El blues del Mississippi - DAVID LÓPEZ...

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VIAJE: NUEVA ORLEANS Escribe: DAVID LÓPEZ CANALES Fotos: JUAN SERRANO CORBELLA Nueva Orleans es arquitectura colonial, gastronomía única, jazz y blues que no cesan y un corazón llamado barrio francés, pura esencia de la urbe. Pero la verdad de esta ciudad está, sobre todo, en sus habitantes. Ellos son quienes convierten el destino más especial de Estados Unidos en una celebración continua, y constituyen una fuente inagotable de información. Son los cómplices perfectos para saber lo que vibra a orillas del costurón de agua del Mississippi, el viejo río que la atraviesa con halo de aventura y esperanza. El blues del Mississippi 124 TELVA

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VIAJE: NUEVA ORLEANS

Escribe: DAVID LÓPEZ CANALES Fotos: JUAN SERRANO CORBELLA

Nueva Orleans es arquitectura colonial, gastronomía única, jazz y blues que no cesan y un corazón llamado barrio francés, pura esencia de la urbe. Pero la verdad de esta ciudad está, sobre todo, en sus habitantes.

Ellos son quienes convierten el destino más especial de Estados Unidos en una celebración continua, y constituyen una fuente inagotable de información. Son los cómplices perfectos para saber lo que vibra a orillas del costurón de agua del Mississippi, el viejo río que la atraviesa con halo de aventura y esperanza.

El blues del Mississippi

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En el Mississippi, el puente Crescent City Connection y un barco de vapor. Misisipi con su barco de vapor.

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Dicen las guías de viaje, los re-portajes, los libros de historia y todo aquel que la ha visitado, que lo mejor de Nueva Orleans es su arquitectura, su comida y su música, la trinidad de la ciu-dad por excelencia del Misisi-pi. También, que este es pro-bablemente el único lugar de Estados Unidos por el que uno camina y no se siente en Esta-dos Unidos. Que el Barrio Francés, el que tiene más his-toria del país, se llama así por-que cuando los americanos compraron Luisiana vivían allí los colonos galos y, sin embar-go, la mayor parte de los edifi-cios son herencia de la etapa española, con su plano traza-do en cuadrícula, edificios de galerías, balcones de hierro forjado, y muros de estuco de colores. También se asegura que su gastronomía, mezcla de recetas francesas, alimen-tos llevados por los españoles y preparaciones de los escla-vos negros, es la más sabrosa y especial del país de las ham-burguesas y las franquicias de comida supersize. Y que la música, por supuesto el jazz que nació de madrugada en

El jazz y Nueva Orleans son sinónimos. En esta foto, el trompetista Kermit Ruffins.

Casa típica del barrio francés. Abajo, escaparate en la Royal Street.

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I Se llama así porque eran ellos quienes vivían aquí cuando Estados Unidos compró Nueva Orleans pero, no te engañes, su arquitectura y trazado es CIEN POR CIEN ESPAÑOL COLONIAL y... todavía quedan muchos recuerdos de nuestro paso por allí

EL BARRIO FRANCÉS

Casa pintadas de madera, una estampa típica del barrio de Tremé.

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El restaurante Napoleon House.

EL BULLE BULLE Jazz y bandas callejeras que suenan a todas horas; gastronomía que fusiona recetas afroeuropeas, el emergente barrio de la zona portuaria y el EXCESO TOTAL DE LA CALLE BOURBON. Así es la vida a este lado del Mississippi

Entrada al restaurante Napoleon House.

El pintor Harouni en su galería.

El Fence Hotel. Abajo, plato de comida cajún .

La popular y ruidosa Bourbon Street.

Salón en el magnífico hotel Monteleone.

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iraní que llegó hace veinte años y tiene su galería en la calle Ro-yal (la antigua calle Real espa-ñola), una de las más turísticas. Para él, este es “el mejor sitio porque puedes conocer gente maravillosa y loca”.

Son tres ejemplos que no fue necesario buscar, salen a tu encuentro. El pasado convulso se aprecia en las personas, en los descendientes de esa his-toria ya centenaria.

Pero ¡ojo! Cuando uno aterri-za aquí, puede llevarse un susto. Llegará al Barrio Francés y se alojará en uno de sus elegantes ho-teles. Tomará un cóctel en el bar Carrusel del Monte-leone, un tíovivo de ma-dera que gira lentamente, mientras la vida sigue al otro lado del cristal; o se dejará llevar por las no-ches de música del hotel Sonesta. Recorrerá esa vieja calle Real salpicada de galerías de arte, como la de Harouni; de tiendas de sombreros, como Fleur de París, desde donde venden sus diseños a to-do el mundo, incluido As-cot; y de máscaras he-chas a mano, en Mask Gallery, donde Dalili, el dueño, lleva 35 años mol-deándolas y, por mucho que se empeñen los chi-nos, nunca las copiaran porque no hay dos igua-les. Disfrutará del juego de luces sobre las gale-rías, de las esquinas de sol y las sombras donde refrescarse y concederse una tregua del clima tropi-cal. Y paseará por la pla-za Jackson, el corazón del barrio, antigua Plaza de Armas española, por sus jardines presididos por la catedral de San Luis, donde siempre sue-na de fondo la música de alguna banda de jazz que se toca en público por las propinas de los viajeros.

SIGUE EL RITMO De repente, cae la no-

che, el barullo lo inunda todo y se acaba tarde o tem-prano, en Bourbon street, la calle que atraviesa el barrio de Este a Oeste. Es una de las más famosas de Nueva Orleans. Una interminable su-cesión de bares abiertos, de locales que ofrecen happy hours en grandes carteles de neones estridentes. Y encontra-rás centenares de turistas nor-teamericanos, sobre todo de ese Sur profundo, que deambu-lan vaso en mano, excesivos y

los burdeles a finales del siglo XIX, convierten a la antigua ca-pital de Luisiana en un destino único. Pero todo eso, en reali-dad, es mentira. O, mejor di-cho, es una mentira a medias. O una verdad para las posta-les y guías de viaje. Lo mejor de Nueva Orleans son sus ha-bitantes. La gente que aún hoy, cuando la ciudad se prepara para celebrar su tercer cente-nario, dota de alma a este lu-gar que fue cambiando de dueños durante el siglo XVIII -fue francesa, espa-ñola y estadounidense- tu-vo su puerto como motor económico, cayó en el ol-vido y, hace 12 años, con el huracán Katrina, se hundió literalmente en el fango. Se despobló, se re-construyó, y hoy sigue adelante y con ganas de echarse a las calles, a ce-lebrar y bailar.

Y no sólo en febrero, cuando celebra su Mardi Gras, el carnaval excesivo que la convierte en una fiesta interminable de gri-tos, personajes estrafala-rios, trombones, jazz im-provisado y cerveza, sino cualquier día. La mejor prueba de ello son los co-nocidos como funerales de jazz, que de tanto en cuanto se presencian: marchas fúnebres de ca-mino al cementerio, y jazz vibrante y vitalista de re-greso del cortejo, con bai-le y ritmo para celebrar que, tras la muerte, sigue la vida y que aquí ambas conviven.

DEL JAZZ A PRINCE Lo dijo el dramaturgo

Tennesse Williams (situó aquí su obra Un tranvía llamado deseo) y se ha convertido en un graffiti recurrente “Estados Uni-dos tiene sólo tres ciuda-des: San Francisco, Nue-va York y Nueva Orleans. El resto es Cleveland”.

Está claro que en esta urbe es su gente, nativa o adoptiva, la que le da la vida. ¿Un ejemplo? Es sábado por la mañana y Kermit Ruffins, de 52 años, uno de sus trompetistas más famosos, está acodado en la barra de su bar, Mother in law, en el barrio de Tremé, al norte del Barrio Francés, donde históricamente han vivido los negros. Todavía se notan las cicatrices del Ka-trina con solares vacíos donde hubo casas de madera, y por-ches desvencijados con sillas huérfanas y oxidadas. Ruffins

anda jugueteando con su iPad. La noche anterior ha actuado en el Blue Nile, en Frenchman street, una de las zonas más populares, donde se alinean los mejores locales para escu-char, del mediodía hasta la ma-drugada, música en directo. La víspera, Ruffins ofreció un es-pectáculo variopinto con jazz clásico -melodías de trompetas e improvisaciones seguidas por piano, batería y guitarra- que, poco a poco cambió el rit-

mo y terminó con el Purple rain de Prince. “Debo adaptarme al público”, explica, sin perder una media sonrisa que tam-bién le brota cuando infla los carrillos tras su trompeta. “Si la gente está de pie, tomando cerveza y quiere cantar, no puedo darles sólo jazz. Pero no me importa, el show es el show. Aquí no puedes ser un purista. No hay reglas”, añade. Después coge el iPad y me muestra el vídeo que hizo tras

el concierto, cuando al salir a la calle se unió de forma impre-vista a la Brass band que po-nía patas arriba una de las es-quinas de Frenchman. Allí tocó con ellos más de media hora y lo grabó, a ratos, como un tu-rista cualquiera.

A sus 95 años, Leah Chase, ha visto de todo. Su vida ha consistido en servir pollo frito, sopa Gumbo o arroz con carne y especias jambalaya, en su restaurante Docky Chase, tam-

bién en Tremé. Nos explica que en esta ciudad no hay in-dustria, sólo el puerto, y que lo único que les queda a sus ha-bitantes es “la hospitalidad”. Ese es el principal atributo que se mantiene en el carácter de sus vecinos. “Estamos en el extremo sur, pero no padece-mos la segregación de otros lugares del país. Vivimos y tra-bajamos juntos, y eso hace la ciudad mejor”, cuenta.

David Harouni es un artista

Ejemplos de la arquitectura Cajún en el barrio francés.

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oscilantes por el alcohol, agru-pados en manadas como zombis. Bourbon muestra lo que fue muchos años esta ciu-dad: el destino al que se venía desde Estados vecinos para salir de fiesta y hacer lo que te prohibían en casa.

Nueva Orleans siempre fue famosa por sus bares baratos, por sus largas madrugadas, por ese carácter continuo de celebración y porque aquí es donde más tardó en aplicarse la ley que prohíbe beber a los menores de 21 años. La receta perfecta para convertir un lu-gar especial en un parque te-mático del desparrame más zafio. Pero no te quedes con esa impresión. Ve a Bourbon. Observa. Tómate una copa y disfruta del espectáculo. Des-pués, aléjate y descubre la ver-dadera ciudad, donde no lle-gan los turistas alborotadores.

Si Tremé, hoy famoso tras la serie homónima de la HBO, muestra una de las zonas más auténticas de la ciudad, sigue otros puntos cardinales para descubrir este destino. En la frontera Este está Frenchman con su jazz, y crece Marigny, barrio de casas de madera de colores, silencio y pequeños cafés en las esquinas.

Y, AL FIN, EL RÍO Al sur se llega al Mississippi,

un río casi mitológico del cine y la literatura norteamericana, costurón de agua que atravie-sa a lo largo de sus más de 3.000 kilómetros, diez estados de Norte a Sur y que desem-boca en el golfo de México. Hoy puedes navegarlo recor-dando a Huckleberry Finn pero

¿Cómo llegar? No hay vuelos directos desde España. Delta Airlines (es.delta.com) viaja desde Madrid con escala en Atlanta. British Airways (britishairways.com) estrena línea directa desde Londres.

¿Dónde dormir? HOTEL MONTELEONE (preferredhotels.com. Desde 159 $). Uno de los emblemáticos del Barrio Francés, de la colección LVX de Preferred. SONIAT HOUSE (soniathouse.com. Desde 258 ). Hotel boutique con una decena de habitaciones abiertas a un patio privado. ● HOTEL ROYAL SONESTA (sonesta.com. Desde 247 ). Un oasis con terrazas individuales y jardín con piscina en Bourbon St.

¿Dónde comer?

● NAPOLEON HOUSE (napoleonhouse.com). Platos clásicos en un antiguo edificio. ● PALACE CAFÉ (palacecafe.com). Ideal para

en barco de vapor o andar por su paseo marítimo, donde co-rren los habitantes de la ciu-dad.

Lo nuevo se cuece al Oeste. La antigua zona portuaria de almacenes y naves se ha con-vertido hoy en un vecindario de edificios de ladrillo rojo, acogedores restaurantes con grandes ventanales a la calle, galerías de arte y locales para la noche como el Gravier Street Social, donde su dueño, el in-glés Andy Duncan, ofrece no-ches de burlesque y sesiones de DJ’s que pinchan el rhytm and blues más moderno.

A este lado del Barrio Fran-cés, se extendían los campos de azúcar que rodeaban la ciudad original. Con el paso de los años y la compra de Esta-dos Unidos en el siglo XIX, se asentaron los norteamericanos que no querían vivir con los criollos del Viejo Continente. Ahora, la zona se conoce co-mo Garden District y es otro de los lugares a los que no llegan las hordas de Bourbon Street. En Magazine street, además, una de sus calles más largas, se encuentra una de las zonas de tiendas más conocidas, con la joyería Mignon Faget, que lleva 50 años diseñando pie-zas con motivos locales.

Pero todo esto lo cuentan las guías de viaje. Si quieres vivir el destino con el corazón, ha-bla con los neoorleanianos. So-bre todo para encontrar la me-jor música. Porque si la oferta es apabullante, con decenas de bandas que tocan a todas horas en el Barrio Francés, y locales con actuaciones conti-nuas, también hay perlas que T

tomar un cóctel y probar la tarta de queso de caimán. ● DOCKY CHASE (dockychaserestaurant.com). Una institución en Tremé. Pollo frito, gumbo... cocina típica. ● NEW ORLEANS SCHOOL OF COOKING (neworleansschoolofcooking.com) Clase de cocina con degustación de platos tradicionales.

¿Dónde oir música? Spotted cat (spottedcatmu-sicclub.com) en Frenchman, con buenas vistas y conciertos por la tarde. Maple Leaf (mapleleaf-bar.com) es perfecto los martes con la Rebirth Brass Band. Davenport Lounge en el Ritz-Carlton (ritzcarlton.com), lo recomiendan los músicos locales. Blue Nile (bluenilelive.com). en Frenchman st., los viernes por la noche con Kermit Ruffins.

Guía viajeraDetalles de arquitectura colonial y, a la derecha, edificio en la nueva zona portuaria.

sólo las conocen quienes viven aquí. Así se descubre que ca-da día de la semana uno debe acudir a un lugar diferente y que ese sitio puede servir para esa noche pero no para la si-guiente. También que los vier-nes la cita por excelencia es con Ruffins y su trompeta en el Blue Nile, que los martes son para el Maple Leaf, al Este, o que los jueves a partir de las once el grupo Soul Rebels te hará bailar en Le Bon Temp Roule como seguramente ha-cía tiempo que no lo hacías.

Nueva Orleans es sobre todo su música y esos vecinos que la llevan dentro. Pero debes re-correr la ciudad como un caza-dor de mariposas, con la red siempre dispuesta y atento a la más mínima vibración. “La mú-sica está en todas partes. No-sotros somos música”, me dice Norman, un taxista que atravie-sa la noche con Hack Bartholo-mew cantando Live it to Jesus, jazz gospel en la radio. “Es buena música, da esperanza; si algo encontrará aquí, a pe-sar de todo, es esperanza”.

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