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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 5 El compromiso político intelectual de María Zambrano Adolfo Sánchez Vázquez Fiel a sus convicciones republicanas, María Zambrano asumió, en una España amenazada ya por la Guerra Civil, un compromiso que la llevó a desarrollar una actividad política que para ella era “estrechamente humana” y que acompañará siempre su trabajo intelectual. Con la maestría que lo caracteriza, Adolfo Sán- chez Vázquez —Profesor Emérito de nuestra Universidad y autor de los libros Las ideas esté- ticas de Marx, Estética y marxismo y Filosofía de la praxis, entre otros— escribe sobre este com- p romiso manifiesto de la filósofa malagueña.

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El compromisopolíticointelectualde MaríaZambrano

Adolfo Sánchez Vázquez

Fiel a sus convicciones republicanas, MaríaZambrano asumió, en una España amenazadaya por la Guerra Civil, un compromiso que lallevó a desarrollar una actividad política quepara ella era “estrechamente humana” y queacompañará siempre su trabajo intelectual.Con la maestría que lo caracteriza, Adolfo Sán-chez Vázquez —Profesor Emérito de nuestraUniversidad y autor de los libros Las ideas esté-ticas de Marx, Estética y marxismo y F i l o s o f í a d ela praxis, entre otros— escribe sobre este com-p romiso manifiesto de la filósofa malagueña.

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Nos proponemos presentar y examinar una faceta de lavida y la obra de María Zambrano en la que se pone demanifiesto su compromiso político intelectual. Una fa-ceta que, hasta el Segundo Congreso Internacional delCentenario de María Zambrano, ha sido un tanto olvi-dada en contraste con la amplia y legítima atención quese ha prestado, en estos últimos años, a su escritura y a sufilosofía. Ahora bien, esa faceta ha de ser traída a nues-tra memoria no sólo porque brilla intensamente en unperiodo —bre ve, pero crucial— de su vida, sino tambiénporque de ese compromiso, asumido con tanta lucidezy pasión, arranca el hilo conductor que habrá de re c o r re rtodo su pensamiento al fundir —en su razón poética—razón y vida. Se trata del compromiso político que Ma r í aZambrano asume en los últimos años de la Dictaduradel General Primo de Rivera, los de la República, la Gu e-rra Civil y, ya fuera de España, en el exilio, en el que sucompromiso trasciende su carácter político para ser so-b re todo moral, humano. En esas diversas circ u n s t a n c i a s ,María Zambrano le hace suyo re s p e c t i vamente como es-tudiante, como profesora de filosofía y, finalmente, comoe scritora y filósofa al margen de toda vida académica.

De acuerdo con la diversidad de las circunstancias,varía el alcance de su compromiso, con quién o quién e sse compromete y varía, asimismo, la modalidad que larealidad impone a su ejercicio. Pero, siempre se trata deun compromiso intelectual que, cuando es político, loes en el amplio sentido que, para ella, tiene la políticadesde su primer libro, Horizontes del liberalismo. No esel suyo el compromiso que exige un partido político asus miembros, pues María Zambrano nunca militó enninguno. Y en la única ocasión en que estuvo a puntode militar en una organización política, no llegó a ello,p o rque —como ve remos más adelante, ella misma la di-solvió antes de que el embrión tomara cuerpo. Pero, elhecho de que no militara no significa que María Zam-brano, en los años anteriores a la Guerra Civil y duran-te ésta, no tuviera relaciones con los partidos re p u b l i c a-nos y con el Partido Socialista, así como con destacadosm i e m b ros de ellos como los socialistas Fernando delos Ríos y Jiménez de Asúa, así como con militantes ysimpatizantes comunistas, entre ellos Rafael Alberti,Emilio Prados, Herrera Petere y Miguel Hernández. Y,lo que es más significativo, María Zambrano participóen la fundación de una asociación política, la Liga deEducación Popular en los años de la Dictadura de Pri-mo de Rivera e intervino en diversos actos públicosde ella.

Es, pues, innegable que, en las circunstancias men-cionadas, María Zambrano se compromete política-mente y que, con sus escritos e intervenciones en laplaza pública, actúa en consecuencia. Y ya en las prime-r a s manifestaciones de su compromiso político, bajo laDictadura de Primo de Rivera, lo asume en el marco deuna concepción política que expone en su libro juve-nil, Horizontes del liberalismo, publicado en septiembrede 1930. En él da a la política un sentido tan ampliocomo para decir “que se hace política siempre que sepiensa en dirigir la vida”. Y ya en estas primeras expre-siones de su compromiso, la política no es para ella unaactividad humana entre otras, sino “tal vez —escribe—la actividad más estrechamente humana”. Esta activi-d a d la pone en relación necesaria con la sociedad, la his-toria, el futuro y, sobre todo, con lo que va a ser la basemisma de todo su pensamiento: la vida. La política—escribe también— es reforma, entendida por ellacomo creación y, por eso, al no caer en la clásica contra-posición de una y otra, la entiende asimismo como re-volución. Ahora bien, aunque María Zambrano pare c egeneralizar demasiado al hablar de “toda política”, sinembargo, matiza su expresión al distinguir política “c o n-s e rva d o r a” y “re vo l u c i o n a r i a”, pues mientras la primerala asocia al “dogmatismo de la razón” o de la “s u p r ar azón”, la política revolucionaria “creerá más en la vi-d a”. Aquí nos encontramos con esta re f e rencia a la razóny la vida que será constante, al aliarse en su pensamien-

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Blas Zambrano con su hija María de un año

t o. Y justo es subrayar que en esta doble re f e rencia, Ma r í aZambrano da la preeminencia a la vida sobre la razón,como propia de la política revolucionaria.

Desde esta perspectiva, anticipa ya en 1930 lo queGramsci escribirá desde la cárcel, en 1937, al contrapo-ner el “pesimismo de la inteligencia” y el “optimismode la voluntad”, ya que María Zambrano había contra-puesto el “optimismo vital” al “pesimismo cognosciti-vo”. Pe ro, tanto María Zambrano como Gramsci, optanpor la vida sobre la razón. Para ella, la política, o másexactamente: la re volucionaria, es inseparable de la vida,pues no es un apéndice de la razón ni de la “supra ra-z ó n” y, por ello, está comprometida con la vida misma. Y,a su vez, por esta asociación entre política y vida que, an u e s t ro juicio, está en la base del compromiso políti-co, el intelectual no comprometido, es el “intelectualinactivo” que María Zambrano caracteriza citando es-tas palabras de la novela Niebla de Miguel de Unamu-no, como aquél para el que “todo era teoría. Gentes sinpasión política, de invernadero”.

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Y ¿cuál es la posición ideológico política que en el librocitado sostiene su autora y que le inspira como “inte-lectual activo” en los últimos años de la Dictadura dePrimo de Rivera? Es el liberalismo, o más exactamen-te: el nuevo liberalismo que introduce en el clásico uni m p o rtante corre c t i vo en el plano social, pues sin él elviejo se estanca por su vinculación con el capitalismo.A ese nuevo liberalismo llega María Zambrano a travésde una crítica del sistema capitalista que, por su radica-lidad, podría hermanarse con la que siempre le ha he-cho el marxismo. “El liberalismo —dice— se asientasobre la esclavitud y sólo sobre ella puede alcanzar suspostulados”. Pero, ¿a qué esclavitud alude María Zam-brano? No, ciertamente, a la jurídica de la Antigüedad,ni tampoco a la esclavitud política que, con las revolu-ciones modernas, burguesas, ha sido abolida al estable-cerse “la igualdad de los hombres ante la l e y”. Se tratade la esclavitud “disimulada cristianamente... en las so-ciedades liberales modernas”.

De acuerdo con la crítica que María Zambrano ha-ce del liberalismo y con su propuesta de otro nuevo, cabe

deducir que para ella se trata de la esclavitud económi-ca, propia de la moderna sociedad capitalista, en la queve la negación misma y efectiva de la libertad y de los“d e rechos humanos” que postula el liberalismo. En ve r-dad, para María Zambrano, el liberalismo es “el mejorfundamento de la socialización de la economía... puestoque la necesita para la realización de sus postulados...”. Osea: “para realizar la ve rdadera liberación del hombre, senecesita —agrega— una nueva estructura económica”,vale decir: la socialización de la economía, distinguiend oasí claramente su liberalismo del económico, capital i s t a ,que niega su humanismo. Y, con este motivo, dice tam-bién: “Po rque hoy el liberalismo de muchos es el libe-ralismo capitalista, el liberalismo económico y no elhumano”.

Podríamos decir que ese liberalismo que proponeMaría Zambrano y que apunta, como ella dice, a la li-beración del hombre y no de una clase, equivale —noobstante sus críticas al marxismo y a la Revolución Ru-sa de 1917— al proyecto emancipatorio de Marx. Di-

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El exilio es para María Zambrano algo irrenunciableporque “olvidarlo sería como negar una parte

de nuestra historia y de mi historia”.

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María Zambrano en Vélez, Málaga, en 1907

gamos, también por nuestra cuenta, que estas críticasde María Zambrano, dirigidas a cierto marxismo —eldogmático dominante—, así como al “s o c i a l i s m o” que,ya en los años treinta del siglo pasado, en la Unión So-viética, pasaba, usurpándolo, por ser el socialismo, nosp a rece que daban en el blanco. Con ellas, además, Ma r í aZambrano se adelantaba a las críticas que, en los añossesenta del siglo XX, harán algunos intelectuales mar-xistas en Occidente, rompiendo con la ortodoxia queles llegaba de los países del Este.

En suma, para salvar al liberalismo, su “amor al hom-bre” y “a sus valores”, hay que renunciar —dice Ma r í aZambrano—, a la economía liberal. De este modo, sellegará al “nuevo liberalismo” que ella propone. Peroéste no es sólo asunto de teoría, sino también de acción,de vida, y de ahí la necesidad del “intelectual activo”,comprometido, en la vida real en unas circunstanciashistóricas concretas. Y éstas son, entre los años 1928 y1930, las propias de una España anacrónica, postrada,decadente, que desfallece y se consume. En esos años,María Zambrano no es sólo el intelectual que piensa lapolítica, sino también el que la vive apasionadamente,c o m p a rtiendo su pasión con una joven generación estu-diantil. Con ella, María Zambrano se distancia de los“mayores” cuya tibieza no satisface sus aspiraciones.

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No podemos detenernos ahora en el tenso y amplioa rco de la actividad política que lleva a cabo en el can-dente periodo que precede a la proclamación de la Re-pública en 1931. Basta re c o rdar que, en el transcurso deesos años, María Zambrano desempeña un import a n t e

papel en el movimiento estudiantil, organizado por larecién fundada FUE (Federación Universitaria Escolar),que contribuirá decisivamente a la caída de la Di c t a d u r ay la instauración de la República. La actividad políticade María Zambrano en ese periodo es tan variada comointensa. El 11 de febrero de 1930 dirige una carta a sum a e s t ro Ortega y Gasset, con palabras tan convincentesque influyen en el cambio de su tibia posición políticaal inclinarse ésta a favor de la República en su famoso ar-tículo “Delenda est Mo n a rc h i a”. Y pone, asimismo, todosu ardor republicano en sus entrevistas con los “mayo-re s”: Va l l e - Inclán, Azaña y Marañón, a la vez que re d a c-ta la respuesta a la valiente “Carta a los estudiantes” deUnamuno. Colabora, asimismo, en periódicos madri-leños orientados por su liberalismo de contenido social,funda —como ya señalamos— la Liga de EducaciónPopular e interviene en diversos actos públicos de estaorganización. Y sólo suspende por varios meses tan in-tensa actividad acosada por la enfermedad —la tuber-culosis— que la obliga a recluirse en su casa. Pe ro, es tanprofundo el compromiso que ha asumido, que, desdesu forzoso retiro —no deja de colaborar en la redacciónde cartas y manifiestos de la FUE.

María Zambrano participa en todas esas actividadescon su “optimismo vital”, con su alegría y la carga deesperanzas con las que recibe y festeja la proclamaciónde la República, en la Puerta del Sol, el 14 de abril de1931. En sus recuerdos de esos años en su espléndidolibro, por profundo y bello, Delirio y destino, escrito ensu exilio cubano a comienzos de los cincuenta y publi-c ado veinticinco años después, María Zambrano calificaese periodo de su vida como un “tiempo feliz”. Y, refi-riéndose a sus compañeros de lucha, escribe: “Queríanservir, como la conciencia sirve a la vida, recogiéndola,

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unificándola; por eso habían pensado ir a los centrosobreros a hablar con simpatía y respeto”, como ella fueefectivamente a la fábrica de tabacos a hablar con susc i g a r reras. Nada más alejado del elitismo de los inte-l e ctuales consagrados que, a la sombra de las ideas deOrtega, sólo se preocupaban por cultivar su propio jar-dín. Y más adelante precisa la naturaleza de ese serv i-cio como compromiso: “Se rvir —escribe— es compro-meterse con lo que se sirve. Y este servicio librementeasumido por aquellos jóvenes estaba impregnado de ale-g r í a”. Y agrega: “Estaban de acuerdo en la alegría de ser-vir a otros, a todos”, pero, en primer término, a “los quehan tenido sed y hambre de justicia y de pan”. Para ellos,como para María Zambrano, las esperanzas estabanpuestas en el acontecimiento que esperaban ansiosa-mente: la llegada de la República. Y sigue recordandoMaría Zambrano: “La República era el vehículo, el ré-gimen, la realidad, era la Nación...”. En esta articula-ción de nación y república cifraban sus esperanzas, ellay sus compañeros de generación. Y con esas esperan-zas, teñidas de alegría, esos jóvenes —como la mayorp a rte de la sociedad española—, esperaban todo de unaRepública que, ya antes de llegar, mostraba el rostro dela utopía.

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Y el 14 de abril de 1931, la utopía baja del cielo a latierra, y pronto, conve rtida en la República liberal, b u r-guesa, también llamada “de los intelectuales”, se ve t o-cada y aguijoneada por la áspera realidad. Aunque comotal, la República liberal proclama las libertades y los de-rechos políticos de los ciudadanos e instaura una demo-cracia representativa, sin embargo, al tratar de mitigar“la sed y el hambre de justicia y de pan”, de los que h a-blaba María Zambrano, la República se topa con unadura realidad. Pues, sus tímidas e insuficientes refor-mas —agraria y social—, son suficientes para exasperara las fuerzas sociales más reaccionarias: el Ejército, laIglesia, el gran capital y los grandes terratenientes, asícomo para provocar el descontento de los más desfavo-recidos en la ciudad y en el campo. De tal manera quela República pronto se ve acosada por el fuego cruzadode la derecha, a la que le parecía que el nuevo régimen,con sus reformas, iba demasiado lejos, y de la izquierdaradical y las organizaciones obreras y campesinas, paralas cuales sus reformas se quedaban cortas. Esta situa-ción tan compleja y contradictoria no deja de influir enlos medios intelectuales y, dentro de ellos, como vere-mos en María Za m b r a n o. ¿Qué es en estos años del “o p-timismo vital”, de la alegría y del republicanismo de su“tiempo feliz”? Antes de responder a esta pregunta, eche-mos una mirada al paisaje intelectual de la época.

En él podemos distinguir un amplio sector de inte-lectuales entre los cuales se encuentran Manuel Az a ñ a ,Julián Be s t e i ro, Fernando de los Ríos, Antonio Ma c h a d o ,José Gaos, Enrique Diez-Canedo y Joaquín Xirau quese identifican con la República realmente existente.

Pero, podemos distinguir también un sector redu-cido de intelectuales, no menos eminentes, entre ellosUnamuno, Ortega y Gasset, Azorín, Ba roja y Ma r a ñ ó nque, poco a poco, se van distanciando de la Repúblicallegando en algunos casos a la hostilidad hacia ella. Ot rosector también reducido, y de mucho menos talla inte-lectual, encabezado por Giménez Caballero, seducidopor la retórica política del fascismo italiano, se pronun-cia abiertamente contra la República. Está también unamplio sector de jóvenes escritores, entre ellos Alberti,Prados, Se n d e r, Arconada y Miguel He r n á n d ez, y de ar-tistas plásticos como Renau, Rodríguez Luna, Albertoy Miguel Prieto, que se hacen eco de los hambrientos depan y sedientos de justicia en la ciudad y en el campo.Y en este variopinto paisaje no faltan algunos escritores

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Certificado de Inscripción de la República de Cuba de María Zambrano, 1941

como Benjamín Jarnés, Jorge Guillén y Juan José Do-menchina que procuran salvar su creación de la “c o n t a-minación política”. Ahora bien, con la vuelta de la dere-cha al poder en el llamado “bienio negro” (1933-1935),las diversas posiciones políticas de los intelectuales, comoen general las de la sociedad española, se polarizan entorno a dos posiciones antagónicas, en una nueva ver-sión de las dos Españas: las de la derecha al unificarseen la CEDA y las de la izquierda al aliarse en torno alFrente Popular.

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¿Cómo situar a María Zambrano en este diverso paisa-je intelectual, particularmente desde la proclamaciónde la República (1931) a la vuelta de la derecha al poder(1933)? En ve rdad, no encaja en ninguno de los sec-t ores mencionados, pues aunque sigue siendo fiel a susconvicciones republicanas, no se identifica con la Re p ú-blica que realmente existe, pero esto no le lleva, en mo-do alguno, a sumarse a los que la hostilizan o combatenmás o menos abiertamente. Tampoco comparte el radi-calismo revolucionario de otro sector, ni se deja sedu-cir por los cantos a la “pureza” del quehacer poético, oa la asepsia intelectual. ¿Qué queda, pues, en esos años,de su “optimismo vital”, de su alegría y del esperanza-dor republicanismo de su “tiempo feliz”? Digamos queen esos años, hasta la re volución de los mineros asturia-nos que, en octubre de 1934, se enfrentan a la derecha

en el poder, se registra en María Zambrano un déficitde su actividad política, teórica y práctica, que contras-ta notablemente con la intensa actividad de su “tiempofeliz”. En estos años no incursiona en la teoría política,como lo había hecho antes con su libro Horizontes delliberalismo ni escribe artículos propiamente políticos,pues sus colaboraciones en Revista de Occidente, Cruz yRaya y Hojas libres no tienen relación directa con la po-lítica. Y su actividad práctica, de este carácter, es casiinexistente, con una excepción de la que inmediatamen-te, y por fortuna, se arrepentirá. Se trata de su part i c i p a-ción en la fundación del Frente Español, al que se pre-tende dar vida a la sombra de algunas ideas de Ortegay Gasset. No obstante, algunas diferencias filosóficascon él, particularmente con su concepto de “razón vi-tal”, que ya afloran y que le valen una reprimenda de sumaestro, Ortega sigue ocupando el centro de sus admi-raciones. En el manifiesto fundacional del Frente Espa-ñol, firmado por María Zambrano, se filtran algunosrasgos fascistas que se alimentan, o pretenden alimentar-se, de la filosofía de Ortega. Pronto debió de advertirMaría Zambrano que el contenido político de aquellaorganización era incompatible con su nuevo liberalis-mo y, por tanto, que había cometido un enorme errorpolítico. Se comprende, por ello, que antes de que lacriatura viera la luz, ella misma, porque podía hacerlo,decidiera la disolución de aquel Frente Español, al quequiso sumarse, sin que María Zambrano lo permitiera,el que habría de ser fundador de Falange Española, Jo s éAntonio Primo de Rivera.

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María Zambrano y José Ortega y Gasset con un grupo de pro f e s o res y estudiantes, 1933 María Zambrano y Luis Cernuda, 11 de abril de 1935

Después de esta frustrada y deplorable experienciapolítica, el entusiasmo de María Zambrano se ablanday deja paso a cierto desánimo y desconfianza abrién-d ose un paréntesis en su actividad política, que sólo secierra al recuperar el ánimo perdido y apasionarse denuevo a raíz de la revolución de los mineros asturianosy de la represión que sigue a ella. Como la mayor partede sus compañeros de generación y como otros jóvenesescritores amigos suyos, hasta entonces no comprome-tidos políticamente, María Zambrano se suma abierta-mente al Frente Popular que habrá de triunfar en laselecciones de febrero de 1936. María Zambrano salen u e vamente a la plaza pública, participando en dive r s o smítines. Y se compromete así con su palabra encendida,consciente de la tragedia que se avecina con la subleva-ción militar que se está gestando desde el día mismo dela victoria del Frente Popular en las urnas.

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La sublevación estalla en la península el 18 de julio del36 y un día antes en Marruecos. María Zambrano asu-me en Madrid, desde ese mismo día, su compromisocon la República agredida, recurriendo tanto a la pala-bra escrita u oral como a la acción. Y así lo testimoniansu participación en la redacción del Manifiesto Funda-cional de la Alianza de Intelectuales en Defensa de laCultura; sus entrevistas con eminentes intelectuales y,en part i c u l a r, con su admirado maestro Ortega y Ga s s e t ,para que firmaran un escrito de apoyo a la República.Aunque logró obtener la firma de Ortega, sin embar-go, ya fuera de España, éste diría que había firmadob ajo presión, cosa inconcebible tratándose de MaríaZambrano. Testimonian también su incansable activi-dad su labor como miembro de la redacción de la revis-ta Hora de España; su participación en la organizacióndel Segundo Congreso de Escritores en Defensa de laCultura (Valencia-Madrid, 1937) y en la ponencia co-l e c t i va de los re d a c t o res de Ho ra de Es p a ñ a; sus interve n-ciones en diversos actos en Valencia y Barcelona, de-fendiendo la causa republicana. Y como un testimonioejemplar de su compromiso político, libremente asu-mido, está su decisión de volver a España desde Chileen contraste con los esfuerzos de los intelectuales me-d rosos que pugnaban por expatriarse a toda costa. Pe ro ,su compromiso político se manifiesta también, comocorresponde a su condición intelectual, en sus escritosde la Guerra Civil, recogidos en su libro: Los intelectua -les en el drama de España. Estos escritos tienen que vercon el carácter de la guerra, el significado nacional yuniversal de la lucha del pueblo español, el papel de losintelectuales en ella, su crítica de la actitud tibia u hos-til de algunos intelectuales y, finalmente, tienen que ver

también con su esperanza en una España viva, soñada,y con el hombre nuevo en ella.

Así, pues, tanto en sus actos como en su escritura,tanto en su pensamiento como en su acción, y desde el18 de julio de 1936 hasta el 25 de enero de 1939, enque se ve forzada a cruzar la frontera, María Zambranoasume y cumple firme e incondicionalmente su com-promiso político.

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Entendido ese compromiso en su más amplio sentido,y no en el partidista, aunque legítimo, cabe preguntar-se: ¿contra qué, con qué, con quién o quiénes y de quémodo se compromete María Zambrano en la GuerraCivil? Respondamos a esta cuestión, desgranando res-pectivamente, las respuestas.

¿Contra qué se compromete? Contra el fascismo queha desencadenado la guerra. Para María Zambrano estáclaro, desde el primer momento, el carácter fascista del“ Movimiento Na c i o n a l” aunque teniendo claro tambiénla especificidad que le impone la realidad española. Antesque en España —re c u e rda— el fascismo nace y se desa-rrolla en Europa, engendrado por el capitalismo, comof ruto de “la desesperación ante una situación imposiblede salvar por una clase entonces socialmente directiva:la burguesa...”. Ahora bien, España —agrega— es unpaís sin gran capital ni burguesía, escindido entre laE spaña viva y la oficial. De esta última procede la en-trega a “ejércitos del fascismo hambriento que quiere lariqueza de nuestro sol y de nuestras minas”. Y precisa-mente por este carácter fascista que ha conducido “a latraición de hoy —dice también— se está en pie de gue-rra” contra la falsa España, “contra la máscara de la Es-paña viviente y verdadera”. En suma, María Zambranose compromete contra el fascismo, lo que, en la circ u n s-tancia española de escisión de las dos Españas, significac o m p rometerse contra la España oficial, anacrónica, queha conducido a la tragedia de la Guerra Civil, y “contrasu pasado de pesadilla”.

¿Con qué se compro m e te? Justamente con esa Espa-ña viva que, con la República comenzaba a levantarse yque, desde el 18 de julio de 1936, ha sido agredida porel fascismo nacional y extranjero.

¿Con quién se compromete ? Tomando en cuenta elmedio intelectual en el que ejerce su compromiso, po-dríamos decir que María Zambrano se compromete conlos intelectuales que, en la guerra, están con la Repúbli-ca. En verdad, sus actos —como ya hemos visto— sedan sobre todo en ese medio, aunque sin descartar porello sus intervenciones en la plaza pública. Pe ro, su com-promiso es, ante todo, con el sujeto principal de estemomento histórico: el pueblo español. Ya antes de la

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guerra, y con motivo de la revolución de los minerosasturianos, María Zambrano había destacado “la gran-diosa presencia del pueblo español”, pero es en la guerradonde reivindica esa grandeza que su admirado AntonioMachado —como recuerda María Zambrano— habíapuesto de relieve al vincular pueblo y nación.

En conclusión: ¿contra qué, con qué y con quién secompromete María Zambrano? Podemos responder aesta triple pregunta con sus propias palabras: “Yo estoyligada con la lucha de independencia de España, contrala degeneración y perversión más grande que han co-nocido los siglos y con mi pueblo en el que creo a la parcon Dios”.

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Podría pensarse que, al vincular pueblo y nación se caeen un nacionalismo popular de vía estrecha, pero ésteno es su caso, pues para María Zambrano lo nacional esinseparable de lo universal, del destino de otros pueblos.Como los marinos de guerra republicanos que gritan¡Viva España!, María Zambrano siente “la verdad tan-gible, la evidencia que nada podrá destru i r, de que nues-t ro pueblo lucha por todos los pueblos del mundo y ellosmismos lo saben”. Y esto es así por lo que está en juegoen esta guerra que no se encierra en su contenido nacio-nal, sino en lo que tiene de humano. Y, por ello, dicetambién María Zambrano: “Es ahora el pueblo españolquien con su heroísmo infinito, increíble ante las fero-ces fuerzas del fascismo, nos alumbra un nuevo hom-bre, una nueva realidad que antes no había...”. “Y esEspaña —agrega— el lugar de tal parte dolorosísimo”.Así, pues, lejos de encerrarse en un nacionalismo ex-cluyente, María Zambrano reconoce: “A la luz de estavisión de lo nuevo que aflora en el pueblo español, elp royecto de vida comunista cobra su total sentido hastah oy sólo a medias esbozado cuando no maltratado y ma-lentendido”.

El compromiso de María Zambrano, que hemos pre-cisado en su triple vertiente de contra qué, con qué y conquién se compro m e t e, es siempre un compromiso polí-t ico. Como lo es el de todos los españoles que actúancontra el fascismo y por la República, ya sea combatien-do en el frente, ya sea trabajando en la re t a g u a rdia. Ahora

bien, y ésta es la cuarta pregunta que faltaba responder:¿cómo se compromete María Zambrano? Pues aunqueella comparte su compromiso político con el pueblo, delque forma parte, lo cumple en su condición de intelec-tual; valga la redundancia: intelectualmente. Pero aquíconviene precisar el significado del término “intelec-tual”, pues se da el caso del intelectual que, desdoblán-dose a sí mismo en intelectual y ciudadano, consideraque su compromiso político, si es que lo asume, lo tienesólo como ciudadano. Y, en el mejor de los casos, redu-cido a depositar su voto, de cuando en cuando, en unaurna electoral. Pe ro, no es así como lo asume María Za m-brano y, menos aún, en los dolorosos tiempos de unaguerra civil. Lo cumple justamente en su condición deintelectual, poniendo su palabra escrita en ensayos y ar-tículos, y la oral en la plaza pública al servicio de la noblecausa con la que se ha comprometido. Porque compro-meterse es —como ella ha dicho— serv i r. Y compro m e-terse intelectualmente es servir mediante la palabra y elejercicio de la razón vinculada a la vida. Con este ejer-cicio racional, así entendido, es como sirve mejor el in-telectual a la causa con la que se compromete. Y tal esel c o m p romiso político intelectual de María Za m b r a n oque, por el significado humano, universal de la causacon que se compromete, tiene una dimensión no sólopolítica, sino moral.

Este compromiso que le impone la vida en las mástrágicas circunstancias es —insistimos—, para ella, inse-parable de la razón y, por ello, el intelectual que, comoel fascista, se sustrae a ella, se niega a sí mismo —diceMaría Zambrano— como intelectual. Pero, el intelec-tual que se abstrae de la realidad y que sólo tiene ojospara la idea se vuelve estéril. Y de ahí su crítica al idea-lismo y su inclinación por ese materialismo que, a jui-cio suyo, encarna lo mejor de la literatura y del puebloespañol. Y, por ello, exalta también “el amor a la mate-ria” de Pablo Neruda.

Ahora bien, el compromiso político, sea intelectualo no, es asunto de la práctica, de la realidad, y cuandoésta es la de la España en guerra “la inteligencia —es-cribe María Zambrano— también tiene que estar enguerra”; es decir, tiene que “ser también, combatiente”,estar armada como lo estuvo en su nacimiento en Gre-cia, sin que por ello tuviera una condición inferior. Y, des-de esa razón armada, combatiente, María Zambrano se

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...de ese compromiso, asumido con tanta lucidezy pasión, arranca el hilo conductor que

habrá de recorrer todo su pensamiento al fundir—en su razón poética— razón y vida.

lanza “Contra aquéllos que, en el trance terrible de Espa-ña, pretendieron sustraerse a su conmoción, alegandosu condición suprastral de pensadores o artistas comosi la condición humana pudiera eludirse”.

En suma, lo que María Zambrano está rechazandoes la escisión entre razón y vida que aparta al intelectualde la realidad en que vive y lo encierra en sí mismo, ha-ciendo imposible su comunicación con el pueblo. Encontraste con esto, es la fusión de razón y vida la quele mantiene lejos de ese amurallamiento en las ideas yc e rca de la realidad y, con ello, en comunicación conel pueblo.

Así, pues, para concluir nuestro examen del papeldel “intelectual —María Zambrano— en el drama deE s p a ñ a”, reafirmamos que su compromiso político con-t r a el fascismo, por la República y con su pueblo, tantocuando lo cumple con su palabra como con sus actos,es un compromiso intelectual. Y lo es desde los prime-ros días de la sublevación militar hasta el día que se veforzada a abandonar España, mezclada con su pueblo,iniciando así el doloroso exilio que habrá de durar, paraella, cuarenta y cuatro años. Los primeros doce en paísesde lengua española: México, Cuba y Puerto Rico, y losrestantes en Europa: Francia, Suiza e Italia.

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¿ Qué queda en ese largo exilio de su compromiso políti-co? Antes de responder a esta pregunta, habrá que haceralgunas consideraciones sobre el exilio del 39 y las posi-bilidades e imposibilidades que ofrece para hacer políticay, consecuentemente, para asumir el compromiso corre s-pondiente. Pues, aunque por sus causas y su propio ca-rácter es un exilio político que por su dimensión masivano tiene precedentes, esto no significa que en todo exi-liado se dé la disposición a actuar políticamente, ni tam-poco las condiciones necesarias para ello. La disposicióndel exiliado a decidirse a actuar, dependerá en primer lu-gar de cómo conciba, sienta o viva el exilio. Si lo siente,lo vive como lo conceptualiza José Gaos —como un“t r a n s t i e r ro” o transplante o prolongación de una tierra aotra, sin esperar otra vida: la que se daría con la vueltaa la patria perdida, carecería de sentido la esperanza en esavuelta y, por tanto, la actividad política encaminada acontribuir a ella. Pe ro, si el exilio se vive, como lo vivió lainmensa mayoría de los exiliados, como destierro, es de-cir: como una pérdida de la tierra propia que la ajena nopuede compensar —aunque la acogida en ella sea gene-rosa como fue en México— entonces sí tiene sentido laacción política para recuperar la patria perdida y, en con-secuencia, comprometerse en ella y por ella.

Ahora bien, si nos referimos al exilio de MaríaZambrano no encontramos, a lo largo de él, en su pen-

samiento ni en su conducta, ningún indicio de que lopensara y viviera como un “t r a n s t i e r ro”, o sea, integrán-dose en alguna de las tierras que pisó. Por el contrario,la impresión que le deja, referida al tiempo, es la de un“pasado que se ha quedado quieto”, la de tener “s ó l oun horizonte: un horizonte sin realidad”, o también: lade estar “sin lugar en él (en el mundo), habiendo de vivirsin poder estar” (Ca rtas sobre el exilio, 1961) .

El exilio, por tanto, para María Zambrano, no es unperiodo de su vida que pueda cerrarse, transplantándose,integrándose, ni tampoco una experiencia vivida que sedisuelva al llegar a su fin, pues ella no concibe su vidasin el exilio que ha vivido, ya que como dice a su vueltaa España: “El exilio ha sido como mi patria”. Y, quiencomo ella ha vivido su exilio, sobre todo el europeo, co-m o una sucesión inacabada de carencias, soledades y su-frimientos, dice también: “Amo el exilio”, (título de unartículo en ABC del 28 de agosto de 1989). Ya muchoantes de su re g reso a España en sus ya citadas Ca rtas so -b re el exilio, María Zambrano se re v u e l ve contra aquéllospara quienes, en España, “el exiliado ha dejado de existir”al sumirle en el olvido. “Se teme de la memoria —agre-ga— el que se presente para que se re p ro d u zca, es deciralgo de lo pasado que no ha de vo l ver a suceder”. Pe ro ,como escribe también con toda razón: “sólo no vuelve lopasado rescatado, clarificado por la conciencia” .

El exilio es para María Zambrano algo irre n u n c i a-ble porque “olvidarlo sería como negar una parte denuestra historia y de mi historia” (artículo de A B C, ci-tado). La desterrada María Zambrano está tan lejos

EL COMPROMISO DE MARÍA ZAMBRANO

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del “t r a n s t e r r a d o” como para ver en el exiliado la con-ciencia misma de España. “Tal parece por instantesque hayamos sido lanzados de España para que sea-mos su conciencia; para que derramados por el mundohayamos de ir respondiendo de ella, por ella” (Ca rt a ss o b re el exilio) .

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Volvamos ahora a nuestra pregunta anterior: ¿Quéqueda en el exilio de su compromiso político? Quedan,ciertamente, los principios y valores republicanos, sufidelidad a la España viva de la que el exiliado —comoacabamos de ver— es para ella conciencia, y queda suamor al nuevo hombre. Es decir, queda todo aquello queinspiró su compromiso político durante la guerra y delque nunca se desdice en el exilio. Sin embargo, es ver-dad que su actividad política en él desaparece. Aunqueescribe un excelente libro político, Persona y democra c i a,en el que la democracia, que vertebra su ciudad soña-da, se funda en su concepto de persona, en la práctica— t e r reno propio de la política— ésta es inexistente. Po r

tanto, no asume el compromiso que tan firme e incon-dicionalmente había asumido, como intelectual, en el“drama de España”. Y no lo asume, porque no puedeasumirlo. En primer lugar, porque con el alejamientofísico y temporal del exilio de la España realmente exis-tente, no se dan condiciones favorables para la acciónpolítica. Y cuando excepcionalmente se dan, como sedieron en México en los primeros años del exilio, lafrustración de las esperanzas puestas ilusoriamente enlas “democracias occidentales”, así como el efecto de-moledor del pacto yanqui franquista en ellas, acabaronpor consumir las energías políticas de los partidos re p u-blicanos, desvinculados de la oposición interna, aun-que no las de los comunistas vinculados con la luchaclandestina en el interior del país. En segundo lugar, por-que la actividad sólo podía darse en las ciudades dondeexistía una comunidad exiliada.

Refiriéndonos ahora expresamente a María Zam-brano, hay que señalar que si bien es cierto que en Mé-xico, donde ella pasó su primer año de exilio, se dio du-rante cierto tiempo un intensa actividad política, en laque part i c i p a ron numerosos intelectuales, entre ellos losmás renombrados, también lo es que nuestra filósofa, ais-lada en la bella y tranquila ciudad de Morelia, no podíaincorporarse a esa actividad. Y, en el resto de su largo,larguísimo exilio, al vivir en ciudades en las que no exis-tía propiamente una comunidad exiliada y, unido a esto,la soledad y los sufrimientos que la acosaban, se volvíaimposible la actividad política a la que se pudiera haber i n-corporado María Zambrano y, por tanto, su compro-miso político.

Por todas estas razones, se comprende que no pudie-ra asumir el compromiso político intelectual corre s p o n-diente en el exilio. Pe ro, si éste no se da, porque no podíadarse en las condiciones señaladas, sí se da, y vigorosa-mente, un compromiso moral con los principios y va l o-res republicanos, con la España viva de la que ella tam-bién se siente conciencia. Y se da asimismo un pro f u n d oc o m p romiso universal, humano, con esa Au rora que hade llegar alumbrando una nueva ciudad y, en ella, unnuevo hombre.

En cuanto el compromiso político intelectual queasumió en las más trágicas circunstancias de España y,a su vez, en las más dolorosas vicisitudes personales y co-lectivas, ese compromiso quedará para siempre comoun ejemplo inagotable del intelectual que se compro m e-te sin regateos ni desmayo, lúcida y apasionadamente.

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...María Zambrano no es sólo el intelectual que piensa la política, sino también

el que la vive apasionadamente...

María Zambrano en la Embajada de España en Santiago de Chile, 1937