El Amor Es Como Una Travesía

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El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar... Guía práctica "Lo más intolerable es que se convierta en pasado quien uno recuerda como futuro" Javier Marías "Mañana en la batalla piensa en mí" Varias veces en mi vida he tenido que olvidar al hombre al que en esos momentos he amado o he creído amar. Algunas, he sido yo la que ha terminado la relación, pero otras, precisamente las que más me han dolido, han sido las ocasiones en que él se ha ido y me he sentido abandonada. El sentimiento de abandono es espantoso. Sólo de pensar que de nuevo tiene uno que emprender la cuesta del olvido, la situación se vuelve doblemente pesada y angustiosa. El abandono siempre duele, quizá con los años duele cada vez más; sin embargo, sorprendentemente he descubierto que con la edad me encuentro mejor preparada para enfrentar este proceso, que ahora tardo menos en olvidar, y eso no es otra cosa que la experiencia. Uno cree que todo es más fácil cuando se es joven, porque siente que aún hay mucho camino por recorrer; la juventud misma hace que uno sienta que tiene más fuerzas; pero esto es engañoso. Es indudable que con la edad va uno debilitándose físicamente, pero en el interior, si sabe uno encontrar y aprovechar los mecanismos que hemos ido desarrollando, de los que nos ha ido habilitando la vida misma, descubrirá que se ha fortalecido. Me refiero al olvido como un sinónimo de alivio o recuperación de la estabilidad emocional y no como pérdida

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Una historia de amor

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El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

Guía práctica

"Lo más intolerable esque se convierta en pasadoquien uno recuerda como futuro"Javier Marías "Mañana en la batalla piensa en mí"

Varias veces en mi vida he tenido que olvidar al hombre al que en esos momentos he amado o he creído amar. Algunas, he sido yo la que ha terminado la relación, pero otras, precisamente las que más me han dolido, han sido las ocasiones en que él se ha ido y me he sentido abandonada.

El sentimiento de abandono es espantoso. Sólo de pensar que de nuevo tiene uno que emprender la cuesta del olvido, la situación se vuelve doblemente pesada y angustiosa.

El abandono siempre duele, quizá con los años duele cada vez más; sin embargo, sorprendentemente he descubierto que con la edad me encuentro mejor preparada para enfrentar este proceso, que ahora tardo menos en olvidar, y eso no es otra cosa que la experiencia. Uno cree que todo es más fácil cuando se es joven, porque siente que aún hay mucho camino por recorrer; la juventud misma hace que uno sienta que tiene más fuerzas; pero esto es engañoso. Es indudable que con la edad va uno debilitándose físicamente, pero en el interior, si sabe uno encontrar y aprovechar los mecanismos que hemos ido desarrollando, de los que nos ha ido habilitando la vida misma, descubrirá que se ha fortalecido.

Me refiero al olvido como un sinónimo de alivio o recuperación de la estabilidad emocional y no como pérdida de memoria. Cuando aludimos a quien nos abandonó y decimos "ya lo olvidé" no significa que si alguien menciona su nombre uno padece amnesia y no sabe ni de quién le hablan, sino quiere decir que esa persona ya no ocupa nuestros pensamientos y sentimientos constantemente y en contra de nuestra voluntad.

En cuanto a la expresión corazón partío, proviene de una manera andaluza de hablar y da título a una canción de Alejandro Sanz que se refiere precisamente a la pérdida de la persona amada.

Para qué sirve esta guía

Así como un mapa sirve para orientar, para no perderse, esta guía sirve para llegar más fácil y rápido adonde uno quiere llegar, o sea, a sentirse bien, a eliminar

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los sentimientos dolorosos por el rompimiento de una relación, a olvidar a la persona que nos dejó.

Esta guía no es otra cosa que la exposición de tips, sugerencias, recomendaciones, técnicas, estrategias o ejercicios para ayudarse en el proceso del olvido, para acelerarlo y sentirse mejor en menos tiempo. Algunos provienen de las aportaciones de mis amistades, otros se derivan de conceptos que he extraído de diversas lecturas, y algunos más son fruto de mi propia cosecha.

Lo que esta guía contiene no procede de alguna teoría psicológica específica ni pretende organizar la información dentro de una estructura o sistema de estudio de la conducta humana. Por lo mismo, no parte de un marco conceptual ni se adhiere a una corriente de pensamiento. Es simplemente el producto de la reunión de experiencias vividas por personas comunes que han roto una relación amorosa o han sido abandonadas por el ser amado.

Conforme elaboraba esta guía, consulté libros muy buenos y completos sobre el tema; todos me aportaron algo útil e interesante, sin embargo algunos me parecieron demasiado extensos y detallados -unos auténticos ladrillos de más de 300 páginas-, y otros algo repetitivos; todos de autores extranjeros con amplios conocimientos sobre el tema y todos escritos por analistas que reúnen los casos de diversos pacientes.

La presente guía, en cambio, está escrita desde el punto de vista de una de esas pacientes potenciales: yo misma. Carezco de mayores conocimientos de psicología que los que me proporcionaron algunas materias durante mis estudios universitarios en comunicación.

Mi objetivo no ha sido analizar profunda y exhaustivamente el tema ni elaborar un tratado de psicología, sino ofrecer opciones prácticas que permitan asimilar cuanto antes el golpe que recibe uno al terminar una relación amorosa. Mi pensamiento fue: cuando alguien se está ahogando no necesita que le den clases de natación, sino que le salven la vida. Con esta idea procedí.

Para fines prácticos, he escrito en femenino, es decir, como si la abandonada fuera siempre la mujer, pero a criterio de mis amigos de sexo masculino que han tenido la amabilidad de leer este texto, son también aplicables e igualmente útiles en caso de que la situación sea a la inversa, cuando el abandonado es el hombre.

índice con sus ligas:

Parte 1: Para qué sirve esta guíaParte 2: ¿Adónde está el alivio? y ¿Olvidar de la noche a la mañana? Parte 3:El complejo de pípila y No te hagas la Pen...élope Parte 4: El laberinto del ¿por qué? y ¿Qué hacer para no sufrir? Parte 5: El perseguido y la rogona y El clavo de Santa Rita Parte 6: El arma más poderosa y El semáforo y el ancla del olvido Parte 7: Ejercicios de visualización. La foto y el naufragio. Parte 8: Ejercicios de expulsión Parte 9: Ejercicios de reconstrucción

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Parte 10: La mejor medicina: reír y ¿Aman y olvidan de manera diferente los hombres que las mujeres?Parte 11: El globo y el perdón y ¿Cómo saber cuando ya la libraste?

¿Adónde está el alivio?

Nos preguntamos adónde como si quisiéramos que alguien nos dijera "ve a la farmacia y ahí encontrarás el alivio; lo venden en cápsulas". Si así fuera, en este momento nos desplazaríamos voladas para ir a conseguirlo, aunque estuviera al otro lado de la ciudad o al otro lado del mundo.

Al extrañar a quien se fue, obviamente sentimos que nuestro remedio es él. Pero precisamente de lo que se trata aquí es de encontrar el alivio sin él, de olvidarlo a él, porque él ya no está, es como si no existiera; es más, de hecho, para ti ya no existe.

Al terminar una relación uno cree -equivocadamente- que nadie se ha sentido igual, tan mal, tan destrozada, porque no cabe duda de que uno se siente total e irremediablemente sola. Por más que alguna amiga diga "te comprendo" o "yo pasé por lo mismo", uno cree que no es así, que lo que uno siente es único, y que sin duda es peor, mucho peor.

Además, el que otra persona haya experimentado o esté experimentando el mismo proceso, no soluciona nuestro problema, no nos basta; hablar con las amigas ayuda a desahogar y su apoyo puede brindarnos un rato de consuelo; sentirnos comprendidas sin duda reconforta, pero la verdad es que no alivia.

Así que desafortunadamente el remedio no está en algún lugar adonde podemos ir a conseguirlo; tampoco está en otra persona por cercana que ésta sea, porque esa medicina que buscamos está nada más y nada menos dentro de uno mismo. Nadie te va a dar la solución salvo tú misma, porque el alivio está en ti.

¿Olvidar de la noche a la mañana?

Hasta ahora no conozco a nadie que haya logrado desaparecer con un tronar de dedos como en un acto de magia, el dolor, la tristeza, el coraje y, en general, todo el cúmulo de sentimientos negativos e incómodos que deja el rompimiento de una relación. Vamos, no creo que exista el ser humano que logre olvidar de un día para otro, porque el olvido es un proceso.

Proceso, en términos generales, significa que es algo que sigue una evolución, que tiene que pasar por varias etapas, que requiere un trabajo de elaboración, que no es mecánico o automático, y que por lo mismo toma tiempo.

El terminar con la persona amada puede equipararse a la extirpación de un órgano vital; sí, vital, porque sentimos que por dentro algo murió en nosotras o que una parte de nosotras murió. Andamos como autómatas, como en un mundo irreal desvinculado de lo que sucede a nuestro alrededor, nos cuesta trabajo concentrarnos, la presencia de otras personas nos molesta, las oímos hablar pero estamos muy lejos de ahí, como en el limbo. Hay quien expresa que su sensación es, incluso, como si le costara trabajo respirar, o como si intentara subir por una escalera cuando le han amputado las piernas.

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Además de la extirpación de ese órgano vital, esta intervención quirúrgica que es el rompimiento de nuestra relación, nos deja una herida abierta. Y de manera semejante a una operación, es imposible sentirse bien, recuperado, en un dos por tres. Hay que tenerse paciencia y recobrar las fuerzas poco a poco; estamos convalecientes. Hay que esperar a que la herida cierre, cicatrice y finalmente deje de doler. Al principio se requieren ciertos analgésicos; en el caso de algunas personas esto significará dormir, llorar, aislarse un poco; a otras personas les funcionará aturdirse, llenarse de trabajo y actividades; algunas preferirán dedicarse a hacer ejercicio como si fueran a competir en las Olimpiadas; otras, a descansar y reposar; unas más, a hablar y hablar del asunto. Lo cierto es que sólo una combinación de entendimiento, tiempo y determinación es lo que te sacará adelante.

Por eso, una primera sugerencia es: la herida necesita aire; no la estés tocando y manoseando para que no vuelva a sangrar; es decir, no te atormentes más, no le eches más leña a la hoguera. Admite que estás triste, deja ser a la tristeza; no finjas, no trates de estar alegre, eso es forzarte e implica un doble esfuerzo que sólo te hará sentir más mal, pero en el fondo de ti misma repítete que esta etapa tan difícil y dolorosa es transitoria, que es sólo parte del proceso de convalecencia, que no vas a quedarte así por mucho tiempo, que pronto volverás a ser tú misma.

Dejar de amar de la noche a la mañana es prácticamente imposible. Al amar hemos encaminado nuestro tren en un sentido; olvidar implica detener ese tren que iba a toda velocidad en una dirección, frenarlo y darle la vuelta para que transite en sentido contrario y cambie de vía. En esta maniobra es lógico que rechine la maquinaria, que el impacto nos golpee.

Sin embargo, podemos ayudarnos a aliviar el impacto y a facilitarnos la maniobra mediante una buena higiene mental y recurriendo a los mecanismos y herramientas que tenemos en nosotros mismos.

El proceso del olvido no es lineal; es decir, no todos los días avanza uno, o más bien dicho, no todos los días siente uno que avanza. Hay días en que ya cree uno estar mucho mejor, como que ya ve la luz después del túnel, y luego al día siguiente se siente uno fatal, como si hubiera retrocedido. En realidad no es así; como en todo proceso de recuperación, puede haber días malos, pero después de alguna manera hay un salto y remonta uno el trecho perdido. Podemos decir que el olvido no es lineal pero sí es progresivo; por ello, poco a poco la sensación insoportable va disminuyendo o va y viene pero ya no es constante.

Parte 3

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

El complejo de pípila

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Diversas teorías psicológicas consideran que el sentimiento de pérdida del ser amado por abandono, puede equipararse al que se sufre a causa de una muerte. De hecho "el término de una relación sentimental es una muerte; es la muerte de esperanzas, de expectativas, de sueños... del amor". (1)

Asimismo, consideran que las pérdidas de la vida son elaboradas, es decir, trabajadas, asimiladas y superadas, mediante un proceso de duelo, similar en muchos aspectos al que procede a la muerte de un ser querido.

Identifican básicamente tres etapas de duelo, y aseveran que aunque con el tiempo nos vamos desplazando de la primera a la segunda y de la segunda a la tercera, en ocasiones se sobreponen y experimentamos simultáneamente características de una y de otra.

La primera es la de conmoción e incredulidad, en que nos quedamos pasmados y hasta negamos el hecho; nos decimos "esto no puede estar sucediendo, no me puede estar pasando a mí". Aunada a la perplejidad, puede haber hasta una cierta insensibilidad.

La segunda es una etapa de tristeza y llanto, de cambios emocionales, de desgano o hiperactividad, de depresión y ansiedad y, muy especialmente, de furia. En esta etapa surgen también sentimientos de culpabilidad: "si hubiera hecho esto..., si le hubiera dicho lo otro..." A la vez, tendemos a idealizar a la persona que se fue, y en cierta forma hasta la invocamos en fantasías y sueños; involuntariamente le buscamos parecido con desconocidos que se cruzan en nuestro camino.

En la tercera etapa lo extrañamos y añoramos, pero hay ya un cierto grado de aceptación.

Otros psicólogos afirman que "en contradicción con las teorías populares acerca de un proceso de duelo formado por etapas específicas universales, estudios recientes han demostrado que cada persona elabora su duelo de forma diferente. Lo único que es universal en el dolor es que éste debe reconocerse y expresarse de alguna manera directa o se esconderá en el subconsciente y se expresará indirectamente por medio de depresión, enojo, enfermedad física o conducta autoderrotante". (1)

Hay personas que se aferran al dolor como una manera de guardarle fidelidad a quien se fue, como si renunciar al dolor fuera una forma de traición. Han convertido su amor en una adicción, y creen que aman más mientras mayor es su tormento. Pero así como hemos llegado a adquirir un hábito, también está en nosotros romper con una adicción.

El caso es que ya sea que todos pasemos por etapas similares o que cada quien elabore el duelo a su manera, es común que al terminar una relación por abandono experimentemos un vacío, y de nosotros depende llenarlo con sentimientos positivos o con un cadáver que andaremos cargando a cuestas, como para hacerle la competencia al Pípila.

No te hagas la Pen...élope

Bien conocido es el mito de Penélope, quien obsesionada con el retorno de Ulises se dedicó a tejer y a destejer aguardando su regreso. Aunque esto suene muy anacrónico, en realidad es lo que solemos hacer: tejer y destejer sueños e ilusiones.

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Cuando ya pasó el tiempo y Ulises no regresa a pedirnos perdón rendido a nuestros pies, cuando la novedad de nuestro rompimiento ya pasó de moda y ya no contamos con el desahogo de estarles repitiendo a nuestros amigos la misma cantaleta, cuando ya agotamos los recursos para tratar de olvidar a quien se fue y no lo hemos logrado del todo, podemos caer en el peligroso trance de crearnos un mundo interior mitológico, fantasioso, en el que nos refugiamos a lo Pen...élope.

En estos casos sólo estamos enamoradas de un fantasma; es decir de la imagen que nos hemos creado de él y no de la persona real, más enamoradas de nuestra fantasía que de la propia persona que se fue. Cuando esto sucede, cuando la persona no concuerda con la imagen que fabricamos de ella, es lógico que nos sintamos desilusionadas porque aquél al que creemos amar simplemente no existe, nunca existió.

Así que reacciona, vuelve en ti, el encantamiento ya se desvaneció; aparta las telarañas, disipa el humo, no sigas fugándote y evadiendo la realidad.

Guía práctica: Parte 4

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

El laberinto del ¿por qué?

Sentir tristeza, dolor y coraje por el abandono del ser amado es no sólo natural, sino necesario en el proceso curativo; lo que no es sano es convertirlo en obsesión.

Sin embargo es común que la persona abandonada se obsesione con quien la abandonó porque al ser abandonadas nos sentimos rechazadas, y el rechazo puede suscitar obsesión. Hay veces en que las decisiones que toma el otro nos resultan inexplicables. Una y otra vez nos preguntamos ¿por qué? ¿Por qué falló nuestra relación? ¿Por qué se fue? ¿Por qué me dejó?

Puede haber miles de respuestas a esta duda; casi tantas como casos de abandono encontremos, y a la vez múltiples respuestas para cada caso en particular, pero por distinto que sea cada caso, todos tienen algo en común: si la relación terminó es porque él no era la persona adecuada para ti o porque dejó de serlo. Y si él decidió que tú no eras la persona adecuada para él, tarde o temprano él tampoco lo sería para ti, porque no podría responderte como tú lo necesitas, no estaría en posibilidades de darte lo que te hace falta, habría un desequilibrio, una desigualdad que los conduciría a la incompatibilidad.

Cada quien tiene sus motivaciones, sus razones, su jerarquía de valores, su muy particular visión de la vida, sus cualidades y defectos, sus aciertos y equivocaciones. Si él te dejó, puede que el problema esté en él y no en ti, que su alejamiento no tenga nada que ver contigo, sino con sus propias incapacidades o hasta con sus traumas y complejos. Si después de un análisis honesto de ti misma no encuentras razón de peso para que él se haya alejado, no te atormentes ni pierdas el tiempo tratando de buscarle

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cinco pies al gato; si su decisión no te atañe ¿qué caso tiene culparte inútilmente? Y si el alejamiento se debe a que él no supo amarte ni valorarte, a que no tomó en cuenta tus sentimientos ni tus necesidades, ya sea por su inmadurez, por su egoísmo o por su falsedad ¿Para qué lo quieres contigo si no vale la pena? "Si la escalera no está apoyada en la pared correcta, cada paso que demos no hará más que acercarnos al lugar erróneo".

Cabe la posibilidad de que nunca llegues a saber a ciencia cierta por qué se fue, por qué tomó la decisión de separarse de ti, debido a que muchas veces ni la otra persona sabe bien a bien qué fue lo que la impulsó a tomar un camino diferente. Esa tarea de escudriñar en su interior es responsabilidad y asunto de él, y puede llevarle años o la vida entera. ¿Para qué te tomas tú la molestia de andar interpretando lo que a él a lo mejor ni le interese desentrañar? ¿Vas a dedicarle tu tiempo, tu valioso tiempo a un acertijo que tal vez no tenga solución? Eso es como meterte en un laberinto que sólo te alejará más y más de tu meta, de tu recuperación.

¿Qué hacer para no sufrir?

El primer paso para dejar de sufrir es entender por qué se sufre.

Al respecto no he encontrado explicación más clara y efectiva que la que aporta Carlos G. Vallés, cuyos libros constituyen mi terapia favorita. Vallés es un sacerdote jesuita español que ha vivido muchos años en la India y ha conocido profundamente el pensamiento oriental, del que deriva enseñanzas aplicables a todo ser humano, independientemente de su procedencia, raza, religión y cultura. Sus conocimientos y análisis del sentir humano, y las aplicaciones autoterapéuticas que de ahí se desprenden, me parecen excelentes. Para el fin que nos ocupa, recomiendo en especial sus libros "Ligero de equipaje", "Por qué sufro cuando sufro", "Te quiero, te odio" y el capítulo "¿Quién soy yo sin mi violoncello?" de su obra "Vida en abundancia" (todos, de la editorial Sal Terrae).

Siguiendo el pensamiento de Vallés, sufro porque yo me hago sufrir; sufro cuando me opongo a la realidad. Y la raíz de este sufrimiento es el apego.

Apegarse a alguien significa creer erróneamente que sin él no podemos vivir, que nos es indispensable e imprescindible. El apego es nublar el pensamiento y obcecarse, es estar atado, estar preso y querer apresar, es depender y aferrarse, es perder la libertad. Apegarse no es amar. El amor es como el agua que corre; si intentas retenerla se te escurre entre las manos.

Particularmente útil me ha sido un proverbio japonés que leí en uno de sus libros: "Si las entiendes, las cosas son lo que son; y si no las entiendes... las cosas son lo que son". Así que de todas maneras la realidad manda. Si te adaptas a ella, todo será más fácil; si te opones, la única que sale perdiendo eres tú, porque es como estrellarte contra una roca.

Como afirma Vallés, si la situación no está en nuestras manos, lo que sí lo está es la manera en que escojamos reaccionar ante ella; la responsabilidad de sentirse bien o mal está en uno mismo, está en ti.

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Parte 5 Estrategias para curar el corazón partío

Guía Práctica

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

El perseguido y la rogona

Si uno sufre porque se opone a la realidad, para dejar de sufrir sólo hay que aceptarla. En nuestro caso esto significa admitir que la relación ya terminó. Se dice fácil, pero reconocer que él se ha ido y no va a volver, que ya no nos ama, que ya no va a haber nada entre nosotros, es lo más difícil.

Nos resistimos a ello negando el hecho o engañándonos y justificando su silencio: "lo está pensando", "ha de tener mucho trabajo", "no ha de saber cómo acercarse de nuevo a mí"; procesos de negación y racionalización.

Nuestra resistencia ante la realidad nos lleva a adoptar actitudes disparatadas y absurdas, como llamarle para oír su voz y colgar o sólo para saludarlo; espiarlo o pasar de casualidad por donde él está; presentarnos de improviso ante él, llorarle, rogarle o descargar nuestra ira diciéndole hasta de lo que se va a morir.

Lo cierto es que no logramos nada con esto. Tal vez momentáneamente calmamos un poco nuestra angustia, porque liberamos parte de la tensión, pero la verdad es que en el fondo nos arrepentimos.

Rehusamos aceptar que la relación llegó a su fin y nos aferramos al menor indicio para suponer que él va a volver. Aunque sólo se trate de una palabra o un gesto amable que haya tenido por simple atención o por mera curiosidad, cualquier cosa la interpretamos como el anuncio de su regreso. Sacamos de contexto el acto más leve para crear fantasías y regodearnos en falsas ilusiones que no tienen sustento real; con ello sólo caemos en nuestra propia trampa.

Empezamos a rebuscar en nuestro interior como en un cajón lleno de triques la llave mágica para abrir su corazón e ideamos toda clase de sorpresas que lo apantallen y lo derritan y lo convenzan de que sí nos ama. No sólo no aceptamos que ya no va a volver, sino que no logramos admitir que ya no le interesamos, que ya no nos quiere. Este mecanismo de negación nos lleva a justificarlo, a disculparlo, y a emprender lo que en mayor o menor grado consiste en una persecución.

Y es muy probable que mientras más lo busquemos, él se sienta más incómodo, acosado, atosigado, o hasta sofocado y asfixiado, lo que hará que nos evite, huyendo como de una auténtica cacería.

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Si el abandono provoca que uno se sienta desvalorizada, que el autoestima quede hecha añicos por los suelos, con actitudes así sólo conseguimos incrementar nuestro sentimiento de abandono y sentirnos más humilladas y más chinches.

Hay que tener en cuenta que cuando el ser amado nos abandona, primero hay dolor, tristeza y hasta desesperación. Con los días esa energía va convirtiéndose en coraje, y si no tiene por dónde canalizarse o no es bien encauzada, irá transformándose en resentimiento y rencor. Si quienes han roto se hablan por teléfono o se ven, es muy probable que sea una etapa de enfrentamientos, de reproches, de sarcasmos, de frases hirientes, por la misma necesidad que tenemos de desvalorizarlo, como una defensa natural para sacarlo de nosotras, porque quisiéramos herirlo y hacerlo sufrir como él, con su abandono, a nosotras. Son los rayos y truenos necesarios para descargar esa energía; la tormenta que está en pleno.

Sin embargo, por muy obnubilada que estés, por más coraje que tengas, aunque sientas ganas hasta de apergollarlo y hacerlo picadillo, trata de desahogar esa energía de otra manera (más adelante presento algunos ejercicios útiles), porque al desfogarte contra él sólo le estás proporcionando argumentos para reforzar sus razones por haberte dejado, estás propiciando que él te valore menos, y si al hacerle reproches lo que intentas es llamar su atención con la esperanza de que regrese, de esa manera sólo lo estás ahuyentando más; si lo que pretendes es desquitarte o vengarte, sólo te estás desgastando y haciendo más daño, además de exponerte a quedar ante él como una rogona.

El clavo de Santa Rita

Un recurso para no hacer tonterías, como llamarlo, ir a verlo o agredirlo, es pensar en el ridículo que hacemos cuando lo buscamos o lo acosamos. Pueden ayudarnos las siguientes reflexiones:

No vayas por el clavo de Santa Rita. Esta sugerencia se basa en la anécdota de una pareja que después de vivir juntos, se separa; él se queda en el departamento, ella se va, pero cada día regresa por una de sus cosas como pretexto para seguir viéndolo, hasta que ya sólo queda un clavo donde estuvo colgado un cuadro con la imagen de Santa Rita. él, hastiado, le pregunta "¿y ahora por qué vienes si ya no hay nada tuyo aquí?" A ella no le queda otra que responder: "...por el clavo de Santa Rita". Así de ridículas nos vemos cuando inventamos pretextos para buscarlo.

Si él quisiera encontrarte, lo haría; al fin y al cabo el mismo trabajo le da a él llamarte que a ti llamarlo. Si no te busca es porque no quiere.

A fuerza, ni los zapatos. Igual que en un juego de tenis, para que haya una relación se necesitan dos.

¿Para qué te empeñas en lanzar la pelota si él no va a devolverla, si ya no hay nadie en la cancha?

Sólo estás multiplicando por cero. Por más grande que sea la cifra (las llamadas, cartas, regalos, y en general las hazañas y sorpresas que haces por él), el resultado es cero.

A veces regáñate: ¿Quieres seguir sufriendo? ¿Quieres seguir haciéndote la tonta?

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Repítete a ti misma: ¿Eres adicta al desprecio y a la lástima? Entonces anda, ve y búscalo, y ruégale y haz el ridículo y exponte a que te menosprecie.

Reflexiona: ¿A qué vas a ir, a balconearte para que él vea lo ardida que estás

Parte 6: Estrategias para curar el corazón partío Guía práctica

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

El arma más poderosa

Maxwell Maltz, autor del libro Psico-Cibernética (la psicología estudia la mente humana y la cibernética, el comportamiento de las máquinas) fue un célebre cirujano plástico, quien aplicó sus experiencias de cirugía al terreno de la psicología. Maltz habla de un rostro de la personalidad al que llama autoimagen: así como la cirugía puede cambiar un rostro físico, ese rostro de la personalidad puede reconstruirse, extirpando cicatrices mentales.

Afirma que la autoimagen es la clave de la personalidad y de la conducta humana y sostiene que quien cambie la autoimagen, transformará también la personalidad y la conducta.

Para Maltz, la autoimagen se transforma no sólo por la acción del intelecto, sino también de la experimentación. El individuo se va formando una autoimagen a partir de la experiencia vivida, y por el mismo método está en su poder cambiarla. Si nos alimentamos de datos negativos como "soy inferior, indigno, incapaz", me formaré una autoimagen negativa; por el contrario, si me alimento de datos positivos tendré una autoimagen positiva.

La aplicación de los principios de la cibernética al terreno de la psicología consiste en lo siguiente: "Los psicólogos clínicos y experimentales han demostrado por encima de toda duda que el sistema nervioso no es capaz de distinguir diferencia alguna entre una experiencia real y otra que ha sido imaginada intensamente en todos sus detalles". (4) Y no es que el hombre sea una máquina, sino que el hombre dispone de una: la mente, de la cual servirse para alcanzar sus fines.

Lo importante de todo esto para nosotros es que conforme a este método, nuestro cerebro registra por igual algo que hemos vivido y algo que no hemos vivido pero que hemos imaginado con intensidad. Así que si recurrimos a imágenes mentales tendientes a olvidar, si alimentamos al cerebro de imágenes para alejar de nuestro pensamiento a una persona, tenemos en nuestro propio cerebro el arma más poderosa para olvidarla.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la mente trabaja más rápido que el corazón, que la mente se anticipa y quiere empujar al corazón pero éste requiere más tiempo, pues su avance y su capacidad de adaptación a la nueva realidad son más lentos. Una

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vez comprendido este desfasamiento entre lo que la mente dicta y la velocidad con que el corazón responde, nos será más fácil admitir las altas y bajas de nuestro proceso.

El semáforo y el ancla del olvido

La teoría de la Psico-Cibernética contribuyó en parte al nacimiento de la Programación Neurolingüística (PNL), que es la ciencia del aprendizaje por modelos, la cual propone que siguiendo una serie de pasos, si son *****plidos efectivamente, uno puede llegar a la obtención de los mismos resultados que han alcanzado otras personas que para nosotros representan un modelo.

Para ello, todo ser humano dispone de recursos neurológicos y lingüísticos. Los neurológicos se refieren a las sensaciones: ver, oír, sentir, oler, gustar.

Una forma de cambiar nuestras reacciones ante un estímulo es modificar la forma de ver, oír o sentir un recuerdo traumático, una persona hiriente, un hecho negativo. En lugar de representar o ver interiormente a la persona muy iluminada, grande, a colores, cercana, con movimiento y muy clara, se le puede representar oscura, chiquita, en blanco y negro, muy lejana, estática y borrosa. De esta segunda manera afectará mucho menos. Lo mismo puede hacerse con los recursos (o submodalidades) auditivos y kinestésicos. (La raíz de esta palabra indica movimiento; en el contexto de la PNL se refiere a las sensaciones, emociones y sentimientos asociados al tacto).

visuales:luz tamaño color distanciamovimiento enfoque profundidad

brillante-opacogrande-pequeñocolores-blanco y negrocerca-lejosrápido-lento-inmóvilclaro-borrosotridimensional-plano

auditivos:volumentono tempo distancia ritmo localización

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fuerte-suavealto-bajoveloz-lentocerca-lejosgolpeado-cadenciosodentro-fuera, arriba-abajo

kinestésicos:intensidad área corporal textura temperatura peso localización

fuerte-débil grande-pequeña áspera-suave caliente-fría pesado-ligero cabeza-estómago... (5)La Programación Neurolingüística propone la creación de nuevos circuitos neuronales a base de asociaciones, que llama anclas. Con la PNL uno establece deliberadamente el enlace entre el estímulo sensorial y la respuesta; uno puede crear sus propias anclas.

La clave para la formación de las anclas es la vivencia fuerte y profunda de un determinado estado emocional. Al encontrarse con ese mismo estímulo, uno revivirá el estado emocional con el que se ligó. Un ejemplo básico es el siguiente: el semáforo es un ancla para el conductor; aunque vaya embebido en sus pensamientos o absorto en una conversación, basta que la luz roja entre por sus pupilas para que su cuerpo experimente una serie de cambios instantáneos. Así, las anclas de la PNL corresponden a lo que la psicología conductual denomina reflejos condicionados.

Un ancla es un estímulo sensorial -visual, auditivo, kinestésico, olfativo o gustativo-, que produce una respuesta automática e instantánea. Mediante las técnicas que ofrece la PNL podemos crear anclas emocionales que provoquen en nosotros las reacciones deseadas y nos conduzcan a la libertad de elegir las emociones que uno decida sentir.

Así como existen en nosotros anclas negativas o estímulos sensoriales que automáticamente disparan reacciones negativas de enojo, miedo, ansiedad o tristeza, también podemos crear otras que combatan en nosotros esos sentimientos.

Ejemplo de la creación de un ancla de enojo. Imaginar que experimenta uno un enojo muy fuerte delante de una cara con cierta mueca de burla; se enoja uno más y ahí está esa misma cara; casi explota uno de rabia y la cara sigue presente. Es obvio que a nivel neuronal se está estableciendo una asociación entre dicha cara y el estado emocional de enojo. Cada vez que vuelva uno a ver esa cara, o al menos la misma mueca de burla, automáticamente se va a presentar el estado de enojo.

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Siguiendo este ejemplo, podemos intentar la creación de un ancla de olvido. Imaginar que se experimenta una total indiferencia delante de la cara de la persona que deseamos olvidar; por más que gesticula, uno no siente nada hacia ella; dice cosas y uno no tiene interés en oírlas; haga lo que haga, uno permanece impávido; se va y a uno le da igual. Al haber establecido un ancla de olvido, cada vez que regrese a la mente la imagen de esa persona, la vamos a asociar con la indiferencia y nos será más fácil olvidarla.

Podemos reforzar esa ancla mental recurriendo a nuestro sentido del tacto; por ejemplo oprimiendo un dedo, cerrando el puño, tocando la palma de la mano, de modo que cada vez que se presente en nuestro pensamiento la imagen de esa persona, ejecutemos esa acción táctil y provoquemos la emoción deseada.

Parte 7El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...Maro

Ejercicios de visualización. La foto y el naufragio

Aunque a la larga uno va a quedarse con lo bueno que hubo en la relación, y ese es el objetivo: capitalizar el aprendizaje, al principio necesitamos agarrarnos de todo lo que a uno le disgustaba de la persona y verlo mentalmente agrandado. Todo se vale, recurrir al coraje, exagerar o agigantar sus defectos. "Gran parte de la investigación que se ha llevado a cabo sobre el inconsciente ha demostrado que con frecuencia, en los seres humanos, los símbolos visuales tienen un mayor impacto que las palabras". (1)

Con base en la valiosa herramienta que es nuestra propia mente, podemos visualizar diversas imágenes. La intensidad de ira que contienen varía según el grado de dolor o coraje que ha generado el abandono o que cada persona puede admitir en su interior, pero todas son útiles y válidas si de olvidar se trata.

- Piensa que la vida es como un libro y la persona a la que quieres olvidar quedó en una página que ya pasó; dale vuelta a la hoja. Imagina varias hojas sobre esa otra. Considera lo absurdo que sería no leer más que la misma página cada día.

- Imagínate a esa persona en una foto en blanco y negro, de preferencia vieja y polvosa, atrás de ti, nunca adelante ni a colores, y más aún, voltéala de espaldas de hecho ¿no te dio él la espalda? Si te imaginas la foto en un marco colgado de la pared, voltea el marco. Recuerda: su imagen estática, siempre en blanco y negro, y siempre detrás de ti.

- No trates de acordarte de su cara, de su mirada, de sus expresiones faciales o corporales; al contrario, desdibújalo, velo borroso, desafocado, feo, deformado, grotesco, juega a los espejos distorsionando su imagen.

- Acuérdate de lo que más te chocaba de él y agranda eso que te disgustaba.

- Bárrelo de tu vida. Imagínatelo literalmente hecho polvo y mírate a ti misma barriendo ese polvo, sacándolo de tu casa, sacudiéndolo de tu persona.

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- Visualiza una goma grandota que pasas por tu frente; es decir, con la que lo borras a él de tu mente.

- Piensa que es un archivo que no quieres tener en tu computadora y lo eliminas. Sólo tienes que oprimir la tecla suprimir y él desaparece.

- Imagina que en un naufragio, él egoístamente se hubiera puesto el único salvavidas disponible y hubiera dejado que tú te ahogaras; de hecho sientes que te estás ahogando ¿no? Pues ahora él no está en el naufragio ni va a hacer nada por ir a rescatarte; el salvavidas es para ti ¡póntelo, ponte a salvo! Y nada hacia la orilla.

- Tú le diste mucho y él te pagó muy mal; si no te merece ¿por qué le permites que siga ocupando tu mente, tu energía, tu tiempo? ¿Para qué gastas tus neuronas en él?

- ¿No te da coraje saber que te tiene atada a él como un perro, o que ya hasta te soltó el mecate y tú sigues tras de él? O que estabas presa como un ave en una jaula. Ahora la puerta está abierta ¿qué haces ahí adentro? ¿Nomás dando vueltas en círculo? ¡Salte! ¡Vuela! ¡Qué esperas!

- Piensa que estás en una competencia ¿no te da coraje todo lo que él te lleva ganado en la carrera del olvido? ¡Pues apúrate y gánale!

- Así como hace uno limpieza del clóset, decídete a hacer limpieza de tu mente y a sacar, a tirar, todo lo que no te sirve. No permitas que todo tu ser se convierta en una covacha llena de triques inservibles; desecha su imagen, quita esa obsesión que tanto espacio ocupa, elimínala, que nada más estorba.

- Visualiza frente a ti un horizonte abierto, lleno de luz, de aire limpio, de campos verdes, en el que se abren muchos caminos, muchas oportunidades, y siéntete dichosa de que se abran ante ti nuevas sendas que te pueden traer vivencias maravillosas; tantas, que no sabes ni cuál escoger.

El camino hacia él ya no existe, está tapado, es una calle cerrada, un callejón sin salida ¿qué caso tiene seguir dando de vueltas en el mismo lugar?

Cada vez que él venga a tu mente, apártalo a un lado o échalo, aviéntalo para atrás y sigue caminando hacia ese horizonte abierto.

Parte 8: Estrategias para curar el corazón partío

Guía práctica

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

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No obstante que los ejercicios de visualización también son de expulsión, o sea persiguen el mismo objetivo: sacar de ti a la persona que quieres olvidar, en esta sección he reunido otra serie de estrategias que no se basan únicamente en la imagen mental, sino que de algún modo implican el realizar o en su caso dejar de ejecutar una acción. De hecho, son ejercicios complementarios o van mano a mano con los de visualización.

-Trata de no ir a los sitios que frecuentaban juntos.

-Si está en tus posibilidades viajar, hazlo; visita otros lugares.

-Si te es posible, cambia los muebles y las cosas de lugar aunque no se vean tan estéticos; dale movimiento a tu entorno. Ayúdate de los objetos: que no sigan igual que cuando él estaba a tu lado.

-Quita sus fotos; no lo veas ni con los ojos del cuerpo ni con los ojos de la mente.

-No vayas a que te lean el café, las cartas, el tarot, etc., porque lo que busca uno con eso es que le digan que él va a volver; sólo va uno a fabricarse más fantasías, a agarrarse del más mínimo indicio que anestesie la herida por un rato, sin fundamento en la realidad.

-Si no son cosas útiles, deshazte de los regalos que te hizo. Rompe sus cartas, tarjetas, etc.

-Escríbele todo lo que le quieras decir en una carta y luego rómpela en pedacitos y quémala o tírala a la basura y observa el proceso de cómo se va consumiendo o cómo le caen desperdicios encima. Simultánea a esta acción, piensa que también los malos recuerdos se pueden ir tapando unos a otros como en la basura.

-Algunos métodos sugieren desahogarse imaginando que la persona está frente a uno para exponerle en voz alta todo lo que uno quiere decirle; expresarle todo lo que uno piensa y siente, dejar salir todo el coraje, incluso gritarle y pegarle a la cama, al sillón, a la almohada, pensando que son él. Dicen que los japoneses tienen dentro de la misma empresa donde trabajan, un cuarto que funciona como una especie de gimnasio psicoterapéutico: con la imagen del jefe en un costal de entrenamiento y unos guantes de box, y que cuando tienen alguna discrepancia con él, acuden a ese cuarto y le dan con todas sus ganas al jefe, bueno al costal con la imagen del jefe, y luego regresan liberados y tan frescos como una lechuga, como si nada hubiera sucedido, a seguir haciéndole caravanas.

-Cuando está uno muy triste y deprimida, la energía está como atorada; hay que moverla, agitar el cuerpo. Pon música rítmica y baila o brinca. Con el movimiento, el cuerpo produce hormonas reanimantes, antidepresivas. El efecto catártico de la danza, proviene de tiempos ancestrales, como podemos apreciar en los ritos de diversas tribus.

-No se te ocurra escuchar las canciones que más te lo recuerden; cambia de estación de radio o de tipo de música; no oigas canciones ni veas películas románticas.

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-Al principio es natural que necesites desahogarte hablando de él incesantemente, pero después procura no hacerlo tanto; desechándolo de tus palabras ayudarás a desecharlo de tu mente. "Los recuerdos se van si dejan de evocarse una y otra vez en la conversación" (6) ; así, pasado un tiempo, intenta mencionarlo lo menos posible para que no te oigas a ti misma pronunciando su nombre y, por tanto, evocándolo. Recurre a tácticas verbales o mentales refiriéndote a él en pasado: "cuando andaba con...", y si viene al caso, en vez de nombrarlo, refiérete a él como "mi ex" o "ese cuate". Aunque no lo expreses verbalmente, cada vez que pronuncies su nombre agrégale ese tipo de etiquetas en tu interior.

-Para romper el círculo vicioso de la obsesión, cuyos componentes son los pensamientos, los sentimientos y las conductas, hay que desacelerar uno de ellos y poco a poco se da una reacción en cadena que también disuelve o aminora la intensidad de los otros. Así, por ejemplo, si dejas de ir a los lugares que frecuentaban (conducta) y concentras tu atención en algo que no te lo recuerde (pensamientos), tus sentimientos de añoranza por él también disminuirán. Un ejercicio interesante y efectivo consiste en ponerles un tope de tiempo a los pensamientos obsesivos, en darles permiso de aparecer sólo en determinados momentos y exclusivamente durante un lapso específico, pasado el cual uno puede dirigirse a ellos como una entidad separada de su ser y alejarlos diciéndoles "ya acabó su tiempo, váyanse, no me estorben". Poco a poco va uno reduciendo el lapso de ese permiso hasta que desaparezcan.

-Hay que considerar los pensamientos obsesivos como un virus dañino, como una alimaña, como un enemigo al que hay que destruir. Un ejercicio de visualización es representarlos mentalmente como una pesada roca que vamos cargando, que nos impide enderezarnos y de la cual nos queremos liberar. Podemos observar cómo dejamos caer la roca por un despeñadero, cómo va partiéndose en mil pedazos e incluso imaginar el estruendo, o bien destruir uno mismo esa roca hasta hacerla añicos. Otra imagen visual es mantenerlos a raya; tú eres un guardián con perros entrenados y cada vez que los pensamientos obsesivos se acerquen e intenten brincarse las trancas les dejas ir a los perros para que los destrocen.

-Una visualización más es la de una ceremonia fúnebre, en la que se observa cómo el ataúd de la relación desciende a la tumba mientras uno se despide de ella, reconociendo que ya murió, que uno tiene la fortaleza para superar la pena y seguir adelante porque uno está vivo, entero, y con firmes deseos de rehacer su vida.

Parte 9: Estrategias para curar el corazón partío

Guía práctica

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

Acuérdate de la ley de Física que establece: "La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma"; así que hay que cuidar hacia dónde vamos a dirigirla. Claro que cuando el rompimiento de la relación es muy reciente, no tenemos ni ganas de pensar, pero en

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lo posible, hay que canalizarla hacia alguna actividad que aporte algo positivo; al menos procurar no revertirla contra uno mismo, no generar sentimientos de culpa, de autorreproche, sino dejarla escapar.

Después de salir del pasmo y el asombro de los primeros días, de reconocer la tristeza y desahogar el dolor, una vez que hemos pasado por las etapas de mayor confusión, desaliento e ira, hay que empezar a pensar qué vamos a hacer con nosotras. Es la etapa de reconstrucción.

De manera semejante a un edificio que se derrumbó y pasó por la remoción de escombros, llega el momento de preparar de nuevo el terreno para colocar los cimientos y emprender una nueva y renovada construcción.

Entre los pensamientos, actitudes y medios para ayudarnos, están las siguientes sugerencias:

-Acude a algún masaje relajante.

-Abrázate a ti misma y apapáchate diciéndote cosas bonitas y alentadoras.

-Cuando hagas algo bien o progreses, por ejemplo si hoy pensaste menos en él que ayer, felicítate, apláudete.

-Y si quieres que mañana sea mejor, haz que hoy sea mejor; agrega algo positivo cada día. " Date a ti misma, como si fueras una amiga que te necesita.

- Pide a alguna amiga que te acompañe y se siente junto a ti, incluso sin hablar. Una presencia cercana en silencio trae paz y consuelo.

-Imagina que tienes frente a ti a otra persona que te plantea el problema que tú estás viviendo: ¿Qué le dirías? ¿Cómo le ayudarías? ¿Qué consejo le darías?

-Imagina tu situación como una obra de teatro sobre el escenario; ve cómo se desarrolla la obra, mírate a ti misma sufriendo y luego recuperándote; visualiza cómo cae el telón, se prenden las luces y abandonas la sala. La obra ya terminó y tú te vas de ahí tranquila y satisfecha para continuar tu vida.

-Haz una lista de tus cualidades y habilidades, de tus aspectos físicos agradables aunque te parezcan nimiedades. Recuerda algún piropo o alguna flor y piensa lo bien que te hizo sentir. Ahora dirígete a ti misma en voz alta y repítelo. Sigue con todo lo que anotaste en la lista; así: "Fulana, qué buena eres para tal cosa; qué padre que sepas hacer x cosa..." .

-Autovalórate, siéntete orgullosa de quien eres y piensa "él se lo pierde; yo salgo ganando".

-Identifica todas las desventajas que tenía tu relación con él y siéntete liberada de no tener que seguir cargando con ellas, luego enumera las ventajas de tu actual situación y repítelas mentalmente; piensa que todo el tiempo que antes le dedicabas a él, ahora es un tiempo libre para que hagas lo que a ti te gusta.

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-Inscríbete en algún curso o únete a algún grupo que se dedique a alguna actividad de tu interés. El dejar de pensar tanto en ti misma para concentrarte en otras actividades te hará sentir mucho mejor. " Si está dentro de tus posibilidades, vete de compras, adquiere o ponte algo diferente.

-Hazte un nuevo corte de pelo y cambia de look.

-Si te gustan los animales, adquiere uno. Te hará compañía y requerirá de tus cuidados, lo que te ayudará a canalizar tu deseo de dar.

-Sal al campo; el contacto con la tierra y la naturaleza tiene efectos curativos en el ser humano.

-Imagina el tiempo que has pasado desde que terminó la relación, como un túnel estrecho y oscuro al que no quieres ni volver a mirar; ahora estás saliendo a la luz, siente el aire fresco, mira la claridad del cielo, extiende los brazos, salta de gusto. ¡Eres libre!

-Repítete que eres una persona fuerte y valiente, con toda la capacidad para salir avante de cualquier crisis.

Parte 10: Estrategias para curar el corazón partío

Guía práctica

El amor es como una travesía, como adentrarse en el mar; con sus tormentas y sus remansos, sus riesgos y sus zozobras, pero el poder de su atracción es tal, que uno no mide el peligro, y al soltar amarras, nunca se sabe si se va a llegar a puerto o si se va a naufragar...

La mejor medicina: reír

Indudablemente que uno de los mejores remedios contra la tristeza y el enojo es la risa; reír libera la ira y la tensión, y más sano aún es aprender a reírse de sí mismo.

Después de las primeras etapas de depresión, llanto y aislamiento, en que se nos cerró el mundo, nada mejor que salir de nuevo al mundo a divertirse.

Algunas sugerencias son:

Asiste a espectáculos cómicos, por simples que te parezcan. Si te gusta la zarandeada, vete a alguna feria y súbete a los juegos mecánicos.

Acepta la invitación a reuniones, sobre todo adonde acuda gente divertida. Trata de expandir tu círculo de amistades, relacionándote con gente nueva.

Intenta interesarte en lo que platican. Pide a tus amigos que te cuenten chistes. Busca un libro ligero o consigue una película que aunque ya la hayas visto,

recuerdes que te hizo reír o solicita que te recomienden alguna.

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Entre los fundamentos sobre el poder de la risa están los estudios de la logoterapia, que analiza la capacidad humana para desprenderse de uno mismo, la búsqueda del ser humano por encontrar sentido a su existencia. La logoterapia afirma que en vez de luchar contra las obsesiones, lo cual conlleva el riesgo de que al ejercer una presión se dé una reacción contraproducente que no sólo no las elimine sino las refuerce, propone ridiculizarlas.

Viktor Frankl, un psiquiatra judío que sobrevivió a los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial gracias a su autolavado de cerebro, afirma que la logoterapia es "útil en el tratamiento de situaciones obsesivas, compulsivas y fóbicas" (7), y entre otros casos expone el de un tartamudo que en una ocasión en que trató de escudarse en esa incapacidad para salir airoso de una situación embarazosa, no logró tartamudear.

Esto significa que si logramos vernos desde afuera, como si fuéramos una persona ajena a nosotros, como un observador, podemos lograr una distancia con respecto a nuestros problemas, ayudarnos a encontrar una solución más objetiva e incluso a sobrellevar el sufrimiento y a sanarnos interiormente.

Conforme a este procedimiento, si nos visualizamos haciendo el ridículo, y nos reímos de la manera tan absurda en que nos estamos comportando, tendremos más fuerza para combatir la actitud que deseamos desechar.

Vinculando este recurso terapéutico con las herramientas de la Programación Neurolingüística, podemos crear un ancla de la risa, (checar el capítulo del semáforo y el ancla del olvido) propiciando un estímulo que conecte nuestros pensamientos obsesivos con una circunstancia jocosa.

¿Aman y olvidan de manera diferente los hombres que las mujeres?

¿Es posible identificar patrones de comportamiento diferentes en los hombres que en las mujeres, tanto en la relación amorosa como en el proceso del olvido? ¿Enfrentan los hombres el rompimiento de una relación y olvidan de una manera diferente a como lo hacen las mujeres? ¿Recurren a algo distinto para olvidar?

En el transcurso de mi investigación bibliográfica encontré pocas referencias que aludan a esta diferenciación; sin embargo, a través de las conversaciones que sostuve con quienes me aportaron sus experiencias e intercambié opiniones, pude detectar que reiteradamente hablaban de ello y que tanto unos como otras se referían a lo que hace el sexo opuesto como algo distinto a lo que hace el propio.

Con base en las pláticas sostenidas, he llegado a ciertas conclusiones sobre la forma en que las mujeres perciben que los hombres se comportan en una relación amorosa. Son las siguientes:

Por lo general, el hombre es más pragmático y realista; la mujer más romántica y soñadora.

El hombre es más proclive que la mujer, a sostener una relación por interés, conveniencia o comodidad, a dejarse llevar por las ventajas que le

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proporciona la relación, aunque a veces no sea plenamente consciente de ello.

Si el hombre tiene una posición económica superior a la de la mujer, es común que se la pase bien con ella un rato; rato que en ocasiones puede durar años, pero cuando las circunstancias le exijan tomar la decisión de comprometerse, es probable que se retire. En cambio si la del dinero es la mujer, a ella no le importa que él hasta ande en huaraches y no tenga en qué caerse muerto; le vale gorro el mundo. Está dispuesta a compartir con él todo lo que tiene; incluso a pasar penurias y a desafiar a la sociedad con tal de seguir a su lado.

Cuando el hombre dice "te amo" lo siente así en ese momento; cuando la mujer dice "te amo" se está entregando para siempre.

Cuando termina una relación amorosa, el hombre, a diferencia de la mujer, no recurre a los amigos para hablar horas y horas de lo que le pasó ni mucho menos para llorar con ellos. Si llegan a llorar, lo hacen más bien a solas o bajo el efecto del alcohol; buscan a los amigos para salir a divertirse o para entretenerse platicando de otros temas que los distraigan de su dolor. En general, las mujeres perciben que para los hombres es más fácil olvidar que para ellas. Al parecer existe consenso entre las mujeres al considerar que "nosotras nos desahogamos hablando con las amigas; ellos recurren a las copas y se buscan a otra(s)".

Por su parte, los hombres consideran que el emborracharse para olvidar tiene menos importancia y es un recurso menos efectivo de lo que piensan las mujeres. Describen así el proceso de recurrir con ese fin a la bebida: "empieza uno a tomar unos tragos porque quiere divertirse y desafanarse un rato de la tristeza, para dejar de extrañar a la mujer con la que se terminó la relación. Efectivamente, primero se pone uno alegre y hasta eufórico, pero conforme va uno tomando, surge su recuerdo y todos los sentimientos contenidos; empieza uno a hablar, a desahogar lo que trae adentro, invariablemente exagerando, una de dos: lo que nos hizo y desprestigiándola diciendo pestes de ella: que si es una desgraciada, que si es una buscona, que si es una tal por cual, es decir adoptando el papel de víctimas, o bien culpándonos de lo sucedido e idealizándola. Lo que resulta de todo esto es que en vez de lograr lo que buscábamos, la bebida, por el contrario, hace que aflore precisamente aquello que queríamos olvidar y nos suma más en la tristeza y en la depresión". En pocas palabras, pretenden ahogar sus penas en el alcohol, pero los que terminan ahogados son ellos.

Algo similar sucede cuando tratan de distraerse yéndose con mujeres fáciles. La experiencia sexual en estos casos sólo deja un vacío y recrudece el anhelo doloroso de querer estar con quien desean olvidar.

Por su misma naturaleza pragmática, el hombre tiende a buscar a alguien con quien consolarse, acorde con el consabido dicho de "un clavo saca otro clavo". Al parecer, mientras más resiente la pérdida, más pronto busca una nueva relación. En un primer momento es posible que efectivamente se sienta aliviado al andar con otra y hasta se sienta eufórico, pero este tipo de relaciones tienden a durar poco tiempo porque son un escape, mera ilusión, en realidad él no está curado ni preparado para comprometerse ni establecer una relación formal. Por decirlo así, come porque tiene hambre pero no es lo que le satisface. A estas relaciones que se

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propician inmediatamente después del rompimiento amoroso se les llama de rebote o de transición y quienes las experimenten, difícilmente encontrarán en ellas a la persona adecuada, porque habitualmente sólo son una sustitución eventual. Proporcionan un alivio temporal, pero a la larga resultan contraproducentes. Todo parece indicar que si se está sufriendo intensamente cuando empieza una relación, el sufrimiento, en vez de disminuir, a la larga aumentará.

Quienes inicien una relación en esta etapa deben estar conscientes del proceso de inestabilidad que están viviendo, compartir con honestidad sus dudas y temores con quien esté dispuesto a atravesar con ellos esta etapa de transición, y no hacer promesas ni intentar nuevos compromisos, de modo que la persona que acepte acompañarlos en esta fase de curación se percate, esté alerta de que la relación puede ser meramente pasajera y advierta el peligro de que los sentimientos puedan cambiar con la misma velocidad con que se desbordaron al principio.

A las mujeres nos cuesta trabajo entender la rapidez con que el hombre se relaciona con otra porque no nos percatamos de que esa precipitación es una manera en que ellos tapan el dolor, en cambio a nosotras el dolor nos hace apartarnos, replegarnos y se nos dificulta volver a confiar; no obstante, si sabemos enfrentar y asimilar lo que sucede en nuestro interior, es muy probable que estemos más cerca de la curación que ellos al esquivarla.

Parte 11

Final de esta excelente Guía práctica para curar el corazón partío

El globo y el perdón

Para llegar a olvidar lo traumante, desagradable y doloroso del rompimiento sin perder los buenos momentos y las enseñanzas que nos haya dejado la relación, para asimilar la experiencia vivida, es necesario aprender a perdonar. Después de la tempestad viene la calma; los sentimientos se asientan, se acomodan y podemos empezar a pensar con más claridad. Es el momento de la objetividad y, por ende, del perdón, que permite rescatar lo positivo. Perdonar... pero a su debido tiempo. Así como hay que pasar por un parto para nacer, si antes no hemos experimentado y expresado el dolor y el coraje, éstos pueden atorarse y provocarnos depresión y otros trastornos psicológicos o físicos.

La ira no expresada es como un gas adentro de un globo; si ejerces presión, si lo aprietas de un lado, le salen chipotes por otro, andarás de mal humor y pagarán el pato personas que ni la deben ni la temen, que nada tienen que ver con lo que a ti te está sucediendo; sentirás que explotas o de hecho lo harás en momentos inadecuados y por el mínimo motivo, ante el desconcierto e incomprensión de los que te rodean. Por eso, tienes que abrir una válvula, desatar el nudo para que ese gas vaya escapando, mediante desahogos y ejercicios que te permitan pasar por las etapas de expulsión y reconstrucción. Una vez aligerada la presión, puedes empezar a perdonarlo.

Y para perdonarlo, primero tienes que perdonarte a ti misma.

En algunos casos esto implica asumir que la responsabilidad de haber hecho una mala elección recae en ti, que la que te equivocaste fuiste tú; tú fuiste quien creíste que la

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relación podía llegar a donde tú querías, tú fuiste la que elucubraste o fantaseaste, la que construyó castillos en el aire o la que permitió que las cosas llegaran hasta tal punto. Al mismo tiempo, reconoce que como ser humano que eres, cometes errores, tienes derecho a equivocarte, pero igualmente tienes la capacidad de levantarte, de corregir, de seguir adelante y de recuperarte.

Perdonarse para perdonar funciona de manera semejante a aceptarse para ser aceptada: la vibra que uno emana es clave para que los demás se acerquen o se alejen.

El perdón comienza cuando uno deja ir los resentimientos. Perdonar es dejar de responsabilizar al otro de lo que tú sientes. Mientras no perdones, estás reconociendo que el otro tiene poder sobre ti; en cambio el perdón te libera y te engrandece porque te hace a ti dueña y señora de tu propia valía; te devuelve el control de tus sentimientos, de tus emociones, de tu vida.

Perdonar es reconocer la justa dimensión del agravio pero sin tender a exagerarlo, bajando la intensidad del nivel de aprensión; procurar restarle importancia ubicándolo dentro del contexto global de la relación, reconociendo no sólo lo malo sino también lo positivo que nos aportó. Perdonar es centrar nuestra atención y darle más peso a lo bueno que recibimos de él que a sus fallas, errores y equivocaciones. Perdonar es darle más valor a la persona que a lo que ésta haya hecho.

Algunos ejercicios para ayudarte a perdonar son los siguientes.

Envía mentalmente a tu corazón energía positiva, pensamientos de paz, de tranquilidad, de armonía; agradécele que siga latiendo; dale un descanso visualizando que le entra luz nítida y apacible.

Respira hondo y practica ejercicios de relajación y meditación.

Escribe a quien te abandonó una carta poniéndote en su lugar y dirígela a ti misma; pon en boca de él todo lo que te gustaría escucharle decir: lo mucho que vales y él no supo reconocer, en que te pide perdón por tu dolor pero quisiera lo respetaras por no estar a tu altura, por su incapacidad para amarte o para demostrártelo. Luego vuelve a ser tú misma y respóndele perdonándolo, expresándole que lo dejas ir, deseándole que sea dichoso, asegurándole que tú vas a estar bien, que estás recuperándote satisfactoriamente.

Visualízalo frente a ti y exprésale con tranquilidad que respetas sus motivos por los que te dejó, que has reconocido que separarse era lo mejor, que él fue quien primero se alejó, pero que ahora la que se va eres tú porque tienes derecho a aprender a vivir y a ser feliz sin él. Luego te despides amigablemente y te marchas.

Intenta ver todo lo que te dolió de él y de la separación como una película antigua, en blanco y negro, en la que su actuación dejó mucho que desear; no era el protagonista adecuado, no fue culpa suya, simplemente él no daba para más. Tú no eras consciente de ello porque estabas inmersa en la cinta pero ahora que lo ves desde otro ángulo puedes percatarte de ello con objetividad: no te llena, no es lo que quieres, y eso por lo que pasaste ya no es más que celuloide. Experimenta tu momento actual en vivo, a

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colores, tú eres una persona real, de carne y hueso; tú estás dirigiendo tu vida, tú tomas las decisiones y eso te hace sentir bien, muy bien.

Para ayudarnos a perdonar, conviene distinguir entre orgullo y dignidad. Orgullo es cuando sabes que no tienes la razón, que estás equivocada pero no quieres reconocerlo ni dar tu brazo a torcer. Dignidad es simple y llanamente respetarte a ti misma.

Cuando logramos perdonar hemos dado un paso trascendental en nuestra recuperación porque hemos podido cruzar la barrera hacia nuestra auténtica liberación.

Perdonar es como abonar la tierra para disponerla a una nueva cosecha.

¿Cómo saber cuando ya la libraste?

Sabrás que ya superaste la situación, que lograste capear el temporal y has llegado a la orilla, cuando puedes recordar a quien te dejó sin sufrir, incluso con cariño y agradecimiento; cuando revives todo lo que pasó: buenos y malos momentos, sin tristeza ni coraje; cuando eres capaz hasta de reírte de lo azotada que andabas y de los tormentos que te provocó el fin de la relación; cuando prefieres la etapa actual que estás viviendo a los días pasados a su lado; cuando ya no sientes el corazón partío.

Y si tienes la suerte de encontrar a alguien que te extiende los brazos y desea brindarte su compañía y su calor, date permiso para volver a sentir, para volver a confiar, para volver a involucrarte, para volver a amar. Sin presionarte pero tampoco sin apresurarte. No pretendas tener siempre todo bajo control; permite que la vida te consienta, déjate acariciar por el vaivén de los acontecimientos, aprende a recibir; te mereces ser feliz.

Procura no comparar; cada relación tiene su sello, su encanto. No pienses si es o no mejor; sólo admite que es diferente.

Sabrás que ha llegado el momento de abrirte a alguien más porque sentirás interés por conocerlo, ilusión por arreglarte para gustarle, emoción por escuchar su voz, deseo por mirar de cerca sus ojos, y volverás a sentir ñáñaras en tu interior. Ese día está más cerca de lo que te imaginas, si no es que ese día ya llegó.

Disfruta esta nueva oportunidad que te brinda la vida, saborea el nacimiento de esta nueva relación y felicítate a ti misma por haber sabido superar lo que en un principio parecía inalcanzable: llegar a este presente fresco y renovado con una profunda sensación de paz.