El alimento de los dioses: mito, alteridad y caldos ... · PDF filesegún la...

34
1 El alimento de los dioses: mito, alteridad y caldos rituales huicholes Héctor M. Medina Miranda Universidad Autónoma de San Luis Potosí Entre las comidas rituales más importantes de los huicholes se encuentran los caldos que en toda celebración bullen en el fuego central de los patios ceremoniales. En torno a ellos se llevan a cabo procesiones, danzas y cantos orientados al intercambio con los ancestros deificados, de quienes se espera recibir la fertilidad que permitirá el crecimiento de los cultivos, la iniciación y la continuidad del orden imperante. La elaboración de los caldos es la culminación necesaria de todos los sacrificios de toros y de venados, cuyo propósito es – según la exégesis nativa– alimentar a los dioses con la sangre de los animales inmolados. De hecho, la oblación no será del todo concluida hasta que la carne de las víctimas haya sido transformada por el fuego, ofrecida a los dioses y distribuida entre los presentes en un auténtico acto de comunión. Las diferencias en el sacrificio y elaboración de los caldos de venado y toro evidencian una oposición de enorme relevancia en el pensamiento huichol. Mientras el consumo del venado nos remite al autosacrificio del héroe cultural huichol, de quien según la mitología fue heredada la tradición, la inmolación del toro nos habla de la conquista de un personaje trasgresor identificado con la alteridad mestiza y de quien descienden todos los no indios. En este artículo partiremos de los mitos registrados entre los nativos acerca de ambos animales para, posteriormente, abordar los procesos rituales de elaboración y consumo de los caldos, así como en la relación de oposición y complementariedad que entre estos se establecen en relación a la definición de la alteridad. El bovino y su origen mítico Entre los wixaritari he podido registrar diferentes versiones de un mismo relato que da cuenta del origen del ganado bovino. En todos ellos se atribuye su creación a Tamatsi

Transcript of El alimento de los dioses: mito, alteridad y caldos ... · PDF filesegún la...

1    

El alimento de los dioses: mito, alteridad y caldos rituales huicholes

Héctor M. Medina Miranda Universidad Autónoma

de San Luis Potosí

Entre las comidas rituales más importantes de los huicholes se encuentran los caldos que en

toda celebración bullen en el fuego central de los patios ceremoniales. En torno a ellos se

llevan a cabo procesiones, danzas y cantos orientados al intercambio con los ancestros

deificados, de quienes se espera recibir la fertilidad que permitirá el crecimiento de los

cultivos, la iniciación y la continuidad del orden imperante. La elaboración de los caldos es

la culminación necesaria de todos los sacrificios de toros y de venados, cuyo propósito es –

según la exégesis nativa– alimentar a los dioses con la sangre de los animales inmolados.

De hecho, la oblación no será del todo concluida hasta que la carne de las víctimas haya

sido transformada por el fuego, ofrecida a los dioses y distribuida entre los presentes en un

auténtico acto de comunión.

Las diferencias en el sacrificio y elaboración de los caldos de venado y toro evidencian una

oposición de enorme relevancia en el pensamiento huichol. Mientras el consumo del

venado nos remite al autosacrificio del héroe cultural huichol, de quien según la mitología

fue heredada la tradición, la inmolación del toro nos habla de la conquista de un personaje

trasgresor identificado con la alteridad mestiza y de quien descienden todos los no indios.

En este artículo partiremos de los mitos registrados entre los nativos acerca de ambos

animales para, posteriormente, abordar los procesos rituales de elaboración y consumo de

los caldos, así como en la relación de oposición y complementariedad que entre estos se

establecen en relación a la definición de la alteridad.

El bovino y su origen mítico

Entre los wixaritari he podido registrar diferentes versiones de un mismo relato que da

cuenta del origen del ganado bovino. En todos ellos se atribuye su creación a Tamatsi

2    

Kauyumari, ancestro mítico que en su nombre ostenta la denominación de “Nuestro

Hermano Mayor”. Él fue quien guió a la familia primigenia en una larga peregrinación que

concluyó con el nacimiento de sol y la creación del orden imperante. Como toda la familia

original, emergió del poniente, específicamente del Océano Pacífico, e inició su recorrido

en la costa de San Blas, Nayarit, con dirección al desierto potosino. No muy lejos de ahí,

poco antes de llegar a Xeutari, La Cumbre –que divide la parte baja, occidental y obscura

de la región alta, oriental y luminosa del territorio cosmogónico wixarika–, construyó el

primer corral para el ganado, en un lugar que los huicholes conocen como Wawi Kuraru.

Cuentan que Kauyumari hizo con zacate varias figuras de bovinos, caballos, burros y otros

animales. Luego, con un silbido, el héroe cultural les dio vida. Enseguida, aparecieron los

vaqueros y el payaso ritual tsikuaki haciendo con sus gritos que estos se movieran:

Él hizo la lucha, con zacate hizo animalitos, de todos los animales que hay. Les puso

las orejas, el cuero, todo, todo. Ahí estaba, pero nomás zacate, así como animales, de

todos los que hay. Kauyumari puso vaqueros, caporales y todo para que se movieran

esos. El Kauyumari chifló y se movieron todos los animales. El burro hizo: ¡Ah, Ah,

Ah!; el borrego: ¡me, me!; luego era la chiva: ¡me, me!; luego el caballo: ¡ih, ih, ih!;

los machos: ¡ah, ah, ah! Así hacían esos animales que hizo de zacate. Entonces

vaqueros, los caporales gritaron: ¡ea, ea, ea! Al ratito salió y gritó también uno que se

llama Tsikuaki, traía su máscara: “¡órale!” –les pegó– “¡órale muévanse!” Al ratito

corrieron los animales por a’i. Por eso nunca falta Tsikuaki en San Andrés, porque es

de los que los movió.1

Así estuvo, ya que los hizo y los caminó hicieron cinco corrales […] Los corrales los

llenaron con chivos, borregos, puercos, burros, remudas, caballos, yeguas. 2

Este relato está generalmente centrado en la figura del toro y del caballo. De hecho,

sorprende la presencia de vaqueros arreando cerdos, chivos o borregos. Sin embargo, es la

manera en la que se explica el origen mítico de casi todos los animales que los españoles

                                                                                                                         1  El tsikuaki es el payaso ritual que acompaña a los danzantes que aparecen en los rituales correspondientes a la cabecera comunal y la iglesia de la misma.  2 Relato de Catarino Carrillo, Bancos de Calítique (Uwenu Muyewe), Durango.  

3    

trajeron de la Península Ibérica.3 Generalmente, la narración continúa precisando el motivo

por el cual los indígenas no conservaron la riqueza que el bovino y el caballo representan,

aun cuando fue el ancestro de las wixaritari quien los creó.

Se dice que Kauyumari inventó el primer arado y la manera de uncirlo a las bestias de tiro,

pero lo había construido con zacate y éste se rompió en el intento de abrir el primer surco.

No obstante, al héroe lo acompañaba el vecino charro, en lengua wixarika conocido como

Tamatsi Teiwari Yuawi (Nuestro Hermano Mayor el Vecino [Extranjero] Azul Oscuro).

Este ancestro, del cual según la mitología descienden todos los no indios, construyó

nuevamente el arado, pero en esta ocasión utilizó madera y consiguió labrar la tierra.

Kauyumari al ver que el teiwari4 había conseguido aprovechar su invención decidió

legársela y cederle el ganado bovino. De manera que a los huicholes sólo les quedo la

opción de cultivar con bastón sembrador (coa). Algo similar sucedió con el caballo, el

héroe construyó una silla de montar de zacate y el animal lo tiró al suelo. Entonces, el

charro perfeccionó la silla y consiguió montar a la bestia sin que ésta lo derribara. Así,

Kauyumari decidió legar también la montura a los no indios, dejando a los huicholes a pie.

La desventura del héroe wixarika no terminó ahí ya que, a pesar de ser un estupendo

chamán, creador del ganado y el líder de la peregrinación primigenia, su esposa desconocía

sus atributos y creía que era perezoso. Ella había visto que otras personas tenían ganado y

que con la leche de la ordeña hacían quesos, sintiendo pesar por el bien ajeno, por lo que

decidió reclamarle a su marido la falta de iniciativa que mostraba en esas labores. Entonces,

Kauyumari respondió obsequiándole el ganado, para que la mujer obtuviera el queso que

tanto deseaba. Al día siguiente, todavía de madrugada, se levantó para indicarle que era

hora de la ordeña. La esposa se fue a los corrales e inició la faena, pero las vacas se

                                                                                                                         3 El gallo es una excepción que analizaremos en otro momento. También en este mismo sentido se llega a explicar el origen de los aviones, los trenes o las camionetas. Por supuesto, creados por Kauyumari, pero legados a los no indios: “Kauyumari quería hacer todo: avionetas, camiones... quería hacer todo, pero no pudo, pero a’i andaba cerquita el otro, por eso pudo el mestizo. [Eso fue] Lo que le tocó a los mestizos por eso ahora tienen camioneta, carro, tren, aviones y Kauyumari se quedó así, sin nada. Pero hay unas personas de nosotros que sí tienen carro, pero batallando, pero avión nadie tiene. El más rico es el mestizo porque Kauyumari les dio a ellos” (relato de José Cayetano y Julio Carrillo).  4 Nombre que se asigna a todos los no indios.  

4    

resistieron a ser ordeñadas, por lo que no consiguió ni gota de leche. La impericia de la

mujer desembocó en una discusión. Catarino Carrillo de Uweni Muyewe lo narraba así:

Creo que como a las tres de la mañana se levantó Kauyumari a decirle a la señora:

“Pos hay que ordeñar las vacas”. Se levantó la señora y llevó una olla, pero la vaca

pataleó, le pegó con sus piernas y cayó la señora: “¡Hijo de la chin…, esos animales

están cabrón!” Se asustó. No pos cuando amaneció no había ordeñado ni una. Un

becerro estaba encerrado llorando, pues quería mamar. Entonces le dijo la señora:

“No puedo, cómo le hago”. “Bueno, por qué me decía que yo soy pobre, tú que

querías tomar leche, tú que querías comer queso. Entonces ahorita qué te pasa, ahorita

es cuando. Tú pa’ nada sirves, yo creo que nomás me estás discriminando, que yo no

tengo nada, soy pobre”. Pos ni modo, no pudo, nomás ya le abrió [el corral] a los

becerros, pos salieron y pudieron mamar. No pudo ordeñar nada, ni hizo queso, nada.

Como dijo: “Ya no te tocó a ti” –para siempre yo creo–. No pos, ya vez que la

española se quedó con ellos [los animales]. Ahorita por eso están ricos. Creo que así

pasó, la historia de nosotros. Quedó pa’ los teiwari nada más.

Como ya he mencionado, los huicholes explican el origen de casi todos los animales que

fueron traídos a América por los españoles en diferentes variantes de los relatos que he

citado. Algunos de ellos han sido elegidos como animales adecuados para sacrificar a los

dioses, como la cabra, el borrego y el bovino. Sin embargo, es al toro al que le han asignado

mayor relevancia ritual, convirtiéndolo en un elemento indispensable de toda celebración y

uno de los alimentos predilectos de los ancestros. La importancia atribuida al bovino está

relacionada a la su asociación que hacen de éste con las deidades teiwari, que en su

mayoría son adaptaciones nativas de Cristo y los santos católicos.

De acuerdo con la mitología, todos los “santitos”5 emergieron del océano Pacífico,

formando parte del mismo grupo que guiaba Kauyumari. Eran parte de la familia

primigenia, pero se cree que de ellos descienden directamente todos los no indígenas,

                                                                                                                         5 Nombre que en castellano los huicholes dan a todas esas manifestaciones nativas de Cristo y los cantos católicos.  

5    

particularmente de la virgen de Guadalupe. Precisamente, algunas narraciones explican que

a ella se debe la importancia ritual asignada a los bovinos. En algún lugar del recorrido,

dentro de la región occidental del territorio sagrado huichol, Guadalupe dio a luz a Cristo.

Poco después, en una ocasión en la que se encontraba barriendo, encontró una flor de papel

de China (xuturi), del tipo de las que suelen adherir a las velas que se ofrendan en las

fiestas. Recogió la flor y la guardó bajo su faja, a la altura del ombligo. Casi al instante, se

percató de que había quedado preñada, pero de ese embarazo no nacería un ser humano,

sino un ternero, que fue objeto del primer sacrificio ritual:

[…] a los pocos momentos se sintió como que estaba panzona, al poco tiempo tuvo

una becerrita. De ahí salieron unos novillos, que son toros, pero por a’i salieron, así

nomás. La becerrita, cuando estaba recién nacida, la lamieron los novillos. Ya que

vieron esto los otros santitos, los compañeros que andaban juntos, dijeron: “Esto va a

ser para nosotros si se logra hacer el mundo, en eso vamos a descansar, va a ser

nuestra comida la sangre”. Así como lo hacemos nosotros cuando hacemos la fiesta:

lo sacrificamos, eso se hizo para que nosotros lo hiciéramos así.

En ese entonces no había mundo, apenas se estaba formando. Eso hicieron [los

ancestros] para que nosotros cumpliéramos con nuestro costumbre, así como nosotros

hacemos la fiesta y tenemos que matar becerro o una vaca para darles de comer a

ellos.

Si bien, la sangre del toro es el alimento de todos los ancestros, independientemente de que

sean teiwari o wixaritari, se dice que los bovinos son propiedad de las deidades teiwari. A

ellos es necesario recurrir cuando se desea tener éxito en la ganadería, pero también en otro

tipo de actividades en la que el fin último es el enriquecimiento personal. En realidad, la

narración acerca de la apropiación del ganado es el punto en donde inicia la descripción de

un proceso en el que los no indígenas toman para sí los últimos avances tecnológicos y el

control de la política. De acuerdo con los mitos que he registrado, la virgen de Guadalupe

es también el águila que ostenta la bandera nacional mexicana, quien decidiría dónde se

edificaría la ciudad de México. En un principio se pensó que ésta debería fundarse en donde

ahora se encuentra la comunidad huichola de San Andrés Cohamiata. Ahí quería

6    

Kauyumari que se ubicara, pero la virgen se negó. Intentó también que se construyera en el

lago de Chapala, sin conseguir convencerla.

Finalmente, Guadalupe eligió el cerro de Tepeyac como su lugar de residencia. En la

laguna cercana se posó sobre un nopal y el teiwari le hizo un retrato para colocarlo en la

bandera mexicana. Por su parte, Kauyumari llevó consigo oro y plata que había encontrado

en la tierra del peyote, Wirikuta, particularmente en Real de Catorce, uno de los grandes

centros mineros de San Luis Potosí.6 Una vez en la ciudad capital, Kauyumari entregó los

minerales a los teiwari e hicieron las monedas, sobre las que imprimieron la imagen del

águila.7 En algunas versiones se dice que los ancestros flecharon al ave cuando se posó en

el nopal y que con la sangre que brotó hicieron tinta y se creó la palabra escrita, así como

los planos y los títulos de propiedad, que se repartieron entre todos los pueblos.8 En la

mayoría de los casos, los relatos de éste tipo concluyen con explicaciones como la

siguiente:

Kauyumari regresó a Wirikuta. Como ya en México había hecho todo, dejó el dinero

pa’ que la gente de ahí se vivieran así, comprando algo […] Por eso en la ciudad de

México hay todo, porque al compañero de él, que era mestizo [teiwari], le dijo cómo

hiciera todo. Por eso nosotros cada año vamos a peregrinar a Wirikuta, porque

nuestros dioses quedaron ahí, todos los que hay en San Andrés y Wirikuta. La comida

de los kakauyari [ancestros] o corazón que quedó se convirtió en peyote, por eso hay

peyote ahí.

Kauyumari quería hacer todo, pero no pudo, pero se lo dejó al mestizo. Por eso

nosotros no tenemos nada, porque los antepasados fueron así. Si a Kauyumari le

hubiera salido bien todo, nosotros tendríamos todo lo que hay en la ciudad. Pero

Kauyumari a nosotros nos dejó para que cumpliéramos con el costumbre, pero mucha

gente no lo cree. Los mestizos creen que nosotros lo hacemos porque queremos

comer carne, venado, toro, pero no es así. Kauyumari así nos dejó, por eso nosotros

                                                                                                                         6 Fue una de las minas más ricas de la Nueva España, y antiguamente se le conocía como Real de Minas de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce.  7 José Cayetano y Julio Carrillo, Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango.  8 Cristóbal de la Cruz, Brasiles, Durango.  

7    

año con año estamos cumpliendo con nuestra costumbre, para seguir adelante y no

nos pase nada. Si no hubiera hecho eso Kauyumari, yo creo, no hubiera gente ni

mestizos, nada. Pero Kauyumari pudo hacer lo que él pudo hacer, por eso tenemos el

costumbre. Nosotros, la gente mayor, los que somos mara’akate, los que pueden con

el dios platicar, le piden que llueva y sí llueve. Y si hay enfermedad le pide al dios

también, y sí se hace. Por eso nosotros nunca dejamos de hacer nuestro costumbre,

debemos de cumplir, porque hasta igual hizo todo para que nosotros sufriéramos, eso

nos dejó a nosotros.9

Esta explicación subraya el papel creador de los primeros fieles de la tradición huichola,

especialmente de Kauyumari, quien en un acto de nobleza concedió sus grandes ideas y su

riqueza a los no indios. Así se manifiesta el motivo por el cual los huicholes son pobres.

Todo esto comenzó con la creación del ganado, símbolo por excelencia de la riqueza

económica entre los wixaritari, pero también identificado con una alteridad no indígena que

se conduce al margen de los principios rituales establecidos por el líder de la peregrinación

primigenia. Esa otredad será también caracterizada por el egoísmo mercantilista, la argucia

política y la locura. Debo mencionar que Teiwari Yuawi, en un registro botánico, es el

“árbol del viento” conocido como kieri, una especie de datura que induce la demencia. La

contraparte de este ancestro –vinculado estrechamente con el ganado bovino– es

Kauyumari, hombre venado que entrega su vida para alimentar con su sangre a los

ancestros y con su carne elaborar otro caldo de enorme importancia ceremonial.

Los mitos del venado

A diferencia de los relatos que hablan de la creación de los bovinos, acerca del venado no

existe un mito que dé cuenta de su origen. Pareciera que éste existiera previamente como el

resto de los ancestros, que en un principio eran hombres y, simultáneamente, plantas y/o

animales. Kauyumari es el maxa tewiyari por excelencia, es decir el “hombre venado”. Él

ya existía antes del origen del universo y el amanecer de los tiempos. Como ya ha

                                                                                                                         9 José Cayetano y Julio Carrillo, Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango.  

8    

observado Neurath (2000: 72), la cosmogonía wixarika no supone una creación ex nihilo, es

decir, no pretende explicar el origen de todas las cosas a partir de la nada, sino que presta

especial atención a cuál es el origen de la existencia estructurada. En otras palabras,

pretende detallar los acontecimientos a través de los cuales se fue estableciendo el orden

habitual de las cosas y se consiguió superar el caos preexistente. Así, la mitología huichola

se limita a explicarnos que los ancestros ya existían, aunque todavía no habitaban este

mundo. Ellos vivían en Hai Mutiu, lugar de la Nube Parada, al otro lado del Océano

Pacífico. De ese lugar partieron los ancestros y cruzaron el mar para iniciar la búsqueda del

lugar donde nacería el sol en el oriente.

Como ya se ha dicho con anterioridad, el grupo era liderado por el hermano mayor venado,

fundador de las tradiciones huicholas y el principal precursor de las transformaciones que

dieron lugar al orden actual. En buena medida, el perfil de Kauyumari se define en

contraste con el de Teiwari Yuawi, pero especialmente por ser el fundador de las

tradiciones rituales huicholas y, de cierta manera, participar en la conformación de los

principios tradicionales de otras sociedades vecinas, como lo hiciera con el teiwari. Esto se

sostiene en la creencia de que los ancestros de toda la humanidad participaron en la

peregrinación primigenia, la cual fue promovida por el héroe.

Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la narración acerca de la música tradicional.

Cuenta que poco después de que los ancestros emergieran del océano, la virgen de

Guadalupe escuchaba música que provenía del tronco de un nogal (kariuxa). Al notar esto,

Kauyumari y San José talaron el árbol para construir una xaweri y una kanari. Ambos son

instrumentos tradicionales wixarika: el primero es una variante del rabel o el violín y el

segundo es un cordófono similar a la vihuela. En aquella época no existían las cuerdas

modernas, por lo que Kauyumari les puso hilos de lama para que al vibrar produjeran el

sonido. San José tomó la xaweri y el hermano mayor la kanari. Éste último, frotó cada una

de las cinco cuerdas del instrumento para asignar la música tradicional a cada uno de los

grupos vecinos de los huicholes. Pero la mejor de todas ellas sería, por supuesto, la

wixarika. Veamos un fragmento del relato registrado:

9    

De esa lama que hay en el agua las pusieron como cuerdas, porque en ese tiempo no

había cuerdas todavía. Afinaron para empezar a tocar. Primero le jaló la primera

cuerda [a la kanari, que tiene cinco cuerdas], se oyó como en castellano, en español,

pero la tocada de los mestizos que tocan. Luego tocó la segunda, ésa se oyó en idioma

de cora, y la tradición que ellos llevan lo tocan. La tercera es de los nahuas,

nanawata, como nosotros les decimos, mexicaneros. La cuarta, los tepehuanes. Por

último, la quinta, se oyó de los huicholes.

De ahí ya se sentaron a tocar y la virgen de Guadalupe por a’i estaba oyendo a ver qué

canción le gustaba. Primero tocaron de ésos de mestizo, luego de cora, y al último

tocaron la del huichol, que es una danza que tocan en San Andrés […] Y que sí, se

levanta la virgen a bailar [con esta última canción]. Dijo: “Esta música sí me gusta,

¿por qué? Ésta va a ser especialmente para los huicholes y me da mucho gusto”.

Kauyumari no legó ninguna riqueza económica a los wixaritari, pero sí les heredó su

creación más valiosa: el costumbre. Bajo esta denominación los huicholes comprenden

todos aquellos rasgos y modos de actuar que conforman el carácter de su sociedad,

fundamentados en una tradición ritual y retórica que remiten inequívocamente a la

peregrinación primigenia.

Los primeros peregrinos trazaron las rutas hacia los lugares sagrados de los cinco rumbos

cardinales que los wixaritari deben visitar en sus prácticas rituales. El más importante de

estos es Wirikuta, región en la que se encuentra Reu’unax+, el Cerro Quemado donde

aparecería el sol por primera vez. Sólo los ancestros que siguieron con fidelidad el ethos

huichol consiguieron llegar a dicho sitio, al que se acude en busca de la iniciación

chamánica. Esa región del desierto potosino es en la que Kauyumari eligió como su

residencia. Ahí el hermano mayor venado se transformó en el peyote, cactácea que también

es considerada el corazón del sol.

Esto nos obliga a hacer una breve revisión del mito que explica el nacimiento del astro

diurno, para poder explicar la lógica que opera en la cacería del cérvido, ya que la creación

el sol fue el propósito primordial de la primera peregrinación. Este acontecimiento marcaría

10    

el principio de la alternancia entre el día y la noche, entre la época de lluvias y la temporada

seca; de la diferencia entre el desierto de “arriba” (oriente) y la costa occidental de “abajo”

(poniente); así como de la oposición entre iniciados y no iniciados (Neurath y Gutiérrez,

2003: 293). El relato dice que los ancestros vivían en un rancho llamado T+ameta, en la

región central del territorio sagrado huichol.10 Ahí, los ancestros percibió que el sol nacería

tras arrojar al fuego a un niño, quien habría sido el elegido para transformarse en el astro.

Sacrificaron a varios chicos, pero sin obtener el resultado esperado. Incluso, algunos

comenzaron a proponer que se quemara a aquellos que habían sugerido y apoyado el

sacrificio de los infantes.

A punto de castigar a los responsables, apareció un tecolote que distrajo a los ancestros con

sus cantos. Entonces, Tseriakame11 –acompañado por otros ancestros– se acercó para tratar

de flechar al ave, pero ésta los hizo desistir con sus palabras. El hombre tecolote le explicó

que habían estado quemando a las personas equivocadas y que el niño elegido era el hijo de

Waxi Wimari.12 Tseriakame fue a casa de esta diosa madre y le contó lo sucedido. En un

principio ella se negó a colaborar, ya habían sacrificado a su hija Tatei Uteanaka13 y no

estaba dispuesta a perder otro miembro de su familia. Sin embargo, el niño estaba

escuchando y convenció a su madre de que, efectivamente, él era el que se convertiría en el

sol, el Tawewiekame o protector del mundo (kiekari). Le dijo a Waxi Wimari que no se

preocupara, “él sabría encontrar su tradición y no se iría para siempre”.

La madre se resignó y dejó que se marcharan a Teupa,14donde lo ataviaron con huaraches,

sombrero, pulseras y le dieron un arco con flechas. Hicieron una fogata y, al tiempo que

Tseriakame señalaba con sus plumas de chamán hacia los cuatro rumbos, el niño saltó hacia

cada uno de los lugares sagrados de los extremos para después arrojarse al fuego y

sumergirse en el inframundo. En el momento que el niño desapareció en la fogata, las

                                                                                                                         10 El resumen acerca del nacimiento del sol que a continuación presento está hecho a partir de las diferentes versiones narradas por Catarino Carrillo, José Cayetano y Julio Carrillo, de Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango; así como otras de Cristóbal de la Cruz, residente de Brasiles, Durango.  11 “El que está a la derecha”, deidad que habita la región meridional del universo huichol.  12 “Milpa Nueva” deidad que se transformó en la piedra blanca de San Blas, madre de Nariwame, Ekateiwari y el niño que se arrojó en Teupa para convertirse en el sol.  13 Diosa madre genitora de las mujeres maíz.  14 Sitio sagrado ubicado en la región central del universo cosmogónico huichol.  

11    

enfermedades –que también eran personas– aparecieron por primera vez bajo la forma de

una humareda y todos los ancestros las padecieron.

Kauyumari estaba con todos ellos y les indicó que para recuperar la salud debían

confesarse, hacer un nudo en una cuerda por cada pecado, “limpiarse” con ella15 y quemarla

en el fuego. Luego, deberían salir a la cacería del venado para que el sol renaciera en el

oriente. Aquí es donde el relato nos conduce a una paradoja que ata los cabos en la retórica

nativa: el hombre venado insta a los ancestros a emprender la cacería del mismo cérvido.

Su actitud es muy análoga a la del niño que se auto sacrifica, en beneficio de todos, para

convertirse en el sol. Ya Preuss, en una síntesis de los relatos que había registrado, ha

explicado con claridad cómo se resuelve este episodio. El antropólogo prusiano señala que

Kauyumari, también llamado Parikuta Muyeka o “el que camina antes del amanecer”,

escapa en varias ocasiones de sus cazadores, pero finalmente “se dispara a sí mismo o se

deja flechar por los cazadores; enseña a los dioses cómo deben corretear a los venados con

perros para atraparlos en trampas, y se ahorca con los lazos de la trampa” (1998 [1908c]:

279). También pide a Hautsitamai, “el joven rocío de la mañana”, quien no es otro que el

conejo de la luna, que meta la cabeza en la trampa. Sin embargo, no sabe cómo hacerlo y

sólo se rompe las astas.

En la versión que Catarino Carrillo me relató encontramos algo similar que aclara ésta

última parte. Dice que en un principio los cuernos habían sido destinados al hombre conejo,

pero estos eran demasiado pesados para él y cayó de bruces. Entonces, la cornamenta se la

cedió a Kauyumari, el venado que sí pudo portarla. Las astas son sus varas de mando

(kuruxi) y sus muwierite, las plumas que todo chamán o mara’akame emplea en sus

prácticas rituales. Éstas son también el instrumento que permite a los chamanes

comunicarse con el universo mítico, a través de la intermediación del hermano mayor

venado. Como ya lo ha notado López Austin al analizar nuestro relato: “Las astas que

perdió el conejo y ganó el venado son la intensa luz solar”, es la insignia que sólo pueden

portar los personajes solares y los héroes étnicos (2009: 24).

                                                                                                                         15 Ésta es una operación ritual que los huicholes realizan durante la peregrinación a Wirikuta. Wati itenie o limpiarse consiste en restregar por el cuerpo la cuerda anudada que representa los pecados, una moneda o alguna rama que se encontró en el camino.  

12    

En la mitología documentada por Zingg, la cacería del venado tiene un principio similar y

se ubica en el relato acerca del nacimiento del sol, pero deja más clara la asociación entre el

venado y el peyote que los wixaritari subrayan con frecuencia. Como en las otras

narraciones, se dice que los ancestros tuvieron muchas dificultades para cazar el venado y

no lo consiguieron hasta el quinto día. Los ancestros siguieron las huellas del cérvido que

se iban transformando en peyotes y a las que disparaban flechas a su paso. Subieron a una

pequeña mesa, donde lo divisaron y lentamente empezaron a rodearlo. En el centro brotó un

chorro de espuma, era el venado que se había transformado en el cactus sagrado que los

convertiría en chamánes: “[…] el venado era un enorme peyote. Un lado era verde, otro

blanco, otro rojo, otro negro y otro amarillo. Usando esos colores del peyote cada uno de

los cazadores se pintó la cara; estos colores son la vida […] encendieron muchas velas entre

el peyote. El color que habían puesto en sus caras se fue a sus corazones y los hizo

curanderos” (1998 [circa 1937]: 67).

En todos los casos que he citado, la narración conduce al amanecer de los tiempos. Una vez

que el venado se hubiera entregado a los cazadores, el sol podría salir. Más aun, fue el éxito

de la cacería el que permitió que el hijo de Waxi Wimari, emergiera del inframundo

convertido en el astro diurno. Cuando el sol apareció en el horizonte, los animales

compitieron para ponerle un nombre. El conejo lo llamó Tawexika, la codorniz apostó que

se llamaría Tayau y, por último, el guajolote lo nombró Tau. Los tres nombres se utilizan

actualmente para denominar al sol, pero el ganador de la competencia fue el guajolote,

quien aportó el nombre más popular. En algunas versiones se dice que en el momento de la

emergencia se realizaron todo tipo de sacrificios para alimentar al sol, también nos

menciona de que hay otros seres que desean alimentarse del astro diurno:

Ahí mataron un becerro, un borrego, luego buscaron venado, un jabalí, chivo, por eso

nosotros con el muwieri, nosotros le damos la sangre al Sol, para que coma, no

sabemos si se la come o no, pero la flecha que le dieron, eso le dieron para que se

cuidara, porque creo que había animales, víboras que se lo querían comer a él, al Sol

[…] las flechitas, se las dieron para que se cuidara, para que si alguien lo quiere

13    

comer le da un flechazo. Por eso hay estrellitas, ésas son las policías del Sol, lo están

cuidando. Por eso en las ciudades hay policía del gobierno, porque el Sol tiene policía

que lo defiende, al gobernador y al gobierno también.

Todas las estrellas son flechitas y policías, cuando ven a una víbora que quiere salir a

comerlo entonces ya la estrella baja y lo mata en el mar, allá donde vivimos nosotros,

en los peñascos, porque dicen que quiere salir una víbora y quiere tener alas y va a

volar hasta llegar allá. Por eso tiene a la policía, para que mate a los animales que se

lo quieren comer.16

En éste punto nuestro recorrido por la mitología wixarika nos obliga a retomar algunos

aspectos de los relatos analizados. Por un lado, el toro es considerado el alimento de los

ancestros, pero es propiedad de los ancestros teiwari y su caracterización nos remite a la

parte obscura, baja y occidental del universo cosmogónico huichol. Por el otro, la sangre

del venado también debe alimentar a las deidades, pero particularmente al sol. El

nacimiento de éste, corresponde al éxito en la cacería, remitiéndonos a la parte luminosa,

alta y oriental del cosmos wixarika. El primero está estrechamente vinculado a la alteridad

no indígena, el segundo es ejemplo de vida y fundador del ethos wixarika; el toro evoca el

egoísmo mercantilista que se considera una característica inherente de los teiwari, el

venado la austeridad y el auto sacrificio en beneficio de la colectividad. Debo agregar que

los bovinos son objetos de compra y venta, por lo que sobre ellos se impone un valor

económico. En cambio, entre los huicholes, los venados no puede ser objeto de

transacciones de este tipo, sino que deben obtenerse en la cacería y –según las creencias–

estos sólo se entregarán al perseguidor cuando se hayan cumplido todas las exigencias

rituales preliminares.

Un contraste más es necesario precisar, el toro está vinculado con los ancestros que no

consiguieron residir en la tierra del peyote, con quienes quedaron fuera del lugar sagrado de

iniciación chamánica. Por su parte, el venado es el iniciado e iniciador por excelencia, el

mara’akame que durante las celebraciones rituales va trasmitiendo su conocimiento acerca

de los pasajes míticos al cantador. Se dice que él sólo repite las palabras del ancestro

                                                                                                                         16 José Cayetano y Julio Carrillo, Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango.  

14    

venado y que sus plumas o muwierite operan a manera de “antenas” que le permiten recibir

esos mensajes desde el universo de los dioses. La iniciación se obtiene participando en las

peregrinaciones a los lugares sagrados y, especialmente, visitando Wirikuta, el lugar del

amanecer. Estos recorridos rituales tienen como principal objetivo pedir la lluvia a los

ancestros, la cual proviene –en diferentes formas y calidades– de toda la familia primigenia

que conforman los ancestros. Además, los peregrinos asumen una posición que los

identifica con las estrellas, con aquellos defensores del sol encargados de evitar que éste sea

devorado por las serpientes que habitan el inframundo. Aunque, posteriormente, ellos

mismo se convertirán en la serpiente que devorará al astro diurno, cuya muerte no

representa el fin de su existencia, sino su transformación en otro personaje mitológico.

Juntar la sangre y traer las lluvias

Dentro de los animales de origen foráneo, los wixaritari han elegido algunos para sacrificar

a los dioses, como la cabra, el borrego y el bovino. La primera se considera un sacrificio

apropiado para Tamatsi Ekateiwari, “Nuestro Hermano Mayor, el Vecino (mestizo)

Viento”, personaje constantemente identificado con Teiwari Yuawi. El borrego se inmola

como un acto propiciatorio de lluvias, ya que la apariencia del animal lanudo permite que

se le asocie con las nubes. De alguna manera, ambos sacrificios pretenden promover la

presencia de las precipitaciones pluviales. Sin embargo, la asociación del bovino con la

lluvia es todavía más estrecha. De acuerdo con la explicación proporcionada por Rafael

Carrillo en la fiesta de Namawita Neixa de la ranchería de Keuruwit+a (Las Latas),

momento en el que se suele sacrificar una cabra a Ekateiwari, éste ancestro deificado es un

excelente charro al que se solicita su intervención para que lace las nubes y las “arrié” hacia

la sierra huichola. Así, el bovino es también identificado con las nubes y, más aun, con las

tormentas veraniegas. Al respecto Preuss, ya había observado que “[...] cuando caen los

aguaceros más borrascosos, cuando retumban los oídos por los truenos y por el salvaje rugir

de los ríos crecidos. Entonces se dice que se escucha el mugir del Hakuyáka, el toro gigante

que impetuosamente revuelve la tierra con sus pezuñas.” (1998 [1908a]: 248).

15    

Aquí tenemos que el toro, al ser asociado con la lluvia, es también una de las formas que

adquiere la serpiente acuática que habita el inframundo. Según la exégesis nativa, el mundo

es una plataforma circular que flota sobre el mar, masa de agua que compone el cuerpo de

una serpiente de dos cabezas, una por la que devora al sol cuando se oculta en el poniente y

otra por la que éste emerge triunfante por el oriente. El enorme reptil es identificado con

Takutsi Nakawe, abuela ancestral que en un relato registrado por Zingg, se transforma en el

bovino para ser sacrificado en las fiestas: “Santo Cristo ordenó a los funcionarios dar la

fiesta de carnaval. Dado que [...] la serpiente marina de Nakawe, había sido transformada

en toro, se ordenó que se diera la danza del toro en esta ceremonia, durante nueve días”

(1998 [circa 1937]: 249). La abuela Nakawe también se manifiesta en las cinco direcciones

bajo la forma de las diferentes diosas madres de la lluvia (véase Lumholtz, 1986 [1900]:

39-40), constituyendo todo un género de ancestros acuáticos y telúricos. La más importante

de ellas es Tatei Nariwame “Nuestra Madre la Mensajera”, la lluvia del oriente.

Los mitos que he recolectado narran que el origen de la lluvia tiene lugar cuando Waxi

Wimari, cansada de escuchar los llantos de su hija Nariwame, la abandona detrás de su casa

en T+ameta.17 Tatei Nariwame se marchó enfadada con dirección al oriente, donde se

convirtió en las nubes mensajeras de los ancestros que habitan dicha región, la “mandadera

de los dioses” como dicen los huicholes. En el trayecto pasó por cinco lugares sagrados, los

cuales se consideran los cinco escalones que la diosa madre debe ascender hacia el cielo

para alcanzar la madurez y precipitarse en forma de lluvia. Al notar su ausencia, la madre

envió a su hijo mayor Ekateiwari (El Viento) a buscarla, pero ella se negó a volver con él,

advirtiéndole que a los cinco días regresaría por sí misma. Para entonces deberían

construirle un xiriki18 y prepararle sus ofrendas.

La separación de la madre y la hija marca el rompimiento de la comunicación habitual entre

los ancestros de levante y los habitantes de la región media, donde viven los huicholes.

Asimismo, establece una nueva forma de intercambio a través de las ofrendas. Sin

                                                                                                                         17 Waxi Wimari encuentra su residencia definitiva en el poniente, en la costa de San Blas, Nayarit. Sin embargo, en los mitos del nacimiento de la lluvia y del sol, se dice que ella se encontraba en el centro, la región media donde habitan los huicholes.  18 Adoratorio menor wixarika.  

16    

embargo, los padres estaban enfadados y no atendieron a las peticiones de la hija, así que

Nariwame decidió matarlos con sus rayos. El sonido de los relámpagos es para los

huicholes el llanto de la diosa de la lluvia, que tiene hambre y pide las ofrendas para saciar

su apetito. Aquí, al final de la narración, los acontecimientos toman caminos distintos. Una

de las versiones registradas dice que tsauxirika19 le ofreció los árboles a la lluvia y sobre

estos descargó los rayos. En otra, la lluvia quiso lanzar los relámpagos sobre su madre, pero

su hermano el viento la convenció de no hacerlo y los lanzó a los árboles.20

La versión que fue registrada por Preuss (1998 [1907]: 163-164) muestra otra conclusión

posible. Nariwame vuelve convertida en nube y habla a sus padres, pero ellos no entienden

lo que dice, su lenguaje se había transformado. En este caso el diálogo con los personajes

de la tierra media se rompe en un cambio de código, causando que la diosa de la lluvia

finalmente mate a sus padres con los relámpagos. Como en las otras versiones de este mito,

el cantador o tsauxirika, el hermano mayor, es el único que mantiene la interlocución con

Nariwame, pero nada pudo hacer al respecto. Como resultado de dicho rompimiento, la

diosa de la lluvia lanza los rayos a sus padres, que son el roble y el pino (ibídem: 164).

La versión de este mito registrada por Zingg (1998 [circa 1937]: 181-185) arroja más datos

al respecto. Se dice que, en un principio Nariwame era un varón que se llamaba

Tsikuakame. Él se encontraba muy enfermo, por lo que no paraba de llorar y vomitar. La

madre lo abandona desnudo bajo los rayos del sol. El hermano mayor lo encuentra, le

regala un arco con flechas de juguete y lo lleva hacia el oriente para que eligiera el lugar

donde viviría. En el trayecto, el niño sana y en una cueva encuentra la que sería su

residencia. Ahí el hermano mayor le quita el arco y lo transforma en niña, Tsikuakame se

convierte en Nariwame. Ella escupe en el centro de la cueva y al momento aparece un disco

de piedra (tepari); escupe por segunda ocasión y aparece una serpiente sobre el tepari.

                                                                                                                         19 El cantador ritual.  20 Resumen de los relatos de José Cayetano Medina y José Aguilar Ramírez, Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango.  

17    

Nariwame y el hermano mayor continúan su camino acercándose a donde los esperaba el

Sol, quien sería su nuevo padre. Para alcanzar al astro diurno tuvieron que aprovechar una

elevación en el terreno:

Hicieron cinco intentos de llegar con su nuevo padre, pero estaba demasiado lejos.

Finalmente treparon una pequeña loma, donde estaba una jícara votiva que se había

llenado mágicamente de agua, y que también tenía una gran vela. Le dijeron a la niña

que la tomara, que bailara con ella y que no derramara agua, pues de lo contrario

moriría. Así que bailó, y luego la bañaron en el mar, mientras el Sol la observaba

(Zingg, 1998 [circa 1937]: 183).

Mientras tanto, el padre se percata de la ausencia de la hija y ordena a la madre que vaya a

buscarla. Tras un largo rastreo, la encuentra en el fondo de un manantial. Los dioses se

niegan a entregarla a los padres originales, pero le dicen que debe construir un xiriki, hacer

las ofrendas y sembrar la milpa. Sólo así, Nariwame podría volver en forma de lluvia. La

diosa de la lluvia se presenta en su rancho como una nube, pero “dentro de la nube había

tomado la forma de una gran serpiente de agua pura” (Zingg, ibídem: 184). El relato dice

que si los truenos no asustaban a sus padres, significaría que realmente estaban

esperándola. Los rayos derrumbaron un pino en cada una de las direcciones alrededor de la

casa de los padres. Ellos se asustaron y Nariwame regresó decepcionada a la cueva donde

había definido su residencia.

La milpa creció con la lluvia. Entonces, Nariwame ordenó que le llevaran los primeros

frutos, dinero, velas y jícaras votivas ungidas con sangre de venado, de borrego y de toro.

También pidió cinco sillas uweni, de las que usan los mara’akate. Luego les indicó:

Cuando cosechen, vendan lo primero de la cosecha y déjenme un peso del dinero que

ganen en la venta. Aquí pueden conseguir agua con la cual los cuidaré. Den fiestas en

sus casas, matando animales comprados con el dinero de la venta de mi maíz. Hagan

cinco pequeñas sillas […] de chamán, para que yo me pueda comunicar con los

18    

chamanes cuando se sienten cantando en las sillas grandes (Zingg, 1998 [circa 1937]:

184-185).

Como podemos ver, a partir del momento en que Nariwame se separa de su familia se

pierde el diálogo entre las partes. Este proceso de rompimiento no concluye hasta el

nacimiento del sol, acontecimiento que establece un nuevo orden. Los únicos medios que

los huicholes conservan para comunicarse con los dioses son las ofrendas y los cantos del

chamán o mara’akame. De manera que el mito también explica el inicio de los

intercambios rituales entre los habitantes de la región media, es decir, los huicholes y los

dioses del oriente, con Nariwame como su mensajera. A cambio de las ofrendas, los dioses

liberarán las lluvias y obsequiarán el agua sagrada de los manantiales donde ellos residen:

“lugares sagrados, cuyos dioses son seres maternales ó serpientes que suben al cielo con las

nubes y descienden en forma de fecundante lluvia (Lumholtz, 1986 [1902], II: 57). Entre

ellos Tatei Nariwame ocupa un lugar fundamental, ya que es considerada la manifestación

más fértil y benéfica su género. Es por ello, así como por su importancia para la iniciación,

que Wirikuta es el principal destino de los peregrinos.

En los rituales, los mara’akate ocupan el lugar del hermano mayor: con sus cantos piden

que las precipitaciones pluviales vuelvan a la sierra y manifiestan los deseos de los dioses;

dirigen las ceremonias para la entrega de las ofrendas y asperjan, sobre los que participan

en la celebraciones, el agua que se ha traído de los lugares sagrados. El propósito de la

aspersión es evitar que los dioses los castiguen enviando alguna enfermedad. Llevar a la

comunidad el agua de las diosas madres de la lluvia en los cinco rumbos, es también una

manera de restituir la completitud a la serpiente del inframundo, la abuela Nakawe cuya

personalidad se fragmenta en las diferentes diosas madres de la lluvia, quienes deberán

inundar el cielo durante el verano y devorar al sol.

Esa restitución de la completitud también la encontramos en las ofrendas, en las que se

mezcla la sangre de bovinos y cérvidos, así como de otros animales sacrificados. Éstas se

ungen con el rojo fluido de los animales asociados con la parte occidental y oriental del

19    

cosmos, con las víctimas que los dos tipos de deidades prefieren como su alimento.21

Pareciera que en esa reproducción de la totalidad radica, en buena medida, la eficacia

comunicativa con los ancestros. Coincido con Neurath (2000: 76) en que el “don de ver”,

que se obtiene con la iniciación y permite comunicarse con el universo mítico, consiste en

conocer la estructura “verdadera” del mundo en forma de quincunce (tsikuri). Sin embargo,

considero que éste va más allá de una actitud contemplativa. Implica también comprender

todas las maneras en que se puede reproducir esa totalidad e, incluso, crear nuevas si es

preciso. En el caso de la combinación de la sangre, esto se consigue uniendo las potencias

acuáticas e ígneas del universo cosmogónico, las cuales son intrínsecas a cada individuo

que habita el universo. Esto lo ilustra muy bien la creencia en que todos los ancestros eran

serpientes cuando emergieron del océano, pero que algunos fueron modificando su perfil

para adquirir otros atributos solares que finalmente prevalecen en su personalidad. No por

ello, aquellos rasgos acuáticos han desaparecido. El mismo astro diurno se transforma en

una serpiente cuando, al atardecer o al llegar la época de lluvias, se sumerge en el

inframundo para ser devorado por el reptil bífido que ahí habita.

Las deidades huicholas pueden adoptar diferentes formas en función de las circunstancias.

Un ancestro pude representar una planta en el registro botánico, un animal en el registro

zoológico y un astro o un fenómeno celeste en el registro astronómico. Por ejemplo,

Takutsi Nakawe se identifica con el chalate, el jabalí, la serpiente de inframundo y el cielo

nocturno. La heterogeneidad de las deidades explica y sintetiza la compleja diversidad del

cosmos. Cada elemento de éste se asocia con un personaje divino. La personalidad de los

ancestros está dispersa en todo lo que ellos crearon y en lo que se transformaron después

del origen mítico. Dicho de otra manera, los dioses se componen de un conjunto de

elementos de la realidad. Así, diferentes elementos pueden compartir la misma

personalidad divina porque se cree que en el origen mítico “todas las cosas, especies de

plantas, animales y seres humanos, formaban una unidad indiferenciada, conviviendo en

ausencia de reglas y sin problemas de comunicación” (Neurath, 2000: 57). Por diversas que

puedan ser las apariencias sensibles, en el mito todos los elementos de la realidad que

                                                                                                                         21 Como ya habría observado Neurath, “la sangre de los animales sacrificados es un alimento para los dioses y ‘hace hablar’ a las ofrendas, es decir permite la efectividad de la oración. Así el sacrificio facilita el entendimiento entre los humanos y los dioses” (2002: 189).  

20    

portan el mismo signo “devienen mitológicamente ‘lo mismo’: son una misma esencia, sólo

que ésta se envuelve y oculta bajo distintas formas de manifestación” (Cassirer, 1998

[1925]: 183).

En los mitos, plantas, animales y hombres también comparten un origen humano, que les

otorga un lugar dentro de la sociedad como ancestros deificados. De alguna manera, las

plantas y los animales perdieron las características que fueron retenidas por los hombres,

algunos otros dioses se transformaron en astros, cerros o manantiales. Como Viveiros de

Castro (1998: 472) observó en los casos que estudió en el Amazonas, la mitología wixarika

no plantea la distinción entre naturaleza y cultura, se asegura que plantas y animales son

seres sociales. Así, la cultura es la “naturaleza” de los sujetos y la humanidad es la forma

general tomada por todos estos.

Esas mismas transformaciones que se atribuyen a los dioses son vividas por los huicholes

que participan en el ciclo ritual. Así, la principal tarea de los peregrinos es caminar para

crear el universo como lo hicieron los ancestros deificados. En sus peregrinajes visitan los

cinco rumbos y entregan ofrendas a las deidades que ahí habitan. El viaje a Wirikuta, el

lugar del amanecer, es el destino más importante de la peregrinación porque, según los

huicholes, “sin el peyote no llegan las lluvias”, lo cual no resta importancia mítica y ritual a

la peregrinación a otros rumbos del universo, lo importante es la totalidad. Si bien las

precipitaciones pluviales se adjudican principalmente al astro diurno que surge del oriente,

debemos recordar que a cada rumbo corresponde una deidad de la lluvia.

Durante el trayecto los xukurikate se transforman en los dioses y a través de los caminos

que transitaron los ancestros deificados acceden a los extremos del universo y participan de

la creación. En los cinco rumbos los huicholes depositan ofrendas ungidas con sangre, que

sirven para atraer las lluvias, uno de los principales objetivos de la peregrinación. A cambio

recolectarán el agua de los lugares sagrados que llevaran de vuelta a casa.

Para conseguir que las lluvias lleguen a la sierra, es necesario acudir al momento de su

origen. El retorno al momento primigenio de húmeda fertilidad tiene lugar en el camino que

21    

conduce a Wirikuta. Los peregrinos deben confesar los nombres de todas las personas con

quienes hayan tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio. Tras haberse confesado,

nada es llamado por su verdadero nombre; a cada objeto y a cada persona se le asigna uno

nuevo. Los peregrinos tienen la obligación de memorizar los nombres. En las

peregrinaciones que participé entre los huicholes de Durango, el Sol era muwieri xauri

(pluma maíz seco amarillo); la luna, muwieri yuawi (pluma azul); el fuego, uxa hekua

(pintura nueva); el peyote, tutu piyari (la flor que es pizcada); el camión que nos

transportaba y el chofer eran tutu nahautsine (la flor que va navegando). Se decía que iba

navegando porque en ese momento la tierra era el mar y el mar era la tierra. El cambio de

los nombres tiene como objetivo realizar una inversión simbólica de la realidad, regresar al

caos original. Nos encontrábamos en el origen mítico, antes del nacimiento del Sol, cuando

imperaba la húmeda oscuridad.

La visita a los lugares sagrados, las abstinencias, el consumo del peyote y los rituales que lo

rodean, permiten a los peyoteros transformarse en los propios dioses. Los nombres que se

asignan a los peregrinos constan de dos partes: una que es constante en todos los nombres y

otra que los diferencia de los demás. En lo que se refiere a la primera, todos son llamados

flores (tutu). A ésta se le acompaña de otra palabra pospuesta, que hace mención a algún

rasgo particular de la persona. De manera que a una mujer se le puede nombrar Tutu

Kukayari (Flor de Chaquira), para resaltar su belleza; a un joven peregrino le pueden llamar

Tutu T+r+xi (Flor pequeña). Al identificarse como flores, los peregrinos adquieren la

personalidad divina y se integran en la unidad indiferenciada que caracteriza al origen

mítico.

Entre los grupos yutoaztecas la flor ha sido utilizada como símbolo de cantos y oratoria; de

aspectos de la fuerza vital como la sangre, el corazón y los órganos de la percepción; se

asocia con el fuego y el mundo de los dioses; ha representado la belleza y fecundidad

femeninas pero, sobre todo, evoca con mayor frecuencia la fuerza y la espiritualidad

masculinas. Esto es a lo que Jane H. Hill denominó flower world, un sistema de metáforas

en el que la flor abre una multitud de significados uniendo los polos biológicos y culturales

(1992, 1999).

22    

En el pensamiento huichol las flores se homologan con las estrellas y el peyote. A su vez,

los cuerpos celestes y el cacto sagrado son dioses y venados. Por un lado, las estrellas son

los ancestros deificados que se desplazan hacia el oriente en el cielo antes de la claridad del

día; asimismo, el peyote es la forma que tomaron los corazones de los dioses que llegaron

al lugar del amanecer. Por otra parte, las estrellas se consideran réplicas de los venados que

el Sol manda matar al amanecer a través de su ayudante, la estrella de la mañana (Preuss,

1998 [1908b]: 262; 1998 [1908c]: 278; 1998 [1909]: 292); del mismo modo, el peyote es

un venado, el ciervo Kauyumari, personaje trickster que se manifiesta como la estrella

matutina, a la que los huicholes también llaman xewa, “la flor de la calabaza”.

Los peregrinos son flores que flotan sobre la humedad que impera en el origen, así como

estrellas que se desplazan hacia el oriente en el cielo antes de la claridad del día. De hecho,

los cuerpos celestes que brillan en la noche siguen una trayectoria aparente similar a la del

Sol. Los astros que pueblan el firmamento forman la serpiente que inunda el cielo durante

la noche y la época de lluvias. El firmamento nocturno que es la condición previa para la

existencia del Sol. Por esto, durante la peregrinación los peyoteros se desplazan en fila para

identificarse con la serpiente acuática. Esta deidad es la oposición complementaria de

Wexika,22 el cielo diurno, águila que sostiene al mundo con sus garras y cuyo corazón es el

Sol, el cual se representa con un peyote o una flor.

El camino de los peyoteros en dirección oriente los conduce a presenciar el nacimiento del

Sol en Reu’unax+, el Cerro Quemado. Como ya he mencionado, cada mañana el astro

diurno y su ayudante, el lucero del alba, tienen que matar y correr a las estrellas venado. En

la recolección del cacto sagrado los peregrinos imitan la cacería del venado. Al encontrar el

primer conjunto de peyotes, los huicholes de Durango entregan ofrendas y clavan

numerosas flechas votivas en torno a los cactos, posteriormente se dispersan para

recolectarlo individualmente.

                                                                                                                         22 Éste fue el nombre que propuso la gente conejo para llamar al Sol en el mito de su nacimiento.  

23    

La cacería de los peyotes asegura el triunfo del Sol sobre la oscuridad, en su lucha contra

los cuerpos celestes. Los peregrinos son flores, estrellas y venados. Cazador y presa son

una misma persona: dioses que salieron del inframundo, al servicio del Sol y en busca del

amanecer. De la misma manera que lo hicieron los ancestros, emprenden la cacería del

venado, pero no pueden cazarlo hasta que el venado, estrella de la mañana, entrega

voluntariamente su cuerpo a los cazadores. Las flechas indican el inicio de la persecución,

las ofrendas solicitan el autosacrificio de la deidad.

En el camino de los peyoteros en dirección poniente, de regreso a casa, los peregrinos

conducen al Sol hacia su muerte y transformación. Ahora la fila de peyoteros se identifica

con Tatei Nariwame, diosa madre de la lluvia del oriente y aspecto luminoso de la serpiente

de inframundo. Como ya había señalado Negrín: “Las serpientes de nubes aparecidas en

Huirikuta [sic.] seguirán el camino de regreso de los peregrinos, precipitándose sobre el

centro de la tierra, nutriendo los arroyos de la Sierra, para volver al mar en los ríos que son

serpientes también” (1977: 22-23). En el crepúsculo la serpiente del inframundo devora al

Sol y al amanecer resurge victorioso de entre sus fauces. Al interior del cuerpo acuoso de la

serpiente la personalidad del astro diurno se dispersa en las estrellas sin perder del todo los

rasgos luminosos que lo caracterizan. De manera que distintos dioses astrales constituyen y

sustituyen al Sol, deidad que representa a todo un género divino. Con el amanecer el Sol

triunfa sobre la oscuridad, recupera su forma gracias a que se alimenta de las estrellas

venados: la luz astral se convierte en luz solar. Posteriormente se transforma en Nariwame

para reintegrarse a la serpiente de inframundo, el mar que rodea al universo huichol. Aun

cuando las precipitaciones pluviales no se presenten, la llegada de la diosa de la lluvia de

oriente será un acto real y efectivo.

Con el nacimiento del Sol el crecimiento desenfrenado de Takutsi Nakawe se transforma en

la benéfica lluvia que provee el astro diurno en la forma de Tatei Nariwame. El triunfo

solar tiene lugar en las entrañas de la serpiente, donde todo es uno y lo mismo, el origen

indiferenciado. El propósito del ritual es subrayar el antagonismo en la victoria, la

supremacía de lo masculino y la importancia de la iniciación. Gracias a la ingesta del cacto

sagrado, el corazón de los ancestros, los peyoteros adquieren la personalidad divina y

24    

acceden al universo mítico. De manera que los peregrinos son flores tutu cortando el cacto

sagrado, estrellas persiguiendo a los cuerpos celestes que brillan en la noche, venados

cazando ciervos, ancestros deificados en busca de sus corazones, dioses creando el

universo. En las palabras de los propios peregrinos: “son hombres en busca de sus propias

vidas”, las cuales transitan cíclicamente entre la singularidad y la diversidad, otorgándole

diferentes rostros a la totalidad del universo. Uniendo y fragmentando a cada paso la

personalidad de los ancestros.

La preparación ritual de los caldos

La sangre del venado y el toro son las principales ofrendas para alimentar a los dioses, que

a cambio otorgan a los hombres las lluvias, la germinación y el florecimiento. Sin embargo,

el sacrificio de éstos animales no ésta del todo consumado hasta que estos han sido

transformados en caldos rituales. Si bien hay otros animales que son adecuados para

sacrificar a los ancestros, sólo estos han sido elegidos para ser cocinados de ésta guisa.

Veamos el procedimiento por el cual son llevados del campo a la cazuela. Comencemos por

el bovino.

Entre los wixaritari hay muy buenos criadores de bovinos, quienes emplean un método de

ganadería extensiva. No obstante, la mayoría de ellos se ven obligados a comprar un toro

cuando el mara’akame les exige hacer un sacrificio. Debo mencionar que éste tipo de

ganado se mata, casi exclusivamente, en un contexto ritual. De hecho, en casi todas las

celebraciones deberá hacerse. Según la tradición, los ancestros le comunicarán al chamán, a

través de sus sueños, quien será el responsable de aportar la víctima. Cuando de pedir las

lluvias se trate, generalmente se designará a alguna persona que ocupe un cargo ritual. Pero

también puede señalase a alguna persona que padezca alguna enfermedad o tenga algún

familiar en esa situación. En este caso se considera que algún ancestro ha producido el

trastorno al individuo por no acatar sus obligaciones rituales. Si el animal es sacrificado y

se obtiene la lluvia y la sanación esperada, se dice que efectivamente así lo estaban

pidiendo los ancestros, que la inmolación satisfizo los deseos de las deidades. De lo

25    

contrario, se pensará que el cantador está errando en sus ensoñaciones o que no es un

auténtico curandero. Incluso, se puede creer que los dioses no pedían esa inmolación y que

el chamán estaba engañando a la gente para poder comer carne.

Idealmente, el sacrificio del toro se realiza con los primeros rayos del sol. En ese momento

la víctima es tumbada en el suelo y el mara’akame apunta con sus plumas muwieri hacia el

astro y las hace descender lentamente para pasarlas sobre la víctima. Las agita también

sobre el cuchillo que hundirán en la carótida del animal y el plato con el que captarán la

sangre que brotará. Los portadores de estos instrumentos son los hakerite o angelitos, niños

que se encuentran en torno a los cinco años de edad y que habrán asumido dicho cargo por

un quinquenio. Se puede decir que es el primer nivel de una larga trayectoria de cargos

político-religiosos. Después de haber ocupado ese cargo, el pequeño es un excelente

candidato para convertirse en jicarero o xukurikate, cargo de los centros ceremoniales xiriki

y tukipa. Los hakerite, según la exegesis nativa, son los sacrificadores del animal, los

responsables de darle muerte. Se dice que sólo una persona “limpia”, como el joven hakeri,

pude sacrificar al bovino. De lo contrario esto traería consecuencias negativas, causando la

enfermedad o la muerte del sacrificador “impuro”. Esto nos muestra el cuidado con el que

deben ser tratados los personajes nocturnos del inframundo y el peligro que estos entrañan.

¿Pero por qué un infante no corre ningún peligro al realizar dicha inmolación? En principio,

para los wixaritari, los niños son blandos y húmedos. Están asociados con los nuevos

frutos, los elotes antes de convertirse en mazorcas, las calabazas tiernas, las nubes y la

lluvia. Es decir, los niños no son todavía seres humanos del todo (véase Neurath, 2008: 46).

En contraste con ellos, quienes están vinculados al poniente, el inframundo y mítica

serpiente acuática del océano, están los adultos y los iniciados, asociados al oriente, el cielo

y el desierto potosino. Como bien ha señalado Neurath (ibídem: 33), “la iniciación significa

alejarse de todo lo relacionado con el mar y acercarse al sol naciente”. En otras palabras,

los niños son como las diosas madres de la lluvia, pero con el paso de los años y su

participación en las ceremonias van asemejándose más a los ancestros que habitan la árida

tierra del peyote o al sol si se prefiere. Se van secando y endureciendo. De manera que un

niño no experimenta un choque con alteridad alguna cuando se sacrifica a un bovino,

26    

ambos pertenecen al mismo género. Sin embargo, un crío no cuenta con la fuerza ni el valor

necesario para asestar una puñalada a un bovino, por lo que es preciso que el mara’kame

designe a un sacrificador que degüelle al toro en nombre de los angelitos. Éste será el

matatseru, hombre que se identificará con el toro durante el resto de la fiesta.

El mara’akame pasa su muwieri por encima de la cabeza del matatseru, y le coloca un

pañuelo sobre su cabeza, el cual deberá atar por debajo de su barbilla. Los hakerite le

entregan el cuchillo y el plato.23 Luego, a la señal del chamán, el matatseru asesta la

puñalada y capta la sangre que brota a borbotones de la carótida. Con ella se ungen las

ofrendas y los objetos sagrados. Posteriormente, el animal es desollado y destazado. Una

pierna se entrega al cantador, quien vela con sus cantos durante dos noches. Una paletilla o

pata delantera será para el encargado de tocar la xaweri durante la fiesta. A quien toca la

kanari se le entrega un trozo del costillar. El proveedor de la res también suele conservar

alguna porción para su propio consumo. El resto de la carne se trocea y se coloca en ollas y

cubetas metálicas con agua, las cuales permanecen en el fuego hasta el fin de la

celebración.

La fiesta del toro o Mawarixa dura dos días y dos noches. La primera noche velan

escuchando los cantos del mara’akame hasta el amanecer, momento en el que se sacrifica

al toro. El día transcurre con tranquilidad después del sacrificio, preparando el caldo y

escuchando la música de la xaweri y la kanari. En muchas ocasiones la fiesta del toro se

combina con otras celebraciones rituales y la primera tarde se llena de actividades. En la

segunda noche el mara’kame vuelve a entonar sus cantos y, a las doce de la madrugada,

comienzan las procesiones y los bailes del toro y el wakero. El primero es encarnado por el

mismo matatseru que portará los cuernos del animal sacrificado y llevará la cola del mismo

atada a su cintura. El segundo es un hombre ataviado como una mujer e imita a un vaquero

que, con unos listones atados a los cuernos del toro danzante, trata de conducirlo en las

procesiones. Pareciera que la única manera de evitar las consecuencias negativas del

contacto del sacrificador con la bestia de inframundo es homologarse con ella.

                                                                                                                         23 Cuando los hakerite son muy pequeños basta con que toquen estos instrumentos.  

27    

Las procesiones del toro y el wakero se realizan en cinco ocasiones hasta al amanecer, cada

una de ellas corresponde a uno de los escalones que, según las creencias, el sol debe

ascender para emerger del inframundo. Cada procesión concluye con un baile zapateado al

ritmo de la música de los xaweleros.24 El toro obra con socarronería y locura en todo

momento, reforzando su asociación con la noche y el inframundo, el viento y la locura.

Según se me ha explicado, antiguamente, el toro de las danzas y procesiones era también

llamado el “cantador del sueño”, se encargaba de cantar disparates y bromear con la gente

para que no se quedara dormida. Actualmente, ya no se acostumbran los cantos, pero las

bromas siguen siendo habituales.

El segundo día se distribuye el caldo de toro, de la misma manera en que se hace con el

caldo de venado, los cuales se cocinan simultáneamente en el fuego del centro ceremonial.

Antes de abordar la distribución, es preciso explicar la obtención y elaboración del cérvido.

Como ya se ha mencionado, el venado no puede ser objeto de un intercambio económico,

debe ser cazado. Mientras los hombres salen en busca de la presa, el mara’akame

permanece en el centro ceremonial, negociando a través de sus cantos con el hermano

mayor Kauyumari, pidiéndole que se entregue voluntariamente a los cazadores. Sólo se

rendirá ante aquellas personas que hayan cumplido todas sus obligaciones rituales

(abstinencias, sacrificios, ofrendas, etc.). La suerte en la cacería se interpreta como una

señal de los ancestros y un acto de iniciación. De hecho son los mismos peregrinos los que

deben matar al cérvido. Relataré a continuación como se desarrolló una de las cacerías a la

que tuve la oportunidad de asistir con mis amigos de Uweni Muyewe, después de una

peregrinación, y la preparación subsiguiente del animal.

Alrededor de las 11 de la mañana partimos en busca del venado, en dirección al poniente, al

costado norte del poblado mestizo de Calítique. El grupo era de 25 personas, todos armados

con rifles de calibre veintidós. A la sombra de un árbol de zapote, antes de entrar en una

barranca, los cazadores distribuyeron peyote y conformaron tres grupos de cuatro personas

cada uno. El plan era que los tres grupos esperaran distribuidos a la salida de la barranca,

mientras el resto avanzaría lentamente en hilera, desde la entrada, para hacer correr al

                                                                                                                         24 Quienes tocan la xaweri y la kanari.  

28    

venado hacia el lugar donde los tres grupos tratarían de sorprenderlo. A esto le llaman

“correr el venado”. Desafortunadamente, el venado escapó al ojo de los cazadores, sólo

quedaba seguir su rastro y tratar de rodearlo. Se dice que los venados, cuando no desean ser

cazados, se transforman en águilas y emprenden el vuelo. Recordemos que las cornamentas

del venado y los muwierite, hechos de plumas de águila, son instrumentos mágicos que se

homologan.

Cabe señalar que todos partimos en ayunas a la cacería, de la misma manera se tiene que

acudir a la cacería del peyote durante la peregrinación a Wirikuta, de lo contrario no se

encontraría la presa. Por la tarde el sol, la larga caminata y el hambre habían menguado

nuestras fuerzas. Afortunadamente, a las siete de la tarde se escucharon unos disparos en la

cima de un cerro que estábamos rodeando, entonces acudimos al lugar y vimos al venado

muerto tendido en el suelo.

Uno de los cazadores amarró al animal por las patas y lo colgó sobre su espalda, entonces

emprendimos el regreso a Uweni Muyewe. Al llegar al poblado nos dirigimos

inmediatamente al centro ceremonial comunal. El venado se colocó al poniente del fuego,

con la cabeza hacia el sur y las patas hacia el poniente, las armas al costado norte del

animal, los morrales con los objetos sagrados del grupo de peyoteros a un lado de la cabeza.

Las mujeres de los cazadores llevaron ollas de comida (frijoles, arroz y tortillas) que

colocaron alrededor de estos objetos.

Un cazador cortó con un cuchillo algunos peyotes y los colocó sobre el venado. Los

mara’akate esparcieron agua de los lugares sagrados sobre todos los objetos que se

encontraban al poniente del fuego y después agitaron sus muwierite por encima de la

cabeza de los cazadores para “limpiarlos”. Los peyoteros repasaron los nombres asignados

a las cosas durante la peregrinación. Al terminar, hicieron una nenewiya (especie de

plegaria) y comieron del peyote que estaba sobre el venado. El momento en que el cérvido

se entrega al individuo se considera el adecuado para comer peyote y experimentar las

visiones chamánicas, que pueden convertir al cazador en mara’akame. En otras palabras, la

entrega voluntaria del venado presagia a los cazadores suerte en la búsqueda de nierika, el

29    

“don de ver”. Aquéllos que no comen el cactus que les corresponde o lo obsequian a sus

compañeros manifiestan su temor de alcanzar dicho nivel de iniciación.

Enseguida empezó la distribución de alimentos para romper el ayuno. Para entonces ya

había oscurecido. Después de cenar se dispusieron a tatemar el venado, labor que también

es propia de los cazadores. Al oriente del patio ritual cavaron un hoyo de aproximadamente

50 centímetros de profundidad y un metro de diámetro. En el fondo prendieron leña y, una

vez que empezó a arder por completo, le arrojaron piedras; mientras éstas se ponían al rojo

vivo destazaron al venado. Después de desollarlo extrajeron las vísceras y le cortaron la

cabeza. El estómago del animal se rellenó con los riñones, el hígado, la garganta, los

pulmones y un poco de sangre. El resto de las vísceras fue arrojado a los perros. El cazador

que mata el venado puede conservar la panza, las patas, el corazón y la cabeza; sin

embargo, le debe entregar algo al mara’akame que ayudó en la cacería con sus cantos.

Una vez que las piedras estaban al rojo vivo el venado se envolvió en hojas de plátano y se

colocó sobre las piedras calientes. Por último taparon el hoyo con zacate y tierra. Dos horas

después el venado estaba tatemado. Con la carne hicieron collares, ensartando los pedazos

en un hilo, algunos de los cuales fueron obsequiados a los individuos que conformaron el

contingente de cazadores. La mayor parte de la carne, ensartada en collares, y los huesos se

conservan para el caldo. Estos se cuelgan en algún sitio de las casas para dejarlos secar. Ahí

permanecerán hasta el día de la fiesta, la cual puede llevarse a cabo algunas semanas o un

mes más tarde.

Ya en la celebración ritual, el caldo de venado se cocina simultáneamente con el caldo de

toro. La carne seca se coloca en cubetas u ollas de metal, junto con los huesos que han sido

previamente troceados con un machete. Se agrega agua y se deja hervir todo un día,

agregando más agua a medida que ésta se consume. En la maña del segundo día de fiesta,

sirven algunos platos de ambos caldos, a los que agregan tortillas, gorditas y tamales. Los

peregrinos, llevando los platos, realizan varias procesiones y los depositan como ofrendas a

los dioses en los diferentes adoratorios del centro ceremonial. Por la tarde, después de que

los dioses han sido alimentados, los caldos se distribuirán entre los hombres.

30    

Una diferencia importante se observa en la manera de comer el caldo de toro y el de

venado. Al primero suelen agregarle sal e, incluso, en algunas ocasiones, salsa picante

hecha con tomate asado y chiles. Aunque el uso de la salsa no es muy común, el empleo de

la sal parece ser casi una norma, ya que nadie ve extraño agregársela a la carne de un

animal asociado con el inframundo y el océano occidental. Todo lo contrario sucede con el

caldo de venado, en ningún momento sería aceptable que éste se salara. Dado que se trata

de un elemento propio de su opuesto, implicaría desvirtuar el alimento solar.

Ya hemos visto que entre el toro y el venado existen una serie de contrastes que permiten

asignar diferentes atributos a cada uno de ellos. En lo que respecta a la preparación de los

caldos conviene retomar algunos de ellos. En cuanto al toro, éste debe ser comprado o,

cuando se posee, representa la pérdida de un bien económico para el propietario; el

sacrificio se realizará por degüello y escapa de la voluntad de la víctima; de manera

indirecta, lo sacrificará un no iniciado, los hakerite que no son todavía “verdaderos seres

humanos”, pero que serán sustituidos por un hombre que realizará una serie de

procedimientos rituales orientados a identificarse con la víctima, con el propósito de sortear

el violeto choque con una alteridad inframundana; la carne de la res se cocinará fresca y

con sal. Acerca del venado hemos dicho que este no es objeto de intercambio económico,

deberá obtenerse a través de la cacería; ideológicamente el animal se entrega

voluntariamente a sus cazadores, quienes antiguamente lo capturaban con trampas y ahora

lo acosan con rifles; sólo un iniciado que ha cumplido con todos los procedimientos rituales

podrá dar muerte al animal, lo cual implica que el cazador se identificará plenamente con

los ancestros de levante; la carne se cocinará seca y sin sal.

Dado que en el sacrificio es cometido por personajes de diferente índole, la posible

ineficacia del ritual tiene consecuencias distintas. Cuando el sacrificio del toro no cumple

las expectativas, el responsable de ello será el mara’akame, quien podrá ser acusado de no

haber establecido un contacto adecuado con los ancestros o de pretender engañar a los

proveedores de la res. En este caso los encargados de darle muerte al animal no pueden ser

señalados como responsables, ya que los hakeri son seres “limpios”, es decir no son

31    

capaces todavía de cometer trasgresión alguna, pero su calidad infrahumana y su

identificación con los ancestros occidentales les convierte en idóneos sacrificadores. En el

caso de la muerte del venado, los cazadores deben también encontrarse “limpios” pero, al

tratarse de personas capaces de cometer trasgresiones, cualquier “mácula” que lo vincule a

la contraparte acuática y nocturna, podrá malograr la cacería o el ritual en su totalidad. De

ahí que sólo el cazador sea el responsable de la ineficacia ritual. De esta manera, podemos

observar que los complejos procedimientos rituales que exigen la elaboración de los caldos

rituales, que van desde la obtención del animal hasta la distribución del alimento, expresan

una serie de oposiciones que definen un ethos nativo, así como las relaciones con sus

alteridades.

Conclusiones

La mitología huichola narra las andanzas de los dioses en la creación del universo. El

origen se caracteriza por ser un tiempo de oscuridad y humedad abundante. Las plantas, los

animales, los astros y los hombres se nos muestran como seres sociales. La humanidad es la

forma general que toman todos ellos y no existen problemas de comunicación. A lo largo

de la primera peregrinación, la unidad indiferenciada de los dioses da lugar a la diversidad

y la diferenciación. A su vez, la comunicación original es sustituida por un nuevo tipo de

intercambios. Los únicos medios que los huicholes heredan para comunicarse con los

dioses son las ofrendas y los cantos del chamán o mara’akame.

A través de ese rompimiento se establece la diferencia entre hombres y dioses, entre los

wixaritari y las otras sociedades humanas, entre los ancestros de levante y las deidades que

habitan la región occidental del universo, entre los indiciados y los no iniciados. Todas

estas oposiciones parecen sintetizarse en las figuras del toro y el venado. El bovino se

identificará con el la alteridad –el no huichol–, con la serpiente acuática que habita en el

inframundo, con los no iniciados. Por su parte, el cérvido evoca el ethos nativo,

equiparándose con los ancestros que habitan en la tierra del peyote y crearon las prácticas

para acceder a la iniciación chamánica.

32    

Ambas partes son elementos esenciales del universo cosmogónico, por lo que es preciso

alimentarlas con la sangre de los animales con los que ellos mismos son identificados. En

cierta medida, es una manera de sacrificar a los mismos ancestros y restituirles su

completitud, con el propósito de renovar las fuerzas de la naturaleza que ellos personifican.

Mezclar en las ofrendas el agua de las diferentes diosas de la lluvia y la sangre de los

ancestros contribuye en ese sentido, así como la elaboración y distribución simultánea de

los caldos elaborados con los animales antagónicos. Es parte del quehacer ritual que los

wixaritari heredaron de sus ancestros y de ello dependerá el correcto funcionamiento del

universo. Así, la familia primigenia recuperará su personalidad original, restableciendo la

comunicación perdida en el origen, para después volverse a fragmentar siguiendo el ritmo

de los ciclos naturales y marcar nuevamente las fronteras pertinentes con las alteridades

humanas y divinas.

Bibliografía

Cassirer, Ernst: Filosofía de las formas simbólicas, 2, El pensamiento mítico, Fondo de

Cultura Económica, México, 1998 [1925].

Hill, Jane: “The Flower World of Uto-aztecan”, Journal of Anthropology Research, 48,

University of Nuevo México, Albuquerque, 1992, pp. 117-144.

---: “The Flower World in Material Culture: An Iconographic Complex in the Southwest

and Mesoamerica”, Journal of Anthropology Research, 55, University of Nuevo

México, Albuquerque, 1999, pp. 1-37.

López Austin, Alfredo: “Ligas entre el mito y el ícono en el pensamiento cosmogónico

mesoamericano”, Anales de Antropología. Revista del Instituto de Investigaciones

Antropológicas, 43, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2009, pp.

9-50.

Lumholtz, Carl: “El arte simbólico de los huicholes”, El arte simbólico y decorativo de los

huicholes, Instituto Nacional Indigenista (Serie de artes y tradiciones populares, 3),

México, 1986 [1900], pp. 25-322.

33    

---: El México desconocido. Cinco años de exploración entre las tribus de la Sierra Madre

Occidental; en la tierra caliente de Tepic y Jalisco, y entre los Tarascos de

Michoacán, Instituto Nacional Indigenista (Clásicos de la antropología, 11),

México, 1986 [1902], 2 volúmenes.

Negrín, Juan: El arte contemporáneo de los huicholes, Universidad de Guadalajara-Centro

Regional de Occidente, Museo Regional de Guadalajara, Instituto Nacional de

Antropología e Historia, Guadalajara, 1977.

Neurath, Johannes: “El don de ver. El proceso de iniciación y sus implicaciones para la

cosmovisión huichola”, Desacatos. Revista de Antropología Social, 5, Centro de

Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México, 2000, pp.

57-77.

---: Las fiestas de la Casa Grande. Procesos rituales, cosmovisión y estructura social en

una comunidad huichola, CONACULTA-Instituto Nacional de Antropología e

Historia / Universidad de Guadalajara (Colección Etnografía en el nuevo milenio

serie estudios monográficos), México, 2002.

---: “Momias, piedras, chamanes y ancestros. Un estudio etnohistótico sobre la

temporalidad de la muerte en el Gran Nayar”, Morir para vivir en Mesoamérica

(Lourdes Baez y Catalina Rodríguez, coordinadoras), Consejo Veracruzano de Arte

Popular-Instituto Nacional de Antropología e Historia, Xalapa, 2008, pp. 23-51.

Neurath, Johannes y Arturo Gutiérrez: “Mitología y literatura del Gran Nayar (coras y

huicholes)”, Flechadores de estrellas (Jesús Jáuregui y Johannes Neurath,

coordinadores), CONACULTA-Instituto Nacional de Antropología e Historia /

Universidad de Guadalajara (Colección etnografía de los pueblos indígenas de

México serie estudios monográficos), México, 2003, pp. 289-337.

Preuss, Konrad Theodor: “La boda del maíz y otros cuentos huicholes”, Fiesta, literatura y

magia en el Nayarit, Ensayos sobre coras, huicholes y mexicaneros (Jesús Jáuregui

y Johannes Neurath, compiladores), Centro Francés de Estudios Mexicanos y

Centroamericanos de la Embajada de Francia en México – Instituto Nacional

Indigenista, México, 1998 [1907], pp. 153-170.

34    

---: “Resultados etnográficos de un viaje a la sierra Madre Occidental”, Fiesta, literatura y

magia en el Nayarit, Ensayos sobre coras, huicholes y mexicaneros (Jesús Jáuregui

y Johannes Neurath, compiladores), Centro Francés de Estudios Mexicanos y

Centroamericanos de la Embajada de Francia en México – Instituto Nacional

Indigenista, México, 1998 [1908a], pp. 235-260.

---: “Entre los indígenas de la sierra Madre Occidental”, Fiesta, literatura y magia en el

Nayarit, Ensayos sobre coras, huicholes y mexicaneros (Jesús Jáuregui y Johannes

Neurath, compiladores), Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos

de la Embajada de Francia en México- Instituto Nacional Indigenista, México, 1998

[1908b], pp. 261-264.

---: “Los cantos religiosos y los mitos de algunas tribus de la sierra Madre Occidental”,

Fiesta, literatura y magia en el Nayarit, Ensayos sobre coras, huicholes y

mexicaneros (Jesús Jáuregui y Johannes Neurath, compiladores), Centro Francés de

Estudios Mexicanos y Centroamericanos de la Embajada de Francia en México-

Instituto Nacional Indigenista, México, 1998 [1908c], pp. 265-287.

---: “Colección etnográfica de México”, Fiesta, literatura y magia en el Nayarit, Ensayos

sobre coras, huicholes y mexicaneros (Jesús Jáuregui y Johannes Neurath,

compiladores), Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos de la

Embajada de Francia en México- Instituto Nacional Indigenista, México, 1998

[1909], pp. 291-293.

Viveiros de Castro, Eduardo: “Cosmological Deixis and Amerindian Perspectivism”, The

Journal of the Royal Anthropological Institute, volúmen 4, número 3, Royal

Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, Inglaterra, 1998.

Zingg, Robert Mowry: La mitología de los huicholes (Jay C. Fikes, Phil C. Weigand y

Acelia García de Weigand, editores), El Colegio de Jalisco-El Colegio de

Michoacán-Secretaría de Cultura de Jalisco (Colección Occidente), México, 1998

[circa 1937].