Educación de Los Sentimientos

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Educación de los Sentimientos

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EDUCACIÓN DE LOS SENTIMIENTOSSiendo innatas las tendencias del Espíritu, compete a la educación la tarea de desarrollar las positivas y corregir las inclinaciones que inducen a la caída moral y a la repetición de los errores.

Por educar, entiéndase también, la técnica de disciplinar el pensamiento y la voluntad, a fin de que el educando se identifique con las realizaciones que amplíen las manifestaciones innatas de naturaleza animal adormecidas dilatando el campo íntimo hacia las conquistas más nobles del pensamiento y la psique.

La tarea de la educación debe ser moralizadora, no solo para elevar al hombre en el medio social en el que vive, sino para prepararlo para la sociedad esencial, que es aquella preexistente a la cuna de donde vino y que sobrevive al túmulo hacia donde se dirige.

El hombre y la mujer, por su estructura evolutiva son, esencialmente, seres emocionales. Recién salidos del instinto, en proceso de concientización, se demoran entre el primitivismo, la sensación y la razón, pasando por la emoción.

La emoción bien dirigida se convierte en un dinamo generador de estímulos y fuerzas para realizaciones importantes, promoviendo a aquellos que la comandan, como puede tornarse en instrumento de desgracia, si se nos escapa de control.

El desarrollo de la emoción es un imperativo de la reencarnación del Espíritu, que se perfecciona, etapa a etapa, en el proceso de la evolución, pasando por las sucesivas experiencias carnales.

Entonces, mujer y hombre, seres esencialmente emocionales, tienen la responsabilidad de canalizar esa fuerza dinámica para la auto superación, constatando que nadie, en su proceso evolutivo, pasa sin vivenciar el alto potencial de la emoción.

Los sentimientos son conquistas nobles del proceso de la evolución de ser. Pasando por los instintos, se liberan de los atavismos fisiológicos automatistas para transformarse en emociones que alcanzan la belleza, la sensibilidad, la esencia de las cosas y de la vida, cuando son superiores o las expresiones remanentes del periodo primario como la cólera, los celos, las pasiones perturbadoras.

El primero y más importante sentimiento a romper el presidio de los instintos, es el amor. Primero, mediante la vinculación atávica con los progenitores, familiares y grupo social que lo protege, las personas que le propician la atención de sus necesidades fisiológicas.

Si despierta pasiones subalternas como los celos, la envidia, la ira, la inseguridad que fomenta el miedo, se encuentra aún en la fase primaria de los instintos.

La necesidad de controlar los sentimientos, educando las emociones, es el paso decisivo para alcanzar la meta que trae felicidad.

Los sentimientos expresan la capacidad que posee el ser humano de conocer, comprender, sentir y compartir las emociones que lo vitalizan en sus diversos acontecimientos existenciales.

Introducidos en el sistema nervioso central, responden por la afectividad y el comportamiento, nutridos por moléculas específicas que son producidas por las neuronas cerebrales, tipificando los diferentes biotipos humanos a través de sus emociones.

Son los sentimientos quienes dulcifican o tornan la existencia amarga, dependiendo de las direcciones que les aplicamos.

A medida que el ser humano evoluciona, mayor se torna su capacidad espiritual de exteriorizar los sentimientos que atavían las estructuras íntimas, ampliando la capacidad de entendimiento de la vida y de sus contenidos más variados, profundos y superficiales, graves y sutiles, que son todo el patrimonio alcanzado a lo largo del inevitable proceso antropo-socio-psicológico.

Por lo tanto se puede medir el grado de adelantamiento moral del individuo por los sentimientos de que es portador y que expresa diariamente.

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Solo aquellos que se liberan y aman, después de atravesar las dificultades y superar las metas iniciales del proceso terrenal – social, familiar, personal – permaneciendo dedicados al bien general y transformados interiormente, así como iluminados por la llama de la inmortalidad, en ella inmersos por la causalidad, disfrutarán de la real plenitud, que es la meta esencial.