solo serviría para morir de un golpe en

lugar de varios, ya que sus ataques solo lo enfadarían más y más, hasta que las fuerzas

les fallasen y recibiesen el impacto final.

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33

El monstruo se acerco a gran velocidad. Manos se adelanto a Caro y repelió su ataque

directo con un mastrolum, un ataque físico que usa patadas y puñetazos

simultáneamente, terminando con un impacto con todo el cuerpo. Este ataque,

aumentado unas diez veces por las trahakas, logro cortar el ataque del Nocturno y

mandarlo de vuelta por donde había venido.

Manos se agacho agotado, intentando recuperar aliento. Pero a los pocos segundos el

monstruo volvió a la carga. Esta vez fue Caro la que se interpuso en su camino.

Colocó el Gestotem en su brazo ajustando apresuradamente las correas metálicas.

Extendió la mano derecha, donde lo había colocado, mientras con la izquierda lo

sujetaba firmemente. El aparato se ilumino con la claridad del día, permitiendo ver todo

el pasillo donde trascurría la acción. De este salió primero agua cristalizada, que

envolvió al Nocturno completamente en hielo. Quedo congelado apenas un par de

segundos, tras los que rompió sin esfuerzo la gruesa capa que Caro había creado con el

gestotem para encerrarlo. Volvió a intentarlo, esta vez con luz Icaria, un poderoso

ataque Icario que los Erales habían conseguido imitar en sus maquinas, pero como

siempre, sin poder igualar a sus dueños por excelencia. La luz, amarilla débil, lo cegó a

la vez que iluminaba los pasillos hasta donde la vista alcanzaba. Tras unos minutos el

ataque se agotó, volviendo a las tinieblas.

Caro sintió como el aliento del Nocturno le soplaba en la cara, moviendo sus cabellos.

Las lágrimas comenzaron a caer por sus ojos mientras el miedo y la desesperación se

adueñaban de ella.

Manos no podía levantarse del suelo. Aunque pudiera hacerlo había desistido en la

lucha por sus vidas.

Derec cerró los ojos, ya no sentía miedo ni desesperación. Había llegado al climax del

soldado, el estado por el que los mejores han de pasar entes de convertirse en altas

quimeras. El miedo supremo. Los fuertes lo superan y son nombrados altas quimeras,

los débiles sucumben al miedo y este destruye sus mentes, muchas veces incluso sus

vidas. Pero Derec lo había superado, lo que me hizo sentir orgulloso de él desde el

profundo y oscuro lugar en el que me encontrase. Si era desde el abismo de la muerte

desde donde lo observaba, esperaba que aun faltase mucho tiempo para volver a

reunirme con él. Se había hecho más fuerte.

Volvió a hacerse la luz en el pasillo.

El Nocturno se paró de golpe, a pocos centímetros de la cara de la chica.

Al principio, cegados por la oscuridad drásticamente transformada en luz, solo

distinguieron una mancha acercándose a ellos. El monstruo se giro hacia la figura que

apareció en la lejanía y caminó hacia ella.

Los ojos de Caro, desde donde contemplaba la escena, ahora comenzaron a ver

claramente. Aquella mancha que se acercaba hacia ellos, hacia la que el monstruo

caminaba lentamente, vestía una capa verde y mallas cortas de carcasta. Era la mujer sin

rostro.

A medida que ambos se aproximaban, esta fue levantando su mano derecha, como si

quisiera tocar al Nocturno. Este olisqueaba el aire repetidamente, degustando el aroma

que provenía de ella. El aroma del que no teme a nada. Esa es la única manera de vencer

a un Nocturno. Estés seres se hacen más poderosos a medida que se enfadan,

alimentándose del miedo que respiran de sus víctimas, y su poder mengua cuando

perciben el olor del que no les teme. La única manera de destruirlo es calmando su

agonía totalmente. Lo que sin duda pretendía esta chica, que parecía conocedora de los

secretos de las criaturas más temibles.

No pude evitar que me recordase a alguien a medida que se acercaba a ese ser deforme,

de rostro diabólico, sin el más mínimo temor, completamente confiada. Rápidamente

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deseche esa idea. Solo pensarlo me producía escalofríos. No, no era posible… Además,

lo poco que había visto de su cara no correspondía con la de Draga, ni una cicatriz

semejante… Sin duda se trataba de una quimera de Terráqueo. Solo una quimera que

gozase de la más alta confianza de Magno podría ser conocedora de tantos secretos de

aquel lugar. Y Nepa lo era, la mano derecha de Magno, desde antes de que naciese yo.

Desde antes de Caos, y desde antes de que nadie lo recordase.

La chica se detuvo, y el monstruo siguió andando hasta tocar su mano con su cara. La

chica le acaricio con suavidad, sin hacer movimientos bruscos, lo que despertaría su

instinto asesino de nuevo.

El ser comenzó a fundirse con el suelo. Primero desapareció su tronco, después sus

brazos y finalmente la cabeza, mientras contemplaba con sus ojos rojos como dos

llamas a la que le había vencido. La que le había traído la paz, la paz que los que un día

habían sido hombres y ahora le formaban ansiaban desde el momento en que se habían

convertido en el monstruo.

Todos estos hombres comenzaron a soltarse unos de otros, hasta que el monstruo se

dividió en ocho esqueletos humanos, los cuales se derritieron en cuestión de segundos,

quedando tan solo una masa viscosa y humeante en el lugar donde antes estaba el

Nocturno.

La chica se quedo firme, como si sus pies se hubiesen pegado al suelo y su cabeza

tuviese un imán con el techo. Su boca mostraba una expresión severa, a la vez que

preocupada. La sangre le hervía. Parecía que estaba a punto de comenzar a gritar.

La luz proveniente de la chica ceso un momento, y a los pocos segundos las lámparas

situadas en los bordes superiores de los pasillos volvieron a iluminar los infinitos

túneles. Todo había vuelto a la normalidad con tan solo estar ella un par de minutos.

Caro se incorporó del suelo. Manos guardo sus trahakas en su sitio, casi sin fuerzas para

mover los brazos. Derec continuaba en el suelo, sin quitarle ojo a aquella extraña. El

también había viajado con ella, había tenido ocasión de conocerla bien. Quizás por eso

intuyese al verla en el tren quien era, a pesar de no haber visto su cara.

- Sabía que eras tú –Dijo la débil voz de Derec, quien luchaba por mantener la

consciencia-

- ¡Les dije que no se alejaran de ti! –Se apresuro a decir Caro, acercándose a ella

hasta cogerla por la mano- Mmm… ¿La conoces, Derec?

La chica misteriosa irguió la cabeza, observando la expresión de este, quien se dispuso a

contestar a Caro.

- N… Nepa… -Dijo mirando fijamente hacia el lugar donde se suponía que

estaban los ojos de la chica, con sus últimas fuerzas, desplomándose

inconsciente sobre el suelo -.

Caro se inclino hacia Derec y apoyo su cabeza contra su regazo. La intuición de Derec

me había sorprendido, ¿Lo había sabido desde el principio?

- ¿Nepa? –Dijo Gabriel, apareciendo tras la chica misteriosa- La Icaria

Escorpión… la mano derecha de Magno…

- ¡Tú! –Gritó Caro, volviendo la mirada de Derec hacia ella de nuevo, con ojos de

odio- ¡Tú eres la que vino a Último destino con Sombra y Furia! ¡Tú eres la que

desafió a Draga! ¡Tu…! ¡Asquerosa Quimera!

La chica rió con fuerza interrumpiendo los gritos de Caro. Una risa hueca, llena de eco,

que provocaba escalofríos.

- Sí, soy yo, necios –Reconoció al fin- Me extraña que no lo hayáis adivinado

antes… Mi gran talento es inconfundible…

Desde luego que su talento había aumentado mucho, pero no era inconfundible, no la

recordaba ni la mitad de fuerte que ahora.

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- ¿Inconfundible? –Rió Caro, intentando mostrar que por dentro no ardía de rabia

y decepción- Dirás penoso…

- Cuidado niña –amenazo Nepa acercándose a Caro y bajando a su altura la cara-

Sin mí, aun serías un Miedo…

Caro bajó la cabeza.

Gabriel se interpuso de repente entre ambas. Sin embargo, aunque para ella no habría

sido difícil repelerlo con un ataque básico, ni siquiera se inmuto. Incluso me pareció

distinguir en su rostro una mueca de sorpresa… o hasta me atrevería a decir de

admiración.

- ¿Por qué nos estas ayudando? –Preguntó Gabriel-

- ¡Eso, eso! –apoyó la pregunta Manos, intentando torpemente ponerse en pie sin

conseguirlo. Había abusado de su fuerza y resistencia demasiado, y la había

agotado muy rápido. Le llevaría un buen rato recuperarse -.

- Eso no os incumbe… -Respondió Nepa mientras se giraba para alejarse unos

pasos de ellos-

- Espera un momento… -Pensó Manos en voz alta- ¿De qué me conoce Nepa, de

Terráqueo? ¿Cómo sabes mi nombre? Jamás he tratado personalmente

contigo…

Esta camino hacia él y le agarró por el brazo derecho, el cual levantaba para

apuntarle con su dedo índice al hablar.

- Aunque no lo parezca – Dijo levantándolo del suelo con gran facilidad- En los

libros de historia aun sale tu foto…

- Lo que no me esperaba era que tú los leyeras –Se burlo este, echándose a reír-

como tú no sales en ellos… Bueno, quizás en la definición de pelota venga

grabada tu cara…

Nepa, que iba a dejarlo en el suelo, cambió de opinión debido a la bocaza de

Manos, por lo que lo alzó sobre su cabeza hasta que dejo de reír, mientras todos

seguían atentos sus movimientos. Esta levantó la barbilla, como si realmente

pudiese ver a través de la capa que le cubría los ojos, para acercar su cara a la de

Manos. Este no pudo evitar intentar retroceder en el aire, cosa inútil ya que estaba

bien sujeto y no tenía fuerzas.

Para sorpresa de todos, la chica volvió a reír. Típico de la Nepa que conocía.

Siempre esa risa despreciable, siempre humillando a los que son más débiles que

ella, abusando de su poder. Pero sin embargo no le hizo daño, algo que antes

hubiese sido normal. Eso quería decir solo una cosa, debía llevarlos ilesos a algún

lugar. El interés era su mayor estimulo para lograr sus objetivos.

- No me provoques –Le dijo a Manos, quien entrecerró los ojos como si esperase

un golpe o cualquier movimiento brusco-.

Le volvió a dejar en el suelo. Este no se sostuvo de pie y cayó de nuevo.

La chica avanzó hasta Derec, empujando a Gabriel hacia una esquina con gran facilidad,

pero con poca resistencia de su parte. Caro se lanzó contra ella con todas sus fuerzas,

sujetando amenazadoramente el multiforme de Derec en forma de espada. Nepa agarró

el arma por el filo con gran agilidad, doblándola a la mitad como si se tratase de

plastilina. Caro quedó tan abrumada que por un momento sustituyó el odio por la

pasividad. Es fácil para cualquier Icario Físico doblar una espada sin ningún tipo de

aleación de ozono, o cualquier arma mental creada por la mente de un humano

manejando un Multiforme. Caro no se dio por vencida, en cuanto reaccionó intentó

golpear de nuevo a la Quimera, esta vez con su puño. Pero Nepa no tuvo problemas en

repeler su ataque. Agarró su mano izquierda al vuelo, y después la derecha, que tras

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soltar el roto multiforme, intento también sin éxito impactar contra su oculta cara. Caro

sintió la fuerza de Nepa en su interior y se desplomo en el suelo, privada de la suya.

¿Qué clase de artilugios había diseñado Terráqueo en esos seis años que permitían a una

Física tener poderes Psíquicos tan poderosos?

Nepa siguió avanzando hasta Derec. Al llegar junto a él se agachó para tocar su cara.

Aun ardía de fiebre. Agarró su cabeza con fuerza sosteniéndola sobre su mano

izquierda, mientras la derecha la llevó hasta su pecho. Ambas se iluminaron unos

segundos con destellos intermitentes, de un azul pálido, indicando que se trataba de un

nefelio anti-mal.

La fiebre bajó de golpe. Nepa volvió a levantarse. Caro estaba en los brazos de Gabriel,

llorando de impotencia y rabia. Este la miraba con desconcierto, preguntándose que

sería ahora de ellos, mientras Manos continuaba en el suelo, respirando aun con

dificultad.

- Descansemos unos minutos –Ordeno Nepa- Furia volverá en si pronto…

Caminó hacia Caro, quien se mantenía de pie sostenida únicamente por Gabriel. Intento

tocar su frente también, pero esta la esquivo.

- ¡No abuses porque Draga no esté esta vez para pararte los pies! –Le gritó- No te

saldrás con la tuya…

- ¿Pararme los pies? –Dijo en tono amenazante- ¿Dónde estaríais sin mí?

- No somos títeres que puedas manejar a tu antojo –Replico Manos desde el

suelo-

- ¿A qué estás jugando? –Pregunto Gabriel- ¿Qué quieres de nosotros?

Nepa rió. Se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la pared izquierda del

pasillo. Bajó la cabeza hasta cubrir del todo su cara con la capa, y se quedó inmóvil

unos minutos.

Derec despertó en el regazo de Caro, y Manos se puso en pie poco después. Caro

parecía recuperada de la pequeña parálisis que Nepa le había provocado.

Mientras tanto Nepa continuaba inmóvil como si durmiese, pero apostaría lo que

fuese a que no lo hacía.

- Nepa –La llamo Derec, inconsciente de la situación que se había vivido hace

unos instantes – Continuemos. Quizás a Selva no le quede mucho tiempo…

Esta levantó la cabeza y se puso en pie lentamente, quedando frente a Derec. Furia

asintió, y al instante retomó la marcha pese a que todavía se tambaleaba, seguido poco

después por todos los demás. Nepa se adelantó dando grandes zancadas, empujando a

todos a su paso hasta colocarse en cabeza, al lado de Derec. Este la miró de refilón, su

boca esbozó una sonrisa mientras que sus pupilas parecían felices, incluso me atrevería

a decir que la mirada que le obsequió era cariñosa.

Me sorprendía Furia. Nunca se había llevado bien con ella. Quizás la necesidad de

salvar a su amiga y vengarse de Terráqueo era más fuerte que su odio pasado por

Nepa… pero ninguna necesidad justificaría que estuviese contento en manos de una

títere de Terráqueo, esa sonrisa sincera y aquellas miradas de complicidad estaban

totalmente fuera de lugar ante la mujer de la que bien podía depender la salud de la

muchacha que buscaba…

Ella les guió por los laberínticos pasillos sin equivocarse en una sola intersección, lo

que denotaba un perfecto control del lugar. Ahora ya nadie dudaba a que era debido

esto.

Tras una media hora caminando en silencio, Nepa se detuvo ante una puerta cerrada por

siete cerrojos, de los cuales cada uno estaba configurado con otros siete códigos.

Conocía esa sala.

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37

- ERALDICOS NIVEL 1 A 5 –Leyó Manos en el cartel sobre la puerta- Aquí

seguro que no tienen a Selva, tenemos que ir a los de seguridad 10, los que

están en el edificio del laboratorio de Terráqueo.

- Lo sé… -Dijo Nepa-

La mujer acercó sigilosamente la oreja a la inmensa puerta. Tras unos segundos

estática sobre esta se despegó de golpe, sobresaltada por algún extraño ruido

proveniente del interior de la sala.

Mientras, Caro agarró a Derec y lo llevo a un lado. Esta estaba muy nerviosa.

- ¿Qué ocurre Caro? –Pregunto este agarrando su temblorosa mano- Me

prometiste que si te llevaba conmigo serias valiente...

- Mientras dormías han ocurrido cosas que desconoces… –le susurro al oído,

procurando que Nepa no la oyese- ella parece querer llevarnos vivos a algún

sitio... tenemos que hacer algo...

- Tranquilízate –dijo acariciándole la mejilla con dulzura- Confía en mi. Todo

saldrá bien...

Nepa despegó el oído de la protegida puerta. Retrocedió un paso y bajó la cabeza,

concentrándose en su nuevo plan. Sus manos se iluminaron, en tonos rojos y verdes.

Parecía estar preparando un nefelio explosivo, combinado masha, la fuerza que se haya

en el viento, mezclada con un poderoso ataque de fuego. Mi intuición no me falló. Nepa

usó el nefelio sobre la puerta y esta se derritió al instante, cerraduras incluidas,

quedando a sus pies como caramelo derretido.

Al otro lado de la puerta, unos cinco erales dejaron de golpe lo que estaban haciendo

para observar a los visitantes. Se trataba del laboratorio de investigación psicofísico.

Todos observaban a Nepa con idéntica postura, con el mismo ángulo de visión, con sus

impecables batas blancas hasta los pies. Muy fuerte tenía que ser el dominio que

anteriormente ejercía la quimera sobre mí como para que no me diese cuenta de esos

detalles que nos hacían patéticos clones devotos.

La extensa habitación tenía las paredes llenas de estanterías metálicas soldadas a estas y

entre sí, sobre las cuales había multitud de recipientes, la mayoría hechos con estómago

de micrón, todos perfectamente catalogados y enumerados según su contenido. Al fondo

de la habitación, tras los erales, había un grilletón, un aparato usado para el control

psicofísico de los icarios. Podría decirse que allí, en las entrañas de esas maquinas

manipuladoras del flujo de ozono, es donde nacen las quimeras. Un grilletón puede

controlar la mente de los psíquicos y anular sus poderes mientras que estos no superen

el nivel seis. Y el de los físicos igualmente, ya que su estructura es irrompible. Un buen

número de ellos están formados de alasgastor, extraído del impenetrable esqueleto de

los alados, el cual es imposible de romper o moldear de forma alguna, por lo que

simplemente se unen con el pegamento mas fuerte conocido, el cual una vez se seca es

imposible de despegar, jugos gástricos de dragón. Finalmente, en la superficie se

colocan escamas de dragón, usadas para crear corazas muy resistentes, pero muy

difíciles de trabajar. Cuando un Dragón muere deja un margen de aproximadamente un

par de horas para extraer y utilizar sus partes. Si transcurre ese tiempo todo este se

fosiliza instantáneamente, en un par de segundos se vuelven piedra incluso las partes

que ya han sido extraídas de este. La fosilización lo vuelve tan duro que hace que

imposible separar o manejar más su cuerpo. Pero si ya se hayan forjadas o labradas las

partes extraídas cuando pasa este tiempo, se convierten en indestructibles.

Ahora que observaba el aparato no pude evitar preguntarme cuantos icarios han sido

torturados y manipulados en estos grilletones. También reparé en que sobre estes había

una cámara sellada, tal y como se podía apreciar en el techo, prácticamente del tamaño

de una persona. Una vez los confiados Icarios o humanos han esperado un tiempo

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prudente durante el cual reciben el entrenamiento oportuno hasta que se estima que sus

habilidades no se desarrollarán mucho mas, son ascendidos de aprendices a quimeras.

Entonces acuden a la sala oportunamente preparada donde han de pasar lo que llaman

“la prueba de iniciación de la quimera”. Tras sujetarles a las máquinas y regular el flujo

de ozono que se estima que serán capaces de soportar, ya es demasiado tarde para

revelarse o escapar. Las cadenas de las cuatro esquinas de la maquina se cierran,

aprisionando sus cuatro extremidades, y casi al unísono, la cámara cae sobre ellos,

llenándose de ozono al instante.

Dependiendo del poder de aguante de cada persona el proceso puede prolongarse desde

minutos a años. Cuanto más tiempo permanecen allí, más fuerte será el dominio de

ozono sobre ellos, y más fuerte se hará la quimera de su interior.

Mientras esperamos en esos tanques, el tiempo no pasa para nosotros, por lo que ese

tiempo ni envejecemos ni morimos… ni vivimos. Permanecemos dormidos, totalmente

inconscientes a lo que nos rodea.

Tan quietos como los erales, que permanecían cada uno en su lugar, inmóviles y en

completo silencio. Sin duda, en las órdenes del día no constaba nada como eso, por lo

que estaban bloqueados, como una computadora aguardando a que alguien pulse las

telas para funcionar, los tristes erales necesitaban que alguien pulsase el interruptor de

encendido para poder defenderse, por lo que permanecían en espera de instrucciones

concernientes a los intrusos.

Nepa entró en la sala sin amedrentarse, mientras los demás la observaban desde la

puerta. Los erales no se inmutaron, mientras seguían al unísono sus movimientos. Esta

recorrió con la mirada las estanterías de los laterales de la sala, palpando todo lo que

estaba al alcance de su mano, como si quisiese averiguar algo en esa sala. Su cabeza se

giró de pronto hacia el Grilletón. Avanzo rápidamente hasta este, deteniéndose a pocos

centímetros.

Observo atentamente su estructura como si nunca hubiese visto uno, cosa poco

probable. Alargó la mano cautelosamente hasta tocar la parte sobre la que se apoya la

cabeza del ozonizado y se sujeta con fuertes cadenas, al igual que se sujetan los brazos,

las piernas y el pecho.

Los ojos de Nepa se volvieron azules. Lo que pude apreciar por el reflejo de estes a

través de su capa, un azul muy luminoso. El color del que se vuelven los ojos de

aquellos Psíquicos que consiguen conectar mente y cuerpo al mismo tiempo. Nepa

estaba palpando algo, mientras usaba sus poderes para ver lo que había pasado cerca de

aquello. Dicho de otro modo, estaba realizando una poderosa habilidad Psíquica, el

náyade, que permite ver por los ojos de otra persona un momento determinado, o en el

caso de un objeto, ver todo aquello que lo ha tocado.

Sentía terror cada vez que la veía usar poderes Psíquicos. Temía las monstruosidades

que Terráqueo habría tenido que inventar para conseguir controlar Nefelios tan

poderosos e implantarlos en Quimeras Físicas.

Nepa se sobresaltó.

- Ella ha estado aquí –Dijo dándose la vuelta hacia el resto del grupo, que

continuaba en la entrada, a excepción de Manos, que rebuscaba por los

estómagos de Micrón como si estuviese en su casa.

Estos órganos eran usados después de fosilizados para guardar ingredientes que con su

solo roce destruirían otros recipientes normales. Finalmente Manos cogió uno de los

estómagos, este muy pequeño, a penas del tamaño de una mano normal, que no era el

caso de las suyas, que median por lo menos tres veces más de lo corriente. Introdujo el

estómago en su bolsa, donde antes había guardado el tornillo de Negus.

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Nepa caminó hacia la salida. Justo cuando se abrió paso entre los Erales, que se habían

agrupado en el centro de la sala, se oyó una orden desde un altavoz, oculto en algún

lugar de la sala, pero tan pequeño que era imposible localizarlo.

- Erales 429, 430, 432, 435, y 512 – Se oyó desde algún lugar en la sala- Órdenes

de atacar a los cinco intrusos.

Los cuatro, que continuaban en la puerta, retrocedieron lentamente hasta el pasillo,

intentando pasar desapercibidos, mientras Nepa, que había sido identificada como un

intruso igual que ellos, quedo en medio de los Erales, quienes al momento sacaron sus

cortex de debajo de la bata, los bisturís que usaban para diseccionar desde dragones

hasta los materiales más duros capaces de cortar. Esta arma de filo tan cortante, aunque

pequeña, los hacía extremadamente peligrosos. Un simple corte sin necesidad de una

gran fuerza, podría partir por la mitad a cualquiera de ellos.

Levantaron sus cortex al unísono, como si siguiesen una coreografía. Pero no los

emplearon con Nepa, a quien tenían rodeada. Quedaron inmóviles de nuevo,

escuchando la nueva orden proveniente del altavoz.

- Alta Quimera número 2 –Volvió a sonar aquella voz hueca- Lleve a los cuatro

intrusos con vida a la sala HG43, en el laboratorio Terráqueo. Luche contra los

Erales 429, 430, 432, 435, y 512. Fin de las órdenes.

Nepa quedó inmóvil, escuchando con atención la orden, como toda Quimera cuando oye

aquella voz. Con serenidad y total sumisión. Con la cabeza elevada, mostrando su seria

boca y la llamativa cicatriz al lado de esta.

La conexión volvió a cortarse. Justo al oírse la última palabra, los cinco erales y esta

comenzaron a moverse con rapidez, sobre todo ella. Nepa sacó su espada de la funda en

su espalda, característica por su forma de aguijón, con tal velocidad que se volvió

invisible unos segundos, despistando a los Erales como si fuesen tortugas ante una

liebre. Con un solo movimiento de esta, arrebató de las manos de los Erales sus cortex,

lanzándolos por los aires hasta que se detuvieron contra los muros de la habitación,

quedándose clavados en estes. Ellos no desistieron en cumplir sus órdenes y la atacaron

de nuevo, ahora usando todo lo que tenían a su alcance. Mientras dos de ellos intentaron

golpearla con todo lo que encontraban a su paso, saliendo disparados por los aires con

gran facilidad por parte de esta, los otros tres corrieron a buscar sus armas.

Nepa no perdió el tiempo. Volvió a desaparecer mientras corría hacia ellos,

eliminándolos sin problemas, uno a uno, con su espada aguijón. Sin siquiera ser vista.

Solo se observaba la estela de muerte que dejaba a su paso.

Él último de los Erales parecía más hábil que los demás. Consiguió coger su Cortex

clavado en el techo de la sala de un salto, y amenazo con este a Nepa. Ella guardo de

nuevo su espada. Se acerco a él, esta vez lentamente, hasta quedar separados a penas por

un metro.

El eral fue el primero en atacar, dirigiendo su arma directamente al cuello de Nepa,

quien la esquivo fácilmente, simplemente agachándose. A continuación, esta aprovecho

su estado para lanzar un puñetazo al brazo derecho de eral, justo con el que sujetaba el

cortex, destrozándole el miembro por la tremenda fuerza con que esta contaba. Sus

habilidades físicas habían aumentado con creces. No era ni por asomo tan fuerte como

hace seis años…

El eral no se quejo por el dolor. Era el autentico dueño del cuerpo el que se revolvería

en el interior de este con gritos mudos. Pero la Quimera que le gobernaba no era capaz

de sentir daño alguno. Ni siquiera son capaces de sentir alegría o placer… son simples

maquinas de guerra, sin otra utilidad.

Una Quimera podía seguir luchando sin inmutarse hasta morir desangrada o por

agotamiento, sin menguar su fuerza o bajar su ritmo habitual, ya que ellas no sienten

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dolor. Controlan cada músculo de su cuerpo, pero no lo notan como propio, ni sienten

sus limitaciones. Esto es debido a que el cuerpo que gobiernan no les pertenece. Son tan

solo mentes sin vehículo propio, creadas y perfeccionadas por Terráqueo hasta

conseguir lo que para ellos es el prototipo del soldado perfecto. Siempre fresco, siempre

obediente, sin emociones que lo distraigan en la batalla, sin necesidad de afecto o

sueldo, sin depresiones ni enfermedades…

El eral, a pesar del tremendo golpe, no se resintió aparentemente y contraataco al

momento con su brazo izquierdo. Nepa atrajo hacia si el cortex, que había salido

despedido de nuevo por los aires, con un nefelio de abducción color anaranjado, y se lo

clavo directamente en el corazón, matándolo al instante.

Sus métodos, a parte de su fuerza y habilidades, también habían cambiado. Ella solía

preferir matar a sus oponentes con una muerte lenta y dolorosa. Sin embargo, en esta

pelea, había procurado dar a todos los rivales en puntos vitales, para ahorrarles

sufrimiento. Era extraño… tanto que quizás formase también parte de las inusuales

ordenes de Magno para aquel día.

Tras la lucha, Nepa se dirigió de nuevo a la puerta, donde los demás habían

contemplado inmóviles la escena. Todos le abrieron paso al momento tras verla luchar,

como temiendo que emplease sus habilidades con ellos, amedrentados ante la idea de

que les atacase. No había garantías de que estuviese de su lado… más bien de lo

contrario. Pero no les mataría, ya que sus órdenes eran llevarlos con vida al edificio del

laboratorio.

Nepa volvió a la normalidad, avanzando por los laberínticos pasillos a grandes

zancadas, como si nunca se hubiesen detenido en aquella sala. Los demás la siguieron

de lejos, excepto Furia, que no se separaba de ella. Caro comenzó a inquietarse incluso

por temor a este. ¿Es que el también era una Quimera?

- ¿No notáis a Furia raro? –Les preguntó en a Manos y Gabriel casi sin alzar la

voz. Estos caminaban a ambos lados de ella y unos metros detrás de Nepa y

Derec.

- Muy raro –Aseguro Manos- ¿Estará enfermo?

- No creo que Caro se refiera a eso –Le corrigió Gabriel- Si, es cierto que esta

raro… parece como si…

- Como si el también fuese una Quimera –termino Caro la frase que Gabriel no se

había atrevió a concluir -.

- ¿Una Quimera? –Rió Manos- Que tontería…

- ¿No veis que desde lo del Nocturno, cuando por fin la reconoció, no se separa

de ella? –continuo Caro- Ella es una alta quimera, una superior… si él se ha

convertido… eso explicaría que la siguiese ciegamente.

- Quizás ambos estén tramando algo ambos… -Pensó Gabriel-

- ¡No! –Afirmo tajante ella- Es decir… no creo…

- Lo que es cierto es que esta tal Nepa, que se cree única e imbatible, nos lleva

ante algún responsable de Terráqueo… -Dijo Manos-.

- O ante un simple carcelero –Rió Gabriel- El caso es que nos lleva a una trampa,

guiada por alguien que quiere vernos vivos… Magno. Tenemos que buscar la

manera de aprovechar su ayuda sin que se salga con la suya…

- Pero –tartamudeo nerviosa Caro- Aunque fuese una quimera, aunque tuviese

ordenes de obedecer a Nepa… El nunca nos haría daño, lo sé…

Gabriel suspiro y Manos se rasco la cabeza.

- Mira Caro –Dijo Gabriel dispuesto a ser sincero- Las Quimeras no tiene

dominio sobre sí mismas. Una vez su personalidad es encerrada en su mente y

puesta en su lugar el ser que los domina, ya no hay manera de razonar con ellas.

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No hay manera de que puedas asegurar lo que hará o no hará una quimera por

muy bien que le conocieses antes del cambio, pues sus acciones ahora son las

que les dicta el propio Magno…

Gabriel bajó apesadumbrado la cabeza, y abrió los ojos con fuerza como si evitase

emocionarse. Después comenzó a andar más rápido para evitar seguir con la

conversación, dejando atrás a Caro y Manos.

Ella también bajó la cabeza deprimida, mirando de reojo a Derec de vez en cuando,

quien iba junto a la desconocida sin importarle nada más.

Manos le dio a la chica una palmada de ánimo en el hombro.

- No hagas caso a ese repelente – Dijo arrancándole una sonrisa- Seguro que

Derec no es una Quimera… Es un chico listo. Apuesto a que esta fingiendo ser

un pelele, pero en realidad tiene un buen plan para sacarnos de esta. Démosle un

voto de confianza…

La mente de Caro era un puro conflicto. Casi prefería que Derec fuese una Quimera

antes de que le hiciese más caso a Nepa que a ella. El amor, que recuerdos… ese

extraño e intenso sentimiento capaz de suscitar tantos otros…

Tras unos minutos llegaron a la enorme puerta que lleva al túnel secreto que accede al

laboratorio. Esta mediría unos diez metros, diez metros de madera de Rowaflor, el árbol

gigante. Una madera negra, resistente al fuego y al frió, con un único punto débil. Nepa

sin duda lo conocía, pero quería poner a prueba a alguien y así de paso divertirse un

poco…

- Ven aquí, Caro –Dijo girándose hacia esta-

- ¿Por qué no me obligas tú? –Grito la joven furiosa-

La Quimera avanzó hasta quedarse frente a Caro, quien la miraba desafiante a pesar de

que tenía que elevar la cabeza para seguirle la mirada, pues Nepa le llevaba un buen

trozo. Ahora que las veía juntas… parecía más alta… o quizás Caro no hubiese crecido

demasiado desde hace seis años, quien sabe…

- ¡No pienso dar un paso más hasta que me digas a donde nos llevas con tanto

misterio! –amenazo Caro-

- Precisamente a donde queríais ir, niña – Rió Nepa- Al corazón de Terráqueo…

- ¡No! –Vocifero de nuevo Caro- ¿Qué está pasando aquí? Si eres quien dices ser

¿Por qué ibas a seguir ocultándote?

- ¿Eres la única que no se ha dado cuenta? –Volvió a reír Nepa- Soy una Quimera

mandada por Terráqueo, cumpliendo órdenes del gran Magno… ¿Qué parte es

la que no entiendes?

- Yo te vi en el desierto –Dijo Caro confusa- ¡Tú no puedes…!

Nepa la agarro por la mano con fuerza, como había hecho en el pasillo de la estación

rodeado de luces blancas. Pero esta vez se aseguro de agarrarla bien. Esta forcejeó

intentando soltarse, pero fue arrastrada inevitablemente hasta el gran portón por la

Quimera. Seguro que llevaba un transistor de ordenes junto al camaleón, por el cual

Terráqueo le susurraba cada movimiento, quizás cada palabra, dependiendo de la

dependencia que el ozono hubiese causado en ella…

Agarró por la mano a Caro y la precipitó bruscamente hasta aplastarla contra la puerta

sujetándola fuertemente para que no se moviera ¿Qué es lo que pretendía?

- ¿Sabes cómo hacer que el Rowaflor te deje paso? –Le pregunto a Caro ahora

con voz calmada, como si tratase de tranquilizar el agitado corazón de la joven-

Es igual que con los Nefarios, ¿Nunca has visto uno?

Caro dejó de forcejear inútilmente con Nepa. Sus ojos, que antes ardían de furia, se

calmaron con la voz de la Quimera. Giró la cabeza hacia ella mirándola con serenidad,

como si su captora la hubiese cautivado con su ahora melodiosa voz.

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¿Recuerdas? –Volvió a peguntarle-

La puerta negra cobró vida. De esta salieron las raíces del árbol, lo que era característico

de esta especie, curioso a la vez, ya que a pesar de tratarse de un trozo de su tronco,

estas estaban presentes igualmente. Una árbol increíble el Rowaflor, lamentablemente

casi extinto, al igual que sus habitantes, los Eremitas Dendrios. Este árbol es muy

grueso, su especie es tremendamente alta y robusta. Puede llegar a medir miles y miles

de metros. Sus ramas llegan al cielo, perdiéndose en las nubes, y sus hojas se confunden

con ellas al ser blancas y azules.

Caro observó con calma, algo poco frecuente en ella, como estas agarraban su mano

junto a la de Nepa, que seguía sobre esta sujetándola. Tras eso se enroscaron en la

muñeca de ambas como si fuese una.

Caro miró hacia la boca de Nepa, o lo poco que se podía ver de ella, y observo con

detenimiento su llamativa cicatriz. Esta le devolvió la mirada, una mirada seria y fugaz,

que podía percibirse de alguna extraña manera, a pesar de llevar los ojos cubiertos.

Las raíces siguieron subiendo más y más por los brazos de ambas mientras estas

contemplaban la escena con pasividad mientras continuaban mirándose la una a la otra.

¿En qué pensarían? No podía adivinarlo…

Derec parecía tranquilo mientras observaba la situación, al contrario de Manos y

Gabriel, quienes se habían acercado a ésta nerviosos.

¿Por qué Nepa no se había limitado a abrir la puerta?

Los Nefarios son unos monstruos que viven en el agua. De cuerpos grises y pegajosos,

que pueden medir entre cinco y veinte metros. Salen a la superficie a gran velocidad y

envuelven a su víctima con sus tentáculos, lenta pero fuertemente, atrapándolos más y

más cuanto más se mueven. Con las raíces del Rowaflor pasaba lo mismo. Lo mismo

que con los Miedos, lo mismo que con el Nocturno. La clave para vencer a este tipo de

criaturas era la misma, no tenerles miedo.

Las raíces enredaron completamente sus cuerpos. Manos y Gabriel intentaron liberarlas,

pero Derec los detuvo. Sin duda Gabriel conocía el funcionamiento de las puertas

Rowaflor, al igual que lo fácil que era que estas te estrangulasen si no tenias cuidado.

Sin embargo, para mi asombro y el de los demás, Furia confiaba plenamente en Nepa, y

ahora parecía haber captado también a Caro con sus habilidades, tan ocultas como su

rostro. ¿Acaso podía ella ozonizar a la gente con solo mirarla o tocarla? Eso sería el fin

del libre albedrío y la extinción de la libertad…

Sin dejarles orificio alguno, ni siquiera para respirar, las raíces las introdujeron dentro

de la puerta traspasando la dura madera en pocos segundos. Los demás quedaron al otro

lado. Derec las siguió primero, dejándose agarrar por las raíces de aquel pedazo del

árbol negro. Tras él fue Manos, seguido por Gabriel.

Una vez del otro lado, el panorama cambiaba bastante. Comenzaba a notarse la

diferencia entre ambas construcciones. Mientras que el edificio presidencial había sido

construido más tarde, el laboratorio se había hecho con la única ayuda de Icarios, sin

contar con la de los grandes dragones que habían empleado con el anterior edificio. No

tenía oro, ni ningún material extraordinario.

Gabriel traspasó la puerta de último, encontrándose a Caro y Derec junto a Nepa, como

si ahora ambos hubiesen sido dominados por ella. Manos cogió a Gabriel por el cuello

nada más entrar este. Estaba nervioso. El sudor encharcaba sus manos, totalmente

cubiertas de pelos. Su boca tartamudeaba intentando decir una frase coherente hasta que

Gabriel se la arrancó amenazándole con ignorarle.

- ¡Nos han cambiado también a Caro, Gabriel! –Musitó al fin- Aquí pasa algo

raro…

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- Y que lo digas –dijo amarrándole por el hombro para acercarlo más a él para no

ser oídos- No dejes que te toque… ni siquiera que se te acerque…

- Entendido –afirmo Manos- Tu tampoco te me acerques – dijo alejándose de este

también- estáis todos locos, muy locos…

Manos comenzó a repetir chorradas mientras caminaba de un lado a otro. Parecía sufrir

algún trastorno mental por causa del ozono, que por suerte solo era transitorio, ya que el

hombre también tenía momentos de lucidez… Pero había escogido un momento

inoportuno para perder la razón…Y Gabriel se veía terriblemente solo y cuerdo en el

reino de los locos.

Ante ellos se extendía un largo pasillo descendente iluminado por luces rojizas. Las

paredes eran de piedras común, y por ellas discurría el agua como si de autenticas

cascadas en miniatura se tratase. Sin embargo, igual que ocurría en la sala de

identificación, aunque el liquido caía del techo, que estaba bastante próximo del suelo,

apenas a unos tres metros, al llegar al suelo desaparecía en lugar de encharcarse. Por lo

que se podía cruzar la habitaron sobre el suelo seco, simplemente caminando en línea

recta. Ese era el pasillo de los retiros secretos inferiores de Terráqueo, alojados allí, en

el túnel de paso entre ambos edificios.

Nepa comenzó a caminar con decisión. No se veía el final del pasillo descendente, ni las

trampas que pudiera haber en este, sin embargo estaban demasiado lejos como para dar

marcha atrás. Caro y Furia caminaban juntos a la derecha de Nepa seguidos por Manos,

quien ahora parecía más calmado. Al final, como siempre, Gabriel avanzaba en la

retaguardia del grupo. Su pálido rostro reflejaba mil inquietudes, él era el único que

parecía preocupado por la situación a la que se dirigían.

Caminaron un buen rato, pero seguían sin ver el final del pasillo. Caro bostezó de

cansancio, y con un gesto inocente, alargó la mano hacia el agua que caía por las

paredes con la intención de ir tocándola a medida que seguía caminando.

Afortunadamente, Nepa, que como siempre estaba atenta a todo, consiguió apartar la

mano de Caro de su trayectoria. Seguramente ya contase con que la jovencita hiciese

alguna cosa parecida…

- Las cascadas de agua no son de adorno, igual que no lo es nada aquí –Advirtió

sin aminorar la marcha- Sirven para leer y guardar datos.

- ¿Qué tipo de datos? –preguntó Caro-

- Datos sobre los presos que están congelados en los retiros –continuó Furia-

celdas que se ocultan tras estos muros, que solo pueden ser abiertas cuando los

autorizados introducen su mano en eso que parece agua. En realidad es un ácido

inholoro e incoloro capaz de leer todos los datos de una persona bastándose tan

solo una célula.

Caro observó los grises muros de piedra, preguntándose cuantas personas estarían al

otro lado de ellos. Cuantas pesadillas sufrirían por las torturas a las que los habrían

sometido. Cuantas familias esperarían tristes en sus casas a que regresasen.

A Nepa no parecía afectarle eso… quizás había perdido la sensibilidad por estar

acostumbrada a todo tipo de barbaridades. Tampoco podía asegurarlo pues su mente era

completamente inexpugnable, un auténtico misterio cifrado. Pero allí abajo, por muy

triste que sonase, la quimera parecía su única aliada… gracias a ella habían llegado tan

lejos… Pero no existe ayuda desinteresada… y cada vez más, me preguntaba cual sería

el precio que tarde o temprano tendrían que pagar por sus servicios…