El derecho común

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Historia del Derecho 16/02/2012 La cultura del derecho común (Siglos XI- XVIII) Los corpora iuris y la jurisprudencia. Las dos fuentes del derecho común lo componen el Ius civilis y el Ius canonicus. El civilis toma como referencia los textos romanos, y el canonicus los textos de la Iglesia. En los siglos XI y XII comienza la baja edad media, debido a una serie de cambios que se producen. Hay un cambio en las maneras de vivir, en la composición de la estructura social, en el modo de pensar, en el orden político… en suma, hay un cambio también en la concepción del Derecho, la manera en que los juristas lo conciben. Ahora bien, no es un cambio radical, no se trata de una revolución, más bien es una transición. No se trata de romper con las tradiciones precedentes, de hecho la creencia central de este mundo medieval sigue siendo el teocentrismo, un orden natural impuesto por Dios, indisponible e inmodificable, que llega por la revelación. Un orden donde a cada uno le corresponde un lugar, y una jerarquía. Ahora bien, hay una posibilidad de mejora, de renovatio, dentro de ese esquema. Ese poder mejorar no significa que estemos en un momento como el renacimiento. Más bien, para el hombre de esa época es importante volver a un pasado para mejorar, con instrumentos como recurrir al Derecho clásico. Es el período en que nace el derecho común, que será una de las piezas centrales de este proceso de cambio. Es un fenómeno histórico de larga duración, lo que se gesta durante los siglos XI y XII permanecerá constante, aunque con cambios. La decadencia de este modo de ver el mundo no llegará hasta la Ilustración, que coincidirá con los periodos revolucionarios. Otra coordenada histórica importante es la res publica cristiana, que estuvo disgregada durante la Alta Edad Media. En este período de la Baja Edad Media se producirá un cambio, se empezarán a cohesionar las creencias y prácticas dentro de la Tema 1 El Derecho Común Página 1

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Historia del derecho europeo. Introducción al Derecho común

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Historia del Derecho

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La cultura del derecho común (Siglos XI-XVIII)Los corpora iuris y la jurisprudencia.

Las dos fuentes del derecho común lo componen el Ius civilis y el Ius canonicus. El civilis toma como referencia los textos romanos, y el canonicus los textos de la Iglesia.

En los siglos XI y XII comienza la baja edad media, debido a una serie de cambios que se producen. Hay un cambio en las maneras de vivir, en la composición de la estructura social, en el modo de pensar, en el orden político… en suma, hay un cambio también en la concepción del Derecho, la manera en que los juristas lo conciben. Ahora bien, no es un cambio radical, no se trata de una revolución, más bien es una transición. No se trata de romper con las tradiciones precedentes, de hecho la creencia central de este mundo medieval sigue siendo el teocentrismo, un orden natural impuesto por Dios, indisponible e inmodificable, que llega por la revelación. Un orden donde a cada uno le corresponde un lugar, y una jerarquía.

Ahora bien, hay una posibilidad de mejora, de renovatio, dentro de ese esquema. Ese poder mejorar no significa que estemos en un momento como el renacimiento. Más bien, para el hombre de esa época es importante volver a un pasado para mejorar, con instrumentos como recurrir al Derecho clásico. Es el período en que nace el derecho común, que será una de las piezas centrales de este proceso de cambio. Es un fenómeno histórico de larga duración, lo que se gesta durante los siglos XI y XII permanecerá constante, aunque con cambios. La decadencia de este modo de ver el mundo no llegará hasta la Ilustración, que coincidirá con los periodos revolucionarios.

Otra coordenada histórica importante es la res publica cristiana, que estuvo disgregada durante la Alta Edad Media. En este período de la Baja Edad Media se producirá un cambio, se empezarán a cohesionar las creencias y prácticas dentro de la cristiandad. Esto es reflejo de la cohesión institucional de la Iglesia: surgirán organismos y se empezará a afirmar la autoridad del Papa. La Iglesia empezará a estar dirigida jerárquicamente, y en un único sentido.

En el plano ideológico esta cohesión se refleja en el primado papal. Este principio consiste en que el Papa se afirma como la autoridad central dentro de la Iglesia universal. No es un primus inter pares, sino que está a la cabeza de la Iglesia. Al mismo tiempo se arroga para sí mismo el título de apostólico, se nombra a sí mismo sucesor del apóstol Pedro, y por tanto heredero de sus poderes: potestad suprema dentro de la comunidad cristiana como juez y legislador.

Por otro lado, el emperador también se está afirmando a la misma vez. Se ve a sí mismo como heredero del Imperio Romano. Por lo tanto, igualmente va a reivindicar para sí aquellas regalías (derechos y atributos) propias de su condición de emperador: derecho a nombrar cargos, imponer tributos, rentas, acuñar monedas…

Si tenemos dos autoridades que se están afirmando simultáneamente, coincidiendo además territorialmente en ciertos lugares, se producen conflictos entre ambas autoridades, pues las esferas mutuas de poder no están claramente delimitadas. Un episodio clásico es la querella de las investiduras: ambos se arrogan para sí la potestad de nombrar al arzobispo de

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Milán. Ambos polos de ese conflicto acudirán al Derecho Común para fundamentar sus derechos: uno mediante el Derecho Eclesiástico, y otro el Romano. Se iniciará por ello una reconstrucción de las fuentes del Derecho clásico, principalmente en Bolonia, donde nace este fenómeno.

El emperador Justiniano, entre otras cosas, se propuso recopilar todo el Derecho de los emperadores anteriores. Recopila estas constitutiones (leyes derivadas del emperador). Para ello organiza una serie de comisiones codificadoras de juristas, funcionarios de la administración central del imperio, con el propósito de que recopilen todo este Derecho anterior pero siempre con la finalidad clara de reformulación: suprimir leyes anticuadas (injustas o remotas); reducir el texto de las normas a lo esencial, para que el resultado final sea la concisión; y también de suplir las antinomias (contradicciones entre las normas). Esta comisión se inicia en el 528dC, y termina en el 529, cuando entra en vigor el código. A día de hoy sólo se conserva un índice en un papiro, el resto se ha perdido.

Hay un segundo momento en que se propone a otra comisión de juristas y abogados recopilar el derecho de los juristas, la doctrina. Eso será lo que constituya los digesta o pandectae (el nombre griego que recibe). Las obras se compilan en griego, que era el idioma que se hablaba en el imperio bizantino (el latín era el idioma de la administración, no de la población en general). Estos textos tienen fuerza de ley, son un código.

Al mismo tiempo se concluye y hace público un tratado, las institutiones, que no tienen origen en una comisión oficial, sino que son una recopilación privada de cuatro libros con el objetivo de la enseñanza del Derecho. Son los conceptos básicos del Derecho Romano. No obstante, al mismo tiempo que se da a conocer, el emperador decide darle fuerza de ley, por lo que pasan a formar parte de la misma recopilación, el mismo código de Justiniano.

Entre tanto, el emperador no había dejado de dar leyes, constitutiones. Muchas de ellas las considera de vital importancia ya que legislan ciertas reformas, especialmente en el ámbito de la Iglesia. Por ello decido incorporarlas al código: organiza una nueva comisión, encargando a Tribornio refundir el código primero en una nueva compilación que incorpore este nuevo Derecho que se ha ido produciendo durante ese tiempo, el Codex repetitae praelectiones (534dC), con 12 libros, entrando en vigor ese año.

Por último, otro de los propósitos del emperador Justiniano es que aquel nuevo derecho se vuelva a recopilar en un nuevo tratado, que posteriormente se denominará Novellae. Este proyecto nunca llegará a completarse, pero sin embargo, sí que se dará de manera privada.

Durante la edad media sobrevivirá de manera fragmentaria, lo único que permanecerá completo será la Novellae. En el período bajomedieval los juristas de Bolonia se proponen recuperar ese código originario, esa compilación Justinianea, reconstruyéndola.

Se da en Bolonia, en primer lugar, porque en el norte de Italia se da un desarrollo comercial muy temprano, al hilo del cual hay un crecimiento y desarrollo de las ciudades mucho más avanzado que en el resto de ciudades europeas. Ese desarrollo económico conllevará un tráfico jurídico, nuevas relaciones que precisarán normas más complejas, para resolver los nuevos conflictos. Necesitarán por ello nuevos conceptos para su resolución, y el derecho

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justinianeo parece el lugar idóneo donde encontrarlos. Otro motivo es el conflicto entre papas y emperadores, el Derecho Romano ofrece argumentos tanto a unos como a otros. Por último, el territorio italiano será donde se encontrarán más vestigios del Codex.

Las colecciones que se recogen de manera privada son las que sobreviven. Una de las que llega a la alta edad media es el Epitome Iuliani (compendio Juliano). Es una obra recogida con un propósito pedagógico. Es contemporáneo al proceso de codificación (siglo VI). Se conserva por completo probablemente porque parte de su contenido es relativo a materia eclesiástica. La Iglesia se encarga de la conservación de los libros, la cultura, por tanto no es extraño que esta obra tenga esa fortuna debido al interés de la Iglesia. Incluye constitutiones de interés práctico para la Iglesia. Es muy conocida en su período, y de ella se extractan constituciones que se incluyen en otras compilaciones, y también se le añaden nuevas cosas en época medieval. Probablemente estaba destinado a la enseñanza en Italia, y por tanto se redactó en latín, mientras la mayoría de las Novellae de Juliano estaban escritas en griego. Es una especie de sumario, de resumen, parafraseando las originales de Juliano de manera resumida en latín. Recoge 124 constituciones o novelas.

Los juristas boloñeses rescatan otro compendio, el Liber authenticum o authenticorum, que empieza a circular entre ellos en el siglo XII. Es otra recopilación de novellae, más extensa (134 novelas). El jurista medieval cree que incluye el texto original de las constituciones, sin modificaciones, lo cual termina siendo cierto en lo referente a las constituciones que se redactaron en latín. Las demás, las escritas en griego, aparecen traducidas al latín en sentido literal, lo que en el fondo modifica el texto, y eso lo convierte en una recopilación un tanto deficiente. El término authenticum viene dado por esa interpretación como documento original.

Del resto del compendio Justinianeo sólo sobreviven extractos, de manera fragmentaria, creando obras como Exceptiones Legum Romanorum Petri, que se produce en Italia a fines del S.XI o en Francia a Fines del XII. Comparte muchas citas con los libros de Tubinga y Ashburn. Se desconoce cuál de ellos es el libro originario. Por ello, el jurista se encuentra con esa multiplicidad de fuentes, y necesita reconstruirlas. Era una recopilación de novellae que intentó llevar a cabo Justiniano, pero finalmente se hizo por iniciativa privada. Se desconoce cuál de ellos es el libro originario. Por ello, el jurista se encuentra con esa multiplicidad de fuentes, y necesita reconstruirlas. La versión que circula en el S.XII entre los juristas de Bolonia tiene 97 constituciones. Muchos lo conocen como el authenticum boloñés. Además se suele dividir en 9 partes llamadas colationes.

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Las novelas nos llegan en la versión del authenticorum, mientras lo demás llega en citas, epítomes, etc.

El proceso de recopilación que realizaron los juristas boloñeses:

Llevaron a cabo la colación (comparación) de ejemplares, para dilucidar cuál era supuestamente la versión originaria. Además enriquecieron las versiones epitomadas, añadiéndoles cosas contemporáneas. También tomaron decisiones que van a cambiar la configuración original de la compilación justinianea. Por ejemplo, al comparar unos manuscritos con otros se dan cuenta de que las constituciones del Codex son muy elegantes y concisas, mientras que las de las novellaes son muchísimo más ampulosas, oscuras, redactadas en un estilo mucho menos claro. La distancia que hay entre una y otra la resuelven cogiendo algunas de las constituciones nuevas e insertándolas en el Codex allí donde estimaban que debían aparecer.

Además, desde mediados del S.XI los emperadores producen nuevas constituciones, que para los jurisconsultos de la época tienen el rango de ius novum, novellae, nuevas constituciones imperiales. Algunas de esas nuevas constituciones añadidas al authenticum también serán interpoladas en el Codex, con el nombre de authenticae.

Los últimos tres libros del Codex van a quedar desgajados del resto, y pasarán a llamarse los Tres Libri. Las razones que aducen los historiadores es que tocan materia, contienen el ius publicum bizantino del S.VI, y probablemente eso tenía poco interés para la Bolonia medieval. Por tanto el jurista le otorga un interés secundario y lo deja separado del resto. No obstante esta hipótesis se contradice con el hecho de que desde mediados del S.XII el emperador estaba en disposición de reivindicación de sus regalías, y estos tres libros le otorgarían argumentos para esta reivindicación.

En cuanto a la recomposición del Digesto:

Entre el S.VII y el XI el digesto desaparece, y vuelve a redescubrirse en el S.XI. Empieza a circular una copia manuscrita, la littera pisana o florentina. Esta littera pisana, una copia del Digesto, se traduce al latín en Pisa. No se sabe muy bien cuál era su función, y la versión que circula en Bolonia en realidad son muchas copias manuscritas, denominadas versiones vulgatas. De hecho hay tanta diferencia entre una versión y otra, y entre la vulgata y la littera florentina (la vulgata en muchos aspectos es más extensa) que no se sabe si son copias de la littera florentina o no.

Se redescubre por partes. Esto ocasiona que la primera parte que se descubre se llame Digestim Vetus (libros I-XXIV, tit. II), posteriormente el Digestum Novum (XXXIX-L). Más tarde se inserta en medio el Infortiatum (Libros XXIV- tit.III-XXXVIII).

Lo que queda del resto de la compilación justinianea originaria se incluye en el Volumen legum parvum. Incluye los tres libros finales del Codex, las institutiones y las novellae en su versión del authenticum. No obstante, desde mediados del S.XIII se tiene la costumbre de añadir a ese authenticum una décima parte, la decima collatio, dentro también de este volumen parvum.

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Aparecen cosas que no tienen demasiado que ver con el derecho justinianeo, como los Libri feudorum, que incluye una colección de normas que competen al régimen de tierras entre señor y vasallo, y los vínculos entre ellos: normas de derecho feudal. Se añade porque el jurista probablemente lo echaba en falta en la legislación justinianea original, siendo un tema fundamental en la baja edad media. Además se añaden instituciones imperiales medievales, al entender que tienen el rango de Novellae.

El orden final de la compilación reconstruida es: Digestum vetum, Digestum novum, Infortiatum, Codex (9 libros), Volumen Parvum.

Es evidente que esta versión compilada se diferencia del original en varios aspectos:

En la integración de normas de origen medieval, esas authenticae introducidas en el Codex, y el ius novum añadido a las novellae. Por tanto se integran normas no solamente como apéndices, sino además en el texto original.

Por otro lado, el texto tiene un tenor bastante diferente del original: la letra del texto aparece modificada. Primero por la precariedad de los materiales que el jurista maneja, que tiene lagunas, está incompleto o en versiones resumidas, y además por la distancia entre el texto romano original y el jurista, que le hará tener lecturas sesgadas o distorsionadas. También algunas son traducciones del griego, y algunas no se pueden traducir, lo que originará diferencias. Otra razón es el hecho de que el jurista persigue un propósito meramente funcional, no se propone recuperar el texto fidedignamente, sino porque tiene un interés práctico, aplicable a la práctica cotidiana. Así, no tiene tantos escrúpulos a la hora de respetar el texto original.

Por último, se diferencia en la manera en que se presenta al lector. El jurista medieval presenta el texto rodeado con la glosa: incorpora la interpretación.

No podemos describirlo como texto romano exactamente: hay un grado de intervención. Lo describiremos como Corpus iuris Civilis, cuerpo de derecho civil. Derecho civil no en el sentido contemporáneo, sino civil en tanto distinto del canónico.

Ius canonicum:

La otra fuente del ius commune. Es el derecho eclesiástico, promulgado por el Papa. Es un proceso muy diferente al del Derecho Romano: es un derecho contemporáneo a aquellos que lo recopilan, por lo tanto no hace falta recuperarlo. No obstante, es cierto que algunos textos van a incluir algunas normas de Derecho Romano.

A partir del S.XI circulan compilaciones de normas canónicas por Bolonia. No obstante no tienen ningún criterio, ningún proyecto unitario. Se van produciendo de forma privada, sin seguir ningún principio.

En los años 40 del S.XII, Graciano realiza una compilación de normas de derecho canónico que en un principio no se distingue de otras parecidas como las etimologías de San Isidoro, pero incorpora dos notables diferencias con respecto a las otras:

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-Añade sus propios comentarios, denominados Dicta Gratiani, o dichos de Graciano, que persiguen el objetivo de acabar con aquellas antinomias o contradicciones que se dan en una tradición canónica muy diversificada, sin un criterio unificador. Es por ello que su propósito, como él titula la obra, es Concordia discordantium canonum, aunque finalmente se conocerá como Decretum Gratiani.

-La otra novedad es la ordenación interna, la sistemática. Las divide en dos partes claras:

Distinctiones: dentro de cada una se agrupan las normas, denominadas cánones. Se comienza el libro por aquellas distinciones más generales, como el derecho divino, derecho natural, derecho humano, etc. para pasar a otras más específicas, como los oficios eclesiásticos.

Causae: enunciados de tipo práctico, supuestos de hecho que planteaban una serie de quaestiones, que se van abordando a continuación de tal manera que dentro de cada una de ellas se van a ir disponiendo y organizando los diferentes cánones.

Nada más se acaba de elaborar, el Decretum sufre un proceso de reelaboración, que va a afectar a su estructura y contenido. Le añadirá un número considerable de textos nuevos, Palea, muchos de ellos de Derecho Romano. Este proceso se concluye en 1150, y al aumentar el volumen del texto, como consecuencia perderá coherencia. No sólo eso, además se le añade un apéndice, una tercera parte llamada De consecratione, sobre cuestiones sacramentales.

El Decretum va a tener un gran éxito, va a adoptarse como texto de referencia. Esto se debe a varios motivos, entre ellos su cuña boloñesa. Se elaboró en Bolonia en un momento en que los estudios jurídicos están en ebullición en la ciudad. Otra causa más específica es el hecho de que la escuela de Graciano, sus seguidores, lo adoptan como texto de referencia para la enseñanza y el aprendizaje del derecho canónico. La tercera causa de su éxito es el hecho de que se inscribe dentro de la reforma gregoriana, está en sintonía con su espíritu; y si bien la obra no recibe ningún apoyo específico, el hecho de que esté en sintonía significará que las autoridades eclesiástica la vean con buenos ojos.

Después del Decretum aparecerán nuevas normas eclesiásticas. Esas nuevas normas serán ius novum, derecho nuevo. La obra de Graciano será el libro inaugural y punto de referencia del derecho canónico. Ese ius novum no se integrará dentro del Decretum, sino que se quedarán fuera y se considerarán normas Extravagantes, por la expresión latina extravagantum, aquellas normas que circulan fuera del Decretum de Graciano.

Las normas serán del tipo de cartas decretales y cánones conciliares. Esta producción es reflejo del primado papal, el Papa está afirmando su autoridad sobre la res publica cristiana. Ello se traduce en que el Papa se considera como legislador supremo y como juez supremo de la Iglesia, y como juez supremo va a tomar decisiones que van a informar las decisiones de las autoridades bajo él. Como autoridad suprema convocará concilios donde va a disponer las nuevas normas. Las cartas decretales son normas con un destinatario específico con respecto al cual resuelven: peticiones de justicia. Se compilan estas decretales porque a pesar de ser normas singulares se entiende que responden a principios generales, el Papa resuelve con respecto a esos principios. Además es interesante recopilarlas porque el Papa está afirmando su función legisladora, y hay por tanto mucha actividad legisladora, se producen gran cantidad de cánones y cartas decretales.

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Una de las compilaciones de más éxito son las Compilationes Antiquae (siglos XII-XIII). Bernardo de Pavía compone una hacia 1191, que se parece a otras como la Collectio Francofurtana que se compila diez años antes. De ésta copia la división interna, se ordena en 5 libros: iudex (juez, recoge lo relativo a la ordenación judicial eclesiástica), iudicium (materia relativa al orden y tramitación de los procesos), clerus (condiciones y reglas propias del estatus clerical), connubia (materia relativa a los esponsales) y crimen (materia relativa al enjuiciamiento y las penas de las doctrinas y conductas ilícitas).

Esta división es importante porque se va a reproducir en todo tipo de obras de carácter canónico hasta prácticamente el S.XX, y también en libros de leyes seculares.

El momento cumbre llega con Gregorio IX, que en 1230 ante la dispersión que observa en estas compilaciones de normas canónicas (repeticiones, contradicciones, etc.), que causa la vacilación de los jueces y la confusión de los juristas, se propone recopilarlas unificándolas en una sola compilación, integrando las suyas propias. Todo el derecho canónico posterior al Decretum. Ordena a Raimundo de Penyafort ésta tarea. La tarea termina en 1234, y la compilación se hace pública oficial con la bula Rex Pacificus, que encabezará el texto. En esta bula se dirige a los escolares de Bolonia, conminándoles a adoptar esa compilación en la práctica y la enseñanza, no recurriendo a ninguna otra. Se llamará Decretales Gregorii IX, y también Liber Extravagantium o Liber Extra.

El penúltimo libro es el Liber Sextus, otra colección de decretales. Este Liber Sextus es una colección oficial, que recogerá las normas que se produjeran con posterioridad a las decretales de Gregorio IX, a iniciativa de Bonifacio VIII. Se denomina Liber Sextus porque las Decretales de Gregorio IX se dividían en 5 libros, así que este sería el sexto. El otro motivo es que el 6 es un número perfecto (1+2+3=6). Se supone que es un emblema de armonía y virtud. Además, se entiende que a cada uno de esos divisores se puede dar una división divina ( 1 Dios, 2 naturalezas de Cristo, 3 Santísima Trinidad).

La colección completa será:

Decretum Decretales Gregorii IX Liber Sextus Constitutiones Clementinae (1317). Clemente V Extravagantes Iohannis XXII (1317) Juan XII Extravagantes Communes (fines del S.XV)

Todo eso conforma lo que se llamará Corpus Iuris Canonici.

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Ese Derecho Romano recompuesto era en realidad el derecho de los emperadores, por tanto tenía vigencia en el sacro imperio romano-germánico. No tiene vigencia en todo el territorio. No estando todo el occidente cristiano bajo la autoridad del emperador, no obstante, se adopta en muchos territorios la cultura jurídica al modelo del Derecho Romano, sin imposición del emperador, y muchas veces en contra de la voluntad expresa de los reyes y príncipes locales. Si por algo ese Derecho es común en muchos territorios es como cultura, no como ordenamiento jurídico.

Los juristas juegan un papel fundamental en la conformación de la cultura del ius commune. Está mediatizada por los juristas. Aparecen juristas que tras largos años de estudio y gran dominio técnico, son capaces de afrontar una complejidad de ordenamientos jurídicos que interaccionan entre ellos, y son muy diversos. Estos juristas son los que se propusieron compilar y reelaborar las fuentes del ius civile, interpretar y dotar de significado las normas, y elaborar el iura propia a la luz de esas fuentes. También será quien aplique las normas a supuestos de hecho reales. Es una cultura jurisprudencial, un derecho elaborado primariamente por los juristas.

¿Qué relación existe entre los dos pilares del ius commune?

No se han creado de manera sistemática, ni partiendo de unos mismos principios, son fuentes de naturaleza muy diversa. Sin embargo, para el jurista de la época ambos son indisolubles, forman una unidad orgánica, sistemática, que se da dentro de la propia mente del jurista, que lo expresa con una expresión latina: utrumque ius. Se da especialmente en el ámbito académico, y expresa en que ambos son parte del currículum del jurista. Ya que estudia ambos, los ve como un solo derecho, “utrumque”, entre ambos derechos. Utiliza para describirlo metáforas como la mente y el cuerpo.

Pero no solamente en ese sentido existía una unidad entre ambos derechos. Existe una unidad entre ambos en que uno está construido dentro del otro. Ya en tiempos de Justiniano, hay reformas con contenido eclesiástico. Pero además, en derecho canónico, las decretales se construirán sobre el fundamento técnico del Derecho Romano adaptadas a los intereses de regulación de la Iglesia. El Derecho Romano está ya contenido en ese derecho papal. Al mismo tiempo esos elementos técnicos se están reinterpretando, de modo que ese Derecho Romano está adquiriendo un nuevo sentido. Por último, el derecho canónico presupone el ius civilis para su comprensión.

Los primeros juristas:

Aparecen en Bolonia, en el siglo XI. Tomando esas fuentes de Derecho Romano, aprenden por sí mismos a ser juristas, y enseñarán a serlo a generaciones sucesivas. El primero de ellos de quien se tienen vagas referencias es Pepo, activo entre los años 70 y 80 del S.XI. Era conocedor de los textos romanos, y de él no se sabe mucho más, salvo que se sitúa como contemporáneo a un amanecer del estudio jurídico, que iluminará a las generaciones posteriores de juristas. También es importante porque fue el maestro de Wernerius o Irnerio. Aparece ya mentado como la primera Lucerna iuris, luminaria del derecho, y fue un maestro de las artes liberales que vive en Bolonia. Se interesa en el estudio y la interpretación del ius civilis, y también en su enseñanza; participa en la reconstrucción del Derecho Romano, firma

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algunos documentos como iudex, toma parte por el partido imperial frente al Papa, y de él se conserva poca obra.

Irnerio pasa a la historia jurídica porque fue el fundador de la escuela de Bolonia, y sus discípulos son los llamados “cuatro doctores”: Jacobo, Hugo, Búlgaro y Martino. Continuarán sus métodos de estudio del derecho justinianeo, utilizando estos métodos adoptando el género literario de la glosa.

¿Qué eran las glosas?

Son notas explicativas. Sirven principalmente para guiar la lectura del texto principal, aclaran términos y expresiones, traen a colación principios o alegaciones dignos de ser destacados, señalan antinomias, remiten a lugares concordantes, pueden abrir cuestiones, etc. En definitiva, encauzan la lectura. Son además unos instrumentos muy apropiados para este primer momento de fijación y comprensión del texto de Derecho Romano.

En este momento empiezan a aflorar las universidades y la dialéctica. En el curso de la enseñanza de estos textos van surgiendo interpretaciones, y se va tomando nota de los comentarios que surgen al hilo de las lecturas.

La difusión del libro es manuscrita, y por tanto han de copiarse. En el momento de la copia, se van copiando asimismo las glosas ya producidas, de tal manera que la glosa se traslada de copia en copia y va creciendo. La glosa es un género que empieza en el ius civilis, y existe una línea de maestros y discípulos: Búlgaro, maestro de Juan Basiano, a su vez maestro de Azón, etc. hasta las primeras décadas del S.XIII. Finalmente para el ius civilis, Acursio será quien fije el aparto ordinario de glosas que acompañe al ius civilis: aquellas que se incorporan de manera estable a un ordenamiento, quedan fijadas apareciendo siempre junto al texto central.

Con posterioridad este estilo se trasladará al ius canonicum y el ius propium, de manera que en ningún género se dejarán los márgenes en blanco.

Algunos nombres clave son Juan Basiano (Ordo iudiciarius), Azón (Summae del Codex y de las Institutiones, y un número de quaestiones), Juan Teutónico (glosa ordinaria del Decretum), Bernardo de Parma (glosa ordinaria de las Decretales de Gregorio IX).

Un aspecto importante de este derecho de juristas es que se caracteriza por la pluralidad de funciones. Surge en un momento histórico en que predomina la dialéctica, donde se confrontan opiniones, y por lo tanto las soluciones dadas a los problemas jurídicos son simplemente probables, siempre admiten opiniones en contrario. Esto es reflejo de la quaestio, donde siempre se irán poniendo las soluciones contrarios. No estamos, por tanto, en un mundo como el contemporáneo, es otro modo de pensar. No es un modo de lógica deductiva, sino un pensamiento tópico, y por lo tanto ante un problema van a presentarse diferentes soluciones, no hay una solución unívoca. Una pluralidad de soluciones que dota a este derecho jurisprudencial de gran flexibilidad y adaptabilidad.

Esta característica contrasta con la rigidez con que se mantiene el texto de Derecho Romano, que permanece en el centro del texto sin ningún tipo de modificación. Permanece fijo como punto de referencia del jurista. Tenemos entonces un contraste entre un derecho maleable y otro totalmente fijo. El jurista bajomedieval siente una gran reverencia hacia las fuentes de Derecho Romano, las considera una cumbre, una verdad absoluta. Por otro lado, para el jurista de la época el Derecho Romano tiene un carácter autosuficiente, no necesita

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apelar a otro ordenamiento para aplicarse, y es completo. Es por tanto una construcción acabada. También, el texto romano permite que el jurista lo adopte como fundamento de su reflexión jurídica, para que ese discurso sea coherente. Sin ese punto de referencia, su reflexión se hubiera derrumbado, pues la forma de pensar de la época no parte de principios lógicos, y necesita una referencia estable. Ese texto que toma como punto de referencia es un Derecho Romano compuesto en el S.VI, y por tanto guarda una gran distancia con el contexto histórico del jurista boloñés. Aparecen instituciones, magistraturas y regulaciones que o bien no existen, o son absolutamente innecesarias, son ajenas al contexto. Por tanto se enfrenta al dilema de permanecer fiel al texto, con lo cual su reflexión o su solución se va a alejar de su propio contexto histórico, cuando su primer motivo para recuperar la fuente era simplemente práctico; y por otro lado acercarse al texto es el único modo de hacer coherente su discurso, que éste tenga validez técnica. Es por eso que se dice que los juristas de la época siempre están moviéndose en esa tensión entre la validez y la efectividad.

Ese género de la glosa jurídica se va a extender por Europa porque aquellos que se han formado con los maestros boloñeses vuelven a sus países y fundan escuelas a su vez. Una escuela importante es la de Orleans, de maestros formados en Bolonia (primera mitad del S.XIII), que cultiva otro género afín a la glosa, el comentario o lecturae. Se caracteriza por ser una interpretación unitaria, que se hace al hilo de una leges, una unidad normativa. La intervención interpretativa no tiene esa característica plural de la glosa. Tiene por esto una mayor extensión que la glosa, mayor seriedad y profundidad.

Otro método expositivo central fue el de las quaestiones. Es un método expositivo particularmente apropiado para la enseñanza o la práctica consultiva. Este esquema partía del planteamiento del problema jurídico o caso práctico. A continuación pasaba a la argumentación a favor o en contra de la solución propuesta, y se seguía por mostrar la solución que el jurista opinaba convenía a ese problema, la solutio. Este método expositivo se utiliza en todo tipo de géneros, no solamente en las decretales, sino también en los comentarios o lecturae. En el fondo obedece al esquema argumentativo de la dialéctica. Es un género que se presta a la enseñanza.

Otro esquema argumentativo parecido es la distinctio. Comienza por el planteamiento de un problema concreto, y a continuación pasa a plantear una cadena de dobles soluciones alternativas: siempre se plantean dos soluciones, se descarta una, y de la siguiente se plantean otras dos, y así sucesivamente. Así se va encauzando el problema hasta alcanzar una solución.

Es éste un modo de reflexión denominado tópico. No se parte de principios de los que se derivan soluciones, sino que se parte siempre de lo concreto, caracterizado por el particularismo. Una vez que tiene localizado el problema trata de encontrar vías argumentativas utilizando tópicos, o lugares del discurso (lugares comunes). Trata de alcanzar una solución probable, que solamente tiene sentido para el caso que se va a resolver, y en el caso del argumento elegido. En la misma obra aparecerán argumentos contradictorios, porque las soluciones pueden ser diferentes al elegir argumentos diferentes para el mismo caso. Esa reflexión tiene una gran flexibilidad, no rígida como la nuestra.

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La enseñanza jurídica medieval

Los estudios jurídicos en Bolonia nacerán, según se dice, en 1080. En cualquier caso, entre los siglos XI y XII. Lo hacen en un momento histórico en que hay unas disciplinas consideradas superiores (medicina, jurisprudencia y teología), y las siete artes liberales: el trívium (gramática, retórica y dialéctica) y quadrivium (aritmética, música, geometría y astronomía). Si las superiores habilitan para ejercer una práctica, las liberales simplemente conforman la formación básica de la población culta.

Se especula que el origen de los estudios del Derecho Romano es que se emplean los textos para enseñar la dialéctica. Con el tiempo, el texto deja de ser una excusa para enseñar la dialéctica, convirtiéndose en objeto de enseñanza.

Esa primitiva comunidad universitaria originariamente no tiene nada que ver con la contemporánea. Se componían de pequeños grupos de estudiantes que se reunían alrededor de un maestro. Vivían en comunidad, se reunían para leer en voz alta, explicar e interpretar el único libro que había (el del maestro). Esos estudiantes hacen la colecta, recolectan la remuneración del maestro.

La fama de esos maestros atraerá a gran número de estudiantes de todo el occidente cristiano, que empezarán a peregrinar a Bolonia: peregrinatio academica. Solamente iban hijos de familias nobles y clérigos, aquellos que podían sufragar el viaje y podían permitirse estar lejos del hogar durante años. Esto contribuirá a la prosperidad de la ciudad, de manera que su configuración cambiará radicalmente. Pasará de 10.000 habitantes en el S.XII hasta más de 70.000 en el S.XIII, convirtiéndose en una de las más pobladas de Europa.

Inevitablemente esta afluencia de estudiantes dejará inútiles las primitivas formas de asociación, creando conflictos con las autoridades del entorno, particularmente con las municipales. Conflictos en los que intervendrán las otras dos grandes autoridades que aparecen en ese contexto: el Papa y el emperador. Uno de los motivos de conflicto entre estudiantes y el commune es la costumbre que se tenía en Bolonia de requerir la responsabilidad solidaria por la deuda de los compatriotas: requerir el pago de las deudas de los estudiantes insolventes que abandonan la ciudad sin saldar sus deudas. Además, el commune intenta intervenir para evitar que los estudiantes emigren a otras ciudades, dejando escapar esa fuente de riquezas. Los estudiantes reaccionarán organizándose a la manera de los gremios medievales: una corporación semejante a las de oficios. El término Universitas significa corporación, asociación de personas que se reúnen para un fin lícito, y son reconocidos por una potestad pública de la época. El término studium generale empieza a aparecer vinculado al término universitas a partir del S.XII para designar al establecimiento de enseñanza superior regido por una corporación de estudiantes.

29/02/2012

A la forma corporativa de esa universitas studiorum boloñesa contribuirá de manera importante el emperador. Así Federico I Barbarroja concederá privilegios a esta corporación mediante la constitución denominada Authentica Habita, que prohíbe el cobro solidario de las

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deudas, satisfaciendo uno de los intereses primordiales de los estudiantes, y establece un fuero privilegiado para ellos, de tal modo que en caso de conflictos se sometían a la jurisdicción del maestro o el obispo, no a la de las autoridades municipales. Además el propio commune más adelante se verá obligado a reconocer no sólo la jurisdicción del obispo o el maestro, sino también la del rector, a cambio de que los estudiantes presten juramento de no abandonar la ciudad. El rector era un clérigo beneficiado, porque en el derecho canónico se prohibía el ejercicio jurisdiccional de laicos sobre clérigos, y muchos de los estudiantes eran clérigos. Es un estudiante, que se elige entre sus pares, los propios estudiantes. Ese rector tendrá jurisdicción sobre asuntos civiles y penales de poca monta sobre los estudiantes, y también ejercerá funciones de vigilancia sobre los profesores y el contenido de su curso.

Esta corporación agrupaba a los estudiantes foráneos, de fuera de Bolonia. En realidad había dos universitas en Bolonia: la universitas ultramontanorum, y la universitas citramontanorum. Los ultramontanos eran aquellos estudiantes de más allá de los Alpes, de otros territorios europeos. Los citramontanos eran los de otros territorios de la península itálica. Cada una de esas corporaciones va a estar regida por un rector.

La condición de estudiante no significaba pertenencia a corporación universitaria, porque aquellos oriundos de Bolonia estaban excluidos.

Esta configuración de privilegios jurisdiccionales puede hacernos pensar que la universitas studiorum tenía un grado notable de autonomía, pero esto no fue realmente así. Va a depender siempre del apoyo y reconocimiento de las autoridades de su entorno: el Papa y el emperador. Así la Iglesia pronto va a interesarse por esa universitas boloñesa, a medida que Bolonia se afirmaba como un centro importante de estudio del Derecho canónico, en la época de Graciano. Así, el Papa Honorio III va a conceder el reconocimiento a los estudiantes, interviniendo a su favor, y determinará que la concesión de los grados doctorales no era competencia de las autoridades municipales, sino de los archidiáconos.

En 1291 el papa Nicolás IV va a reconocer oficialmente al studium boloñés la facultad de conferir la licentia docendi ubique, es decir, la licencia de enseñar en cualquier parte. Era importante porque tener esta facultad, unido al hecho de que esa universitas fuera un centro de enseñanza superior, confería el status de studium generale a ese centro, por oposición al studium particulare. El studium generale habilitaba a aquellos que recibían la enseñanza a impartir el studium generale.

A partir del S.XIV el commune empieza a intervenir de manera más agresiva. Incrementará su potestad jurisdiccional sobre los estudiantes, especialmente en materias penales, se hará cargo del pago de la remuneración de los profesores (…)

Los estudiantes formados en la universidad de Bolonia van a retornar a sus territorios de origen, y con ellos van a llevar las enseñanzas recibidas. Contribuirán a la difusión del derecho común. Además, también a la difusión del modo de enseñar boloñés, fundando centros de estudio por toda Europa.

También empiezan a multiplicarse los studia generale, las universidades, impulsadas por los príncipes, autoridades municipales y autoridades eclesiásticas. Así se funda la Universidad de Nápoles.

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Aunque nunca llegaran a igualar a Bolonia, otros centros importantes que se fundan son las universidades de Praga, Colonia, Montpellier, Toulouse, Avignon, Orleans… Se expanden hacia el norte, el oeste y el sur. De esta manera, hacia 1500 había 65 universidades activas entre el mediterráneo y el norte de Europa.

En España la universidad por antonomasia será la de Salamanca, fundada hacia 1218 por Alfonso IX, que alcanzará gran fama por el prestigio de sus docentes, hecho que contrasta con el hecho de que la universitas de Salamanca recluta siempre a sus estudiantes y maestros en el ámbito de la monarquía hispánica. Es importante también porque sus constituciones van a servir de modelo para la fundación de universidades en los territorios de ultramar, hecho que diferenciará a la monarquía hispánica de otras de la época. Salamanca también brilla por ser un centro de estudio del derecho canónico, que será su especialidad. Por ello los papas enviarán sus colecciones de disposiciones inmediatamente a Salamanca y Bolonia para darles la máxima difusión. También tiene sus orígenes, como la de París, en una escuela catedralicia previa, que recibía el apoyo de los reyes. A imagen y semejanza de otras europeas, es una corporación de estudiantes y maestros con privilegios jurisdiccionales: el título en Salamanca de quien los ejerce es el de maestrescuela jurisdiccional, elegido por el claustro de diputados o definidores, órgano compuesto por el rector, el propio maestre escuela, diez profesores y diez estudiantes. El paso por sus aulas era un importantísimo escalón en la enseñanza de las carreras eclesiásticas y seculares. La universidad salmantina, a pesar de la proliferación de centros universitarios en la península, hasta 34 en el S.XVI, permaneció como la más prestigiosa.

La difusión del ius commune se pone de manifiesto en la uniformidad que hay en los currículums de leyes y de cánones a lo largo y ancho de Europa. La enseñanza del derecho estaba marcada por la fidelidad al texto de autoridad, que se enseñaba en las lecturae. Éstas se impartían en latín, y se dividían en los siguientes capítulos:

- En el apartado de leyes: Digestum vetus, infortiatum, digestum novum…- En cánones: Decreto de Graciano, decretales, liber sextus y las clementinae.

El punto de partida de la enseñanza era esa fidelidad metodológica a la autoridad. No se enseñaban materias como en la actualidad, se enseñaban los libros tal cual: por un lado el ius civilis y por otro el canonicum, que en su seno tenían todo tipo de materias.

Se leían en voz alta en las lecciones ordinarias, y en sesiones extraordinarias. Estas lecturae estaban reguladas por un sistema denominado taxatio punctorum, es decir, la lista de los puntos. Esta taxatio consistía en la fijación de un calendario obligatorio donde se indicaba cuándo y cuáles de los fragmentos de los libros debían ser leídos, y el tiempo máximo que se debía dedicar a cada uno de ellos. Se hará cargo de regular el cumplimiento de este calendario el rector. A menudo se incluían en el calendario glosas y comentarios de determinados autores.

Durante estas lecturae surgirán dudas entre los estudiantes, que se llamarán quaestiones disputandae. Estas dudas no se podían solucionar simplemente consultando el texto, sino que requerían una discusión. Para esto se desarrollará un método, la disputatio, que consistía en que los estudiantes se reunían por la tarde para celebrar un debate público, donde dos de los estudiantes representaban los papeles de opponens y respondens, es decir, van a realizar un

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ejercicio dialéctico de disputa. Este ejercicio no sólo servirá para responder a las quaestiones, sino también como modo de examen.

Otro método más que desarrolla es la repetitio, repetición, que consistía en explicar con más detalles alguno de los textos tratados en la sesión matutina.

La rigidez de la taxatio estaba totalmente alejada de nuestros cánones pedagógicos. Los manuscritos son un bien escaso y costoso, y no se disponía de bibliotecas de consulta. Por lo tanto, el aula era prácticamente el único momento en que los estudiantes podían acceder a los textos. Así se explica, efectivamente, que los métodos de aprendizaje fueran orales, igual que los de examen. Será oral de manera fija, porque si no se cumple el esquema el estudiante no tendrá acceso al texto, al carecer de otros medios como bibliotecas.

El libro era escaso y costoso, estaba sólo al alcance de unos pocos privilegiados. Era un mundo artesanal: para copiar un libro había que comprar la materia prima y contratar a un copista, lo que resultaba muy caro. Ocurre entonces que muchos estudiantes presionan a los maestros para que creen compendios. Uno de ellos es el Liber pauperum, uno de los primeros textos que recogen esa necesidad de los estudiantes que no pueden permitirse copiar todos los textos del corpus iuris civilis, y se produce en Bolonia. El proceso de producción intenta abreviarse diseñando un sistema denominado del exemplar y la pecia. El exemplar era un modelo oficial de texto, cuya corrección había sido atestiguada por una comisión de maestros (petiarii), y que se dividía en pecias, cuadernillos o fascículos de cuatro hojas. El problema de la producción se resolvía mediante el alquiler de la pecia por parte del estudiante al stationarius (persona encargada de custodiar el ejemplar), y se lo llevaba al copista, que copiaba ese cuadernillo, y se lo devolvía al estacionario, quien le entregaba la siguiente pecia. Así se conseguía tener un control sobre los libros y las copias de éstos, y también se abreviaban los plazos de producción de libros, porque varios copistas pueden copiar sobre los mismos libros al mismo tiempo, trabajando sobre diversas pecias de la misma obra.

En la realidad, los plazos de producción no se abreviaban ostensiblemente, seguían siendo bastante largos. Por ejemplo, una copia del digestum vetus, se tardaba como mínimo un año en hacer. Para copiar el decretum se invertían 19’3 meses, más otros 16 para copiar las glosas de este decretum. No obstante, en este momento histórico en que surgen las enseñanzas superiores habrá un cambio en la concepción del libro: dejará de ser un tesoro, algo mítico, para ser un instrumento de trabajo, de transmisión del saber. Ello se hace patente en el hecho de que el texto se produce dejando esos amplios márgenes donde se pueden introducir las glosas, o que se multipliquen las sumas. En definitiva, añadidos prácticos que facilitan el manejo del libro.

Otra de las características de esta enseñanza medieval era la duplicidad en la enseñanza del derecho, la complementariedad entre la enseñanza de leyes y cánones. Complementariedad que estaba en la base de la Licentia docendi en utrumque ius. Los estudiantes de cánones debían de cursar durante determinado número de cursos el estudio de leyes, y viceversa.

Los estudios duraban de media unos ocho años, aunque en los siglos posteriores se abreviará. También dependía del grado universitario al que se optaba, de tal manera que para lograr el grado de bachiller se requería menos que para ser licenciado o doctor.

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A la licencia se accedía a través de un examen oral que se realizaba delante de una comisión de maestros, que comprobaban primero las buenas costumbres, los estudios anteriores, y en ciertas universidades se le requería que hubiera participado en ciertos ejercicios prácticos, o que hubiera impartido determinados cursos. Pero el examen oral siempre se mantenía. Para tener derecho al examen había que pagar unas tasas bastante onerosas, especialmente en el grado de doctor. Éste no consistía realmente en un grado que acreditara tener una serie de conocimientos, sino en una ceremonia que concedía un título honorífico, el de doctor, que señalaba el ingreso del licenciado en el colegio de doctores.

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La cultura del derecho común es una cultura de larga duración, y como parte de ella, la enseñanza universitaria va a permanecer uniforme en Europa a lo largo de muchos siglos. Estos métodos de enseñanza no se van a modificar durante muchos años. Hasta el S.XVII no empezará a enseñarse en las lenguas vernáculas: Francés, Español, Alemán, Inglés, etc. Hasta el S.XVIII no comenzará a enseñarse en las universidades los derechos patrios, de los reinos, de manera fija en el curriculum; hasta entonces permanecía el esquema de ius civilis y ius canonicus.

No obstante esta continuidad de los métodos de enseñanza a lo largo de estos siglos XII/XIII-XVIII), ese fenómeno que en el proceso formativo denominábamos característico, la afluencia de estudiantes a Bolonia, va a ir decayendo a lo largo de los siglos. Esto se debe a la proliferación de universidades por toda Europa a instancias de autoridades, y principalmente a partir de la modernidad los conflictos religiosos que cambiarán la configuración política de Europa, y se reflejarán en esa cultura homogénea del ius commune, principalmente en cuanto a la organización política de Europa. Esto conllevará un nuevo interés por impartir los ordenamientos locales, signos distintivos de esa separación religiosa y política.

Siglos XV y XVI

Este periodo, al igual que el tránsito de alta a la baja edad media, es un periodo de cambio, solo que mucho más radical: es un periodo de ruptura. Hay cambios en la educación, en la religión, políticos, tecnológicos… Es conocido como Renacimiento, y supone el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Un tránsito que los contemporáneas caracterizan por un proyecto de recuperación de los valores de la antigüedad grecorromana, del mundo clásico. Toman esos valores como ideales a seguir. Es un proyecto que se define a sí mismo en contraposición a la oscuridad con la que se describe el periodo anterior. Por lo tanto, hay una clara oposición al periodo anterior.

El Renacimiento además se suele asociar con otra corriente importante, el Humanismo. Es un proyecto, una corriente que trata de recuperar los valores ideales de la antigüedad grecorromana, especialmente en el ámbito de la educación, las artes liberales o studia humanitatis. Ese programa del Humanismo, de los valores pedagógicos de la antigüedad, tratan de mejorar la enseñanza y la escritura del latín, que sigue siendo el idioma en el que se enseña. Tratan de recuperar los cánones, los modelos del latín de la antigüedad clásica, con el propósito de mejorar el lenguaje que se va a emplear en los documentos oficiales. Éste era un

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latín deformado, mezclado con términos vernáculos, y usado sin demasiado rigor. Se pretende recuperar un latín puro, como se muestra en la literatura clásica.

Acompañando a esto, también se trata de recuperar otros lenguajes de la antigüedad clásica: el griego, lenguaje de la filosofía; y el hebreo, lenguaje de la Biblia.

También se trata de recuperar los manuscritos, especialmente en el ámbito de la filosofía, pero no en exclusiva. Es muy popular la búsqueda de manuscritos griegos, tras la caída del Imperio Bizantino.

También se proponen editar traducciones de los clásicos, y traducir clásicos que hasta entonces no habían estado disponibles en latín, como Platón.

Este movimiento humanista que surge en la península itálica se va a expandir por toda Europa. No sólo en el ámbito de la filosofía, sino en todos los saberes cultos y disciplinas de la época.

El cardenal Cisneros impulsa la Biblia política complutense. Es un ejemplo de un fenómeno importante que aparece junto al Humanismo: el estudio filológico del texto de la Biblia. Este acercamiento crítico significa por ejemplo que eruditos someterán a crítica textos manuscritos, las versiones que habían circulado durante la baja edad media (las vulgatas), y las compararán con las traducciones griegas de la biblia de los primeros cristianos. Señalarán en esa lectura filológica aquellas interpolaciones que han introducido los copistas. Esta actitud que se tiene hacia los textos sagrados también se tendrá hacia los textos jurídicos.

Análogamente se producirá en Europa una actitud crítica con respecto a la autoridad del sumo pontífice, el Papa. Va además a producirse una reflexión, un discurso religioso que va a intentar recuperar un ideal de primitivo cristianismo, de comunidades cristianas primitivas, alejado de la organización jerárquica y formal a la que se somete la religión por parte de la Iglesia católica. Es por lo tanto un movimiento de reforma religiosa: la reforma protestante. Esta actitud crítica hacia la autoridad de la Iglesia, esta búsqueda de una reforma no es un fenómeno nuevo: siempre han existido voces críticas. La diferencia esta vez es que amplios segmentos de la población en zonas de Europa, así como autoridades políticas, van a abrazar esa reforma protestante, expandiéndose estas ideas como un reguero de pólvora, cautivando la mentalidad de amplios sectores de la población. Alcanza una dimensión no circunstancial, sino de fenómeno que se extiende sobre amplios territorios.

Estos líderes de la reforma protestante van a denunciar lacras de la Iglesia que ya habían sido siempre objeto de polémicas durante siglos anteriores, como la venta de indulgencias. Ésta consistía en la promesa de liberación de las penas de purgatorio a cambio de contribuciones financieras a las obras de la Iglesia: se compraba el perdón de los pecados. Pero no sólo se critica esto, sino que también levantarán controversias en el terreno doctrinal. Se criticará la doctrina de los siete sacramentos, la doctrina de la Gracia (salvación y perdón de los pecados a través de la Gracia divina), y sobre todo se va a afirmar que los fieles tengan acceso directo a el texto sagrado, no a la interpretación dada por los ministros de la Iglesia. Por lo tanto se van a promover las traducciones de la Biblia a las lenguas vernáculas, como la famosa Biblia de Lutero.

Estos ideales protestantes se van a expandir vertiginosa y sangrientamente a lo largo de Europa. Los reinos y principados del sacro Imperio Germánico adoptarán la confesión luterana,

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junto a Suecia y Dinamarca. El Calvinismo se expandirá por Estrasburgo, los Países Bajos, diversas ciudades suizas y Escocia. Por otro lado, se producirá también la ruptura de Enrique VIII, que ha intentado romper su matrimonio y entablado una larga querella por ello con el Papa, y se proclamará a sí mismo cabeza de la Iglesia en Inglaterra, inaugurando la llamada reforma anglicana, que evidentemente romperá con la sede papal. No obstante, Enrique VIII no abraza un credo específicamente, sino una mezcla de ellos.

Otro ejemplo que ilustra lo sangriento del conflicto resultante es la tristemente famosa masacre de la noche de San Bartolomé, en Francia. Se inicia el 24 de Agosto de 1572 y se extiende por el resto de provincias francesas, y termina con la masacre de 10.000 hugonotes (calvinistas) a manos de las fuerzas francesas.

No faltarán intentos de pacificación por parte de los poderes jurisdiccionales, que tratarán conciliar y darse treguas. El edicto de Nantes, promulgado por Enrique IV, que se mantiene vigente durante poco más de un siglo, reconoce a los hugonotes, hasta que es revocado por Luis XIV. La paz de Habsburgo reconoce el principio de cuius regio, cuius religia, que significa que los súbditos de cada reino han de adoptar la religión de su príncipe, y si no lo hacen deben marcharse a otros territorios.

Por lo tanto, vemos que esa res publica cristiana acabará rompiéndose en pedazos, y zonas enteras de la cristiandad no reconocerán la autoridad del Papa, ni doctrinas como las de los siete sacramentos, el celibato, etc. Una situación que evidentemente provocará la reacción de aquellos que permanecen con el papado: el Papa, el Imperio (bajo Carlos V), y monarcas que permanecerán fieles al catolicismo.

Estos fieles al papado van a promover su propio proceso de renovación espiritual, proceso que se denominará Reforma Católica, y se pondrá en marcha por el Concilio de Trento (1545-1563), por el papa Carlos III. Uno de los principales objetivos del Concilio era la reconciliación con los líderes protestantes, fracasando en ese sentido. En otros sentidos, no obstante, promoverá cambios en el seno de la Iglesia. Afianzará el poder central del Papa en la jerarquía de la Iglesia. Establecerá un programa de reformas institucionales, y también de reformas teológicas y doctrinales: puntos esenciales como la doctrina de los sacramentos, la autoridad de las escrituras, la tradición en la interpretación de las escrituras, la naturaleza de los ministros de la Iglesia y de la propia Iglesia… Impulsa, en definitiva, un programa de reformas estructurales en el seno de la Iglesia católica.

Al hilo de esta reforma habrá fenómenos como la expansión de la jurisdicción de la Inquisición, que perseguirá delitos contra la fe católica. Otra consecuencia es la creación de nuevas órdenes religiosas, como los jesuitas. También surgirá un fenómeno de expansión del movimiento misionero en territorios de ultramar.

Es algo más que una simple contrarreforma: es un movimiento de reforma propiamente dicho dentro del propio catolicismo.

El protestantismo, por su parte, tampoco puede reducirse a una simple reacción contra la autoridad del papa y ciertos dogmas de la Iglesia católica, porque todos los grandes credos de la época pondrán en marcha mecanismos de disciplinamiento social y control de la religiosidad popular. Tanto en el catolicismo como en el protestantismo se acaba instaurando un credo oficial.

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Uno de los cambios tecnológicos fundamentales, que supone un factor importante en esa serie de transformaciones religiosas y culturales, es la imprenta. Fue reinventada o modificada por Johannes Gutenberg (ya existían unas basadas en mecanismos de planchas de madera durante el periodo medieval). Idea una aleación especial para fundir los caracteres tipográficos, que son móviles y facilitan el manejo y composición de las palabras a imprimir. Esto hace también que se abrevien los tiempos de producción de copias, y permiten reproducirlas de manera seriada. Nace a mediados del S.XV y se difunde por Europa rápidamente.

Será un instrumento utilizado por los líderes de la reforma protestante, y también por los humanistas, ya que facilitará el estudio de libros y su difusión. En el ámbito jurídico, los príncipes van a impulsar la recopilación del derecho patrio.

A grandes rasgos, pueden delimitarse tres grandes familias de la literatura jurídica:

Germano-bátava: tiene como áreas de influencia Escocia y Escandinavia. Se caracteriza por la integración de fuentes romanas y fuentes de derecho propio, y por la literatura sobre los tribunales. Utilizará lenguas vernáculas, o en todo caso alternando éstas con el latín en cada página.

Penínsulas Ibérica e Itálica: se caracterizan por el predominio del Derecho canónico, casi ausente en el área germano-bátava, aunque también ponen atención sobre el derecho propio. Otra característica que se da en estas áreas es la presencia del control y censura de la Inquisición. El lenguaje que se utiliza en la literatura jurídica en estas áreas es el latín.

El territorio francés: la literatura que se produce en este territorio se caracteriza porque se centra en el derecho propio, territorial: costumbres, ordenanzas, leyes… y se expone en lengua vernácula (francés).

Rasgos centrales de la cultura jurídica moderna:

Ya no se da la misma homogeneidad, surge una presencia del ius propium. La cultura del ius commune ha sufrido una serie de cambios. Uno de ellos es precisamente el papel creciente del ius propium, reflejo de la progresiva regionalización de los ordenamientos, que irán diversificándose, regionalizándose. Es un escenario político en el que hay cambios, se establecen nuevas relaciones con la Iglesia, hay una tendencia a la laicización del poder político. Un contexto político en el que los órganos supremos de jurisdicción, las cortes supremas, se van a afianzar. En suma, un escenario político en el que se está afirmando la ley del soberano. Pero esto no quiere decir que la ley del soberano agote la ley del territorio, hay más legislaciones: hay pluridad jurisdiccional.

07/03/2012

La familia germano-bátavas se caracterizaba por el uso de las lenguas vernáculas, alternándose con el latín a cada página. Se oponía a la literatura producida en las penínsulas mediterráneas: ibérica e itálica. En éstas la literatura se caracterizaba por la importante

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presencia del derecho canónico. Esto tiene sentido si nos fijamos en el contexto histórico, según se tratara de territorios católicos o protestantes. No obstante esa continuidad con la cultura tradicional, también se percibe en el área ibérica e itálica un interés por los derechos propios, territoriales. Además, la circulación de esta literatura estará controlada por la Inquisición, sometida a censura previa que la condiciona. Seguirá utilizándose como lengua principal el latín en este territorio.

En cambio, en el territorio francés, su literatura se caracteriza primero por la sistematización del derecho local: derecho propio, costumbres, ordenanzas… en contraste con las otras dos grandes familias, donde aún hay gran preocupación por las fuentes romanas y canónicas. Esta literatura además se producirá en francés.

Se pueden ver dos de los rasgos centrales de la cultura del derecho común en la época moderna:

El papel ascendente del derecho propio, expresión de la progresiva particularización territorial de los ordenamientos. Es un nuevo contexto político donde, primero, las potestades jurisdiccionales están cada vez más diversificadas, se producen nuevas relaciones con la Iglesia, produciéndose enfrentamientos, y como consecuencia el poder político se va a volver más laico. Un escenario político donde los órganos de la jurisdicción suprema, de la que es titular el rey, se van a afianzar: sus tribunales supremos, las audiencias, etc. Por lo tanto, en ese contexto político se va a afianzar la ley del soberano. Esto no debe interpretarse como una centralización del poder que excluya a otros poderes, más bien al contrario, se trata de un movimiento de integración más que de absorción de potestades. Es un contexto de pluridad jurisdiccional donde aún no puede identificarse derecho con ley del monarca; hay más derechos, más ordenamientos que la ley del monarca.

El otro elemento destacable es el cambio en la concepción del Derecho Romano. La imagen uniforme anterior se ha disgregado, hay diferentes maneras de construir esa literatura, y surgen nuevas fuentes. Esa pérdida de homogeneidad es reflejo de una nueva manera de ver el Corpus iuris civilis. Este corpus perderá utilidad, dejará de ser considerado un cuerpo de derecho coherente, completo, unitario y válido en sí mismo. Los precursores de esa nueva manera de ver el Corpus serán los llamados Mos Gallicus ira docendi, también llamado Humanismo jurídico. Esta nueva manera de ver el Derecho Romano tendrá especial penetración en las universidades francesas en las primeras décadas del S.XVI, de ahí su nombre: modo francés de enseñar el Derecho. Este Humanismo jurídico se caracteriza por una lectura crítica de los textos jurídicos, lejos de la ingenuidad del jurista medieval; una actitud semejante a la de los humanistas que se enfrentan de manera crítica a la Biblia. Tendrán un interés por la antigüedad grecorromana, estudiarán los escritos jurídicos antiguos para recuperar las fuentes de Derecho en su versión más pura, mirarán los textos bajo nuevas perspectivas histórico-filológicas, prestando atención al lenguaje. Y además se acompañarán de los mismos ideales didácticos que caracterizaban al movimiento humanista en general.

Esa nueva manera de acercarse a la compilación justinianea puede verse en los juristas del movimiento a raíz de los nuevos escritos que se descubren. Critican no solamente la compilación medieval, sino incluso la propia compilación justinianea dirigida por Triboniano. Señalarán los errores e interpolaciones que la propia comisión

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había introducido en las leyes ideales de la Roma clásica, al comparar la compilación con las nuevas fuentes descubiertas. También criticarán especialmente los juristas que volvieron a recopilarla en la baja edad media: el latín de las glosas de Acursio, un latín deformado lejano a los cánones de Cicerón. Critican también la falta de sensibilidad histórica de esas glosas, pues el jurista medieval tenía fundamentalmente un objetivo práctico. En conclusión, el resultado de este nuevo acercamiento crítico a la compilación es, inevitablemente, una conciencia creciente de la historicidad de la compilación justinianea, su derecho pasará a ser considerado un derecho histórico y contingente, objeto de un contexto histórico determinado. Y por consiguiente, la vigencia de ese derecho dejará de ser necesaria a simplemente circunstancial. Por lo tanto, si en la Baja Edad Media su validez está fuera de toda duda, en este momento histórico la vigencia de este derecho necesitará una justificación. Se justificará por el consenso, el consentimiento del soberano (igual que las costumbres medievales), bien por las costumbres, o por su ratio o razón intrínseca. Este último argumento utilizado para argumentar su vigencia se resumía en un adagio, un lema que se mentaba mucho en la época, que decía que el Derecho Romano no estaba en vigor ratione imperii, sino imperio rationis, no por razón del imperio, sino por el imperio de la razón, por su racionalidad intrínseca. Precisamente esa racionalidad es el argumento al que se agarran los juristas. Se puede considerar que es un derecho que recoge soluciones racionales, universales y justas de un pueblo que alcanzó un hito de la técnica jurídica. A esa ratio se agarrarán los juristas para conciliar esa historicidad del Derecho Romano con la necesidad aún existente de usar los conceptos de Derecho Romano para proveer soluciones de acuerdo a las necesidades del momento.

No obstante, una vez derribada esa certeza, esa coherencia, se tratará de encontrar otro nuevo orden, otro principio para sistematizar el Derecho Romano. Así muchos juristas se fijarán en según qué libros de la recopilación, como las Instituciones de Justiniano, o a según qué títulos del digesto, donde hallarán definiciones a partir de las cuales propondrán una nueva manera de organizar el Derecho Romano.

Es difícil resumir la literatura jurídica de la época moderna sin caer en la reducción extrema, pues es muy diversa. Se puede hablar de rasgos generales, como esas obras que tratan de conciliar el derecho local con el romano, con las categorías del ius commune; o bien se parte del Derecho Romano y se intenta conciliar con la práctica jurídica. Bien utilizando el Derecho Romano como una suerte de gramática, para interpretar el derecho local, o bien aferrándose al Derecho Romano parten de él e intentan concordarlo con la práctica jurídica, que ya refleja costumbres y derechos territoriales, conciliándolo a su vez con el nuevo derecho del soberano.

En cualquier caso, se puede hablar de tres grandes escuelas de literatura jurídica:

-La escuela elegante holandesa se caracteriza por el uso del latín, un latín sofisticado que recurre a las citas de las obras de la antigüedad, y tiene una vocación práctica. Su propósito es identificar en las fuentes de Derecho Romano aquellos usos anticuados que no se corresponden con los tiempos que corren, y limpiar el derecho de esas costumbres

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trasnochadas, para abrir el terreno a la aplicación de aquello que sí sea atemporal y universal. Estos principios universales sí serán derecho vigente, debido a su racionalidad intrínseca.

-El usus modernus Pandectarum, basada en la obra de Samuel Stryk (1690). Es una escuela con un propósito práctico: recoger las fuentes del derecho territorial y exponerlas de una manera racional. Asume la pérdida de validez intrínseca de la recopilación justinianea, y busca localizar aquellos elementos que han sido acogidos por los derechos propios, y una vez localizados los exponen de manera ordenada.

-El mos Italicus tardío. Este mos Italicus se caracteriza por la continuidad con el género del cometnario medieval, y por el abuso del argumento de autoridad. Se puede constatar esta continuidad con la tradición más ortodoxa en el hecho de que esta escuela promueve la reimpresión de las obras de los grandes juristas bajomedievales, que hasta entonces sólo habían circulado de forma manuscrita, como las obras de Bártolo. Esta etiqueta de mos Italicus tardío se utiliza de manera despectiva para designar sobre todo al derecho de ambas penínsulas mediterráneas: ibérica e itálica. Se busca reducir a esa etiqueta el derecho de ambas penínsulas. No obstante esto es un reduccionismo, pues las nuevas directrices aparecidas en el ámbito europeo también se reflejarán en ambas penínsulas, aunque de un modo particular, teniendo en cuenta la presencia de la Inquisición y su censura, y con la precariedad de la imprenta local. Pero no se puede reducir simplemente a la fórmula de la continuidad. Hay elementos nuevos, junto a los antiguos:

Empiezan a imprimirse comentarios del derecho territorial. Se producen obras que recogen la práctica judicial. Aparecen colecciones de dictámenes y resoluciones. Aparecen obras que sistematizan leyes derogadas. Aparecen exposiciones de carácter enciclopédicos: instrumentos de consulta. Aparecen obras que reflejan una especialización doctrinal, tratados de carácter

monográfico que no obstante seguirán manteniendo la configuración unitaria del Corpus iuris civilis. Estas obras monográficas expondrán temas sobre sus diversos aspectos jurídicos: procesales, administrativos…

También habrá exposiciones de conjunto basándose en un solo tópico: tratados sobre el matrimonio, las deudas, etc.

Esta literatura también recogerá los tópicos de la literatura humanística: el rechazo de la escolástica medieval, la necesidad de perfeccionar el latín, la necesidad de reformar y sistematizar el derecho y la enseñanza, etc.

En resumidas cuentas, se puede decir que en la península ibérica no hay grandes innovaciones metodológicas, y sí una gran preocupación de conciliar las fuentes clásicas con el derecho territorial.

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