El canon de Rotterdam (II)

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28 Cultura|s La Vanguardia Miércoles, 9 febrero 2011 PANTALLAS XAVIER PÉREZ “La gente se vuelve loca con Sha- kespeare. Es genial, claro, ¡¡¡pero Dickens…!!!”. La frase es pronun- ciada por George Lonegan (Matt Damon), el atormentado médium de Más allá de la vida, que se acues- ta cada noche escuchando las histo- rias de Dickens en la voz de Derek Jacobi, bálsamo reparador para tra- tar de olvidar la tragedia que supo- ne vivir con la shyamalaniana con- ciencia de que, en ocasiones, ve muertos. Pero quien ha puesto la frase en boca del personaje es el guionista del filme, Peter Morgan, el gran dramaturgo del poder con- temporáneo, el autor de Frost/Ni- xon, de The Queen, de El último rey de Escocia, el afamado retratista de las relaciones entre Blair y Brown (The deal) o entre Blair y Clinton (The special relationship). Morgan, con alentador sentido de lo impre- visible, ha osado abandonar, esta vez, su reputada teatralidad, de va- go ascendente shakespeariano, pa- ra tejer un novelesco y dickensia- no folletín sentimental sobre aza- res, fortunas, infancias desgracia- das y dóciles espectros de ultra- tumba. Dickensiano hasta la candidez, el parapsicólogo protagonista es, también, el médium de que se sir- ven Peter Morgan y el director Clint Eastwood para activar el gran fantasma cultural que puebla la película. La mejor expresión de esa tenaz búsqueda de las raíces dickensianas de su apuesta se da en la secuencia en la que el héroe, recién llegado a Londres, visita la casa museo de su admirado autor de cabecera, y, con la misma mano con que le hemos visto entrar di- versas veces en contacto con el más allá, acaricia sutilmente el es- critorio del novelista, como si qui- siera extraer, de la madera ausen- te, los secretos mejor guardados del maestro (tal vez hasta obtener el final de la novela inacabada El misterio de Edwin Drood). Claro que no es posible llegar, en nuestros tiempos, al corazón de Dickens, sin la memoria de quie- nes lo asumieron visionariamente como fundamento mismo del rela- to fílmico. El novelista inglés habi- ta la película, porque esta recrea una geografía sentimental que el ci- ne hizo suya desde el mensaje fun- dador de Griffith, inventor del montaje paralelo y del montaje convergente (tan importantes en el filme), que siempre afirmó que su revolución narrativa nació del deseo de “hacer como Dickens”. Ese camino es el que siguió neta- mente el Hollywood clásico y el que recreó sin más coartadas la ge- neración de Spielberg, productor nada casual de Más allá de la vida. Al fin y al cabo, en el patrón narrati- vo de la película de Eastwood pue- den reconocerse, aunque minimi- zadas por una disciplinada sobrie- dad, las pautas por las que discu- rría la lejana, pero todavía influyen- te Encuentros en la tercera fase. Co- mo en aquel caso, nos encontra- mos ante una historia que sigue tres itinerarios humanos en anhela- da convergencia, movidos por la voluntad de obtener certezas en re- lación al mundo sobrenatural que los envuelve. Además de la aventura del mé- dium americano, la película nos cuenta las peripecias de Marie, una periodista francesa supervi- viente –o más bien resucitada– del tsunami en el Índico; y las de Mar- cus, un niño inglés que vaga como un sonámbulo por las calles de Londres, a la espera de vislumbrar un signo de comunicación con su gemelo muerto. El progresivo avance hacia el encuentro de todos ellos en la capital británica –fruto de la necesidad o del milagro– se cuece a fuego lento en una drama- turgia cinematográfica que apues- ta por los valores de la escena rea- lista –del aquí y el ahora–, por más que su temática aparente coquetee con pálidos fantasmas de otro mun- do. Y aunque la trama se extienda por tres continentes, es en los deta- lles de la intimidad y en el carácter casi confesional de las secuencias, donde el despliegue de fineza ex- presiva del filme acumula sus me- jores momentos. En esta atención por los detalles que amplifican la vivencia emocio- nal del plano, Clint Eastwood nos regala, también, la memoria de Chaplin, un autor que linda con el imaginario de Griffith y cuyo re- cuerdo se vislumbra tras el desvali- do deambular urbano del joven Marcus, émulo crecido del Jackie Coogan de El chico. Pero atención, porque no sólo de niños vivía Cha- plin. El autor que hizo posible el mágico reconocimiento entre la violetera y el vagabundo al final de Luces de la ciudad habría aplaudi- do la imagen de Matt Damon to- cando por primera vez la mano de la periodista francesa y el poste- rior reencuentro final de ambos, con la imagen de la mujer avanzan- do hacia él desde el puesto de flo- res (por una vez no rotas) que pre- side el desenlace de la película. Y aunque a más de uno le parecerá sobrero el previo flash en el que el héroe visualiza el beso deseado que sellaría la cita, no se puede ne- gar coherencia estructural a tal atrevimiento: el médium taciturno que se ha pasado el filme teniendo que soportar las visiones de los muertos ajenos se regala, por fin, la estampa premonitoria de sí mis- mo, vivo y feliz, en un estado de li- beración, que el público celebra, después de dos horas de melodra- mático suspense. Porque, creamos o no creamos, resulta imposible no rendirse a la certera madurez de un cineasta libre, capaz de convo- car, como en una productiva se- sión de espiritismo, el alma incan- descente del mejor cine clásico. | ‘Más allá de la vida’ Eastwood traza tres periplos humanos en busca de respuestas ante lo sobrenatural que los rodea Encuentros en la certera fase ‘Más allá de la vida’ (EE.UU., 2010). Un filme de Clint Eastwood. Guión: Peter Morgan. Con Matt Da- mon, Cécile de France y Bryce Dallas Howard 2005, 4 Meses, 3 semanas y 2 días, de Cristian Mungiu, la Palma de Oro en el 2007; por no hablar de la nueva ola de cine filipino –Kha- vn De La Cruz, Adolfo Alix Jr, Ra- ya Martin, etc.–, que hubiera que- dado en algo anecdótico sin el so- porte económico y la confianza brindados por la institución. Tantas luces hacen despertar al- guna que otra sombra. Como ade- lanta Tamara I. Falcovic, se puede acusar al Hubert Bals Fund y simi- lares (World Cinema Fund, Göte- borg Film Festival Fund) de cierta condescendencia, al reconocer el valor de los trabajos cinematográfi- cos que promueve en tanto que provienen de países en los márge- nes de la industria y del canon cine- matográfico. En Migrating From South To North: The Role of Film Festivals In Funding And Shaping Global South Film And Video –in- cluido en Locating Migrating Me- dia (Lexington Books, 2010)–, la académica va más lejos y afirma que “mientras puede ser cierto que el sur necesita oportunidades y ayudas económicas del norte pa- ra sobrevivir, también es igualmen- te cierto, en términos saidianos, que el norte necesita del sur para ser avant la lettre”. No obstante, an- tes de tomar conclusiones precipi- tadas es innegable reconocer el pa- pel de fondos como el neerlandés en su tarea de impulsar una nueva concepción de lo fílmico, despla- zando el eje de lo cinematográfico hacia nuevas topografías desde donde reinvindicar una nueva geopolítica del audiovisual. No es más que una cuestión de tiempo. La potencialidad creativa de este cine surgido de los márgenes de los centros de poder industrial y ci- nematográfico y que se mueve por todo el mundo, se antoja hoy en día infinita. | Matt Damon, un médium americano dickensiano hasta la médula Dickens habita el filme porque este recrea una geografía sentimental que Griffith quiso incorporar para el cine Pese a algunas críticas por condescendencia, esta iniciativa permite crear una nueva geopolítica del cine ‘Independencia’, del filipino Raya Martin >

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Artículo para Cultura/s, sección Pantallas, sobre el Hubert Bals Fund, fondo para proyectos cinematográficos vinculado al IFFR.

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Cultura|sLa

Vanguardia

Miércoles,9

febrero2011

PANTA

LLAS

XAVIER PÉREZ“La gente se vuelve loca con Sha-kespeare. Es genial, claro, ¡¡¡peroDickens…!!!”. La frase es pronun-ciada por George Lonegan (MattDamon), el atormentado médiumdeMásallá de la vida, que se acues-ta cadanocheescuchando lashisto-rias de Dickens en la voz de DerekJacobi, bálsamoreparadorpara tra-tar de olvidar la tragedia que supo-ne vivir con la shyamalaniana con-ciencia de que, en ocasiones, vemuertos. Pero quien ha puesto lafrase en boca del personaje es elguionista del filme, Peter Morgan,el gran dramaturgo del poder con-temporáneo, el autor de Frost/Ni-

xon, deTheQueen, deEl último reyde Escocia, el afamado retratista delas relaciones entre Blair y Brown(The deal) o entre Blair y Clinton(The special relationship). Morgan,con alentador sentido de lo impre-visible, ha osado abandonar, estavez, su reputada teatralidad, de va-go ascendente shakespeariano, pa-ra tejer un novelesco y dickensia-no folletín sentimental sobre aza-res, fortunas, infancias desgracia-das y dóciles espectros de ultra-tumba.Dickensiano hasta la candidez,

el parapsicólogo protagonista es,también, el médium de que se sir-ven Peter Morgan y el directorClint Eastwood para activar elgran fantasma cultural que pueblala película. La mejor expresión deesa tenaz búsqueda de las raícesdickensianas de su apuesta se daen la secuencia en la que el héroe,recién llegado a Londres, visita la

casa museo de su admirado autorde cabecera, y, con la mismamanocon que le hemos visto entrar di-versas veces en contacto con elmás allá, acaricia sutilmente el es-critorio del novelista, como si qui-siera extraer, de la madera ausen-te, los secretos mejor guardadosdel maestro (tal vez hasta obtenerel final de la novela inacabada Elmisterio de Edwin Drood).Claro que no es posible llegar,

en nuestros tiempos, al corazón deDickens, sin la memoria de quie-nes lo asumieron visionariamentecomo fundamentomismo del rela-to fílmico. El novelista inglés habi-ta la película, porque esta recrea

unageografía sentimental que el ci-ne hizo suya desde elmensaje fun-dador de Griffith, inventor delmontaje paralelo y del montajeconvergente (tan importantes enel filme), que siempre afirmó quesu revolución narrativa nació deldeseo de “hacer como Dickens”.Ese camino es el que siguió neta-mente el Hollywood clásico y elque recreó sinmás coartadas la ge-neración de Spielberg, productornada casual deMás allá de la vida.Al fin y al cabo, en el patrónnarrati-vo de la película de Eastwood pue-den reconocerse, aunque minimi-

zadas por una disciplinada sobrie-dad, las pautas por las que discu-rría la lejana, pero todavía influyen-teEncuentros en la tercera fase. Co-mo en aquel caso, nos encontra-mos ante una historia que siguetres itinerarioshumanos enanhela-da convergencia, movidos por lavoluntaddeobtener certezas en re-lación al mundo sobrenatural quelos envuelve.Además de la aventura del mé-

dium americano, la película noscuenta las peripecias de Marie,una periodista francesa supervi-viente –omás bien resucitada– deltsunami en el Índico; y las deMar-cus, un niño inglés que vaga comoun sonámbulo por las calles deLondres, a la espera de vislumbrarun signo de comunicación con sugemelo muerto. El progresivoavancehacia el encuentro de todosellos en la capital británica –frutode la necesidad o del milagro– secuece a fuego lento en una drama-turgia cinematográfica que apues-ta por los valores de la escena rea-lista –del aquí y el ahora–, pormásque su temática aparente coqueteeconpálidos fantasmasdeotromun-do. Y aunque la trama se extiendapor tres continentes, es en los deta-lles de la intimidad y en el caráctercasi confesional de las secuencias,donde el despliegue de fineza ex-presiva del filme acumula sus me-jores momentos.En esta atención por los detalles

que amplifican la vivencia emocio-nal del plano, Clint Eastwood nosregala, también, la memoria deChaplin, un autor que linda con elimaginario de Griffith y cuyo re-cuerdo se vislumbra tras el desvali-do deambular urbano del jovenMarcus, émulo crecido del JackieCoogan de El chico. Pero atención,porque no sólo de niños vivía Cha-plin. El autor que hizo posible elmágico reconocimiento entre lavioletera y el vagabundo al final deLuces de la ciudad habría aplaudi-do la imagen de Matt Damon to-cando por primera vez la mano dela periodista francesa y el poste-rior reencuentro final de ambos,con la imagende lamujer avanzan-do hacia él desde el puesto de flo-res (por una vez no rotas) que pre-side el desenlace de la película. Yaunque a más de uno le parecerásobrero el previo flash en el que elhéroe visualiza el beso deseadoque sellaría la cita, no se puede ne-gar coherencia estructural a talatrevimiento: el médium taciturnoque se ha pasado el filme teniendoque soportar las visiones de losmuertos ajenos se regala, por fin,la estampa premonitoria de sí mis-mo, vivo y feliz, en un estado de li-beración, que el público celebra,después de dos horas de melodra-mático suspense. Porque, creamoso no creamos, resulta imposible norendirse a la certera madurez deun cineasta libre, capaz de convo-car, como en una productiva se-sión de espiritismo, el alma incan-descente del mejor cine clásico. |

‘Más allá de la vida’Eastwood traza tres periplos humanosenbuscade respuestas ante lo sobrenatural que los rodea

Encuentros enla certera fase

‘Más allá de lavida’(EE.UU., 2010).Un filme de ClintEastwood. Guión:Peter Morgan.Con Matt Da-mon, Cécile deFrance y BryceDallas Howard

2005, 4 Meses, 3 semanas y 2días, de Cristian Mungiu, la PalmadeOro en el 2007; por nohablar dela nueva ola de cine filipino –Kha-vn De La Cruz, Adolfo Alix Jr, Ra-ya Martin, etc.–, que hubiera que-dado en algo anecdótico sin el so-porte económico y la confianzabrindados por la institución.Tantas luces hacen despertar al-

guna que otra sombra. Como ade-lanta Tamara I. Falcovic, se puedeacusar al Hubert Bals Fund y simi-lares (World Cinema Fund, Göte-borg Film Festival Fund) de ciertacondescendencia, al reconocer elvalorde los trabajos cinematográfi-cos que promueve en tanto queprovienen de países en los márge-nesde la industria ydel canoncine-matográfico. En Migrating FromSouth To North: The Role of FilmFestivals In Funding And ShapingGlobal South Film And Video –in-cluido en Locating Migrating Me-dia (Lexington Books, 2010)–, laacadémica va más lejos y afirmaque “mientras puede ser ciertoque el sur necesita oportunidadesy ayudas económicas del norte pa-ra sobrevivir, tambiénes igualmen-te cierto, en términos saidianos,que el norte necesita del sur paraseravant la lettre”.Noobstante, an-

tes de tomar conclusiones precipi-tadas es innegable reconocer el pa-pel de fondos como el neerlandésen su tarea de impulsar una nuevaconcepción de lo fílmico, despla-zando el eje de lo cinematográficohacia nuevas topografías desdedonde reinvindicar una nuevageopolítica del audiovisual. No esmás que una cuestión de tiempo.La potencialidad creativa de estecine surgido de los márgenes delos centros depoder industrial y ci-nematográfico y que se mueve portodo el mundo, se antoja hoy endía infinita. |

Matt Damon, un médium americano dickensiano hasta la médula

Dickens habita el filmeporque este recrea unageografía sentimentalque Griffith quisoincorporar para el cine

Pese a algunas críticaspor condescendencia,esta iniciativa permitecrear una nuevageopolítica del cine

‘Independencia’, del filipino Raya Martin

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