El diario de Gabriel – Epílogo · retrato familiar, la dedicatoria que ... junto a estas y...
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El diario de Gabriel – Epílogo
Publicado en batallonrosaluxemburgo.wordpress.com por cortesía de Rubén Las Hayas Núñez. 16/11/2017 1
EPÍLOGO
El diario de Gabriel – Epílogo
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Finalizado el Diario que durante la guerra escribió Gabriel, su familia,
considerando que su publicación puede tener interés para la “recuperación de la
memoria histórica” de aquellos hechos que vivió de primera mano, nos ha facilitado
para completarlo y dar a conocer mejor el motivo que le llevó a escribirlo, así como su
retrato familiar, la dedicatoria que encabeza el primer cuaderno manuscrito, el
prólogo, el epílogo que escribió pasados los años, en la navidad de 1970, así como las
fotografías familiares que incluimos. Rubén Las Hayas Núñez.
1- Dedicatoria manuscrita del diario a Aurelia y Aurora
2- Prólogo del “Diario de Guerra”, escrito por Gabriel.
3- Epílogo del “Diario de Guerra”, escrito por Gabriel en 1.970.
4- Fotografías antiguas y recuerdos de la familia Lashayas-Núñez
1- DEDICATORIA A AURELIA Y AURORA
Dedicatoria manuscrita de Gabriel, a su esposa Aurelia y su hija Aurori.
Transcripción: A ti, adorada Aurelia, y a ti, mi querida hija, dedico estas páginas de
trágicos recuerdos vividos desde el 18 de julio de 1936. Algún día repasaré todo lo que
mi memoria vaya dictando a mi pluma, que será un recuerdo al pasado en honor al amor
que siento por vosotras.
Gabriel.
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2- PRÓLOGO QUE REDACTÓ GABRIEL PARA SU “DIARIO DE GUERRA”.
Corrían los primeros días del mes de julio. Era feliz pensando en la infinidad de
domingos que, a vuestro lado, dejándome besar por la fina brisa del mar, estaba a
punto de pasar. El rudo trabajo no me hacía mella porque estaba respaldado por
vuestro cariño, que no me dejaba pensar en otra cosa que en corresponderlo. Pero
llegó el 18 de julio. Se empezó a hablar de guerra civil con intervención extranjera. Se
pararon los motores de la fábrica por tres días. Yo no quería enterarme de la
inmensidad de la tragedia y seguía aprovechando el tiempo en recopilar auxilios
económicos para nuestro hogar.
Así pasaron tres meses. En el pueblo empezaban a vestir luto algunas madres que
habían perdido sus hijos en los frentes. Ya la risa juvenil no se oía. Las calles estaban
siempre desiertas. Las conversaciones sólo eran origen de la guerra, y tú, Aurelia,
empezaste a sentir el dolor de mi ausencia. Eran muchos los que ya habían empuñado
el fusil. Recuerdo el trabajo que me costaba disiparte la atormentadora idea de tu
pensamiento. Pero seguían pasando días. Se avecinaba el invierno. La fábrica no
recibía materias primas. El jornal estaba a punto de faltar.
Y llegó lo que tenía que llegar.
Un domingo, ya muy lejano, salía a recibir aire puro para los pulmones que se
asfixiaban entre las cuatro paredes. Unos amigos, que también paseaban, se unieron a
mí en El Casal. Se habló nuevamente de la lucha. Y uno de ellos, Ramón, me dijo que
también yo podría ayudar, aunque fuese de barbero. Él bajaría al S.R.I. y vería de
colocarme.
Regresé a vuestro lado. Entre halagadoras caricias, con miedo, te hablé de lo
comentado. Recuerdo verte entristecer. Y desde entonces los días empezaron a
marchitarte. Y luego el aviso del amigo que quería ayudarme, de que me presentase en
Bilbao.
Y aquí, empiezan mis memorias.
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3- EPÍLOGO DE GABRIEL A SU “DIARIO DE GUERRA”
Han transcurrido treinta y dos años desde que la pluma dejó de transmitir los
recuerdos más salientes de los años de contienda entre españoles y algunos suicidas
extranjeros. En el viejo convento de San Pedro de Cardeña, rejuvenecido por el
esfuerzo callado, pero con la esperanza puesta en la venganza de los miles de vencidos
que pasaron por él, no era agradable trabajar en la reconstrucción, aunque se tenía
otros privilegios.
Hoy quiero dedicar un recuerdo a los días que precedieron a mi liberación, y con esta
mirada al pasado, completar un pequeño inventario, pues me voy a sentir muy
orgulloso de que las cuartillas amarillentas, envejecidas por los años, vayan a reposar
junto a estas y darlas por compañeras a los de otros grandes pensadores que Rubén
tiene en su biblioteca.
Los últimos días antes de mi liberación, ya no había ni tiempo ni cosas que dejar
anotadas. Pero hoy quiero dejar sentado que, para los que no habéis sido testigos ni
actores, no os podéis hacer una idea de lo que representa una guerra civil.
Yo no es que tampoco aporte nada de particular. Actos y cosas secundarias y algunas
que de haberlas detallado son las que hacen incurables las heridas de una contienda
así.
Comentando con el capellán de San Pedro de Cardeña sobre los años pasados sin
ninguna culpa, me decía: “tenga en cuenta que en algún sitio tenía que haber estado,
ya que no es adicto al Régimen”.
Si bien la guerra terminó el 1 de abril de 1939, yo recibí la libertad el 26 de abril.
Un grupo, no sé de cuántos, atravesamos los caminos hacia la capital burgalesa y a las
seis de la tarde pasaba por delante de la casa de la abuela en Ortuella. No descendí del
auto por desconocer que la madre y Aurori estaban allí, pero como las vecinas me
vieron se lo dijeron y seguidamente se pusieron en camino para podernos abrazar en
casa.
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Los primeros meses en Gallarta, acepté las órdenes que recibí del jefe de Falange, un
tal Sabando, encargado de las minas Concha II y muy encontrado con los mineros
desde hace años. Cumpliré mejor con “los camisas viejas”, le dije, porque a mí el
temor me hará cumplir lo que las autoridades dispongan.
Y así, un día tuve la ocurrencia de ir al bar La Terraza, como si dijéremos al Hotel
Portugalete, con un clavel rojo en la solapa. Otro día, pintar las puertas y las ventanas
de rojo y verde y las cortinas blancas. Nueva visita al cuartel de la Guardia Civil para
responder de tal acto, que de no ser porque era de Soria, me hubiera costado un
disgusto.
Otra hazaña de los degenerados de la sociedad, fue una denuncia que tuve en Bilbao.
Esto solo fue el pretexto del indeseable Ledesma, que ostentaba el cargo de Jefe de
Municipales, para llevarme a los locales de la Falange en Bilbao, decir él que todo
estaba resuelto y una comida pagada.
Nada de extraño tenía que el pueblo pareciese desierto. No nos juntábamos los
vencidos por el temor, pero, así y todo, las vejaciones estaban al alcance de cualquier
mocoso que arrastrase un trapo en son de bandera o dando los gritos de ritual del
Movimiento, para que nos colocásemos en posición de firmes y con el brazo en alto.
Reorganicé mi vida. La promesa de tantas cartas se empezaba a cumplir. No olvidaba
el pasado, porque olvidar no es fácil, pero sí dejaba de lleno a un lado lo pasado. Lo
primero fue hacer felices a los dos seres que envejecían más que por los años por los
sufrimientos, y así serlo yo.
El 9 de mayo de 1941, transcurridos dos años y quince días desde que, en San Pedro de
Cardeña, recibía la ansiada libertad, venía a hacernos más felices, y lo éramos mucho,
el ansiado muñeco promesa de un día a la pequeña Aurori. Ya con anterioridad, había
dejado comprometido en los establecimientos de la calle Buenos Aires en Bilbao,
Crédito Loinaz, el coche para el muñeco, y así quedaba cumplida la promesa de
muñeco y coche.
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El bautizo de Rubén se celebró el 25 de mayo en un ambiente político. De padrino,
Basilio Díez, por los comunistas. Madrina, Antonia Orue, que soñaba con ser
Gobernadora de Vizcaya en un futuro Gobierno de Euzkadi. Invitados varios más, pero
ninguno de la Falange.
Como ya había pasado bastante tiempo y en la guerra entre Alemania y los aliados no
se veía la victoria tan fácil y menos para los que estábamos en deuda con ellos, por más
que los primeros meses habían sido arrolladores para el nazismo, estábamos perdiendo
el miedo. Además, el día 24, víspera de este acto que celebramos, en réplica al
hundimiento de un acorazado inglés, estos volcando su fuerza, acosaron y hundieron el
Bismarck, la mejor pieza de los alemanes.
Este acontecimiento y otros que eran medio bulos y medio exactos, eran, como digo,
ocasión para ir perdiendo el miedo, pues estábamos convencidos que con la derrota
alemana estaba la derrota del régimen que nos oprimía.
El año 41 quedó en la Historia como el año del hambre. Nosotros éramos todavía
mimados por la suerte y no faltaba quien nos vendía lo que a ellos les hacía falta para
mejor subsistir.
El coche con el muñeco lo paseábamos bien hasta El Casal, bien hasta Ortuella donde
la abuela. No recuerdo los que pasearían por el pueblo, pero eran muy pocos. Esta
satisfacción dejaba compensado el sacrificio que llevamos durante la semana.
Cuando ya la tormenta del hambre empezó a disiparse, todavía quedaban en casa titos
para regalar, y eso que cada vez me gustaban más.
El 14 de abril de 1945, también es una fecha que forma parte de la Historia. Por un
lado, hacía 14 años que se había implantado la República y vivimos días de triunfo, al
ver un nuevo Régimen con el que soñábamos un mayor bienestar. Por otro lado, este
día 14, a las diez de la noche, veía la luz por primera vez Arturo que completaría la
familia. Era una completa felicidad. Seguíamos todavía con racionamiento, pero yo
para este caso ya había previsto varias botellas de vino generoso que algunos clientes
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me habían ido reservando. Lo que no había preparado era champán, que fue necesario
ir a buscar como medicina para la madre, ya que un derrame estuvo a punto de segarle
la vida. Esto fue un punto de recuperación.
Y termino, brindando en estas navidades de 1970, porque no tengáis que vivir ninguna
guerra y menos como la que recuerdan estas memorias cuyas heridas no se cicatrizan
nunca.
o o O o o
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4 - FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS
Y RECUERDOS DE LA FAMILIA LASHAYAS-NÚÑEZ
Los padres de Gabriel, Esteban Lashayas y Catalina Martínez, con
todos sus hijos: Raimundo, Hilario, Gabriel, Juan Eugenio, Isidoro y María.
1.913 / 15 aproximadamente.
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Aurelia y Gabriel
antes de casarse
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Pedro Núñez, padre de
Aurelia Núñez.
Fue concejal comunista en el
Ayuntamiento de Ortuella y muy
querido y recordado por todos. Tras
su salida de la cárcel sufrió una
agresión por su significación de
comunista declarado, y en el hospital,
por falta de atención, murió
desangrado. Tanto su hija Aurelia,
como Gabriel guardaron siempre un
total mutismo sobre el tema, sin que
los hijos hayan sabido nunca a
ciencia cierta cómo murió. En el
epilogo Gabriel escribe que estos
actos “de haberlos detallado son los
que hacen incurables las heridas de
una contienda así”. Rubén Las
Hayas.
Gabriel y María
Lashayas Martínez
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Aurelia Núñez
1934/1935
Aurora Lashayas Núñez
1934/1935
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Aurelia y Aurori, con la madre y los hermanos de Aurelia.
En el centro, Aurori. A la izquierda, la madre de Aurelia, Adelaida Tolín. A la derecha,
Aurelia. Arriba, los hermanos de Aurelia: Ginés, Pedro e Ignacio. 1937 / 1938
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Gabriel y Aurelia
con Aurorita y
Rubén.
1942/1943.
Gabriel, Aurelia, Rubén y Aurorita en una romería, en Gallarta,
1944/1945
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Gabriel con Rubén.
1.943
Gabriel Lashayas, Años 50
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Recuerdos, de Gabriel Lashayas y Pedro Núñez
Portarretratos de madera, tallado a mano con una
navajita, que hizo Gabriel
en el campo de concentración
de prisioneros de San Pedro
de Cardeña, Burgos, en
1939.
Anillo en el que Gabriel insertó la fotografía de
Aurelia, que besaba cada noche en un rosario de besos.
Pulsera que hizo Pedro Núñez para su nietita Aurora.