El caso de El Brujo

Relaciones entre Estado, cuerpo y poder durante el conflicto armado internoRocío Silva Santisteban

La otra/ el otro como desecho

Las acciones que algunos militares consideran productos particulares de momentos de extrema tensión (“excesos”) son la mejor expresión de una suerte de política instaurada a través de un discurso coherente: el discurso de la guerra sucia y la doctrina de guerra de baja intensidad. Este discurso organiza una maquinaria simbólica que le da razones concretas a las prácticas asesinas sistemáticas. Esta maquinaria corre y funciona a través de toda una suerte de signos, evidentes o solapados, desde la permisibilidad de los comandos ante su propia incapacidad de controlar a la subversión.

Las pruebas del sacrificio

•La defensa de la democracia se convierte en la razón de la tortura y el asesinato. •Torturar se convierte en una tareas superior que sólo puede ser llevadas a cabo por aquéllos que deciden sacrificarse por la patria y por la democracia. •Torturar no es un delito sino, por el contrario, prueba de un sacrificio. •La construcción del sacrificio frente a una tarea onerosa como asesinar “por necesidad” es la excusa para interpretar de manera perversa los valores militares e incluso ciertos “valores cristianos”.•Estos valores se dan la mano para organizar mejor un discurso autoritario en el cual el “terruco” es apenas un resto.

Jesús Sosa: “limpiar a la patria de terrucos”

El acto de matar al otro-terrorista reviste consecuencias directas para la consistencia política del grupo que encabeza la lucha contra la subversión. Asimismo, quien detenta la facultad de volver al “otro” nada, puro desecho, se erige a su vez en héroe del sistema que está defendiendo y “limpiando”.

La Nuda Vida y la biopolítica

El cuerpo es incluido en una política de lo biológico pero, paradójicamente, a través de su exclusión.

Los seres humanos calificados de homo sacer son sólo “blancos” móviles que pueden ser destajados de la existencia en función de la constitución de la democracia.

La biopolítica es pues la implicancia de la vida natural del hombre en los mecanismos y los cálculos del poder.

El otro se convierte en alguien que pierde su condición de ser humano y adquiere la de nuda vida del derecho romano arcaico, institución que permitía dar muerte, sin cometer homicidio. El otro es “matable” o, como suelen decirlo algunos latinoamericanos, desechable .

El cuerpo como espacio de descarga y de descargo sexualJunto con la organización del sospechoso/a como desecho tenemos que en este grupo de varones se recogen las lógicas clásicas autoritarias de la dominación masculina y del machismo latinoamericano: las mujeres deben de someterse a través de favores sexuales para poder “continuar” en sus diferentes recorridos. “Pichanear” es el verbo que utilizan los soldados para hablar de las violaciones en grupo y de los pagos por pasar de una zona a otra que debían hacer las mujeres.

Testimonio de El BrujoExpediente 100169 – Archivo de la Memoriasuboficial del Ejército Peruano – enfermero

Aucayacu – Alto Huallaga

Las torturas y asesinato de La GringaAucayacu 1990-1991

Los hechos

Fases de la tortura

1. Ablandamiento de la sospechosa – La Gringa datea

2. Verificación de los datos de la sospechosa – No hay verificación: los terroristas huyen.

3. Torturas más fuertes con picana y electricidad para que pueda dar alguna información relevante .

4. Le cortan el pelo para humillarla. 5. Reciben una “orden de matarla” que vino

desde Tingo María. 6. La gringa confiesa que ella ha sido la dirigente

del ataque: su cuerpo potencialmente hablador ya “expulsó” la información. No vale nada.

7. Conminan al suboficial de menor graduación a matar y “chifar” a la gringa para lanzar sus restos al río Huallaga.

Jesús Sosa: “La tortura es a la vez un reto y una labor

desagradable”.

La muerte, el cumpleaños y la sorpresa•Las torturas a la Gringa se realizan al mismo tiempo en que se celebra el cumpleaños de otro suboficial . •La celebración se produce con alcohol, torta y “algunas amigas”. •Mientras se realiza la fiesta el oficial de menor graduación tiene que realizar la “acción desagradable”. •Pero resulta que la Gringa ya había muerto y sus restos los dejan en el baño de la tropa. •Cuando van a buscarla para descuartizarla se dan con una desagradable sorpresa.

Testimonio de El Brujo, Aucayacu, diciembre 1991

Cuando llegamos nosotros al baño de tropa, la tropa la estaba violando. [Estaba] Muerta. Sabe por qué le digo, porque era alta, gringa, simpática. Pero ya estaba mal, ya no servía para satisfacer. La tropa la estaba violando. [Estaba degollada], claro. La tenían hacía atrás en la mesa, la habían tapado el pecho y la estaban violando. [La tropa] Era grande, de 12 ó 14. Con un palo los boté: “¡salvajes, está muerta”. “Está calientita, mi técnico”, decían. Dejamos a los dos soldaditos que estaban con nosotros, a ellos les requintamos y dijeron: “pero si son los más bravos”. Bueno, le cortamos la cabeza y las manos y la tiramos al río.

¿Tiene El Brujo conciencia moral de lo que está

haciendo?

A diferencia de Jesús Sosa, quien actúa completamente

convencido de que es necesario matar terroristas,

el Brujo no parece estar convencido de nada: sus

acciones son una serie de actos concadenados por simple burocracia militar

que le exige torturar, de la misma manera como

también, las circunstancias, le exigen sobrevivir

coimeando a narcotraficantes.

El Brujo, en este testimonio, organiza la historia de sus crímenes y de los crímenes de los otros como si se tratara de un relato de hazañas de héroes de historietas. No conserva un hilo narrativo causal entre unas acciones y otras, y deja en un limbo de confusión sus propios delitos (como toda su relación con el narcotráfico). Esta forma de narrar la historia marca, de alguna manera, una característica única en la construcción de sí mismo como personaje: además de la banalidad del mal en el cual actúa, describe y narra, los valores a los que se sujeta no son los de la obediencia según las normas militares, puesto que las infringe todas las veces que puede. Su actuación se rige por la máxima del sujeto criollo: utilizar las normas, las situaciones, a las demás personas, en provecho propio. Para él los soldados rasos, las “cholitas”, los terrucos y todos aquellos que pertenecen a un estamento “inferior” no tiene ningún valor.

El Brujo no es una pieza más : simboliza de alguna manera el tipo de lubricidad que la maquinaria del biopoder requiere para consolidarse desde lejos, sobre las voluntades y las mentalidades. Quienes están detrás de esta forma de razonamiento no son sólo estos suboficiales “diestros” en llevar a cabo los fines de la “razón del Estado”; quienes son más responsables de estos actos son aquellos que sostienen y fundamentan un discurso. Este es el discurso de una “razón de Estado” que autoriza, consciente e inconscientemente estas prácticas autoritarias y violentas.