El anhelo del ángel

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El anhelo del ángel Juan Carlos Saloz

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Guion de la obra de teatro original "El anhelo del ángel", de Juan Carlos Saloz

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El anhelo del ángel

Juan Carlos Saloz

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Escena 1:

Ángel (comienza la introducción): Más allá de donde cualquier hombre haya

llegado jamás, existe un reino donde plano onírico y astral son uno. Un lugar

donde los sueños se hacen realidad y las mayores fantasías pueden realizarse

con tan solo pensar en ellas. Los ángeles se elevan sin temor con la única

responsabilidad de cumplir su función entre los vivos, y conviven en armonía en

una concordia absoluta.

Pero, de entre todas esas funciones, había una mucho más oscura que las

demás: despojar de vida a todo ser viviente. Esta responsabilidad era de

Mordad, el llamado ángel de la muerte. Mordad bajaba a la Tierra en busca de

atraer consigo las almas que habían cumplido su periplo, cautivándolas gracias

a su aspecto celestial para que, más tarde, pudieran ser juzgadas.

Pasaron milenios en los que Mordad realizó su trabajo sin ningún percance,

preguntándose en ocasiones por qué había llegado la hora de alguien pero sin

nunca atreverse a resolver su duda. Cumpliendo así, nada más, el cometido

que se le había encomendado.

Sin embargo, un funesto día ocurrió algo que aquel lóbrego ángel jamás

hubiera imaginado. Tenía el deber de quitar la vida a una joven muchacha que

apenas habría cumplido su segunda década. Y aunque había atraído almas de

aspecto más inocente a las que quizás les podría haber dado una nueva

oportunidad, con ella algo cambió. El corazón de Mordad, si es que tenía algo

semejante, se resquebrajó en mil pedazos al observar la demanda que debía

cumplir.

Aunque sabía que no podía dejar el alma intacta en el inmejorable cuerpo de la

joven, pues eso le costaría mucho más de lo que los mortales conciben como

“vida”, tampoco podía dejar perecer a alguien de quien, irremediablemente,

acababa de enamorarse.

Mordad jamás había pasado por tal dilema, aun así, en su insondable

sabiduría, conformó una argucia con la que contentaría a su superior. Aunque

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se llevó el alma de su amada, la compartió con el mundo de los vivos, creando

para ella un universo propio donde permanecería, junto a él, para siempre.

Pero quien juega con fuego acaba quemándose, y el todopoderoso del reino

acabó descubriendo la estratagema del ángel de la muerte. Ante tal temeridad,

decidió tomar represalias. Sin embargo, cuando observó lo que Mordad había

engendrado, decidió acoger su creación de buen grado, dándole así un lugar a

todo aquel que necesitase pasar un tiempo entre la vida y la muerte. Con la

única condición de que estas almas pudieran volver a lo que habían dejado

atrás si así lo deseaban.

(Ángel besa a Cristina)

Nunca creí que estos cuentos fueran más que simplezas que se narran a los

niños para que crean que su estancia en la vida va a ser cómoda, apacible.

Que, por más que se tuerza la situación con un sinfín de problemas, todo tiene

un final feliz, y más si el amor está por medio. La princesa del reino encantado

revive por el beso del magnífico príncipe azul y pacifista. El malo acaba muerto

o encerrado y el bueno llevándose la admiración de todo el mundo. No les

enseñan, sin embargo, que puede suceder al contrario. La mejor vida que

puedan imaginar acaba yéndose a la mierda porque han cometido un error

puntual. No les explican que el esfuerzo, en la mayoría de casos, no sirve de

nada. No les explican que para que exista un ángel, deben existir millones de

mortales sin más propósito que esperar como la muerte llega. No les explican

que la muerte no es solo un cuerpo inerte inservible y a merced de los

gusanos. No les explican, en ningún caso, que existe la muerte en vida. Que se

puede llegar a ser un cadáver que día tras día espera con ansias que la ilusión

vuelva, a sabiendas de que la felicidad es un estado puntual y no un

sentimiento perpetuo, y que una vez llega difícilmente lo hace para quedarse.

Solo necesito que todo vuelva a ser como antes. Que decidas volver de las

zarpas del ángel que te ha brindado una segunda oportunidad y aprovecharla

junto a mí. Imploro volver atrás en el tiempo y reducir la velocidad. Imploro a

Mordad ser yo su víctima, pues no puede llevarse tu alma, todavía no. Solía

decirte muy a menudo que daría mi vida por ti, pero jamás lo había sentido

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hasta ahora, no de esta forma. Solo me queda la esperanza de que vuelvas.

Solo me queda el anhelo del ángel que bate sus alas, implorando el retorno de

una amada que ha decidido volver a nacer lejos de él.

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Escena 2:

Ángel (comienza la introducción): Era 2 de julio de 2014. Lo recuerdo

perfectamente. Acababan de darnos vacaciones y no pensábamos en nada

más que irnos dos meses enteros a Roma, la ciudad del amor. Poco nos

importaba la cultura. Íbamos a pasarnos el verano follando, comiendo pizza y

recordándonos, una y otra vez, que lo nuestro sería eterno. Cuánta razón

llevábamos. Nunca habíamos sido demasiado precavidos. Un niñato malcriado

con la suerte de entrar en una gran empresa y con el piso pagado gracias a un

padre petulante no era el prototipo, digamos, de príncipe azul. Aunque, siendo

sincero, una joven rebelde que se fugó de casa para irse con su engreído

novio, tampoco era la Bella Durmiente por excelencia. Aun así, nos queríamos.

Y solo importaba eso. Nunca hubiéramos sido capaces de hacer daño el uno al

otro de manera voluntaria. Me convertí en tu mayor apoyo y tú en el único para

mí, así que más nos valía tenernos en consideración. Íbamos a más de 140

kilómetros hora en aquella fatídica autopista. ACDC, como no podía ser de otra

forma, nos acompañaba, al igual que una intensa niebla que poco nos

importaba en aquellos momentos.

Ángel: ¿Qué es lo primero que quieres hacer al llegar?

Cristina: Bueno… estoy entre probar un risotto y probar los labios de la mejor

persona del mundo en el mejor lugar en el que podríamos estar.

Ángel: Oye, pues no es mala idea eso del risotto…

Cristina: ¡Idiota! Siempre rompes el romanticismo, macho.

Ángel: ¿Yo?

Cristina: Sí, y anda, déjame besarte un poco, que te echo de menos y eso que

estás a escasos centímetros de distancia.

Ángel: A veces, cuando más cerca nos encontramos el uno del otro, es cuando

más alejados estamos en realidad.

Cristina: ¿Me besas o no?

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Ángel: ¡A mandar!

(Ángel y Cristina se besan mientras este sigue conduciendo. Después de unos

segundos, paran).

GPS: En la siguiente curva, gire a la derecha.

Ángel: ¿A ti te enseñaron a besar en el colegio o algo?

Cristina: No, fue en la universidad.

Ángel: Ah, ¿es un crédito de la asignatura “collar de macarrones” o de

“plastilina avanzada”, profesora?

Cristina: ¡Serás idiota! Qué vas a decirme tú, anda. Si no has dado un palo al

agua en tu vida.

Ángel: Ay, estos graduados. Hay que ver cómo cambia la cosa, eh. Tres añitos

de diferencia y yo soy licenciado y tú serás, simplemente, graduada. Eso… es

como no ser nada, ¿no?

Cristina: Yo qué sé, esto del Plan Bolonia tampoco es que sea santo de mi

devoción, pero qué vamos a hacerle.

GPS: Recálculo. En la siguiente curva, gire a la derecha.

Ángel: Ayer viste a Olga, ¿no?

Cristina: Claro, y a mi madre. Tendré que despedirme, ¿no?

Ángel: ¿Cómo está?

Cristina: Bien.

Ángel: ¿Sólo bien?

Cristina: Que sí.

Ángel: Vale, vale…

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Cristina: ¿Sabes? A veces pienso que te preocupas más de mi hermana que

de mí. Sí, vale, os conocíais de antes pero… joder, que se te ve mucho el

plumero.

Ángel: ¿¡Pero qué dices ahora!? Solo te he preguntado qué-tal-está-tu-

hermana. ¿Tan raro es? ¿Tan bestia sagaz del más profundo inframundo soy?

Cristina: No. Y ya está bien. Fin de la discusión.

Ángel: ¿Qué discusión? Yo no estaba discutiendo.

Cristina: Va, cariño, no empieces. Que nos vamos a Roma, joder. ¡Dos meses!

Ya basta de tonterías.

Ángel: Lo siento, es que te me pones celosa y ya sabes el pronto que tengo…

Digo yo que nos dará tiempo a aprender algo de italiano, ¿no?

Cristina: Como no sea a gemir en italiano… (Maneja el teléfono móvil durante

unos segundos) Oh Mio Dio! Ancora, non si fermano.

Ángel: ¿Qué dices?

Cristina: Quiere decir “Oh Dios mío. Sigue, no pares”.

Ángel: ¿Y dónde dices que has aprendido eso?

Cristina: Ay Angelito, que pareces nuevo. Traductor Google y arreando. Si con

el 3G se llega a Roma.

Ángel: Eso espero, que llevo el GPS del móvil.

GPS: Recálculo. En la siguiente curva, gire a la derecha.

Ángel: ¡Qué pesadilla! ¡Pero qué curva ni qué curva si estamos en la puta

autopista!

Cristina: A mí ya no me discutes de esa forma.

Ángel: La otra…

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Cristina: ¿Qué pasa? Es verdad. Antes parecía que tuvieras más interés en

discutir conmigo, ahora es como si ya no te importara.

Ángel: ¿Qué no me importas? (Cambia el tono, poniéndose cursi de manera

irónica) Daría mi vida por ti, Cristina.

Cristina: Seguro que se lo dices a todas.

Ángel: Sí. A ti y a mi madre, exacto. A todas.

Cristina: Sí, sobre todo a tu madre.... Bueno, que ya sabes a lo que me refiero.

Ángel: ¡Joder, Cristina! Parece mentira que no me conozcas. Me he gastado

todos los ahorros que tenía en irme contigo dos meses a Roma porque creo

que te mereces absolutamente todo lo que pueda darte.

Cristina: ¿Estás diciendo que te quiero por tu dinero?

Ángel: ¡La virgen! Hay que ver el don que tenéis la mujeres para darle la vuelta

a todo, eh. Mira, te guste o no, ya eres la mujer de mi vida. Y sí, lo sé a mis

veinticinco años, total, no creo que dure mucho más. De hecho… espera, que

lo demuestro. (Baja la ventanilla y saca la cabeza). ¡Hola mundo, estoy

perdidamente enamorado de Cristina León, ¿te queda claro?!

Cristina: ¡Ángel, ten cuidado! No saques la cabeza, anda, que vamos muy

rápido y no se ve tres en un burro.

Ángel: Veo perfectamente, anda. Además, ¿qué son 150 kilómetros por hora?

He ido más rápido muchas veces y nunca me has dicho nada.

Cristina: Ya, pero no has sacado la cabeza por la ventanilla a lo perrillo

mientras lo hacías, alma de cántaro.

Ángel: Pero sí te he besado alguna que otra vez… anda, ven aquí.

(Se besan de nuevo durante unos segundos. La mano de Cristina baja hacia el

pantalón de Ángel).

Cristina: ¿Estás empalmado?

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Ángel: Qué refinada eres, hija. ¿Tú qué crees?

Cristina: Anda, ven aquí…

(Cristina baja su boca hacia los bajos de Ángel).

Ángel: Oh Dios, si esto también te lo enseñaron en la universidad retiro todo lo

dicho sobre el Plan Bolonia.

(La escena sigue así durante unos segundos. De repente, se oye un claxon y

Cristina sube).

Ángel y Cristina: ¡Aaah!

(Se apaga el escenario. Se oyen diferentes voces y sonidos).

Voz 1: ¿Están vivos?

Voz 2: ¡Madre del amor hermoso! El accidente ha debido ser brutal…

Voz 3: ¡Joder, joder! No los he visto venir, ¡no me ha dado tiempo a apartarme!

Joder, joder… que sobrevivan por favor, que sobrevivan.

Voz 4: Sí, ya viene la ambulancia, tardará poco.

Voz 5: ¿Cómo están?

Voz 6: Él bien. Ha sido un pequeño milagro. Ella parece no haber corrido la

misma suerte…

Voz 7: ¿A qué velocidad iban?

Voz 8: No lo sé, pero muy rápido. Los informes policiales lo indicarán con

mayor exactitud.

Voz 9: ¿Has encontrado su documentación?

Voz 10: Sí. Sus nombres son Ángel Fernández y Cristina León. Me pondré en

contacto con las familias de inmediato.

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Voz 11: Cúbito y radio del brazo derecho partidos en dos zonas. El húmero

también se ha visto afectado. La pierna derecha es la que se ha llevado la peor

parte… el peroné tiene muy mala pinta. Necesitamos operar de urgencia.

Voz 12: Es extraño… las zonas afectadas le aseguran una postura bastante

extraña. Es como si hubiera querido protegerla hasta el último momento.

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Escena 3:

Ángel (comienza la introducción): El despertar fue uno de los momentos más

duros. Creía que había muerto allí, que estaba en el purgatorio esperando a ser

juzgado, sin más compañía que los ruidos estériles de fondo que chirriaban en

mis oídos. El tic tac de un reloj, el pitido de una extraña máquina. No,

definitivamente no había muerto, no sé si por gracia o desgracia. El dolor era

demasiado intenso, no podía moverme ni me veía con ganas de intentarlo. Me

costaba aclarar qué había sucedido. Durante más de dos horas me mantuve

despierto con los ojos cerrados. Necesitaba situarme, necesitaba comprender

todo lo que había pasado. Cerca de mi posición, un par de ancianos

comentaban el estado de salud de uno de ellos. Acabé sabiéndome el nombre

de los dos: Ricardo y Manuel, así como sus procedencias y batallita varias.

Más tarde, escuché una voz familiar, al parecer alguien había puesto la basura

de las tardes de Telecinco. La Pantoja entraba en la cárcel, guau. A mi brazo y

pierna derecha les importaba poco en esos momentos. Por la programación,

debía de ser media tarde. El accidente, según los cálculos que pude hacer,

había ocurrido sobre las cinco del día anterior. ¿Había estado veinticuatro

horas durmiendo? Decidí abrir los ojos y descubrirlo.

Ángel: ¿Q… Quién eres?

Enfermera: ¡Buenas tardes, dormilón! Soy una humilde enfermera del Hospital

Sant Joan de Déu, donde estás ahora mismo.

Ángel: ¿Q… Qué ha pasado?

Enfermera: Bueno… por lo que me han contado te has pegado una buena piña

con el coche.

Ángel: ¿Piña? ¿Qué clase de enfermera habla así?

Enfermera: Ay, yo qué sé, hijo. Los jefes, que me dicen que, y cito

textualmente: “como eres joven y alocado, si usas un lenguaje más de la calle

estará más a gusto”.

Ángel: Pues no sigas por ahí, por favor. ¿A qué día estamos?

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Enfermera: Espera, que lo miro. Hmm… 3 de julio.

Ángel: Vaya, estaba en lo cierto.

Enfermera: ¿Qué?

Ángel: Nada, nada. (Se queda mirando al horizonte durante unos instantes).

¿Por qué no está aquí Cristina? ¿Ha decidido abandonarme y no venir a verme

o qué pasa?

(La enfermera traga saliva y se sienta. Resopla antes de continuar. Ángel la

mira, sorprendido).

Enfermera: Verás… Cristina León, la chica que venía contigo en el coche, no

ha tenido tanta suerte como tú.

Ángel: ¿Suerte? Estoy en una puta cama de hospital probablemente con unos

diez huesos rotos. ¿¡Qué coño le ha pasado, dónde está!?

Enfermera: Está… en coma.

Ángel: ¿Qué?

Enfermera: Siento no saber dar malas noticias... Bueno, verás, el coche que

llevabais impactó contra la parte izquierda del camión, llevándose la peor parte

toda la diestra de vuestro automóvil. La colisión hizo que Cristina se golpeara

con fuerza en el cráneo, lo que provocó que estuviera a punto de fallecer. Si no

llega a ser por tu intervención, probablemente estaría muerta.

Ángel: ¿Mi intervención? ¿Qué intervención?

Enfermera: Antes del golpe, abrazaste a Cristina irguiendo tu brazo para recibir

así el impacto. Solo hay que ver cómo lo tienes para darse cuenta de que sirvió

de ayuda.

Ángel: ¿Cómo? ¿Y la pierna?

Enfermera: Al apretar con tanta fuerza el freno, no pudiste esconder la pierna

derecha al impactar, lo que sí pudiste hacer con la izquierda. Todo recayó

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sobre esta. Luego pasarán a explicarte de manera detallada las lesiones que

presentas.

(Ángel asiente. Pasan unos segundos en los que intenta asimilar todo lo

sucedido. La enfermera hace ademán de irse).

Ángel: Espera.

Enfermera: Perdona. Dime.

Ángel: ¿Dónde está Cristina?

Enfermera: Tranquilo Ángel, Cristina…

Ángel: ¡He dicho que dónde está, hostia puta!

Enfermera: Está aquí mismo. En la planta doce.

Ángel: Déjeme ir a verla. (Ángel intenta levantarse, pero grita de dolor al

momento).

Enfermera: ¡Ángel, no se mueva! Sus fracturas son muy graves y cualquier

movimiento brusco puede empeorarlas gravemente.

Ángel: ¿Crees que me importa? ¡Déjame ir a verla, joder!

Enfermera: No puede ser Ángel, los médicos la están investigando en estos

momentos y usted no puede salir de la cama ahora mismo.

Ángel: ¡Déjame ir, por favor!

Enfermera: ¡Deje de moverse, Ángel!

Ángel: ¡Que me deje ir! (Ángel agarra con la mano izquierda la bata de la

enfermera, que se levanta de la silla apartándose de él, asustada)

Ángel: ¡Por favor!

Enfermera: He dicho que no puede ser, lo siento.

Ángel: ¡No!

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(Ángel empieza a llorar mientras golpea, con el puño izquierdo, el colchón con

fuerza. Entre medias, grita de dolor, pues al golpear refuerza sus heridas. Un

enfermero entra entonces en escena)

Enfermero: ¿Ocurre algo?

Enfermera: Nada, no es nada…

Ángel: ¡Sí! Claro que ocurre algo: Que mi novia está en coma en la mierda de

hospital en el que me habéis internado y no me dejáis ir a verla, ¡hijos de puta!

Enfermero: ¿Puede usted calmarse, por favor?

Ángel: ¡Claro que sí! Ahora mismo me calmo. Total, me importa una mierda

que pueda que nunca vuelva a ver a mi novia en vida. ¡Me importa una mierda!

Enfermero: Ya basta. Vamos a aumentar la dosis de morfina. Aquí se acaba la

broma. (El enfermero se acerca a la camilla para hacer su trabajo. Ángel

intenta desprenderse de él, pero le agarra el brazo paralizándole).

Ángel: ¡Eso, drogadme! Dopadme cual caballo para que podáis tenerme a

vuestra merced. ¡No sois más que unos idiotas que vivís a la sombra de

quienes de verdad mandan aquí! ¡Os recortan y privatizan! ¿Y cómo lo pagáis?

¡Drogando a vuestros clientes! Claro que sí, pagadlo conmigo, ¡desahogaos!

Enfermera: Ángel, ya basta por favor… solo queremos que te tranquilices.

Ángel: ¡Cállate de una puta vez!

Enfermero: No vuelva a faltar usted al respeto.

Ángel: ¿¡O qué!? ¿Me vendrás tú a cantar las cuarenta, gilipollas?

Enfermera: Ya basta. Salga por favor, yo me ocupo.

Enfermero: No voy a dejarla así, puede ser peligroso.

Enfermera: ¡He dicho que salga!

(El enfermero deja la habitación y vuelven a quedarse solos Ángel y la

enfermera. Ángel empieza a llorar desconsolado).

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Enfermera: Lo siento, Ángel…

Ángel: Enfermera… ¿Soy un asesino?

Enfermera: No Ángel, eres un héroe.

(Ángel se duerme producto de la morfina y la enfermera se queda sola en el

escenario).

Enfermera: En ocasiones la vida plantea retos que no somos capaces de

superar, a los que simplemente no sabemos cómo sobreponernos. Cuando

alguien amado sufre o hasta muere por tu culpa, te sientes vacío. Ya nada

tiene sentido. Tu vida era esa persona y, tras su marcha, no te queda nada

más por lo que luchar. Nada más por lo que seguir adelante. Por más que tus

amigos o familiares intenten aconsejarte para que digieras la situación, acabas

vomitando sobre sus palabras tan banas y superficiales que son lo último que

necesitas en esos instantes. Tu comprensión no llega a más, Es inútil sopesar

otra disyuntiva. No hay más alternativas que las de rendirse al caos o aprender

de tu error. Pero esta segunda opción es solo para los más fuertes. No

obstante, todavía hay oportunidad. La situación es grave, pero si algo he

aprendido aquí es a creer en los milagros, y juro que rezaré todas las noches

para que uno suceda.

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Escena 4:

Ángel (comienza la introducción): Recuerdo a la perfección la primera vez que

pude verte en el hospital. Había pasado tres días en la más fiera incertidumbre.

No bebía, no comía, y lo poco que dormía era producto de la morfina. Era

angustioso estar encerrado entre cuatro paredes blancas, enfermo como nunca

y sabiendo que tu vida pendía de un hilo. Cada vez que preguntaba me decían

que la situación avanzaba de forma estable. Estable… como si eso fuera a

tranquilizarme. Necesitaba volver a verte la cara, estuviera como estuviese.

Necesitaba sentir tu piel y decirte, aunque no me escucharas en absoluto, que

la situación iba a mejorar.

Enfermera: Esta es la habitación.

Ángel: Gracias, enfermera.

Enfermera: ¿Necesitas que te acompañe?

Ángel: No te preocupes, puedo apañármelas solo.

Enfermera: Ya sabes, puedes avisarnos por cualquier novedad.

Ángel: Así lo haré.

(Ángel avanza por el escenario hasta colocarse delante de la cama en la que

se encuentra Cristina. Sin mencionar palabra, se inclina sobre ella y se queda

observándola un buen rato, luego la besa y empieza a llorar).

Ángel: Perdóname, por favor. Lo sé. Sé que soy un hijo de puta, que no me

quieres volver a ver en la vida y que cualquier cosa que te diga no te hará

cambiar de opinión. Sé que te he jodido la existencia, pues si sales de esta

nada volverá a ser lo mismo. Sé que esperabas que te diera el mejor verano de

tu vida y, por el contrario, no he hecho más que mandarlo todo a la mierda. Sé

que nadie se merece esto, y mucho menos la persona que más me ha amado y

a la que más he querido y voy a querer. Sé que no merezco volver a saber

nada de ti. Lo sé todo. Lo sé. Nunca he tenido tanta certeza en algo. Nunca me

había sentido así. Nunca he tenido una vida fácil y, sin embargo, contigo todo

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había cambiado. Has conseguido que merezca la pena despertarse cada lunes

por la mañana, pues por difícil que fuera lo que viniera a continuación, ver tu

rostro, a mi vera, me hacía fuerte. Nadie podía conmigo. Nadie podía con

nosotros. Nadie… menos yo mismo.

(Ángel se queda callado durante un minuto, llorando sobre el cuerpo de

Cristina).

Ángel: Estás preciosa. Siempre he pensado que dormida estás preciosa.

Aunque tus ojos sean de lo que más me gusta de ti, el verte descansar, de

alguna forma, me relaja…

(Ángel se levanta y se inclina para besarla. Luego, se gira y da una vuelta por

la habitación).

Ángel: ¿Sabes qué? ¡Vamos a salir de aquí! ¡Sí! Ya basta de lloriqueos y

hostias. Te vas a curar, lo sé. Te conozco, joder. Sé lo bromista que eres. Eres

capaz de estar simulando todo esto para darme mi merecido. ¡Felicidades Cris!

Lo has conseguido, ya estoy arrepentido. Te voy a valorar como te mereces,

¡de verdad! Pero joder, vamos a salir de aquí. Sí. Te vas a curar en breve y

vamos a marcharnos a Roma. ¡Nos está esperando! Sí señora. Vas a

despertar, nos vamos a vestir y vamos a irnos a Italia, a pasarnos el verano

follando, comiendo pizza y recordándonos que lo nuestro será eterno. Y lo

siento mucho, señorita, pero ya te puedes ir despertando. Esta broma ya roza

lo macabro y no tengo ganas de tirar el dinero que me he gastado en las

vacaciones en muletas, vendas y demás tonterías además de tener que seguir

aguantando a la de idiotas que hay en este hospital. Joder, siempre te he dicho

que odio los hospitales, el hecho de ver niños calvos y mujeres de parto me

estremece, ¡vamos! Pero si siempre te hacía cambiar de canal cuando te

ponías a ver eso de “polseres vermelles”. Ya sabes lo mal que lo paso aquí, y

tú vas y te empeñas en quedarte en uno durante un buen tiempo. Cristina, por

favor, despierta y vámonos. No me gusta nada esto, de verdad. Ya basta,

Cristina, ya basta… (Ángel aminora el tono durante las últimas palabras y

acaba callando para comenzar a llorar desconsolado hasta que el escenario se

queda oscuro).

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Escena 5:

(Ángel observa sentado a Cristina, que yace en la cama del hospital tumbada,

durante un minuto. Se oye una conversación lejana y de repente aparecen en

escena Mercedes y Olga. La primera, en cuanto entra a la habitación, corre

hacia la cama obviando la presencia de Ángel, que se acababa de levantar

para saludarla, cabizbajo).

Mercedes (llorando, apoyada en Cristina): ¡Mi niña! ¿Qué te han hecho? ¿Qué

te han hecho, Cristina? ¿Qué te han hecho? ¡Cristina! ¡CRISTINA!

Olga (se acerca a la cama obviando también la presencia de Ángel): Cris…

¿por qué?

Mercedes: ¡Cristina! Despierta por favor, ¡Cristina! ¡Lo siento! Sé que no he

sido la mejor madre del mundo, pero te quiero. ¡Te quiero Cristina! Fuiste mi

niña… siempre lo has sido. Si no hubiera sido por ti, ahora estaría en la peor de

las depresiones. ¡Tú me has hecho vivir, cariño! ¡Cristina! ¿Qué te han hecho,

Cristina? ¿Qué te han hecho? ¿Por qué señor? ¡¿Por qué ella?! ¡Solo tenía 22

años, señor! ¡22! Le quedaba todo por vivir, le quedaba todo por vivir…

(Mercedes hace una pausa en la que se tumba sobre el cuerpo de Cristina

mientras llora) ¿Por qué, señor, en tu infinita sabiduría, te la has llevado? Sé

que he sido una mala madre, señor, ¡pero ¿es motivo suficiente?!

¡Devuélvemela señor, devuélveme a mi niña! (Mercedes agarra el crucifijo que

siempre lleva colgado y lo arranca de un tirón).

Olga: No van a devolvérnosla mamá. Está muerta.

Ángel: Está viv…

Mercedes: ¡Cállate!

Olga: No está viva.

Mercedes (volviendo al cuerpo de Cristina): Cristina… ¿Qué te has dejado

hacer por el diablo? ¿Qué te ha dado él que no te diera tu madre, Cristina? ¿La

muerte? ¡La muerte es lo único que te ha dado, nada más! ¡Satán te ha

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condenado por confiar en él, Cristina! ¡Caíste en sus brazos y te hundió en sus

llamas, Cristina! ¡Mi niña! (cambia el tono, pasando a dirigirse a una entidad

superior) ¡Me lo arrebataste, señor! ¡Y ahora me despojas también de mi hija!

¿Por qué señor, por qué te lo doy todo y a cambio solo recibo castigo? ¿Por

qué no me llevaste a mí con Alberto en vez de ella? ¿Cuál es tu truco señor,

qué pretendes?

Olga: Ya está mamá… descansa.

Ángel: Mercedes, lo siento. De verdad…

Mercedes: ¡La has matado! ¡Tú, sí, tú; tú la has matado sucio diablo! ¡No te

acerques a mí, Satán! ¡No te me acerques!

Ángel: Yo solo…

Mercedes: ¡Que te calles! Ya has dado bastante sufrimiento a esta familia, ¡hijo

de puta! (se acerca a Ángel y lo señala con el dedo índice) tus tácticas son

efectivas, sucio diablo, ¡hasta me haces blasfemar! Ya está, ya lo tienes todo.

Ya has cumplido tu objetivo ¿no? ¡Llevarte a mi niña!

Ángel: ¡Basta! ¡No vengas de víctima ahora después de todo lo que le hiciste

sufrir!

Mercedes: ¿¡Sufrir yo!? ¿ Y me lo dices tú, que me la arrancaste de los

brazos?

Ángel: ¡Se fue ella! ¡Ella! ¡No te soportaba! ¡Acéptalo ya!

Mercedes: ¡Cállate, Satán! ¿Cómo tienes la decencia de asesinarla y luego

decirme esto?

Ángel: ¡Que no está muerta!

Mercedes: ¡Madura, niñato consentido! ¡Madura! Está muerta, ¡muerta! ¡Más

que muerta! ¿En coma? ¡Já! Lo mismo me dijeron con Alberto y ahí está,

criando malvas.

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Ángel: Deja de sacar la muerte de tu marido para todo. Fue una desgracia,

pero no puede servirte de excusa para todo.

Mercedes: ¿Excusa? ¡¿Excusa?! ¡Ojalá te pasara a ti algo parecido!

Ángel: ¿¡Algo parecido?! ¡¿Y esto qué cojones es, eh?! Esta es la Mercedes

que conozco, ¡al fin! Deseando la muerte de su hija.

Mercedes: ¿Desear la muerte de mi hija? ¿Cómo voy a desear la muerte de

alguien a quien ya han asesinado!

Ángel: ¡Yo no he matado a nadie!

Mercedes: ¿Eso es Cristina para ti? ¿¡Nadie!? ¿Tan poco te importaba su vida

que has podido acabar con ella con tal sangre fría?

Ángel: Yo… solo quería que fuéramos felices.

Mercedes: ¡Espabila, niñato! ¡Esta es la vida, asesino! ¡Así es la vida!

Ángel: ¡Yo la quiero más de lo que la has querido tú en toda su vida!

Mercedes: ¿¡Ah sí?! Pues dime, ¿quién la tuvo nueve meses en su vientre eh,

quién? ¿Quién le dio de mamar durante más de un año y la ha criado hasta

que se la han quitado de las manos? Dime ¿¡Quién?!

Ángel: Tantos esfuerzos que has hecho, podrías haberle sacado alguna

sonrisa, que no le has hecho nunca feliz en tu vida de amargada que llevas.

Tan amarga es tu vida que se la amargaste a ella también. Claro, hasta que se

dio cuenta de que no tenía por qué aguantarlo, que podía tener lo que

mereciese.

Mercedes: Yo le he dado todo, niñato. ¡Le he dado todo!

Olga: ¡Callaos ya! ¿Podéis tener esta conversación en algún lugar alejado del

cadáver de mi difunta hermana?

Ángel: Tranquila. Yo ya me iba. Ah, y está viva.

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Mercedes: ¡Sí, vete! ¡Vete! Y no vuelvas nunca más, no quiero volver a verte

en mi vida. Por favor, ten al menos ese respeto hacia la familia de tu asesinada

y no vuelvas nunca más por aquí.

Ángel: Adiós.

(Ángel sale de escena y quedan Olga y Mercedes delante de Cristina).

Olga: ¿Por qué siempre tienes que relacionarlo todo con la muerte de papá?

Mercedes: ¿No lo ves, Olga? Desde que se ha ido, todo ha ido de mal en peor.

Era cuestión de tiempo que una de las tres acabáramos con él, supongo que a

la que más echaría de menos era a su pequeña Cristina.

Olga: Si tan solo os hubierais llevado un poco mejor…

Mercedes: ¿Estás inculpándome?

Olga: No, pero…

Mercedes: ¡Pero nada! ¿Debo recordarte quién llevó a tu hermana bajo los

brazos de Satán?

Olga: Que yo los presentara no tiene nada que ver.

Mercedes: ¿No? Pues mira lo que has conseguido, cariño. Ahí está, delante de

nosotras. Muerta.

Olga: Qué ruin eres mamá.

Mercedes: ¿Ruin? ¿Acaso he dicho alguna mentira? Tú la has llevado a esto.

Olga: Yo, Ángel, papá, hasta Dios son culpables según tú.

Mercedes: ¿Qué dices?

Olga: No digo nada, mamá. Solo que, en vez de buscar culpables ajenos a ti,

ya va siendo hora de que seas algo más autocrítica. ¿Diste a Cristina el

cuidado que merecía tras la muerte de papá?

21El anhelo del ángel

Page 22: El anhelo del ángel

Mercedes: Yo os he dado todo, Olga. Os he dado todo lo que he podido. He

trabajado noche y día, de sol a sol, para que estuvierais bien. He hecho todo lo

que he podido.

Olga: Has hecho todo y, sin embargo, das por muerta a tu hija antes siquiera

de que te informen sobre el estado en el que se encuentra.

Mercedes: ¡Está muerta Olga, y lo sabes! Ya caí cuando me dijeron que Alberto

podía sobrevivir. Ya perdí la esperanza una vez, ya me rompieron en mil

pedazos una vez. No quiero volver a ello. Así es la vida, hija mía, y lo sabes

mejor que nadie.

Olga: Lo sé, mamá. Es solo que… no lo entiendo.

Mercedes: ¿Qué es lo que no entiendes?

Olga: Ángel. Pese a estar afectado, malherido y habiendo vivido todo esto en

primera persona… cree realmente que está viva. Parece creer que despertará.

No entiendo como puede ser tan iluso.

Mercedes: Cuando se quiere en esas edades, cariño, toda ilusión es poca. Te

crees el rey del mundo, crees que puedes conducir a una velocidad

desproporcionada por la carretera y crees que, pese a que lo estés viendo con

tus propios ojos, todo acabará saliendo bien. Esta será la primera vez que verá

la realidad. Ese Satán asesino y asqueroso aprenderá por las malas.

Olga (retirándose de la camilla y dirigiéndose a la puerta): Necesito tomar el

aire.

(Olga sale de escena y se encuentra con Ángel, que espera en el pasillo del

hospital).

Olga: Hola.

Ángel (sin dejar de mirar a la pared): Hola, pepinillo.

Olga: No me llames así.

Ángel: Vale, pepinillo.

22El anhelo del ángel

Page 23: El anhelo del ángel

Olga: ¡Para! Tú y yo ya no somos amigos, deja de llamarme así.

Ángel: Vale, pepinillo.

Olga (después de una breve pausa): ¿Está viva?

Ángel: Claro que lo está. Respira, escucha, siente.

Olga: ¿Crees que saldrá de esta?

Ángel: No conozco a nadie más capaz de salir de algo así.

Olga: ¿Y si no lo hace?

Ángel: Lo hará.

Olga: ¿Cómo estás tan seguro?

Ángel: Confío en ella.

Olga: ¿Y crees que ella debió confiar en ti?

Ángel: No. Pero lo hizo.

Olga: Y así ha acabado.

Ángel: Ya.

Olga: Nunca pensé que fueras capaz de algo así.

Ángel: No sabes lo que pasó.

Olga: Pues explícamelo.

Ángel: ¿Para qué? ¿Para que me llames asesino al igual que la hipócrita de tu

madre?

Olga: No faltes el respeto a mi madre. Y explícamelo.

Ángel: ¿No os han contado ya como fue el accidente?

Olga: Quiero que me lo cuentes tú.

Ángel: Me estaba chupando la polla y me comí un camión.

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Page 24: El anhelo del ángel

Olga: Gilipollas.

Ángel: Dime algo que no sepa.

Olga: Te conozco desde hace diez años. Siempre has conducido de maravilla.

¿Qué te pasó?

Ángel: No lo sé.

Olga: Sigue así, que vas a quedarte completamente solo.

Ángel: Ya lo estoy, Olga. Cristina era todo para mí.

Olga: Y la has matado.

Ángel: Demasiado has tardado en llamarme asesino.

Olga: Lo eres.

Ángel: No está muerta.

Olga: No tardará en estarlo.

Ángel: Juro, Olga, juro por mi vida que saldrá viva de esta.

Olga: Tu vida no vale una mierda.

Ángel: Es lo único que me queda.

Olga: ¿Crees que estará bien?

Ángel: ¿Cómo?

Olga: ¿Crees que hay un paraíso, o un limbo, allá donde esté? ¿Crees que

estará bien?

Ángel: No está muerta.

Olga: ¿Pero crees que hay algo después de la muerte?

Ángel: Si tu madre me escuchara diciendo que no, probablemente me clavaría

una estaca en el corazón, sacaría todo el ajo de la despensa y me limaría los

colmillos.

24El anhelo del ángel

Page 25: El anhelo del ángel

Olga: En serio.

Ángel: No lo sé. Pero si existe el infierno, apuesto a que no es peor que esto.

Olga: Yo sí creo que hay algo más. No lo sé, quizás todos nuestros deseos se

cumplen o vivimos en una especie de ciudad entre las nubes junto a nuestros

seres más queridos.

Ángel: Para ser profesora especialista en matemáticas, parece que des

catequesis.

Olga: Vengo de una familia católica, ¿qué quieres? De todas formas, creo que

es la condición humana la que te hace pensar en que hay algo más.

Ángel: ¿La condición humana?

Olga: Sí. Piénsalo. Todos morimos algún día. Cristina, por ejemplo, a tus

manos, sucio cabrón… Bueno, que todos morimos algún día. Y si creyéramos

en que no hay nada detrás, que es el sueño eterno, ¿para qué vamos a sufrir

en vida? Si nuestros actos en vida no tienen consecuencias una vez dejamos

de respirar, ¿para qué nos comportamos correctamente? ¿Civismo? Somos

animales sociales. En serio, si no pensáramos en que hay algo detrás y que

nuestros actos repercuten directamente en ello, no haríamos nada de lo que

hacemos. Mataríamos, violaríamos y robaríamos sin más, si la condición

humana no nos dijera que hay algo más, no existiría la conciencia social.

Ángel: Puede que estés en lo cierto. Aun así, no creo que este sea el mejor

tema para hablar en nuestra última conversación.

Olga: ¿Última conversación?

Ángel: Va, pepinillo, lo sabes perfectamente. Una vez nos marchemos, tú con

tu madre y yo con el espíritu santo, no nos volveremos a dirigir la palabra

nunca más. Esta es nuestra última conversación, no importa los años que

hayamos pasado siendo culo y mierda. Me tendré que ocultar de vuestra

familia y tú no querrás, tú no podrás, verme ni en pintura.

25El anhelo del ángel

Page 26: El anhelo del ángel

Olga: Tienes razón. Pero ¿sabes qué? No me gustan las despedidas. Y diez

años no son nada cuando la muerte de una hermana está por medio. Así que

hasta siempre, cuñado.

Ángel: Hasta siempre, pepinillo.

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Page 27: El anhelo del ángel

Escena 6:

(Ángel está sentado en el sofá de casa, con los ojos cerrados como si se

hubiera quedado dormido allí. Sobre la mesa de delante, se encuentran

botellas de whiskey, marihuana y agujas. Suena el timbre).

Ángel (despierta de golpe al escuchar el sonido): ¡No hay nadie en casa!

(Vuelve a sonar el timbre).

Ángel: ¡Que no hay nadie en casa, id a vender enciclopedias a otro sitio, joder!

Dani: ¡Soy yo, Ángel! ¡Abre la puerta, anda!

Ángel: ¿Dani? ¿Qué coño haces tú aquí?

Dani: ¿Así es como recibes a tus amigos? ¡Ábreme anda!

(Ángel recoge toda la mesa rápidamente y lo guarda todo revuelto en una caja

cerrada que coloca al lado del sofá).

Dani: ¿¡Ángel?! ¡Abre tío!

Ángel: ¡Ya voy, joder!

(Ángel abre la puerta).

Dani: ¡Ven aquí cojones! ¡Cuánto tiempo, tío! Desde mayo o así que no te veo,

¿cómo te trata la vida? Uff ya veo que mal eh, vaya cara tienes, macho.

Ángel: ¿Qué has venido a buscar?

Dani: ¿Buscar? ¿Es que tengo que buscar algo para visitar a mi mejor amigo?

Ángel: Han pasado cuatro meses desde que pasó lo de Cristina. ¿Y no te has

dignado en pasarte hasta ahora?

Dani: Estaba liado tío, ya sabes que llevo una vida dura.

Ángel: ¡Uy sí, durísima! De fiesta en fiesta y tiro porque me toca.

Dani: Pues eso…

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Page 28: El anhelo del ángel

Ángel: Vete a la mierda, anda.

Dani: Va coño, ¿qué te pasa?

Ángel: ¿Que qué me pasa? ¿Que qué me pasa? ¡Serás gilipollas! Cristina está

en coma y no te has dignado en aparecer hasta ahora. Ni una llamada ¡nada!

Dani: Te mandé un whatsapp.

Ángel (saca el móvil y lee): “Ey Ángel, que me he enterado tío. Debe de ser

duro, bueno, que lo siento y tranquilo, que todo saldrá bien”. ¡Menudo apoyo,

eh!

Dani: También tenía emoticonos de caritas tristes.

Ángel: El de la flamenca te voy a poner yo. ¡O mejor! El de la mierda sonriente,

que eso es lo que eres: ¡Un mierda!

Dani: Eh tío, relaja. Que he venido a apoyarte.

Ángel: ¿Crees que necesito tu ayuda, que lo que precisamente necesito es tu

ayuda?

Dani: Hombre, mírate tío. Estás hecho polvo. Mira cómo vas vestido, mira cómo

tienes el piso…

Ángel: Lo tendré como me salga de la polla. No tienes que venir a decirme tú

como tengo que organizar mi vida.

Dani: Yo solo quiero que salgamos a tomar unas birras o algo joder, como en

los viejos tiempos.

Ángel: En los viejos tiempos éramos amigos.

Dani: ¿Y ahora no? Venga Ángel, que ya sabes que te considero una persona

muy importante en mi vida.

Ángel: Y yo lo hacía, y tanto que lo hacía. Hasta que me demostraste cómo

eres en realidad.

Dani: Oye, si esto es por lo de Olga deberías olvidarlo ya.

28El anhelo del ángel

Page 29: El anhelo del ángel

Ángel: No Dani, eso me la suda. Me da igual que seas un cabrón y que le

pusieras los cuernos cinco veces mientras le prometías el oro y el moro.

Dani: Técnicamente fueron cuatro.

Ángel: ¡No me importa! Tiraste tu perfecta vida por la borda con eso, no la mía!

No es eso lo que me ha demostrado lo ruin que puedes llegar a ser.

Dani: No me hables así tío, yo solo quería estar de buenas y pasar el rato

contigo.

Ángel: No… lo que me demostró a cuanto puedes llegar es lo que has hecho

los últimos meses. Sabes lo que acaba de pasarme, sabes que Cristina está en

coma y sabes que a mí me han tenido que operar. Sabes que estoy

destrozado, sabes que era mi vida y me la he cargado tío, sabes que soy un

asesino, ¡un suicida! y que he estado solo desde entonces. Sabes que mis

padres no me hablan desde hace mucho y tampoco se dignarían a dirigirme la

palabra por algo así. Lo sabes todo de mí, y sin embargo, ¡chás! Si te he visto

no me acuerdo.

Dani: Lo siento, ¿vale? Lo siento. Durante los últimos meses el trabajo en el

taller ha aumentado mucho y…

Ángel: ¡Y nada, Dani! Y tenías a tus putitas a las que atender, ¿Eso es, no?

Dani: No (pausa breve). Mi padre ha muerto Ángel. Hace dos meses.

Ángel: ¿Qué?

Dani: El cáncer se desarrolló en verano y… hasta aquí.

Ángel: ¿Por qué no…?

Dani: Cristina acababa de caer en coma, joder. ¿Cómo quieres que encima te

dijera algo así? Sé lo mucho que querías a mi padre.

Ángel: ¡Por eso! Fue como un segundo padre para mí ¡y ni siquiera me he

enterado de su muerte!

29El anhelo del ángel

Page 30: El anhelo del ángel

Dani: Lo siento Ángel, de verdad. No me sentía yo tampoco muy animado para

decírtelo. Creí que, quizás, Olga te lo comentaba.

Ángel: No hablo con nadie de la familia de Cristina. Me consideran un asesino.

Dani: Bueno, supongo que estamos en las mismas, entonces.

Ángel: ¿Dónde está enterrado?

Dani: Le incineramos. Quería que repartiéramos las cenizas en Cornellá-El

Prat. No era forofo el tío…

Ángel: Un periquito como pocos.

Dani: Sí.

Ángel: ¿Te ha afectado mucho?

Dani: ¿El qué?

Ángel: ¿Qué va a ser? Su muerte.

Dani: Bueno, supongo que, de alguna forma, me lo esperaba. Siempre ha

fumado como un cosaco y desde que le detectaron el cáncer sabíamos que no

iba a salir ileso de esta. Pero… es un padre, al fin y al cabo.

Ángel: Deberías haberme avisado…

Dani: Ya lo sé, joder. Me cagué, supongo. No sabía cómo mirarte a la cara con

lo de Cristina mientras te decía que se acababa de morir mi padre. ¿Cómo

estás tú?... aunque ya lo veo.

Ángel: No me hagas contestar a eso.

Dani: Pero saldrá de esta, Ángel. Saldrá de esta. Y no eres un asesino, no está

muerta. Sobrevivirá. Además, tú no tienes la culpa de lo que pasó.

Ángel: Iba demasiado rápido.

Dani: ¿Y qué? ¿Cuánta gente va así? ¿Cuántas veces hemos ido así y no ha

pasado nada? ¿Qué diferencia hay entre 120 y 150, Ángel?

30El anhelo del ángel

Page 31: El anhelo del ángel

Ángel: Un camión. Esa es la diferencia.

Dani: Pero no puedes quedarte así, Ángel. Te conozco, sé que tienes fe, y

conozco a Cristina, sé que sobrevivirá.

Ángel: Lo hará, pero jamás volverá a ser lo mismo.

(Breve pausa).

Dani: Anda, ya voy yo a por un par de birras, que veo que tú no te vas a mover

(Dani se levanta).

Ángel: ¡No!

(Dani tropieza contra la caja que hay al lado del sofá. De esta salen las agujas,

la marihuana y las botellas de alcohol).

Dani: ¿Qué es esto, tío? (Ángel empieza a recogerlo).

Ángel: ¡Nada! ¡No es nada, joder!

Dani: Whiskey, maría… ¿qué coño es esto, tío? (coge una aguja) ¿Es una

aguja? ¿Te pinchas?

Ángel: ¡No! O sí, soy diabético ¿vale? Déjame en paz.

Dani: Ángel, te conozco desde hace bastante ya como para saber que no

tienes diabetes.

Ángel: ¡Que sí!

Dani: ¿Te estás drogando?

Ángel: No.

Dani: En serio tío, ¿te estás drogando?

Ángel: Bueno, vale, sí. Me fumo un par de porros de vez en cuando, como

hacíamos en el instituto. ¿Y qué?

Dani: Los porros me la sudan Ángel, ¿pero y esto?

31El anhelo del ángel

Page 32: El anhelo del ángel

Ángel: ¿Qué? ¿Whiskey? ¿Qué pasa? ¿No se puede meter uno un cubata de

vez en cuando o qué?

Dani: ¿Heroína? ¿Te estás pinchando? ¿En serio? Joder Ángel, mira que has

tenido cosas malas a veces, pero nunca has sido un adicto. Tienes un

problema Ángel, esto hay que tratarlo.

Ángel: ¡Déjame, joder! ¡Te acabo de decir que no me meto nada! Además, no

vas a venir tú después de tanto tiempo a decirme qué tengo o qué no tengo

que hacer.

Dani: ¡Me importas, Ángel! Y no pienso quedarme parado mientras veo que te

pudres en tu casa metiéndote de todo. No me considerarás tu amigo, pero tú

eres el mejor que tengo y me importas lo suficiente para que no permita este

tipo de cosas.

Ángel: ¿Pero qué vas a venir a decirme tú? Si te has metido las más grandes

farras en Ibiza, ¡venga hombre!

Dani: Es diferente, Ángel. He sabido en todo momento qué es lo que hacía,

pero no puedes seguir así. Se te está yendo de las manos.

Ángel: ¡Déjame en paz!

Dani: Sé que lo de Cristina es duro, Ángel. Créeme, lo sé. Pero este no es el

camino, Ángel, este no es el camino.

Ángel: ¿Pero qué vas a saber tú, capullo?

Dani: ¿Qué pasará cuando despierte y te vea así, eh?

Ángel: Pasará lo que tenga que pasar, si despierta, claro. Además, seguro que

si lo hace no querrá verme ni en pintura, ¡he sido yo el que le ha hecho estar en

coma un montón de tiempo! ¿Te crees que, si despierta, va a querer saber algo

de mí? ¡Y una mierda!

32El anhelo del ángel

Page 33: El anhelo del ángel

Dani: Cristina nunca te dejaría y menos después de algo así. Estas cosas unen

más que separar. Y joder, ¡no te vayas por las ramas! Tienes que dejar esta

mierda tío.

Ángel: ¡Mira que eres pesado! Oye, coge las cervezas o vete a tu puta casa,

pero no me toques más los huevos con esto, que no es asunto tuyo.

Dani: Y mira lo irascible que estás… ahora mismo vamos tú y yo a alcohólicos

anónimos, drogados conocidos o adonde perras haga falta. No te voy a dejar

que te pudras, de esta forma, entre estas cuatro paredes.

Ángel: Mira, Dani, me tienes harto. ¿Crees que puedes venir después de tanto

tiempo y encima decirme qué hacer con mi vida? ¡Haré lo que me salga de la

polla! Si me quiero drogar, me drogo. ¡Tú no eres nadie para decirme nada!

¡Nadie puede hacerlo ya!

Dani: Ya lo creo que lo soy, voy a darte todo mi apoyo en esto, Ángel. Sé que

cuesta, pero te juro que saldrás de esta.

Ángel: ¿Darme tu apoyo? ¿Igual que se lo diste a tu padre, mientras veías que

se moría por el puto cáncer y le permitías seguir fumando como una chimenea?

Dani (tembloroso y muy nervioso, comenzando a llorar): No vayas por ahí,

Ángel…

Ángel: Te duele ¿verdad? Te duele que te digan la verdad a la cara y no seas

capaz de asumirla.

Dani: Cállate por favor…

Ángel: No hace falta ser un lince para ver que has sido una mierda de hijo. Que

después del cáncer seguiste yéndote de fiesta cada puta noche y no pusiste ni

una pizca de tu parte por echarle una mano a tu padre ¡nada! Si, en su día, le

ayudaba yo más, aconsejándole al respecto de lo que significaba esta mierda

del cáncer y los problemas que podía tener si seguía así. Y tú, mientras tanto,

sudando de todo, follando con esta u esta otra, saliendo por ahí y viajando con

el dinero que él mismo te daba.

33El anhelo del ángel

Page 34: El anhelo del ángel

Dani (comienza a llorar): Ángel, para…

Ángel: ¡No! Ya era hora de que alguien fuera sincero contigo, joder. No vales

una mierda como persona, y si te crees que ahora vas a aparecer en mi vida

para decirme que no me drogue o cualquier mierda similar, vas listo. Y ahora

vete de mi puta casa antes de que te eche a patadas.

Dani: Adiós, Ángel. Que te vaya bien.

(Dani, desconsolado, recoge sus cosas y sale por la puerta. Una vez Dani sale

de escena, Ángel golpea la pared unas cuantas veces, prepara una jeringuilla,

se sienta en el sofá y se inyecta la dosis perteneciente).

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Page 35: El anhelo del ángel

Escena 7:

(Escenario oscuro. Se escuchan pasos y, en cuanto comienzan las palabras,

se ilumina a los protagonistas).

Enfermera: Ya puedes salir.

Ángel: ¿Me han visto?

Enfermera: No. Tranquilo, me he asegurado de ello.

Ángel: Gracias de nuevo, no sé cómo agradecértelo.

Enfermera: No tienes por qué hacerlo.

Ángel: Y tanto que sí. ¿Cuánto tiempo va ya?

Enfermera: ¿Desde qué?

Ángel: Desde que me escondo. Soy consciente de que hace siete meses y

doce días ocurrió el accidente.

Enfermera: Pues unos seis, entonces… claro, desde que te operaron por última

vez.

Ángel: Eso me parecía…

Enfermera: ¿Cómo estás?

Ángel: ¿Tú qué crees?

Enfermera: De las lesiones, me refiero.

Ángel: Bien.

Enfermera: Me alegro.

Ángel: No las noto, la verdad. Tengo demasiadas cosas por las que

preocuparme antes que el estado de mi pierna o mi brazo.

Enfermera: No deberías sulfurarte tanto, Ángel.

Ángel: No eres mi madre para darme lecciones.

35El anhelo del ángel

Page 36: El anhelo del ángel

Enfermera: Lo siento…

(La enfermera abre la puerta y ambos entran en la habitación. Ella se pone a

cambiar el suero mientras Ángel se sienta en la silla de delante de la cama.

Pasan unos segundos antes de que vuelvan a hablar).

Enfermera: Es solo que…

Ángel (alzando la vista y con tono cortante): ¿Qué?

Enfermera: Nada…

Ángel: No, dime.

Enfermera: Es solo que… tu estado.

Ángel: ¿Mi estado?

Enfermera: Sí. Cada vez vienes con peores harapos, más ojeras, con el cabello

más largo...

Ángel: Ahora se lleva lo tirado ¿no? Con barbas y a lo loco.

Enfermera: No lo sé, las modas últimamente son bastante extrañas. Dicen que

hay gente que considera “cool” teñirse el pelo del sobaco de colores. ¿Te

imaginas? Un sobaco verde… ¡o rosa!

Ángel: Pues no te preocupes, que el mío sigue tan oscuro como siempre.

Enfermera: ¿Estás bien, Ángel?

Ángel: Mi novia sigue en coma después de más de siete meses. No, no estoy

bien. Es evidente.

Enfermera: Cristina estaría agradecida a que hicieras tanto por ella, Ángel.

Pero deberías avanzar. No puedes hundirte en tu propia miseria.

Ángel: ¿Has dicho estaría? ¡Está viva, joder! ¡No hables de ella como si no lo

estuviera!

36El anhelo del ángel

Page 37: El anhelo del ángel

Enfermera: Lo siento, de verdad… no lo decía en ese sentido. Está agradecida

de que la quieras tantísimo Ángel, estoy seguro. Pero no creo que le guste

verte de esta forma.

Ángel: ¡Estoy mejor que nunca, señorita, mejor que nunca!

Enfermera: Cuando viniste aquí estabas mucho mejor.

Ángel: Pues mira, será el invierno, que me trastorna. Ya llegará el próximo

verano. Y tranquila, que seguiremos estando aquí.

Enfermera: El estado de Cristina es variable, quizás despierte antes del verano

próximo o…

Ángel: ¡O quizás muera, ¿no?! ¡Dilo, valiente! Jódeme un poco más que aún no

lo estoy lo suficiente

Enfermera: Iba a decir antes de primavera. Desde que te vi por primera vez

creo que Cristina va a despertar, mantengo la esperanza.

Ángel: Pues serás la única, porque los médicos no cesan de decir que está

empeorando y que no saben cuánto tardará en morir, pero que acabará por

hacerlo.

Enfermera: Al igual que creo en la medicina, Ángel, pienso que existe algo

mucho más fuerte que la ciencia o la religión: El poder de las personas. Creo

que existe algo, en nuestro interior, que no entendemos. Pero que, sin

embargo, puede lograr cosas increíbles. Creo en ti, Ángel, y creo que si

mantienes tu fe ciega en que la situación se resolverá, todo saldrá bien.

Ángel: Ya no queda nada bueno en mí, enfermera. Nada. Todo lo bueno que

tenía se marchó en aquel accidente, y solo hay un motivo por el cual sigo en

pie ahora mismo.

Enfermera: ¿Cuál?

Ángel: Cristina. Al contrario que haces tú, yo no creo en mí. Doy verdadero

asco. Siempre daño a quien me rodea. Hice daño a mi madre al marcharme de

37El anhelo del ángel

Page 38: El anhelo del ángel

casa aun cuando era el único a quien tenía después de que el cabrón de mi

padre nos abandonara. Hice daño a la única persona que se preocupó por mí

desde el accidente cuando le eché de casa mintiéndole y diciéndole que no

había sido nunca un buen hijo, achacando que fuera un cabrón con su padre

cuando nunca fue así. He hecho daño a muchísima gente, enfermera, pero

ninguno como el que hice a Cristina aquel día. Sé que, cuando despierte, no

me lo perdonará, pero necesito ver su sonrisa una sola vez más. Y ese detalle,

ese nimio e ínfimo detalle, es el que hace que continúe vivo ahora mismo.

Enfermera: Nunca es tarde para enmendar nuestros errores, Ángel. Te lo dije el

primer día y te lo sigo diciendo: Eres un héroe. Y nada de lo que haya ocurrido

va a cambiar mi parecer. Tienes algo dentro de ti muy puro. No dejes que la

oscuridad te carcoma. Ángel, puedes con todo. Estoy segura de que cuando

Cristina despierte preferirá ver al hombre con el que iba a pasar los mejores

años de su vida antes que a alguien que ha lanzado la suya por la borda.

(Ángel se queda con la mirada perdida, sin mover ni un párpado ante lo que

dice la enfermera).

Ángel: Gracias.

Enfermera: No tienes por qué dármelas. Y sobre la familia de Cristina, no te

preocupes en absoluto. Cada vez es más difícil que te vean aquí.

Ángel: ¿Por qué lo dices?

Enfermera: Porque cada vez vienen menos. Ya solo se pasa su madre una vez

cada dos semanas y su hermana poco más.

Ángel: Olga no me preocupa, es Mercedes la que, si me ve, seguramente tome

represalias.

Enfermera: Qué asco de mujer, y perdona… es que me parece… como muy

falsa. Vale, es su hija y todo lo que tú quieras, pero sus lágrimas parecen más

de plañidera que las de una madre que realmente ha perdido lo que más

quería. Además, me da rabia como la da por muerta… nadie tiene tu

convicción.

38El anhelo del ángel

Page 39: El anhelo del ángel

Ángel: ¿Mi convicción? ¿La de un tío que se hunde en la miseria tras haber

medio asesinado a la única persona que podía sacarle una sonrisa?

Enfermera: La de un enamorado que daría todo por enmendar sus errores y

convertirse en el buen hombre que en realidad es en su interior.

Ángel: No entiendo cómo puedes verme con tan buenos ojos.

Enfermera: Será que tengo un don especial para ello.

Ángel: Sí, el don de juntarte con quien no debes.

Enfermera: Eh, que yo no me junto con nadie, ¡yo solo soy una enfermera de

Sant Joan de Déu!

Ángel: Eso digo yo… ¿Eres tan amiguita de todos los visitantes del hospital o

qué pasa?

Enfermera: Hmm… Podría decirse que eres mi primera víctima.

Ángel (murmurando): Rezo porque la próximas tengan un poquito más de

suerte…

Enfermera: ¿Qué?

Ángel: Nada, nada.

Enfermera: Bueno, yo ya he acabado aquí. Os dejo un rato a solas, ten cuidado

y no te quedes dormido que luego me toca limpiarte la babilla.

Ángel: Tranquila, me mantendré en pie (saca el libro de la primera escena).

Enfermera: Siete meses y sigues con el mismo libro...

Ángel: Le he leído otras cosas, pero en momentos como estos necesito contar

esta historia.

Enfermera: Hmm… ya veo. Nos vemos pronto, Ángel. Y, esto… dúchate.

Ángel (después de olisquearse): Esto… ¿vale?

39El anhelo del ángel

Page 40: El anhelo del ángel

Escena 8:

Empleada: Su nombre, por favor.

Ángel: Ángel Fernández Picó.

Empleada: ¿DNI?

Ángel: 470…

Empleada: No, no, que me lo deje. Necesito corroborar su identidad.

Ángel: Vamos Amelia, que llevo trabajando aquí tres años.

Empleada: ¿Ah sí? Pues no me suena que nunca haya estado en esta

empresa. Me extraña, de hecho.

Ángel: ¿Ha terminado ya de corroborarlo o no?

Empleada: ¿Puede tener un poco de paciencia, caballero?

Ángel: ¿De verdad hace falta todo esto para una reunión a la que he sido

convocado?

Empleada: ¿Quiere verse con el Señor Farré o no?

Ángel: Hombre, pues si pudiera escaquearme…

Empleada: Pues mire usted por donde, no puede. Pase a la sala de espera y

allí le llamarán.

Ángel: ¿Esto es una oficina o urgencias?

(Ángel se sienta en una silla a esperar su turno junto a un par de mujeres que

están a su lado).

Ángel: Perdone, ¿tiene un clínex?

Mujer: Sí, claro, un momento (la mujer rebusca en su bolso hasta encontrar un

pañuelo, que luego tiende a Ángel).

40El anhelo del ángel

Page 41: El anhelo del ángel

Ángel: Muchas gracias (Ángel se empieza a sonar con el pañuelo y nota que

empieza a salírsele sangre de la nariz, que chorrea por el suelo).

Mujer: ¡Oh! ¿Está usted bien?

Ángel: Sí, claro. No se preocupe, voy al lavabo.

(Ángel sale de la habitación y en ese momento entra Rodrigo).

Rodrigo: Ángel Fernández Picó. ¿¡Ángel!?

Mujer: Perdone buen hombre, si la persona a la que busca es un chico joven

con ojeras y cabello negro se ha marchado ahora mismo al lavabo, que le

sangraba la nariz. Supongo que no tardará en volver.

(Rodrigo frunce el entrecejo y se lleva las manos a la cintura, claramente

enfadado).

Rodrigo: Díganle que entre en cuanto esté bien.

Mujer: Así lo haré, no se preocupe.

Rodrigo: Gracias.

(Rodrigo vuelve a salir de la habitación al dirigirse a su despacho. En ese

momento vuelve a entrar Ángel).

Ángel: Ufff… parece que ya está. No tendrá otro clínex, ¿no?

Mujer: Sí, claro. Quédate el paquete, que solo me quedan dos.

Ángel: Gracias, soy propenso a las hemorragias nasales.

Mujer: Por cierto, acaba de salir un hombre calvo preguntando por usted, creo

que es un pez gordo.

Ángel: Vamos no me jodas... (Ángel se incorpora y sale a toda velocidad hacia

el despacho). Muchas gracias, ¡hasta luego!

(Ángel entra en el despacho a toda prisa. Rodrigo ya está sentado en su sillón,

contemplando sorprendido la desastrosa aparición de Ángel).

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Page 42: El anhelo del ángel

Rodrigo (con una ironía que mantiene durante toda la escena): Adelante, no se

corte. Puede pasar cómo quiera, no me pilla desprevenido ni nada.

Ángel: ¡Lo siento, de verdad! He tenido un percance y he venido todo lo rápido

que he podido, mis más sinceras disculpas (Ángel se sienta en la silla de

invitados).

Rodrigo: Y coja asiento, ¡cómo no! Aquí está el señor Rodrigo Farré para

servirle.

Ángel: Ah, ¿es una presentación? Pero si ya nos conocíamos, Rodrigo. No sé

qué le pasa hoy a todo el mundo que no me reconoce. Bueno, Ángel

Fernández para servirle también (Rodrigo le observa sorprendido

negativamente y murmura un “Vaya Idiota” para sí mismo).

Rodrigo: Está bien… ¿y a qué se debe la demora, si no es mucha intromisión?

Ángel: Ah, nada, que me sangraba la nariz. Soy propenso a las hemorragias

nasales.

Rodrigo: Ya veo… de hecho, le queda un poco que limpiarse.

Ángel: ¡Perdone! Con las prisas… ¿aquí?

Rodrigo: No, más a la derecha.

Ángel: A ver… ¿aquí?

Rodrigo: Sí, digamos que ahí está bien.

Ángel: Vale, perdone.

Rodrigo: En fin, a lo que vamos. Según lo entendido, su baja laboral caducó el

mes pasado, ¿no es así?

Ángel: Efectivamente.

Rodrigo: Sin embargo, desde que caducara, no ha venido a trabajar en…

dieciocho días. Dieciocho de veinticuatro. ¿Qué ocurre, hubo seis días que se

levantó con buen cuerpo o qué?

42El anhelo del ángel

Page 43: El anhelo del ángel

Ángel: Aún no estoy recuperado y necesito una nueva baja. He intentado

pedirla pero no me la han concedido.

Rodrigo: Según tengo entendido, su baja se debía a que, tras un accidente

automovilístico causado por usted mismo, sufrió varias fracturas. ¿Tan graves

fueron como para que actualmente no pueda usted atender a sus

responsabilidades?

Ángel: En el accidente quedó mi mujer en coma, ese es el motivo por el cual se

alargó.

Rodrigo: Según tengo entendido, usted no está casado.

Ángel: No importa, mi novia.

Rodrigo: Oh, señor. Sí que importa, la cosa cambia mucho cuando uno está

casado, se lo dice servidor. De cualquier manera, a no ser que haya

despertado y haya utilizado estos días para celebrarlo o bien haya,

desgraciadamente, fallecido, no entendemos el motivo por el cual su ausencia

se ha prolongado tanto tiempo.

Ángel: Cristina lleva diez meses en coma y tengo una depresión por ello. ¿Qué

no entiende?

Rodrigo: No le han dictaminado ningún tipo de depresión, por desgracia usted

no es médico para realizar un diagnóstico propio. En cuanto a lo que dice de

estar triste… según sus pupilas dilatadas y sangrado nasal, me parece que se

trata de algo bien distinto lo que le ocurre.

Ángel: ¿Qué está insinuando?

Rodrigo: No le insinúo absolutamente nada, señor Fernández. Le afirmo. No sé

si recuerda que al volver a la actividad profesional que tan a la torera se ha

tomado, le realizaron un análisis completo para ver su estado de salud tras la

prestación de incapacidad laboral.

Ángel: Sí, ¿y?

43El anhelo del ángel

Page 44: El anhelo del ángel

Rodrigo: Ha dado positivo en casi todas las substancias prohibidas, y con

números espeluznantes. Le felicito, oye, es un récord. No recuerdo ningún

resultado así en toda mi carrera profesional.

Ángel: ¿Qué? Debe de ser un error, Señor Farré, no entiendo lo que puede

haber…

Rodrigo: No hay ninguna duda. Hemos comprobado todo y es su propia

sangre, aunque no hay más que verle la cara para darse cuenta de la situación.

Ángel: Y… ¿esto qué significa?

Rodrigo: Que te subimos el sueldo, ¡no te joroba!

Ángel: No puede hacerme esto, Rodrigo, no puede…

Rodrigo: Lo siento mucho, pero lo he atestiguado con mis propios ojos y es mi

deber hacer lo propio.

Ángel: Rodrigo, por favor, es una mala racha… le juro que no volverá a pasar,

¡por favor!

Rodrigo: Por supuesto que no volverá a pasar. Está usted despedido.

Enseguida le adjunto el papeleo correspondiente.

Ángel: ¿Qué? El sueldo que tengo es el único sustento que me queda para

vivir, ¿qué puedo hacer ahora? ¡Me dejáis en la calle!

Rodrigo: Es una pena, de verdad. Si hubiera venido usted todos los días que le

pertenecían trabajar después de la finalización de la baja laboral, seguramente

ni hubiéramos revisado la analítica. Aun así, prefirió arriesgarse y lamento

decirle que su estrategia le ha salido rana.

Ángel: Pero… no puede ser. Trabajaré cuanto quiera, por el dinero que quiera.

¡De verdad! Pero no puede echarme, Rodrigo. Por favor.

Rodrigo: Ya le ha costado usted suficiente a la empresa, no se pueden seguir

permitiendo gastos innecesarios.

44El anhelo del ángel

Page 45: El anhelo del ángel

Ángel: ¡Es una multinacional millonaria! ¿De verdad le importa el sueldo de un

solo empleado? ¡Me arruina la vida! ¡Mi mujer está en coma, joder!

Rodrigo: Novia, si se me permite la corrección. En el caso, por supuesto, de

que despierte y desee continuar con usted.

Ángel: ¡No vuelva a meterse en esto!

Rodrigo: Perdone, entonces, mi indiscreción. En nada le preparo todo lo que

debe firmar.

Ángel: ¡No pienso firmar nada! ¡Les denunciaré! ¡Denunciaré a la empresa por

lo que estáis haciendo y os sacaré un pastizal!

Rodrigo: Oh, no se preocupe, a mí no me sacará usted nada. Puede denunciar

si lo desea, está en su derecho. Si me lo permite, sin embargo, me gustaría

decir que tendrá pocas posibilidades de ganar en un juicio al tener los

resultados de la analítica y la ficha que corresponde a los días trabajados en el

último mes.

Ángel: ¡No podéis hacerme esto, de verdad! ¡No podéis, por favor! Lo estoy

pasando realmente mal. No podéis hacerlo... ¡Cambiaré, os juro que cambiaré

y volveré a ser el de siempre!

Rodrigo: ¡Mírese! Debería estar en un centro de desintoxicación desde hace

meses. Como siga así no perderá únicamente su empleo, sino también su

hogar y hasta su vida. ¿Está viviendo usted solo?

Ángel: ¡Y a ti qué te importa! Y sí, estoy solo.

Rodrigo: Pues debería marcharse con algún familiar o amigo. Tuve un primo

heroinómano y hasta que no sintió el calor de los suyos no pudo salir de su

adicción. Por cierto, ahora trabaja en esta empresa.

Ángel: ¡Yo no tengo a nadie! ¿Entiende? ¡A nadie! La única conexión social

que tenía era en el trabajo y ahora me la arrebatáis como buitres, ¡que eso es

lo que sois, buitres!

45El anhelo del ángel

Page 46: El anhelo del ángel

Rodrigo: Teniendo en cuenta su poca actividad profesional, le diría que

tampoco es que pudiera ver en el trabajo una gran escapatoria emocional ni

social. Seis días en algo más de un mes no es demasiado, que digamos.

Ángel: ¿Puedes escucharme por una vez? ¡No tengo a nadie! Lo último que

necesito es que un calvo que tiene la vida resuelta y no ha pasado hambre en

su vida me diga lo que tenga que hacer.

Rodrigo: Lo llevo rapado. Y debería usted dejarse aconsejar un poco más.

Quizás sea ese su problema, que no escucha a los demás. Sin contar que se

droga como un gitano de las 3000 viviendas, por supuesto, pero ese es otro

tema.

Ángel: Escucho a quien tengo que escuchar. Y la única persona por la que mi

vida merecía la pena está en coma por mi culpa. Por mi puta culpa. ¿Queréis

dejar todos de pseudoaconsejarme a la vez que me jodéis la vida?

Rodrigo: No soy consciente de a quien más se refiere, pero el finiquito que le

vendrá por el despido tampoco será mísero, podría utilízalo para curarse de

su… ¿enfermedad? Bueno, no le llamemos así que todavía le tendremos que

ampliar la baja. Su obsesión, sí, así mejor. A no ser, por supuesto, que decida

no firmar, y debamos recurrir a poderes mayores que pueden incluso revertirle

lo recaudado por la baja laboral.

Ángel: Trae de una puñetera vez los papeles. No te quiero ver la cara nunca

más.

Rodrigo: Espero no tener que vérsela yo a usted tampoco, señor Fernández.

Aunque cuando sea un vagabundo no dudaré en darle veinte céntimos para

que ahorre para una litrona, no se preocupe.

(Rodrigo pone los papeles correspondientes sobre la mesa).

Rodrigo: Usted deberá firmar aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y… aquí.

Ángel: Déjame leerlo, al menos.

46El anhelo del ángel

Page 47: El anhelo del ángel

Rodrigo: Como desee, aunque dudo que entienda usted mucho de lo que esté

leyendo.

Ángel: Soy graduado en Relaciones Laborales, imbécil.

Rodrigo: Ah, ¡usted perdone! Con ese lenguaje soez uno le confunde con un

cualquiera.

Ángel: Cállate ya.

Rodrigo: Lo haría encantado, pero me gustaría recordarle que le está

sangrando la nariz otra vez y no me gustaría que manchara la madera de nogal

de la mesa.

Ángel (mientras limpia su nariz): ¿Se puede ser más pijo y arrogante?

Rodrigo: Le aseguro yo que sí. Por cierto, ¿hace cuánto que no se ducha,

señor Fernández?

Ángel: Desde el último polvo que eché con tu madre.

Rodrigo: A su amiguita en el limbo no le hará mucha gracia su relación secreta.

Ángel: Repite eso y morirás.

Rodrigo: Podría sumar “amenazas a los altos cargos” como motivo de su

despido.

Ángel: Ya está. Firmado.

Rodrigo: Muchas gracias, que le sea leve.

47El anhelo del ángel

Page 48: El anhelo del ángel

Escena 9:

Drogadicto 1: Illo, pasa el litro.

Drogadicto 2: Sí hombre, que es mío.

Drogadicto 1: Pasa el litro, cohones.

Drogadicto 2: ¡Que no, jope! Me ha costado el sueldo de la mañana, ¡es mío y

de nadie más!

Drogadicto 1: ¿Qué dices tú ahora del sueldo? Acuéstate canío, que has

vendio cuatro paquete de clínes y ya te crees aquí Amansio Ortega.

Drogadicto 2: ¿Eh? Yo me llamo Eustaquio Ramírez Hernández. ¡Tíiiiio! ¿No

tendrás alzheimer de ese, no? ¡No me jodas, macho! Bua bua, como te pase

como a mi tía te vas a cagar, literalmente. Que ahora no te acordarás de cómo

me llamo, ¡pero es que te vas a olvidar hasta de para qué sirve el váter! Bua

bua, verás tú como te tengan que poner dodotis de esos…

Drogadicto 1: ¿Pero qué dices ahora, cacho maharón? ¿Qué voy a tener yo

alzheimer ni chuminás de esas? Anda, trae pacá el litro, ni que sea pa un

buchito. (Drogadicto 1 quita la botella de las manos de Drogadicto 2).

Drogadicto 2: Bueno… vale, pero bebe solo un poquito que te conozco y tú te

emborrachas muy rápido.

Drogadicto 1: ¡Pos no hace ni ná de la última vez que cogí una buena tajá!

Drogadicto 2: No hará tanto… que me acuerdo yo que te tuve un día que llevar

a casa de la Jenny porque te había dado un estilismo de esos.

Drogadicto 1: Coma etílico, canío, lo que viene siendo un cebollazo, vamos.

Amá, que eso fue hace por lo menos… ¿cuánto hace que lo dejé con la golfa

esa?

Drogadicto 2: Pues yo que sé…

48El anhelo del ángel

Page 49: El anhelo del ángel

Drogadicto 1: Bueno, que una jartá. ¿Te puedes creer, canío, que no jinco

desde que lo dejé con la Jenny?

Drogadicto 2: Pues yo hace… mucho.

Drogadicto 1: Hay que ver, sosio. Lo que tendríamos que hacer tú y yo es salir

a comernos el mundo, cohones. Hacernos con dos gachís de las más altas

esferas, ya sabes, de esas que salen en los videoclipses de Bisbal, y

jincarnoslas como si no hubiesen mañanas. Que no nos comemos ni el miahón,

canío, y eso no puede ser asín.

Drogadicto 2: Ni que fuera tan fácil, jopetas. La última vez que estuve yo con

una chica me sacó más de 8.000 pesetas... y hace… ¿diez años? del euro. No,

espera. Si el euro fue en el 2.000 ¿o era en 2.003? Bua bua que no me

acuerdo… sí sí, a ver, estaba en Menorca. Porque yo antes vivía en Menorca

¿lo sabías no? Y… ¿de qué estábamos hablando?

Drogadicto 1: Joé, cabesa, po de que mojas tú el churrele menos que el menda

(da un trago largo a la cerveza). Hostias niño, esto está flama. ¿Qué és, agua

derroshá de esa del Cortinglé?

Drogadicto 2: Tíiiiiio ¿no reconoces el sabor? ¡Ya sabes que yo solo bebo

cruzcampo!

Drogadicto 1: ¡Eso, eso! ¡Como debe ser, cohone! Fítetu, que el otro día fui

ancá Benito ¡y no tiene otra cosa que darme el tío que Estrella Galicia! ¿M’has

visto tú cara peregrino ni ná?

Drogadicto 2: Que va, yo te hacía más africano… o de Móstoles, pero de

Peregrina no, la verdad.

Drogadicto 1: Pos ya ves, el acarajotao del Benito sí (da otro trago).

Drogadicto 2 (absorto mirando al cielo): Cuántas estrellas.

Drogadicto 1: Las bismitas que ayer y mañana, canío.

Drogadicto 2: ¿Tú crees que hay vida intransigente?

49El anhelo del ángel

Page 50: El anhelo del ángel

Drogadicto 1: ¿Er qué?

Drogadicto 2: Tíiiiiio, vida intransigente, aborígenes de esos que viven en el

multiverso, en las estrellas y los planetarios. Hay que ver, qué poca cultura

tienes.

Drogadicto 1: ¡Vida extraterrestre, papasfritas! Pero ¿por qué cohones

preguntas eso ahora?

Drogadicto 2: No sé. Dicen que el multiverso es infinito. ¿Por qué no puede

haber un planetario como este por ahí?

Drogadicto 1: ¡Ya te digo, canío! Lo bismo hay un planeta perdio donde toas

son como la Jenny… ¡o mejor! como la de los videoclipses del Bisbal.

Drogadicto 2: Bua bua ¡o un planeta donde todas las plantas sean de maría!

Tíiiiio, tiene que ser brutal.

Drogadicto 1: ¡No ni ná! Canío, al final me voy a encorajinar eh.

Drogadicto 2: ¿Por qué?

Drogadicto 1: Pos porque esté planeta es un mojón, y gordo además. Un truño

de esos que se echan cuando te vas de vareta, que te vasía entero y no queda

de ti ni los pulmones. Yo quiero un planeta… po asín como lo pintamos ¿no?

Hecho de maría, y de calidad, por suponio, y con una jartá de gachís

apañaicas.

Drogadicto 2: Pues sí…

Drogadicto 1: En cambio, ¿qué tenemos aquí, cohones? Ná. Ná pero ná de ná.

De ná de ná de ná. Ná. Por no salirnos de los huevos estudiar nos pasamos la

vida eslomaos en cualquier currele de turno y total ¿pa qué? Pa quedarse uno

estrozao y sin objetivo alguno. Ya estamos, porque te metas dos rayicas y te

guste más de la cuenta el vino de garrafa y la buena cervecita ya te ven como

un deshecho social, como un don naide.

50El anhelo del ángel

Page 51: El anhelo del ángel

Drogadicto 2: Bueno, y por fumarse unos diez petardos al día, darse un

pinchacito de vez en cuando y robar unos cuantos bolsos y cajeros de

supermercados. Como el Manu, desde que intentó dar el atraco en aquel

Metadona no sé nada de él…

Drogadicto 1: ¡Que no, canío! Que no somos naide, ¡naide! Los tranfulleros de

turno se ponen sus trajecicos de ejecutivo de éxito y ya se piensan que nos

pueden mirar por encima del hombro. ¡Con toa la cara! Y nosotros ¿qué

hacemos? Encender una candela pa no pasar frío y pedir una ayudica.

Limosna que al final te gastarás en el camello de turno, ¡por suponio! Esta vida

no merece la pena, canío. No nos merece a gente como la nuestra, que somos

animales de la calle, urbanos. Somos mucho más que ellos. Imagínate, canío,

lo que llegaríamos a ser tú y yo en el planeta de maría y gachís. ¿Te lo

imaginas ya? ¡Los putos reyes del sitio, cohones, que te lo digo yo!

Drogadicto 2: Bua bua se me está ocurriendo… ¿y si somos como el

superlópez ese? Que hemos sido enviados a la Tierra para una misión o algo…

Drogadicto 1: Canío, a ti te está subiendo la mierda del día demasiado eh…

¿cuánto te has metido hoy?

Drogadicto 2: ¿Yo? Nada… Tíiiiiiio ¡que hoy no me he metido nada! Hostias,

que tenía que ir a hablar con Fer...

Drogadicto 1: ¡Shhhhh! Que el camello es como el Voldemort ese, “no debe ser

nombrado”.

Drogadicto 2: Es verdad, es verdad. Es como el Conde Mor. Bueno, ¿vamos o

qué?

Drogadicto 1: Sí, canío, que este tío está que se sale de la pelleja, lo que nos

va pasando últimamente está flama flama.

(Los dos drogadictos se marchan. Entran en escena el camello y Ángel, este

último ataviado con harapos de mendigo y lleno de mugre).

Ángel: Lo de siempre.

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Page 52: El anhelo del ángel

Camello: No tan rápido.

Ángel: ¿Qué pasa?

Camello: Me debes lo de ayer.

Ángel: ¿Qué? Vamos va… un regalito, que sabes que últimamente la cosa va

justa.

Camello: De eso nada. El mes pasado ya te regalé tres gramos. Paga.

Ángel: Bueno, pues una ofertita, va…

Camello: Déjate de gilipolleces y paga de una puta vez o me llevo toda la

mierda conmigo.

Ángel: Espera tío… no tengo bastante.

Camello: ¿Te estás quedando conmigo? Lárgate si no quieres que te meta dos

hostias.

Ángel: Eh, eh… ¿Es esa manera de tratar a tu mejor cliente?

Camello: Clientes como tú tengo a montones, no sabes la de enfermos como tú

que hay en la ciudad.

Ángel: Pues si tanta clientela tienes me largo y si te he visto no me acuerdo, ya

encontraré otro camello por ahí.

Camello: Déjate de gilipolleces. Toma (El camello coloca una bolsa sobre la

mano de Ángel). Pero esta me la pagas dentro de dos días, espero que no

tarde más en ver la pasta.

Ángel: Aquí estaré, pero sigo insistiendo en que podrías currártelo un poco

más.

Camello: Largo.

Ángel (dándose la vuelta para marcharse): Vale, vale, ya me voy.

(El camello sale y vuelven a entrar a escena los dos drogadictos).

52El anhelo del ángel

Page 53: El anhelo del ángel

Drogadicto 2: ¡Ey Ángel! De nuevo por aquí.

Ángel (con un tono cortante y seco): Hola.

Drogadicto 1: Joé cabesa, ¿te has levantado con la pata derecha o qué te

pasa?

Ángel: Nada. Adiós (Ángel saca una jeringuilla y se va a una esquina a

preparársela para posteriormente inyectarse la dosis correspondiente).

Drogadicto 1: Estos, canío, estos son los más peligrosos.

Drogadicto 2: ¿Quién, Ángel? Si se le ve un tío legal.

Drogadicto 1: No cohones, la gente como él. No se han fumado nunca más de

dos petardos y salen de su vida de maravilla para meterse mierda de la mala

mala.

Drogadicto 2: Pues como hacemos nosotros, ¿no?

Drogadicto 1: Cúchame cuando te hablo, cohones. Nosotros hemos nacido en

la calle, somos animales urbanos, canío. Este tío era de los que iba bien

maquetao a todas partes, con su trajecico y su billetera bien agarrá, hasta que

le ha pasado algo y ¡toma moreno! se meten en el mundillo y ya no hay quien

los saque.

Drogadicto 2: ¿Quieres decir?

Drogadicto 1: ¡Aro! Y cuando se meten en esto no ven por dónde tiran. Yo… a

lo largo de mi trayectoria… habré visto morirse una pechá como ese. Diez o

veinte por lo menos.

Drogadicto 2: Bua bua, ¡eso es mucho!

Drogadicto 1: Pos no te ensajero, canío. ¡Por lo menos!

Drogadicto 2: ¿Y dices que Ángel va a morirse también? Jopetas, a mí me cae

bien.

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Page 54: El anhelo del ángel

Drogadicto 1: ¡Ya te digo! ¿Este? No dura ni dos telediarios, al ritmo que

lleva… ¡que se ha gastado mi sueldo anual en venta de clínes en un par de

días, canío! Ofú, me entra el repeluco por el cuerpo namás de pensarlo.

Drogadicto 2: Jope, pues yo no quiero que se muera… bueno, vamos con

Fer…

Drogadicto 1: ¡Shhhh!

Drogadicto 2: ¡Perdón, perdón! Vamos con el Conde Mor antes de que se vaya

y nos quedemos sin taja.

(Suena una sirena de policía y se queda el escenario oscuro).

Drogadicto 1: ¡Canío, escóndelo tó, que vienen los picoletos!

Drogadicto 2: ¡Paco! ¡Pacoooo!

Drogadicto 1: ¡Canío! ¡No! Hostia, lo siento canío pero no quiero que me

trinquen a mí también, ahí te quedas.

54El anhelo del ángel

Page 55: El anhelo del ángel

Escena 10:

Ángel (balbuceando y haciendo pucheros, colocado): T…Te quiero Cristina. Te

quiero mucho. Mucho. ¿Por qué no me miras cuando te hablo? ¿Por qué no

me miras? Cristina… ¿Estás ahí? ¡Cristina! Despierta dormilona, es hora de

levantarse. Hoy es nuestro aniversario Cristina, es 9 de septiembre. Es el

segundo aniversario que te pillo dormida… Bueno, no… no he podido traerte

ningún regalo este año. No me queda mucho dinero, la verdad. Me lo he

gastado todo. Desde que me echaron del trabajo estoy… estoy un poco más

hundido, ¿sabes? No sé… que me pasa. Estoy en una racha un poco mala,

pero bueno, ¿tú cómo estás? Menuda pregunta… preciosa, como siempre,

aunque me cuesta un poco verte. Llevo sin dormir… no sé, un par de días o

tres. No consigo dormirme. ¿Tú cómo lo haces? ¿Cómo consigues dormir tanto

tiempo? Podrías decirme tu secreto… pero no quiero hacerlo. La última vez

que me dormí apareciste tú en mis sueños. Pero despierta, claro. Y… no me

gustaba. Estábamos en el coche, haciendo lo que hacíamos antes… y un

camión… (Ángel calla durante medio minuto, llorando en el cuerpo inerte de

Cristina). Ojalá todo esto fuera un sueño, ojalá el año y pico que llevo sin verte

fuera un sueño, y despertara con tus ojos mirándome, abiertos. Ojalá… todo

esto fuera un sueño.

(Ángel cierra los ojos y se queda dormido, apoyado en el cuerpo de Cristina.

Pasa un minuto y aparece Mercedes en escena. Se sorprende a ver a Ángel y

corre hacia él hasta agarrarlo por el cuello del jersey).

Mercedes: ¡Fuera de aquí!

Ángel: Se… señora, buenas tar...

Mercedes: ¡He dicho que fuera de aquí!

Ángel: Estaba echando una cabezadita.

Mercedes: ¿Vienes colocado? Hueles a porro a diez kilómetros cuadrados, ¡y

qué ojos! Dios mío de mi vida, a saber de dónde vienes. ¿Y la mugre que tiene

por toda la cara? ¿Cuánto hace que no te duchas?

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Page 56: El anhelo del ángel

Ángel: Yo soy un hombre muy higiénico, Merce…

Mercedes: ¡No te atrevas a mencionar mi nombre!

Ángel: Lo… lo siento.

Mercedes: ¿Y ese gorro de lana? ¡Pareces un mendigo! (Mercedes quita el

gorro de la cabeza de Ángel y lo lanza contra el suelo).

Ángel: Eh, señora…

Mercedes: ¡Ni señora ni hostias! ¿Cómo eres capaz de seguir viniendo a ver el

cadáver de mi niña, sucio demonio? ¿Cómo eres capaz, después de matarla

hace casi dos años, de seguir viniendo? ¡Asesino! ¡Y con esas pintas! Que das

hasta miedo.

Ángel: Señora, que yo no me he metido con tu peinado…

Mercedes: ¡No te atrevas a dirigirte hacia mí, sucio demonio! No te atrevas a

mencionar una sola palabra más delante del cadáver de mi niña, ¡irrespetuoso!

Ángel: Que no está muerta…

Mercedes: ¿Y sigues con esto? ¡La mataste en julio del año pasado! ¿Cuánto

tiempo ha pasado ya, eh? ¡Dieciséis meses! Y no habla, no mira, no oye desde

entonces. ¿De verdad tienes, todavía, el valor de decirme que no la has

matado?

Ángel: Despertará…

Mercedes: ¡El que tienes que despertar eres tú, y darte cuenta de lo que ocurre

por tu maldita culpa! ¡O morirte de una vez y dejarnos en paz a Cristina, a mí,

al hospital y a todo lo que te rodea!

Ángel: Despertará…

Mercedes: Y si lo hiciera ¿qué, eh? ¿Piensas, acaso, que volvería contigo? ¡No

tienes nada que ofrecer, ni a ella ni a nadie! ¡Tan solo obsérvate, sucio

demonio! Mira qué pintas tienes. No tienes coche, ¡lo destrozaste al asesinarla!

56El anhelo del ángel

Page 57: El anhelo del ángel

No tienes trabajo ¿o te crees que no iba a enterarme de que te habían echado?

Eso sí, me extrañó que duraran tanto en largar a un asesino. ¿Y el piso puerco

ese que tienes? ¿Cuánto crees que seguirás en él, sin poder pagarlo?

Ángel: ¿Cómo sabes todo e…?

Mercedes: ¡Yo me entero de todo, asesino! ¡De todo! Y no te preocupes, que

ya me he encargado de que echen de aquí a la enfermerita que tan bien te

trataba y tanto te dejaba ver al cadáver de tu antigua amada.

Ángel: ¿Que has hecho qué?

Mercedes: Me subestimas. Mis órdenes estrictas fueron que no vinieras nunca

más, ¡y te lo has pasado por donde yo me sé! Pues no te preocupes, que si no

es por las buenas, será por las malas. Y a las malas no hay nadie que me

venza, ¡y mucho menos tú!

Ángel: ¡Ella no tenía la culpa de nada, sucia bruja!

Mercedes: Voy a tener que limpiar esa boquita tuya con jabón. O mejor…

¡Antonio!

(Entra un hombre robusto de mediana edad en escena, ataviado con una

camiseta de tirantes y una cresta en el cabello).

Ángel: ¿Y este quién coño es?

Mercedes: ¡Oh querido! Antonio es mi nuevo novio. Hay que pasar página ¿no?

Eso querría nuestro señor. Pues eso he hecho, un truhán de poca monta como

tú no me va hacer sufrir más.

Ángel: ¿Y qué opina Alberto de esto?

Mercedes: ¡Querido, Alberto está muerto! Al igual que lo está Cristina y al igual

que vas a estarlo tú, sucio demonio, que pareces el niño del Sexto Sentido.

(Mercedes hace un gesto con la cabeza señalando a Antonio que se dirija a

Ángel. Este agarra las manos del joven con una sola de sus manos,

poniéndolas a su espalda. Con la otra, le agarra la nuca para privarle de ningún

57El anhelo del ángel

Page 58: El anhelo del ángel

tipo de movimientos. Ángel se queja, pero su poca salud no le permite hacer

ningún tipo de resistencia).

Mercedes: ¿Qué dirán al ver que alguien mete una pistola en un hospital?

(Mercedes coge una pistola de su bolso y apunta a la cabeza de Ángel, luego

se ríe y la baja a su cintura).

Ángel: ¡No! ¡Denúnciame, haz lo que quieras, pero no hagas tonterías!

Mercedes, por favor, ¡para!

Mercedes: Oh, pobrecito. ¿Te crees, acaso, que no lo he intentado? No

recuerdo ya con cuántos abogados he hablado al respecto ¡Pero nada! ¡Nada!

La justicia no hace nada contra los asesinos de verdad, ¡los deja sueltos! ¡A su

merced!

Ángel: ¡No, socorro! (Ángel intenta gritar pero Antonio le tapa la boca).

Mercedes: Mejor mantente callado, niñato. (Mercedes coloca la pistola en el

suelo y se dirige hacia la puerta). Ahora vuelvo.

Mercedes (una vez sale de la habitación, a lo lejos): ¡Socorro! ¡Que alguien nos

ayude, por favor!

(Mercedes vuelve a la habitación con el enfermero del principio).

Enfermero: ¿Qué ocurre?

(Antonio hace ademán de hablar mientras agarra a Ángel pero Mercedes le

interrumpe).

Mercedes: ¡Ha sido él! Ha intentado matar a mi niña, ¡mira la pistola! Si no llega

a ser porque mi Antonio le ha parado a tiempo, ¡ahora estaría muerta, muerta!

Enfermero: ¿Es eso cierto? (Antonio asiente).

Mercedes: Ha sido… como un pálpito ¿sabe? Estaba yo viniendo a ver a mi

niña como cada mañana cuando he notado como que algo no iba bien, no sé si

me entiende. Y cuando he llegado, esta alma descarriada estaba apuntando a

mi niña y diciendo que no podía verla así ¡que necesitaba que muriera para que

58El anhelo del ángel

Page 59: El anhelo del ángel

él pudiera seguir viviendo! Ha sido aterrador, enfermero, ¡aterrador! Menos mal

que venía mi Antonio, que sabe técnicas de defensa personal de esas, que

sino…

Enfermero: Hacía tiempo que veníamos fijándonos en él, no entendemos cómo

ha podido seguir visitando el hospital si tan peligroso resultaba. Perdonen las

molestias, nos encargaremos de hacer lo necesario.

Mercedes: Muchísimas gracias, buen señor. Dios se lo pagará, estoy seguro.

¡Quería matar a mi niña! ¡A mi niña! No tuvo ya bastante con haberlo intentado

en su día, ¡quería acabar la faena!

Enfermero: No se preocupe, nos encargaremos de que todo salga a la

perfección. ¿No tiene nada que decir?

Ángel (aún agarrado por Antonio, hace ademán de quejarse, pero luego cierra

los ojos y resopla, cansado y dispuesto a que ocurra lo que tenga que ocurrir):

No.

59El anhelo del ángel

Page 60: El anhelo del ángel

Escena 11:

(Suenan villancicos durante toda la escena, proveniente de la calle. El

escenario está dividido en dos partes, una es la habitación del hospital donde

está Cristina tumbada; y la otra es el piso de Ángel, donde se encuentra este

mismo, sentado en el suelo, apoyado en la pared y con jeringuillas y botellas de

alcohol alrededor).

Ángel: No me queda nada. No me queda vida, no me queda muerte, no me

quedan sueños, no me queda suerte. No me quedan motivos por los que

sonreír, no me quedan lágrimas que derramar. No me queda rabia que

expulsar, no me queda amor que regalar. No me queda esperanza por la que

seguir adelante. No me queda aire por el que seguir respirando. No me queda

corazón que continúe palpitando. No me quedan voces que acallar. No me

queda gusto que saborear. No me quedan pupilas por las que observar. No me

queda paraíso que merecer, no me queda infierno al que descender. No me

queda purgatorio en el que esperar, no me queda letargo, ya no hay más.

(Breve pausa antes de continuar). He esperado lo que he podido, lo juro. He

rezado, cantado, invocado, leído y recitado todo cuanto he podido He

intentado, por todos los medios, enmendar todo lo errado. Mataría, si así,

volviera el agua a su cauce. Viajaría a cualquier recóndito lugar del mundo si

existiera alguna forma de volver a atrás. De dejar de ser un asesino. De

devolver todo lo que un día arrebaté. Pero es demasiado tarde. He ido

muriendo, poco a poco, en vez de devolver la vida que otros necesitaban más

que yo. He preferido acabar conmigo, creyendo de algún modo que así

devolvería la luz que oscurecí, que animaría a lo que dejé inerte. Y se me ha

hecho tarde. Nada en la vida me importaba más que enmendar mis errores,

pero no he sido capaz. De nuevo, he sido la peor persona que podía crear. He

provocado que mi sabor amargo se transporte a todo mi alrededor. He

convertido en un infierno mi entorno, siendo yo el demonio que gobierna

sustituyendo un tridente por agujas y alcohol. No he hecho nada más que

marchitar las flores que salvaguardaban mi ambiente, sin lograr mi objetivo que

volviera a florecer la más bonita que hayáse visto nunca. No queda nada ya.

Nada salvo implorar a un Dios efímero que, como a Job, mi vida ha convertido

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en óbito sin que perdiese, aun así, la fe. Solo queda el anhelo de un ángel que

observa, impertérrito, como sus plumas se desvanecen. Pero, por si existe

alguien ahí arriba, si Mordad existe realmente. Solo le demando que traiga de

vuelta a quien realmente lo merece.

(A medida que el monólogo sigue, las luces se van apagando, y cuando llega al

fin, estas se extinguen por completo. Al hacerlo, se ilumina la cama de la

habitación del hospital, despertando Cristina del coma).

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Escena 12:

Cristina: En un vetusto y pedregoso lugar alejado de toda tensión y ansiedad,

vivía una humilde familia sin más pretensión que ver los años pasar en su

inocua felicidad. Padre, madre y dos hijas conformaban un nexo puro y honesto

que nada ni nadie sería capaz de romper jamás.

La más joven de las dos hijas, Jenara, apenas cumplía la veintena. Espíritu

noble, leal y puro, era poseedora de la mayor belleza, interior y exterior, que

jamás hubiera visto el firmamento. Jenara cumplía, día tras día, con sus

cometidos, antes de su merecido descanso.

Un día, pero, algo terrible ocurrió para disgusto de todo aquel que había tenido

oportunidad de cruzársela en alguna ocasión. La figura del ser más sombrío

que jamás hubiese visto apareció delante de su semblante, para llevársela lejos

de allí. El ángel de la muerte, sin embargo, no fue capaz de hacerlo. Aunque

había hecho ese trabajo durante años, simplemente no era capaz de acabar

con la vida de Jenara, por lo que, imitando las estrategias del diablo, le propuso

un pacto.

Jenara, antes de que pudiera mencionarlo, aceptó sin rechistar las peticiones

de su consorte, ya que se había enamorado, irreparablemente, de él. Como si

de un truco de magia negra se tratara, había caído bajo las fauces del ángel de

la muerte, pero fuera de tener miedo, experimentaba algo que jamás había

sentido anteriormente: felicidad plena y absoluta.

La confabulación del ángel no era otra que dejar su cuerpo en un indefinido

sueño mientras su alma volaba libre con su amor utópico. Jenara aceptó, con la

única condición de poder volver siempre que lo decidiera, pues había gente a la

que no deseaba dejar atrás.

Fue así como, una mañana gris, en el jardín del edén dejaron de crecer

manzanos. Jenara dejó el amor atrás para volver con lo que creía olvidado,

pues se dio cuenta de que lo que el ángel le había entregado no era la

posibilidad de pasar la eternidad con él, sino de nacer por segunda vez.

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