El deseo del psicoanalista y la dirección de la cura - Pura Cancina

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    El deseo del psicoanalista y la direccion de la curaPura H. Cancina

    Podemos abordar la problemtica de la direccin de la cura, interrogndonos por qu o quin dirige una cura cualquiera, pensando en aquellas que no son la cura psicoanaltica.

    Por ejemplo qu o quin dirige una cura mdica?

    Respuesta: el mdico con lo que sabe de la enfermedad que trata, con el margen de ensayo y error que su saber implique.

    Qu o quin dirige una psicoterapia?

    Podemos responder con la prctica pre-analtica del fundador del psicoanlisis, Sigmund Freud.

    Cuando Freud persegua la desaparicin de los sntomas segn la teora traumtica, con la idea de abreaccionar el trauma, la direccin de la cura la tena el furor curandis, furor curandis que persegua volver a un estado anterior. Como es el caso en la cura mdica.

    Qu podemos decir de ese estado anterior al que se deseara volver?

    Ahora s, respondemos con lo que la experiencia analtica nos ha enseado:

    La neurosis, aun la psicosis, las estructuras clnicas en general, son maneras de responder a lo que, en la medida en que hablamos, falla de diferentes maneras. Son modos de hacer algo con lo que, como hablantes, nos aqueja: la castracin o su fracaso, su no asuncin. Estamos en terreno de las verdades primeras.

    Si esto es as, qu sera volver al estado anterior? Al estado anterior al haber encontrado esta solucin precaria que es la enfermedad?

    No. Enfermamos tratando de curarnos de estar enfermos de la patologa del lenguaje.

    No se trata de volver a un estado anterior sino que trata de lograr un cierto saber hacer all con lo que nos aqueja; se trata de responder de otra manera que con el goce sufriente del sntoma.

    Limitndonos ahora a la problemtica de la neurosis, qu es un sntoma en definitiva?

    Freud lo cerca desde el comienzo: proton pseudos dice en el Proyecto, primera mentira, vestimenta engaosa de la Cosa dir Lacan, de la maldad de la Cosa. La Cosa freudiana, das Ding.

    A partir de aqu, el psicoanlisis, siendo una prctica del desengao, ser lo que permita encontrar una solucin ms satisfactoria que el sntoma neurtico. Pero, esta diferente solucin, este saber hacer all con lo que nos aflige en lugar de enredarse, es el propio interesado quien debe encontrarlo. El analista slo debe, atenindose al dispositivo analtico, propiciar el despliegue del discurso por el que el analizante se arriesga a llegar al corazn de lo que lo aqueja.

    Entonces, el analista no dirige la cura ni desde un saber previo, ya que es el analizante quien debe poner en juego su propio saber inconsciente, ni desde un ideal, ni desde una concepcin cualquiera del hombre y la realidad.

    Es a partir de aqu que abordo nuestro tema: el deseo del psicoanalista y la direccin de la cura.

    Este ttulo ya debera orientarnos por su orden: el deseo del psicoanalista y la direccin de la cura y no la direccin de la cura y el deseo del psicoanalista. Esto pareciera ya insinuarnos que el deseo del analista es el que dirige la cura.

    Efectivamente, Lacan lo sostiene en el seminario 12, Problemas cruciales del psicoanlisis: Es el deseo del psicoanalista el que es el amo del anlisis.

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    Pero, no nos contentemos con la palabra autorizada y veamos cmo la experiencia permite que lo argumentemos.

    De qu se trata en el deseo del psicoanalista? Para aproximarnos a la cuestin, veamos qu no lo es.

    Ya vimos que no se trata del deseo del psicoanalista ni cuando dirige el saber, ni cuando dirige el furor curandis, ni cuando dirige un ideal cualquiera sea. El psicoanalista no puede ser ni un educador, ni un sanador, ni un predicador. El deseo del psicoanalista no es un deseo de educador, no es un deseo de sanador, no es un deseo de predicador, y con esto estoy diciendo que si no dirige el deseo del psicoanalista, dirigen otros deseos.

    Por eso, un breve recordatorio sobre la cuestin del deseo nos ser til para seguir adelante.

    La topologa del toro muestra muy claramente cul es la problemtica del deseo: cuando agotamos las vueltas de la demanda, aquello que sustituye a cualquier necesidad cuando sta se formula en un discurso, vemos que hay una vuelta que no hemos contado. Es la vuelta que rodea el eje del toro, ese vaco irreductible que hace a su topologa. Esa vuelta en ms, esa vuelta no contada, es la del deseo en un ms all de la demanda. Esa vuelta en ms es la que nos muestra que no hay demanda que pueda decir al deseo y que, por lo tanto, su objeto es y ser siempre, a falta de otra cosa, trampa, engao, equivocacin.

    Esto es lo que lleva a Lacan a escribir, en ese lugar de vaco irreductible, la letra a para darle al objeto del deseo un valor algebraico.

    A partir de aqu es que podemos preguntarnos acerca de qu deseo es el deseo del psicoanalista ya que pareciera no parecerse a ningn otro deseo, a ningn otro deseo que sea el deseo de algo.

    Atencin: debemos decir aqu que nombramos deseo del psicoanalista al deseo operante en el anlisis. El analista fuera del anlisis podr tener deseos como cualquier otro hablante aunque, quizs, pueda estar ms advertido.

    Veamos la cuestin del deseo del psicoanalista por una de las vas por las que Lacan a l le debemos su formulacin- lo abord, en el seminario 10, discutiendo la problemtica de la contra transferencia con los post freudianos de la escuela inglesa.

    Qu es la contra transferencia?

    Freud entenda designar as la interferencia en la cura de deseos o de fantasmas inconscientes del analista.

    En El porvenir de la terapia psicoanaltica la define como lo que surge en el mdico bajo el influjo del enfermo sobre su sentir inconsciente, lo que lo inclina a exigir, como norma general, el reconocimiento de esta contra-transferencia por el psicoanalista mismo y su vencimiento.1

    Es en el Seminario 10, La angustia, donde el abordaje de diferentes maneras de concebir la contra transferencia nos permite mejor aproximarnos a la cuestin del deseo del psicoanalista como x operante en la direccin de la cura.

    1 O.C., volumen 21.

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    Escojo una de las autoras all tratadas ya que puede sernos especialmente ejemplar, tanto en su concepcin terica de la contra transferencia como en la manera en que expone la conduccin de un tratamiento.

    En la reunin del 27 de febrero de 1963, Piera Aulagnier se refiere a un artculo de Margaret Little titulado La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente.

    Margaret Little es una analista de la escuela inglesa. Para ella, en la contra transferencia se trata de elementos reprimidos, por lo tanto no analizados hasta ese momento en el analista, elementos que lo vinculan a su paciente de la misma manera que el paciente transfiere sobre el analista afectos, sentimientos, etc., que corresponden a sus padres o a objetos de su infancia. Es decir, que el analista considera al paciente de una manera temporaria como consideraba a sus propios padres. Por lo tanto, la contra transferencia es algo que representa lo que no fue analizado y cuyo anlisis, en definitiva, vale decir, las reacciones que provocar, slo podrn ser analizadas por el analista retroactivamente y debern ser interpretadas, de manera retroactiva si ste comprende a posteriori su sentido. Se tratara, dicho de de manera simple, de una reaccin del analista que diga de esos elementos no analizados, de esa parte que ha escapado al anlisis personal del analista.

    Podemos agregar que a partir de aqu lo que se perfila es que en la cura, por momentos, nos hallaramos frente a nuestros pacientes exactamente en la misma posicin en que se encuentran ellos frente a nosotros, esto es: que en cierto modo asumiran el rol que tuvo nuestro analista durante nuestro propio anlisis. Si provocara en nosotros ciertas respuestas, ello sera en cuanto personaje que representa a nuestros padres.

    Lo interesante es que con esta concepcin, llega a preconizar la libre expresin de los sentimientos contra transferenciales, aun comprendidos los sentimientos negativos, como un mtodo destinado a promover la identificacin del paciente con la personalidad ms sana del analista.

    Cul es la personalidad ms sana del analista? Aquella que es capaz de darse cuenta de su contra transferencia y dar as una respuesta total a las necesidades del paciente. La respuesta total del analista es algo que implica tanto a la interpretacin como lo que, en un sentido general, podemos llamar el comportamiento, los sentimientos, etc., la manifestacin del analista como personal real, o sea como persona.

    Qu puede estar plantendonos esta introduccin de la persona real del analista en la escena analtica? Dejmoslo all por el momento. Responder a esta pregunta ser crucial con respecto a la problemtica que estamos abordando. Simplemente, dejo planteado, que en esta reciprocidad entre las reacciones del paciente y del analista no podemos dejar de encontrar los indicios de lo que sera una situacin dual.

    Volvamos al ttulo del artculo: La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente. Ya el trmino "necesidad" convoca nuestro inters, nos pone alertas. Es que normalmente, la palabra "respuesta" sugiere la palabra "pregunta" o "demanda". Aqu no hay nada de esto. Se trata efectivamente de "necesidad", y aunque la propia Margaret Little nos manifieste que es muy difcil decir qu entiende ella por el trmino "necesidad", que dicho trmino es muy vago, se trata de responder con el don de algo.

    All tenemos la concepcin que Margaret Little tiene del encuentro analtico:

    person-with-something-to-spare

    meets

    person-with-needs

    Esta frmula quiere decir, exactamente, "una persona que tiene algo para dar"; to spare, en ingls, tiene una significacin muy particular. Se trata de algo de lo que se puede disponer, algo que se tiene de sobra, al modo de: pienso ir al teatro y estoy solo, de pronto alguien me da dos entradas; es evidente que tengo una entrada para dar.

    Tambin, segn otras acepciones, es algo de lo que se puede prescindir, que no nos hace falta.

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    Entonces Una persona que tiene algo que dar, algo de ms, algo de lo que puede prescindir, encuentra una persona con necesidades: tal es la manera como Margaret Little define el encuentro analtico. Lacan dice que a partir de aqu el deseo del analista, puede ser abordado en todo su esplendor.

    Por qu?

    Porque el deseo que gua esta concepcin es dar efectivamente algo. Est en el registro del satisfacer al otro, responder a su demanda.

    Por causa de la estructura del deseo, la demanda que el sujeto dirige al analista (de cura, de revelacin de s mismo, de conocer el psicoanlisis, de hacerse calificar como analista), se desdobla en una demanda intransitiva que no se completa con ningn objeto porque ningn objeto podra ocupar ese lugar vaco y, adems, que el hecho de ser demanda de nada no la anula sino que la mantiene como demanda de nada.

    Aqu est el sentido ltimo que hace que el deseo del psicoanalista se manifieste en el no responder a la demanda y se inscriba as como un deseo x.

    Tampoco se trata de dar lo que no se tiene como en el amor (ya que no podemos confundir el objeto del don con la falta de la que testimonia y que constituye el don como tal). As, es esencial para el anlisis de la transferencia, que aun esa nada, no darla.

    Dice Lacan: Lo que el analista tiene para dar, contrariamente al partenaire del amor, es eso que la ms bella desposada del mundo no puede superar: lo que l tiene. Y lo que l tiene es, como en el analizado, no otra cosa que su deseo, con la nica excepcin que ste es un deseo advertido.2

    Esto comporta la cuestin de qu puede ser un tal deseo. Con Lacan podemos, desde ahora, decir lo que este deseo no puede ser. El no puede desear lo imposible, o sea, que falte la falta si nos embarcamos en responder a la demanda de felicidad, felicidad de la que Freud descrea como lo manifest en El malestar en la cultura.

    El comentario de Lacan al respecto es que en la dificultad del abordaje de esos autores se refiere a Lucy Tower, Margaret Little, Brbara Low, etc. Todos autores de la escuela inglesa que se han comentado en el seminario- en lo relativo a la contra transferencia, el obstculo est en el problema del deseo del analista. Ninguno de esos autores puede evitar poner las cosas en el plano del deseo. El trmino contra transferencia, all donde es enfocado, habla en general, de la participacin del analista con su deseo, pero no con su deseo de analista.

    En efecto, no se trata de definicin, ni siquiera de una exacta definicin de la contra transferencia que se resumira diciendo que es contra transferencia la represin, en el anlisis y por analista, de todo aquello que se recibe de significante. Por eso es tan importante la supervisin, planteada como anlisis de control.

    La contra transferencia no es otra cosa, y por eso, el problema de la contra transferencia no es el verdadero problema. Es en el estado de confusin en que se nos la presenta que cobra su significacin. Dicha significacin nica es la pregunta a la cual ningn autor puede escapar, precisamente en la medida en que es eso lo que le interesa: el deseo del analista. Qu es lo que gua su accin?

    Si tal cuestin no slo no estaba resuelta hasta Lacan es porque no hubo ninguna exacta puesta en posicin de lo que es el deseo.

    Todas estas teorizaciones acerca de la contra transferencia ponen a la luz del da la cuestin de lo que ocurre cuando el analista responde con un deseo que no es el deseo del analista.

    Vemoslo en el caso que se expone en el artculo de Margaret Little.

    Se trata de un anlisis que se mantiene desde hace diez aos. Durante los siete primeros, nos dice Margaret Little, fue absolutamente imposible hacerle admitir que analizara la transferencia. Y sin embargo, no es ciertamente por no haber hablado es su teora de la tcnica- en cuanto persona real.

    2 La tica del psicoanlisis, captulo 22.

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    De ello la autora nos da muy buenos ejemplos. Se trataba de una vez en que la paciente lleg y continu con su crtica del consultorio de la analista, Margaret Little entonces le dice que en definitiva le es absolutamente igual que piense lo que piense de l. En el segundo ejemplo siempre dentro de los siete primeros aos la paciente le cuenta por ensima vez unas historias con su madre y con el dinero. Margaret Little le dice que al fin y al cabo ella piensa que todo eso es puro bla bla, y que ella, la analista, est haciendo un gran esfuerzo por no dormirse.

    Seran reacciones que son manifestaciones de esa especie de realidad real, verdadera, del analista, en todos los casos intervenciones que dejan exactamente las cosas en su status quo; vale decir que, por cierto, la analizada qued contrariada pero acept: Bueno, de acuerdo, disclpeme, no lo dir ms, pero, en realidad, las cosas siguen exactamente como antes.

    Siguen como fueron antes y despus de siete aos de anlisis. Margaret Little y la analizada piensan que haran bien en interrumpir el tratamiento, sabiendo ambas que de hecho el problema nunca pudo ser abordado. Aqu va a situarse el episodio de la muerte de un personaje muy querido contemporneo de los padres y sustituto de los mismos.

    Llega al consultorio en un estado de afliccin, de desesperacin, estado que dura una sesin tras otra y que termina enloqueciendo literalmente a Margaret Little quien dice: Tuve la impresin de que si de una u otra manera yo no consegua irrumpir en ese discurso, intervenir, mi enferma morira, mi enferma llegara a faltarme.

    Subrayo esto: llegara a faltarme.

    Morir por qu? Por dos razones: o bien porque se suicidara, o bien porque morira de agotamiento pues ya no podra comer, ya no podra hacer nada.

    Entonces Margaret Little interviene dicindole que ella, la analista, se halla terriblemente afectada por lo que pasa, que ya no sabe qu hacer, que adems tiene la impresin de que nadie podra soportar verla en ese estado y que sufre con ella.

    Qu suceder entonces? Suceder que esta vez el sujeto va a entender las cosas, no como la analista las comprende sino como la analista las vive: No puedo faltarte, Yo soy el objeto de tu angustia. Y est muy bien, se dice, est muy bien porque en definitiva ese objeto de angustia intent serlo frente a mi padre, pero no fue posible, ya que l estaba encerrado en una especie de armadura; era un megalomanaco alguien a quien no es cuestin de que pueda faltarle lo que fuere; ese objeto de angustia intent serlo con mi madre, y ahora me hace muy feliz poder serlo, en efecto, para usted.

    Les cuento el desenlace brevemente: la paciente entra en una orga de acting out en los que pone en peligro seriamente su vida con tal de seguir provocando la angustia de su analista hasta que sta se resuelve por la nica intervencin posiblemente eficaz: plantea el corte.

    Qu podemos decir a partir de todo esto?

    No otra cosa que recordar las palabras de Lacan en un texto de 1958, clave con respecto al tema que tratamos: La direccin de la cura y los principios de su poder.

    Lo que es seguro es que los sentimientos del analista slo tienen un lugar posible en este juego, el del muerto; y que si se le reanima, el juego se prosigue sin que se sepa quin lo conduce.

    Por eso el analista es menos libre en su estrategia que en su tctica.

    Vayamos ms lejos. El analista es an menos libre en aquello que domina estrategia y tctica: a saber, su poltica, en la cual hara mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser.

    Para decir las cosas de otra manera: su accin sobre el paciente se le escapa, junto con la idea que se hace de ella, si no vuelve a asentar su punto de partida en aquello por lo cual sta es posible y revisar en el principio la estructura por donde toda accin interviene en la realidad.

    Situando las cosas en el punto de partida, en aquello por lo cual su accin es posible, su poltica tendr que ser la de situarse en ella no en funcin de su ser sino de su falta en ser.

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    Con ello volvemos a las paradojas del deseo y el fantasma, paradojas por las que el analista tendr que haber pasado en su propio anlisis para poder hacer operar el deseo del analista en la direccin de la cura.

    Esta carencia subjetiva es fundante en cuanto a la estructura donde el deseo se sostiene de la falta, la carencia, la falla. Cmo responde el deseo del psicoanalista a ello?

    El efecto ms radical de la toma del sujeto en la cadena significante es el confrontar a dicho sujeto a la pregunta por lo que l es. No es otra la pregunta de la paciente de Margaret Little. El sujeto del inconsciente est tomado por esta pregunta por su ser, ese ser que no puede ser nombrado de ninguna manera.

    All es donde debemos articular la cuestin del ser a la del objeto parcial, a la de los objetos a los que el sujeto se identifica.

    En La direccin de la cura y los principios de su poder, Lacan dice que esos objetos sin duda alguna significantes -el seno, el excremento, el falo-, el sujeto los gana o los pierde, es destruido por ellos o los preserva, pero sobre todo es esos objetos, segn el lugar donde funcionan en su fantasa fundamental, y ese modo de identificacin no hace sino mostrar la patologa de la pendiente a la que se ve empujado el sujeto, pendiente que a su vez no encuentra su posibilidad radical sino por la mortificacin que el significante impone a su vida.

    Tomado desde el comienzo de la partida en las cadenas lenguajeras de la demanda, el sujeto no slo hace la experiencia de su impotencia y desamparo originales sino, tambin, la de su falta en ser. Cuestiona al Otro: Che vuoi? Qu quieres que yo sea? Aqu articulamos una teora satisfactoria del fantasma como la respuesta a la que hecha a mano.

    Aqu tenemos que situar tambin la cuestin del ser del analista. No es suficiente ahora, hablar de la catarsis, purificacin, de lo ms grueso del inconsciente del analista. Todo esto queda muy vago.

    No se trata solamente de que el analista haya hecho una anlisis didctico exitoso, sino que la pregunta que debemos dirigirle es la de Lacan en el texto que estoy comentando: cmo actuar con su ser?

    La respuesta est en lo que vengo de desarrollar acerca de ser y la falta en ser como nos ensea la experiencia analtica.

    Los efectos de los significantes, tal como resulta en la articulacin de la demanda, es la falta en ser. De ello el analista est advertido.

    En el lugar de un deseo cualquiera dirigido al paciente, vehiculado en cualquier demanda, pone all un enigma, una x que marca su enunciacin.

    Recordemos lo que decamos acerca de la renuncia al saber previo necesaria para la emergencia del saber inconsciente del analizando.

    Sin embargo, y al mismo tiempo, la formacin del psicoanalista exige que sepa, en el proceso por el que conduce a su paciente, en torno a qu se desenvuelve el movimiento. Debe saber, se le debe transmitir, y en una experiencia, aquello en lo que se mueve. Ese punto-eje es lo que designamos con el nombre de deseo del psicoanalista.

    Con respecto a las otras estructuras, ya que me centr en la problemtica de la neurosis, la sola idea de acompaamiento habla del deseo del psicoanalista dirigiendo la cura.

    Para finalizar, voy a parafrasear a Lacan en el Seminario 11, diciendo que el deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta en el seno de las significaciones, la que interviene cuando, enfrentado al significante primordial, el sujeto viene por primera vez en posicin de someterse a l. Con ello concluyo que el deseo del psicoanalista es, simplemente, el deseo de psicoanalizar.

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