Ejemplos de Textos Argumentativos1

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GUÍA 6 TEXTOS ARGUMENTATIVOS La madre de todas las infamias Final del formulario Lapidación, ahorcamiento, electrocución o inyección letal, qué más da. Brutalidad, más o menos disfrazada de rituales de procedimiento, y sólo eso. Es la expresión máxima del fracaso de los sistemas jurídicos que prevén en sus leyes la pena de muerte y que concretan en sus sentencias sus jueces y aplican sus verdugos. Esta aberración reúne en el mismo club a estados que presumen de ser adalides de las libertades con otros a los que consideramos desde nuestra perspectiva occidental atrasados o medievales. Da lo mismo Texas que Bagdad, Pekín que Moscú. La expresión de sainete “los tiempos avanzan que es una barbaridad” debería estar proscrita hasta que se consiguiera la erradicación absoluta de la pena de muerte en todo el mundo, y ello a pesar de que, también en materia de ejecuciones, el progreso ha llegado a los medios con los que estas se llevan a efecto. Según Amnistía Internacional, 69 países mantienen en la Universidad de Santiago de Chile. Escuela de Periodismo Página 2

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DESARROLLO DE TEXTO ARGUMENTATIVOS Y EL PROCESO DE SU CONFORMACIÓN

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GUÍA 6

TEXTOS ARGUMENTATIVOS

La madre de todas las infamias

Final del formulario

Lapidación, ahorcamiento, electrocución o inyección letal, qué más da. Brutalidad, más o menos disfrazada de rituales de procedimiento, y sólo eso. Es la expresión máxima del fracaso de los sistemas jurídicos que prevén en sus leyes la pena de muerte y que concretan en sus sentencias sus jueces y aplican sus verdugos. Esta aberración reúne en el mismo club a estados que presumen de ser adalides de las libertades con otros a los que consideramos desde nuestra perspectiva occidental atrasados o medievales. Da lo mismo Texas que Bagdad, Pekín que Moscú.

La expresión de sainete “los tiempos avanzan que es una barbaridad” debería estar proscrita hasta que se consiguiera la erradicación absoluta de la pena de muerte en todo el mundo, y ello a pesar de que, también en materia de ejecuciones, el progreso ha llegado a los medios con los que estas se llevan a efecto.

Según Amnistía Internacional, 69 países mantienen en la actualidad en sus leyes la pena capital y la aplican regularmente; otros 11 la contemplan para casos excepcionales o para tiempo de guerra, y otros 29 la prevén, aunque su aplicación haya caído de facto en desuso. Enfrente, 88 países la tienen completamente abolida.

Ni siquiera España puede presumir de tener una hoja de servicios inmaculada, ya que el artículo 15 de la Constitución, donde de forma rimbombante se dice que “queda abolida la pena de muerte”, se guarda la coletilla de “salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra”. El Código de Justicia Militar la derogó en su articulado en 1983, pero no se ha producido una reforma constitucional que expresamente impida la posibilidad de que se produzca una revisión legislativa que pudiera reintroducirla. Además, ¿qué son los tiempos de guerra hoy?

Hace sólo unos meses hemos asistido a una nueva perversión: la difusión, casi en directo vía

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internet, de la ejecución de Sadam Hussein. En realidad, podemos pensar que es la retransmisión lo que supuestamente hace repugnante la ejecución, pero esa es la excusa que ponemos los occidentales para intentar demostrar que somos menos bárbaros que otros pueblos.

¿Cómo vamos a comparar la bondad democrática de Arnold Schwarzenegger cuando deniega un indulto con la brutalidad genética que seguramente presentan los tribunales populares de Somalia, por poner un ejemplo? ¿Cómo vamos a comparar la limpieza y asepsia de la inyección letal con lo demodés que resultan una lapidación o un ahorcamiento?

Por otra parte, y aunque no puede haber estadísticas certeras, se producen centenares de ejecuciones extrajudiciales bien en países soberanos o en zonas semiindependientes no reconocidas internacionalmente como estados. Por no hablar del cinismo de otros países que tienen abolida la pena capital en su legislación, de hecho o de derecho, pero que han recurrido a la semántica para justificarse: pensemos en los “asesinatos selectivos” perpetrados por Israel, un país que prevé la pena capital sólo para los crímenes contra la humanidad y los delitos de alta traición, y que presume de que su última ejecución fue la del nazi Adolf Eichmann en 1962.

Quienes sientan la necesidad de diferenciarse y justificarse pueden recurrir al típico discurso de este estilo: “¿dónde estaban los que pedían clemencia para Sadam Hussein cuando este gaseó a miles de kurdos?”. Pero se equivocan. Y cuantas más explicaciones políticas o filosóficas den, más contribuyen a incrementar la repugnancia que hay que sentir.

Eso sí, si dos de los países que más uso hacen de la pena capital son China y los Estados Unidos, miembros permanentes con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, poco se puede esperar. De hecho, en los Estados Unidos todos los candidatos presidenciales se cuidan de incluir en sus promesas cualquier cosa que sugiera una abolición, ni siquiera de hecho. Tomen ejemplo de la República de San Marino, cuya última ejecución documentada data de ¡1468!  

LA EDAD DE LA INOCENCIA

Cuando se refiere a la delincuencia juvenil, el criterio de nuestros gobernantes oscila entre la mano dura y la Educación para la ciudadanía.

Seguro que le suena esta anécdota: un ciudadano ve a un niño haciendo una gamberrada, como tirar basura al suelo en vez de a la papelera, y con gran cuidado le llama la

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atención. Sin embargo, y como de la nada, en segundos aparece su vociferante padre que le espeta, “a mi chico no le corrijo más que yo”, para, tras amenazar al viandante por meterse en camisa de once varas, soltar al chaval un par de bofetadas.

Tiene esto que ver con el debate que se está produciendo sobre los contenidos que tendrá la asignatura estrella introducida en la última reforma educativa, la Educación para la ciudadanía. Y no sólo sobre ellos, sino sobre la misma razón de su existencia, para algunos innecesaria y para muchos un resquicio por donde el gobierno de turno intentará deslizar mensajes de naturaleza partidaria. No pocos identifican esta materia con la que hasta hace 30 años se impartía con la rimbombante definición de Formación del Espíritu Nacional, pero, a poco que se hagan bien las cosas, las circunstancias no resisten la mínima comparación.

De todas formas, y para aquellos que claman porque los valores personales se aprendan en la propia casa y que estos dependan del más estricto y privado ámbito familiar, no estaría de más recordar algunas escenas que la realidad nos depara diariamente: acoso escolar, agresiones a profesores, bandas juveniles –autóctonas y foráneas–… son la punta del iceberg y el tema de moda y, ¡cómo no!, la ley y el derecho tienen que ponerse deprisa y corriendo al día para enfrentarse a ellos.

Por de pronto, se ha modificado la Ley de responsabilidad penal del menor –aunque en vigor desde 2001, su desarrollo reglamentario aún está por hacer–, así como numerosos preceptos cuya aplicación estaba condicionada o pospuesta en el tiempo.

Parte de la sociedad se siente legalmente inerme ante un menor violento.

Desde la fiscalía, por otra parte, se ha instruido a sus miembros para que contemplen los ataques personales, agresiones o amenazas a profesores o empleados de los centros educativos como “atentados a la autoridad”. También para que soliciten medidas cautelares severas y penas de prisión acordes a la gravedad de este delito, en lugar del tradicional juicio de faltas que se resolvía en sentencias levísimas, y eso las veces en que se alcanzaba una condena.

Hace unos pocos meses un reducido grupo de jóvenes de 11 a 14 años destrozó las instalaciones de su colegio –ordenadores, material del laboratorio, mesas, sillas... todo valorado en más de 60.000 euros– con la esperanza de que se suspendieran las clases y así poder disfrutar de las fiestas patronales sin la engorrosa obligación de madrugar. Cuando los chicos fueron expulsados temporalmente del colegio, algunos de los padres pusieron el grito en el cielo, acusando al consejo escolar de “estigmatizar” a unos niños comparándolos con criminales. Pero seguramente serán los primeros que les darán las dos bofetadas que mencionábamos en la primera anécdota cuando sepan que serán responsables civiles respecto de los daños que no cubra el seguro, ya que sus hijos son menores de edad y tendrán que “rascarse el bolsillo”.  

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