Edificando Las Ruinas

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Edificando las ruinas “Y los tuyos EDIFICARÁN las RUINAS ANTIGUAS; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado REPARADOR DE PORTILLOS, restaurador de calzadas para habitar.” (Isaías 58:12) Queridos y amados hermanos, En Isaías 58 Dios da una promesa de restauración y bendición para Su pueblo que le obedece: “Y los tuyos EDIFICARÁN LAS RUINAS ANTIGUAS; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.” Dios me ha hablado una palabra con el fin de que EDIFIQUEMOS las RUINAS y volvamos a LEVANTAR los MUROS DERRUMBADOS. En el Antiguo Testamento, Nehemías fue utilizado por el Señor para edificar Jerusalén que había sido destruida. Él tenía una posición segura sirviendo de copero al rey. No tenía necesidad de complicarse la vida dejando la seguridad de un buen trabajo, con sus garantías, para edificar los muros de una ciudad casi destruida. Pero el Espíritu Santo utilizó Hanani y unos hermanos de Judá que le hicieron conocer el estado deplorable de Jerusalén y el peligro que corrían los habitantes sin protección. “Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, ESTÁN EN GRAN MAL Y AFRENTA, y el MURO DE JERUSALÉN DERRIBADO, y sus puertas quemadas a fuego.” (Nehemías 1:3) Al conocer la situación de su pueblo y de la casa de Dios, fue muy afectado y lloró y se puso a orar y ayunar. No se quedó indiferente ante las circunstancias que amenazaban a su pueblo. “Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.” (Nehemías 1:4) Cuando el rey le vio triste, cuando antes siempre estaba alegre, le preguntó que le pasaba. Al compartir con el rey su carga, el rey le dio autoridad para pasar por territorio enemigo, y todas las provisiones necesarias para reconstruir los muros de la santa ciudad. Al igual, nuestro Rey, nos ha dado las cartas (los evangelios y epístolas) autorizándonos para pasar por territorio enemigo y todas las provisiones necesarias para reconstruir la Iglesia y para protegerla de los ataques del enemigo. Los Muros

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Edificando las ruinas

“Y los tuyos EDIFICARÁN las RUINAS ANTIGUAS; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado REPARADOR DE PORTILLOS, restaurador de calzadas para habitar.” (Isaías 58:12)

Queridos y amados hermanos,

En Isaías 58 Dios da una promesa de restauración y bendición para Su pueblo que le obedece:  “Y los tuyos EDIFICARÁN LAS RUINAS ANTIGUAS; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.”  Dios me ha hablado una palabra con el fin de que EDIFIQUEMOS las RUINAS y volvamos a LEVANTAR los MUROS DERRUMBADOS.

En el Antiguo Testamento, Nehemías fue utilizado por el Señor para edificar Jerusalén que había sido destruida.  Él tenía una posición segura sirviendo de copero al rey.  No tenía necesidad de complicarse la vida dejando la seguridad de un buen trabajo, con sus garantías, para edificar los muros de una ciudad casi destruida.

Pero el Espíritu Santo utilizó Hanani y unos hermanos de Judá que le hicieron conocer el estado deplorable de Jerusalén y el peligro que corrían los habitantes sin protección.

“Y me dijeron:  El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, ESTÁN EN GRAN MAL Y AFRENTA, y el MURO DE JERUSALÉN DERRIBADO, y sus puertas quemadas a fuego.” (Nehemías 1:3)

Al conocer la situación de su pueblo y de la casa de Dios, fue muy afectado y lloró y se puso a orar y ayunar.  No se quedó indiferente ante las circunstancias que amenazaban a su pueblo.

“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.”  (Nehemías 1:4)

Cuando el rey le vio triste, cuando antes siempre estaba alegre, le preguntó que le pasaba.  Al compartir con el rey su carga, el rey le dio autoridad para pasar por territorio enemigo, y todas las provisiones necesarias para reconstruir los muros de la santa ciudad.

Al igual, nuestro Rey, nos ha dado las cartas (los evangelios y epístolas) autorizándonos para pasar por territorio enemigo y todas las provisiones necesarias para reconstruir la Iglesia y para protegerla de los ataques del enemigo.

Los Muros

Cuando Nehemías vio el estado lamentable del pueblo de Dios, sin protección, devastado por las invasiones y en tanto peligro de ser atacado e invadido de nuevo, se le quebrantó el corazón y decidió hacer algo para RECONSTRUIR LOS MUROS y poner de nuevo las puertas de la cuidad.

Los muros representan protección.  Los muros son para evitar la invasión de los que vienen a robar, matar o destruir. Tanto corporal (la Iglesia) como individual, necesitamos muros de protección para impedir el avance del enemigo de nuestras almas.

Dios ha hecho PROVISIÓN PARA PROTEGER a su pueblo de los ataques y estrategias del diablo.  La fe en la Palabra y en el carácter de Dios, levanta MUROS DE DEFENSA contra los ataques del enemigo.  Somos protegidos mediante la fe en el Señor por el conocimiento de aquel que nos ha dado preciosas y grandes promesas.

“Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,

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habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.”  (2ª Pedro 1:4)

No se puede edificar algo que nos protege de los ataques del enemigo sin confianza en Dios y en su Palabra.  La oración, la lectura de la Palabra y la confesión de nuestra fe, edifican un muro IMPENETRABLE.  Somos protegidos de los dardos de fuego por fe y esa fe depende de nuestra comunión con Dios y del amor a su Palabra.

La Biblia nos enseña que los muros de la Santa Ciudad, son SALVACIÓN y las puertas se llaman ALABANZA.

“Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus MUROS LLAMARÁS SALVACIÓN, y a tus PUERTAS ALABANZA.”  (Isaías 60:18)

La seguridad de nuestra salvación está basada en la obra vicaria de Cristo, y un corazón lleno de gratitud y alabanza impide los ataques del acusador.  Las puertas de Jerusalén celestial se abren de par en par cuando el pueblo de Dios con corazones llenos de gratitud, ofrece el sacrificio de la alabanza.

Manos a la obra

Nehemías al llegar a Jerusalén e inspeccionar las ruinas, reunió a los dispersados, a los que se libraron del destierro y les comunicó su visión de restaurar los muros derrumbados y las puertas quemadas.  Dijo:

“Ustedes son testigos de nuestra desgracia.  Jerusalén está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego.  ¡VAMOS, ANÍMENSE!  ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros!”  (Nehemías 2:17)

Al oír esto fueron animados y exclamaron, ¡Manos a la obra!  Y unieron la palabra con la acción.  Cada creyente tiene esta responsabilidad de poner manos a la obra, de quitar los escombros, de preparar la mezcla y de llevar las cargas necesarias para levantar los muros de la casa de Dios.

Pero no hicieron esta obra sin oposición continua de sus adversarios.  Cuando uno determina servir a Dios de todo corazón y ser utilizado para edificar Su Iglesia, va a encontrar oposición.  Pablo dijo:

“Porque se me ha ABIERTO PUERTA GRANDE Y EFICAZ, y muchos son los ADVERSARIOS.”  (1ª Corintios 16:9)

Si tenemos una visión de lo que Dios quiere hacer, tendremos oposición, pero aunque habrá ataque, tendremos la victoria al final.

Burla y Desprecio

En primer lugar SE BURLARON de ellos DESPRECIANDO LA OBRA que estaban realizando.

“Cuando Sambalat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, se disgustó muchísimo y SE BURLÓ de los judíos.

Ante sus compañeros y el ejército de Samaria dijo:  ¿Qué están haciendo estos miserables judíos? ¿Creen que se les va a dejar que reconstruyan y que vuelvan a ofrecer sacrificios?  ¿Piensan acaso terminar en un solo día?  ¿CÓMO CREEN QUE DE ESAS PIEDRAS QUEMADAS, DE ESOS ESCOMBROS, VAN A HACER ALGO NUEVO?”  (Nehemías 4:1-2)

Sambalat, Tobías y Gesem el árabe, tienen muchos descendientes.  El diablo quiere desanimarnos insinuando que lo que estamos haciendo para el Señor no tiene valor, que no va

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a durar.  Siempre habrá gente que quiera opinar sobre lo que hacemos, ellos mismos no nos ayudan ni hacen nada, pero se ponen como jueces para juzgar lo que hacemos. Nehemías les contestó bien:

“Yo les respondí:  “EL DIOS DEL CIELO NOS DARÁ ÉXITO.  Por tanto, nosotros Sus siervos nos levantaremos y edificaremos, pero ustedes no tienen parte ni derecho ni memorial en Jerusalén.” (Nehemías 2:20)

De nuevo volvieron a burlarse de la obra de reconstrucción:

“Y Tobías el amonita, que estaba junto a él, añadió:  ¡Hasta una zorra, si se sube a ese montón de piedras, lo echa abajo!”  (Nehemías 4:2-3)

El pueblo tenía ganas de trabajar y unidos se esforzaron.  Desde temprano por la mañana hasta el anochecer, trabajaron en la obra.  Todas estas experiencias son lecciones espirituales para nosotros.  Además de trabajar para el Señor, debemos TRABAJAR UNIDOS.  Una necesidad urgente para poder levantar los muros, es trabajar en unidad.  Aunque cada uno trabajaba por separado, estaban unidos con un solo propósito, con un mismo sentir y un corazón; y además, alguien estaba encargado de tocar trompeta cuando hubiera peligro, para que los demás vinieran a su defensa.  Cuando el enemigo consigue dividir al pueblo de Dios, deja fisuras en la protección.  Una casa dividida no puede permanecer. Debemos a toda costa guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Sambalat y compañía, no se contentaron con despreciar lo que los Judíos estaban haciendo sino que continuaron sin tregua, intento tras intento, para detener la obra e infundir temor.

Chismes y calumnias

Otro de sus ataques tomó forma de chisme y calumnia.  Los chismes y calumnias son otro método que utiliza el diablo para desanimar al creyente que se dispone a trabajar en serio.  Comenzaron a decir:

“CORRE EL RUMOR entre la gente y Guesén lo asegura de que tú y los judíos están construyendo la muralla porque tienen planes de rebelarse.  Según tal rumor, tú pretendes ser su rey.”  (Nehemías 6:6)

El desánimo de los escombros

“Y dijo Judá:  Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y EL ESCOMBRO ES MUCHO, y no podemos edificar el muro.”  (Nehemías 4:10)

Por si esto no fuera suficiente, el pueblo por fin se desanimó por los escombros que tenían que quitar antes de poder edificar.  Tomemos nota que los trabajadores se cansaban y se sentían frustrados por la cantidad de escombro.  Los escombros dificultaban la labor y les impedían encontrar las piedras.  La definición de escombros es "conjunto de desechos de una obra, de un edificio derribado, lodo, tierra, barro, o polvo.”

¿Qué sentido tienen los escombros para nosotros?  A mi entender, los escombros del antiguo muro, representan las desilusiones y todo lo que dificulta hacer la obra de Dios con ánimo.  Si comenzamos a mirar por ejemplo, a la cantidad de gente que vuelve atrás, los de carácter enfermizo y débil, los que traicionan y los que son desagradecidos, seguramente vamos a ser desanimados.

Los escombros también son los sueños e ilusiones que tuvimos pero que no se realizaron.  Los dos discípulos que iban en el camino de regreso a Emaús, estaban desorientados y desilusionados.  Lo que esperaban no aconteció, todas sus esperanzas en un Cristo Rey, un libertador, fracasó con su muerte.  Dijeron:  “Nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel”.  Es el desánimo que resulta cuando lo que se esperaba no acontece.  La esperanza que demora enferma el alma.

La vida conlleva desilusiones.  No podemos proteger nuestras almas con presunciones y pretensiones.  Tenemos que agarrarnos a lo que tenemos por cierto, el amor de Dios, Su

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Palabra y la seguridad de la salvación.  Cristo en nosotros la esperanza de gloria.  Obedeciendo las palabras de Cristo, edifiquemos sobre algo sólido, y las inundaciones y vientos que vienen no podrán destruir nuestra fe.

Sólo podremos edificar con piedras.  Hay PIEDRAS de las PROMESAS DE DIOS hechas reales por el Espíritu Santo.  Lo que sabemos con CERTEZA, son las piedras con las cuales podemos edificar nuestras vidas.

Cada verdad que hemos creído y puesto por obra en nuestra vida, es asentar UNA PIEDRA EN EL MURO que nos defiende del engaño de Satanás y nos establece en la fe.

“Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y LAS PONE EN PRÁCTICA, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca.”  (Mateo 7:24)

Una de las piedras en ese muro es el DOMINIO PROPIO.  El que sabe controlar su espíritu es más seguro que los muros de una ciudad.

“Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.”  (Proverbios 25:28)

Cada palabra de Cristo puesta por obra, nos protege de las influencias mundanas y malignas.  La luz nos separa de las tinieblas, la verdad nos separa del engaño.  El que cree la verdad, vive la vida cristiana separado del mundo por ese MURO DE REVELACIÓN que lo protege de las mentiras y del padre de mentira.

El temor

El enemigo, utilizando a los mismos judíos (creyentes) trató que desistiesen infundiéndoles temor.

“Algunos de los judíos que vivían cerca de ellos venían constantemente y nos advertían:  LOS VAN A ATACAR por todos lados.”  (Nehemías 4:12)

Nehemías, el hombre con la visión y la carga, el que inició esa obra, se dirigió al pueblo con estas palabras:

“Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo:  NO TEMÁIS delante de ellos; ACORDAOS DEL SEÑOR, grande y temible, y PELEAD por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.”  (Nehemías 4:14)

La intimidación es algo muy actual, que tiene a la Iglesia a la defensiva, y a veces nos acobardamos ante las asechanzas del mundo.  Debemos reconocer que el temor que viene como consecuencia de la intimidación es un espíritu maligno, y que solamente se puede vencer por el poder del Espíritu Santo.  Sin el poder de Dios no podemos hacer frente a las fuerzas diabólicas, ni a las amenazas del mundo incrédulo.  San Pablo acierta:

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía (temor), sino de poder, de amor y de dominio propio.”  (2ª Timoteo 1:7)

Los discípulos fueron intimidados antes del día de Pentecostés, y estaban encerrados detrás de las puertas por temor a las autoridades.  Pero después de su llenura e investidura de poder de lo alto, en Pentecostés, estos hombres vacilantes y débiles se enfrentaron a todas las autoridades sin temor alguno.  El pequeño grupo de creyentes, ciento veinte en total, que salieron del aposento alto llenos del Espíritu, cambiaron la historia de la civilización e hicieron titubear al Imperio Romano.  Dios dice,

“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.  (Zacarías 4:6)

La verdad, hecha eficaz por el Espíritu Santo, vencerá al reino de las tinieblas y establecerá la Iglesia de Jesucristo en la tierra.  Jesús nos dijo:

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“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones.”  (Mateo 28:18)

Estos discípulos, convencidos de la realidad de estas palabras, salieron con un solo propósito: el de obedecer al Comandante del ejército de Dios y a la Cabeza de la Iglesia, siendo llenos del Espíritu, y convencidos de la autoridad conferida a ellos por Jesucristo, VENCIERON TODOS LOS OBSTÁCULOS y las persecuciones.  La historia de la Iglesia es la historia de los que vencieron al maligno por la sangre del Cordero, y estaban dispuestos a derramar su sangre por la única causa por la que vale la pena morir.

Esconderse

Otro ataque vino con la tentación de buscar refugio en el templo por temor a ser matado.  Muchas Iglesias se esconden detrás de los muros del Templo y no se atreven a salir a buscar a las almas por el temor de quedar mal o ser ridiculizado. Pero nosotros no vamos a escondernos detrás de los púlpitos o muros, sino que vamos a salir del salero y llevar la luz donde las tinieblas son más densas.

En Nehemías 4:15 Nehemías dijo:

“Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea”.

Conociendo la estrategia de los enemigos, cesaron por un tiempo los ataques y cada uno volvió a su trabajo.

Injusticia

Además de reconstruir los muros, había mucha injusticia entre el pueblo.  Había gente muy necesitada a la que le faltaban provisiones.  Otros seguían teniendo esclavizados a sus propios hermanos judíos, y no les libraban de sus deudas como la ley de Moisés requería en el séptimo año.

“Y había quienes decían:  Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre.

Y había quienes decían:  Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas.

Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros.”  (Nehemías 5:3-5)

El reino de Dios consiste en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.  Cuando no hay justicia, no hay ni paz ni gozo.  El Espíritu Santo viene a convencer al mundo de la falta de justicia.  Cuando conocemos de las necesidades naturales y cerramos el corazón contra los menos afortunados, damos un mensaje muy negativo al mundo.  El juicio debe comenzar en la casa de Dios.  Actualmente los cristianos están haciendo una labor laudable tanto en Haití como en Chile por los damnificados por los terremotos.  Eso da mejor testimonio del amor de Dios que muchos sermones sin obras.  Nos acusan de hipócritas y a veces con razón.

“Y dije:  No es bueno lo que hacéis.  ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras?”  (Nehemías 5:9)

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Distraer de la obra

Cuando ya parecía que estaban terminando la reconstrucción, vino nueva oposición de los enemigos en esta forma:

“Sanbalat y Gesem enviaron a decirme:  Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono.  Más ellos habían pensado hacerme mal.

Y les envié mensajeros, diciendo:  YO HAGO UNA GRAN OBRA, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros.

Y enviaron a mí con el mismo asunto hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera.” (Nehemías 6:2-4)

Cuando Jesús fue tentado en el desierto, después de que venció cada tentación, leemos que el diablo lo dejó por un tiempo.  Debemos estar siempre atentos, velando y orando, pues la victoria no viene sin luchar.  Jesús puso su rostro como pedernal para ir a Jerusalén, y no dejó que nada le desviara de su misión, aun cuando Pedro le dijo que salvase su vida.

“Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, AFIRMÓ SU ROSTRO para ir a Jerusalén”.  (Lucas 9:51)

Esta tentación de desviarnos de la meta, es muy común entre los creyentes.  Lo que Nehemías contestó es una respuesta muy buena:  “Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir”.

Hay conferencias interminables, reuniones para tratar temas, conflictivos, luchas por el poder y posiciones políticas, mientras las almas se pierden y niños se mueren de hambre.  Recuerdo que los líderes del movimiento con el cual estaba vinculado en el principio, me hicieron venir desde Cuba para acusarme de estar dando dones a la gente mediante profecía e imponiéndoles las manos.  Les contesté con la Palabra de Dios y se terminó el asunto, pero había tenido que dejar la obra en Cuba sin cobertura por unas acusaciones ridículas.  Creo que esto pasa en más de una ocasión.

Las puertas

Juan Bunyan en su alegoría “La Guerra Santa”, describió el alma humana como una ciudad amurallada con varias puertas.  El fundador y constructor de esta ciudad era el Rey Shaddai, quien la había construido para su deleite.  Lo había hecho todo perfecto y puso sus leyes buenas en ella.  Alrededor había edificado muros para su protección y puesto puertas.  Entre ellas estaba la puerta de los ojos y la puerta de los oídos.  El alcalde de esa ciudad era el Señor Entendimiento.  Los consejeros, eran el Señor Conciencia y el Señor Voluntad.  El Rey Shaddai había dado instrucciones a los ciudadanos de Alma Humana de tener las puertas cerradas al enemigo, y permanecer leales a su Príncipe, Emmanuel.  Diábolos con su ejército, buscaba como vengarse del Rey Shaddai y puso su mira en conquistar y destruir Alma Humana.  Después de matar al Capitán Resistencia, por fin entró a través de las puertas de los ojos, el deseo de los ojos, y la puerta de los oídos, el engaño sutil que oyeron para rebelarse contra su Rey.  La historia sigue hasta que hubo una gran batalla donde el Príncipe Emmanuel, vuelve a rescatarla.

Los muros de nuestra alma son impenetrables cuando hay obediencia a Dios, y cuando no permitimos que las puertas se abran al maligno.  El Espíritu Santo es el portero que abre al buen Pastor, pero nos avisa cuando viene el lobo para robar y matar.  La Biblia dice que nuestro adversario, como león rugiente busca a quien devorar, el cual resistid firmes en la fe. Tenemos además un enemigo dentro de la ciudad que quiere traicionarnos y ponernos en contra de nuestro Rey, y ese es el deseo de la carne que lucha contra el espíritu del hombre.  Por eso es tan necesario decretarle a la carne la muerte, hacer morir los deseos carnales, y fortalecer el espíritu orando en el Espíritu para que así podamos resistir en el día malo.

Hasta el final de nuestros días, el ladrón, Satanás, pretende robarnos la fe, quitarnos la confianza en Dios y desviarnos de nuestra meta.  Tenemos que guardar el tesoro que Dios nos

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ha dado, la certeza de la salvación, con toda diligencia, pues somos partícipes de Cristo con tal que retengamos firmes hasta el fin nuestra confianza del principio.

Además de los muros que nos protegen, necesitamos ponernos toda la armadura de Dios y así resistir hasta la muerte las invasiones de afuera.

Una de las maneras que un ejército enemigo intenta conquistar una ciudad amurallada que tiene un buen ejercito dentro, es sitiarla poniendo baluartes alrededor para impedir la entrada de agua y comida hasta que sus habitantes se debilitan y se rinden.  De igual manera el enemigo de nuestra alma intenta cortar nuestro sustento de comida espiritual y el agua de vida, tratando de debilitar nuestra resistencia hasta que nos rindamos a la desesperación, el desánimo, la tristeza y nos quedemos sin fuerza para resistir más.  Gracias a Dios que tenemos un pozo dentro, las aguas de vida, y el maná del cielo, que debemos recoger todos los días, y no depender solo de la comida que viene de afuera para subsistir. Comiendo diariamente del pan de la vida, bebiendo de la fuente inagotable del Espíritu, y teniendo las puertas cerradas con el candado de la fe, podemos resistir hasta que nuestro Capitán nos venga a rescatar y nos lleve con Él.

Conclusión

Dios promete que seremos llamados reparadores de muros derribados y “restauradores de calles transitables”.  Es nuestra tarea y nuestra obligación poner de nuevo los cimientos doctrinales de la Iglesia.  Sanar a los quebrantados de corazón que han sido inundados por el enemigo por traumas, por una infancia insana o por maltratos.

Volver a edificar los muros de la seguridad de la salvación adoctrinando a la gente con la Palabra para que el acusador de los hermanos no les haga tambalear en su fe y caer.

Llevar siempre la Espada del Espíritu, la Palabra de Dios, ceñidos mientras trabajamos, siempre listos para dar respuesta a los que quieren saber de nuestra fe.

Procurar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Asegurar que hagamos justicia y que en la Iglesia no permitamos la levadura que infecta toda la masa.

Un día Satanás será encadenado y no podrá acusarnos ni afligirnos, pero aun no ha llegado ese día.  Un día nuestra labor habrá terminado y podremos descansar, pero aun no.  Un día le veremos cara a cara y todos nuestros interrogantes serán contestados.  Un día le veremos como Él es y seremos transformados en Su imagen.  Un día no habrá mas dolor, ni lagrimas, ni tristeza y la guerra será terminada y la carrera de la fe acabada, pero aun no.  Aun hay mucho trabajo que hacer.

Ahora vemos por un espejo oscuro y andamos por la fe.  Ahora permanece la fe, la esperanza y el amor.  Con el amor de Dios en nuestro corazón, podemos vencer todos los ataques del maligno, sin que nos haga daño.  Aguardemos esa bendita esperanza, levantando los muros, piedra por piedra y cerrando cada fisura donde el enemigo puede infiltrar. Jesús dijo:

“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.”  (Apocalipsis 2:10)

Que la gracia de Dios sea con todos vosotros,

Amén.

Un abrazo paternal en el amor de Cristo,

Daniel