El cuento de la ciudad de Al-Ándalus
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EL CUENTO DE LA CIUDAD DE AL-ÁNDALUS
La noche era tranquila. La luna delgada colgaba en el cielo y aquella cantidad
de estrellas acompañaban el silencio que en aquella ciudad reinaba. Me dispuse
a dar una vuelta con mi caballo, Alecum, y cuál fue mi sorpresa cuando vi una
GRAN MURALLA con sus puertas cerradas (ya que era de noche). Dejé mi
caballo junto a unos almendros con hermosas flores blancas (visibles gracias
a la luz del cielo) y me dispuse a saltar la muralla.
Me ayudé con el lomo de mi fiel amigo color negro azabache, pero al llegar a
lo alto de la muralla, me dio tanto miedo saltar, que allí me quede. Ahí estaban
la parálisis y el temblor que sólo el miedo es capaz de producir en mí.
-“Tranquilízate. Aire por la nariz, suelto por la boca. Aire por la nariz, suelto
por la boca…” – decía para mí.
El miedo se cortó de golpe, sí. De golpe. Nunca me había pasado nada igual.
Cuando alcé la vista, no podía creer lo que estaban viendo mis ojos.
La ciudad era una auténtica maravilla. Vi lo que creía ser un sueño. La
MEDINA (CIUDAD VIEJA), era la parte principal de la ciudad (digo principal
porque se veía su enorme dimensión). En esta parte estaba uno de los edificios
más importantes que era la MEZQUITA MAYOR O ALJAMA. No podía
hacerme a la idea del esfuerzo y sacrificio que había llevado a tantos hombres
construir esa imponente edificación, pero sí imaginaba el agua brotar de una
preciosa fuente rodeada de mosaicos de diferentes colores en el interior de
esa mezquita, el patio porticado o las decoraciones con motivos vegetales en
los pilares.
Mis ojos se deleitaban con las CALLES ESTRECHAS Y LABERÍNTICAS y mi
corazón se perdía en ellas, imaginando un paseo a la luz del sol con mi caballo
Alecum.
Alrededor de la medina estaban los ARRABALES O BARRIOS POPULARES,
donde durante el día, los talleres artesanos llenaban de vida a ciudad de ese
territorio llamado Al-Ándalus.
Parecía mentira que me encontrara encima de una muralla, ¡y de noche!, era
como si pudiera sentir los rayos del astro rey por la mañana. Mi imaginación
volaba alto.
En la parte más alta de la ciudad, casi tanto como la muralla que yo había
escalado se podía ver el ALCÁZAR donde vivían las autoridades y
funcionarios. La vegetación oscura y alta cubría algunas partes pero,
¡caramba! ¡Era inmenso!, un palacio.
Imaginé ser el califa. ¡Cuánto poder! Religión, estado, todo al alcance de mi
mano.
Bajé un poco más la vista, no sin detenerme para sentir la brisa de la noche y
oler el aroma que desprendían las flores del naranjo (o azahar), la dama de
noche y el jazmín. Y vi el ZOCO O MERCADO. Alrededor de él la vida social
y económica de los habitantes se llevaba a cabo, pero ahora la ciudad dormía.
Como yo.
-“¿Qué? ¿Eh?... ¡Oh no!” – Abrí los ojos vi a mi oso de peluche, Teddy. Sí,
tengo 10 años y duermo con mi peluche, ¡¿Qué pasa?! -“Ui me hago pis”.
Y mientras estaba con los párpados pegados y haciendo pis en el baño, me
acordaba de mi sueño y de la ciudad de Al-Ándalus donde, ¡por cierto!, había
BAÑOS también pero no para hacer pis o para la higiene, sino para purificarse
religiosamente y relacionarse con las demás personas de la ciudad.