El Camino de Santiago - CVC. Centro Virtual Cervantes · 2013-09-20 · su Historia de Carlomagno y...

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£1 Camino de Santiago Luis Vázquez de Parga A comienzos del siglo IX, en el pequeño reino astur, en el norte de la península ibérica, y en un lugar semidesierto de la antigua sede episcopal de Iría, se descubrió un sepulcro que, por razones que desconocemos, fue identificado como el del após- tol Santiago Zebedeo, que había sido degollado por orden del rey Herodes Agrippa hacia el año 42 de la era cristiana. Cómo apareció enterrado en Galicia es algo que, mucho más tarde de haberse descubierto su sepulcro, se explicó por una traslación milagrosa en una navegación desde el puerto de Jape al de Iria Flavia en Galicia. Otros relatos legendarios explicaban que los discípulos que acompañaban su cuer- po, consiguieron que la reina Lupa cediese su palacio para enterrarlo. Parece que ya el rey Alfonso II aceptó la realidad del descubrimiento e hizo construir sobre el sepulcro un modesto edificio, que fue sucesivamente ampliándose hasta convertirse en la actual catedral de Compostela. Sabemos que el obispo de Iria, Teodomiro, trasladó su residencia a las inmedia- ciones del sepulcro del apóstol, y en excavaciones recientes en el subsuelo de la ca- tedral actual apareció la cubierta de su sepultura. Pronto surgió en torno al sepul- cro del Apóstol un culto local, que no pasando mucho tiempo se convirtió en un centro de peregrinación internacional. Sin embargo las noticias escasean en lo que se refiere a los comienzos de ésta, y la primera noticia se refiere al obispo Gotescal- co de la iglesia de Puy-en-Velay, que habría hecho el viaje acompañado de numero- so séquito. Al pasar por el monasterio de Albelda, en La Rioja, encargó la copia de un manuscrito del opúsculo de San Ildefonso de Toledo, sobre la virginidad de San- ta María, que recogió a su regreso en el mes de enero de 951. Realizó por tanto su peregrinación en el año anterior de 950. El flujo de peregrinos fue creciendo de manera que en los primeros años del si- glo XII unos embajadores del emir almorávide Alí ben Yusuf, que iban a Galicia en busca de la reina Urraca, se asombraron al ver que los peregrinos que iban y ve- nían a Compostela apenas dejaban el camino libre hacia Occidente. Ya entonces se le dice que el cuerpo de Santiago Zebedeo, enterrado en los confines de Galicia, «es venerado por Galia, Inglaterra, el Lacio, Alemania y por todas las provincias cristia- nas, sobre todo por España, como patrono y protector suyo». Esta misma época, finales del siglo xi y principios del xn, es la de los obispos Diego Peláez y Diego Gelmírez, que inician las obras de la catedral románica y to- man diferentes medidas para promover la peregrinación. Es también por entonces cuando se fraguó el Liber Sancti Jacobi (Libro de Santiago), en el que a vueltas de va- rios documentos falsos se da como su autor al papa Calixto II, quien lo habría com- puesto en su juventud, y lo presenta como una compilación litúrgica y hagiográfica. Más posibilidad tiene como autor del Liber el poitevino Aimerico Picaud, que donó el ejemplar conservado en la catedral de Santiago y conocido como el Códice Calixti- no. Las partes más célebres de esta compilación son sin duda el Seudo Turpín, con BOLETÍN AEPE Nº 32-33. Luis VÁZQUEZ DE PARGA. El Camino de Santiago

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£1 Camino de Santiago Luis Vázquez de Parga

A comienzos del siglo IX, e n el p e q u e ñ o reino astur, e n el norte de la península ibérica, y e n un lugar semidesierto de la antigua sede episcopal de Iría, se descubrió un sepulcro que, por razones que desconocemos , fue identificado c o m o el del após­tol Santiago Zebedeo, que había sido degol lado por orden del rey Herodes Agrippa hacia el año 42 de la era cristiana. C ó m o apareció enterrado en Galicia es algo que, m u c h o más tarde de haberse descubierto su sepulcro, se expl icó por una traslación milagrosa en una navegación desde el puerto de Jape al de Iria Flavia e n Galicia. Otros relatos legendarios explicaban que los discípulos que acompañaban su cuer­po, consiguieron que la reina Lupa cediese su palacio para enterrarlo.

Parece que ya el rey Alfonso II aceptó la realidad del descubrimiento e hizo construir sobre el sepulcro un modes to edificio, que fue sucesivamente ampliándose hasta convertirse e n la actual catedral de Compostela .

Sabemos que el obispo de Iria, Teodomiro , trasladó su residencia a las inmedia­ciones del sepulcro del apóstol, y en excavaciones recientes e n el subsuelo de la ca­tedral actual apareció la cubierta de su sepultura. Pronto surgió e n torno al sepul­cro del Apóstol un culto local, que no pasando m u c h o t i empo se convirtió en un centro de peregrinación internacional. Sin e m b a r g o las noticias escasean e n lo que se refiere a los comienzos de ésta, y la primera noticia se refiere al obispo Gotescal-co de la iglesia de Puy-en-Velay, que habría h e c h o el viaje acompañado de numero­so séquito. Al pasar por el monaster io de Albelda, en La Rioja, encargó la copia de un manuscrito del opúsculo de San Ildefonso de Toledo , sobre la virginidad de San­ta María, que recogió a su regreso en el m e s de e n e r o de 951. Realizó por tanto su peregrinación en el año anterior de 950.

El flujo de peregrinos fue creciendo de manera que en los primeros años del si­glo XII unos embajadores del emir almorávide Alí b e n Yusuf, que iban a Galicia en busca de la reina Urraca, se asombraron al ver que los peregrinos que iban y ve­nían a Composte la apenas dejaban el camino libre hacia Occidente. Ya entonces se le dice que el cuerpo de Santiago Zebedeo, enterrado en los confines de Galicia, «es venerado por Galia, Inglaterra, el Lacio, Alemania y por todas las provincias cristia­nas, sobre todo por España, c o m o patrono y protector suyo».

Esta misma época, finales del siglo xi y principios del xn, es la de los obispos Diego Peláez y Diego Gelmírez, que inician las obras de la catedral románica y to­m a n diferentes medidas para promover la peregrinación. Es también por entonces cuando se fraguó el Liber Sancti Jacobi (Libro de Santiago), e n el que a vueltas de va­rios documentos falsos se da c o m o su autor al papa Calixto II, quien lo habría com­puesto en su juventud, y lo presenta c o m o una compilación litúrgica y hagiográfica. Más posibilidad tiene c o m o autor del Liber el poitevino Aimerico Picaud, que d o n ó el ejemplar conservado e n la catedral de Santiago y conoc ido c o m o el Códice Calixti-no. Las partes más célebres de esta compilación son sin duda el Seudo Turpín, con

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su Historia de Carlomagno y de Rolando, en la que aparece Carlomagno c o m o conquis­tador del camino de Santiago y de 1Í> misma iglesia composte lana y a sus pares c o m o mártires, y sobre todo, por lo que se refiere a la peregrinación, el libro V (hoy IV e n el ejemplar composte lano , al haberse segregado de él el Seudo Turpín, que sería el verdadero libro IV), constituye una auténtica «Guía» del peregrino, pro­bable obra del citado Aimerico Picaud. En ella aparecen caracterizadas y descritas cuatro rutas en territorio francés, e n las que se busca incorporar a los itinerarios los más importantes «cuerpos santos que descansan e n el camino de Santiago». Así e n la Egidiana, o vía de Provenza, se encuentran e n Arles, los cuerpos de San Trófimo y San Cesáreo, San Honorato y San Ginés. El cuerpo de San Gil da nombre a la vía y entre sus milagros destaca el haber perdonado a Carlomagno un pecado oculto. En la ruta Tolosana encontraban los peregrinos el cuerpo de San Guillermo, conde de Tolosa, monje en Gel lone y héroe de las gestas carolingias, que forman el ciclo épico de Guil lermo de Orange, y el de San Sernín con su « inmensa basílica». La vía podiense pasa por Conques , donde se encuentra el santuario de Santa Fe, martiriza­da en la ciudad de Agen . La ruta que arranca de Vézelay, donde los peregrinos ve­neraban las reliquias de Santa María Magdalena, pasaba por Périgueux, con el cuer­po de San Frontón, obispo y confesor ordenado en R o m a por el apóstol San Pedro. El camino que la «Guía» describe a partir de Tours venía e n realidad de París, por Orleans, s iguiendo por Tours, Poitiers y Burdeos, y se unía con la de Vézelay y la Podiense e n Ostabat, para entrar e n España por Roncesvalles, mientras que la Tolo-sana entraba por el Sanport de Jaca y el Hospital de Santa Cristina y se incorporaba al «camino francés» al sur de Pamplona, e n Puente la Reina. Desde allí los peregri­nos, desde los t iempos de Sancho el Mayor de Navarra, s iguen un itinerario fijo: Es-tella, Logroño, Navarrete, Nájera, Santo D o m i n g o de la Calzada, Belorado, San Juan de Ortega, Montes de Oca, para llegar a Burgos, donde se encontraba el Gran H o s pital del Rey. Seguía el camino por Tardajos, Hornil los del Camino, Hontanas , Cas-trojeriz, cuyo nombre habían de transformar los itinerarios franceses más recientes en «Quatre souriz». Los peregrinos encontraban después Itero del Castillo, donde pasaban el Pisuerga por un puente de o n c e arcos. El camino proseguía por una in­mensa llanura, que la «Guía» del siglo Xli califica de bien provista de pan, pero sin n ingún arbolado. Así l legaban a Frómista, con una bella iglesia románica, y a Villal-cazar de Sirga, donde h u b o un santuario m a ñ a n o de gran devoción, que se refleja e n las Cantigas de Alfonso el Sabio. En Carrión de los Condes, con la bella iglesia románica de Santiago con una mangnífica portada y el monaster io de San Zoilo, que cambió su antigua advocación de San Juan Bautista, después de haber recibido desde Córdoba el cuerpo del mártir ya citado por Prudencio en u n o de sus himnos. Entre Carrión y Sahagún se conserva la l lamada «Calzada de los Peregrinos» perfec tamente. Entre Calzadilla de la Cueza y Ledigos se encontraba el gran hospital de Santa María de las Tiendas, y por San Nicolás del Real Camino l legaban a Sahagún, que debe su n o m b r e al gran monaster io benedict ino dedicado a los santos Facundo y Primitivo, que la leyenda supone martirizados bajo Diocleciano, y que fue pieza de la mayor importancia de la introducción de la reforma cluniacense. Por Mansilla de las Muías se l legaba a León, que la «Guía» medieval supone «llena de todas las feli­cidades», sucesora de un c a m p a m e n t o r o m a n o al que debe su nombre «Legio» y an­tigua corte real. Desde L e ó n seguía el camino a Astorga pasando por el río Orbigo por el puente que hizo célebre la hazaña de Suevo de Quiñones . Desde Astorga se ofrecían a los peregrinos dos caminos, uno, tal vez el más antiguo, iba por el puerto de Manzanal, mientras que el otro, después el preferido, subía a Foncebadón, en el l lamado ant iguamente Monte Irago y donde se levantaba cerca la Cruz de Ferro, en

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la que un cónico m o n t ó n de piedras, arrojadas a su pie por los viandantes, da testi­m o n i o de una vieja costumbre de los peregrinos.

El camino seguía por Manjerín y el A c e b o a Molinaseca y Ponferrada, cuyo n o m b r e aparece ya e n la «Guía» del siglo XII y cuyo castillo conserva el recuerdo de los caballeros del Temple , que fueron señores de la villa alh' nacida.

El camino coincide esencia lmente con la carretera actual entre Ponferrada y Vi-llafranca, pasando por Cacabelos. Desde allí, seguía la margen izquierda del Valcár-cel por un valle encajonado entre montañas y d o m i n a d o en la Edad Media por los castillos enfrentados de Antares y Sarracín, desde los que se exig ían a los peregri­nos onerosos peajes. Muy cerca de Ruitelán, se cruzaba a la margen derecha del río, y antes de llegar a Piedrahita, el camino antiguo se desviaba a la izquierda para buscar el puerto del Cebrero, a 1.293 metros de altitud, donde había un monaster io de gran antigüedad, en cuya iglesia se produjo según la tradición un célebre mila­gro eucarístico. Hoy el automovilista puede disfrutar de un magníf ico espectáculo que se domina desde aquella altura, y seguir por carretera un itinerario semejante al de los peregrinos medievales , hasta Triacastela. Entre ésta y Sarria, la fama del monaster io de Samos atraería sin duda a muchos peregrinos, aunque n o parece ha­ber sido el camino más frecuentado. Desde Sarria por Barbadelo, se l legaba a Puer-tomarín, en situación pintoresquísima sobre el Miño, y hoy sumergido e n las aguas de una presa, aunque sus m o n u m e n t o s han sido desmontados y reconstruidos e n la nueva población.

Este trayecto gal lego se distingue, más que por la importancia artística de sus m o n u m e n t o s , por lo pintoresco del paisaje.

En Palas de Rey se alcanza la actual carretera de Lugo a Santiago. Pasados Me-Uiz y Arzúa, al aproximarse a Santiago, los peregrinos encontraban un paisaje bos­coso con un arroyo donde solían bañarse. El lugar ha conservado el t o p ó n i m o La-vacolla, que hoy designa el aeropuerto de Compostela. Más adelante, desde la altu­ra del Monxoi , o Monte del Gozo, los peregrinos vislumbraban por primera vez las torres de Santiago.

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