El Cementerio Judio de Segovia

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­­Primavera de 2011.

“(…) hazia la parte del río Clamor, do ay un valle con uertos e árboles e cuevas

e do se halla el çementerio de los padres de nuestros padres e todos los finados

de nuestro pueblo e de nuestra Ley.” José Antonio Abella, Yuda.

Los recuerdos de Yuda Azaid, segoviano y judío, de la ciudad en la que vivió su

infancia y del momento del destierro, le acompañan en Corfú en los momentos

de incertidumbre y de nostalgia. “Comprensión” y “tolerancia” son dos de las

palabras que emplea el autor en la dedicatoria de su novela, en la que desgrana

una melancólica historia de enraizamiento y desarraigo. Sin el menor atisbo de

rencor, sus palabras se convierten en un rotundo alegato contra la intolerancia

y en una sincera invitación a la fraternidad.

El presente recorrido pretende recuperar las huellas de aquellos habitantes de

la judería, en sus calles, en las casas donde vivieron y donde tuvieron su última

morada en la Segovia de Sefarad.

1. INTRODUCCIÓN

Las aljamas * judías contaban con sus propios cementerios ya que esta era una

de las obligaciones fundamentales de cualquier comunidad, que primaba incluso

sobre la de construir una sinagoga. En caso de pequeñas comunidades que no

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Dibujo de la ciudad de Segovia, con el Cementerio Judío en primer término. Wyngaerde 1562

Foto de portada. Estrella de David sobre piedra del Cementerio Judío.

Señalización de la zona de enterramientos.

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Postigo de la Luna. Este tramo de muralla quedó integrado en 1481 en el barrio

de la judería.

Dicha ladera, en la actualidad parque público, es conocida con el nombre del

Pinarillo. Su subsuelo calizo presenta una pendiente casi uniforme, rota en

numerosas depresiones u hoyos, y por ello también se la conoce como la Cuesta

de los Hoyos.

Por lo que respecta a la comunicación entre el barrio judío y el cementerio,

se hacía por una vereda que desde la puerta de San Andrés bajaba por la

Hontanilla y cruzaba el arroyo Clamores por un puente de piedra, el Puente

de la Estrella.

No resulta difícil, en un paraje tan evocador, imaginar los cortejos fúnebres de

aquellos segovianos que profesaban una religión distinta a la mayoritaria y que

en el año 1492, durante el reinado de Isabel y Fernando, tuvieron que enfrentarse

a una de las decisiones más importantes de sus vidas: renegar de su religión y

convertirse al cristianismo para poder seguir viviendo en Sefarad*, o

abandonarla para siempre.

2. HISTORIA

Acerca de su origen poco sabemos, pues se desconoce cuándo comenzó a

usarse este cementerio, y si fue el único de la comunidad judía en Segovia.

contaban con cementerio propio, sus difuntos eran llevados al de la aljama de la

que dependían.

Por razones de salubridad y por tradición se situaban

fuera de las poblaciones, próximos y, siempre que

fuera posible, en lugar elevado con declive y

orientado hacia el Este. Normalmente estaba cerrado

por un muro con una puerta. Asimismo, era frecuente

que por el espacio que separaba a los vivos de sus

difuntos fluyera un río o arroyo. Como prescribe el

Talmud solía situarse a un mínimo de 50 pasos de la

última casa.

Esto constituye una diferencia importante con

respecto a los cementerios cristianos, que se

ubicaban en el perímetro o el interior de iglesias,

conventos o monasterios.

Las tumbas se cubrían con lápidas de piedra de

distinto material según el que existiera en la zona;

en los cementerios sefardíes solían ser grandes

losas (de más de 2 metros de longitud) de forma

cuadrangular o a modo de pirámide truncada, que

se disponían sobre la tumba cubriéndola en su totalidad, aunque también se

conocen ejemplos de lápidas mas pequeñas (de unos 50 cm de longitud por

20/30 cm de ancho) colocadas en posición vertical sobre el centro del

enterramiento.

La orientación de todos los enterramientos hebreos es con la cabeza al oeste y

los pies al este, de manera que al producirse la resurrección lo primero que se

divisara fuera el oriente.

En concreto, el cementerio judío de Segovia se extendía por la ladera izquierda

de la cuenca del arroyo Clamores, a saber, al Sur de la ciudad y fuera del recinto

amurallado, frente al lienzo de la muralla comprendido entre la Casa del Sol y el

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Panorámica de la Judería

Cementerio Judío

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Algunos años después se construyó la carretera que lo atraviesa

longitudinalmente descubriéndose en las obras algunos enterramientos.

“(…) Era corregidor en nuestra ciudad Día Sánchez de Quesada…Este, pues,

instaba en cumplir el mandato real; con que la miserable nación, cumplido el

término del edicto a los principios de Agosto, dejando sus casas se salieron a

los campos, enviando algunos dellos a los Reyes, que pidiesen dilación.

Estaban los campos del Osario, nombrados así por tener allí sus sepulcros, y

el valle de las Tenerías, llenos de aquella miserable gente, albergándose en

las sepulturas de sus mismos difuntos y en las cavernas de aquellas peñas.

Algunas personas de nuestra ciudad, religiosas y seculares, celosas de la

salvación de aquellas almas, aprovechando tan buena ocasión, salieron a

predicarles su conversión, y advertirles su ciega incredulidad contra la luz de

tantas evidencias en tan dilatados siglos y calamidades. Algunos se

convirtieron y bautizaron dando nombre al lugar que hasta hoy se llama Prado

Santo, por este suceso. Los demás salieron del reino.”

Diego de Colmenares, Historia de la insigne ciudad de Segovia.

3. EL RECORRIDO

3.1 PLAZA DEL CORPUS

En la Plaza del Corpus iniciamos este recorrido que tiene por objeto

rememorar el camino realizado en su día, por los cortejos fúnebres judíos,

desde la casa de la persona fallecida hasta el cementerio. Es un lugar de

fácil localización y nos permite conocer una de las construcciones más

singulares de la ciudad: la iglesia del Corpus Christi, que fue en origen la

Sinagoga Mayor de la ciudad.

Este antiguo edificio está situado entre la calle de la Judería Vieja y la Muralla.

Se accede a la iglesia desde un pequeño patio al que se entra cruzando un arco

apuntado de estilo gótico, construido con piedra caliza, en la misma Plaza del

Corpus.

La mención más antigua data de 1460, ya muy tardía si se considera que existió

población judía documentada en la ciudad desde 1215, y se refiere al cementerio

como fonsario de los judíos.

Los cementerios, igual que las sinagogas, formaban parte de los bienes

comunales de las aljamas. En 1492, tras la expulsión, los Reyes Católicos

entregaron el terreno del cementerio al Concejo de la ciudad, a condición de que

lo mantuviese como ejido, es decir, sin uso agrícola ni ganadero.

El año siguiente, las piedras del fonsario fueron donadas al monasterio de Santa

María del Parral.

En la actualidad no se conoce la ubicación exacta de ninguna de esas lápidas.

¿Se utilizarían en la construcción del monasterio?

Según cuenta el historiador Diego de Colmenares en 1633, el valle del Clamores

y la zona de las Tenerías se llamaban el Prado Santo, nombre que todavía se

mantenía en el siglo XVII. Poco a poco, este nombre se fue cambiando por el de

la Cuesta de los Hoyos.

El entorno también cambió lentamente: en 1859, el Ayuntamiento realizó

una plantación de pinos y donde antes existió sólo un suelo yermo

comenzaron a crecer los árboles, que hundían sus raíces en el suelo,

invadiendo las tumbas.

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Vista del Cementerio Judío desde el Paseo del Salón

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hermanos Manuel y Antonio del Sello compraron el templo y las dependencias

para establecer un convento de hermanas de la penitencia. La nueva comunidad

se formó al año siguiente, con cinco monjas del convento de San Antonio El Real,

cuatro maestras y once hermanas de la penitencia, según cuenta el historiador

Colmenares “mujeres arrepentidas del pecado público”, siendo necesario

realizar algunas obras para adaptar el edificio a su función de iglesia conventual.

La noche del 2 al 3 de agosto de 1899 el templo sufrió un importante incendio,

en el que falleció una de las religiosas. Se quemó su artesonado de madera y se

perdieron parte de las yeserías tan admiradas que habían sido publicadas en

“Monumentos Arquitectónicos de España” y que en opinión de los que tuvieron

la oportunidad de verlas, la hacían muy semejante a Santa María la Blanca de

Toledo.

Esta colección, que fue pensada para estudiar históricamente y representar en

forma de láminas los edificios más interesantes de la arquitectura española, está

considerada como la más relevante iniciativa editorial de nuestro país durante

la segunda mitad del siglo XIX.

Joaquín Mª Castellarnau, testigo del incendio del 3 de agosto de 1899, lo describe

así:

“(…) Poco antes de terminar el día 2, una columna de humo y llamas que casi de

repente elevose por los aires, dio el primer aviso a los habitantes de Segovia de

que se había declarado el incendio en tan preciado monumento judaico. A los

Se desconoce su fecha de construcción. Tradicionalmente se ha considerado

que fue ya avanzado el siglo XIV. Sin embargo, en los últimos años y atendiendo

a su orientación norte-sur, se ha planteado la posibilidad de que la sinagoga

estuviese asentada sobre una mezquita de la época califal, con lo que la fecha

de construcción se adelantaría en casi un siglo.

La primera mención conocida es de 1373 y se sabe que fue incautada a la

comunidad judía a principios del siglo XV, posiblemente en 1410, durante los años

de la regencia de Catalina de Lancaster - madre de Juan II- a consecuencia de

lo que en Segovia se conoce como

El milagro del Corpus.

En 1419 ya se cita como eglesia

nueva, y en 1421 aparece dedicada

al Corpus Christi. En ese año, el

obispo de Segovia Juan Vázquez de

Cepeda, dona el templo y sus

dependencias, entre las que había

una escuela y baños, al monasterio

de canónigos regulares de Santa

María de Párraces.

En 1571, Juana de Tapia y los

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Fachada de la antigua Sinagoga Mayor vista desde elPaseo del Salón

Detalle fachada exterior, patio de entrada y plaza del Corpus Christi

Artesonado de la Iglesia del Corpus Christi

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Moro y el restaurador José Luis Silveira, fue posible gracias a los dibujos

realizados por José María Avrial y al grabado de Francisco Javier Parcerisa,

así como a las fotografías anteriores al incendio de Unturbe o las

inmediatamente posteriores de J.M. Castellarnau. Las elegantes vidrieras de

tonos azulados fueron obra de Carlos Muñoz de Pablos.

Son interesantes los retablos del siglo XVI que pertenecieron al convento de San

Francisco (hoy Academia de Artillería) y el cuadro pintado en 1902 por Vicente

Cutanda que representa “El milagro del Corpus”, frente a la puerta de entrada.

En la actualidad, en el convento está establecida una comunidad de hermanas

franciscanas clarisas que compaginan su vida contemplativa con las labores en

un taller de encuadernación artesanal.

Es recomendable dedicar algunos minutos a la pequeña exposición que sintetiza

las obras de restauración del edificio.

Al salir, continuaremos a la izquierda por la calle de la Judería Vieja. Hay que

recordar que al inicio de la misma existía uno de los arcos que con sus puertas

permitían cerrar este barrio, delimitado en 1481. El cierre de las puertas a la caída

del sol mantenía a los miembros de la aljama apartados del resto de los

habitantes de la ciudad durante la noche. A la salida del sol, las puertas se abrían

y cada uno volvía a sus actividades cotidianas.

“El milagro del Corpus”

Fray Alonso de Espina, conocido por

su radical oposición al judaísmo, fue

quien recogió por primera vez este

relato, que debe ser tomado con

gran prevención considerando la

intransigencia del dominico y los

muchos años transcurridos desde

los acontecimientos que narra, ya

en la segunda mitad del siglo XV.

pocos momentos toda la iglesia estaba convertida en una inmensa hoguera, y

el fuego se propagaba con espantosa rapidez por las dependencias del convento.

A las dos de la madrugada, con horrible estrépito se vino abajo la techumbre de

la antigua Sinagoga, llenando con sus maderos y vigas encendidas el fondo de

las naves, desde las cuales se desprendían inmensas llamas que, después de

atravesar los majestuosos arcos de herradura y lamer sus afiligranados capiteles,

elevábanse por encima de los muros formando un torbellino de fuego de

increíble altura”.

Después de esta importante restauración, el edificio cuenta con tres naves

cubiertas con armadura de madera; la central más alta y ancha que las laterales,

separadas por dos arquerías que van de norte a sur, de cinco grandes arcos de

herradura sobre pilares octogonales.

En el año 2004 un proyecto le devolvió parte de su antiguo

esplendor al ser repuestas las decoraciones en yeso de los

capiteles que remataban las columnas del piso bajo, decorados con

piñas y roleos; y las arquerías superiores, adornadas con arcos

polilobulados que se alternan con otros de herradura.

La ejecución del proyecto, llevado a cabo por el Ayuntamiento

de Segovia y en el que participaron el escultor José María García

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Interior de la Iglesia del Corpus Christi

Detalle de la fachada del convento del Corpus Christi

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3.2 CALLE DE LA JUDERÍA VIEJA

“(…) E hazia la parte de medio día érase el

barrio de nuestra aljama, que diçen la

Judería, et este barrio quedava çerrado

por siete arcos de ladrillo e por una puerta

que dizen de Sant Andrés, la qual es a la

muralla, hazia la parte del río Clamor”

José Antonio Abella, Yuda.

Enseguida encontramos a la izquierda la

calle de la Puerta del Sol que finaliza en el

Postigo del Sol, también conocido en

tiempos pasados como el postigo* de los judíos.

Haciendo esquina, la fachada oriental de la casa de Abraham Senneor, uno de

los judíos más importantes del Reino de Castilla durante el siglo XV. Se cree que

pudo participar en las negociaciones matrimoniales entre Fernando de Aragón

e Isabel de Castilla. Desempeñó los cargos de Rabí Mayor, Alguacil de la aljama

de Segovia, Recaudador de Rentas y Juez Mayor de las aljamas judías del reino,

entre otros. Y uno de los pocos, que por licencia real podía llevar ropas de seda

y joyas, privilegio que también disfrutaron sus hijos y nueras. De él, cuenta el

cronista Alonso de Palencia (1423 – 1492) que era “fiel observador de las leyes

de la amistad”.

Tras el decreto de expulsión de los judíos, y casi octogenario, fue bautizado el 15

de junio de 1492 en el monasterio de Santa María de Guadalupe por el arzobispo

de Toledo, y apadrinado por los Reyes Católicos. A partir de entonces, ya con el

nombre de Fernán Pérez Coronel, fue recibiendo importantes nombramientos:

miembro del Consejo Real, Contador Mayor del Príncipe de Asturias, Regidor de

Segovia…obteniendo además de los Reyes la Carta de Hidalguía.

El edificio actual es el resultado de las diferentes obras y ampliaciones que han

tenido lugar a los largo de los siglos.

Este supuesto milagro, hoy en día forma parte de las numerosas tradiciones

y leyendas que se conservan en la ciudad: María del Salto, la Mujer Muerta,

el Puente del Diablo…

Según se cuenta, el sacristán de la iglesia de San Facundo pidió dinero

prestado a un judío y, como garantía de devolución, le entregó una Sagrada

Forma. Se dice que el prestamista se reunió con otros conocidos en la

sinagoga, con la intención de introducirla en un caldero de agua hirviendo,

para ver qué pasaba. Para sorpresa de los allí presentes, un violento

temblor sacudió el edificio, abriéndose una grieta en el muro por la que

salió la Sagrada Forma que fue a refugiarse al convento de Santa Cruz la

Real. Ésta fue dada en comunión a un dominico que se encontraba

gravemente enfermo, quien falleció a los tres días.

Enterada Catalina de Lancaster, decidió un castigo ejemplar, quitando la

sinagoga mayor a los judíos y consagrando el edificio como iglesia

cristiana.

Desde entonces, el primer domingo de septiembre, se celebra en Segovia

una fiesta de carácter religioso conocida como “La Catorcena”, que debe

su nombre a las catorce parroquias que entonces había en la ciudad, siete

en el recinto amurallado y otras siete extramuros, que se encargan de

organizar los diferentes actos.

En la actualidad, algunos historiadores piensan que lo más probable es que

el cambio de religión de ese lugar sagrado fuera fruto del apartamiento

que sufrieron los judíos en 1412, que dejó su sinagoga fuera del territorio

asignado para ellos. Lo mismo pasó a los cristianos con el convento de

Mercedarios, donde un espacio importante a espaldas del edificio pasó a

formar parte de la judería.

En esta misma opinión, quizá la celebración de la Catorcena esté también

relacionada con el incremento de la importancia que tuvo el sacramento

de la eucaristía dentro de la corriente reformista católica ya desde el

siglo XV.

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Andrés Laguna: “(…) Mi patria es Segovia, ciudad situada en el centro de las

Empañas, famosa tanto por la industria y piedad de sus gentes como por la

bondad de su cielo y su sol”.

Como buen ejemplo de hombre del Renacimiento, trató temas médicos,

literarios, históricos, filosóficos o políticos. La más célebre de sus obras es la

traducción al castellano, con interesantes comentarios y adiciones basados en

su larga experiencia, de la Materia médica de Dioscórides (1555). Su Discurso de

Europa, pronunciado en la Universidad de Colonia en 1543 es una profunda

reflexión acerca de la situación ideológica y política en una Europa desgarrada

por las luchas de religión y por la ambición política representada en la pugna

entre el rey Carlos I de España y Francisco I de Francia. En un entorno

perfectamente estudiado y teatral, Andrés Laguna clama por la paz con lenguaje

enérgico y vibrante. El impacto que produjo fue tal, que el texto se imprimió

aquel mismo año, difundiéndose con gran rapidez entre los estados europeos.

Fue médico de los reyes Carlos I y Felipe II y de los papas Paulo III y Julio III; su

tumba puede visitarse en la iglesia de San Miguel, en la Plaza Mayor.

El acceso al Centro Didáctico de la Judería se hace desde el patio, construido

probablemente a principios del siglo XVI. Tiene dos de sus lados porticados,

como es frecuente en Segovia, con soportes sencillos en los que se utilizó el

granito; las basas desiguales, algunas seguramente reaprovechadas; los fustes

lisos, rematados por capiteles toscanos; en dos de ellos pueden verse sendos

escudos picados, motivo por

el que puede considerarse la

obra como obra anterior a

1521. Conserva un original

esgrafiado. Se recomienda

salir por la verja que lo

delimita al fondo para

admirar uno de los rincones

más hermosos de la judería:

muros de ladrillo y entramado

de madera, rejas, suelo

empedrado…

Hoy y siguiendo el orden de nuestro recorrido, se pueden distinguir en la fachada

del edificio tres puertas:

La primera, con gran dintel de granito, con

su escudo, picado tras la Guerra de las

Comunidades (1520 – 1521) como represalia

por el apoyo de la familia Coronel a la

revuelta, apoyo lógico si consideramos que

una de sus nietas, María, fue la segunda

esposa de Juan Bravo, el comunero

segoviano de adopción. Esta entrada fue

construida después del bautismo de su

propietario que supuso, además de un

cambio radical en su forma de vida, la

reforma de los edificios en los que vivía. Es

frecuente en estos años la construcción de

nuevas portadas de granito en las casas de

familias conversas, que sustituyen a las

entradas con arcos de ladrillo. Precisamente

aquí, un poco más adelante, y como fruto de

la reciente restauración de la fachada,

veremos parte de ese arco, con forma de

herradura, de la entrada primitiva.

Finalmente la tercera puerta, construida en

el siglo XVI por la familia Mexía de Tovar,

condes de Molina de Herrera, se muestra

como ejemplo de la arquitectura del

Renacimiento. Por ella accedemos al Centro

Didáctico de la Judería de Segovia. La visita resulta muy útil para profundizar

en el conocimiento de la cultura y la religión judías.

En la entrada, una placa recuerda la figura de Andrés Laguna (1499 – 1559), que

nació en esta casa, de familia judeo conversa, y que llegó a ser uno de los

médicos más importantes de su tiempo.

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Fachada de la casa de Abraham Senneor

Patio de la Casa de Abraham Senneor

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“Y cuando se ha remontado su cauce, nuestra mirada vuela en un vértigo de

asombro. Estamos frente a ese jardín de piedra cálida que es el ábside de la

Catedral. Agujas serenas que parecen agrupadas en éxtasis perenne bajo la

caricia del sol bruñido; los arbotantes ponen su curva de parábola, puentes

en el camino del viento; el encaje de las cresterías criba la luz en el regazo de

las horas”. Mariano Grau, Segovia cinta en tecnicolor.

3.3 CALLE MARTINEZ CAMPOS

Salimos a la calle de Barrio Nuevo, a la derecha la catedral, y continuamos por

Martínez Campos, hasta pasar por delante de la casa en la que vivió Joaquín

María Castellarnau, en la que una placa recuerda su historia. Realizó, junto con

Jesús Grinda y el padre Fidel Fita, los primeros estudios sobre el cementerio

judío, publicados en 1886.

El edificio es conocido también como la casa de los marqueses de Miranda de

Ebro.

Joaquín María de Castellarnau (1848 – 1943), Ingeniero de Montes, llegó a ocupar

entre otros importantes cargos el de presidente de la Real Sociedad Española

de Historia Natural. Formó parte de la Comisión para el Servicio del Pinar de

Valsaín, responsable de diseñar un programa de ordenación del monte.

Al salir del edificio, que conserva además algunas salas con artesonados, nos

fijaremos un momento en el zaguán, elemento importante en la arquitectura

segoviana, que permite la comunicación entre la puerta de entrada y el

patio porticado.

Casi enfrente veremos, otra casa que también perteneció a la familia Coronel,

la del yerno de Abraham Senneor, Mayr Melamed, bautizado junto con su suegro

con el nombre de Fernán Núñez Coronel.

A este linaje perteneció Pablo Coronel, que trabajó en la Biblia Políglota de Alcalá

y como ya hemos mencionado anteriormente, María Coronel, segunda esposa

de Juan Bravo.

El edificio, que tiene su entrada principal por la Calle Isabel la Católica, es hoy

un hotel y conserva artesonados en algunas estancias, parte del edificio de los

siglos XV y XVI y restos romanos de interés, que pueden ser visitados

solicitándolo en la recepción. Su restaurante y otro que existe un poco más

adelante en la misma calle, ofrecen algunos platos basados en la cocina

tradicional judía.

En este barrio se conservan aún numerosos ejemplos de viviendas de la etapa

en la que el barrio fue judería. Casi todos son edificios de estrechas fachadas

que se alargan más en profundidad, con una superficie entre 30 y 40 m2

repartidos en dos o tres alturas. En alguna de las plantas bajas había tiendas o

talleres artesanales (también ahora podemos encontrar muestras de la artesanía

de Segovia en esta calle) de los más diversos oficios, y en las plantas superiores

estaban las habitaciones ocupadas por la familia. Muchas conservan patios

traseros y en general están construidas con materiales muy modestos: ladrillo,

cal, vigas de madera…

Parte de la vida cotidiana se desarrollaba fuera de la casa, de ahí la importancia

de los corrales, que permitían cierto desahogo. Podremos ver uno de ellos, hoy

conocido como la plazuela del Rastrillo, si al llegar al final de la calle, a la

izquierda, descendemos por la calle de Santa Ana. Desde aquí tenemos una

imagen espectacular de la catedral.

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Calle Judería Vieja, Calle de Santa Ana con la catedral al fondo y Plazuela del Rastrillo

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puertas abiertas de la Judería que se celebran cada año el primer fin de

semana de septiembre.

Casi al final de la calle y a la izquierda,

unas escaleras de piedra nos

permiten acceder al Espacio

Informativo de la Muralla de Segovia,

que aprovecha la arquitectura militar

de la puerta de San Andrés. La salida

al adarve, que puede recorrerse en

parte, permite disfrutar de unas

vistas excepcionales.

Por esta puerta salían fuera del recinto amurallado los cortejos fúnebres de los

judíos, que descendían hasta el valle; después de salvar el arroyo Clamores por

el puente de la Estrella, continuaban hasta el cementerio.

Pero antes, pararemos un momento en la plaza del Socorro. Varias fachadas

contemplan la escultura que recuerda al folclorista Agapito Marazuela, original

obra del escultor José María García Moro.

Agapito Marazuela (Valverde del Majano, Segovia, 1891 - Segovia, 1983)

musicólogo, dulzainero y guitarrista, recopiló la música tradicional castellana,

publicando en 1932 el Cancionero de Castilla la Vieja y en 1964 el Cancionero

Para él, “la verdadera Ordenación del Pinar de Valsaín debía ser un Plan de

Mejoras y embellecimiento, olvidando toda idea de lucro y de no hacerse así, se

cometerá un verdadero crimen”.

Su rechazo al proyecto del Real Aserrío Mecánico de los Montes de Valsaín y el

disgusto que sintió al ver el humo que salía de la chimenea de la fábrica de La

Pradera le hicieron abandonar su cargo.

En pleno siglo XXI, familiarizados con el concepto de desarrollo sostenible,

adquiere especial importancia su figura y su ideología marcadamente

proteccionista.

El pinar de Valsaín representa hoy en día uno de los espacios naturales de mayor

valor ecológico y paisajístico de la provincia.

Un poco más adelante, a la derecha, podemos ver la fachada trasera del

edificio que pertenece a la congregación de las Hijas de Jesús. Se accede

desde la calle de San Geroteo y en él existen importantes restos de la

construcción original, que fue la nueva sinagoga mayor después de la

incautación del edificio ya conocido como la iglesia del Corpus; en concreto

unas yeserías que formaron parte de la decoración antigua: la parte

superior de un arco de herradura con decoración vegetal y un vano con

celosía de estilo gótico flamígero. Se pueden visitar en las jornadas de

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Casa de Castellarnau, placa en la fachada de la misma y escaleras de subida al Centro Interpretativo de laMuralla – Puerta de San Andrés

Arco de herradura y celosía de la antigua Sinagoga de los Ibáñez

Puerta de San Andrés

Page 11: El Cementerio Judio de Segovia

Antes de cruzarla, para poder apreciar mejor

su aspecto defensivo desde el exterior del

recinto amurallado, nos fijaremos un momento

en la parte interior. Allí existe un pequeño

balcón con un camarín que guarda la imagen

de Nuestra Señora del Socorro, motivo por el

que la puerta es conocida también con el

nombre del Arco del Socorro. En tiempos

pasados, un cepillo existente en el muro de la

puerta, al lado derecho según salimos, recogía

las limosnas para socorrer a los pobres.

Otro elemento digno de atención es la placa

dedicada al Buscón don Pablos:

“En esta ciudad, creado por el más alto

humorista, Don Francisco de Quevedo, nació el

buscón Don Pablos, espejo de pícaros y gran

tacaño y tuvo su escuela de ayunos el Domine

Cabra”. ¿Se inspiraría el genial autor en algún

vecino de este barrio para crear sus

personajes?

En el año 2010 se concluyó el Área de Rehabilitación de Centro Histórico de la

Judería de Segovia (ARCH Judería), que ha saneado muchas casas,

rejuveneciendo y mejorando los edificios del barrio, con el que se ha conseguido

un espacio urbano de importante valor estético.

“Puerta de San Andrés, muralla viva,

postigo de la luz y de la historia,

arco, almenas, adarve, ejecutoria

de una vieja ciudad definitiva”.

Rafael Fernández Pombo, A las murallas segovianas bajo la puerta de San

Andrés.

segoviano, en los que recoge tonadas, romances, cantos de trabajo o de boda, y

especialmente melodías para dulzaina y tamboril. En los últimos años de su vida

su trabajo obtuvo un gran reconocimiento, y en la actualidad se le considera uno

de los grandes maestros del folklore castellano.

3.4 PUERTA DE SAN ANDRÉS

La primera referencia documental que se conoce de esta puerta data del año

1120, aunque la imagen que podemos admirar actualmente es consecuencia de

las obras y reformas de los siglos XV y XVI.

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Torreón de la Puerta de San Andrés Puerta de San Andrés o del Socorro, vista interior con el camarín de lavirgen del Socorro

Monumento a Agapito Marazuela

Page 12: El Cementerio Judio de Segovia

que se asienta y en las primeras hiladas de sillares

de granito (algunos son lápidas de época romana,

que han sido reutilizados, incluso en uno colocado

formando esquina en el siguiente torreón, vemos

una inscripción en la que se puede leer PUBLICIO

JUVVENALI JUVVENALIS). Estas hiladas se

continúan con grandes lienzos construidos por

medio de encofrados. Otros tramos en los que se

utilizó el ladrillo testimonian diferentes

reconstrucciones a lo largo de los siglos.

3.6 MONOLITO DE JUAN PÁRIX

Al salir del recinto amurallado, encontramos una plazuela a la derecha, en la que

llama la atención una columna de granito que recuerda a Juan Párix de

Heidelberg.

En 1469 el obispo segoviano Juan Arias Dávila (hijo de una de las familias judeo

conversas más influyentes en la ciudad) comisionó al deán Juan López para que

viajara a Roma y realizase las gestiones necesarias con el fin de que el tipógrafo

alemán Juan Párix se instalara en Segovia.

La fundación a mediados del siglo XV del Estudio General, dedicado a la

gramática, lógica y filosofía moral, considerado uno de hechos más importantes

en la actividad cultural de la ciudad, hacía necesaria la producción de libros para

el Estudio y fue la causa del establecimiento de la imprenta en Segovia.

Actualmente se conocen ocho títulos relacionados con la producción de Párix

en el tiempo en que vivió aquí. De ellos, se conservan seis en el Archivo Capitular

de la catedral. Pero si hay algo que llena de orgullo a muchos segovianos es

recordar que el primer libro impreso en nuestro país fue el Sinodal de

Aguilafuente. En él se recogen las conclusiones del sínodo que en 1472 se celebró

en la villa de Aguilafuente, y que fueron impresas unos meses después.

A los libros impresos desde los primeros años de la imprenta y hasta el año 1500

se les conoce con el nombre de incunables (del latín “incunabula”, en la cuna).

3.5 LA BAJADA AL VALLE DEL CLAMORES

Ya en el exterior del recinto amurallado, vemos que la puerta está flanqueada

por dos torres: una cuadrada, unida a la muralla y otra de planta poligonal, que

mira al valle del Clamores.

Los materiales de construcción y la decoración son bien diferentes. La cuadrada

está construida principalmente con ladrillo y en ella se abren ventanas con arco

de medio punto. La poligonal, realizada con sillares de buena calidad, tiene las

hiladas más bajas construidas con granito, que le otorga mayor resistencia. Este

primer nivel se remata con una cornisa decorada con bolas y sobre él, la obra se

continúa con sillares calizos, en los que se abren varias saeteras. Las dos torres

se unen por un pasadizo en el que se alojaba el mecanismo del rastrillo de la

puerta.

El conjunto, rematado con almenas y merlones, define con claridad su función

defensiva y militar.

Un escudo, desgastado por el paso de los años, completa su imagen señorial.

Desde este punto podemos admirar una interesante perspectiva de algunos

torreones y lienzos de la muralla. Nos fijaremos en la roca dolomítica, sobre la

- 22 - - 23 -

Vista exterior de la Puerta del Socorro o de San Andrés e interior del cuerpo de guardia donde puede observarse elespacio que ocupaba el rastrillo de cierre

Lápida romana

Page 13: El Cementerio Judio de Segovia

Antes de cruzar el puente de la

Estrella tenemos ocasión de

contemplar en la roca de la

izquierda los riples o rizaduras, es

decir las ondas que las olas

marinas fueron conformando en

esta superficie de areniscas

dolomíticas ¡hace unos 84 millones

de años!

“Vi, en efecto, el hondón del río, que iba pobre en aguas y medio perdido entre

los recios cañaverales. De seguro que, en haciéndose de noche, habría más

mosquitos que estrellas”. Juan Eslava Galán, En busca del unicornio.

3.7 EL VALLE DEL CLAMORES

Entorno de gran riqueza si atendemos a las numerosas especies arbóreas que

aquí existen: olmos, almeces, acacias, saúcos, chopos, ailantos y algún taray que,

junto con diferentes tipos de frutales, conforman un espacio de naturaleza de

tonos cambiantes y rico en matices a lo largo del año.

Varios hitos de piedra nos indican que cruzamos otra interesante ruta, que con

el poético nombre de “Balcón de la mirada” rodea la ciudad en un recorrido

panorámico con vistas espectaculares.

En el archivo catedralicio de nuestra

ciudad se guardan más de quinientos

incunables, que conforman una de las

primeras colecciones del país.

El Estudio elevó el nivel cultural del

clero y propició el desarrollo de una

generación de humanistas entre los

que destacaron Fray Domingo de Soto

y el doctor Andrés Laguna.

Aún existe la casa en la que instaló la

primera imprenta, en el número 2 de la

calle de Velarde, muy próxima al

Alcázar y fácilmente reconocible por la placa que adorna su fachada.

Siguiendo por el camino escalonado pueden verse los muros de las antiguas

tenerías* que había en esta zona, donde vivió el impresor, de ahí la ubicación

del monolito. Al frente, el imponente edificio conocido como la Casa del Sol,

antiguo matadero ya en época medieval y en la actualidad Museo de Segovia.

Cuando la bajada se divide en dos, debemos continuar por la izquierda, pasando

junto a la fuente y descender hasta el valle del río Clamores.

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Casa del Sol (Esquina Sup. Izq.)

Valle del río Clamores

Puente de la Estrella

Riples o rizaduras

Page 14: El Cementerio Judio de Segovia

Los estudios ya citados de Castellarnau,

Grinda y Fita, permitieron conocer la

tipología de las cuevas y confirmar el

texto de Colmenares y otros

documentos que se referían a este lugar

como fonsario de los judíos.

Ni estos ni otros estudios arqueológicos

posteriores han permitido localizar

lápidas o ladrillos funerarios, por lo que

no se conocen restos epigráficos relacionados con la necrópolis. Como resultado

de varias campañas de excavación sólo se han localizado clavos de hierro con

fragmentos de madera (posiblemente, pertenecientes a parihuelas o ataúdes);

algunas monedas, una de ellas un dinero de vellón emitido por Alfonso VIII entre

1170 y 1212; tres zarcillos de plata, uno de ellos con una pieza esférica de bronce

y restos cerámicos.

El análisis antropológico de los restos exhumados, aunque poco numerosos para

poder establecer conclusiones fiables, ofrece interesantes datos: un número

importante de los individuos estudiados presentan edades muy tempranas, lo

que parece reflejar una elevada mortandad infantil.

De los individuos adultos, varios presentan una considerable robustez,

fundamentalmente en los miembros superiores, quizá relacionados con

El puente de la Estrella permitía cruzar el arroyo

Clamores, que hoy en día va entubado. En la actualidad,

solamente un pequeño estanque y un canal nos

recuerdan su existencia.

¿Podría tener relación el nombre del antiguo puente

con la estrella de David? Pregunta de difícil respuesta

si consideramos que en la Edad Media el maguén David,

la estrella de seis puntas, no era un símbolo distintivo

judío, aunque podía ser utilizado ocasionalmente por

personas de esta religión.

Una vez cruzado, debemos continuar de frente por las escaleras que ascienden

por la ladera opuesta. El cruce de la carretera se lleva a cabo por un pequeño

túnel. La salida está en el cementerio judío.

3.8 EL CEMENTERIO

Según José Luis Lacave, historiador y hebraísta, la comunidad judía de Segovia

podría estar formada a finales del siglo XIII por unas trescientas personas, que

constituirían una aljama con sus instituciones perfectamente organizadas. Dicha

aljama debió experimentar una importante expansión durante los siglos XIV y

XV. El también historiador Yitzhak Baer, proporciona datos más concretos,

indicando que a finales del siglo XIV la comunidad judía de la ciudad estaría

compuesta por más de 65 familias.

- 26 - - 27 -

Vista de la Judería desde el Cementerio Judío

Acceso al Cementerio Judío

Salida del Valle del Clamores hacia el Cementerio Túnel de acceso al mismo

Page 15: El Cementerio Judio de Segovia

hornacinas cuya función no ha sido

posible determinar. La entrada se

tapaba con una losa plana.

En la actualidad se conocen 26

cámaras hipogeas, que constituyen

una de las singularidades de este

cementerio, ya que corresponden a

una tipología muy poco común en el

mundo funerario medieval.

Los sepulcros, de los que se conocen

50, también excavados en la roca, a

diferente profundidad, responden a

varias tipologías. Existen fosas

antropoides (es decir, con forma

humana, con la cabecera en forma de

herradura, circular o trapezoidal) o

con forma de bañera, bastante

irregulares y cubiertas por lajas de

piedra. También se encontraron

fosas simples cavadas en la tierra,

que corresponden a los

enterramientos más recientes del

cementerio.

Casi todos los enterramientos están

orientados con la cabecera al oeste y

los pies al este, mirando a oriente, a Jerusalén.

Los cuerpos estaban en posición de decúbito supino (o lo que es lo mismo, boca

arriba).

Estos dos tipos de enterramientos se corresponden con otros ejemplos de

necrópolis hebreas hispanas entre los siglos XI y XV.

actividades en las que se requería un importante esfuerzo físico. En cuanto a

las estimaciones de estatura, ofrecen resultados entre 1,60 m y 1,75 m en los

varones y entre 1,50 m y 1,70 en las mujeres, considerados altos en el marco de

las poblaciones medievales.

Tampoco se ha detectado ningún resto del muro que normalmente cerraba el

espacio del cementerio ni de la pequeña construcción que habitualmente se

localizaba a la entrada y que era utilizada para algunas acciones propias del rito

mortuorio.

El último estudio arqueológico ejecutado en 2010, que se ha realizado con

métodos no intrusivos ni destructivos (cámara digital de infrarrojos y

prospecciones geofísicas mediante georadar y gradiómetro de protones) ha

permitido fijar la extensión de enterramientos en 4,7 Has.

En la actualidad se pueden distinguir, a grandes rasgos, dos tipos de

construcciones funerarias: las cuevas o cámaras hipogeas y los sepulcros en

fosas.

Las cuevas, consideradas por algunos historiadores más antiguas, están abiertas

en la roca caliza, con acceso desde el exterior por medio de una abertura

cuadrada o rectangular y presentan planta irregular, más o menos circular,

con la altura necesaria para que una persona pueda estar de pie en su interior

(altura máxima, 160 m). Un pequeño desmonte permite el acceso con relativa

facilidad. Algunas se comunican entre sí y en algunos casos conservan nichos u

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Láminas de Castellarnau

Entrada a un hipogeo

Grupo de tumbas antropomorfas

Page 16: El Cementerio Judio de Segovia

especifica que si la venta de esos bienes equivale a esa cantidad, que se la

den, pero que si costase menos, “de la piedra del fonsario o de los otros bienes

comunes que de los judíos quedaron vos dé e entregue fasta en conplimiento

de los dichos çient mill mrs. de que vos fazemos merçed”

4. LA MUERTE PARA UN JUDÍO

“La muerte no conoce ni rico ni prove”

Los judíos, a la vez que aman intensamente la vida, sienten un gran respeto por

la muerte, que entienden en cierto modo como el sueño del difunto, que no debe

ser alterado por ningún motivo. Por ello, la tierra en la que una persona está

enterrada se considera de su propiedad para siempre.

La muerte constituye el fin natural de la vida y el paso de este mundo al mundo

futuro.

El fallecimiento va acompañado de una serie de rituales que tienen por objeto

honrar la memoria del difunto y llevar consuelo a sus familiares y amigos.

La tradición y las costumbres adquieren una gran fuerza en la religión judía y

por este motivo muchas de ellas se han mantenido con el paso de los siglos. En

tiempos pasados suponían un rasgo diferencial en las sociedades en las que

estuvieron integrados, en las que frecuentemente existían varias creencias

religiosas.

Hoy en día la pluralidad de corrientes religiosas en el seno del Judaísmo

(ortodoxos, conservadores, reformistas) se traduce en una diversidad de

actitudes y creencias acerca de la muerte, la supervivencia del alma y la

resurrección.

A partir de aquí repasaremos los aspectos fundamentales relacionados con la

muerte, el enterramiento y el luto en siglos pasados en las comunidades judías.

Ritos y costumbres que seguiría, en buena medida, la comunidad segoviana,

Se recomienda dedicar unos momentos a este entorno, donde veremos con toda

claridad los enterramientos, que están agrupados en varios sectores.

Las lápidas

Como ya hemos dicho, en Segovia no se

conoce ninguna, pero las conservadas en

otros lugares permiten hacernos una idea de

cómo serían éstas, de piedra de la zona y con

un contenido muy semejante: el nombre del

difunto o el de su progenitor, el del marido o

el del padre, en caso de una mujer y la fecha

(día, mes y año). En algunos casos se cita la

causa de la muerte, fórmulas litúrgicas y rara

vez otro tipo de símbolos. De ellos, el más

interesante es la menorah, el candelabro de

siete brazos.

A veces se aprecian grabadas cinco letras hebreas que son las iniciales de las

palabras tehí nishmató (o nishmatá si es una mujer) tzrurá bi-tzror hajaim, que

significan “Quede su alma atada al manojo de la vida”, expresión que alude a la

creencia en la vida eterna del alma.

Normalmente se colocaban a los treinta días del entierro.

Estas laudas sepulcrales, en muchos casos un canto funerario en honor de los

difuntos, destacan aquellas virtudes que pueden ensalzar su personalidad. En

las que se conservan en Gerona, entre los elogios dirigidos a los hombres

destacan los de sabio, honorable, distinguido y encantador, frecuente entre los

jóvenes. Para las mujeres hallamos honorable, honrada, justa y piadosa.

El 7 de enero de 1493, Isabel y Fernando concedieron al monasterio de Santa

María del Parral, como compensación por la pérdida de 500 maravedíes que

tenían cedidos en el censo de las salinas de los judíos de Atienza, la cantidad

de 100.00 mrs. de los bienes comunales de la judería de Segovia. La concesión

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Losas

Page 17: El Cementerio Judio de Segovia

En la Edad Media se estableció por primera vez la Jevrá Kadishá, o Sociedad de

Entierros, una de las asociaciones de mayor prestigio de la vida judía. Formada

por un grupo de judíos locales, eran los responsables de preparar al difunto para

su entierro. Grupos diferentes atendían a hombres y mujeres. En el caso de que

esta sociedad no estuviese organizada en una ciudad, lo harían los vecinos

mayores, más experimentados.

Así nos cuenta Yuda, el protagonista de la novela homónima de José Antonio

Abella, lo que ocurrió después de la muerte de su madre:

“E llegando la ora del Acafoth*, pusímonos de luto et echámonos çeniza sobre

los nuestros cabellos e yo, con grand penar, como su fijo primogénito e único,

el Caddis reçité; e todos los que allí éramos reçitamos los guays, e dimos las

siete vueltas que dadas deven ser en torno al ataúd do yazía la mi madre. E

quando el sol se ponía, quen este país lo façe sobre el mar, fue dada sepultura

a la mi madre en el çementerio judío de Lisboa.”

5. RITOS FUNERALES

Cuando un judío estaba a punto de

morir, era costumbre volverle la cara

hacia la pared, en señal de expiación

de sus pecados y en recuerdo de la

curación milagrosa del rey Ezequías.

(Isaías 37: Por aquellos días Ezequías

se enfermó gravemente y estuvo a

punto de morir. El profeta Isaías hijo

de Amoz fue a verlo y le dijo: «Así dice

el Señor: “Pon tu casa en orden,

porque vas a morir; no te

recuperarás.” » Ezequías volvió el

rostro hacia la pared y le rogó al

Señor: «Recuerda, Señor, que yo me

he conducido delante de ti con lealtad

y con un corazón íntegro, y que he

donde no se conocen documentos que traten exclusivamente estos temas. La

mayoría de ellos se han conservado hasta nuestro tiempo en las comunidades

sefarditas repartidas por distintos países.

Gran parte de esta información nos llega por el Talmud* o por otros textos, como

El código de la Ley Judía, de Josef Caro. También por documentos relacionados

con la Inquisición, en los que se refieren prácticas judaizantes. Varios estudios

recientes sobre las aljamas en Extremadura y en las Coronas de Aragón y Castilla

aportan interesantísimos datos en relación con la muerte y el duelo.

Generalmente pensamos en las comunidades judías de siglos pasados como si

hubieran estado aisladas de la influencia del pensamiento y la conducta

exteriores. Pero no es correcto; de hecho la creencia en espíritus y demonios,

ampliamente difundida en los pueblos entre los que vivieron los judíos a lo largo

de los siglos, pasaron a ser parte de su pensamiento, como queda reflejado en

muchas de las costumbres y ceremonias relacionadas con la muerte, el entierro

y el duelo.

Nos sorprenderá, sobre todo a las personas de más edad o aquellas que viven

en zonas rurales, la similitud con muchos ritos o tradiciones de la religion

cristiana, que hemos podido ver en nuestro entorno hasta épocas bastante

recientes y que también se van olvidando poco a poco. Es destacable en este

sentido la pervivencia en determinadas zonas rurales de hermandades o

cofradías de carácter asistencial, que organizan y colaboran en los entierros.

Los ritos judíos de muerte y duelo están regidos por dos ideas fundamentales:

el respeto al difunto y la consideración de los sentimientos de sus familiares.

Las palabras y expresiones relacionadas con la muerte empleadas en la

literatura judía, desde la Biblia en adelante, reflejan el deseo de suavizar el golpe

que experimentan los familiares. El uso de eufemismos es frecuente: el difunto

“se ha marchado”, “está en el mundo de la verdad”, “se reunió con sus padres”...

Así, al referirse en la Biblia a la muerte de Jacob, se cuenta que “encogió sus

pies en la cama y expiró, y fue reunido con sus padres”.

- 32 - - 33 -

Una de las entradas al Cementerio Judío

Page 18: El Cementerio Judio de Segovia

El primer registro de esta costumbre se encuentra en el Libro de Génesis (37:34),

en el que se cuenta que cuando Jacob supo que su hijo José había sido

asesinado, “rasgó sus vestidos,… y se enlutó por él muchos días”.

Los miembros de la Jevrá Kadishá (Sociedad de Entierros) se hacían cargo de

la preparación del difunto para que los familiares pudieran centrarse en su dolor.

Ellos realizaban el lavado ritual o tahará con el fin de honrar al difunto y dejar el

cuerpo preparado y listo para el momento de la resurrección, utilizando agua

tibia y manteniendo siempre el cuerpo cubierto por un gran lienzo. Se realizaba

por cuatro personas que mantenían sujetas cada una de las cuatro esquinas del

lienzo. Asimismo se procedía a afeitar el pelo y el vello y a cortar las uñas del

difunto, pues el Talmud los considera elementos impuros. Solo los padres podían

cortar un pequeño mechón de pelo para guardarlo como recuerdo de un hijo.

Después se envolvían en las mortajas, lienzos de color blanco de poca calidad,

de entre 15 y 20 metros de largo, que se cosían con grandes puntadas. Si el

fallecido era un varón, además, se le colocaba el talit o manto de las oración que

había usado en vida, después de cortarle o doblarle uno de los flecos.

Las mortajas marcan la igualdad absoluta que existe entre todos los seres

humanos en el momento de la muerte. Antiguamente eran parte de la dote

matrimonial y algunas personas las iban realizando a lo largo de su vida.

Cuando no se tenían preparadas, se reunían algunas mujeres en la casa del

fallecido y cosían rapidamente gorro, pantalón, cinturón, zapatillas y

calcetines para el varón y cofia y ropa femenina si era mujer, que algunas

comunidades utilizaban para vestir el cuerpo antes de envolverlo en el

sudario. El número de piezas y tipo de vestiduras podían ser diferentes según

las comunidades.

El hecho de que sean de color blanco, es costumbre que se remonta a la Edad

Media, en la que este color se asociaba con la pureza y el arrepentimiento.

Aunque esta era la norma general, en las comunidades españolas se permitía

amortajar con traje de calle y las mujeres eran también enterradas con el manto

de rezo.

hecho lo que te agrada.» Y Ezequías lloró amargamente. Entonces la

palabra del Señor vino a Isaías: «Ve y dile a Ezequías que así dice el Señor,

Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus

lágrimas; voy a darte quince años más de vida”).

Los familiares solían enviar alguna prenda a la sinagoga para que se rezase por

su restablecimiento. Si finalmente se producía el fallecimiento, lo primero era

asegurarse, sin ninguna duda, de la muerte. Se podía hacer colocando un trozo

de vidrio junto a la nariz y la boca para ver si se empañaba, o con un plumón

bajo la nariz, atentos a un posible movimiento.

A continuación se cerraban cuidadosamente los ojos, ya que se creía que si el

difunto tenía los ojos abriertos no podría encontrar el camino hacia el mundo

ultraterrenal, así como la boca, responsabilidad del hijo mayor siempre que fuera

posible.

Esta antigua tradición era practicada también por griegos y romanos, pero el

sabio español Abraham Ibn Ezra, en el siglo XII, asoció esta costumbre al cierre

de los ojos de Jacob por parte de su primogenito, José. (Génesis 46: 4,

refiendose a Jacob: “ Y José, con sus manos, te cerrará los ojos”)

Después se cubría el rostro del difunto con un lienzo, como signo de respeto. Se

pensaba que cuando el alma dejaba el cuerpo, en un primer instante el espíritu

se encontraba desorientado y se mantenía junto al cadáver del que conocía

como su “yo”, acompañando su cuerpo hasta la tumba y permaneciendo todavía

junto a él durante algún tiempo. Por eso se debía ser sumamente respetuoso

con el fallecido para no causar malestar a su espíritu. Al cubrirle el rostro, se

intentaba evitarle la pena de verse muerto.

Algunas familias se rasgaban las vestiduras en este momento. Esta práctica,

llamada kriá en hebreo, es la forma de expresar la amargura por la pérdida de

un ser querido. Era obligatoria para los padres, hijos, hermanos y cónyuges. Por

la muerte del padre o la madre, se acostumbraba a rasgar la ropa en el lado

izquierdo a fin de descubrir el corazón, mientras que por la muerte de otros

familiares se hacía en el lado derecho.

- 34 - - 35 -

Page 19: El Cementerio Judio de Segovia

como símbolo de igualdad entre ricos y pobres frente a la muerte. (Job, 1:21:

“Desnudos vinimos al mundo y desnudos nos iremos”).

Durante el velatorio, en el que se debía mantener encendida una o dos velas, el

rostro del difunto permanecía cubierto por el sudario o la caja tapada, ya que

exhibir al difunto era considerado deshonroso y una falta de respeto. No estaba

permitido comer en la sala donde se celebraba el velatorio ni mantener

conversaciones sobre temas mundanos.

Según la costumbre de los judíos españoles, que se ha mantenido hasta la

actualidad en las comunidades sefardíes de Oriente, cuando una persona fallecía

debían vaciarse todos los depósitos de agua que había en la casa. El origen de

esta costumbre se encuentra en la creencia de que el “ángel de la muerte”,

después de llevar a cabo su letal acción, limpiaba su espada mortífera en las

aguas que encontraba a su alcance. Por eso, las ollas eran colocadas boca abajo

en la puerta de la casa donde se había producido un fallecimiento. Esta práctica

servía como advertencia a los miembros de la familia sacerdotal, los Kohen, de

mantenerse a una distancia mínima de seis pies (aproximadamente un metro

setenta), de acuerdo a lo prescrito por la ley judía para garantizar la pureza ritual

de los sacerdotes.

Llegado el momento, el cuerpo era llevado para ser enterrado, deteniéndose la

procesión fúnebre siete veces, algunas de ellas al pasar por delante de la

sinagoga. Excepcionalmente, si era un personaje notable, se abrían las puertas

un momento para el rezo, haciendo sonar el shofar. La procesión se realizaba

como signo de respeto hacia el difunto y como expresión del dolor que se sentía

al separarse de él, evitando el paso por las calles cristianas. En el caso de que

ésto no fuera posible, el cortejo debía interrumpir los cánticos y lamentos al

pasar por delante de las iglesias.

Desde el momento de la muerte y hasta el entierro, cada miembro de la familia

inmediata (padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija y cónyuge) del fallecido

era llamado onén (triste, deprimido) u onenet en el caso de las mujeres. No

estaban obligados a rezar, para poder vivir su duelo con mayor intensidad. Eran

Todavía ahora, los sefardíes se refieren a las mortajas o tajrijim como “cortar

mortaza”, a saber, ropa cortada para el difunto. En algunas comunidades se

observó hasta principios del siglo XX una curiosa tradición: la “kortadura de

mortaja”. Consistía dicha costumbre en invitar a parientes y amigos en un

ambiente festivo y de alegría cuando una persona intuía que su vida estaba

próxima a concluir. El protagonista de esta celebración se tumbaba en el suelo

sobre la tela que le serviría de mortaja y uno de los invitados recortaba su silueta

en el lienzo. Al primer tijeretazo, los invitados le echaban konfites y empezaban

a cantar, beber y comer.

En algunas comunidades era costumbre poner el cuerpo en el suelo y colocar

una vela encendida junto a la cabeza ya que se creía que la llama de una vela

facilitaba el ascenso del alma al cielo.

Luego se llevaba a cabo una breve ceremonia en la que se pronunciaba Tziduk

Hadin (la aceptación de la Justicia del Decreto Divino). En algunos casos sería

también el momento para realizar algunas reflexiones sobre la muerte y sobre

la persona fallecida.

Culminado este acto, se recitaba una oración en recuerdo del alma del ser

querido y el Kadish, la plegaria que constituye una afirmación de la creencia en

el Todopoderoso y que se hace en honor al fallecido, para facilitar la redención

de su alma.

A continuación el cuerpo era introducido en el ataúd, si se optaba por utilizarlo;

éste debía ser de madera blanca y sin pulir. Se tiene constancia de que algunos

estudiosos del Talmud exigían que se perforaran algunos agujeros en su ataúd

con el fin de facilitar la integración en la tierra. (Gn, 3:19: “Al polvo serás

tornado”). También en este sentido hay referencias a la costumbre de poner un

saquito de tierra o trozos de cerámica dentro del ataúd.

Otra costumbre muy extendida entre los judíos españoles, consistía en colocar

en la boca, debajo de la lengua, o en la mano del difunto una moneda, amuleto

o anillo o una pieza pequeña de oro o plata, pero no joyas ni objetos de valor,

- 36 - - 37 -

Page 20: El Cementerio Judio de Segovia

En caso de utilizar ataúd, se solía perforar para acelerar el proceso de unión

del difunto con la tierra. En algunos casos también se colocaba una

almohada al difunto, hecha con la misma tela de la mortaja, llena de tierra

de la sepultura.

Después era costumbre pronunciar algún elogio, despedida o discurso, con el

fin de resaltar las virtudes del difunto y reafirmar la esperanza en la vida tras la

muerte.

Cada persona depositaba un puñado de tierra o una palada, con cuidado de no

pasarse la pala de mano en mano, debiendo dejarla en el suelo para que la

siguiente persona la tomara de allí. Así se evitaban transmitir pesar o desgracias

entre quienes lo acompañaban.

Terminado el entierro, a la salida, los dolientes se sentaban en un banco bajo,

mientras los asistentes pasaban delante de ellos y pronunciaban palabras de

consuelo. A continuación debía procederse al lavado de manos ritual. Si no

existía una fuente en las cercanías, llevaban una jarra con agua, que se vertía

primero sobre la mano derecha y después sobre la mano izquierda, tres veces

sucesivamente hasta vaciar la jarra. De este modo se alejaba simbólicamente la

impureza creada por el contacto con la muerte. En algunas comunidades se

lavaban además los ojos y la cara, con la intención de retirar “el espiritu de

impureza que existe en el cementerio” y también hay noticias de baños

purificadores en el miqwé*.

En la actualidad, es frecuente que las comunidades tengan un saco con tierra

de Eretz Ysrael (el País de la Promesa) y, dado que todos los judíos desearían

ser enterrados allí, cuando eso no es posible, son enterrados con el rostro

dirigido a la tierra prometida con un poco de esta tierra sobre el cuerpo.

Los sacerdotes judíos (kohanim) no deben impurificarse con los muertos por lo

que los varones judíos de apellido Cohen, descendientes de este linaje, tienen

prohibido entrar en los cementerios excepto por la muerte de sus padres.

confortados con frases de aliento y condolencia como “Dios le perdone en su

Ley” o “Buen poso aya”.

Otra costumbre muy seguida era la de cubrirse la cabeza con ceniza, como signo

de duelo.

Entre algunos sefardíes se refiere la costumbre de llevar el ataúd al cementerio,

donde los dolientes dan siete vueltas a su alrededor pronunciando una oración

llamada rodeamento. Es muy probable que esta costumbre tenga su origen en

la creencia de que los demonios seguían al difunto a la tumba, pero que podían

ser desviados formando un círculo alrededor del fallecido.

6. EL ENTIERRO

Frente a la costumbre cristiana del enterramiento en las iglesias, el Talmud exige

que los sepelios se realicen en tierra virgen extramuros de los núcleos de

población. La obligación de enterrar a los muertos en la tierra tiene su origen

en el Génesis (Gn 3:19) “Pues polvo eres y al polvo volverás”

Lo usual era colocar el cuerpo boca arriba en un nicho labrado en la roca, que

después se cerraba con una sola piedra plana de gran tamaño. A veces se

blanqueaba la tierra donde yacía el cuerpo o se colocaba una piedra como señal

y para evitar pisarlas o acercarse demasiado. Según la Misná, las tumbas debían

blanquearse todos los años para la temporada pascual.

De acuerdo con la ley judía el funeral debía tener lugar dentro de las veinticuatro

horas posteriores a la muerte, y así se hacía siempre que era posible. En la Edad

Media se celebraban después de caída la oscuridad, pero esta costumbre se

rechazó posteriormente.

Los asistentes al cortejo fúnebre se vestían con ropas oscuras y se cubrían la

cabeza como signo de respeto. Al llegar al lugar escogido debían depositar el

cuerpo en la tumba inmediatamente. Como ya hemos comentado antes, el

difunto era colocado en posicion de decúbito supino y en tumba orientada de

este a oeste, con la cabeza mirando hacia Jerusalem.

- 38 - - 39 -

Page 21: El Cementerio Judio de Segovia

circunstancias del duelo según se tratase de los padres, de los hijos o de jovenes

solteras. Incluso en ocasiones se contrataban plañideras judías, expertas

cantoras de guayas* o endechas* fúnebres para los entierros de cristianos, como

se constata documentalmente en la ciudad de Sevilla.

Incluso se conservan expresiones y refranes que se hacen eco de ellas: “Te vas

a quedar como la judía de Zaragoza, que cegó llorando duelos ajenos”.

8. EL DUELO

La ley judía estipula tres períodos sucesivos de luto, que disminuyen

gradualmente su intensidad: shivá, shloshim y avelut

El período de shivá (los primeros siete días después del entierro) sirve para que

las personas enlutadas (el padre, la madre, el hermano, la hermana, el hijo, la

hija, el esposo, la esposa) enfrenten el fallecimiento acontecido. A partir del

momento del entierro son llamados avel masculino (enlutado), avelá femenino.

Siempre que fuera posible, la familia pasaba la shivá reunida en la casa del

fallecido, donde debían rezar tres veces al día.

Durante esos días vestían de negro riguroso y las mujeres se cubrían con velos,

llevando alguna prenda externa rasgada a la altura del pecho.

Prácticas específicas de esta primera semana: llorar, sentarse en el suelo o en

una silla muy baja, no hacer nada que pudiese entenderse como distracción

(pasear, cantar...), no bañarse ni acicalarse, solo la higiene imprescindible por

cuestiones de salud, ni cortarse el pelo o las uñas, no mantener relaciones

sexuales ni asistir a fiestas, en fin, dejar de hacer todo aquello que pueda

suponer disfrute o comodidad. En este sentido, no era costumbre comer carne

ni salir a la calle en este período.

Se solía enviar aceite a la sinagoga para que ardieran candiles en memoria del

difunto y mantener una vela en el hogar en su recuerdo. Después del siglo XIII

pasó a ser costumbre colocar un vaso con agua y una toalla junto a la vela

- 41 -

Las mujeres no solían acudir a los cementerios. Esta costumbre se ha perdido

hoy en día.

7. LA VUELTA A CASA

La primer comida de los dolientes debía ser proporcionada por sus vecinos o

amigos como una obligación religiosa, y no podía prepararse con alimentos que

se encontraran en la casa en el momento del fallecimiento, posiblemente por

cuestiones higiénico-preventivas.

Normalmente se componía de roscas, huevos cocidos, uvas, lentejas, aceitunas

y, en general, alimentos con forma redonda, cargada de gran significado ya que

son símbolo de la naturaleza cíclica, eterna y continua de la vida. No se tomaba

vino.

En el proceso inquisitorial contra

el converso Min Gutiérrez,

fechado en Almagro en 1485, se

dice que sus parientes hicieron un

período de duelo, comenzando

por el “cohuerzo”, una comida

especial hecha con huevos,

pescado y pan, que se tomaba

durante siete noches y que se

comía sentado en el suelo o en

tabureres bajos.

En la Edad Media estuvo muy

extendida entre los judíos la

presencia de plañideras* en los

entierros, siendo frecuente las

alusiones en las que se cuentan

sus lamentaciones al son de un

pandero. Escogían cantares

luctuosos apropiados a las

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Puerta de San Andrés vista desde el Cementerio Judío

Page 22: El Cementerio Judio de Segovia

privándose de algunas cosas en señal de respeto y dolor. No podían cortarse el

cabello, ni asistir a celebraciones de ningún tipo. Después de 30 días, el luto dejaba

de ser obligatorio, a no ser que la persona fallecida fuera el padre o la madre.

El avelut (hasta el primer aniversario de la muerte) es el tercer período de luto,

observado exclusivamente por el padre o la madre. Al cumplirse el año, el luto

se cerraba con un acto en el que se marcaba la tumba, generalmente con una

estela. A partir de ese momento estaba prohibido continuar con las prácticas o

abstenciones que simbolizaran la continuación del luto.

Con relación al duelo, cuando la persona fallecida era el cónyuge, éste se limitaba

entre uno y tres meses con el fin de tener pronto la posibilidad de volver a

casarse.

La mujer viuda sin hijos estaba obligada a contraer matrimonio con uno de sus

cuñados solteros práctica, que se conoce como levirato. Si el cuñado no cumplía

con esta obligación, ni él ni la viuda podían contraer matrimonio con otra

persona hasta que ésta liberara a su cuñado de la obligación, mediante el rito

de la halizá, que tenía como finalidad principal la humillación pública del que se

negaba a perpetuar el linaje de su hermano difunto. En presencia de los

ancianos, la viuda se acercaba al cuñado, le quitaba una sandalia y le escupía en

la cara, pronunciando una maldición contra él y su familia.

9. LAS VISITAS A LA TUMBA

A diferencia de los cristianos, los judíos no acostumbran a llevar flores a los

cementerios y sí una piedrecita que se coloca formando un montón junto a la

tumba. Con este gesto manifiestan que alguien la ha visitado, y es un signo

visible de recuerdo y respeto por quien allí está enterrado. Hoy en día, algunos

historiadores consideran que esta costumbre no está constatada en la Edad

Media, por lo que debemos considerar este dato con mucha cautela.

Algunos días del calendario judío, como la víspera del Rosh ha-shaná o el día de

Yom Kippur se dedicaban a honrar a los difuntos, siendo frecuente la visita a los

cementerios.

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porque según una creencia

popular, esto calmaría al Ángel de

la Muerte, quien podría desear

lavar su espada en el agua y

secarla en la toalla. Otras

personas piensan que el dejar

agua en el alféizar de la ventana

servía para que el alma del difunto

se refrescara, ya que durante ese

período acudía allí cada noche.

Del mismo modo estaba

recomendado descalzarse en el

interior de la casa y si era

necesario salir por motivos

urgentes, había que ponerse un

poco de tierra en los zapatos, para

que la incomodidad ayudase a volver a casa lo antes posible. Esta costumbre

tiene su origen en la Biblia, donde se dice que a Isaías se le ordenó descalzar las

sandalias de sus pies como señal de duelo (Isaías 20:2)

En el libro sobre costumbres y ceremonias escrito por Rabí Jacob ben Moses

Halevi (1360 – 1427) se decía que era era adecuado mantener la cabeza cubierta

durante estos días como signo de respeto hacia la persona fallecida.

La costumbre actual de cubrir o dar la vuelta a los espejos no se menciona en

las fuentes medievales.

Dos horas antes de la entrada del Shabat debía interrumpirse el luto, ya que ese

día era considerado de alegría y paz. Los enlutados debían cambiar su ropa por

otra no rasgada, calzarse los zapatos y acudir a la sinagoga. El sábado, con la

puesta de sol, continuaban con el luto.

El shloshim (los primeros 30 días después del entierro). En este período los

dolientes retornaban poco a poco a sus actividades normales, aunque seguían

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Parte trasera de la Antigua Sinagoga Mayor (Iglesiadel Corpus Christi), vista desde el Cementerio Judío

Page 23: El Cementerio Judio de Segovia

en aquel encuentro y dedicó unos versos a los excursionistas, con la siguiente

dedicatoria: “A los jóvenes poetas que me honraron con su visita a Segovia”

Pío Baroja, en su novela Camino de perfección describe la belleza de la

panorámica que desde allí se contempla y que atrajo a su protagonista, Fernando

Ossorio:

“Fernando siguió bordeando el barranco hasta llegar a un pinar en donde se

tendió en la hierba. Desde allí se dominaba la ciudad. Enfrente, tenía la catedral,

altísima, amarillenta, de color de barro, con sus pináculos ennegrecidos; rodeada

de casas parduzcas, más abajo corría la almenada muralla, desde el acueducto,

que se veía únicamente por su parte alta, hasta un risco frontero, en el cual se

levantaba el Alcázar.

Se oía el ruido del arroyo que murmuraba en el fondo del barranco”.

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Todavía hoy en día muchos judíos

piensan que los justos no necesitan

monumentos mortuorios, porque

estos están constituidos por sus

palabras y acciones en vida, por los

cuales serán recordados. Por ese

motivo, rechazan los mausoleos y las

esculturas fúnebres.

Nos encontramos en un lugar

privilegiado para disfrutar de las

vistas de la ciudad de Segovia y,

ayudados por un panel interpretativo,

descubrir los monumentos más

importantes que desde aquí se

divisan. Dediquemos pues unos minutos a contemplar el Alcázar, la Catedral, las

torres de las iglesias, la Muralla, el caserío y los torreones de los palacios hasta

descubrir, finalmente, a la derecha, el Acueducto romano, testigo mudo de tantos

años de Historia…

Paseando por el Pinarillo pueden observarse algunas especies de aves como

el búho chico, el carbonero garrapinos, el pico picapinos, la urraca, el mirlo,

el pinzón vulgar… y al otro lado del valle, sobre la ciudad y entre las torres

(“Torres de Segovia, cigüeñas al sol”, Antonio Machado) un continuo

movimiento de chovas piquirrojas, estorninos o grajillas e incluso milanos

reales y buitres.

Antes de dar por terminada la visita, queremos llamar su atención sobre un

pequeño edificio que podrá ver en la colina, actualmente pintado de blanco.

Tiempo atrás fue un merendero y en él se reunieron el 20 de mayo de 1923 un

grupo de poetas venidos de Madrid entre los que estaba Pedro Salinas junto con

otros segovianos: Mariano Quintanilla, Mariano Grau o Julián María Otero.

Antonio Machado, que desde 1919 y hasta 1932 vivió en Segovia estuvo presente

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Placa de señalización del Cementerio Judío

La Casita Blanca

Page 24: El Cementerio Judio de Segovia

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Page 25: El Cementerio Judio de Segovia

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10. NOTAS

- Aljama. Comunidad judía. - Sefarad. Es el nombre que en lengua hebrea se da a España y que en la

tradición judía, al menos desde época medieval, se aplica a la Península

Ibérica. De Sefarad toman su nombre los sefardíes, descendientes de los

judíos originarios de España y Portugal, donde vivieron hasta 1492 y que

ligados aún a la cultura hispánica, mantienen la lengua y la tradición. Se

calcula que en la actualidad la comunidad sefardí alcanza los dos millones

de integrantes, la mayor parte de ellos residentes en Israel, Francia, Estados

Unidos, Turquía, México, Argentina y Chile.

- Postigo. Cualquiera de las puertas no principales de una ciudad o villa.- Tenería. Lugar donde se curtían y trabajaban las pieles.- Talmud. Para los judíos ortodoxos, Dios, además de dar a Moisés la ley escrita(o Torá) en el monte Sinaí, le reveló explicaciones específicas sobre cómoobservar aquella Ley, que a partir de aquel momento debían ser transmitidas

de forma oral. A esto se le llamó la Ley Oral. El Talmud es el resumen escrito,

con comentarios y explicaciones posteriores, de esa Ley Oral, compilada por

rabinos desde el siglo II d. C. hasta entrada la Edad Media.

- Acafoth. En los funerales judíos, ceremonia consistente en dar siete vueltasalrededor del féretro.

- Jevrá Kadishá. Sociedad o cofradía encargada de garantizar a los judíospobres y transeúntes el cumplimiento de los ritos mortuorios. La de

Calatayud era conocidad como “banyadores de los muertos”.- Miqwé. Baño de inmersión ritual y purificante.- Plañidera. Mujer a quien se le pagaba por ir a llorar al funeral de unapersona.

- Guaya o guay. Canto de dolor, derivado de la interjección de lamento guay.- Endecha. Canciones fúnebres o de lamento, generalmente de carácterpopular. Las canciones de este repertorio luctuoso comprenden los

diferentes géneros del repertorio poético-musical sefardí. Por tanto hay

endechas que son romances y otras que son canciones líricas o coplas.

Algunas se refieren directamente a la persona querida y lloran su pérdida

irreparable, pero otras se ubican en el espacio simbólico recurriendo a temas

bíblicos.

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Vidriera de la Sinagoga Mayor (Iglesia del Corpus Christi)

Placa identificativa de la Judería de Segovia

Page 26: El Cementerio Judio de Segovia

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Textos: Alcázar Rus Ruiz

Plano: Juan Cabrero

Fotos: Jorge Soler Valencia / Empresa Municipal de Turismo de Segovia

Depósito Legal: SG.145/2011

INDICE

1. Introducción ........................................................................................................ 3

2. Historia ........................................................................................................................ 5

3. El Recorrido................................................................................................................. 7

3.1. Plaza del Corpus................................................................................................. 7

3.2. Calle de la Judería Vieja ................................................................................ 13

3.3. Calle Martínez Campos.................................................................................... 17

3.4. Puerta de San Andrés ..................................................................................... 20

3.5. La Bajada al Valle del Clamores.................................................................... 22

3.6. Monolito de Juan Párix .................................................................................. 23

3.7. El Valle del Clamores ....................................................................................... 25

3.8 El Cementerio .................................................................................................... 26

4. La Muerte para un Judío ....................................................................................... 31

5. Ritos funerales .......................................................................................................... 33

6. El Entierro .................................................................................................................. 38

7. La Vuelta a Casa......................................................................................................... 40

8. El Duelo ....................................................................................................................... 41

9. Las Visitas a la Tumba ............................................................................................ 43

10. Notas ........................................................................................................................... 48

Page 27: El Cementerio Judio de Segovia

www.segovia.es

www.turismodesegovia.com

www.redjuderias.org

El proyecto de Recuperación del Patrimonio Histórico de Segoviapara su mejor uso turístico está financiado al 50% por el EEA(Noruega, Islandia y Lietchtenstein) y el Ayuntamiento de Segovia.Su objetivo es poner en valor el patrimonio segoviano paracontribuir al desarrollo cultural y socioeconómico de la ciudad.