Eduardo Sáenz Rovner Entre Clío y Hades

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Clío y Hades: Algunas reflexiones sobre la historia y la economía Eduardo Sáenz Rovner 1 Los departamentos de Economía están graduando una generación de idiots savants, brillantes en matemáticas esotéricas, pero inocentes de la vida económica ... Robert Kuttner «Tbe Poverty of Economics» 2 La historia moderna de la teoría económica es un relato de evasiones de la realidad. Thomas Balogh 3 Es demasiado fácil formular modelos sobre supuestos establecidos. Lo difícil es encontrar supuestos que sean relevantes a la realidad ... 1 Eduardo Sáenz Rovner es profesor del Departamento de Gestión Empresarial, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia. Ha sido instructor en la Universidad de Harvard y profesor visitante en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA). Economista, Magíster en economía e historia de Southern IlIinois University; estudios de posgrado en economía en la London School of Economics and Political Science; Ph.D. y Magíster en historia de Brandeis University. Ha publicado varios libros y artículos en los temas de historia empresarial y económica, coyuntura económica e investigación en administración. Una versión preliminar de este artículo fue presentada en el Seminario de Profesores de la Facultad de Ciencias Econó- micas de la Universidad Nacional de Colombia en agosto Los teóricos puros ... prefieren una teoría tan pura que no esté contaminada con ningún contenido real. Joan Robinson 4 Introducción E n un estudio realizado entre 212 estudiantes de Ph.D en programas en escuelas de eco- nomía en seis universidades norteamerica- nas (Chicago, Columbia, Harvard, MIT, Stanford y Yale), 68 % de los entrevistados manifestó que una formación en historia sería «muy importante» o «importante» en su entrenamiento como economis- tas, pero que el programa doctoral no les ofrecía esta de 1995. El autor agradece los comentarios sobre este escrito formulados por los profesores Mauricio Avella Gómez y Bernardo Parra Restrepo. Como es usual, la responsabi- lidad por los contenidos e interpretaciones de este artículo corresponde enteramente al autor. 2 Robert Kuttner, «The Poverty of Economics», Atlantic Month/y, febrero de 1985. 3 Thomas Balogh, The /rre/evance of Conventiona/ Economics, Weidenfeld and Nicholson, Londres, 1982, p.32. 4 Joan Robinson, Economic Heresies. Some O/d-Fashioned Questions in Economic Theory, Basic Books, Nueva York, 1971, pp. 141-142. 75

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Clío y Hades:Algunas reflexiones sobrela historia y la economía

Eduardo Sáenz Rovner 1

Los departamentos de Economía están graduando unageneración de idiots savants, brillantes

en matemáticas esotéricas, pero inocentesde la vida económica ...

Robert Kuttner«Tbe Poverty of Economics»2

La historia moderna de la teoría económica es unrelato de evasiones de la realidad.

Thomas Balogh 3

Es demasiado fácil formular modelos sobre supuestosestablecidos. Lo difícil es encontrar supuestos que seanrelevantes a la realidad ...

1 Eduardo Sáenz Rovner es profesor del Departamento deGestión Empresarial, Facultad de Ciencias Económicas,Universidad Nacional de Colombia. Ha sido instructor en laUniversidad de Harvard y profesor visitante en la Universidadde California en Los Angeles (UCLA). Economista, Magísteren economía e historia de Southern IlIinois University;estudios de posgrado en economía en la London School ofEconomics and Political Science; Ph.D. y Magíster en historiade Brandeis University. Ha publicado varios libros y artículosen los temas de historia empresarial y económica, coyunturaeconómica e investigación en administración.

Una versión preliminar de este artículo fue presentada en elSeminario de Profesores de la Facultad de Ciencias Econó-micas de la Universidad Nacional de Colombia en agosto

Los teóricos puros ... prefieren una teoría tan puraque no esté contaminada con ningún contenido real.

Joan Robinson 4

Introducción

En un estudio realizado entre 212 estudiantesde Ph.D en programas en escuelas de eco-nomía en seis universidades norteamerica-nas (Chicago, Columbia, Harvard, MIT,

Stanford y Yale), 68 % de los entrevistados manifestóque una formación en historia sería «muy importante»o «importante» en su entrenamiento como economis-tas, pero que el programa doctoral no les ofrecía esta

de 1995. El autor agradece los comentarios sobre esteescrito formulados por los profesores Mauricio Avella Gómezy Bernardo Parra Restrepo. Como es usual, la responsabi-lidad por los contenidos e interpretaciones de este artículocorresponde enteramente al autor.

2 Robert Kuttner, «The Poverty of Economics», AtlanticMonth/y, febrero de 1985.

3 Thomas Balogh, The /rre/evance of Conventiona/Economics, Weidenfeld and Nicholson, Londres, 1982,p.32.

4 Joan Robinson, Economic Heresies. Some O/d-FashionedQuestions in Economic Theory, Basic Books, NuevaYork, 1971, pp. 141-142. 75

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faceta ni les dejaba tiempo disponible para realizarlapor cuenta propias. La frustración de los estudiantesal no recibir una formación más balanceada y sólidaen ciencias sociales no se debe únicamente a su faltade tiempo para acometer estas tareas: ellos tambiénson herederos de la formalización de la economíaque ha obedecido no sólo a pretendidos criteriostécnicos y científicos sino también a dictados de tipoideolóqico",

La American Economic Association nombró unacomisión para estudiar el estado de los programas deposgrado en economía en los Estados Unidos. La co-misión (Commission on Graduate Economic Education,COGEE) presentó su reporte en 1990. Notó conpreocupación, por ejemplo, que entre 1970 y 1990 elnúmero de egresados de los programas doctorales enlos Estados Unidos se había mantenido en 800 poraño? La comisión recomendó entonces diversificar lasofertas de cursos y las metodologías, ya que consideróque los departamentos no estaban ofreciendo diver-sidad de aproximaciones a la economía".

Uno de los miembros de la anterior comisiónsugirió en otro trabajo que los programas de pregradodeberían enseñar más sobre instituciones econó-micas e historia económica y agregó: «Algo está

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5 Entre estos estudiantes también había un importante interéspor la ciencia política (54%) y por la sociología (45%). Laencuesta se realizó en 1985. Véase David Colander, WhyAren't Economists as Important as Garbagemen? Essayson the State o, Economics, M.E. Sharpe, Armonk, 1991,pp. 45-46, 61. A su vez, un grupo de historiadores económi-cos sostienen que los historiadores también pueden benefi-ciarse en su trabajo si tienen un conocimiento apropiado delos conceptos de la teoría económica; véase Thomas G.Rawski et al., Economics and the Historian, University ofCalifornia Press, Berkeley y Los Angeles, 1996, passim.

Bruce J. Caldwell, quien ha sido editor del Southem EconomicJournal, al señalar la importancia de una seria formaciónhistoriográfica en la preparación de los científicos sociales,incluidos los economistas, advierte, sin embargo, sobre elpeligro que tienen las aproximaciones interdisciplinarias norigurosas de caer en el diletantismo; véase Bruce J. Caldwell,Beyond Positivism: Economic Methodology in the TwentiethCentury, George Allen & Unwin, Londres, 1982, p. 91.

6 La economía desarrolla su propia jerga académica dondemuchos escriben sólo para sus propios colegas y retroali-mentan así la ortodoxia. Esto se agudiza en el contexto delproceso del logro de la tenencia (tenure), periodo de pruebade seis años en las universidades norteamericanas. Al cabode este periodo, los profesores senior del departamentodeciden si su colega merece o no la renovación indefinidade su contrato.Obviamente, las jergas académicas y las discusiones teó-ricas estrechas pueden darse en otras disciplinas; véaseRusell Jacoby, The Last Intel/ectuals: American Culture inthe Age o, Academe, Basic Books, Nueva York, 1987,passim.

7 En el mismo periodo las facultades de administración, porejemplo, habían pasado de producir 800 a 1.800 personas

fallando seriamente cuando la enseñanza de losmodelos remplaza la enseñanza de las ideas econó-micas .v.» 9 El escrito fue complementado por otrosacadémicos que no sólo estaban de acuerdo en reafir-mar la necesidad de ofrecer cursos sobre institucioneseconómicas e historia económica, sino que tambiénrecomendaban cursos sobre teorías diferentes a laneoclásica, como la institucional, la poskeynesiana yla marxista. Anotaban cómo ya existían programasde economía en los Estados Unidos que tenían encuenta la diversidad (por ejemplo, las universidadesde Massachusetts, California en Riverside y Utah,entre otras). Además describieron la reformacurricular del programa de Ph.D. en la Universidadde Massachusetts, donde los estudiantes además detomar los cursos de macroeconomía, microeconomía,econometría y modelos matemáticos, también teníanque tomar historia económica, historia del pensa-miento económico y economía polltica". Terminabancon la siguiente pregunta: «¿Deben continuarnuestros cursos apuntando casi exclusivamente aconvertir a los estudiantes de posgrado en técnicos,en ingenieros económicos en el sentido estrecho dela palabra, [además de convertirlos] en funcionarioscon un aparato conceptual que meramente debe sermanejado, nunca cuestionado, debatido, y retado por[ideas] alternativas? ..11.

con título de doctorado por año; véase David Colander,«Betorm of Graduate Economics Education», en DavidColander y Reuven Brenner, compiladores, EducatingEconomists, The University of Michigan Press, Ann Arbor,1992, p. 228.

8 Colander, en Colander y Brenner, Op. cit., p. 229.

9 David Colander, «Reform of Undergraduate EconomicsEducation», en Colander y Brenner, Op. cit., p. 237.

10 Fred Moseley y Richard D. Wolff, «Alternative Theories inthe Teaching of Econornics», en Colander y Brenner, Op.cit., pp. 243, 246, 247.

La New School o, Social Research de Nueva York ofrecedos líneas de formación en sus programas de Ph.D. y M.A.Una línea, que ellos llaman Standard Economics, refleja untípico programa de economía neoclásica. La otra orientaciónes el programa de economía política; este programa va másallá de los modelos y las abstracciones al incorporar un muyfuerte contenido de historia económica y social. Véase TheNew School for Social Research, The Graduate FacultyBul/etin, Nueva York, 1990, pp. 89-115.

11 Moseley y Wolff, Op. cit., p. 248.También en Francia ha sido criticada la enseñanza de laeconomía donde esta última «se presenta como una cienciaseparable de las otras ciencias humanas ... Esta enseñanzase convierte así en un discurso estrechamente comparti-mentado, dogmático y adiestrante; por su desarrollo formal,una fascinación ilusoria; una seudociencia, apología del statuquo que oculta los conflictos y los transforma en 'problemas',que busca y encuentra, por disposición, las 'soluciones'».Véase Jacques Attali y Marc Guillaume, L'anti-économique,Presses Universitaires de France, Vendóme, 1975, p. 6.

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Estos interrogantes sobre la formación de 105

estudiantes de Ph.D. en economía en las univer-sidades norteamericanas nos llevan a reflexionarsobre varios temas que analizaremos en este escrito.Esos temas son la supuesta universalidad y la ahisto-ricidad de la teoría económica en sus desarrollosdurante el siglo XIX, para pasar a la consolidaciónde la disciplina en 105 Estados Unidos. Comentaremosentonces desarrollos más recientes y 105 cuestiona-mientos a utilizar la historia para comprobar 105

supuestos existentes detrás de la economía neoclá-sica. Por último, veremos cómo el supuesto «fin dela historia» reproduce viejas ideologías políticasconservadoras y coincidiría con la ahistoricidad de laeconomía neoclásica

La economía: ¿una disciplinaahistórica?

Buena parte de las teorías económicas parecenreclamar universalidad en el tiempo y en el espacio.Así, no sólo la escuela historicista alemana sino tam-bién economistas en Gran Bretaña fueron críticos porlo que ellos consideraban la economía ahistórica enel siglo XIX y comienzos del siglo XX. El mismo JohnStuart Mi" criticó a David Ricardo argumentando quelas «leyes de la distribución" eran necesariamentedeterminadas históricamente; W.J. Cunningham.criticó a Alfred Marshall por interpretar el tema de larenta durante la dinastía Tudor en términos simple-mente Ricardianos12•

Los historicistas alemanes cuestionaron la econo-mía clásica británica. Sus objeciones teníancomponentes tanto intelectuales como pollticos".Muchos historicistas estaban influidos por el movi-miento romanticista, una reacción intelectual y política

12 Véase Kenneth J. Arrow, «Economlc History: A NecessaryThough not Sufficient Condition for an Economlst». AmericanEconomic Review, vol. 75, No. 2, mayo de 1985, p. 321.

Además de Alemania, la escuela historicista tuvo represen-tantes importantes en otros países: en Francia Franc;:oisSimiand (1873-1935); en Gran Bretaña, J.K. Ingram (1823-1907), Arnold Toynbee (1852-1883), William Cunningham(1849-1919), profesor de historia económica en Cambridge,y William J. Ashley (1860-1927) quien ocupó la primeracátedra de historia económica en Harvard; véase Ben B.Seligman, Main Currents in Modern Economics, QuadrangleBooks, Chicago, 1971, vol. 1, pp. 40-43. Sobre la escuelahistórica en Gran Bretaña en particular, véase Graeme D.Snooks, Economics without Time. A Science Blind to theForces of Historical Change, The University of MichiganPress, Ann Arbor, 1993, pp. 46-63.

13 Seligman, Op. cit., vol. 1, p. 4.

14 Véase Witold Kula, Problemas y métodos de la historia

contra la tradición liberal inglesa y francesa. Así, unade las variantes del romanticismo era supremamentereaccionaria y sus argumentos eran una respuestano sólo a Smith y Ricardo sino también al mismoMarx".

Para 105 historicistas alemanes el marco insti-tucional y cultural de su nación era diferente al inglés;por tanto, según ellos, el desarrollo económico deAlemania no tenía por qué ser necesariamente igualal de Inglaterra. Además, para 105 historicistas el desa-rrollo económico no se daba de acuerdo con leyesuniversales. De allí que justificasen la intervencióndel gobierno en la protección activa de sus industriasnacientes en oposición a la fórmula planteada por105 economistas clásicos. Varios historicistas seconvirtieron en soporte de la unificación de Alemaniay eventualmente en abiertos apologistas del Estadoy la monarquía alemanes".

Desde 105 años sesentas y setentas en el sigloXIX se dio en Europa otro tipo de rechazo a la econo-mía clásica a través del marginalismo. La construc-ción de la teoría de Marx utilizando premisas clásicas,tales como la teoría del valor, era preocupante paramuchos. La defensa del statu quo por parte de laescuela marginalista puede haber sido inconscienteen algunos casos (en otros, era abiertamenteexplícita), pero de todas maneras esta nuevaelaboración teórica otorgó una justificación a 105

empresarios en defensa de sus metas y privileqios".

El británico Wi"iam Stanley Jevons fue uno de 105

pioneros en la formulación del concepto de la utilidadmarginal donde la demanda por un producto, no sucosto de producción, se convertiría en el factor predo-minante en su valor de intercambio. No sólo aplicómétodos matemáticos a su modelo, sino que también

económica, Ediciones Península, Barcelona, 1974, pp. 19-20.Aunque tenemos que recordar que en el romanticismo (queinfluyó en otros campos como la literatura y las artes) habíatodo tipo de vertientes ideológicas; véase, por ejemplo, J.L.Talmon, Romanticism and Revolt. Europe 1815-1848,Harcourt, Brace & World, Nueva York, 1967.

Asimismo, a pesar de las corrientes de derecha entre loseconomistas historicistas alemanes, también se dieronhistoricistas progresistas especialmente en los EstadosUnidos, como veremos más adelante.

15 Kula, Op. cit., pp. 20-21; Seligman, Op. cit., vol. 1, pp. 4-7.El argumento de las industrias nacientes en Friedrich List(1789-1846), ya había sido expresado por AlexanderHamilton como secretario del Tesoro de los Estados Unidoshacia finales del siglo XVIII para justificar una política protec-cionista a favor de la incipiente industria norteamericana;véase su Report on Manufactures de 1791.

16 Véase Seligman, Op. cit., vol. 2, pp. 257-258. 77

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sostuvo que su teoría del valor era «neutral» yapar-tada de los tiempos históricos. Así, «los problemasdel valor, la asignación de recursos, y la distribuciónpodían exhibir atributos universales, aplicables a todotipo de sociedades económicas» 17.

Trabajando en formaindependiente, tanto Jevonscomo el austríaco Carl Menger y el francés LéonWalras fueron pilares en la construcción de la escuelamarginalista. Menger no sólo contribuyó en la elabo-ración del modelo marginalista, sino que tambiénmantuvo fuertes polémicas con Gustav von Schmoller,uno de los líderes de la escuela histórica. Este últimoincluso aprovechó sus influencias para ejercer un vetocontra lo que él llamaba los miembros de la escuela«abstracta» austríaca en las universidades alema-nas". De todas maneras, la aproximación atomísticade Menger en el análisis de la economía, sus puntosde vista políticos bastante conservadores y susmodelos donde la evidencia empírica e histórica eranrelegadas a un segundo plano, fueron determinantesen su influencia, no sólo entre sus contemporáneosy discípulos como Friedrich von Wieser y Eugen vonBóhrn-Bawerk, sino también entre sus seguidores enla tradición austríaca y portaestandartes delconservatismo económico en el siglo XX como Ludwigvon Mises y Friedrich von Hayek'",

Por último, Walras, un moderado en sus ideaspolíticas, contribuyó de forma determinante a la forma-lización de la teoría económica a través de modelosmatemáticos y rechazó enfáticamente el concepto

17 Seligman, Op. cit., vol. 2, pp. 258-262.

18 A su vez los críticos de la economía neoclásica podían serdejados de lado en los países donde el marginalismo sehabía convertido en ortodoxia. Por ejemplo, Hobson fueprácticamente vetado como profesor en la Universidad deLondres después de una intervención en su contra por partede Francis Y. Edgeworth. Véanse John A. Hobson,Confessions of an Economic Heretic, George Allen & Unwin,Londres, 1938, p. 30; Robert L. Heilbroner, The WordlyPhilosophers. The lives, times and ideas of the greateconomic thinkers, Touchstone, Nueva York, 1972, p. 188.Había maneras más sutiles de aislar el trabajo de quienesno se ajustaban a la ortodoxia. El mismo Keynes escribióen 1913 una reseña muy desfavorable sobre un libro deHobson, e incluso rehusó durante un tiempo reseñar cual-quier otro trabajo de dicho autor. Sin embargo, hay quereconocer que años más tarde, después de haber hecho aun lado su antigua ortodoxia, Keynes mantuvo correspon-dencia con Hobson, lo reconoció como uno de los precur-sores de las teorías del subconsumo y señaló que el trabajoque Hobson había publicado en compañía de A.F. Mummeryen 1889 (The Physiology of Industry), «marca, en ciertosentido, una era en el pensamiento económico". VéanseRobert Skidelsky, John Maynard Keynes. Hopes Betrayed,1883-1920, Penguin Books, Londres y Nueva York, 1994,

78 p. 218, Y John Maynard Keynes. The Economist as Savior,

marxista del trabajo como fuente de valor, propo-niendo que el valor se derivaba tanto de la utilidadcomo de la escasez>.

Los economistas marginalistas creyeron desa-rrollar, no sólo una teoría económica, sino tambiénuna interpretación psicológica de las motivacioneshumanas. Lo irónico era que mientras el campo de lapsicología tomaba su forma empírica y su cuerpoteórico en las últimas décadas del siglo XIX, losmarginalistas desarrollaban sus supuestos y su teoríaen completo divorcio con los desarrollos de la psicolo-gía moderna". De esta manera, el marginalismo seapartaba no sólo de la economía clásica, sino tambiénde desarrollos en otras disciplinas como la historiamisma y la psicología. La formalización de laeconomía (con sus supuestos ideológicos) la separabaaún más de otras formas de entender la sociedad.

En la siguiente sección veremos el contexto enque las discusiones económicas que se daban enEuropa fueron trasladadas a los Estados Unidos, yla consolidación del pensamiento neoclásico en esepaís, pensamiento que se convirtió en el paradigmadominante en Norteamérica.

Consolidación de la teoría neoclásicaen los Estados Unidos

En las últimas décadas del siglo XIX hubo unaserie de movimientos de protesta de los trabajadores,los granjeros y la clase media en contra de la

1920-1937, Allen Lane, Nueva York, 1994, pp. 535, 545,569; John M. Keynes, The General Theory of Employment,Interest and Money, Macmillan, Londres, 1970, pp. 364-371.

19 Seligman, Op. cit., vol. 2, pp. 277-310, 328-361.

20 Walras no fue profeta en su tierra, ya que sus contemporá-neos en las universidades francesas fueron reacios a aplicartécnicas matemáticas a la teoría económica, hecho que lemolestaba profundamente. Véase Seligman, Op. cit., vol. 2,pp. 367-386.

21 Véase Gunnar Myrdal, «lrnplicit Values in Economlcs-, enDaniel M. Hausman, compilador, The Philosophy of Econo-mies. An Anthology, Cambridge University Press, Cambridge,1984, p. 253.

El divorcio con la psicología no fue el único problema en eldesarrollo del marginalismo. Así, para Immanuel Wallersteinun «terrible legado» de las ciencias sociales, tal como sedesarrollaron en el siglo XIX, es el haber compartimentadola realidad social en tres áreas separadas: la económica (elmercado), la política (las decisiones del Estado), y la socio-cultural (ideologías, cultura, factores «subjetivos» en contras-te con supuestos factores «objetivos» como el mercado y elEstado). Véase Immanuel Walj.érstein, Unthinking SocialScience. The Limits of Nineteenth-Century Paradigms, Polity

. Press, Cambridge, 1991, p. 264.

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concentración del capital industrial y financiero en losEstados Unidos. Estos movimientos se tradujeron enla formación de la asociación radical de trabajadores,los Knights ofLabora mediados de los años ochentasy la coalición de intereses de obreros, granjeros yradicales de clase media en el Partido Populista en1892. Los Knights of Labor tenían una visión de unasociedad organizada alrededor de las cooperativasde trabajadores, mientras que el Partido Populistapropugnaba un programa de control del sistema detransportes y del sector financiero por parte delgobiern022•

Aún más, buena parte de los sindicalistas norte-americanos de la época, como la mayoría de suscontemporáneos, pensaban que el mercado laboralpodía ofrecer únicamente un número máximo deempleos, dejando necesariamente desempleada agran parte de la población. Este supuesto radicalizóaún más a los trabajadores quienes creían que laúnica manera de combatir el desempleo era a travésde un cambio radical, remplazando el capitalismo conalgún tipo de sistema cooperativo".

Para responder a estas amenazas, los empre-sarios implementaron varias estrategias: atacaron lasorganizaciones sindicales, organizaron sus propios

ejércitos privados, presionaron a los diferentesestamentos del gobierno para reprimir las huelgas ybuscaron y movilizaron apoyo polftico".

En la misma época, jóvenes economistas norte-americanos (como miembros de otras disciplinas)hicieron sus estudios de posgrado en Alemania. Estoseconomistas, prácticamente todos de clase media,de origen protestante y herederos de una tradiciónigualitaria, combinaron la tradición historicista alema-na y su crítica de la economía clásica con la herenciaideológica anti-monopólica de buena parte de lasociedad norteamericana. De ahí que elloscondenasen los excesos del capitalismo industrial enlos Estados Unidos y fueran solidarios con las clasespopulares. Estos economistas fundaron la AmericanEconomic Association, AEA, en 1885. Esta asociaciónfue inicialmente una expresión de protesta contra elapoyo implícito de la teoría clásica al capitalismoindustrial y al laissez faire en economía. De estamanera, los debates entre los economistas norte-americanos en los años ochentas y noventas no eransimplemente teóricos sino también políticos; tratabansobre temas como la regulación estatal y los derechosde propiedad versus los derechos de los traba-[adores>.

22 Dorothy Ross, The Origins ot American Social Science,Cambridge University Press, Cambridge, 1991, pp. 98-99.Véase también Richard L. McCormick, "Public Life inIndustrial America, 1877-1917, en Eric Foner, compilador,The New American History, Temple University Press,Filadelfia, 1990, pp. 93-117.

23 Alexander Keyssar, Out ot Work. The First Century otUnemployment in Massachusetts, Cambridge UniversityPress, Cambridge, 1986, pp. 183-184.

24 Véanse Ross, Op. cit., p. 100; Patricia Cayo Sexton, TheWaron Labor and the Left. Understanding America's UniqueConservatism, Westview Press, Boulder, 1991, parte 11;Stephen Brier, compilador, Who Built America? WorkingPeople and the Nation's Economy, Politics, Culture and

Society, Pantheon Books, Nueva York, 1992, vol. 2, pp. 125-144.

Los hombres de negocios y sus aliados también utilizaronel imperialismo como válvula de escape a las presionessociales y políticas; véanse Walter LaFeber, The NewEmpire: An Interpretation ot American Expansion, 1860-1898, Comeli University Press, Ithaca, 1963; Charles W.Bergquist, «Los orígenes sociales del imperialismo estado-unidense», en INNOVAR, revista de ciencias administrativasy sociales, Universidad Nacional de Colombia, julio-diciem-bre de 1994, No. 4, pp. 78-91.

25 Ross, Op. cit., pp. 101-102, 104-105, 110, 113;John KennethGalbraith, Historia de la economía, Planeta, Bogotá, 1992,p.172. 79

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Irónicamente el proceso de profesionalización delos economistas norteamericanos terminó orientándo-los a la derecha hacia finales del siglo XIX y comien-zos del XX. El profesionalismo empezó a entendersecomo «objetividad» y «neutralidad» en relación conlas disputas entre capitalistas y obreros. De ahí quelas simpatías de los fundadores de la AEA hacia losobreros y el socialismo empezaron a ser vistas poralgunos como desviaciones antiprofesionales.Además, una generación de economistas másjóvenes, educados en las universidades norteameri-canas y alejados de la influencia historicistaempezaron a ocupar los cargos en las universidadesmás prestlqlosas=. Rápidamente, estos últimos termi-naron dominando la asociación y cambiaron radical-mente su orientaclón".

Entre 1890 Y 1910 la economía marginalista sevolvió el paradigma dominante en los Estados Unidos.El marginalismo se presentaba como una atractivaherramienta de análisis matemático; pero tambiéncoincidía con los valores liberales de la élite norteame-ricana y el rápido desarrollo de la economía. El margi-nalismo se presentó a los economistas norteameri-canos como el paradigma neoclásico después de lapublicación de PrincipIes ot Economics de AlfredMarshall en 1890. La teoría clásica había presentadoun panorama poco optimista para las clases subor-dinadas (en especial, en su variante neomalthusiana),y su teoría del valor se había convertido en unaherramienta de ataque al capitalismo por parte delos pensadores radicales. De ahí que al haber revi-sado los marginalistas la teoría del valor con un nuevomodelo, donde tanto capitalistas como trabajadoressupuestamente recibirían su justa retribución deacuerdo con su contribución a la creación de riqueza,el marginalismo ofrecía una alternativa al esquemabasado en conflictos entre diferentes clases sociales.La racionalización del crecimiento industrial y del

26 Había excepciones: aunque John Bates Clark fue educadoen Alemania, su trabajo no reflejó las ideas de la escuelahistoricista; véase Seligman, Op. cit., vol. 2, p. 311.

27 Ross, Op. cit., p. 117.

28 Ross, Op. cit., pp. 173-186.

La aceptación del marginalismo tuvo también que ver conlos contextos culturales nacionales. Mientras que enAlemania y en Francia hubo mayores resistencias a aceptaresta orientación, los economistas británicos y norteameri-canos la asimilaron en mayor grado. Como anota Ross, «elmarginalismo tuvo éxito en Inglaterra y en los EstadosUnidos, no sólo porque encarnaba una teoría económicasofisticada sino porque cumplía con los niveles de sofistica-ción que operaban en esas culturas. El marginalismo puede

80 entenderse como una extensión del proceso comenzado

punto de vista liberal eran así presentados elegante-mente, no en los términos supuestamente moralistasy politizados de la generación de los historicistas quefundaron la AEA, sino legitimando el nuevo orden entérminos «científicos». De esta forma, los economis-tas neoclásicos norteamericanos podían verse a símismos «no como los defensores del statu quo, sinocomo los analistas objetivos de las fortalezas y lasimperfecciones del capitalismo, armando a suslectores en contra del socialismo». Además, si losEstados Unidos estaban en un camino liberal de pro-greso económico, los marginalistas norteamericanospodían ignorar la historia ya que «podían contemplaruna proyección ahistórica de categorías presentesque no requerían ninguna atención al cambiocualltativo»".

A pesar de que la teoría neoclásica se convirtióen el paradigma dominante en los Estados Unídos=,esta dominación ha llevado a cuestionamientos de laenseñanza de la economía como los planteados enla introducción del presente artículo. Además, lacuestión de una teoría ahistórica ha preocupado aeconomistas contemporáneos, como veremos en lasiguiente sección donde también se comentaránalgunos puntos sobre la relación entre la historia y laeconomía.

La teoría económica contemporáneay la historia

El problema de una teoría económica ahistórica«< Timeless Economics,') ha preocupado también aalgunos economistas contemporáneos, como anota-mos antes. Para éstos, «la teoría económica efectiva-mente ha perdido el interés y el contacto con el mundoreal». Así, esta aproximación teórica no diría muchosobre procesos de cambio y las fuerzas presentesdetrás de dichos cambios, trata de los resultados y

por Ricardo, de abstracción y fetichización del mundo liberalcapitalista basado en el modelo positivista de la ciencia. [Elmarginalismo] surgió como una reorientación de la economíapolítica clásica y comprobó ser más atractivo en aquellasculturas profesionales en las cuales los supuestos positivis-tas y las premisas liberales de los economistas clásicostenían el apoyo profesional y cultural más fuerte». VéaseRoss, Op. cit., p. 177.

29 Sin embargo, hay que anotar que a pesar de la aceptacióngeneral de la economía neoclásica por los académicosnorteamericanos, se mantuvo una línea independiente,sumamente crítica de la ahistoricidad y los supuestospsicológicos del marginalismo, agrupada como los institu-cionalistas y que incluye economistas que van desdeThorstein Veblen hasta John K. Galbraith; véase Seligman,Op. cit., vol. 1, pp. 129-253.

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no de los procesos, e ignora los «arreglos instituciona-les» al suponer que éstos son constantes". Econo-mistas como Kenneth Arrow, John Kenneth Galbraith,Charles P. Kindleberger, Robert M. Solow, paranombrar unos pocos, han insistido en utilizar la historiaeconómica para probar la evidencia empírica de lasdiferentes teorías, así como para entender el contextocultural e institucional donde se desarrollaron dichasteorías".

Según Douglass North, desde el periodo de pos-guerra ha habido tres estímulos para que loseconomistas se dedicasen al estudio de la historiaeconómica. Primero, el interés de los economistaspor los temas del crecimiento económico y el estudiodel desarrollo en los países del Tercer Mundo.Segundo, la recolección de evidencia empírica paraexaminar las hipótesis de trabajo. Y tercero, la existen-cia de un mayor volumen de información cuantitativasobre el pasado a disposición de los investiqadores".

Sin embargo, la utilización de la historia por partede numerosos economistas ha tenido algunos proble-mas. Básicamente, estos problemas consisten en queha habido quienes han querido usar la historia enuna forma selectiva, forzando la «evidencia» de talmodo que les permitiera «comprobar» su teoría o,aún más, adelantar y justificar una determinada agen-da política.

30 Véase Snooks, pp. cit., pp. 270-272.

No hay que confundir el cambio con las teorías del crecimien-to económico basado en la acumulación de capital y elprogreso técnico. En 1930 Simon Kuznets llamó la atenciónsobre la necesidad de volver al tema del crecimiento econó-mico, teniendo en cuenta el trasfondo de los ciclos económi-cos, pero sólo con la revolución keynesiana se retomó estetema. Véanse Robinson, Op. cit., pp. 109-140; Roy Harrod,«An Essay in Dynamic Theory», Economic Journal, marzode 1939, y Towards a Dynamic Economy, Macmillan,Londres, 1949; Josep Fontana, Historia. Análisis del pasadoy proyecto social, Editorial Crítica, Barcelona, 1982, p. 185.

31 Véanse Arrow, Op. cit., pp. 322-323; Galbraith, Op. cit., pp.11-12; Charles P. Kindleberger, Economic Laws andEconomic History, Cambridge University Press, Cambridge,1989; Robert M. Solow, «Econornic History and Economics»,The American Economic Review, vol. 75, No. 2, mayo de1985, pp. 328-331.

32 Douglass C. North, «Historia Económica», EnciclopediaInternacional de las Ciencias Sociales, Aguilar, Bilbao, 1975,vol. 5, p. 441 .

33 Véase John Hicks, A Theory of Economic History, OxfordUniversity Press, Oxford, 1969, pp. 7, 26-27.

34 El mercado simplemente no «surgió» ni existía en un estadolatente. Una crítica a esta aproximación ya había sido arti-culada por Karl Polanyi en su estudio clásico publicado ini-cialmente en 1944. Los mercados laboral y de tierras, tal

John Hicks, por ejemplo, ha intentado corroborara través de su utilización de la historia los postuladosde la teoría económica neoclásica convencional.Hicks estaría forzando un modelo partiendo de suforma de entender el surgimiento de la economía demercado donde evita analizar la- aparición delcapitalismo como un nuevo modo de producción conuna nueva organización del trabajo. Escribe Hicks:«Hay una transformación que antecede al surgimientodel capitalismo de Marx, la cual... parece ser muchomás fundamental: ésta es, el surgimiento del merca-do, el surgimiento de la economía de intercambio».Su definición del mercado es tan elástica que áquelexiste casi como parte de la naturaleza humana.Añade Hicks: «Cualquier reunión social (por ejemplo,un festival religioso) ofrece una oportunidad paracomerciar; el comercio empieza como algo casual,pero se vuelve habitual». De ahí que en cualquiersociedad campesina, sus miembros estarían «ansio-sos» por comerciar". De este modo, parece que todosestarían esperando ansiosamente la oportunidad paraempezar a intercambiar productos". En este tipo deargumentación no sólo tenemos un anacronismo altratar de aplicar libremente conceptos modernos aotras épocas, sino que Hicks trata de forzar la realidadhistórica para que ésta encaje con su modelo. Elmodelo se convierte así en un «fetiche de investiga-ción, transformando una investigación ... en un intentopara verificar el rnodelo»:".

como los conocemos en el capitalismo, fueron creados enInglaterra a expensas de la destrucción de sistemas en laorganización del trabajo y de formas de tenencia de la tierradonde el «mercado» como tal no existía; véase Karl Polanyi,The Great Transformation. The Political and EconomicOrigins of Our Time, Beacon Press, Boston, 1971 [1944].Sobre la resistencia de los grupos subordinados en Inglaterraen contra del mercado a finales del siglo XVIII, véase eltrabajo clásico de E.P. Thompson, The Making ofthe EnglishWorking Class, Pantheon Books, Nueva York, 1964.

Es interesante tener en cuenta las sólidas críticas de laantropología sobre las concepciones de la economía neoclá-sica acerca del intercambio y los mercados; al respecto,véase Michael Merrill, «El efectivo es bueno para comer':autosuficiencia e intercambio en los orígenes de los EstadosUnidos de América»; en INNOVAR, revista de ciencias admi-nistrativas y sociales, Universidad Nacional de Colombia,No. 6, julio-diciembre de 1995, p. 138, nota 34.

35 Cario Cipolla, Between Two Cultures. An Introduction toEconomic History, Norton, Nueva York, 1992, p. 69.

Incluso hay casos en que la historia se utiliza no sólo paracorroborar un modelo, sino para adelantar una agenda confines explícitamente políticos. Por ejemplo, Walt W. Rostow,basándose en la historia económica británica, presenta unmodelo universal de crecimiento económico como unaantítesis y una herramienta de lucha contra el marxismo;véase su The Stages of Economic Growth: A non-CommunistManifesto, Cambridge University Press, Cambridge, 1960,passim. 81

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La teoría neoclásica, al asumir un solo sistemaeconómico y presentar principios de conductahumana supuestamente universales, tendría muchasdificultades (y así le ocurre a Hicks) para entenderlas diferencias entre una economía de subsistenciay otra comercial o de mercado. Tampoco explicaríasatisfactoriamente la transición de un sistema a otro,ya que no puede percibir que los dos sistemas soncualitativamente diferentes, y que la gente no buscameramente comerciar y «maximizar su ingreso bajodiferentes limitaciones naturales y técnicas con lasasignaciones alternativas de sus escasos recursos».Dados sus supuestos psicológicos, la teoría neoclási-ca tendría problemas para explicar las resistenciasde diferentes grupos a la implantación de una econo-

mía de mercado; vería estas resistencias como«letargo, torpeza o terquedad-". No sólo es incapazde explicar el cambio, sino que la teoría neoclásicatiene un objeto de estudio totalmente diferente a otrasaproximaciones a la economía, tal como la economíapolítica: mientras que esta última trata sobre lasrelaciones (y conflictos) entre diferentes clases ygrupos sociales, teniendo en cuenta los cambioshistóricos y cualitativos, la primera se concentra enmodelos de equilibrio en el contexto de múltiplesdecisiones en una sociedad de mercado atomizada".

En los años de la Guerra Fría se desarrolló en losEstados Unidos la llamada «historia del consenso»que rechazaba el estudio de los conflictos sociales yeconómicos y realzaba lo que supuestamente unía a

los norteamericanos, matizando (inclusoignorando) las diferencias de clase, entreotras". Es en este clima que nace y seconsolida la «nueva historia económica»conocida también como cliometría y quecombina la economía neoclásica con lautilización de modelos econométricos.

36 Véase Merrill, Op. cit., p. 134.

Por ejemplo, ha habido un debate muy interesante en losEstados Unidos sobre la transición a una sociedad de mer-cados en el periodo colonial y comienzos de la república. Alrespecto anota el mismo Merrill: «La ineficiente asignacióndel trabajo -que criticaron los reformadores de mentalidadcomercial [en Estados Unidos en el siglo XIX, en un periodode rápida transición]- podría describirse legítimamente comoun requisito para mantener la independencia, así como laavaricia de la sociedad de mercado podría fácilmente defi-nirse como espíritu comercial. La controversia entre ellosno es sobre hechos; es sobre valores»; véase Merrill, Op.cit., p. 134.

37 Maurice Dobb, Introduction to Economics, Londres, 1932,p. 109, citado por Seligman, Op. cit., vol. 2, p. 269.

No sobra recordar lo que escriben John A. James y MarkThomas: «La historia nos enseña que el desarrollo no es unproceso determinista de respuesta y de maneras uniformesa las señales del mercado; las formas mediante las cualeslas sociedades organizan sus recursos -políticos, sociales,

82 legales y económicos- reflejan la cultura y plasman los

A pesar de la aceptación de la cliome-tría entre algunos grupos de académicosy la contribución de los cliómetras endesarrollar series estadísticas, estaaproximación metodológica ha sido seve-ramente cuestionada por muchos. Así, lacliometría al utilizar el bagaje de la econo-mía neoclásica incurre en los mismosproblemas de anacronismo y generaliza-ciones que ya hemos comentado,defiende de antemano un modelo y una

resultados»; véase John A. James y Mark Thomas,«Introduction», en John A. James y Mark Thomas,compiladores, Capitalism in Contexto Essays on EconomicDevelopment and Cultural Change in Honor of R.M. Hartwell,The University of Chicago Press, Chicago, 1994, p. 11.

38 Fontana, Op. cit., p. 190.

Para construir el «consenso» durante la Guerra Fría hubodiversos tipos de presiones sobre los académicos y lasuniversidades; véanse Paul M. Buhle y Edward Rice-Maximin, WilliamAppleman Williams. The Tragedy of Empire,Routledge, Nueva York, 1995; Christopher Lasch, «TheCultural Cold War: A Short History of the Congress forCultural Freedom», en Barton J. Bernstein, compilador,Towards a New Past: Dissenting Essays in American History,Vintage Books, Nueva York, 1969, pp. 322-359; ChristopherJ. Lucas, American Higher Education. A History, St. Martin'sPress, Nueva York, 1994; Ellen W. Schrecker, No IvoryTower. McCarthyism and the Universities, Oxford UniversityPress, Oxford y Nueva York, 1986, y The Age ofMcCarthyism. A Brief History with Documents, BedfordBooks of St. Martin's Press, Nueva York y Boston, 1994.

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ECONOMíA

serie de tesis, proyectando al pasado los supuestosdel modelo, simplifica al extremo la realidad histórica,ignora los aspectos institucionales, legales, socialesy políticos, y no nos ofrece una visión satisfactoriadel cambio socioeconómico. Además, mientras quela historia estudia y analiza los hechos, la cliometríaha desarrollado una serie de preguntas «contratac-tuales», basadas en supuestos y no en hechos (¿quéhubiera ocurrido suponiendo que ... ?) Por último, laCliometría utiliza categorías que ignoran a las per-sonas comunes y corrientes como constructores desu propia historia, lo cual riñe con los muy importantesdesarrollos de la historia social de las últimasdécadas".

Es así como Cario Cipolla establece cuatro diferen-cias conceptuales básicas entre las dos disciplinas,la economía y la historia, y que tendrían que serconsideradas por aquellos que desde la economíaquieren aproximarse a los estudios históricos:

1. Mientras que la economía se orienta hacia la for-mulación de políticas que van a afectar el futuro,los historiadores, obviamente, se preocupan porel pasado sin que necesariamente tengan encuenta el futuro, aun menos, proclamen su habi-lidad para influirlo.

2. El economista «ansioso por identificar paradig-mas ... considera sólo aquellas variables que pare-cen presentar ciertas regularidades en sus rela-ciones recíprocas y que reflejan formas de conduc-ta predecibles y racionales. Numerosas otras va-

39 Véanse Fontana, Op. cit., pp. 195-196; David HackettFischer, Historians' Fallacies. Toward a Logic of HistoricalThought, Harper Torchbook, Nueva York, 1970, p. 16;Cipolla, Op. cit., pp. 59-70; Thompson, Op. cit., pp. 12, 196-223.

Aunque hay que señalar que muchos economistas han in-dicado las serias limitaciones metodológicas de la aplicaciónde técnicas econométricas al estudio de la Historia. El mismoRostow tiene sus reservas; véase su History, Policy, andEconomic Theory. Essays in Interaction, Westview Press,Boulder, 1990, p. 37.

Sobre el tema también opinó Robert Solow. Me permito citarextensamente sus ideas al respecto:

" ... Sospecho que el intento de construir la Economía comouna ciencia dura y basada en axiomas está destinado afracasar.

"Tan pronto como las series se vuelven suficientemente largascomo para ofrecer alguna esperanza de dilucidar algunashipótesis complejas, la posibilidad de que éstas permanez-can estacionarias desaparece ... Bajo estas circunstancias,algo de inteligencia y empeño le pueden conseguir cualquierresultado que usted desee. Por eso creo que tan pocoseconometristas jamás se han visto forzados por la informa-ción factual a abandonar una creencia firmemente sostenida.En verdad, se sabe que algunos de éstos escriben montones

riables sencillamente condenadas como 'exóge-nas', son desechadas o ignoradas». El historiador,al estudiar el funcionamiento de una economíaen particular, no puede darse el lujo de consideraruna serie de factores como «exóqenos» y por tantoconsidera la mayor cantidad posible de variablesy evidencia, tanto económicas como no económi-cas.

3. La teoría económica puede explicar problemas decorto plazo. Es en el largo plazo donde el cambiopuede presentarse a cualquier nivel que la expli-cación de los problemas puede volverse inmane-jable para el economista.

4. Para el economista, los individuos se comportan«racionalmente» y en formas predecibles. El histo-riador «no sólo se ocupa de un número muchomayor de variables, sino también con elementosno mensurables, irracionales e impredecibles»:".

Por último, Cipolla anota que algunos, sobre todoquienes están «infectados con el utilitarismo bentha-mita o con nociones estrechas actuales de [qué es]relevante», podrían preguntarse cuál es la «utilidad»de estudiar la historia. Para Cipolla, «la búsquedadel conocimiento es su misma justificación. Estrabajoso concebir una sociedad civilizada que noestuviese interesada en el estudio de sus propiosorígenes [...] la historia no es solamente una ramadel conocimiento; es también una forma de entenderel mundo»:". Así, la historia, como las otras cienciassociales, tendría como fin entender la sociedad y la

de artículos empíricos sin sentirse jamás obligados a reportarun resultado que contradiga sus juicios previos.

"Mi impresión es que lo mejor y más brillante de la profesiónestá procediendo como si la economía fuera [el equivalente]a la física de la sociedad. [As~ habría un modelo del mundouniversalmente válido. Sólo tiene que ser aplicado. Unopodría dejar caer a un economista contemporáneo desdeuna máquina del tiempo, o simplemente desde un helicóp-tero, en cualquier época, en cualquier lugar ... y él comenzaríasu trabajo sin siquiera molestarse por preguntar en quétiempo y lugar [se encuentra]". Véase Solow, Op. cit., pp.328-330.

40 Véase Cipolla, Op. cit., pp. 8-11.

41 Cipolla, Op. cit., p. 13.

La curiosidad, no la rentabilidad del proyecto ni una agendapredeterminada, es lo que debería motivar al investigadoragudo en cualquier campo. En el caso de la teoría econó-mica, este punto ha sido argumentado, entre otros, porVeblen y por economistas contemporáneos. Véanse, porejemplo, Thorstein Veblen, The Higher Learning in America:A Memorandum on the Conduct of Universities byBusinessmen, Sagamore Press, Nueva York, 1957; WilliamBaumol «On My Attitudes: Sociopolitical and Methodological»,Evsey D. Domar, «How I Tried to Become an Economist», yCharles P. Kindleberger, «My Working Philosophy», en MichaelSzenberg, compilador, Eminent Economists. Their LifePhilosophies, Cambridge University Press, Cambridge, 1992. 83

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conducta humana. Precisamente, creemos haberilustrado las limitaciones de una variante de la teoríaeconómica que, al pretender el estatus de una ciencianatural haciendo abstracción de los desarrollos enlas ciencias sociales y humanas, puede tener seriaslimitaciones en su comprensión del funcionamientode la sociedad misma.

No sobra recordar entonces la discusión planteadapor Charles Bergquist sobre el carácter y el métodode trabajo de la disciplina de la historia. SegúnBergquist, el método histórico tiene tres postuladosbásicos: primero, el dominio exhaustivo de la historio-grafía del tema por investigar; segundo, la utilizacióny evaluación crítica de fuentes primarias; y tercero,el enfásis en la interrelación de todos los aspectosdel cambio social". Sin embargo, gran parte de lahistoria económica escrita desde la orilla de laeconomía no tiene en cuenta estos aspectos metodo-lógicos básicos, produciendo entonces resultados decuestionable calidad académica al utilizar en formaselectiva (generalmente sin explicación alguna)únicamente aquella literatura y aquellos datos queratificarían de antemano un conjunto de hipótesis yque «comprobarían" la universalidad de un modelo.

¿Elfin de la historia?La historia puede tener otros fines diferentes a

lograr un mejor entendimiento de la sociedad. Porejemplo, los grupos dominantes (con el apoyo de losintelectuales orgánicos de turno) pueden interesarseen utilizar la memoria histórica con fines simplementepolíticos. Bajo Stalin en la Unión Soviética se fabricóuna historia oficial que justificaba la represión de losadversarios al régimen, mientras que en la China unbuen número de historiadores se convirtieron en lospropagandistas del partido. Como ya hemos señala-do, en los Estados Unidos después de la SegundaGuerra Mundial los textos de historia ignoraron losconflictos sociales en favor de una historia delconsenso, el anticomunismo era parte del orden deldía, y la expansión territorial y económica se mostrabacomo resultado de la «teoría» del Manifest Destinyyde la defensa del Hemisferio Occidentar". En añosrecientes, con el apoyo de grupos empresariales, losgobiernos republicanos en los Estados Unidos han

84

42 Charles Bergquist, «In the Name of History: A DisciplinaryCritique of Orlando Fals Borda's Historia doble de la Costa",Latin American Research Review, vol. XXV, No. 3, 1990,pp. 156-176.

43 Harvey J. Kaye, "Why do Ruling Classes Fear Hisiory» andOther Ouestions, St. Mar1in's Press, Nueva York, 1996, pp.13-19.

Véanse también Peter Novick, That Noble Dream. The«Objectivity Ouestion» and the American HistoricalProfession, Cambridge University Press, Cambridge, 1988;Pauhl M. Buhle y Edward Rice-Maximin, Op. cit.; HowardZinn, The Politics of History, University of lIIinois Press,Urbana y Chicago, 1970.

tratado de reinterpretar la historia de su país, invo-cando mitos del pasado como «los valores» (antessupuestamente compartidos y hoy en día perdidos);también han atacado a los historiadores radicales yrevisionistas, buscando regresar a la historia delconsenso de la época de la Guerra Fría44•

El retorno a la historia del consenso, lo mismoque a la ortodoxia económica y al conservatismopolítico, ha tomado fuerza en los últimos años con laprofunda crisis del modelo soviético. Así, FrancisFukuyama argumentó en un conocido artículo en1989, cuyas ideas amplió en un libro tres años mástarde, que existía un consenso alrededor de lalegitimidad de la democracia liberal sobre otros tiposde gobierno. En consecuencia, la democracia liberalse constituía en «el punto final de la evolución ideoló-gica de la humanidad», en «la forma final de gobier-no», y por tanto marcaba «el fin de la historia». El<<fin de la historia» se apoyaba también en larevitalización de los «principios» del mercado y en«una revolución en el pensamiento económico».Según Fukuyama, una serie de ideologías y teoríashabían impedido que los seres humanos tuviesen laclaridad y la visión para descubrir (o redescubrir) losprincipios y las leyes naturales que «predisponen alas sociedades humanas hacia el capitalismo en lamedida en que los hombres puedan ver sus intereseseconómicos claramente». Afortunadamente, deacuerdo con Fukuyama, la humanidad al fin habíasido capaz de correr este velo que le impedía percibirla luz al final del túnel":

Sin embargo, la «revolución» ideológica planteadapor Fukuyama no es tan innovadora. Encontramossus ideas en Seymour M. Lipset y Daniel Bell cuandoproclamaron «el fin de la ideología» y «el fin de lahistoria» en ensayos escritos en los años cincuen-tas". Fukuyama retoma también, en cierta forma, laasepsia de la historia del consenso desarrolladadurante la Guerra Fría en los Estados Unidos; porúltimo, la supuesta «revolución en el pensamientoeconómico» no sería más que vino viejo en botellasnuevas. Sin ernbarqo, la importancia del trabajo deFukuyama radica en que recoge una tendenciaintelectual cada vez más poderosa y comprehensivaen el mundo, que elimina arbitrariamente cualquier

44 Kaye, Op. cit., pp. 21,131-134.

45 Francis Fukuyama, «The End of History?», The NationalInterest, verano de 1989, pp. 3-18; The End of History andthe Last Man, The Free Press, Nueva York, 1992.

46 Estos ensayos fueron incluídos en dos libros publicados en1960; véanse Daniel Bell, The End of Ideology, The FreePress, Glencoe, 1960; y Seymour M. Lipset, Political Man.The Social Bases of Politics, Doubleday, Nueva York, 1960.

Para otra aproximación a la genealogía de las ideas deFukuyama, véase Perry Anderson, Los fines de la historia,Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1995, passim.

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aproximación que no esté de acuerdo con ella y conlas metas e ideología de quienes hoy en día detentanel poder económico".

Ellen Meiksins Wood señala cómo los defensoresdel supuesto «fin de la historia» retoman «elmercado» como una ley natural universal e inevitable,donde tanto el análisis del capitalismo como la historiase harían innecesarios. Mientras que en los añoscincuentas, el «fin de la ideología» fue rechazado porlos académicos independientes, hoy en día gran partede la antigua intelectualidad de izquierda parecehaber aceptado estas premisas y se ha concentradoen discursos alternativos y de moda en el marco delposmodernismo como los estudios culturales y losanálisis de identidad. Este fenómeno de no analizarlas premisas de un sistema en particular no es nuevoy coincidiría con la economía neoclásica, la cual tomapor garantizada y universal en el tiempo y el espacio,la lógica de la economía de mercado. Así, sólo habríaun paso para ignorar tanto la historia como laespecificidad del capitalismo y quedarnos con unconjunto de «leyes universales». Tanto la economíaneoclásica como los escritos políticos y los estudiosculturales de moda nos harían encontrar «elcapitalismo en todos sus predecesores históricos [y]asumir su preexistencia para poder explicar susurqimiento»:",

Proclamar el fin de la historia y el fin de lasideologías simplemente confirmaría una antiguatendencia que encajaría perfectamente con la viejaortodoxia económica, su percepción ahistórica y su

47 El nuevo «consenso» alrededor de la «revolución» en elpensamiento económico se traduciría en la América Latinaen una nueva ola de autoritarismo político e ideológico. Elmundo académico no es ajeno al restablecimiento de la viejaortodoxia en empaque nuevo; véanse, por ejemplo, RenéVillarreal, La contrarrevolución monetarista. Teoría, políticaeconómica e ideología del neoliberalismo, Fondo de CulturaEconómica, Ciudad de México, 1986; James H. Street, «TheReality of Power and the Poverty of Economic Doctrine»,en James L. Dietz y James H. Street, compiladores, LatinAmerica's Economic Development. Institutionalist andStructural Perspectives, Lynne Rienner Publishers, Boulder,1987; Jorge Larraín, Theories of Development, Polity Press,Cambridge, 1989; James Petras y Fernando Ignacio Leiva,Democracy and Poverty in Chile. The Limits to ElectoralPolitics, Westview Press, Boulder, 1994; Joseph Collins yJohn Lear, Chile's Free Market Miracle: A Second Look, TheInstitute for Food and Development Policy, Oakland, 1995.

48 Véase Ellen Meiksins Wood, Democracy Against Capitalism.Renewing Historical Materialism, Cambridge UniversityPress, Cambridge, 1995, pp. 1-6, 13-14.

49 VéaseWilliam P.McGreevey, Historia económica de Colom-bia, 1845-1930, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1975. Eldebate sobre el trabajo de McGreevey quedó recogido enInstituto de Estudios Colombianos, compilador, HistoriaEconómica de Colombia. Un debate en marcha, BibliotecaBanco Popular, Bogotá, 1979.

defensa incondicional del poder de unos interesesmuy particulares.

A manera de epílogoHemos presentado un análisis que se limita a

desarrollos académicos y políticos en Occidente. Sinembargo, esperamos que la problemática comentadaen este trabajo sea de interés en la reflexión sobre ladocencia, la investigación en economía y su relacióncon otras disciplinas, en particular la historia enColombia.

En los años setentas, por ejemplo, tuvo lugar unafuerte controversia entre historiadores y economistasen el país con motivo de la publicación de un trabajosobre Colombia hecho por un académico de losEstados Unidos que utilizó los supuestos y las téc-nicas de la nueva historia económica norteame-ricana." Controversias como esa podrían extendersea la producción de los académicos colombianos sobrela historia económica en las últimas dos décadas.Sería muy interesante examinar si al aproximarse alestudio de la historia, algunos economistas podríanhaber incurrido en anacronismos al aplicar conceptosmodernos al estudio del pasado". También sería deinterés examinar si estas aproximaciones se destinanbásicamente a «comprobar» de antemano lossupuestos del modelo o, aún más (teniendo en cuentael acercamiento a los centros de poder por parte delos académicos), para justificar la implementación deuna agenda política o de una serie de medidaseconómicas dadas". Queda entonces abierta lainvitación a este debate académico. O

50 Al respecto véanse, por ejemplo, los análisis en GermánColmenares, «La formación de la economía colonial (1500-1740»>, en José Antonio Ocampo, compilador, Historiaeconómica de Colombia, Siglo XXI, Bogotá, 1987; y enMichael F. Jiménez, «Traveling Far in Grandfather's Car:The Life Cycle of Central Colombian Cotfee Estates. TheCase of Viotá, Cundinamarca (1900-1930»>, HispanicAmerican Historical Review, vol. 69, No. 2, mayo de 1989.

51 La agenda política de muchos en el pasado correspondía aalguna de las variantes del marxismo y ésto influía sobresus aproximaciones a la historia. Hoy en día, como resultadodel desencanto de sus esperanzas juveniles y del acerca-miento a los centros del poder, los marxistas de antaño des-cubren la ortodoxia económica. De esta forma, sus escritos,incluidos aquellos sobre historia económica, pueden reflejarlos supuestos y las metas de la nueva derecha.

En cuanto a la problemática del acercamiento entre el podery el mundo académico en Colombia, la hemos comentadoen dos escritos anteriores; véanse Eduardo Sáenz Rovner,«A propósito de la historiografía sobre Mariano Ospina Pérez(1891-1976»>, Historia Crítica, Universidad de los Andes,No. 6, enero-junio de 1992, pp. 109-112, e «Ideologías em-presariales y la investigación en las facultades de adminis-tración en Colombia. Respuesta al reporte de la Misión deCiencia y Tecnología», INNOVAR, revista de ciencias admi-nistrativas y sociales, Universidad Nacional de Colombia,No. 5, enero-junio de 1995, pp. 8-30. 85