EL AGUA QUE CANTA Y ENCANTA

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¿JJLJUHA DIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA Empresa: «Herederos de Leoncio Rodríguez» Editor: JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ Director: JOSÉ MANUEL DE PABLOS COELLO Dirección, Redacción, Relaciones Públicas, Administración, Talleres e Impresión Avenida Buenos Aires, 71, Sania Cruz de Tenerife. Número 14.245. Año XLVII Teléfonos: (922)21.10.00 (8 líneas) Apartado de Correos, 97. Télex: 92.184. Diao E. Depósito legal Tf 32 1958. Franqueo Concertado: 38 2. Delegación en el Puerto de la Cruz, Edificio Victoria Ventoso C, 501, Polígono El Tejar. Teléfono: (922)38.03.25 Delega ción en La Palma: Santa Cruz, Calle Real, 44 1° 7 a . Teléfono: (922)41.26.00. Redacción en Las Palmas: Paseo Tomás Mo rales, 3 4". P. 1 1 , Edificio Cristal Teléfono. (928)36.65.29. Télex. 95.456 Diao-E (Las Palmas) Servicios informativos: Efe, Colpisa, Off the Record, Recopress, Mencheta. AmeriG ananas Martí, Tenerife, Cuba, amor con amor se paga Calle típica de la ciudad de Trinidad N OS encontramos en la zona central de la isla. Y desde Cienfuegos, donde la industria in- cipiente y el turismo se dan la mano, salimos en busca de Tri- nidad, la ciudad colonial por excelencia y una de las más an- tiguas de Cuba. Entre 1511, año de la fundación de Bara- coa, y finales de 1514, en que surge Santiago, nacen Bayamo, Sancti Spíritus y Trinidad. Atrás dejamos el magnífico y bien cuidado Jardín Botánico, con sus miles de variedades de flores y plantas exóticas, ade- más de las 300 especies de pal- meras, que nos causaron pro- funda admiración. Uno de los guardianes del Jardín es cana- rio, de Arucas. Parte la caña dulce para los turistas, hacien- do gala de su destreza con el machete. Y nos regala unos co- cos, a cambio de tabaco. Trinidad cuenta con una es- pléndida plaza mayor, viejas casonas, calles empedradas y antiguos palacios, hoy conver- tidos en museos y en centros para el turismo, como el de Los Canteros o la amplia casona so- lariega de Francisco y Rosalía de Egaray, transformada en restorán. Los retratos de los antiguos dueños siguen deco- rando las paredes del salón-co- medor, no sabemos si dejados allí en un acto de respeto o bien como aviso y ejemplo que ilus- tra sobre la «transformación» revolucionaria. Las camareras van de aquí para allá con un cartel en el uniforme, estrecho, feo y cica- tero en cuanto a empleo de te- las, que reza: «Aspirantes a unidad modelo». Desde la pa- red, los rostros serenos de Francisco y Rosalía rezuman mesura y cordialidad, aunque cualquiera sabe cómo las gas- taban en sus tiempos de amos y señores de la casa y de la plan- tación. Sin embargo, quedaron tan favorecidos en los retratos, que uno siente pronta simpatía por ellos. El efecto buscado por los mentores turísticos cubanos puede que no se consiga en to- dos los turistas... Y algunos de los tinerfeños que estuvieron almorzando en esta parte del palacio puede que me com- prendan. Y la Casa de la Trova, donde uno puede escuchar música cu- bana a cargo de aficionados que se van turnando en el pe- queño escenario improvisado en un patio, con una cantina en que se puede tomar el consabi- do ron en forma de «mojito», con la yerbabuena, el limón y azúcar. «Ah!, y la medida. El ron es meticulosamente medi- do en un vaso que tiene unas rayas en el borde superior, co- mo nuestras antiguas copas pa- ra mistela. Con esas rayas el Estado, que es el dueño de to- do, sabe que el cantinero no puede engañarle, porque una botella tiene tantas medidas... No es muy interesante, que digamos, el repertorio que pue- de escucharse en la Casa de la Trova, de Trinidad, desde la inevitable «Guantanamera», que dormía el sueño de los jus- tos hasta que el norteamerica- no Peter Seeger la desempolvó, hasta ese maravilloso bolero de Miguel Matamoros, «Lágrimas negras», que sigue siendo todo un «hit» en Cuba. Este reperto- rio es casi siempre obligado. Lo pudimos comprobar en el resto- rán de Guama, en Los Caneies, en los cabarets y en todos los lugares en que tríos y grupos de músicos amenizaban a los tu- ristas. En cuanto a la música de la Nueva Trova, que no suele ser interpretada en estos ambien- tes, es la juventud cubana su mejor destinatario. Nuestra guía, por ejemplo, conocía una larga retahila de temas de Pa- blo Milanés, de Silvio Rodrí- guez, de Sara González o del Grupo Moneada. Y estaba al tanto de las últimas composi- ciones de Pablo («El guerrero») o de Noel Nicola («Detrás de una guitarra»). La Casa de la Trova, de Tri- nidad, está cargada de recuer- dos, porque por esta ciudad en- tró gran parte de la música co- lonial, con músicos y aventure- ros como el legendario Ortiz, que abrió una escuela de danza y tañer, con esos instrumentos «que fueron los primeros en re- sonar junto a las selvas y mani- guas de la isla, trayendo mon- tados en sus mástiles los ritmos tradicionales de España», como dice Alejo Carpentier. Y entre esos ritmos y bailes, seguro que estaría nuestro fa- moso Canario, tañido con vi- huela y viola. Por eso firmé en el libro de la Casa de la Trova, en Trinidad, pensando en los muchos paisanos que llegaron a Cuba con su miseria a cuestas y en los labios una décima y un punto. Elfidio Alonso O que yo he vía- jado por mi cuenta y riesgo sin pedir nada a nadie, con dinero obtenido trabajando en mis múltiples ofi- cios: edafólogo (cien- cia del suelo), actua- rio (técnico del Segu- ro), dibujante, agrono- mía en Texas que sig- nifica «tierra de ami- gos», he comprendido la historia de hombres y dioses de la raza hu- mana a la cual perte- nezco sin haberlo so- licitado. Cuarenta millones de años fueron nece- sarios para que el mo- no se transformara en monohombre. Otros trescientos mil años hicieron falta para que esta especie ani- mal aprendiera a le- vantar la cabeza, a sostenerse en sus dos pies y poder matar a Estropajosos su presa con instru- mentos de piedra. Cin- cuenta mil años des- pués pudo descubrir el hierro. Entonces, sus méto- dos de muerte fueron más terribles. Qui- nientos mil años más tarde inventó la dina- mita y algunas centu- rias después cons- truyó su primer sub- marino y su primer aeroplano. A partir de ese día su ingenio pa- ra matar a sus seme- jantes y a otras cria- turas se hizo casi per- fecto. Es posible que dentro de otros cin- cuenta mil años, su apático cerebro co- mience a comprender la verdad clarísima de que la matanza es un trabajo de locura y que haría mejor em- plear su tiempo en ta- reas más útiles. El hombre es, pues, una criatura estúpida, y sus progresos han sido verdaderamente lentos. Además, su as- censo no ha sido con- tinuo; más de una vez cayó a más bajos ni- veles. Hace dos mil trescientos años los griegos estuvieron más civilizados que las grandes multitu- des de nuestros días. Hace diecinueve si- glos Roma tenía un excelente sistema de desagües, mientras que hace sólo tres- cientos años se veían permanentes monto- nes de basura frente a la iglesia de San Pe- dro, en Berlín. Y en París, hacia el año 1650, las gentes tira- ban por sus ventanas a la calle el contenido de sus bacinas. Hay un tema facto de gran importancia: la pere- za. El hombre es un animal perezoso, que odia la acción del pro- greso si se le deja a su albedrío. Por eso rara vez avanza si no es que un espantoso peli- gro, una catástrofe o un ataque de su ene- migo, lo espolea a es- coger entre el progre- so o la extinción. El primero de estos rudí- simos pero felices es- polonazos para el pro- greso fue el adveni- miento de la época glacial. Nuestros ve- lludos antepasados robaban por las flo- restas comiendo hier- ba, raíces, frutas y carne cruda de otros animales Miguel Borges Salas Anecdotario chicharrero huevos de plomo P OR los años treinta, nuestra ciudad santa- crucera estaba com- puesta, mayormente, por casas terreras. Los edificios de más de dos plantas no abun- daban y las «cindadelas de lu- jo» —como entonces se comen- zaban a denominar a las vi- viendas de cuatro o más pisos— se contaban con los dedos. También, por aquella época, era rara la casa que en su azo- tea no tuviera bien un palomar, o un gallinero, o una conejera, o solamente animales o aves sueltas bullendo sobre su su- perficie. Yo llegué a conocer una azo- tea que más bien parecía una granja en miniatura que un lu- gar para tender y poner las ro- pas a tomar el sol, pues en ella había palomas, gallinas, cone- jos, patos, perros, gatos y hasta una cabra a la que ordeñaban todos los días. Un poco después de las cua- tro de la tarde salí del colegio «El Pilar» (Los Padritos, como cariñosamente se le conocía entonces) y me fui a casa a me- rendar. Tan pronto como llegué a ella pidiendo el pan con lo que hubiera, mi madre me dijo: —Después que meriendes y antes de irte a jugar a la plaza del Príncipe, vas a comprarme medio litro de aceite. A siempre me gustaba ir a comprar a la venta de don Cán- dido, que estaba situada casi al final de la calle de Teob.aldo Power, esquina a la del Adelan- tado, por lo pronto que me atendía. La verdad es que don Cándido, a la gente menuda, la despachaba pronto. Y ello era por una sencilla razón: porque le hacíamos agujeros con los dedos a los sacos que solía te- ner adosados a la pared de la venta, por fuera del mostrador, para quitarle los higos pasados de El Hierro que dichos sacos contenían y, entonces, claro, quería que nos marcháramos pronto, ya que, de lo contrario, le dejábamos sin higos. Cuando llegué a la venta ha- bía dos vecinas haciendo sus compras y una de ellas le decía a la otra: —Voy a tener que quitar las gallinas de la azotea, pues pi- can todos los huevos que ponen y luego no los puedo aprove- char. —Muchachita, no hagas eso. Mira, a mí me sucedía igual y lo resolví comprando en la fe- rretería unos huevos de plomo, que luego pinté de blanco y co- loqué en los ponederos. Como al picar los huevos de plomo, las gallinas se lastimaban los picos, se les quitó la mala cos- tumbre y hasta la fecha. —Pues creo tienes razón. Voy a poner en práctica tu consejo y espero obtener el mismo resul- tado que tú. Don Cándido rne entregó la botella con el aceite, dentro de un cartucho de papel y de nue- vo para casa. Unos días después de la con- versación de las vecinas que acabo de narrar, mi padre me mandó a la ferretería de Enri- que Pérez Soto, que estaba si- tuada en la calle del Castillo, a comprar unas bisagras peque- ñas para un cofre que estaba confeccionando y que quería ofrecérselo como regalo al doc- tor Barajas, que meses antes le había realizado una trepana- ción de oído. Salí de casa y me fui directo a la calle Barranquillo donde cogí, en marcha, el tranvía que bajaba hacia la calle del Sol. Agazapado en el escalón de su- bida de la parte trasera, para que no me viera el cobrador, viajé de «gorra» hasta el cruce con la calle de Nicolás Esteva- nez, en donde me apeé del transporte insular, también en marcha. Enfilé mis pasos hacia la fe- rretería y al llegar a su mostra- dor vi que allí se encontraba doña Carmen, la vecina que te- ma el problema con las galli- nas. Al acercarse, a atenderla, un dependiente de la ferretería que era esparrancado, abierto de piernas, doña Carmen le preguntó: —¿Tiene usted huevos de plomo? —No señora; esto mío es de nacimiento. —¡Cristiano, no sea usted mal pensado, cómo voy yo a preguntarle tal cosa! —exclamó un poco avergonzada doña Carmen, la que seguidamente se apresuró a relatar el asunto de las gallinas. Una vez todo aclarado y entre las risas de los allí presentes, el dependiente entregó a doña Carmen, en un pequeño paquete, la media do- cena de huevos de plomo que esta había ido a comprar. Diego Samblás Temas isleños £1 agua que canta y encanta E L 16 de febrero de 1984, el comité ejecutivo de Emmasa acordó editar la obra «Las aguas sub- terráneas de Tenerife», que, de don Joaquín Amigó de Lar a -alcalde de Santa Cruz de Te- nerife desde 1960 a 1965- es indispensable para el estudio del problema en Canarias. Ahora, cuando recuperamos las perdidas claves del idioma del agua, nos llega el buen libro del señor Amigó de Lar a que, con otro —«Datos para la histo- ria del abastecimiento de aguas de Santa Cruz de Tenerife», de Amparo Santos Perdomo y José Solórzano Sánchez— viene casi a completar la historia, buena historia, de los recursos hídri- cos de toda una isla, de toda una ciudad. «Desde que empezaron a aprovecharse las aguas proce- dentes de nacientes y manan- tiales —dice el señor Amigó de Lara— comenzó la construcción de los primeros canales de dis- tribución. Aún subsisten algu- nos de estos, construidos con magnífico mortero de cal que podemos decir pertenecen a la «prehistoria» de nuestra era acuífera. Más tarde, al iniciar- se los primeros alumbramien- tos por Comunidades, comien- zan a prodigarse los acueduc- tos, construidos unas veces por las propias Comunidades y otras por las que especialmente se constituían para este fin. De este modo ha llegado a contar la Isla con una importante red de canales de muchos cientos de kilómetros de longitud». En los campos isleños —por lecho la tierra y por dosel el cielo— la copla del agua que canta y encanta. Don Joaquín Amigó de Lara ha ido a los vie- jos rincones, a escudriñar la historia de esas 998 galerías in- ventariadas en Tenerife —493 con agua y 505 secas— y, tam- bién, a la de los 254 pozos 97 de ellos con agua, pozos que, por lo que los respecta a mayor caudal bombeado, tienen su brocal entre los 100 y 300 me- tros de cota. Con la canción del agua, en la prosa del señor Amigó de La- ra volvemos a los años de leja- na infancia, años en que vimos y vivimos cómo la semilla y la luz caían temblando al surco vivo, al sol que caía a racimos sobre los campos en que reven- taban las espigas gallardas, to- da la risa rubia del trigo. Con el agua -que siempre ríe de luz e ilusión— los hombres que rompían la tierra con sus manos, las cosechas palpitan- tes de sueños y, siempre, la canción fresca del agua en los surcos de tierra luciente. Buena, detallada histórica de las aguas subterráneas de Tenerife, de esas galerías que se llevan a cabo en terrenos de «capas» o «diques». En las pági- nas, la extracción de los escom- bros en vagonetas arrastradas a mano, la dinamita —seis kilos por metro lineal en terrenos de relativa dureza— y, con las ins- talaciones de ventilación, el ru- gir de los martillos neumáticos. Peña a peña, roca a roca, don Joaquín ha estudiado los caudales de las galerías exis- tentes en cada uno de los térmi- nos municipales de Tenerife. Con el frío mundo de las esta- dísticas, todo un olor a tierra desnuda y fresca, a toda esa tierra isleña que, con el agua, tiene la bondad del buen pan en la mesa. Restauración del teatro municipal de Gáldar Madrid.— El senador del Grupo Popular, por la isla -de Gran Canaria, José Hacías Santana, se ha dirigido al Go- bierno para solicitar que el Mi- nisterio de Cultura elabore un urgente plan de restauración, para el teatro municipal de Gáldar y lo lleve a efecto, según indicó el propio Maclas a Iberia Press. Basa el senador esta petición en que el citado teatro se en- cuentra enclavado dentro de la zona de Gáldar declarada de interés turístico, y al mismo tiempo en el valor artístico del mismo. Con la injusta manía de los olvidos, la justa manía de los recuerdos en esta obra de don Joaquín Amigó de Lara obra que nos trae toda la historia del agua isleña, elemento vital pa- ra Tenerife. Juan A. Padrón ALbornoz EXCMO. AYUNTAMIENTO DE PUERTO DE LA CRUZ (TENERIFE) OBJETOS PERDIDOS EXPEDIENTES: i/85. Una caja con varios objetos. 2/85. Un reloj. 3/85. Una sortija. 4/85. Una cartera con va- rios objetos. 5/85. Unas gafas, 6/85. Unos anteojos. 7/85. Una calculadora, 8/85. Un reloj. 9/85. Una cámara foto- gráfica. Puerto de la Cruz, 22 de febrero de 1985. EL ALCALDE

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Temas isleños", 1985/03/03

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¿JJLJUHADIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA

Empresa: «Herederos de Leoncio Rodríguez»

Editor: JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ

Director: JOSÉ MANUEL DE PABLOS COELLO

Dirección, Redacción, Relaciones Públicas,Administración, Talleres e Impresión

Avenida Buenos Aires, 7 1 , Sania Cruz de Tenerife.

Número 14.245. Año XLVII

Teléfonos: ( 9 2 2 ) 2 1 . 1 0 . 0 0 (8 l íneas) Apartado de Correos, 97.Télex: 92.184. Diao E.Depósito legal Tf 32 1958. Franqueo Concertado: 38 2.

Delegación en el Puerto de la Cruz, Edificio Victoria VentosoC, 501, Polígono El Tejar . Teléfono: (922)38.03.25 Delegación en La Palma: Santa Cruz, Calle Real, 44 1° 7a. Teléfono:( 9 2 2 ) 4 1 . 2 6 . 0 0 . Redacción en Las Palmas: Paseo Tomás Morales, 3 4". P. 1 1 , Edificio Cristal Teléfono. (928)36.65.29.Télex. 95.456 D i a o - E (Las Pa lmas)

Servicios informativos: Efe, Colpisa, Off the Record, Recopress,Mencheta.

AmeriG ananas

Martí, Tenerife, Cuba,amor con amor se paga

Calle típica de la ciudad de Trinidad

N OS encontramos en lazona central de la isla.Y desde Cienfuegos,donde la industria in-

cipiente y el turismo se dan lamano, salimos en busca de Tri-nidad, la ciudad colonial porexcelencia y una de las más an-tiguas de Cuba. Entre 1511,año de la fundación de Bara-coa, y finales de 1514, en quesurge Santiago, nacen Bayamo,Sancti Spíritus y Trinidad.

Atrás dejamos el magnífico ybien cuidado Jardín Botánico,con sus miles de variedades deflores y plantas exóticas, ade-más de las 300 especies de pal-meras, que nos causaron pro-funda admiración. Uno de losguardianes del Jardín es cana-rio, de Arucas. Parte la cañadulce para los turistas, hacien-do gala de su destreza con elmachete. Y nos regala unos co-cos, a cambio de tabaco.

Trinidad cuenta con una es-pléndida plaza mayor, viejascasonas, calles empedradas yantiguos palacios, hoy conver-tidos en museos y en centrospara el turismo, como el de LosCanteros o la amplia casona so-lariega de Francisco y Rosalíade Egaray, transformada enrestorán. Los retratos de losantiguos dueños siguen deco-rando las paredes del salón-co-medor, no sabemos si dejadosallí en un acto de respeto o biencomo aviso y ejemplo que ilus-tra sobre la «transformación»revolucionaria.

Las camareras van de aquípara allá con un cartel en eluniforme, estrecho, feo y cica-tero en cuanto a empleo de te-las, que reza: «Aspirantes aunidad modelo». Desde la pa-red, los rostros serenos deFrancisco y Rosalía rezumanmesura y cordialidad, aunquecualquiera sabe cómo las gas-taban en sus tiempos de amos yseñores de la casa y de la plan-tación. Sin embargo, quedarontan favorecidos en los retratos,que uno siente pronta simpatíapor ellos. El efecto buscado porlos mentores turísticos cubanospuede que no se consiga en to-dos los turistas... Y algunos delos tinerfeños que estuvieronalmorzando en esta parte delpalacio puede que me com-prendan.

Y la Casa de la Trova, dondeuno puede escuchar música cu-bana a cargo de aficionadosque se van turnando en el pe-queño escenario improvisadoen un patio, con una cantina en

que se puede tomar el consabi-do ron en forma de «mojito»,con la yerbabuena, el limón yazúcar. «Ah!, y la medida. Elron es meticulosamente medi-do en un vaso que tiene unasrayas en el borde superior, co-mo nuestras antiguas copas pa-ra mistela. Con esas rayas elEstado, que es el dueño de to-do, sabe que el cantinero nopuede engañarle, porque unabotella tiene tantas medidas...

No es muy interesante, quedigamos, el repertorio que pue-de escucharse en la Casa de laTrova, de Trinidad, desde lainevitable «Guantanamera»,que dormía el sueño de los jus-tos hasta que el norteamerica-no Peter Seeger la desempolvó,hasta ese maravilloso bolero deMiguel Matamoros, «Lágrimasnegras», que sigue siendo todoun «hit» en Cuba. Este reperto-rio es casi siempre obligado. Lopudimos comprobar en el resto-rán de Guama, en Los Caneies,en los cabarets y en todos loslugares en que tríos y grupos demúsicos amenizaban a los tu-ristas.

En cuanto a la música de laNueva Trova, que no suele serinterpretada en estos ambien-tes, es la juventud cubana sumejor destinatario. Nuestraguía, por ejemplo, conocía unalarga retahila de temas de Pa-blo Milanés, de Silvio Rodrí-guez, de Sara González o delGrupo Moneada. Y estaba altanto de las últimas composi-ciones de Pablo («El guerrero»)o de Noel Nicola («Detrás deuna guitarra»).

La Casa de la Trova, de Tri-nidad, está cargada de recuer-dos, porque por esta ciudad en-tró gran parte de la música co-lonial, con músicos y aventure-ros como el legendario Ortiz,que abrió una escuela de danzay tañer, con esos instrumentos«que fueron los primeros en re-sonar junto a las selvas y mani-guas de la isla, trayendo mon-tados en sus mástiles los ritmostradicionales de España», comodice Alejo Carpentier.

Y entre esos ritmos y bailes,seguro que estaría nuestro fa-moso Canario, tañido con vi-huela y viola. Por eso firmé enel libro de la Casa de la Trova,en Trinidad, pensando en losmuchos paisanos que llegarona Cuba con su miseria a cuestasy en los labios una décima y unpunto. •

Elfidio Alonso

O que yo he vía-jado por micuenta y riesgosin pedir nada

a nadie, con dineroobtenido trabajandoen mis múltiples ofi-cios: edafólogo (cien-cia del suelo), actua-rio (técnico del Segu-ro), dibujante, agrono-mía en Texas que sig-nifica «tierra de ami-gos», he comprendidola historia de hombresy dioses de la raza hu-mana a la cual perte-nezco sin haberlo so-licitado.

Cuarenta millonesde años fueron nece-sarios para que el mo-no se transformara enmonohombre. Otrostrescientos mil añoshicieron falta paraque esta especie ani-mal aprendiera a le-vantar la cabeza, asostenerse en sus dospies y poder matar a

Estropajosossu presa con instru-mentos de piedra. Cin-cuenta mil años des-pués pudo descubrirel hierro.

Entonces, sus méto-dos de muerte fueronmás terribles. Qui-nientos mil años mástarde inventó la dina-mita y algunas centu-rias después cons-truyó su primer sub-marino y su primeraeroplano. A partir deese día su ingenio pa-ra matar a sus seme-jantes y a otras cria-turas se hizo casi per-fecto. Es posible quedentro de otros cin-cuenta mil años, suapático cerebro co-mience a comprenderla verdad clarísima deque la matanza es untrabajo de locura yque haría mejor em-

plear su tiempo en ta-reas más útiles.

El hombre es, pues,una criatura estúpida,y sus progresos hansido verdaderamentelentos. Además, su as-censo no ha sido con-tinuo; más de una vezcayó a más bajos ni-veles. Hace dos miltrescientos años losgriegos estuvieronmás civilizados quelas grandes multitu-des de nuestros días.Hace diecinueve si-glos Roma tenía unexcelente sistema dedesagües, mientrasque hace sólo tres-cientos años se veíanpermanentes monto-nes de basura frente ala iglesia de San Pe-dro, en Berlín. Y enParís, hacia el año1650, las gentes tira-

ban por sus ventanasa la calle el contenidode sus bacinas. Hayun tema facto de granimportancia: la pere-za. El hombre es unanimal perezoso, queodia la acción del pro-greso si se le deja a sualbedrío. Por eso raravez avanza si no esque un espantoso peli-gro, una catástrofe oun ataque de su ene-migo, lo espolea a es-coger entre el progre-so o la extinción. Elprimero de estos rudí-simos pero felices es-polonazos para el pro-greso fue el adveni-miento de la épocaglacial. Nuestros ve-lludos antepasadosrobaban por las flo-restas comiendo hier-ba, raíces, frutas ycarne cruda de otrosanimales •

Miguel Borges Salas

Anecdotario chicharrero

huevos de plomoP OR los años treinta,

nuestra ciudad santa-crucera estaba com-puesta, mayormente,

por casas terreras. Los edificiosde más de dos plantas no abun-daban y las «cindadelas de lu-jo» —como entonces se comen-zaban a denominar a las vi-viendas de cuatro o más pisos—se contaban con los dedos.

También, por aquella época,era rara la casa que en su azo-tea no tuviera bien un palomar,o un gallinero, o una conejera,o solamente animales o avessueltas bullendo sobre su su-perficie.

Yo llegué a conocer una azo-tea que más bien parecía unagranja en miniatura que un lu-gar para tender y poner las ro-pas a tomar el sol, pues en ellahabía palomas, gallinas, cone-jos, patos, perros, gatos y hastauna cabra a la que ordeñabantodos los días.

Un poco después de las cua-tro de la tarde salí del colegio«El Pilar» (Los Padritos, comocariñosamente se le conocíaentonces) y me fui a casa a me-rendar. Tan pronto como lleguéa ella pidiendo el pan con loque hubiera, mi madre me dijo:

—Después que meriendes y

antes de irte a jugar a la plazadel Príncipe, vas a comprarmemedio litro de aceite.

A mí siempre me gustaba ir acomprar a la venta de don Cán-dido, que estaba situada casi alfinal de la calle de Teob.aldoPower, esquina a la del Adelan-tado, por lo pronto que meatendía. La verdad es que donCándido, a la gente menuda, ladespachaba pronto. Y ello erapor una sencilla razón: porquele hacíamos agujeros con losdedos a los sacos que solía te-ner adosados a la pared de laventa, por fuera del mostrador,para quitarle los higos pasadosde El Hierro que dichos sacoscontenían y, entonces, claro,quería que nos marcháramospronto, ya que, de lo contrario,le dejábamos sin higos.

Cuando llegué a la venta ha-bía dos vecinas haciendo suscompras y una de ellas le decíaa la otra:

—Voy a tener que quitar lasgallinas de la azotea, pues pi-can todos los huevos que poneny luego no los puedo aprove-char.

—Muchachita, no hagas eso.Mira, a mí me sucedía igual ylo resolví comprando en la fe-

rretería unos huevos de plomo,que luego pinté de blanco y co-loqué en los ponederos. Comoal picar los huevos de plomo,las gallinas se lastimaban lospicos, se les quitó la mala cos-tumbre y hasta la fecha.

—Pues creo tienes razón. Voya poner en práctica tu consejo yespero obtener el mismo resul-tado que tú.

Don Cándido rne entregó labotella con el aceite, dentro deun cartucho de papel y de nue-vo para casa.

Unos días después de la con-versación de las vecinas queacabo de narrar, mi padre memandó a la ferretería de Enri-que Pérez Soto, que estaba si-tuada en la calle del Castillo, acomprar unas bisagras peque-ñas para un cofre que estabaconfeccionando y que queríaofrecérselo como regalo al doc-tor Barajas, que meses antes lehabía realizado una trepana-ción de oído.

Salí de casa y me fui directoa la calle Barranquillo dondecogí, en marcha, el tranvía quebajaba hacia la calle del Sol.Agazapado en el escalón de su-bida de la parte trasera, paraque no me viera el cobrador,

viajé de «gorra» hasta el crucecon la calle de Nicolás Esteva-nez, en donde me apeé deltransporte insular, también enmarcha.

Enfilé mis pasos hacia la fe-rretería y al llegar a su mostra-dor vi que allí se encontrabadoña Carmen, la vecina que te-ma el problema con las galli-nas.

Al acercarse, a atenderla, undependiente de la ferreteríaque era esparrancado, abiertode piernas, doña Carmen lepreguntó:

—¿Tiene usted huevos deplomo?

—No señora; esto mío es denacimiento.

—¡Cristiano, no sea ustedmal pensado, cómo voy yo apreguntarle tal cosa! —exclamóun poco avergonzada doñaCarmen, la que seguidamentese apresuró a relatar el asuntode las gallinas. Una vez todoaclarado y entre las risas de losallí presentes, el dependienteentregó a doña Carmen, en unpequeño paquete, la media do-cena de huevos de plomo queesta había ido a comprar. •

Diego Samblás

Temas isleños

£1 agua que canta y encantaE L 16 de febrero de 1984,

el comité ejecutivo deEmmasa acordó editarla obra «Las aguas sub-

terráneas de Tenerife», que, dedon Joaquín Amigó de Lar a-alcalde de Santa Cruz de Te-nerife desde 1960 a 1965- esindispensable para el estudiodel problema en Canarias.

Ahora, cuando recuperamoslas perdidas claves del idiomadel agua, nos llega el buen librodel señor Amigó de Lar a que,con otro —«Datos para la histo-ria del abastecimiento de aguasde Santa Cruz de Tenerife», deAmparo Santos Perdomo y JoséSolórzano Sánchez— viene casia completar la historia, buenahistoria, de los recursos hídri-cos de toda una isla, de todauna ciudad.

«Desde que empezaron aaprovecharse las aguas proce-dentes de nacientes y manan-tiales —dice el señor Amigó deLara— comenzó la construcciónde los primeros canales de dis-tribución. Aún subsisten algu-nos de estos, construidos conmagnífico mortero de cal quepodemos decir pertenecen a la«prehistoria» de nuestra eraacuífera. Más tarde, al iniciar-se los primeros alumbramien-tos por Comunidades, comien-zan a prodigarse los acueduc-tos, construidos unas veces porlas propias Comunidades yotras por las que especialmentese constituían para este fin. De

este modo ha llegado a contarla Isla con una importante redde canales de muchos cientosde kilómetros de longitud».

En los campos isleños —porlecho la tierra y por dosel elcielo— la copla del agua quecanta y encanta. Don JoaquínAmigó de Lara ha ido a los vie-jos rincones, a escudriñar lahistoria de esas 998 galerías in-ventariadas en Tenerife —493con agua y 505 secas— y, tam-bién, a la de los 254 pozos 97de ellos con agua, pozos que,por lo que los respecta a mayorcaudal bombeado, tienen subrocal entre los 100 y 300 me-tros de cota.

Con la canción del agua, enla prosa del señor Amigó de La-ra volvemos a los años de leja-na infancia, años en que vimosy vivimos cómo la semilla y laluz caían temblando al surcovivo, al sol que caía a racimossobre los campos en que reven-taban las espigas gallardas, to-da la risa rubia del trigo.

Con el agua -que siempre ríede luz e ilusión— los hombresque rompían la tierra con susmanos, las cosechas palpitan-tes de sueños y, siempre, lacanción fresca del agua en lossurcos de tierra luciente.

Buena, detallada históricade las aguas subterráneas deTenerife, de esas galerías quese llevan a cabo en terrenos de«capas» o «diques». En las pági-nas, la extracción de los escom-

bros en vagonetas arrastradasa mano, la dinamita —seis kilospor metro lineal en terrenos derelativa dureza— y, con las ins-talaciones de ventilación, el ru-gir de los martillos neumáticos.

Peña a peña, roca a roca,don Joaquín ha estudiado loscaudales de las galerías exis-tentes en cada uno de los térmi-nos municipales de Tenerife.Con el frío mundo de las esta-dísticas, todo un olor a tierradesnuda y fresca, a toda esatierra isleña que, con el agua,tiene la bondad del buen pan enla mesa.

Restauración delteatro municipal de

GáldarMadrid.— El senador del

Grupo Popular, por la isla -deGran Canaria, José HacíasSantana, se ha dirigido al Go-bierno para solicitar que el Mi-nisterio de Cultura elabore unurgente plan de restauración,para el teatro municipal deGáldar y lo lleve a efecto, segúnindicó el propio Maclas a IberiaPress.

Basa el senador esta peticiónen que el citado teatro se en-cuentra enclavado dentro de lazona de Gáldar declarada deinterés turístico, y al mismotiempo en el valor artístico delmismo.

Con la injusta manía de losolvidos, la justa manía de losrecuerdos en esta obra de donJoaquín Amigó de Lara obraque nos trae toda la historia delagua isleña, elemento vital pa-ra Tenerife. •

Juan A. PadrónALbornoz

EXCMO.AYUNTAMIENTO DE

PUERTO DE LA CRUZ(TENERIFE)

OBJETOSPERDIDOS

EXPEDIENTES:

i/85. Una caja con variosobjetos.

2/85. Un reloj.3/85. Una sortija.4/85. Una cartera con va-

rios objetos.5/85. Unas gafas,6/85. Unos anteojos.7/85. Una calculadora,8/85. Un reloj.9/85. Una cámara foto-

gráfica.Puerto de la Cruz, 22 de

febrero de 1985.EL ALCALDE