El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

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Universidad Central de Venezuela Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Centro de Estudios de Postgrado Especialización en Derecho Administrativo “El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo” Trabajo Especial de Grado para optar al Título de Especialista en Derecho Administrativo Autor: Alfredo Parés Salas Tutor: Antonio Canova González Caracas, Enero 2005

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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas

Centro de Estudios de Postgrado

Especialización en Derecho Administrativo

“El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo”

Trabajo Especial de Grado para optar al Título de Especialista en Derecho Administrativo

Autor: Alfredo Parés Salas

Tutor: Antonio Canova González

Caracas, Enero 2005

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN....................................................................................................... 4

PRIMERA PARTE EN GENERAL: SOBRE LAS MEDIDAS CAUTELARES Y SUS PRINCIPIOS RECTORES. EL PODER CAUTELAR GENERAL DEL JUEZ ADMINISTRATIVO..

I. - Sobre la naturaleza jurídica, finalidad y características de las medidas cautelares.................................................................................................................. 10

A.- La naturaleza jurídica de las medidas cautelares.......................................... 10

B.- La finalidad de las medidas cautelares.......................................................... 22

C.- Las características de las medidas cautelares.............................................. 24

1.- La instrumentalidad.................................................................................. 24

2.- La provisionalidad..................................................................................... 26

3.- La urgencia............................................................................................... 26

4.- La integridad y flexibilidad........................................................................ 30

II. - Las medidas cautelares tradicionales en el contencioso-administrativo venezolano................................................................................................................ 31

A.- La medida de suspensión de efectos................................................................. 31

B.- Las medidas cautelares innominadas del Código de Procedimiento Civil.......... 35

III. - El poder cautelar general del juez administrativo y el derecho a la tutela judicial efectiva..........................................................................................................

40

A.- El poder cautelar general en el Derecho Comparado. Unas muy breves notas sobre la legislación española.................................................................................... 46

B.- El poder cautelar general en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia....................................................................................................................... 48

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SEGUNDA PARTE EN PARTICULAR: SOBRE EL AMPARO CAUTELAR EN EL CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO VENEZOLANO

I. - La naturaleza jurídica del amparo constitucional previsto en el segundo párrafo y el parágrafo único del artículo 5° de la Ley de Amparo........................................... 53

II. - La regulación legal y tratamiento jurisprudencial del amparo cautelar. Las ventajas y desventajas............................................................................................... 58

A.- La interposición en todo tiempo del recurso de nulidad....................................... 60

B.- El innecesario agotamiento previa de la vía administrativa................................. 73

C.- La celeridad......................................................................................................... 79

D.- Los efectos de la medida o amplitud de la protección......................................... 82

CONCLUSIONES...................................................................................................... 83

BIBLIOGRAFÍA.......................................................................................................... 88

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INTRODUCCIÓN

La Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales1

consagra bajo la denominación genérica de amparo constitucional, una

multiplicidad de mecanismos de protección de derechos y garantías

constitucionales que presentan naturalezas totalmente diferentes y que, por

ende, requieren diverso tratamiento y regulación.

Entre estos diversos mecanismos, se cuenta el previsto en el segundo

párrafo y el parágrafo único del artículo 5° de la citada ley, norma a tenor de

la cual, la acción de amparo constitucional puede ser ejercida conjuntamente

con el recurso contencioso-administrativo de anulación contra actos

administrativos de efectos particulares o por abstención.

Al ser ejercido el amparo de esta manera, se habilita al tribunal para que “en

forma breve, sumaria, efectiva... si lo considera procedente para la protección

constitucional, suspend(a)... los efectos del acto recurrido como garantía de

dicho derecho constitucional violado, mientras dure el juicio”. Asimismo,

establece la norma que el recurrente puede interponer el recurso

contencioso-administrativo “en cualquier tiempo, aún después de

transcurridos los lapsos de caducidad previstos en la Ley” y sin necesidad

del previo agotamiento de la vía administrativa2.

1 Publicada en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela número 33.891 del 22 de

enero de 1988. 2 Para el momento en que fue elaborada esta norma, se hallaba en vigor la Ley Orgánica de

la Corte Suprema de Justicia, en cuyo Artículo 124, numeral 2, se consagraba como causal

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Previsto en esos términos, esta modalidad de amparo constituye una figura

especial, diferenciable del amparo constitucional ejercido de manera

autónoma y del amparo contra decisiones judiciales, también previstos y

regulados en el mismo texto legal. Ante la imprecisión y muy criticable

redacción del artículo comentado, el desarrollo de esta figura, desde los

aspectos más esenciales y básicos, tales como su naturaleza jurídica, han

quedado en manos casi exclusivas de la doctrina y la jurisprudencia.

En la actualidad, puede afirmase sin temor a equívocos, que existe un

consenso general en doctrina y jurisprudencia de que la figura allí prevista es

verdaderamente una medida cautelar. Sin embargo, ello no ha sido siempre

así. A esta norma no siempre se le ha dado una única lectura. Desde la

entrada en vigencia de la ley, han sido propuestas diversas tesis sobre la

naturaleza de la figura contenida en el comentado artículo. Entre otras, se

cuenta, la tesis de la acumulación de acciones y la del ejercicio conjunto de

acciones.

Ahora bien, postular que la figura objeto de examen tiene una u otra

naturaleza conlleva una serie de consecuencias prácticas que inciden e

incluso pueden determinar la interpretación que de la misma se haga. Así por

de inadmisibilidad del recurso contencioso-administrativo el no agotamiento previo de la vía administrativa. Con la entrada en vigencia de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, dicha norma quedó derogada. Ahora bien, el tema en cuestión no se agota allí, ya que al respecto también se pronuncia la Ley Orgánica de la Administración Pública, en cuyo Artículo 7, numeral 9, se dispone que es un derecho de los particulares el ejercer los recursos judiciales frente a las decisiones desfavorables, sin necesidad de agotar previamente la vía administrativa. Empero, la vigencia de esa norma, fue supeditada por la propia Ley, en su disposición transitoria séptima, a la posterior entrada en vigencia de la ley que se dicte sobre lo contencioso-administrativo. En todo caso, ante la escasez de decisiones judiciales al respecto y habida consideración de los radicales cambios jurisprudenciales de los que ha sido objeto este tema, el mismo sigue estando en el tapete y debe, por tanto, estar comprendido dentro de cualquier análisis que pretenda realizarse.

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ejemplo, al ser catalogado como una cautelar, el análisis que del régimen

legal y de su tratamiento jurisprudencial se haga, deberá tomar en

consideración los principios rectores de las medidas cautelares y deberá, por

ende, acoplarse a ellos. Esa misma precisión permite a la vez realizar un

análisis comparativo de esta figura con los atributos de sus iguales, esto es,

de las otras medidas cautelares empleadas en el contencioso-administrativo.

Y es que, salvo por la posibilidad de presentar el recurso en todo tiempo y la

supuesta celeridad procesal que el amparo, como medio procesal supone,

los beneficios que el amparo ejercido conjuntamente con el recurso

contencioso-administrativo aporta, resultan ser infinitamente menores en

comparación con sus complicaciones, desventajas e incongruencias teóricas

y prácticas.

Para comprobar lo anterior, baste simplemente realizar un pequeño ejercicio

de investigación jurisprudencial y doctrinal, luego del cual se podrá apreciar

la cantidad de traspiés y tumbos que han dado, sin duda alguna con la mejor

intención pero no siempre con los mejores resultados, nuestros tribunales y

doctrina.

Probablemente una de las causas principales que hayan coadyuvado a esta

realidad pueda encontrarse en el propio texto de la ley de amparo . No es un

secreto para nadie que, aun cuando regula una de las herramientas

predilectas de la justicia constitucional, la Ley Orgánica de Amparo sobre

Derechos y Garantías Constitucionales dista mucho de ser una ley ejemplar.

Por el contrario la gran cantidad de lagunas, muy criticable redacción y mala

técnica legislativa, han hecho que en torno a ella se formulen incesantes

críticas.

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Partiendo del problema de su propia naturaleza, pasando por las

incongruencias de su regulación legal, hasta llegar a la variada gama de

interpretaciones y tesis que se han propuesto para intentar solventar esas

incongruencias, no en vano habría de afirmarse que la problemática que

plantea la regulación del amparo cautelar no es escasa.

Ahora bien, la tendencia hoy en día en materia de medidas cautelares apunta

claramente en otro sentido: la utilización del denominado poder cautelar

general del juez administrativo.

Esta figura ha sido recogida por diversos ordenamientos positivos, entre los

que se cuentan el español y, aparentemente ahora, aunque de manera un

tanto confusa, el venezolano3. Este poder cautelar supone, entre otras cosas,

la admisión de que el juez administrativo tiene un poder general que le

permite dictar cuantas medidas cautelares considere necesarias para lograr

la efectividad de la sentencia de fondo.

En líneas generales, puede afirmarse que ese poder cautelar supone

también el abandono del sistema tasado de medidas cautelares -por

denominarlo de algún modo- en el que existen diversos mecanismos

cautelares, cuyo empleo se hace depender del tipo de conducta de la

Administración que se ataca. Este sistema, actualmente vigente, propugna,

exempli gratia, que frente a las omisiones genéricas deba emplearse una

determinada técnica cautelar o que frente a omisiones específicas, se utilice

otra, que ante negativas expresas, se requiera de una distinta, o ante actos

de contenido positivo de emplee otra, y así sucesivamente. Este sistema de

3 Artículo 19, parágrafo 11, de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, publicada

en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela número 37.942 del 19 de mayo de 2004.

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mecanismos cautelares cerrados4 pareciera estar siendo poco a poco

superado, ya que, debido a la complejidad de la actividad administrativa, éste

se erige, a la postre, en un obstáculo a la realización de la justicia.

En las páginas que siguen intentaremos realizar un análisis del amparo

cautelar y del poder cautelar general del Juez, a la luz de los principios que

rigen en materia de las medidas cautelares.

Para ello, realizaremos en la primera parte un estudio sobre el tema de las

medidas cautelares en general, su naturaleza jurídica, características y

finalidad y daremos un breve recuento sobre los tradicionales mecanismos

de protección cautelar en el contencioso-administrativo venezolano, cerrando

con una introducción al tema del poder cautelar general, todo ello con el

objeto de sentar el marco teórico del cual haremos uso en el estudio que se

pretende llevar a cabo en la segunda parte del trabajo.

Esa segunda parte, versará, ya en particular, sobre la institución del amparo

cautelar, analizando sus ventajas y desventajas y la (in)coherencia del

régimen legal previsto en la ley y del tratamiento jurisprudencial que se le ha

dado.

4 En propósito puede consultarse a Antonio Canova González: Reflexiones para la Reforma

del Sistema Contencioso Administrativo Venezolano. Caracas. Editorial Sherwood, 1998, pp. 206 y ss. En su trabajo, el citado autor propugna, respecto del tema de los recursos o acciones en el contencioso-administrativo, la implantación de un sistema abierto de pretensiones, tal cual ha sido el desarrollo que le ha dado desde temprano la ciencia procesal al tema.

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-I-

EN GENERAL:

SOBRE LAS MEDIDAS CAUTELARES Y SUS PRINCIPIOS RECTORES. EL PODER CAUTELAR GENERAL DEL JUEZ

ADMINISTRATIVO

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1. Sobre la naturaleza jurídica, finalidad y características de las medidas cautelares.5

A. La naturaleza jurídica de las medidas cautelares.

A diferencia de lo sostenido por Agustín Gordillo, autor para quien “no existen

“esencias” o “naturalezas” inmanentes y permanentes de los objetos”,6 en

nuestra opinión, tales esencias o naturalezas sí existen y, además, definen,

llenan y delimitan de manera permanente el contenido de las instituciones a

las cuales son inherentes. Todo ello, sin embargo, no obsta para afirmar que

esa esencia pueda adquirir diversas manifestaciones o matices de acuerdo

con el espacio y tiempo en el que se materializa.

Como todo, el tema de las medidas cautelares no escapa de este postulado.

Delimitar su naturaleza, razón de ser, así como sus características

esenciales es fundamental, a los fines de poder definir su régimen. Es por

ese motivo que hemos escogido este tema como punto de partida. Lo

primero, pues, que debe hacerse entonces, es precisar cuál es la naturaleza

jurídica de la institución de las medidas cautelares, para luego inquirir por su

fin último y poder pasar a identificar cuáles son sus características

esenciales.

Naturaleza jurídica, fin último y características esenciales se erigen así como

las tres nociones que constituirán el Norte de nuestra primera búsqueda.

5 Nos permitimos advertir que aun cuando nuestro análisis principal tiene por objeto las

medidas cautelares dictadas en sede judicial, por versar el presente Capítulo sobre aspectos generales o fundamentales de la institución de las medidas cautelares, incluiremos dentro del mismo la mención a las medidas cautelares administrativas. 6 Agustín Gordillo: Tratado de Derecho Administrativo, IV. 1a. Edición Venezolana. Caracas.

FUNEDA y Fundación de Derecho Administrativo, 2001, p. III-15.

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Precisar estas nociones, se convierte en una tarea fundamental para el

investigador, ya que éstas sirven de marco teórico, abstracto y general, a los

fines de poder apreciar, entre otras cosas, las bondades de un determinado

régimen jurídico en concreto.

Por lo que respecta al primero de los temas, el referido a la naturaleza

jurídica, resulta menester comenzar por tratar de precisar ante todo qué

significa realmente buscar la naturaleza jurídica de una determinada

institución.

Pocos son los autores que se preguntan cuál es el verdadero significado que

encierra la voz “naturaleza jurídica”, esto es, qué quiere decirse cuando se

emplea esta expresión. En algunas oportunidades se hace referencia a las

características de una institución, catalogándolas como su “naturaleza”. Otras

veces, incluso se confunde la finalidad de la institución y se le tilda de tal.

Naturaleza, naturaleza jurídica, características, esencia, fin, elementos,

principios, parecen ser conceptos que se usan y se sustituyen el uno al otro

sin mayor reparo.

Por esta razón, nos permitimos, primeramente, recordar al catedrático

español Juan Montero Aroca, quien enseña que investigar la naturaleza

jurídica de una institución no es más que ubicar la categoría jurídica superior

y general dentro de la cual la institución objeto de estudio puede ser

encuadrada. Para el citado catedrático, realizar esta operación tiene un

indiscutible objetivo pragmático, cual es permitir al intérprete, ante un vacío

normativo en la regulación de la institución, obtener, por medio de la

integración, una norma que pueda suplir dicha laguna. Así, al ascender un

eslabón en la cadena género-especie, pueden identificarse los principios o

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incluso las normas positivas que rigen el género, las cuales se tomarán para

colmar el vacío normativo de la especie. Contundentemente precisa el autor,

que sólo en la medida en que inquirir por la naturaleza jurídica satisfaga esa

necesidad, será ésta una operación útil.7

Así pues, para Montero, el esfuerzo de buscar la naturaleza jurídica de una

institución “responde, no a un puro deseo de jugar a las clasificaciones y

subclasificaciones, sino a una clara finalidad práctica: se trata de determinar

ante el silencio de la ley, ante una laguna legal, qué normas son aplicables

supletoriamente”.8

Pero es que además, agregamos nosotros, determinar la naturaleza jurídica

de una institución no es labor únicamente útil al operador jurídico, a quien

aplica la ley, sino que también resulta ser una herramienta provechosa al

investigador, quien, al ser capaz de precisar la naturaleza jurídica de la figura

o institución objeto de su análisis, aprehende también los principios

fundamentales que la rigen y las características que de ellos derivan, todo lo

cual le permite tener más herramientas para apreciar la bondad o

conveniencia del régimen jurídico que, en un momento y espacio

determinado, el Derecho positivo haya establecido para disciplinar tal

institución.

Couture, por su parte, afirmaba, al referirse al fenómeno del proceso civil,

que “el estudio de la naturaleza jurídica... consiste, ante todo, en determinar

si este fenómeno forma parte de algunas de las figuras conocidas del

7 Juan Montero Aroca: Derecho Jurisdiccional, V. I., 12a. edición. Valencia, Tirant lo Blanch,

2003. 8 Juan Montero Aroca: Derecho Jurisdiccional... op. cit., p. 282.

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derecho o si por el contrario constituye por sí sólo una categoría especial”.9

El preclaro autor, también reconocía que el tema de la naturaleza jurídica “no

es sólo investigación teórica”, sino que “la conclusión a la que se llegue tiene

consecuencias prácticas de especial importancia”.10

Para resaltar esa importancia, nos permitimos tomar por ejemplo el caso de

los contratos administrativos, figura de la que hoy en día no se pone en duda

su naturaleza jurídica. Pareciera redundante afirmarlo, pero los contratos

administrativos tienen naturaleza jurídica contractual. Por ello, ante un vacío

normativo o al momento de realizar una interpretación de este tipo de

contratos, habrá que atender a los principios contractuales desarrollados por

el Derecho Privado, aunque en este caso en particular ha de tenerse siempre

en cuenta el fenómeno que una de las partes involucradas será una

Administración Pública, por lo que existe una fuerte matización en algunos de

esos principios.11 Ahora bien, Otto Mayer negaba la naturaleza jurídica

contractual de los contratos administrativos. Para este autor, parafraseado

por Brewer-Carías, “la figura del contrato, al exigir posiciones igualitarias, era

extraña al derecho administrativo, pues la Administración siempre mandaba

unilateralmente”.12 Quien siguiese así la tesis propuesta por Mayer y, en

consecuencia, negara la naturaleza jurídica contractual de esta figura

probablemente interpretaría una determinada cláusula contractual de manera

muy distinta a la que lo haría alguien para quien el contrato administrativo sí

tuviese naturaleza jurídica contractual.

9 Eduardo Couture: Fundamentos de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires. Ediciones De

Palma, 1966, p. 124. 10

Eduardo Couture: Fundamentos de Derecho Procesal Civil... op. Cit., p. 125. 11

Sobre todo en lo que se ha denominado “el régimen común de derecho público de todos los contratos de la Administración” en cuanto a capacidad y el “régimen preponderante de derecho público” en cuanto a su ejecución. A mayor abundamiento ver Allan R. Brewer-Carías: Contratos Administrativos. Caracas. Editorial Jurídica Venezolana, 1997, p. 15. 12

Allan R. Brewer-Carías: Contratos Administrativos... op. cit. pp. 44 y ss

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El tema de la naturaleza jurídica, es por así decirlo, un tema de mera

taxonomía jurídica y su estudio constituye una herramienta que, como hemos

visto, resulta de una trascendental importancia. Y es que no debe

confundirse, insistimos, la naturaleza jurídica con las características

esenciales de una institución, ni tampoco con su finalidad.

En nuestro campo de estudio en concreto, es común observar el uso de una

serie de nociones que, por decirlo de algún modo, suelen adjetivizar el

término “cautelar”, como tratando de dotarle de algún tipo de naturaleza. Así,

se habla de proceso cautelar, de providencias cautelares, sentencia cautelar,

pretensión cautelar, derecho cautelar e incluso hasta de acción cautelar. No

obstante, coincidimos con el profesor Ortiz Ortiz, cuando, al referirse a la

serie de calificativos con que suele tildarse a las cautelares, termina por

concluir que “el término más adecuado es precisamente el de medidas

cautelares pues ofrece una clara aproximación a la totalidad del fenómeno y

no a uno sólo de sus vértices”.13

Preliminarmente debemos advertir que consideramos que cuando se hace

uso de estos términos no se puede entender que con ello se esté calificando

la naturaleza de las medidas cautelares. Gratia argüendi, cuando se habla de

la sentencia cautelar, no puede entenderse que la cautelar sea simplemente

una sentencia, la sentencia es una de las formas a través de las cuales se

materializa una medida cautelar. Así mismo sucede con el proceso o, mejor

dicho, procedimiento cautelar, no es más que un procedimiento, cuya

finalidad específica es la de llegar a una sentencia de contenido cautelar. De

igual manera nos pronunciamos contrarios al empleo del término acción

cautelar, habida consideración de la indivisibilidad del concepto acción,

13

Rafael Ortíz Ortíz: El Poder Cautelar General y las Medidas Innominadas. Caracas. Paredes Editores, 1997, p. 55.

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entendido como el mecanismo para poner en funcionamiento al poder

jurisdiccional, suficiente y ampliamente desarrollado por la doctrina procesal

civil.

Hechas estas precisiones, resulta necesario investigar entonces cuál es la

naturaleza jurídica de las medidas cautelares. Para ello habremos de indagar

en qué categoría jurídica general puede ésta encuadrarse. No obstante,

debemos advertir que esta tarea será vana si partiendo de la raíz y subiendo

por el tronco del árbol, nos llegásemos a perder en la generalidad y bastedad

de sus copos.

Es bien sabido que las medidas cautelares pueden ser dictadas no sólo por

los Tribunales, sino también por la Administración Pública, en el marco de un

procedimiento administrativo. Así pues, son sólo los órganos del Poder

Público quienes pueden decretar medidas cautelares. No será novedoso

entonces afirmar, por argumentum ad contrarium, que un particular está

impedido de producir una medida cautelar, cual sí está posibilitado, exempli

gratia, para celebrar un contrato. Aunque pareciera redundante, esta simple

precisión nos lleva a una primera clasificación prima facie: una medida

cautelar se manifiesta siempre mediante un acto estatal, un acto dictado por

un órgano del Poder Público, en el ejercicio de sus funciones.

Ahora bien, cuáles órganos del Poder Público pueden dictar medidas

cautelares y dentro cuáles procedimientos, es una segunda interrogante a la

que merece la pena prestarle la debida atención. Todo órgano del Poder

Público puede dictar actos estatales, ello es claro, pero no todos pueden, en

el ejercicio de las funciones que le son inherentes, dictar medidas cautelares,

por lo que la primera precisión, por sí sola no resulta suficiente. Parece

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entonces que el tema guarda una mayor relación con la función ejercida, que

con el órgano que la ejerce. Ello es así, habida consideración que en nuestro

país, como lo señala el maestro Brewer-Carías, “el hecho que exista una

separación orgánica “de poderes” no implica que cada uno de los órganos

que lo ejercen tenga necesariamente el ejercicio exclusivo de ciertas

funciones, pues paralelamente a las “funciones propias” de cada órgano del

Estado, éstos ejercen funciones que por su naturaleza son similares a las

que ejercen otros órganos estatales”.14

Así pues, habrá de echar mano de un segundo elemento que permita

explicar este fenómeno. En nuestra opinión, ese elemento podría tratar de

encontrarse en la función ejercida: sólo en la medida en que la función

encomendada al órgano tenga por finalidad dirimir un conflicto singular, esto

es, una controversia particular, puede tener cabida una medida cautelar. No

podrá hablarse de cautelares en el marco de, ad exemplum, la función

normativa o de gobierno, las cuales no tienen por objeto una aplicación del

Derecho, digámoslo así, de último eslabón; la aplicación del Derecho al caso

concreto. Comoquiera que sólo las funciones administrativa y jurisdiccional

tienen por objeto la aplicación del Derecho al caso en concreto, sólo en el

marco de su ejercicio podría ser dictada una medida cautelar.

Por lo que atañe a la función administrativa debemos recordar, sin embargo,

que ésta puede tener diversos contenidos y que no en todos ellos existe

necesariamente un conflicto de intereses. Si bien es cierto que la

Administración puede ejercer función jurisdiccional, cuando la ley la erige en

árbitro y le encomienda la resolución concreta de un conflicto inter-subjetivo

entre particulares, también lo es el hecho que ésta puede dirimir un conflicto

14

Allan R. Brewer-Carías: Derecho Administrativo. VI, 2a. edición. Caracas. Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela, 1981, p. 373.

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concreto entre el interés de un particular y el interés general, del cual ella es

tutora, en el ejercicio de la función administrativa. En este caso se dice pues,

que la Administración es juez y parte. En este caso, insistimos, la

Administración ejerce función administrativa. Lo que vincula ambas hipótesis,

es que en ambas se requiere de una decisión que ponga fin a un conflicto

concreto, a una pretensión resistida.

Sin embargo, existe un gran espectro del contenido de la actividad

administrativa, en función administrativa, que no necesariamente tiene por

objeto dirimir un conflicto de intereses concreto. Tal es el caso de la actividad

prestacional o de servicio público o, incluso, en gran parte de la actividad de

policía administrativa -póngase por ejemplo el campo de las autorizaciones y

permisos: El particular que introduce una solicitud para que le sea expedida

una licencia de expendio de licores, no pareciera, al menos en principio, ser

titular de un interés contrario al interés general del cual la Administración es

tutora-. La actividad de la Administración en este caso tendrá por objeto

levantar una barrera establecida de manera general. Es el típico caso del

sistema de regulación preventiva de las actividades de mercado, en el que

ante una prohibición de tipo relativo, impuesta por el propio Legislador, la

Administración debe verificar el cumplimiento de cierto tipo de requisitos,

para luego habilitar al particular, mediante la concesión de la autorización, a

realizar la actividad, inicialmente restringida. ¿Podrá hablarse de medidas

cautelares en ese supuesto? La respuesta pareciera negativa.

Sin embargo, existen otros casos en los que, en el marco de función

administrativa, existe un claro conflicto de intereses. Tómese por ejemplo, el

caso de los procedimiento administrativos sancionatorios, en materia de libre

competencia o de telecomunicaciones, casos en los que la Administración,

obrando en aras del interés general, está habilitada por la Ley para tomar, en

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el marco de un procedimiento administrativo sancionatorio, medidas

provisionales que en esencia tienen por objeto prevenir que el transcurso del

tiempo necesario para llegar a la decisión definitiva no torne ilusoria su

ejecución.15

Así pues, el tema de las funciones por sí sólo tampoco da respuesta a la

interrogante planteada, porque, como ha quedado expuesto, no en todo

procedimiento en el que la Administración ejerce función administrativa,

existe un conflicto de intereses contrapuestos. Por ello, cuando se habla de

la función administrativa, habrá de agregarse que sólo en tanto y en cuanto

dicha función sea ejercida con el objeto de resolver un conflicto puntual de

intereses, bien que sea éste entre Administración-administrados o entre

administrados en disputa ante la Administración tendrá cabida una medida

cautelar. Ahora bien, la anterior reflexión no pareciera aportar mayor cosa al

tema de la naturaleza jurídica, ya que, como puede apreciarse, la

disquisición anterior esta orientada más hacia el tema de la finalidad de las

medidas cautelares.

Cuando se trata de un conflicto puntual de intereses, una disputa inter-

partes, donde se precisa de una decisión que habrá de resolver una

controversia concreta otorgándole la razón a una de ellas, es necesario que

medie un procedimiento de cognición que le permite al árbitro a quien la ley

le ha encomendado la resolución de la disputa, formarse un criterio objetivo

para poder impartir justicia, en el caso de la función jurisdiccional o para

poder administrar, esto es, para poder tutelar el interés general que le ha

sido encomendado y que se halla contrapuesto a un interés particular.

15

Artículo 35 de la Ley para Promover y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia (Gaceta Oficial Nº 34.880 del 13 de enero de 1992) y Artículos 136, 180, 182, 183 y 184 de la Ley Orgánica de Telecomunicaciones (Gaceta Oficial N° 36.970 del 12 de junio de 2000).

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Mientras existe un conflicto de intereses, que ha de ser resuelto por un

árbitro que debe necesariamente sustanciar un procedimiento, cobra vida el

aforismo según el cual el tiempo necesario para determinar a quién asiste la

razón no debe perjudicar a aquel quien la tiene. Así pues, sólo en el marco

de la función jurisdiccional o de la función administrativa y en la medida en

que existe una controversia del tipo señalado, podrán ser dictadas -esto es,

tendrán justificación- medidas cautelares.

Volviendo entonces al planteamiento inicial, cabría preguntarse si la medida

cautelar es un acto estatal, si esa es la categoría superior dentro de la cual

esta figura ha de ser encuadrada. A nuestra manera de ver, la respuesta

también parece negativa, porque al categorizar a las cautelares como un

acto estatal, se terminaría incurriendo en una confusión entre la naturaleza

de la medida cautelar y su forma de manifestación en el mundo real, esto es,

el mecanismo a través del cual quien la dicta expresa su “voluntad”. Lo que

realmente es el acto estatal, es la sentencia o el acto administrativo, como

expresión documental que son de la voluntad del órgano decisor.

Visto lo anterior, cabría entonces preguntarse si no debe replantearse el

tema y enfocársele sobre las potestades de los órganos del Poder Público.

¿Es acaso la medida cautelar una manifestación de la llamada tutela -

judicial- preventiva o anticipativa? Pues bien, como lo hemos apuntado

previamente, en la medida en que se trate de un poder atribuido al órgano

para prevenir la ilusoriedad de la decisión definitiva que pondrá fin a un

conflicto inter-subjetivo, podrá hablarse de la posibilidad de medidas

cautelares, pero para responder esa interrogante, habría muy probablemente

de buscar la respuesta asiéndonos una vez más al tema de la finalidad de la

institución bajo estudio, pero bajo ese enfoque, se terminaría definiendo la

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naturaleza de la medida cautelar por su finalidad misma, lo cual sería un

método errado de análisis, porque se incurriría en un círculo vicioso.

La aparente inutilidad y confusión puesta de manifiesto con toda la

disquisición anterior, nos lleva a preguntarnos si las medidas cautelares no

son ya en sí mismas una categoría lo suficientemente amplia y general, esto

es, un categoría ubicada en un eslabón lo suficientemente elevado, pero a la

vez con suficientes características propias y con una finalidad muy bien

definida, como para no tener necesidad de escalar más, es decir, como para

constituir en sí misma el fin de una determinada cadena. Así pues, a la

postre, habría de afirmarse que una medida cautelar no es más que una

medida cautelar, que esta institución no tiene naturaleza jurídica conocida,

que ella en sí misma es un categoría, dentro del cual, más bien, deben ser

comprendidas, a título de especie, otras figuras. Como lo dice Montero, al

referirse al proceso como fenómeno, “si al final reconocemos que... es una

categoría jurídica autónoma, no encuadrable en otra más general, tendremos

que concluir que el tema de la naturaleza jurídica... no tiene utilidad alguna,

por cuanto no existen normas supletorias...”. De este modo, las medidas

cautelares no tendrían naturaleza jurídica, siendo las medidas cautelares

medidas cautelares y en este caso “esta tautología se resuelve descubriendo

la razón de ser” de las mismas, su por qué.16

A nuestro modo de ver, el estudio del tema de la naturaleza jurídica de las

medidas cautelares debe definitivamente plantearse de manera inversa, esto

es, descendiente. En vez de preguntarse cuál es la naturaleza jurídica de las

medidas cautelares como institución general, habrá de preguntarse si una

16

Juan Montero Aroca: Derecho Jurisdiccional... op. cit., p. 283.

Page 21: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

21

cierta figura determinada tiene o no naturaleza de medida cautelar. Sólo en

este sentido tiene una clara utilidad la investigación planteada.

Por la razón apuntada, precisar las características y finalidad de esta

categoría jurídica resulta probablemente una de las labores de mayor

importancia. Sólo en la medida en que ésta sea correctamente realizada,

será de utilidad a los fines de conocer si una institución determinada puede

ser catalogada o no como medida cautelar. Así, cuando el intérprete se

encuentre ante una figura de dudosa naturaleza, podrá contrastar si esta

participa de la misma finalidad y de las mismas características propias de la

institución de las medidas cautelares como categoría superior, y encuadrarla

así -o no- en dicha categoría, poniendo al descubierto su real naturaleza

jurídica.17

Ello, como ya lo advertimos con anterioridad, será útil fundamentalmente

para dos cosas: uno, para poder determinar el régimen, esto es, las normas y

principios, que, vía de aplicación analógica, pueden servir para colmar una

laguna en la regulación de una determinada institución que participe de

naturaleza cautelar; y, dos, para contar con ciertas y determinadas

herramientas que faciliten el estudio de un régimen jurídico específico de una

figura que sea catalogada de tal.

17

Probablemente esta labor no denote mayor interés en el caso de figuras cuya naturaleza jurídica no se duda, como por ejemplo, la naturaleza de medida cautelar de la medida de suspensión de efectos del acto recurrido, o, para poner el caso contrario, la negativa a encuadrar como cautelar las acciones posesorias o procedimientos interdictales, sin embargo, en otros casos en los que existen dudas sobre la naturaleza de una figura, como las hubo en su momento respecto del amparo constitucional previsto en el segundo párrafo y parágrafo único del artículo 5 de la ley de amparo o puede llegar a haberlas respecto de cualquier nueva figura que pueda en algún momento crear el legislador.

Page 22: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

22

B. La finalidad de las medidas cautelares.

Según el planteamiento expuesto, la finalidad de la institución objeto de

estudio es uno de los elementos fundamentales que ayudan a determinar

cuáles son sus características esenciales, que la dotan de contenido y

significado y que la diferencian de las demás categorías jurídicas. Esas

características serán inherentes en la medida en que sólo ante su presencia

concurrente, la institución pueda ser capaz de cumplir con normalidad y

efectividad sus objetivos.

Así pues, el método que nos ayudará posteriormente a identificar esas

características, consistirá en precisar primeramente cuál es la finalidad de la

institución, cuál su razón de ser; para luego, plantearse el siguiente

cuestionamiento: ¿qué es necesario para que dicha finalidad pueda ser

materializada?¿qué elementos se requieren -y cuáles no- para que la

referida finalidad pueda llevarse a cabo normal y satisfactoriamente? De esa

manera, podrán dejarse de lado, aquellas notas características que no sean

realmente de su esencia, aislándose las que efectivamente la dotan de su

propia identidad.

Ahora bien, sobre el tema de la finalidad de las medidas cautelares,

pareciera no haber mayor problema, ya que la doctrina desde temprano no

ha dudado en afirmar que la medida cautelar tiene un claro objetivo, una

precisa finalidad: que la ejecución de la decisión definitiva no se haga ilusoria

con el transcurso del proceso o, dicho de otro modo, evitar que el tiempo

necesario para determinar a quién asiste la razón no perjudique a aquél

quien la tiene. Es precisamente ése su fundamento teleológico. Estas

medidas fueron concebidas para paliar los efectos perversos del transcurso

Page 23: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

23

del tiempo indispensable para el correcto desarrollo del proceso.

Parafraseando a Márquez Añez, puede afirmarse que “estas medidas

preventivas, tienen como desideratum, como finalidad y denominador

común... garantizar la ejecución del fallo favorable al solicitante de la

medida”.18

Y es que para la resolución de fondo de una controversia, se precisa de un

tiempo prudencial que, por una parte, permite al árbitro empaparse del

asunto sometido a su consideración; y, por la otra, permite que las partes

que han encomendado la resolución de su controversia a aquél, puedan

disponer de todos los mecanismos procesales necesarios para hacer valer

sus derechos. Como lo señala Calderón Cuadrado, “ni el juzgar puede

realizarse de forma inmediata, ni el hacer ejecutar lo juzgado es instantáneo.

Una y otra actividad exigen tiempo, tiempo para poder decidir justamente”.19

Ahora bien, el transcurso de ese período de tiempo es inherente al propio

concepto del proceso y, obviamente, al procedimiento administrativo. Por

definición, la sucesión de actos que lo compone, ocupa un espacio en el

tiempo, no breve, sino más bien largo, y durante el devenir de ese

prolongado lapso, la situación jurídica que se pretende proteger puede verse

menoscabada, bien por el simple transcurso del tiempo o bien porque

durante el mismo, puedan tener lugar actuaciones que incidan sobre aquélla.

Para prevenir esta situación y lograr así “el buen fin del proceso” y la

consecución de la justicia, fueron concebidas las medidas cautelares.

Por la razón apuntada, habrá pues de afirmarse sin temor a equívocos que

las medidas cautelares no son un fin en sí mismas. Ellas, son sólo un

18

Leopoldo Márquez Añez: “Apuntes de Derecho Procesal Civil”, V. II y III, p. 393. 19

María Pía Calderón Cuadrado: Las Medidas Cautelares Indeterminadas en el Proceso Civil. Madrid. Editorial Civitas, 1992, p. 30.

Page 24: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

24

instrumento cuyo principal objetivo es asegurar la eficacia del procedimiento

principal y, consecuentemente, de la sentencia o acto definitivo. De allí deriva

su denominado carácter de instrumentalidad, su llamada naturaleza

instrumental.

De lo anteriormente expuesto, claro queda entonces que las medidas

cautelares tienen una finalidad instrumental, ellas sirven al procedimiento

principal y sólo en la medida en que lo hagan con eficiencia, darán fiel

cumplimiento a su misión.

C. Las características de las medidas cautelares.

i) La instrumentalidad:

No en vano muchos autores afirman sin reservas que la instrumentalidad es

la característica de mayor importancia de las medidas cautelares. En

palabras de Calderón Cuadrado, “la clave para asignar a una medida el

calificativo de cautelar, sigue estando, a nuestro modo de ver, en el carácter

instrumental -y en lo que se entiende por tal- que les vincula a un proceso,

llamado principal, o más concretamente a la resolución final cuya efectividad

se trata de asegurar”.20 Es así como para parte de la doctrina, es en esta

nota donde radica la esencia de las medidas cautelares, a la cual, en cierto

modo, se la ha dado un rol preponderante ante las demás características,

tales como la provisionalidad, la flexibilidad y la urgencia o algunas otras que

se suelen mencionar. Y es que, además, la instrumentalidad no sólo permite

una aproximación a la noción de las medidas cautelares, sino que también

20

María Pía Calderón Cuadrado: Las Medidas Cautelares Indeterminadas... op. cit.,p. 32.

Page 25: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

25

determina su efectividad: sólo en la medida en que la protección cautelar

responda al cumplimiento de su finalidad, será entonces efectiva, será

realmente instrumental.

Al ser instrumental, al no tener un fin sustantivo inmediato, las medidas

cautelares no tienen vida autónoma. Martínez Bostos, citando a Di Iorio,

afirma que “las medidas cautelares son instrumentales por cuanto no tienen

un fin en sí mismas sino que constituyen un accesorio de otro proceso

principal del cual dependen y a la vez aseguran el cumplimiento de la

sentencia que vaya a dictarse”.21 De ese carácter instrumental se deriva así

la llamada accesoreidad. Como accesorio que son, su procedimiento sigue,

pues, la suerte del procedimiento principal. Otra consecuencia, vista desde el

punto de vista del recurrente, sería la necesaria sintonía de la pretensión

cautelar respecto de la pretensión principal, a la cual deberá acoplarse

siempre.

Tal como queda expuesto, es la instrumentalidad la primera de las

características que nos permiten determinar cuándo se está en presencia de

una medida cautelar. Sin embargo, si bien es la de mayor trascendencia, la

instrumentalidad no es la única nota o característica que permite definir la

institución de las medidas cautelares. Toda medida cautelar necesariamente

participa de otras características adicionales, esto es, no por el sólo hecho de

ser instrumental podría catalogarse una figura determinada como medida

cautelar.

21

Raúl Martínez Bostos: Medidas Cautelares. Buenos Aires. Editorial Universidad, 1990, p. 78.

Page 26: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

26

Comoquiera que de lo que aquí se trata es de aprehender cuáles son los

elementos que, estando presentes todos ellos, permitan aseverar que una

determinada figura regulada por el orden jurídico participa de la naturaleza

cautelar, id est, es una medida cautelar, debemos seguir adelante inquiriendo

por esas otras características.

Recién acabamos de afirmar que, según parte de la doctrina, la

provisionalidad, además de la urgencia y la flexibilidad, es una consecuencia

de la naturaleza instrumental de las medidas cautelares, sin embargo, se

hace necesario precisar aun más.

ii) La provisionalidad:

El proceso principal es finito, tiene una duración en el tiempo y tiene,

además, una primera finalidad -formal- muy bien definida, cual es llegar a

una sentencia definitiva, mediante la cual se aplica el derecho sustantivo, o,

parafraseando a Chiovenda, se lleva a cabo “la actuación de la ley”. Esta

sentencia definitiva, no es, empero, cualquier tipo de sentencia, sino una que

debe cumplir con una segunda finalidad -sustancial- que es la de componer

la litis o, dicho de otro modo, la de hacer justicia.

Ahora bien, también debe tenerse presente la institución de la cosa juzgada,

que, entre otros efectos, dota a la sentencia definitiva de inmutabilidad. La

cosa juzgada hace que la decisión judicial tenga, por así decirlo, una

vocación de las más absoluta permanencia dentro del ordenamiento jurídico,

en tanto y en cuanto no sea impugnada mediante alguno de los mecanismos

extraordinarios que el orden positivo pueda prever. Esta sentencia definitiva,

con vocación de permanencia, se distingue de la sentencia interlocutoria de

Page 27: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

27

contenido cautelar, en la medida en que la segunda, tiene por objeto fungir

de protección anticipada durante la sustanciación del proceso. Esta

sentencia, a través de la cual las medidas cautelares son materializadas en

el caso en concreto, no tiene vocación de permanencia. Sus efectos son

“provisionales”, temporales, por ende se halla privada de los efectos de la

cosa juzgada material.

Un claro ejemplo de lo anterior venía dado por la norma que consagraba, en

la ley derogada, la medida de suspensión de efectos del acto recurrido

(artículo 136), en cuyo texto se preveía que, a falta de impulso procesal, la

medida podía ser revocada por contrario imperio. Esa declaración era

suficiente para saber que dicho fallo carecía de la nota de inmutabilidad y de

la vocación de permanencia de la que veníamos hablando.

La provisionalidad se explica a sí misma en la medida en que existe una

relación de instrumentalidad entre el proceso y la sentencia cautelar y el

proceso y sentencia definitiva, de fondo. Así pues, la provisionalidad deriva,

de manera inmediata, de la naturaleza instrumental de la protección cautelar;

y, de manera mediata, de la naturaleza temporal del proceso principal.

Entendida así, pareciera lucir claro que la provisionalidad es una

consecuencia de la referida finalidad instrumental.

iii) La urgencia:

No sucede lo mismo con la urgencia. A nuestro entender, la protección

cautelar no es urgente porque sea instrumental al proceso principal. Dicho de

otra manera, la naturaleza instrumental de la protección cautelar no

determina el que ésta sea urgente.

Page 28: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

28

El simple hecho de que exista una relación de instrumentalidad entre el

proceso cautelar y el proceso principal, no basta para explicar su llamada

urgencia. Antes bien, a nuestro entender, este es un elemento consustancial

a la institución cautelar, ya que sin su existencia, ésta nunca podría verse

realizada. Por tanto, este elemento, puede ser colocado a un lado de la

instrumentalidad, en tanto características de las medidas cautelares.

Como lo apuntamos líneas atrás, para poder incluir a la urgencia dentro de

las características esenciales de las medidas cautelares habrá de

preguntarse si éstas pueden cumplir con su cometido en prescindencia de

este elemento. Sólo para el caso que la respuesta sea negativa podrá

entonces afirmarse que se tratan de características inherentes a dicha

institución.

Si hemos dicho que las medidas cautelares encuentran su razón de ser en la

salvaguarda de la efectividad del proceso principal -y, consecuentemente, de

la sentencia definitiva-, y que su principal amenaza está constituida por la

multiplicidad de acciones o hechos que, durante el transcurso del tiempo

indispensable para la tramitación de ese proceso, pueden menoscabar e

incluso destruir la relación o situación jurídica que se pretende tutelar, deberá

entonces arribarse a la conclusión de que tal tutela no será posible si las

medidas no son urgentes, porque el tiempo transcurre inexorablemente y con

cada minuto que pasa existe una nueva oportunidad de que el objeto de la

tutela sea menoscabado o perdido.

Page 29: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

29

Por esa razón, se afirma que esta característica, más que ser consecuencia

derivadas de la instrumentalidad, es un elemento inherente a la esencia de la

tutela cautelar, es una característica esencial.

De nada sirve una tutela cautelar que proteja de manera integral la situación

jurídica amenazada pero que sea dictada tardíamente, al igual que no mucho

hace una protección incompleta, insuficiente, decretada con premura. Es por

ello que otra de las características de la tutela cautelar es la integridad y la

flexibilidad. Como lo afirma Henríquez La Roche, “basta que haya indicio

fundado de peligro y de justicia en la pretensión del solicitante, para que el

Juez actúe recurrentemente, a la manera de centinela que, cuando observa

un movimiento sospechoso en la maleza y no es respondido en su “santo y

seña”, dispara primero y averigua después”.22

Fundamentalmente es de ese carácter urgente, del que deriva el hecho que

en sede cautelar el Juez se limite a realizar un mero juicio de verosimilitud

sobre las eventuales posibilidades de éxito de la demanda, para proceder a

acordar o no la protección cautelar. No se trata pues el cautelar de un

procedimiento de conocimiento completo, sino que por el contrario, en él el

Juez, apremiado por el tiempo, sólo analiza la seriedad de los motivos de la

demanda, las posibilidades de éxito de la misma, en fin, la apariencia de

buen derecho o fumus boni iuris. Como lo señala Calamandrei, “en los

procedimientos sumarios en que la misma ley, a fin de simplificar y acelerar

la emisión de providencias de carácter provisional y urgente, autoriza al juez

22

Ricardo Henríquez La Roche: Medidas Cautelares, 3ª. edición aumentada. Maracaibo. Centro de Estudios Jurídicos del Zulia, 1988, p. 44.

Page 30: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

30

a contentarse con un juicio de verosimilitud fundado en pruebas leviores, o

como también se dice, en pruebas prima facie“.23

iv) La integridad y flexibilidad:

Respecto de la oportunidad, ya hemos tenido oportunidad de ver la

característica de la urgencia, pero sobre el contenido de las cautelares, se

habla de dos características fundamentales: la flexibilidad y la integridad.

Comoquiera que en cada minuto que discurre puede acaecer una infinidad

de actos o hechos que incidan perversamente sobre el objeto de la tutela

cautelar, ésta debe ser íntegra, debe ser amplia, ser suficiente. Así pues, la

protección cautelar debe ser capaz, en los casos en que el cumplimiento de

su finalidad lo requiera, de adelantar ciertos efectos de la decisión de fondo o

para poder congelar inmediatamente la situación que se pretende tutelar: litis

pendente nihil innovetur.

Muy ligada a la integridad, se halla la flexibilidad, característica que permite

al Juez, durante el transcurso del procedimiento principal y ante la

modificación de las circunstancias que dieron lugar al otorgamiento de la

protección cautelar, modificar o sustituir la medida acordada por alguna que

se ajuste más adecuadamente al cambio de circunstancias. A nuestro

parece, la flexibilidad es de tal magnitud que permite que, ante un cambio de

circunstancias, pueda ser acordada una medida que en un primero momento

fue negada, o por el contrario, sea revocada otra que hubiere sido

previamente otorgada. Ello puede ser así, habida consideración que la

23

Piero Calamandrei: “Estudios sobre el Proceso Civil”, V. III. Buenos Aires. Ediciones Jurídicas Europa América.1973, pp 344-345.

Page 31: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

31

sentencia cautelar no está -ni puede estar- dotada de la fuerza de la cosa

juzgada material.

2. Las medidas cautelares tradicionales en el contencioso-administrativo venezolano.

El desarrollo del tema de las medidas cautelares en el contencioso-

administrativo nacional, podemos afirmar, ha sido una encomiable labor

realizada de manera pretoriana por la jurisprudencia de nuestros tribunales

administrativos, la cual ha sido ampliamente complementada por las enormes

aportaciones de los estudiosos del área.

En el contencioso, se cuenta hoy en día, fundamentalmente con tres tipos de

medidas cautelares, a saber, la tradicional suspensión de efectos, el amparo

cautelar y las medidas cautelares innominadas del Código de Procedimiento

Civil. Veamos por lo pronto un muy breve recuento de la primera y la última

de estas modalidades, porque, como resulta obvio afirmar, más adelante

tendremos oportunidad de detenernos un poco más sobre la segunda.

A. La medida de suspensión de efectos.

La medida de suspensión de los efectos del acto administrativo recurrido,

encuentra su reconocimiento legal con la entrada en vigor la Ley Orgánica de

la Corte Suprema de Justicia de 1976. Su conocido artículo 136, disponía

textualmente lo siguiente:

Page 32: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

32

“A instancia de parte, la Corte podrá suspender los efectos de un acto administrativo de efectos particulares, cuya nulidad haya sido solicitada, cuando así lo permita la Ley o la suspensión sea indispensable para evitar perjuicios irreparables o de difícil reparación por la definitiva, teniendo en cuenta las circunstancias del caso. Al tomar su decisión, la Corte podrá exigir que el solicitante preste caución suficiente para garantizar las resultas del juicio.

La falta de impulso procesal adecuado, por el solicitante de la suspensión, podrá dar lugar a la revocatoria de ésta, por contrario imperio.”

De acuerdo con la letra de la norma, la suspensión de efectos podía ser

acordada, en consideración de dos primeros elementos alternativos: que la

ley lo permitiese o cuando ésta fuese indispensable para evitar perjuicios

irreparables o de difícil reparación por la definitiva, sin embargo, continuaba

diciendo la norma, que debían considerarse las circunstancias del caso.

Es harto sabido que, según la doctrina procesalista tradicional, son dos los

requisitos que el Juez ha de tomar en cuenta para el análisis de la

procedencia de la tutela cautelar, a saber, el fumus boni iuris o presunción de

buen derecho y el periculum in mora o peligro en la demora, nociones

ambas, altamente conocidas y sobre las que, por de pronto, no

ahondaremos. En el campo del contencioso-administrativo en particular, se

habla incluso de un tercer elemento: la ponderación de los intereses en

juego.24

24

A mayor abundamiento sobre esta noción, puede consultarse a Luis Ortiz-Álvarez en su obra Luis Ortiz-Álvarez: La Protección Cautelar en el Contencioso-Administrativo. Caracas. Editorial Sherwood, 1999. pp. 472 y ss. Un claro ejemplo de esta tendencia puede hallarse en la nueva Ley 29/1998 reguladora de la jurisdicción contencioso-administrativo española, que consagra la ponderación de los intereses en juego como uno delos requisitos de procedencia de las medidas cautelares.

Page 33: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

33

En el caso de la norma comentada, quedaba claro que el segundo de los dos

supuestos alternativos, se refería al denominado periculum in mora. Ahora

bien, no parecía lucir claro el tema del fumus boni iuris como un elemento

cuyo análisis era necesario para acorar la suspensión. Como lo afirma Luis

Ortiz-Álvarez en su conocida obra sobre la protección cautelar en el

contencioso-administrativo, “en una primera etapa... la jurisprudencia de la

Corte Suprema de Justicia, de la Corte Primera de lo Contencioso

Administrativo y de los Tribunales Superiores en lo Contencioso-

Administrativo, se venía limitando y concentrando en el análisis de la

condición del periculum in mora... apenas si llegan a observarse algunos

pronunciamientos aislados... que hacen referencia al requisitos de la

apariencia del buen derecho“.25

Habla el autor igualmente, de una segunda etapa en la que comienza, quizá

con mayor frecuencia a realizarse una análisis de este segundo elemento.

Así, la jurisprudencia interpretó -aunque de manera no muy contundente al

principio- la expresión “teniendo en cuenta las circunstancias del caso”, para

incorporar allí el análisis del fumus boni iuris. Así pues, tomar en cuenta las

circunstancias del caso, no sería más que analizar la apariencia de buen

derecho. En un sentido similar se pronunció la Sala Político-Administrativa

del Tribunal Supremo de Justicia en fecha 6 de octubre de 1992 (caso:

“Restaurant El Gran Señor”). Dicho fallo, al analizar el artículo 136, dejó

sentado que:

“Además de tales perjuicios de procedimiento de la solicitud el juez que examine la petición deberá tener en cuenta “las circunstancias del caso” como la exige la norma en cuestión; esta Sala considera que las razones de la solicitud de la suspensión de los efectos expuestas por el recurrente, y que

25

Luis Ortiz-Álvarez: La Protección Cautelar... op. cit., pp. 440-441.

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34

fundamentan a su juicio la medida, se refieren a los vicios que le atribuye al acto impugnado”

Entre líneas dijo la Sala que el analizar las circunstancias del caso guardaba

relación con las razones de la solicitud, esto es, con la seriedad de sus

motivos, lo cual, dicho sea de paso, no es más que una de las posibles

manifestaciones del elemento fumus boni iuris. A nuestro modo de ver, esa

cláusula de escape, referida a las circunstancias del caso, daba cabida

también al estudio del tercer elemento: la ponderación de los intereses en

juego.

Aun cuando la norma que venimos comentando consagró por vez primera la

suspensión de efectos a nivel legal, se atribuye la primera suspensión de los

efectos de un acto administrativo en sede judicial a la sentencia dictada por

la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia el 4 de

diciembre de 1967 (caso: “Tricófero de Barry”).26 Valga destacar que esa

decisión fue dictada casi diez años antes de la entrada en vigencia de la

comentada ley.

Ahora bien, luego de veintiocho años de avance jurisprudencial y doctrinal

sobre el contenido del artículo, luego de incansables debates sobre su

redacción y sobre su eventual mejoramiento, de manera asombrosa o quizá

más bien, lamentable, esa norma fue incorporada, de manera prácticamente

idéntica, en la nueva Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (artículo

19, párrafo 16), contándose un único y triste cambio: la sustitución del

facultativo “podrá” por el imperativo “deberá”, cuando se hace referencia a la

exigencia por parte de la Corte de caución para el otorgamiento de la

medida. Así, el nuevo artículo quedó redactado de la siguiente manera:

26

Luis Ortiz-Álvarez: La Protección Cautelar... op. cit., p. 261.

Page 35: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

35

El Tribunal Supremo de Justicia podrá suspender los efectos de un acto administrativo de efectos particulares, cuya nulidad haya sido solicitada, a instancia de parte, cuando así lo permita la ley o la suspensión sea indispensable para evitar perjuicios irreparables o de difícil reparación por la definitiva, teniendo en cuenta las circunstancias del caso. A tal efecto, se deberá exigir al solicitante preste caución suficiente para garantizar las resultas del juicio.

Resulta insólito que se haya ignorado absolutamente toda la elaboración

doctrinal y jurisprudencial que a lo largo de tanto tiempo se construyó en

torno al artículo 136 de la derogada ley. De hecho, lo que más se lamenta es

que ni siquiera se dejó la redacción igual, sino que el único cambio trae como

consecuencia un gravamen al recurrente, quien aún ante la

inconstitucionalidad o ilegalidad más evidente, se verá siempre en la

obligación de sufragar los costos que implica otorgar una caución, para poder

obtener “justicia” cautelar, costos que, no olvidemos, probablemente jamás

recuperará.

Ante este estado de cosas, pareciera seguir teniendo en plena vigencia la

jurisprudencia y doctrina que en torno al derogado artículo 136 se había

elaborado.

B. Las medidas cautelares innominadas del Código de Procedimiento Civil.

Como lo señala Canova, “debe recordarse que el contencioso-administrativo,

más que Derecho Administrativo, es Derecho Procesal. Y es justamente

acudiendo a la ciencia procesal como podrán salvarse las anotadas

dificultades que el contencioso-administrativo, en cuanto a las clases de

Page 36: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

36

acciones atraviesa”.27 Prueba viva de la validez de esta afirmación es que,

ante la limitada e insuficiente regulación de las medidas cautelares que

establecía la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, la jurisprudencia

tuvo que acudir a la incorporación al contencioso-administrativo de las

medidas cautelares innominadas previstas en la ley adjetiva civil.

Probablemente el que la ley que regulaba el contencioso-administrativo haya

previsto la suspensión de efectos del acto como la única medida cautelar,

pueda explicarse por el influjo recibido en nuestro país del Derecho

Administrativo francés, cuyo contencioso administrativo ponía gran énfasis en

la llamada décision préalable, al tratar el recurso por exceso de poder,

recurso central del contencioso francés, el cual, a decir de Rivero, “constituye

por excelencia la sanción del principio de legalidad”.28 Un Derecho

Administrativo construido sobre la base de un modelo de Estado Policía o

Gendarme, reflejo del liberalismo económico y no de un Estado gestor,

interventor -que puede ser forzado incluso a llevar a cabo prestaciones

positivas a favor de los particulares- era, probablemente un Derecho

concentrado fundamentalmente en el acto, en la actuación formal (control

objetivo de la legalidad del acto), dejando de lado la actividad prestacional y

probablemente cuando se pensaba en medidas cautelares, se pensaba casi

con exclusividad en la suspensión de aquél.

Hoy por hoy está claro que la Administración Pública puede manifestar su

actuación de variadas formas y que por ende, puede lesionar los derechos e

intereses de los particulares en igual o mayor cantidad de maneras. Con el

27

Antonio Canova González: Reflexiones para la Reforma del Sistema Contencioso Administrativo Venezolano. Caracas. Editorial Sherwood, 1998, p. 207. 28

Jean Rivero: Derecho Administrativo. Caracas. Traducción de la 9ª. edición. Instituto de Derecho Público de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, 1984, p. 258.

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37

advenimiento de un Estado interventor y de la Democracia Social, el acto

administrativo contrario a derecho, si bien probablemente sigue teniendo una

gran importancia, no es el único actor que se ve en las tablas. Tómese por

ejemplo el caso de las omisiones de deberes que comporten una prestación

positiva, impuestos a la Administración por la ley y su correlato recurso

judicial. De igual manera, habida consideración de la poca efectividad del

aparato burocrático que la Administración Pública nacional supone, no es

raro ver la vulneración de derechos mediante las omisiones. En esos casos,

como en muchos otros casos más la medida de suspensión de efectos de

nada pareciera servir, porque simplemente no hay nada que suspender.

Ante la insuficiencia de la medida de suspensión de efectos, la

jurisprudencia, ex artículo 88 de la derogada Ley Orgánica de la Corte

Suprema de Justicia, que establecía el carácter supletorio de las reglas del

Código de Procedimiento Civil, comenzó a admitir con fuerza, en el año

1988, la aplicación de las medidas cautelares innominadas contempladas en

dicho Código. Como lo recuerda Ortiz-Álvarez en su obra, una de las

sentencias de principios en esta materia, fue la dictada el 17 de diciembre de

1999 (caso: Mirena Salas), fallo en el que se dijo lo siguiente:

“El Código de Procedimiento Civil establece en su artículo 585, la potestad del juez de decretar las medidas preventivas establecidas en el Título I del Libro Tercero denominado “Del Procedimiento Cautelar y de Otras Incidencias”, y consagra los requisitos para que puedan ser acordadas...

Estos principios son aplicables al procedimiento contencioso-administrativo por vía de remisión que el artículo 88 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia hace a los principios generales establecidos en el Código de Procedimiento Civil...”.

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38

Estas medidas innominadas, no son más que una expresión del llamado

poder cautelar general del Juez, el cual le permite tomar todas las medidas

que fuesen necesarias para lograr el fin último de la protección cautelar:

evitar la ilusoriedad de la ejecución del fallo definitivo. Desde temprano, la

ciencia procesal civil ha reconocido sin mayores contratiempos, esta

posibilidad. Como decíamos líneas atrás, parafraseando a Canova, es este

derecho, el Procesal Civil, al que el Contencioso-Administrativo debe mirar.

Hoy en día, con el aparente reconocimiento del poder cautelar del juez hecho

por la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (párrafo 11 del artículo

19), pareciera que las medidas cautelares innominadas del Código de

Procedimiento Civil no tendrán mayor cabida dentro del contencioso-

administrativo. Recordemos que estas medidas habían sido incorporadas al

procedimiento contencioso-administrativo vía aplicación supletoria, en razón

del vacío normativo de la derogada ley en materia de medidas cautelares

distintas a la tradicional suspensión de efectos. Empero, con esta nueva

norma que reconoce el poder del juez administrativo para dictar cuantas

medidas sean necesarias para “salvaguardar la apariencia de buen derecho”,

lo cual a la postre no termina siendo más que una cláusula que reconoce al

Juez administrativo un poder cautelar general. Con esta norma, no existe

ahora laguna o vacío alguno que colmar, por lo que habrá concluirse que

seguir aplicando supletoriamente las medidas del Código de Procedimiento

Civil pareciera ser un craso error.

Respecto de la supletoriedad de las medidas innominadas del Código de

Procedimiento Civil se ha pronunciado la jurisprudencia de la Sala Político-

Administrativa y de la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo. En

fallo aquella de fecha 18 de septiembre de 2003 (caso: “Hilton Internacional

de Venezuela”), se dejó sentado lo siguiente:

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39

“En efecto, las medidas cautelares innominadas, dentro de la jurisdicción contencioso administrativa, tienen carácter netamente supletorio, pues sólo deben decretarse en ausencia de las medidas cautelares nominadas que sean aplicables al caso en concreto. En tal sentido, la Sala Político Administrativa de la extinta Corte Suprema de Justicia, mediante sentencia dictada el 15 de marzo de 1994 expresó lo siguiente:

“(...) Sin embargo, debe la Sala en esta oportunidad destacar que las instituciones jurídicas innominadas, y entre ellas las medidas cautelares de tal naturaleza, deben en lo posible limitarse o restringirse, por su atipicidad y falta de regulación legal, a los casos en que las instituciones jurídicas nominadas, previstas especial y específicamente por el ordenamiento jurídico, resulten inaplicables o sean insuficientes o ineficaces para producir los efectos deseados en un caso en concreto”.

Ante la norma de aplicación directa e inmediata contenida en la nueva ley del

tribunal supremo, queda desechada, a nuestro modo de ver, la aplicación

supletoria de las medidas del Código de Procedimiento Civil. Si bien esa

jurisprudencia se refiere en parte al problema de la relación entre medida

nominada e innominada y nosotros lo hacemos al tema de la aplicación

supletoria, no por ello deja de resultar interesante. Con la inclusión de la

suspensión de efectos y el reconocimiento del poder cautelar general dentro

de una misma ley, habrá de buscar una solución diferente al problema que

plantea la relación antes apuntada.

Por lo visto, habrá de hacérsele una despedida -y con bastos honores- a las

medidas cautelares innominadas del código adjetivo civil y darle una

prudente pero a la vez dichosa recepción al poder cautelar general del juez

administrativo.

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40

3. El derecho a la tutela judicial efectiva y el poder cautelar general del juez administrativo.

El desarrollo del tema del poder cautelar general responde básicamente a

dos preocupaciones fundamentales, a saber, la necesidad de flexibilidad e

integridad, entendidas como características inherentes a la protección

cautelar, imprescindibles para que ésta pueda adaptarse de la mejor manera

a las siempre variadas formas de la actividad administrativa; y, la imperiosa

necesidad de simplificar las técnicas cautelares en beneficio del justiciable.

Es innegable la relación que el tema de las medidas cautelares guarda con el

derecho constitucional a la tutela judicial efectiva. Su efectividad, ya lo

dijimos, juega un papel trascendental en el desempeño de la función de

juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, al menos en el campo del derecho

procesal. Al menos así lo ha entendido la jurisprudencia.

Este derecho a la tutela judicial efectiva tiene múltiples implicaciones y

contenidos y la jurisprudencia patria y extranjera no se han olvidado de ello.

A decir del Tribunal Constitucional Español, “el derecho a la tutela judicial

efectiva tiene un contenido complejo”.29 Esa noción, fue desarrollada en fallo

de fecha 20 de noviembre de 2001 dictado por la Sala Político-Administrativa

del Tribunal Supremo de Justicia (Caso: “CANTV”), en el que se sostuvo que:

“la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela consagra el derecho a la tutela judicial efectiva (Art. 26), que no se agota, como normalmente se ha difundido, (i) en el libre acceso de los particulares a los órganos de administración de justicia para defenderse de los actos públicos que incidan en su esfera de derechos, sino que también comporta, (ii) el derecho a obtener medidas cautelares para evitar daños no reparables por el fallo definitivo; (iii) derecho a asistencia jurídica

29

Tribunal Constitucional Español, STC 26/1983, FJ, 2.°.

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41

(asistencia de letrados) en todo estado y grado del proceso; (iv) derecho a exponer las razones que le asistan en su descargo o para justificar su pretensión; (v) oportunidad racional para presentar las pruebas que le favorezcan y para atacar el mérito de las que lo perjudique; (vi) obtener un fallo definitivo en un tiempo prudente y, otra garantía, hoy por hoy más necesaria ante órganos o entes contumaces a cumplir con las decisiones judiciales, (vii) el derecho a obtener pronta y acertada ejecución de los fallos favorables”.

A los efectos de nuestro estudio, nos interesa destacar principalmente

aquéllas implicaciones que inciden directamente sobre la protección cautelar

en el contencioso-administrativo. Para ello, se hace necesario repasar, al

menos sumariamente, cuál ha sido el tratamiento y desarrollo que

Constitución y jurisprudencia le han dado. Veamos:

A pesar que la Constitución de 1961 no preveía de manera expresa el

derecho a la tutela judicial efectiva, la jurisprudencia interpretaba que el

artículo 68 era la norma sobre la cual descansaban sus bases.30 En este

sentido, en fallo de fecha 9 de junio de 1999 (caso: “Banesco Banco

Universal, S.A.C.A.”), la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de

Justicia afirmaba que:

“...en lo que se refiere al derecho constitucional a la tutela judicial efectiva debe señalarse ante todo, que según la jurisprudencia de esta Sala, el mismo encuentra fundamento en lo dispuesto en el artículo 68 de la Constitución de la República... en efecto, esta Sala en su jurisprudencia ha considerado implícito en la citada disposición constitucional, el derecho a la tutela judicial efectiva, y de su contenido ha

30

Rezaba el artículo citado: “...Todos pueden utilizar los órganos de la administración de justicia para la defensa de sus derechos e intereses, en los términos y condiciones establecidos por la ley, la cual fijará normas que aseguren el ejercicio de este derecho a quienes no dispongan de medios suficientes. La defensa es derecho inviolable en todo estado y grado del proceso...”.

Page 42: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

42

derivado la garantía de los administrados a la tutela cautelar en el contencioso-administrativo (Sentencia de fecha 15 de noviembre de 1995 recaída en el caso “Lucia Hernández y Arnoldo J. Echegaray”), así como, a la ejecución de las sentencias contencioso-administrativas (Sentencias recaídas en los casos: “E.L. Fuentes Madriz y otros - Mochima II” del 22 de noviembre de 1990, y “Plásticos El Guárico, C.A.” del 18 de mayo de 1995)...” .

Por lo que respecta a la manifestación de este derecho en el tema de las

medidas cautelares, la jurisprudencia sostenía que éstas:

“...son parte esencial del derecho a la defensa y a una tutela judicial efectiva, contemplados en el artículo 68 de la Constitución; encuentran cabida y razón de ser en la misma función de juzgar y ejecutar lo juzgado que se atribuye al juez venezolano -incluso al contencioso administrativo; y pueden ser utilizadas... de la forma más amplia para garantizar... la total eficacia de la sentencia principal o que decida sobre el fondo de la controversia...”.31

De igual forma, se hablaba de la íntima conexión entre este derecho y “los

mecanismos cautelares idóneos y suficientes que permitan dar a la sentencia

la eficacia que, en caso de transcurrir en su totalidad el proceso sin

correctivos, se vería absolutamente cercenada, o, al menos,

menoscabada”.32

Ante la inexistencia de una norma que consagrara de manera positiva el

derecho sobre el que venimos haciendo referencia, se optó por una

31

Tribunal Supremo de Justicia en Sala Político-Administrativa, 13 de marzo de 1997, caso: “Johnson & Johnson de Venezuela, S.A.”. 32

Tribunal Supremo de Justicia en Sala Político-Administrativa, 15 de noviembre de 1995, caso: “Lucía Hernández y Arnoldo Echegaray”.

Page 43: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

43

interpretación progresiva del artículo referido.33 Sin embargo, esta

interpretación fue explotada mayormente -dentro de su tímida aplicación- por

lo que respecta a los poderes cautelares del juez contencioso-administrativo,

con el objeto de ampliar su ámbito de protección a los justiciables.34 Poco se

habló de la celeridad con que dichas medidas, por más amplias que estas

pudieren ser, deben ser tomadas. Lo que la jurisprudencia ha dejado siempre

claro y que hoy en día resulta irrebatible es que el derecho a la tutela judicial

efectiva tiene una incidencia directa y precisa sobre el sistema de protección

cautelar en el contencioso-administrativo. Hoy por hoy, la Constitución de

1999, consagra expresamente este derecho en su artículo 26. Se erige

entonces este artículo como la nueva norma sobre la cual descansará, en lo

sucesivo, la consagración de la tutela judicial efectiva. Sin embargo, existen

una serie de normas que complementan y refuerzan este derecho, por lo que

el mismo debe ser estudiado y entendido a la luz de, al menos, los siguientes

artículos, que, a la postre, se erigen en un sistema o todo unitario. Por su

parte, la exposición de motivos de nuestro texto constitucional,35 dispone

que:

“la legislación deberá dotar al juez contencioso administrativo de todo el poder cautelar necesario para decretar de oficio o a instancia de parte, cualquier tipo de medida cautelar que fuere necesaria para garantizar la tutela judicial efectiva de los administrados y el restablecimiento de sus situaciones jurídicas

33

Al respecto, consúltese, entre algunos otros fallos: Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, 25 de noviembre de 1999, caso: “Servicios al Hogar, C.A.” y 30 de julio de 1998, caso: “Juan Rafael Gómez Portillo”, Tribunal Supremo de Justicia en Sala Político-Administrativa, 17 de diciembre de 1998, caso: “Carmen Teresa Brea de Escobar” y 27 de julio de 2002, caso: “Milena Delgado”. 34

Tribunal Supremo de Justicia en la Sala Político-Administrativa, 23 de mayo de 2002, caso: “Sucesión de Aquiles Monagas Hernández”, 24 de octubre de 2000, caso: “Antonio Rueda Rueda”, 17 de abril de 2001, caso: “Sociedad de Corretaje de Seguros CASBU, C.A.”, 13 de febrero de 2002, caso: “Refriquim, C.A.” y 19 de septiembre de 2001, caso: “Jaime Manzo Manzo”. 35

Aun cuando la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia ha dejado claro que la exposición de motivos no tiene carácter normativo (fallo del 6 de febrero de 2001, caso: Corpoturismo), su referencia es, si se quiere, obligatoria.

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44

infringidas mientras dure el proceso de que se trate, bien sea a través de la suspensión de los efectos del acto administrativo correspondiente, o a través de ordenes de hacer o no hacer, incluyendo el pago de sumas de dinero, que se impongan a la administración dependiendo del caso concreto”.

En el ámbito de las medidas cautelares, la incidencia de la tutela judicial

efectiva es palpable y tiene dos focos centrales: la amplitud de los poderes

del juez y la celeridad con que deben ser dictadas. Parafraseando a Canova,

puede afirmarse que “no hay discusión alguna, en la actualidad, de la

conexión plena entre el derecho a la tutela judicial efectiva y las medidas

cautelares, sean éstas anticipativas o conservativas. Éstas han quedado

constitucionalizadas de forma tal que... los jueces están en la obligación de

adoptar tales providencias provisorias, cualquiera que fuera idónea, para

atestiguar la efectividad plena de sus sentencias”.36

En aras del derecho a la tutela judicial efectiva, debemos bregar por los

mecanismos útiles y apropiados que tiendan a facilitar al juzgador el decreto

expedito e integral de la protección cautelar. Como lo vimos, nuestra Carta

Magna es imperativa al respecto. La justicia debe ser expedita y sin

dilaciones indebidas.

Probablemente como una reacción ante esta necesidad, de un tiempo para

acá la jurisprudencia patria había comenzado a hacer uso del denominado

poder cautelar general del juez en ciertas oportunidades. De acuerdo con

esta tendencia jurisprudencial, el poder cautelar general deviene, por una

parte, de la propia función de juzgar y ejecutar lo juzgado; y, por la otra, del

deber que tiene el juez de asegurar la eficacia en la ejecución del fallo. Las

36

Antonio Canova González: “Tutela Judicial Efectiva, Contencioso-Administrativo y Sala Constitucional”. Revista de Derecho Administrativo, N° 7. Caracas. Editorial Sherwood.

Page 45: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

45

más de las veces, se comenzó a dársele esta denominación a las

tradicionales medidas cautelares innominadas; y es que a la postre, el poder

cautelar general no es sino eso, el poder del juez de decretar cuantas

medidas innominadas sirvan para cumplir su finalidad. El juez, pues, no está

atado así a medidas específicas tasadas previamente por la ley de manera

taxativa, sino que, una vez verificados los presupuestos comunes de

procedencia de toda medida cautelar, cualquiera que esta sea, ha de dictar,

bien orientado por la parte, bien de oficio, la medida idónea para brindar

tutela en el caso concreto.

La idea de un único mecanismo capaz de dar cabida a cualquier tipo de

pretensión cautelar, bien que ésta se concrete en la suspensión de efectos,

se trate de una medida de las típicas del proceso civil, consista en órdenes

de hacer o de no hacer, contenga provisiones cautelares económicas o bien

que se trate de varias de ellas a la vez, aporta, entre muchas otras ventajas,

una mayor garantía y seguridad jurídica para el justiciable, quien no tiene que

adivinar cuál es, a criterio del Juez a quien ha sometido su causa, la técnica

específica predeterminada por la ley para su caso concreto, so pena de su

desestimación por deficiente formulación. La complejidad de la actuación

administrativa debe encontrar contrapeso en la simplicidad de las acciones y

mecanismos para controlar su apego a la ley.

En propósito, debe subrayarse que, según se ha reconocido, este poder

cautelar general deriva directamente de la propia Constitución. Esta idea de

corte teleológico lo que viene a reconocer es que sin un poder para dictar

cualquier medida necesaria para garantizar la eficacia de la ejecución del

fallo el juez no podría cumplir su misión a plenitud. Ello luce bastante

adecuado con la instrumentalidad de las medidas cautelares. Hemos dicho

que la protección cautelar no es nada en sí misma, sino que ésta existe en la

Page 46: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

46

medida en que sirve a la salvaguarda del proceso principal -y a la sentencia

definitiva-. Así, pues, si ellas no cumplen su finalidad simplemente se

desnaturalizan y dejan de ser.

A. El poder cautelar general en el Derecho Comparado. Unas muy breves notas sobre la legislación española.

Siguiendo el orden de ideas expuesto, resulta de interés destacar

brevemente las normas en materia de protección cautelar, contenidas en la

última reforma legislativa del contencioso-administrativo en España. En la

exposición de motivos de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la

Jurisdicción Contencioso-Administrativa, se afirmó categóricamente cuanto

sigue:

“teniendo en cuenta la experiencia de los últimos años y la mayor amplitud que hoy tiene el objeto del recurso contencioso-administrativo, la suspensión de la disposición o acto recurrido no puede constituir ya la única medida cautelar posible. La ley introduce en consecuencia la posibilidad de adoptar cualquier medida cautelar, incluso las de carácter positivo. No existen para ello especiales restricciones, dado el fundamento común a todas las medidas cautelares. Corresponderá al Juez o Tribunal determinar las que, según las circunstancias, fuesen necesarias... Se parte de la base de que la justicia cautelar forma parte del derecho a la tutela efectiva, tal como tiene declarado la jurisprudencia más reciente, por lo que la adopción de medidas provisionales que permitan asegurar el resultado del proceso no debe contemplarse como una excepción...”.

Así pues, el artículo 129 de la referida ley, prevé la posibilidad de que los

interesados puedan solicitar “cuantas medidas aseguren la efectividad de la

sentencia”. Esta enunciación no hace otra cosa que reconocer implícitamente

ese “fundamento común” -y de génesis constitucional- propio de toda medida

Page 47: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

47

cautelar. La disposición comentada reza textualmente de la siguiente

manera:

1. Los interesados podrán solicitar en cualquier estado del proceso la adopción de cuantas medidas aseguren la efectividad de la sentencia.

2. Si se impugnare una disposición general, y se solicitare la suspensión de la vigencia de los preceptos impugnados, la petición deberá efectuarse en el escrito de interposición o en el de demanda.

Sobre los requisitos de procedencia de estas medidas “innominadas”, versa

el artículo 130 eiusdem. Esta disposición reza así:

“1. Previa valoración circunstanciada de todos los intereses en conflicto, la medida cautelar podrá acordarse únicamente cuando la ejecución del acto o la aplicación de la disposición pudieran hacer perder su finalidad legítima al recurso

2. La medida cautelar podrá denegarse cuando de ésta pudiera seguirse perturbaciones graves de los interés generales o de tercero que el Juez o Tribunal ponderará en forma circunstanciada”.

Puede apreciarse que no se hace mención en ningún lado de la presunción

de buen derecho como requisito de procedencia de la medida, lo cual lo

consideramos inconveniente. Antes bien, de la redacción pareciera que un

primer requisito se refiere al periculum in mora, cuando se hace mención a

que la medida únicamente podrá ser acordada cuando la ejecución del acto o

la aplicación de la disposición pudieran hacer perder su finalidad legítima al

recurso. La redacción luce a primera vista inconveniente, ya que parece que

ni el legislador español logra deslastrarse de esa tendencia a reducir la

Page 48: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

48

actuación de la Administración a la expedición de actos. En todo caso,

entendemos que esa expresión ha de interpretarse en un sentido amplio.

Por otra parte, claro queda que para el legislador español la ponderación de

los intereses en juego es un requisito de especial trascendencia. Tan es así

que es dedicado prácticamente un artículo completo a tratar este tema como

un segundo requisito de otorgamiento de la medida. Se formula tanto de

manera positiva, en el aparte 1. como de manera negativa, en el aparte 2.

B. El poder cautelar general en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia.

Ya hemos tenido oportunidad de observar la norma de la Ley Orgánica del

Tribunal Supremo de Justicia que consagra la medida de suspensión de

efectos del acto. En esa oportunidad, señalamos que, salvo un leve y

lamentable cambio, la redacción de dicha norma había quedado

prácticamente igual a su predecesora: el artículo 136 de la derogada ley.

No obstante lo dicho, curiosamente la norma que establece la suspensión de

efectos, no es la única norma en materia cautelar dentro de la nueva ley, ya

que ésta incorpora en el contencioso-administrativo venezolano una norma

que, habida consideración de su redacción, pareciera consagrar

legislativamente por vez primera el poder cautelar general del juez. La norma

in commento es la contenida en el párrafo 11 del artículo 19, la cual reza

textualmente de la siguiente manera:

En cualquier estado y grado del proceso las partes podrán solicitar, y el Tribunal Supremo de Justicia podrá acordar, aun

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49

de oficio, las medidas cautelares que estimen pertinentes para resguardar la apariencia de buen derecho invocada y garantizar las resultas del juicio, siempre que dichas medidas no prejuzguen sobre la decisión definitiva.

Como puede apreciarse de la redacción anterior, postula la norma como

única limitante a este poder cautelar, una interdicción de la posibilidad de

prejuzgamiento en sede cautelar. Empero, a nuestro parecer, desde el plano

de la lógica, desde el punto de vista formal, resulta imposible que el Juez en

sede cautelar pueda prejuzgar sobre el fondo. Hemos tenido oportunidad de

afirmar que en sede cautelar, no puede el Juez pretender basarse en plena

prueba, que este procedimiento, el cautelar, no supone un juicio de

conocimiento pleno. El Juez, por el contrario, debe siempre limitarse a la

constatación de indicios, presunciones; nunca puede pretender ir más allá,

porque precisamente para ello existe el proceso principal. Por la naturaleza

de las cosas, no puede prejuzgar quien sólo se basa en meras presunciones

o indicios, en un simple “humo”. Si el Juez en su decisión cautelar sólo puede

basarse en presunciones, en meras apariencias y no sólo por una

imposibilidad material, sino porque así se lo requiere la ley, no puede este

prejuzgar, no puede adelantar una opinión. Por otra parte, ha de

considerarse que la decisión cautelar no es definitiva, sus efectos son

provisionales, sustituibles e incluso revocables y además, en palabras de

Calamandrei, nunca puede ésta suponer un juicio de verdad, sino de

verosimilitud. De sostener la tesis contraria, no podría jamás ni nunca

otorgarse una cautelar, porque supondría ello entonces siempre un adelanto

de opinión.

Por otra parte, resulta también interesante destacar que la nueva norma no

prohíbe de manera alguna que mediante una cautelar puedan adelantarse

efectos del fallo de fondo. Quedaría así zanjada la polémica jurisprudencial

Page 50: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

50

sobre la supuesta imposibilidad de adelantar los efectos del sentencia

definitiva, tesis tantas veces empleada por la jurisprudencia y tan

fuertemente criticada por parte de la doctrina. En nuestra opinión, el

adelantamiento de los efectos del fallo halla plena justificación cuando dicha

conducta se requiere para lograr el fin de las medidas cautelares, cuando la

tutela judicial efectiva, así lo aconseja.

No obstante lo anterior, podría preguntarse aún si al adelantar los efectos de

la decisión final no se la vaciaría de contenido y se haría entonces inútil la

restante tramitación del procedimiento principal? A nuestro modo de ver, la

respuesta parece apuntar en sentido negativo. No debe olvidarse que, dentro

de las características de las medidas cautelares, se halla la instrumentalidad

y, consecuencia de ella, la provisionalidad. Los efectos de la tutela cautelar

no son perennes, su eficacia está limitada en cuanto accesorio del

procedimiento principal. Aún cuando parte del contenido del fallo de fondo

pueda ser adelantado, ello no supone en modo alguno que el procedimiento

principal pierda su sentido, sólo la sentencia de fondo transformará en

permanentes los efectos provisorios de la cautelar.

En adición a la razón anterior, existe otra figura que no debe dejarse de lado

y que puede contribuir a que la balanza de la igualdad procesal no se vea

perturbada a raíz del otorgamiento de una cautelar que adelante los efectos

del fallo: la contracautela. En aquellos casos en los que existan graves dudas

respecto del otorgamiento de una cautelar, el Juez bien podría optar por una

contracautela, como pareciera ahora haber quedado en materia de

suspensión de efectos. En este caso en concreto, esperemos que la

jurisprudencia tienda a suavizar la cruda redacción del artículo, ya que exigir

una contracautela en todos los casos de suspensión de efectos, lejos de ser

un remedio en pro del equilibrio procesal, puede convertirse en un grave

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51

mecanismo de injusticia sistematizada: tomemos por ejemplo el caso de los

acto manifiestamente arbitrarios e inconstitucionales o de un acto dictado por

una autoridad manifiestamente incompetente.

Por otra parte, resulta también curiosa la redacción de la norma en cuanto a

los requisitos de procedencia y la finalidad de las medidas. En especial

porque, tal como está planteado, pareciera que la apariencia de buen

derecho en vez de ser un requisito de procedencia, fuese una finalidad de la

medida. Respecto de los requisitos guarda la norma el más absoluto silencio,

sin embargo, consideramos que sobre el particular no debe haber mayor

problema. En propósito, pues consideramos deben analizarse los tres

requisitos de los que hemos hecho mención previamente, los dos

tradicionales: fumus boni iuris y periculum in mora y el tercero, un poco más

novedoso, la ponderación de intereses.

Ante la amplitud de esta norma, consideramos innecesaria la inclusión de la

suspensión de efectos como una medida cautelar típica. Sobre los motivos

que dieron lugar a esa evidente contradicción, guardaremos silencio, por

cuanto es de todos sabido los vaivenes y la finalidad que animó el proyecto

de lo que es hoy en día la ley que regula nuestro contencioso-administrativo.

Empero, no podemos dejar de notar el absurdo jurídico de haber consagrado

una especie de sistema mixto de cautelares nominada e innominadas.

Consideramos que ha debido optarse por la opción única del poder cautelar

del juez.

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52

-II-

EN PARTICULAR: SOBRE EL AMPARO CAUTELAR EN EL CONTENCIOSO-

ADMINISTRATIVO VENEZOLANO

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53

1. La naturaleza jurídica del amparo constitucional previsto en el segundo párrafo y el parágrafo único del artículo 5° de la Ley de Amparo.

Ya tuvimos oportunidad de adelantar, cuando introdujimos al lector al

presente trabajo, que el amparo constitucional previsto en el segundo párrafo

y el parágrafo único del artículo 5° de la Ley Orgánica de Amparo sobre

Derechos y Garantías Constitucionales no ha sido siempre catalogado como

una medida cautelar. Esa norma dispone textualmente lo siguiente:

Artículo 5.- La acción de amparo procede contra todo acto administrativo, actuaciones materiales, vías de hecho, abstenciones u omisiones que violen o amenacen violar un derecho o una garantía constitucionales, cuando no exista un medio procesal breve, sumario y eficaz acorde con la protección constitucional.

Cuando la acción de amparo se ejerza contra actos administrativos de efectos particulares o contra abstenciones o negativas de la Administración, podrá formularse ante el Juez Contencioso-Administrativo competente, si lo hubiere en la localidad conjuntamente con el recurso contencioso administrativo de anulación de actos administrativos o contra las conductas omisivas, respectivamente, que se ejerza. En estos casos, el Juez, en forma breve, sumaria, efectiva y conforme a lo establecido en el artículo 22, si lo considera procedente para la protección constitucional, suspenderá los efectos del acto recurrido como garantía de dicho derecho constitucional violado, mientras dure el juicio.

PARÁGRAFO ÚNICO: Cuando se ejerza la acción de amparo contra actos administrativos conjuntamente con el recurso contencioso administrativo que se fundamente en la violación de un derecho constitucional, el ejercicio del recurso procederá en cualquier tiempo, aún después de transcurridos los lapsos de caducidad previstos en la Ley y no será necesario el agotamiento previo de la vía administrativa.

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54

A su vez, el artículo 22 de dicha ley, cuya nulidad por inconstitucionalidad,

como es bien sabido, fue declarada por la Corte Suprema de Justicia en

Pleno, en fecha 21 de mayo de 1996, preveía cuanto sigue:

Artículo 22.- El Tribunal que conozca de la solicitud de amparo tendrá potestad para restablecer la situación jurídica infringida, prescindiendo de consideraciones de mera forma y sin ningún tipo de averiguación sumaria que la preceda.

En este caso, el mandamiento de amparo deberá ser motivado y estar fundamentado en un medio de prueba que constituya presunción grave de la violación o de la amenaza de violación.

Como lo señala Canova, la de la “acumulación de acciones” fue “una de las

primeras tesis propuestas”.37 De acuerdo con esta tesis, propuesta por

Rondón de Sansó, la figura contenida en la norma del artículo 5° de la ley, no

sería más que una acumulación de acciones, que en tal virtud y por razones

de economía procesal, que son las que animan la figura de la acumulación,

habrían entonces de ser tramitadas en un único procedimiento para ser

resueltas finalmente en una única sentencia.

Esa fue, además, la postura que tomó la Sala Político-Administrativa de la

extinta Corte Suprema de Justicia, en fecha 10 de julio de 1991 (caso:

“Tarjetas Banvenez”). En esa decisión la Sala, al referirse al ejercicio del

amparo conjuntamente con el recurso contencioso-administrativo de nulidad,

dijo:

37

Antonio Canova González. “Análisis crítico del Amparo Constitucional en los Tribunales de la Jurisdicción contencioso-administrativa”. Revista de la Fundación de la Procuraduría General de la República, Nº 10. Caracas, 1994. (Mención honorífica en el VIII Concurso Premio Anual de la Procuraduría General de la República, 1992) consultado en archivo digital.

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55

“... la acción de amparo propuesta conjuntamente con una de otro tipo participa de todos los caracteres procesales inherentes a la acumulación de acciones, esto es: que ha de ser resuelta por un solo juez (el mismo que sea competente para conocer de la acción principal), y que ambas pretensiones (la de amparo y la de nulidad u otra) deben ser tramitadas en un solo proceso que tiene dos etapas: la de amparo, previa, y la contenciosa, la cual forzosamente cubre, en la decisión final, tanto la medida cautelar que inevitablemente parece en esa oportunidad, como el pronunciamiento judicial acerca de la nulidad solicitada”

Esa tendencia ya venía siendo asumida por la Corte en fallos anteriores. Así,

en sentencia del 4 de julio de 1997 (caso: “Macario González”), la Sala, al

tratar el tema de la competencia, habría dicho que:

“según el artículo 5° de la misma Ley es posible acumular la acción de amparo al recurso contencioso-administrativo de nulidad de actos administrativos de efectos particulares, caso en el cual las acciones se formulan “ante el Juez Contencioso-Administrativo competente”... Ha querido, pues, el legislador que en el caso de la acumulación de acciones, el amparo se promueva ante el correspondiente Juez de la jurisdicción contencioso-administrativa”.

En buena parte, pareciera que la tesis de la acumulación de acciones deriva

de la propia redacción de la norma. No hace falta una lectura muy profunda

para vislumbrar que la ley trata a este amparo como si fuera una acción

autónoma, pero a la vez, contempla para él una finalidad netamente

instrumental, provisoria. Probablemente por ello, es que, atendiendo a la

finalidad y prescindiendo de la redacción inicial, esta tesis haya sido

prontamente abandonada.

Una segunda tesis propuesta es la del ejercicio simultáneo de acciones,

según la cual la figura allí prevista sería entendida “como una facultad que

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56

tiene el particular agraviado de ejercer en un mismo momento, en forma

simultánea y concurrente una acción de amparo constitucional y un recurso o

una acción contencioso administrativos de anulación o por abstención, según

el caso. Según esta posición, cada medio procesal conservaría sus

características esenciales, aunque cumpliendo con las particularidades

impuestas por la norma legal que prevé ese ejercicio conjunto”.38

Una tercera tesis, que hasta ahora parece ser, si no la más acertada, al

menos la más aceptada, es la que propone que esa figura es en realidad una

medida cautelar. Esa es la tesis prácticamente unánime hoy en día en

nuestra doctrina y jurisprudencia.

Defender esta tesis, supone, en gran medida, hacer caso omiso de la

redacción de la norma contenida artículo comentado, lo cual no pareciera ser

un trabajo muy difícil cuando se lee concienzudamente la ley de amparo,

habida consideración de su deficiente técnica legislativa; y supone, además,

centrar la atención en la finalidad y los efectos que la norma atribuye a la

institución bajo examen. Si se dice que ese amparo es una medida cautelar,

de carácter accesorio, instrumental, pues habría de concluirse que la

formulación de la norma pareciera haber sido redactada al revés, ya que la

misma coloca el énfasis sobre la “acción de amparo” (“cuando la acción de

amparo se ejerza contra actos administrativos.. o abstenciones... podrá

formularse... conjuntamente con el recurso contencioso administrativo”). A

nuestro modo de ver no existe, en el supuesto de la especie, tal “acción” de

amparo porque, en puridad de términos, la acción se ejerce a través de la

interposición del recurso contencioso-administrativo principal, el cual, puede

a su vez contener o no una pretensión accesoria de tutela cautelar. La acción

38

Antonio Canova González. “Análisis crítico del Amparo Constitucional en los Tribunales... op. cit., consultado en archivo digital.

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57

no puede ponerse en movimiento mediante una pretensión cautelar que,

sola, no sirve de nada, aun cuando sea un amparo cautelar. Hemos dicho

que una medida cautelar no tiene naturaleza jurídica ni puede ser catalogada

de “acción”, ya que la acción es un concepto único: es, como lo decía

Carnelutti, “el derecho subjetivo procesal de las partes”39. Ese es un claro

ejemplo de las incongruencias que pueden encontrarse de una lectura al

artículo. Se regula como una especie de “acción” principal pero se prevé para

la institución, una finalidad propia de una medida cautelar y se le dota de las

características esenciales de éstas.

Y es que la clave para poder concluir que este amparo participa de una

naturaleza jurídica de medida cautelar, está en una expresión de la norma

que contiene las características y la finalidad de la institución regulada. Así

pues, para categorizar este amparo como cautelar, ha de atenderse al fondo,

muy por encima de la forma. Cuando la norma estatuye que “el Juez, en

forma breve, sumaria, efectiva... suspenderá los efectos del acto recurrido

como garantía de dicho derecho constitucional violado, mientras dure el

juicio”, no está haciendo más que reconocer los caracteres más importantes

de las medidas cautelares, cuales son la celeridad e integridad, la

instrumentalidad y la provisionalidad.

De hecho, cuando la norma remite al ya sin vigor artículo 22, el cual

disponía, uno, que, en síntesis, el Juez podía dictar el amparo inaudita

alteram partem; y, dos, que basaría su decisión en “un medio de prueba que

constituya presunción grave de la violación o de la amenaza de violación”,

también da una grave impresión de que lo que se estaba regulando

realmente era una medida cautelar. Es probable que si esa norma del

39

Arístides Rengel-Romberg: Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano, V.I. Caracas. Editorial Arte, 1992, p. 159.

Page 58: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

58

artículo 22 se hubiese entendido como una medida cautelar -mas no como

un procedimiento principal, tal como estaba concebida- su constitucionalidad

no hubiese sido puesta en tela de juicio. Quizá la expresión “sin ningún tipo

de averiguación sumaria que la preceda” era bastante peligrosa, pero

dejándola de lado, el resto de las normas contenidas en ese artículo, de ser

entendidas como una medida cautelar, probablemente no hubiesen sido

anuladas.

Para nosotros, que preferimos, tal cual lo ha venido haciendo

insistentemente la jurisprudencia y la doctrina, atender al fondo que a la

forma, en especial cuando se trata de una forma tan poco elaborada y tan

deficiente, no hay duda que la norma contenida en el primer párrafo del

artículo 5° y su parágrafo único consagra una figura que puede ser

perfectamente encuadrada dentro de la categoría superior “medida cautelar”.

Dicho en otras palabras, esa figura tiene, sin lugar a dudas, naturaleza

jurídica cautelar.

Una vez precisada la naturaleza jurídica de la figura prevista en las normas

analizadas, puede estudiarse y criticarse con mayor propiedad la regulación

legal y el tratamiento jurisprudencial que a ésta se le ha dado.

2. La regulación legal y tratamiento jurisprudencial del amparo cautelar. Las ventajas y desventajas.

A nuestro modo de ver las cosas, el amparo cautelar pareciera presentar al

menos tres ventajas de orden meramente práctico frente a las otras técnicas

de protección cautelar, a saber, la posibilidad de la interposición en todo

Page 59: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

59

tiempo del recurso contencioso; la no necesidad del agotamiento previo de la

vía administrativa para su presentación; y, finalmente, la celeridad del trámite

cautelar. Estas dos primeras “ventajas” pueden encontrarse reguladas en el

parágrafo único del artículo 5° de la ley, a tenor del cual, “el ejercicio del

recurso procederá en cualquier tiempo, aún después de transcurridos los

lapsos de caducidad previstos en la ley y no será necesario el agotamiento

previo de la vía administrativa”.

Se erige esta norma como una excepción a una de las causales de

inadmisibilidad del recurso contencioso-administrativo contenidas en el

artículo 19 -párrafo 6- de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, a

tenor de la cual la admisión del recurso contencioso-administrativo ha de

negarse cuando sea evidente la caducidad de la acción40. Recordemos que

esta causal de inadmisibilidad se encontraba regulada anteriormente, junto

con la causal relativa al necesario agotamiento previo de la vía

administrativa, numeral 3° del artículo 84 y en el numeral 2° del artículo 124

de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, respectivamente.

Ahora bien, la nueva Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia suprimió

la causal de inadmisibilidad relativa al agotamiento previo. Empero, no debe

dejarse de lado lo previsto en la disposición transitoria séptima de la Ley

Orgánica de Administración Pública, a tenor de la cual, el derecho a ejercer

los recursos judiciales en contra de la actuación de la Administración que no

está sometido al previo agotamiento de la vía administrativa, se hallaría en

suspenso hasta tanto no fuese dictada la ley de la jurisdicción contencioso-

administrativa.

40

Aplicable según la norma a todo recurso o demanda que se intente ante los tribunales de lo contencioso-administrativo.

Page 60: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

60

No obstante la disposición recién citada y nuestro recelo ante las futuras

interpretaciones que al respecto pueda hacer la jurisprudencia, en nuestra

opinión, la supresión de la referida causal de inadmisibilidad, sólo puede

indicar claramente una única cosa: el legislador consideró que ya no es

necesario agotar la vía administrativa antes de acudir a la jurisdicción

contencioso-administrativa. Así lo entendió la Sala Político-Administrativa del

Tribunal Supremo de Justicia en reciente fallo de fecha 7 de julio de 2004

(caso: “Farmacia Big Low, S.R.L.”), en el que se afirmo textualmente cuanto

sigue:

“esta Sala... pasa a decidir provisoriamente sobre la admisibilidad de la acción principal de nulidad, a los solos fines de examinar la petición cautelar de amparo; a tal efecto deben examinarse las causales de inadmisibilidad de los recursos de nulidad previstas en el artículo 19 quinto aparte de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, sin proferir pronunciamiento alguno con relación a la caducidad de la acción, de conformidad con lo previsto en el parágrafo único del artículo 5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, toda vez que con la entrada en vigencia de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, el agotamiento de la vía administrativa ya no se constituye como una causal expresa de inadmisibilidad de los recursos contencioso administrativos de anulación. Así pues, la caducidad del recurso será examinada al momento de la admisión definitiva que realice el Juzgado de Sustanciación”.

Amén del tema de la mal llamada “admisión provisional”, sobre el que

volveremos más adelante, resulta importante destacar el anterior precedente

jurisprudencial, que versa sobre un tema que tantas idas y venidas ha sufrido

en nuestro contencioso-administrativo. Y es que en nuestra realidad jurídica,

la fuerza de la ley, como expresión de la voluntad del pueblo, pareciera haber

comenzado desde hace ya un buen tiempo un grave y marcado proceso de

degradación. La maltrecha y cada vez más menguada fuerza de la letra de la

Page 61: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

61

ley41 y la alegre maleabilidad con la que nuestros tribunales la observan e

interpretan en no pocas ocasiones, hace que, incluso ante la promulgación

de una nueva ley que trate de manera, digamos, aceptable y clara un

determinado punto, como lo es el tema del agotamiento de la vía

administrativa en la nueva ley del Supremo Tribunal, el ciudadano deba

esperar pronunciamientos judiciales sobre el particular.

Pero volviendo al tema central, habrá de afirmarse que esta nueva

disposición y criterio jurisprudencial se traduce en una reducción de las

supuestas ventajas que presentaba el amparo constitucional frente a las

otras cautelas. Al no exigirse ahora el agotamiento previo, pues, terminan

reduciéndose a dos las mencionadas ventajas.

La tercera ventaja, esto es, la celeridad, halla regulación no sólo en la ley de

amparo, sino también en el propio texto constitucional. Esa celeridad se debe

fundamentalmente a cuatro mandatos que hoy en día se encuentran

reconocidos -o, mejor dicho, están impuestos- por el artículo 27 de la

Constitución. De conformidad con este artículo, el juicio de amparo ha de ser,

primeramente, breve y sumario42, lo cual no es más que una reiteración de lo

que ya contenía la norma del artículo 49 de la Constitución de 1961, pero

además, ha de ser tramitado de manera preferente a cualquier otro asunto,

41

Que es producto de un proceso complejo, con múltiples factores internos, tales como la misma “calidad” de los textos producidos por el legislador de nuestro días o los despropósitos de su creación o la vetustez de algunos textos legislativos y la mora del legislador en remozarlos, o externos, como el camino al llamado gobierno de los jueces por el que claramente transitamos en la actualidad, donde jueces que nadie eligió y que a nadie representan “legislan”, bajo la excusa de “interpretar”, distorsionan las leyes, so pretexto de esas causas internas. ¿Pero dónde termina la interpretación de la ley y comienza la arbitrariedad judicial? ¿Quién controla al Juez? 42

De acuerdo con pacífica doctrina y jurisprudencia, la brevedad se refiere a la rapidez y celeridad del juicio de amparo, en tanto que la sumariedad se refiere a la simplicidad o sencillez de trámites.

Page 62: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

62

para lo cual todo día es hábil, constitucionalizándose así la norma contenida

en el único aparte del artículo 13 de la ley de amparo.

Estos tres -o dos, como quiera verse- factores parecen constituir las

principales ventajas prácticas del amparo cautelar frente a las demás

medidas cautelares, no sólo frente a la tradicional suspensión, sino también

ante las medidas cautelares innominadas. Empero, amén de la consideración

de su conveniencia práctica, el amparo cautelar ha de analizarse -y quizá

con aun mayor rigor- desde el plano teórico o conceptual.

Poco a poco iremos viendo que esas tres ventajas -que, como recién dijimos,

son meramente de orden práctico- se contraponen a una serie de

incongruencias no sólo de orden lógico y teórico sino también práctico, a la

luz de las cuales la institución no soporta el más simple análisis. Veamos,

pues, una a una, las supuestas ventajas en contraste con sus inconsistencias

teóricas y prácticas:

A. La interposición en todo tiempo del recurso de nulidad.

De acuerdo con el aparte vigésimo del artículo 21 de la Ley Orgánica del

Tribunal Supremo de Justicia, el lapso de caducidad para interponer el

recurso contencioso-administrativo de anulación contra actos de efectos

particulares -que por vía jurisprudencial ha sido aplicado extensivamente al

recurso por abstención o carencia43- es de seis meses contados a partir del

43

Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, 28 de febrero de 1985, caso: “Eusebio Igor Vizcaya Paz”.

Page 63: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

63

momento en que el acto inicia sus efectos, id est, desde que adquiere

eficacia.44

La idea del sometimiento a un lapso de caducidad del recurso contencioso-

administrativo contra actos de efectos particulares parece devenir del

principio de estabilidad de los actos estatales, el cual, a su vez, no es más

que una manifestación concreta del principio de seguridad jurídica. Admitir la

posibilidad de recurrir en todo tiempo contra un acto administrativo de efectos

particulares cada vez que -como generalmente sucede o puede reconducirse

a- se denuncie la violación de un derecho constitucional, en algunas

ocasiones constituye en un atentado a la seguridad jurídica y se erige como

un injustificado obstáculo a la actuación de la Administración. Siempre que

se trate de un plazo de caducidad razonable, el mismo pareciera resultar

saludable. Téngase en cuenta que aquí nos estamos refiriendo a actos

administrativos de efectos particulares u omisiones que afectan a sujetos

perfectamente identificados o identificables.45

44

Como bien se sabe, este lapso encuentra una primera excepción en la propia ley –la de los actos de efectos temporales– e innumerables excepciones previstas en leyes especiales. 45

Aun cuando en este caso se plantea un problema tan difícil de afrontar como lo es el del lapso de impugnación de los actos administrativos de efectos particulares viciados de nulidad absoluta –o que supongan violaciones constitucionales- ¿Han de estar sometidos a caducidad las acciones cuya pretensión sea la declaratoria de nulidad del acto viciado de nulidad absoluta –o que menoscaba derechos o garantías constitucionales–, es decir, de aquel acto que es nulo ab initio, y que cuyos vicios no pueden ser convalidados nunca? Aquí nos encontramos con dos valores dicotómicos y la necesidad de una única respuesta. Necesariamente ha de optarse por alguna opción: someter a un lapso de caducidad tales actos, lo cual implica aceptar la posibilidad de, ante la inactividad del particular afectado durante el plazo de impugnación, dejar incólume un acto que nació nulo y seguirá siendo nulo pero que, en razón de dicha inactividad, no podrá ser posteriormente declarado, a instancia de parte, como tal o dejar abierta la posibilidad de que ese afectado pueda tomar las acciones en cualquier momento. En este orden de ideas, al menos de manera preliminar, no pareciera muy saludable abrir esa posibilidad sin limitación alguna. Quizá deba optarse por la primera opción, dejando una válvula mínima en manos del juez, cuando, por ejemplo, el acto viole el orden público o las buenas costumbres. En fin, el tema es arduo y complejo y requiere, obviamente, de un estudio profundizado que escapa a los confines de nuestro trabajo.

Page 64: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

64

Pues bien, como ya lo advertimos supra, el artículo 5° de la ley se nos

presenta como una excepción a este principio.

Lo que aquí debemos poner de relieve de manera inicial, es que esta

excepción al tratamiento ordinario del recurso contencioso -contentivo de la

pretensión principal- se hace depender de la elección de un específico

mecanismo cautelar, que, como toda cautelar, supone una pretensión

accesoria. Así, se hace depender una excepción al tratamiento de lo principal

de la ocurrencia de algo que le es accesorio.

Es bien sabido que entre los caracteres comunes a toda medida cautelar se

hallan la instrumentalidad46 (accesoreidad); y que la institución bajo examen

no escapa de tales caracteres: el amparo conjunto, habida consideración de

su naturaleza cautelar, es accesorio y es instrumental. La accesoreidad, al

igual que sucede, exempli gratia, con la provisionalidad, es producto de la

naturaleza instrumental de las cautelares. Ellas no tienen un fin distinto que

el de servir al proceso principal, nacen, viven y mueren por ese proceso

principal. Su contenido viene determinado por aquél y, en fin, no son más

que por él.

Analicemos brevemente la situación planteada: la regla conforme a la cual la

acción caduca a los seis meses se aplica al recurso contencioso de nulidad

contra actos de efectos particulares.47 Ése es el objeto de la regla. La

interposición del recurso señalado constituye, por así decirlo, el supuesto de

hecho de la norma que contiene la regla. De lo anterior se sigue que a todo

46

Al respecto, consúltese Ricardo Henríquez La Roche: Medidas Cautelares... op. cit. Y a Juan Manuel Campos Cabal: Medidas Cautelares en el Contencioso-Administrativo. Bogotá. Editorial Temis, 1989. 47

Aplicable también al recurso por abstención o carencia, por vía de interpretación jurisprudencial.

Page 65: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

65

recurso contencioso de nulidad contra actos de efectos particulares se le

aplicará, en principio, la misma consecuencia, porque éste se subsume

siempre en el referido supuesto de hecho. Ergo, a todo aquello que no sea

recurso contencioso de nulidad no se le aplicará tal regla.

Ahora bien, la consagración de una excepción a la regla, supone la

consideración de ciertas circunstancias, peculiaridades o elementos del

objeto al que en principio ésta estaría dirigida, que lo diferencia de sus

iguales y hacen que éste, por su singularidad -singularidad que no lo hace

dejar de ser lo que en esencia es- no pueda ser enmarcado dentro de dicha

regla general. Así, verificadas estas circunstancias o peculiaridades se

concreta la excepción. Tomemos por ejemplo, el que en un recurso de

nulidad se alegaran violaciones de derechos constitucionales y en otro

violaciones de derechos de rango legal o que en uno se invocaran vicios de

nulidad absoluta y en el otro de nulidad relativa, en fin, alguna circunstancia

relacionada directamente con el propio recurso. No obstante lo anterior,

estas características especiales no llegan nunca a alterar su naturaleza,

porque éste sigue estando, en principio, sometido a la regla -en este caso en

concreto, a la excepción de la regla-, ya que de darse la hipótesis contraria,

éste cambiaría de categoría y se subsumiría en otra regla diferente: pasaría

así de ser el objeto de la excepción a la regla a ser objeto de una nueva regla

diferente.

En el caso bajo examen, tendríamos entonces que todo recurso que

contenga una pretensión principal de anulación de un acto administrativo de

efectos particulares encuadraría dentro de esta regla acerca del lapso de

caducidad -obsérvese que el elemento que la norma toma en consideración

para la aplicación de la regla es la pretensión principal del recurso-. De igual

forma, a todo recurso que contenga ese tipo de pretensión principal, aun

Page 66: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

66

cuando se le acompañe una medida cautelar -accesoria- o, exempli gratia, se

solicite reducción de lapsos procesales o se acumule con otra causa o, en

fin, se dé cualquier incidencia, seguiría estando dentro de la regla. La

pretensión cautelar, al igual que otros asuntos incidentales, como se ve, para

nada influyen -ni pueden influir- en la pretensión de fondo. Por el contrario,

ésta viene determinada por el contenido de aquélla. Esta realidad no es más

que una concreción de la máxima según la cual lo accesorio sigue la suerte

de lo principal.

Sin embargo, el amparo cautelar quiebra el razonamiento anterior, porque la

concreción de la excepción que aplica al régimen regulatorio de la pretensión

principal se verifica cuando se está en presencia de una específica y

determinada medida cautelar: el amparo.

Las consecuencias del empleo del amparo cautelar van a tener entonces su

incidencia inmediata y directa en el tratamiento del recurso principal. Se

considera lo accesorio como la única referencia para la determinación del

tratamiento de lo principal, es decir, para verificar la excepción se considera

un elemento que depende del elemento considerado para la aplicación de la

regla.

Lo anterior conlleva una inexcusable inconsistencia práctica: la inversión de

la máxima de Derecho conforme a la cual lo accesorio sigue la suerte de lo

principal. En este caso, la admisibilidad del recurso contencioso-

administrativo, principal, se hace depender de la previa procedencia del

amparo cautelar, accesorio. Ello no es más que un contrasentido.

Page 67: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

67

Otra consecuencia de la malsana inversión del principio mentado, es que se

termina por admitir que ante pretensiones principales idénticas se puedan

verificar resultados diferentes, es decir, se estaría aceptando la admisión de

excepciones frente a situaciones exactamente iguales, lo cual resulta

incongruente. Si estamos de acuerdo con que la pretensión cautelar para

nada influye, altera o modifica la pretensión principal porque, precisamente,

es su accesorio, cómo puede explicarse entonces que la excepción al

régimen aplicable a la admisión de la pretensión principal se haga depender

ni siquiera de esa pretensión cautelar o accesoria, sino, peor aun, del

mecanismo cautelar elegido o, en otras palabras, de la cubierta en la que

viene envuelta la pretensión cautelar.

Se llega así a la inexplicable situación en la que teniendo dos recursos

contencioso-administrativos no sólo cuyas pretensiones principales y

fundamento sean exactamente iguales sino también sus pretensiones

cautelares tengan idéntico objeto e idéntica fundamentación, a uno se le

aplica la regla y al otro la excepción, habida consideración del mecanismo

cautelar utilizado.48 ¿Cómo explicar el tratamiento dispar a cosas que son

esencialmente idénticas, sirven para exactamente lo mismo y se

fundamentan en lo mismo49? Dónde queda entonces el principio de igualdad

de tratamiento y no discriminación.

48

Pongamos el caso en el que la pretensión cautelar sea la suspensión provisional de los efectos del acto. Esa misma pretensión cautelar conllevaría diferentes resultados dependiendo del mecanismo que se emplee: suspensión tradicional o amparo cautelar. Aun cuando ambas pretensiones cautelares se hallaren fundamentadas en la presunción de violación de normas constitucionales seguirían produciendo consecuencias distintas. 49

O es que acaso el amparo es el único y exclusivo medio para tutelar y proteger los derechos constitucionales. ¿No puede acaso la suspensión de efectos o una medida innominada, o mejor aun, cualquier medida necesaria para garantizar la eficacia de la sentencia, dictada con base en el poder cautelar general del juez, preservar tales derechos?

Page 68: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

68

Precisamente esto es lo que sucede con el amparo cautelar ejercido

conjuntamente con el recurso contencioso.

La situación planteada viene a agravarse aun más cuando se considera que

la declaratoria con lugar de la pretensión de amparo no supone en modo

alguno la efectiva violación de los derechos o garantías constitucionales

denunciados.

Recordemos que el Juez, en sede cautelar, se pronuncia sobre la base de

indicios, de meras presunciones. Entonces la admisión a trámite de lo

principal, de la pretensión de fondo que será resuelta por la sentencia

definitiva, se hace depender de una decisión basada en esas meras

presunciones preliminares que son necesarias -y que, a la vez, constituyen

un límite- para la procedencia de la tutela cautelar. Todo ello sin contar la

infinidad de inconvenientes adicionales que pueden derivarse de la revisión

en segunda instancia de la procedencia de la cautelar.

Por otra parte, ese tratamiento de excepción que supone el amparo cautelar,

es decir, esa perpetuación en el tiempo de la posibilidad de impugnar el acto

o denunciar la omisión, resulta incongruente cuando se le contrasta con el

propio amparo autónomo, como acción principal.

El numeral 4° del artículo 6° de la Ley establece como causal de

inadmisibilidad del amparo autónomo el consentimiento expreso o tácito. Aun

cuando la norma fue redactada a la inversa, lo que sí queda claro es que una

vez transcurridos seis meses desde la violación o amenaza de violación el

amparo autónomo resulta inadmisible. Para el legislador entonces pareciera

Page 69: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

69

que, salvo que la violación o amenaza infrinjan el orden público50 o las

buenas costumbres, la tutela de los derechos y garantías constitucionales

está sometida a un plazo máximo de caducidad de seis meses.

Pues bien, resulta insostenible afirmar simultáneamente que si el amparo

autónomo, acción principal, está sometido a un plazo de interposición, el

amparo cautelar -que a la postre no es más que eso: una simple cautelar-

tenga como consecuencia que el recurso contencioso-administrativo no esté

sometido a plazo alguno de interposición.51 O este resultado también es

inconsistente o la única explicación coherente sólo podría inquirirse de un

ilusionista.

¿Por qué entonces el amparo autónomo ejercido como acción principal si no

es intentado dentro de los seis meses siguientes a la violación o amenaza de

violación no puede ser ejercido posteriormente y cuando al recurso de

nulidad se le añade un amparo cautelar, accesorio, puede, por el contrario,

ser ejercido en todo tiempo? La verdad pareciera no haber respuesta

coherente.

Otra perniciosa consecuencia práctica radica en la problemática que se

planea respecto de la admisión del recurso principal.

De acuerdo con la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia,

corresponde al Juzgado de Sustanciación el pronunciamiento sobre la

50

Nada fácil resulta delimitar la relación entre el orden público y las violaciones de derechos constitucionales, ya que, según pareciera, para el legislador entonces, es posible la violación de algún derecho constitucional no suponga la infracción del orden público. 51

Aun cuando se trate de mecanismos procesales diferentes, a saber, la caducidad de la acción y el consentimiento tácito de la lesión, los resultados son, en principio, iguales: la inadmisibilidad de la acción.

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70

admisión del recurso (artículo 19) y de esa decisión se oye apelación por

ante la Sala o Corte. No obstante lo dispuesto en esta norma, la

jurisprudencia ha tenido que ingeniárselas para tratar vanamente de superar

los -insuperables- escollos producto de las dos excepciones sobre la

admisibilidad impuestas por el amparo cautelar.

Ello sencillamente porque, en principio -al menos en la actualidad-, no puede

tramitarse la medida cautelar sin antes admitir el recurso principal, pero a la

vez, para admitir el recurso principal, el Juzgado de Sustanciación no puede

analizar las causales de inadmisibilidad a las que se refiere la excepción

mencionada. Sin embargo, para la oportunidad en que le corresponde al

Juzgado analizar la admisibilidad del recurso, como la Sala o Corte

obviamente aún no se ha pronunciado sobre la procedencia de la cautelar,

no puede saberse si se va a analizar o no tales causales, ya que esta

situación depende de la procedencia o no del amparo cautelar. En alguna

oportunidad, se optó por un curioso invento: la admisión preliminar por parte

de la Corte o Sala.

Al respecto, muy ilustrativa resulta la sentencia dictada por la Corte Primera

de lo Contencioso Administrativo en fecha 21 de diciembre de 2000 (caso:

“American Airlines, Inc.”), cuyos aleccionadores extractos nos permitimos

citar de seguidas:

“... en aquellos casos en los que se intente una demanda de nulidad conjuntamente con suspensión de efectos u otra medida cautelar, éstas no pueden decidirse si previamente no se ha establecido un procedimiento, es decir, sin haberse admitido el recurso de anulación que funge como principal

... cuando se acompaña una cautela constitucional al recurso de nulidad, el juez... debe abstenerse de pronunciarse las

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71

causales (sic) de inadmisibilidad del recurso de nulidad, referentes a la caducidad y al agotamiento previo de la vía administrativa

... ante la extraordinaria problemática procesal que representa la abstención de pronunciamiento sobre dichas causales de admisibilidad, problemática representada principalmente por la posibilidad de que la decisión en segunda instancia acerca del amparo cautelar, modifica (sic) el pronunciamiento emitido en primera instancia, con lo cual a su vez de manera consecuencial, variará la situación de necesidad o no sobre el análisis de las causales inadmisibilidad del recurso principal... lo cual evidentemente pudiera generar la posibilidad de revisar la sentencia que decidió la admisibilidad del recurso principal, aún cuando (sic) el proceso ya se encuentre en curso, provocando a su vez un posible perjuicio a las partes, contrario a la tutela judicial efectiva

... ante estos problemas procesales, y ante la falta de una regulación procedimental a seguir, ha estimado la Corte, con base en los artículos 26 y 257 de la Constitución... que en aquellos casos de interposición conjunta de la nulidad con amparo cautelar, y por lo tanto, con fundamento en el artículo 88 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, se han aplicado supletoriamente las disposiciones del Código de Procedimiento Civil -artículo 341- a los efectos de admitir preliminarmente la demanda de nulidad, y de esa manera pasar de inmediato a pronunciarse sobre la tutela constitucional cautelar...”.

Como puede apreciarse, los inconvenientes que supone el amparo cautelar

frente al asunto de la admisibilidad del recurso principal son prácticamente

insalvables. Esa suprema dificultad ha empujado a la jurisprudencia a

realizar acrobacias como las descritas en el fallo, para tratar de buscar una

solución práctica -por cierto, sin ningún fundamento- a una problema allende

la praxis, cuya solución resulta casi imposible en la teoría.52

52

A mero título de ejemplo de alguno de los inventos de los que ha tenido que valerse la jurisprudencia –en este caso, respecto del procedimiento– vale la pena recordar que no fue sino hasta hace un par de años cuando se resolvió finalmente aplicarle un procedimiento más cónsono con esa naturaleza cautelar por la que, a pesar de habérsele reconocido desde hace mucho tiempo ya, nada se hacía en procura de un régimen adecuado. No es

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72

De lo anterior, se observa como esa supuesta ventaja -para quienes la

consideren así- queda disminuida cuando se le enfrentan a todos los

inconvenientes, producto de esa mala concepción.

En torno a la conveniencia o no de la idea de establecer una excepción a la

causal de inadmisibilidad que hemos venido analizando, a nosotros no nos

convence en demasía, sin embargo, eso es harina de otro costal. A nuestro

entender, la interposición en todo tiempo pareciera no lucir, al menos prima

facie, muy razonable, en tanto y en cuanto los lapsos de caducidad sean

razonables.

Lo que sí debe quedar claro es que en el estricto plano de la teoría y la

lógica, la institución así planteada no soporta el más mínimo análisis. Ello

tiene su explicación en el hecho que, a nuestra manera de ver las cosas, se

fácil olvidar el procedimiento conforme al cual, la cautelar de amparo se tramitaba conforme al artículo 23 de la ley, con la consecuente celebración de la Audiencia Constitucional y las ineludibles demoras que esta tramitación suponía. Esa situación fue posteriormente reconocida –y sustancialmente mejorada– por la Sala Político-Administrativa en su conocida sentencia del 20 de marzo de 2001, caso: “Marvin Sierra Velasco”, en la que finalmente se dijo que el amparo cautelar podía, de hecho debía, ser dictado in audita altera partem, aplicando así un principio conteste con la siempre mentada naturaleza cautelar de este amparo. La problemática que suponía la regulación anterior a esta sentencia era tan fuerte que los propios tribunales expresaban, sin rubor, su preocupación ante dicha circunstancia. Algunas de esas improvisaciones se han hecho como respuesta a una necesidad, sin embargo, ha habido muchas invenciones en las que la jurisprudencia se ha arrogado unas licencias amplísimas, tal como sucedió en el fallo citado, en el que además de esa sabia decisión de darle un trámite adecuado a la cautelar de amparo, la Sala, a nuestro entender erradamente, sostuvo que el único requisito de procedencia del amparo cautelar es el fumus boni iuris y que su sola verificación suponía per se, el cumplimiento del periculum in mora, porque “...la circunstancia de que exista presunción grave de violación de un derecho de orden constitucional, el cual por su naturaleza debe ser restituido en forma inmediata, conduce a la convicción de que debe preservarse ipso facto la actualidad de ese derecho...”. No estamos tan convencidos como la Sala sobre este argumento. Entendemos, por el contrario, que este requisito debe ser valorado siempre, al igual que la presunción de buen derecho. Cosa distinta sería afirmar que los estándares de apreciación de este requisito cuando de una violación constitucional se trate puedan ser rebajados o reducidos, mas no plenamente excluidos de análisis.

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73

pretendió utilizar -erradamente- una herramienta que no servía para

solucionar el problema a la que se quiso aplicar. Si lo que se quería era

propugnar la tesis del no sometimiento de la acción a un plazo de caducidad

cuando se denuncie la violación de derechos o garantías constitucionales,

entendemos que el problema hubo de atacarse desde otro flanco: desde la

perspectiva del recurso principal y no de la técnica cautelar. En el fondo ése

es el problema subyacente -e insalvable- del que siempre adolecerá esta

institución. Se pretendió atribuirle efectos al amparo cautelar que no le son

propios y que, por ende, generan toda esta cantidad de problemas y muchos

más.

B. El innecesario agotamiento previa de la vía administrativa.

Interpuesto conjuntamente con amparo cautelar, el recurso contencioso-

administrativo puede ejercerse sin agotar previamente la vía administrativa.

Aun cuando la nueva Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia

suprimió la mención a esta causal de inadmisibilidad, que venía de la

derogada Ley de la Corte Suprema de Justicia, comoquiera que, según la

propia Ley Orgánica de la Administración Pública, el tema pareciera haber

sido delegado a la futura ley que regule la materia contencioso-administrativo

y vista la escasez jurisprudencial al respecto, nos permitiremos, a todo

evento, tratar este tema, así sea preliminarmente.

De igual modo, consideramos que no deben dejarse de lado las

disposiciones contenidas en los artículos 92 y 93 de la Ley Orgánica de

Procedimientos Administrativos, por cuanto las mismas siguen en vigencia y

a pesar de la supresión de este requisito en la nueva Ley del Tribunal

Page 74: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

74

Supremo, estas dos normas también disciplinan el tema del agotamiento de

la vía administrativa. Las normas en cuestión rezan así:

“Artículo 92. Interpuesto el recurso de reconsideración, o el jerárquico, el interesado no podrá acudir ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo, mientras no se produzca la decisión respectiva o no se venza el plazo que tenga la administración para decidir”.

“Artículo 93. La vía contencioso administrativa quedará abierta cuando interpuestos los recursos que ponen fin a la vía administrativa, estos hayan sido decididos en sentido distinto al solicitado, o no se haya producido decisión en los plazos correspondientes. Los plazos para intentar los recursos contenciosos son los establecidos por las leyes correspondientes”.

La urgencia que supone la tutela de los derechos constitucionales es

probablemente la supuesta base o fundamento de esta idea: la protección

del derecho constitucional debe ser inmediata. Por esta razón, no se tolera

que la misma pueda ser diferida hasta que se agote la vía administrativa.

Prácticamente la totalidad de las consideraciones sobre las incongruencias

que genera este amparo cautelar, recién expuestas al tratar el asunto de la

posibilidad de presentar el recurso en todo tiempo -lapso de caducidad-,

pueden ser extrapoladas al presente tema -la no necesidad del agotamiento

previo de la vía administrativa- ya que ambos tienen en común el ser

excepciones a las causales de inadmisibilidad de la pretensión principal -

recurso- que se verifican cuando se está en presencia del amparo cautelar.

Page 75: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

75

Así, en materia de la no necesidad del agotamiento previo de la vía

administrativa que el amparo cautelar supone, se da la misma e insana

inversión de la relación entre lo principal y lo accesorio. Ello es así porque en

este caso también se está atacando el mismo problema, en una vertiente

distinta, con la misma e inadecuada herramienta.

Sobre el asunto del carácter obligatorio u optativo del agotamiento de la vía

administrativa se ha gastado cientos de litros de tinta en los últimos años. De

manera prácticamente universal la doctrina y jurisprudencia moderna

parecen rebelarse en contra del dogma del obligatorio agotamiento de la vía

administrativa para el acceso a la jurisdicción contenciosa.53 Parafraseando a

González Pérez, puede afirmarse que “... la generalidad -casi unanimidad- de

la doctrina se muestra contraria al mantenimiento de la vía administrativa

como presupuesto procesal...”. Sin embargo, en algunos casos de legislación

comparada aún nos seguimos topando con la exigencia de su agotamiento.

Esta situación ha dado origen a una vívida y creciente tensión entre doctrina

y legislación.54

53

Agustín Gordillo: Tratado de Derecho Administrativo... op. cit., p. III-15. 54

Sobre este tema consideramos que no está de más dar un breve vistazo al panorama del derecho comparado. Comencemos, pues, por el caso de Italia, país en el cual el agotamiento previo de la vía administrativa no es un requisito indispensable para acudir a la justicia. Como lo recuerda Virga, desde la entrada en vigencia de la Ley Núm. 1034 de 1971, el agotamiento de la vía administrativa es, pues, una opción para el interesado (Giandomenico Falcon: “Italia. La Justicia Administrativa”. La Justicia Administrativa en el Derecho Comparado. Madrid. Monografías Civitas, 1993). Ejemplo digno a seguir el de esta legislación, que desde hace ya más de treinta años dio ese paso decisivo que muchas otras legislaciones, a pesar de las voces desesperadas de la doctrina, se niegan a dar. En parecido sentido va “... la fórmula tradicional francesa...”, país en el que, en materia de recurso por exceso de poder, aplicable mutatis mutandis al tema bajo examen, tampoco se exige el agotamiento previo de la vía administrativa. Para acceder en nulidad a la jurisdicción contencioso-administrativa simplemente se precisa de la “décision préalable” o decisión previa, excepción hecha, obviamente, respecto del silencio administrativo (Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández: Curso de Derecho Administrativo, V. II, 3a. edición. Madrid. Editorial Civitas, pp. 484 y ss). Caso contrario sucede en España, país en el que el agotamiento de la vía administrativa sigue siendo obligatorio. De una lectura concatenada del artículo 109 de la Ley 30/1992 de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común y el artículo 25 de la Ley 29/1992 reguladora de la

Page 76: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

76

A nuestro entender, el enfoque y la postura que sobre este punto en

particular se tengan, viene directamente determinado por la concepción

acerca de la naturaleza jurídica que se piense tienen los recursos

administrativos. Así pues, aquellos para quienes los recursos administrativos

constituyen un privilegio de la Administración, habrán de concluir que la vía

gubernativa, como la suelen denominar los españoles, es de obligatorio e

inevitable agotamiento. Ello, por una simple razón: si se trata de un privilegio

de la Administración sólo ella puede disponer del mismo, no siendo dable a

los particulares relajarlo. Sólo quien es titular del privilegio puede disponer de

él. Por el contrario, para aquellos que pensamos que los recursos

administrativos son una verdadera garantía del administrado, la vía

administrativa deberá ser optativa, porque, habiendo sido ideados en función

del particular y siendo éste su titular, habrá entonces de reconocerse que

éste tiene el más sagrado derecho a disponer de esa garantía según su

conveniencia.

Jurisdicción Contencioso-Administrativa, puede observase cómo en este país, la falta de agotamiento de la vía administrativa es una causal de inadmisibilidad del recurso contencioso-administrativo. Ante esta situación, no pocos administrativistas españoles han alzado sus voces. Al respecto puede consultarse a García de Enterría y Fernández (Ob. Cit.), González Pérez (Jesús González Pérez: Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa (Ley 29/1992, de 13 de julio). Madrid. Editorial Civitas, 1998), Rivero Isern (José Luis Rivero Isern: “Vía Administrativa de Recurso y Justicia Administrativa”. Revista Española de Derecho Administrativo, N° 75. Madrid, 1992) y a Fernández (Tomás Ramón Fernández: “Reflexiones sobre la utilidad de la vía administrativa de recurso”, Derecho Administrativo, N° 221), entre muchos otros autores, quienes son defensores acérrimos del carácter optativo de la vía administrativa. Algo similar sucede en la Argentina, donde, de acuerdo con el Literal a) del artículo 23 de la Ley 19549 del 3 de abril de 1972, los actos administrativos de “alcance particular” pueden ser impugnados por vía judicial cuando “... se hubieren agotado a su respecto las instancias administrativas...”. Igualmente, en contra de esta concepción se pronuncia Gordillo, para quien el obligado agotamiento de la vía convierte a los recursos en unas “... horcas caudinas incompatibles con la garantía de pronto acceso a la instancia judicial...” (Agustín Gordillo: Tratado de Derecho Administrativo... op. cit.).

Page 77: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

77

Muchos esfuerzos que propugnan la consagración optativa del agotamiento

de la vía se han venido haciendo desde la perspectiva del derecho a la tutela

judicial efectiva y el derecho de libre acceso a la jurisdicción. Empero, para

nosotros esa línea argumentativa, si bien es muy válida, no ataca el fondo

del asunto. Se trata de una solución pragmática que no corta el problema de

raíz. La violación del derecho de acceso a la jurisdicción, entendido como

una manifestación de la tutela judicial efectiva, es una consecuencia cierta y

directa de entender y concebir los recursos administrativos como privilegios

de la Administración y carga para el administrado, id est, es una

consecuencia cierta de su desnaturalización. Si por el contrario,

comprendiéramos definitivamente que la naturaleza del recurso

administrativo es la de una garantía y, en consecuencia, se les aplicara un

régimen adecuado a esa naturaleza, no sería necesario invocar estos dos

derechos constitucionales, ya que de esta premisa se deriva con naturalidad

la conclusión de su carácter optativo. Este carácter, en fin, no halla su

verdadero asidero en el derecho a la tutela judicial efectiva -en su faceta

acceso a la jurisdicción- sino en su naturaleza de garantía. La vulneración de

este derecho es una consecuencia de no aplicar un régimen cónsono con la

naturaleza garante del recurso. Por ello, la respuesta ha de buscarse en la

estructuración de un régimen jurídico impregnado de la esencia real de los

recursos. Con o sin violación de derechos constitucionales la vía

administrativa debe ser siempre optativa.

Volviendo sobre el tema, la conclusión a la que se arriba partiendo de ese

supuesto fundamento que parece animar la excepción bajo examen, no

escapa de ciertas incongruencias propias.

Se dice que ese fundamento deviene de la necesidad de la preservación

inmediata de los derechos constitucionales. Que cuando la Administración

Page 78: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

78

lesiona un derecho constitucional debe el juez brindar tutela inmediata,

porque la lesión al derecho no puede esperar a que se agote toda la vía

administrativa. Hasta allí estamos de acuerdo.

A la luz de ese fundamento, parece entonces que se reconoce que la

Administración no es capaz de tutelar derechos de los particulares en sede

administrativa, porque de ser el caso contrario, pues, la propia Administración

podría brindar protección al administrado y no sería necesaria esta

excepción. En esencia de eso se tratan los recursos administrativos, y como

garantía, pues al menos en teoría, suponen que el Administrado pueda ver

satisfecha su pretensión frente al acto con la propia revisión administrativa.

Eso en la teoría estaría bien si no estuviese comprobado que en la mayoría

de los casos prácticos esto no sucede y la Administración demuestra, por lo

general, esa incapacidad de ser Juez -imparcial- y parte. No siempre, pero

muchas veces.

Entonces el planteamiento inicial parece lucir adecuado: demostrada esa

eventual incapacidad, pues, sí, ha de concluirse que el derecho

constitucional debe ser tutelado de inmediato y si el particular así lo desea -

porque, recordemos, no se elimina la vía administrativa, simplemente se le

otorga la opción al afectado- puede acudir a la jurisdicción inmediatamente.

Sin embargo, esa no es la única conclusión a la que ha de arribarse

partiendo de esa certera premisa. No resulta lógico afirmar a la vez que el

restablecimiento de los derechos constitucionales deba ser inmediato y no

pueda esperar el agotamiento de la vía administrativa, pero que la tutela

ordinaria de todos los demás derechos deba estar sometida a demoras y que

obligatoriamente deba pasar por esa, muchas veces inútil, sala de espera.

Page 79: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

79

¿Por qué entonces los otros derechos que no son de rango constitucional sí

están sometidos a esa espera?¿Es que acaso su tutela no ha de ser también

inmediata? Si se sabe que muchas veces la Administración no será capaz de

tutelarlos -quedamos de acuerdo con que ese era uno de los fundamentos de

la excepción- cómo puede dejarse al particular abandonado a su suerte y

obligársele a agotar dicha vía. A ningún derecho, constitucional o no, puede

imponérsele obstáculos para su inmediata tutela efectiva.

En este sentido, ese fundamento que se le pretende atribuir al amparo, es -o

debería ser- un fundamento común que coadyuve a la demolición del

carácter obligatorio del agotamiento de la vía administrativa. No es,

reiteramos, un fundamento exclusivo para los derechos constitucionales.

En el fondo, tal como sucede en el caso de los lapsos de caducidad, lo que

pasa es que aquí se está atacando un problema desde la perspectiva

errónea. Si lo que se deseaba era prever ciertas excepciones a esta causal

de inadmisibilidad hubo de haberse formulado el planteamiento desde la

perspectiva del recurso principal. Nuevamente aquí se emplea la herramienta

equivocada.

C. La celeridad.

Nos resta, finalmente, entrar al análisis de la celeridad, entendida como

ventaja del empleo del amparo cautelar. Como ya lo afirmáramos, la teórica

rapidez o, mejor dicho, la menor lentitud del amparo en contraste con los

otros medios ordinarios, viene dada por cuatro elementos que, hoy en día,

Page 80: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

80

son imperativos de la Constitución.55 El mandato a tenor del cual, el juicio de

amparo ha de ser breve y sumario; supone un trámite veloz y simple y la

orden de tramitación preferente y habilitación de todo tiempo para realizar

dicha tramitación, coadyuva a que este mandato se concrete en la práctica.

Pues bien, el referido carácter breve y sumario se aplica sin distinción alguna

a todos estos mecanismos comprendidos bajo la denominación común de

amparo. Sin embargo, en el caso del amparo cautelar esa enunciación

general poco aporta, ya que, como es bien sabido, es de la esencia de la

protección cautelar la rapidez, la celeridad, el que ésta sea dictada sin

dilaciones. La urgencia como nota definitoria de las medidas cautelares, es

uno de sus elementos de mayor trascendencia. Así, la urgencia es una

noción consustancial a la naturaleza instrumental de las medidas cautelares,

ya que sin su existencia, su finalidad nunca podría verse realizada. Si

afirmamos que las medidas cautelares encuentran su razón de ser en la

salvaguarda de la efectividad del proceso principal -y, consecuentemente, de

la sentencia definitiva-, y que su principal amenaza está constituida por la

multiplicidad de acciones o hechos que, durante el transcurso del tiempo

indispensable para la tramitación de ese proceso, pueden menoscabar e

incluso destruir la relación o situación jurídica que se pretende tutelar, deberá

entonces arribarse a la conclusión de que tal tutela no será posible si las

medidas no son, entre otras cosas, urgentes, porque el tiempo transcurre

inexorablemente y con cada minuto que pasa hay una nueva oportunidad de

que el objeto de la tutela sea menoscabado o perdido. Por esta razón, se

afirma, sin temor a equívocos, que esta característica es uno de los

elementos inherentes a la esencia de la tutela cautelar. De nada sirve una

55

Además de los tratados internacionales (al menos, el artículo 3°, literal a, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 25 del Pacto de San José de Costa Rica).

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81

tutela cautelar que proteja de manera integral la situación jurídica

amenazada pero que sea dictada tardíamente.

Lejos, pues, de presentársenos como una ventaja privativa del amparo

cautelar, la celeridad, al menos en la teoría, es algo común a toda medida

cautelar.

No obstante lo anterior, debemos admitir que en la práctica hay una

diferencia entre el amparo y las demás técnicas cautelares. Así, hay dos

verdaderas ventajas que pueden aprovecharse, no del mandato genérico de

brevedad y sumariedad, que como hemos dicho, es algo inherente a la

propia noción de la tutela cautelar, sino de los dos mecanismos prácticos que

permiten concretar estos imperativos abstractos: la obligación de la

tramitación preferente y la habilitación de todo día y hora para realizar dicha

tramitación.

Esas dos ventajas debieran ser aplicadas no sólo al amparo cautelar sino a

cualquier medida de protección cautelar. Por esta razón, las eventuales

reformas legislativas que en torno a este tema se hagan, debieran acoger

estos dos mecanismos para que esas teóricas características de celeridad y

sumariedad inherentes a toda protección cautelar puedan verse satisfechas

en la práctica.

Es más, si al fondo del asunto pretendemos acercarnos, pues habría que

afirmar que la habilitación de todo tiempo no sería tan necesaria si los

tribunales contencioso-administrativo dieran despacho todos los días de la

semana. Empero, este es un tema que escapa del objeto del presente

estudio.

Page 82: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

82

En todo caso, aquellas consideraciones que realizábamos cuando

afirmábamos que se atacaba el problema por un flanco equivocado, cabría

también realizarlas aquí -aunque quizá no sea tan evidente como en los otros

dos casos-. El problema de la insoportable lentitud del aparato de justicia en

nuestro país, probablemente haya sido un factor determinante para esta

habilitación, sin embargo, entendemos que esta no era la forma de atacar el

problema de raíz.

D. Los efectos de la medida o amplitud de la protección.

Respecto del tema de los efectos no resta mucho que decir. Si bien es cierto

que la ley limita expresamente los efectos del amparo cautelar a la

suspensión del acto, curiosamente la jurisprudencia hizo del amparo cautelar

un mecanismo dentro del que tenía cabida cualquier pretensión cautelar. De

hecho, muchas veces las pretensiones cautelares que se ventilan a través

del amparo no tienen por objeto una simple suspensión, sino cualquier otra

cantidad de pretensiones, incluyendo las de condena a prestaciones

positivas.

En contraste con el poder cautelar general de juez, el amparo cautelar no

reporta absolutamente ningún beneficio, ya que ambos mecanismos, uno por

su propia naturaleza y otro por obra de la acción jurisprudencial, pueden

servir para esgrimir y obtener cualquier tipo de pretensión de contenido

cautelar.

Page 83: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

83

CONCLUSIONES

De lo precedentemente expuesto, queda una primera idea clara: determinar

la naturaleza jurídica de una institución constituye una labor clave y

trascendental para realizar un estudio de cualquier institución jurídica. Sólo

precisando su naturaleza, puede el estudioso conocer a qué se enfrenta.

En general, puede afirmarse que la institución de las medidas cautelares,

dado su grado de abstracción y generalidad como concepto, pero a la vez

dadas sus específicas características y finalidad, no posee naturaleza

jurídica, esto es, se trata de una categoría general dentro de la cual pueden

ser encuadradas otras figuras.

Habida consideración de la anterior noción, hemos propuesto que el

verdadero interés del tema de la naturaleza jurídica en cuanto a medidas

cautelares, consiste en hacer un planteamiento inverso, es decir, que lo que

realmente interesa es determinar si una figura en particular participa o no de

la naturaleza cautelar. A ese “test” hemos sometido la figura contenida en el

segundo párrafo y parágrafo primero del artículo 5 de la ley de amparo. Ese

“test” arrojó un resultado positivo: el referido amparo, posee efectivamente

naturaleza de medida cautelar.

Al ser catalogado como una cautelar, el régimen jurídico del amparo debe ser

estudiado y criticado a la luz de los principios que rigen las medidas

cautelares. Hecho esto, tuvimos oportunidad de observar que la regulación

que el legislador y el tratamiento que la jurisprudencia le ha dado a la figura

Page 84: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

84

objeto de análisis, no han sido los más apropiados, ya que en muchas

oportunidades el régimen no se compadece con su naturaleza.

Así, amén de la gran cantidad de incoherencias advertidas, no podemos

dejar de recordar que la interposición del recurso en todo tiempo y el no

agotamiento previo de la vía administrativa, nada tienen que ver con la

técnica cautelar y, probablemente, el que los tribunales den o no despacho a

diario, no sólo no tenga que ver con exclusividad con la protección cautelar

sino que quizá sea un problema común a la administración justicia -no sólo

de la administrativa sino también de la ordinaria-.

Los dos primeros temas están relacionados directamente con el tema de la

admisibilidad del recurso contencioso-administrativo, en tanto que el último,

con el problema de la organización y funcionamiento del poder judicial.

Las ventajas que el amparo cautelar supone respecto de los dos primeros

temas, puede apreciarse, no tiene nada que ver con el amparo como tal, son

simplemente una invención que no tiene ningún sustento teórico y que a

caóticas consecuencias nos ha llevado.

Por lo que atañe al asunto de la celeridad, hemos afirmado que toda

protección cautelar, si pretende no desnaturalizarse, debe ser, entre otras

cosas, rápida. La brevedad y sumariedad de la protección cautelar, pues,

tampoco son notas privativas del amparo cautelar, son más bien, comunes a

toda la tutela cautelar56.

56

Ahora bien, lo que sí resulta interesante es la fórmula que primeramente el legislador y luego el constituyente adoptaron para garantizar ese carácter de brevedad del amparo: la habilitación de todo el tiempo y la orden de tramitación preferente. La última, en todo caso,

Page 85: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

85

Aparentemente el legislador trató vanamente de solucionar algunos

problemas nucleares del contencioso-administrativo y de la justicia en

general57, atacando por el flanco equivocado y con la herramienta menos

adecuada. Desconocemos las razones por las cuales eso fue así, sin

embargo, los resultados los pagamos caro hoy en día.

Si se pretendió realizar alguna modificación de las causales de

inadmisibilidad del recurso principal se debió haber reformado el cuerpo

legislativo que las contiene y no inventar esas piruetas que a la postre lo que

generan son más entuertos, problemas y, lamentable y consecuentemente,

más injusticias. Si se quiere ampliar los lapsos de caducidad o prescribir

excepciones al plazo establecido, pues simplemente, atáquese el problema

de frente y evítesele al foro los tormentos producto de la aplicación de

paliativos que, a la postre, resultan inservibles.

Y es que más allá de todas esas inconsistencias teóricas y conceptuales que

hemos pretendido resumir, hay una ingente cantidad de problemas prácticos

que el amparo cautelar ha planteado desde sus albores, que no son más que

las obvias consecuencias de tan disparatada regulación y de la interpretación

que se le ha dado a la institución en examen. En fin, esos deslices teóricos

no pueden sino generar inconsecuencias prácticas.

podría derivarse como una consecuencia lógica de la brevedad y rapidez requerida por la protección cautelar. Así, podría afirmarse que el juez debería tramitar con carácter preferente la protección cautelar, para luego dedicarse a la resolución del fondo. 57

Hacemos esta distinción porque los dos primeros temas han sido tocados exclusivamente por el amparo cautelar, para conocer del cual sólo es competente la jurisdicción contencioso-administrativa, en tanto que el tercero se refiere a todo tipo de amparo, tratándose de solucionar un problema común a toda la justicia venezolana: el retardo.

Page 86: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

86

Era de esperarse que ante tantas contradicciones e incongruencias que esta

figura plantea en plano de la teoría, las consecuencias prácticas fuesen

catastróficas y devastadoras. Así han sido y así son. Probablemente el

propio amparo constitucional en general, haya sido una de las figuras en las

que la jurisprudencia haya tenido mayores pasos y contrapasos en los

últimos tiempos y de este vaivén, por supuesto, no ha escapado el amparo

cautelar.

Y es que el amparo constitucional cautelar no es, no ha sido y no será la

panacea. Con esta institución, ya lo dijimos, se pretendió resolver problemas

que le son ajenos y en los que, pensamos, nunca debió haberse metido. El

amparo cautelar no solventará el problema de los lapsos de caducidad, ni

solventaría la problemática del agotamiento de la vía administrativa. Mucho

menos, los problemas de la estructura y organización de la justicia.

Sin embargo, en la medida en que esos problemas sean progresivamente

corregidos, ya sea por vía jurisprudencial como ha ocurrido los últimos

veinticinco años en nuestro país, desde que se dictó la Ley Orgánica de la

Corte Suprema de Justicia o durante los últimos quince años desde la Ley

Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, o sea -

preferiblemente- por la tan esperada y añorada reforma legislativa tanto en el

contencioso-administrativo como respecto de la justicia constitucional, se irá

viendo cómo el amparo dejará de tener esa utilidad práctica con la que hoy

en día innegablemente cuenta. Debe ir pensándose desde ya en la

eliminación del amparo cautelar -y de las restantes técnicas específicas de

protección cautelar- y su inmediata sustitución por el poder cautelar general

del juez contencioso-administrativo.

Page 87: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

87

Pongamos el ejemplo del agotamiento de la vía administrativa: la nueva Ley

Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia desechó esa causal de

inadmisibilidad. De esta manera, esto es, atacando los problemas de frente,

es como estos pueden solucionarse. Si se hiciera lo mismo con el tema de la

caducidad y la celeridad, y ante el reconocimiento del poder cautelar general,

probablemente el amparo cautelar quedaría vacío de contenido y utilidad.

Vaciado entonces el amparo cautelar de contenido verdadero, quedará una

carcasa inservible. En la medida en que ese contenido que hoy encierra el

amparo cautelar y que ciertamente responde a imperiosas necesidades de

justicia que no han sido satisfechas cabalmente, encuentren una apropiada

regulación, el amparo cautelar irá menguando y con él las demás cautelares.

No obstante ello, es necesario apuntar insistentemente que sería un grave

error suprimir el amparo cautelar sin haber dado solución previa a los

problemas que en la práctica con él se pretendieron solventar.

El poder cautelar general del juez tomará la escena para bien del sistema de

justicia, propendiendo a dar soluciones más simples a los complejos

problemas del contencioso-administrativo moderno. Un sistema de

pretensiones cautelares abiertas, materializadas todas a través de un solo

mecanismo, redundará, pues, en una mayor tutela judicial efectiva.

Page 88: El amparo cautelar y el poder cautelar general del juez administrativo

88

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