El Caballo de Porcelana

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de Pablo de Santis

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  • El caballo de porcelana

    Por Pablo de Santis

    Cuando mi padre muri, yo haca cinco aos que no lo vea.

    Se haba ido en barco, y durante los meses que siguieron a

    su partida escribi unas cartas que luego se convirtieron en

    postales y al fin en vagos telegramas, hasta que el correo

    ces por completo. Con otra persona se hubiera pensado:

    Algo malo debe haberle ocurrido. Con l no. La ausencia

    era un rasgo de su carcter. Cumpl 18 aos un jueves de

    diciembre de 1980: el lunes siguiente lleg una carta

    escrita por el capitn de un barco de la marina mercante: mi

    padre haba muerto en un hotel de Gnova.

    Ese mes mi madre se fue a vivir a Mar del Plata, a la casa

    de su hermana, y yo me qued solo en el enorme casern del

    barrio de Boedo. Me prepar todo el verano para dar el

    examen de ingreso en la facultad de Medicina, que al fin

    rend, agotado por las noches en vela. A comienzos de marzo

    fui a buscar las notas. Una multitud llenaba el hall:

    algunos saltaban y daban gritos de alegra y otros, la

    mayora, se sentaban abatidos en las escaleras o deambulaban

    por los pasillos como sonmbulos. Era difcil distinguir a

    los ms exaltados de los ms tristes, porque el llanto era

    el mismo. En unas infinitas planillas, pegadas con cinta

    scotch en las paredes, encontr mi nombre y el puntaje: 170

    sobre 200. Un promedio alto, que me aseguraba el ingreso. Yo

    no salt ni abrac a nadie.

    Enseguida me puse a pensar en las dificultades que me

    esperaban: estudiar, trabajar y mantener la casa, prdiga en

    caos agujereados, cables viejos y goteras. Deba adems

    comprar muchos libros: los ms caros eran los de anatoma.

    Pasaba las noches preguntndome hasta cundo podra seguir

    con la carrera. Fue entonces cuando lleg la valija.

    La trajo a mi casa el capitn Rand, el mismo que haba

    enviado la carta con la noticia de la muerte de mi padre.

    Rand era todo lo que uno espera de un capitn de barco:

    tena la barba blanca, fumaba en pipa y tom media botella

    de whisky sin parpadear. Dijo que haba sido su amigo; lo

    dijo con vacilacin, como si mencionar a mi padre y a la

    amistad en una misma frase fuera incurrir en un extravo o

    una paradoja. Mi padre, me cont, haba sufrido un ataque

    cardaco, pero no haba muerto de inmediato, haba llegado a

    recuperar la lucidez durante algunas horas:

    Entonces me dijo que regalara toda su ropa a los pobres de

    una iglesia catlica, y que te trajera esa valija tal como

    estaba. Doy por cumplidas las dos cosas.

  • El capitn Rand dio unos pasos tambaleantes por la sala y

    puso en mi mano una llave diminuta.

    Era una valija de cuero negro de las viejas; en una etiqueta

    estaba el nombre de mi padre. Yo me qued un rato quieto sin

    animarme a abrirla. Por mucho que nos impongamos el

    escepticismo, la esperanza se abre paso, tenaz, por donde

    puede. Cmo no desear que adentro hubiera algo que me

    salvara: un puado de billetes, un reloj de oro, cualquier

    cosa que pudiera vender, o quizs, pero esto era pedir

    demasiado una carta donde mi padre explicara su larga huida

    por el mundo, que la muerte haba perfeccionado. Record un

    refrn que deca mi to Franco: La vida siempre tiene la

    ltima palabra, y le dej a la valija la palabra final.

    Puse la llave y la abr.

    En el desorden provocado por las largas peripecias y los

    bamboleos del barco, haba una serie de objetos sin sentido

    ni valor: un libro escrito en francs, un pequeo frasco de

    tinta verde, unas viejas cartas con sus sobres, atadas con

    una cinta amarilla, una mano con articulaciones, como las

    que usan de modelo los pintores, algunas monedas de

    distintas pocas y pases, envueltas en un pao negro, una

    mueca japonesa de madera. Las cartas estaban escritas en

    alemn y eran de una mujer desconocida; nunca supe qu

    decan. Lo ms extrao de todo era un caballo de ajedrez de

    porcelana. Era blanco, y a un lado de la cabeza tena

    pintado un nico ojo azul.

    Mis esperanzas de obtener un peso de aquellas baratijas eran

    mnimas; pero necesitaba sacar la valija de mi vista. No me

    molestaban los objetos incongruentes, sino la ausencia de

    una carta o una sola lnea dedicada a m.

    No tard ni un da en llevarle la valija a Franco, el

    hermano mayor de mi padre.

    Mi to Franco tena un negocio de antigedades en la calle

    Medrano, cerca de la avenida Corrientes. Al revs de mi

    padre, Franco se ocupaba con devocin de su familia (su

    mujer, su nica hija) y siempre me haba tratado con una

    mezcla de afecto y distancia. Era un hombre alto, de ojos

    claros, que pareca ligeramente ausente, como si de tanto

    estar entre muebles y cosas viejas un pedazo de l fuera

    incesantemente arrebatado por el pasado. Apenas me vio con

    la valija, me pregunt:

    Te vas de viaje?

    Pero yo murmur el nombre de su dueo, y le tend la llave

    dorada. Antes, solo, yo la haba abierto con lentitud (as

    es como se frotan las lmparas mgicas y se abren los cofres

  • en los cuentos), pero l lo hizo con desinters y

    brusquedad. Mir los objetos y slo dijo:

    Tu padre, tu padre...

    El predicado de la frase fue un largo silencio.

    Hay algo de valor? pregunt.

    Suspir.

    Tal vez se pueda vender la mueca. Hay coleccionistas que

    pagan bien. Pero depende de que pertenezca a una coleccin,

    de que no haya sido restaurada...

    Conversamos de mis primeras clases en la facultad, de mis

    trabajos ocasionales (la desgrabacin de algunas materias de

    la facultad, una suplencia en Botnica en un colegio

    secundario) y abandon la valija con el alivio con que se

    despachan los equipajes en los aeropuertos.

    Tres meses despus ya estaba a punto de abandonar la

    facultad. El padre de un amigo me haba ofrecido un trabajo

    de ocho horas en una compaa de seguros. Podra ganar lo

    suficiente para mantener la casa. Ms adelante retomara la

    carrera. Esta mentira me la deca en voz alta, para resultar

    ms creble. En esas deliberaciones estaba cuando mi to me

    llam. Camin hasta el negocio. La valija ya no estaba a la

    vista. El caos de muebles, jarrones y cristalera se la

    haba tragado. Franco sonrea:

    Aunque no lo puedas creer, vend el libro.

    Me tendi unos billetes. Alcanzara para salir del apuro en

    que estaba metido.

    Tanto?

    El libro recopilaba unas cartas de un tal Argenson, un

    amigo del filsofo Voltaire. Pero no era valioso por eso,

    sino por no se qu detalle de la encuadernacin y porque

    estaba impreso en caracteres elzevirianos. A los biblifilos

    les gustan esas cosas raras que uno ni nota. El librero

    busc en unos catlogos, estudi el lomo con una lupa y

    pronunci una cifra que me sorprendi. Tengo aos de

    prctica en poner cara de poker, as que dije que lo

    pensara. Pas el resto del da visitando a todos los

    libreros anticuarios de la ciudad. Se lo vend al que me

    ofreci ms.

    Mir los billetes.

  • Es el primer regalo que mi padre me hace en aos le dije.

    Ya era hora.

    Empec a noviar con una estudiante y luego con otra, y no

    hay nada como el romance para que nos distraigamos de todo.

    Dej que pasaran los meses sin una sola visita a mi to.

    Cuando me aparec en su negocio, yo andaba al borde de la

    ruina. Mi to estaba de mal humor una seora que acababa de

    enviudar quera venderle una lmpara y le peda una fortuna

    pero me dijo que se ocupara del asunto en cuanto tuviera un

    minuto libre.

    Una semana despus me llam por telfono.

    Decid probar suerte con las monedas. Haba una que pareca

    muy antigua, la fecha estaba borrosa, y le tena algo de

    confianza. Pero parece que su valor era nada. En cambio, las

    dos monedas polacas, grandes y plateadas, las acuaron justo

    antes de la invasin alemana y por eso son una rareza. Me

    ofrecieron 700 dlares. Las vend sin consultarte.

    Fui corriendo al negocio. Llegu sin aire: me esperaba mi

    to en la puerta, sentado en una mecedora thonet, con un

    sobre en la mano. Insist en vano en dejarle una parte de

    comisin.

    No puede ser casualidad dije despus. Y si mi padre

    decidi entregarme algo valioso pero que estuviera

    escondido, a salvo de las miradas? Tal vez desconfiaba del

    capitn Rand.

    Puede ser dijo mi to, no muy convencido. Pero no esperes

    que todo tenga valor. Aunque tu padre haya reunido estos

    objetos a propsito, puede haberse equivocado: no era ningn

    experto en antigedades.

    Los primeros aos de la facultad haban estado marcados por

    la zozobra y los aplazos; los cambi por la conviccin y los

    siete cincuenta. Las sucesivas novias ocasionales derivaron

    en una novia nica, bonita y persistente; mis empleos

    transitorios, en un puesto en un laboratorio. Me pareci que

    vivir era como leer novelas policiales: uno iba pasando de

    las mltiples pistas al indicio verdadero, de los abundantes

    sospechosos al asesino final. Se aprenda a resumir, a

    subrayar lo importante. La valija colabor con esa serie

    inevitable de progresos y abdicaciones que nos traen los

    aos. Cuando enferm mi madre, las estampillas de las cartas

    resultaron ser un tesoro; cuando apareci una vieja deuda

    inmobiliaria, la tinta verde fue vendida al Museo de Plumas

    de Sintra, en Portugal. La mano la compr una Academia de

    Bellas Artes: y as me enter que era un modelo fabricado en

  • un taller de carpintera de Cartagena de Indias. La valija

    estaba casi vaca, pero yo ya estaba a punto de obtener mi

    ttulo.

    Slo queda el caballo de ajedrez dijo mi to. Pero ah no

    tengo ninguna confianza. Las otras cosas estaban completas;

    el caballo, en cambio, es la parte de un todo que no sabemos

    dnde est.

    El caballo no me preocupaba. No tena el mismo apremio que

    antes por el dinero. A lo que no me resignaba era a que la

    valija estuviera vaca del todo. Era como si todava

    esperase de mi padre un ltimo objeto, un mensaje final. Una

    tarde mi to pas a verme y nos sentamos en un bar de la

    Avenida Boedo. Yo ped un caf, l un vaso de vino tinto y

    soda.

    Estuve investigando la pieza dijo con tono misterioso.

    Y?

    Fui a curiosear a la Biblioteca del club Torre Negra, lo

    conocs? Negu con la cabeza. Parece que en la ciudad de

    Darmstadt, en Alemania, cerca de Francfort, hay un Museo de

    la Porcelana. Y ah tienen un juego de ajedrez al que le

    falta una pieza. En los aos treinta robaron uno de los

    caballos blancos. Como el museo viene ofreciendo a modo de

    curiosidad, ms que de esperanza una recompensa por la

    pieza, ya varias veces les enviaron falsificaciones. Voy a

    escribirles, quien sabe, mir si esta es la verdadera.

    Pero a los dos meses mi to, en el mismo bar, me contempl

    con tristeza:

    Les envi el caballo, como te haba contado. Y me acusaron

    de querer estafarlos, malditos alemanes. Parece que nuestro

    caballo era mucho ms blanco, mientras que las piezas de

    ellos tenan un matiz amarillento. La superficie del nuestro

    era tersa; las otras piezas mostraban pequeas,

    imperceptibles estras. Ya est, se acabo, no hay nada ms

    en la valija.

    Di mi ltima materia sin decirle a nadie que terminaba: esos

    festejos con harina, tmpera de colores y huevos siempre me

    parecieron deprimentes. Pero alguien tena que enterarse:

    as que llam a mi madre a Mar del Plata, y la o balbucear

    en medio del llanto, y luego pas por el negocio para

    contarle a mi to. Me dio un abrazo, algo inslito en l.

    Fue a la cocina y volvi con una botella.

    Tendramos que brindar con champn francs, pero slo tengo

    una sidra que qued de ao nuevo. Igual sirve.

  • Brindamos en copas de cristal de Bohemia.

    Yo tambin tengo buenas noticias dijo despus de terminar

    la copa. Me escribieron una carta del Museo de la Porcelana

    de Darmstadt. Parece que el mes pasado expusieron en una

    vitrina las falsificaciones de la pieza, entre ellas la

    nuestra. El pblico se entretena mirando las diferencias

    entre las copias y el caballo blanco original. Pero una

    tarde aparece por el museo un viejo profesor de Fsica, y

    pide hablar con el director. Este lo recibe en su despacho.

    En mi juventud yo jugu una partida con ese tablero, cuando

    estaba completo, y recuerdo perfectamente que la pieza que

    luego fue robada tena pintado un solo ojo. Y uno de los

    caballos expuestos es as. Ahora bien: este detalle no lo

    sabe casi nadie. Cmo lo supo el falsificador?. Gracias a

    las palabras del profesor, el director del museo decidi

    darle una nueva oportunidad a la pieza. As se dio cuenta

    que nuestro caballo, lejos de ser falso, era el nico que

    conservaba intacto el color original.

    Y por qu era distinto?

    Durante los bombardeos de 1944 el techo del museo se

    desplom. Las otras piezas del juego se estropearon debido

    al polvo, a la exposicin al sol, a la larga permanencia en

    el stano inundado. Como nuestro caballo haba sido robado

    antes, no le pas nada de todo eso. La pieza era tan

    verdadera, tan semejante al juego en el momento mismo de su

    creacin que, por contraste con el resto, pareca falsa.

    Volvimos a brindar y terminamos la sidra.

    La semana que viene llegar el dinero anunci.

    Tena que contarle algo a mi to, as que aprovech un

    sbado a la maana para acercarme al local. Me sorprendi

    ver a mi prima Esther.

    Pap est enfermo. Son los pulmones. El mdico le orden

    que descansara al menos un mes. No quiere que est en

    contact con el polvo.

    Yo iba a contarle a Franco que me haban otorgado una beca

    para una universidad del Canad; pero me pareci que

    hablarle de viajes a mi prima, que sufra por estar

    condenada al negocio familiar, era una afrenta. Todos sus

    comentarios eran declaraciones de melancola:

    Estoy tan cansada de las cosas viejas que me gustara vivir

    en una casa en la que todo fuera limpio, nuevo y blanco.

  • As como hay gente con la que entablamos conversacin con

    facilidad, hay otros a quienes nunca sabemos qu decir. En

    esa mutua extraeza coincidamos con Esther. Ella me convid

    un vaso de coca-cola y los dos nos quedamos en silencio,

    incmodos. Cuando entr un cliente, casi lo abrazamos.

    Aprovech la interrupcin para decirle que me iba, que no

    quera molestarla, saludos a la familia. Ella me detuvo:

    En el depsito hay una valija con el nombre de tu padre.

    Por qu no te la llevs?

    Tena curiosidad por revisarla a fondo, pero a la vez me

    desanimaba volver a mi casa con la valija. Fuera cul fuera

    su secreto, era mejor no verla ms.

    Quedtela o vendela. Est vaca.

    A quin le voy a vender una valija vieja? Las nuevas, made

    in China y con rueditas, no cuestan nada. Adems, me parece

    que vaca del todo no est.

    Habra quedado un ltimo objeto en un bolsillo o en un

    compartimiento secreto? Era fcil imaginar a mi padre con

    una valija con doble fondo, atravesando fronteras nocturnas

    con cosas de contrabando.

    Detrs de una puerta estaba el depsito. Ah mi to se

    dedicaba a encolar las patas de las sillas, a limpiar los

    bronces, a poner espejos nuevos en marcos antiguos. La

    valija estaba sobre una mesa. La llave dorada esperaba en la

    cerradura. Que haya una carta, dese con todas mis fuerzas.

    Que la valija no est vaca del todo. La abr.

    Todas las cosas estaban en su lugar: el libro, las cartas

    atadas con cinta amarilla, las monedas, el frasco de tinta,

    la mano articulada, la mueca japonesa, y abajo de todo,

    como escondido, el caballo de porcelana con su nico ojo

    azul.

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    EL CABALLO DE PORCELANA

    Despus de leer el cuento y de compartir entre todos nuestras

    primeras impresiones e interpretaciones, respond en tu carpeta:

    1) El protagonista de este cuento espera un mensaje de su padre.

    En la historia, lo que sucede con los objetos de la maleta

    configura el mensaje Cual cres que es el mensaje?

  • 2) Todos tus compaeros interpretaron lo mismo que vos?

    3) Cules cres que son las razones por la que un mismo texto

    literario puede ser interpretado de manera diversa?

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    Quin es Pablo De Santis?

    Antes de acercarnos a la obra de algn autor, es recomendable,

    acercarnos a su autor.

    A continuacin leern una breve biografa de Pablo De Santis.

    Pablo De Santis nacin en Buenos Aires, el 27 de febrero de

    1963.

    Es escritor, periodista y guionista de historietas. Sus

    producciones son tanto para chicos como para adultos.

    Sus cuentos y novelas, en las que predomina el gnero

    policial, en algunas, y el gnero fantstico, en otras,

    manifiestan grandes influencias de Jorge Luis Borges, autor

    argentino (1899-1986).

    En el 2014 se estren una pelcula basada en un libro de Pablo De

    Santis El inventor de juegos.