El cuerpo

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El cuerpo

El Cuerpo es una película protagonizada por Antonio Banderas, se origina la historia basándose en la fe Cristiana, y trata sobre el encuentro de el cuerpo de Jesucristo, un tema un poco polémico por la forma en que se trata, recibido con mucha expectativa por algunos y rechazada completamente por otros, lo que me extraña en gran manera es lo complicado de conseguir la película pareciera que fue sacada del mercado, ya sea intencionalmente o fortuitamente pero lo que si es cierto ya sea por el tema o no pareciera que se esfumó del mercado Guatemalteco .

En Israel para poder llevar a cabo una edificio nuevo, o retocar un inmueble es necesario tener una protocolo completo con implacables inspecciones por motivo de ser un lugar sagrado.

En un punto sin identificar de Jerusalén, un comerciante palestino, dueño de un bazar, quiere edificar un conjunto de pisos en el patio interior de la manzana. Pero en Jerusalén es un requisito indispensable para toda edificación nueva pasar un preceptivo examen arqueológico, dada la riqueza que contiene el subsuelo de la milenaria ciudad. Pues bien, tras hacer un buen agujero en el suelo, aparece una tumba labrada en piedra, con la rueda circular tapando su boca. Dos operarios mueven la piedra, escena que toca muy de lleno a nuestros sentimientos, y la arqueóloga penetra en la cueva, mientras un estremecimiento nos sacude ante las profundas raíces bíblicas de este hecho. Lo que resulta extraño en este cuadro es la aparición de una pared tapiada con ladrillo antiguo. Y es precisamente en el interior de este nicho tapiado donde aparece «el cuerpo». La cámara nos muestra un clavo atravesando el talón del esqueleto sepultado, y algún que otro resto arqueológico. Como es natural, el Vaticano es informado sobre tan extraño hallazgo y envía un sacerdote arqueólogo, residente en Israel, para examinar en el sitio, el hallazgo. El rostro descompuesto y demacrado del sacerdote, al retirarse del sepulcro muestra muy a las claras la clase de hallazgo que la obra desea grabar profundamente en nuestro subconsciente.

Antes de seguir vale la pena comentar que, salvo el gancho del actor principal, bien elegido para este fin, la mayoría de los muy numerosos títulos de crédito son nombres israelíes, como también las magníficas vistas e imágenes que aparecen en todo momento, con la única excepción de las escenas en el Vaticano. Bien avanzada la película, ante la acumulación de «evidencias» el citado sacerdote se suicida

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lanzándose desde el terrado de un monasterio. El actor principal, el «padre Gutiérrez», es comisionado para el Vaticano para llegar al fondo de la cuestión, pero con una consigna muy especial: debe defender a la Iglesia, por lo que «el cuerpo no es el de nuestro Señor …» (palabras textuales del Cardenal de turno).

Naturalmente, el Israel moderno quiere dejarnos la sensación de que el cuerpo encontrado es precisamente el de Cristo. No se pretende demostrarlo, ni cambiar el mundo con ello, pero sí dejar en el subconsciente de cualquier espectador la sensación subliminal de que aún puede estar allí … Con este objetivo, bien planteado en la película, no tienen ningún inconveniente en hacer desaparecer los restos del «crucificado», tras un golpe de mano de un comando palestino que acaba destruyendo el tesoro con una granada.

Pasado el estupor provocado por la contemplación de tan tendenciosa obra, con la malicia que encierra su objetivo final, no podemos menos que volver a la realidad y mostrar sin ningún tipo de dudas el supino dislate de los «argumentos» que se nos presentan. Salta a la vista que para acceder a la cueva excavada en la roca se necesitan dos escaleras de mano, dado el grosor del sedimento que cubre el sepulcro. La ubicación de esa tumba se sitúa en el Jerusalén moderno, sin mostrarnos dónde, pero muy cerca de la ciudad antigua.

Sólo siete semanas después de que se depositara el cuerpo de Cristo en el sepulcro de José de Arimatea, toda Jerusalén, en plena ebullición por la fiesta de Pentecostés, es sacudida hasta sus raíces, al contemplar los «prodigios y señales» que presentan los seguidores del crucificado, y escuchar el mensaje de que «a este Jesús a quién vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo».

El que estaba pronunciando estas palabras era el atemorizado galileo que cincuenta días atrás juraba no conocerle en el abarrotado patio del Sumo Sacerdote. Muchos de los que lo oyeron en aquel patio no podían dar crédito a sus ojos al ver a la misma persona con un cambio tan radical en tan poco tiempo. Las mismas autoridades romanas y judías sabían perfectamente que había sido enterrado en el sepulcro de José de Arimatea, un miembro del Sanedrín. ¿No estaba en Jerusalén el dueño de la tumba? ¿por qué se les «olvidó» a los judíos que estaban en Jerusalén entonces ir directamente hasta el jardín de José para ver si el cuerpo seguía o no allí, como ahora pretenden hacernos creer sus obstinados descendientes? Nada pudo detener el

Analisis 2

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oy analizamos una película con un argumento interesantísimo, basado -a grandes rasgos- en la inquietante pregunta: ¿Qué sucedería si aparecieran los restos del cadáver deJesucristo?.

Sobre esta pregunta se construye una película de acción, un thriller político donde se entremezclan las tres grandes religiones monoteístas del planeta Tierra: Cristianismo,Judaísmo e Islam.

Toda la trama de la película se desarrolla en la ciudad de Jerusalén. Durante las excavaciones realizadas en un sótano para construir un edificio se encuentra una tumba que data de comienzos del siglo I. Cuando la doctoraSharon Golban (Olivia Williams) comienza a analizar e inspeccionar el cuerpo encontrado empieza a sospechar algo que le confirma un arqueólogo amigo suyo (que también es sacerdote), el padre Lavelle (Derek Jakobi). El cuerpo enterrado podría ser el de Jesucristo. Las coincidencias son sorprendentes: el cadáver pertenece a un crucificado, de unos treinta años, de profesión artesano, que ha sufrido latigazos y ejecutado finalmente con una lanzada en el costado. Cuando el Vaticano se entera del posible hallazgo, decide enviar al Padre Matt Gutiérrez (Antonio Banderas), un antiguo guerrillero de El Salvador, para que encuentre la verdad. Así comienza una historia llena de angustia, emoción, acción, un toque romántico y un descubrimiento que puede zarandear la fe mundial.

La película, sin embargo, presenta bastantes intereses oscuros y

ocultos. Independientemente del final, donde se aclaran si los huesos

eran de Jesucristo o no (que como siempre no os revelo para que os

pique la curiosidad…), el filme se ceba con las tres Religiones antes

mencionadas. Todas ellas aparecen como meras invenciones

humanas donde lo único que les interesa es el poder, la política y el

dinero. Cierto que esta postura será muy del agrado de un amplio

sector crítico hacia todas las religiones, pero creo que las

generalizaciones son erróneas e injustas. No todo en el Vaticano, en

el Estado de Israel o en el Frente de Liberación Palestino es política.

Cierto que la convivencia entre ellas es difícil, que gran parte de las

veces han primado intereses no estrictamente religiosos en sus

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conflictos, pero de ahí a proponernos que las tres religiones son una

mera invención humana –opinión que deja traslucir la película- hay un

triple salto mortal sin red. De paso, para rematar la faena, se

cuestiona duramente el celibato en la Iglesia católica, aunque ese

tema será objeto de otro post por mi parte.

Mi deber es deciros que se trata de una película interesante, que

merece la pena verla, pero también que la veáis con ojos críticos. Hay

que ver una película como lo que es: ficción. Hay quien cuando se

pone delante de una televisión se cree que todo lo que está viendo

tiene la misma objetividad que un documental de la madre naturaleza.

Desgraciadamente no es así. Ver determinadas películas requiere un

mínimo de conocimientos y de capacidad crítica para verlas y

juzgarlas sin dejarnos arrastrar por el interés de determinado director

o productor. Desgraciadamente, no todo el mundo posee estas

cualidades, dándole el mismo valor a una película de ficción que al

Telediario de cada día. Vivimos en un mundo donde hay intenciones

aviesas respecto a la Religión Católica, y el Cine no es una excepción

a los constantes ataques que sufre la Iglesia. Se puede disfrutar del

Cine y discrepar del mensaje de una película, no pasa nada si se sabe

juzgar rectamente.

Espero que la disfrutéis, que os haga pensar (el tema es muy

sugerente), pero al mismo tiempo, que la juzguéis y la analicéis

vosotros mismos. Yo ya os he dado varias pistas para ello.

The Body: Antonio Banderas y el supermercado espiritual.

Una nueva película protagonizada por Antonio Banderas, de cierto interés, cuestiona con una intencionalidad nada inocente a la Iglesia

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católica, apuntando de forma directa a su núcleo. Y todo ello conforme los esquemas predominantes en el pensamiento mayoritario

Varias son las películas actuales cuya figura central es un sacerdote católico: Ed Harris en El tercer milagro, Gabriel Byrne en Stigmata y, por último, Antonio Banderas en The Body. Todas ellas dentro de una tendencia a la realización de producciones cinematográficas de contenido esotérico, trama espiritualista, temática "new age", etc.

Pero esta película va mucho mas allá de la simple crisis personal y de fe de un sacerdote católico (¿porqué no se lleva al cine la crisis de un pastor evangélico o un mullah musulmán?), apuntando al núcleo central del acontecimiento cristiano (la existencia real de Jesucristo y Su efectiva resurrección), además de cuestionar el papel real de la Jerarquía y de la misma Iglesia católica.

El argumento de la película.

Basada en una novela de Richard Ben Sapir, The Body está dirigida por Jonas Mc Cord, siendo rodada en Jerusalén y Roma; destacando en ello su director de fotografía Vilmos Zsigmond (de Encuentros en la Tercera Fase).

El jesuita Matt Gutiérrez (Antonio Banderas), antiguo agente doble del servicio secreto de El Salvador, y cuya vocación se suscita por un sacerdote de la "Teología de la Liberación", es enviado por el Vaticano a Jerusalén con la misión de seguir de cerca los descubrimientos de una arqueóloga judía (a la que da vida una magnífica Olivia Williams), Sharon, quien ha encontrado el esqueleto de un crucificado. Y, eso es lo inquietante: esos huesos podrían corresponder al propio Jesús, a juicio, incluso, de un dominico especialista en la materia.

Poco a poco, las diversas pruebas científicas parecen confirmar, de forma casi inevitable, esa preocupante conclusión, que podría tener un impacto brutal en el cristianismo de ser positivas, en particular en la Iglesia católica.

Este increíble hallazgo se convierte en moneda de cambio del Servicio Secreto judío, que propone al Vaticano la entrega material del descubrimiento arqueológico para que silencie (siendo esa su segura intención) tan preocupante hecho. Y esto a cambio de que el Vaticano reconozca a Jerusalén como capital indivisible del Estado judío.

Una fracción radical palestina intentará desarrollar el mismo juego. Acción, violencia, dudas de fe, un amor imposible entre el sacerdote y

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la atractiva arqueóloga israelí; todo ello se mezcla en una trama, algo lenta en algunos momentos (la película tiene una duración de dos horas), que nos proporcionará muchos sustos para, finalmente, desmentir que se trate del cuerpo de Jesús. Se trataría, la explosión final así lo desvela, del esqueleto perteneciente a un joven llamado David, hijo de uno de los primeros cristianos, cuyas coincidencias, físicas y en la muerte en la cruz, con Jesús, son extraordinarias.

Finalmente, el sacerdote "colgará los hábitos", redimido en parte por el amor de la joven viuda judía, prosiguiendo, se da a entender al final, la búsqueda de la fe en Jesús, pero libre –tampoco queda claro hasta donde- de las ataduras de la Iglesia.

El mensaje oculto.

La película, audaz en su planteamiento, no cuestiona, aparentemente la historicidad de Jesús, si bien se permite cuestionar por completo a la Sábana Santa de Turín en una escena. Tampoco afirma de forma explícita que sea imposible que haya resucitado.

Pero su planteamiento de fondo es más sibilino, no en vano, en palabras de uno de los protagonistas "la fe no se basa en un sistema racional de pruebas". Además, tanto para el extremista palestino, como para el propio sacerdote, "Dios no entra en la política". Por otra parte, lo importante, en boca del jefe del Servicio Secreto israelí, es "una ilusión colectiva de millones de personas que es lo único que tienen en la vida" y, según otro, "Jesús es el iniciador de un movimiento de amor que atraviesa la historia". Incluso las razones en que basa su fe el sacerdote protagonista son básicamente sentimentales y poco maduras. Con todo ello, y en última instancia, la realidad de la existencia y resurrección de Cristo no parece relevante; parece concluirse de todo ello.

Los guionistas olvidan que para los cristianos "si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe".

El joven sacerdote será consciente –en la película- de la manipulación a la que se ha visto sometido por la jerarquía vaticana, más interesada en la simple continuidad de la Iglesia, que en la misma verdad. Y esa es la acusación que mayor fuerza alcanza en la película.

No se niega, aparentemente, al cristianismo, pero la conclusión inevitable de la película es que, para que la verdad te libere, hay que liberarse de la propia Iglesia católica, siendo el propio y personal juicio el que decida cómo era y cómo es este Jesús al que se pretende

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imitar. Y ese planteamiento llevado a sus últimas consecuencias puede derivar en que la propia historicidad de la persona de Jesucristo no es, en última instancia, fundamental, para la continuidad del cristianismo. Un puro ejercicio de voluntarismo, acorde con las tendencias actuales del "supermercado espiritual" propuesto desde el poder dominante, una de cuyas expresiones más llamativas es la llamada "nueva espiritualidad" y los movimientos de la"nueva era".

Por todo ello, vemos que el argumento de la película está bien elaborado, pero con una intencionalidad muy concreta: cuestionar a la Iglesia católica en su núcleo fundamental, reduciéndola a una "multinacional" del amor, las buenas intenciones y de la ilusión colectiva. Así, la Iglesia quedaría homologada en el actual supermercado espiritual universal, en el que todo es equivalente y relativo, bien ilustrado por músicas étnicas de moda, terapias y técnicas de superación personal, yoga sexual, etc.

Conclusiones.

Sin embargo, creemos que todo este planteamiento es poco humano y escasamente racional.

El sacerdote abandona, vemos al final del film, la certeza de una Tradición dos veces milenaria, una casa que le ha dado sentido y que le facilitado el encuentro personal con Jesús a través del sacerdote que, por vías insospechadas, proporcionó rostro a ese acontecimiento. Y todo ello lo aparta al iniciar una búsqueda imprecisa basada en las propias fuerzas y en algo tan etéreo y frágil como el recuerdo de una fugaz pasión amorosa, que no concreta en sus límites las secuencias finales. Tampoco este último aspecto es lógico. Si la verdad y el amor te "libera", habrá que seguir a esa verdad y ese amor. No se entiende, por ello, que su relación con Sharon quede en un "allí donde yo vaya te llevaré en mi corazón". Un final tan etéreo, abstracto y superficial como el papel que esta película pretende conceder a la Iglesia.

No es humana la alternativa propuesta vagamente en la película, una propuesta que predomina en la mentalidad actual, impulsada desde el poder y el pensamiento dominante. Esa propuesta "espiritual", relativista y etérea, deja sólo al hombre frente al Misterio, incapaz por lo tanto de concretar en rostros reconocibles y carnales, en certezas palpables, la suprema promesa, hecha realidad en una concreta compañía humana, de Jesucristo, encarnado y reconocible en la comunidad de sus amigos: la Iglesia. Fuera de esa compañía humana, fuera de la Iglesia, Jesucristo se convierte en una ilusión, en

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un proyecto. Y ello no satisface, realmente, las exigencias de verdad que alberga el corazón de todo hombre.

José Basaburua.