El Almohadon de Plumas

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EL ALMOHADON DE PLUMAS Suponía que cuando nos casáramos iba a cambiar un poco, pero no fue así, siguió siendo el mismo tipo frio y duro con el que pase la más triste luna de miel, pero no podía negarlo, lo quería demasiado, amaba su olor en las mañanas y sus ojos cansados después de que trabajara todo el día. Estaba segura de que nuestro amor era mutuo, lo sentía en la forma en la que él me miraba y me cuidaba pero faltaba más, yo nose si era la casa lo que no aportaba para que nuestro hogar sea el cálido nido que siempre soñé o el eco que había en ella. El patio era frio y silencioso, en el corredor había estatuas y columnas de mármol que le daban una impresión de castillo encantado, era una decoración muy moderna y atractiva pero difícil de mantener. Por las tardes me aburría no sabía qué hacer, iba y venía por toda la casa, cuidaba que todo esté siempre en su lugar, me cepillaba el cabello frente al espejo mientras notaba como mi cuerpo iba perdiendo peso, no era nada extraño, siempre quise verme cada vez más atractiva para Jordan, todos los días, antes de que llegara a las 8pm me pintaba un poco los labios con lápiz labial coral para que cuando quince minutos después llegara me vea arreglada y angelical. Día tras día sentía que mi cuerpo se iba debilitando, estaba adelgazando más de lo esperado, comía y comía pero no tenía fuerza para levantarme, ni siquiera para sentarme. Mi pelo cambiaba rápidamente de color, ya no era dorado sino que se tornaba amarillento más tirando a gris, llego un momento en el que no me podía levantar sola. Necesitaba de Jordan para que me llevara al patio a tomar aire fresco, me sentía una carga, una bolsa de papa a la cual la tenían que llevar y traer a todos lados, la situación me superaba. El último día antes de no poder moverme nunca más comencé a llorar, me había convertido en un mar de lágrimas que ni las caricias de él me frenaban, pero por dentro me

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EL ALMOHADON DE PLUMAS

Suponía que cuando nos casáramos iba a cambiar un poco, pero no fue así, siguió siendo el mismo tipo frio y duro con el que pase la más triste luna de miel, pero no podía negarlo, lo quería demasiado, amaba su olor en las mañanas y sus ojos cansados después de que trabajara todo el día. Estaba segura de que nuestro amor era mutuo, lo sentía en la forma en la que él me miraba y me cuidaba pero faltaba más, yo nose si era la casa lo que no aportaba para que nuestro hogar sea el cálido nido que siempre soñé o el eco que había en ella. El patio era frio y silencioso, en el corredor había estatuas y columnas de mármol que le daban una impresión de castillo encantado, era una decoración muy moderna y atractiva pero difícil de mantener. Por las tardes me aburría no sabía qué hacer, iba y venía por toda la casa, cuidaba que todo esté siempre en su lugar, me cepillaba el cabello frente al espejo mientras notaba como mi cuerpo iba perdiendo peso, no era nada extraño, siempre quise verme cada vez más atractiva para Jordan, todos los días, antes de que llegara a las 8pm me pintaba un poco los labios con lápiz labial coral para que cuando quince minutos después llegara me vea arreglada y angelical. Día tras día sentía que mi cuerpo se iba debilitando, estaba adelgazando más de lo esperado, comía y comía pero no tenía fuerza para levantarme, ni siquiera para sentarme. Mi pelo cambiaba rápidamente de color, ya no era dorado sino que se tornaba amarillento más tirando a gris, llego un momento en el que no me podía levantar sola.Necesitaba de Jordan para que me llevara al patio a tomar aire fresco, me sentía una carga, una bolsa de papa a la cual la tenían que llevar y traer a todos lados, la situación me superaba. El último día antes de no poder moverme nunca más comencé a llorar, me había convertido en un mar de lágrimas que ni las caricias de él me frenaban, pero por dentro me sentía protegida.Al día siguiente me desperté un poco peor con el grito de “Alicia Alicia ha llegado el medico”, me reviso hasta las puntas de las uñas de los pies, era callado, frio y serio, otro más como el, luego de verme fue al pasillo a hablar con Jordan, pero por suerte pude escuchar mi situación desde la cama porque el doctor se había olvidado la puerta abierta. Entre pavadas y tonterías dijo que no tenía la más mínima idea de que era lo que me estaba provocando estos síntomas, pero que si a la mañana siguiente me despertaba igual lo llamara de urgencia. Eso no me preocupo yo quería seguir bajo el ala de mi marido.Como no iba adelgazar si esto me producía una anemia impresionante, también inexplicable junto a los desmayos, sentía como de a poquito me iba yendo, yo seguía feliz, Jordan no me sacaba el ojo de encima. Volvió a llamar al médico mientras yo dormía, cuando no lo hacía estaba junto a mí en la habitación, pero sino se la pasaba en la sala con toda la luz encendida al igual que en el cuarto.

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Ya no sabía lo que estaba diciendo, comenzaba a alucinar cosas pero a su vez me daba fuerza para seguir pensando en Jordan y en su atención, aunque no parecía, porque me la pasaba mirando la alfombra del cuarto hasta que de repente comencé a gritar su nombre desesperada, con energía, feliz, sin para de sonreír y sentir que revivía acariciando sus frías manos.Arruinando la situación, el medico volvió inútilmente a aparecer con un pobre aporte a la situación “es un caso serio, hay poco que hacer”, ponía a Jordan triste y desesperado, sin ánimos para seguir, igual que yo o quizás peor, no lo sé, no me lo decía, fui extinguiéndome de apoco, cada vez empeoraba un poco más, ya no tenía más ganas de seguir viviendo, perdía cantidad de sangre, ni mis ojos podían mantenerse abiertos y en mi último aliento escuche a la sirvienta gritar desesperada que un monstro desborda la almohada, que de lo hinchado que estaba no se le notaba la boca, yo no entendí si hablaban de mi o de alguien mas.

Ornella Casanoba

8/09