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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 71 (2012), 449-474 El arte de narrar en las Fundaciones de Teresa de Jesús. ‘Vivir para contarlo’ JUAN ANTONIO MARCOS (Madrid) RESUMEN: El presente artículo es un análisis, desde la perspectiva narrati- va, del capítulo 31 de Fundaciones. Para ello, junto a la perspectiva de la na- rradora y la tensión narrativa, presentaremos tanto los personajes antagonis- tas como los personajes coadyuvantes que entran en escena, así como las re- soluciones varias de la acción narrativa. PALABRAS CLAVE: Tensión narrativa, 'dramatis personae', arzobispo de Burgos, Catalina de Tolosa, providencialismo en la vida cotidiana. The art of narration in St. Teresa’s Book of Foundations. ‘Living to tell the tale’ SUMMARY: This article analyzes, from the perspective of narrative, Chapter 31 of the Book of Foundations. In addition to the narrator’s point of view and the dimension of narrative tension, we will present the antagonists and supporting characters, as well as the different ways in which the narrative action is resolved. KEY WORDS: Narrative tension, ‘dramatis personae’, Archbishop of Burgos, Catalina de Tolosa, providentialism in daily life.

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 71 (2012), 449-474

El arte de narrar en las Fundaciones de Teresa de Jesús. ‘Vivir para contarlo’ JUAN ANTONIO MARCOS (Madrid)

RESUMEN: El presente artículo es un análisis, desde la perspectiva narrati-

va, del capítulo 31 de Fundaciones. Para ello, junto a la perspectiva de la na-rradora y la tensión narrativa, presentaremos tanto los personajes antagonis-tas como los personajes coadyuvantes que entran en escena, así como las re-soluciones varias de la acción narrativa.

PALABRAS CLAVE: Tensión narrativa, 'dramatis personae', arzobispo de Burgos, Catalina de Tolosa, providencialismo en la vida cotidiana.

The art of narration in St. Teresa’s Book of Foundations. ‘Living to tell the tale’

SUMMARY: This article analyzes, from the perspective of narrative, Chapter

31 of the Book of Foundations. In addition to the narrator’s point of view and the dimension of narrative tension, we will present the antagonists and supporting characters, as well as the different ways in which the narrative action is resolved.

KEY WORDS: Narrative tension, ‘dramatis personae’, Archbishop of Burgos, Catalina de Tolosa, providentialism in daily life.

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Hay cosas que sólo se pueden contar si se ha pasado por ellas. Y tienen que haber sido vividas, para después poder ser contadas. Y en la manera de contarlas se perciben las huellas, rastros y cicatrices de lo vivido…

Este es el caso del libro de las Fundaciones, que ante los ojos del lector se nos presenta como un vídeo, según las palabras de C. Kauf-mann. La Santa nos lleva consigo de viaje, nos presenta a todas las gentes que intervienen en sus empresas, nos invita a estar en sus casas apuntaladas con cuatro clavos y medio tabique, con damascos azules y la campana para que el pueblo sepa que hay monasterio nuevo (cf. F 3,7-8)1. Nos introduce en sus noches de vela, en oración ante el Santísimo, en profunda contemplación o peleando con su Señor para que se aplaque la persecución de los buenos que le hacen la vida im-posible. Y nos deja ir a dormir mientras ella se entrega a la corres-pondencia que le quita el sueño y las fuerzas...2 Leyendo a Teresa nos convertimos en espectadores de su propio y personal viaje exis-tencial: geografía exterior y geografía interior siempre de la mano.

Hay que recordar que en dos años de febril actividad abrió Teresa cuatro conventos, sus cuatro últimas fundaciones: Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos. Cuatro fundaciones que dieron lugar a cuatro capítulos, quizás los más logrados de todo el libro, según T. Egido, y escritos seguramente a raíz de los sucesos, como parece sos-pecharse por el cúmulo de detalles, el dinamismo y la frescura que respiran3.

1 Citamos siempre por la edición preparada por T. EGIDO, Libro de las Fundaciones, Madrid: EDE, 1983 (última ed. puesta al día, en la misma edi-torial, del año 2011).

2 Cf. KAUFMANN, C., La fascinación de una Presencia, Madrid: EDE, 2007, p. 86.

3 Cf. EGIDO, T., “Libro de las Fundaciones”, en: Introducción a la lectura de Santa Teresa, Madrid: EDE, 2002, pp. 375-410: 386-87. Uno de los per-sonajes coadyuvantes del cap. 31 de Fundaciones, el licenciado Aguiar, nos cuenta: “Quejándose este testigo a ella un día, porque no bajaba puntualmen-te a asistir en la obra y trazas, la Santa respondió a este testigo estas palabras: Quiero que sepa vuestra merced que yo también escribo mis necedades, y en el estilo que puedo voy ahora escribiendo lo que pasa en esta fundación [Burgos], que es memorable [¡y tanto!], y como lo he hecho en todas las otras fundaciones, porque serán cosas de mucho gusto algún día; y aun aho-ra voy escribiendo la merced que vuestra merced nos hace, y la caridad con que nos trata y lo que le debemos” (BMC, 20, pp. 425-26). (Citado por ROS,

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Nuestra intención es volver la mirada sobre el texto teresiano, el texto en sí, en una perspectiva casi fenomenológica, sincrónica e in-manente, para dejar que sea el texto quien hable. Nuestro campo de trabajo va a quedar delimitado por un solo capítulo, el 31 de la funda-ción de Burgos, quizás el más poderoso narrativamente hablando, tanto en lo relativo a la acción como a los personajes. Aunque hemos de reconocer que, en Fundaciones, cada episodio resulta como un cuadro acabado, acariciado por la autora, y amasado en su concierto personal4.

La estructura del capítulo del que queremos ofrecer una radiogra-fía desde el punto de vista de la acción narrativa, es la siguiente5:

1. Situación inicial y presentación de personajes (31,1-3). 2. Toda una cascada de complicaciones, acciones y resoluciones

fallidas (31, 4-38). 3. Primeras resoluciones/victorias parciales (31, 39-43). 4. Resolución y situación finales (31, 44-45). 5. Evaluación y exhortación al destinatario (31, 46-50)6. Los puntos en que hemos estructurado nuestra disertación son los

siguientes: narradora y tensión narrativa, personajes antagonistas y personajes coadyuvantes (lo que más nos entretendrá), resoluciones varias de la acción narrativa, y evaluación con exhortación final. S., “Introducción”, en: Libro de las Fundaciones, ed. a cargo de S. Ros, Ma-drid: San Pablo, 2012, p. 17).

4 Cf. MANCINI, G., “Estudio crítico”, en: Las fundaciones, Madrid: Iter Ediciones, 1970, pp. 38-39.

5 Para todo lo relativo, en líneas generales, a la teoría de la narración, nos remitimos al Diccionario de narratología, a cargo de C. REIS Y A. C. M. LO-PES, Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1996. Así como la obra de Mª DEL CARMEN BOBES NAVES, La Novela, Madrid: Síntesis, 1993.

6 El capítulo primero, Medina, responde al esquema tradicional folklórico narrativo, con planteamiento, nudo y desenlace: a) ‘todo lo iba disponiendo el Señor’; b) ‘se juntaron todas las dificultades…, parecíame imposible; c) ‘las monjas iban ganando crédito en el pueblo’… En el capítulo cuarto, en su que-rencia por el tema de la oración (de lo que escribe con sumo gozo), aparece toda una espiritualidad liberadora (Cf. GARCÍA DE LA CONCHA, V., “Estudio introductorio”, en: Teresa de Jesús: Libro de las fundaciones, Madrid: Alian-za Editorial, 1991, p. 29).

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1. NARRADORA Y TENSIÓN NARRATIVA (LA INTRIGA) Desde un punto de vista puramente estadístico, la presencia cuan-

titativa del pronombre deíctico de primera persona (“autodeíxis”7) en todas sus variantes es abrumadora en cada página teresiana. Y en concreto, la alta frecuencia del pronombre deíctico “yo”, no sólo es un índice del carácter autobiográfico de sus escritos, sino también un índice de la extraordinaria oralidad y espontaneidad8 que recorre to-das sus obras. Y más aún si se tiene en cuenta la presencia cuantitati-va del “yo” en un libro eminentemente narrativo como es Fundacio-nes, casi tan asidua -en contra de lo que cabría esperar- como en Vida (7,6 yoes por cada mil palabras), con 6,7 yoes por cada 1.000 pala-bras.

El abundante uso del deíctico de primera persona, en todas sus formas y en todas las obras de la Santa, obedece en parte a una elec-ción estratégica (y probablemente inconsciente) de la misma autora. Con ello logra que buena parte de su discurso se construya como una constelación que la acompaña siempre, girando, imaginariamente, en torno suyo. Surge así la subjetivación o presencia de la autora en su discurso9. No se cansa Teresa de hacerse manifiesta al lector, llegan-do a darse una identificación de la narradora con el mundo narrado. Y esto incluso en Fundaciones, donde lo autobiográfico está menos pre-sente, o en Camino, obra más didáctico-doctrinal. La presencia cons-tante de la primera persona hace que lo biográfico salpique todas las obras de Teresa, también la que ahora analizamos.

La narradora aparece ostensiblemente omnipresente casi en cada párrafo del capítulo que estamos analizando: ‘me decían’ (31,1); ‘yo le suplico’ (31,2); ‘y a mí me conocía’ (31,3); ‘y yo se lo supliqué’ (31,5); ‘a mí me pareció’ (31,7), ‘porque ir yo a Burgos’ (31,11), etc. Se puede rastrear, en los escritos teresianos, un claro egocentrismo

7 Es la denominación que propone K. SENNHOLZ, Grundzüge der Deixis, Bochum: Brockmeyer, 1985, p. 142.

8 No olvidemos que “el enunciado espontáneo favorece la presencia del pronombre” de primera persona (FERNÁNDEZ RAMÍREZ, S., Gramática espa-ñola. El pronombre, Madrid: Arco/Libros, 1987, p. 75).

9 Es lo que “podríamos llamar la personalización del yo como recurso de intensificación del sujeto de la enunciación” (BRIZ, A., El español coloquial: situación y uso, Madrid: Arco/Libros, 1996, p.56).

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narrativo, una polarización o focalización en un yo que se establece como referencia última del sistema de coordenadas del relato. Es, además, la narración o crónica de un yo que machaconamente deja constancia de su opinión personal sobre cualquier materia que se le cruce en el camino10.

Y es que la nuestra es una ‘narradora’ omnipresente, que no ‘om-nisciente’. Teresa se nos muestra como una ‘narradora protagonista’ dentro de la llamada técnica autobiográfica, en la que la narradora y la protagonista se identifican, y donde la perspectiva se limita a aque-llo que la propia narradora observa. Esta técnica acerca la narradora al lector y éste se identifica más con la historia. Teresa además es na-rradora autodiegética (ya que cuenta sus propias experiencias), y al mismo tiempo homodiegética (pues es un personaje de la historia que narra): es autora, y narradora, y encarna al ‘yo protagonista’. Lo es todo.

En cuanto al género literario, el libro de las Fundaciones es una crónica de las vicisitudes, andanzas, viajes y problemas económicos que supuso la fundación de dieciséis conventos de monjas carmelitas por gran parte de la geografía de España. Pero no sólo es una crónica, es mucho más. Es una obra plagada de elementos biográficos y re-flexiones espirituales, que dejan traslucir el ambiente de una orden re-ligiosa reformada, y la sensibilidad espiritual y social de todo un país en aquel momento de vitalidad singular.

Fundaciones es una ‘novela de aventuras’. Cuanto se pueda ape-tecer en una obra de este género -peripecias, luchas y dificultades, descripciones de tipos, visiones de tierras y ciudades e, incluso, situa-ciones de ‘suspense’-, lo hallamos en este libro, acabado de redactar en junio de 1582, tres meses antes de su muerte11. También se ha di-cho que se trata de un libro ‘por entregas’, escrito en distintas etapas y lugares, a lo largo de casi diez años, los últimos de su vida…12 Lo

10 Cf. VÁZQUEZ MEDEL, M. Á., La urdimbre y la trama. Estudios sobre el

arte de narrar, Sevilla: Alfar, 2005, pp. 94-95. 11 Cf. COMAS, A., “Prólogo”, en: Santa Teresa de Jesús: Libro de las fun-

daciones, Madrid: Alianza Editorial, 1967, p. 8. 12 Cf. CARMELITAS DESCALZAS DE PUÇOL, “Libro de las Fundaciones: la

obra”, en: Comenzando siempre. Páginas escogidas del Libro de las Funda-ciones (Teresa de Jesús), Madrid: EDE, 2011, pp.13-39: 25.

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narrativo y lo didáctico13 (y lo biográfico), crónica más novela de pe-ripecias (o cuasi-epopeya), están siempre presentes. De tal manera que Teresa logra integrar la narración con el ensayo y la crónica.

He aquí un ejemplo paradigmático de la capacidad de nuestra es-critora para crear intriga, y mantener así la tensión narrativa en el re-lato de la historia:

No quiso entrar el Arzobispo en Valladolid, sino posó en el monasterio de San Jerónimo, adonde le hizo mucha fiesta el Obispo de Palencia y se fue a comer con él y a darle un cinto o no sé qué ceremonia, que lo había de hacer obispo. Allí le pidió la licencia para que yo fundase el monasterio. El dijo la daría muy de buena gana, porque aun había querido en Canarias y deseado procurar te-ner un monasterio de éstos porque él conocía lo que se servía en ellos nuestro Señor, porque era de donde había uno de ellos y a mí me conocía mucho. Así me dijo el Obispo por la licencia no queda-se, que él se había holgado mucho de ello. Y como no trata el con-cilio que se dé por escrito, sino que sea con su voluntad esto, ‘se podía tener por dada’ (F 31,3).

‘Se podía tener la licencia por dada’, concluye Teresa: y eso pen-sará el ‘lector’ primerizo, a tenor de lo que dice la ‘narradora’, pero… las expectativas no se cumplirán. Se va creando así una suerte de ‘tensión narrativa’, y se alimentan las expectativas positivas del lector (‘Él dijo que la daría de muy buena gana’, ‘se podía tener por dada’). Pero la autora sabe que las cosas no van a suceder así. Una y otra vez se frustrarán, para el lector primerizo, las expectativas de una resolu-ción positiva. De esta manera logra la narradora mantener viva la in-triga, un ingrediente básico en toda narración. La tensión narrativa continúa al avanzar la narración, pero ya aminorada, como ocurre en 31,9: Cuando fue a Palencia [C. de Tolosa], teníamos por tan cierta la licencia del Arzobispo… Ahora, la forma verbal ‘teníamos’ parece anticipar, implícitamente, los obstáculos que estaban por venir.

13 “In conclusione, non si vede nella sua opera una scissione tra una parte

didascalica non artistica e una non didascalica artistica, ma una perfetta fu-sione di poesie e insegnamento. Ogni suo libro appare diretto, animato dal suo intento docente e da questo riceve alcune delle sue più peculiari caratte-ristiche” (MANCINI, GUIDO, Espressioni letterarie dell’insegnamento di Santa Teresa de Ávila, Modena: Società Tipografica Modenese, 1955, p. 14).

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Las dificultades y contratiempos de esta fundación son perfecta-mente conocidos por la narradora cuando se pone a escribir, y tam-bién lo son toda la cantinela de personajes antagonistas que a buen seguro tiene en mente. El mismo Señor le había avisado de ‘contra-dicción mucha’ (“En las palabras que había entendido [del Señor], daban a entender contradicción mucha” -31,14), pero con todo, aña-de a renglón seguido: “yo no podía saber de quién ni por dónde [pero esto es mentira, ella ya conoce el final de la historia; con este inciso busca mantener la tensión del hilo narrativo], porque ya Catalina de Tolosa me había escrito que tenía cierta la casa en que vivía para to-mar la posesión. La ciudad llana. El Arzobispo también. No podía en-tender de quién había de ser esta contradicción que los demonios habían de poner, porque en que eran de Dios las palabras que había entendido no dudaba” (31,14). Pero ni ‘casa’, ni ‘ciudad’, y mucho menos el señor ‘Arzobispo’ están ‘llanos’, como ella muy bien sabe, y el lector irá descubriendo a medida que avance el relato.

Téngase en cuenta que la narración se construye desde una pers-pectiva de logro final, pero -y aquí radica uno de los grandes valores literarios de Fundaciones- Santa Teresa sabe mantener el ritmo de in-terés narrativo conduciéndonos a través de un camino lleno de obstá-culos14.

2. PERSONAJES ANTAGONISTAS (Y OTROS OBSTÁCULOS) El libro de las Fundaciones trata siempre de disculpar a los con-

tradictores. Pensado por su autora como documento -entrañable do-cumento- de los orígenes de la Reforma, está sembrado, por el contra-rio, de expresiones de gratitud hacia los benefactores. Éstos son los otros protagonistas de la obra, y van desfilando desde el principio hasta el fin, en mayor proporción incluso que los personajes hostiles, para los que siempre encuentra palabras de comprensión15.

14 Cf. GARCÍA DE LA CONCHA, V., “Estudio introductorio”, en: Teresa de

Jesús: Libro de las fundaciones, o.c., p. 36. 15 Cf. EGIDO, T., “Libro de las Fundaciones”, en: Introducción a la lectu-

ra de Santa Teresa, o.c., pp. 375-410: 405.

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“El año de 1580, estando yo en Valladolid, pasó por allí el Arzo-bispo de Burgos16, que habían dádole entonces el obispado, que lo era antes de Canarias, y venía entonces” (F 31,2). Desde el nº 2 de este capítulo entra en escena el que ha de ser personaje antagonista princi-pal de esta fundación, como veremos más adelante y como ya sabe la narradora (pero todavía no el lector). Hasta 30 recurrencias encon-tramos a lo largo de todo el capítulo del término genérico ‘arzobispo’, que para Teresa carece de nombre propio. La presentación no podía ser más aséptica ni escueta, sin ningún tipo de calificativo (¡hay si-lencios muy elocuentes!), y en abierto contraste con la entrada en es-cena del obispo de Palencia, inmediatamente después, y en este mis-mo párrafo del capítulo en cuestión. Lo veremos después…

Poco a poco nuestra autora va dejando caer, como de pasada, las verdaderas intenciones de este señor arzobispo. Así, en el nº 7 de este mismo capítulo escribe: “El Obispo [de Palencia] túvolo por hecho, y con razón, en decir que yo fuese allá, y envióme a decir que fuese. Mas a mí me pareció entender alguna falta de ánimo en el Arzobispo, y escribíle agradeciendo la merced que me hacía; mas, que me pare-cía ser peor, no lo queriendo la ciudad que el hacerlo sin decírselo y ponerle a su Señoría en más contienda (parece adiviné lo poco que tuviera en él si hubiera alguna contradicción), que yo la procuraría; y aun túvelo por dificultoso, por las contrarias opiniones que suele haber en cosas semejantes” (F 31,7). A través de insinuaciones e indi-rectas, la narradora va esbozando el retrato de este personaje: ‘alguna falta de ánimo’, ‘lo poco que tuviera en él [es decir, el poco apoyo] si hubiera alguna contradicción’. Obsérvese cómo el léxico bélico ante este personaje ‘enemigo’ va intensificándose: ‘contienda, contradic-ción, dificultoso…’. Más adelante afirmará Teresa: “Mas el Arzobis-po miraba por todos los inconvenientes que podía haber [para la fun-dación], y lo defendía17 [=estorbaba]” (F 31,13). Aquí, el señor arzo-bispo pasa directamente al ataque.

En los números 21 (y 31 y 40) del capítulo se pueden localizar los momentos cumbre en la caracterización de nuestro personaje. Leemos en el nº 21:

16 Cf. la Nota 1, a pie de página, de la edición que seguimos, sobre este personaje, Cristóbal Vela.

17 “Hacer rostro al que opugna o contradice” (COVARRUBIAS, S., Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid: Castalia, 1994, s.v. DEFENDER).

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“Luego de mañana fue el padre provincial [Gracián] a pedir la bendición al Ilustrísimo [ahora no le llama ‘arzobispo’, sino con un tratamiento más elevado y en superlativo, ¿es una ironía de Tere-sa?], que no pensamos había más que hacer. Hallóle tan alterado y enojado de que me había venido sin su licencia (¡como si no me lo hubiera él mandado ni tratádose cosa en el negocio!), y así habló al padre provincial enojadísimo de mí. Ya que concedió [lucha dialéc-tica…, pequeña victoria de la narradora] que él había mandado que yo viniese, dijo que yo sola a negociarlo; mas venir con tantas mon-jas, ¡Dios nos libre de la pena que le dio! [Segunda admiración te-resiana, activadora del asombro y la queja, con invocación explícita a la divinidad] Decirle que [percátense del dialogismo y viveza na-rrativa: parece que es ella misma la que estaba allí presente…], ne-gociado ya con la ciudad, como él pidió, que no había que negociar más de fundar, y que el Obispo de Palencia me había dicho (que le había yo preguntado si sería bien que viniese), que no había para qué, que ya él decía lo que lo deseaba, aprovechaba poco. Ello había pasado así, y fue querer Dios se fundase la casa, y él mismo lo dice después; porque a hacérselo saber llanamente, dijera que no viniéramos. Con que despidió al padre provincial, es con que si no había renta y casa propia, que en ninguna manera daría la licencia, que bien nos podíamos tornar. Pues, ¡bonitos estaban los caminos y hacía el tiempo!” (F 31,21).

La cita se cierra con una tercera admiración/exclamación irónica18 que, como las anteriores, activa el asombro y la queja de Teresa ante este individuo. Ojo a la etopeya descriptiva del ‘Ilustrísimo’, con su-perlativo incluido (‘alterado, enojado, enojadísimo’); con queja más que explícita de Teresa, y donde lo implicado e insinuado queda abierto para que el lector ponga palabras a lo que no tiene nombre. Estamos ante una fascinante recreación de una escena no vivida per-sonalmente por Teresa (se supone que contada a ella por Gracián), pero recreada con una viveza y plasticidad que hace pensar en una na-rradora casi omnisciente y autoimplicada, entrando ella misma una y otra vez en escena con el papel zumbón19 de quien se siente herida y

18 El capítulo 31 es el más irónico de la obra, con críticas soterradas e im-plícitas hacia el arzobispo de Burgos (que dice una cosa de palabra, y hace la contraria de obra, y Teresa lo recoge…) (Cf. CARMELITAS DESCALZAS DE PU-ÇOL, “Libro de las Fundaciones: la obra”, en: Comenzando siempre. Páginas escogidas del Libro de las Fundaciones (Teresa de Jesús), o.c., p. 36).

19 El mismo papel ‘zumbón’ se percibe en su labor narradora (metadis-curso y metanarración), entrando y saliendo del discurso para justificar lo que

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contrariada, y que no puede por menos de saltar una y otra vez ante los despropósitos de semejante arzobispo20.

Tras la ida de Gracián (hablaremos de él más adelante), las difi-cultades con el arzobispo persisten, y de qué manera. Leemos media-do el nº 31:

“Quedaron los amigos [de Gracián] más encargados de noso-tras, en especial los dos del padre provincial, y concertados todos de no hablar palabra al Arzobispo [los recelos de la narradora no podían ser más explícitos] hasta que tuviésemos casa; el cual siem-pre decía que deseaba esta fundación más que nadie, y creólo, por-que es tan buen cristiano, que no diría sino verdad. En las obras no se parecía, [la paradoja y la ironía teresiana no podía ser más dela-tora: este personaje es de los que ‘dicen’ y no ‘hacen’, y ya se sabe que ‘por sus obras les conoceréis’ (Mt 7, 20)] porque pedía cosas al parecer imposibles para lo que nosotras podíamos. Esta era la traza que traía el demonio [otro de los personajes antagonistas en Teresa, aquí identificado, sin ningún tapujo, con el señor arzobispo] para que no se hiciese. Mas, ¡oh, Señor, cómo se ve que sois poderoso! [cambio de interlocutor, personaje coadyuvante y aliado clave: vic-toria final asegurada] Que de lo mismo que él buscaba para estor-barlo, sacastes Vos cómo se hiciese mejor. Seáis por siempre bendi-to” (F 31,31).

En el nº 40 siguen las paradójicas actitudes de nuestro arzobispo: “Luego lo supo el Arzobispo, y se holgó mucho se hubiese

acertado tan bien, pareciéndole que su porfía había sido la causa, y tenía gran razón [¿la ‘razón’ que se da a los tontos?]. Yo le escribí que me había alegrado le hubiese contentado [¿pura ironía?], que yo me daría prisa a acomodarla para que del todo me hiciese mer-ced. Con esto que le dije, me di prisa a pasarme, porque me avisa-ron que hasta acabar no se qué escrituras nos querían tener allí. [Y ahora viene toda una oración parentética, pero de la que lector no se

quiere ‘contar’ o dejar de contar: “Parece cosa impertinente detenerme tanto en ‘contar’ la compra de esta casa, y verdaderamente a los que miraban las cosas por menudo no les parecía menos que milagro…” (F 31,38).

20 Más sobre la oposición del arzobispo: “Que decía más…” [el arzobis-po] (F 31,22b); “Nunca se pudo acabar con él [el arzobispo] nos dejase oír en ella misa, aunque fueron dos canónigos a suplicárselo. Lo que se acabó con él…” (F 31,23); “Porque, dejado el pagar la casa, que no tuviéramos re-medio, no se puede decir lo que todos estos desvíos del Arzobispo le costaban [a C. de Tolosa]” (F 31,29).

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apercibe fácilmente:] Y así, aunque no era ido un morador [nuevo personaje antagonista, secundario] que estaba en la casa, que tam-bién se pasó algo en echarle de allí, nos fuimos a un cuarto. Luego me dijeron estaba muy enojado de ello [¿quién? ¿el morador o el arzobispo? Transición no clara, ¿intencionada? Por proximidad de referente, tendríamos que pensar en el ‘morador’21] Le aplaqué todo lo que pude; que, como es bueno, aunque se enoja, pásasele presto. También se enojó de que supo teníamos rejas y torno, que le pare-cía lo quería hacer absolutamente. Yo le escribía que tal no quería, que en casas de personas recogidas había esto, que aun una cruz no había osado poner, porque no pareciese esto, y así era verdad. Con toda la buena voluntad que mostraba, no había remedio de querer dar licencia” (F 31,40).

La ‘licencia’ sólo podía ser del arzobispo, así que hasta terminar de leer el párrafo no nos percatamos de quién está hablando, que es, de nuevo, el dichoso arzobispo: el párrafo lo comenzaba Teresa afir-mando, una sola vez, que se había ‘holgado’, y en la segunda parte de párrafo afirma hasta tres veces que se había ‘enojado’, y mucho, y que tuvo que ‘aplacarle’… Suma y sigue la cantinela de paradojas y contradicciones sin fin de este buen señor (perdón por la ironía)22. Y en el nº 43 más de lo mismo:

“Yo, [continúa Teresa] de que vi tanta tardanza [en la licencia para fundar], escribí al Obispo de Palencia, suplicándole tornase a escribir al Arzobispo, que estaba desabridísimo con él… Y lo que nos espantaba, que nunca al Arzobispo le pareció hacía agravio en nada [nuevo activador del asombro y la queja ante la actitud del ar-zobispo, propia de los que ven la paja en el ojo ajeno…]. Yo le su-pliqué le tornase a escribir, diciéndole que, pues teníamos casa y se hacía lo que él quería, que acabase. Envióme una carta abierta pa-ra él, de tal manera que, a dársela, lo echáramos todo a perder. Y así, el doctor Manso, con quien yo me confesaba y aconsejaba, no

21 ‘Muy enojado de ello’: el arzobispo. ‘Lapsus’ debido probablemente al

pasar la hoja (fol. 129r-v) (cf. ROS, S., “Introducción”, en: Libro de las Fun-daciones, o.c., p. 339, nota 51). Pero está lejos de ser evidente, pues el paso de hoja se da tras el: ‘muy enojado de ello’.

22 En el nº siguiente sigue el mar de contradicciones de nuestro amigo el arzobispo: “Vino a ver la casa y contentóle mucho, y mostrónos mucha gra-cia; mas no para darnos la licencia, aunque dio más esperanzas; que se habían de hacer no sé qué escrituras con Catalina de Tolosa. Harto miedo tenían que no la había de dar… (F 31,41).

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quiso se la diese. Porque, aunque venía muy comedida, decía algu-nas verdades, que para la condición del Arzobispo bastaba a des-abrirle; que ya él lo estaba de algunas cosas que le había enviado a decir, y eran muy amigos. Y decíame [dialogismo, verbo ‘dicendi’ que introduce en estilo indirecto el discurso del arzobispo] a mí que, como por la muerte de nuestro Señor se habían hecho amigos los que no lo eran, que por mí los había hecho a entrambos enemi-gos23. Yo le dije que ahí vería lo que yo era [nueva ironía y tópico de la ‘falsa modestia’, muy de Teresa]. Había yo andado con parti-cular cuidado, a mi parecer, para que no se desabriesen [¡pero ni por esas!, parece querer decir la narradora]” (F 31,43).

Aparece también en escena un aliado del arzobispo, y en cuanto tal, personaje antagonista de Teresa, el ‘provisor’ (especie de vicario del arzobispo). Todo el párrafo de 31,25 presenta a este nuevo perso-naje: “Pues, concertados fiadores y la renta, dijo el Arzobispo se diese al provisor, que ‘luego’ se despacharía. El ‘demonio’ no debía dejar de acudir a él…” Y ahora, el provisor entra en escena con otro aliado más temido, el ‘demonio’, que un poco antes aparecía como aliado del arzobispo, pues sus estorbos no eran sino ‘enredos que ponía el demonio’ (31,22)24. Y más adelante relata Teresa: “Para hacer las es-crituras no se pasó poco, porque ya se contentaban con fiadores, ya querían el dinero, y otras muchas importunidades. En esto no tenía tanta culpa el Arzobispo, sino un provisor que nos hizo harta guerra” (F 31,42). El léxico de carácter bélico25, utilizado por la narradora,

23 En F 31,7 ya anticipada Teresa que ambos, obispo y arzobispo, ‘son

amigos’. En F 31,50 volverán a ser amigos. 24 El ‘demonio’ como personaje antagonista, es frecuente en Teresa, si

bien en este capítulo 31 aparece sólo 7 veces (las más significativas en F 31, 4.11.13.14), frente a las 31 del arzobispo, enemigo mucho más temido que el mismísimo demonio.

25 Tampoco falta, en el capítulo que estamos analizando, el léxico de ca-rácter mercantil, inherente a la Teresa ‘business woman’: “Concertóse que la fuese yo a ver. Contentóme en tanto extremo, que si pidieran dos tantos más de lo que entendía nos la darían, se me hiciera barata. Y no hacía mucho, porque dos años antes lo daban a su dueño y no la quiso dar. Luego otro día vino allí el clérigo y el licenciado, al cual, como vio con lo que se contentaba, quisiera se atara luego. Yo había dado parte a unos amigos y habíanme dicho que si lo daba, que daba quinientos ducados más. Díjeselo, y él parecióle que era barata, aunque diese lo que pedía; y a mí lo mismo, que yo no me detu-viera, que me parecía de balde. Mas como eran dineros de la Orden, hacíase-me escrúpulo. Esta junta era víspera del glorioso padre San José, antes de

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pone sobre el tapete cómo el relato se construye y va avanzando sobre la metáfora de la guerra, con enemigos, aliados, batallas, derrotas y victorias…

Hay también otros personajes antagonistas secundarios, siempre sin nombre, como es el caso del ‘morador’ que habitaba en la casa que iban a adquirir: “Estaba un morador en ella, que había poca gana de que se vendiese, y no quiso mostrársela” (F. 31,34). Más significa-tiva es una ‘viuda’ muy mala que se encuentra pared con pared en una de las estancias temporales de las monjas, en el Hospital de la Concepción. Allí, nos cuenta Teresa, “un aposento que había bueno, habíale alquilado una viuda de aquí; y ella no sólo no nos le quiso prestar, con que no había de ir en medio año a él, mas pesóle de que nos diesen unas piezas en lo más alto [viuda = perro del hortelano], a teja vana, y pasaba una a su cuarto. Y no se contentó con que tenía llave por de fuera, sino echar clavos por de dentro. Sin esto, los co-frades [más antagonistas] pensaron nos habíamos de alzar con el hospital” (F 31,27): más términos bélicos (‘alzar con’). En esta guerra se van abriendo frentes por todos los flancos.

Y más sobre la viuda: “Esto se me hizo lo más dificultoso, porque temí a la viuda, que era rica y tenía parientes, que cuando le diese el antojo nos había de hacer ir” (F 31, 28): y aquí, las veleidades de los poderosos, ricos y con influencias, aparecen desenmascaradas por la pluma teresiana. En una de sus cartas, y en tonos e intencionalidades no muy disímiles, afirmaba: “¡Dios me libre de estos señores que to-do lo pueden y tienen extraños reveses!” (Carta 393, 4)26.

Junto a los personajes antagonistas hay que colocar toda una larga lista de obstáculos contra los que también tuvo que luchar nuestra na-rradora, y de los que ella deja constancia una y otra vez, apoyándose en descripciones de una plasticidad casi cinematográfica. Obstáculos biológicos, psicológicos, climatológicos, geográficos y topográficos.

misa. Yo los dije que después de misa nos tornásemos a juntar y se determi-naría” (F 31,35). Negocios antes de misa y después de misa..., ¿en qué pen-saría durante la misa?: con un ‘jefe de negocios’ deícticamente marcado, la propia fundadora: ‘Yo los dije…’ (loísmo incluido).

26 Menor relevancia tienen los personajes antagonistas colectivos, como son la ‘ciudad’ (cf. F 31, 19, y especialmente 31,39: ‘Era el rumor de la ciu-dad’), o las ‘habladurías’ (cf. F 31,37), o las demás órdenes religiosas de la ciudad (vitorinos, calzados, basilios…, cf. F 31,13).

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Descripciones en ocasiones breves y concisas de la situación material, física y psicológica: “En qué tanto y cómo y de dónde, se debían pa-sar más de tres semanas; y nosotras no oyendo misa, sino las fiestas muy de mañana; y yo con calentura y harto mal” (F 31,24).

Casi desde el comienzo del capítulo (cf. F 31,4) habla de ‘una gran enfermedad’, y de ‘desgana’27, y continúa insistiendo en ‘la poca salud’ (F 31,12) y en ser ‘tan vieja y enferma’ (F 31,16)28. Avanzada la narración, y tras llegar a Burgos y empapada hasta los huesos, nos cuenta Teresa cómo en la casa de Catalina de Tolosa se fueron a se-car: “porque tenía gran lumbre para enjugar [=secar] el agua, y aun-que era en chimenea, me hizo tanto mal que otro día no podía levan-tar la cabeza” (F 31,20). Y la descripción plástica y casi cómica que el lector puede visualizar, efecto negativo de la dichosa lumbre: “que echada hablaba a los que venían por una ventana de reja, que pusimos un velo; que por ser día que por fuerza había de negociar, se me hizo muy penoso” (F 31,20).

El clima y la geografía aparecen muy a menudo como nuevos an-tagonistas: “por ser el tiempo recio y Burgos tan frío” (F 31,5). “Por-que ir yo a Burgos con tantas enfermedades, que les son los fríos muy contrarios, siendo tan frío, parecióme que no se sufría...” Pero inme-diatamente aparece en escena un personaje coadyuvante (hablaremos de él largo y tendido), gracias al cual todo es posible: “Estando pen-sando esto, y muy determinada a no ir, díceme el Señor estas pala-bras, por donde vi que era ya dada la licencia: ‘No hagas caso de esos fríos, que yo soy la verdadera calor29. El ‘demonio’ [personaje anta-gonista] pone todas sus fuerzas por impedir aquella fundación; “pon-las tú de mi parte porque se haga, y no dejes de ir en persona, que se

27 En el aspecto psicológico, Fundaciones 7, dedicado al tema de la ‘me-lancolía’, es sin duda alguna un capítulo interesantísimo, verdaderamente de antología, y que no debería faltar en ninguna historia de la psiquiatría que se precie de tal. Sobre dicho tema, un estudio interesantísimo es el de R. BAR-TRA, Cultura y melancolía. Las enfermedades del alma en la España del Si-glo de Oro, Barcelona: Anagrama, 2001.

28 En carta del 4 de junio de 1582, habla de “no andar ya más, que estoy muy vieja y cansada” (Cta. 436,3).

29 Atención al juego de palabras, con la analogía entre ‘atmósfera exte-rior’ [‘fríos’] y ‘atmósfera interior’ [‘calor’] o anímica o del alma. De la misma manera, sería legítimo hablar de una ‘geografía exterior’ que encuen-tra su analogía en otra ‘geografía (o topografía) interior’.

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hará gran provecho” (F 31,11)30. Monólogo interior (‘estando pen-sando esto’), dialogismo (‘díceme’31), polifonía del discurso (con las famosas ‘hablas’ o locuciones divinas)…

Los obstáculos geográficos de ventas, caminos y posadas (cf. F 31, 17a) con ‘nieves y fríos’ (F 31,12), no podían dejar de estar pre-sentes, como la descripción tan icónica y plástica del paso de los ‘pontones’, ya cerca de Burgos (cf. F 31, 16b)32. Es difícil de conce-bir un texto narrativo desprovisto de elementos descriptivos, ya que la dinámica de la acción parece implicar forzosamente una referencia a personajes, espacios y situaciones varias. En este sentido, las descrip-ciones teresianas, al ser de carácter estático, proporcionan momentos de suspensión temporal que ralentizan el ritmo de la acción, ofrecién-dole al lector verdaderos ‘cuadros costumbristas’.

3. PERSONAJES COADYUVANTES Muchos de estos personajes aparecen designados en el texto tere-

siano como ‘bienhechores’: “Nombré a los bienhechores de estos principios, porque las monjas de ahora y las de por venir es razón se acuerden de ellos en sus oraciones” (F 31,19), a los que quiere rendir homenaje y gratitud, y así se lo pide, explícitamente, al primer desti-natario de la obra, a sus compañeras carmelitas33.

30 Los ‘efectos’ de estas palabras los describe inmediatamente, en el nº siguiente, efectos pragmáticos y de flexibilidad mental: “Con esto torné a mudar parecer, aunque el natural en cosas de trabajo algunas veces repugna, mas no la ‘determinación’ de padecer por este gran Dios. Y así le digo [a Dios] que no haga caso de estos sentimientos de mi flaqueza para mudarme lo que fuere servido, que con su favor no lo dejaré de hacer” (F 31,12).

31 Un ejemplo más extendido de dialogismo se puede localizar en F 31,10.

32 “No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves…” (F 18,4). Y recuérdese en el capítulo de la fundación de Sevilla, con la vívida descripción física del paso del Guadalqui-vir, y la todavía más poderosa descripción etopéyica del ‘hijo del barquero’… (cf. F 24,10-11).

33 La gratitud (tan teresiana, y tan cervantina) es otra de las motivaciones de la redacción de este libro: y así, Teresa deja constancia expresa de cuantos colaboraron en la Reforma, a fin de que sus monjas los recuerden siempre.

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En el capítulo que estamos analizando dos de los personajes co-adyuvantes claves son, el obispo de Palencia y Catalina de Tolosa. Si bien el personaje coadyuvante principal será el Señor. El (‘buen’34) obispo de Palencia es personaje que entra en escena desde el princi-pio del capítulo, y es presentado inmediatamente después del arzobis-po de Burgos. Éste último aparece sin nombre y sin virtud conocida, y presentado de manera lacónica, en abierto contraste con la entrada en escena del obispo de Palencia, con nombre y apellidos, y con un lujo de detalles verdaderamente abrumador en lo que respecta a sus cualidades y virtudes. Entra en escena arrollando:

“Supliqué al Obispo de Palencia, don Álvaro de Mendoza (de quien ya he dicho lo mucho que favorece esta Orden, porque fue el primero que admitió el monasterio de San José de Ávila, siendo allí Obispo, y siempre después nos ha hecho mucha merced, y toma las cosas de esta Orden como propias, en especial las que ‘yo’ le supli-co [clara connivencia de la narradora35], y muy de buena gana dijo se la pediría; porque como le parece se sirve nuestro Señor en estas casas, gusta mucho cuando alguna se funda” (F 31,2).

Catalina de Tolosa es el otro personaje coadyuvante clave de este capítulo. Veamos todo el exceso de alabanzas con que Teresa hace entrar en escena a este personaje:

“Había en esta ciudad de Burgos una santa viuda, llamada Ca-talina de Tolosa36, natural de Vizcaya, que en decir sus virtudes me pudiera alargar mucho, así de penitencia como de oración, de grandes limosnas y caridad, de muy buen entendimiento y valor. Había metido dos hijas monjas en el monasterio de nuestra Orden

Silenciará en cambio, con celo exquisito, los nombres de quienes la entorpe-cen y tratará de exculpar a los contradictores y perseguidores: cf. F 28,1; 28,3, etc. (Cf. GARCÍA DE LA CONCHA, V., “Estudio introductorio”, en: Teresa de Jesús: Libro de las fundaciones, o.c., p. 25). “Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno” (Quijote, II, 58).

34 Cf. F 31,5. 35 Connivencia presente en la confianza que tiene para pedirle sucesivas

cartas de recomendación para aplacar al arzobispo de Burgos (cf. F. 31, 43-44).

36 Sobre la identidad de este personaje, cf. la nota a pie, nº 5, de la edición de Fundaciones, ya citada, de T. Egido, en p. 223.

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de la Concepción, que está en Valladolid, creo había cuatro años, y en Palencia metió otras dos… Todas cuatro han salido como cria-das de tal madre, que no parecen sino ángeles. Dábales buenos do-tes y todas las cosas muy cumplidas, porque lo es ella mucho. Todo lo que hace, muy cabal…” (F 31, 8-9).

Comienza calificándola de ‘santa viuda’ (en abierto contraste a la ‘viuda’ malísima de F 31, 27-28), con nombre y apellidos (no así los malos de la película, como la viuda o el arzobispo, que carecen de nombre), y toda una acumulación etopéyica de cualidades positivas verdaderamente abrumadora, estructuradas en parejas bimembres: penitencia y oración, limosnas y caridad, entendimiento y valor… Y la alabanza indirecta al alabar a sus propias hijas… Hasta quince ve-ces aparecen recurrencias de este personaje, siempre con nombre y apellido.

Una etopeya verdaderamente de antología sobre esta mujer nos lo encontramos en F 31,30, donde el carácter apreciativo del lenguaje se dispara:

“Estaba este hospital [cf. nº 27] muy lejos de su casa [de Cata-lina de Tolosa]. Casi cada día nos veía con gran voluntad, y enviar todo lo que habíamos menester, con que nunca cesaban de decirle dichos, que, a no tener el ánimo que tiene, bastaban para dejarlo to-do. Ver yo lo que ella pasaba, me daba a mí harta pena. Porque, aunque las más veces lo encubría, otras no lo podía disimular, en especial cuando la tocaban en la conciencia; porque ella la tiene tan buena, que, por grandes ocasiones que algunas personas le dieron, nunca la oí palabra que fuese ofensa de Dios. Decíanla que se iba al infierno, que cómo podía hacer lo que hacía teniendo hijos. Ella lo hacía todo con parecer de letrados, porque aunque ella quisiera otra cosa, por ninguna de la tierra no consintiera yo hiciera cosa que no pudiera, aunque se dejaran de hacer mil monasterios, cuán-to más uno. Mas como el medio que se trataba era secreto, no me espanto se pensase más. Ella respondía con una cordura, que la tie-ne mucha, y lo llevaba, que bien parecía la enseñaba Dios a tener industria para contentar a unos y sufrir a otros, y le daba ánimo para llevarlo todo. ¡Cuánto más le tienen para grandes cosas los siervos de Dios, que los de grandes linajes, si les falta esto! Aun-que ella no le falta mucha limpieza de sangre en el suyo, que es muy hija de algo” (F 31,30).

“Mira, Sancho -dijo Don Quijote-: dondequiera que está la virtud en eminente grado, es perseguida” (Quijote, II, 2). Pues lo mismo pa-

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sa ahora con nuestra Catalina: nunca cesaban de decirle dichos; De-cíanla que se iba al infierno… También la misma Teresa fue objeto de frecuentes murmuraciones y decires, de unos y de otros. Ver yo lo que ella pasaba, me daba a mí harta pena; no consintiera yo hiciera cosa que no pudiera, aunque se dejaran de hacer mil monasterios…: hay una evidente empatía de la narradora con este personaje (y con otros), llegando casi la narradora a identificarse con él, y que transmi-te al lector con hipérbola numérica inclusive. Derroche de elogios hacia Catalina: su buena conciencia, su gran cordura ‘para contentar a unos y sufrir a otros’… Más la reflexión final (a modo de queja y denuncia), dirigida ahora al lector, y sobre otro de los temas recurren-tes y obsesionantes en Teresa, y que la acompañarán hasta el final de sus días, la honra, con su apuesta por el linaje de las virtudes frente al de los rancios abolengos: ¡Cuánto más le tienen [ánimo] para gran-des cosas los siervos de Dios, que los de grandes linajes…!

En realidad, el retrato de esta mujer, Catalina de Tolosa, es el vivo retrato de la misma Teresa, proyectado subconscientemente sobre es-ta mujer. Cada rasgo y elemento descrito tan minuciosamente por la narradora, encuentra paralelo en lo que fue la vida de Teresa. Yo al menos así lo creo… Es evidente que, desde una hermenéutica literal, estamos ante una etopeya de Catalina de Tolosa, pero no menos de la misma Teresa de Jesús.

Dejemos a Catalina y volvamos ahora la mirada sobre el persona-je coadyuvante principal, que no podía ser otro que el Señor. Omni-presente en los escritos de Teresa, cobra una especial relevancia siempre que la acción se complica, como ocurre desde F 31,4:

“Cada vez que ha de haber trabajo en alguna fundación, como nuestro Señor me conoce por tan miserable, siempre me ayuda con palabras y con obras. He pensado algunas veces cómo en algunas fundaciones que no los ha habido, no me advierte su Majestad de nada. Así ha sido en esto; que como sabía lo que se había de pasar, desde luego [=inmediatamente] me comenzó a dar aliento. Sea por todo alabado” (F 31,4a).

Nos presenta aquí la narradora al ‘Señor’, en cierto sentido prota-gonista principal de toda la aventura fundacional, y se autopresenta ella misma, como siempre, una mujer ‘tan miserable’, en abierto con-traste (como no podía ser menos) con el personaje principal. Ella apa-rece así como la co-protagonista minimizada, dentro de los más ran-

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cios tópicos de la ‘falsa modestia’ que tan pormenorizadamente estu-diara Curtius37. Y aparece explícito el carácter pragmático de la pre-sencia divina, hecha de ‘verba et facta’ (‘me ayuda con palabras y obras’). Una presencia, la de Dios, omnisciente y sabedora de todo de ante mano (‘como sabía lo que había de pasar’): Dios lo sabe todo en su presciencia; Teresa lo sabe porque ya ha pasado por ello; y el lec-tor comienza a intuir lo que se avecina. Así la narradora crea/mantiene la intriga o tensión narrativa. Y Dios mismo entra en escena para reprochar, de viva voz, a nuestra fundadora:

“Así fue aquí, como dejo ya dicho en la fundación de Palencia, que juntamente se trataba, que con una manera de reprensión me dijo que de qué temía, que cuándo me había faltado: “el mismo soy, no dejes de hacer estas dos fundaciones”. Porque queda dicho en la pasada el ánimo con que me dejaron estas palabras, no hay para qué lo tornar a decir aquí; porque luego se me quitó toda la pe-reza” (F 31,4b).

Teresa rememora la entrada en escena de este personaje en la fun-dación de Palencia38, lo hace tanto en estilo indirecto como directo. Estamos ante uno de los elementos recurrentes de su discurso, las llamadas ‘hablas’ del Señor o polifonía textual39. Lo verdaderamente relevante aquí son los efectos que producen dichas palabras, el poder performativo que desarrollan sobre nuestra narradora, afectando su vida y transformándola. De tal manera que, en estas palabras (en estas ‘palabras del Señor’) ‘decir es hacer’40.

37 Cfr. CURTIUS, E. R., Literatura europea y Edad Media latina, vol. I,

Madrid, F.C.E., 1989; cf. tb., PORQUERAS MAYO, S. El prólogo como género literario. Su estudio en el Siglo de Oro español, Madrid, CSIC, 1957.

38 “Díjome nuestro Señor con una manera de reprensión: ‘¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones’. ¡Oh, gran Dios, y cómo son diferentes vuestras pala-bras de las de los hombres! Así quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastara a ponerme contradicción. Y comencé luego a tratar de ello, y comenzó nuestro Señor a darme medios” (F 29,6).

39 Cf. al respecto las obras de G. REYES, Los procedimientos de cita: esti-lo directo y estilo indirecto, Madrid: Arco/ Libros, 1993, y Polifonía textual. La citación en el relato literario, Madrid: Gredos, 1984.

40 Cf. las obras ya clásicas de J. L. AUSTIN, Cómo hacer cosas con pala-bras, Barcelona: Paidós, 1998; y J. R. SEARLE, Actos de habla. Ensayo de fi-losofía del lenguaje, Madrid: Cátedra, 1994.

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Muchas veces la entrada en escena de este personaje principal se solapa con una especie de ‘monólogo interior’41 de la propia narrado-ra, muy frecuente en los escritos teresianos, en virtud del cual Teresa parece desnudar su pensamiento ante el lector, dejando que el flujo de su pensamiento42 emerja a la superficie. De esta forma, el lector se puede introducir en la vida interior de la narradora. Y así, ya no sa-bemos si la autora habla con Dios, habla consigo misma, o Dios mis-mo entra en escena para darle confianza y certeza en su aventura fun-dacional:

“¡Oh, Señor mío, qué cierto es a quien os hace algún servicio pagar luego con un gran trabajo! ¡Y qué precio tan precioso para los que de veras os aman, si luego [=inmediatamente] se nos diese a entender su valor! Mas entonces no quisiéramos esta ganancia, por-que parece lo imposibilitaba todo” (F 31,22). “Estando en esta aflicción, y mis compañeras la tenían mucha, sin estar en oración, me dice nuestro Señor estas palabras: “Ahora, Teresa, ten fuerte” (F 31,26)43.

Este ‘shifting’ o cambio de interlocutor hacia Dios (personaje no presente y a la vez omnisciente y omnipresente) viene propiciado por un contratiempo u obstáculo en el camino fundacional. Al dirigirse directamente a Dios con vocativo explícito (‘Señor’), busca hacerle entrar en escena como personaje coadyuvante e instancia de consuelo en medio de las dificultades y trabajos.

Además de los personajes principales vistos, se pueden rastrear toda una larga lista de personajes secundarios coadyuvantes: los je-suitas (“algunas personas de mucha religión de la Compañía de Jesús, antiguas, y de letras y espíritu” -F 31,1); laicos como María Manrique

41 Un claro ejemplo de ‘monólogo interior’: “Estando un día con el licen-ciado Aguiar, […] me acordé de esta que digo que teníamos ya dejada, y pensé: “Aunque sea tan mala como dicen socorrámonos en esta necesidad, después se puede vender”. Y díjelo al licenciado Aguiar que si quería hacerme merced de verla” (F 31,33).

42 Tanto el ‘monólogo interior’ como el ‘flujo de consciencia’ remiten a ese lenguaje interior al que históricamente la literatura ha dado su propia voz.

43 “Nosotras nos fuimos a encomendarlo a Dios, el cual me dijo: “¿En di-neros te detienes?”, dando a entender nos estaba bien” (F 31,36). Dios parece entrar en escena participando, sin rubor alguno, en el diálogo cotidiano. Nun-ca, en historia de la literatura espiritual, habíamos podido oír tan cercana la voz de Dios.

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y su hijo regidor, Alonso de Santo Domingo (cf. F 31,10); el canóni-go Salinas (F 31,18); Hernando de Matanza y Francisco de Cuevas (F 31,28)…

Un personaje más complejo y enigmático, y difícil de etiquetar (‘redondo’44) es el padre provincial, su adorado P. Gracián. Podría ser tanto coadyuvante como oponente. Es nombrado de manera explícita en F 31,17 (aunque aparece antes en escena) como fray Jerónimo Gracián de la Madre Dios, y con explícitos elogios. Pero cuando va avanzando el relato y crecen las dificultades la figura de Gracián co-mienza a difuminarse: “pesábame harto de que hubiese venido con nosotras” (F 31,26). Y cuando ya abandona la escena para irse a Va-lladolid, la narradora parece mostrar cierta liberación personal: “Yo quedé más aliviada de verle ido” (F 31,31)45.

4. RESOLUCIONES PARCIALES Y FINAL DE LA ACCIÓN NARRATIVA Las primeras resoluciones o desenlaces positivos o victorias par-

ciales de esta acción o de esta guerra, las encontramos en F 31,39, donde el carácter descriptivo cobra una fuerza y color muy peculia-res:

“Como él [el licenciado Aguiar, personaje coadyuvante] le tie-ne tan grande [el entendimiento], y le puso Dios la voluntad, acabó con él esta obra [la adquisición de la casa]. Estuvo más de un mes ayudando y dando traza46 a que se acomodase bien y a poca costa. Parecía bien había guardádola nuestro Señor para sí, que casi todo

44 Fue Forster el que clasificó los personajes de la novela en ‘planos’ y

‘redondos’: los caracteres ‘planos’ se encuentran construidos en torno a una única idea o cualidad, son fácilmente reconocibles en cuanto aparecen, no ne-cesitan nunca de una reintroducción, no se escapan nunca, no tienen que ser vigilados para ver su evolución, y el lector los reconoce fácilmente. En cam-bio, los caracteres "redondos" no pueden resumirse en una frase, no nos acor-damos tan fácilmente de ellos, tienen facetas como un ser humano, son capa-ces de sorprender de forma convincente (cf. ALLOTT, M., Los novelistas y la novela, Barcelona: Seix Barral, 1966, pp. 358-9).

45 Cf. la nota a pie, nº 13, de la edición de Fundaciones, ya citada, de T. Egido, en p. 230.

46 “Decimos ‘dar traza’ a un negocio, concertarle y dar medio para que se efectúe” (COVARRUBIAS, S., o.c., s.v. TRAZAR).

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parecía se hallaba hecho. Es verdad, que luego que la vi, y todo como si se hiciera para nosotras, que me parecía cosa de sueño ver-lo tan presto hecho. Bien nos pagó nuestro Señor lo que se había pasado en traernos a un deleite, porque de huerta y vistas y agua, no parece otra cosa. Sea por siempre bendito, amén” (F 31,39).

Nos encontramos aquí con un tema recurrente en los escritos tere-sianos, el calderoniano tema de la vida como ‘sueño’, y de manera más concreta, en su dimensión de idealización casi paradisíaca de la realidad cotidiana y el espacio conventual, convertido aquí en un nuevo Edén. La narradora parece gozar describiendo las primeras mieles de la victoria. La enumeración tripartita (‘huerta, vistas, agua’) que le sirve para describir el reencuentro con la naturaleza y el mundo exterior, no es otra cosa que un trasunto del mundo interior, ambos ahora en perfecta armonía y reconciliados47, en recirculación mutua y retroalimentados. Un doble mundo contemplado desde el foco de la positividad pura, como lo da a entender el orden de los elementos de la frase. El orden lógico hubiera sido: ‘no parece otra cosa que un de-leite de huerta, vistas, agua…’ Al trastocar Teresa el orden de las pa-labras, la focalización narrativa queda orientada hacia el término ‘de-leite’, que es lo primero que el lector se encuentra en la secuencia del discurso.

Sin duda, esta tendencia a la idealización de lo cotidiano es uno de los encantos de Fundaciones. Para García de la Concha, la clave del logro artístico de esta obra sería esta: que la vida cotidiana es elevada a categoría de gran epopeya y que ésta, a su vez, es contada a modo de cuento familiar cotidiano48. Es la evocación poética del mundo alentada por una emoción capaz de proporcionar tonalidades y colo-res nuevos a motivaciones de la existencia común. E inseparable de la idealización, está el providencialismo siempre de fondo49: la relectura de acontecimientos y experiencias de la vida cotidiana, de caminos y demás peripecias, para verlo todo en perspectiva providencialista, en

47 “Aprovechábame a mí también ver campo, o agua, flores; en estas co-

sas hallaba yo memoria del Criador, digo que me despertaban y recogían y servían de libro” (V 9,5).

48 Cf. GARCÍA DE LA CONCHA, V., “Estudio introductorio”, en: Teresa de Jesús: Libro de las fundaciones, o.c., p. 41.

49 Cf. MANCINI, G., “Estudio critico”, en: Las fundaciones, o.c., pp. 20-21.

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un afán por ‘ver a Dios en todas cosas’ (P. T. de Chardin), casi en una mística de ‘ojos abiertos’ (J. B. Metz)50. Toda una ‘teología de la his-toria’51.

El marcador del discurso ‘en fin’, que aparece mediado el párrafo de F 31,44, aporta los valores de cierre y conclusión de la acción. Cierre reforzado por la fórmula de bendición y alabanza que encon-tramos unas líneas más abajo, y que pone de manifiesto el alivio ex-perimentado por la fundadora: “Sea sinfín bendito su nombre y ala-bado por siempre jamás, amén” (F 31,44):

“En fin, ella vino de suerte, junto con la diligencia del doctor Manso, que nos la dio [la licencia], y envió con ella al buen Her-nando de Matanza, que no venía poco alegre. Este día estaban las hermanas harto más fatigadas que nunca habían estado, y la buena Catalina de Tolosa de manera que no la podía consolar, que parece quiso el Señor, al tiempo que nos había de dar el contento, apretar más; que yo, que no había estado desconfiada, lo estuve la noche antes. Sea para sin fin bendito su nombre y alabado por siempre jamás, amén” (F 31,44).

Podría haber sido este un buen cierre del capítulo, con la resolu-ción (o victoria) final o desenlace de la aventura ya hecho explícito. Pero Teresa, en el número siguiente, quiere ofrecerle al lector un pe-queño catálogo (incompleto) de algunos de los personajes que han ido apareciendo en escena, tanto de los coadyuvantes como de los opo-nentes: la ciudad, el arzobispo, Catalina de Tolosa, ella misma y, por supuesto, Dios:

“Estaban todos los amigos muy contentos, y casi se le dio a to-da la ciudad, que nos habían mucha lástima de vernos andar así. Y parecíales tan mal lo que hacía el Arzobispo, que algunas veces sen-tía yo más lo que oía de él que no lo que pasaba. El alegría de la buena Catalina de Tolosa y de las hermanas era tan grande, que a mí me hacía devoción, y decía a Dios: “Señor, ¿qué pretenden estas vuestras siervas más de serviros y verse encerradas por Vos adonde nunca han de salir?” (F 31,45).

50 En Teresa hay una sencillez esencial en todo: en lenguaje, en vida, en

espiritualidad. Y así, habla de un traje de jerga, de su camastro, de la pobreza del convento de Duruelo… Su sencillez ‘desnuda’ era la forma más idónea para relatar los grandes milagros que Dios le otorga (Cf. MANCINI, G., “Estu-dio critico”, en: Las fundaciones, o.c., p. 40).

51 Cf. ROS, S., “Introducción”, en: Libro de las Fundaciones, o.c., p. 21.

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El tono gozoso y positivo de todo el párrafo es evidente, envuelto siempre por ese continuo carácter exhortativo del discurso teresiano, pues aunque el destinatario formal de las palabras últimas de Teresa es Dios, en virtud de la polifonía y de los así llamados actos de habla indirectos, el destinatario real son sus hermanas y compañeras, a quienes se dirige en tono maternalista y extremadamente cortés.

5. EVALUACIÓN Y EXHORTACIÓN FINALES Parecidos tonos exhortativos y hasta mistagógicos se percibe en

todo el número siguiente, en F 31,46: aquí Teresa juega con una de sus imágenes preferidas, la del ‘agua viva’ de la samaritana, y se des-pecha con unas explícitas críticas al matrimonio de entonces, que lo ve sin más como ámbito de esclavitud, en oposición al convento que se nos pinta como espacio de libertad, pues al entrar aquí, es Dios mismo el que las escoge para “librarlas de estar sujetas a un hombre que muchas veces les acaba la vida, y plega a Dios no sea también el alma” (F 31,46). La visión que Teresa tiene del matrimonio de sus contemporáneos no podía ser más negativa. Y la razón no podía ser más evidente: la mujer pierde su libertad, esa libertad que tanto an-helaba y añoraba Teresa para la mujer…

Y junto a la cuestión de la mujer y su libertad (siempre la queja más amarga y resentida de los escritos teresianos), otro de los temas por los que nuestra fundadora mostraba una especial querencia era la ‘brevedad de la vida’:

“¡Oh, verdadero hombre y Dios, esposo mío! ¡En poco se debe tener esta merced! Alabémosle, hermanas mías, porque nos la ha hecho, y no nos cansemos de alabar a tan gran Rey y Señor, que nos tiene aparejado un reino que no tiene fin por unos trabajillos envueltos en mil contentos que se acabarán mañana. Sea por siem-pre bendito, amén, amén” (F 31,47).

Estamos ante toda una danza de interlocutores: acaba de dirigirse a sus monjas, ahora se dirige a Dios (destinatario formal, pues el real siguen siendo sus compañeras religiosas), y nueva redirección hacia las ‘hermanas mías’ (con vocativo expreso). Todo esto le sirve a Te-resa de marco para introducir otra de sus obsesiones: el ya apuntado tema de la brevitas vitae, razón de más para vivir pendientes del ‘rei-

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no que no tiene fin’. En pocas palabras, y siempre coloreadas por el encanto de lo coloquial52, Teresa nos brinda su definición (fruto de una experiencia vital) de la vida humana (presente y futura): un reino que no tiene fin por unos trabajillos envueltos en mil contentos que se acabarán mañana. La meta eterna es ese ‘reino sin fin’53. Las dificul-tades del viaje de la vida presente quedan minimizadas por el diminu-tivo (‘trabajillos’) y su envoltorio positivo y en hipérbole numérica (‘envueltos en mil contentos’), y relativizadas por la ‘brevitas’ de la vida humana (‘que se acabarán mañana’54). Otra de las constantes del universo religioso teresiano, de su percepción vital de la existencia humana.

DESPEDIDA Y CIERRE: F 31,50

“Y estando pensando en esto una vez, después de comulgar, ‘me dijo’ el Señor: “¿En qué dudas?, que ya esto está acabado; bien te puedes ir”; dándome a entender que no les faltaría lo necesario. Porque fue de manera, que, como si las dejara muy buena renta, nunca más me dio cuidado. Y luego traté de mi partida, porque me parecía que ya no hacía nada aquí más de holgarme en esta casa, que es muy a mi propósito, y en otras partes, aunque con más traba-jo, podía aprovechar más. El Arzobispo y Obispo de Palencia se quedaron muy amigos, porque luego el Arzobispo nos mostró mu-cha gracia y dio el hábito a su hija de Catalina de Tolosa y a otra monja que entró luego aquí. Y hasta ahora no nos dejan de regalar algunas personas, ni dejará nuestro Señor padecer a sus esposas, si ellas le sirven como están obligadas. Para esto las dé su Majestad gracia por su gran misericordia y bondad” (F 31,50).

El párrafo final, que cierra el capítulo 31 y casi el libro, comienza a modo de monólogo interior (‘estando pensando una vez’): aparece

52 El mejor reflejo de este aspecto de su lenguaje, y de la oralidad que

siempre lo acompaña, es el siguiente: “Que trata de la fundación de los mo-nesterios de Pastrana, ansí de frailes como de monjas. Fue en el mismo año de 1570, digo 1569" (Cap. 17, epígr.). Así como en la oralidad se conservan los ensayos léxicos porque no es posible borrar lo que se acaba de decir, lo mismo ocurre en la escritura teresiana.

53 ¡Para siempre, siempre, siempre! (V 1,5). 54 Dos horas son de vida, grandísimo el premio (CE 2,7).

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el flujo del pensamiento de la narradora, y junto a él unas palabras que suenan a despedida: ‘Y luego traté de mi partida’. La ‘partida’ de Burgos, sin duda…, y que a nosotros se nos antoja ver también como la ‘partida’ de este mundo (estamos en junio de 1582). Una vez más entra en escena el personaje coadyuvante principal, el Señor, que, en estilo directo, la anima a la ‘partida’: ‘bien te puedes partir’. ¿Por qué no ver aquí una subconsciente o subterránea disemia o ambigüedad: la ‘partida’ de Burgos, pero también la ‘partida’ de este mundo?

Además, como en las buenas comedias, todo termina en un desen-lace feliz, un Happy End. Teresa se puede ‘partir’ dejando tras de sí un mundo reconciliado: la jerarquía (arzobispo y obispo) se reencuen-tra (‘quedaron amigos’); el pueblo queda agradecido, pues ‘no nos dejan de regalar algunas personas’; hay una reconciliación con la creación, donde la geografía exterior (cf. F 31,39: ‘huerta, vistas, agua’) remite a su vez a la geografía interior, al espacio interior de la persona. Y el espacio conventual no sólo es un espacio paradisíaco, sino también un espacio de libertad (cf. F 31,46) en un mundo que menosprecia a la mujer.