El Cronista de la Ciudad de Saltillo

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Mi abuelo solía dar una receta de la felicidad. Quien siguiera estos cuatro pasos llegaría sin duda a ser feliz: Beber sin emborracharse Amar sin sufrir pasión Comer sin indigestarse Y a veces desbalagarse (Pero con gran discreción y sin desacreditarse) No sé si la fórmula funcione, pero he aprendido a lo largo de una vida larga que una buena manera de conseguir la felicidad es darla a los demás. Yo soy un jubiloso jubilado. Sin darme cuenta pasé de la edad de la pasión a la edad de la pensión. Como en todas las vidas, a la mía ha llegado la sonrisa y la lágrima, lo cual es bueno, para saber de todo. Tengo una linda esposa de 39 años -de 39 años de casada conmigo, y cuatro maravillosos hijos. Tengo nietos también (de haber sabido antes lo que es ser abuelo, primero habría tenido a mis nietos y luego a mis hijos). Y vivo en una lindísima ciudad: Saltillo. A Saltillo la hicieron indios y españoles. Venían del desierto, y se toparon de pronto con un oasis que tenía en el medio un salto de agua pequeñito. De ahí el nombre: Saltillo. Etimología de a dos por cinco, es cierto, pero díganme ustedes una mejor. Sigue uyendo todavía el cristalino manantial, aunque mi ciudad, de raza colonial, se ha modernizado, y es ahora gran capital automotriz. Conserva, sin embargo, su raíz cultural, que hizo que Saltillo fuera llamada “la Atenas de México”. Alguien consideró exagerada esa denominación, pero yo vi en Grecia un letrero que decía: “Atenas: el Saltillo de Europa”.

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El Cronista de la Ciudad de Saltillo: Armando Fuentes Aguirre "Catón".

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Mi abuelo solía dar una receta de la felicidad. Quien siguiera estos cuatro pasos llegaría sin duda a ser feliz:

Beber sin emborracharse Amar sin sufrir pasión Comer sin indigestarse Y a veces desbalagarse

(Pero con gran discreción y sin desacreditarse)

No sé si la fórmula funcione, pero he aprendido a lo largo de una vidalarga que una buena manera de conseguir la felicidad es darla a losdemás. Yo soy un jubiloso jubilado. Sin darme cuenta pasé de la edad dela pasión a la edad de la pensión. Como en todas las vidas, a la mía hallegado la sonrisa y la lágrima, lo cual es bueno, para saber de todo.Tengo una linda esposa de 39 años -de 39 años de casada conmigo, ycuatro maravillosos hijos. Tengo nietos también (de haber sabido anteslo que es ser abuelo, primero habría tenido a mis nietos y luego a mishijos). Y vivo en una lindísima ciudad: Saltillo.A Saltillo la hicieron indios y españoles. Venían del desierto, y setoparon de pronto con un oasis que tenía en el medio un salto de aguapequeñito. De ahí el nombre: Saltillo. Etimología de a dos por cinco,es cierto, pero díganme ustedes una mejor. Sigue !uyendo todavía elcristalino manantial, aunque mi ciudad, de raza colonial, se hamodernizado, y es ahora gran capital automotriz. Conserva, sin embargo,su raíz cultural, que hizo que Saltillo fuera llamada “la Atenas deMéxico”. Alguien consideró exagerada esa denominación, pero yo vi enGrecia un letrero que decía: “Atenas: el Saltillo de Europa”.

Mi ciudad tiene una catedral que, si yo fuera obispo, cobraría porverla. Tiene montañas que la rodean en amoroso abrazo, y crepúsculosque parecen anuncios de publicidad de Dios. En Saltillo se hacensarapes que cogen todo el sol del mundo, y todos los arco iris, y losobligan a quedarse quietecitos en sus pliegues, lujo sobre el lujo delpiano alemán con candelabros. Y tiene Saltillo una alameda que hapuesto prólogo a todos los amores saltilleros. Si esa alameda pudierahablar ¡ah, cuántas cosas se callaría!

El otro día soñé que llegaba a las puertas del Cielo.Me formaba en la !la de los que esperaban entrar en la morada de laeterna bienaventuranza. San Pedro, el portero celestial, interrogaba alos recién llegados: “¿De dónde vienes?”. “De Roma”. “Está bien, pasa. ¿Y tú?”. “Yo vengo de Florencia”. “Puedes pasar. ¿Y tú?”. “Yo vengo de Paris”. “Pasa también”. Y que me llegaba el turno y el buen portero me preguntaba: “Y tú ¿de dónde vienes? Yo respondía: “De Saltillo”. Entonces San Pedro, preocupado, se rascaba la calva y me decía: “Ah, caray, señor, pues pase usted, a ver si le gusta esto que tenemos”.

Lectora amiga, amigo lector: sé que tu ciudad es hermosa como la mía, yque tienes en ella amores y recuerdos como los tengo yo. Pero te invitoa venir a Saltillo. Te mostraremos las galas de nuestra ciudad ycompartiremos contigo nuestras gulas: el pan de pulque, inverosímil;nuestra fritada de cabrito, única en todo el universo y partesadyacentes; nuestras enchiladas, ante las cuales los manjares queencomió Brillat-Savarin son modestísimo potaje; nuestros dulcesparadisiacos...

Vengan a Saltillo. Quién sabe:a lo mejor se van a ir al Cielo, y es bueno que se vayan preparados.

Catón.