El camino hacia el Dios verdadero - Instituto...

Guía Bíblica ÉXODO 8. EL CAMINO HACIA EL DIOS VERDADERO

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ANEXO 8:

El camino

hacia el Dios verdadero

0. INTRODUCCIÓN

Las montañas tienen un atractivo especial; inconscientemente sentimos que allá, en la cumbre, respiramos aire limpio y estamos “más cerca de Dios”. Los antiguos habitantes de Mesopotamia así lo pensaban y por eso construyeron templos como pirámides truncas: auténticas montañas que acercaban al cielo; nuestros antepasados que habitaron el Perú hicieron también templos similares en el norte del Perú y, cerca de Lima, el grandioso santuario de Pachacamac.

A pocos meses de salir de Egipto ese puñado de esclavos liderados por Moisés llegaron a los pies de la cadena montañosa del Sinaí, hacia el sur de la península que lleva su nombre.1 Allí, Israel vivió una intensísima experiencia del Dios que lo había liberado.

La salida de Egipto es considerada como el momento fundacional de la historia de Israel: el pueblo empezó a existir desde Abraham, pero sólo en promesa; con los acontecimientos del éxodo es creado propiamente como ‘pueblo’. Por eso, en los eventos posteriores (paso del Jordán, unidad de las

1 Hay varios posibles lugares que reclaman el nombre del Sinaí u Horeb.

Zigurat de Ur-Irak

Santuario de Pachacamac - Lima


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tribus, exilio, etc.), cuando se quiera explicar el sentido mismo de la existencia de Israel, se referirán siempre al Éxodo.

En cuanto a la experiencia de Dios, el Éxodo es también el gran referente: proclamación del Dios único, e intensa experiencia que Moisés y el pueblo hacen de él. Sin embargo, llegar a reconocerlo como Dios único, será un camino bastante más largo, que prácticamente abarca toda la historia de este pueblo fascinante, que hizo alianza con su Dios.

1. DIOS CONDUCE A SU PUEBLO A LA EXPERIENCIA DEL DIOS VERDADERO

1.1 Etapa patriarcal

Ciertamente Abraham es el primer creyente: su vida entera se desenvuelve bajo la libre iniciativa de Dios. Es elegido entre una familia que “adoraban a otros dioses” (Jos 24,2), le hace salir de Ur (Gen 11,10-32) y lo conducirá por caminos por él desconocidos hasta el momento. Desde el comienzo Dios manifiesta toda su generosidad con Abraham y le hace promesas maravillosas y controversiales:

Una tierra (Gen 12,7; 13,15 ), mientras Abraham es un nómada.

Lo hará extraordinariamente fecundo (12,2; 16,10), cuando ambos esposos son ancianos y Sara ya no está en edad de tener hijos.

Las circunstancias se muestran contrarias a estas promesas; así resalta mejor la gratuidad de las promesas divinas: todo dependerá del poder y de la bondad de ese Dios que lo ha llamado. Sin embargo, los patriarcas posteriores y sus hijos, el pueblo, muy lentamente se encaminarán hacia la madurez de la fe de Abraham.

1.2 Primera Teofanía del Sinaí

MOISÉS. Antes de afrontar la gesta de liberación del pueblo, Moisés vive una intensa experiencia del Dios que lo llama y envía: su vocación es el culmen de una larga y providencial preparación. Dios se le aparece en el desierto y le revela su Nombre y su designio de salvación; le hace conocer su misión y le da fuerzas para realizarla.


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Le dice “... Yo soy el Dios de tus antepasados. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob ...” (Ex 3,6). Dios se autopresenta a Moisés como Aquél que “Ha visto la opresión del pueblo en Egipto, ha oído el clamor que le arrancan sus opresores y conoce sus angustias. Está bajando para librarlo y sacarlo a una tierra

nueva y espaciosa” (Cf. Ex 3,7-8). El Dios de los antepasados está asumiendo el rol de liberador, salvador.

Considerando la importancia del ‘nombre’ en la mentalidad oriental, importa saber cuál es el nombre de este Dios-Liberador. Interrogado por Moisés, se presentará como ”Yo soy” o “El que hace ser”: YHWH (transliteración de la palabra hebrea). De todos modos, significa que Dios está presente en medio de su pueblo.

1.3 LA GRAN TEOFANÍA DEL SINAÍ.

Así como está planteada, se trataría de la alianza o pacto de YHWH con su pueblo; por eso, se ha intentado comparar el relato de Ex 19-20 con las alianzas contemporáneas de los soberanos hititas y sus vasallos. Esos tratados comprendían un preámbulo con los títulos del rey, un prólogo histórico que narra los beneficios concedidos a los servidores y luego las cláusulas impuestas a los vasallos.

Más allá de los impresionantes elementos atmosféricos de teofanía, nuestro texto empieza con la memoria de las grandes acciones liberadoras ya realizadas por Dios:


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“Ustedes han visto lo que yo hice con los egipcios, y cómo los he traído a ustedes a donde yo estoy, como si vinieran sobre alas de águila. 5Así que, si ustedes me obedecen en todo y cumplen mi alianza, serán mi pueblo preferido entre todos los pueblos… 6Ustedes serán un reino de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí”. Diles esto a los israelitas” (Ex 19,4-6).

Esto ciertamente se distancia de los tratados antiguos por la revelación del Dios cercano, que lleva a su pueblo “en alas de águila”, para “atraerlos hacia sí”. El capítulo siguiente, que contiene las Diez Palabras, empieza con una autopresentación semejante: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. No tengas otros dioses aparte de mí” (Ex 20,2-3). Y luego la fórmula que en adelante será tantas veces repetida: “Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" (Lv 26,12). A partir de ello nace la fe de Israel: la certeza de ser el pueblo escogido. Es casi una fórmula matrimonial, de mutua pertenencia, en la que el Señor seguirá su generosa bendición, y por la que pide, eso sí con mucha fuerza: "No tengas otros dioses aparte de mí" (20,3).

YHWH ha realizado ya la liberación de su pueblo de manera extraordinaria; por eso puede pedir docilidad y fidelidad: “Entonces, los israelitas contestaron a una sola vo -Haremos todo lo que el Señor ha ordenado” (19,8).

1.4 Apostasía- el becerro de oro

Los capítulos 32 – 34 del libro del Éxodo forman un conjunto narrativo coherente, en tres momentos:

El Cap. 32: ruptura de la alianza entre YHWH y el pueblo, por el pecado del becerro de oro.

El Cap. 33: lucha entre Dios y Moisés por el perdón del pecado y la restauración de la alianza.

El cap. 34: renovación de la alianza.

Para comprender estos impresionantes capítulos del éxodo hay que tener presente la propuesta que YHWH hizo a su pueblo en 19,3-6, de querer establecer una relación particular con él, a lo que el pueblo había aceptado con entusiasmo: “Haremos todo lo que el Señor ha ordenado” (19,8).

La motivación ofrecida al inicio de Ex 32 es la demora de Moisés en la cumbre del Sinaí, donde está recibiendo “las dos tablas del


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testimonio, tablas de piedra, escritas por el mismo dedo de Dios” (Reina Valera Actualizada Ex 31,18).

Desconcierta notar que a los pies de la montaña, donde Israel acaba de vivir aquella impresionante experiencia del Dios que lo liberó de Egipto, ahí mismo y a poco tiempo, el pueblo pida: “Anda, ha nos dioses que nos guíen, porque no sabemos qué le ha pasado a ese Moisés que nos sacó de Egipto” (32,1b). Y desconcierta más la desenvuelta respuesta de Aarón y su actitud con los aretes y pendientes de oro: "... los recibió de sus manos, le dio forma con un buril e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces ellos dijeron: —¡Israel, éstos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto!" (32,4). Cierto que tenían bien frescas las imágenes y experiencias de las religiones de Egipto.

“Para muchos estudiosos, este pasaje no refleja un episodio histórico realmente sucedido a los pies del Sinaí, en tiempo del Éxodo. Ha sido puesto en este tiempo, como proyección de hechos que se realizaron mucho más tarde, en momentos históricos más comprensibles, Jeroboam, que a la muerte de Salomón había separado los reinos del Norte y del Sur, había introducido en Betel y Dan un culto alternativo al de Jerusalén, caracterizado por las estatuas de dos becerros de oro (1Re 12,26-33)."2

El profeta Oseas es el primero en denunciarlo:

“... Han tomado su plata y su oro para fabricarse ídolos, y destruirse a sí mismos. ¡Me repugna el becerro que tú, Samaría, adoras! Mi enojo se ha encendido en contra de él. ¡Ese becerro de Samaría no es Dios! Salió de manos de un artesano, y será hecho peda os” (Os 8,4-6).

“¡Y todavía siguen pecando! Funden su plata y se hacen ídolos según se les ocurre y a gusto de los artesanos. Luego dicen “¡Ofré canle sacrificios!”, y la gente besa ídolos que tienen forma de becerros” (Os 13,2).

“Intencionalmente el texto primitivo de Ex 32 cuenta el episodio del becerro de oro para que sirva de premonición al pueblo de Judá, para que no caiga en la misma suerte de sus hermanos del Norte. De hecho, se coloca históricamente entre dos

2 Barbiero Gianni. “Dio di misericordia e di grazia-La rivelazione del volto di Dio in Esodo 33-34”. Portaluppi Editori.

Casale Monferrato 2002. Pag. 13-14.


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hechos: después de la caída del reino del Norte (722 a.C.) y antes de la del reino del Sur (587 a.C.)".3

Esta interpretación de la apostasía de Israel, adorando un becerro a los pies del Sinaí, nos permite notar que en realidad no se trató sólo de un momento puntual, sino de una tendencia. La idolatría se infiltró en el interior mismo del yahvismo; por eso los profetas la fustigan con tanta fuerza.

1.5 Renovación de la Alianza – “¡Déjame ver tu gloria!”

Los capítulos 32-33 del Éxodo son una intensa lucha, un pugilato, entre el Señor, cuya alianza ha sido rota, y Moisés, el intercesor del pueblo.

En cuatro intensos diálogos Moisés intercede por su pueblo, hasta lograr que “el Señor se arrepienta” del castigo que había anunciado (Cf. 32,14). Sin embargo, no se niega la gravedad del pecado: el becerro será pulverizado y mezclado en el agua que el pueblo deberá beber. Aarón también es interpelado y corregido; el pueblo entero será purificado por la muerte de muchos de sus miembros.

En este contexto penitencial es altamente notorio que Moisés se atreva a expresar lo que es el sueño, el deseo profundo de todo creyente: “ver a Dios”. Cuando se le manifestó años atrás, en la zarza ardiente, Moisés temió “ver a Dios” no sólo se quitó las sandalias, sino que se cubrió el rostro (Cf. Ex 3, 5-6). La percepción de la altísima dignidad de Dios en la fe israelita les hacía notar que el ser humano no puede ver a Dios: moriría. Es la experiencia de Moisés en aquella revelación inicial, la de Jacob en la lucha con el personaje nocturno (Cf. Gen 32,23ss.) y de tantos otros. Por ello, tampoco osaban pronunciar el Nombre del Señor y usaban expresiones paralelas: “El Altísimo”. Sin embargo, permanece en el corazón del creyente ese anhelo de ver a Dios. En este momento de su historia, recién saliendo el pueblo de la

gran apostasía, Moisés, consciente de ser particularmente acepto a Dios, osa expresarlo: “Déjame ver tu gloria” (Ex 33,18).

“La “gloria”, en hebreo Kabod, es fundamentalmente el “peso” de una persona, su importancia, su valor intrínseco, su reflejo en

la sociedad, su “fama” y “honor”. En este texto “la gloria de Dios” es Dios mismo en 3 Id. O.c. Pag. 15.


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cuanto se revela al hombre. Es la revelación de Dios, aquél fulgor del ser divino que el hombre puede percibir. Después que ha pedido conocer el plan de Dios, Moisés pide ahora conocer a Dios mismo, como él es conocido. ¡A qué profundidad llega la amistad de Moisés con su Dios!”.4

Sin embargo, la respuesta de Dios no alude a “la gloria” sino a “la bondad”: “... Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti ...” (Ex 33, 19). Quiere decir que, según este texto, el verdadero ser de Dios, su esencia, es su “bondad”. Notemos que mientras la teofanía de Ex 19, que precedió la primera propuesta de alianza, se expresó con signos impresionantes de terremoto, fuego, truenos y relámpagos, en este texto se manifiesta con signos de “bondad”. De esta manera se pone cerca de la teofanía a Elías (1Re 19,9-18): en ambos casos el destinatario de la teofanía está en la cima del Sinaí, en una gruta; delante del profeta aparecen primero signos impresionante que, sin embargo, eran sólo preanuncio de la aparición de Dios, “ ... después del fuego se oyó un sonido suave y delicado” (1Re 19,12). El texto trabajado por Gianni Barbiero traduce: “Dopo il fuoco ci fu la voce de un silen io alleggiante” (“Después del fuego, se sintió la vo de un silencio aleteando”). Sugestiva la expresión de “un silencio aleteando”, como manifestación de la presencia y cercanía de YHWH Dios.

Viene a la mente la profecía de Oseas 11, en la que el Señor, recordando la reiterada historia de Israel llega a la conclusión de que sólo queda destruir al pueblo. Sin embargo dice "8... Mi corazón se me revuelve dentro a la vez que mis entrañas se estremecen. ... 9 ... no volveré a destruir a Efraím, porque SOY DIOS, NO HOMBRE; en medio de ti yo soy el Santo, y no vendré con ira.".5 Porque Dios es trascendente, porque NO es hombre, sino Dios; su potencia y grandeza infinita, se expresa en el perdón. Esto mismo es dicho maravillosamente en uno de los últimos libros del Nuevo Testamento: "Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor" (1Juan 4,16). Este Dios-Amor se ha manifestado en plenitud y definitivamente en la muerte de su Hijo Jesús. El verdadero rostro de Dios se muestra en el amor que

perdona a quien lo mata (Cf. Lc 23,24).

Volviendo a nuestro texto, notemos que YHWH Dios promete “hacer pasar” su bondad delante de Moisés. Dios se manifiesta ‘pasando’; ¿querrá decir que el ser humano no puede resistir en esta vida por

4 Id. O.c. Pág. 116.

5 Cf. Biblia de Jerusalén, 1ª Edición 1967.


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mucho tiempo la presencia de Dios? Por lo pronto, Dios mismo toma precauciones y protege a su amigo: “22Cuando pase mi gloria te pondré en un hueco de la roca y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. 23Después quitaré mi mano y podrás ver mis espaldas, pero mi rostro no debe ser visto” (Ex 33,22-23).6

La visión plena de Dios no es de este mundo; aquí sólo podemos ver a Dios “pasando”. De todos modos, el creyente puede ser ‘tocado’ por Dios de manera indescriptible: es una experiencia intensa de gracia, un kairós que se vive intensamente, se agradece y se aprovecha. Por lo pronto, Moisés lo expresa en profunda adoración: “... se inclinó hasta tocar el suelo con la frente y adoró al Señor” (34,8).

1.6 Segunda teofanía – El “Dios de misericordia y de gracia”

A Moisés se le pidió que volviera a preparar dos tablas de piedra, como las anteriores, y que subiera nuevamente al Sinaí, a la espera del Señor. Al movimiento del creyente que “sube”, le corresponde el Señor que “baja en una nube”. Notemos la diferencia con los impresionantes signos que precedieron la primera alianza en el Sinaí; aquí se expresa la trascendencia de Dios sólo con “la nube”, que manifiesta y vela su misterio, así como será en el Tabor, en la transfiguración de Jesús.

Dice Ex 34 que el Señor pasó por delante de Moisés y exclamó:

6... «Yahvéh, Yahvéh [YHWH, YHWH], Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, 7 que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación” (Ex 34).7

Estos versículos 6 y 7 son el concentrado y culmen de los capítulos 33-34 y nos ofrecen una ‘definición’ de Dios que con frecuencia se presenta en el Antiguo Testamento. Tiene dos momentos: el v. 6 expresa el “ser” de Dios, mientras el v. 7 presenta su “actuar”.

6 La Biblia de Jerusalén (1967) traduce: “Mi rostro no se puede ver”. 7 Traducción tomada de la Biblia de Jerusalén.


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La revelación empieza con la proclamación del Nombre santo, en el que está contenida toda la teofanía. Es evidente la relación con la teofanía primordial a Moisés en Ex 3,14, en la que el Señor se manifestó como “Aquel que Es/Está” activamente presente, artífice de la historia, salvador de su pueblo. Aquí, en Ex 34,6 revela ‘en qué modo’ está presente en su pueblo: dirige la historia con su misericordia y fidelidad.

“…Dios de misericordia y de gracia”. Son los dos atributos fundamentales de la revelación divina, definitiva, con razón llamada “fórmula de la gracia”. Incluso la expresión negativa, que habla de los castigos de Dios (v.7b), hay que interpretarla como consecuencia de ese amor radical.

Las otras dos cualidades de Dios indicadas en el v. 6: “tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad” (6b) plantean dos aspectos antitéticos: la ira y el amor. Después son expresadas con términos afines: ‘perdona’ – ‘no deja sin castigo’. La misericordia de Dios se muestra en que es “lento a la ira” hubiera querido castigar de inmediato, pero se dejó enternecer por la plegaria de Moisés. Sin embargo, castiga, porque si no iría contra la “justicia”.

El Dios que se manifiesta a Moisés, es “lento para la ira”. Jeremías se lamentaba de ello: “Señor, ... acuérdate de mí y ven en mi ayuda. ¡Toma vengan a de los que me persiguen! No seas con ellos tan paciente que me dejes morir a mí; ...” (Jr 15,15). También a Jonás le resulta insoportable la longanimidad de Dios: “... - Mira Señor, esto es lo que yo decía que iba a pasar cuando aún me encontraba en mi tierra. Por eso quise huir de prisa a Tarsis, pues yo sé que eres un Dios tierno y compasivo, que no te enojas fácilmente, y es tanto tu amor que anuncias un castigo y luego te arrepientes” (Jon 4,2).


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YHWH no tiene prisa en castigar, parece que lo hiciera contra su voluntad; se deja enternecer, porque es Padre. La paciencia de Dios, que para Jeremías y Jonás eran un escándalo, son un signo de su amor: “ ... tuve paciencia por respeto a mí mismo; por mi honor me contuve y no te destruí” (Is 48,9).

Pero la paciencia de Dios no es debilidad: el Dios santo y misericordioso no puede consentir el mal, porque el pecado es la infelicidad, el ‘no-ser’. De hecho, YHWH “castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación”. Las cuatro generaciones aquí indicadas son las de una familia amplia, la de los clanes de Israel: padres, hijos, nietos y bisnietos; entre los semitas no se pensaba en la persona de manera aislada, sino inserto en su grupo familiar. De todos modos, esta expresión nos escandaliza: ¿por qué tendría que castigar Dios a los hijos, por la culpa de los padres?

El tema de la ‘ira divina’ por cuatro generaciones tiene su contrapeso en el “amor y fidelidad que se mantiene por mil generaciones”. La primera palabra, que en castellano traducimos por ‘amor’, en hebreo se dice “Hesed”, que indica el amor fiel que une a los miembros de una familia; hesed expresa estabilidad, solidez, seguridad. Por eso el Amor-Hesed de Dios se mantiene no por cuatro, sino por mil generaciones. Esta evidente desproporción expresa que ‘la ira’ y el ‘hesed’ de Dios no están en el mismo plano: la misericordia es infinitamente más grande que la ira. El salmo 30 lo expresa:

" Porque su enojo dura un momento, pero su buena voluntad, toda la vida. ..." (Salmos 30,5)

En síntesis, este pasaje nos está mostrando que, mientras la ira de Dios en un hecho aislado, su misericordia es el tema de fondo, la realidad constante. Si una generación dura unos cuarenta años, mil generaciones son un número infinito que, a través de Moisés nos alcanza también a nosotros, que vivimos en las primeras décadas del siglo XXI.

2. NUESTRO CAMINO HACIA EL DIOS VERDADERO

Acercándonos a los capítulos 32-34 del Éxodo hemos descubierto una fotografía icónica de la experiencia de Israel con el Dios que lo liberó de Egipto y quiso establecer alianza con él. Un Dios que se inclina a liberar a ese puñado de esclavos y se empeña en conducirlo, más allá de sus limitaciones y pecados, a la experiencia desconcertante de encontrarse intensamente con su Dios.


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No fue nada fácil: a poco de aceptar la Alianza, se están fabricando un becerro de oro; cuarenta años de desierto fue la pedagogía de este Dios-Hesed para purificar a su pueblo. Entrado en la Tierra Prometida, Israel seguirá debatiéndose entre el Dios con el que cerró una Alianza, y las atractivas fiestas de Baal y Astarté: toda su historia será un camino de purificación. Hasta la época de Jeremías se habla de “otros dioses”, en lo que pareciera admitirse que existen otras divinidades además de YHWH: son los baales. Los profetas, encabezados por Elías, lucharán contra los ídolos, para hacer comprender al pueblo que esos no son dioses, sino creaciones inermes, “hechura de manos humanas” (Salmos 114 y 115) y/114,4). Los profetas llegan a calificar de “prostitución” la idolatría, pues Israel abandona a su Dios-Esposo para irse con ‘amantes’ (Os 2,7; 4,10; Jr 5,7; 13,27; Is 57,3).

El camino culmina en Jesús, la revelación plena del Padre. Aunque sus contemporáneos se escandalicen, Jesús será infatigable para presentar al Padre de misericordia, tanto en las parábolas, como en su mismo actuar. El camino culmina en el Calvario: la cruz es la expresión máxima del Amor-Hesed-Rahamim,8 de un Dios que optó por la misericordia, capaz de entregar al Hijo Amado, para salvar a los pequeños hijos e hijas rebeldes.

Sin embargo, mirando la historia de la Iglesia, descubrimos cuánta cercanía tenemos con ese Israel, tantas veces llamado “duro de cerviz”, empecinado en irse con los ídolos vecinos. En este tiempo no buscamos ciertamente a Baal ni a Astarté, pero sí sus modernas versiones en una desenfrenada búsqueda de formas nuevas de placer, de poder. Las varias formas de adicción a drogas y juegos, la búsqueda indiscriminada de poder y dinero en formas escandalosas de corrupción, nos muestran hasta qué punto los humanos somos proclives a esos dioses, que igualmente matan, quitando libertad y dignidad.

Otra dimensión purificadora es la revelación del “Dios de gracia y misericordia”: todo el camino del Antiguo Testamento y el incansable testimonio de Jesús no han sido suficientes para convencernos de que el verdadero nombre de Dios es Misericordia.

8 Palabra hebrea que significa amor que se compadece, que tiene piedad, es un amor tierno, “entrañable”.


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Preferimos quedarnos con los falsos dioses vengadores y castigadores: versiones negativas del Dios de amor y de gracia.

El camino no ha terminado. Cada uno de nosotros, en este tiempo, necesita ser consciente de los ídolos que nos acosan, y liberarnos infatigablemente de ellos para descubrir y abrirnos al Dios verdadero. El Dios-Amor-Hesed-Rahamim que sigue inclinándose sobre nuestra pequeñez y pecado, para resucitarnos compartiéndonos la Pascua de Jesús, el Hijo Amado; y cubrirnos con “la nube”, el misterio, para convocarnos a una experiencia intensa de su bondad.

BIBLIOGRAFIA

Charpentier, Etienne. “Para leer el Antiguo Testamento”. Ed. Verbo Divino. Estella. 1983.

Castel, Francois. “Historia de Israel y de Judá”. Ed. Verbo Divino. Estella. 1984. Childs, Brevard. “El libro del Éxodo-Comentario crítico y teológico”. Ed. Verbo

Divino. Estella 2003.

Léon-Dufour, Xavier. “Vocabulario de Teología Bíblica”. Herder. 1977.

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