El Boulevard N5

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CULTURA QUE SE IMPRIME

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Revista de periodismo cultural uruguaya.

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CULTURA QUE SE IMPRIME

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#05 ELBOULEVARD / Cultura que se imprime /

Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC

Nadie es perfectoEl blog de la revista Orsai fue el centro de una avalancha de comenta-

rios hace pocas semanas cuando el editor, Hernán Casciari, anunció que el número 8 incluiría la última entrevista del Indio Solari (conocido por dosificar con cuentagotas sus apariciones en los medios) en su vida a la prensa escrita. La primera página de la entrevista, que muestra al cantan-te con sus rigurosos lentes negros junto al título “Solo hablarán mis canciones”, se difundió por las redes sociales como un virus. Llegó agos-to, y cuando los ejemplares empezaron a distribuirse apareció la polémi-ca: según un comunicado que difundió su manager, Solari manifestó su disconformidad con el retrato que hizo de su persona el periodista, Pablo Perantuono. “No siento que mi pensamiento y mis maneras al exponerlo estén representados en ella”, escribió el ex frontman de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La polémica sirve como excusa para pensar sobre la entrevista, género que admite más de un abordaje.

El objetivo de la entrevista es reflejar un hecho; en este caso, una conversación. Pero la materia prima con la que cuenta el periodista no se limita al audio de la charla (en ese caso se trataría de una transcripción, o un acta). Ya desde las elecciones a la hora de transformar los rasgos del discurso oral en un texto más o menos legible, o las introducciones biográficas (o incluso el título y la foto), hay una elaboración por parte del periodista. Aquel lector que no crea en el ya caduco paradigma de la objetividad tiene que leer sabiendo que la cita textual es sólo una parte en una compleja (si el periodista quiere esforzarse) ecuación. No es nece-sario cambiar las palabras de un entrevistado para direccionar la lectura hacia uno u otro lado, y esa es una máxima que los documentalistas polí-ticos tienen como axioma.

¿Le quita validez la disconformidad de Solari a la entrevista realiza-da por Orsai? No. Porque Perantuono es un periodista, no un biógrafo contratado por el cantante ni un agente de prensa. Dentro de los límites del respeto por las palabras textuales del entrevistado (Solari acusa “el reordenamiento de mis dichos a través de la edición y la descripción de mi personalidad como la de un sibarita”, pero no habla de tergiversación), el resultado queda tan librado a la subjetividad del periodista como queda atada una fotografía a los encuadres preferidos del fotógrafo y a la luz del momento.

Lo curioso de la entrevista es que, si bien puede quedar registrada de la forma más objetiva posible en un grabador, al momento de llevar esa charla a un papel o a una pantalla aparecerán tantas versiones como periodistas. Una entrevista bien presentada no es la mera transcripción de lo que se dijo porque, precisamente, la voz no es el único medio por el que se expresa un entrevistado. Es así que el producto final no debería ser solo “estas son las respuestas a las preguntas” sino también “este es el entrevistado, así habla pero así también hace silencios, piensa, se viste, y así también ordena los objetos de su casa”.

La diferencia entre la percepción que tiene uno de las cosas y la que tiene el resto es un buen motor para contar nuestra visión del mundo. Para escribir revistas como esta.

EQUIPO:

Dirección legal: Juan Manuel Chaves.Dirección de contenidos: Denisse Ferré.Consejo editorial: Juan Manuel Chaves, Federico de los Santos, Denisse Ferré, Sergio Pintado.Edición de fotografía: Manuel Larrosa, Matías Fabricio.Asistencia de fotografía: Irene Avellanal.Diseño y diagramación: LATERAL.com.uy Corrección: Mariana Palomeque.Columnistas: Javier Zubillaga, Diego Recoba, Daniel Machín.

Colaboran en este número: Martín Aguirregaray, Diego Faraone, Nicolás Delgado (notas), Luciana Lagisquet (ficción), Gisselle Noroña, Sergio Jacomino, Óscar Bonilla (fotografía), Pedro Licandro Vazquez (actor de la foto de tapa).Ilustra este número: Gustavo Maca Wojciechowski.

Las opiniones vertidas en los artículos son exclusiva responsabilidad de los autores. Los contenidos de El Boulevard pueden ser reproducidos con libertad citando el nombre del medio y del autor.

www.elboulevard.com.uy [email protected]

Impreso en Microcosmos S.A., Guatemala 122. Tel: 2927002. Depósito Legal Nº 210099.ISSN: 1688-910X

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Como pocos, ha sido parte de un proceso de efervescencia del cine nacional. En su apartamento de Parque Posadas, con una barba espesa y tomando café para paliar su ansiedad –está dejando de fumar– Tron-coso, de trato amigable, llano pero agudo, de respuestas claras y bien nutridas charló con El Boulevard acerca del cine uruguayo y la labor interpretativa.

En la última década se ha dado un autén-

tico boom en el audiovisual y en el cine uruguayo. ¿Vos creés que en este momen-to existe una formación apropiada para actores respecto a lo cinematográfico?

No tengo muy claro qué se necesita estrictamente para formar un actor dirigido a lo audiovisual, pero si te ponés a mirar los rendimientos de los actores uruguayos en películas, son actores que no necesita-rían una especialización particular. Mirá por ejemplo 3, es una película notablemen-te actuada, tenés a Humberto de Vargas y Sara Bessio que tienen formación teatral, después tenés a Néstor Guzzini que no sé de dónde viene pero sé que laburó con la BCG. Lo mismo Esmoris, protagonista de La Redota: viene de la formación teatral y del carnaval. Lo mismo Roxanna Blanco. Son gente de muy alto nivel. Con temas de formación creo que para un actor la mejor herramienta es la formación teatral.

Pero no hace mucho tiempo se señalaba

siempre como un defecto del cine nacional las actuaciones demasiado “teatraliza-das”...

Yo creo que eso cambió, porque también cambió el teatro. Había una escuela, la de

Margarita Xirgu con el Teatro Solís como prototípico. Ahí tenías todos los palcos, veinte filas de butacas, y se requería un tipo de actor. Un actor que declamase y que proyectase su voz hacia las últimas filas de la platea. Cuando se empieza a trabajar en espacios más pequeños, menos conven-cionales, con otras lógicas, también van cambiando los moldes, va cambiando la forma de actuación. Creo que hoy el actor es mucho más descontracturado, pragmá-tico, menos agarrado a los viejos códigos. El actor de las generaciones más jóvenes conoce al cine y su actuación entra en esos códigos con facilidad. En definitiva, lo que una escuela de teatro te da es actuación y lo que vos hacés es graduar, acoplarte a los esquemas. Los malos actores de teatro suelen ser malos actores de cine. Si vos trabajás con bobos, en cualquier ámbito, siempre vas a tener algún tipo de proble-ma. Si vos trabajás con tipos que chapan al toque cuál es el código te va a ir mejor.

¿A quiénes considerarías grandes auto-

res del cine nacional? Donde se percibe una marca autoral más

clara quizá sea en la gente de Control Z, con [Pablo] Stoll y [Fernando] Epstein a la cabeza, y Gonzalo Delgado y Agustina Chiarino que también están por ahí; son los que tienen un grupo de películas más perfiladas. Me parece que ellos han insta-lado una manera de hacer cine, comparti-ble o no, viste que hay quilombo respecto a mucha gente quejándose del tipo de pelí-culas que hacen. Si bien hay varias líneas directrices, está también el Garza [Adrián Biniez], Manolo Nieto y el Cote [Federico]

Veiroj, quien tiene una línea autoral clarí-sima, da la sensación de que tienen una orientación de laburo clara, saben adónde van. En el resto de la gente es más difícil de determinar porque Control Z ha logrado una serie de películas. Es más difícil de ver un autor en otros directores porque están en sus primeras películas, y en muchos casos con mucha discontinuidad o dificul-tad en continuar filmando.

¿Y alguna promesa en la que confíes?Y... está Jeremías Segovia, con el que

hice un par de trabajos (T is for time, La mujer rota) y que insinúa unas potenciali-dades que están buenas. También están los pibes de Rain Dogs, Germán Tejeira y Julián Goyoaga. Vienen laburando muy bien, están con Anina, con el documen-tal Roslick, sospechosamente rusos. Son de los más verdes que tengo presente. Después está Álvaro Brechner; Mal día para pescar fue un peliculón, y ahora está preparando su segundo largo, Kaplan. Lo mismo Guille Casanova, que tiene un par de proyectos pero sólo logró cuajar en los últimos años El viaje hacia el mar. César Charlone también viene generando alguna cosa.

A vos te ha tocado interpretar una serie

de personajes queribles y entrañables (El baño del papa), y por otro lado personajes más jodidos o cuestionables (Flacas vacas, Norberto apenas tarde). ¿Con qué tipos de personaje te sentís más cómodo?

Yo quiero hacer villanos. Si me dan a elegir, quiero ser villano. Ahora en Brasil hice una película en la que me matan de

Así como Daniel Hendler o Ricardo Darín son los rostros más representativos del mejor cine argentino reciente, César Troncoso ocuparía ese lugar respecto

al cine nacional al estar presente en varias de las más importantes y valiosas producciones de los últimos años.

Con CÉSAR TRONCOSO / Por Diego Faraone

cuatro tiros, de esos que explotan en el pecho, ¿viste? Es un momento de éxtasis absoluto. El personaje de Beto en El baño del Papa tampoco era un personaje muy lineal, era entrañable y querible pero tenía sus agachadas y sus dobleces. Me parece que está bueno laburar en esos personajes que no son planos o unidimensionales. Lo que no querría es trabajar sólo en persona-jes populares, de barrio.

¿En este país se puede vivir de la actua-

ción? No, se puede vivir de zonas conexas.

Una cosa muy piola por ejemplo es tener una mujer que te traiga el sueldo a la casa todos los meses [risas], pero bueno, no todo el mundo puede incurrir en ese proxenetismo. A mí me está yendo bien porque metí una pata en Brasil y logré cier-ta continuidad de trabajo allá, hice algu-na película en Argentina. Pero digamos que viviendo acá, para tener certezas y seguridades tendrías que hacer otra cosa: dar clases, locuciones, [el proyecto de la Intendencia de Montevideo] Teatro en el Aula, presentarte a fondos. Generar una parafernalia para vivir en la zona, pero no vivirías exactamente de la actuación. No es lo deseable estar generando proyectos a troche y moche y a lo loco para poder bancarte. La gente de la Comedia Nacional es una excepción, unos pocos que tienen un sueldo mensual y cierta tranquilidad laboral.

“Yo quiero ser villano”

Foto: Manuel Larrosa

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Porro en vitrinas

Cannabis: Guía completa para el cultivo de marihua-na, de Jeff Ditchfield, es la vedette del momento. “Incluye recetas de cocina”, advierte un papelito

pegado con cinta adhesiva en la tapa del ejemplar que luce en primera plana la librería Tertulia. El precio: $590.

De las librerías de Tristán, Babilonia es la que más varie-dad ofrece sobre los usos de la marihuana. Un pelotón de títulos posa en una de sus vitrinas: Nuestro derecho a las drogas, de Thomas Szasz; La cultura del cannabis, de Patrick Matthews; Marihuana: Cultivo interior, de Jorge Cervantes; Cultivo Cannabis, de Alicia Castilla. Es solo una muestra. Adentro hay más: Geopolítica de las drogas, de Alain Labrousse; Historia elemental de las drogas y Apren-diendo de las drogas, de Antonio Escohotado.

“Los pusimos ex profeso por esto del Pepe”, cuenta el dueño de Babilonia. ¿Aumentaron las ventas desde el anuncio oficial? “Siempre se vendió bien”, respon-de. El encargado de Napoli es más cauto: “No se matan por comprarlos, pero se venden”. Se refiere al libro de Ditchfield, a la vedette de páginas satinadas y grandes hojas en tapa, y a El cultivo ecológico del cannabis de José Gallego.

También están los que cuestionan la moda. El librero de Rayuela, por ejemplo, se disgusta ante la consulta. “Ahora que todo el mundo está con eso, acá no”. El ceño fruncido acusa al oportunismo de sus colegas. Alicia Castilla, auto-ra de Cultura Cannabis y Cultivo Cannabis, lo dice sin vuel-tas: “Yo no volvería a editar un libro ni haría una revista, para no ser marquetinera”.

Los libros de Castilla están agotados. De todas maneras, es más fácil toparse con uno de ellos en ferias o libre-rías que conseguir cogollo en verano en Montevideo. “Yo saqué Cultura Cannabis en 2001, cuando no había nada sobre la marihuana; hoy es tal la saturación de informa-ción que me parece que no es el momento de reeditar”. La activista argentina radicada en Uruguay, que estuvo en

prisión en 2011 luego de que la Policía hallara plantines en su casa, asegura que ha rechazado diversas ofertas edito-riales para contar sus días en cautiverio.

El temblor noticioso todavía no ha pasado. El gobierno ni siquiera presentó su proyecto de ley para regular la venta. Sin embargo, ya se pueden percibir algunas secue-las. “Para hacer uso de este libro, usted debe ser adulto”, escribe Castilla en su advertencia legal al comienzo de Cultivo Cannabis, de 2004. Luego de semanas de dimes y diretes sobre el tema, el consejo resulta hoy irrisorio para el lector uruguayo, incluso si se tiene en cuenta que el libro fue publicado en Argentina donde el consumo de marihuana en espacios públicos sigue siendo ilegal.

Viejos pichicaterosEntre los autores mencionados no figura ningún urugua-

yo. Porrovideo, de Jorge Alfonso, no es una obra sobre la marihuana, sino un conjunto de cuentos con personajes fumetas. Pero mucho antes de que las guías de cultivo y los ensayos sobre los efectos sociales y psicológicos de la marihuana coparan los estantes, los escritores ya se daban la papa y lo contaban.

En el cuento “El Haschisch”, publicado en 1904 en El crimen del otro, Horacio Quiroga reconstruye el pegue de una fuerte dosis de cannabis índica que lo puso “a la muerte”. El relato se enmarca en el naturalismo, estilo literario fundado por Emile Zolá que pretendía cargar las narraciones de rigor científico.

Las repetidas referencias autobiográficas del cuento permiten asociar al narrador con Quiroga. El autor comien-za explicitando el motivo de su relato: “Voy a contar lo que sentí: 1ero para instrucción de los que no conocen prácti-camente la droga; 2do para los apologistas de oídas del célebre narcótico”.

Quiroga se muestra como un especialista en drogas. Así como el ensayista español Escohotado repasa en Apren-

diendo de las drogas (1995) los efectos producidos en la psique por uso y abuso de diversas sustancias, Quiroga cuenta en “El Haschisch” qué sintió cuando probó opio, cloroformo y finalmente marihuana. “La cuestión pasó en 1900 […] Yo vivía en un cuarto de la calle 25 de Mayo Nro 118, 2do piso, Montevideo”, relata. Tras experimentar con opio y cloroformo el escritor, que en ese momento tenía 21 años, compró en la farmacia de un amigo y consumió “1,20 gramos de haschish en forma de extracto graso de cáñamo índico”.

Otro amigo, Alberto Brignole, estudiante de medicina, registró en un cuaderno cada alteración en la conduc-ta y presión arterial de Quiroga. Con esos apuntes y sus recuerdos, el narrador reconstruyó su respuesta orgánica y psíquica.

La experiencia de Quiroga con la marihuana “fue grave”, según cuenta. ¿La razón? “La dosis máxima de extracto graso de hachís es cinco gramos; de extracto alcohólico 0,50 gramos. Ahora bien: recordé haber leído en el tarro de la farmacia: extrait alcoolique… Yo había tomado 1,20 gramos, lo suficiente para matar a dos individuos”.

Después de sufrir “accesos de alegría, risas sin causa”, el joven Horacio la pasó mal. Brignole, que integró el Consistorio del Gay Saber (grupo literario que se nucleó en torno a Quiroga) y en 1939, dos años después de la muerte de su amigo, publicó Vida y obra de Horacio Quiroga -la primera biografía del salteño- registró los síntomas del escritor: “Sensaciones de malestar. Angustia. Palidez del rostro. Pulso rápido. Latidos tumultuosos del corazón. Enfriamiento de las manos. Sensaciones de acabamiento y muerte próxima. Abatimiento profundo. Imposibilidad de hablar. Dificultad para querer moverse. Inteligencia dema-siado lúcida. Entorpecimiento de todo el cuerpo. Sensi-bilidad conservada. Gran ardor de garganta y estómago. Sequedad de garganta. Pulso: 140 pulsaciones por minu-to. Dilatación enorme de pupila”. Quiroga se salvó para contarlo y describir con minuciosidad los monstruos que ocuparon aquella tarde su cabeza.

Antes que el presidente José Mujica presentara el proyec-to de ley, los libros que versan sobre la marihuana y otras drogas ya escuchaban el ruido de las ferias y veían la luz de Tristán Narvaja. En medio del torbellino, el mandata-rio recordó el 11 de julio en Soriano: “Los grandes poetas, como Herrera y Reissig, se daban la papa”.

Las hojas de marihuana se codean con Steve Jobs en las vidrieras de Tristán Narvaja.Desde que el gobierno anunció que legalizaría la venta, junto a las resistentes biografías del dios de Apple florecen manuales y ensayos sobre el cáñamo. Por Nicolás Delgado

La única revista especializada en marihuana que llega a Uruguay es la argentina THC. El informe central del último número presenta una breve histo-ria de la relación entre la sociedad, las leyes y la marihuana en nuestro país desde la dictadura de Terra hasta el anuncio de Mujica.

Su director, Sebastián Basalo, asegura que en Argentina se editan 35 mil ejemplares y en Uruguay, 2500. Además, la revista se distribuye en Brasil, Chile, Colombia y México.

Literatura y marihuana

Foto: Manuel Larrosa

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Montevideo. Millón de grados. Oficinas en 18 de Julio. Chica estándar, uniforme y carte-rita de plástico.

Portero apaga la luz sin notar a la chica estándar.Mente de la chica estándar:

El portero me mira el escote. Pienso que no me mira las tetas, que mira así, sin ninguna intención: ya me voy. Le respondo

Apago la computadora, una emocionante planilla de Excel, el presupuesto para el encargado, queda por la mitad. Ojalá el mundo no implote por eso.

Hoy, en los momentos de ocio entre la orgía de planillas que es la oficina, los chicos hablaron de fútbol, las chicas de ropa. Los chicos hablaron de ropa, las chicas de fútbol, hasta hubo grupos mixtos de charla. El de contaduría sacó el tema de…, pero lo cambia-mos. Con mucho respeto. Montevideo está cambiando, la posmodernidad entra por sus calles grises, nos colorea y abre a la tolerancia. Eso hace la mejoría económica, todos podemos hablar de todo. Si molesta, se pasa a otra cosa. Hay gente, el de…, que no entiende.

Montevideo verde y lila. Ni día ni noche. Democrática y progresista, y frígida. Conformi-dad de plasma y cero kilómetro. No más enano muerto de hambre, pedigüeño y deudor. Argentina y Brasil nos siguen metiendo el dedo en el culo, y Uruguay, como buena Patria-Moralista-Macha-Homofóbica, se queja del incestuoso dedo. Pero la verdad, le gusta.

Lo mejor sería que toda Latinoamérica se fuera a la cama y arreglara las cosas ahí, o por lo menos lo pasara bien un rato.

Eso le voy a poner al encargado en el presupuesto, al final de la planilla de Excel.Estoy frente al Mincho, que sigue cerrado, ¿cómo llegué acá?En la puerta hay un huevo. Celeste, brillante. Tiene escrito “Misales”. El

primer libro que leí de Marosa.Me siento sobre el huevo para darle el calor que corresponde.Se rompe. Crece. Entra por mi cuerpo. Un almendro, qué raro, siempre pensé

que si un árbol crecía adentro mío sería algo más jugoso, como un naranjo. Las raíces pasan por la puerta, aflojan el marco, se rompe, se abre.

Es mentira que el Mincho cerró. De la entrada abierta sale una nube de cigarro y me cachetea la cara. Yo feliz. No llegó el decreto antitabaco de San Tabaré. El olor a baño del bar también sale y viaja por la ciudad.

Entro -mañana tengo que estar temprano en la oficina- es una idea estúpida que muere. En el bar hay árboles y plantas con flores que crecen salvajes. Durazneros, ciruelos, olivos y una parra con uvas oscuras.

Voy a la barra, es lo primero que hay que hacer al entrar a un bar. No está escrito en las revistas, no lo dicen en los programas de variedades, pero es un conocimiento de cultura general. Una pelirroja maneja las bebidas. Bote-llas llenas de polvo, otras de etiquetas brillantes. Licores de frambuesa, menta, huevo. Todas las bebidas llevan un ingrediente especial.

-Son palabras, dice la pelirroja. Me sirve. Tomo de un tirón. Palabras, palabras, palabras. Algunas son solo sílabas, o están en diferentes idiomas. Algunos traen las suyas de sus casas, comparten, o guardan. Las palabras

las recitamos a los gritos, o las discutimos en susurros.No son pop, no son frívolas. No nacieron para la pantalla, no son 3D. Tienen una historia

que contar, un discurso por el que pelear, una garganta para conmover. Conversan antes de comunicar.

Aflojo un poco la carterita, se abre y cae el contenido. No voy a perder tiempo guardando las cosas de vuelta. Lo importante es que mantengo firme el vaso.

Hay perros viejos que discuten golpeando las mesas. Gritan sobre cosas que todos estamos de acuerdo. Enfermos de cataratas, apenas oyen, por eso repiten las peleas al infinito. La sordera es el escudo más perfecto de los que decidieron volverse viejos. Por arriba de la mesa hablan del arte independiente, por abajo cuentan las monedas y las glorias, y pesan el éxito, y se entierran vivos en la institución. No pudieron reconstruir el discurso. Seniles, ladran al vacío. Paso cerca, tiran un tarascón decadente. Un tarascón sin dientes.

Allá, los perros ricos. Collares de oro, atados al mismo poste. No hablan, pero si les pedís recitan un perfecto Shakespeare, y si los aplaudís lo repiten. Cuando nadie los ve, aflora el instinto y meten la nariz en el culo más cercano. Miran mi uniforme. Sí, es una mierda de color pastel, pero abajo tengo una tanga de las Chicas Superpoderosas que los pondría a todos en celo.

Hay niños. Cabezas juntas, toman del pico, mezclan palabras como en un laborato-rio, explotan y les queman el pelo. Risas. Esconden puñales en los cinturones, planean guerrillas obscenas y asesinatos ideológicos.

Va a empezar una tormenta de verano. Cae una botella, los perros viejos corren a chupar el piso, los ricos intentan, no llegan por culpa de los collares.

Hay una serpiente vestida de fiesta, con una copa de champán infinita embo-rracha al que se le acerque. Hay un hombre en el fondo, rodeado por monta-

ñas de libros. Me ve.Promete que vamos a casarnos con el cuerpo, nunca con papeles. Sí,

acepto.Los invitados se acercan. Algunos por pudor nos dan la espalda. Otros

arman una platea, aplauden y gritan coros ordinarios. Tormenta y casamien-to empiezan. Vuela el trajecito color pastel, la camisita haciendo juego

pierde los botones. Tormenta furiosa, nosotros también. Millones de huevos celestes saltan por las ventanas. Algunos se rompen contra

el asfalto. La mayoría viaja por las calles de Montevideo.Me despierto. Tarde. Corro a la oficina.

Termino la planilla de Excel, última de mi vida. Escribo al encargado. Lo mando a la puta que lo parió.

Las secretarias salieron a fumar al balcón, apretadas, traspirando sus rulos duros de peluquería. Mueven la cabeza y el pelo tarda en acompañar el movimiento. Son pelos con delay. En sus bolsos huevos celestes. Huevos Marosa colados en las carteritas de clase media. Huevos con mundos como el de Alicia, pero del tercer mundo. Huevos que piden carne para poder crecer en el medio de la ciudad. Peligrosos, eróticos. Huevos Marosa.

La chica estándar abre un libro de Marosa; se moja, y pierde la virginidad del cerebro

Por Luciana Laguisquet

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EL BOULEVARD cambió la cara:

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Modelos para remodelarEl extrañamiento es la reacción más común en los monte-

videanos cuando un foráneo llega a la capital del país y se muestra deslumbrado por lo que ve. Habla de lo pinto-resco, de su arquitectura, de la belleza intrínseca, de sus callecitas, lo ordenado del tránsito, lo limpio. Pero en realidad esos atributos no son producto de una reorgani-zación de estos últimos años sino de una estética origina-da hace ya mucho tiempo. Cuesta recordar en los cambios estéticos que sucedieron hasta entonces; la Rambla de Montevideo sin dudas se lleva todos los elogios, y tal vez alguno señale la transformación de Boulevard Sarandí en peatonal o las mejoras que se hicieron en las plazas de 18 de Julio o en algunos parques. Las largas discusiones que generó el Plan de Ordenamiento Territorial en 1998 hoy yacen olvidadas en algún cajón de escritorio, y las obras que se pergeñaron mayoritariamente refieren a asuntos más que nada funcionales y no estéticos.

De un tiempo a esta parte, las iniciativas que implican cambios estéticos de la ciudad son escasas, y las que existen se dividen entre intervenciones de la división de Espacios Públicos de la Intendencia de Montevideo (IM) abocada básicamente al mantenimiento de lo que ya exis-te y algún empuje generado por los proyectos presenta-dos en el Presupuesto Participativo. El imaginario de los montevideanos (apoyado en encuestas) tiene como una de las principales preocupaciones el deterioro de la limpieza de la ciudad.

¿Quién se encarga de mejorar la estética de Montevideo? La respuesta estaba entre el Ministerio de Transporte y Obras Públicas y la división Acondicionamiento Urbano de la IM. En la primera dependencia estatal fue difícil detec-tar un programa enfocado en mejorar la ciudad; si bien actualmente se aboca a realizar mejoras en la Plaza Inde-pendencia y en la remodelación de la fachada del Cabildo, no presenta un plan que piense rediseños a largo plazo. Por su parte, la IM destina un escaso presupuesto a mejo-rar la estética de la ciudad, los trabajos se acotan princi-palmente a mantenimiento.

“Todo aquello que refiere a espacios públicos lo cuida, gestiona y diseña la IM”: eso fue dejado en claro por Eleo-nora Bianchi, directora del área de Acondicionamiento Urbano de la comuna. Con el presupuesto 2011 se desti-naron al mantenimiento, conservación y refacción de Espacios Públicos (parques, plazas, brigadas antigrafitis, inspectores, etc.) 53 millones de pesos, mientras que para la creación de nuevos espacios casi no hubo inversión. Para este año se espera invertir un millón de pesos en la colocación de un monumento donado por la Embajada de Corea y 600 mil pesos en la iluminación del monumento a La Diligencia de José Belloni en el Prado. El año próxi-mo se trabajará para la instalación de una obra referida al “Nunca más” (con un costo de 14 millones de pesos) y dos estatuas colocadas en el marco de Montevideo Capital Iberoamericana de la Cultura, una de Alfredo Zitarrosa y otra de Carlos Gardel (cada una con un costo de un millón de pesos).

La razón que expresa Bianchi para que el mantenimien-to sea el rubro casi exclusivo del área es la escasa apro-piación que tienen los ciudadanos de los monumentos y espacios públicos que demandan un cuidado constante por parte del municipio. “El vandalismo es uno de los prin-

cipales agentes que deterioran el estado de estas estruc-turas, roban pedazos de los monumentos para vender el metal o les realizan pintadas como marcas de un grupo”.

Con esto, Bianchi hace referencia a los hechos sucedidos en junio de este año cuando hinchas de Nacional grafi-tiearon el monumento a la Libertad en la Plaza Cagancha. La casi inexistencia de controles que permitan actuar a tiempo en este y otros episodios hacen que el llamado de auxilio comúnmente recaiga en las autoridades, en las organizaciones sociales o políticas, en la ciudadanía o en el vacío.

La inversión destinada a la estética de Montevideo es cada vez menor, y los recursos se enfocan básicamente en mantener lo que ya existe. Pese a esto, plazas, monumentos y parques continúan cautivando a los visitantes con los mismos encantos que en el siglo pasado. Por Juan Manuel Chaves

Las pintadas y las eleccionesEs un tema que todos los años aparece en épocas

de elecciones: el deterioro de la ciudad por la propa-ganda electoral. Carteles en los árboles y columnas, pintadas en muros, intervenciones sobre el espacio público, entre otras, son los clásicos métodos que utilizan los partidos para incidir en su electorado. Un cartel clavado en un árbol que decía “Cambie su ciudad, vote a Ana” (en referencia a la actual inten-denta Ana Olivera) era una clara señal de hipocresía de las campañas. Luego de las últimas elecciones, Olivera envió un comunicado en donde se intima a los partidos políticos a cuidar los monumentos y muros de la ciudad, pero no pareció ser acatada, ni siquiera por el propio partido de gobierno de la intendenta (la pintada de muros es una de las principales herramien-tas de propaganda que utiliza el Frente Amplio).

Hoy la discusión está centrada en la responsabilidad sobre el deterioro. Tal vez si se comienzan a cambiar los hábitos de los ciudadanos la ecuación de ese presupuesto mayoritariamente destinado a la conser-vación se podría destinar en imprimirle un golpe esté-tico a la ciudad.

Descontrol“No existe control sobre toda la ciudad pero pensa-

mos avanzar en eso. Los convenios con organizacio-nes no gubernamentales para la implantación de cuidaparques en las cinco plazas que quedan por 18 de Julio, el Parque Rodó, Parque Batlle, algunos sectores del Prado, en el Parque Rivera, el Parque Vaz Ferreira, el Jardín Japonés y en la peatonal Frugoni ya son un hecho”, asegura Bianchi. Esto, al parecer, ha tenido un enorme efecto disuasivo pero no quiere decir que haya impedido absolutamente el vandalis-mo. La IM tiene además un equipo de inspectores que vigilan los espacios públicos. La brigada está integra-da por cuatro personas.

Al fallar en muchos casos los métodos de persua-sión, el mantenimiento de lo deteriorado es una cons-tante. En algunos casos los propios funcionarios de la IM se encargan de los arreglos, pero en otros, al ser obras de arte las que están en el medio, se debe contratar a artistas especializados.

¿Quién cuida la ciudad?

Foto: Manuel Larrosa

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Los buenos autores no deberían morir, para no dejar al mundo sin su arte pero, más importante, para no generar viudas.

Pablo Katchadjian es bonaerense. Tiene 35 años y una pequeña editorial llamada Imprenta Argentina de Poesía (IAP), y tuvo miedo hace unos meses, cuando llegó a su buzón un documento judicial sobre una denuncia de María Kodama, que para muchos es algo como la Yoko Ono de la literatura argentina. Autor de un par de obras reconoci-das por buena parte de la crítica –entre ellas la nouvelle Qué hacer– reserva para su sello la publicación de poema-rios ajenos y experimentos propios, como El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (IAP, 2007), que consiste exac-tamente en lo que su título anuncia. Uno de ellos, El Aleph engordado (IAP, 2009), fue el que inquietó a Kodama, que rápidamente inició acciones legales.

Basado en el cuento borgiano de 1945 (que narra la rela-ción entre un tal Borges y otro intelectual, Carlos Argenti-no Daneri, atravesada por la muerte reciente de una mujer deseada por ambos y por el descubrimiento de un fenó-meno sobrenatural) el texto de Katchadjian tiene 9600 palabras, 5600 más que el original. En una nota final, Katchadjian escribe que la única regla que se propuso fue la de no quitar nada, ni una coma, del cuento de Borges, sino “cruzarlo” con su intervención, a modo de no inten-tar ocultar su escritura ni hacerla demasiado visible: “los mejores momentos, me parece, son esos en los que no se puede saber con certeza quién es quién”, agrega. Salvo alguna excepción –en las primeras líneas aparece el adje-tivo “horrible”, que probablemente Borges (más propenso a términos como “aborrecible” o “abominable”) jamás hubiese usado– el propósito se cumple. En algunos casos, las palabras agregadas aumentan elementos en una lista; en otros, vuelven un poco más filosa la relación entre los protagonistas; en varias, sobre todo en los últimos párra-fos, tuercen la lectura hacia otros lugares (“Felizmente, al cabo de unas noches de insomnio, me trabajó otra vez el olvido”, remata Borges el cuento, y Katchadjian agre-ga “aunque no del todo”). En algunos casos, Katchadjian introduce elementos que luego retoma en otros agre-gados, lo que nos hace hipotetizar que cualquier texto puede ser engordado (algo así como la operación opuesta al resumen) hasta el infinito sin dejar del todo de ser el mismo texto.

Para Kodama, según una entrevista publicada este año en El País Cultural, el libro “es una copia impune de la obra de un autor para afearla, desde el título. Además, se defienden diciendo que Borges hizo ‘Pierre Menard, autor del Quijote’ y eso es una confusión mental: Cervantes está

en el dominio público y Borges no tenía por qué pedirle permiso”. “Pierre Menard...” es un falso ensayo sobre un autor que, en pleno siglo XX, reescribe palabra por pala-bra capítulos del Quijote; para el narrador, el mismo texto escrito en contextos diferentes se convierte en otro.

Detalle: Kodama echa mano al argumento del dominio público, así que el texto está librado de cualquier forma de copyright. ¿Es eso lo importante en “Pierre Menard...” o, por transitiva, en El Aleph engordado? ¿Es coautor el que manufacturó el mingitorio que Duchamp convirtió después en la obra Fountaine? Queda claro que en ninguno de los dos casos hay plagio: Katchadjian explicita que su texto se basa en otro que no es de su autoría, y el simple procedi-miento de comparar ambos sirve para tamizar lo “engorda-do” del original.

Legalmente hablando, el argumento a favor de la exis-tencia de lucro ilícito era bastante flaco: el libro, con un tiraje de 200 ejemplares –para el mercado argentino, migajas– que en su mayoría fueron regalados, se vendía prácticamente al costo (el equivalente a 60 pesos urugua-yos). De haber habido dolo, el engordador podría haber sido condenado a prisión de un mes a seis años. Eso no pasó, en parte, porque Katchadjian presentó al juez un ensayo de siete páginas en el que explicaba y justificaba sus procedimientos literarios. (La imagen de un pequeño escritor leyendo, desde páginas temblorosas, el funda-mento vanguardista de su libro ante un juez impasible en su alto estrado es inevitable). El abogado defensor tenía en sus planes citar a la corte a César Aira y Beatriz Sarlo como “asesores literarios”, pero el juez optó por centrar-se en las cuestiones de derecho. El juicio fue sobreseído (suspendido por falta de causas) en mayo de este año, lo que convirtió a Katchadjian en una especie de héroe del ambiente literario. Kodama no hizo apelaciones.

Otro demandado fue el escritor y físico español Agustín Fernández Mallo (1967) por su libro El hacedor (de Borges), Remake (Alfaguara, 2011). Miembro de un conjunto de autores que la crítica llamó Generación Nocilla (en base a una trilogía de novelas de su autoría), su escritura es frag-

mentaria y se caracteriza por ser decididamente posmo-derna e incluir referencias pop y diálogo con las nuevas tecnologías. Fernández Mallo respetó en su remake la estructura del poemario de Borges, pero agregó frag-mentos de jingles, parodias a poemas de Bécquer, links a videos de Youtube y anotaciones de diario. Según dice Kodama en una entrevista para el número 5 de la revista Orsai, Fernández Mallo “había copiado epílogo, prólogo, había cambiado tres palabras y lo firmaba él”. Alfaguara, bajo amenazas de ir a tribunales, mandó a retirar cada ejemplar del libro, que unos pocos accedieron a leer, por haberlo comprado rápido en librerías o por reventas en sitios web como MercadoLibre.

En 1982, Fogwill publicó Help a él, una reescritura de El Aleph con agregados de sexo onírico y consumo de drogas, y lleno de referencias al cuento de Borges (ya desde el título, un anagrama del original), que no enfren-tó juicio alguno. Tampoco la parodia “El especialista, o la verdad sobre ‘El Aleph’”, de Roberto Fontanarrosa, donde se establece que el elemento que da título al cuento –una especie de “visor” que permite observar el univer-so entero– era en verdad un prototipo de televisor Itachi 122 portátil de media pulgada. En la nouvelle del urugua-yo Ramiro Sanchiz Nadie recuerda a Mlejnas (de título también borgiano) un personaje habla sobre un cuento de su autoría, “Ape Hell” (otro anagrama), que fusiona la línea de El Aleph con elementos de la narrativa de Love-craft. O Kodama no se enteró de ninguno de estos casos, o hay un concepto de plagio que se limita a la presencia de las palabras textuales de Borges (lo copyrighteable, digamos) y no a otros elementos. ¿Y si Katchadjian hubie-se contado exactamente el mismo cuento con protagonis-tas femeninos? ¿Si hubiese sustituido cada palabra por su sinónimo? ¿Si contaba la historia desde la perspectiva de Carlos Argentino Daneri? ¿Hubiese reaccionado igual Kodama? La respuesta es un misterio, al menos en este universo. Por lo pronto, la obra de Borges es de su viuda; al menos hasta 2056, cuando pasarán a dominio público según la legislación argentina.

Borges, Kodama, la intertextualidad y el copyright

El escritor y su laberinto (legal)Jorge Luis Borges fue el autor rioplatense que más cultivó el diálogo entre las obras literarias; resulta una ironía que su viuda, María Kodama, levante hoy barreras legales contra varios autores que buscan dialogar con la obra borgiana. Por Federico de los Santos

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Pocos fueron los testigos.Pocos pudieron escucharlo tocar en vivo.Cuando digo pocos es en comparación a las multitudes

que van a un clásico del campeonato uruguayo, que asis-ten a toques de bandas que lograron triunfar a nivel de público. Pocos en comparación a la cantidad de personas que si hoy lo escucharan se volverían adictos a él.

Muchas personas cantan sus canciones sin saberlo. Y las bailan, o las escuchan en la radio en la voz de otros. Inclu-so, hasta tienen algún disco con un cover de alguno de sus temas en la biblioteca.

Con estas palabras quizás también podría estar hablan-do de Eduardo Mateo, pero no. Estoy hablando de El Prín-cipe.

El concepto de príncipe se define respecto a otro: hijo del rey. Este no.

En él, el concepto está construido por sí mismo, o por la visión que los demás tenían de él; aquí la genética y la suerte no aportan título nobiliario y poco importan.

Se llamaba Gustavo José Pena Casanova y nació en Montevideo en 1955.

Lo crió una tía, hermana de su madre. Si se le venía una música a la cabeza no podía dejarlo para el otro día: se levantaba y grababa.

Esta ciudad no logró entenderlo y se fue a Río de Janeiro, donde tocó y fue vendedor de chorizos.

Tenía la cara de un duende que se hace pasar por huma-no. Pez con alas. De pelo largo parecía un Mick Jagger oriental, luego, armónica de por medio, confirmo que Uruguay tuvo su Bob Dylan.

Vivió cinco meses en la selva atlántica de Brasil. Volvió a Uruguay. Grabó cientos de canciones de las cuales algu-nas se recogen en un disco en vivo grabado en la Sala Zitarrosa llamado El Recital y en otro editado por su hija Eli-u Pena luego de su muerte, La fuente de la juventud. Además, están disponibles grabaciones de sus temas que

de a poco están siendo subidas a internet y próximamente estarán disponibles en una página web junto a sus dibujos y videos. Pero vamos despacio.

¿Cómo que no?Existen algunos registros de Gustavo disponibles para

acceder en internet.El primero en orden cronológico es una entrevista reali-

zada en 1995 por César Martínez para el programa Doctor X en la radio 100.3. Esta entrevista consiste en unas cuantas canciones de El Príncipe tocadas en vivo, experimentan-do con distintos instrumentos, y en otras pedidas por el público.

El segundo, es otra entrevista de radio que fue realizada en 2003 por Alejandro Ferreiro en el mítico programa Planetario, de la radio El Espec-tador. Fue hecha días antes del recital que iba a realizarse en la Sala Zitarrosa que fue pospuesto porque El Príncipe no estaba bien de salud. Allí contó que a los 21 años, en la selva, tuvo un encuentro cercano con una luz que le dijo: “La oscuridad que vos ves es lo que vos te creés que sos”. “Antes de eso me quería morir, porque me parecía que el mundo era una mierda y que yo no estaba diseñado para este mundo, rechazaba todo, no me gusta-ba la forma. Ahora no me gustan muchas cosas, pero hay millones de cosas que me gustan”, contó.

Como en el cineGuillermo Villalobos conoció al Príncipe a través del

músico Martín Morón en 2002. Estaban juntos y fueron a su casa. En ese momento El Príncipe tenía una enferme-dad llamada síndrome de Guillain-Barré que ataca a muy pocas personas en las que provoca que el propio siste-ma inmunitario del cuerpo ataque a una parte del sistema nervioso periférico.

Ese día El Príncipe los recibió como un gran anfitrión. Hicieron ñoquis, charlaron, fueron a un bar y siguieron charlando. “El Príncipe tenía la capacidad de llevarte a su propia nave y vos empezabas a estar menos requerido por la neurosis de la rutina”, cuenta Guillermo en un bar de

Buenos Aires.Un tiempo después

de comenzar a rodar el documental, El Príncipe falleció. Pasaron cinco años hasta que se terminó de editar la película por no dar con un editor que no estuviera contaminado por la estética publicitaria, hasta que Guillermo se encontró con Martín Farina, quien fuera el editor definitivo

del documental.La película fue grabada en una chacra en las afueras de

Castillos y en la casa de Guillermo Villalobos en el Polonio. Estuvieron conviviendo con El Príncipe alrededor de dos meses.

“Cuando vos conocés la música ya te enamorás, y cuando lo conocés como persona, filosóficamente tiene la misma virtud que su música. Era un tipo de un espíritu

El Príncipe Gustavo Pena Casanova / Por Denisse Ferré

No es malo necesitar un amigo, un cariño, ser un niño

o ser libres en la camaVos, ayer, no confiaste en Dios

yo perdía la voz, y los dosen el medio de este baile

Déjame creer, que esto sólo pasó ayery hoy por suerte no es ayer

(“Ángel de la ciudad”)

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increíble” cuenta Guillermo explicando por qué se interesó en grabar una película con El Príncipe.

“Es como me dijo Martín Buscaglia una vez, ‘es como tener a John Lennon a cinco cuadras de tu casa y estás vos solo enterado’”.

Cuenta Guillermo que hoy la película no puede proyec-tarse en cines en Uruguay porque le informaron de AGADU que Eli-u Pena comenzó “acciones legales a efectos de prohibir tanto la inclusión de la imagen y la voz del Sr. Gustavo Pena en el docu-mental, como asimismo la exhi-bición del mismo por cualquier forma, medio o procedimiento”. Cuenta Villalobos que a partir de ahí la película tomó un camino más lento, de boca a boca. Existen fragmentos del documental en Youtube para los interesados.

El fuerte de la película es claramente El Príncipe, ver cómo sus palabras y expresiones son extremadamente acordes con su música. Se nota que no está gozando de un buen momento de salud, pero claramente increpa a quien la mira. El tipo continuaba cumpliendo lo que para él era su misión en la vida. Grababa y grababa.

El documental tiene momentos hermosos, como cuando mientras se arma un tabaco, de piernas cruzadas, dice: “Hago de cuenta que soy como la guitarra, que con los años va teniendo rayones y golpecitos. Bueno, yo estoy lleno de rayones y golpecitos, y me gustan, porque hacen que sea lo que soy. Si no hubiera tenido tantos rayones y golpecitos, capaz no comprendería nada”. O cuando confiesa: “Nunca quise ser músico. Nunca se me pasó por la cabeza, es algo que fui siempre, desde chiquito. Creo que la gente, acá en el mundo, todos nosotros, tenemos un lugar y una función. En vez de correr atrás de imágenes: Yo quiero ser un hombre de éxito, o una mujer ejecutiva o no sé qué, tendrían que ver lo que es primero. Verse, mirarse, y ver lo que hace con una bolita de plasticina cuando es chico, ver lo que hace. ¿Entendés? Porque se manifiesta eso en la gente. Lo que pasa es que nadie se mira ni a sí mismo ni a los otros. Entonces mi hijo tiene que ser médico, porque mi padre era médico. De repente, el hijo es un capo con los números, y quiere ser matemáti-co o físico, y no. Entonces al cambiarle el lugar y la función lo está cambiando de su propio lugar. Quiere decir que lo está matando. ¡Señores padres, no maten a sus hijos con sus sueños frustrados! Hagan ustedes lo que tengan que hacer y dejen al tipo que haga lo que se le dé la gana”.

Continúa: “Y es horrible, porque cuando vos corrés atrás de una meta tenés un peligro que es terrible. Cuando llegás, ya llegaste a un lugar donde te quedaste parado, porque ya tenés la meta, y todo un pedazo de tu vida se lo dedicaste a eso. Cuando llegaste vas a tener que tener otra. Porque sino llega un momento en que decís: bueno ta, tengo un auto, una casa, mujer, dos hijos, gano tanto… ¿Y? Tenés que hacer algo con eso. Si no, eso mismo te va a comer la cabeza, te va a matar. Vas a quedarte viviendo en un mundo completamente ilusorio, de cómo mantener lo que tenés. ¡Pero si no tenés nada! Viene un incendio y no tenés más nada. ¿Cómo quedás si el mundo exterior es lo que te sustenta? Si lo que te sustenta es exterior y viene un viento y te lo vuela, ¿cómo quedás? Parado, como un palo en el Polonio, mirando”.

El otro documental que existe es Ángel de la ciudad (2007), que es la tesis de facultad de Diego Robino y David Silva Trías. Se trata de la búsqueda de El Príncipe

por Montevideo y los desencuentros entre el músico y los creadores. Gustavo había sufrido una recaída y estuvo internado y recién al final del audiovisual se encuentra con él.

También aparecen testimonios de músicos como Nico Davis, Jorge Nasser, Nicolás Ibarburu, Fabián Pietrafesa. Además cuenta con la presentación de El Príncipe en La puerta grande, un programa que conducía Rada allá por

2001 en el cual lo presentó como “un grande de la música uruguaya” en una noche estrellada.

“En realidad a mí me descubrieron los brasileros: toqué solo una vez antes en la Alianza Francesa, y no me dejaban entrar porque era muy pelu-

do”. Luego de eso decidió irse a San Pablo. “Si hay una cosa con la que me voy a morir tranquilo, es que mi vida me la elegí yo”.

“Mi mamá me mandó a hacer una guitarra. Mi hermana me enseñó los primeros tres acordes que yo toqué, ella se reía y me decía ‘yo me quedé tocando esos tres acordes toda mi vida’, me enseñó la, re, mi y “Zamba de mi espe-ranza” pero yo quería tocar ‘Dont Let Me Down’ […] y yo con eso hice todo el resto porque en reali-dad nunca tuve un profesor de guita-rra, yo me enseñé a mí mismo porque era pobre”, dice riéndose.

“No sé para quién hago la música pero sé para qué la hago: yo hago la música porque no puedo parar de hacer-la, es como mi trabajo, es como mi misión. Siempre que dejo la música se me vacía todo, me va mal. Con la música puede ser que me vaya mal, pero me siento re bien y la

gente también, me parece la forma más útil que tengo de servir a la gente”. “El Príncipe no es una cosa aislada de la realidad, al contrario: creo que estoy tan metido en la realidad que podría animarme a decir que yo soy pueblo. Yo paso hambre de verdad, no es una historieta, ni una imagen, es verdad. Yo me despierto y no tengo leche, no tengo pan, me hago un café y salgo a la calle, pero la música no pasa por mi lado físico, la música no sale de mi físico, mi físico la disfruta” dice El Príncipe en Ángel de la ciudad. El documental fue subido a Youtube el 6 de agosto de 2012 y ya tiene más de 900 visitas.

Imaginando buenasSu música lo trascendió. Es por esto que hoy sus cancio-

nes son interpretadas por varios artistas del Río de la Plata. En Uruguay antes de que El Príncipe falleciera, la Abuela Coca ya había grabado “Para ver las estrellas” en su disco El ritmo del barrio (2001). Ana Prada hizo una versión de “Mandolín” en su disco Soy pecadora (2009). Este tema también fue versionado por el músico Pablo Dacal, por la banda Millones de casas con fantasmas en el disco Apoteosis (2010) y por la banda uruguaya Cuatro pesos de propina, en vivo.

Mónica Navarro canta uno de los mejores temas de El Príncipe, “Quiero ser un muñeco”, en el disco Uruguayas campeonas, donde también Maia Castro versiona “Beibi”.

Martín Buscaglia versionó “Pensamiento de caracol”, la banda argentina Onda vaga grabó “¿Cómo que no?”, y “Polenta” y “Quiero ser un muñeco” son versionadas por la banda argentina Ciruelo.

Sus ojos expresan su alma de pez y sus canciones, la magia de

un alquimista anónimo, que hace su trabajo confiando en que es su misión, sin que nadie lo sepa. Que está tranqui-lo con su vida, como pocos. Un amigo me dijo: “El Príncipe tiene los ojos más allá, y no es solo porque la mente no acompaña su cuerpo: su alma es demasiado grande para caber en esas dos estructuras”. Parece cierto.

Ay, qué bueno está comer una polenta cuando hay frío y hay tormenta

algo así como andar confundido y encontrarse a Dios

(“Polenta”)

Siempre en la hoja, mas no me importaporque en mi hoja estoy libre

de los problemas de aquellos bichos que se disputan con gran pasiónunos papeles que yo no entiendo

por eso viven sufriendo

(“Pensamiento de caracol”)

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Día de escuela

La exposición tiene un sentido para recorrerla. Pero no importa, puede ser vista de cualquier forma. En esas fotos estamos todos aquellos que disfrutamos o no de la escuela pública. Moñas grandes, túnicas blancas, rodillas gastadas. Al menos un recuerdo de aquellas maestras siempre perdura. La mamá de Matías es la protagonista de la serie; empezó como maestra pero al poco tiempo debió abandonar el cargo y dedicarse a la secretaría de la Escuela Nº 50 de San José. El día de la inauguración de la exposición es una celebridad.

Fotorreportaje por Matías Fabricio

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El invierno tiene esos quince días en que las obras infantiles se juegan la vida, y la distancia entre el éxito y el fracaso nunca está del todo clara. Sin embargo, la apuesta de algunas salas por la multiplicidad de ofertas parece ser la clave para atraer a niños y, fundamentalmente, a padres.

Las vacaciones de julio son para cualquier espectáculo teatral infantil el momento más importante del año. Una zafra de dos semanas en la que muchos elencos apuestan todas sus fichas. En ese contexto, la mayoría de los espec-táculos se ven tentados a incluir funciones todos los días y hasta más de una por jornada.

Ahora bien, la suerte no es la misma para todos. El Family Fest llegó a Montevideo prometiendo ser “un megashow” con siete espectáculos en un mismo predio y una extraña conjunción de personajes “infantiles” como Spiderman, los Power Rangers, Barney, Hello Kitty y algunos de Star Wars, entre otros.

Al principio todo parecía estar bien. Se anunciaban funciones todos los días, desde el sábado 30 de junio hasta el final de las vacaciones, el domingo 22 de julio. Sin embargo, y a pesar de la publicidad y las múltiples apariciones del espectáculo en televisión, la producción comunicó un inesperado cierre de temporada el domingo 15. Así, una propuesta internacional que había desembar-cado en la capital haciendo mucho ruido, se convirtió en la confirmación de que parece no haber suficientes niños para todos.

En efecto, cada año encuentra en el primer fin de semana de las vacaciones de invierno una “explosión” de la oferta dirigida a los niños, olvidados durante el resto del año. Las salas tradicionales de la capital comprimen su grilla habi-tual para incluir propuestas infantiles diarias. Además, suelen sumarse otros lugares menos tradicionales, como la Rural del Prado o el propio Punta Carretas Shopping.

Si bien la lista fue muy extensa, algunos lugares se

destacaron por presentar más de un espectáculo. Bajo el nombre “El Galpón de los niños” el teatro ubicado sobre la Avenida 18 de Julio fue la sala que concentró más espectá-culos, cinco en total. El Teatro Solís también apostó por la multiplicidad al incluir el teatro negro, el infaltable Sapo Ruperto y la obra Por un color, de L Arcaza Teatro. Por su parte, el Teatro Metro apeló, una vez más, a la batería de obras de La Fábrica de Ilusiones, grupo teatral que desde hace años ha logrado convertirse en una verdadera “fábri-ca” de obras para niños.

Precisamente, la concentración de propuestas en pocos centros culturales ha sido una estrategia favorable, en tiempos en que los padres prefieren “ir a lo seguro”. Muchos de ellos, además, repitieron sus presentaciones de años pasados, permitiendo la “fidelización” de públi-cos. Fenómeno que resulta contraproducente para las novedades de cada año que recalan en otras salas de la capital.

Las claves del éxitoEl secreto para no fracasar en vacaciones de julio está

para algunos en la forma en la que se piensa un espectá-culo y la seriedad con la que se encara la temporada de invierno.

Para Nicolás Fernández, director de La Fábrica de Ilusio-nes, la confianza que ciertos grupos o salas logran en el espectador adulto es fundamental para que éste decida comprar entradas para sus hijos. “Hay muchos grupos que producen exclusivamente para las vacaciones, gene-rando muchas veces productos descuidados”, confesó en conversación con El Boulevard.

Intentando no ser uno más de esos espectáculos, Fernán-dez asegura que La Fábrica de Ilusiones se ganó un lugar en la taquilla por “realizar espectáculos todo el año”. Una práctica que le posibilita generar un público que “sigue a la compañía a donde vaya”.

Fernández opinó que el éxito de una obra infantil está muchas veces en el respeto que se demuestra hacia los

niños y sus padres. “Nosotros intentamos estructurar el espectáculo con el padre acompañando a sus hijos, para que también sea parte y no, como sucede en algu-nos casos, deje a los niños en la sala y los pase a buscar después”, complementa.

Según el director, obtener un espectáculo de calidad requiere priorizar el respeto por el texto y los libros en los que se basan muchas de las historias; “juega a rajatabla con el libro, de forma que el niño asocie lo que ve con el libro que puede haber leído anteriormente”.

A diferencia del Family Fest, para los espectáculos que parecen haber seguido el camino planteado por Fernán-dez, la temporada fue algo mejor. Es el caso del escritor infantil y músico Roy Berocay, quien no dudó en asegu-rar: “Nos fue muy bien”. Aprovechando la tradición de su personaje el Sapo Ruperto, montó en la Sala Zavala Muniz un musical con más de una función diaria. “Hicimos 32 funciones, la mayoría a sala llena”, dice Berocay, remar-cando que tuvieron “una respuesta increíble de la gente este año”.

Para La Fábrica de Ilusiones la temporada también fue provechosa: “este año fue un éxito total en comparación con el anterior”, explica Fernández al mencionar que tuvie-ron “8000 espectadores con cuatro espectáculos a la vez, cuando en 2011 fueron 10 mil con ocho obras simultáneas [El Sapo Ruperto 4: Las vacaciones siniestras, Super Pocha, Laboratoon y Ernesto, el exterminador]”.

Los testimonios parecen corroborar que la clave del éxito de una temporada infantil cada vez más competitiva está en la apuesta por propuestas ya reconocidas y profesiona-les, generalmente en los escenarios grandes de la capital. Algo así como que, también en el teatro infantil, los shop-pings les ganan a los almacenes.

Por Sergio Pintado

Los niños

que llevamos

dentro

Éxitos y fracasos teatrales en vacaciones de julio

Foto: Manuel Larrosa

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La cultura al servicio de la resistencia

La Torre de los Panoramas

LA GENERACIÓN NINGUNEADA

En 1997 el novelista paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005) escribió un artículo titu-lado “Paraguay, una isla rodeada de tierra”, metáfora que sintetizaba la situación sociopo-lítica, cultural y económica del país. De alguna manera, Paraguay ha sido el hijo tímido de América Latina, ignorado o disminuido por la heterogeneidad de sus vecinos. Sus más de 30 años de dictadura (Alfredo Stroessner, 1954-1989) demoraron el despegue, y los posteriores gobiernos democráticos no han resuelto el crecimiento de la economía. La situación social se mantiene en un deterioro constante y, hartos de esperar mejores tiempos, muchos paragua-yos emprendieron el camino al destierro voluntario. Según Roa Bastos, la principal ciudad de Paraguay es Buenos Aires, con casi dos millones de residentes.

El viernes 22 de junio el Parlamento paraguayo destituyó al presidente democrático Fernan-do Lugo. Durante tres días las miradas estuvieron puestas en ese país. Se esperó que la gente saliera a las calles a manifestarse, pero las iniciativas eran desorganizadas y fueron deses-timuladas. Por eso fue que rápidamente se organizó un movimiento de resistencia cultural. Las redes sociales empezaron a convocar, pero el éxito fue relativo: solo el 20 por ciento de la población paraguaya tiene acceso a Internet, y en su mayoría pertenecen a las franjas socioeconómicas altas (el electorado de Franco). Sí sirvieron como enlace con el exterior, en donde según se expresó, el apoyo y la resistencia fueron por momentos mayores que en la propia tierra guaraní.

Los medios de comunicación mostraban una sola voz. La única alternativa estaba en la expresión de las masas que solo conseguía amplificarse en TV Pública Paraguay que, inau-gurada hacía apenas un año, se definía como “la voz de la ciudadanía”. Pero no duró mucho: de inmediato el gobierno de Franco se hizo cargo de soslayar ese foco de incitación a la resis-tencia.

El ex director de TV Pública Paraguay, Marcelo Martinessi, relató a El Boulevard cómo suce-dieron los hechos: “El sábado siguiente a la destitución de Lugo vienen a forzarme a cambiar la programación, yo me negué y me destituyeron. Dos horas después comienzan a llegar jóvenes a manifestarse en la puerta del canal y esto se transmite en directo. En pocas horas se juntan cerca de tres mil personas. Se baja una cápsula con un micrófono (en el marco de un popular programa llamado ‘Micrófono Abierto’) y se genera un espacio en donde los ciudadanos empiezan a expresar al gobierno democrático”. Martinessi junto con otro grupo de referentes de los medios y la cultura paraguaya empiezan a forjar una red denominada Resistencia Creativa, que es una de las únicas manifestaciones de rechazo popular hacia los acontecimientos sucedidos.

En estas últimas semanas emergieron una serie de eventos culturales. Artistas y ciudada-nos se reunieron a expresar el rechazo al actual gobierno en el marco de actividades casi diarias de la organización Paraguay Resiste, tituladas “Golpe a golpe, verso a verso”. Se componen por exposiciones fotográficas, exhibición de documentales, música popular y otras manifestaciones artísticas.

El resto de las expresiones artísticas militantes son más ocasionales y refieren a arte calle-jero: grafitis y pintadas. Pero además ha aparecido otra serie de manifestaciones alternati-vas: Apysarapo, una revista de “humor de contragolpe”; Héroes de la Dependencia, una serie de murales o grafitis realizados en el centro de Asunción, y Japiró Colectivo, grupo anterior a la crisis pero que desarrolla una moderada “campaña” desde la destitución de Lugo a través de manifestaciones callejeras.

Los esfuerzos de estos grupos pretenden constituirse en una herramienta de resistencia y evocan constantemente los nefastos hechos sucedidos para que la población no se olvide. Por lo menos de aquí a las próximas elecciones de abril de 2013.

Juan Manuel Chaves

El debate sobre la legalización de la marihuana está atravesando su momento de mayor exposición pública en años. Sin embargo, la discu-sión ha sido tan vaga como en la mayoría de los temas que aparecen en la agenda.

Parece que desde el advenimiento de la democracia (hace ya casi 30 años) es imposible escapar de la polarización de posturas en cual-quier tópico. Aquellos que popularizaron la ya mítica teoría de los dos demonios se sentirán orgullosos de esta especie de parálisis cogniti-va.

A los uruguayos nos gusta vernos como una secuencia cíclica de “generaciones” literarias, filosóficas o directamente vinculadas al devenir político, que cada tanto irrumpe y sobre todo sacude la suave-mente ondulada calma del país. Nos encanta imaginarnos alrededor de una mesa de café donde se discuten honesta y horizontalmente las cuestiones que nos interesan.

Desde los derechos laborales y las mujeres de principio de siglo, pasando por la generación crítica y el mayo del 68, hasta la restaura-ción democrática en el 84, los grandes momentos tienen una vanguar-dia que rompió modelos e impuso tendencias.

Hoy en día no existen Sorocabanas. El campo de debate es la televi-sión y allí las posturas se simplifican de tal manera que cualquier tema entra en el esquema “VOTÁ SÍ si estás a favor y VOTÁ NO si estás en contra”. No hay términos medios y no se pondera el argumento. Lo que es peor, tomamos estas encuestas como verdaderas investigaciones estadísticas.

Salvo excepciones nos hemos acostumbrado a discutir sobre las formas y no sobre los contenidos. El ejemplo paradigmático es la Ley de Caducidad. La paradoja de poner la ley por encima de la justicia es tan potente que a nadie parece importarle si está bien tener genocidas sueltos. El cuco de la inconstitucionalidad actúa casi como una cues-tión sobrenatural.

La agenda pública es gerenciada casi exclusivamente por los gran-des medios y los actores políticos siendo muy difícil que se escuchen voces ajenas a estas corporaciones. Es curioso, pero no se entrevista a mujeres para saber qué piensan del proyecto de ley de salud sexual y reproductiva de la misma manera que los consumidores de cannabis casi no han sido tenidos en cuenta en la discusión por la legalización de la marihuana y no se consulta a los estudiantes para hablar de la educación.

En la lógica de la “videopolítica”, lo importante es que la interpela-ción dure hasta el noticiero de la noche para poder salir en directo. No parece importar que los temas tengan un corpus coherente del estilo: presentación de tema, discusión, conclusiones finales. Sufri-mos el efecto Pulp Fiction: primero se concluye que hay que legalizar la marihuana, después se afirma que hay que discutirlo y finalmente se descarta la posibilidad, si la “gente” no está de acuerdo con una propuesta que nunca se realizó.

La generación del 2000 es la generación ninguneada. Cuando se necesita una opinión calificada, las canas pesan. Los jóvenes del 84 siguen siendo la renovación y la generación del 45 sigue marcando agenda a pesar de que casi no quedan sobrevivientes. ¡Del 45!

A esta altura se hace necesario cambiar este modelo para pensar. Ese que se basa en buenos y malos, salvadores y culpables y en la yuxtaposición de monólogos.

Mientras los representantes sexagenarios de nuestra política se pasan facturas en los pocos espacios de debate que existen, la gene-ración 2.0 está en el espacio virtual, participando de otros debates y aprendiendo de otras experiencias. Sería una tontería desaprovechar esta coyuntura, no invitarlos a dialogar. ¿Vos que pensás? VOTA SÍ al 0800…

Daniel Machín

El arte en medio de la crisis política paraguaya

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/ Cultura que se imprime / ELBOULEVARD #05

Es muy difícil encontrar, sobre todo a partir de 2001, obras narrativas ambientadas en zonas marginadas que no caigan en la caricatura del pobre, del ladrón, del droga-dicto; que no hagan una clásica separación moral entre los buenos, los malos y las víctimas; que no crean que la forma de hacer una novela o película sobre la villa, el cantegril o cualquier otro margen es tan sencillo como mezclar sin criterio cumbia, tiros, sexo y lunfardo. Es que la tentación es muy grande, los márgenes venden y el efecto Ciudad de Dios hizo creer a muchos que allí había dinero fácil. En el cine argentino, desde visiones romanticonas como la de El resultado del amor de Eliseo Subiela o El polaquito de Juan Carlos Desanzo, hasta la violencia marketinera de Palermo Hollywood de Eduardo Pinto, mucha cosa ha contribuido a que el público diga ante el estreno de una nueva obra de este tipo: “Uh, ¡otra más de chorros y villeros!”. Sin embar-go, hay algunas que escapan a este esquema y generan un discurso tan complejo como valioso. A las fundamentales Pizza, birra, faso y Un oso rojo de Adrián Caetano, se le suma ahora Elefante blanco de Pablo Trapero.

La historia de Elefante blanco no es solo la de unos curas que trabajan en la villa con la comunidad, ni únicamente la descripción de la vida allí, ni solamente la de los tejes y manejes de los fondos públicos para programas socia-les, ni siquiera la de ese monumental edificio abandonado al costado de la villa oculta en Lugano que iba a ser un hospital modelo y hoy es un refugio de 300 familias que todos llaman, por su tamaño desmesurado y su color, el elefante blanco. No, es eso y mucho más. Porque de todo esto, Trapero y su equipo sacan múltiples ramificaciones que se conectan entre sí para generar otras que llevan el pensamiento a lugares insospechados. Esto no es casual, y tiene que ver con la conformación del equipo de guionis-tas con los que Trapero trabaja el guión de sus películas: Santiago Mitre, Alejandro Fadel y Martín Mauregui. Ellos, junto a Juan Schnitman hicieron de su ópera prima una

película que por muchas razones podría parecer olvida-ble pero que sentó las bases de una nueva narratividad en el cine argentino. El amor (primera parte) fue quizás la primera película argentina de verdadero torrente narrati-vo, algo equivalente a la literatura de César Aira, esquema que luego derivaría en una obra maestra de quien casual-mente era el productor de la ópera prima de los cuatro jóvenes directores, Mariano Llinás y su enorme Historias extraordinarias. Y que luego continuara en una de las mejores películas del último cine argentino: El estudiante, del mencionado Santiago Mitre que al igual que Elefante blanco cuenta una historia de un nuevo modo, de un buen modo.

Esta película cuenta la historia de Julián (Ricardo Darín), que es un cura de esos denominados “villeros” que vive y trabaja en una villa porteña. Junto a él están otros sacer-dotes como Nicolás (Jérémie Renier, actor de más de una película de los hermanos Dardenne) y Lisandro (otro gran trabajo de Walter Jakob), con quienes lleva adelante la parroquia del lugar. Colaborando en un plan de vivienda impulsado por la iglesia con fondos públicos está Luciana (Martina Gusmán), una asistente social, militante, compro-metida con la causa de la villa.

La vida en la villa se muestra complicada, sin caer en la satanización de la televisión, simplemente complicada como la de cualquier comunidad en que la droga y la delin-cuencia tienen una fuerte implicancia. En ese esquema, el “equipo” compuesto por los tres curas y la asistente social se divide, entre los moderados, calculadores y casi neutra-les y los románticos que actúan por afinidad e impulso. Esta división durante gran parte de la película va a ser el núcleo del problema en torno al cual gira todo. Quizás sea esto lo que le de un carácter de western a Elefante blanco, al tratarse de la forma en que dos posturas diferentes ante un territorio hostil conviven y chocan.

Otro detalle que contribuye a afirmar que esta sea quizás

la obra con que Trapero deja definitivamente atrás el mini-malismo inicial de Mundo Grúa o Nacido y criado es la música, fuertemente orquestal, monumental, similar a las bandas sonoras del cine de Leonardo Favio.

Lo que se puede reprochar de Elefante blanco es cierta tendencia a lo didáctico. En muchos momentos, la histo-ria cae en explicar demasiado todo lo que podría resultar difícil de entender a quien no tenga ni idea de qué es una villa y cómo se puede llegar a vivir en ella. De hecho esa intención de explicar todo arruina más de un buen plano secuencia. Lo mismo con la forma en que se encara el celibato: hay escenas que ya quedaban sobreentendidas y terminan distrayendo o quitando tensión al relato funda-mental. Este detalle también resulta un poco incómodo en las referencias al padre Carlos Mugica, a quien está dedi-cada la película y cuya presencia sobrevuela todo el film lo suficiente como para que luego se explicite al punto de llegar a la obviedad. Sin embargo, todo el resto está tan bien hecho y el guión es tan sólido y potente que más que empañar el resto, estos errores se olvidan o se tapan con la siguiente piña. La causa de que se torne un golpe tras otro no solo radica en lo polisémico de la historia sino también en que los personajes no son unidireccionales, son impredecibles. Cuando uno aparenta ser altruista, minutos después es el más egoísta de todos, el tímido es el más jugado, y el más sincero esconde un grave secre-to. Cuando terminé de ver Historias extraordinarias quedé decepcionado. Comprendí que allí había algo nuevo, que por ahí iba la mano, pero parecía ser obra de un explora-dor que mientras avanza sacando piedras de su paso las va poniendo atrás suyo para que su nuevo camino sea imposible de seguir por otros. Años más tarde compruebo que me equivoqué. Lo que nos queda ahora es ver adónde nos lleva este, hasta ahora, disfrutable camino.

Elefante blanco, de Pablo Trapero. Con Ricardo Darín, Jérémie Renier y Martina

Gusmán. Argentina/España/Francia, 2012.

La nueva película de Pablo Trapero

Camino abierto

Por Diego Recoba

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Cuando Ruben Rada compuso “Candombe para Figa-ri” no incluyó todas las facetas del pintor Pedro Figari. Quizás, al igual que la gran mayoría de los uruguayos, lo reconoció solo como el pintor que se atrevió a retratar la vida de las personas de raza negra, pero sin conocer su actuación en el campo de la filosofía, el derecho y espe-cialmente la política.

Es que el éxito de su pintura terminó eclipsando al Figa-ri escritor de ensayos filosóficos, ficciones y poemas, al destacado abogado y al diputado por el departamento de Rocha y posterior consejero de Estado representante del Partido Colorado. De hecho, se dedicó de lleno a la pintura recién en los últimos años de su vida, precisamente luego de “desilusionarse” de los resultados obtenidos en las otras áreas.

El poco conocimiento de estas facetas impulsó a los responsables del Museo Figari, creado por el Ministerio de Educación y Cultura en 2010, a generar espacios para que niños y maestros se introduzcan más en todas las facetas del personaje.

En el marco de la Semana de la Ciencia y la Tecnología, el director del museo Pablo Thiago Rocca y sus colabora-dores Paola Puentes y Gustavo Piegas iniciaron una reco-rrida por el interior con Pedro Figari: el hombre múltiple, una muestra que pone énfasis en su tarea como abogado, pedagogo, filósofo, humanista y, recién al final, como pintor.

Valiéndose de textos e imágenes, la muestra sitúa al público en 1895, diez años después de haberse recibido de abogado, cuando Figari tomó el famoso crimen de la calle Chaná. En 1889 el joven letrado había sido nombrado Defensor de los Pobres –abogado de oficio para quienes no podían contratar uno– cargo que lo hizo tomar la defen-sa del alférez Enrique Almeida, incriminado por el asesina-to del militante nacionalista Tomás Butler.

Con la prensa y el ambiente político pidiendo la cabeza de Almeida, el joven abogado logró demostrar la inocencia de su defendido. Quienes han estudiado la vida de Figari, coinciden en que la trascendencia del caso “catapultó” su carrera política.

Así es que en 1897 asumió como diputado por Rocha y un

año después integró el Consejo de Estado que sustituyó al Parlamento tras el golpe que dio Juan Lindolfo Cues-

tas. Su tarea legislativa se caracterizó por el apoyo a la enseñanza, principalmente de oficios y artes. Eso lo colocó, ya en 1915, al frente de la Escuela de Artes y Oficios, similar a lo que hoy conocemos como UTU.

Fue allí donde desarrolló la tarea que el actual equipo del Museo Figari define como una verdadera “revolución” pedagógica. Con Figari al frente, la Escuela de Artes y Oficios dejó de ser un “reformatorio” para varones de mala conducta para consolidarse como una escuela de oficios, abierta a ambos sexos.

Sin embargo, el cambio más trascendente que introdujo estuvo en el área de la carpintería, campo en el que propuso sustituir las imitaciones de diseños de muebles europeos por otros origi-nales, utilizando materia-les autóctonos. Propuesta que conjugó uno de los principios más defendi-dos en sus escritos filo-sóficos: la necesaria relación entre el hombre y la naturaleza que lo rodea.

El éxito inicial de su proyecto pronto generó el efecto menos espe-rado: los importadores de muebles europeos comenzaron a sugerir la remoción de Figari ante la caída de sus ingresos. Fue así que acabó renunciando a la dirección en 1917 y, frustrado como pedagogo, se radicó en Buenos Aires.

Es en la vecina orilla donde Figari, ya con 56 años, deci-dió dedicarse exclusivamente a la pintura. Pero esa es una historia más conocida.

Casi todo uruguayo conoce a Pedro Figari por sus pinturas y por incluir en ellas a las personas de raza negra. Sin embargo, también hay un Figari filósofo, humanista y político que merece tanta atención como el pintor y es recordado por el equipo del Museo que lleva su nombre. Por Sergio Pintado

Las ideas detrás de la pintura

LOS MISIONEROS DE FIGARILa misión“Somos como los misioneros de Figari”, dice a El Boule-

vard Paola Puentes, guía de sala del museo, y recuerda que Pedro Figari: el hombre múltiple ya visitó Florida, Arti-gas, San José y Rocha, más varias localidades pequeñas del interior. En cada una, Puentes, Piegas y Rocca encuen-tran en escolares y maestras casi siempre la misma reac-ción: sorpresa.

Según Rocca, la idea que se tiene de Figari es “muy restringida”, incluso la de su obra artística. “Se pien-sa que pintó a los negros y por metonimia también al carnaval cuando no fue así”, explica el director del Museo, señalando que Figari centró su arte en las costumbres típicas rioplatenses. “Él pintaba a personas en situaciones trascendentes, como fies-tas, casamientos o entie-rros”, comenta.

Conocer las otras face-tas del artista permite comprender mejor su pintura, según consideran desde el Museo. “Cuan-do se decepciona por el fracaso de la Escuela de Artes y Oficios empieza a pintar la ‘leyenda del Río de la Plata’”, dice Puentes, remarcando la “complicidad y el relato” que se descubren en las pinturas al conocer cómo pensaba.

Fiel exponente de una época de Uruguay, la historia demuestra que

Figari era mucho más que un pintor y que sus innovacio-nes en el lienzo fueron producto de un estilo de vida, de una forma de ver a la sociedad uruguaya. Seguramente no sea el único pintor cuyas ideas fueron tan importantes como sus trazos, lo que motiva a lamentar la falta de más misioneros como los del Museo Figari.

Don Figari, compañero de la vida

Luchador de la hermosura por toda la tierra mía

Don Figari, compañero de la vida

Hay que ver con qué dulzura pintó usted la raza mía

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Charlie Brooker es una especie de adelantado para la televisión y en Inglaterra así lo entienden: están fascinados con los trabajos que ha hecho este guionista y periodista del diario The Guardian. Es que la trasgresión y la visión sobre la sociedad contemporánea que demuestra tener no son aspectos que se ven todos los días. Y menos en trabajos televisivos de calidad.

Brooker se abrió camino con una miniserie satírica y precursora para la TV llamada Dead Set, que trata sobre zombies y, que además, como al pasar, le da un golpe al mundo del Gran Hermano y la televisión. Luego siguió haciendo un par de aportes con algunas otras miniseries y dio en la tecla con un documental de seis capítulos llamado How TV Ruined Your Life, una brutal crítica hacia el mundo televisivo y lo que genera en las personas.

Este trabajo probablemente le abrió las puertas para crear la imprescindible minise-rie Black Mirror, en la que su crítica tiene un hilo en común y a la vez de índole diver-sa, a pesar de estar conformada por tres capítulos independientes. Retrata, ya desde su nombre, la espesura y la vacuidad de las pantallas negras en las que estamos inmersos en el mundo (tecnológico) de hoy: nuestros celulares, computadoras, smartphones, Ipho-nes y demás aparatos.

Los tres episodios ofrecen en conjunto una crítica fuerte y muy segura a lo que se ha denominado “la sociedad de la comunicación y la información”. El uso de las redes socia-les, la tecnología, la velocidad del mundo informativo, la poca sensatez que hay en él y el mal uso que podemos llegar a darle a todo lo que representa el mundo virtual, matando o más bien condenando las relaciones humanas, es parte de esta producción.

Para entender lo que Brooker buscó es necesario dejar claro que Black Mirror se planteó como la respuesta a The Twilight Zone, la serie televisiva de fines de los 50 que retrataba los miedos de la población en el período de la Guerra Fría. Aquella era una sociedad con miedo a las bombas químicas y las mutaciones; la de hoy, carece de temores y se siente todopoderosa y sabia por el flujo informativo y la conectividad mundial.

Entonces, con esa premisa Brooker nos muestra en el primer capítulo, “El himno nacio-nal”, el funcionamiento de los medios, de las redes sociales, de la política y de las perso-nas (toda la maquinaria) ante la posibilidad de formar parte del mayor acontecimiento del año que supone la humillación de la máxima autoridad política por intermedio de la televisión y para todo el mundo. Es la representación de la carencia total de temores a las consecuencias, cosa que sucede debido a que los medios dejan pasar todo sin filtro aparente. Es la masividad de la información. La masividad descontrolada.

El segundo episodio, “15 millones de méritos”, nos sumerge en una distopía que guar-da semejanzas con el libro 1984 de George Orwell, en el que los humanos somos meras máquinas de generar energía y vivimos encerrados en pequeños cubículos con pantallas de televisión en las cuatro paredes, mientras somos azotados constantemente por publi-cidades, programas al estilo American Idol y pornografía. La vida es monótona y desgra-ciada. No hay forma de escaparle a eso, salvo ser capaz de mostrar dotes “artísticos” que nos permitan “estrellas”.

Esa es la crudeza de la crítica: la necesidad de ser parte de algo más. Es decir, de ser diferentes en una masa homogénea, en un mundo vacío donde la vida está regida por la televisión y su show y donde la única satisfacción está en ser parte de ello.

Para finalizar, en el capítulo “Toda tu historia” (que no está escrito por Brooker, sino por Jesse Armstrong), la miniserie da un paso más allá. Se mueve al futuro, a un mundo donde las personas tienen un aparato pequeño detrás de su oreja que les permite grabar todos los momentos de sus vidas para mostrarlos a los demás o guardarlos para uno mismos. Está planteado como si el aparato (la tecnología) fuera una droga, una adicción, una costumbre de la que no podemos desprendernos. La adicción tecnológica.

En una de sus columnas en The Guardian, Brooker se pregunta sobre su efecto nocivo: “Si la tecnología es una droga –y sí que se siente como una droga– ¿cuáles son entonces sus efectos secundarios?”. Ahí es donde entra a funcionar Black Mirror.

Martín Aguirregaray

La columna puntiaguda

CON CIERTOS CONCIERTOS

Adriana Varela, Javier Malosetti, Fito Páez, Charly García, Estelares, Diego El Cigala, Tomatito, Marea, Café Tacuba, Richie Ramone, Garbage, Megadeth, Juanes, Luis Miguel, Jon Anderson, Norah Jones... sólo falta Bob Dylan (que en 2008 se presentó en el Conrad, pero no en Uruguay). Y, si su reciente mudanza a la casa del Señor no se lo impidiera, Whitney Houston seguramente también vendría.

De cualquier forma, estos son sólo los conciertos confirmados. Pero no son pocos los que están siendo gestionados. Aún no se bajaron los brazos para conse-guir que Madonna incluya en su gira al menos un show en la ciudad de Tala. Los impulsores de la idea son dos jóvenes almaceneros de aquella ciudad que le ofre-cen a la diva un paseo por las orillas del arroyo local y más de 4 minutes de deeper and deeper sobre la arenita (como en una isla bonita) y sin music; y aunque no prometen tratarla like a virgin tampoco aseguran que vayan a dejarla frozen con un hard candy. Lo cierto es que pocos ven con optimismo el futuro de esta propuesta.

Por otro lado, no se descarta que Coldplay pueda desembarcar en Uruguay el año próximo. El road manager de la banda expresó que Chris Martin y sus secua-ces estarían chochazos [sic] de actuar “en el país que dejó afuera a Corea del Sur en el último mundial”[1].

Otros grandes espectáculos que resta confirmar para los próximos meses son: The Rolling Stones celebrando su medio siglo en las canteras del Parque Rodó, Foo Fighters en el Campus Municipal de Maldonado, Marco Antonio Solís en el teatro de su pariente, Carla Bruni en El Tartamudo, Metallica en el Florencio Sánchez, el Cirque du Soleil en Arteatro, Onda Vaga en el Estadio Centenario, Silvio Rodríguez en la Casa del Partido Colorado y Daddy Yankee en la sede del Partido Comunista, entre otros. Iban a venir Los Ladrones Sueltos, pero se descartó por disposición del Ministerio del Interior. También se rumoreó que vendría el Indio Solari, pero al parecer el Indio vendría acompañado.

Respecto al porqué de esta ola de importantes presencias extranjeras en nuestro país, los analistas[2] concuerdan en que hay dos razones: 1) la relación peso-dólar y 2) la relación dólar-peso. Los productores locales quedan mejor capacitados para gatillar los costos de los shows. Y claro, una Madonna te debe salir diez mil dólares por debajo de la pata. No creo exagerar si te digo que incluso su show puede salir el doble. Y eso, entonces, se lo debemos a las agraciadas políticas económicas del gobierno. La liberalización del progresismo trae arte primermun-dista. Todo un logro nacional. Esto es historia. Te lo digo en inglés: This is Astory.

Por último, no quiero dejar de manifestar mi honda convicción de que la tortilla puede llegar a darse vuelta. No me refiero a que un día dejen de venir grandes artistas, sino a que los artistas uruguayos comiencen a impo-nerse en los grandes mercados. ¿Acaso no te imaginás a Trotsky Venga-rán en La Scala de Milán? ¿A Dani Umpi en el Lollapalooza? ¿A La Teja Pride en Wembley? ¿A Monterrojo cerrando el Rock in Río? ¿A los Zíngaros en el célebre Festival de Aviñón? ¿A Martina Gadea saliendo de gira con Adele? Ah, ¿no te imaginás? Y obvio. Yo tampoco. No te la cree nadie. Es como si Drexler ganara un Óscar. Jajaja. Qué estupidez.

[1] Al parecer, la banda está resentida con los surcoreanos desde que supieron que su última presentación en Seúl convocó menos público que el show que al día siguiente brindaron Los Pericos.[2] Bueno. Al menos mi hermano y yo estuvimos intercambiando opiniones en un asado familiar.[3] Estudiante de dialéctica tautológica.

Javier Zubillaga[3]

Los espejos de Charlie Brooker

Distopía, ciencia ficción y reflexión sobre los medios

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#05 ELBOULEVARD / Cultura que se imprime /

Ya habíamos empezado a trabajar. Papelógrafos, documentos compartidos de Google, y algunas charlas iniciales. Muchas ideas, muchas preguntas, mucha curiosidad: teníamos todo eso adentro de una cajita mental. Patricia Trochon y Pilar Barreiro estaban arran-cando a pensar en un documental sobre una señora mujer y nos llamaron a Juan Manuel Chaves y a mí para trabajar en la producción periodística. No había cómo decir que no.

Esa señora mujer estuvo de acuerdo en que se realizara el documental, y arrancamos. El 27 de agosto de 2011, a un mes de empezar el trabajo, falleció María Esther Gilio. Solo logramos hacer un par de primeros acercamientos sin cámara, para conocerla, pero siem-pre grabador en mano. De esos encuentros salen estas palabras. Desde ese día el google doc llamado María Esther con una línea de tiempo sobre su vida quedó ahí guardado hasta hoy. El papelógrafo inicial, quién sabe.

María Esther se describió como “una persona que rechaza toda posibilidad de mentira o falsedad en la presentación de uno mismo, que intenta la verdad por encima de cualquier otra cosa”: eso le importaba mucho.

Confesó que no le mintieron mucho en las entrevistas que hizo. “No soy maga”, dijo, sabiendo que le mintieron algunas veces y no siempre lo descubrió.

Su vida tuvo acción. Fue abogada de presos políticos, vivió en Buzios, transitó la selva brasileña, se enamoró de Bioy Casares (uno de los porteños más lindos de la época) y de Augusto Roa Bastos, un hombre al que ella consideraba feo. Conoció a Rodolfo Walsh, quien le premió un libro en el concurso Casa de las Américas en 1970, fue madre y abuela. Troilo, Monzón, Sendic, Onetti: entrevistó a muchas de las fichitas que a tantos perio-distas nos hubiera gustado entrevistar y como cuenta pendiente le quedó Maradona. Se describía como distraída, era fanática del psicoanálisis y se interesó mucho en la antro-pología.

En 1972 le pusieron una bomba en la casa. Se exilió a París, luego a Brasil y después a Buenos Aires.

“Extrañaba mucho Uruguay, pero al mismo tiempo los argentinos son enormemente cariñosos con nosotros, son afectivos, nos tratan mucho mejor que nosotros a ellos, eso lo dice Borges: ‘El amor de los argentinos por los uruguayos es un amor mal correspondi-do’”, dijo y se rió.

Estuvo presa en una cárcel de Río de Janeiro, decía que Onetti se había enamorado un poquito de ella, lograba que los entrevistados se sintieran cómodos y hablaran con natu-ralidad sin sentirse amenazados por el grabador.

Tenía cara de pícara, aunque en sus entrevistas supongo la ponía un poco en off para hacerse la tonta y hacer las preguntas más complicadas sin agredir ni incomodar a nadie: el “método María Esther”.

Entrevistó a la máquina Onetti por primera vez a los 17 años y luego muchas veces, tantas que sacó contenido para dos libros.

En julio de 2011 María Esther tenía ganas de viajar. Hacer según ella “un viaje raro por los caminos de la selva brasileña, por lugares que no son a los que va la mayoría de la gente, que va a Europa o a EEUU y deja de lado cosas interesantísimas, ni las ven, no las piensan”. “Yo estuve en el Amazonas, debe hacer fácil 30 años. Fui sola, siempre me dio por hacer esos viajes raros, no ir a París o a Madrid, me interesaban esas cosas que las conocíamos de la geografía y no de la realidad, debo haber estado veinte días. Tengo recuerdos apasionantes, tenías que tomar un barco, yo bajé en Manaos, que es la capital del Amazonas. No viví con ninguna tribu, olvidate de esa fantasía”.

Dijo que le gustaría empezar por Brasil “es imprescindible, hay grandes artistas, de los más grandes artistas religiosos. No hay que perdérselo, ese es nuestro tesoro, que no tenemos en cuenta. Además Brasil es interminable, tenés 12 mil kilómetros de costas. ¡Tenés cataratas!”.

“Me gustaría ir a un lugar y vivir, no pasar y ver, me gustaría pasar y vivir, acostumbrar-me a la lengua, hablarla, relacionarme con la gente que vive ahí y ver sus costumbres porque nada me gusta más que la antropología, cómo comen, cómo hacen el amor, como resuelven tales o cuales problemas. Yo debí haber estudiado antropología, pasa que en mi época la gente estudiaba abogacía y medicina. No se me ocurrió. Me interesa mucho la antropología, es apasionante ver cómo se modifican las costumbres de la gente a partir de las distintas sociedades.”

En sus entrevistas mostraba el extrañamiento de un turista ante lo desconocido, el asombro, la empatía, era audaz y seductora, aunque no sé si ella estaría de acuerdo con esto. Trabajó en Marcha, en Brecha, en medios argentinos como La Nación, Clarín, Página 12 y colaboró con medios europeos. A veces le embolaba que la entrevistaran: todo el mundo le preguntaba sobre Onetti.

No perdía el sentido del humor, la risa, y los comentarios ácidos e inteligentes. No perdía el lugar de entrevistadora ni siquiera siendo entrevistada. María Esther encontra-ba la manera de no perder.

Tenía una manera de hablar muy pizpireta, un programa de radio con ella como entrevis-tadora no hubiera tenido desperdicio. En los últimos años la muchacha que iba a ayudarla con la casa le leía la diaria a la mañana porque tenía problemas en la vista. Le interesaba la gente que tenía cosas que contar, fuera de los tecnicismos. Le gustaba contar historias.

Ella pudo titular una entrevista “En la cama con Onetti”, y yo por eso la aplaudo.

El último viaje

María Esther Gilio: el documental que nunca fue / Por Denisse Ferré

Foto

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