El Chávez que yo conocí

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Domingo 17 de Marzo de 2013 EDICIÓN ESPECIAL

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Anécdotas, vivencias, recuerdos, opiniones y memoria fotográfica del líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías, reúne este encartado, el cual contiene textos de Reinaldo Bolívar, Carola Chávez, Isidoro Hugo Duarte, Reinaldo Iturriza, Marialcira Matute, Alí Rodríguez Araque, Mario Silva Gracía, David Velásquez y Vanessa Davies, entre otros, se hace referencia a las distintas facetas de Hugo Chávez Frías.

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Domingo 17 de Marzo de 2013

E D I C I Ó N E S P E C I A L

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Domingo 17 de Marzo de 20132 E D I C I Ó N E S P E C I A L

Íbamos de regreso a Caracas ya no re-cuerdo de dónde, en esos días de cam-paña cuando los lugares se empataban

unos con otros, días intensos que vivía yo cinematográficamente, tratando de grabar para siempre cada imagen, cada cara, cada palabra, cada silencio.

Íbamos en la caravana presidencial hermanados en el acostumbrado atapuza-miento de la camionetica que nos llevaba. Cámaras, trípodes, mochilas, reposaban sobre nuestros cuerpos que en algún mo-mento pedirían reposo, después de la victo-ria, porque reposar entonces era rendirse. Era de noche y habíamos trabajado duro, habíamos vivido intensamente otro día de campaña junto a un hombre infatigable, in-vencible. Pensábamos que la noche nos da-ría una pequeña tregua, un rato de sueño para poder seguir soñando.

Estábamos ya a pocos metros de Miraflo-res cuando cambió la seña: “Al museo. Va-mos al museo”. Se preguntaban mis com-pañeros qué íbamos a hacer a esa hora en el Museo Militar. Yo les dije que creía que no se trataba de ese museo, les confesé mi sospecha asombrada: “Creo que vamos a la plaza de los Museos, a la Ruta Nocturna, a la fiesta donde está esa muchachera esperan-do el lanzamiento del satélite Miranda”.

Nuestras pilas a punto de caducar por el día ahora nuevamente recargadas, alertas,

esperando lo imposible, como es costumbre cuando uno anda por ahí con mi Presi, el Comandante de los sueños.

Se detuvo la caravana, saltamos fuera de la camionetica que nos llevaba, todos a la vez por una sola puerta. Corrimos. Yo ya había aprendido a correr como una cam-peona siguiendo los pasos de mi Presi.

Llegué casi sin aire a la esquina de Unearte, llegué casi de primera, medalla de plata, creo. Lo vi ahí parado, sonriendo, junto a uno de sus escoltas. Chávez en una esquina, tranquilo, como alguna vez leí que añoraba hacer Fidel. Como alguna vez dijo añorar mi Presi.

La gente que pasaba no creía lo que esta-ba viendo, y por no creerlo, lo dejaron tran-quilo por unos breves segundos, no más. Una muchacha me tocó el hombro y vi sus ojos que pedían que la pellizcara, que eso no podía ser un sueño.

–¿Ese es el Presidente?– me preguntó. –¡Umjú!– respondí en voz bajita tratando

de no responderle, tratando de preservar ese momento para mi Presi.

No valió de nada. La duda se hizo certe-za y luego avalancha. Como yo estaba cer-quita quedé atrapada, felizmente, en medio de ella. Quedé en en círculo inmediato que rodeaba a mi Presi, quedé con los que sería-mos aplastados intentando que no lo aplas-taran, quedé en un sitio con vista a su co-

gote, lugar privilegiado para quien quería vivir esta historia de cerquita para luego contarla.

Empezó la empujadera. Sentí lo que es no poder caminar con mis pasos. Aprendí a no luchar y dejarme llevar por los pasos de la multitud que nos llevaba. Subimos y bajamos escalones a ciegas. Por momentos, muchos momentos, mis pies no tocaban el suelo. La alegría y la sorpresa de los mu-chachos me hizo levitar a empujones que querían ser abrazos.

Era una locura, nos estaban aplastando, iban a aplastar a mi Presi de tanto amor. Todos quería tocarlo, miles de manos que-rían sentir el contacto de un solo hombre. Una muchacha gritaba detrás de mi mien-tras me tironeaba de la camisa: “¡Quítate que quiero tocarlo!”, y yo que no podía qui-tarme: estaba cuidando a mi Presi de la eu-foria desatada, estaba cuidando a la mucha-cha de quedarse sin aire como yo me estaba quedando. Usé mi mejor arma y le di uno, dos, tres piadosos culazos.

Descubrí que a culazos podíamos hacer camino hasta el aire que necesitábamos y al son de la música, a culazos fuimos avan-zando. Entonces me venció la multitud y quedé fuera recuperando el aliento con mi mirada fija en el cogote de mi Presi mien-tras se alejaba.

Me quedé junto a los muchachos que aplaudían emocionados creyendo por fin ese episodio increíble que estábamos vi-viendo. Vi a mi Presi perderse entre la mu-chachada. Cuando no lo vi más quise des-cansar un poco. Pensé que ya iba rumbo a Miraflores.

Pensé mal. Desde la tarima anunció Ale-jandra Benitez que el Presidente estaba to-mando un poquito de aire y que en breve estaría allí con nosotros. ¡Dios mío!, ¡yo tengo que estar allá con mi Presi y estoy aquí! Empecé a abrirme paso como pude, y pude. Llegué hasta las puertas cerra-das del museo. Pedí que me dejaran pasar pero no me dejaban. Pedí, pedí, grité, gri-té, grité...entré.

Como en una película, se abrió la puerta y me vi en el museo de noche, casi vacío. Ahí, sudada, desgreñada, llena de barro de pies a cabeza, con los lentes choretos, jadeante, ahí parada en medio me encontró mi Presi:

–Mi Carola, ¿qué te pasó? –me dijo, aguan-tando la risa.

–Te estaba cuidando –le contesté. Te cui-dé a culazos, mi Presi. ¡Pum, pum! Culazo por aquí, culazo por allá…

Me miró con los ojos chiquitos y bri-llantes de gozadera y soltó una carcajada. “Bueno, la verdad es que tienes con qué”. Me abrazo.

–Tú esta loca, chica, tú estás loca. –¡Loco eres tú, mi Presi lindo! –le dije,

loca de amor y él rió más todavía y me es-trujó con un abrazó.

–¡Vamos, pues! –nos dijo, y salimos. Salí del abrazo dulce. Lo vi subir a la tarima, vi a los muchachos celebrando. Lo vi regresar a casa mientras yo me quedaba ahí turule-ta, con una inevitable sonrisa acalambrán-dome los cachetes.

Ahí va mi loco lindo. El loco que se atre-vió a soñar, que se atrevió a hacer posibles los grandes sueños de todos y que, aquella noche improbable, se atrevió a hacer posi-ble su sueño de normalidad cotidiana de volver a ser un ratico, aunque fuera un bre-ve ratico, Hugo parado en una esquina.

Hugo en una esquina

Carola Chávez (escritora-humorista)

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Domingo 17 de Marzo de 2013 3E D I C I Ó N E S P E C I A L

Alí Rodríguez Araque

Lo más resaltante de la llegada de Hugo Chávez al poder es que se esta-bleció definitivamente un antes y un

después. Como lo ha dicho Fidel con mucha propiedad: “El genio se salió de la botella y ya no hay nadie que pueda regresarlo”.

El genio es el pueblo que ha saboreado el ejercicio del poder, su capacidad para decidir, cada vez más sobre sus propios asuntos, aun cuando esto es un proceso que apenas está en sus comienzos. Solo cuando los Consejos Comunales y las comunas es-tén plenamente asentadas en la geografía nacional y se articulen orgánicamente en todo el país, podremos afirmar que hemos dejado atrás el modelo estatal que fue vacia-do en los moldes de la Cuarta República y que, en mi opinión, es el mayor obstáculo a vencer para poder avanzar con soltura ha-cia los grandes objetivos en los cuales tanto ha insistido el presidente Chávez y tanto reclaman los sectores más conscientes de nuestro pueblo.

Por eso he afirmado, y lo reitero, que el proceso socialista en Venezuela será un hecho irreversible, cuando este cambio ocu-rra. Pero esto no es una cuestión formal de agrupar a la población en asambleas para la toma de decisiones. Es, sí, un paso muy importante, pero no suficiente. Todo depen-de del grado de conciencia democrática del pueblo organizado en las bases. Como sería un gravísimo error idealizar estos procesos –no olvidemos que los conflictos por el poder siempre están presentes y que, en Venezue-la, la presencia de la renta incorpora, mu-cha veces, disputas por su distribución–, se requiere una fuerte presencia de control, en todos los órdenes, por la base popular orga-nizada y su permanente ejercicio del poder de decisión. Y esto lleva tiempo, perseveran-cia, paciencia y mucho trabajo para lograrlo a plenitud, pues comprende, además, resol-ver el problema de la participación popular organizada en el proceso productivo.

Lo repito, no hay que olvidar aquella máxima de que son “las condiciones ma-teriales de existencia las que determinan la conciencia social” y no al revés, aún cuando la explicación, la educación popu-lar, contribuya a la formación de una con-ciencia en el pueblo. En nuestro caso, basta con detenerse a pensar un momento en lo que se requiere para ir sustituyendo una conciencia donde predomina el reparto de renta por una conciencia del trabajo y el es-fuerzo productivo, que es lo mismo.

Como me preguntas por la trascendencia de Chávez en el poder, quizás lo más impor-tante entre tantos logros, como el restable-cimiento de la independencia y la sobera-nía en la toma de las decisiones políticas del país, es que ese proceso de cambios cualita-tivos en el ejercicio del poder, todavía con muchas imperfecciones, ya ha comenzado. La tarea es avanzar, avanzar, avanzar, en esa dirección, aun con todas las dificultades que haya que vencer. En la medida en que las bases adquieran aún mayor conciencia y esta se transforme en organización viva, activa y eficaz, este proceso cobrará una fuerza indetenible e irreversible.

Cualquiera puede preguntarse si el pue-blo venezolano estaría dispuesto a aceptar impasible que le arrebataran sus conquis-tas, no solo en lo que se refiere a la mejo-ría notable en sus condiciones de vida, de salud, de educación, de alimentación, sino esa conquista de participar activamente en las decisiones y criticar abiertamente a sus dirigentes, sin que por ello sean repri-midos. Se ha llegado a tal grado de demo-cratización que en la Constitución Boliva-riana se consagró el derecho revocatorio de los cargos de elección popular; cada vez que el pueblo decida que sus mandatarios no están cumpliendo con el mandato otor-gado por el voto, recoge una cantidad de firmas y pide la convocatoria de referén-dum. Ya la oposición lo hizo para revocar el Gobierno de Chávez, pero perdió. El pueblo ratificó su mandato en el Coman-dante. Dime en qué país que se diga demo-

crático existe este derecho consagrado en su Carta Magna.

Los primeros avances en el desarrollo del Poder Comunal indican que, en la me-dida en que ese proceso definitorio de un sistema socialista, avance, esta Revolución se irá haciendo cada día más irreversible, hecho que todavía no se puede dar por rea-lizado. El único que puede hacerlo es el pueblo consciente y organizado ejerciendo la plenitud del poder. Por ello creo que esta es la más grande apuesta que ha hecho este proceso y que, en su éxito o fracaso, se juega la suerte del socialismo venezolano.

En la sociología política existe el término de “ruptura del clima”. La toma de París por los revolucionarios de la Comuna fue una ruptura de ese tipo, aun cuando fue-ra derrotada. La insurrección popular de Moscú en 1905, pese a ser derrotada, abrió el camino para la triunfante de 1917. La de-rrota de la Primera República en Venezuela abrió el rumbo para el proceso de Indepen-dencia de América. El 26 de Julio en Cuba abrió la brecha para todo lo que ha ocurri-do después. Y es exactamente lo que ocu-rrió en Venezuela con el 4 de Febrero, fue el gran catalizador del haz de contradicciones que cada día se hacían más críticas en la so-ciedad venezolana. De ello ya existen para estos tiempos sobradas evidencias.

Fue un factor determinante en el triunfo electoral de Chávez, en su liderazgo y, una vez en el ejercicio del poder, la realización consecuente y sin vacilaciones de las trans-formaciones planteadas.

Resumiendo podría decir que la tras-cendencia de Chávez radica en: haber re-tomado por la raíz el verdadero ideal boli-variano y haberlo llevado de manera muy pedagógica a la gran masa de venezolanos y latinoamericanos; haber asumido las banderas del socialismo cuando muchos ya lo daban por muerto; haber planteado una nítida política antiimperialista y, por tanto, de defensa intransigente de nuestra independencia y de nuestra autonomía para tomar nuestras propias decisiones sin aceptar interferencia externa alguna, de allí su decisión, desde un comienzo, de estrechar las relaciones con Cuba revolu-cionaria y con Fidel, rompiendo en parte el bloqueo criminal contra el pueblo cu-bano; su profunda convicción en la nece-sidad de la unión de Nuestra América, de la cual ha sido un apasionado propulsor; haber roto la dicotomía entre la Fuerza Armada y el pueblo que se miraban mu-tuamente como factores extraños y mu-chas veces contradictorios; y lo último en orden, pero de ninguna manera en impor-tancia, haber despertado la esperanza en las grandes masas de que otro mundo es posible, de haber creado las condiciones para que, progresivamente, se eduquen en el ejercicio del poder para que este sea verdaderamente democrático. Hoy la con-ciencia del pueblo venezolano lo ha colo-cado en tal posición que aquel que quiera arrebatarle los derechos conquistados se va a encontrar con una resistencia nunca vista. Y me atrevo a decir que esto va más allá de nuestras fronteras.

Palabras de Alí Rodríguez Araque, secretario general de la Unasur, tomadas del libro Antes de que se olvide:

Conversaciones con Rosa Miriam Elizalde. Editora Política. 2012. Pp 161-163

“Hoy la conciencia del pueblo venezolano lo ha colocado en tal posición que aquel que quiera arrebatarle los derechos conquistados se va a encontrar con una resistencia nunca vista”

Un antes y un después de Chávez

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Domingo 17 de Marzo de 20134 E D I C I Ó N E S P E C I A L

En un día que hoy lamento no precisar, creo era 1995 o 1996, había una con-centración considerable de personas

frente al Samán de Güere en la Intercomu-nal Turmero-Maracay. Por curiosidad paré el carro y me bajé a ver qué sucedía. No tardé mucho en saber por qué tanta algara-bía. Estaba allí, conversando y atendiendo preguntas y abrazos de mujeres, hombres, abuelas, abuelos, jóvenes y niños. Era el Comandante Chávez. Si puedo definir qué sentí en ese momento, solo recuerdo que irradiaba una enorme energía que regala-ba ternura a quienes le rodeaban. Esa fue la primera vez que lo vi personalmente.

Mi historia con el Comandante, debo con-fesarlo, ha sido uno de esos raros privilegios que tiene un hombre en la vida. Cuando comencé a escribir La Hojilla en Aporrea, jamás imaginé que el Comandante pudiera leer esa ráfaga de emociones que escribía de lunes a viernes descargando a los medios privados. Eran tiempos previos al Referen-do Revocatorio. Estaba desempleado y tenía tiempo suficiente para escribir artículos, cuentos y dibujar algunas caricaturas. Mi querido y recordado camarada Giandomé-nico Pulitti me había publicado una reco-pilación de cuentos prologados por Roberto

Malaver. La venta de estos libros me permi-tiría llevar algo de comer a mis hijos y, por accidente, terminaría saliendo al aire en junio de 2004 por VTV con los compañeros Néstor Francia y Eileen Padrón.

En el cierre de campaña para el Referen-do Revocatorio, antes del 15 de agosto de 2004, nos invitaron a subir a la tarima por-que el Comandante nos quería conocer. Ese día, cuando hacía su entrada, nos abrazó a los tres y con una confianza absoluta en sus ojos nos aseguró que los fascistas serían derrotados de manera aplastante. Esa fue la segunda vez que lo vi y, de nuevo, ahora con más fuerza, volví a percibir la enorme energía que irradiaba y esa inmensa ternu-ra que nunca le abandonó.

Tuve la suerte de hablar con él en varias oportunidades de lo humano y un poco más acá de lo divino. Su enseñanza, su pedago-gía, su humor, su estricta disciplina en el trabajo, su inmensa comprensión ante nues-tras carencias ideológicas y ese innato sen-tido de la estrategia me marcaron profun-damente. Sin embargo, más allá del Chávez biográfico o anecdótico, está el hombre que se creció más allá de lo humano a niveles tan profundamente crísticos que poco me importa ahora quién pueda criticarme o acusarme de hereje. Detrás del Chávez ale-gre, disciplinado, cantor, reflexivo, político extraordinario, comunicador sin preceden-tes, hervía la inmensa necesidad de hacer justicia a niveles de desesperado calvario.

No fueron pocas las veces que presen-cié su preocupación y extrema atención a esos pequeños detalles que no lográbamos percibir en medio de las conmociones que provocaba su presencia; observaba, locali-zaba y percibía el sufrimiento de una per-sona con una capacidad que jamás conocí en otro ser humano. Era tan natural en él la observación de eventos imperceptibles, que llegó a desarrollar el don de captar la men-tira en esas pequeñas porciones o signos del comportamiento humano que atrapaba en una frase o en un gesto. Sin embargo, hasta el regaño a tiempo de un padre que espera recuperar a quien le mentía, esgri-mía, amorosamente estricto, los argumen-tos necesarios para convencerlo de su error e, invariablemente, esos argumentos iban acompañados de explicaciones o razona-mientos aplastantes imposibles de rebatir.

Tenía una vitalidad extraordinaria para el trabajo. Uno de los hábitos que adquirí en mi trabajo fue el cambio de horario para descansar. El Comandante Chávez traba-jaba hasta altas horas de la madrugada y no era extraño recibir una llamada suya a las dos o a las tres de la mañana, porque quería ampliar alguna información que había desarrollado durante el programa. Sus llamadas no eran periódicas, pero per-sonalmente decidí, y hasta el día de hoy lo practico, dormir unas tres o cuatro horas diarias después de las cinco de la mañana.

El silencio de la noche y la vitalidad que te transmitían sus discursos, sus explica-ciones tan detalladas y la enseñanza que te iba dejando, eran materia de estudio diario. El dormir se me convirtió en una pérdida de tiempo. Chávez era el libro ne-cesario de consulta, incluso Chávez era la caja de pandora que retaba a la imagina-ción. Podías hacer mil análisis sobre una situación política, podías recrear mil esce-narios y nunca atinabas el resultado final de sus decisiones. Siempre dije que era un estratega nato en el combate político. Era el ajedrecista perfecto. Podía manejar cincuenta jugadas probables adelante sin que el adversario lo percibiera. Aún hoy, sus más enconados adversarios no han entendido quién era el Comandante Hugo Chávez y qué triste y vergonzoso es obser-varlos creerse victoriosos con su muerte. Después de 21 años, la oligarquía no ha en-tendido que este país cambió.

Hace cuatro años, me llamaron a Valen-cia para comunicarme que mi madre había entrado en coma. Había ingresado en el CDI de Chuao por complicaciones respiratorias y su cuadro clínico era grave. A las diez de la noche, mi amigo el médico cubano Nico-lás Rojas me participó que mi madre no so-breviviría y que solo era cuestión de horas para que falleciera. Media hora después, el Comandante se comunicó conmigo para darme aliento. Poco antes de las cinco de la mañana del siguiente día, volvería a comu-nicarse conmigo para saber de mi madre y después de fallecer, una hora después, volvió a llamar para darme el pésame. Re-cuerdo que me ordenó tomar unos días de descanso y yo le contesté que estaría traba-jando de nuevo el siguiente día. Mi madre nos había pedido que la cremaran el mis-mo día en que falleciera y no había mejor manera de mitigar el dolor que trabajando. Tres veces me llamó para saber de mi ma-dre. Ese era Chávez, ese era mi Comandan-te. Dos días después, de su puño y letra, re-cibiría la carta más hermosa de apoyo que jamás había recibido en mi vida.

Dos cosas le agradezco a Chávez con todo mi corazón. La primera, habernos regala-do la oportunidad de sentir que la utopía es posible y que otro mundo es posible y, si bien es cierto que esa utopía ahora está en manos nuestras y estamos obligados a continuar su legado, también es cierto que su fortaleza será reflejo en nuestro pueblo para que no traicionemos ese legado.

La segunda, es de carácter personal. Co-nocerlo a él y haber contado con su confian-za es sencillamente extraordinario. Pero, por su apoyo, haber tenido la oportunidad de conocer a mi comandante Fidel, solo atino a decir como el poeta Pablo Neruda: “Confieso que he vivido”.

Finalmente: ¿Quién es Chávez? Chávez es el tripón que juega metras en la calle, Chávez es el viento fresco del llano, Chávez es la liberación de América Latina, Chávez es el amor que sentimos por nuestro pue-blo y por los pueblos del mundo. Chávez es el café que nos tomamos en la mañana que nos anuncia un nuevo día, Chávez es Patria, es solidaridad, es humanidad, es la permanencia de la esperanza, es Bolívar, es el Che, es el llanto de un hombre al que le duele que el Comandante haya trascendido antes de tiempo. Chávez somos todos aun-que le duela a la oligarquía.

¡Hasta la Victoria siempre, Comandante!

Un poquito de mis recuerdos

Mario Silva García (comunicador-moderador

del programa La Hojilla)

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Domingo 17 de Marzo de 2013 5E D I C I Ó N E S P E C I A L

Iba yo subiendo a pie por la avenida Pan-teón, en Caracas, a reunirme con mi hermano Ennio en el Foro Libertador,

donde está la sede la Biblioteca Nacional. Era una tarde del mes de julio del año 1994. Antes de llegar al Foro tomé un café en una panadería cercana y seguí mi camino, subí las escaleras que conducen a la Biblio-teca y al llegar arriba me encontré con un grupo de personas en una pequeña plaza donde ahora está una escultura del poeta Omar Khayyam. Entonces oí que algunos de los allí presentes decían: “¡Oigan, ahí el Panteón está Hugo Chávez ahora!”. El Pan-teón estaba cerca de ahí, y decidí ir a ver si podía conocerlo en persona. Caminé hacia la plaza grande que está frente al Panteón y lo vi rodeado de un grupo de personas. No pasaban de quince o veinte, y se turna-ban para preguntarle cosas. Venía Chávez de salir del Panteón, donde se encontraba visitando la tumba del Libertador. Una mu-jer le preguntó a qué se debía su presencia allí ese día, y él le respondió diciendo que deseaba tener siempre fresca la imagen de Bolívar, que eso le daba fuerzas para conti-nuar su lucha.

Chávez había sido puesto en libertad ha-cía pocos meses de la cárcel de Yare, donde había sido enviado por haber dirigido la rebelión del 4 de febrero de 1992, hecho del que asumió la responsabilidad de manera pública. Durante los dos años que Hugo Chávez había pasado en prisión seguía con-tando con buena parte del apoyo popular, popularidad que fue creciendo más y más a raíz de la pésima conducción del gobierno que había hecho Carlos Andrés Pérez, cuyo momento crítico desembocó en El Caraca-zo, y a consecuencia de lo cual Rafael Cal-dera ganó las elecciones al siguiente año. El clamor popular para la libertad de Chávez

fue entonces enorme, hasta lograr que du-rante el gobierno de Caldera este le indul-tara. Chávez comienza entonces a recorrer todo el país.

Pues bien, como venía diciendo, estába-mos en aquella plaza frente a Hugo Chávez, que en ese momento comienza a pronunciar unas encendidas palabras donde evoca el ideario bolivariano, recuerda las luchas li-beradoras de los pueblos por un lado, y por otro hace énfasis en la decadente realidad de aquellos días, en que el gobierno de Cal-dera fue incapaz de dar respuestas efectivas a los problemas de la gente; sus políticas siguieron siendo ineficaces para detener la maquinaria de corrupción, burocratismo, estatismo productivo, complicidades auto-máticas entre banqueros y empresarios que desangraron las arcas de la nación. Nos dijo Chávez en aquel discurso a los allí presen-tes que hacía falta ir construyendo un nue-vo movimiento popular que aglutinara las fuerzas para un cambio radical en Venezue-la, un movimiento revolucionario. Nos habló del socialismo necesario y del papel que de-bíamos asumir los venezolanos y venezola-nas para vencer los viejos esquemas de producción, de organización social y de compromiso político. También nos mencionó la necesidad de salir de la dependencia económica del imperialismo estado-unidense y europeo.

A medida que sus pala-bras fluían, más gente se iba congregando ahí, más personas se iban acercan-do, hasta que se duplicó su número; ahora había unas cuarenta o cincuen-ta, no lo sé bien, pero sus palabras llenas de convic-ción tenían inmenso poder y nos hacían re-flexionar, estaban inspiradas en ideas muy elevadas y claras. Muchos allí comenzamos a levantar los brazos y a entonar vivas, a gritar consignas por la nueva patria. Me quedé impresionado por la efectividad de aquellas palabras, lo que estas lograban mover en la gente, la capacidad de conven-cimiento que poseía y las acciones visibles que suscitaban. Fue aquella la primera vez que lo vi y oí en persona.

Lo otro fue su manera de relacionarse con la gente. Estableció una identificación auto-mática con esta. Lo que decía no solamente era verdad, sino que, además, lo hacía con un poder que implicaba de inmediato la de-terminación de actuar, incitando a la rebe-lión, a una transformación de fondo del es-tado de las cosas. Esa fue quizá la primera virtud que advertí en él: pensamientos hi-lados y pronunciados con profunda persua-sión, palabras que despiertan movimientos profundos en el interior de nosotros.

También era dueño de un carisma indi-vidual nato. Poseía un discurso político consistente y una férrea disciplina que le venía de su forja de soldado, de sus ideales patriotas. Hombre joven y enérgico, arro-jado y valiente. Y además de ello, con una entereza moral que pone de manifiesto con la gente sencilla del pueblo, con los traba-jadores y obreros, con los campesinos y jó-venes, a quienes no puede decir nunca una mentira.

Estas fueron las cualidades esenciales que advertí en él aquella tarde de 1994: carisma, convicción, dominio del verbo, valentía. Cualidades que quedaron demos-tradas en los años posteriores, cuando con-quistó la Presidencia de la República con un amplio margen de votos.

Lo otro que admiré siempre en Chávez fue su organización mental, su capacidad de trabajo y su ansia de conocimiento. No se dio tregua para lanzar ideas a la arena pública, para discutirlas, debatirlas o rea-lizarlas venciendo los obstáculos presenta-dos, desde el mismo momento en que se efec-tuó el referéndum para realizar una nueva Constitución, y después para ir montando, sin pausa ni sosiego, cada uno de los pro-yectos revolucionarios sobre la legalidad de esa Constitución, con un sentido práctico impresionante. Y ello lo logró, creo, porque tuvo una fe inmensa en lo que estaba ha-ciendo, supo conformar equipos oportunos de trabajo y, también, por supuesto, porque entendió la naturaleza auténtica del fenó-meno político; entendió no sólo que la políti-ca es el arte de la negociación oportuna en el momento oportuno, sin perder el sentido

del momento histórico ni subestimar a los conten-dores políticos; al contra-rio, a estos los amplificó para observarlos mejor. Por ello mismo, habría que considerar a Chávez un fenómeno político, in-cluso como un monstruo político, en el sentido de que hizo una praxis políti-ca sobre la marcha, diseñó la convicción en su ideal a partir de circunstancias concretas, sopesándolas sin menospreciar nin-guna de ellas, sin poner ninguna por debajo de la

otra. Y esto le dio unos resultados sorpren-dentes cuando se cercioró, por ejemplo, que sin el buen uso de los medios, las ideas no pueden proyectarse debidamente. Por eso se advierte en él a un gran comunicador, a un excelente periodista y a un inmenso narrador oral, a un hombre que pudo estar frente a una cámara o una multitud todo el tiempo que fuese necesario.

Por último, y acaso esto sea lo más impor-tante, es el impresionante desprendimiento material de este hombre, que sacrificó su vida personal en favor de un sueño colecti-vo. Cuando alguien llega a comprender y a llevar a la práctica esto, y ese alguien tiene las cualidades de Hugo Chávez, pudiera de-cirse, con la mayor honestidad posible, que su vida no habrá sido en vano, que habrá valido la pena vivirla y volverla a vivir e incluso inmolarla si fuera necesario, como él lo hizo, para que los sueños de libertad y emancipación sigan creciendo en las nue-vas tierras de América.

Mi imagen personal de Hugo Chávez

Gabriel Jiménez Emán (escritor-director

de la revista Imagen) “Lo que decía no solamente era verdad, sino que, además, lo hacía con un poder que implicaba de inmediato la determinación de actuar, incitando a la rebelión, a una transformación de fondo del estado de las cosas”

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Domingo 17 de Marzo de 20136 E D I C I Ó N E S P E C I A L

a la nación y convocar a la unión de nuestro continente.

¿Cómo viví esto? Estando yo de visita en La Habana en 1992, en la mañana del 4 de Febrero me entero por el informativo del levantamiento militar. Disponiendo sola-mente de ese dato, y víctima de la dictadura militar de los 70 en Uruguay, me estremecí. Regresé inmediatamente. Y lo escuchamos, en aquella declaración que aceptaba la de-rrota militar, pero proclamaba la lucha y el triunfo futuro. Esa fue la señal: estos no son unos militares golpistas –pensé– este no es un golpe militar de la Escuela de las Améri-cas, esto es una insurrección en toda regla, ha germinado por largo tiempo basado en una corriente de pensamiento patriótico y social, y en lo inmediato responde a una in-surrección inclusive contra unas Fuerzas Armadas usadas como instrumento de re-presión de su propio pueblo. Y nuevamente sentí que renacía, que no estábamos muer-tos, que comenzaban a izarse las banderas, había nacido la revolución.

Desde ese día la batalla ha sido diaria. Poderosas roscas, que actúan con planes y objetivos comunes, hace años que han con-centrado sus baterías contra Chávez. Pues-to que a Chávez lo hemos engendrado no-sotros, que le hemos asignado esa enorme responsabilidad de ser pueblo gobernando, asumamos el ejemplo de Chávez: vivir para esta revolución y no vivir de la revolución. Asumir que somos agentes bolivarianos para proteger la revolución ante cualquier acto contrarrevolucionario, proteger y apoyar la impresionante obra social, eco-nómica y de independencia. Y efectivamen-te, con la dirección magistral de Chávez se vencieron mil batallas, que alcanzaron sus hitos mayores con los Golpes de abril de 2002, y diciembre y enero 2003, diversas guarimbas, militares activos alzados en una plaza pública, más de 200 paramilita-res colombianos traídos por la oposición para provocar violencia y terror, todo con la plataforma de los medios privados pro-moviendo disturbios y desestabilización. La enorme fuerza de Chávez, su talento, su comunicación con su pueblo, en sus conti-nuas alocuciones y en su Aló Presidente. Al respecto tuve la enorme dicha de con-versar por teléfono con Chávez en un Aló Presidente. Su desbordante talento incluía el don de la conversación, y los minutos se extendieron en un diálogo que significó para mí una condecoración. Mi esposa Ma-rialcira me manoteaba el teléfono, porque quería hablar con Chávez, y tuvieron una charla ingeniosa, con el tema de los libros, otra pasión del Presidente. Chávez es, para mí, y para millones, grande entre los gran-des. Quizás algunos no tengan aún con-ciencia de su estatura, de su legado, de su importancia porque lo tuvimos acá cerca, compartimos con él tiempos y espacios de

Este martes 5 de marzo, a las 4:25 de la tarde, partió Chávez. El pueblo vene-zolano, acompañado de los pueblos

del mundo, llora y honra con amor a este inmenso hombre. Deseo compartir parte de lo que escribí en 2010 en ocasión de un evento y complemento ahora.

Hace 35 años llegué a este país, para pro-tegerme de la brutal dictadura instaurada en Uruguay, régimen que fue parte de un rosario de dictaduras impuestas por las potencias mundiales y sus asociadas: las oligarquías criollas. Este pueblo me acogió, como lo ha hecho con cientos de miles de re-fugiados, como solo los venezolanos saben hacerlo. Recuerdo el primer día que llegué a Caracas, perdido y desolado en una para-da de autobús; consulté a una señora cómo hacía para llegar a determinado lugar… Me explicó que subiera al autobús al que ella iba a subir y, ya a bordo, cuando fui a pagar el boleto, el encargado me contestó, ya está pagado, aquella señora lo hizo. Esa señora, que nunca olvidaré, fue y es el símbolo de la generosidad y la solidaridad de este pueblo.

Durante años viví en la rutina de la so-brevivencia, trabajando duramente para obtener empleo, los papeles de residencia, y en el camino de los libros, formé una libre-ría y una pequeña empresa de distribución con mis hijos. Durante años los antiguos sueños de lucha social eran más que nada soliloquios entre algunos camaradas. Todo parecía muerto, y así pasaron los años. Pero este pueblo, cargado de tanta historia podía reivindicar su historia magnífica, la que había engendrado a figuras monumentales, los Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Francisco de Miranda, Rafael Urdaneta, Simón Rodríguez –nuestro Robinson–, José Leonardo Chirino, Manuel Gual, José Ma-ría España y tantos otros que conforman una impresionante pléyade. Pero todos ellos, seres magníficos, no hubieran podido serlo si no hubiera un pueblo, que en un mo-mento histórico los hubiera parido, convir-tiéndolos en sus dirigentes para la hechura que la circunstancia exigiera.

La estatura que había alcanzado este pueblo en su combate por la independencia de la colonia española a principios del siglo XIX, cuya enormidad le permitió liberar a otras cinco naciones, resurge nuevamente a fines del siglo XX y en este siglo XXI para parir otra figura, convertida en fundamen-tal en la historia venezolana y de América, Hugo Chávez Frías. Chávez, síntesis acu-mulada de la valentía, la voluntad, el espí-ritu de sacrificio, el talento, la abnegación y el patriotismo que en esta época, nueva-mente, ha generado el pueblo para cumplir con los designios fundamentales de salvar

forma cotidiana. Porque cuando hablamos de los grandes hombres de la Historia, lo que nos han enseñado en las aulas, leído en nuestros estudios, que permanecen en los libros y en la memoria de la humanidad, los sacralizamos y no siempre llegamos a percibir que hemos sido contemporáneos de un tiempo histórico y de un hombre de la misma estatura que los sacralizados que construyó Patria, siendo historia viva. Por-que lo que él hizo, es historia viva, la que disfrutamos en los bienes sociales cotidia-nos del pueblo, en el orgullo de ser venezo-lanos, en la comprensión que los pueblos superan fronteras por el sentimiento del internacionalismo solidario, en la defen-sa de la soberanía y de la independencia de las potencias imperiales, a quienes les contestó sin inhibiciones y denunció sus crímenes en el mundo, con el lenguaje ade-cuado para que supieran que los tiempos de bucaneros soberbios se habían terminado; porque con él nacieron generaciones de oro, porque con él se formaron conciencias po-líticas, ideológicas y éticas, que generaron cuadros y equipo de gobierno, de compro-miso y capacidad, que permite continuar su obra. No es un sacrilegio sentir que está a la altura de los más grandes de la historia de la humanidad. No es un sacrilegio sentir que puede estar sentado en la cima de las más altas glorias, al lado de Túpac Ama-rú, Guaicaipuro, Bolívar, Sucre, Miranda, Artigas, San Martín, O´Higgins, Zamora, y todos los más grandes de los pueblos del mundo. Eso es Chávez. Hugo Chávez, héroe de la humanidad, que está junto a nosotros marcando una impronta de bien a nuestras propias vidas. ¡VIVA CHÁVEZ!

Chávez, héroe de la Patria Grande

Isidoro Hugo Duarte (librero y comunicador)

“Chávez, síntesis acumulada de la valentía, la voluntad, el espíritu de sacrificio, el talento, la abnegación y el patriotismo que en esta época, nuevamente, ha generado el pueblo para cumplir con los designios fundamentales de salvar a la nación y convocar a la unión de nuestro continente”

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Domingo 17 de Marzo de 2013 7E D I C I Ó N E S P E C I A L

La relación de la gente con Chávez pasa por profundas experiencias. Todos tenemos algo que contar por-

que su impresionante personalidad, la fuerza, la energía, amor, irradiaba a su alrededor. Yo hablo desde la simpatía y la admiración. Y desde el afecto. Son muchas las anécdotas atesoradas y compartirlas nos consuela aunque sea un poquito de su partida tan anticipada.

En el 99 yo no voté por Chávez. Aún creía en todo lo que los medios comercia-les decían. A pesar de tener 37 años y ser periodista, para mí, las cosas no existían si no las validaban los medios. Veo hacia atrás y pienso en cómo hemos cambiado, cómo han cambiado las cosas, para bien, aún para quienes no entienden la dimen-sión de Chávez, aún para quienes lo adver-san activamente.

En el 99, como decía, era completamen-te ignorante en asuntos de política. Como muchos venezolanos, no me sentía intere-sada en el tema. La política era para otros. Me pareció, sin pensarlo mucho, que votar por Proyecto Venezuela era de lo más ade-cuado para el país. Y ganó Chávez.

Las primeras veces que vi a Chávez, no en pantalla ni en un afiche sino ahí, cer-quita, trabajaba en la Biblioteca Nacional (BN). Era el año 2001 y compartía espacios institucionales a los que Chávez asistía y yo también, para cubrirlos por razones de trabajo. Hasta esa época creía que era ver-dad aquello de que le iba a freír las cabezas a los adecos, que era malo, que iba a venir a matarnos a todos y había que tenerle miedo, pues. Pero comenzaba a dudar de lo que tan-to decían de él en los medios. Para ingresar como Directora de Comunicaciones de la BN no me habían pedido, como suponía, el carnet del MVR. Fui convocada a un con-curso de credenciales en el que participé junto a otras personas optando al cargo. Durante mi paso por la BN jamás me indi-caron qué debía decir o hacer políticamen-te, ni me obligaron a hablar bien de Chávez. Nadie me obligaba a nada. No había órde-nes y mucho menos sugerencias de partici-par en marchas o actos políticos, como uno suponía y le decían en los medios que actua-ban en las instituciones del Estado.

En esa época conocí a mi esposo, Isidoro Hugo Duarte, exiliado en Venezuela desde

hacía años, a donde había llegado como per-seguido de la dictadura uruguaya y que per-tenecía al “Comité Bolivariano Artiguista”. En ese comité solo había personas respeta-bles, uruguayos que defendían al proceso bolivariano porque lo entendían. No veía por ningún lado las “hordas chavistas” vio-lentas de las que siempre me hablaban los conocidos de mi entorno. Las dudas en tor-no a lo que había creído hasta el momento crecían. Trabajé un año en la Biblioteca, así lo acordé cuando ingresé a esa institución. Fue una experiencia que me hizo aprender y crecer como profesional, porque quería seguir luchando por lograr los espacios para La Librería Mediática en medios, y por ello, en marzo de 2002 dejé de estar en ese cargo. A partir de ese año, La Librería Mediática fue logrando sus espacios en los medios del Estado.

El golpe de Estado de abril de 2002 me abrió los ojos, como a tantos venezolanos. La violencia de ciertos sectores, los abusos irrespetando la decisión mayoritaria de los votantes que habían elegido a Hugo Chávez, las mentiras de muchos medios. Recuerdo perfectamente ver en TV a Pedro Carmona leyendo su fatídico decreto y la comparsa de abusadores que lo respaldaban con víto-res, yo pensaba: ¿Y quién los eligió a ellos? Y me decía: qué tarde me di cuenta de que estaba engañada.

Chávez no era el violento, el dañino. Eran los otros. Era cierto todo lo que Isidoro me explicaba. Con la retoma del poder, retoma en la que Isidoro participó luchando en la calle cada día desde su pequeña trinchera, decidí apoyar a Chávez como una ciuda-dana cualquiera y como periodista con los medios a mi alcance. Aprendí a estudiar historia, a interesarme por la política, a leer entre líneas, a argumentar y defender mis ideas.

A partir de allí Chávez contó con mi voto en cada evento electoral, con mi apoyo en cada oportunidad en la que pudiera hablar de Venezuela y lo que aquí sucedía, en cual-quier sitio donde estuviera, esas verdades siempre tan diferentes de las que nos con-taban ciertos medios. En 2004, Isidoro y yo le enviamos un libro con su hija María Ga-briela, que visitaba la Feria del Libro. Días después, suena el teléfono. Creyendo que es mi esposo haciéndose pasar por Chávez agradeciendo el libro, le digo al interlo-cutor que se presenta como Hugo Chávez: “¡Ah, que gafo, Isidoro, qué Chávez ni que Chávez, deja la broma!”…Y el Presidente con su buen humor va y me dice: “No, mija, que soy Chávez, yo llamé primero al caba-llero, no creas que te estoy echando los pe-rros, yo llamé al caballero a su teléfono pero es que él no atendía, quería agradecerles el libro…” Durante veinte minutos hablamos

Hugo Chávez. Cómo lo entiendo desde la razón y desde el corazón

Marialcira Matute (periodista-conductora

de La Librería Mediática)@MarialciraMatuT

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Domingo 17 de Marzo de 20138 E D I C I Ó N E S P E C I A L

nos dijo: “Me da mucho gusto compartir con ustedes el amor a los libros”.

Me quedé con las ganas de entrevistarlo, había reservado para él el programa 500 de La Librería Mediática de VTV que ya va casi por 600 emisiones. En su memoria se-guiremos haciendo el esfuerzo de mantener

vivo y presente al libro en los medios, defendiendo la libertad creativa de la que siempre hemos go-zado para hablar de to-dos los libros, buscando nuevos espacios y nuevos canales de divulgación, para seguir el ejemplo del entusiasta promotor de lectura que ha sido Hugo Chávez.

En estos días Isidoro y yo tuvimos la oportuni-dad de hacer un progra-ma en vivo en su homena-je en VTV, el 9 de marzo, otro en La Radio del Sur y otro en RNV. Además, los compañeros del Sibci nos hicieron el honor de invitarnos a conducir un especial, junto a estudio-sos del tema, para hablar

a padres y maestros de cómo afrontar el duelo, cómo promover la paz y la toleran-cia en ambientes escolares, cómo sobre-llevar los sentimientos colectivos que la partida de Hugo Chávez ha generado en la población.

Vivimos días de dolor y también de gran conciencia. Hemos sido contemporáneos y compartimos de cerca, aún cuando haya

de libros, cantamos, bromeamos… Le dije que quería entrevistarlo para la librería.

En 2004 votamos apoyándolo en el refe-réndum ratificatorio. Luego vino 2005, una prueba de fuego. Lo tendría frente a fren-te, en la entrega del Premio Nacional de Periodismo, que recibiría por “Los libros y la radio”, La Librería Mediática en RNV. Lue-go de haber tenido tantas experiencias, después de haber pensado y reflexio-nado tanto, iba a tener-lo cerca, iba a recibir el premio de él. Conservo el video, las fotos. Lo único que se me vino a la cabe-za al tenerlo al frente fue que tenía que abrazarlo y agradecerle tanto amor al país y a los libros. Cómo fue divertido ese día, to-dos los amigos en Mira-flores acompañando a los ganadores del premio y gritaban: suéltalo, suélta-lo que aquí está tu espo-so, y Chávez bromeando, contento con todos. Qué día inolvidable.

Otra inolvidable expe-riencia personal: en el Aló Presidente 262, en 2006, en el que participamos telefónica-mente, Isidoro mi esposo habló con él de geopolítica, de historia, una larga conver-sación de un Presidente y un ciudadano, otra de las tantas formas de la democra-cia participativa, de la que fue campeón. Y yo me incorporé a la conversación con los proyectos de La Librería Mediática. Él

sido a raticos, con un grande de Nuestra América.

Cada vez que lo recuerde, acompañaré ese recuerdo con una sonrisa y con su ima-gen siempre rodeado de libros, cantando, bromeando, planificando, siendo el gran estratega que supo ser para hacer todo por su país. Porque a un echador de broma tan lleno de vida, a una persona tan buena nota a quien la vida le jugó una mala pasada, y nos la jugó a nosotros también por dejarlo ir tan pronto, no podemos recordarlo con llanto. Recordaré su voz clarita las tres o cuatro veces que me nombró, que lo vi, en una feria, en un evento y que hablamos per-sonalmente. Con su chistecito de cantar al ver a mi esposo el consabido “Epa, Isidoro”. Y el abrazo fuerte que pude darle esa vez, en Miraflores, durante la entrega del Premio Nacional de Periodismo.

Esta Venezuela que se puso de pie para ser más digna, más inclusiva sin excluir, ha tenido y tiene a Chávez como un legado con todo lo que significó y significa para nuestro país y para el mundo. Quisiera que todos lo mantuviéramos siempre vivo en el recuerdo. Vivo y contento.

No tengo el consuelo de una creencia re-ligiosa que me permita pensar que hay un mundo en otro plano donde podremos en-contrarnos, ni que regresará reencarna-do en otro cuerpo. Creo en la vida, que es lo que conozco y experimento. Solo sé que la muerte es una certeza que viene natu-ralmente de la mano con la vida y que se asoma, para tocar a unos primero y a otros después. Mi único consuelo ante la muerte es enfrentarla con la vida vivida intensa-mente y con el mantener a mis afectos vivos en el recuerdo. Hablar de ellos en presente. Se han escrito y se seguirán escribiendo cientos de libros sobre Hugo el hombre, el lector, el Presidente, el estadista. Quizás al-gunos recién ahora comienzan a compren-der la importancia de su legado. Algunos no podrán comprenderlo nunca. Pero el pueblo, los pueblos del mundo, lo compren-dieron siempre.

Así que yo voy a recordar a Hugo como lector. Lo voy a seguir tuteando y sonrien-do cuando piense que ahí está, en algún sitio de mi mente, de las mentes y los cora-zones de quienes sentimos afecto por él, ese lector cómplice y curioso, maniático de sus libros, ese que se nos fue tan pronto, que dejó tanto, que nos enseñó a ser más autén-ticos, más felices, menos protocolares, más humanos y más orgullosos de nuestra ve-nezolanidad relacionada como nunca con el mundo. En mi recuerdo lo tendré presente, siempre buscando el tiempo y la forma de leer siempre y leer de todo, satisfecho de su paso por el mundo, libre. Feliz.

“Se han escrito y se seguirán escribiendo cientos de libros sobre Hugo el hombre, el lector, el Presidente, el estadista. Quizás algunos recién ahora comienzan a comprender la importancia de su legado. Algunos no podrán comprenderlo nunca. Pero el pueblo, los pueblos del mundo, lo comprendieron siempre”

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Domingo 17 de Marzo de 2013 9E D I C I Ó N E S P E C I A L

“Esa política de electroshock que significó el levantamiento del 4 de febrero fue sin duda algo doloroso pero necesario. La patria agonizaba”

La madrugada del 4 de febrero de 1992 nos llamó una amiga. Pidió que pren-diéramos el televisor porque había

un levantamiento militar. Nosotros no te-níamos televisor y ni siquiera un radio. La amiga entonces ponía la bocina a su televi-sor y así nos fuimos enterando de los acon-tecimientos. Ya no pudimos dormir más y nos mantuvimos en ascuas hasta que un militar de apellido Chávez apareció por la televisión y dijo el famoso “Por ahora”.

Después nos invadió un sentimiento de frustración, de pena, por el fracaso del le-vantamiento. No sabíamos quiénes eran pero la intuición política nos decía que po-día ser la posibilidad cierta de un cambio verdadero. Era la única oportunidad. Por los votos estábamos perdidos, con una iz-quierda dividida, atomizada. En las eleccio-nes de 1978, cuando yo me estrené como vo-

tante, el partido Comunista no sacó ni el 1% de la votación, y eso que nuestro candidato era uno de los mejores periodistas y escrito-res venezolanos, Héctor Mujica.

A pesar del fracaso, sabíamos que el le-vantamiento había sido una campanada. La propuesta bolivariana de los rebeldes tuvo un callado eco en la población vene-zolana. Dejaba en claro algo. Indicaba cuál era el camino: Bolívar. Bolívar, pero sin abandonar las propuestas marxistas, con todo y las equivocaciones que Marx había escrito sobre El Libertador.

En 1983 la Juventud Comunista de Ve-nezuela me envió a La Habana. Una de las misiones era entrevistarme con Francisco Pividal Padrón, exembajador de Cuba en Venezuela, un estudioso de Bolívar, y autor, entre otros, del libro Bolívar, pensamiento precursor del antimperialismo. Pividal nos

recibió en franelilla en su humilde casa. Nos dijo casi molesto que no entendía a los venezolanos. Los cubanos tenían a Martí y habían hecho una revolución martiana, los nicaragüenses tenían a Sandino y acababan de hacer una revolución sandinista, y los venezolanos, que teníamos al hombre más grande de América, qué estábamos esperan-do para hacer una Revolución Bolivariana.

Al regresar a Venezuela, Bolívar camina-ba vivo por todos los caminos. Alí Primera y su canción bolivariana, los grupos artísti-cos y la Campaña Admirable, el Movimien-to Popular Bolivariano. Pero ese impulso, producido por el Bicentenario del Liber-tador, no fue suficiente. Sentíamos que no avanzábamos. En el 83 volvimos a perder las elecciones con José Vicente Rangel. En el 88 dejé de votar.

La desesperanza empezó a invadirnos. Yo me preguntaba, igual que el hermano del poeta Cruz Salmerón Acosta: “¿Será que me voy a morir y Venezuela no va a tener un gobierno digno?”. Pero un río subterrá-neo corría silencioso por las entrañas de las Fuerzas Armadas. Mientras un sector de los militares masacraba a la población, otro sector, un grupo de compañeros con pensamiento bolivariano, organizaba un movimiento que proponía sacudir al país, cambiar la Constitución que solo defendía los intereses de los poderosos, emprender un proyecto que incluyera a las grandes mayorías excluidas y establecer el verdade-ro Poder Popular. Esa política de electros-hock que significó el levantamiento del 4 de febrero fue sin duda algo doloroso pero necesario. La patria agonizaba.

Yo no conocía a ese militar que dio la cara por televisión y asumió la responsabilidad del movimiento. Solo supe que era llanero. Entonces recordé la carta que Pablo Morillo le escribiera a Fernando VII en diciembre de 1820, en la que le explicaba que esos llaneros, pata en el suelo, descamisados, que acompa-ñaban a Bolívar y a Páez, eran invencibles. Después le decía: “Deme veinte mil llaneros y le pongo Europa en sus manos”.

Es verdad que el 4 de febrero de 1992 no significó el triunfo inmediato de una revo-lución, como tampoco lo fue el 19 de Abril de 1810, pero fue un despertar. La patria dormida y los venezolanos resignados vie-ron que otro camino era posible. Que había una esperanza. Todos constatamos que la gran comilona de los sectores poderosos, poder económico, financiero, político, reli-gioso y militar, no era intocable.

Yo desconfiaba de los militares contempo-ráneos. En realidad admiraba a pocos, a Ho Chi Minh, al Che, a Fidel, a Tomás Borge, y eso porque eran poetas. En mi país veía con tristeza cómo las fuerzas armadas no tenían nada que ver con el glorioso Ejército Libertador de la gesta independentista. Del pasado no quedaba nada, apenas una la-mentable fuerza armada con militares que estaban para defender los intereses econó-micos de los poderosos, para reprimir al pueblo, para masacrar estudiantes, para proteger campos de golf y quintas priva-das con piscinas, una fuerza armada para ser pisoteada por barraganas, una fuerza armada que se desvivía por mantener una corrompida “democracia de cogollos”, que se caía a pedazos, una fuerza armada para entregar el país a potencias extranjeras y no para defender la soberanía de la patria.

El 4 de Febrero de 1992 re-vivió Venezuela.

Chávez y el 4FGonzalo Fragui

(poeta y editor)

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Domingo 17 de Marzo de 201310 E D I C I Ó N E S P E C I A L

Quiero hablarles brevemente sobre Chávez, el hombre. Nació en 1954 en Sabaneta de Barinas. Un pe-

queño pueblo con solamente tres calles de tierra.

Hugo fue el segundo de 6 hermanos. Su familia era tan pobre que no tenían sufi-ciente dinero para comprarle zapatos al niño. Su abuela Rosa Inés lo llevó a su pri-mer día de escuela con unas alpargatitas. Su tía cuenta que el maestro no lo dejó en-trar a la clase y lo mandó a la casa, hasta que su familia encontrara la manera de comprarle unos zapatos.

El presidente Chávez recordaba que no tenía juguetes cuando era niño. Junto con su hermano mayor, Adán, inventaba juegos imaginarios con juguetes imagina-rios. Imagínense ustedes eso.

Cuando me preguntan los estadouniden-ses por qué hay un desborde de emociones tras la muerte de este hombre, les digo que los venezolanos de a pie se identificaban plenamente con su Presidente. Como lo ex-presó la autora del libro Chávez Nuestro, “el mestizaje, la diversidad de influencias polí-ticas, el peso de la historia en cada ángulo de sus decisiones y un origen profundamen-te popular, hacen de Chávez una especie de compendio del venezolano”.

Dedicó su vida a darle voz a los silencia-dos, y dignidad a los humillados. Creó las Asambleas de Barrio y apoderó al pueblo para que participaran en una gesta demo-crática. Gracias al presidente Chávez, los

venezolanos debaten todo y todo el tiem-po. Por la primera vez en su historia, los venezolanos saben qué es gobernar por sí mismos.

El Presidente Chávez se refería siem-pre a sus compatriotas como hermano, camarada o ciudadano, y así comenzaron a llamarse entre ellos los venezolanos hu-mildes y los representantes del pueblo. Una trabajadora en Caracas resumió qué representó eso para el pueblo. Dijo ella: “¿Ciudadanos? Antes de Chávez, ni siquie-ra sabíamos que éramos seres humanos”.

Ese, hermanos y hermanas, es el legado del Presidente.

La Revolución Bolivariana ha reducido dramáticamente la pobreza en Venezuela, casi eliminado la miseria, y ha erradicado la analfabetismo. Las riquezas petroleras de Pdvsa están ahora al servicio del pueblo y no para las multinacionales petroleras, que anteriormente saquearon al país y pa-gaban una tarifa de solamente 1% por los miles de millones de dólares que ganaron.

La Revolución creó las Misiones en to-das partes del país, para proveerle aten-ción médica gratuitamente a millones de venezolanos. Una vez fui como pasajero en un avión de La Habana a Caracas. En el vuelo iban más de un centenar de pa-cientes venezolanos de escasos recursos. Regresaban a la patria después de haber recibido asistencia médica gratis en Cuba. Muchos llegaron ciegos a La Habana. La Misión Milagro les restauró la vista.

Nunca olvidaré ese viaje. Los pacientes que hacía pocos días no veían, ahora llora-ban ante el panorama de las nubes cuando el avión cogió vuelo. Aplaudían al ver las aguas verdeazules del Caribe. Cantaron durante el viaje entero y mientras aterrizaban, corea-ron “Gloria al Bravo Pueblo” y terminaron con gritos de “Gracias Chávez, Gracias Fi-del, Gracias Venezuela, Gracias Cuba”.

Eso, amigos míos, es Revolución.Es verdad que el presidente Chávez les

caía mal a algunos. Lo odiaban el gobier-no de los Estados Unidos, la oligarquía ve-nezolana y los medios de prensa que ellos controlan. Pero recuerdo al Presidente decir varias veces que si no hay oposición, no hay Revolución. Y el Presidente Chávez hacía Revolución.

Tras asumir el poder habría sido un poli-tiquero cualquiera de América Latina, pero el presidente Chávez nunca aceptó la medio-cridad. Era un líder, un revolucionario, el Simón Bolivar de esta época. Luchó por una América Latina unida. Soberana. Libre del dominio de España y de los Estados Unidos.

Era un Presidente poco convencional. Lloraba, cantaba y comía arepas con su pueblo. Se reía a carcajadas como cualquier hijo de vecino y le daba la contraria a todas las reglas del protocolo diplomático. Era simplemente muy humano.

Algunos banqueros, empresarios y oli-garcas no se tragan a un líder de esa estir-pe natural, pero el pueblo sentía su sinceri-dad, su humanidad, su gracia y su alegría.

“Con los ciudadanos de Chávezquiero yo mi suerte echar”

“Su abuela Rosa Inés lo llevó a su primer día de escuela con unas alpargatitas. Su tía cuenta que el maestro no lo dejó entrar a la clase y lo mandó a la casa, hasta que su familia encontrara la manera de comprarle unos zapatos”

José Pertierra (abogado)

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Domingo 17 de Marzo de 2013 11E D I C I Ó N E S P E C I A L

Acostumbraba a interrumpir sus discursos con cálidos saludos a los venezolanos que había conocido durante sus recorridos por el país. “Hola Pepe. Un saludo para Pepe en Barquisimeto”, o “Gladys, en Petare, vamos a terminar aquel proyecto”.

También cambiaba al inglés y exclamaba con su voz estruendosa: Fidel, How are you Fidel? O le enviaba un mensaje muy especial a W. Bush: “Mr. Danger, si decide usted in-vadir a Venezuela, lo esta-ré esperando en la Sabana. Come on here, Mr. Dan-ger. Cobarde. Donkey”. ¿Y quién podrá olvidar sus palabras en el podio de las Naciones Unidas, donde Bush Junior había hablado pocas horas an-tes: “Azufre. Aún huele a azufre aquí”.

No era un revolucionario metafísico, satisfecho porque podía debatir con soltu-ra la filosofía del socialismo del siglo XXI. Estaba comprometido con cambiar a Vene-zuela y lo logró. Estaba comprometido con cambiar a América Latina y lo logró. Sabía que para que los revolucionarios puedan cambiar la sociedad, necesitan primero que todo tomar el poder y después tratar de construir un socialismo que no puede ser, como decía Mariátegui, “ni calco ni copia, sino creación heroica”.

El presidente Chávez fue un tsunami bo-livariano. Cambió radicalmente a Venezue-la y a toda América Latina.

Algunos dicen que su muerte ha dejado un vacío que no podrá llenarse. No estoy de acuerdo. Como dijo Martí, “morir es lo mis-mo que vivir y mejor, si se ha hecho lo que se debe”. En la muerte, el Presidente Chávez es más grande que nunca, porque ilumina el camino que debe llevarnos a desterrar de la faz de la tierra la oscuridad de la pobreza, la represión y la explotación.

Doce elecciones ganó antes de morir tempranamente a los 58 años de edad. Un récord prodigioso. Sin embargo, sus enemi-gos insistían en que era un déspota. ¿Cuán-tas elecciones ganó Mr. Danger? ¿Y el Rey Juan Carlos de España, quien tanto lo cri-ticó por un supuesto autoritarismo, aunque jamás se sometió a elecciones? Los reyes y las reinas creen que las elecciones son so-lamente para los plebeyos. Que los de san-gre azul heredan un derecho divino para gobernarnos.

Cada vez que yo llegaba a Caracas, pren-día el televisor y veía la cara del presidente Chávez me sonreía, anticipando lo que pu-diera decir. Entre sus muchos atributos, no olvidemos que el Presidente era sumamen-te divertido. La gente lo veía como un ami-go juguetón, con quien podían compartir la vida. Su gracia le llegaba hasta a los niños.

Hace unos años estaba en una función de teatro infantil en Caracas. Observé cómo, después de la presentación, el presidente Chávez tomó el escenario para agradecer la puesta en escena. Los actores, que no pasa-ban el umbral de los 9 ó 10 años, aún vestían sus disfraces. El Presidente le preguntó a una niñita qué disfraz tenía ella. “Yo soy un mago”, le respondió la criatura. “Bueno, no me hagas desaparecer”, le dijo Chávez. “No Señor Presidente. A usted yo lo tendría que multiplicar”, le respondió la pequeña.

Bueno, hermanos míos: el presidente Chávez se ha multiplicado. Hoy, juntos, to-dos somos Chávez. Está en los corazones de millones de nosotros. Pero como dijo el presidente Nicolás Maduro el otro día

en Caracas: “Solo somos Chávez si estamos uni-dos. Separados somos nada”.

Hermanos y hermanas: Nuestro norte es el

sur. Es el sueño de Boli-var. El de una América Latina unida. El sueño de un mundo mejor para los pobres de la tierra. El sueño de hacer posible lo que parece imposible. El sueño de tomar el cielo por asalto. El sueño del Presidente Chávez de al-

canzar la estrella celestial, de la cual ha-bla la letra del “Hombre de La Mancha”, que aquí recuerdo:

Fue su ideal la estrella alcanzarNo importa cuán lejos, se pueda encontrarLuchar por el bien, sin dudar ni temerY dispuesto al infierno llegar si lo dicta el deber.Y sabía que si lograba ser fielA su sueño llegarEstaría su alma en paz al llegarY de vivir el final.Será este mundo mejorSi hubo quien despreciando el dolorCombatió hasta el último alientoCon fe lo imposible soñar y la estrella alcanzar.¡Que viva el Presidente Chávez!¡Que viva el Presidente Nicolás Maduro!¡Que vivan los pobres de la tierra!¡Comandante Presidente Hugo Chávez

Frías: ¡Te acompañaremos siempre!¡Chávez vive, Maduro sigue!

Palabras pronunciadas en la Iglesia St. Stephens Washington

“En la muerte, el presidente Chávez es más grande que nunca, porque ilumina el camino que debe llevarnos a desterrar de la faz de la tierra la oscuridad de la pobreza, la represión y la explotación”

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Domingo 17 de Marzo de 201312 E D I C I Ó N E S P E C I A L

En 1998 me acerqué a Chávez, en plena campaña electoral estreché relaciones con el candidato Chávez

atraído por sus propuestas políticas, tan-to en lo nacional como lo internacional y en especial por su visión casi profética de cómo debe ser el mundo del futuro.

Decenas de viajes hicimos al Medio Oriente. Nos entrevistamos con gobernan-tes, reyes, príncipes, presidentes, revolu-cionarios, gente humilde, y debo confesar que vi en él una majestuosidad

El Presidente ha muerto físicamente pero su proyección es inconmensurable. Es inmortal. Hablar de él no es fácil. No es nuestra pretensión hacer una suma anecdótica. Hugo Chávez Frías tiene dos grandes dimensiones: la política y la hu-mana. Fue un gran venezolano, un gran latinoamericano. Amigo de los pueblos del mundo. Solidario con las causas ára-bes, palestina, saharaui, iraquí, libanesa, libia, siria, etc. Su voz siempre estará pre-sente donde haya maltrato a los pueblos, y reclamará justicia.

Para entender la dimensión del lideraz-go de Hugo Chávez en política internacio-nal, al igual que en la nacional, es menes-ter analizar el momento histórico en la geopolítica internacional.

Él irrumpe en política al poco tiempo de la caída del Muro de Berlín, cuando

sucumbió el mundo bipolar surgido en la postguerra. En los años 90 emergía el llamado mundo unipolar, donde la volun-tad de un solo país marcaba la pauta en la política internacional. Ningún gober-

nante de algún país o continente, gran-de o pequeño, de derecha o de izquierda, republicano o monárquico, democrático o dictatorial se atrevía a contrariar lo de-terminado por el país que ejercía la egida en la política internacional, en las insti-tuciones que modelan la vida dentro y en-tre las naciones, Estados Unidos. La gran potencia del norte por lo demás, actuaba en connivencia con el bloqueo europeo y les daban visos de presunta legalidad a sus intervenciones militares, con pre-tensiones extracontinentales, a la Orga-nización del tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Prácticamente en la década de los años 90 les prohibían a los pueblos hablar de democracia revolucionaria, de socialis-mo, de izquierda, de soberanía o del apro-vechamiento nacional de los recursos de los pueblos. La situación era tan insopor-table hasta el punto de que alguien dijo que era “el fin de la historia”. Es decir, una sentencia inapelable del triunfo del capitalismo neoliberal y la desaparición del socialismo que se convirtió en reliquia del pasado. Este es el cuadro nacional que teníamos en 1998, cuando Hugo Chávez se inscribió como candidato a la Presidencia de la República.

Las elecciones se realizaron bajo los va-lores y criterios de la “democracia” de la IV República, y la primera hazaña históri-ca es que triunfa Chávez en diciembre de 1998. Con este contexto mundial adverso, y con una clase política que puso todas las trabas, venció el hombre que se dio a conocer mediante una rebelión militar en 1992. En apenas seis años, incluyendo dos de cárcel, Chávez se abría a cambiar la historia.

Derrotó a una coalición solapada entre los partidos tradicionales, los medios de comunicación, la dirigencia de un sin-dicalismo, que había perdido su noción clasista, las organizaciones empresaria-les y, como si fuera poco, una dirigencia eclesiástica que descuidó la enseñanza de Cristo redentor y se alió a las élites. Chávez ofreció una nueva Constitución, una nueva democracia y un país aliado a los pueblos del mundo.

El liderazgo de Chávez llega a todos los confines de la tierra

Raimundo Kabchi (analista internacional

-docente-asesor)

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Domingo 17 de Marzo de 2013 13E D I C I Ó N E S P E C I A L

Chávez, aparente novato o paracaidista en la política, tuvo una visión estratégica de valía incalculable en el diseño de nues-tra política nacional y su expresión inter-nacional. Dio un golpe de timón. Y cuando nadie se atrevía a molestar a los amos de la política internacional, Chávez rompió los viejos esquemas.

Para fines del siglo XX, ya las Naciones Unidas habían demostrado que perdieron su rol histórico. Trabajar por la paz in-ternacional y la igualdad entre todos los estados miembros, con respeto a la auto-determinación de los pueblos, son plantea-mientos que no tienen cabida para quienes dominan el Consejo de Seguridad de Na-ciones Unidas. Estados Unidos, Francia y Reino Unido, los cancerberos de las peores causas, lo impedían.

Hugo Chávez adelanta, como una voz solitaria y temeraria, la idea de abogar por la construcción de otro mundo po-sible, de equilibrio y multipolaridad. La visión homogeneizadora del mundo, que negaba sus contradicciones y particulari-dades, que ocultaba la rica diversidad de los pueblos de todos los continentes, tenía un objetivo hegemónico imperial. Una na-

ción que quisiera romper este molde, esta camisa de fuerza, necesita buscar iguales, o similitudes. Por eso Chávez miró hacia horizontes, con circuitos bien definidos, latinoamericano y caribeño, por un lado, con la pretensión de luchar por la integra-ción que llamó Bolívar. Segundo, allende de fronteras continentales, buscó un en-tendimiento con otro ámbito geopolítico, con África, con cuyos 54 países consolidó relaciones diplomáticas. Con respeto ab-soluto a la soberanía de estos países. Lo mismo pasó con Asia. Con muchos países se establecieron relaciones y se concibie-ron nuevos esquemas de cooperación.

Con los países árabes también estrechó relaciones. Así como con los llamados países emergentes. Rusia, China, India e Irán dejaron de ser un mundo desconoci-do y exótico para los venezolanos. Hemos estrechado relaciones con esos países en igualdad de condiciones, sin vasallaje ni supeditación, de igual a igual.

Chávez contribuyó a rescatar la mejor organización de los países del sur, casi derrotada por las grandes potencias. La Organización de Países Exportadores de Petróleo. Postrada económicamente y su-

jeta a las manipulaciones de las transna-cionales, la OPEP en 1999 estaba debilita-da. El barril del petróleo llegó a 7 dólares y en muchos casos por debajo del precio de su extracción y comercialización. Chávez viajó a lugares lejanos, rompió barreras y prejuicios, y casi por iniciativa propia, le dió vitalidad a esta organización.

En América Latina Chávez demostró que había alternativas al Consenso de Washington, a la propuesta de domina-ción que Estados Unidos tenía para el si-glo veintiuno, el ALCA. Por iniciativa de Chávez surgieron Unasur, el ALBA, Pe-trocaribe, Telesur, Radio del Sur, Banco del Sur, etc. etc. y se afianzó la relación con el mundo árabe, y con los países her-manos de África. Cómo olvidar los pro-gramas de la Misión Milagro, que ha dado luces a miles de ciudadanos postergados en el mundo.

El espacio cedido para estas notas no es suficiente para las consideraciones anecdóticas de los viajes de Chávez. Y más allá de las obligaciones de discrecio-nalidad que debe tener este servidor en relación con los asuntos de Estado que abordó Chávez en sus múltiples giras por Medio Oriente, debo decir que muchas de estas visitas a gobiernos lejanos, o las recepciones de gobernantes en Caracas, sirvieron para consolidar el pivote sobre el que descansa la economía venezolana: la industria petrolera.

Chávez ganó amigos en todo el mundo, y su liderazgo llega a todos los confines de la tierra. Su posición frente a la causa palestina, su rechazo y condena a la agre-sión contra Gaza, luego la expulsión del embajador y el cierre de la Embajada de Israel, es causa para el eterno agradeci-miento del pueblo árabe. Millones rezan por él, en iglesias, mezquitas y otras con-gregaciones.

Su posición en contra de la agresión al Líbano, mi país de origen, le ha deparado la admiración de ese pueblo milenario.

Es sincero, solidario, modesto, inteligen-te, sabe escuchar, tolerante, humanista, creía en la amistad, que estimulo, lamen-tablemente, a muchos para traicionarlo. Pero las mayorías del mundo lo quieren y le aman.

Su posición contra las agresiones a Irak, Libia y Siria fueron muestras de valentía, y sobre todo evidencia que estábamos ante un hombre de principios. La proyección de Hugo Chávez es para la eternidad. Ha en-trado en la Historia con letra mayúscula. Puedo recordar que se atrevió a visitar a Saddam Hussein cuando estaba aislado del mundo, y lo hizo en nombre de la soberanía de los pueblos. Ese es el Chávez que los pue-blos recordarán, el que cuestionó el chan-taje de George Bush, todopoderoso que pre-tendía poner de rodillas a los pueblos con la hipócrita idea de la lucha contra el terroris-mo. Chávez denunció el terrorismo de Esta-do de Bush, en todos los escenarios, incluso en el proscenio de Naciones Unidas.

Muchas tareas le quedaron pendientes a Hugo Chávez. Este pueblo, que también es mi pueblo, sabrá continuarlas en el curso de los próximos años, de las próximas dé-cadas, de la próximas generaciones. Pero jamás en Venezuela ha habido más demo-cracia y dignidad para su pueblo que con Hugo Chávez. Venezuela es ejemplo para el mundo.

“Chávez ganó amigos en todo el mundo, y su liderazgo llega a todos los confines de la tierra. Su posición frente a la causa palestina, su rechazo y condena a la agresión contra Gaza, luego la expulsión del embajadory el cierre de la Embajadade Israel, es causa parael eterno agradecimientodel pueblo árabe”

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darle dinamismo a la calurosa tarde. De pronto, movimiento total, murmullos, miradas recorriendo el segundo piso del teatro. Una persona se me acerca y me dice: “Llegó el Presidente, vamos a cambiar de moderador”. Resulta que el Presidente llevaba algún tiempo en el balcón del Municipal escuchando las po-nencias. Hasta allá le llevaron un micró-fono. La gente gritaba: ¡Que baje! ¡Que baje! Él tomó el micrófono y expresó con mucha jocosidad: “Voy a bajar, pero me dejan pasar”.

Después de unos 40 minutos logró llegar al escenario. A mi lado estaba el ministro de la Secretaría, quien me dijo: “Preséntalo. Tú eres el moderador”. Con emoción anuncié solemnemente la pre-sencia del Presidente que, en realidad, no necesitaba esta introducción porque desde hacía una hora todos coreaban su apellido.

Él se situó en su lugar en el centro del presidio, rodeado por el delirio apenas contenido de varias profesoras de equi-dad que pugnaban por saludarlo. De se-guida, hizo un gesto y todos callamos. Y para sorpresa nuestra dijo algo como:

“Caramba, aquí no hay mucha equi-dad, porque el moderador de hoy ha presentado a los anteriores ponentes con mucha alegría, adornando sus nombres y a mí sólo me ha anunciado

En mis tiempos de estudiante en la UCV, y en mis primeros años de profesor, yo hacía intensa vida

política y cultural con las diversas agru-paciones universitarias ampliamente conocidas que estaban conectadas con los sectores políticos de vanguardia. Por pertenecer a ellas fuimos perseguidos en 1989. En 1992, cuando el comandante Hugo Chávez comandó la rebelión del 4 del Febrero, aquellas agrupaciones fue-ron impactadas por el inédito aconteci-miento que de inmediato relacionamos como consecuencia del 27-F.

CHÁVEZ EN LA UCVEn 1994, estuvimos entre los que or-

ganizaban la visita del Comandante a la UCV. Millares de ucevistas se volca-ron a los pasillos y a la Tierra de Nadie para verlo y para tratar de ingresar al Aula Magna. Por ello pude estar en primera fila cuando Chávez subió a la magna tarima.

Su personalidad era avasallante. Se sumó a los gritos y transformó los víto-res de aclamación a su persona por con-signas patrias, por cantos de Alí, por vi-vas a Venezuela. Un auténtico conductor de masas, un hombre que se conecta de inmediato con la gente. Ese día lo vimos a distancia y escuchamos su discurso cargado de historia, de amargas verda-des, de lucha y batalla por el porvenir.

De allí, Chávez se fue a los caseríos, a los pueblos, a los barrios. Hizo el casa por casa más extenso del que tenga no-ción la cronología política de Venezuela. Estrechó miles de manos, escuchó sue-ños, desconsuelos y sembró esperanzas.

LA UNIVERSIDAD EN LA CALLE, CON CHÁVEZ

En abril de 2003, a un año después del golpe de Estado, el grupo Universitarios por la Equidad organizó el Foro por la Equidad y la Inclusión. Fueron tres días de conferencias, reflexiones y cantos en el Teatro Municipal de Caracas. Se espe-raba en cualquier momento la presencia del Presidente de la República.

Me tocó a mí moderar la mitad del se-gundo día. Hice mi mayor esfuerzo por

como Presidente de la República. Con las ganas que yo tenía de estar aquí, con los universitarios... Profesor Reinaldo, ¿no? Presénteme como uno de ustedes”. Aplausos, bulla y decenas de “Chávez, amigo, la universidad está contigo”. Y este llanero orondo, sonriente lo pre-sentó: “Y para continuar este bonito evento sobre la equidad y la inclusión, a continuación vamos a dar la palabra a una persona que viene trabajando incansablemente por hacer letra viva estos temas. Engalana este foro, uno de nosotros, amigo de la universidad y primer combatiente del pueblo venezo-lano, el presidente de la República Bo-livariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías”.

Y juntos con los aplausos se sintió en el auditorio que estábamos en familia. El hombre sencillo, el que devolvió el Jardín Universitario a la UCV y pagó pa-sivos laborales universitarios que data-ban de 1975, sonrió grande, me hizo una seña para que me acercara y nos dimos un buen apretón de manos, el primero entre nosotros.

LA UNIVERSIDAD DE LOS PUEBLOS DEL SUR

El asunto no quedó en aquel teatro ni en Venezuela. Aquel hombre compren-día que su peregrinar por una educa-

ción para el desarrollo debía ser en todo el Sur.

Siempre recuerdo de manera especial el 2 de julio de 2006 en Gambia, en una Cumbre de la Unión Africana. La cita cobraba diametral importancia porque Chávez se convertiría en el primer pre-sidente no africano en dirigirse a dicha asamblea. Así fue, a pesar de los esfuer-zos de EEUU y sus aliados para evitarlo. Ese día hizo la propuesta de la universi-dad del Sur.

Al Presidente le asignaron una pe-queña churuata para las reuniones bi-laterales. Estaba situada cerca de un in-menso baobab. Luego de su memorable discurso, las solicitudes para saludarlo y respaldar sus ideas para el Sur, para intercambiar palabras llovían. Los pre-sidentes de Níger, Mali, Centroafrica-na, Senegal, Benín, Zimbabwe, Congo y Cabo Verde, entre otros.

En un intermedio pidió algo de comer y nos invitó. Luego salió de la churuata causando un gran alboroto. “¿Ya comie-ron?”, preguntaba, mientras departía y complacía con múltiples fotos. En un momento se me acercó y me dijo: “Quie-ro saludar a Gaddafi. Dile que nos en-contramos en algún sitio, por aquí”.

Me fui a buscar al líder. Ubicamos a su jefe de Protocolo. Por toda respuesta nos dijo que era imposible ahora. Le informé al presidente, Chávez me indicó: “Insis-te, dile que ya estoy por salir”.

Solicité apoyo a unos amigos libios. Prometieron ayudar. Volví. Ya la ca-ravana presidencial estaba lista. El Comandante anunció: “Vámonos. Será en otra ocasión”, y mirándome dijo: “Te quedas, Reinaldo”. “Sí, Presiden-te”. Me dio una palmada mientras me encomendaba: “Trata de hablar con Gaddafi, le dices que pronto voy por Trípoli”. Sabía el presidente Chávez lo fundamental para el proyecto de co-operación América-África del lideraz-go del Mandatario libio.

Los alrededores de la moderna choza se despegaron. Apenas unos tres vene-zolanos nos quedábamos allí. La calma indica la ausencia del huracán Chávez. Algunos enviados presidenciales nos preguntaban si aún estaba porque “mi Presidente desea saludarlo”.

Cuando ya nos íbamos a retirar del lugar, un gigante se nos acercó pausado. Un traductor nos dijo: “El líder quiere hablar con Chávez”. Y allí junto a mí, de-bajo del baobab, Gaddafi.

Me tendió la mano. Le informé que el presidente Chávez se había retirado y le di el mensaje. Me pidió que le mostrara el lugar donde Chávez había dado las au-diencias. “Salúdame a mi hermano, dile que nunca he ido a América, y lo haré para conocer a su amada Venezuela. Muy bueno que tengamos una universi-dad del Sur”.

Chávez iría pronto a Trípoli, y tres años después de Gambia, Gaddafi cru-zaba por primera vez el Atlántico para participar en la II Cumbre América del Sur-África en Margarita, y reunirse con su hermano Hugo Chávez y conversar sobre la necesaria Universidad de los Pueblos del Sur.

Y siempre estuve allí. Entre tanta grandeza e historia.

El día que Chávez revolucionó la esperanza universitaria

Reinaldo Bolívar (Viceministro para África)

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El Núcleo de Sucre de la UDO, en Cu-maná, siempre ha sido y es un bas-tión del movimiento revolucionario,

una referencia de la izquierda que resistía y luchaba en el Puntofijismo, y que lucha y construye hoy la Revolución Bolivariana. Una mañana de esas, luego de la liberación en 1994, se anunció que iría el comandante Chávez al Núcleo, la ciudad y la universi-dad era todo expectación y esperanza.

Ese día, a pesar de que el cubículo de la JCV queda justo al frente del auditorio, muchos tuvimos que verlo pasar como rá-faga y escucharlo gracias a las cornetas colocadas fuera del auditorio. Ese día ví y oí por primera vez de cerca al comandante Chávez. Ya antes lo había escuchado siendo un liceísta, cuando anunció el “Por Ahora” después de la clarinada del 4 de Febrero.

En 1997, fuimos a Cuba como delegados al XIV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. La profesora Adina Bas-tidas fué la presidenta de nuestro Comité Nacional Preparatorio y, desde el “Por Ahora”, el liderazgo del Comandante se-guía fortaleciéndose y creciendo, no solo en nuestro pueblo sino en el mundo, esa in-

quietud por saber de Chávez se palpaba en cada delegado del Festival que nos pregun-taba sobre la situación en Venezuela y sus perspectivas, que preguntaba si no sería Chávez otro militar como los ya conocidos “gorilas”, compañeros y camaradas que entre la duda y la esperanza escucharon de nuestra propia voz como venezolanos y revolucionarios que realmente Chávez era un Líder Revolucionario, Bolivariano, hijo del Pueblo y que no pretendía ser nin-gún dictador.

Ya siendo secretario general de la Ju-ventud Comunista, volví a ver a Chávez hablándonos con su palabra de fortaleza y esperanza, con su palabra de amor por el pueblo, el PCV fue el primer partido que, formal y públicamente, anunció su candi-datura a la Presidencia. Seguía forjándo-se el camino de la organización popular para la victoria de diciembre del año 98, victoria que fue seguida de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, del profundo debate que le dio forma y conte-nido a nuestra Constitución Bolivariana y que nos guió a nuevas victorias al aprobar en referéndum la nueva Constitución en diciembre del año 99; y reelegir al coman-dante Chávez en el 2000. Ese diciembre de 1999 vimos al Chávez humanista, al Chávez padre que veía a su pueblo afectado por las lluvias en Vargas y que salió a socorrerlo y a atenderlo, a llevarle amor y solidaridad, a llevarle abrigo y esperanza.

Entre el año 2000 y 2002, cada vez que íba-mos a un acto con el Comandante buscaba algo que darle que le permitiera saber que la juventud estaba allí con él, luchando por la construcción de la Patria Bolivariana. Hacía de todo por darle en sus manos la Tribuna Popular, una gorra, una bandera, una revista, un libro, un símbolo, que nos supiera a su lado, como soldados, como mi-litantes de la Revolución Bolivariana. Ya en el año 2001 se escuchaban los tambores de guerra de la contrarevolución, y se sentía la intensidad de las acciones que vendrían para intentar acabar con la esperanza del Pueblo encarnada en Chávez. En esos pri-meros años, la profesora Maigualida Barre-ra presidió la Fundación Juventud y Cam-bio, y convirtió ese espacio en un espacio para fortalecer la conciencia y compromiso de la juventud con el proceso revoluciona-rio, creando espacios como la Marcha Bo-livariana, los Campamentos Juveniles, el Congreso de Estudiantes, entre otros que fueron acercando a las y los jóvenes a las fi-las del proceso revolucionario que comenza-ba a dar sus primeros pasos, como un niño que aprende a andar y va de la mano de su padre, su padre; el padre de la Revolución Bolivariana de nuestro tiempo es Chávez.

En el comandante Chávez encarnó el amor, la esperanza, la constancia y digni-dad, la solidaridad, la entrega a su pueblo y al ideal del Padre Bolívar, las enseñanzas e ideas de Simón Rodríguez. Chávez es el ejemplo y modelo a seguir como revolucio-nario, conocedor de las demandas, necesi-dades y realidades del Pueblo, porque Cha-véz es un hijo del Pueblo. Y contra Chávez, contra todo lo que representa, contra la Constitución y las Leyes Habilitantes, se lanzó la contrarrevolución al golpe fascista de abril de 2002. Estábamos en las afueras de Miraflores, y estuvimos allí hasta muy tarde, esperando instrucciones, frente al golpe que se hacía cada vez más evidente. Luego estuvimos allí, nuevamente, reci-biéndolo después de esa histórica victoria de la unidad cívico-militar.

Esos tres años de 2002, 2003 y 2004 fue-ron años de definición y deslindes, años en los que el Comandante profundizaba y afinaba la línea a seguir, declaró el carác-ter antiimperialista de la Revolución Bo-livariana, y después el carácter socialista de la Revolución. El pueblo y la Fuerza Ar-mada derrotamos con el claro liderazgo del Comandante las agresiones feroces del imperialismo y sus lacayos, luego del gol-pe fascista vino el paro sabotaje petrolero, y depués de esas victorias populares na-cieron las misiones sociales, expresión de la necesidad de transformar el aparato del Estado que heredamos del Puntofijismo, la necesidad de ir a las raíces y ser radicales, como nos enseñaba cada día el Coman-dante, ser radicales, ser integralmente re-volucionarias y revolucionarios, estudiar cada día, ser sensibles, ser eficientes y disciplinadas y disciplinados, ser la mujer y el hombre nuevo de la que nos habla el Che y del que nos habla Cristo. Chávez nos mostró al Cristo redentor, revolucionario, al Cristo del que nos hablaba Alí, el Cristo Camarada, por eso Chávez se declara afe-rrado a Cristo.

En el año 2005, cuando organizamos el XVI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, Venezuela recibió a más de 34 mil delegadas y delegados del mun-

Chávez: Padre gigante, corazón de la patria

David Velásquez (Viceministro de Exteriores)

“Siempre que triunfa la vida, pierde espacio la amargura”

Alí Primera

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do, que vinieron en busca de su guía, de su ejemplo, de su fuerza, para impulsar y revitalizar las luchas de sus propios pue-blos. El Comandante inauguró el Festival en la Academia Militar, el mismo sitio donde hoy le rendimos homenaje, por allí desfilaron decenas de delegaciones de los cinco continentes, y allí nos llamó a los jó-venes y estudiantes “son ustedes la bom-ba atómica de la vida, de la alegría, de la juventud, del futuro... y estamos obligados a multiplicarlas por el mundo entero”. El comandante Chávez revisó y supervisó cada detalle del Festival, y nos insistía en la necesidad de la organización, de la formación, de definir acciones y proyec-tos concretos, de superar la etapa de las declaraciones y acuerdos que se quedan en el papel. Su fe y su compromiso con la juventud, con las mujeres y los hombres, con las trabajadoras y los trabajadores del campo y de la ciudad, con las niñas y los niños; se hizo evidente en cada acto suyo, en cada decisión, en cada orden, en cada consejo y en cada crítica.

Ese mismo año 2005 fuimos a las elec-ciones parlamentarias en las que la dere-cha se retiró pretendiendo desconocer los resultados, pero su retirada nos permitió una victoria total en la Asamblea Nacio-nal, y me correspondió la responsabilidad de dirigir la Comisión de Participación Ciudadana, y ayudar en el debate de la Ley de los Consejos Comunales, marco jurídi-co para impulsar con mayor fuerza la or-ganización, formación y construcción del Poder Popular. La Asamblea Nacional se volcó al debate con el pueblo, en la calle, y el Comandante refrendó en abril de 2006, desde el Campo Carabobo, esa ley que sir-vió como partida de nacimiento de miles de Consejos Comunales, reivindicando la ex-periencia previa de los Comités de Tierras Urbanas, las Mesas Técnicas de Agua, las Mesas Técnicas de Energía, los Puntos de Encuentro de la Mujer, y muchas otras or-ganizaciones sociales que nacían en cada rincón de la Patria Buena. El Consejo Co-munal, base de la organización del nacien-te Estado Comunal, del Poder Popular, sin el cual no sería viable la construcción del Socialismo Bolivariano.

Al iniciar el periodo de sesiones de la Asamblea ese año 2006, estaba yo en la primera fila sentado, sin corbata, y me sorprendió el Comandante al mencionar-

me y hacer referencia a que yo andaba sin corbata. Comenzó a hablar del Poder Popular y de una directriz fundamental: Mandar Obedeciendo, citando el mandato del Libertador. “Yo antepongo siempre la comunidad a los individuos”, “yo tengo pruebas irrefragables del tino del pueblo en las grandes resoluciones; y por eso es que siempre he preferido sus opiniones a la de los sabios”. El Comandante nos da una guía: “Dejémonos guiar por el tino, la sabiduría y el coraje de nuestro pueblo: allí está la clave para que nuestra Revolu-ción siga siendo victoriosa”.

Ese año fuimos a nuevas elecciones, y obtuvimos una nueva y grandiosa victo-ria que dio paso al Primer Plan Socialista de la Nación, al Plan Nacional Simón Bo-lívar 2007-2013. Obtuvimos una Gran Vic-toria Popular, que abrió la vía venezolana al socialismo, el punto de partida para la profundización de la Revolución Boliva-riana, como lo definió el mismo Coman-dante Presidente. Y apenas comenzando el año 2007, los primeros días de enero, fui llamado por el Comandante a asumir la responsabilidad al frente del Ministerio de Participación y Desarrollo Social. El Comandante Presidente conversó durante varias horas en la madrugada, dándome las orientaciones e instrucciones necesa-rias para la nueva tarea y comenzamos el proceso de fortalecimiento y de transfe-rencia de recursos a los Consejos Comu-nales, el lanzamiento de los Cinco Moto-res, el fortalecimiento de la Misión Negra Hipólita, de la Misión Música, de los es-tudios que dieron forma a la Misión José Gregorio Hernández; el proceso de debate para la reforma constitucional, todo esto acompañado de la creación del Partido So-cialista Unido de Venezuela.

El comandante Chávez anunció en di-ciembre del año 2006 la necesidad de un Partido Revolucionario que unificara to-das las fuerzas patrióticas, llamó a todas y todos a incorporarnos en esa tarea inmen-sa y vital para la Revolución. En 2007 me correspondió formar parte de la Comisión Nacional Promotora del PSUV (siendo aún militante del PCV); y, cuando el PCV deci-dió no integrarse a este nuevo partido, yo atendí el llamado del Comandante y decidí renunciar a mi militancia y responsabili-dades en el PCV e integrarme como mili-tante del PSUV, entendiendo la necesidad de que el partido naciente, y aún en proce-so de forja, se convierta en el instrumento necesario para la conducción y dirección de nuestra Revolución; un partido que for-me los cuadros y militantes necesarios en este momento histórico, un partido que no sea un fin en sí mismo sino un instrumen-to al servicio del Pueblo y la Revolución.

Ese año 2007 el Comandante nos pre-guntaba cosas como: “¿Qué estamos ha-ciendo desde nuestras instituciones para la construcción del modelo socialista?” En diferentes actos y encuentros nos en-señaba a ser mejores revolucionarios, a ser cristianos o, como él mismo decía, a ser Crísticos, a vivir como el Cristo Re-volucionario, como Bolívar, como Sucre, como Simón Rodríguez. Nos preguntaba también: “¿Cuál era el rol, el papel de las y los venezolanos en la construcción de la Patria Socialista?” Chávez nos inter-pelaba y se interpelaba para ser capaces de cumplir con las responsabilidades y

tareas de la Revolución, para estar a la al-tura del momento histórico y no fallarle al pueblo. Siempre consultaba, preguntaba, indagaba, estudiaba, construía cada idea, cada decisión y combinaba las condicio-nes objetivas y subjetivas para impulsar-las y convertirlas en realidad, haciendo lo extraordinario cotidiano.

El comandante presidente Chávez juró “consumirse gustosamente” en la cons-trucción de la Patria Socialista, y con fre-cuencia nos citaba de la Biblia el libro de Hechos, 2: 44 al 45, que señala que “tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y los repartían a todos según la necesidad de cada uno”, una clara referencia de la comunidad cristiana originaria, referencia de lo que queremos construir en las Comunas y Consejos Comunales, de lo que debe ser el Socialismo Bolivariano y Cristiano: un modelo capaz de darle al pueblo, como de-cía Bolívar: “La mayor suma de felicidad posible”.

Su contacto directo, su sinceridad y franqueza, su alegría, su autoridad, su personalidad y su amor, sus hechos im-pregnaron todo a su paso. Todo lo que el comandante presidente Chávez pedía era porque él mismo lo hacía, y nos educaba con su ejemplo, con la coherencia perma-nente entre el decir y el hacer. Él, Chávez, nos enseñó a conocerlo. Era transparente: un hombre amoroso, hombre de familia y de pueblo; padre ejemplar, lleno de vida y energía, de fuerza, de autoridad, capaz de reconocer sus errores y enmendarlos, muy exigente con los demás y consigo mismo, atento a los detalles –“el diablo está en los detalles”– y con la visión estratégica muy claramente definida. Creativo e inteligen-te, abierto a la crítica y al debate, firme en la toma de decisiones, con un liderazgo inigualable que nutría con el estudio per-manente, la observación y análisis de la realidad y los escenarios; siempre buscán-dole solución a los problemas del pueblo, luchando por la integración y la unión.

Todas estas y otras cualidades, son lo que hacen del comandante Chávez un Lí-der con una visión y una acción más allá de su tiempo; lo hacen un Líder irrepeti-ble, único, un digno heredero de Bolívar. Tuve el privilegio y el honor de poder tra-bajar con el Comandante en diferentes oportunidades y desde diferentes respon-sabilidades. No podemos expresar lo que vivimos por más palabras que busque-mos; lo que se escriba es una aproxima-ción a las emociones y vivencias de quien nos ha dejado un legado tan precioso como la Patria Independiente, y una nueva so-ciedad en construcción, socialista, boli-variana. Chávez se hizo no solo Líder, se hizo Padre, Maestro, Amigo, Hermano, como él mismo lo dijo: Chávez es un Pue-blo, se hizo millones y su corazón late con el corazón de cada patriota, de cada revo-lucionario y revolucionaria en el mundo entero, y especialmente en Venezuela y en Nuestra América. Mantengamos en alto sus banderas, seamos dignos herederos y continuadores de su gesta en esta nueva etapa en la que ya no nos acompaña física-mente, sino que está vivo en cada hombre y mujer de la Patria.

...Con Chávez, Viviremos y Venceremos!!

...Independencia y Patria Socialista!!

“Dejémonos guiar por el tino, la sabiduría y el coraje de nuestro

pueblo: Allí está la clave para que nuestra Revolución

siga siendo victoriosa”

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No me gustan los escritos del tipo “Chávez y yo”. Chávez fue, y de cierta forma sigue siendo, un ser

humano que alumbraba, una persona que centelleaba una fuerza extraordinaria que, por cierto, no debe confundirse con el caris-ma. Fue ciertamente eso que llaman un lí-der carismático, pero también fue más que eso. Fue un hombre que irradiaba lumino-sidad. Un hombre, ante todo, y no un santo adornado con su respectiva aureola, como en las estampitas religiosas. Chávez ha sido para mí, fundamentalmente, un motivo de alegría. Por eso me parece que la peor ma-nera de rendirle homenaje es pretender ro-barle algo de esa luz para iluminarnos con ella. No porque debamos permanecer a la sombra del gran hombre que fue, sino por-que fue un hombre que nos alentó siempre a brillar con luz propia.

Si el pueblo venezolano hoy resurge y resplandece, material y espiritualmente, es porque supo reconocerse en el hombre que llegó un buen día para decirle en su cara a los poderosos de este mundo lo que teníamos atravesado en la garganta; pero también porque supo reconocer las limitaciones del hombre, sus errores y los errores de los su-yos, que son también nuestros errores y li-mitaciones. Me parece que esta disposición para el reconocimiento recíproco es lo que explica la relación de proximidad entre el

líder y su pueblo. Chávez no fue nunca figu-ra lejana y ajena porque aprendimos desde muy temprano a aceptarnos mutuamente, tal como somos. El nuestro fue siempre un amor, una rabia, un dolor correspondidos. Eso nos hizo fuertes e inseparables. Fuer-tes para cambiar.

Eso es la Revolución Bolivariana: un acto de alumbramiento colectivo. Chávez habla-ba de un ardimiento. El mismo ardimiento del pueblo anhelante que alumbra cuando se dispone a luchar, es decir, a cambiar lo que somos y lo que nos circunda.

Ese pueblo anhelante que alumbra ha vuelto a desparramarse por las calles con la muerte de Chávez. La noticia fue recibi-da con un estremecedor lamento colecti-vo, y de inmediato un eco de dolor resonó por todas partes, o por casi todas. Es algo que nunca olvidaremos quienes lo vivi-mos. Desde entonces, cada quien a lo suyo: quienes lo odiaron en vida celebraron su partida, y no han dejado de escupir sobre su cadáver. Para su desdicha, centenares de miles hemos acudido hasta su féretro para acompañarle y reafirmarle nuestro compromiso de seguir adelante, en una procesión interminable. Muy pronto se-rán millones. Como él mismo lo profetiza-ra, Chávez se ha hecho millones.

¿Algo que no me gustaba de Chávez? Los días en que le daba por recordar las pala-

bras de ese Bolívar apesadumbrado, abatido y enfermo que veía cómo se derrumbaba su sueño de unión latinoamericana: “He ara-do en el mar”. En ocasiones hurgaba más a fondo en la vergüenza nacional y acompa-ñaba estas palabras con fragmentos de la última proclama del Libertador, del 10 de diciembre de 1830: “Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad”. Y se largaba el Comandante a rememorar cómo la noticia de la muerte de Bolívar había sido recibida con tibieza y hasta con indiferencia por el pueblo vene-zolano. Me resultaba demasiado extraño escuchar a un Chávez presa de la angustia, seguramente agobiado por la responsabili-dad histórica que reposaba sobre sus hom-bros. Debo reconocer que lo juzgaba muy severamente: un Chávez acongojado era un lujo que no nos podíamos permitir. Estaba obligado a permanecer incólume.

Estos días he pensado mucho en esto úl-timo. Carajo, Comandante, no has arado en el mar. No sembraste en el viento.

Hay otro pensamiento que tampoco me abandona: Chávez se nos fue sin pronun-ciar su último discurso. Estoy convencido. Qué duda puede caber de que el coman-dante estaba al tanto de los riesgos que correría durante su cuarta intervención quirúrgica. Su alocución del 8 de diciembre es testimonio de esto. Pero lo que ha debi-do ser solo testimonio terminó siendo tes-tamento. Quién hubiera podido imaginar que aquella noche sería la última vez que lo escucharíamos cantar, hacer chistes, re-flexionar, tomar decisiones. Tengo para mí que el Comandante tenía la plena confianza de que volvería a estar entre nosotros. Su-pongo que todos la teníamos. No pudo ser. Y esta imposibilidad hace mil veces más dura su partida. Porque no es justo. Porque todos sabemos cuánto hubiera querido vol-ver y sonreír y cantar y decir que Florenti-no había vuelto a vencer al diablo. Duele la oportunidad que le robó el destino.

Tal vez me equivoque, por supuesto. Tal vez eso que llamo convencimiento sea una de las formas que asume el duelo. Quizá se trate, simplemente, de que Chávez, el comandante, pero sobre todo el hombre, nos hace falta, mucha falta. De la misma forma que muy de vez en cuando a Chávez le asaltaba la duda, temiendo no estar a la altura de su pueblo (que es lo que estaba detrás de sus referencias al Bolívar en sus últimos días), a nosotros nos asalta la duda, temiendo no estar a la altura del le-gado de nuestro líder. Cuánto quisiéramos escuchar su palabra, un último discurso, por breve que fuera.

Pero son cosas del dolor, propias de estas circunstancias difíciles. No está de más que pasemos revista de nuestros temores y limitaciones, porque solo de esa manera podremos evitar incurrir en errores que pongan en riesgo el camino que hemos co-menzado a andar. La cuestión es clara: el mejor homenaje que le podemos rendir al comandante Chávez es convertirnos en un pueblo que brilla con luz propia. Asumir que nos queda su palabra dicha y escrita, y que nos corresponde a nosotros seguir alzando nuestra voz. Para que se siga es-cuchando firme y clara. Para que se haga la voluntad popular, Chávez nuestro que recorriste esta tierra y quedaste sembrado en ella, amén.

Brillar con luz propia

Reinaldo Iturriza López (sociólogo-analista político)

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Domingo 17 de Marzo de 201318 E D I C I Ó N E S P E C I A L

a Chávez nunca se le olvidaba cuál era el tema central, aunque en su discurso iba y venía, insertaba canciones, hacía aco-taciones para enriquecer sus relatos.

Ahora, cuando me toca rememorar ese encuentro en el Cerro El Gato, tampoco es fácil. Chávez ya no está y sus palabras adquieren otro significado.

LA ACADEMIAEl motivo de la convocatoria era que

al día siguiente, 6 de noviembre, se cum-plirían 40 años de su investidura como cadete. La daga la recibió de manos del general Jorge Osorio García, quien para ese momento era el director de la Acade-mia Militar.

“La daga es un símbolo de honor, de compromiso con las armas”, manifestó el Presidente.

En su recorrido por el Cerro El Gato recordó que en ese lugar, mientras hacía sus prácticas deportivas durante el pri-mer año de formación, recibió las prime-ras señales del papel que le tocaría jugar años más tarde en el país.

Comentó que 1971 fue un “año mons-truo”, utilizando una frase de Friedrich Nietzsche, porque significó un momento de nacimiento que le permitió “ver la luz verdadera”.

Confesó que ese 6 de noviembre de 1971 sintió un frío por dentro: “Ya no era ese mechudo de Barinas, el que quería ser el ‘látigo Chávez’. La cosa va en serio, me dije, soy un soldado”.

5 de noviembre de 2011. Cerro El Gato, Fuerte Tiuna. Son las 4:00 pm y en un vehículo

Tiuna llega el presidente Hugo Chávez, sin escoltas y sin acompañantes.

Un grupo de periodistas, camarógra-fos y fotógrafos lo esperamos en el lugar. Todos integramos el Sistema Nacional de Medios Públicos y no sabemos cuál es el motivo de la convocatoria.

Chávez se acerca con paso firme y nos saluda. Se coloca a mi lado y me pregun-ta en qué medio trabajo. Me da la mano y no pareciera estar enfermo, aunque su tez es muy blanca y se le ha caído el ca-bello por las sesiones de quimioterapia y radioterapia.

Al rato se incorpora el gobernador de Vargas, Jorge García Carneiro, y Chávez rememora sus tiempos como cadete en la Academia Militar.

Hay una frase que pronunció que hoy cobra otro sentido: “El tiempo de Chávez es un tiempo de todos, es un tiempo de re-surrección, es un tiempo de renacimien-to, es un tiempo de victoria”.

Esa fue la primera y única vez que es-tuve con el Presidente.

Al regresar al periódico no fue fácil re-dactar. A quienes les haya tocado seguir algún Aló, Presidente, o un Consejo de Ministros, sabrá de qué les hablo porque

Aunque ingresó en la Academia Mili-tar con el firme propósito de convertirse en el “látigo Chávez”, un famoso pelote-ro que falleció en 1969 en un accidente aéreo en Maracaibo, pronto cambiarían los sueños de un muchacho al que solo le interesaban el beisbol y los estudios.

Rememoró que entre mayo y abril de 1971 se encontraba afanado lle-nando todos los papeles para ingresar a la aca-demia: “Yo era flaquito, pero tenía condiciones, yo venía de los nacio-nales de beisbol por Barinas, era pitcher”.

Pero al entrar a las aulas de la escuela sin-tió que una lluvia de 150 años caía sobre él. “Nos asaltó la historia, yo comencé a sentirla pronto”.

La señal más in-tensa la percibió el 13 de marzo de 1974. Para ese momento, Chávez cursaba tercer año. Ese día se le-vantó a las 5:30 am y a las 10:00 am ya es-taba en el patio de honor para participar en el desfile donde acudiría quien un día antes tomara posesión de la Presidencia de la República: Carlos Andrés Pérez.

Relató que durante esa época se pre-paraba para los juegos interinstitutos

militares y que llevaba un diario donde anotaba hechos relevantes.

Ese 13 de marzo escribió: “Después de esperar bastante tiempo llegó el nuevo presidente. Cuando le veo qui-siera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de toda una patria, la patria del gran Bolívar y mía en último término”.

De esta manera, el cadete se antici-paba a lo que vendría años más tarde. Fue durante sus ejercicios en el Cerro El Gato que comenzó a pensar “en la miseria acumulada en los cerros de El Valle”.

“Uno fue oliendo lo que venía, sentía que el cuerpo se le espelucaba, era como un terror ante lo que se anunciaba, ante lo que uno presentía. Yo comencé a pre-sentir temprano, desde muchacho, sig-nos precursores. Era como un viento que llegaba anunciando cosas que venían y el presentimiento daba espanto. Antes de graduarme ya andaba por un camino que me espantaba”, comentó.

ASALTADO POR SIMÓN BOLÍVARChávez llegó a la Academia Militar

con el firme propósito de superarse: “Andaba buscando camino, pero no te puedo decir que era un bolivariano. Lo mío era el beisbol y los estudios, la vida de un muchacho de pueblo. Quería su-perarme, pero no había tenido militan-cia política en el liceo”.

Pero en los salones, en los pasillos de la Academia fue “asaltado por Simón Bolívar” y ya no había marcha atrás.

“Aquí uno se hizo bolivariano”, acotó. Cuando le tocó llenar la planilla de

ingreso a la academia, colocó que sim-patizaba con el MEP, el partido progre-sista que había creado Luis Beltrán Fi-gueroa porque su papá era mepetista.

Dijo que entró a la academia con un guante de beisbol bajo el brazo y salió con el corazón y el espíritu revolucionario.

En su encuentro con los periodistas mostró una foto que reposa en el expe-

diente de la Academia Militar. Se le observa delgado.

Entre risas, Chávez comentó que pesaba 55 kilos: “Tenía afro. Tenía 16 años y aún no había salido del ba-chillerato en el liceo Daniel Florencio O’ Leary de Barinas”

Sus amigos lo cono-cían como “Tribilín”. Durante sus años de cadete visitaba a sus compañeros que re-sidían en El Valle, 23 de Enero y Propatria: “Fui entrando en Ca-racas, le fui perdiendo el miedo a Caracas”.

Relató que iba a las fiestas con Jorge García Carneiro, quien bailaba salsa y le enseñó unos cuantos pasos: “Nos lla-maban los cenicientos porque teníamos permiso hasta medianoche”. Para salir de sábado para domingo había que ga-nárselo, yo tenía suerte porque estaba en el equipo de beisbol y cuando ganá-bamos nos daban pernocta”.

“El tiempo de Chávezes un tiempo de todos”

Janet Queffelec Padrón (periodista)

Fidel le dijo “te estás matando”

Hugo Chávez recordó su apretada agenda diaria y las pocas horas que dedicaba al descanso: “A veces dormía menos de cuatro horas, era un dormir mal, era un no dormir. A veces uno andaba con un sueño, pero pa’lante. Fidel (Castro) me dijo un día: ‘Chávez tú le vas a dar el gusto a tus enemigos, te estás matando tú mismo, es como un suicidio; yo pasé por eso también, yo hacía lo mismo, pero tú no tienes por qué hacer lo mismo, Venezuela no está bloqueada y estamos en otro tiempo; mi tiempo fue otro”.

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Domingo 17 de Marzo de 2013 19E D I C I Ó N E S P E C I A L

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Domingo 17 de Marzo de 201320 E D I C I Ó N E S P E C I A L

Me tocó conocer a Hugo Chávez en 2007, cuando se me encomendó organizar el primer acto políti-

co masivo en el que participó en nuestro país, el cual se realizó en la ciudad de León, capital del departamento en el que yo era por entonces secretario político del FSLN. Volví a verlo de cerca dos veces más, en actos similares (uno de ellos toda-vía en el departamento de León). Lo que más me llamó la atención fue su conducta sencilla, la extraña combinación de natu-ralidad y convicción con que expresaba las cosas y el cariño que emanaba de cada palabra o gesto suyos. Ya antes, en 2005, tuve la rara oportunidad de estar presen-te en el sencillo acto en unas propiedades ocupadas por el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, adonde llegó Chávez a proclamar por vez primera que su lucha era por el socialismo, lo cual reiteró días después en el Foro Social Mundial cele-brado ese año en Porto Alegre.

América Latina (y con ella el mundo, pues hace tiempo que no pasa nada im-portante fuera de nuestro continente) ha tenido tres grandes momentos desde que pasó a ser el epicentro de la lucha revolu-cionaria mundial: la Revolución Cubana, la Revolución Sandinista y la Revolución Bolivariana. Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chávez han sido los líderes revoluciona-rios que han emergido con dichos procesos. Entre el triunfo de una y otra de estas tres re-voluciones han transcu-rrido casi exactamente, 20 años. A diferencia de las dos revoluciones que le precedieron, la Revolución Bolivariana inauguró una época de triunfos revolucionarios en una especie de efecto dominó, llegando la iz-quierda al gobierno en varios países latinoame-ricanos, pero eso no es todo. El proceso conti-nental inaugurado por la Revolución Bolivariana (inconcebible sin el lide-razgo de Chávez, el cual tampoco se puede concebir sin el contexto del cual surge) se ha constituido a nivel mundial como el renacimiento de la iz-quierda (inesperado para muchos) luego de ese apocalipsis que fue para el socialis-mo mundial la desintegración de la Unión

Soviética. Chávez, además, se destacó por su beligerancia como promotor principal de la unidad continental latinoamericana y como uno de los principales impulsores de la multipolaridad mundial, en alianza con Rusia y China, principalmente.

Chávez ha sido pues, protagonista de un momento decisivo en nuestra historia; su estatura rebasa ampliamente las fron-teras venezolanas y en la historia de su país, será considerado sin duda alguna la personalidad más importante después de Simón Bolívar. Su carisma, su voracidad intelectual, su facilidad para expresarse y comunicarse, así como su forma direc-ta y sin rodeos de decir las cosas (entre ellas, algunas que habitualmente no di-cen los políticos, aunque las piensen) con-tribuyeron a hacer de él un personaje de esos que aparecen en el mundo con muy poca frecuencia. En cuanto a la relación entre Chávez y el pueblo venezolano, esta fue descrita recientemente por Diosdado Cabello con el término más apropiado que pueda encontrarse: enamoramiento. Chávez y el pueblo venezolano están ena-morados, dijo. No creo equivocarme al afirmar que es la personalidad mundial

cuya muerte ha conmo-vido, convocado y movi-lizado a la mayor canti-dad de seres humanos en el mundo si hacemos excepción de la del Che en Bolivia. Como una muestra de ello, que yo recuerde ninguna per-sonalidad mundial ha reunido en sus honras fúnebres una cantidad semejante de mandata-rios y de delegaciones extranjeras.

A pesar de que nun-ca se negó a pelear con quien fuera cuando de defender las ideas revo-lucionarias se tratara, todas las personalida-des y organizaciones po-líticas de todos los sig-nos ideológicos a nivel

mundial se ven obligados a expresar su respeto por esta singular personalidad histórica. Es por ello que la derecha está teniendo mucho cuidado con su discur-so (se ha visto claramente en el enfoque que ha dado CNN a la muerte de Chávez),

CHÁVEZ

Carlos Fonseca Terán (dirigente del FSLN-hijo de

Carlos Fonseca Amador)

“Su carisma, su voracidad intelectual, su facilidad para expresarse y comunicarse, así como su forma directa y sin rodeos de decir las cosas (entre ellas, algunas que habitualmente no dicen los políticos, aunque las piensen) contribuyeron a hacer de él un personaje de esos que aparecen en el mundo con muy poca frecuencia”

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Domingo 17 de Marzo de 2013 21E D I C I Ó N E S P E C I A L

pero por eso mismo puede ser efectiva inoculando ciertas baratijas ideológicas y pasando por magnánima, al reconocer al Chávez socialmente sensible ante los problemas de los desposeídos, pero sepa-rándolo del Chávez “populista”, política-mente “autoritario” y buscapleitos; y se-parando al Chávez promotor de la unidad continental del Chávez que “dividió” al pueblo venezolano.

Me referiré primero a la más evidente-mente burda de las acusaciones disfraza-das: la de “autoritario”. Es el Presidente que más veces ha sometido su cargo al ve-redicto popular en la historia universal, y por iniciativa propia. ¿Para qué más? Me concentraré ahora en las dos concep-ciones más elaboradas de esta campaña subliminal: el populismo y la división de una sociedad. Para la derecha, subsidiar a los ricos es inversión productiva, pero subsidiar a los pobres es derrochar los recursos; a esto último, le llaman popu-lismo. Una variante del populismo desde la óptica de la derecha, es el “clientelismo político” del que se suele acusar a Chávez y a todos los líderes de izquierda lati-noamericanos, el cual según quienes se presentan como sus críticos, consiste en dar cosas a la gente a cambio de su voto. Ojalá todos los políticos hicieran campa-ña resolviendo los problemas de la gente, o sea cumpliendo lo que prometen. Dicen que el populismo resuelve problemas so-ciales de forma no sostenible, porque se le da a la gente el “pescado” y no se le en-seña a “pescar”. Sí, hay gente que mien-tras aprende a pescar necesita el pescado para no morir de hambre. Pero si pescar significa competir de manera individua-lista para triunfar a costa del fracaso aje-no, ciertamente no es eso lo que enseña al pueblo el socialismo del siglo XXI. Le enseña, eso sí, a desarrollar y/o poner en práctica su capacidad productiva y su ini-ciativa, pero practicando la solidaridad en sustitución de la competencia, como se demuestra en la infinidad de empre-sas colectivas populares (cooperativas, asociativas, etc.) y emprendimientos eco-nómicos familiares, surgidos como pro-ducto del apoyo estatal a los sectores más desposeídos en los países gobernados por la izquierda en América Latina.

Sobre la división de la sociedad vene-zolana (principal caballito de la disimu-lada batalla mediática de la derecha en este momento contra el chavismo), ya esta estaba dividida antes de Chávez. Estaba dividida, como siempre ocurre en el capi-talismo, entre explotadores y explotados. El problema era que los explotados no al-zaban su voz ni se rebelaban contra los explotadores, y Chávez logró que lo hicie-ran. Es decir, la subversión del orden es-tablecido como expresión de la acción de los oprimidos contra sus opresores no es lo que divide a la sociedad, sino la opre-sión contra la cual se rebelan aquellos y que se manifiesta principalmente en la explotación; esa subversión de los opri-midos lo que hace es, en todo caso, poner en evidencia o visibilizar la división de la sociedad entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. La lucha de los oprimidos contra la opresión (lucha que promovió Chávez) es, pues, un efecto y no una causa de la división de la sociedad.

Más bien, esa lucha hará posible la unidad verdadera de la sociedad al desaparecer la explotación y la opresión, y con ellas los antagonismos de clase y finalmente, las clases sociales mismas.

Por extraño que parezca a algunos, el imperialismo y la derecha venezolana y mundial tienen poco de qué alegrarse. Ve-nezuela va a unas elecciones presidencia-les en las que la derecha se va a enfrentar, irónicamente, a un Chávez más fuerte que el de la campaña presidencial del año pa-sado, porque este Chávez lleva la aureola del mito que corresponde a los inmortales. Y lo peor, por razones políticas de elemen-tal sentido común esa derecha tendrá que ocultar su júbilo por una muerte que tiene consternados en el caso de sus partida-rios, impactados en el caso de casi todos, a millones en Venezuela y el mundo ente-ro, mientras el chavismo no tiene nada de qué cuidarse ni razones para medir sus palabras, aunque también tiene el reto nada fácil de evitar que los partidarios de Chávez y de la Revolución caigan en pro-vocaciones que seguramente promoverá la derecha como su única carta en aras de la inestabilidad política del país (las últimas declaraciones de Capriles no de-jan lugar a dudas al respecto). Es por todo esto que considero muy probable un triun-fo del chavismo en Venzuela aún mayor que el último obtenido en vida de Chávez; triunfo cuyos alcances serán estratégicos a nivel mundial, por ser la Revolución Bo-livariana el motor de arranque para toda una época histórica.

Por nuestra parte, los revolucionarios del mundo, y sobre todo en América La-tina, debemos ahora hacer el doble que antes para llenar de alguna manera, al menos en parte, ese hueco que como el im-pacto de un gran meteorito, deja la muerte de una personalidad tan gigantesca. Y al menos en nuestro caso (es decir, en el de los que nos proclamamos revolucionarios),

es recomendable comenzar a enjuagarnos las lágrimas y tratar de hacer aunque sea tan solo una pequeña parte de lo que ya Chávez no hará directamente, pero sí a través nuestro: convertir en realidad la organización mundial de la vanguardia revolucionaria para avanzar con la debida celeridad y como solo puede hacerse si se identifican los puntos comunes en las es-trategias de lucha y en el modelo socialista a construir, tal como él lo pidió primero, con su llamado en el desierto, a organizar la Quinta Internacional; y luego, cuando reiteró sus acertados criterios al respec-to en la clausura del Foro de São Paulo en Caracas el año recién pasado, al preguntar dónde está el Estado Mayor, el Ejército y el Plan de Batalla para alcanzar los objetivos que en dicho evento se definieron.

Aunque era aún muy temprano para que se nos fuera, Chávez lo hizo luego de haber cumplido su misión histórica, y quizás en algo pueda ayudar a comprender esto el hecho de que pudo luchar tres veces más tiempo que el Che y vivir casi 20 años más que él, y 6 años más que Lenin. Finalmen-te, quiero referirme al heroísmo con que Chávez enfrentó una última vez más la posibilidad de la muerte. A sabiendas de que con ello estaba acortando dramática-mente el tiempo de vida que podía quedar-le, él decidió, como buen estratega, dejar ganadas las elecciones presidenciales del año pasado para asegurar el futuro de la Revolución, ganando así (aún después de muerto) el tiempo necesario para que la dirigencia bolivariana, después de estas elecciones que casi con toda seguridad serán ganadas por el chavismo, logre a punta de lucha, conciencia, unidad y or-ganización, llenar en Venezuela el inmen-so vacío que deja la ausencia física de un líder mundial al frente de ese proceso re-volucionario del cual depende en tan alta medida la suerte de la humanidad misma en este momento.

“Por nuestra parte, los revolucionarios del mundo, y sobre todo en América Latina, debemos ahora hacer el doble que antes para llenar de alguna manera, al menos en parte, ese hueco que, como el impacto de un gran meteorito, deja la muerte de una personalidad tan gigantesca”

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Domingo 17 de Marzo de 201322 E D I C I Ó N E S P E C I A L

Si este diario está en la calle, si se ha mantenido como una trinchera por más de tres años, es porque en el

país hubo y hay (porque para nosotras y nosotros está en tiempo presente) un ser tan excepcional como Hugo Chávez.

El Presidente lo concibió, con su mente luminosa, como un heredero del primer Co-rreo del Orinoco con el que Simón Bolívar batalló contra los realistas del siglo XIX y como la materialización de la frase “la im-prenta es la artillería del pensamiento”.

La carrera para parir un diario que peleara en esta Segunda Independencia comenzó a mediados de 2009, cuando el Mandatario Nacional le planteó a esta reportera –como también lo hizo a la mi-nistra del Poder Popular para la Comuni-cación y la Información, Blanca Eekhout– retomar las banderas del Correo del Orinoco original, y preguntó si era posi-ble que “la artillería del pensamiento” sa-liera de nuevo al ruedo. Todavía recorda-mos ese día cuando el Jefe del Estado, con una llamada telefónica, hizo la pregunta que a cualquier periodista le haría latir el

Es el padre, el alma, la vida y la razón de este Correo del Orinoco

Chávez nunca arrió las banderaspor un mejor periodismo

corazón –elaborar un pe-riódico de la nada– y de una vez dibujó el sueño que tenía en la cabeza.

Un esfuerzo colectivo, que contó con el apoyo entusiasta del Jefe del Es-tado y de Blanca Eekhout, además de la colaboración irrestricta de la Imprenta de la Cultura, permitió que el 30 de agosto de 2009 trabajáramos –el semi-llero inicial de soñadoras y soñadores– para con-feccionar la edición que circuló el 31 de agosto. Es-tábamos en la calle. Con dificultades, con aciertos, con errores, pero en la calle. Para sostenernos siempre, pero siempre nos ayudaron –y ayudan– nuestras ministras y ministros de Comunicación: Tania Díaz, Mauricio Rodríguez, Andrés Izarra y Er-nesto Villegas.

Un director como Chávez era (es) un lujo para cualquier publicación, y efectivamente lo fue para el Correo del Orinoco. Imagino el ceño fruncido que pondrán, al leer estas líneas, antiguos compañeros de labores y brega que siempre observaron al Mandata-rio Nacional como “una amenaza”, a veces sin razonar el origen de esa idea. Pero quie-nes en medios privados vimos cómo con una mano se censuraba y se decía “fulano no sale aquí” mientras con la otra se escri-bía sobre “la libertad de expresión”, y ahora podemos trabajar sin cortapisas, sabemos a qué nos referimos.

Como Presidente de la República nun-ca, pero nunca, solicitó cambiar un titu-lar, protestó alguna publicación o recha-zó a algún vocero, por duras que fueran las críticas. Nunca. Cada día demostró que la supuesta fama de intolerante, de

“enemigo de la liber-tad de expresión” que le granjearon sus adversa-rios no era más que un elemento más de la falsa leyenda construida para hollar su honor.

Entendemos que la creación de ese falso Chávez era necesaria para nutrir la mentira trasnacional contra Ve-nezuela, pero si –como lo dijo el mayor general Jacinto Pérez Arcay el viernes durante las exe-quias del Comandan-te– una persona son sus frutos y sus palabras, el Presidente era (es) una figura clave para el pe-riodismo venezolano del siglo XXI.

Dotar a su periódico de una imprenta se convirtió en uno de los objetivos que se impuso, y para el que no escatimó es-fuerzos ni desvelos. Nadie sabe de dónde

Vanessa Davies (periodista)

Chávez era (es) un hombre de visión amplia, con el espíritu para el debate y la discusión. Era parte de su personalidad: no rehuía una polémica, sino que le hacía frente con la misma fuerza forjada en su infancia de niño pobre de la Cuarta República y en su paso por la Fuerza Armada

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Domingo 17 de Marzo de 2013 23E D I C I Ó N E S P E C I A L

sacaba tiempo para atender la política social, fortalecer a Pdvsa, inventar nue-vas misiones, actuar decididamente en la agenda internacional y, además, evaluar cuál era la mejor máquina disponible para que el Correo del Orinoco tuviera mayor autonomía.

Sobran las anécdotas de su dedicación, solamente comparable con la de los her-manos cubanos que –a costa de su salud– sacaron adelante el proyecto que hoy –bajo el mando del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Infor-mación– multiplica las voces, no solo del Correo, sino de Ciudad Caracas y otros medios del Sistema Bolivariano de Co-municación e Información.

Chávez era (es) un hombre de visión am-plia, con el espíritu para el debate y la dis-cusión. Era parte de su personalidad: no re-

huía una polémica, sino que le hacía frente con la misma fuerza forjada en su infancia de niño pobre de la Cuarta República y en su paso por la Fuerza Armada. Podemos aseverar que Chávez era (es) un demócra-ta a carta cabal, que no se quedaba callado ante nada, pero que oía pacientemente los argumentos y razones de sus adversarios (damos fe de que, en una de las mesas de diálogo convocadas luego del golpe de Es-tado del 11 de abril de 2002, toleró incluso ofensas personales).

Por eso, quien recorra las páginas del Correo del Orinoco encontrará, sí, una línea editorial muy clara de defensa del Comandante, de la Constitución Boliva-riana y de los intereses de las grandes mayorías silenciadas durante la Cuar-ta República; pero también hallará que en el periódico del supuesto dictador,

tan denostado por la mediática interna-cional, la oposición habla con voz pro-pia, los esfuerzos culturales que no son promovidos por el sector público tienen un espacio y los críticos de la política económica revolucionaria expresan sus puntos de vista.

El Comandante deja millones de hijas e hijos, millones de corazones que cami-nan por sus propios pies engendrados por el amor de quien los concibió. Uno de esos hijos es el Correo del Orinoco, nacido de su ingenio y sostenido por su pasión. Hoy, en esta trinchera que lo acompañó y que hoy acompaña al cama-rada Nicolás Maduro, despedimos con tristeza al líder que se atrevió a hacer-nos soñar y que nunca, nunca arrió las banderas del combate por un mundo (y por ende, un periodismo) mejor.

El Comandante deja millones de hijas e hijos, millones de corazones que caminan por sus propios pies engendrados por el amor de quien los concibió. Uno de esos hijos es el Correo del Orinoco, nacido de su ingenio y sostenido por su pasión

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Domingo 17 de Marzo de 201324 E D I C I Ó N E S P E C I A L

Textos: Reinaldo Bolívar, Carola Chávez, Vanessa Davies, Gonzalo Fragui, Isidoro Hugo Duarte, Reinaldo Iturriza, Gabriel Jiménez Emán, Marialcira Matute, José Pertierra, Alí Rodríguez Araque, Janet Queffelec, Mario Silva Gracía, David Velásquez, Carlos Fonseca Terán, Vanessa Davies

Fotos:

Archivo CO

Diseño y diagramación: Pablo Valduciel L.

Corrección: Judith Herrada, Eliécer Aché, José Brito, Miguel Hidalgo, Franklin Hurtado

“Invocamos a nuestros libertadores, invocamos al Dios todopoderoso, a Cristo redentor, para que nos permita continuar avanzando por esta vereda

que cada día será más ancha, más próspera y más libre”