El ayuno

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TERCER ISAÍAS CAPÍTULO 56 El Templo, Casa de oración para todos los pueblos 56:1 Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia. 56:2 ¡Feliz el hombre que cumple estos preceptos y el mortal que se mantiene firme en ellos, observando el sábado sin profanarlo y preservando su mano de toda mala acción! 56:3 Que no diga el extranjero que se ha unido al Señor: "El Señor me excluirá de su Pueblo"; y que tampoco diga el eunuco: "Yo no soy más que un árbol seco". 56:4 Porque así habla el Señor: A los eunucos que observen mis sábados, que elijan lo que a mí me agrada y se mantengan firmes en mi alianza, 56:5 yo les daré en mi Casa y dentro de mis muros un monumento y un nombre más valioso que los hijos y las hijas: les daré un nombre perpetuo, que no se borrará. 56:6 Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza, 56:7 yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos. 56:8 Oráculo del Señor, que reúne a los desterrados de Israel: Todavía reuniré a otros junto a él, además de los que ya se han reunido. Contra los malos pastores 56:9 ¡Bestias del campo, fieras de la selva, vengan todas a devorar!

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TERCER ISAÍAS

CAPÍTULO 56

El Templo, Casa de oración para todos los pueblos

56:1 Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia,

porque muy pronto llegará mi salvación

y ya está por revelarse mi justicia.

56:2 ¡Feliz el hombre que cumple estos preceptos

y el mortal que se mantiene firme en ellos,

observando el sábado sin profanarlo

y preservando su mano de toda mala acción!

56:3 Que no diga el extranjero

que se ha unido al Señor:

"El Señor me excluirá de su Pueblo";

y que tampoco diga el eunuco:

"Yo no soy más que un árbol seco".

56:4 Porque así habla el Señor:

A los eunucos que observen mis sábados,

que elijan lo que a mí me agrada

y se mantengan firmes en mi alianza,

56:5 yo les daré en mi Casa y dentro de mis muros

un monumento y un nombre

más valioso que los hijos y las hijas:

les daré un nombre perpetuo, que no se borrará.

56:6 Y a los hijos de una tierra extranjera

que se han unido al Señor para servirlo,

para amar el nombre del Señor

y para ser sus servidores,

a todos los que observen el sábado sin profanarlo

y se mantengan firmes en mi alianza,

56:7 yo los conduciré hasta mi santa Montaña

y los colmaré de alegría en mi Casa de oración;

sus holocaustos y sus sacrificios

serán aceptados sobre mi altar,

porque mi Casa será llamada

Casa de oración para todos los pueblos.

56:8 Oráculo del Señor,

que reúne a los desterrados de Israel:

Todavía reuniré a otros junto a él,

además de los que ya se han reunido.

Contra los malos pastores

56:9 ¡Bestias del campo,

fieras de la selva,

vengan todas a devorar!

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56:10 Sus guardianes son todos ciegos,

ninguno de ellos sabe nada.

Todos ellos son perros mudos,

incapaces de ladrar.

Desvarían acostados,

les gusta dormitar.

56:11 Esos perros voraces

nunca terminan de saciarse,

¡y ellos son los pastores!

No saben discernir,

cada uno toma por su camino,

todos, hasta el último, detrás de su ganancia.

56:12 "¡Vengan! Voy en busca de vino;

nos embriagaremos con bebida fuerte,

y mañana será lo mismo que hoy,

o más, muchísimo más".

CAPÍTULO 57

La indiferencia ante la muerte de los justos

57:1 El justo desaparece y a nadie le llama la atención;

los hombres de bien son arrebatados,

sin que nadie comprenda

que el justo es arrebatado

a consecuencia de la maldad.

57:2 Pero llegará la paz:

los que van por el camino recto

descansarán en sus lechos.

Contra los idólatras

57:3 ¡Y ustedes, acérquense aquí,

hijos de una hechicera,

raza de un adúltero y una prostituta!

57:4 ¿De quién se burlan?

¿Contra quién abren la boca

y sacan la lengua?

¿No son ustedes hijos de la rebeldía,

una raza bastarda?

57:5 ¡Ustedes, que arden de lujuria

junto a los terebintos,

bajo todo árbol frondoso,

e inmolan niños en los torrentes,

en las hendiduras de las rocas!

57:6 Las piedras lisas del torrente son tu parte:

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¡sí, ellas te han tocado en suerte!

En su honor has derramado libaciones,

has presentado ofrendas,

y yo ¿me dejaré aplacar con esas cosas?

57:7 Sobre una montaña alta y empinada

has instalado tu lecho,

y allí has subido a ofrecer sacrificios.

57:8 Detrás de los postes de la puerta

has colocado tu memorial;

te has desnudado, bien lejos de mí,

y has subido al lecho que habías tendido;

has hecho un trato con uno de esos

con quienes te gusta acostarte,

y has contemplado la insignia.

57:9 Corres hacia Mélec con el aceite,

prodigas tus perfumes;

envías muy lejos a tus mensajeros,

los haces descender hasta el Abismo.

57:10 Te has cansado de tanto caminar,

pero no dices: "¡Es inútil!"

Has renovado la fuerza de tu brazo,

y por eso no te has debilitado.

57:11 ¿De quién tenías miedo, a quién temías,

para mentir y no acordarte de mí,

para no prestarme ninguna atención?

¿Será porque me quedé callado y cerré los ojos

que tú no me temes?

57:12 ¡Pero yo voy a denunciar tu justicia y tus obras:

ellas no te servirán de nada!

57:13 Cuando clames, que te libren tus ídolos:

¡el viento se los llevará a todos ellos,

un soplo los disipará!

Pero el que se refugia en mí heredará la tierra

y entrará en posesión de mi santa Montaña.

Promesa de perdón para los pecadores arrepentidos

57:14 Entonces se dirá:

¡Abran paso, abran paso, preparen un camino,

quiten los obstáculos del camino de mi Pueblo!

57:15 Porque así habla el que es alto y excelso,

el que habita en una morada eterna,

aquel cuyo Nombre es santo:

Yo habito en una altura santa,

pero estoy con el contrito y humillado,

para reavivar los espíritus humillados,

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para reavivar los corazones contritos.

57:16 No, yo no recrimino para siempre

ni me irrito eternamente,

porque entonces desfallecerían ante mí

el espíritu y el aliento de vida

que yo mismo hice.

57:17 Por sus ganancias injustas, yo me irrité

y lo herí, ocultándome en mi irritación,

pero el rebelde siguió el camino que quería.

57:18 Yo he visto sus caminos, pero lo sanaré,

lo guiaré y lo colmaré de consuelos;

y de los labios de los que están de duelo,

57:19 haré brotar la acción de gracias.

¡Paz al que está lejos,

paz al que está cerca!

Yo lo sanaré, dice el Señor.

57:20 Pero los impíos son como un mar agitado,

que no se puede calmar

y cuyas aguas arrojan fango y cieno.

57:21 ¡No hay paz para los impíos!,

dice el Señor.

CAPÍTULO 58

El falso ayuno

58:1 ¡Grita a voz en cuello, no te contengas,

alza tu voz como una trompeta:

denúnciale a mi pueblo su rebeldía

y sus pecados a la casa de Jacob!

58:2 Ellos me consultan día tras día

y quieren conocer mis caminos,

como lo haría una nación que practica la justicia

y no abandona el derecho de su Dios;

reclaman de mí sentencias justas,

les gusta estar cerca de Dios:

58:3 "¿Por qué ayunamos y tú no lo ves,

nos afligimos y tú no lo reconoces?"

Porque ustedes, el mismo día en que ayunan,

se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre.

58:4 Ayunan para entregarse a pleitos y querellas

y para golpear perversamente con el puño.

No ayunen como en esos días,

si quieren hacer oír su voz en las alturas.

58:5 ¿Es este acaso el ayuno que yo amo,

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el día en que el hombre se aflige a sí mismo?

Doblar la cabeza como un junco,

tenderse sobre el cilicio y la ceniza:

¿a eso lo llamas ayuno

y día aceptable al Señor?

El ayuno agradable al Señor

58:6 Este es el ayuno que yo amo

—oráculo del Señor—:

soltar las cadenas injustas,

desatar los lazos del yugo,

dejar en libertad a los oprimidos

y romper todos los yugos;

58:7 compartir tu pan con el hambriento

y albergar a los pobres sin techo;

cubrir al que veas desnudo

y no despreocuparte de tu propia carne.

58:8 Entonces despuntará tu luz como la aurora

y tu llaga no tardará en cicatrizar;

delante de ti avanzará tu justicia

y detrás de ti irá la gloria del Señor.

58:9 Entonces llamarás, y el Señor responderá;

pedirás auxilio, y él dirá: "¡Aquí estoy!"

Si eliminas de ti todos los yugos,

el gesto amenazador y la palabra maligna;

58:10 si ofreces tu pan al hambriento

y sacias al que vive en la penuria,

tu luz se alzará en las tinieblas

y tu oscuridad será como el mediodía.

58:11 El Señor te guiará incesantemente,

te saciará en los ardores del desierto

y llenará tus huesos de vigor;

tú serás como un jardín bien regado,

como una vertiente de agua,

cuyas aguas nunca se agotan.

58:12 Reconstruirás las ruinas antiguas,

restaurarás los cimientos seculares,

y te llamarán "Reparador de brechas",

"Restaurador de moradas en ruinas".

La observancia del sábado

58:13 Si dejas de pisotear el sábado,

de hacer tus negocios en mi día santo;

si llamas al sábado "Delicioso"

y al día santo del Señor "Honorable";

si lo honras absteniéndote de traficar,

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de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente,

58:14 entonces te deleitarás en el Señor;

yo te haré cabalgar sobre las alturas del país

y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob,

porque ha hablado la boca del Señor.

CAPÍTULO 59

El pecado, barrera entre Dios y su Pueblo

59:1 No, el Señor no es corto de mano para salvar

ni duro de oído para escuchar:

59:2 han sido las culpas de ustedes

las que han puesto una barrera

entre ustedes y su Dios;

sus pecados le han hecho cubrirse el rostro

para dejar de escucharlos.

59:3 Las manos de ustedes están manchadas de sangre

y sus dedos, de iniquidad;

sus labios dicen mentiras,

sus lenguas murmuran perfidias.

59:4 Nadie apela con justa razón

ni va a juicio de buena fe;

se pone la confianza en palabras vacías

y se habla con falsedad;

se está grávido de malicia

y se da a luz la iniquidad.

59:5 Ellos incuban huevos de víboras

y tejen telas de araña;

el que come de esos huevos, muere,

y si se los rompe, salta una culebra.

59:6 Con sus telas no se hará un vestido

y nadie se cubrirá con lo que hacen.

Sus obras son obras de maldad

y en sus manos no hay más que violencia;

59:7 sus pies corren hacia el mal,

se apresuran para derramar sangre inocente;

sus planes son planes perversos,

a su paso hay devastación y ruina.

59:8 No conocen el camino de la paz,

en sus senderos, no existe el derecho.

Abren para sí mismos sendas tortuosas:

el que las recorre, no conoce la paz.

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Humilde reconocimiento del pecado

59:9 Por eso, el derecho está lejos de nosotros

y la justicia, fuera de nuestro alcance.

Esperábamos luz, y sólo hay tinieblas,

claridad, y caminamos a oscuras.

59:10 Andamos a tientas como los ciegos contra la pared,

andamos a tientas, como el que está sin ojos;

en pleno mediodía tropezamos como al anochecer,

en pleno vigor estamos como los muertos.

59:11 Todos nosotros gruñimos como osos,

gemimos sin cesar como palomas.

Esperábamos el juicio, ¡y nada!,

la salvación, y está lejos de nosotros.

59:12 Porque son muchas nuestras rebeldías delante de ti

y nuestros pecados atestiguan contra nosotros;

sí, nuestras rebeldías nos acompañan

y conocemos bien nuestras iniquidades:

59:13 fuimos rebeldes y renegamos del Señor,

dimos la espalda a nuestro Dios,

hablamos de oprimir y traicionar,

y urdimos palabras engañosas en el corazón.

59:14 Así retrocede el derecho

y se mantiene alejada la justicia,

porque la verdad está por el suelo en la plaza

y la rectitud no tiene acceso.

59:15 La verdad está ausente

y los que se apartan del mal son despojados.

La intervención justiciera del Señor

El Señor ha visto con desagrado

que ya no existe el derecho.

59:16 Él vio que no había nadie,

se sorprendió de que nadie interviniera.

Entonces su brazo lo socorrió

y su justicia lo sostuvo.

59:17 Él se puso la justicia por coraza

y sobre su cabeza, el casco de la salvación;

se vistió con la ropa de la venganza

y se envolvió con el manto del celo.

59:18 Conforme a las obras, será la retribución:

furor para sus adversarios, represalia para sus enemigos.

59:19 Desde el Occidente, se temerá el nombre del Señor,

y desde el Oriente, se respetará su gloria,

porque él vendrá como un río encajonado,

impulsado por el soplo del Señor.

59:20 Él vendrá como redentor para Sión

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y para los hijos de Jacob convertidos de su rebeldía

—oráculo del Señor—.

Oráculo de Salvación

59:21 Por mi parte, dice el Señor, esta es mi alianza con ellos: mi espíritu que está sobre ti y

mis palabras que yo he puesto en tu boca, no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tus

descendientes, ni de los descendientes de tus descendientes, desde ahora y para siempre, dice

el Señor.

CAPÍTULO 60

La gloria de la nueva Jerusalén

60:1 ¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz

y la gloria del Señor brilla sobre ti!

60:2 Porque las tinieblas cubren la tierra

y una densa oscuridad, a las naciones,

pero sobre ti brillará el Señor

y su gloria aparecerá sobre ti.

60:3 Las naciones caminarán a tu luz

y los reyes, al esplendor de tu aurora.

60:4 Mira a tu alrededor y observa:

todos se han reunido y vienen hacia ti;

tus hijos llegan desde lejos

y tus hijas son llevadas en brazos.

60:5 Al ver esto, estarás radiante,

palpitará y se ensanchará tu corazón,

porque se volcarán sobre tilos tesoros del mar

y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti.

60:6 Te cubrirá una multitud de camellos,

de dromedarios de Madián y de Efá.

Todos ellos vendrán desde Sabá,

trayendo oro e incienso,

y pregonarán las alabanzas del Señor.

60:7 En ti se congregarán todos los rebaños de Quedar,

los carneros de Nebaiot estarán a tu servicio:

subirán como ofrenda aceptable sobre mi altar

y yo glorificaré mi Casa gloriosa.

60:8 ¿Quiénes son esos que vuelan como una nube,

como palomas a su palomar?

60:9 Son barcos que se reúnen para mí,

con naves de Tarsis al frente,

para traer a tus hijos de lejos,

y con ellos su oro y su plata,

por el nombre del Señor, tu Dios,

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y por el Santo de Israel, que así te glorifica.

60:10 Gente extranjera reconstruirá tus murallas

y sus reyes te servirán,

porque yo te castigué en mi irritación,

pero en mi benevolencia tengo piedad de ti.

60:11 Tus puertas estarán siempre abiertas,

no se cerrarán ni de día ni de noche,

para que te traigan las riquezas de las naciones,

bajo la guía de sus reyes.

60:12 Porque la nación y el reino que no te sirvan, perecerán,

y las naciones serán exterminadas.

60:13 Hasta ti llegará la gloria del Líbano,

con el ciprés, el olmo y el abeto,

para glorificar el lugar de mi Santuario,

para honrar el lugar donde se posan mis pies.

60:14 Los hijos de tus opresores irán a inclinarse ante ti,

y todos los que te despreciaban

se postrarán ante la planta de tus pies

y te llamarán: "Ciudad del Señor",

"Sión del Santo de Israel".

60:15 Antes estuviste abandonada,

aborrecida y despoblada,

pero yo haré de ti el orgullo de los siglos,

la alegría de todas las generaciones.

60:16 Mamarás la leche de las naciones,

mamarás del pecho de los reyes,

y sabrás que yo, el Señor, soy tu salvador,

y que tu redentor es el Fuerte de Jacob.

60:17 Haré llegar oro en lugar de bronce

y plata en lugar de hierro;

bronce en lugar de madera

y hierro en lugar de piedra.

Por magistrados te daré la Paz

y por gobernantes, la Justicia.

60:18 Ya no se oirá hablar de violencia en tu país

ni de expoliación y desastre en tus fronteras;

a tus murallas las llamarás "Salvación"

y a tus puertas, "Alabanza".

60:19 El sol ya no será tu luz durante el día,

ni la claridad de la luna te alumbrará de noche:

el Señor será para ti una luz eterna

y tu Dios será tu esplendor.

60:20 Tu sol no se pondrá nunca más

y tu luna no desaparecerá,

porque el Señor será para ti una luz eterna

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y se habrán cumplido los días de tu duelo.

60:21 En tu pueblo, todos serán justos

y poseerán la tierra para siempre:

serán un retoño de mis plantaciones,

obra de mis manos, para manifestar mi gloria.

60:22 El más pequeño se convertirá en un millar,

el menor, en una nación poderosa.

Yo, el Señor, lo haré rápidamente, a su tiempo.

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En el artículo anterior vimos que el ayuno no se limita a la práctica de privarse de alimento o

bebida, y que uno puede seguir un plan muy riguroso de negación propia y considerarlo ayuno,

pero sin llegar a percibir un crecimiento en la vida espiritual.

Lo cierto es que el ayuno al que nos invita la Cuaresma tiene que estar enfocado en Dios y en

su reino. En su esencia profunda, el ayuno es una forma de oración, y como todas las demás

formas de oración, su propósito es dar gloria y honor a Dios y buscar su ayuda, mientras

tratamos de servirlo y obedecer sus mandamientos.

Naturalmente, cada vez que nos negamos a nosotros mismos por causa del Señor —e incluso si

lo único en que pensamos es el alimento del que nos privamos— Dios bendice el esfuerzo.

Pero el Señor puede hacer algo muchísimo más grande y significativo cuando le ofrecemos el

corazón arrepentido junto con el estómago vacío. En ninguna parte de la Escritura se ve esto

con mayor claridad que en el Libro de Isaías, capítulo 58. En este pasaje, el profeta reprende a

Israel por limitar sus ayunos solamente al aspecto físico, sin despojarse de las actitudes

egocéntricas y pecaminosas.

Así pues, reflexionemos sobre lo que nos dice este capítulo, y pidamos que la Palabra de Dios

nos ayude a percibir mejor lo que podremos experimentar y lograr cuando ayunemos y

oremos en esta Cuaresma.

Una lectura rápida de Isaías 58. Lea este capítulo un par de veces. En los primeros versículos, el

Señor condena los ayunos de Israel calificándolos de vacíos e hipócritas (Isaías 58,1-5). Luego,

explica cómo ha de ser el ayuno auténtico (58,6-7) y finaliza presentando un cuadro de la clase

de milagros a que puede dar lugar el ayuno verdadero (58,8-14). En este capítulo, el Señor nos

dice que si pasamos más allá del concepto superficial y hacemos ayuno con un espíritu

correcto, experimentaremos una transformación de mente y de corazón, y esa transformación

se hará sentir en nuestras palabras y acciones. Veamos ahora qué es lo que nos dice el profeta.

El ayuno falso: Isaías 58,1-5. ¿Para qué ayunar, si Dios no lo ve? ¿Para qué sacrificarnos, si Él no

se da cuenta? Esta exclamación llena de desánimo venía de un pueblo que al parecer había

cumplido rigurosamente la obligación del ayuno, pero sin fruto alguno: “¿Dónde están las

bendiciones? ¿Para qué nos molestamos si Dios no nos va a premiar?”

Y Dios les dio una respuesta clarísima: Les dijo que Él podía ver lo que había tras la máscara de

piedad que ellos le presentaban, que más allá de las observancias religiosas, miraba los

corazones y no le agradaba lo que veía. Ellos alegaban que ayunaban y buscaban la guía del

Señor, que se presentaban ante Dios con humildad y deseo de acercarse a Él y que querían

obedecer sus mandamientos, pero el Señor sabía que tales reclamos no tenían sustancia

alguna.

¿Cómo podía el pueblo ayunar — les preguntaba el Señor— y seguir tratándose unos a otros

con tanta injusticia y egoísmo? ¿Cómo podían ayunar y seguir despreciando las leyes que les

había dado? Casi podemos escuchar la voz del profeta que trataba de estimular la conciencia

del pueblo: “¿Eso es lo que ustedes llaman ‘ayuno’ y ‘día agradable al Señor’?” (Isaías 58,5).

¿Y cuáles son nuestras actitudes? Este pasaje debería movernos a analizar las razones por las

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cuales nosotros hacemos ayuno ahora: ¿Tengo realmente necesidad de ayunar? ¿Creo que en

efecto algo bueno puede salir de la negación de mí mismo? ¿Hago ayuno en Cuaresma

solamente por cumplir el precepto, o por un deseo sincero de acercarme a Dios?

El ayuno verdadero: Isaías 58, 6-7. En dos breves versículos, el profeta plantea la diferencia

entre el ayuno auténtico y el falso. Se ve claramente que el tipo de ayuno que Dios quiere que

haga su pueblo es el que genera un cambio, tanto interior como exterior en el mundo

alrededor. Algo que Dios desea ver es que el ayuno nos ayude a identificarnos con los pobres,

es decir, aquellos que pasan hambre, no voluntariamente, sino porque no tienen otra opción.

El Señor quiere que el ayuno nos infunda compasión, de modo que nos sintamos movidos a

romper las cadenas de la injusticia, compartir nuestros alimentos con quienes pasan hambre y

acoger a los que no tienen hogar.

Ahora bien, la petición de hacernos cargo de las necesidades de los pobres tal vez no sea la

única razón por la cual Dios nos pide ayunar, pero es una razón importante. El ayuno es un

gran factor de igualación, ya que nos reduce a todos a una condición de hambre, necesidad y

dependencia del Señor. Es algo que humilla a los ricos y los mueve a reconocer la condición de

los pobres. Si descubrimos que el ayuno no nos lleva a apreciar la situación de los necesitados

de una u otra manera, quiere decir que ha llegado la hora de analizar lo que tenemos en el

corazón, para ver si en realidad le damos la importancia debida a la llamada del Señor.

Dios quiere proteger a todos los que son vulnerables y liberar a quienes viven bajo opresión.

Esto se aplica a los pobres, naturalmente, pero también a los huérfanos, las víctimas de abuso,

los no nacidos y los moribundos. El Señor quiere que todos trabajemos decididamente para

poner fin a toda forma de injusticia. Sabemos que nosotros somos las manos y los pies de

Cristo y también su voz en este mundo. También es preciso saber que Dios espera que sus

hijos sean su luz en aquellos lugares de oscuridad en donde los poderosos abusan de los

débiles y donde los ricos ignoran a los pobres. El ayuno nos ayuda a hacer realidad estos

deseos de Dios.

“Entonces…”: Isaías 58,8-14. Es asombroso ver que Dios toma nuestros sencillos actos de

negación propia y los cambia en poderosas bendiciones. El profeta nos dice que el ayuno

verdadero es fuente de resultados maravillosos. Después de describir lo que es un ayuno

verdadero, Isaías presenta una imagen del pueblo que camina con Dios y que reconstruye la

tierra: Su luz brilla como el amanecer y la mano del Señor los va guiando; encuentran nueva

fortaleza donde antes había debilidad, y el corazón se les llena de “delicias”, porque Dios

mismo es quien los alimenta, los sana y los llena de su propia gracia y bendición.

Queridos hermanos, esta gloriosa visión no fue sólo para el antiguo Israel, es para nosotros

también. Es la visión de lo que el Señor quiere que la Iglesia sea en este mundo: una fuerza de

salud y restauración, una luz en la oscuridad y una señal de la presencia de Dios para todos los

que lo buscan.

Cientos de años antes de que se pronunciara esta profecía, el Rey Salomón había escuchado

que el Señor había hecho una promesa similar. Salomón acababa de dedicar el Templo de

Yahvé en Jerusalén y cuando estaba orando percibió que Dios le decía: “Si mi pueblo, el pueblo

que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y deja su mala conducta, yo lo escucharé desde

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el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la prosperidad a su país” (2 Crónicas 7,14). ¿No

sería fantástico que todos tuviéramos esta misma actitud? ¡Cuánta salud, restauración y

esperanza se derramarían sobre nuestras naciones si todos acatáramos la llamada a hacer

ayuno y oración!

No hace falta decir que Dios es infinitamente bueno y compasivo, pero sabemos

perfectamente bien que también es justo y santo; y sabemos que Él quiere hacer cosas buenas

para su pueblo y hacernos brillar como estrellas en el cielo (v. Filipenses 2,15). Pero no premia

la injusticia ni el egoísmo. Por eso nos pide que ayunemos para que seamos libres y nos

purifiquemos; nos pide que ayunemos para que brillemos con su propia luz.

Una imagen del cielo. En ciertos sentidos, los últimos versículos de Isaías 58 nos permiten

vislumbrar algo de lo que será la vida cuando Jesús regrese al mundo, porque cuando llegue

ese día glorioso, la tierra se llenará de su presencia esplendorosa. Cuando vuelva el Señor, los

ricos y los pobres, los educados y los no educados, los fuertes y los débiles serán todos

resucitados a la vida eterna. El Señor enjugará todas las lágrimas y todo lo que esté destruido

será restaurado, toda injusticia será corregida y todos gozaremos de una perfecta unidad en el

amor y la gracia de nuestro Dios. Pero mientras eso no suceda, el Señor nos encomienda

realizar el trabajo de reparación y restauración que tanto necesita el mundo.

Lo que más desea el Señor es que todos aprendamos a evangelizar: que hablemos de Jesús con

todos los que podamos y les ayudemos a entregarse al Señor. Esta misión de evangelización

incluye la llamada del Génesis a “gobernar el mundo” para que la sociedad sea un lugar donde

reinen el amor y la justicia. El ayuno es un componente esencial para cumplir esta noble

misión.

Dios quiere que aprendamos a preferir su voluntad a la nuestra, que nos dediquemos a realizar

su trabajo de justicia, paz y restauración; quiere que aprovechemos esta temporada de

Cuaresma, que es tiempo de ayuno, para ayudar a propagar su plan para nosotros mismos y

para nuestros semejantes. Así, pues, tratemos de dedicar estos 40 días a hacer nuestra parte,

para edificar un mundo en el cual cada persona viva con dignidad y esperanza. Dediquémonos

a vivir como pueblo de Dios, un pueblo que se regocija en el Señor y comparte ese gozo con

todos los que quieran escuchar. Hagamos realidad aquella promesa de Dios: “Si mi pueblo, el

pueblo que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y deja su mala conducta, yo lo

escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la prosperidad a su país.”

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