El cielo en las filosofías de Husserl, Patocka y Heidegger de... · nubes y nieblas se interpone...

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Ángel Garrido - Maturano silencio su infinitud y su profundidad insondable. Pero, ¿qué es el cielo? La ciencia natural nos des- cribe la composición de gases de la atmósfera y nos indica el porqué de su color celeste. Sin em- bargo, ¿vemos acaso nosotros la atmósfera? ¿Cuando dirigimos nuestros ojos hacia 10 alto ex- perimentamos un 77,77 % de nitrógeno, un 20,86% de oxígeno, un 0,93 % de ozono, argón y demás gases raros, etc; o, por el contrario, en la luminosa mañana, en la noche profunda contem- plamos el cielo? A la atmósfera, incluso a las ca- pas superiores de la ionósfera puede y ha llegado el hombre. Pero quien allí haya estado, desde allí él también habrá contemplado el cielo. A los le- janísimos espacios intergalácticos tal vez alguna vez llegue el hombre. Mas desde su nave los ojos azorados de algún astronauta mirarán el cielo. Al cielo no se puede llegar. No es la atmósfera, ni los espacios intergalácticos. El cielo siempre queda más allá. Pero -nueva- mente preguntamos- ¿qué es el cielo? ¿Y, ade- más, es el cielo -no la atmósfera ni el espacio in- terplanetario: sino el cielo- propiamente un qué? ¿Es el cielo un ente? ¿Está bien formulada la pre- gunta? Tal vez, mejor que preguntar qué sea el cielo sea preguntar-nos por nuestra experiencia del cielo. Este artículo justamente intentará ex- presar el sentido de la experiencia original del cielo. Por experiencia habrá que entender aquí el modo en que el cielo aparece, cómo él nos sale al encuentro. Por sentido aquello, sobre la base de 10 cual ese aparecer es posible. Por original un modo de aparecer del cielo que es anterior y pre- supuesto por toda comprensión del fenómeno, in- cluso por la concepción científica del cielo. El cielo en las filosofías de Husserl, Patocka y Heidegger 1 Parte Summary: This article offers an acount of the sky. First, an analysis is made of the sky as the extreme horizon according to Husserl's phe- nomenology. Secondly, it is examined as the landmarkfor every "where" and "when" in Pa- tocka 's phenomenology . Thirdly, the sky is considered within the fra- mework of Heidegger's notion ofGeviert. Finally, on the basis ofthe ideas advanced by these philosophers, an interpretation is developed. An atttempt is made to think about the sky as the abyss from which al! perceptual horizons emerge and into which they dissolve, and to make clear the relationship holding between sky and time. Resumen: El artículo se ocupa del cielo. En primer lugar analiza el cielo como horizonte extremo en la fenomenología de Husserl. En se- gundo lugar lo estudia como hito referencial de todo dónde y de todo cuándo ocurre en la feno- menología de Patocka. En tercer lugar interpre- ta el cielo en el emsamble de la tétrada heideg- geriana. Finalmente y en función del análisis del cielo en los tres pensadores nombrados, procura esbozar una propia interpretación del fenómeno del cielo. La interpretación intenta pensar el cie- lo como abismo del que provienen y en el que se disuelven todos los horizontes perceptivos, y elu- cidar las relaciones entre el cielo y el tiempo. 1. Palabras preliminares Todos en alguna clara mañana hemos elevado nuestra vista y, con los ojos, nos hemos dirigido al cielo. A todos alguna noche nos ha reducido al Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVI (90), 6l3-621, 1998

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Ángel Garrido - Maturano

silencio su infinitud y su profundidad insondable.Pero, ¿qué es el cielo? La ciencia natural nos des-cribe la composición de gases de la atmósfera ynos indica el porqué de su color celeste. Sin em-bargo, ¿vemos acaso nosotros la atmósfera?¿Cuando dirigimos nuestros ojos hacia 10 alto ex-perimentamos un 77,77 % de nitrógeno, un20,86% de oxígeno, un 0,93 % de ozono, argón ydemás gases raros, etc; o, por el contrario, en laluminosa mañana, en la noche profunda contem-plamos el cielo? A la atmósfera, incluso a las ca-pas superiores de la ionósfera puede y ha llegadoel hombre. Pero quien allí haya estado, desde allíél también habrá contemplado el cielo. A los le-janísimos espacios intergalácticos tal vez algunavez llegue el hombre. Mas desde su nave los ojosazorados de algún astronauta mirarán el cielo. Alcielo no se puede llegar. No es la atmósfera, nilos espacios intergalácticos.

El cielo siempre queda más allá. Pero -nueva-mente preguntamos- ¿qué es el cielo? ¿Y, ade-más, es el cielo -no la atmósfera ni el espacio in-terplanetario: sino el cielo- propiamente un qué?¿Es el cielo un ente? ¿Está bien formulada la pre-gunta? Tal vez, mejor que preguntar qué sea elcielo sea preguntar-nos por nuestra experienciadel cielo. Este artículo justamente intentará ex-presar el sentido de la experiencia original delcielo. Por experiencia habrá que entender aquí elmodo en que el cielo aparece, cómo él nos sale alencuentro. Por sentido aquello, sobre la base de10 cual ese aparecer es posible. Por original unmodo de aparecer del cielo que es anterior y pre-supuesto por toda comprensión del fenómeno, in-cluso por la concepción científica del cielo.

El cielo en las filosofías de Husserl, Patocka y Heidegger1 Parte

Summary: This article offers an acount ofthe sky. First, an analysis is made of the sky asthe extreme horizon according to Husserl's phe-nomenology. Secondly, it is examined as thelandmarkfor every "where" and "when" in Pa-tocka 's phenomenology .

Thirdly, the sky is considered within the fra-mework of Heidegger's notion ofGeviert.

Finally, on the basis ofthe ideas advanced bythese philosophers, an interpretation is developed.An atttempt is made to think about the sky as theabyss from which al! perceptual horizons emergeand into which they dissolve, and to make clear therelationship holding between sky and time.

Resumen: El artículo se ocupa del cielo.En primer lugar analiza el cielo como horizonteextremo en la fenomenología de Husserl. En se-gundo lugar lo estudia como hito referencial detodo dónde y de todo cuándo ocurre en la feno-menología de Patocka. En tercer lugar interpre-ta el cielo en el emsamble de la tétrada heideg-geriana. Finalmente y en función del análisis delcielo en los tres pensadores nombrados, procuraesbozar una propia interpretación del fenómenodel cielo. La interpretación intenta pensar el cie-lo como abismo del que provienen y en el que sedisuelven todos los horizontes perceptivos, y elu-cidar las relaciones entre el cielo y el tiempo.

1. Palabras preliminares

Todos en alguna clara mañana hemos elevadonuestra vista y, con los ojos, nos hemos dirigidoal cielo. A todos alguna noche nos ha reducido al

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVI (90), 6l3-621, 1998

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Ciertamente la Tierra puede en esta etapa to-marse como referencia del movimiento de loscuerpos, pero también podrían ser tomados paraello otros cuerpos. "La primera etapa desconocela posibilidad de atribuir a la Tierra la dualidadmovimiento-reposo, la desconoce no por igno-rancia, sino por principio, por tratarse de la ins-tancia que da sentido a tal alternativa referida acuerpos en relación con la Tierra. La segundaetapa tiende a representarse a la tierra en reposo,mientras que la tercera abre ya la posibilidad deconcebirla en rnovimiento'U Toda constituciónintencional del sentido de la Tierra supone un or-den estricto entre estas tres etapas. No es pensa-ble que se altere el orden entre ellas, aunque bienes posible que la constitución del sentido se de-tenga en una de las dos primeras etapas+

Además de sostén de los cuerpos físicos laTierra, en la primera etapa de su constitución in-tencional, es el suelo de nuestra corporalidad vi-viente, "el cuerpo-suelo sobre el cual tiene lugartoda nuestra vida perceptiva't.> Al ser el cuerpopropio el punto cero de todas las orientaciones yde todos lo movimientos, y al estar a su vez an-clado a la Tierra, el cuerpo propio encuentra ensu suelo un punto de referencia ulterior para todomovimiento y toda orientación.

Ahora bien, desde la Tierra como suelo se ex-perimenta el cielo, que siempre aparece como laextrema periferia del suelo. En este sentido diceHusserl: "Si se constituye la tierra con la corpo-ralidad y la corporeidad, entonces es también ne-cesario el cielo en tanto campo de lo más externoaún espacialmente experimentable para mí y to-dos nosotros a partir del suelo-tierra.t'v En su gé-nesis intencional original el cielo queda consti-tuido para Husserl desde la Tierra-suelo como"un horizonte abierto de las lejanías alcanza-bles". ¿Significa ello que el cielo sería la extremalejanía, aún alcanzable? Según nuestro modo deinterpretar a HusserI esta afirmación resulta ine-xacta. Más preciso sería decir que el cielo es elhorizonte en el que se dan los objetos más leja-nos, pero que como horizonte se abre más allá detodo cuerpo que pudiera ser percibido a la distan-cia más extrema. Dicho de otro modo, el cielo se-ría un horizonte -por lo menos provisionalmenteemplearemos este término- que se prolonga más

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Nuestro intento de comprensión del cielo hade abrevar en el pensamiento de tres filósofospertenecientes a la fenomenología que se hanocupado de la cuestión: Husserl, Patocka y Hei-degger. Por lo tanto las siguientes consideracio-nes estarán dirigidas a elucidar la noción de cie-lo en sus filosofías respectivas. Finalmente inten-taremos esbozar nuestra propia interpretación delcielo articulada por dos ideas rectoras: el cielocomo disolución del horizonte y como el fenó-meno en el que el espacio es análogo al tiempo.

2. El horizonte extremo: Husserl

Husserl se ocupa del cielo en estrecha relacióncon su análisis de la constitución intencional dela Tierra. El cielo aparece originariamente comoperiferia de la Tierra y dado que su sentido se es-clarece en relación y oposición al de ésta, nos re-feriremos en un principio a la constitución inten-cional o génesis del sentido de la Tierra, hacien-do hincapié en la noción de Tierra como suelo,que es la experiencia primera e inmediata que te-nemos de la Tierra, y conjuntamente con la cualaparece el cielo. Respecto a esta constitución in-tencional de la Tierra Husserl distingue tres eta-pas.! En la primera la Tierra aparece originaria-mente como el suelo de la experiencia de loscuerpos. En el suelo dado por la Tierra los cuer-pos reposan y ella es también el punto de referen-cia de los movimientos de los cuerpos. En estaprimera etapa la Tierra no es todavía experimen-tada como un cuerpo físico, porque no puede serpercibida por todos sus escorzos. En la segundaetapa "la Tierra se vuelve cuerpo que sirve desuelo, cancelando así la forma originaria de sue-lo. La Tierra es ahora el cuerpo físico universal(Totalkorpery; el soporte de todos los cuerpos;de todos aquellos cuerpos de que se puede tenerexperiencia plena (normal) por todos lados y deforma suficiente a efectos empíricos't.I En la ter-cera etapa de la experiencia de la Tierra, que seinicia cuando los astros son experimentados co-mo cuerpos normales y no como meros puntosde luz, la Tierra se torna un cuerpo más, perdien-do su carácter de cuerpo total soporte de todoslos cuerpos.

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allá del horizonte último de la percepción decuerpos. Un horizonte de todos los horizontesperceptivos, con la peculiaridad de ser un hori-zonte al que nunca es posible acercarse (muchomenos alcanzarlo) y que no puede ser delimitadoen modo alguno ni enmarcado en un horizonteaún mayor, porque todo horizonte perceptivo su-pone como extremo horizonte suyo la percepcióndel cielo. Según nuestra interpretación de Hus-serl, el cielo no es pues sólo un horizonte extre-mo (el horizonte de lo más lejano), sino infinito,entendiendo por infinito el trascender la nociónde distancia, que siempre puede ser mensurada ytener un fin. El cielo no está cerca ni lejos, estámás allá de la distancia que me separa del cuerpomás lejano, y, en tanto tal, su "lejanía", si es quepodamos usar este término, no tiene fin.

En el cielo, a diferencia de la Tierra, desapa-rece toda distancia, no hay ni cerca ni lejos, porello puede decir Husserl que "desde cualquierpunto espacial que me es dado alcanzar, [se da]un horizonte extremo, un límite (la bóveda delhorizonte) en el que finalmente desaparece con lalejanía lo que todavía podía experimentar comocosa distante't.? Es decir, esté en el punto del es-pacio en que esté, en el cielo la cosa más lejanadesaparece en un horizonte que se prolonga másallá de la más extrema lejanía. Como vemos,Husserl traza la distinción fundamental entre Tie-rra y cielo en virtud de la oposición cercanía-le-janía. La diferencia originaria entre ambos remi-te, entonces, a la diferencia originaria entre el rei-no de lo accesible perceptivamente, es decir,aquel ámbito consituido por apariciones que pue-den variar según la cercanía o la lejanía, y "el rei-no de la inaccesibilidad", es decir, el ámbito de loinalcanzable, y, en consecuencia, ajeno a las va-riaciones relativas a cercanía y lejanía.

Desde la Tierra-suelo (que es siempre el des-de dónde de la experiencia del cielo) el cielo seda como una superficie infinita, en tanto imposi-ble de delimitar perceptivamente, sobre la cualaparecen, se desplazan y desaparecen objetos (lasestrellas, los planetas, las galaxias, la luna) queen su reaparición son identificados como los mis-mos. Tales objetos encubren determinados frag-mentos de la bóveda celeste y aparecen comopuntos luminosos, que puedo representarme co-

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mo cuerpos físicos distantes, pero que de ningu-na manera marcan el límite del cielo. Otro encu-brimiento u ocultamiento del espacio celeste loproduce el espacio aéreo terrestre, que con susnubes y nieblas se interpone entre el suelo y elcielo. Como vemos, Husserl distingue entre el es-pacio aéreo (Luftraum), que en su representacióncientífica podríamos tal vez identificar con la at-mósfera, y las profundidades insondables del cie-lo. El espacio aéreo rodea la tierra pero no formaparte de ella, pues no forma parte del suelo, perotampoco forma parte de la superficie celeste. Enefecto, aun cuando, como el cielo, nos rodea entodas direcciones y no es fragmentable, se dife-rencia esencialmente de éste por tener una exten-sión, dada por el ámbito de movimiento de losvientos, aun cuando los límites de esta extensiónno sean percibidos con precisión. Este ámbito delespacio aéreo, al que, a diferencia del cielo, si se .puede llegar, junto con la tierra y el cielo compo-ne, para Husserl, el todo del mundo.

Es necesario destacar una serie de aspectos deeste análisis fenomenológico husserliano del cie-lo y de su constitución intencional originaria apartir de la Tierra- suelo.f La primera observaciónes de índole gnoseológica y se refiere a la inacce-sibilidad e indeterminabilidad del cielo. El cielocomo tal, en oposición a la tierra, es el reino de loinaccesible. Los cuerpos que la tierra soporta es-tán más lejos o más cerca, pero, al menos en prin-cipio, podemos alcanzarlos. En cambio el cieloescapa a la oposición entre lo cercano y lo lejano;

. está más allá de la lejanía, puesto que una autén-tica experiencia de la lejanía implica la posibili-dad de convertir lo lejano en cercano y viceversa.

Esto es precisamente lo que sucede en la tie-rra, y lo que por principio excluye la experienciadel cielo. Por más lejos que viajemos y aun cuan-do nos traslademos al más distante cuerpo físicoque aparece en el cielo, no por ello élestará máscerca ni más lejos, seguirá siendo el horizonte in-finito, el horizonte indeterminado, indetermina-ble y no convertible en objeto, que se abre másallá de todo horizonte perceptivo.

La segunda observación tiene que ver con el es-tatus ontológico del cielo a partir de su constituciónintencional, esto es a partir del modo en que apare-ce a la conciencia. El cielo no es, obviamente, un

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campo visual y que, por ende, no está en el hori-zonte demarcado por el mar que veo). Y, final-mente, cuando lleguemos al límite marcado porel segundo (o por el tercero, el cuarto, o el quesea) horizonte marítimo, advertiremos que el ho-rizonte ya no es homogéneo con el anterior.

Ahora el horizonte no es marítimo, es una lí-nea montañosa difusa o una pradera que se pier-de en la lejanía. Pues bien, el cielo difiere neta-mente de esta característica que parece esencial atodo horizonte perceptivo espacial. Primero por-que siempre es homogéneo. Llegados a cualquierpunto el horizonte siempre es el uno y mismocielo. Y segundo porque, a diferencia de los hori-zontes espaciales finitos, en él están todos los ob-jetos corporales, aun cuando esos objetos pornuestra posición sobre el suelo no nos sean visi-bles. Si en el horizonte visual del mar no veo elbarco y si mi visibilidad no está obstruida, el bar-co no está en el campo comprendido por ese ho-rizonte espacial finito. Mas todo astro y todo ob-jeto corporal está rodeado por el cielo, aun cuan-do no lo perciba. En síntesis, a diferencia de todootro horizonte espacial, el cielo es infinito (no esposible llegar al fin del cielo para percibir otrohorizonte), homogéneo (ninguno de nuestros mo-vimientos modifica al cielo como horizonte, essiempre el uno y mismo cielo de astros y de va-cío) y omniabarcador (de todos los objetos cor-porales). ¿Es, entonces, aún un horizonte el cie-lo? ¿En qué sentido lo es? El propio Husserl noelucida las cuestiones fenomenológicas apareja-das por la Himmelsferne y deja abierto el proble-ma del modo de ser esencial (wesensmdssigeSeinsart) de esta homogeneidad celeste.

En tercer lugar una observación referida a ladiferencia esencial entre el cielo y los astros queestán en él. Los objetos del mundo celeste en laprimera etapa de la génesis de su constitución in-tencional no resultan tampoco constituidos comounidades de aparición idénticas en la lejanía y lacercanía, puesto que nuestros movimientos tam-poco nos ofrecen una perspectivización o escor-zamiento de ellos. No hay escorzo s que fuesencorrelatos de las cinestesias (no hay relación demotivación entre los movimientos del cuerpo pro-pio y los lados percibidos del objeto), porque nohay posibilidades ni de alejarnos ni de acercamos

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cuerpo, puesto que nuestros movimientos no nosproporcionan ni un escorzamiento ni una pers-pectivización del cielo. Tampoco es suelo, pues-to que no es, como la tierra, soporte de nuestracorporalidad con su vida perceptiva. ¿Qué espues el cielo? ¿Cuál es su estatus? Husserl, comovimos, nos dice por un lado que el cielo es "unhorizonte extremo, un límite (la bóveda del hori-zonte)".9 Y, por otro, advierte que "la homoge-neización de los lejanos espacios estelares (Him-melsferne), incluso bajo iteración, trae aparejadacuestiones fenomenológicas propias't.I" Cierta-mente la categorización del cielo con las nocio-nes de límite y horizonte no parece solucionar lascuestiones fenomenológicas implicadas por esecontinuo homogéneo 1 1 e infinito que es el cielo.En efecto, si el cielo fuera límite, debiera haberalguna posibilidad de percibir lo otro que estu-viese fuera del horizonte del cielo, respecto de locual el cielo sería límite. Cosa que queda exclui-da, pues el cielo todo lo abarca. El sentido de laexperiencia del límite es el de un horizonte queseñala hacia ulteriores horizontes, de los cualesno hay un conocimiento cierto, pero que, en prin-cipio, se suponen alcanzables. Empero no hayhorizontes ulteriores al cielo. El no limita con na-da. Por otra parte la adjudicación de la propia ca-tegoría de horizonte al cielo se torna complicada.El horizonte es aquel punto extremamente lejanoal cual podemos acercamos y que engloba todolo que es objeto o puede ser objeto de experien-cia subjetiva o intersubjetiva. Pero el cielo no esel confín más lejano, pues hacia él no es posibleacercarse. No es un extremo, sino que la mismaidea de extremo desaparece en su profundidad.Además, el carácter homogéneo del cielo planteael siguiente problema respecto de la noción dehorizonte. Cuando tenemos un horizonte percep-tivo dado, digamos el límite visible del mar, noses siempre posible trasladarnos hasta ese límitedado, por ejemplo, por la visibilidad. Llegadosallí se abre un nuevo horizonte, que puede seguirsiendo el mar, pero que ahora engloba nuevos ob-jetos (otras corrientes, tal vez alguna isla) y enello difiere del horizonte anterior que no los con-tenía; y, a su vez, escapan a ese nuevo horizonteobjetos que el horizonte anterior sí contenía(cierta embarcación que ahora no entra en el

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a ellos, menos aún de rodearlos. Carecemos puesde una aprehensión originaria de su lejanía. Aho-ra bien, si potenciamos nuestro sistema cinestési-co, es decir, las posibilidades de movimiento delcuerpo propio, por ejemplo a través de una naveespacial, 12 y nos acercamos a los astros, entoncessí podemos establecer una relación entre nuestroautomovimiento y la aparición de los objetos ce-lestes. Entonces los astros, incluida la tierra, seconvierten propiamente en cuerpos compactos enel espacio, es decir, en cuerpos físicos que pue-den ser percibidos en sus diferentes escorzos.Cuando los astros dejan de ser puntos luminosospara devenir cuerpos físicos pasan a manifestar-se a través de apariciones de lejanía, que, en elcaso de que me trasladara hasta ellos, se conver-tirían en apariciones de cercanía. Y la Tierra, a suvez, pasa de ser suelo inmóvil a ser un cuerpo fí-sico más en movimiento en el espacio, perdiendoasí el carácter de hito de referencia absoluta detodo movimiento y de todo reposo, que le erapropio en tanto que suelo. Pero justamente en es-te punto cabe una diferencia esencial entre los as-tros que están en el cielo y el cielo como tal, a sa-ber, ninguna ampliación del sistema cinestésicopuede tornar al cielo un cuerpo compacto.

El cielo permanece indeterminable y con élsurge la noción de un espacio homogéneo e infi-nito. De esta homogeneidad del espacio resultapara Husserl la noción de una causalidad omnia-barcadora, es decir, una causalidad que extiendelos nexos causal es que empleamos en la Tierra afin de predecir los acontecimientos que tienen lu-gar en el cielo. Se produce una transformación otransposición analógical-' de la causalidad delmundo terrestre al mundo celeste. Entonces elmundo es captado como universo, y la ciencia,gracias a la posibilidad de una explicación causaluniversal, alcanza el rango de ciencia universal.Nos encontramos pues en el mundo de las cien-cias naturales de la modernidad entendido comomundo de horizontes copernicanos infinitos.!"

Nuestra interpretación del análisis husserlianodel cielo, que aquí hemos esbozado en sus trazosmás generales, arriba a dos conclusiones funda-mentales. Primero, más que un horizonte que, co-mo tal, marca el límite de la accesibilidad, peroque como tal límite todavía es accesible, el cielo

es aquello que rodea todo lo accesible, sin ser élmismo accesible. Dicho de otra manera, el cielo,en virtud de su infinitud y de su trascendenciarespecto a la noción de distancia, se convierte enaquello en que se disuelven todos los horizontes,sin ser él mismo un horizonte. El cielo es el mo-do en que lo infinito (lo que trasciende la nociónde distancia) se da (experimentamos el cielo) sindesmentir su condición de infinito. Segundo, ¿siel cielo trasciende la noción de distancia, es toda-vía un fenómeno espacial? El cielo como homo-geneidad infinita es análogo al tiempo. En efec-to, el tiempo, como pura forma temporal vacíaque se extiende y se extiende más allá de la máslejana protensión, es análogo al cielo. La formatemporal vacía siempre continúa más y más allá,más y más futura. Igualmente el cielo. El cielo yel futuro son aquellos puntos a los que no se pue-de llegar.

¿Cuál es, pues, la relación entre el cielo y eltiempo?

La fenomenología husserliana del cielo ha si-do proseguida y elaborada por Ian Patocka. Susanálisis nos permiten profundizar en la compren-sión del fenómeno, como así también en su vín-culo con el tiempo.

3. El hito supremo: Patocka

Patocka parte de la afirmación fenomenológi-ea clásica de que cada percepción presupone untodo previo desde el cual las cosas emergen y vie-nen a nuestro encuentro y hacia el cual se reti-ran.15 Esta totalidad previa es el horizonte delmundo que se da originariamente y que no resul-ta de la sumatoria de las distintas percepciones enél tenidas. De ello se deriva la afirmación, tam-bién clásica en la fenomenología, de que la vidahumana es vida en el mundo. Desde esta perspec-tiva, el mundo es la presencia tácita de aquello enlo que se da lo que se percibe explícitamente. Setrata de la presencia muda de una totalidad que sinembargo puede ser presentificada y explicitada.

En otros términos, el mundo sería la copre-sencia presupuesta y tácita de la totalidad de lastotalidades de relaciones en las que la cosa apa-rece. Para Patocka el hilo conductor de todas

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pertenece, en el que todo, incluso la tierra, estáinserto, y que, sin embargo, de todo está lejos, yque no se torna más accesible en virtud de ningúnmovimiento corporal. Con el término cielo mien-ta Patocka no sólo los espacios infinitos, sino to-do lo intangible -los cuerpos celestes, la luz y laoscuridad, y también los cielos-, es decir, aquelloque "cierra" el horizonte sin clausurarIo; un afue-ra infinito que no rodea y dentro del cual estaría-mos insertos. No resulta ocioso realizar dos ob-servaciones acerca de esta concepción del cielode Patocka.

En primer lugar, para Patocka, el cielo no essólo los espacios vacíos y homogéneos, sino tam-bién y necesariamente los astros y la luz y oscu-ridad que del cielo proviene. Se podría objetarque esta afirmación contradice la inaccesibilidaddel cielo, puesto que los astros, a través de unapotenciación de nuestro sistema cinestésico, setornarían accesibles. Los astros serían pues frag-mentos que ocultan el cielo homogéneo y vacío(Husserl). Sin embargo, los astros -es decir lapresencia de astros y de luces celestes y no de és-te o aquél astro- es inescindible del cielo. Enefecto, por más que nos traslademos a un astrodeterminado, lo alcancemos, y, por ende, este as-tro deje de ser un astro celeste inasible y se tornesuelo, no por ello en el cielo dejarán de aparecerotros astros luminosos, intangibles e inaccesi-bles. Patocka tiene razón al afirmar que al cielopertenecen los astros, porque estemos donde es-temos, aunque nos imaginemos en un lejano pla-neta, en el cielo que nos rodee brillarán las lucesestelares. Esta afirmación, aparentemente intras-cendente, es esencial. Si al cielo pertenecen losastros, del cielo proviene la luz y la oscuridad. Yluz y oscuridad guían nuestros movimientos en latierra. Y si el movimiento es la relación funda-mental del hombre con el mundo, entonces lo quedetermina fundamentalmente esta relación es ina-sible, permanece siempre lejano a la relación porel fundada. El hombre es dominado por el reinode lo inaccesible, que nunca podrá objetivar, peroque determina su relación con los objetos. El cie-lo, comienza, en Patocka, a asemejarse al ser hei-deggeriano: no podemos ir al cielo, ni alcanzarloni dominarlo, pero él no cesa de venir sobre noso-tros bajo las formas de luz y oscuridad, de día y

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nuestras relaciones con lo que aparece en el hori-zonte global del mundo es el movimiento. Y entanto el sujeto es un sujeto corporal, todos nues-tros encuentros con lo que se da en el trasfondodel mundo están determinados por el movimien-to corporal. En efecto, nuestras percepciones ac-tuales se dan en una determinada situación yperspectiva y están orientadas en torno de uncentro constituido por el fenómeno del cuerpopropio. La orientación, el ser en situación, remi-te al cuerpo y a sus movimientos como aquello apartir de lo cual se da la percepción. Ahora bien,todo movimiento requiere de un referente estableen torno del cual se mueve. Este hito que sirve dereferente al movimiento actuante del sujeto es,para Patocka, la tierra, en tanto substrato perma-nente e inmóvil. La tierra es mentada, pues, co-mo punto de apoyo y sostén del movimiento y detodo lo que nos sale al encuentro en el mundo ycomo referente fijo en función del cual se orien-ta nuestra percepción de aquello que nos sale alencuentro. "Es el horizonte natural por relaciónal cual tomamos lugar y posicíón.t'Jv En tanto so-portadora y referente de todos los movimientosdel hombre, la tierra es la potencia por excelen-cia. La potencia de la tierra se manifiesta en elhecho de que determina el movimiento de loselementos y de las cosas vivas y no vivas quepermanecen sometidas a su dominación. Así elfluido del río depende del relieve de la tierra; y laatmósfera, diferente del cielo, no huye por la gra-vedad terrestre. Pero su potencia se deja sentirtambién en su carácter nutricio. Por la nutriciónque, en última instancia, proviene de la tierra, és-ta se convierte en señora de la vida y de la muer-te. A causa de mis necesidades corporales depen-do de la potencia nutricia de la tierra. Finalmen-te, la tierra es lo próximo por excelencia, pues apesar de su vastedad es aquello sobre lo que nosapoyamos. La tierra es entonces hito, potencia yproximidad. Pero no es el único hito del movi-miento, ni siquiera el hito esencial. Patocka dis-tingue un segundo: el cielo.

El cielo es, por oposición, lo lejano, lo inasi-ble e intocable, aunque siempre presente. La lon-tananza (Weite), la extensión infinita e inasible,es inherente a la esencia del cielo. Se trata de unreferente muy especial: un referente al que todo

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de noche, de vientos y de calmas, es decir, no ce-sa de venir sobre nosotros como aquello inasibleque en su inasibilidad guía nuestros movimientos,y, en consecuencia, nuestra relación con el mun-do. En segundo lugar cabría preguntarse, como enel caso de Husserl, si un horizonte que cierra elmundo, en tanto no remite a ningún horizonte ul-terior, pero que lo cierra sin clausurarlo, pues esun horizonte sin confín (sin algo respecto de locual limita y en dónde como horizonte termina),es todavía un horizonte. ¿No es acaso el cieloaquello inasible, profundo e insondable en lo quese esfuman los horizontes? ¿No es el cielo unabismo? Si así fuera, nuestra experiencia funda-mental del mundo que tiene como hito supremode todo movimiento al cielo no sería, como lo hainterpretado la filosofía trascendental, incluso lapropia fenomenología, una experiencia horizon-tal, sino una experiencia abismal. Los horizontesque contienen nuestra experiencia están a su vezcontenidos por el cielo: rodeados del abismo.

Volviendo a Patocka digamos que en su filo-sofía el cielo cumple tres funciones fundamenta-les. La primera función es la de hito temporal su-premo. Así como la tierra es el referente de tododónde, el cielo es el dador (Spender) de todocuándo, pues de él provienen los ciclos que de-marcan el curso del tiempo. A él pertenecen el díay la noche, la luz y las tinieblas y el curso de lasestaciones y de los años.

De él dimana el tiempo, pues es en referenciaal modo en que el cielo nos sobreviene, es en re-ferencia a los ciclos celestes como hitos, que elhombre proyecta extáticamente la forma tempo-ral vacía (protención y retención) a partir de laimpresión en un ahora determinado. El cielo, entanto trasfondo último de toda impresión (a par-tir de la cual se despliega el horizonte temporal),y en tanto ámbito de todo movimiento (que espropiamente lo que pro-duce el pasaje de un aho-ra a otro y el decurso temporal) es la protocondi-ción del fluir del tiempo. Es, entonces, el sobre-venir del cielo el trasfondo último a partir delcual el hombre proyecta extáticamente el tiempoe inaugura su futuro. En este punto, como vere-mos, Patocka coincidirá con Heidegger.

Pero además de ser el referente de todo cuan-do el cielo es también (segunda función) el hito

de todo dónde en un sentido eminente, pues en élestán los signos que permanecen siempre en elmismo sitio y que nos guían cuando nos hemosextraviado en la tierra. El cielo es el en dónde dela derrota de la tierra, y, en tanto tal, el hito últi-mo al que se refiere todo movimiento. Además elcielo, a través de la claridad que de él dimana,nos permite constituir nuestro horizonte próximode movimientos. De este modo la cercanía en laque moramos se delinea en relación esencial a lalontananza del cielo. Un análisis de estas dosfunciones señaladas por Patocka nos permitearribar a la siguiente conclusión: ambas funcio-nes presentan dos características análogas. Enambos casos el cielo funciona como hito referen-cial, y, también en ambos casos, el cielo nos so-breviene, determinando nuestros horizontes (es-paciales y temporales) sin que nosotros podamosasir lo que nos sobreviene ni convertirlo a él mis-mo en horizonte determinado. Estas dos caracte-rísticas analógicas perfilan una relación con el fe-nómeno del cielo (del abismo) que invierte la for-ma de toda relación con lo objetivo: el cielo de-termina (como protorreferencia de toda relaciónespacial y temporal) nuestra relaciones con losobjetos, sin que nosotros a su vez podamos code-terminarlo.

Finalmente, en Patocka, el cielo adquiere unatercera función de índole existencial que no esta-ba contemplada por la fenomenología husserlia-nao Según Patocka el cielo (eminentemente) y laTierra (al menos en su constitución originaria co-mo suelo inmóvil) a diferencia de las otras cosas,no se dan ni cumplen una función en un contex-to dado, sino que son los que nos "revelan el con-texto"."? En efecto, el cielo no es una mera "co-sa-para" (en general ni siquiera es una cosa), si-no que suscita "un comportamiento enteramentediferente del comportamiento inmediatamentepráctico en el que el contexto desaparece absor-bido por el desarrollo positivo de la acción". 18 Elcielo, a través de su inmensidad y su alejamientoesencial, nos extrae a su vez del ámbito reducidode la cotidianidad y nos conduce "a un vértigosingular donde el mundo aparece como mundoen su maravillante extrañeza" .19

Podríamos ir un paso más allá de Patocka yafirmar que la profundidad abismal del cielo no

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Raurnlichkeit der Natur", en: M. Farber (ed.), Phi-losophical Essays in Memory 01 E. Husserl, Cam-bridge (Massachusetts), Harvard University Press,1940 (reimpresión: New York, Grenwood Press,1968), p. 308.

3. Agustín Serrano de Haro, op. cit., p. 12, nota 9.4. Cf., op. cit., pp. 12-l3.5. Edmund Husserl, Zur Phanomenologie der

lntersubjektivitat. Texte aus dem Nachlafi. DritterTeil: 1929-1935, Hrsg. Iso Kern, Husserliana XV,Den Haag, Martinus Nijhoff, 1973, p. 275. (Sigla:Hua).

6. E. Husserl, "Grundlegende Untersuchungen ...",p.318.

7.·1bid.8. Aun cuando eventualmente nos desplacemos en

una nave a la luna, no dejaríamos por ello de experi-mentar el cielo desde una tierra suelo, que sería en es-te caso la luna. Sobre las relaciones entre dos cuerpossuelos y la posibilidad de la existencia de dos tierras(que en el fondo serían dos fragmentos de la Tierrauna, unificada por la unidad de la humanidad), cf."Grundlegende Untersuchungen ...", pp. 317- 318.

9. Op. cit., p. 318.lO. Op. cit., p. 320.11. Nosotros utilizamos el término homogéneo

en un sentido diferente al utilizado por Husserl. Pa-ra Husserlla homogeneidad mienta el hecho de quese atribuya después de la revolución copernicanatanto a los cuerpos celestes cuanto a la Tierra la ca-tegoría de cuerpos físicos, siendo una cuestión pu-ramente accidental (según la concepción copernica-na) que nosotros habitemos la Tierra y no otro cuer-po físico celeste (Cf. "Grundlegende Untersuchun-gen...", p. 320.) Nosotros al referirnos al cielo co-mo un continuo homogéneo aludimos al hecho deque el cielo en todas direcciones y desde cualquierpunto espacial que nos sea dado alcanzar aparecesiempre del mismo modo: como el "horizonte" ex-tremo sembrado de puntos luminosos y absoluta-mente inalcanzable.

12. Husserl sostiene que la nave, si bien puedeacercarse a los astros, no tiene sensaciones de movi-miento, y no puede, por tanto, originar una relación demotivación. Sería entonces necesario pensar en unvuelo que, como el del pájaro, sea un movimiento delcuerpo propio, y, como el de la nave, disponga de lapotencia de acercarse a los astros.

13. Cf. Edmund Husserl, Ms. A VII 21, 13a.14. Cf. Op. cit., p. 311.15. Cf 1.Patocka, "Zur VorgeschichtederWissens-

chaft von der Bewegung: Welt, Erde, Himmel und die

620 ÁNGEL GARRIDO - MATURANO

sólo nos revela el contexto más amplio del mundo,sino la infinitud en la que el mundo pareciera per-derse. Mas este arrancamiento operado por la pro-fundidad del cielo de nuestro encierro en la limita-da cotidianidad práctica nos permite a su vez libe-ramos de nuestra atadura a la vida y asumir la muer-te como nuestro futuro más propio. El cielo cumpletambién pues la función existencial de ser el fenó-meno (no el único, pero sí uno de ellos) que des-pierta al existente a la propiedad de su existencia(su ser mortal), liberándolo de su encadenamiento ala vida cósica (en donde se genera una teleología se-cundaria que convierte lo que es en sí mismo unmedio, la satisfacción de las necesidades, en fin, yolvida el verdadero fin: la muerte), y conduciéndo-lo al reconocimiento de la finitud como su futuromás propio. Con la finitud de nuestra existencia re-saltada por contraposición con el infinito celeste ad-viene también al hombre la conciencia de que en loshorizontes que lo contienen "nada es, que pudieradar a la existencia su último punto de apoyo, un úl-timo anclaje, una meta, un porqué.t'-" Adviene elestremecimiento del abismo como experiencia pro-pia del cielo. En efecto, en la medida en que nosdespierta a la finitud y a la muerte, no contenida porningún horizonte mundano, el cielo nos lanza haciael misterio profundo, tan profundo como sus pro-fundidades celestes. Extraña paradoja del cielo, cu-ya luz conforma nuestro horizonte más cercano, cu-ya lejanía extrema nos revela el contexto mayor delmundo y cuya infinitud abismal nos revela nuestrafinitud y nos arranca de todo contexto para lanzar-nos hacia el misterio.

Para terminar con las visiones del cielo en lafenomenología nos referiremos en la segundaparte de este artículo al tema en el pensamiento deMartin Heidegger. Su filosofía nos permitirá acer-carnos al vínculo entre el cielo, el tiempo y el ser.

Notas

l. Cf. Agustín Serrano de Haro, trad. y notas a: Ed-mund Husserl, La tierra no se mueve, trad A. S. H.,Madrid, Ediciones de la Facultad de Filosofía de laUniversidad Complutense, 1995, p. 12, nota 9.

2. Edmund Husserl, "Grundlegende Untersu-chungen zum Phanornenologischen Ursprung der

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EL CIELO EN HUSSERL, PATOCKA y HEIDEGGER 621

Bewegung des menschlichen Lebens", en J. Patocka,Die Bewegung der menschlichen Existenz, Phenome-nologische Schriften l/, tr. alemana del original checode E. y R. Melville, Stuttgart: Klett-Cotta, 1991, p.134. (Sigla: BE).

16. J. Patocka, "Le monde naturel et la phénoméno-logie", en J. Patocka, Le monde naturel et le mouvement

de l'existence humaine, tr. francesa de H. Decleve, Dor-drecht/BostonILondres: Kluwer Academic Publisher(Phaenomenologica 110) 1988, p. 31. (Sigla: Mn).

17. Mn.,p.33.18. Ibid.19. lbid.20. BE, p. 140.

Ángel E. Garrido. MaturanoLeandro N. Alem 1970

1605 MunroBuenos Aires, Argentina