EL CONSUELO Y LA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS Extractos de … · to Oficio, estableció que «la...

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EL CONSUELO Y LA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS Queridos hermanos y herma- nas: Hoy deseo reflexionar sobre el luto en familia por la pérdida de alguno de sus miembros. Por más que la muerte forme parte de la vida, nunca nos pa- rece algo natural. Provoca un dolor desgarrador y un descon- cierto que no sabemos explicar, y hasta a veces le echamos la culpa a Dios. Sin embargo, con la gracia divina, muchas fami- lias muestran que la muerte no tiene la última palabra. La fe y el amor que nos unen a quie- nes amamos impiden que la partida de este mundo se lo lleve todo, que nos envenene la vida y nos haga caer en el vacío. En esta fe podemos consolar- nos unos a otros, sabiendo que el Señor ha vencido a la muer- te de una vez por todas. Y la esperanza nos asegura que nuestros difuntos están en las manos fuertes y buenas de Dios. Así, la experiencia del lu- to puede ayudar a estrechar aún más los lazos familiares, a unirnos en dolor con otras fa- milias y en la esperanza. Sin negar el derecho al llanto, el sentir la ausencia de uno de nosotros nos permite también percibir más concreto y cerca- no el sacrificio de Cristo, que murió, resucitó y fue glorifica- do por el Padre, y su irrevocable promesa de llevar consigo a to- dos los suyos a la vida eterna. El amor de Dios es más fuerte que la muerte”. Papa Francisco, Audiencia General, 17.VI. 2015 Aunque ignoramos el tiempo en el que llegará el fin de todo lo creado, sabe- mos por la Revelación que Dios nos prepara una nueva tierra, donde habi- tará la justicia y la felicidad saciará de manera sobreabundante los deseos del corazón del hombre. LA CREMACIÓN Y LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Extractos de la Instrucción Ad resurgendum cum Christo acerca de la sepultu- ra de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación. 1. Para resucitar con Cristo, es nece- sario morir con Cristo, es necesario «dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor» (2 Co 5, 8). Con la Instrucción Piam et constantem del 5 de julio de 1963, el entonces San- to Oficio, estableció que «la Iglesia aconseja vivamente la piadosa cos- tumbre de sepultar el cadáver de los difuntos», pero agregó que la cre- mación no es «contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural» y que no se les negaran los sacramentos y los funerales a los que habían solicita- do ser cremados, siempre que esta op- ción no obedezca a la «negación de los dogmas cristianos o por odio contra la religión católica y la Iglesia». 3. Siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la Iglesia recomienda insis- tentemente que los cuerpos de los di- funtos sean sepultados en los cemente- rios u otros lugares sagrados. En la memoria de la muerte, sepultura y resurrección del Señor, misterio a la luz del cual se manifiesta el sentido cristiano de la muerte, la inhumación es en primer lugar la forma más ade- cuada para expresar la fe y la esperanza en la resurrección corporal. La Iglesia, como madre acompaña al cristiano durante su peregrinación te- rrena, ofrece al Padre, en Cristo, el hijo de su gracia, y entregará sus restos mortales a la tierra con la esperanza de que resucitará en la gloria. Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de re- lieve la alta dignidad del cuerpo huma- no como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la histo- ria. No puede permitir, por lo tanto, actitudes y rituales que impliquen con- ceptos erróneos de la muerte, conside- rada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el uni- verso, o como una etapa en el proceso de re-encarnación, o como la liberación

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EL CONSUELO Y LA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS

Queridos hermanos y herma-nas: Hoy deseo reflexionar sobre el luto en familia por la pérdida de alguno de sus miembros. Por más que la muerte forme parte de la vida, nunca nos pa-rece algo natural. Provoca un dolor desgarrador y un descon-cierto que no sabemos explicar, y hasta a veces le echamos la culpa a Dios. Sin embargo, con la gracia divina, muchas fami-lias muestran que la muerte no tiene la última palabra. La fe y el amor que nos unen a quie-nes amamos impiden que la partida de este mundo se lo lleve todo, que nos envenene la vida y nos haga caer en el vacío. En esta fe podemos consolar-nos unos a otros, sabiendo que el Señor ha vencido a la muer-te de una vez por todas. Y la esperanza nos asegura que nuestros difuntos están en las manos fuertes y buenas de Dios. Así, la experiencia del lu-to puede ayudar a estrechar aún más los lazos familiares, a unirnos en dolor con otras fa-milias y en la esperanza. Sin negar el derecho al llanto, el sentir la ausencia de uno de nosotros nos permite también percibir más concreto y cerca-no el sacrificio de Cristo, que murió, resucitó y fue glorifica-

do por el Padre, y su irrevocable promesa de llevar consigo a to-dos los suyos a la vida eterna. El amor de Dios es más fuerte

que la muerte”. Papa Francisco,

Audiencia General, 17.VI. 2015

Aunque ignoramos el tiempo en el que

llegará el fin de todo lo creado, sabe-

mos por la Revelación que Dios nos

prepara una nueva tierra, donde habi-

tará la justicia y la felicidad saciará

de manera sobreabundante los deseos

del corazón del hombre.

LA CREMACIÓN Y LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE

Extractos de la Instrucción Ad resurgendum cum Christo acerca de la sepultu-

ra de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación.

1. Para resucitar con Cristo, es nece-

sario morir con Cristo, es necesario

«dejar este cuerpo para ir a morar

cerca del Señor» (2 Co 5, 8). Con la

Instrucción Piam et constantem del

5 de julio de 1963, el entonces San-

to Oficio, estableció que «la Iglesia

aconseja vivamente la piadosa cos-

tumbre de sepultar el cadáver de los

difuntos», pero agregó que la cre-

mación no es «contraria a ninguna

verdad natural o sobrenatural» y que

no se les negaran los sacramentos y

los funerales a los que habían solicita-

do ser cremados, siempre que esta op-

ción no obedezca a la «negación de los

dogmas cristianos o por odio contra la

religión católica y la Iglesia».

3. Siguiendo la antiquísima tradición

cristiana, la Iglesia recomienda insis-

tentemente que los cuerpos de los di-

funtos sean sepultados en los cemente-

rios u otros lugares sagrados.

En la memoria de la muerte, sepultura

y resurrección del Señor, misterio a la

luz del cual se manifiesta el sentido

cristiano de la muerte, la inhumación

es en primer lugar la forma más ade-

cuada para expresar la fe y la esperanza

en la resurrección corporal.

La Iglesia, como madre acompaña al

cristiano durante su peregrinación te-

rrena, ofrece al Padre, en Cristo, el hijo

de su gracia, y entregará sus restos

mortales a la tierra con la esperanza de

que resucitará en la gloria.

Enterrando los cuerpos de los fieles

difuntos, la Iglesia confirma su fe en la

resurrección de la carne, y pone de re-

lieve la alta dignidad del cuerpo huma-

no como parte integrante de la persona

con la cual el cuerpo comparte la histo-

ria. No puede permitir, por lo tanto,

actitudes y rituales que impliquen con-

ceptos erróneos de la muerte, conside-

rada como anulación definitiva de la

persona, o como momento de fusión

con la Madre naturaleza o con el uni-

verso, o como una etapa en el proceso

de re-encarnación, o como la liberación

Basílica Pontificia

de San Miguel C/ San Justo, 4—28005 Madrid

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Noviembre es el mes en el que la Iglesia ora especialmente por todos los difuntos. Ce-

lebra la gloria de los bienaventurados y enseña a los que aún caminamos en esta tie-

rra que “la vida no termina, se transforma” para llegar a la plenitud de Vida en la

eternidad.

“CREO EN LA VIDA ETERNA”

“El cristiano que une su propia

muerte a la de Jesús ve la muer-

te como una ida hacia Él y la en-

trada en la vida eterna. Cuando

la Iglesia dice por última vez las

palabras de perdón de la absolu-

ción de Cristo sobre el cristiano

moribundo, lo sella por última

vez con una unción fortificante y

le da a Cristo en el viático como

alimento para el viaje. Le habla

entonces con una dulce seguri-

dad: «Alma cristiana, al salir de

este mundo, marcha en el nom-

bre de Dios Padre Todopoderoso,

que te creó, en el nombre de Je-

sucristo, Hijo de Dios vivo, que

murió por ti, en el nombre del

Espíritu Santo, que sobre ti des-

cendió. Entra en el lugar de la

paz y que tu morada esté junto a

Dios en Sión, la ciudad santa,

con Santa María Virgen, Madre

de Dios, con san José y todos los

ángeles y santos [...] que puedas con-

templar cara a cara a tu Redentor”.

Te entrego a Dios, y, como criatura su-ya, te pongo en sus manos, pues es tu Hacedor, que te formó del polvo de la

tierra. Y al dejar esta vida, salgan a tu encuentro la Virgen María y todos los ángeles y santos [...] Que puedas con-templar cara a cara a tu Reden-tor» (Rito de la Unción de Enfermos y

de su cuidado pastoral, Orden de re-

comendación de moribundos, 146-

147)”. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1020

SUPLEMENTO MENSUAL NOVIEMBRE 2016

definitiva de la "prisión" del cuer-

po. Además, la sepultura en los

cementerios u otros lugares sagra-

dos responde adecuadamente a la

compasión y el respeto debido a

los cuerpos de los fieles difuntos,

que mediante el Bautismo se han

convertido en templo del Espíritu

Santo y de los cuales, «como

herramientas y vasos, se ha servido

piadosamente el Espíritu para lle-

var a cabo muchas obras buenas».

4. Cuando razones de tipo higiéni-

cas, económicas o sociales lleven a

optar por la cremación, ésta no de-

be ser contraria a la voluntad expre-

sa o razonablemente presunta del

fiel difunto, la Iglesia no ve razones

doctrinales para evitar esta práctica,

ya que la cremación del cadáver no

toca el alma y no impide a la omni-

potencia divina resucitar el cuerpo

y por lo tanto no contiene la nega-

ción objetiva de la doctrina cristia-

na sobre la inmortalidad del alma y

la resurrección del cuerpo.

La Iglesia sigue prefiriendo la se-

pultura de los cuerpos, porque con

ella se demuestra un mayor aprecio

por los difuntos; sin embargo, la

cremación no está prohibida, «a no

ser que haya sido elegida por razo-

nes contrarias a la doctrina cristia-

na».

5. Si por razones legítimas se opta

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por la cremación del cadáver, las cenizas

del difunto, por regla general, deben

mantenerse en un lugar sagrado, es de-

cir, en el cementerio o, si es el caso, en

una iglesia o en un área especialmente

dedicada a tal fin por la autoridad ecle-

siástica competente.

6. Por las razones mencionadas anterior-

mente, no está permitida la conservación

de las cenizas en el hogar […] Para evi-

tar cualquier malentendido panteísta,

naturalista o nihilista, no sea permitida la

dispersión de las cenizas en el aire, en la

tierra o en el agua o en cualquier otra

forma, o la conversión de las cenizas en

recuerdos conmemorativos, en piezas de

joyería o en otros artículos.

8. En el caso de que el difunto hubiera

dispuesto la cremación y la dispersión de

sus cenizas en la naturaleza por razones

contrarias a la fe cristiana, se le han de

negar las exequias, de acuerdo con la

norma del derecho. Roma, de la Congregación para la

Doctrina de la Fe, 15 de agosto de 2016