El Alumno Paranoico - Millas

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5/19/2018 ElAlumnoParanoico-Millas-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/el-alumno-paranoico-millas 1/2 Lunes. A ver, ¿la realidad tiene grados? ¿Hay asuntos más reales que otros? ¿Es más n subsecretario que un jefe de departamento, un elefante que un gusano, una gall eta maría que un pan Bimbo? Yo mismo, ¿soy más real por las mañanas que por las noch  ¿poseo la misma consistencia cuando estoy eufórico que cuando estoy deprimido? ¿Hay n día de la semana más cierto que los otros? Me vienen a la cabeza estas preguntas e n la Línea 5 del metro de Madrid, de la que llevo recorridas cinco estaciones, cad a una más imaginaria que la anterior. Es como si viajara hacia la niebla, hacia la  disolución, hacia la nada. Los viajeros que entran en cada parada son cada vez más tenues, más vaporosos, más sutiles. Cuando llego a Callao, que es mi destino, he dev enido ya en una suerte de fantasma. Me siento inmaterial. Asciendo a la calle y los cuerpos de los transeúntes atraviesan el mío, nadie me mira ni me ve, a ratos ca mino y a ratos floto. Al principio disfruto de estas extrañas sensaciones, provoca das sin duda por los antigripales que consumo sin medida. Pero luego, de súbito, s ufro un ataque de despersonalización que me coloca un nudo de angustia en el pecho . Regreso a la estación del metro, bajo a las profundidades, tomo la Línea 5, ahora en la dirección contraria, y en cada estación me espeso, me vuelvo más real, más car . La realidad tiene grados, sí, pero dependen mucho del estado anímico y de la salud  de cada uno. Martes. En el taller de escritura creativa tenemos un alumno paranoico que se ni ega a leer sus trabajos en voz alta por miedo a que se los plagiemos. Está convenc ido de que todo lo que sale de su pluma es una obra maestra que debe registrar a ntes de hacerlo público. Pero como también teme a los empleados de la propiedad inte lectual, no ha registrado nada todavía. Acude a las clases con regularidad y reali za bastantes comentarios sobre los trabajos de los otros, pero no hay manera de que veamos algo suyo. Cuando le pregunto por qué no lleva sus cosas a una editoria l, dice que también las editoriales están llenas de gente que roba las ideas a los i ngenuos que les envían sus trabajos. Vive presa del terror al plagio. Hoy ha llega do a clase con una revista en la que aparecía por fin un texto suyo. Cuando nos lo  ha enseñado, no nos lo podíamos creer: se trataba de una copia exacta de un cuento que hace un mes leyó otro de sus compañeros. Nadie se ha atrevido a echárselo en car Miércoles. Hace tiempo recibí un correo electrónico de alguien que firmaba como ªLa m r sin piernasº. Me proponía que hiciéramos juntos un documental sobre la importancia e las extremidades inferiores. Di por hecho que se trataba de una broma de mal g usto y no contesté. A los dos días atacó de nuevo. Aseguraba disponer de financiació ra el proyecto y me adjuntaba un guion incipiente de cuatro folios que era un di sparate. Tampoco contesté. A los cuatro días, recibí por correo certificado un paque  en cuyo interior había una Barbie mutilada a la altura de las ingles. La muñeca por taba una tarjeta con la siguiente nota: ª¿Se lo imagina ahora?º. No sabía qué hacer  Barbie sin piernas, pues me producía aprensión arrojarla a la basura. En esto, entr en la habitación mi mujer y me sorprendió con ella en la mano, a punto de esconderla  en un cajón de mi escritorio. ±¿Qué es eso? ±dijo. ±Una Barbie sin piernas ±dije yo. ±Eso ya lo veo ±dijo ella±. Te pregunto qué relación tenéis. Le conté la historia y me aconsejó llamar a la policía. Le dije que me parecía una e ración y así quedó el asunto. Durante semanas, esperé otro correo u otro paquete, pe o llegó ni una cosa ni otra. La mujer sin piernas enmudeció como tantas cosas que en  la vida aparecen y desaparecen de manera gratuita. Hoy he abierto el cajón, he co ntemplado la muñeca mutilada y he imaginado una novela que nunca escribiré. Jueves. El coche no arranca a la primera ni a la segunda ni a la tercera. Tampoc o a la cuarta. A la quinta, se queda sin batería. Un vecino se asoma a la ventana.  Es por el frío, dice. Que le den.

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Lunes. A ver, la realidad tiene grados? Hay asuntos ms reales que otros? Es ms real un subsecretario que un jefe de departamento, un elefante que un gusano, una galleta mara que un pan Bimbo? Yo mismo, soy ms real por las maanas que por las noches?, poseo la misma consistencia cuando estoy eufrico que cuando estoy deprimido? Hay un da de la semana ms cierto que los otros? Me vienen a la cabeza estas preguntas en la Lnea 5 del metro de Madrid, de la que llevo recorridas cinco estaciones, cada una ms imaginaria que la anterior. Es como si viajara hacia la niebla, hacia la disolucin, hacia la nada. Los viajeros que entran en cada parada son cada vez ms tenues, ms vaporosos, ms sutiles. Cuando llego a Callao, que es mi destino, he devenido ya en una suerte de fantasma. Me siento inmaterial. Asciendo a la calle y los cuerpos de los transentes atraviesan el mo, nadie me mira ni me ve, a ratos camino y a ratos floto. Al principio disfruto de estas extraas sensaciones, provocadas sin duda por los antigripales que consumo sin medida. Pero luego, de sbito, sufro un ataque de despersonalizacin que me coloca un nudo de angustia en el pecho. Regreso a la estacin del metro, bajo a las profundidades, tomo la Lnea 5, ahora en la direccin contraria, y en cada estacin me espeso, me vuelvo ms real, ms carnoso. La realidad tiene grados, s, pero dependen mucho del estado anmico y de la salud de cada uno.Martes. En el taller de escritura creativa tenemos un alumno paranoico que se niega a leer sus trabajos en voz alta por miedo a que se los plagiemos. Est convencido de que todo lo que sale de su pluma es una obra maestra que debe registrar antes de hacerlo pblico. Pero como tambin teme a los empleados de la propiedad intelectual, no ha registrado nada todava. Acude a las clases con regularidad y realiza bastantes comentarios sobre los trabajos de los otros, pero no hay manera de que veamos algo suyo. Cuando le pregunto por qu no lleva sus cosas a una editorial, dice que tambin las editoriales estn llenas de gente que roba las ideas a los ingenuos que les envan sus trabajos. Vive presa del terror al plagio. Hoy ha llegado a clase con una revista en la que apareca por fin un texto suyo. Cuando nos lo ha enseado, no nos lo podamos creer: se trataba de una copia exacta de un cuento que hace un mes ley otro de sus compaeros. Nadie se ha atrevido a echrselo en cara.Mircoles. Hace tiempo recib un correo electrnico de alguien que firmaba como La mujer sin piernas. Me propona que hiciramos juntos un documental sobre la importancia de las extremidades inferiores. Di por hecho que se trataba de una broma de mal gusto y no contest. A los dos das atac de nuevo. Aseguraba disponer de financiacin para el proyecto y me adjuntaba un guion incipiente de cuatro folios que era un disparate. Tampoco contest. A los cuatro das, recib por correo certificado un paquete en cuyo interior haba una Barbie mutilada a la altura de las ingles. La mueca portaba una tarjeta con la siguiente nota: Se lo imagina ahora?. No saba qu hacer con la Barbie sin piernas, pues me produca aprensin arrojarla a la basura. En esto, entr en la habitacin mi mujer y me sorprendi con ella en la mano, a punto de esconderla en un cajn de mi escritorio.Qu es eso? dijo.Una Barbie sin piernas dije yo.Eso ya lo veo dijo ella. Te pregunto qu relacin tenis.Le cont la historia y me aconsej llamar a la polica. Le dije que me pareca una exageracin y as qued el asunto. Durante semanas, esper otro correo u otro paquete, pero no lleg ni una cosa ni otra. La mujer sin piernas enmudeci como tantas cosas que en la vida aparecen y desaparecen de manera gratuita. Hoy he abierto el cajn, he contemplado la mueca mutilada y he imaginado una novela que nunca escribir.Jueves. El coche no arranca a la primera ni a la segunda ni a la tercera. Tampoco a la cuarta. A la quinta, se queda sin batera. Un vecino se asoma a la ventana. Es por el fro, dice. Que le den.