El almeriense que conquistó Siberia

3
Lula charla con un niño durante la JOSEP PERNAU ENMUDECIÓ AL RECONOCER A SUS PADRES EN UNA FOTO DE LA GUERRA CIVIL P69 LOS RESTOS DE ALLENDE SERÁN EXHUMADOS PARA ACLARAR SI LE MATARON O SE SUICIDÓ P68 V El almeriense que conquistó Siberia Alfonso García abrió el mercado ruso a las frutas españolas El empresario posa en el memorial a los caídos en la Segunda Guerra Mundial de Krasnoyarsk, la ciudad siberiana en la que reside. :: FRANCISCO APAOLAZA 63 Lunes 02.05.11 EL CORREO

Transcript of El almeriense que conquistó Siberia

Page 1: El almeriense que conquistó Siberia

Lula charla con un niño durante la

JOSEP PERNAU ENMUDECIÓ AL RECONOCER A SUS PADRES EN UNA FOTO DE LA GUERRA CIVIL P69

LOS RESTOS DE ALLENDE SERÁN EXHUMADOS PARA ACLARAR SI LE MATARON O SE SUICIDÓ P68 V

El almeriense que conquistó Siberia

Alfonso García abrió el mercado ruso a las frutas españolas

El empresario posa en el memorial a los caídos en la Segunda Guerra Mundial de Krasnoyarsk, la ciudad siberiana en la que reside. :: FRANCISCO APAOLAZA

63Lunes 02.05.11 EL CORREO

Page 2: El almeriense que conquistó Siberia

Vive muy lejos. Tanto que Goo-gle Maps no sabe dibujar una ruta entre Cuevas de Almanzora, el

pueblo de Almería en el que nació hace 59 años y la ciudad que dis-curre a sus pies. Bajo una colina rematada por la ermita en honor de la Virgen de Paskeeva, protec-tora de viajeros intrépidos, entre el humo de las fábricas se despa-rrama con irregular capricho su ciudad. Es Krasnoyarsk, corazón de Siberia, el Este del Este, plaza conquistada por los feroces cosa-cos del XVII, parada de pasajeros del transiberiano, gulag de disi-dentes y destino de aventureros locos. Alfonso García Guerrero es de los últimos, uno de esos hom-bres bala cuyas vidas se disparan alto y lejos. Entre sus aventuras cuenta con el honor de ser el pri-mer español que trajo por aque-llas carreteras los tomates espa-ñoles. ¿Cómo fue? «¿Tienes tiem-po?», pregunta con un acento mezcla imposible de ruso y alme-riense. Conduce un Lexus todo terreno entre los Ladas que tiñen las carreteras con su vómito gris. Suelta el titular: «Soy el español que trajo las primeras frutas de España a este país. Los primeros tomates, las primeras lechugas». A la ecuación vital habría que añadirle viajes sin comida, ruina, amenazas de la mafia, la nieve, media docena de casualidades y una canción de Julio Iglesias. Todo comenzó en 1951. Nacía

en Almería un niño emprendedor que antes de la mayoría de edad conseguía la licencia de exporta-dor gracias a un viaje a Madrid a dedo por las cunetas. A los veinti-tantos había trabajado en Francia, moviendo verduras y tenía bares, discotecas e inversiones tan di-

versas que en su pueblo le cono-cían como ‘Rumasa’. En los noventa, la apertura co-

mercial de la URSS y su posterior desmembramiento iban a cam-biar su vida. «Conseguí cerrar un contrato de cinco millones de dó-lares que me costó una botella de Vega Sicilia por la que pagué 160.000 pesetas». No lo amorti-zó. «Mandé 40 camiones, un mi-llón de dólares y no me pagaron. Me vi en la ruina, no podía hacer nada en España». Y tomó una de-cisión: se iría a Holanda tras su di-nero. «Allí me dijeron que los que me debían estaban en Moscú, así que emprendí para allá el viaje en tren, pues no tenía dinero para el avión y comía gracias a los bolli-tos dulces que me dio un pasaje-ro. Los del negocio eran gentes de la mafia que se hospedaban en el hotel Moscú». Lo trataron bien: una habitación, champagne, ca-viar,chicas... Ni rastro del dinero. «Me ponía de rodillas delante de ellos, pero...» Debió insistir de-masiado. En una de las excursio-nes por la ciudad, uno de los ma-tones le dio un mensaje: «Escápa-te. Te van a matar». Su vida valía por aquel enton-

ces 50 dólares en el mercado de la calle, así que se fue con el dinero justo para un café –en un local en el que estuvo resguardado cuatro horas– y el arrojo suficiente para entrar en el Banco Central a la hora del cierre, pedir dinero y plantar el aval de su reloj de oro encima de la mesa de la jefa de Internacional. Funcionó. En Es-paña, su mujer, Marie Rosa, y su hijo no tenían qué comer. «Todo lo fiaba Alfonsa, la tendera de de-bajo de casa», recuerda. Y se le quiebra la voz. Sabe bien que en la crisis están

las oportunidades. Porque en esos tiempos, en los mostradores de las tiendas de Moscú «no había nada». La economía estaba colap-

sada y la Unión Soviética, en caí-da libre. «Yo no podía volver a Es-paña arruinado», admite. Las hui-das hacia adelante a veces salen bien. En la cabeza de Alfonso se cuadró el dos más dos: «Si yo ex-portaba fruta y allí no había nada, no tenía más que importarla. Mandé faxes a todos mis contac-tos para que me enviaran lo que fuera». Corría el año 1991. En Es-paña bajaba el Betis a Segunda, Ucrania vivía el desastre de Cher-nóbil, en el Kremlin juraba el car-go Boris Yeltsin y en una casa moscovita, con diez kilos de pata-tas en la despensa y veinte dóla-res en el bolsillo, un tal García fundaba FruitSpain, empresa rusa dedicada a importar casi de todo desde España. Hace 20 años.

Chirimoyas y nísperos Llegaron a los mostradores rusos productos nunca antes conoci-dos. «Yo me iba a las plazas y allí hacía demostraciones con chiri-moyas, nísperos y aguacates, por-que no habían visto uno en toda su vida». Vendió frutas españolas desde Moscú hasta Vladivostok, hasta en la residencia del presi-dente, como si fueran joyas. En el tiempo en el que en el país se co-mían salchichas de cuarta, el kilo de mandarinas españolas se ven-día a 160 rublos (unos cuatro eu-ros de hoy, una fortuna) y lo más chic era beber agua mineral em-botellada sin gas – «hasta enton-ces no se conocía»– que venía desde Cantalar (Caravaca de la Cruz, Murcia). «Yo no quería trabajar con la

administración, porque todo lo copian y lo lían», explica Alfonso, que sostiene que rechazó ser el proveedor del propio Mijail Gor-bachov. Pero aquellos dos arma-rios roperos con abrigo de cuero hasta los pies que le fueron a visi-tar a la oficina le hicieron cam-biar de opinión. «Acepté su con-trato porque creía que eran de la mafia y resulta que no, que ve-nían de parte de Yeltsin». Duran-te cinco años sirvió al dirigente, «un borrachón» fallecido en 2007, y estuvo entre la elite de los empresarios del país. Pero la vida le reservaba una sorpresa más, otro éxito salido del fracaso. «Me encargaron importar des-

de España 300.000 dólares en muebles. Yo les dije que si esta-ban locos, que yo no sabía nada de muebles, pero insistieron. Me fui camino de España para com-prar género y así empezó la aven-

tura». También tuvo que hundir-se para salir a flote. La empresa quebró y le dejaron como pago 100.000 dólares en muebles de Murcia en una tienda de Krasno-yarsk. «Llegué, contraté a su per-sonal y los vendimos». Años des-pués, llegó a regentar más de una decena de tiendas de Muebles de España traídos desde el Levante, y vendidos desde el Mar de China hasta Mongolia. En todas había una bandera rojigualda en la puerta y si dentro no sonaba Julio Iglesias, el director de turno po-día meterse en problemas. Para los clientes amigos –muchos y muy ricos, tanto como para com-prarse una estantería de 3.500 euros–, un cuadro con ‘Vuela amigo, vuela alto’ en ruso. Ahora en la discoteca ERA, a la

orilla del Yenisei, no se escucha ‘Bamboleo’. Suena rap y un indio

adolescente con los brazos tatua-dos canta una suerte de reggae-ton. «Todo ha cambiado mucho aquí. Cuando llegué a esta ciudad no había nada. En la calle Lenin circulaban tres coches». Ahora, delante del Mama

Roma, donde come Alfonso a dia-rio, hay pequeños utilitarios pa-gados a crédito, reliquias de los años 80 y también bólidos de a

60.000 euros que se han compra-do los que como él, hicieron ne-gocio en un país que tenía que re-construirse. «Ganamos mucho y nos hemos arruinado varias ve-ces». Ahora, los inversores de me-dio mundo miran a Rusia como uno de los golosos caramelos de los países BRIC (Brasil, Rusia, In-dia y China). El almeriense ya no le ve negocio a sus muebles y sus pimientos, que ya vienen de Chi-na –sí a clínicas de maternidad y los geriátricos de lujo– y hace un tiempo decidió cerrar el chirin-guito de los muebles y de las fru-tas. En unos meses cumplirá los 60 y se jubilará. ¿Siguiente eta-pa? Vivir la maldición del emi-grante: «Cuando esté allí, echaré de menos esto. Y cuando esté aquí, querré estar en España...». Se encoge de hombros, busca a la camarera: «‘Sh’ot’». (La cuenta).

:: FRANCISCO APAOLAZA

Se arruinó, se escapó de la mafia y terminó llenando Rusia de tomates. Alfonso García cuenta su loca aventura

RIESGOS

«Acepté un contrato por miedo a que fueran de la mafia y venían de

parte de Boris Yeltsin»

EL ALMERIENSE QUE CONQUISTÓ SIBERIA

Comerciante. España co-menzó a exportar frutas a la antigua URSS en 1990, productos que se conside-ran de nivel alto. Un kilo de mandarinas ha llegado a costar cuatro euros. ::

FOTOS F. A.

11.000 kilómetros en coche

Desde hace una década, Alfonso García sufre miedo a los aviones y prefiere tomar el coche en sus viajes entre Siberia y Almería. «En los Urales no puedes parar, porque te atracan», confiesa, y explica que en algunos casos, agente corruptos de tráfico le han parado hasta en treinta oca-siones.

Un filete ruso entre panes. El 31 de enero de 1990, cinco mil personas esperaron horas de cola para poder estrenar el restaurante de McDonalds que abrió en la Plaza Pushkin. Las lechugas que se sir-vieron en las hamburguesas las había enviado Alfonso García desde Cuevas de Almanzora (Almería).

Bigmac ruso con sabor andaluz

Por aquellos años, los rusos es-taban acostumbrados a hacer colas, pero la que se montó aquel 31 de enero del año 1990 estaba fuera de lo común. Con temperaturas bajo cero, más de cinco mil personas se agolpa-ban ante el primer McDonalds que abría en el país, un símbolo

del capitalismo que confirma-ba la caída inminente de la Unión Soviética. Aquel día se sirvieron miles de BigMac, ese filete ruso con inconfundible sabor a capitalismo americano. Las crónicas hablan de su pre-cio: el sueldo de media jornada, pero pocos sabían que las le-chugas no eran ‘gringas’, sino del pueblo almeriense de Cue-vas de Almanzora. Alfonso García, natural de

ese pueblo de Almería, asegura que las había enviado desde allí en el primer convoy de frutas y verduras españolas hacia Rusia. Hoy ya no es noticia comer en un McDonalds en Moscú. El restaurante de comida de la ca-lle Pushkin –el más frecuenta-do de la cadena alimentaria en el mundo– ha atendido a más de 73 millones de clientes y ya no tiene que utilizar género importado de otros países.

65Lunes 02.05.11 EL CORREO

Lunes 02.05.11 EL CORREO64 VV

Page 3: El almeriense que conquistó Siberia

:: F. A.

En Krasnoyarsk, la se-gunda ciudad de Siberia, soledad no significa lo mismo que en Burgos.

Soledad es una ciudad de un mi-llón de habitantes en una región con dos millones, que tiene cinco veces la superficie que España, una décima parte de Rusia, desde el hielo del Ártico hasta las cordi-lleras de Artai, en el Sur. Lejos es allí, en la Asia europea, encima de Mongolia y China, más allá de In-dia, en la tierra que cruzaron Gengis Khan y los turcómanos. Cerca significa dos días en coche. Frío tampoco es lo mismo: en in-vierno pueden caer heladas de 40 bajo cero. Krasnoyarsk, con toda su ‘siberianidad’ a orillas del Yeni-sei –el segundo río más grande de Asia– representa uno de esos te-rritorios de aventuras por los que podrían cabalgar personajes como Miguel Strogoff.

Con todo, es una ciudad cálida.

Sus habitantes no sonríen por la calle y miran extrañados al que lo hace, pero una vez saltado el muro del primer contacto, abren un mundo amable de calles con música ambiental, luces en los ár-boles, calefacción a todo tren y una conversación interesante si el ciudadano se apaña en inglés, cosa no muy común.

Krasnoyarsk es un milagro hu-mano. El hombre vino a pelear y conquistar, como siempre. En 1628 llegaron los cosacos a formar un fuerte que hoy ocupan edifi-cios modernos. Después, sobrevi-vió como parte de la ruta siberia-na hacia Vladivostok y se desarro-lló en los primeros planes quin-quenales tras la Revolución Rusa y con la industria desplazada de Ucrania durante la Segunda Gue-rra Mundial. Tuvo fábrica de pa-pel, astillero, plantas de aluminio y conserva la segunda central hi-droeléctrica más grande del mun-do. Siempre fue tierra de expa-

triados, ya fueran disidentes del imperio de los zares –como el propio Lenin, que vivió en una barca en el río– o del régimen so-viético. Miles de ellos se termina-ron pudriendo en los gulags con el mismo frío helador que hoy permite varias estaciones de es-quí en las afueras.

El milagro pervive. Hoy, Kras-noyarsk sigue creciendo en po-blación y la demanda de vivien-das es altísima (unos 60.000 eu-ros el piso) pese a que el sueldo medio no supera los 400 euros al mes, aunque no haya miseria. Cuando se funde la nieve, culti-van deliciosas patatas y dulces re-molachas en el mar de huertas y dachas de madera que rodea la ciudad y que permiten subsistir a muchas familias durante el in-vierno. Que haga frío no quiere decir que no haya nada que hacer. La ciudad está horadada con pe-queños y grandes teatros, además de cines y frecuentes programa-

ciones de ópera. Al caer la noche, hay fiesta comedida en bares con precios de Madrid (cuatro euros la cerveza de medio litro) y música local.

Sevillanas cosacas Una comunidad amplia de la ciu-dad liderada desde la Universidad Federal de Siberia se mueve para fomentar lazos de países distan-tes pero no tan distintos, a juzgar por la soltura con la que baila se-villanas en el sótano de un pub Julia Vavílova, bailaora local for-mada en Granada. Desde hace dos años, un centenar de alumnos aprenden el idioma de Cervantes en el centro de lenguas de manos de un español de Cádiz, Pablo Te-rradillos. A final del mes pasado celebraron un ciclo de cultura es-pañola al que acudieron poetas, cineastas, cantantes, filólogos y periodistas y en el que se habló desde cine hasta de toros y fla-menco.

En Rusia aún se bebe la popular Mirinda. :: F. A.

Krasnoyarsk: el este del esteBienvenidos a Siberia: Dos millones de habitantes para una región cinco veces más grande que España

Arriba, un coche abandonado junto a uno de los parques de juego de una ciudad en continuo crecimiento. Abajo, una mujer celebra la Pascua en un templo de la calle Lenin.

EL ALMERIENSE QUE CONQUISTÓ SIBERIA Lunes 02.05.11 EL CORREOV66

:: F. A.

En Krasnoyarsk, la se-gunda ciudad de Siberia, soledad no significa lo mismo que en Burgos.

Soledad es una ciudad de un mi-llón de habitantes en una región con dos millones, que tiene cinco veces la superficie que España, una décima parte de Rusia, desde el hielo del Ártico hasta las cordi-lleras de Artai, en el Sur. Lejos es allí, en la Asia europea, encima de Mongolia y China, más allá de In-dia, en la tierra que cruzaron Gengis Khan y los turcómanos. Cerca significa dos días en coche. Frío tampoco es lo mismo: en in-vierno pueden caer heladas de 40 bajo cero. Krasnoyarsk, con toda su ‘siberianidad’ a orillas del Yeni-sei –el segundo río más grande de Asia– representa uno de esos te-rritorios de aventuras por los que podrían cabalgar personajes como Miguel Strogoff.

Con todo, es una ciudad cálida.

Sus habitantes no sonríen por la calle y miran extrañados al que lo hace, pero una vez saltado el muro del primer contacto, abren un mundo amable de calles con música ambiental, luces en los ár-boles, calefacción a todo tren y una conversación interesante si el ciudadano se apaña en inglés, cosa no muy común.

Krasnoyarsk es un milagro hu-mano. El hombre vino a pelear y conquistar, como siempre. En 1628 llegaron los cosacos a formar un fuerte que hoy ocupan edifi-cios modernos. Después, sobrevi-vió como parte de la ruta siberia-na hacia Vladivostok y se desarro-lló en los primeros planes quin-quenales tras la Revolución Rusa y con la industria desplazada de Ucrania durante la Segunda Gue-rra Mundial. Tuvo fábrica de pa-pel, astillero, plantas de aluminio y conserva la segunda central hi-droeléctrica más grande del mun-do. Siempre fue tierra de expa-

triados, ya fueran disidentes del imperio de los zares –como el propio Lenin, que vivió en una barca en el río– o del régimen so-viético. Miles de ellos se termina-ron pudriendo en los gulags con el mismo frío helador que hoy permite varias estaciones de es-quí en las afueras.

El milagro pervive. Hoy, Kras-noyarsk sigue creciendo en po-blación y la demanda de vivien-das es altísima (unos 60.000 eu-ros el piso) pese a que el sueldo medio no supera los 400 euros al mes, aunque no haya miseria. Cuando se funde la nieve, culti-van deliciosas patatas y dulces re-molachas en el mar de huertas y dachas de madera que rodea la ciudad y que permiten subsistir a muchas familias durante el in-vierno. Que haga frío no quiere decir que no haya nada que hacer. La ciudad está horadada con pe-queños y grandes teatros, además de cines y frecuentes programa-

ciones de ópera. Al caer la noche, hay fiesta comedida en bares con precios de Madrid (cuatro euros la cerveza de medio litro) y música local.

Sevillanas cosacas Una comunidad amplia de la ciu-dad liderada desde la Universidad Federal de Siberia se mueve para fomentar lazos de países distan-tes pero no tan distintos, a juzgar por la soltura con la que baila se-villanas en el sótano de un pub Julia Vavílova, bailaora local for-mada en Granada. Desde hace dos años, un centenar de alumnos aprenden el idioma de Cervantes en el centro de lenguas de manos de un español de Cádiz, Pablo Te-rradillos. A final del mes pasado celebraron un ciclo de cultura es-pañola al que acudieron poetas, cineastas, cantantes, filólogos y periodistas y en el que se habló desde cine hasta de toros y fla-menco.

En Rusia aún se bebe la popular Mirinda. :: F. A.

Krasnoyarsk: el este del esteBienvenidos a Siberia: Dos millones de habitantes para una región cinco veces más grande que España

Arriba, un coche abandonado junto a uno de los parques de juego de una ciudad en continuo crecimiento. Abajo, una mujer celebra la Pascua en un templo de la calle Lenin.

EL ALMERIENSE QUE CONQUISTÓ SIBERIA Lunes 02.05.11 EL CORREOV66