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EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA LIBERTAD DESDE LAS CATEGORÍAS TEOLÓGICAS DE LIBERTAD, PECADO Y GRACIA Propuesta teológica a partir de La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca MARTHA LUCÍA LÓPEZ CORDERO PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA BOGOTÁ 2009

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EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA LIBERTAD

DESDE LAS CATEGORÍAS TEOLÓGICAS DE LIBERTAD, PECADO Y GRACIA

Propuesta teológica a partir de La vida es sueño

de Pedro Calderón de la Barca

MARTHA LUCÍA LÓPEZ CORDERO

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ

2009

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EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA LIBERTAD

DESDE LAS CATEGORÍAS TEOLÓGICAS DE LIBERTAD, PECADO Y GRACIA

Propuesta teológica a partir de La vida es sueño

de Pedro Calderón de la Barca

MARTHA LUCÍA LÓPEZ CORDERO

TESIS PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE MAESTRÍA

DIRECTOR

CARLOS EDUARDO ROMÁN HERNÁNDEZ

MAGISTER EN TEOLOGÍA

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ

2009

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Con Dios y desde su amor, toda labor no es un trabajo, sino una oportunidad; por esta

razón, quiero dedicarle esta monografía a Él, quien me impulsa y anima a repetir al

despertar de cada aurora:

Quiero vivir a plenitud

siendo buena libretista de Dios

y una excelente protagonista de su amor divino,

con una bella actuación de mi propia vida

como testigo fiel

del Dueño de todos los libretos…

A San Ignacio de Loyola, quien me alcanza de Dios su amor y su gracia, para que sólo esto

me baste.

A mi familia, de la que he recibido lo que de Dios ha recibido, para que me sienta siempre amada.

A mi Comunidad Hijas de la Inmaculada, que lucha diariamente para constituirse una

digna morada del Espíritu.

A mis amigos, especialmente a los que dicen creer más en la vida que en “Dios”, porque

tienen una fe inquebrantable… A ellos, presencia real del corazón de Dios latiendo en una

palabra y en un silencio.

Al arte dramático, porque la vida se disfraza de infinitas posibilidades que muchas veces recuerda la imaginación… Y ahí estamos como víctimas y cómplices.

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AGRADECIMIENTOS

Agradecer es reconocer un don y cuando la vida es un don, se vive de otra manera; de ahí

que el configurarla, desde la acción de gracias, es aligerar el peso de nuestro caminar. Así

los días son una excusa para compartir y una oportunidad para dar gracias.

Quiero entonces agradecer a Dios por los horizontes del saber y mi deseo de alcanzarlos; a

mi familia, que cree y espera, lo que yo creo y espero desde la misma fe que nos acunó; a

mi Comunidad Hijas de la Inmaculada, que camina conmigo y que se deja sorprender con

cada paso de Dios; a la Pontificia Universidad Javeriana, que desde la Facultad de

Teología, cree en la unidad del corazón y la mente; al Padre Alberto Parra, un Iñigo

peregrino de la solidaridad y el silencio; al grupo “Cosmópolis”, huerta de interrogantes, en

donde aprendí a caminar; al padre Germán Neira, que tras las bambalinas supo ser mi

compañero en Emaús; a Carlos Eduardo Román, que como brújula de la noche, me trajo

hasta aquí… Agradezco a muchos otros que se disputan el título de mi Ángel de la guarda.

A todos, lo mejor de la tierra y lo que abunda en el cielo: ¡LA PAZ Y LA GRACIA!

Agradezco también a la teología y al arte que supieron dialogar en mi interior; que dieron

razones a mi búsqueda y pistas a mi terquedad. Agradezco al discernimiento como bastón, a

la libertad como camino y a la autenticidad como horizonte de mi seguimiento a Jesús

pobre, casto y obediente.

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CONTENIDO

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 7

CAPÍTULO I

HACER TEOLOGÍA DESDE UNA OBRA DRAMÁTICA ........................................ 12

1. CONFESIONES ................................................................................................................................... 13

2. LA TEOLOGÍA Y EL ARTE EN UN ESCENARIO COMÚN: EL HOMBRE ................................. 16

2.1 LA LITERATURA: UNA HISTORIA SIN FIN ............................................................................... 18

2.2 EL BARROCO EN ESCENA .......................................................................................................... 21

3. CALDERÓN Y LA VIDA ES SUEÑO, EN LA MIRA ....................................................................... 22

3.1 EN EL ESCENARIO DE LA INTERPRETACIÓN .......................................................................... 24

3.1.1 Entender el objeto. .................................................................................................................... 24

3.1.2 Entender las palabras. ............................................................................................................... 30

3.1.3 Entender el autor. ..................................................................................................................... 35

3.1.4 Entenderse a sí mismo. .............................................................................................................. 39

4. BAJO UN TECHO RELIGIOSO ........................................................................................................ 42

CAPÍTULO II

LA LIBERTAD, EL PECADO Y LA GRACIA

COMO FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS .................................................................. 46

1. LA EXPLICITACIÓN DE LOS FUNDAMENTOS ........................................................................... 47

1.1 CATEGORÍAS TEOLÓGICAS GENERALES ................................................................................ 48

1.2 CATEGORÍAS TEOLÓGICAS ESPECIALES ................................................................................ 49

2. TRES CATEGORÍAS: LIBERTAD, PECADO Y GRACIA ................................................................ 50

2.1 LIBERTAD .................................................................................................................................... 51

2.1.1 La Libertad como categoría antropológica. ................................................................................ 52

2.1.2 La libertad como categoría especial de la teología. ..................................................................... 56

2.1.2.1 Dimensión Histórica. .................................................................................................... 56

2.1.2.2 Dimensión Sistemática. .................................................................................................. 58

2.1.2.3 Reinterpretación contemporánea. ................................................................................... 60

2.2 PECADO ........................................................................................................................................ 61

2.2.1 Los “sesgos” (desviación/desorden) en las operaciones humanas como categoría antropológica.. 62

2.2.1.1 El sujeto Operador. ........................................................................................................ 62

2.2.1.2 El bien humano como objeto. ......................................................................................... 64

2.2.2 El Pecado como categoría especial de la teología. ...................................................................... 66

2.2.2.1 Dimensión Histórica. ..................................................................................................... 66

2.2.2.2 Dimensión Sistemática. .................................................................................................. 71

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2.2.2.3 Reinterpretación contemporánea. .................................................................................. 74

2.3 GRACIA ........................................................................................................................................ 75

2.3.1 La Gracia como categoría especial de la teología. ...................................................................... 76

2.3.1.1 Dimensión Histórica. ..................................................................................................... 76

2.3.1.2 Dimensión Sistemática. .................................................................................................. 82

2.3.1.3 Reinterpretación contemporánea. ................................................................................... 83

3. A MANERA DE CONCLUSIÓN ........................................................................................................ 84

CAPÍTULO III

EL DISECERNIMIENTO DESDE EL PECADO, LA GRACIA Y LA CONVERSIÓN

........................................................................................................................................ 86

1. EL PALPITAR DE LA VIDA ES SUEÑO ........................................................................................... 87

1.1 PECADORES… PERO HIJOS ........................................................................................................ 90

1.2 CON LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO ....................................................................... 92

1.3 EL SENTIDO DE LA VIDA ........................................................................................................... 93

1.4 LOS VALORES EN LA VIDA ES SUEÑO. ...................................................................................... 96

2. PECADO, GRACIA Y CONVERSIÓN COMO “DIFERENCIALES” DE LA LIBERTAD HUMANA

................................................................................................................................................................. 102

2.1 PECADO ....................................................................................................................................... 103

2.2 GRACIA ....................................................................................................................................... 104

2.3 CONVERSIÓN ............................................................................................................................. 105

3. LA TRINIDAD EN LOS DINAMISMOS DE LA LIBERTAD, EL PECADO Y LA GRACIA ......... 106

3.1 EL PADRE .................................................................................................................................... 106

3.2 EL HIJO ........................................................................................................................................ 107

3.3 EL ESPÍRITU SANTO .................................................................................................................. 107

4. EL DISCERNIMIENTO, CAMINO DE AUTENTICIDAD ............................................................. 109

4.1 EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS ............................................................................................... 111

4.2 DISCERNIMIENTO, PRINCIPIO DE LIBERTAD........................................................................ 113

CONCLUSIONES ........................................................................................................115

BIBLIOGRAFÍA ..........................................................................................................119

ANEXO A .....................................................................................................................124

ANEXO B ......................................................................................................................125

ANEXO C ......................................................................................................................127

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INTRODUCCIÓN

Siempre tuve en mi interior un escenario, en el que a menudo escuchaba los soliloquios del

arte, por una parte y los soliloquios de la teología, por otra. El hecho de tener amigos

teólogos, muchas veces renuentes a participar en cualquier evento artístico y el hecho de

tener amigos artistas, muchas veces apáticos a todo lo referente a Dios, me llevó a buscar la

manera de establecer una relación entre juntas, para descubrir que la fuente era la misma:

Dios y el instrumento el mismo: el hombre. El arte y la teología buscan la trascendencia del

hombre; trascendencia que sólo es posible desde una libertad educada responsablemente.

Escogí una obra dramática para concretar mi objetivo. Y puede pasar, que al mirar a simple

vista el título de esta monografía, surjan interrogantes tales como: ¿para qué hacer una

reflexión teológica desde la literatura?, ¿cómo es posible que un drama, escrito y

representado hace cuatro siglos, nos diga algo hoy, y algo teológicamente relevante?, ¿el

mensaje de Calderón es actual como para tenerse en cuenta en esta reflexión teológica?

Sólo es posible responder a dichos interrogantes, después de reconocer el poder

trascendente de la creación literaria, “su habitual eficacia humanizadora… y la de sus casi

siempre latentes impulsos de apertura hacia lo sagrado y lo religioso”1; el asunto es

vislumbrar en ello algo actual y teológicamente relevante. La clave está en lograr un

acercamiento creyente y teológico a la obra La vida es sueño de Pedro Calderón de la

Barca, pues siendo la obra literaria una expresión más de la aventura humana, sobre ella

actúa, interpretativamente, una convicción creyente: la presencia activa de un Dios creador

y providente sobre el destino más o menos incierto de todo hombre. Por otro lado, lo que se

manifiesta en la obra literaria, y en especial en Calderón, son intuiciones de fe, las cuales,

en palabras de Blanch, “más que el discurso teológico, son las que, en su inmediato

conocimiento teologal de la realidad, permiten captar mejor el fondo divino de las cosas y,

en concreto, la oculta actuación del espíritu en lo íntimo de las acciones humanas más

1 Blanch, Antonio, El espíritu de la letra, Madrid: PPC, 2002, p.19.

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auténticas”2. De esta manera, lo teológicamente relevante hoy de una obra literaria, surge

de la lectura interpretativa, teologal y creyente, de aquellas intuiciones de fe que se

transmiten a través de la imagen literaria, y que potencian de nuevo nuestras actuales

comprensiones.

Calderón es un autor representativo del momento de la contrarreforma católica; atento a las

enseñanzas del Concilio de Trento y con un cuerpo doctrinal sólidamente estructurado3, que

participa con su talento poético en las discusiones sobre los temas más álgidos de la

reforma protestante, en especial los referidos al libre albedrío, la predestinación y la

implicación de ellos en el tema de la libertad humana. Dado el momento de la primera

modernidad en la que vive, se percibe en su pensamiento una cierta angustia religiosa, “al

tener que ahondar en el drama de conciencia que vive todo creyente ante la doble fidelidad

debida, por una parte, a una autoridad muy solemne pero externa y, por otra, a las

intuiciones del sujeto libre”4.

Dicha época parece estar signada por agnosticismos, escepticismos y desesperanzas, lo que

lleva a una fuerte sensación de irrealidad y simulacro desde nuestra cultura mediática;

frente a ello, es inevitable evocar la duda metódica que desarrolla Calderón en el

tratamiento de sus situaciones dramáticas: “¿No son las apariencias de las personas siempre

muy engañosas y no desaparecen con espantosa rapidez las glorias o los éxitos que se

logran en este mundo?”5. Este tiempo parece estar signado también por reflexiones sobre

las grandes pérdidas y caídas del espíritu humano, tanto a nivel individual como colectivo;

temas a los que alude Calderón en su momento, al dar presencia plástica a esas fuerzas

ocultas para arruinar la mínima felicidad deseable y exigible por el hombre común y

básico6.

2 Ibid., 20. 3 Valbuena Prat, Ángel, “Calderón y su personalidad en el siglo XVII”, en: El teatro español en su Siglo de

Oro, Barcelona: Planeta, 1969, p. 252. 4 Blanch, El espíritu de la letra, 56.

5 Ibid., 69. 6 Al respecto: Parker, Alexander A., Teología sobre el demonio en el drama calderoniano, Barcelona:

Estudios Escénicos, 1959, pp.7-48.

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Con este marco, se pretende en el actual trabajo, ubicar el discernimiento como educación

responsable de la libertad, desde las categorías teológicas de Libertad, Pecado y Gracia en

una propuesta teológica a partir de La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca. Para

esto, es operativo ubicarse en una de las formas de elaborar teología, siguiendo a Bernard

Lonergan en Método en Teología. De manera esquemática, indica este autor que la teología

se elabora en dos fases: la primera es una teología mediadora que abarca la Investigación, la

Interpretación, la Historia y la Dialéctica; y, la segunda, una teología mediada que abarca

los Fundamentos, las Doctrinas, la Sistemática y las Comunicaciones.

A partir de lo anterior, podemos decir que en un primer momento, este trabajo se mueve

dentro de la primera fase, desde la Interpretación, que “capta la significación del escrito en

su propio contexto histórico de acuerdo con su modo y nivel de pensamiento y expresión,

teniendo en cuenta las circunstancias y la intención del autor”7; tiene que ver con los

estudios analíticos y de apoyo para mirar la obra calderoniana en sí misma, además de las

herramientas de análisis que nos ofrece la crítica literaria. Esta primera parte corresponde al

capítulo I: Hacer teología desde una obra dramática; aquí se contextualiza la obra de

Pedro Calderón de la Barca en el marco del teatro español del Siglo de Oro y se caracteriza

la visión teológica de La vida es sueño.

Posteriormente, el trabajo se centra en la segunda fase, que implica una noción de teología

fundamental; ya que esta, al decir de Parra, es una “teoría teológica que, por sus

generalidades, atraviesa todos los demás dominios especializados de la teología, pues

establece sus bases fundantes y fundamentales con relación a los textos santos de tradición

divino-apostólica que la norman, a los contextos históricos de interrogación del sentido en

los que se escribe, y a los pretextos éticos de liberación humana a los que tiende en el plano

inmanente y trascendente”8. Se refiere a la problemática específicamente teológica, que

nos ayudará en el recorrido de las categorías que se abordan. Esta parte corresponde al

Capítulo II: La libertad, el Pecado y la gracia como fundamentos teológicos. Aquí se busca

7 Lonergan, Bernard, Método en Teología, Salamanca: Sígueme, 2001, p. 127. 8 Parra, Alberto, Textos, contextos y pretextos, Bogotá: Facultad de Teología, Pontificia Universidad

Javeriana, 2003, p. 12.

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identificar y explicitar las categorías libertad, pecado y gracia, tanto en el contexto

calderoniano como en el contexto teológico actual.

Elaborar unas categorías teológicas, a partir de una obra dramática, significa darles un

nuevo sentido dentro de la teología católica actual, que tendrá mucho que decir hoy,

cuando el protagonismo de Dios y el de su creatura son indispensables al hablar de libertad,

pecado y gracia. Aquí, no es nuestra intención establecer una tesis original sobre dichas

categorías, sino lograr una aprehensión consciente y articulada de ellas, para un

acercamiento más responsable a la literatura, buscando profundizar, por un lado, en la

tradición teológica que nos es propia, y prepararnos, por otro, para una lectura creyente de

La vida es sueño.

El tercer capítulo titulado: El discernimiento desde el pecado, la gracia y la conversión

busca dilucidar la actualidad, como sentido y valor, desde una lectura teológica y creyente

de las reflexiones sobre libertad, pecado y gracia, presentes simbólicamente en la obra La

vida es sueño de Pedro calderón de la Barca, para un discernimiento como educación

responsable de la libertad. En esta propuesta tiene mucho que ver San Ignacio de Loyola y

su espiritualidad, que se caracteriza por buscar y hallar la voluntad de Dios en la vida, no lo

más perfecto objetivamente, sino lo que Dios quiere de cada uno; por ensanchar el corazón

hacia las dimensiones del universo, pero aterrizando en lo concreto para no perderse en

vaguedades o en ideales irrealizables; por conocer la propia realidad lo mejor posible,

examinándose periódicamente, tanto en lo positivo para darle gracias a Dios, como en lo

negativo para superarlo con su ayuda; por discernir, a la luz de la oración y de la razón

iluminada por la fe, cómo se puede mejorar la propia realidad para hacerla más acorde con

el Evangelio de Jesucristo; y, por encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativo

en la acción, unido a Él en todo lo que se haga.

Esta espiritualidad nos enseña a examinar nuestras experiencias, que son un complejo de

ideas y sentimientos para reconocer cuáles son los amores o los intereses que nos mueven;

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y distinguir así, cuáles son de Dios, cuáles contrarios o simplemente al margen de su

proyecto.

Resumiendo, el trabajo parte de una obra dramática, de la que surgen tres categorías:

Libertad, Pecado y Gracia, que como “invariantes”9 de la salvación, dan la posibilidad de

adentrarnos en una teología fundamental; para luego dar paso a una teología espiritual, a

partir del discernimiento, como educación responsable de la libertad. Visto así, presento

este trabajo como una experiencia de fe, que parte del gusto por el arte dramático

(concretamente con La vida es sueño); se une a la inquietud por la salvación (desde las

categorías Libertad, Pecado y Gracia); y, se concreta en una búsqueda de autenticidad (con

el discernimiento), como ejercicio cotidiano de la libertad, para en todo, Amar y Servir.

9 La noción de invariante es algo que no cambia al aplicarle un conjunto de transformaciones.

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CAPÍTULO I

HACER TEOLOGÍA DESDE UNA OBRA DRAMÁTICA

Supuesta la intencionalidad de mi investigación, tal y como ha sido expuesta en la

introducción, en este capítulo me centraré en contextualizar la obra de Pedro Calderón de la

Barca, en el marco del teatro español del Siglo de Oro, caracterizando la visión teológica de

La vida es sueño. Con lo anterior se busca mostrar lo que implica hacer teología desde una

obra dramática, ampliando algunas insinuaciones y dando los primeros pasos en una

interpretación (teología mediadora), para preparar una lectura teológica propiamente

hablando.

Al lector le puede parecer un poco extraño que comience este proceso investigativo con una

referencia a mi experiencia personal. Esto tiene que ver con lo que dice Bernard Lonergan

cuando introduce la noción de método; él propone algo novedoso: el método en cuanto tal

no son las técnicas, ni los instrumentos, sino es cada persona que va cualificando sus

propias operaciones humanas (experimentar, entender, juzgar y decidir) con las cuales los

seres humanos realizamos todas nuestras actividades prácticas, técnicas y académicas; por

esta razón habla de la autoapropiación del sujeto que obtiene mediante conciencia refleja

sobre las propias operaciones realizadas10

.

El primer apartado, Confesiones, expone mi experiencia como lectora de literatura y como

religiosa, y anuncia el acto de aprehensión consciente que se desarrolla en el segundo

apartado. En éste, titulado La teología y el arte en un escenario común: el hombre, procedo

a enmarcar el siglo calderoniano desde un somero examen de la historia de la expresión

literaria. Gracias a este marco se desarrolla el tercer apartado, Calderón y La Vida es Sueño,

en la mira, que, apoyado en estudios calderonianos y elementos exegéticos literarios,

explica el objeto de nuestro estudio. Finalmente, en el cuarto apartado Bajo un techo

10 Pérez Valera, José Eduardo. Filosofía y método de Bernard Lonergan. Cap. I. La objetivación y

autoapropiación del sujeto, México: Editorial JUS, 1992. pp. 5-16.

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religioso, se busca resaltar la influencia del contexto religioso en el autor y por ende en su

producción literaria, especialmente en La vida es sueño.

Con esta propuesta se intenta desarrollar la primera aprehensión que, insisto, aún no es

propiamente teológica, pero sí prepara el terreno para ello, haciéndose visible en los

próximos capítulos.

1. CONFESIONES

Con este título no pretendo imitar a San Agustín, en el autorretrato revelador que nos

heredó en su biografía espiritual e intelectual; simplemente quiero poner en evidencia, a

manera de confesión, una serie de mociones11

que impulsaron el desarrollo de este trabajo y

que sólo, mediante el ejercicio permanente de discernimiento, pude empezar a plasmar

pequeños “insights” que fueron surgiendo durante el proceso. No busco justificar posibles

falencias ni atribuirme méritos que no me corresponden; se trata, ahora, de revelar el

diagnóstico original del sujeto que empieza este recorrido teológico, aceptando la invitación

a “descubrir en el interior de sí mismo el esquema normativo y originario de operaciones

recurrentes y relacionadas entre sí, que producen resultados acumulativos y progresivos”12

.

La literatura ha sido, para mí, la puerta a un mundo en donde convergen la realidad y la

fantasía. Comparto la afirmación de Blanch, cuando dice que la literatura nos procura “un

serio encuentro con nosotros mismos y con los demás”, y que nos abre “simbólicamente a

niveles muy elevados de realidad”13

. El género dramático, con el cual he tenido contacto

desde temprana edad, se convirtió en la posibilidad de ejercitar la creatividad. Aún recuerdo

con nostalgia y emoción los montajes de obras clásicas que las monjas españolas de mi

colegio hacían con los estudiantes, donde mis hermanos y yo participábamos. ¡Eran obras

fantásticas! Cada año, todas las personas del pueblo esperábamos con ansia una obra de

11 Entiendo por moción: movimiento espiritual interno de la persona que busca el sentido de su vida y la

voluntad de Dios aquí y ahora. Sentimientos, motivaciones, inspiraciones, que le mueven en una u otra

dirección, a favor o en contra del Espíritu de Dios. 12 Lonergan, Método en teología, 26. 13 Blanch, El espíritu de la letra, 9.

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teatro. Era mi mundo, porque los personajes existían en mi verdad14

y las situaciones eran

una realidad en mi universo. No olvidaré el sufrimiento que me causaba el ver llorar con

amargura a mi hermana Anita, por su esposo el zapatero, en la representación de La

zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca; no olvidaré un día en que, rompiendo la

cuarta pared15

, me subí al escenario para impedir que mi hermano Miguel, quien

representaba a Pedro Crespo en El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, ajusticiara

a don Álvaro de Ataide…

Allí se fue anidando un amor profundo por las Artes Escénicas, por la literatura dramática;

un amor que conserva todavía su vigor genuino en mi vida. Tal es la génesis lejana que

subyace, como sentimiento primero y que pide ser aprehendido y organizado en la presente

investigación. Con este trabajo quería establecer la relación entre Dios y el arte, en un

escenario común: el hombre; quería centrarme en un arte más concreto: la literatura; quería

optar por la dramática, porque a diferencia de la narrativa, nos da la posibilidad de ver

emerger la vida de los personajes, que terminan por mostrar, -como en un espejo-, nuestras

propias realidades, mientras que en la narrativa es un narrador quien nos cuenta sus

historias16

; quería dilucidar los elementos teológicos presentes en un drama clásico, porque

considero que el arte hecho palabra se convierte en un terreno abonado para el quehacer

teológico, pues la literatura, “con sus múltiples virtualidades estéticas e intencionales”,

permite indagar “diversos niveles de trascendencia”, dada su potencialidad para “suscitar en

el espíritu… vibraciones que los conceptos claros y distintos no suelen producir”17

.

14 Harold Pinter dice refiriéndose a los personajes de sus obras: “…Hasta un cierto punto, puedes jugar una

partida con ellos al gato y al ratón, a la gallina ciega, al escondite. Pero finalmente encuentras que tienes a

personas de carne y hueso en tus manos, personas con voluntad y sensibilidades propias, hechos de partes

que eres incapaz de cambiar, manipular o distorsionar” Ver. Pinter, Harold, Arte, verdad y política. Discurso de agradecimiento del Nobel de Literatura, 2005, p. 2.

15 En el teatro las acciones ocurren dentro de tres paredes, una a la izquierda, una a la derecha y una al fondo.

La cuarta pared es, figurativamente hablando, la que separa al público de lo que ocurre en escena. Pero si

hay algún tipo de interacción con los espectadores, entonces se dice que se está rompiendo la cuarta pared. 16 Al respecto enuncia Beristáin: En el teatro es un poco diferente pues, además del sujeto de la enunciación

que es el “yo escritor”, cada personaje está representado en la escena por un “yo-emisor” de los

parlamentos, que forzosamente es de carne y hueso, Él ejecuta los actos de habla y las acciones gestuales

pero no por sí mismo sino representando a un ser de ficción imaginado por el autor. Beristáin, Helena,

Análisis estructural del relato literario, México: Limusa, 1997, p. 30. 17 Blanch, El espíritu de la letra, 8.

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Fue así como me decidí por ahondar en la dramática como tal, desde el clásico Pedro

Calderón de la Barca. Escogí La vida es sueño, su drama más conocido, por la densidad

filosófica y simbólica, por sus soluciones teológicas, por su sentido moral, jurídico y

político, por su complejidad en temas como la lucha de la libertad contra el destino, con

unos personajes que llegan a representar a toda la condición humana, y que hacen que esta

sea la obra cumbre del Siglo de Oro español, uno de los periodos más fértiles de la

dramaturgia universal. En este drama, el espectador o en este caso el lector, es sometido a

un bombardeo, preciso y oportuno, de impresiones intelectuales, acústicas y visuales que

relacionan su atención y emotividad con la del autor y con el propósito de cada personaje

de la obra18

.

Confieso que aquí me empezaron a hostigar un sinnúmero de interrogantes, que en unas

ocasiones se convertían en vestigios del camino a seguir y en otras, en muros

inquebrantables que paralizaban toda posibilidad de continuar con la idea: ¿Qué teología

aplica para un trabajo como éste?, ¿se puede acaso hacer teología a partir de un drama

clásico?, ¿por qué escoger a Calderón de la Barca para este estudio?, ¿cómo proceder para

que la investigación se enmarque dentro de la teología y no sólo dentro de la literatura?19

,

¿para qué se establece hoy un diálogo entre la dramática y la teología?, ¿vale la pena hacer

un trabajo así en una Facultad de Teología? Estos y muchos otros cuestionamientos

justifican lo que dice Lonergan: “cuando pregunto: qué o por qué, o cómo o para qué, no

conozco las respuestas pero ya estoy tendiendo a alcanzar lo que sería conocido si

conociera las respuestas. Así, cuando pregunto si esto es verdaderamente bueno o sólo en

apariencia, o si esto es o no valioso, no conozco todavía el valor, pero estoy tendiendo a

alcanzarlo”20

. Puedo decir entonces que los anteriores interrogantes, dan forma a la

estructura del actual proceso investigativo.

18 Ver. Berenger, Albert, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, Granada: Universidad de

Granada, 1981, p. 21. 19 Al respecto: Parra, Alberto, “¿Qué es investigar en Teología?”, en: Investigar en Teología, Bogotá:

Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana, 2006, p. 16. 20 Lonergan, Método en Teología, 40.

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El temor, acompañado por un curioso atrevimiento, constituyen el motor de la primera

parte de la monografía: abordar a Calderón es un trabajo complejo, dadas las condiciones

de su época y su personalidad polifacética, difícil de encuadrar. No es fácil describir la

intención de “un creador mil veces estudiado y que -todavía- se resiste a ofrecernos sus más

escondidos propósitos”21

. El mismo temor y los anhelos de autotrascendencia22

constituyen

el motor de la segunda parte: descubrir las implicaciones del ejercicio de la libertad, el

pecado y la gracia, para dinamizar la vida hacia una búsqueda y un hallazgo del sentido

profundo de la existencia humana.

El temor del que hablo, tanto en la primera como en la segunda parte, podría hacerme

proceder con la debida cautela, frente al peligro de la desviación y de este modo evitar la

calamidad (el fracaso); o podría paralizar el curso normal del proceso y acabar con la

esperanza, lo que debilita el entusiasmo para poder continuar. En cualquiera de los dos

casos, tomé la decisión de adentrarme en la espesura del mágico bosque de la literatura, con

el ánimo de aterrizar las realidades teológicas inmersas en el paisaje: en el viento que

imprime el ritmo a cualquier movimiento, en la savia, protagonista de carreras ocultas pero

vitales, en el agua que busca apresurada su descanso en el mar… La idea es, como dice

Alberto Parra, “seguir con búsqueda audaz, crítica y amorosa las huellas de Dios presente

en la verdad, bondad y consistencia de las criaturas”, pues tal vez esta “sea la más cierta

aproximación a la investigación en cuanto teológica”23

. Y sólo así, “en formas detalladas y

diversas, el método nos invitará a ser atentos, inteligentes, razonables, responsables”24

.

2. LA TEOLOGÍA Y EL ARTE EN UN ESCENARIO COMÚN: EL HOMBRE

Quiero partir de la noción de teología que nos ofrece Bernard Lonergan en su libro Método

en teología: “La teología es una mediación entre una determinada matriz cultural y el

21 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 12. 22 Explica Lonergan a propósito de esta dimensión: “…nuestras cuestiones para la inteligencia, para la

reflexión y para la deliberación, constituyen nuestra capacidad de autotrascendencia”. Ver. Lonergan,

Método en Teología, 106. 23 Ver. Parra, “¿Qué es investigar en Teología?”, en: Investigar en Teología, 11. 24 Lonergan, Método en Teología, 25.

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17

significado y función de una religión dentro de dicha matriz”.25

Es así como el papel

mediador de la teología cobra una permanente vigencia a través de la historia, en ese

conjunto de significaciones y valores que forman un determinado modo de vida que

llamamos cultura.

Este trabajo propone el diálogo teológico, fruto de la mediación, con una de las

manifestaciones de la cultura: el arte; el arte como la “captación de lo que es o parece

significativo, de importancia, de interés y de alcance para el hombre. El arte es más

verdadero, más sutil, más efectivo que la experiencia, porque va más a lo esencial”.26

Aquí

radica el punto de convergencia entre lo que el hombre manifiesta en sus percepciones y

sensaciones, que no son explicables de otro modo, sino a través del arte y el significado y la

función de la religión, pues dentro del horizonte del hombre “hay una región para lo divino,

un santuario para la santidad última que no puede ser ignorado”27

.

Para ubicar la obra dramática, materia prima de nuestro presente estudio, considero

pertinente hacer un acercamiento deductivo desde el arte en sí misma. El término arte se

deriva del latín ars, en griego téchne o tekné (técnica). Antiguamente se utilizaba para

referirse a la producción realizada por el hombre y a las disciplinas del saber hacer. Con el

tiempo la palabra ars (arte) se utilizó en las disciplinas relacionadas con las artes de lo

estético y lo emotivo; y téchne, (técnica), en aquellas disciplinas relacionadas con las

producciones intelectuales. Vale la pena recordar cómo a finales del siglo XV, durante el

Renacimiento italiano, se clasificaron las bellas artes en tres oficios: arquitectos, escultores

y pintores; sin embargo, hoy, existe una lista en donde se clasifican dichas artes y en donde

aparecen otras tantas con una posición preestablecida: el primer lugar es para la

arquitectura; el segundo, para la danza; el tercero, para la escultura; el cuarto, para la

música; el quinto, para la pintura; el sexto, para la poesía y (literatura); el séptimo, para la

cinematografía; el octavo, para la fotografía; y, el noveno, para la historieta.

25 Ibid., 9. 26 Ibid., 67. 27 Ibid.,105.

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18

Con esto, no pretendo desarrollar el trabajo desde una perspectiva teórica sobre el arte, de

esto se ocupa la teoría del arte; tampoco busco abordar un hecho artístico en perspectiva

histórica, de esto se ocupa la historia del arte; simplemente, quiero ubicar la literatura

dentro del marco del arte en general: la literatura, como el arte que tiene por instrumento la

palabra y que comprende las obras con una intención estética.

2.1 LA LITERATURA: UNA HISTORIA SIN FIN

La literatura, con sus dos formas de expresión, el verso y la prosa, se manifiesta en los

géneros literarios universales: el lírico, cuyas manifestaciones son aquellas que expresan

sentimientos personales; el épico, cuyas manifestaciones se constituyen en expresión de un

sentimiento colectivo a través de los modos narrativos y el dramático, cuyas

manifestaciones objetivan los sentimientos y los problemas individuales comunicándolos a

través de un diálogo directo.

Me voy a referir al drama, como género literario. El drama se dividió desde sus inicios en la

Grecia Antigua, en Tragedia y Comedia28

. Posteriormente, se dividió en géneros realistas y

géneros simbólicos; entre los primeros quedaron inscritos la tragedia y la comedia ya

existentes y, entre los segundos, el melodrama, la farsa y la tragicomedia, reconocidos

como tales desde el Renacimiento. Más adelante, durante el siglo de oro y a principios del

siglo XIX y principios del XX en Rusia, se abrió la discusión de dos nuevos géneros

dramáticos: el auto sacramental y la pieza, que pasaron a formar parte, el primero, de los

géneros simbólicos y, el segundo, de los realistas. En el siglo XX aparece un nuevo género

dramático: la obra didáctica, que si bien tuvo sus primeras expresiones en los autos

sacramentales, después con Bertolt Brecht encontró temas no sólo religiosos, que siguieron

manteniendo el ingrediente moral (moraleja) que le caracterizaba29

.

28 Ver. aavv, Sopena, Ramón, Historia del teatro, Barcelona: Ramón Sopena, 1982, pp. 12-48. 29 Ver. Ibid., 503-504.

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19

A lo largo de la historia, la literatura ha sufrido grandes cambios y transformaciones

propias de cada época y cultura; por esta razón, se suele hablar de distintos Movimientos

Literarios, para hacer una clasificación general de las etapas por las que ha evolucionado la

literatura. Vamos a referir, de manera general, dicha clasificación, con el ánimo de

contextualizar la obra dramática con su movimiento literario correspondiente.

Un primer gran movimiento es el Clasicismo (del siglo V a.C. - V d.C.). Se centró

fundamentalmente en la antigua Grecia y en el Imperio Romano y se caracterizó por buscar

la armonía y el equilibrio entre el fondo y la forma. Las obras clásicas de esta época son La

Ilíada y La Odisea de Homero y La Eneida de Virgilio. Al Clasicismo sigue la época

Medieval (del siglo V - XV). Se produjo en Europa, principalmente al fragmentarse el

Imperio Romano, dando lugar a las distintas lenguas romances. Las obras solían ser de

contenido caballeresco o religioso, con glosas a los dioses y a los grandes héroes. Las obras

fundamentales de la época medieval son El cantar de los Nibelungos, La canción de

Roldán y El Mío Cid; todos ellos en verso y anónimos. En prosa, recordamos al Arcipreste

de Hita con El Libro de buen amor y a Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio,

que escribió la famosa obra El Conde Lucanor.

Un tercer gran movimiento se presenta en el Renacimiento (XV-XVI). Inicia en Italia y se

propaga después por toda Europa. Se caracteriza por el auge de las artes y la importancia

central que toma el hombre. La Divina Comedia de Dante y El Decamerón de Bocaccio son

buenos ejemplos de este periodo, en el que hay que destacar la invención de la imprenta en

el siglo XV. Herederos del Renacimiento, encontramos el Barroquismo, el Neoclasicismo,

el Romanticismo y el Realismo. El Barroquismo (XVII) se trata de una extensión del

renacimiento, surgida en un mundo de crisis económica y social que llevan a una visión

negativa del mundo. La mejor expresión del Barroco la encontramos en España, donde

hubo dos escuelas: el Culteranismo, que pretende crear belleza por medio de la forma y

cuyo representante fundamental fue Luis de Góngora, y el Conceptismo, que se preocupa

por el contenido, utilizando conceptos más profundos. Sus principales exponentes son

Quevedo y Gracián. El Neoclasicismo (XVIII) vuelve a los valores clásicos griegos o

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20

romanos, en busca de su equilibrio y serenidad. Existe también un interés por reformar al

ciudadano. Una obra fundamental de esta época es El sí de las niñas de Fernández de

Moratín. El Romanticismo (XIX, primera mitad) constituye una vuelta a la imaginación,

abandonando la frialdad del neoclasicismo. Los sentimientos, la imaginación y los valores

son el núcleo de la nueva literatura de esta época. Una obra fundamental del periodo es Don

Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas. El Realismo (XIX, segunda mitad) surgió

en Francia, supuso la irrupción de los escenarios locales y del lenguaje popular, acercando

la literatura a la realidad social. Algunas obras importantes de este periodo son Rojo y

negro de Stendhal y Crimen y castigo de Fiódor Mijáilovich Dostoievsky.

El siglo XX ve surgir nuevas corrientes. El Modernismo (finales del siglo XIX y principios

del XX) busca lo natural como la clave fundamental para resaltar las creaciones. Algunas

obras fundamentales son Ismaelito de José Martí y Azul de Rubén Darío. El Vanguardismo

(primera mitad del siglo XX) surge como un intento de transformación de la literatura,

negando el pasado y primando la originalidad por encima, incluso, de la realidad. Algunas

obras importantes son Manifiesto surrealista de André Breton y Luna Park de Luis

Cardoza y Aragón. El Posvanguardismo (mediados del siglo XX), influenciado por las

teorías marxistas, rechaza el idealismo vanguardista y busca volver a la realidad. La estética

pierde importancia frente al contenido. Las obras características son Antipoesía de Nicanor

Parra y Epigramas de Ernesto Cardenal. Por último, el Posmodernismo (finales del siglo

XX), que tras el agotamiento de las fórmulas literarias habituales, se busca ahora la

experimentación. Surgen relatos circulares, juegos de palabras, la mezcla de disciplinas

artísticas y, en definitiva, cualquier recurso que se acerque más al verdadero arte. Por

destacar algunas obras se pueden citar Rayuela de Julio Cortázar, El nombre de la rosa de

Umberto Eco y Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante.

Esta muy rápida mención de la historia literaria quiere resaltar dos elementos: el primero,

referido a la ubicación de La vida es sueño en la época del Barroco, sobre lo cual me

extenderé en el subapartado siguiente; y, el segundo, que tiene que ver con la expresión de

los problemas humanos, que no se agota en una sola forma y, en este sentido, sigue

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21

informando y recreando el presente del lector. Esto será básico para plantear la actualidad

teológica del drama calderoniano, posteriormente.

2.2 EL BARROCO EN ESCENA

Vamos a referirnos al siglo XVII, con su movimiento literario correspondiente: El barroco.

La palabra barroco fue inventada por críticos posteriores, más que por los artistas del siglo

XVII y principios del XVIII. Es una traducción francesa de la palabra portuguesa

"barroco", que significa perla de forma irregular, o joya falsa. Dicho movimiento realmente

expresó nuevos valores.

El dolor psicológico del hombre, en busca de anclajes sólidos, se puede encontrar en el arte

barroco en general. La fantasía y la imaginación fueron evocadas en el espectador, en el

lector y en el oyente. El arte se hace entonces menos distante de las personas, solucionando

el vacío cultural que solía guardar. Con respecto a la literatura, vale la pena resaltar, que

figuras literarias como la metáfora y la alegoría, fueron muy utilizadas.

Refiriéndome propiamente al teatro del Barroco, podría decir que es la forma de expresión

por excelencia de la estética de la época. Este teatro consiste en la grandiosa construcción

de una realidad imaginaria; en una apariencia vista como realidad, conseguida a través de

complicados efectos escénicos e impactante, con la exuberancia sensorial que ofrece a los

sentidos, un reino abigarrado de personajes multiformes, conflictivos, desgarrados por una

dualidad de sentimientos e impulsos, personajes difíciles de caracterizar o encuadrar dentro

de un tipo determinado. Detrás de esta tendencia fusionista está la visión barroca de la

realidad como conflicto, aspecto básico de la cosmovisión de esta turbulenta época.

El teatro barroco plasmó con profundidad desconocida hasta entonces en el teatro

europeo el conflictivo y contradictorio mundo espiritual del ser humano. Sus

personajes dejan de ser simples, rectos y uniformes en sus reacciones. Su carácter es

complejo, matizado y vacilante. Esta diferencia esencial está ligada íntimamente a

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22

lo que Alejandro Cioranescu considera la innovación fundamental de la literatura

barroca: el descubrimiento del conflicto interior en el alma del hombre30

.

Dicha innovación permanece vigente, teniendo en cuenta que “todo desarrollo implica una

tensión entre la limitación y la trascendencia”31

y es aquí donde se halla la razón del por

qué debería surgir el conflicto.

3. CALDERÓN Y LA VIDA ES SUEÑO, EN LA MIRA

Pedro Calderón de la Barca es más que un dramaturgo del siglo de oro español. Estudió en

un colegio de la Compañía de Jesús, “-que le contagió para siempre su modus Scholasticus,

la escenografía mental de la meditación imaginativa de los ejercicios ignacianos, la

filosofía ascética que organizaría su universo dramático, el estoicismo senequista y un

denodado espíritu erudito-”32

. Dentro de su legado teatral podemos clasificar sus obras en:

dramáticas de historia y leyenda española; en dramáticas de honor y de celos; en dramáticas

de capa y espada; en filosóficas; en religiosas y en fantásticas y mitológicas. De su

producción literaria, he tomado La vida es sueño, que se ubica dentro de sus obras

filosóficas. Es la obra cumbre del teatro barroco español, que reúne todas las características

del movimiento literario de manera magistral.

La elaboración del contexto cultural-teológico y vital de Calderón me ayuda a centrarme en

el drama filosófico, en donde insisto, por un lado, en un análisis crítico de la obra en sí

misma, y por otro, en una lectura de sus elementos propiamente teológicos y su articulación

general. Es ahí donde aparece la hermenéutica como el conocimiento y arte de la

interpretación, sobre todo de textos, para determinar el significado exacto de las palabras

mediante las cuales se ha expresado un pensamiento. El objetivo principal aquí es entender

el texto. Parto de la noción de entender que ofrece Alberto Parra: entender es “interpretar o

30

Ver. Cioranescu, Alejandro, El barroco o el descubrimiento del drama, Tenerife: Universidad de La

Laguna, 1957, pp. 331-332. 31 Lonergan, Bernard, Insight, Salamanca: Sígueme, 2004, p. 559. 32 Huerta Calvo, Javier, Historia del teatro español, Madrid: Gredos, 2003, p.1097.

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23

captar el significado o el sentido de estímulos, signos, vocablos, conceptos”33

. La tarea es

interpretar o captar el significado de una obra literaria. Esto no es nada novedoso, pues “la

interpretación de obras literarias, testimonios históricos, códigos legales y escrituras

primitivas se empleó ya desde la antigüedad cuando se trató de dilucidar el significado y el

sentido que los autores o escritores quisieron expresar en los textos”34

. Lo que se pretende

realizar es la interpretación de un texto en donde, según Bernard Lonergan, “los horizontes,

valores, desarrollo intelectual y experiencias pueden variar; la expresión puede tener

componentes intersubjetivos, artísticos y simbólicos que parecen extraños, al preguntarse

¿qué se quiso significar con el (…) libro?”35

.

Es de vital importancia recordar que la teología se elabora en dos fases. La primera es una

teología mediadora: Investigación, Interpretación, Historia y Dialéctica; la segunda, es una

teología mediada: Fundamentos, Doctrinas, Sistematización y Comunicación. Quiero hacer

énfasis en que la interpretación se relaciona con la investigación, la historia, la dialéctica, la

explicitación de los fundamentos, el establecimiento de las doctrinas, la sistematización y la

comunicación, ya que depende de ellas, y a su vez, éstas dependen de la interpretación.

Es claro que existe una matriz común a todo quehacer teológico, que consiste en una serie

articulada de procesos operacionales, que conforman a su vez una estructura heurística,

que contiene elementos, a saber: un conjunto de datos cualificados en tres direcciones: la

tradición religiosa, la situación presente y la estructura dinámica del sujeto; dos objetivos

globales del sujeto teólogo, la apropiación crítica de su propia tradición religiosa y de las

interpretaciones socio-culturales de la situación presente y, la actualización creativa de

aquella tradición en esta situación presente, en un empeño de transformación hacia un

mundo mejor; y, la capacidad operativa del sujeto teólogo, mediante sus cuatro niveles

operacionales básicos, como cognoscente al experimentar, entender y juzgar y como

33 Parra, Textos, contextos y pretextos, 15. 34 Ibid., 16. 35 Lonergan, Método en Teología, 150.

Page 24: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

24

existencial, al evaluar-optar y obrar en y desde el estado superior de estar enamorado (Don

del amor de Dios)36

.

Según lo expuesto anteriormente, nos ubicamos en el primer momento, dentro de la

primera fase, desde la interpretación, que “capta la significación del escrito en su propio

contexto histórico de acuerdo con su propio modo y nivel de pensamiento y expresión,

teniendo en cuenta las circunstancias y la intención del autor”37

. Posteriormente, el trabajo

se centrará en la segunda fase, con fundamentos o teología fundamental. Esta parte se

ampliará en el capítulo II.

3.1 EN EL ESCENARIO DE LA INTERPRETACIÓN

Hacer un trabajo de interpretación implica recorrer un camino, en donde se hace necesario

desarrollar unas operaciones exegéticas básicas para comprender el texto; para juzgar la

exactitud de la propia comprensión del texto y para establecer la significación del mismo.

Para comprender el texto, primero se debe entender el Objeto; después, se deben entender

las palabras; luego, se debe entender el autor y por último, viene la tarea de entenderse a sí

mismo.

3.1.1 Entender el objeto. La tarea consiste en saber qué objetos, reales o imaginarios,

tenía en mente el autor del texto38

. Para esto me voy a fijar en la obra misma, con los temas

que trata y los personajes que desarrollan la trama, sin olvidar aquellas palabras de Harold

Pinter en su discurso a propósito de su premiación, como nobel de literatura en el 2005:

La verdad en el arte dramático es siempre esquiva. Uno nunca la encuentra del todo,

pero su búsqueda llega a ser compulsiva. Claramente, es la búsqueda lo que motiva

el empeño. Tu tarea es la búsqueda. De vez en cuando, te tropiezas con la verdad en

la oscuridad, chocando con ella o capturando una imagen fugaz o una forma que

36 Ver. Roux, Rodolfo de, La tarea del teólogo sistemático. “Fundaciones, Doctrinas y Sistemáticas.

Comentario a los capítulos 11, 12 y 13 de Método en Teología de Bernard Lonergan”, Material

fotocopiado de apuntes de clase, Bogotá: Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana, 2007,

p. 3. 37 Lonergan, Método en Teología, 127. 38 Ver. Ibid., 152.

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25

parece tener relación con la verdad, muy frecuentemente sin que te hayas dado

cuenta de ello. Pero la auténtica verdad es que en el arte dramático no hay tal cosa

como una verdad única. Hay muchas. Y cada una de ellas se enfrenta a la otra, se

alejan, se reflejan entre sí, se ignoran, se burlan la una de la otra, son ciegas a su

mera existencia. A veces, sientes que tienes durante un instante la verdad en la

mano para que, a continuación, se te escabulla entre los dedos y se pierda39

.

Con este preámbulo, quisiera penetrar en el mundo imaginario de La vida es sueño,

considerada como la pieza cumbre del teatro calderoniano, paradigma del género de

comedias filosóficas, que recoge y dramatiza las cuestiones más trascendentales de su

época: la libertad o el poder de la voluntad frente al destino, el escepticismo ante las

apariencias sensibles, la precariedad de la existencia, considerada como un simple sueño y,

en fin, la consoladora idea de que, incluso en sueños, se puede todavía hacer el bien.

Recordemos que todas estas cuestiones, centradas por la idea del “desengaño”, inquietaban

al hombre barroco.

Lo bello y lo atroz son signos que cobran su significación plena en el amplio cuadro de la

visión del mundo del Barroco. Aquí toda la realidad se traduce al lenguaje de los símbolos,

de la misma manera, que todo lo simbólico, ideológico y espiritual se traduce al lenguaje

visual. En este sentido, nuestro principal objetivo es subrayar que Calderón no solamente es

un diestro artífice de fórmulas verbales, sino que, al mismo tiempo, es el gran creador del

lenguaje visual del teatro barroco. El teatro calderoniano es testimonio de que lo visual, lo

sensual, lo formal tiene su propio contenido, paralelo al intelectual.

En La vida es sueño pueden verse algunos aspectos del arte barroco de Calderón: la

abundancia del elemento metafórico, el sentido hiperbólico de las imágenes, las referencias

a la mitología, la áspera violencia del paisaje aludido, tan distinto de la plácida naturaleza

del bucolismo clásico; y además, el lenguaje, que es manejado con solemnidad, enfatizando

la belleza con el uso de antítesis, metáforas e hipérboles.

39 Pinter, Arte, verdad y política. Discurso de agradecimiento del Nobel de Literatura, 1.

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26

La vida es sueño plantea un conflicto entre el libre albedrío y la predestinación en la vida

de Segismundo. Este es un príncipe que ha estado prisionero en una torre desde su niñez

por orden de su padre Basilio, el rey de Polonia, ya que los astros predijeron que sería un

tirano; el rey, queriendo librar a su pueblo, lo ha encerrado. Movido por la curiosidad,

Basilio ordena emborrachar a Segismundo y traerlo a la corte. Cuando despierta y conoce

su condición real, la ira se apodera de Segismundo por el engaño de que ha sido víctima.

Basilio lo emborracha y lo recluye de nuevo en la torre, haciéndole creer, cuando despierta,

que todo fue un sueño. En ese momento es cuando Segismundo se pregunta por la vida y

por la realidad; al verse en medio de una naturaleza privada de libertad, se cuestiona: “y

teniendo yo más alma, ¿tengo menos libertad?”40

. El pueblo, enterado de la existencia del

príncipe desencadena una revuelta y lo libera. Segismundo después de haber reflexionado,

escarmienta y se convierte en un buen monarca.

La temática de la obra es variada, pero el auténtico tema sobre el que gira toda la obra es la

falsa predestinación del hombre y el consiguiente triunfo de la libertad. Alrededor de este

tema, encontramos otros temas como la honra (que viene a recuperar Rosaura), el amor

(entre Rosaura-Astolfo-Estrella), la falsedad de la vida (que azota a Segismundo de forma

brutal). Se presentan algunas acciones paralelas con Rosaura, hija del sirviente del rey

Clotaldo (aunque ella no lo sabe) viene a recuperar el honor que le ha quitado Astolfo que,

bajo promesa de matrimonio, huye de Moscovia para casarse con Estrella y así acceder al

poder político de Polonia.

Calderón, por una parte, es un autor representativo del momento de la contrarreforma

católica, atento a las enseñanzas del Concilio de Trento y con un cuerpo doctrinal

sólidamente estructurado41

, que participa con su talento poético en las discusiones sobre los

temas más álgidos de la reforma protestante, en especial los referidos al libre albedrío y a

la predestinación, y, la implicación de ellos en el tema de la libertad humana. Dado el

momento de la primera modernidad en que vive, se percibe en su pensamiento una cierta

40 Calderón de la Barca, Pedro, La vida es sueño, Barcelona: RBA Editores, 1994, p. 30. 41 Valbuena Prat, “Calderón y su personalidad en el siglo XVII”, en: El teatro español en su Siglo de Oro,

252.

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27

angustia religiosa, “al tener que ahondar en el drama de conciencia que vive todo creyente

ante la doble fidelidad debida, por una parte, a una autoridad muy solemne pero externa y,

por otra, a las intuiciones del sujeto libre”42

; Calderón no puede pasar por alto la historia a

la hora de escribir sus obras, lo que da la razón a las palabras de Beristáin:

La relación entre el texto literario y su contexto extralingüístico consiste, en que el

autor establece, dentro de la obra, una realidad que es autónoma porque para existir

coherentemente y conforme a un mundo posible se basta, textualmente, a sí misma,

y existe conforme a su propio modo de ser; pero a la vez mantiene, en diversos

grados, una relación con la realidad del referente, en el sentido de que utiliza los

datos que proceden de una cultura y de sus circunstancias empíricas que actúan

desde el exterior, y los utiliza con el objeto de construir con ellos otra realidad que

en alguna medida resulta verosímil, pero no verdadera43

.

En el caso de La vida es sueño, hay tres elementos históricos que aparecen implícitos y que

Calderón sabe distanciar muy bien del paisaje de la acción en el drama proyectado. Para

esto, escoge un reino cristiano, donde el conflicto político adquiere todo su alcance

significativo. El primer elemento se refiere a la historia del príncipe Don Carlos,

encadenado por su padre, el Rey Felipe II en 1568; el segundo, se refiere a la existencia de

un rey en Polonia, llamado Segismundo III, empeñado en la restauración del catolicismo en

su país; y, el tercero, la rebelión de unos vasallos no poderosos contra la monarquía

absoluta, para defender su libertad y oponer un señor natural al extranjero que se les quiere

imponer44

. Todos estos antecedentes históricos exigían cierta prudencia, no sólo de parte de

Calderón, sino también de parte de los personajes de La vida es sueño.

En la obra los personajes están muy bien definidos y cobran tanta credibilidad que no es tan

fácil sacarlos de la realidad. “En cada personaje Calderoniano, hay como base de su

personalidad, una genial voluntad de orden y de claridad mental que combate hasta sus

últimos reductos el desorden y el caos”45

. Hay dos personajes principales: Segismundo y

42 Blanch, El espíritu de la letra, 56. 43

Beristáin, Análisis estructural del relato literario, 21. 44 Ver. Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 22-23. 45 Ruíz, Ramón Francisco, Historia del teatro español: (desde sus orígenes hasta 1900), Madrid: Alianza

Editorial, 1967, p. 287.

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28

Rosaura. “Se destacan tanto por su participación cuantitativa en la obra como a causa de su

influencia en el desarrollo de la acción”46

.

Respecto de Segismundo, éste es un personaje que trasciende fácilmente los límites

humanos para convertirse en un arquetipo o alegoría, “el héroe natural: el buen salvaje”47

.

Su dramático descubrimiento en el oscuro interior de la torre, con una luz que le ilumina

débilmente y vestido de pieles, es altamente simbólico; pero también presenta al personaje

como ser humano. Sin saber quiénes son sus padres, ni cuál es el motivo de su

encarcelamiento, llega a afirmar que, sin tener el don de la libertad, su único delito es haber

nacido: “el delito mayor / del hombre es haber nacido”48

. En palacio, el extraño

comportamiento de Segismundo se explica por la ingestión de narcóticos, que le ocasionan

la excitación, la agitación y las alucinaciones. “Para Segismundo su padre es un tirano de su

albedrío, culpable, por tanto, de haber atentado contra su libertad. Pero esta acusación no

anula la responsabilidad de Segismundo ni justifica sus acciones”49

. Al despertarse en la

torre, no es extraño que piense que todo ha sido un sueño pues, el cóctel y las extrañas

situaciones son para él completamente desconocidas. Sus acciones finales: castigo del

soldado rebelde, perdón a Basilio, renuncia a Rosaura, matrimonio con Estrella, marcan

para el público la decisión de Segismundo de abandonar el antiguo personaje y adaptarse al

modo de pensar y al sistema filosófico, político, moral y ético de su época. Segismundo es,

pues, un personaje complejo y contradictorio. Primero se comporta con una extraña mezcla

de animalidad e intelectualidad, “se deja llevar por la convicción de su razón y cae en la

trampa, urdida por su padre”50

; después, actúa bajo influencia de drogas y por último, es

capaz de dominarse y razonar constantemente, de dominar sus dudas y sus emociones. “Se

muestra reflexivo y eficaz para conseguir lo que pretendía en su primera salida. Ha

aprendido que para conseguir hay que ceder”51

.

46 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 29. 47 Ibid. 48

Calderón de la Barca, La vida es sueño, 29. 49 Ruíz, Historia del teatro español: (desde sus orígenes hasta 1900), 316. 50 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 29. 51 Ibid., 30.

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29

Refiramos ahora a Rosaura. La primera impresión que genera es la de la heroína agraviada

por un hombre, pero en la segunda jornada, conocemos que lo que realmente le sucede es

que está enamorada de Astolfo. Se trata, pues, de una seducción y no de una violación

como al principio podía parecer. Ella viene a recobrar su honra y a su hombre. “En ese

estado de víctima encuentra la razón de toda su existencia, como Segismundo, pero al

contrario que el hombre, su calidad de víctima le viene por su condición femenina”52

.

Rosaura es un personaje contradictorio: inocente, porque cree en la palabra de matrimonio

del duque de Moscovia; vengativa, porque es capaz de perseguir y morir para capturar al

hombre que la ha deshonrado; emocional, porque siente compasión; pero sobre todo, es una

mujer intuitiva.

Las palabras del crítico Ramón Francisco Ruiz sirven para esbozar a Basilio. “Pensando

que podía vencer al destino, provocó el cumplimiento del destino, lo propició y lo ayudó a

realizarse” así “la culpa original está en Basilio, no en Segismundo”53

. La motivación

personal de Basilio es el miedo; miedo a perder el poder, a ser castigado por el hijo al que

tan injustamente ha tratado. Es un personaje frío y calculador que después de conocer a su

hijo, siente por primera vez, compasión por él y, ante la sorpresa de Clotaldo, va a visitarlo

a la torre, -algo que nunca antes había sucedido-. Es entonces cuando realmente cambia el

personaje, en el momento de perder la guerra porque Basilio acepta lo inevitable, no con

cobardía y sumisión, sino que acepta la muerte con la valentía que supone el cara a cara con

su hijo.

Respecto de Clotaldo, éste “Se sitúa entre Segismundo y el poder, entre Rosaura y su

venganza. Sirve de guardián, protector, mensajero y siervo fiel”54

. La clave del personaje

está en la absoluta incondicionalidad al rey. Por esta lealtad está a punto de sacrificar a su

hija dos veces: primero, cuando la lleva ante Basilio por haber visto a Segismundo,

sabiendo que el castigo por ello era la pena de muerte, y después, cuando la quiere internar

52 Ibid. 53 Ruíz, Historia del teatro español: (desde sus orígenes hasta 1900), 315. 54 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 30.

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30

en un convento porque el hombre que la ha deshonrado se ha convertido en el heredero al

trono. Clotaldo es incapaz de trascender las rígidas reglas y leyes.

Clarín es el personaje más enigmático de la obra. ¿Es viejo?, ¿por qué entra al servicio de

Rosaura?, ¿cuál es su función en la comedia? De él sabemos que conoció a Rosaura en

Moscovia, que es miedoso y malicioso y que posee un sentido afilado del humor. “Es el

alter ego cómico de Segismundo con quien le confunden, al iniciarse la jornada tercera, los

revolucionarios”55

.

Por último, unas breves palabras sobre Astolfo y Estrella. La relación entre los dos primos

es de rivalidad. Son evidentes las manifestaciones irónicas; lo demuestra el saludo de

Astolfo a Estrella y la respuesta de ella. Hay una diferencia fundamental entre Astolfo y

Estrella: mientras que Astolfo es malicioso con Rosaura y Segismundo, Estrella, no lo es.

Ante todo, Astolfo es egoísta, maquiavélico y ansioso de poder. Es un personaje clave pues,

“sirve para originar el motivo que encenderá la revuelta popular y subirá a Segismundo al

trono”56

.

3.1.2 Entender las palabras. Es importante entender las palabras porque “el sentido de un

texto constituye una realidad intencional; una unidad que se despliega en partes, secciones,

capítulos, parágrafos, frases, palabras. Solamente podemos captar la unidad, la totalidad a

través de las partes y, esas partes, están determinadas en su significación por la totalidad

revelada parcialmente en cada parte”57

. Así lo confirma Helena Beristáin al afirmar que el

primer paso del análisis del relato es dividirlo en unidades de sentido de las cuales las

acciones, en la sucesión que ofrecen en el discurso, constituyen la intriga, y dicha intriga,

reordenada conforme a una lógica y a una cronología canónicas, constituye la fábula”58

.

55

Ibid. 56 Ibid., 34. 57 Lonergan, Método en teología, 154. 58 Beristáin, Análisis estructural del relato literario, 37.

Page 31: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

31

La vida es sueño se compone de tres jornadas: la primera consta de 8 escenas; la segunda

de 19 y la tercera de 14. En la Jornada primera: Rosaura, disfrazada de hombre, portando

una espada, -que pertenece a su padre que no conoció-, y acompañada de Clarín, su

escudero, se dirige a la corte de Polonia para vengarse de su prometido Astolfo que la

abandonó. Llegando a Polonia, al anochecer, sufre un accidente; pero vislumbra una luz y

llega a la torre en la que está encerrado Segismundo desde su nacimiento. Clotaldo

descubre a Rosaura y a Clarín; los detiene para llevarlos ante el rey, pues nadie debía saber

de la existencia de Segismundo. Al reconocer la espada de Rosaura, Clotaldo se da cuenta

de que ella es su hija, y se debate entre cumplir su deber y salvar a su descendiente; pero,

no le dice nada a Rosaura sobre su parentesco.

En la Jornada segunda: Se revela la razón por la que Segismundo está encerrado en una

torre desde que nació. Un oráculo predijo que sería un rey cruel, por lo que su padre,

Basilio, decidió encerrarlo. Basilio ha ideado un engaño para ver si Segismundo es

realmente cruel: lo llevan drogado al palacio y le permiten ver cuál sería su destino, pero

teniendo presente la posibilidad de hacerle creer que todo fue un sueño, en caso de que se

mostrara malvado. Entre tanto, Rosaura salva la vida y entra como dama de Estrella.

Segismundo se comporta como un príncipe déspota; tira a un criado por la ventana al poco

tiempo de despertar; intenta forzar a Rosaura; hiere a Clotaldo que sale en ayuda de su hija,

y pelea a espada con Astolfo. Debido a su comportamiento, el rey Basilio decide volver a

drogarlo y lo llevan de vuelta a la torre. Una vez que Segismundo ha quedado fuera de

juego, Astolfo corteja a Estrella, pues con su unión, compartirían la sucesión, en lugar de

competir por ella. Astolfo reconoce a Rosaura (que se hace llamar Astrea), y rompen

definitivamente. La jornada termina con el monólogo de Segismundo encerrado

nuevamente en la torre. Los últimos versos de este monólogo son los que le dan nombre al

drama.

En la Jornada tercera: El pueblo de Polonia, al saber que tiene un príncipe heredero,

organiza una revuelta y libera a Segismundo de su torre. Segismundo libera a Clotaldo

permitiéndole ir con el rey, demostrando que ha recapacitado sobre su comportamiento. Por

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32

otra parte, Rosaura quiere matar a Astolfo y le cuenta las razones a su padre primero y a

Segismundo después. Entre tanto, las tropas del Rey y las del príncipe se enfrentan y

vencen las de Segismundo; se encuentran ambos cara a cara, y el Rey se pone en manos de

Segismundo, pero él se postra ante los pies del Rey. En vista de la generosa actitud de

Segismundo, el Rey le deja el trono. Ya como rey, Segismundo ordena que Astolfo cumpla

su promesa con Rosaura, mientras que él mismo se compromete con su prima Estrella.

En cuanto al estilo de Calderón, es importante aclarar que él nos ofrece dos modalidades

distintas59

: en el primer estilo, no hace sino ordenar y condensar lo que en Lope aparecía

desordenado y difuso; elimina los accesorios; concentra la acción en torno a un tema central

y estiliza las notas de realismo costumbrista. Aquí se enmarcan sus obras dramáticas de

historia y leyenda española: El alcalde de Zalamea; dramáticas de honor y de celos: El

médico de su honra; dramáticas de capa y espada: La dama duende. En el segundo estilo,

más característico del arte de Calderón, lo ideológico y escenográfico adquiere una

importancia enorme y los elementos realistas desaparecen casi por completo, para dejar

paso a lo simbólico, a lo fantástico y a lo poético. Una brillante profusión de recursos

ornamentales del más puro estilo barroco -líricos, plásticos, musicales-, adornan ahora la

obra dramática, en cuyo núcleo se halla a menudo un concepto filosófico. Aquí se

enmarcan sus obras filosóficas: La vida es sueño; religiosas: El mágico prodigioso y

fantásticas y mitológicas: La hija del aire y La estatua de Prometeo60

.

En La vida es sueño, Calderón alterna los recursos conceptistas61

y los recursos

culteranos62

. Es por ello que la obra resulta de difícil comprensión porque entre la retorcida

construcción, la condensación de ideas y el ingenio de las metáforas, la idea queda

escondida debajo de tanto artificio que, bien combinado, produce una belleza incomparable.

59 Ver. Sopena, Historia del teatro, 216. 60 Ver. Valbuena, Prat, Historia de la literatura española, Barcelona: Gustavo Gili, 1981, pp. 213-214. 61 El Conceptismo se preocupa por el contenido, por el fondo. Busca la sutileza, la profundidad, la densidad

de ideas; busca dobles sentidos, juegos de palabras y se caracteriza por su ingenio más que por belleza

estricta. 62 El Culteranismo se preocupa por el desarrollo de la forma; busca la belleza, la riqueza sensorial, la

ornamentación exuberante, la brillante dificultad. Lo caracterizan el léxico culto, el retorcimiento

sintáctico y las metáforas audaces.

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33

Como hombre del barroco, Calderón también utiliza antítesis: muerte / vida, luz / tinieblas,

culpa / salvación, sueño / vigilia. Un ejemplo de redacción culterana lo encontramos en las

siguientes palabras de Rosaura: “Hipógrifo violento, / que corriste parejas con el viento, /

¿dónde, rayo sin llama, pájaro sin matiz, pez sin escama, / y bruto sin instinto / natural, al

confuso laberinto / de esas desnudas peñas, / te desbocas, arrastras y despeñas?”63

Y, en

boca del mismo personaje, un ejemplo de redacción conceptista: “De ti recibí la vida, / y tú

mismo me dijiste, / cuando la vida me diste, / que la que estaba ofendida / no era vida;

luego yo / nada de ti he recibido, pues muerte, no vida, ha sido / la que tu mano me dio”64

.

Los monólogos de la comedia española conforman una buena parte del drama; no son

nunca subjetivistas, sino que se resuelven con fórmulas universales exteriores al sujeto. En

La vida es sueño encontramos tres tipos de monólogos: el vacilante y discursivo de

Clotaldo, los narrativos de Basilio y Rosaura y los magistrales de Segismundo. Son cuatro

los monólogos de Segismundo: en el primero está confuso y formula preguntas sobre su

situación; en el segundo, sabe que la vida es sueño; en el tercero, aprovecha su sabiduría

para comportarse honorablemente con Rosaura y en el cuarto enseña con autoridad y

prudencia al sabio rey Basilio65

.

En cuanto a la presentación del texto, no podemos olvidar que “Calderón construye su

drama versificándolo en gran variedad de metros que sirven para producir en el espectador

las emociones deseadas y, sobre todo, crean un ritmo particular que será preciso destacar en

todo trabajo dramatúrgico”66

. La obra se compone de 340 Décimas, 64 Octavas reales, 125

Quintillas, 570 Redondillas, 1908 Romances y 312 Silvas67

. El ingenio del dramaturgo

consistió en buscar que las ideas y el movimiento hallaran un doble elemento de apoyo en

los diferentes ritmos y sonoridades del verso por una parte, y en la música, por la otra.

63 Calderón de la Barca, La vida es sueño, 25. 64 Ibid., 110. 65 Apuntes del taller “Los contrarios en Calderón de la Barca”, dirigido por el actor y director español, Juan

Caballero. 66 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 20. 67 Apuntes del taller “Interpretación de obras clásicas”, dirigido por el dramaturgo español Fernando Urdiales,

director de la compañía de teatro CORSARIO.

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Aunque, “la pesadez del verso tiene una justificación funcional como creadora de ambiente

irreal, exótico y conceptuoso; el énfasis disertatorio sirve para acentuar el sentido general

de la obra, aún a costa de que muchos pasajes resulten un tanto convencionales”68

.

Por otra parte, la obra presenta unas estructuras significativas a nivel psicológico y a nivel

sociológico; y, unas estructuras explicativas, a nivel formal y a nivel histórico69

, a saber:

Estructuras significativas a nivel psicológico: En un primer lugar, se refiere a la relación

de padre-hijo que se establece entre Basilio y Segismundo, condicionada por dos hechos

relevantes: la muerte de la madre de Segismundo en el momento de que lo da a luz y el

presagio por parte de los astros que anunciaron que Segismundo sería un rey tirano y

pasaría sobre Basilio. En un segundo lugar, se refiere al papel decisivo de los sueños, que

representan impulsos no controlables y que lleva a Segismundo a cuestionar todos sus

impulsos.

Estructuras significativas a nivel sociológico: Cinco factores sustentan el proceso

educativo de Segismundo: el sustrato de rasgos congénitos, las circunstancias ambientales,

la información científica, el desarrollo de los mecanismos de adaptación social y la

capacidad de reflexión.

Estructuras explicativas a nivel formal: La vida es sueño se presenta como un drama de la

circularidad. El desarrollo de la problemática empieza en el exterior, va a la celda de

Segismundo, luego al palacio y de nuevo al exterior.

Estructuras explicativas a nivel histórico: Calderón, en el drama, condena el sistema

encarnado por Basilio y busca restaurar el sueño de autenticidad representado por

Segismundo.

68 Riquer, Martín de, Historia de la literatura universal, “Reforma, contrarreforma y barroco”, Barcelona:

Planeta, 1984, p. 277. 69 Ver. Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 35-43.

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Al hablar del espacio que se maneja en la obra, tenemos que Calderón utiliza el exterior, el

palacio y la celda de Segismundo; mientras que en lo que tiene que ver propiamente con el

tiempo, no existen casi alusiones concretas al tiempo que transcurre en el drama.

En lo referente a las categorías implícitas en el texto, fuentes del estudio teológico

posterior, cabe anotar que la libertad es nombrada como tal en los monólogos de

Segismundo. El autor hace que el personaje se compare con todos los animales de la

naturaleza y hace mención también de los cuatro elementos: el agua, la tierra, el fuego y el

aire, en donde viven dichos animales. Con lo que primero se compara es con el ave en la

tercera décima donde los recursos que utiliza son variados. También en esta décima se hace

alusión a la libertad de la que goza un ave cuando él, lo que más ansía es poder tener la

mínima libertad.

El pecado se manifiesta en los distintos desórdenes que le roban la autenticidad a cada uno

de los personajes. Mientras que la gracia opera en el desenlace del drama, en lo que

podríamos llamar: la conversión de Segismundo. Es así como los indicios sobre la libertad,

el pecado y la gracia, dejan ver las directrices de la visión teológica de La vida es sueño,

presentes en este estudio.

El instinto en la novela no es un tema muy mencionado o fundamental pero este puede

relacionarse con el autodominio. Este como problema se expresa en la obra como el triunfo

del libre albedrío sobre la predestinación, pero también como una victoria de la conciencia,

de la condición humana sobre los instintos y los horóscopos, triunfo que además es

característico del buen rey en que se convertirá Segismundo, gracias a un buen ejercicio de

su libertad, que parte del discernimiento constante para elegir el mayor bien.

3.1.3 Entender el autor. Teniendo en cuenta que, en este punto se trata de “entender al

autor mismo, su país, su lengua, su época, su cultura, su manera de vivir y su mentalidad”70

,

70 Lonergan, Método en teología, 155.

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36

quiero invitar a este escenario a Pedro Calderón de la Barca, al “gran dramaturgo de la

conversión y de la transformación de la persona y del cambio de vida”71

.

Nació en Madrid el 17 de enero de 1600. Se educó con los jesuitas en Madrid, y continuó

los estudios en las universidades de Alcalá y Salamanca hasta 1620. Fue soldado en la

juventud y sacerdote en la vejez, lo que era bastante habitual en la España de su tiempo. En

sus años jóvenes su nombre aparece envuelto en varios incidentes violentos, como una

acusación de homicidio y la violación de la clausura de un convento de monjas. De su vida

militar existen pocas noticias; aunque consta que tomó parte en la campaña para sofocar la

rebelión de Catalunya contra la Corona (1640). Contrasta lo impulsivo y mundano de su

juventud con lo reflexivo de su madurez, un aspecto que se acentúa al ordenarse sacerdote

en 1651. Disfrutó del máximo prestigio en la brillante corte de Felipe IV y su nombre va

asociado a la inauguración del palacio del Buen Retiro de Madrid, en 1635, y a numerosas

representaciones teatrales palaciegas. El rey le honró otorgándole el hábito de Santiago.

También fue capellán de la catedral de Toledo y capellán del rey. Murió en Madrid el 25 de

mayo de 1681. En vida fue un autor respetado por todos y rara vez aparece mezclado en las

violentas polémicas literarias de sus compañeros de letras. Después de la muerte de Lope

de Vega, en 1635, fue reconocido como el dramaturgo más importante de su época72

;

aunque su vida no deja de cuestionar a muchos:

Que en Calderón se hayan juntado el pensador y el creyente, el poeta y el teólogo, el

ingenioso hombre de letras y el dramaturgo, ha servido para sembrar confusiones

entre muchos de sus intérpretes, maniatados por realismos, psicologismos y

progresismos, agentes inconscientes de consabidas valoraciones estéticas

promovidas por prejuicios morales e ideológicos73

.

Recordemos aquí que “el tiempo de Calderón es el tiempo de Velázquez, de Newton, de

Corneille, de Descartes, de Moliere, de Rembrandt, de Monteverdi”74

, todos bajo el mismo

cielo que marcó el horizonte de la expresión propia de la época.

71 Regalado, Antonio, Calderón. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro, Barcelona:

Destino, 1995, p. 80. 72 Ver. Sopena, Historia del teatro, 215-218. 73 Regalado, Calderón I. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro, 86. 74 Huerta, Historia del teatro español, 1099.

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La ideología de Calderón tiene un carácter social, un carácter moral y un carácter teológico.

El social, sometido a la influencia de las convenciones de la época; el moral, sometido a los

puntos de vista del estoicismo y de la tradición cristiana. (Las ideas morales llevan el sello

pesimista de la época); y, el teológico, sometido a los conceptos fundamentales de la

teología neoclásica de los jesuitas. Por ejemplo el libre albedrío, debatido por los teólogos

de la época, en donde Calderón acepta la tesis del Padre Molina, defensor a ultranza del

concepto de libertad humana frente a toda idea de predestinación. Calderón revela a un

profundo conocedor de las doctrinas de Santo Tomás y de los jesuitas neoescolásticos: así

lo demuestran las alusiones a la gracia, al libre albedrío, al pecado original. “El planeta más

impío, / la inclinación más violenta, / sólo el albedrío inclinan, / no fuerzan el albedrío”75

.

Esto ratifica la acertada elección de las categorías como fundamentos teológicos dentro del

presente estudio.

Respecto del Contexto Político de Calderón hay que anotar que se caracteriza por el

absolutismo monárquico y la aparición del valido76

. En España, gobiernan los últimos

Austrias, que después de la muerte de Carlos II, sin haber tenido descendencia, propició la

llegada de los primeros reyes borbónicos. Los reyes del siglo XVII fueron: Felipe III, hijo

de Felipe II y Ana de Austria. Fue rey de España y Portugal entre 1598 y 1621 y su reinado

representa el paso del gobierno personalista al de valimiento, (en el que una figura política,

el valido, pasaba a desempeñar los principales cargos), mientras daba comienzo a la

decadencia de la hegemonía española en Europa.

Luego vino Felipe IV, cuyo reinado puede dividirse en varias etapas: la primera, hasta

1643, en donde el protagonismo esencial le corresponde a su valido, el conde-duque de

Olivares; la segunda, en la cual don Luis Menéndez de Haro dirigió los destinos de la

Monarquía (1643-1661) y, la última etapa de su reinado, hasta el año1665.

75 Calderón de la Barca, La vida es sueño, 50. 76 Personaje que goza de la amistad del soberano y que tiene acceso al gobierno del país.

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Después gobernó Carlos II, hijo de Felipe IV y Mariana de Austria. Toda su vida fue un ser

débil y enfermizo, poco dotado física y mentalmente, lo que no le impidió tener capacidad

moral y sentido de la realeza. Casado en dos ocasiones, con María Luisa de Orleans (1679)

y Mariana de Neoburgo (1689); pero no logró tener hijos. Su carácter débil le hizo

depender, en exceso, de las opiniones o caprichos de su madre y de sus esposas. Las

frecuentes enfermedades del rey y la falta de sucesión alimentaron durante su reinado las

negociaciones entre los príncipes europeos para el reparto de los territorios de la

Monarquía. A pesar de estas negociaciones, la obsesión por mantener unida la herencia de

sus antepasados determinó el último testamento de Carlos II, en el que declaró heredero al

duque de Anjou, futuro Felipe V. Para ello, tuvo que vencer la aversión, que durante toda

su vida le inspiró todo lo francés, alimentada por las constantes agresiones de Luis XIV.

Respecto del Contexto Social de Calderón, recordemos que en los últimos años del siglo

XVI y los primeros del siglo XVII, España se ve azotada por la peste. La alta mortandad,

las malas cosechas, el bandolerismo, y en general, la mala vida de los habitantes del reino,

generan tensiones y un sentimiento de desengaño y enfado generalizado. Por una parte, la

Nobleza vive del beneficio de las tierras que, bajo su propiedad, cultiva el pueblo. Su

principal interés es mantener y afianzar sus antiguos privilegios. Para ello, se alía con el

Clero y la Monarquía para frenar de esta forma el impulso y crecimiento de la Burguesía.

En cuanto al Clero, la misma situación hace que el número de eclesiásticos sin vocación

crezca enormemente, porque la gente veía la vida del Clero, como una forma segura de

tener alimento y unas condiciones de vida aceptables; además, tenían el privilegio de no

pagar impuestos. Por otra parte, la Burguesía sigue manteniendo el poder político para

salvaguardar las diferencias estamentales. El mayor interés de los burgueses era vivir como

los nobles. Mientras que el Pueblo llano se ve obligado a trasladarse a las ciudades

inundadas de vagabundos y mendigos.

Respecto del Contexto Cultural de Calderón, no olvidemos que a finales del siglo XVI,

surge en Italia una nueva concepción del arte: el Barroco, desarrollado en Europa e

Hispanoamérica hasta mediados del siglo XVIII. Supuso una total ruptura respecto al

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Renacimiento. Se caracterizó por un sentimiento de desengaño, pesimismo, visión negativa

del mundo frente al optimismo renacentista. En este ámbito, el hombre está predestinado; el

hombre nace con el pecado original; es malo por naturaleza… La vida es una

representación teatral en la que los hombres realizan sus papeles y dependiendo de su

actuación son salvados o condenados.

Respecto del Contexto Religioso, cabe anotar que se trató de una época de esplendor para

la Iglesia. El Concilio de Trento culmina la Contrarreforma, que defiende al Papa y fomenta

la formación del Clero en los seminarios. Esta creciente influencia de la Iglesia y el papel

de la Contrarreforma producen un retroceso hacia el Medievo, porque se vuelve a una

concepción teocéntrica del mundo: la Inquisición vigiló toda explicación no divina del

mundo, -lo que hizo cesar todo tipo de investigación científica-; mientras que el

pensamiento ascético cobró un nuevo impulso.

3.1.4 Entenderse a sí mismo. Parto de la siguiente afirmación: Los textos clásicos, “no

solamente están más allá del horizonte inicial de sus intérpretes, sino que pueden exigir,

además de una ampliación del horizonte, una conversión intelectual, moral o religiosa”77

. Y

más aún, reitero que “el teatro clásico tiene como finalidad la catarsis78

del espectador,

hacer que se confronte con el conflicto del héroe y asimile su experiencia, y restablecer el

orden una vez más”79

. Por esta razón, quiero aceptar la invitación de Antonio Regalado

para dejarme conmover por el arte del gran poeta y dramaturgo, siendo capaz de no ser

bóvida, rumiante de lo ya premasticado, arriesgándome un poco en su mundo. Al fin y al

cabo, quizá pueda encontrarme allí conmigo misma trasformada, iluminada80

. Lo que haría

posible una verdadera autoapropiación.

77 Lonergan, Método en teología, 156. 78

Es una experiencia interior purificadora, de gran significado interior, provocada por un estímulo externo,

también se le conoce como "La liberación de las pasiones". 79 Forero Gómez, Andrés Fernando, Análisis del texto literario, Bogotá: Editores AFG, 2005, p. 146. 80 Ver. Regalado, Calderón. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro, 96.

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Después de tener un acercamiento con el texto y con el autor en su contexto histórico;

después de sumergirme en el texto, a través de un análisis literario y de sentirme por unos

instantes Segismundo, Rosaura, Clotaldo, Basilio, Clarín, Estrella, Astolfo, -oportunidad

que me di con cada lectura-; después de entender lo que Calderón quiso expresar, me atrevo

a afirmar, con el convencimiento que brota de la íntima certeza que La vida es sueño es un

drama que se representa en el interior del ser humano, cada vez que la angustia y el anhelo

de la libertad gobiernan las mociones que originan su actuar.

Comprendo a Calderón de la Barca y a la vez lo admiro en su “fe dialéctica, agónica,

conflictiva, una fe conquistada en el fragor de la lucha interior y defendida con uñas y

dientes ante los embates de la razón”81

. En esto siento que Calderón no ha muerto. Si él “se

hubiera dedicado a la filosofía o a la teología quizás se hubiera metido en un lío, más los

géneros dramáticos le permitieron albergar las tendencias contradictorias de su espíritu,

pluralismo que se pone de manifiesto por medio de un arte rebosante de ingenio, poesía y

reflexión”82

.

Con todo este ingenio, Calderón pudo subir a las tablas a un representante del género

masculino en Segismundo y a otro representante del género femenino, en Rosaura; ambos,

víctimas de una injusticia, traicionados, ignorados, olvidados por sus padres, lo que los

priva de identidad, del saber quiénes son. Bien dice Antonio Regalado, cuando afirma que

“en el teatro calderoniano la tragedia ha comenzado mucho antes de que salgan los actores

al tablado”83

. En los demás personajes, el autor representa las sensaciones, los

pensamientos, los sentimientos, los deseos y las acciones del que fue, es y será siempre

hombre; deja ver que sólo como fruto de la educación responsable de la libertad a través del

discernimiento, es posible avanzar en el camino de la trascendencia, para alcanzar la

autenticidad que inmortaliza a todo ser humano. Esto se percibe especialmente en el

desenlace del drama, donde cada personaje queda ubicado en donde se encuentran los

valores por los que han optado.

81 Ibid., 92 82 Ibid. 83 Ibid., 69.

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Lo que nos permite concluir que la obra de principio a fin es fascinante. El lector o el

espectador, termina cediendo a un ineludible arrobamiento. Todo comienza con el título

del drama, que se convierte en un acertijo, cuna de dudas y desengaños: ¿Qué es la vida?:

un frenesí / ¿Qué es la vida?: una ilusión, / una sombra, una ficción; / y el mayor bien es

pequeño, / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son84

.

Los temas que estructuran el drama son: “el tema destino-libertad, el tema de la vida es

sueño o de la realidad-ficción y el tema de vencerse a sí mismo”85

; el destino y la libertad

que marcan a cualquier ser humano y de una u otra manera lo encaminan hacia la realidad

o ficción de la vida, sujeta a la pasión con que la persona, realice sus operaciones

inteligentes, que implican un constante vencerse a sí mismo, si el norte es una vida

auténtica. Aquí se ratifica la necesidad de una educación responsable de la libertad, desde el

discernimiento. El vencerse a sí mismo tiene que ver con la permanente conversión, que

garantiza la auténtica libertad.

Segismundo es el escenario para la ebullición propuesta por el ingenio de Calderón en su

temática; es el prisionero que “a la vez cifra de la profunda crisis escéptica que sufrió Pedro

Calderón, síncope de la razón que también padeció su coetáneo René Descartes

amparándose en esa duda metódica que inicia la nueva época y que deja aún más a la

intemperie la otra duda, la desesperada, la del hombre que avanza solo en las tinieblas, la de

Segismundo”86

.

En este caso, yo también puedo ser el escenario de la misma temática, desde el anhelo de

libertad, alimentado también por una serie de cuestionamientos. Y es aquí, donde descubro

que “la pregunta por Dios está implícita en todo nuestro cuestionar, así también el estar

enamorados de Dios es la realización básica de nuestra intencionalidad consciente”87

.

84

Calderón de la Barca, La vida es sueño, 96. 85 Ruíz, Historia del teatro español: (desde sus orígenes hasta 1900), 318. 86 Regalado, Calderón I. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro, 68. 87 Lonergan, Método en Teología, 107.

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Entonces comprendo la pertinencia de aquel versículo de la Sagrada Escritura “porque el

Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2Co 3,17).

La realidad y la ficción, enmarcada por los sueños, se evidencia en Calderón que “soñaba

en un modelo ideal que Segismundo había también soñado”88

. Y con el que sueño yo

también desde un cristianismo dinámico con sabor a evangelio. El vencerse a sí mismo, que

en “Segismundo arranca el drama desde un maquiavelismo instintivo y a lo largo del texto

aprende del desengaño de su segundo despertar y asume un prudencialismo que lo conduce

a entender la libertad como limitación y como necesidad de asumir la realidad”89

, también

se constituye en una verdad para mí, en el sentido real de mi vida, que se fundamenta en el

discernimiento constante para poder buscar y hallar en todo la voluntad de Dios. El

discernimiento no nos saca de la realidad, todo lo contrario, nos sumerge en ella; de ahí que

su campo de acción sea el quehacer cotidiano.

4. BAJO UN TECHO RELIGIOSO

Partiendo de la afirmación sobre la fe, como el conocimiento nacido del amor religioso90

,

sería imposible acercarnos a Pedro Calderón de la Barca, ignorando el entorno que cultivó

pequeños y grandes indicios en su experiencia religiosa. Desde esta perspectiva, podríamos

decir que la vida de Calderón se divide en dos: antes y después de su opción por el

sacerdocio; aunque nuestra atención está más centrada en lo que se refiere a los treinta y

cinco años que vive, previos a la aparición de La vida es sueño91

; pues, sólo hasta el año

1651, Calderón concreta su vocación sacerdotal. Antonio regalado nos da aquí su

apreciación:

Que el dramaturgo pueda parecer ateo y católico a la vez no deja de ser extraño,

aunque nada inverosímil, pues la experiencia del ateísmo forma parte esencial de la

dialéctica calderoniana en tanto la fe cristiana ha hecho posible el ateísmo y el

88 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de La Vida es Sueño, 42. 89

Huerta, Historia del teatro español, 1132. 90 Ver. Lonergan, Método en Teología, 116. 91 Esta aclaración es esencial porque nos limitaremos al estudio de dicha obra y no entran en ella los años

transcurridos después de su primera edición en 1636.

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nihilismo que caracterizan la época moderna. (…) la hipótesis de que tras Calderón

ortodoxo se esconda otro Calderón librepensador alaga nuestro gusto por el

melodrama y la conspiración, pero no resuelve la paradoja de que coexistan en el

mismo personaje la fe y el espíritu crítico, la piedad y el escepticismo, la reverencia

y el asombro92

.

Si solamente tuviéramos los dramas profanos de Calderón, lo tildaríamos del más ateo de

los dramaturgos y si tuviéramos sólo su teatro religioso, lo tildaríamos del más católico. El

hecho de que nuestro autor escribiera simultáneamente dramas cristianos y profanos hace

patente la tematización de la crisis escéptica en función de las posibilidades de cada género

dramático y de diversos planteamientos que oscilan entre el incondicional absoluto de la fe

y el carácter problemático del pensamiento. De aquí se desprenden los dos estilos de

Calderón ya mencionados93

.

Debido a la influencia religiosa que tuvo Calderón durante su educación, plantea los

problemas que surgieron contemporáneamente a él; uno de los más citados es el libre

albedrío y la predestinación. El libre albedrío, armonizado con la gracia, es sustentado por

la Iglesia; y la predestinación, con una disminución de la libertad, sustentada por los

reformistas protestantes.

La representación dramática de la posibilidad o imposibilidad del hombre de decidir

libremente su destino, su salvación, recoge las polémicas contrarreformistas sobre el libre

albedrío y la predestinación. Aquellos que opten por la predestinación, sostienen que existe

un designo divino que condena o salva, mediante la gracia y la fe, que es un don de Dios,

más allá de la forma en que los hombres actúen. Quienes postulan el libre albedrío, creen en

92 Regalado, Calderón I. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro, 81. 93 El primero, en el que reordena, condensa y reelabora lo que en Lope aparece de manera difusa y caótica,

estilizando su realismo costumbrista y volviéndolo más cortesano. Aparecen personajes representativos de

su tiempo y de su condición social, todos los cuales tienen en común los tres temas del teatro barroco

español: el amor, la religión y el honor. Y el segundo, donde el dramaturgo inventa, más allá del repertorio

caballeresco, una forma poético-simbólica desconocida antes de él y que configura un teatro

esencialmente lírico, cuyos personajes se elevan hacia lo simbólico y lo espiritual. Se enmarcan aquí los

dramas filosóficos o teológicos, autos sacramentales y comedias mitológicas o palatinas.

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la salvación a través de las buenas obras que los hombres realicen en su vida con la ayuda

de la gracia.

Recordemos que el siglo XVII fue la época del exclusivismo y la polémica confesionales.

Pero también es verdad que en él se produjeron -a diferencia de los dos siglos siguientes-,

intensos esfuerzos de unificación. La amarga experiencia de la escisión confesional en

occidente, movió a una serie de importantes personalidades de todas las confesiones a

buscar posibilidades de reunificación eclesial. “En el aspecto teológico-religioso hubo un

problema que, como al siglo XVI, también imprimió carácter al siglo XVII; no fue otro que

el problema teológico por excelencia de Occidente, el problema del camino de la salvación

o, más en concreto, el problema de la gracia y la voluntad”94

.

El revulsivo protestante, bien como estímulo, bien como repulsa, influyó poderosamente en

la vida católica y sus planteamientos teológicos dentro de los círculos tendentes al

robustecimiento y a la renovación de la piedad, bien fuesen círculos estrictamente

eclesiásticos (jesuitas, dominicos), bien fuesen círculos marginales (jansenismo,

quietismo)95

. Calderón supo hacer teatro con todos estos materiales que pertenecían a la

cultura religiosa de la España del siglo XVII. El que Calderón localizara la búsqueda del

Dios desconocido en los primeros siglos de la era cristiana, enfrentando a sus protagonistas

paganos empapados de filosofía, con la Revelación, no es fortuito, sino más bien índice del

vehemente deseo de reconciliar razón y fe”96

. Sirvan de ilustración estas palabras de

Antonio Regalado:

Calderón no se apoyó en un catolicismo cómodo y fantasmal como el que ha sido

confeccionado por algunos de sus críticos a base de prejuicios y tres o cuatro citas

de teología. El dramaturgo se afanó en encontrar un equilibrio entre la necesidad y

la libertad, la justificación por la fe y por las obras, la gracia y el pecado, oscilando

hábilmente entre el pelagianismo y la sola fides, impelido no sólo por el deseo de

quedarse dentro de los elásticos confines de la doctrina ortodoxa, sino también por

haber asumido dialécticamente la posición luterana. Y en este sentido es el gran

94 Lortz, Joseph, Historia de la Iglesia, Vol. II, Madrid: Ediciones Cristiandad, 1982, p. 498. 95 Ibid., 498. 96 Ibid., 80.

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dramaturgo de la contrarreforma y, aunque pueda extrañar a muchos, por eso mismo

el gran dramaturgo de la naciente modernidad97

.

Hasta aquí, con los cuatro apartados propuestos: Confesiones, La teología y el arte en un

escenario común: el hombre, Calderón y La vida es sueño en la mira y Bajo un techo

religioso, quise contextualizar la obra de Pedro Calderón de la Barca en el marco del teatro

español del siglo de oro y caracterizar con ello, la visión teológica de La vida es sueño. Esta

primera parte constituye el punto de partida para la explicitación de los Fundamentos. Es

posible hacer teología desde una obra dramática. Dicha afirmación encontrará los

argumentos suficientes cuando se aborden las categorías Libertad, Pecado y Gracia, pues

constituyen la columna vertebral del contenido teológico del presente trabajo; y, como se ha

mencionado anteriormente, son categorías protagonistas del contexto religioso de la época,

que no fueron ajenas a la producción literaria de Calderón, sino que se camuflaron muy

bien bajo su ingenio y religiosidad.

97 Ibid., 234.

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46

CAPÍTULO II

LA LIBERTAD, EL PECADO Y LA GRACIA

COMO FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS

La preocupación central del capítulo anterior fue contextualizar la obra de Calderón en el

marco amplio del teatro español del Siglo de Oro, exponiendo las características genéricas

de su visión teológica en La vida es sueño. El tono utilizado, sobre todo al comienzo del

capítulo, fue más personal y se asumió como un ejercicio de autoapropiación de lo

presentado. Ahora, en este capítulo, y dado que su referencia fundamental es la segunda

fase del quehacer teológico –que corresponde a una teología mediada (Fundamentos,

Doctrinas, Sistematización y Comunicación)–, el estilo de la escritura tendrá un corte más

conceptual, sistémico: me ocuparé aquí de la explicitación de los Fundamentos, partiendo

del objetivo que me ocupa: identificar y explicitar las categorías Libertad, Pecado y

Gracia, en su proceso de elaboración teológica, para, posteriormente (en el capítulo III),

precisarlas en la obra de Calderón y hacer, desde allí, una lectura hermenéutica que dé

cuenta de su actualidad.

Rodolfo de Roux indicaba, en un seminario de la Maestría en Teología del año 2007, que

dentro de lo que se llama Teología Fundamental se pueden comprender las categorías

generales y especiales como “simples conjuntos de términos y relaciones articulados entre

sí, que tienen una función orientadora en la búsqueda de comprensión, sin prejuzgar su

grado de correspondencia total con la realidad que tratan de interpretar, y que tampoco la

presuponen, ni de momento intentan verificarla. No pretenden por tanto, ser ya

descripciones de la realidad, ni hipótesis sobre la realidad”98

. Su grado de objetividad es

proporcional a la efectividad de las conversiones.

Estas palabras son operativas para nuestra intención de indicar las categorías que nos sirven

para la lectura teológica y creyente de La vida es sueño. Hemos dicho ya cómo esta lectura

se realizará desde tres categorías, que no sólo preocupan a Calderón, sino que son también

98 Roux, “La tarea del teólogo sistemático”, 42.

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materia de nuestro presente. El haberlas elegido no obedece a un capricho, sino que son

categorías que ya los estudiosos de Calderón, -sin desarrollarlas con amplitud-, identifican

como una de sus preocupaciones centrales.

En este capítulo se integran dos partes: la primera corresponde a La explicitación de los

fundamentos, que sirve de gran ayuda para ubicar el punto en el que nos encontramos

dentro del proceso teológico; y, la segunda, Tres categorías: Libertad, Pecado y Gracia, en

la que las categorías estudiadas se ubican como categorías teológicas generales y

especiales, que se construyen a partir de componentes transculturales que les dan validez.

1. LA EXPLICITACIÓN DE LOS FUNDAMENTOS

Teniendo en cuenta que la teología es un proceso evolutivo; que la religión y la doctrina

religiosa se desarrollan, ubicamos la explicitación de los fundamentos, como

especialización funcional que se ocupa de los orígenes, de la génesis, del estado actual, de

las transformaciones y posibles adaptaciones de categorías, gracias a las cuales los

cristianos se entienden a sí mismos, se comunican entre sí, y predican el evangelio a todas

las naciones99

. La explicitación de los fundamentos es indispensable para quien quiere

pasar del discurso indirecto que expone las convicciones y opiniones de otros, al discurso

directo, que implica una toma de posición. Esta toma de posición no sería posible si no

tienen parte las conversiones y los horizontes, que son el ejercicio de nuestros dinamismos

personales básicos, las nociones trascendentales del ser y del valor, que se desarrollan en el

transcurso de la vida de forma limitada y se expresan en forma de preguntas con sus

correspondientes respuestas. Las preguntas y respuestas sobre un tema particular reflejan

una parte de la totalidad del ser -realidad, del bien- valor. De esta manera se construyen los

objetos del conocer, valorar, decidir, obrar y comunicar a otros.

Los fundamentos se hacen explícitos por medio de categorías teológicas especiales y

generales. Bernard Lonergan nos hace una propuesta en dos direcciones: la primera,

99 Ver. Lonergan, Método en teología, 285.

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relacionada con la objetivación de la realidad fundante, es decir la propia autenticidad

integral del teólogo tal y como se vive en las conversiones, mediante el esfuerzo reflexivo

de preguntas y respuestas desmenuzadas en términos y relaciones, a partir de la propia

experiencia concientizada. Y la segunda, relacionada con la elaboración de las categorías

básicas del propio proyecto teológico que permitan claridad y coherencia a las Doctrinas y

Sistemáticas, en continua correlación de control con los resultados de las conversiones, ya

categorialmente objetivados.

Las categorías son indispensables en todo proceso de elaboración teológica-sistemática,

siendo la teología un proceso en movimiento. Estas categorías responden a la doble

exigencia de comunicación y de actuación personal de la conversión. El uso de categorías

ha sido utilizado en la recuperación crítica de la tradición de donde surge la Sistemática,

porque sólo así llega hasta nosotros el mensaje de la comunidad de fe. La utilización de

categorías es indispensable cuando se trata de concretar los contenidos de las doctrinas, y,

para el esfuerzo sistemático por lograr la coherencia.

En la elaboración de categorías, Lonergan ofrece una matriz heurística a partir de la

experiencia presente y pasada, distinguiendo categorías generales y especiales que abarcan

en proyección, la totalidad del ser en el mundo, en la sociedad, en la historia, en Dios y ante

Dios, como personas humanas y creyentes. Esto lo hace a través de un dinamismo

operacional estructurado con posibilidades de diversificación y expansión cognitiva y

existencial; y, un dinamismo del amor de Dios derramado en nuestros corazones que

fructifica en la fe, en hábitos de comportamiento, en una comunidad, y unas creencias. Esta

matriz se ha ido elaborando a través del tiempo, con la posibilidad siempre abierta de añadir

algo más.

1.1 CATEGORÍAS TEOLÓGICAS GENERALES

Las categorías teológicas generales, al determinar cómo se articulan los términos y las

relaciones, permiten aproximarse a otras ciencias sociales; permiten la mediación entre el

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sentido y el valor de la fe cristiana y los significados y valores de la cultura actual. La

teología sistemática trabaja sobre el hombre en su mundo, para que los resultados de fe

puedan encarnarse eficazmente en la vida diaria personal y social. Si bien todas las ciencias

humanas deben aportar, la filosofía lo debe hacer a partir de la operacionalidad humana

consciente y autotrascendente, desarrollando implicaciones y expansiones en todos los

campos de la vida, de tal forma que provee a la sistemática las categorías básicas

indispensables.

El sujeto concreto en su estructura dinámica constituye la base de las categorías generales,

proporcionando un “engranaje básico de términos y relaciones”. El desarrollo de la

estructura dinámica descubre diferenciaciones categoriales, de tal manera que se puede

avanzar: en las mismas operaciones, distinguiendo procesos al situarlas en los contextos

diferentes de necesidades, intereses y objetivos diversos al interior de los cuales se ejercen

dichas operaciones y, al constatar las modificaciones que esto introduce en la misma

conciencia; en la relación de las operaciones, con objetivos diversos y modos de operar

diversificados, con diferentes campos de sentido y con mundos diferentes que se

construyen con base en las funciones cognitiva, comunicativa, constitutiva, etc., y con

múltiples estructuras heurísticas que ordenan las operaciones de acuerdo con los fines

cognoscitivos; y, en el constatar y discernir los diversos tipos que cualifican la conciencia

del sujeto, en los que se mueven en el ámbito de la vida concreta y aquellos que tienen una

conciencia diferenciada porque tienen modos diversos de operar, en los que han logrado

autenticidad integral en todas las dimensiones de su realidad.

1.2 CATEGORÍAS TEOLÓGICAS ESPECIALES

Dichas categorías implican ruptura, un nuevo comienzo, un paso a un punto de vista

sobrenatural; penetran y transforman la realidad desde dentro. La fuente viva de la

elaboración de estas categorías es la fe. Las categorías no son formulación de un credo

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(doctrinas); son aproximación a la elaboración sistemática; abarcan las líneas matrices del

misterio cristiano y se objetivan en la historia.

Las categorías especiales proceden de la dimensión religiosa; son integración en una

comunidad intersubjetiva y estructurada de servicio y de testimonio; son fuente y

principio (amor originante). Aquí se da una triple vertebración categorial de la

historia bajo el signo del amor de Dios: progreso, decadencia y redención100

.

2. TRES CATEGORÍAS: LIBERTAD, PECADO Y GRACIA

Desde que se establecieron las tres categorías: Libertad, Pecado y Gracia, como estructura

teológica del presente trabajo, me sorprendió la estrecha relación entre ellas, al punto de

tener que hablar de las otras dos, cuando se está haciendo referencia a una. Esta trilogía,

presente en la historia universal y personal de la salvación, se convierte en dinamismo de

sentido para los protagonistas de la escena: Dios y el hombre, que gracias a sus condiciones

de Creador y criatura, tejen la historia de un proceso que en parte se repite y que siempre

es nuevo, por la iniciativa amorosa de Dios y por la condición del hombre en su naturaleza,

que tiende a la corrupción; pero con la posibilidad siempre de la gracia dentro del marco de

su libertad.

La permanente experiencia humana de pecado, que de manera genérica es un mal uso de su

libertad, formulada de manera cristiana o no, parece llevar implícitamente un

convencimiento radical: “no cabe duda alguna de que el hombre y la sociedad necesitan ser

radicalmente renovados”. Desde una perspectiva creyente, “el cristiano cree que esa

renovación y esa potenciación del hombre son la obra que Dios está dispuesto a hacer en él

y con él”101

. Es una perspectiva que no está ausente de Calderón, -dentro de su mundo y

lenguaje, claro está-, desde su convencimiento de “que Dios no abandona nunca a sus

criaturas sino que, respetando su autonomía natural, ayudará siempre a quien le invoque…

[y aún más] acabará enviando a su Hijo divino al mundo…[ayudando así definitivamente

100 Ver. Roux, “La tarea del teólogo sistemático", 11- 44. 101 González Faus, José Ignacio, Proyecto de hermano: visión creyente del hombre, Santander: Sal terrae,

1987 p. 425.

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a] la fragilidad de la naturaleza pecadora, con la “Ley de la Gracia”102

.

Para adentrarnos ya en las categorías como tal, las abordaremos desde su proceso histórico,

desde sus sistematizaciones, y desde sus reinterpretaciones contemporáneas. Esto con el fin

de ubicar diacrónica y sincrónicamente el papel de la libertad, el pecado y la gracia en la

vida del hombre. Cabe anotar que es muy difícil abordar cada categoría por sí sola; pues

están tan estrechamente ligadas que es casi imposible separarlas.

2.1 LIBERTAD

“La excelencia del hombre, el bien propio del hombre es precisamente hacer lo que es

correcto porque es libre. Su libertad es realizar el bien”103

.

Para explicar la libertad como categoría antropológica, y a la vez teológica específica, se

“tiene que volver a un estudio del intelecto y la voluntad”104

. Indica Auer: “Se entiende la

libertad humana como un don creado y la gracia como un efecto del Creador, se explica que

el hombre conserva también bajo la gracia la libertad de su actuación. La gracia en efecto

libera al hombre en su obrar dándole la auténtica libertad de los hijos de Dios”105

. La

libertad, como categoría, posee una amplia historia, tanto desde las reflexiones grecolatinas

y europeas como desde la tradición bíblica y cristiana. En las primeras (grecolatinas), la

nota característica es una especie de principio de autosuficiencia; en tanto que en las

segundas (judeo-cristianas), la libertad se sitúa como liberación, sin desconocer, en

especial ya en la reflexión cristiana, la dimensión de la primera106

. Estas dos tradiciones

desembocan en el cristianismo de manera conflictiva.

102 Blanch, El espíritu de la letra, 63-64. 103 Lonergan, Bernard, Filosofía de la Educación. Obras de Bernard Lonergan, México: Universidad

Iberoamericana, 1998, p. 74. 104 Lonergan, Insight, 711. 105

Auer, J. “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, vol.II, Madrid:

Ediciones Cristiandad, 1966, p. 201. 106 Al respecto, Segundo, Juan Luis, “Libertad y Liberación”, en: Misterium Liberationis: Conceptos

fundamentales de la Teología de la Liberación, Vol. I, Madrid: UCA Editores, 1993, pp. 373-391.

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Con la definición de Auer, que es operativa en nuestro trabajo, observemos que se

evidencia de presente la vieja discusión en torno al libre albedrío107

, presente en el tiempo

de Calderón. En su auto sacramental La vida es sueño -no el drama que aquí analizaremos,

pero que es complementario al auto sacramental-, el primer Hombre es tentado por la

manzana que le ofrece una Sombra; a Albedrío le parece bien que la coma en tanto que a

Entendimiento le parece mal…108

. Se trata de abstracciones alegóricas para esbozar las

tensiones entre razón y libertad, advertidas siempre en el teatro calderoniano por alegorías

de la voz de Dios que, como Gracia, nunca abandona a sus creaturas109

. Recordemos que

“libre es quien no es esclavo. Libre es quien no está sometido a otro; no está coaccionado a

hacer algo que no quiere hacer; y nadie le impide hacer lo que considera bueno”110

.

2.1.1 La Libertad como categoría antropológica. Sería bueno partir de un concepto de

libertad; aunque, el objetivo no es delimitar la categoría. El concepto de libertad es

analógico porque se atribuye diversamente en cada caso a seres diferentes. Desde la

antigüedad se distinguen dos clases de libertad: libertad negativa o relativa (ser libre de) y

libertad positiva o absoluta (ser libre para). Así al concepto negativo y relativo se

contrapone un concepto positivo absoluto de libertad: un ente es positivamente libre en el

grado en que se posee a sí mismo y en esta relación consigo mismo tiene la condición

suficiente de todo su ser y obrar.

La libertad humana no es ni la mera libertad negativa y relativa, ni la libertad positiva

absoluta. Es cierto que el hombre, en parte, dispone de sí mismo y con ello dispone de

partes del mundo como señor suyo; pero el hombre está igualmente entrelazado con el

mundo. Es básica para toda libertad humana aquella libertad que llamamos trascendental,

que consiste en la propiedad fundamental del hombre, por la que sólo él tiene capacidad de

107 Poder o capacidad del individuo para elegir una línea de acción o tomar una decisión sin estar sujeto a

limitaciones impuestas por causas antecedentes, por la necesidad, o por la predeterminación divina. 108 Sobre el auto sacramental La vida es sueño, una referencia puntual en Valderde e Ynduráin,

“Introducción”, pp. 18-19. 109 Ver. Blanch, El espíritu de la letra, 60-66. 110 Burggraf, J., “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de Teología, Pamplona: Eunsa, 2006,

p. 568.

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decir “es”. Esta libertad trascendental, que pertenece a la “dotación” del hombre en cuanto

tal, no puede quitársele nunca, porque ella en su vaciedad e impotencia, apunta a otra

manera de libertad; la llamamos libertad de decisión o libertad existencial, que significa un

estado en el que el hombre debe actuar siempre (haciendo u omitiendo), pero teniendo la

posibilidad de muchas acciones, frente a las cuales él está indeterminado.

Surge aquí la polémica acerca de la libertad o no libertad de la voluntad. El determinismo

afirma que no existe tal indeterminación y que el hombre, como todos los entes, está

totalmente determinado; sin embargo, es necesario aclarar que la libertad de acción y de

elección por la que la libertad como estado, como indiferencia, es conducida a la

realización de la autodiferenciación activa, no podría designarse como libertad si sólo fuera

arbitraria y caprichosa en la determinación de la propia espontaneidad y del contenido que

ha de darse a la distancia vacía. Elegimos una cosa porque en virtud de su valor, es

preferida a otra cosa también valiosa. Hemos de advertir que algo es un valor y un

“motivo” para nosotros, porque nos lleva a nuestra realización.

La libertad tiene una estructura social constituida por cinco principios, que sacan las

consecuencias de una concepción de libertad, apoyada en todos los conceptos de libertad

aquí desarrollados, y no procede unilateralmente a partir de un solo concepto111

: el primero

se refiere al Principio de indivisibilidad o totalidad, que se deriva con necesidad ineludible

de la unidad análoga del concepto de libertad. Una libertad meramente interior, una libertad

meramente trascendental o trascendente, no es posible; del mismo modo que un dominio

técnico puramente externo sobre las cosas, si no procede de esa relación interna consigo

mismo y vuelve nuevamente a ella, no puede llamarse libertad. El segundo principio es el

Principio de historicidad en el que, el hacer y la cosa hecha, la persona y la obra son lo

mismo: el hacer se realiza en lo hecho, la obra “es” sólo en cuanto modo de ser del hombre

libre. Un solo y mismo acto me pone en la obra y pone la obra en mí. El tercer principio es

el Principio de socialidad. Aquí la mayor parte de las obras jamás pueden ser producidas

111 Ver. Müller, Max, “Libertad”, en Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica Sacramentum

Mundi, Vol. IV, Barcelona: Herder, 1973, pp. 298-302.

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por un solo individuo. Cuando se juntan personas libres para llevar a cabo en común un

sentido, una tarea que sólo puede realizarse por la distribución de trabajo, entonces la

libertad presenta la forma de integración de toda una serie de aportaciones libres.

El cuarto principio es el Principio de sustancialidad o de personalidad de la libertad, en

donde la libertad tiene como sujeto propiamente dicho y último al individuo libre, pues la

libertad es la historia de llegar a sí mismo, que culmina en el estar en sí mismo. Finalmente,

tenemos el Principio de subsidiaridad, que reconoce a la persona no sólo como el auténtico

portador, como origen y a la vez meta de la libertad, sino también como el agente primario

de la misma, que debe realizarse por sí mismo a pesar de todos los auxilios que le vienen de

la sociedad, del Estado y de la Iglesia.

Después de la explicitación de los principios de la libertad, es de vital importancia conocer

el concepto occidental a lo largo de la historia, pues se puede apreciar el proceso de la

categoría a través del tiempo. Hablaremos del concepto griego de libertad, del concepto

cristiano de libertad, de la repercusión de ambos conceptos hasta el Renacimiento y de las

maneras secularizadas de entender la libertad. Los griegos concebían la libertad no como

libertad de la persona que decide respecto de sí misma, ni como libertad de la voluntad,

sino como libertad del Estado de los ciudadanos y como libertad del ciudadano del Estado.

El individuo en la comunidad sólo es positivamente libre en relación con su comunidad: si

él se realiza en la comunidad, ésta se realiza en él. Aquí la libertad tiene un carácter

comunitario, que podría obstaculizar o favorecer la armonía de la comunidad.

En el ámbito cristiano, hay tres cosas que se derivan de su concepto sobre la libertad

humana: la primera se refiere a que la libertad humana es una libertad caída y como tal

necesita de la gracia sanante; la libertad humana por sí sola cae necesariamente en la

esclavitud. La segunda, se refiere a la posibilidad de que la libertad caída en la esclavitud

pueda hacerse nuevamente libre; pero debe aceptar el ofrecimiento históricamente libre de

Dios, pues solamente Él, mediante su misteriosa elección gratuita, da fuerzas a la libertad

para que sea capaz de realizarse verdaderamente. La tercera, se refiere a esta libertad así

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sanada y restaurada por Cristo, y tiene que ver ahora con el auténtico concepto de libertad

que en la historia de la teología ha formulado Pablo: la libertad como “libertad de los hijos

de Dios”. La auténtica negación de la libertad es para Pablo el pecado: la caída en el

“mundo”. Desde esta perspectiva cristiana es posible relacionar las tres categorías en un

ambiente esperanzador, desde la sanación o redención gracias a la vida redentora de Cristo.

Todos estos conceptos de libertad hasta el Renacimiento son modalidades o síntesis del

concepto de libertad judeo-cristiano y de la antigua Grecia. En la antigüedad posterior, la

libertad estoica equivale a libertad del mundo, que se repliega en el núcleo espiritual más

íntimo del hombre. En la Edad Media, Santo Tomás intenta una síntesis de todos los

conceptos de libertad y esboza mediante el esquema de los diversos movimientos los

grados y ámbitos del ente como ámbitos y grados de una libertad cada vez mayor y distinta.

El hombre es el único ser mundano que, por el movimiento de una libre salida espontánea,

llega al movimiento del retorno hacia dentro. Las diferencias entre un intelectualismo

metafísico-teológico, por una parte, y el voluntarismo y nominalismo metafísico-teológico,

por otra, han contribuido decisivamente en la postura adoptada en torno a la posibilidad de

conocer un derecho natural, que procediendo de la naturaleza de la libertad, es a su vez

norma para ésta. La concepción luterana de la libertad, parte de la libertad religiosa del

cristiano, que no concibe una auténtica libertad, fuera del ámbito de la relación con Dios

restablecida por Cristo.

Por otra parte, existen maneras secularizadas de entender la libertad. Las concepciones de

la libertad posteriores al Renacimiento, ni son cristianas ni pueden ser paganas después de

milenio y medio de cristianismo. Intervienen aquí importantes personajes, como Descartes,

que lleva la interpretación cristiana de la libertad hasta las bases de la teoría del

conocimiento; la filosofía inglesa, que toma como punto de partida solamente la libertad

negativa y, en parte, la lucha de todos contra todos en el egoísmo sin límites de la

autoafirmación; para Kant, la voluntad es voluntad que busca la voluntad, la libertad es

libertad que busca la libertad y su manifestación tiene lugar sólo como moralidad en la

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superación de toda heteronomía112

; Fichte experimenta la distinción entre hecho y acción,

ve en la acción como libertad que se realiza a sí misma; para Hegel, la historia universal

equivale a la historia de la libertad que llega a sí misma, equivale al tránsito desde la

subordinación a la naturaleza y al mundo hacia el saber absoluto como identidad de saber a

cerca de sí mismo y saber a cerca del mundo, de posición de sí mismo y posesión de una

realidad extraña; para Marx, la autorrealización del hombre sólo se consigue realmente en

el dominio común de la naturaleza mediante la labor colectiva organizada por la división

del trabajo. Todo el recorrido anterior abona el terreno para la comprensión de la libertad

como categoría especial teológica.

2.1.2 La libertad como categoría especial de la teología.

2.1.2.1 Dimensión Histórica. Comenzamos por la Sagrada Escritura, que no propone un

concepto elaborado de la libertad. La noción griega de eleuthería carece de equivalente

exacto en el Antiguo Testamento; sin embargo, todos los hechos que hacen parte de su

campo semántico, se entienden como liberación. Por ejemplo el Éxodo proporciona su

referencia central a la idea bíblica de libertad (Ex 20,2); en el Deuteronomio, la acción

liberadora de Dios aparece por primera vez, contra el uso jurídico/profano de la palabra,

bajo la categoría teológica de la redención (Dt 7, 8; 9, 26; 13, 6; 21, 8; 24, 18); mientras que

el testimonio de los profetas relaciona la salvación del pueblo, con la liberación definitiva

del último día (Is 35, 10; 51, 11; Jeremías 31, 11. Isaías 35, 10; 51, 11; Jeremías 31, 11). El

Génesis también se refiere indirectamente a la libertad, al hablar de pecado (Gn 3, 1-13).

En el Nuevo Testamento, la libertad aparece también como acción liberadora de Dios, con

la venida del Reino y con la vida, muerte y resurrección de Jesús. Dios desvela en

Jesucristo el plan de salvación universal por el que, en su voluntad insondable, libre y

gratuita, ha destinado a los hombres a entrar en comunión con él (Ef 1, 3-14). En lo que se

refiere a los sinópticos, el término aparece una vez con toda claridad: “los hijos son libres”

(Mt 17,26); mientras que en Juan, se destaca que la enseñanza de Jesús confiere el

112 Hace referencia a la voluntad que no está determinada por la razón del sujeto, sino por algo ajeno a ella.

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conocimiento de la verdad, y este conocimiento conduce a la libertad (Jn 8,31)113

. En la

teología paulina, especialmente en Romanos, Corintios y Gálatas, la libertad se entiende

como un bien salvífico universal, que atestigua el carácter gratuito de la salvación y libera

al hombre de todas las potencias, incluidas las de la muerte (Rm 8, 2).

La falta de libertad que descubre la fe apunta a lo más hondo en el ser humano: no

sólo una limitación exterior, sino la corrupción personal por el pecado y la muerte

(Rm 6,20ss). La libertad de los cristianos se funda en el hecho de su redención.

Cristo al perdonar los pecados, nos ha liberado para una nueva libertad (Ga 5,1), que

en su esencia es gracia, posesión del Espíritu (Rm 8,2)114

.

Es así como las ideas paulinas se agrupan en torno a tres temas capitales: el primero tiene

que ver con el bautismo, pues gracias a éste se produce una eliminación soteriológica de

las fronteras entre libres y esclavos; el segundo, se refiere al Espíritu Santo, pues gracias a

la posesión del Espíritu, los cristianos han alcanzado la libertad del pecado, de la muerte y

de la necesidad de utilizar la ley como camino de salvación; y, el tercero, se refiere a la

libertad por la posesión del Espíritu, pues no es otra cosa que la vinculación en virtud de

una nueva “esclavitud”115

. De esta manera, el bautismo, el Espíritu Santo y la libertad por la

posesión del Espíritu Santo favorecen el ejercicio permanente de la libertad de los hijos de

Dios.

En cuanto a la Tradición teológica es bueno recordar que tanto los Padres orientales como

los occidentales alcanzaron un nivel más profundo de la libertad personal. La presentan

como el don originario más valioso entregado al hombre por el Creador, y la defienden de

las concepciones gnósticas del mundo antiguo. La libertad es, según ellos, una vocación y

un modo de vivir con dignidad y alegría; se realiza plenamente en el amor. Sin embargo

San Agustín nos recuerda que la libertad humana es una libertad caída que necesita la

gracia para alcanzar a Dios; pero los teólogos de la Edad Media no comparten del todo sus

planteamientos. Por una parte, Santo Tomás proyecta una explicación de la libertad que

integra todos los aspectos discutidos en la Tradición y que arranca del principio general: “la

113

Ver. Burggraf , “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 568. 114 Ibid. 115 Ver. Berger, Klaus, “Libertad”, en Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica

Sacramentum Mundi, Vol. IV, Barcelona: Herder, 1973, pp. 287-289.

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58

gracia supone y perfecciona la naturaleza”116

. Y por otra parte, los teólogos católicos y

protestantes se distanciaron entre sí, a causa de las profundas diferencias que surgieron a

raíz de las discusiones que se refieren a la naturaleza del hombre destruida o solamente

lesionada por su caída histórica. Las dos confesiones están de acuerdo con que la libertad

que nos otorga Cristo, por la gracia, es libertad para hacer el bien, poniendo las leyes

humanas al servicio de la caridad. Esta concepción garantiza un camino de autenticidad; sin

embargo, la cultura moderna se ha situado en la antítesis de la concepción cristiana de la

libertad y la presenta como autonomía del hombre, en el sentido de independencia ante

Dios y ante las autoridades humanas, las instituciones y las leyes117

; lo que anuncia una

posibilidad de desviación en las operaciones humanas auténticas.

En cuanto al Magisterio, cabe anotar que la iglesia católica ha defendido siempre la

libertad, rechazando los determinismos antropológicos, las doctrinas sobre la

predestinación y los sistemas fatalistas de todas las épocas que pretenden convertir al

hombre en objeto de operaciones extrínsecas a él. La Iglesia resguarda la libertad como una

doctrina y subraya la responsabilidad del hombre con respecto a su propia vida y frente a

los demás; pero en las declaraciones doctrinales, la Iglesia no describe la esencia de la

libertad, sino que la presupone como “…un don divino y por consiguiente libertad y gracia

van juntas más que oponerse”118

2.1.2.2 Dimensión Sistemática. Desde la sistemática hablaremos de las formas de libertad,

de las influencias sobre la voluntad, de los actos de voluntad y de las características del acto

libre.

En cuanto a las formas de libertad, tenemos la libertad interior y la libertad de ejercicio. La

libertad interior, llamada también libertad fundamental se traduce en el espacio interior

inviolable, en el que la persona está, de algún modo, a disposición de sí misma. La libertad

116

Ver. Burggraf, “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 569. 117 Ibid. 118 Ladaria, Luis F., “Gracia”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, Pamplona: Eunsa, 2006, p.

430.

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59

de ejercicio tiene que ver con una pregunta clave: ¿para qué utilizo mi libertad? Si se carece

de una meta alta que valga la pena conseguir, la libertad puede reducirse a cosas

insignificantes. En este caso, la libertad se mide por aquello a lo cual nos dirigimos: cuanto

más grandes son las aspiraciones, más grande es la libertad.

En lo que se refiere a las influencias sobre la voluntad, vale la pena aclarar que el

entendimiento, los sentimientos y las situaciones exteriores juegan un papel decisivo. El

entendimiento tiene que ver con la voluntad, porque la voluntad no se mueve a querer, si

previamente la inteligencia no le propone un objeto conveniente; ni la inteligencia entiende

algo, si no es aplicada a la acción por la voluntad. Por otra parte los sentimientos pueden

perfeccionar la libertad como también pueden oscurecer su verdad. Es necesario tomar en

serio las experiencias afectivas, aceptarlas, identificarlas y ordenarlas rectamente; aquí el

acto libre de la voluntad puede consistir en corregir algunos sentimientos, como la envidia

y el odio. Las situaciones exteriores pueden disminuir notablemente la libertad sin excluirla

por completo: una persona puede estar condicionada por muchos factores, pero es libre

porque tiene la capacidad de discernir sobre los condicionamientos.

Si hablamos de actos de la voluntad, podríamos decir que en dos actos se ejerce la libertad

humana: la elección (acto secundario) y el amor (acto principal). Al hablar de elección,

podemos decir que la libertad se realiza y perfecciona en la medida que el hombre se

ordena hacia un bien que tiene razón de fin. Lo decisivo no es tener varias posibilidades de

elegir, sino llegar al fin. Al hablar de amor, es bueno recordar que “el hombre está llamado

a amar a Dios y a los demás hombres con todo el corazón. Así realiza plenamente su

libertad, y alcanza la máxima autorrealización”119

. Esto se convierte en el principio y

fundamento120

del que nos habla San Ignacio y con lo que me identifico plenamente.

El acto libre tiene dos características fundamentales: por una parte, es un acto irreversible

porque la fuerza de una actuación libre nunca se agota en un acto individual, sino que crece

119 Ver. Ibid., 573. 120 El principio y fundamento de nuestra vida es este: Hemos sido creados para Alabar y Servir a Dios y

mediante esto salvar nuestra alma.

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60

en la medida que se multiplican las consecuencias y por otra parte, es un acto imprevisible

porque los actos libres de los hombres son incalculables. Cada persona puede poner en cada

momento, un nuevo comienzo. Esto además de ser un estímulo, es también un riesgo

porque el futuro es sumamente inseguro.

2.1.2.3 Reinterpretación contemporánea. En los tiempos modernos, emerge una

concepción puramente humana de la libertad que intenta afirmarse y desmarcarse de la

libertad cristiana. Esta voluntad fundamental de libertad traduce la exigencia ética de la

época. La idea de la libertad humana encuentra así su expresión apropiada en el concepto

de autonomía: la libertad es poder de determinarse como ser de razón; sin embargo, muchos

pensadores cristianos insisten en indicar que “la libertad cristiana debe poder exponerse

como promesa contenida en la gracia de Dios, y la gracia como acontecimiento de un

sentido que no anula la libertad humana, sino que la realiza”121

, señalando, además, que

“incluso bajo la influencia del pecado, la persona permanece fundamentalmente libre y

debe colaborar misteriosamente con la gracia divina para salvarse”122

.

Partiendo del recorrido antropológico de la libertad y ubicándome en la perspectiva cristina

de la misma, a la luz, especialmente del Nuevo Testamento, no podría desligar la categoría,

del papel auténtico del cristiano, que busca constantemente ordenar la propia vida sin

determinarse por afección alguna desordenada. Aquí se encierra una primera intuición

sobre la libertad: el hombre tiene el poder de configurar su propia vida; pero, ahí se encierra

también una primera alarma sobre esa libertad: una serie de afectos humanos que pueden

hacerse dueños de ella y limitarla o esclavizarla123

. Este carácter dinámico de la libertad en

la vida del hombre cobra sentido en la medida que se tenga claro el fin o la meta, en este

caso, la búsqueda permanente de la voluntad de Dios, para más amarlo y servirlo. Desde el

121 O´Donovan, “Libertad”, en: Lacoste, Jean – Yves (dir), Diccionario Akal crítico de Teología, Madrid:

Ediciones Akal, 2007, p.706. 122 Burggraf. “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 569. 123 Ver. González, Faus, José Ignacio, Adiestrar la libertad, Meditaciones de los ejercicios de San Ignacio,

Santander: Sal Terrae, 2007, p. 9.

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61

horizonte del amor, esta libertad se amplía tanto, que creo en la afirmación de San Agustín

cuando dice: “Ama y haz lo que quieras”.

2.2 PECADO

“Pecado es y ofensa a Dios es, lo que daña al ser humano,

lo que ofende al ser humano, y por tanto

lo que causa sufrimiento a las personas”124

.

El pecado es una categoría antropológica, y a la vez una categoría religiosa-moral; posee

una amplísima reflexión e historia, y es especialmente sensible para la tradición

judeocristiana y eclesial. Sobre este recorrido podemos examinar sólidos panoramas, y ya a

nivel de una definición operativa genérica, puede coincidir con las palabras de Molina:

“una ofensa a Dios por la que el hombre se levanta contra el amor que Dios le tiene, y

aparta de él su corazón, dañándose con ello a sí mismo e introduciendo en la convivencia

social y eclesial un destructivo principio de división y desorden”125

.

Es necesario advertir, sin embargo, que este lenguaje de la “ofensa”, si bien “comunica su

aspecto específicamente teológico y específicamente cristiano”, de no tomarse

adecuadamente puede tener connotaciones jurídicas y satisfaccionistas, no del todo

ausentes en el tiempo de Calderón (de ahí nuestro interés por tal noción). Por esto, hay que

tener en cuenta, para su mejor comprensión, la advertencia de González Faus y la

definición operativa que ofrece. La advertencia se refiere a que “la ofensa resitúa el pecado

en el campo de la relación interpersonal; pero esa relación no es simplemente la relación

racional y jurídica con el Legislador, sino la relación bíblica y revelada de la Alianza… [la

cual es] primariamente donación y llamada de Dios”126

. La definición operativa: “oprimir la

verdad (de lo que uno es y de lo que son los demás) mediante la injusticia con la que uno

actúa o la injusticia con que uno siente de sí y de los demás”127

.

124 Castillo, José María, Víctimas del pecado, Madrid: Editorial Trotta, 2004, p. 205. 125 Molina, E., “Pecado”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, Pamplona: Eunsa, 2006, p.779. 126

González Faus, Proyecto de hermano: visión creyente del hombre, 232. 127 González Faus, José Ignacio, “Pecado”, en: Ellacuría, Ignacio y Sobrino, Jon (eds), Misterium

Liberationis: conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, tomo II, Madrid: UCA Editores

1993, p. 95.

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62

2.2.1 Los “sesgos” (desviación/desorden) en las operaciones humanas como categoría

antropológica. No podríamos referirnos al pecado, como categoría antropológica, sin

hacer alusión al bien humano. El bien humano “es una historia, un proceso concreto,

acumulativo, que resulta de la captación humana y de las elecciones humanas que pueden

ser buenas o malas”128

, “donde se dan tanto el avance en la captación como la distorsión, la

aberración debida al mal”129

. En este caso no hablaremos de pecado como tal, sino de

sesgos. Y para entender un poco mejor dicha categoría, vamos a hablar del sujeto operador,

y del bien humano como objeto. Del sujeto operador, porque en la medida que sus

operaciones se realicen correctamente, este se trasciende a sí mismo hasta alcanzar la

autenticidad; y, si por el contrario, las operaciones no se realizan o se realizan

erróneamente, el sujeto no puede alcanzar dicha autenticidad. Hablaremos del bien humano

como objeto, porque a través de su estructura invariable (invariantes) y su estructura

variable (diferenciales) se puede apreciar el origen y el curso de los posibles sesgos

individuales y colectivos en cualquier persona, tiempo y lugar.

2.2.1.1 El sujeto Operador. Para hablar de sesgos a nivel individual, teniendo como

referencia a la persona, abordaremos las operaciones humanas en un camino hacia la

autenticidad, como resultado de una serie de operaciones auténticas; y, paralelamente en

otro camino hacia la inautenticidad, como resultado de una serie de operaciones no

auténticas, lo que sería aquí el sesgo o el desorden.

La persona como tal, por el hecho de existir, se mueve dentro de dos ámbitos: uno

subconsciente y otro consciente. En el primero (subconsciente), nos referimos al organismo

y a la psique. En cuanto al organismo, que tiene que ver con el metabolismo natural de las

células, podríamos hablar de la enfermedad o la muerte, como sesgo y en cuanto a la

psique, hablaríamos de las psicopatías.

128 Lonergan, Filosofía de la Educación. Obras de Bernard Lonergan, 67. 129 Ibid.

Page 63: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

63

En el segundo ámbito (consciente), nos referimos en primera instancia al nivel intencional

del sujeto, que corresponde a las operaciones inteligentes: experimentar, entender y juzgar.

En cuanto al experimentar, tenemos el papel fundamental de la atención para que la

operación sea realmente auténtica; de lo contrario, dicha operación se convertiría en

inauténtica con la distracción, que en este caso sería lo que llamamos sesgo. El entender,

como operación fruto del experimentar con atención, se convierte en una operación

auténtica, mientras que el no entender o el entender mal se convierte en una operación

inauténtica o sesgo, al que llamamos estupidez. El juzgar, como operación auténtica, se

realiza mediante la afirmación de la verdad, de la realidad; cuando se juzga desde alguno de

estos dos parámetros, se puede decir que vamos por un camino de autenticidad, mientras

que si en el juicio se afirma algo que no es verdad, que no es real, que es engaño o falsedad

se transita por el camino de la inautenticidad.

En este mismo ámbito (consciente), nos referimos en segunda instancia, al nivel existencial

del sujeto, que corresponde a las operaciones de decidir y amar. En cuanto al decidir, como

operación auténtica, cobra un papel fundamental el discernimiento, los juicios de valor, y la

opción por los verdaderos valores; y, como operación inauténtica, la opción por los valores

ambiguos, los valores falsos o los antivalores. El amar, como operación auténtica, es el

dinamismo de estar enamorado de Dios, como experiencia, estar enamorado sin

restricciones: “todo amor es auto-entrega, pero estar enamorado de Dios es estar enamorado

sin límites o cualificaciones o condiciones o reservas”130

. El amor como operación fallida

consiste en un cerrarse sobre sí mismo, y no corresponder al don del amor de Dios.

La inautenticidad humana, como condición existencial, es una alienación práctica de la

autotrascendencia, a la que está sometido el sujeto por su condición; lo que implica, una

posterior integración del ser humano en sí mismo, que sólo es posible por la redención,

porque restablece plenamente la significación de la verdad y del bien, liberando la

inteligencia y la libertad humanas. El sujeto tiene siempre la posibilidad de la conversión en

todas sus operaciones humanas; tiene la posibilidad de volver a integrar su psique, de

130 Ver. Lonergan, Método en Teología, 107.

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64

experimentar con atención, de entender, de juzgar con verdad, de optar por los verdaderos

valores y de abrirse completamente al amor redentor del Dios Uno y Trino.

2.2.1.2 El bien humano como objeto. Para hablar de sesgos a nivel social, teniendo como

referencia a grupos, desde un ámbito socio-cultural, hablaremos de los invariantes del bien

humano con sus tres elementos: el bien particular, el bien de orden y el valor. Estos tres

elementos son constantes en cualquier sujeto, época y cultura; por eso se llaman

invariantes. Dichos invariantes están presentes desde la existencia del hombre de las

cavernas, en la Edad Media, así como en cualquier continente. En cuanto al bien particular,

nos referimos a todo “aquello en lo que la gente piensa de ordinario cuando habla del bien

(…) Se refiere a la satisfacción de un apetito particular”131

; lo que tengo yo aquí en este

momento: mi desayuno, mi casa, mi bus... Paralelamente, debo decir que así como hay

bienes particulares; también hay males particulares: privaciones, sufrimiento, daño,

destrucción132

.

El bien de orden corresponde a la estructura: a la tecnología, la economía, la política. La

familia también se constituye en un bien de orden, al igual que un sistema educativo, al

igual que la Iglesia, al igual que el mundo del arte, de las ciencias y de la filosofía. El bien

de orden es una organización social que asegura los bienes estables necesarios para la vida

de todos. La ausencia de este orden, corresponde al mal o al sesgo social, porque la

estructura ha resultado mal en alguna forma y no funciona. El mal particular también puede

hacerse crónico; puede penetrar en el bien de orden, y puede hacerlo de tantas maneras

cuantos aspectos tiene el bien de orden.

El tercer elemento de la estructura invariante del bien humano es el valor. Este valor surge

ante la pegunta ¿es bueno este bien de orden que determina los hábitos, las instituciones,

los medios y la posición social de cada persona? Los valores que hay en el ámbito de la

vida van orientando las opciones humanas y la sociedad en general; sirven de criterio para

131 Lonergan, Filosofía de la Educación. Obras de Bernard Lonergan, 68. 132 Ibid., 79.

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65

decidir cuál bien particular y cuál bien de orden se ha de escoger y realizar. Existen tres

tipos de valor: el estético, que es la realización de lo inteligible en lo sensible, puede

transparentarse en todas las cosas hechas, en todas las acciones realizadas, en los hábitos y

en las instituciones; el ético, que es el emerger consciente del sujeto como autónomo,

responsable y libre, surge aquí la autonomía del espíritu, el sujeto que toma su posición a

cerca de la verdad, a cerca de lo que es correcto, de lo que es bueno; y, el religioso, que

aparece cuando el sujeto autónomo se ubica ante Dios, con su vecino, en el mundo de la

historia, cuando descubre dentro de sí, el orden interno133

. En este caso, también puede

darse el mal como negación del valor: en oposición al valor estético, se da la fealdad, el

orden puede existir y con todo, no ser transparente; puede ser demasiado complejo,

demasiado intrincado para que la gente lo capte; en oposición al valor ético, se da la

enajenación: el hombre se convierte en alguien llevado por la corriente, no elige, no desea

ser un centro de elección inteligente, racional, libre, responsable; en oposición al valor

religioso, se da el alejamiento de Dios, el secularismo, la negación de la idea del pecado y

una auto-afirmación completa y plena134

.

En la historia hay cosas que van cambiando; es lo que llamamos diferenciales y constituyen

la estructura variable del bien humano. Esta estructura está relacionada con la historicidad

humana y da cuenta de aquellos principios que generan diferencias en los sujetos, en la

sociedad y en la cultura. Son tres los diferenciales de la historia humana, del bien humano

concreto; funcionan juntos; están entrelazados y no existen aisladamente. El primero es la

inteligencia creativa135

, que se refiere a la capacidad humana de ser inteligente y libre para

autoconstituirse, con la posibilidad de la autotrascendencia, fruto del buen ejercicio de las

operaciones, como principio que genera avances constantes y acumulativos y que

desencadenan en el progreso; el segundo, es el sesgo o pecado, que advierte que dicho

progreso no ha sido continuo en la historia y se constituye en la base de la decadencia de la

sociedad humana. Este principio se entiende como la orientación contraria a la inteligencia

133

Ver. Ibid., 72-74. 134 Ver. Ibid., 80-84. 135 Ese desarrollo puede explicarse como progreso, es un primer principio para diferenciar las sociedades

humanas.

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66

y a la responsabilidad, por tanto, rechazo de la autotrascendencia. El tercer principio que

diferencia la sociedad humana, es la redención, la victoria sobre el pecado, la restauración

del orden destruido por el mismo136

. La redención como iniciativa divina requiere de la

libre cooperación humana para que sea recibida y comunicada; entonces aparece la

conversión, como esa respuesta del hombre, que consiste en volverse hacia Dios con todo el

corazón y con toda el alma.

2.2.2 El Pecado como categoría especial de la teología.

2.2.2.1 Dimensión Histórica. La doctrina cristiana sobre el pecado se va formando poco a

poco a lo largo de los siglos, en un proceso en el que intervienen diversos factores. Vamos

a hacer un recorrido histórico, que abarca la Sagrada Escritura, la comprensión especulativa

y práctica de los Padres de la Iglesia, el Magisterio, y los tiempos modernos. En la Sagrada

Escritura, las referencias a la realidad del pecado son muy frecuentes. Recordemos que allí

se revela la historia de la salvación, entretejida por la iniciativa amorosa y misericordiosa

de Dios y la respuesta del hombre sometido al peligro del pecado; esto lo hará hasta el final

de los tiempos una criatura necesitada de salvación.

En el Antiguo Testamento, pecar consiste en “no guardar los mandamientos de Dios o en

no honrarlo por sus acciones; el pecado puede cometerse consciente o inconscientemente,

pero incluso en el caso de un pecado involuntario, es necesario un sacrificio de

reparación”137

. Sin embargo, estará siempre pronta la misericordia y el perdón por parte de

Dios. Los pecados expresamente enumerados en los textos del Antiguo Testamento son

muy variados: “la idolatría y la separación de Dios, anteponer beneficios políticos o de

prosperidad temporal a la fidelidad de Dios, las conductas sexuales desordenadas, la

violencia o la injusticia sobre el pobre o el más desvalido”138

.

136

Ver. Lonergan, Filosofía de la Educación. Obras de Bernard Lonergan, 89. 137 Sentis, Laurent, “Pecado”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, Madrid:

Ediciones Akal, 2007, p. 929. 138 Molina, “Pecado”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 780.

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67

En el Nuevo Testamento, se refieren a la categoría de pecado los Evangelios sinópticos, las

cartas paulinas y el Evangelio de Juan. En los sinópticos, aparece Jesús entre los pecadores

que son quienes más le necesitan (Mc 2,5; 16-17; Lc 7,48) invitándoles constante y

misericordiosamente a la conversión (Mc 1,15). Se subraya que todos los hombres son

pecadores, se condenan los pecados internos y los de omisión y se enseña solemnemente la

particular gravedad de algunos pecados: inducir a otros a pecar. Así mismo, se condenan

como pecados, acciones concretas y no sólo actitudes del corazón o del ánimo humano (Mt

5,22-26) y, las que atentan contra el prójimo (Mt 25,31-46; Lc 10,29-37). Sólo señala un

tipo de pecado que no podrá ser perdonado: el pecado contra el Espíritu Santo139

.

Por otra parte, Pablo presenta el sentimiento más vivo de la impotencia debida al pecado y

de la implicación de todos los hombres en ese pecado. El pecado para él es “una esclavitud:

estamos atados por el pecado y nuestras elecciones están hipotecadas por el pecado; el

pecado habita en nosotros y es con la muerte con lo que el pecado recompensa nuestra

sumisión. El pecado no es una debilidad deliberada de la voluntad o una mala apreciación

de las cosas, es lo que hace impotentes tanto a la voluntad como al juicio”140

.

Partiendo del pecado de Adán (Rm 5,12), y alentada por la acción del demonio (2Co 2,11;

11,13), la malicia de los hombres ha dado al pecado una dimensión universal. Se ha

extendido a todos los hombres y reina en el mundo (Rm 2,9; 3,10). Jesús destruye ese

dominio y libera a los hombres (Rm 8,2-4; Ga 3,13-14), introduciéndolos en la nueva vida,

por su resurrección (Rm 6,8-14). Su acción salvífica llega por el bautismo (Rm 6,3-7; 2Co

5,17); sin embargo, esa nueva criatura, no está libre de la inclinación al pecado (Rm 7,7-

25). De ahí la exhortación a mantenerse vigilante, en la lucha (Rm 6,12-19; Ef 6,11; 1Ts

5,4-11). En la teología paulina, el pecador es el hombre que no acoge a Cristo, que aparta

de sí la fe (Ga 2,15-16; 2 Ts 1,8-10; 1Tm 1,15-16), que se entrega a las obras de la carne

Rm 8,7), volviendo a crucificar al Señor (Hb 6,6). El pecado es un modo de actuar que

supone en el hombre el alejamiento voluntario de un Dios lleno de misericordia, que en

139 Ver. Ibid., 781. 140 Sentis, “Pecado”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 929.

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Cristo ha salido a su encuentro para salvarle. Esta concepción paulina aterriza las

afecciones desordenadas en un ámbito comprensible y a la vez propicio para la conversión.

El Evangelio de Juan ve el pecado como lo opuesto a la gracia, a la vida que Cristo trae a

los hombres y, por tanto como la negativa a escoger a Cristo como luz, verdad (Jn 1,10-11;

5,9ss.; 6,41ss.; 1Jn 2,22; 4,2; 5,10-12). Se dan aquí las expresivas contraposiciones entre

muerte, vida (Jn 5,24), luz y tinieblas (Jn 1,5; 3,19) o verdad y mentira (Jn 8,44-46)141

.

Para la Iglesia primitiva, los pecados son actos de desobediencia a Dios y lo que muestra

que uno se ha salvado es que se es capaz de observar los mandamientos. El pecado, como

mancha, no sólo mancha al individuo que lo comete, sino a la comunidad a la que

pertenece. Esta postura disminuye el carácter de la verdadera conversión a la hora de

arrepentirse y de confesar los pecados, porque el pecado como mancha, genera un acto

permanente de lavar dicho pecado, como algo externo que no trasciende la vida del hombre.

En la doctrina patrística sobre el pecado se puede señalar que la vía del bien y la vía del

mal son dos caminos abiertos, que se abren ante los hombres en el mundo. Esto nos

recuerda la meditación de las dos banderas de las que nos habla San Ignacio142

: con sus

actos libres, cada uno va conduciendo su vida por una vía o por la otra. El pecado es un

acto voluntario de rechazo a Dios y de la comunión eclesial, y no un simple acto punible

(concepción del paganismo), ni un mero reflejo del pecado original (concepción gnóstica),

por lo que el pecado es el sumo mal.

141 Ver. Molina, “Pecado”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 781-782. 142 La meditación de las dos banderas se apoya en la afirmación de Jesús: Nadie puede servir a dos señores;

porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis

servir a Dios y al Dinero (Mt. 6, 24). La intuición y afirmación de Jesús fue cristalizada por San Ignacio

en las Dos Banderas: la primera que corresponde a las fuerzas del mal, que se introducen en el modo de

pensar de las personas y en las estructuras de todo el mundo que nos rodea, y atacan con engaños, astucias

trampas y mentiras: (1P. 5, 8-9; Apc. 12, 9 y Jn. 8, 44); y, la segunda, que corresponde a Cristo que actúa

con sencillez, atrayendo pero respetando la libertad: con transparencia, en verdad y con lealtad: se ve en

todo el Evangelio. Entre las dos estrategias no hay arreglos ni componendas: “el que no está conmigo está

contra mí” (Mt. 12, 30); “no se puede tener dos patrones…” (Mt. 6, 24).

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Con San Agustín el pecado se entiende como un acto libre que procede de la voluntad

humana desordenada, por la pérdida de la rectitud moral debida; además ese acto libre se

puede describir como un rechazo a Dios y una simultánea inclinación desordenada a los

bienes temporales, provocando desórdenes tanto en la comunidad eclesial como en la civil.

“El pecado es todo hecho, palabra o deseo contra la ley eterna de Dios”143

. Fue San Agustín

quien consideró de nuevo el pecado como un estado existencial o una esclavitud que nos

domina. Cada vez se convenció más de que no podía comprender el pecado en un plano

puramente individual: nuestra libertad no es plena y entera, y nuestro espíritu, en su

condición caída, es incapaz de percibir el verdadero bien. Para él, el pecado debía ser

voluntario para ser condenable, la situación de pecado podía existir objetivamente sin

ningún acto individual específico de desobediencia a Dios, y sólo cabía liberarse del pecado

por la gracia.

Por otra parte, la larga tradición patrística se mantendrá sin cambios sustanciales durante la

Alta Edad Media, hasta la aparición en el siglo XII de los grandes escolásticos, en

particular, Santo Tomás, cuya síntesis teológica sobre el pecado, ha estado de algún modo

presente en la teología y el Magisterio de la Iglesia.

A lo largo de la historia de la Iglesia, las intervenciones del Magisterio en cuestiones sobre

el pecado, han sido muy frecuentes. Dichas intervenciones han sido consignadas en el

Concilio de Trento, el Concilio Vaticano II, la exhortación apostólica Reconciliatio et

paenitentia, el Catecismo de la Iglesia Católica y la encíclica Veritatis Splendor.

El Concilio de Trento, en la sesión V expuso la doctrina sobre el pecado original; en la

sesión VI, subrayó unos puntos capitales a saber: que todo pecado priva de la gracia de

Dios; que hay una distinción entre pecado mortal y pecado venial y que el pecado no

destruye totalmente la naturaleza humana ni, por tanto, la libertad humana; en la sesión

XIV señaló la distinción específica y numérica de los pecados y la necesidad de confesar

todos tras un examen diligente.

143 Molina, “Pecado”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 784.

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70

En el Concilio Vaticano II se destaca la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que enseña

que la historia del pecado comienza con la historia misma del hombre que se sabe proclive

al mal, tanto por revelación, como por experiencia de sí mismo, y se encuentra siempre en

riesgo de adentrarse en el pecado por el amor propio desordenado (Ver GS 13 y 37). El

pecado aquí se presenta como una ofensa a Dios, y de esa esencia suya fundamental se

derivan como consecuencias sus otras características: daño a uno mismo, daño a los demás

y desorden en el uso y trato de las demás criaturas (Ver GS 13, 15, 17, 37, 39, 58 y 78). El

pecado esclaviza al hombre y la única liberación posible se encuentra en Jesús (Ver GS 13).

Mientras tanto, el hombre tiene que esforzarse en este mundo, con la gracia de Dios, en la

lucha contra el pecado, contra el mal (Ver GS 13 y 37). Aquí, el pecado como realidad del

hombre, no le cierra la posibilidad de restaurar la relación con su Dios; más bien abre el

espacio para la conversión y la redención.

La exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia resume el conjunto de la doctrina

católica sobre el pecado, la conversión del pecador y la pastoral de la reconciliación. Dicha

exhortación reafirma la doctrina tradicional sobre la naturaleza del pecado144

; denuncia o

constata que la cultura vive inmersa en una progresiva pérdida del sentido del pecado (Ver

RP 18); introduce una explicación ponderada del concepto de pecado social, exponiendo en

qué sentido se puede entender y emplear esta expresión (Ver RP 16); subraya la distinción

entre pecado mortal y pecado venial (Ver RP 17), y reinterpreta la teoría de la opción

fundamental para asumir cuanto tiene de luminoso y rechazar cuanto supone un error. Esta

última parte le recuerda al cristiano su condición y le cuestiona el sentido real de su

existencia.

El Catecismo de la Iglesia Católica expone la doctrina de la Iglesia sobre el pecado en los

siguientes momentos: al referirse al pecado original; al exponer la fe en Jesús, como

Redentor del género humano; al hablar de la fe en el perdón de los pecados; al referirse a

144 Un acto siempre personal, cuya esencia más íntima es la desobediencia a Dios y a su ley, provocando la

exclusión de Dios de la vida y la sociedad. Ver. RP 14. Y que opera en el hombre una múltiple fractura:

con Dios, consigo mismo y con el mundo en que vive. Ver. RP 2.

Page 71: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

71

los sacramentos del bautismo y de la penitencia; al presentar el pecado como obstáculo en

la vocación del hombre; al explicar los diez mandamientos y cuando se refiere a las tres

últimas peticiones de la oración dominical (Ver CIC 385ss., 422ss., 976ss., 1213ss.

1422ss., 1846-1876, 2083ss., 2838ss).

En la Encíclica Veritatis Splendor hay tres puntos importantes sobre el pecado: la negación

de la distinción de dos órdenes de la conducta humana, el ético y el moral, los actos

humanos son libres, por tanto morales y en consecuencia, buenos o malos (Ver VS 37, 48);

la reafirmación de la distinción entre pecado mortal y pecado venial (Ver VS 69); la

defensa decidida de la existencia y características de los actos intrínsecamente malos (Ver

VS 83, 67 y 96). Todo este legado del Magisterio, no sólo recoge la doctrina del pecado,

sino que ofrece al pecador un camino esperanzador desde los sacramentos como

posibilidad para recuperar la gracia, perdida a causa del pecado.

2.2.2.2 Dimensión Sistemática. Hay dos elementos constitutivos de todo pecado: la

conversión a las criaturas (elemento material) y el rechazo o alejamiento de Dios (elemento

formal); sin embargo, el hombre no busca de modo directo, con su acción un rechazo de

Dios, ni el odio o aversión a Dios; lo que le ocurre es que persigue bienes creados finitos,

de un modo desordenado, al margen del recto orden que determinan las virtudes morales.

La raíz de todo pecado es no reconocer a Dios como el Señor absoluto del bien y del mal;

dudar de Dios. Todo pecado evidencia una raíz de amor propio desordenado que conduce a

un uso igualmente desordenado de los bienes creados. La teología tradicional ha enseñado

siempre a distinguir los males físicos que los hombres pueden sufrir, del mal en sentido

absoluto o mal moral, que es el pecado.

Las divisiones más importantes desde la perspectiva de la moral son las que determinan su

gravedad y el ámbito en que se manifiestan; así el pecado se divide en venial y mortal; y

por otra en interno y externo. Aquí también es importante la noción de pecado social. Los

efectos del pecado son: la pérdida de la gracia de Dios, la descomposición íntima de la

persona y la separación de la comunión eclesial. Cabe anotar que la revelación cristiana no

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72

separa nunca la enseñanza sobre el pecado de la enseñanza sobre la conversión: ese

reconocerse pecador ante Dios, es el principio indispensable para hacerse capaz de recibir

ese perdón145

. En esta medida, el pecador siempre tendrá la posibilidad de volver a la casa

del Padre, como lo hizo el hijo pródigo.

No podríamos hablar del pecado y dejar de lado la expresión “pecado original”. Dicha

expresión fue forjada por San Agustín para designar ese pecado que entró en el mundo por

la falta de Adán y que afecta a todo hombre por el hecho mismo de su nacimiento. Su

análisis teológico está siempre vinculado a una reflexión sobre el libre albedrío146

, la gracia

y la concupiscencia147

. En la Sagrada Escritura varios textos subrayan que el hombre es

pecador desde su nacimiento y que el pecado es universal (Sal 51, 7; Jb 14, 4; 15, 14ss; Sal

14, 2); pero el verdadero fundamento escriturario de la doctrina del pecado original se

encuentra en el paralelo entre Adán y Cristo que nos presenta Pablo en su carta a los

Romanos (Rm 5).

En la lucha contra la negación pelagiana del pecado original, Agustín apela a la Escritura y

a la práctica del bautismo de niños. Acentúa la obligación de creer en el dogma del pecado

original y en la universalidad del mismo; ve su esencia en la concupiscencia, que aparta de

Dios mientras no se borre con el bautismo el rastro de culpa inherente en ella148

. Desde la

Edad Media, con Anselmo de Canterbury, la esencia del pecado original se cifró más en la

carencia de la gracia santificante por culpa del pecado de Adán; así éste se borra realmente

en el bautismo, aunque permanece la concupiscencia.

El Concilio de Trento define un pecado original interno y real en todos, excepto en María,

que ha sido causado por el pecado personal de Adán y se borra por la justificación y no

145 Ver. Molina, “Pecado”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 787-792. 146 Como el poder o la capacidad del individuo para elegir una línea de acción o tomar una decisión sin estar

sujeto a limitaciones impuestas por causas antecedentes, por la necesidad, o por la predeterminación

divina. 147

No se refiere al cuerpo, ni al placer sensible, sino al desequilibrio interior del hombre y a la rebeldía del

apetito contra la razón. 148 Ver. Rahner, Karl, “Pecado Original”, en: Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica

Sacramentum Mundi, Vol. V, Barcelona: Herder, 1973, p. 330.

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73

consiste en la concupiscencia, ya que esta persiste en los justificados; consiste en la

carencia de la justicia y santidad originales, que según el Concilio se confieren como una

realidad interna y habitual por la gracia de la justificación149

. No hay después de Trento

ninguna otra intervención del Magisterio extraordinario de la iglesia en la que de modo tan

explícito y detallado se hable de pecado original150

.

El pecado original significa permanentemente que la salvación eterna y la gracia, no sólo

por su origen trascendente en Dios, sino también por condicionamiento categorial e

histórico a partir de Cristo, son por lo tanto, un favor indebido que acontece históricamente

y no un existencial absolutamente necesario del hombre; significa que esta gracia de Cristo

como fin de la historia, no existe desde el comienzo de la misma, desde Adán; y así el

término de la historia supera realmente su comienzo151

.

Después de las múltiples teorías que se han sucedido para explicar lo que en el lenguaje

eclesiástico se llama “pecado original”, me quedo con la distinción a la que alude Carlos

Bravo en su libro El problema del mal. El pecado original parte de cuatro caminos: el

camino histórico (todo sucedió como se relata en la Biblia); el camino evolucionista

(Pecado original y salvación son símbolos del desarrollo progresivo de la humanidad); el

camino sociológico (pecado original como “situación” que precede toda decisión personal

individual y resulta de los presupuestos sociales); y, el camino personal (pecado original es

la suma de todos los pecados personales de la humanidad y que confluyeron en la muerte de

Cristo). El elemento personal indica que el pecado es ante todo, propio y afecta

internamente al hombre152

.

Desde la concepción de pecado que adquiero a partir del despliegue histórico y dogmático

anterior, me queda la inquietud del pecado como tal y del sufrimiento, como campos de

149 Entendida como la acción de Dios en Jesucristo para salvar a la humanidad. 150 Ladaria, Luis F., Teología del pecado original y de la gracia, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos,

1993, p. 105. 151 Ver. Ibid., 339. 152 Ver. Bravo, Lazcano, Carlos, El problema del mal, Bogotá: Facultad de Teología, Pontificia Universidad

Javeriana, 2006, pp. 149-150.

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acción para la redención. Para el que peca, la respuesta puede estar en el castigo o el

perdón; para el que sufre a causa del mal en el mundo o causa de su propio mal religioso

(pecado), -porque el pecado también causa el sufrimiento en la medida que aparta del bien

que Dios quiere para su criatura-; la respuesta aquí puede ser la misericordia153

. Entonces

me pregunto ¿cuál es el papel que le doy a Jesús como Redentor en mi vida?, ¿vino a

perdonar los pecados o a practicar la misericordia? o ¿es lo mismo?, ¿cuál es mi respuesta?

Nuestra realidad pecadora, sólo encuentra el camino hacia la conversión, cuando

experimenta la misericordia y cuando el ámbito del pecado no se convierte sólo en un

juicio en el que prima la ley, antes que el amor.

2.2.2.3 Reinterpretación contemporánea. En los tiempos modernos, lo primordial no es

la elección personal del mal, sino una atmósfera dominante que pervierte necesariamente

las elecciones. Para Sartre o para Camus: somos prisioneros de una condición sin

autenticidad, que nos pone en desacuerdo con nosotros mismos impidiéndonos hacer

elecciones que sean realmente nuestras; para Heidegger: nuestro estado habitual es el

alejamiento del ser; para Bultmann: el pecado es la condición alienada de hombres que aún

no han oído la palabra liberadora de Dios; para Tillich: el pecado es la elección de apartarse

de lo que es propio; es un estado de alejamiento de Dios, de sí y de los otros. Para Rahner,

el pecado es un estado en el que ya no sabemos lo que somos, porque estamos apartados de

la comunicación que Dios hace de sí mismo; el pecado es una frustración fundamental antes

de ser un rechazo deliberado de Dios. Sin embargo para Barth y Balthasar, nuestro drama

no consiste en ser víctimas antes de ser culpables y sólo cabe reconocerse pecador a la luz

de la victoria de la gracia, sabiéndose a la vez pecador y pecador rescatado; el pecado es

una furia de autodestrucción que arruina nuestra identidad moral, lejos de ser algo que

simplemente la obstaculiza. Nunca se han acabado de identificar los componentes que, sea

cual fuere el grado de conciencia con que se los escoge, hacen incapaz de una relación

vivificante con la verdad, con Dios154

.

153 Ver. Castillo, Víctimas del pecado, 108. 154 Sentis, “Pecado”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 931.

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75

Con todo lo anterior, en cuanto al mal en general y en cuanto al mal en particular (mal

moral o pecado), asumo que el mal no aparece sólo como carencia sino como ruptura de

una relación, como distorsión de un proceso que en concreto comporta la destrucción de

una armonía dinámica y me cuestiona atribuir la presencia del mal, en sus diversas

dimensiones, al sólo ejercicio de la libertad creada, pues el mal está ahí antes de que el

hombre actúe; viene de su estructura misma dinámica, de sus inclinaciones naturales como

posibilidad y exigencia inmediatas y desborda las decisiones personales, que adquieren su

plena responsabilidad sólo en estadios avanzados de desarrollo cultural y están siempre

sujetas a enormes presiones psicológicas, sociales, políticas, y económicas155

.

2.3 GRACIA

“La gracia significa la ayuda que procede de Dios, su proximidad y su benevolencia; por

eso el nuevo estado de salvación propio del cristiano,

en el que hay que perseverar (Hch 13,43)

puede ser denominado con el apelativo de gracia”156

.

La gracia, como categoría teológica especial, “es un concepto clave; en él se expresa la

relación fundamental de Dios para con el hombre”157

; indica que “es el hombre en su ser

histórico y concreto quien, desde su creación, llama a la gracia; se mueve de entrada, en

efecto, en el horizonte del acto de gracia por el que Dios ha querido comunicarse con él y

que le determina a la manera de un existencial”158

. Por ahora, de manera operativa,

bástenos esbozar la gracia como una presencia del porvenir que renueva el ser y el actuar

del hombre159

, o, de manera más puntual, una justificación del hombre que conlleva la

liberación de sí mismo y la liberación para los demás160

.

155 Ver. Bravo, Lazcano, El problema del mal, 218-219. 156 Hermann, I. “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, Vol. II, Madrid:

Ediciones Cristiandad, 1966, p. 191. 157 Auer, “Gracia”, 186. 158 Faber, Eva María, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, Madrid:

Ediciones Akal, 2007, p. 532. 159 Explica José Comblin estas dos dimensiones. Como presencia del porvenir, «El mensaje cristiano es buena

nueva, es decir, apertura hacia un porvenir, hacia una historia… no se trata de una pura promesa de una

vida futura… ofrece un objetivo y un contenido a esta vida aquí en la tierra»; en este sentido, «renueva el

ser y el actuar del hombre… La gracia de Dios entra en el ser-actuar del hombre». Ver. Comblin, José,

“Gracia”, en: Misterium Liberationis, Vol. II, p. 81, 88. 160 Así lo expone, con amplitud y bajo estos ítems, González Faus, José Ignacio, Proyecto de hermano, pp.

421-730.

Page 76: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

76

2.3.1 La Gracia como categoría especial de la teología.

2.3.1.1 Dimensión Histórica. No podemos reducir el acercamiento a esta categoría en la

historia y en nuestros días, al estudio del significado del término; pero sí al desarrollo

teológico que este término ha adquirido hasta dar nombre a uno de los tratados dogmáticos

fundamentales.

Desde la concepción veterotestamentaria, la gracia se caracteriza por “la benevolencia

misericordiosa y la actuación fiel; la gracia aparece siempre como la donación libre y

personal de Dios a su pueblo y al hombre en general. Esta donación encuentra su expresión

en la fidelidad incondicional a la alianza sellada un día y a la palabra dada en otro tiempo,

que no son revocadas ni siquiera en el caso del pecado humano y el castigo divino, sino que

son renovadas en el perdón”161

.

La prehistoria del concepto teológico de gracia nos presenta algunos términos con los que

se referían directa o indirectamente a ella. El hebreo hnn que designa en las relaciones

humanas una actitud de benevolencia, por lo común por parte de un superior con respecto a

un subordinado, es la expresión teológica del amor insondable de Dios (Gn 8,6). La hesed

divina funda una cierta relación con el hombre, una relación marcada por la fidelidad (Jr

31,3) y se concreta en los favores prodigados por Dios (Gn 32,11); rhm traduce la ternura

paternal (Is 49,15)162

.

Para el Nuevo Testamento, el acto de gracia encuentra su figura escatológica en Jesucristo,

en quien el reino de Dios se ha acercado (Mc 1,15) y se ha desvelado la vida (Jn 3,16). El

Evangelio de Juan considera la gracia divina como tomando forma en la encarnación del

Logos. “De su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia” (Jn 1,16), gracia que es la

antítesis de la Ley de Moisés y por ello significa vida (Jn 1,4), luz (Jn 1,9) y manifestación

161 Hermann, “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, 188. 162 Ver. Faber, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 529.

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77

del amor de Dios (Jn 3,16)163

. En los Hechos de los Apóstoles se presenta la gracia de Dios

como la benevolencia divina que descansa sobre aquellos que dan testimonio de la

resurrección de Jesús (Hch 11,33).

Sólo en la teología paulina se convierte el propio término cháris en concepto central del

mensaje cristiano. La gracia aquí se realiza ante todo en la justificación de los pecadores

por Jesucristo, que se ha entregado por ellos (Rm 3, 23ss). En él, la gracia se ofrece a todos

los hombres sin consideración a sus méritos (Ga 2,21)164

. Para Pablo la gracia es lo que se

da gratuitamente, lo contrario de lo que da porque se debe, por ello la justificación es por la

gracia. Este don divino significa la justificación y el perdón de los pecados, significa la

benevolencia divina que nos viene por Cristo que se contrapone al pecado que a todos nos

alcanza por la trasgresión de Adán (Rm 5,15.17). La gracia es el ámbito en que se

encuentra el que se ha incorporado a Cristo. Así el cristiano está en la gracia (Rm 5,2) que

es un equivalente del estar en Cristo (Co 1,2; 2Co 1,19-20)165

. Con el término gracia se

refiere Pablo principalmente a la donación personal del Dios salvador, donación que se

realiza “por Cristo”. La gracia de Dios entra en el ámbito de la experiencia humana por el

hecho de que la comunión con Cristo hace posible una nueva vida y el acceso al mismo

Dios166

. Estoy de acuerdo con esta concepción de Pablo, porque le da el carácter dinámico

que requiere la gracia en cualquier ámbito.

La gracia ha sido objeto de amplias discusiones; por tal razón es de vital importancia

conocer algunos momentos y personajes de la historia que han tenido que ver con un

acercamiento leve o profundo a dicha categoría. Los padres apostólicos y los teólogos de

los dos primeros siglos repiten la doctrina de la Escritura, recalcando sobriamente, las

exigencias morales y aplicando inicialmente la terminología helenística de la

“divinización”. Se inicia también una primera reflexión teológica sobre la posibilidad de

una pérdida y recuperación de la gracia bautismal.

163

Ver. Hermann, “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, 191. 164 Faber, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 530. 165 Ver. Ladaria, “Gracia”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 426. 166 Hermann, “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, 189.

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La primera gran controversia sobre la gracia tiene lugar durante los siglos II y III contra el

gnosticismo167

, en la que tiene mucho que ver San Ireneo. En el gnosticismo se elimina la

libre aceptación de la libre gracia divina por el hombre, introduciendo una historia

cosmológica de Dios mismo.

La alta patrística griega, desde Orígenes, desarrolla una doctrina de la gracia partiendo de

su concepción trinitaria. La doctrina griega de la gracia se caracteriza por un optimismo

salvífico. Para la patrística occidental la gracia se considera como una fuerza divina que

ayuda al hombre a acceder a la salvación. Esta tendencia ya sensible en Tertuliano y

Cipriano, se concreta en la teología de Agustín, para quien la impotencia del pecador para

hacer el bien, así como su no-libertad, deben ser abolidas, curadas y transformadas desde

dentro por la gracia de Dios, antes de que el hombre pueda progresar por sí mismo hacia su

salvación. Para San Agustín, la gracia es la fuerza inmerecida para amar a Dios, que, por

libre predestinación, arranca a algunos hombres pecadores desde la caída original de la

humanidad y de su egoísmo, libera su libre albedrío esclavizado por el pecado y los hace

así aptos para la fe que obra por la caridad168

.

Por otra parte, la concepción agustiniana sobre la gracia suscitó la oposición de Pelagio y

de sus seguidores, para quienes, Dios no exige nada que el hombre no pueda cumplir, a éste

le es básicamente posible vivir sin pecado después de su bautismo, y debe esforzarse por

hacerlo169

. Pelagio afirma que la gracia es la acción externa en la historia que lleva al

hombre a responder a Dios teniendo por modelo a Jesucristo.

Fue aquí donde tuvo lugar el Concilio de Cartago (418), contra el pelagianismo. Dicho

Concilio hizo eco a las afirmaciones de San Agustín: subrayó el daño del pecado original;

resaltó la necesidad de la gracia divina para hacer el bien y vivir los mandamientos; ratificó

que es concedida al hombre sin ningún mérito y que además es consecuencia del Espíritu

167

Contra la teoría de la divinización, que es particularista, ajena a la historia y física. 168 Ver. Rahner, Karl, “Gracia”, en: Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica Sacramentum

Mundi, Vol. III, Barcelona: Herder, 1973, p. 345. 169 Faber, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 530.

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Santo. La acción de la gracia no suprime la libertad del hombre porque actúa por atracción,

por amor. Lo dice el canon 3: “Quien dijere que la gracia de Dios vale sólo para la

remisión de los pecados que ya han sido cometidos, pero no como auxilio, para que no se

cometan, sea anatema”.

Para responder a Agustín, Juan Cassiano y los teólogos monásticos de Provenza defienden

una teología denominada “semipelagianismo”, que abre más espacio a la libertad del

hombre. Para los semipelagianos, que se inician como reacción a la doctrina de San Agustín

sobre la gracia, o, más exactamente, ante el temor que algunos tienen de que ciertos

aspectos de la doctrina agustiniana conduzcan a un quietismo o a un predestinacionismo,

entrecruzan una preocupación ascética unida a una falta de profundidad filosófica, que

impide entender bien la sustancia de la enseñanza agustiniana, y que lleva a soluciones

intermedias. Esta teología es rechazada por el segundo Concilio de Orange (529), que

retoma la enseñanza de San Agustín: “La gracia no menoscaba la libertad, no hay

predestinación al mal. Sólo en virtud de la gracia se puede invocar la gracia misma; la

gracia es necesaria en todo momento, también para el comienzo de la fe. Ningún bien

proveniente de la naturaleza puede obtener la salvación. La gracia repara el libre albedrío y

justifica al hombre”170

.

Más adelante, en la Edad Media, Pedro Lombardo, como buen agustino resuelve la cuestión

de la relación entre la gracia y la libertad en el sentido de la anterioridad de la primera:

precede al movimiento del libre arbitrio, es una cualidad infusa y no adquirida. La gracia no

es otra cosa que el Espíritu Santo que habita en nosotros. Para Tomás de Aquino, la gracia

adquiere un nuevo espacio de discusión. Él afirma que ni siquiera el primer movimiento de

cualquier persona hacia la conversión es obra de ella misma, pues el hombre en la vía de la

justificación no puede nada solo. Tal justificación es obra del amor de Dios que no espera

que el hombre sea inocente para amarlo, sino que lo limpia y le ofrece de nuevo una vida de

hijo. Según él, “el hombre está destinado desde el origen a la comunión con Dios, pero no

170 Ver. Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, 155-163.

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puede encontrar esta realización sin la gracia”171

. Tomás había desarrollado su definición

de gracia como un estado sobrenatural del alma humana172

.

Después, tiene lugar la Reforma, en primer lugar con Martín Lutero, para quien la gracia

divina es un acto de justificación del hombre. El pecador, que busca en vano justificarse por

medio de sus obras contra las acusaciones de la ley, no puede encontrar gracia a los ojos de

Dios al margen de la justificación que le es aportada por Jesucristo y que sólo recibe en la

fe. La unión con Cristo produce una justicia real que regenera al hombre por dentro, pero

no puede imputársele como mérito; sino que más bien aparece como el fruto de una nueva

relación con Dios, que da al hombre la certeza liberadora de estar salvado; en segundo

lugar, con Calvino, que entiende la gracia como un lazo de unión entre la obra justificadora

y redentora de Cristo y su asimilación en la vida de los cristianos, bajo el efecto del

Espíritu; y, en tercer lugar, con Zwinglio, que enfoca la gracia desde un punto de vista

geocéntrico poniendo en evidencia la alianza global de Dios con su creaturas. Los

reformadores reaccionaron contra la doctrina de la gracia de la Edad Media posterior, sobre

todo por ver en ella una huida del temor de Dios para refugiarse en la santidad de las

obras173

.

El Concilio de Trento rechaza las posiciones de los reformadores. Subraya la necesidad de

la gracia y subordina la doctrina de la gracia a la de la justificación, sin reducirla sin

embargo a ella. La gracia de Dios, que despierta y socorre a la creatura, posee una prioridad

absoluta sobre toda acción humana; pero la libertad del hombre y la posibilidad para éste de

cooperar de forma meritoria con la gracia no son abolidas por ello174

. El Concilio ve la

justificación como un tema cristológico: es la inserción en Cristo. La acción de Dios, no

sólo limpia, sino que también eleva al hombre; por tanto sigue siendo Dios la causa

171 Faber, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 531. 172

Ver. Rahner, “Gracia”, en: Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica Sacramentum

Mundi, 317. 173 Ver. Gleason, Robert W., La gracia, Barcelona: Herder, 1964, pp. 247-275. 174 Faber, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 531.

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eficiente de la justificación; y en esta forma se requiere no sólo de la fe, sino también de las

otras virtudes teologales.

Tras el Concilio de Trento y en medio de las controversias, los teólogos católicos se

dedicaron a profundizar en la noción de gracia y en el modo en que se conjuga la acción de

Dios con la libertad humana en la salvación del hombre. Se desarrolló de 1597 a 1607 una

polémica entre escuelas a partir de los escritos del dominico Domingo Báñez sobre la

predestinación, quien caracterizaba la gracia como infaliblemente eficaz, preservándose

entonces la libertad del hombre sólo por el concepto límite de una gracia suficiente que de

hecho no consigue lo que se propone. Algunos miembros de la compañía de Jesús, como

Luis de Molina, se opusieron frontalmente a sus teorías y generaron la disputa. Ellos ponían

el acento en la libertad del hombre, preservándose entonces la soberanía de Dios

únicamente por la ciencia media, que le permite prever el resultado de las acciones

humanas. El punto en discusión era la eficacia de la gracia divina y su relación con la

predestinación. Se llamó molinismo al “sistema teológico de Molina acerca de la libertad y

la eficacia de la gracia, que según se verifica por el libre concurso y cooperación de la

voluntad a la misma”175

. “El mérito del molinismo ha estado en la acentuación de la

libertad y responsabilidad del hombre en la coactuación de Dios”176

. El papa Pablo V en

1607, prohibió a los defensores de ambos sistemas condenarse mutuamente.

Detrás de esta querella, Bayo, Jansenio y Quesnel (1634-1719) recuperan las sentencias de

Agustín sobre la corrupción efectiva de la naturaleza humana por el pecado para

extenderlas al concepto abstracto de la naturaleza, de forma que ésta sigue estando

incompleta en el hombre sin la gracia y se aniquila en la caída. La gracia es necesaria para

la realización esencial de la naturaleza, pero de este mismo modo se ve naturalizada, es

decir, entendida como una parte integrante de la naturaleza. Esta concepción fue

oficialmente condenada.

175 Alonso, Perujo Niceto, Molinismo, en Diccionario de ciencias eclesiásticas, 271. 176 Neufeld, K. H. “Gracia, en: O´Neill, Charles y Domínguez, José María, Diccionario histórico de la

compañía de Jesús, Vol. IV, Madrid: Universidad Pontificia, Comillas, 2001, 3735.

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82

2.3.1.2 Dimensión Sistemática. Vale la pena aquí hacer una distinción entre gracia

sanante y gracia sobrenatural elevante. La gracia sanante se refiere a la gracia

“misericordiosa” (que perdona), pues el hombre concreto se halla siempre en una doble

situación inseparable: la de criatura y la de pecador. La gracia elevante se ofrece como

consecuencia de la universal voluntad salvífica de Dios; todo acto radicalmente moral se

realiza bajo un horizonte sobrenatural de inteligibilidad, y así siempre es también fe y, por

una y otra razón, acto salvífico, de forma que todo acto moral (honesto) es de hecho

también una acción salvífica.

Por otra parte está la distinción entre gracia increada y creada. La gracia increada es ante

todo, Dios mismo que se comunica con su propia esencia. La gracia increada es la primera

gracia y la que sostiene esencialmente todo el agraciamiento del hombre. Y esa gracia

increada es la única que hace inteligible la verdadera y estricta sobrenaturalidad de la

gracia. Y la gracia creada puede entenderse como presupuesto y consecuencia de la gracia

increada, por el hecho de que el hombre en sí se hace una criatura nueva por esta

comunicación de Dios; la gracia creada, no se da automáticamente con la naturaleza del

hombre, pero queda injerta en ésta. Existe también la diferencia entre gracia actual y

habitual. La gracia actual es la absoluta necesidad de la gracia para toda obra salvífica; la

gracia actual es iluminación e inspiración. La gracia es habitual en cuanto la comunicación

de Dios se ofrece permanentemente al hombre (desde el bautismo) y en cuanto es aceptada

libremente en el adulto, y, por cierto en diversa medida. Esta misma gracia se llama actual

en cuanto sostiene el acto de su aceptación (acto existencial y esencialmente graduado,

realizable siempre de nuevo) y en él se actualiza a sí misma177

. Creo que, parte de las

dificultades que a nivel de gracia tenemos, se debe a una conciencia no diferenciada para

valorar más este don de Dios y hacer uso de él con mayor propiedad.

177 Ver. Rahner, “Gracia”, en: Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica Sacramentum

Mundi, 329.

Page 83: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

83

2.3.1.3 Reinterpretación contemporánea. La teología contemporánea ya no parte de una

naturaleza abstracta dotada de una finalidad propia, sino del hombre real. Es el hombre en

su ser histórico y concreto quien, desde su creación, llama a la gracia. “La actual teología se

esfuerza por aplicar conceptos personalistas a la doctrina de la gracia por lograr la unidad

de naturaleza y gracia, sin oscurecer su distinción, y por una mejor inteligencia de la

doctrina bíblica de la gracia y de la teología de la reforma”178. Se resalta cada vez más el

aspecto histórico-salvífico y la visión personalista de la gracia. La Dogmática eclesiástica y

el sobrenatural de H. de Lubac han dado nueva vida a la cuestión de lo sobrenatural. El

espíritu ecuménico del Vaticano II y la importancia central de la cuestión de la gracia para

la vida cristiana piden que “no nos detengamos en la oposición entre visiones unilaterales,

sino que a base de una colaboración llena de comprensión, tomemos de la revelación

misma sus abundantes enunciados y los elaboremos en una amplia soteriología donde estén

recapitulados los rectos puntos de partida, las posibilidades, los elementos y las direcciones

que aparecen en la doctrina sobre la gracia”179.

Después del recorrido anterior, que desde una panorámica amplia, nos presenta unos

acercamientos a la gracia como categoría general y especial de la teología, lo que queda es

aceptar esta invitación del Concilio Vaticano II, que “evoca la dimensión de comunión de

la gracia y se interesa por los signos de la gracia fuera de la Iglesia” (Ver LG 13; 16) para

vivir en la libertad de los hijos de Dios, experimentando la gracia como dimensión

escatológica de la justificación y la filiación divina porque “Dios, nuestro salvador,…

quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Pues

no hay más que un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre

Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo en rescate por todos” (1Tim 2, 3-6).

Cierro este apartado con la afirmación de Luis F. Ladaria, que no sólo recorre la historia

de la categoría, sino que contiene su esencia:

178 Ibid., 345. 179 Ibid., 318.

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84

El misterio de la gracia es, pues, el misterio del amor del Padre a todos los

hombres, manifestado en la obra salvadora que ha llevado a término Cristo Jesús.

En él hemos sido bendecidos, predestinados y elegidos, en una palabra

“agraciados”, antes de la creación del mundo porque Dios Padre en su designio

eterno dado a conocer en los últimos tiempos, ha querido que su Hijo Jesús sea

cabeza de todo180

.

3. A MANERA DE CONCLUSIÓN

Dada la índole particular de nuestra investigación, es posible verificar el recorrido de las

categorías en estudio, para realizar una lectura teológica y creyente de La vida es sueño,

tarea de la que nos ocuparemos en el capítulo III. El insumo bibliográfico fue suficiente

para leer ciertos particulares temas teológicos en el drama calderoniano, en particular los

referidos a la libertad, el pecado y la gracia. Recordemos que en la época de Calderón, el

siglo XVII, hubo un problema teológico absolutamente central, “el problema del camino de

la salvación o, más en concreto, el problema de la gracia y la voluntad”181

.

Como se puede adivinar, no es nuestra intención establecer una tesis original sobre las

categorías de libertad, pecado y gracia, sino lograr una comprensión articulada de ellas,

para un acercamiento más responsable a la literatura, buscando profundizar, por un lado, en

la tradición teológica que nos es propia; prepararnos para una lectura creyente de La vida es

sueño, para luego descubrir las implicaciones de estas categorías en el proceso de

discernimiento de todo sujeto que busca su autenticidad. Este material contribuirá para

poner al descubierto los vestigios de la libertad, el pecado y la gracia, que permanecen

vigentes y que anuncian la necesidad de una educación responsable de la libertad, desde el

discernimiento. Todo esto a partir de La vida es sueño, que nos sirve de referencia para

nuevas lecturas de la realidad, en donde se descubre el sentido y el valor de su temática en

nuestros días.

180 Ver. Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, 308. 181 Lortz, Historia de la Iglesia, 498.

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La libertad, el pecado y la gracia se constituyen en “invariantes” de la salvación y por esta

razón son dinamismos de sentido en la vida del hombre, que gracias al ejercicio permanente

de discernimiento, logra encontrar su norte y dirigirse hacia él.

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86

CAPÍTULO III

EL DISECERNIMIENTO DESDE EL PECADO, LA GRACIA Y LA CONVERSIÓN

El presente capítulo pretende resaltar la vigencia que tiene en nuestros días la problemática

que muestra Calderón en su obra; el papel de la libertad, el pecado y la gracia, como

“invariantes” de la salvación en la vida del hombre y, el discernimiento como educación

responsable de la libertad, en un camino hacia la autenticidad.

Para esto, nos valemos de cuatro apartados: El primero se titula, El palpitar de La vida es

sueño, que muestra algunos aspectos para una lectura hermenéutica que permite dar cuenta

de su actualidad; el segundo, Pecado, gracia y conversión como diferenciales de la libertad

humana, que nos permite relacionar estas categorías en el ámbito del ser cristiano; el

tercero se titula, La Trinidad en los dinamismos de la libertad, el pecado y la gracia. Este

apartado busca integrar en la historia de la salvación, las categorías estudiadas, desde la

comunicación que mantiene el hombre y la Trinidad; y el cuarto, El discernimiento camino

de autenticidad, que pone al hombre de cara a una opción que augura un camino de

libertad, desde el seguimiento de Jesús. Todo esto, con una perspectiva ignaciana, basada

en la experiencia que consigna San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales182

.

Después de los estudios analíticos y de apoyo para mirar la obra calderoniana en sí misma,

con las herramientas que nos ofrece la crítica literaria; después del proceso de elaboración

teológica de las categorías Libertad, Pecado y Gracia, damos paso a este tercer capítulo,

que parte de la intención de Calderón, -como dramaturgo de la conversión y de la

transformación de la persona y del cambio de vida183

-, de restaurar el sueño de autenticidad

que representaba el primer Segismundo184

para lograr un ejercicio permanente de

182 Se entiende por Ejercicios Espirituales todo modo de preparar y disponer el ánima, para quitar de sí todas

las afecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la

disposición de su vida para la salud del ánima. Ver. Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, (autógrafo

español), Madrid: Editorial Apostolado de la prensa, 1962 (10a ed.), n. 1. Citaremos en adelante los

números del texto. 183 Regalado, Calderón I. Los orígenes de la Modernidad en la España del Siglo de Oro, 80. 184 Berenger, Autoridad y libertad: estructuras de la vida es sueño, 40.

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discernimiento, desde nuestra libertad, como limitación y como necesidad de asumir la

realidad185

.

Aquí apreciamos el final del puente que se establece entre un objeto concreto (La vida es

sueño), que continúa con la elaboración de las categorías teológicas Libertad, Pecado y

Gracia (teología fundamental); y que termina con una teología espiritual (discernimiento)

como aplicación de las categorías Pecado, Gracia y Conversión en la vida cotidiana, que

en el caso de Segismundo no anula su responsabilidad ni justifica sus acciones186

, como

tampoco en el nuestro, porque se explicita en hechos reales.

1. EL PALPITAR DE LA VIDA ES SUEÑO

Figura 1. Discernir para ser libre

Con esta imagen quiero mostrar el punto de partida del tercer capítulo, en donde convergen

de antemano, el primero y el segundo. Aparece un hombre que puede ser Segismundo; tal

vez usted, mi querido lector; o muy probablemente, la que escribe… Este hombre está

185 Huerta, Historia del teatro español, 1132. 186 Ruíz, Historia del teatro español: (desde sus orígenes hasta 1900), 316.

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rodeado de oscuridad; pero una luz que se proyecta desde arriba logra iluminarlo. Es lo que

llamaríamos aquí: gracia; esa gracia que logra transformar la persona, su entorno y a la vez,

genera una respuesta desde el fondo que le permite al personaje volver la mirada hacia

arriba. Entonces sólo hay dos opciones: una, levantarse; romper las cadenas y emprender el

camino que se vislumbra, el camino de la libertad, que sólo es posible desde el

discernimiento; la otra, quedarse ahí, sumirse en la esclavitud, ignorar la luz y desechar el

camino propuesto. La libertad, el pecado, y la gracia dan sentido a esta imagen, dan

sentido a La vida es sueño y dan sentido a nuestra vida.

La obra de arte es una invitación a participar, a hacer la experiencia, a ver por sí mismo187

.

Es así como, después de aceptar la invitación de La vida es sueño, siento el palpitar de su

esencia hoy. Es una obra que respira dentro de una atmósfera no puramente humana, sino

que trasciende las fibras sutiles del espíritu.

La concepción de "la vida como un sueño" es muy antigua: existen referencias en el

pensamiento hindú, en la mística persa, en la moral budista, así como en la tradición judeo-

cristiana y en la filosofía griega. Según Platón, el hombre vive en un mundo de sueños, de

tinieblas, cautivo en una cueva de la que sólo podrá liberarse tendiendo hacia el Bien.

Únicamente entonces el hombre desistirá de la materia y llegará a la luz. El influjo de esta

concepción platónica en la obra es evidente. Segismundo vive en principio dentro de una

cárcel, dentro de una caverna, donde permanece en la más completa oscuridad por el

desconocimiento de sí mismo (Ver Anexo A); sólo cuando es capaz de saber quién es,

consigue el triunfo, la luz.

En este ámbito aparece Segismundo, como espejo de nuestra realidad… Encadenado,

carente de libertad. Podríamos preguntarnos aquí nosotros, ¿qué nos roba la libertad?, ¿qué

nos esclaviza? Oímos a Segismundo en el verso 78 de la Jornada Primera, al interior de la

cueva: ¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice! Así, ya desde el inicio de la obra se define

187 Ver. Lonergan, Método en teología, 68.

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claramente la condición de nuestro personaje, como un "infelice", como alguien caído en

desgracia.

Un poco más adelante recita uno de los más célebres monólogos de la obra, y lo hace con la

misma fórmula:

¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice! / Apurar, cielos, pretendo / ya que me tratáis así,

/qué delito cometí / contra vosotros naciendo; / aunque si nací, ya entiendo /

qué delito he cometido. / Bastante causa ha tenido / vuestra justicia y rigor; /

pues el delito mayor / del hombre es haber nacido188

(Ver anexo B).

Así, a través de distintas comparaciones con elementos de la naturaleza, Segismundo va

ejemplificando y detallando el alcance de su desgracia; deja bien claro desde el principio

que le bastó con el simple hecho de nacer, por ello la reiteración del "nace" (el ave, el

bruto, el pez, el arroyo). La desgracia le viene por el hecho de nacer y esto se traduce en

una pérdida de la libertad, en un estar cautivo en esta vida. Él se considera con más vida, o

considera su vida superior a la de los demás elementos de la naturaleza y se pregunta qué

ley, justicia o razón puede negarle a él un don, la libertad, que Dios ha otorgado al cristal, al

pez, al bruto o al ave189

. De esta forma, establece por primera vez en el texto la

competencia entre dos tipos de leyes o de justicia: la divina y el destino o los hados190

. Pues

si por un lado reconoce a Dios como la fuente de la libertad de que disfrutan los elementos

de la naturaleza, por otro lado se interroga por esa otra ley, ya no divina, que le impide

disfrutar de esa libertad. Recordemos cómo el estar prisionero obedece a los designios que

los astros dibujaron sobre su vida el día de su nacimiento, anunciando su brutal

comportamiento y el destronamiento de Basilio, su padre.

También la consideración del hecho de nacer como motivo más que suficiente para caer en

desgracia remite por un lado, a la caída del mundo de la luz en el mito platónico y por otro,

al pecado original en el catolicismo, según el cual para pecar, para estar en pecado, basta

con nacer, con compartir la misma naturaleza de los primeros padres Adán y Eva, quienes

188

Calderón de la Barca, La vida es sueño, 28. 189 Ibid., 31. 190 Según la mitología clásica de Grecia y Roma, divinidad o fuerza desconocida que regía o determinaba el

destino de los seres humanos y los dioses.

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desobedeciendo, introdujeron el pecado en la condición humana. Ser humano y ser pecador

sería algo indisociable, una realidad que se manifiesta con el simple hecho de nacer. Todo

esto dibuja una concepción de la existencia como pecado en sí, como conciencia de culpa;

sin embargo, el primer o primeros pecadores no son, por tanto, los responsables de todos

los males, pero debemos recordar que la situación de pecado se arrastra desde el comienzo

de la historia, no como una mera suma de pecados personales, sino también como un

destino solidario (mejor sería decir “antisolidario”) de toda la humanidad. En este sentido,

el pecado de “Adán” nos ha constituido a todos pecadores191

.

1.1 PECADORES… PERO HIJOS

Precisamente en este capítulo, quiero dirigirme solamente a aquellos que se han sentido o

se sienten pecadores; a aquellos que no saben ni siquiera que lo son, pero que viven bajo el

influjo del pecado; a aquellos que se acostumbraron a vivir así, porque creen que esa es su

naturaleza; a aquellos que dan vida a las palabras de San Pablo: “…no hago el bien que

quiero, sino que obro el mal que no quiero” (Rm 7,19); a aquellos que quieren encontrar

otra posibilidad, pero no la encuentran; a aquellos que conociendo el amor de Dios, no

pueden abandonar su situación de pecado, porque sus fuerzas son insuficientes; a aquellos

que han escuchado en el fondo de su corazón las palabras de Jesús: “Aquel de vosotros que

esté sin pecado, que le arroje la primera piedra” (Jn 8,7). Quiero dirigirme solamente a los

pecadores, porque sólo a ellos busca Dios para ejercer su misericordia. Y como una mujer

buscada y encontrada por Dios, quiero dirigirme a ustedes.

Dios busca, pero sólo encuentra a quienes se dejan encontrar; y, a quienes encuentra, les

enseña a buscar y a encontrar. Este ejercicio permanente nos permite concluir que Dios no

tiene un escondite fijo; que cada escondite es la razón de nuestra búsqueda y cada

búsqueda la razón de su escondite. Nos debe alentar ser escondite en medio de nuestra

búsqueda y ser búsqueda en medio de su escondite. Es así como, después de sentirse

encontrado por Dios, nace el deseo de buscar y hallar su voluntad: ¿Qué quiere Dios de mí

aquí y ahora? La búsqueda de una respuesta convincente demanda una interrelación de

191 Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, 129.

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factores que aterrizan el sentido de la vida… Y es donde aparece San Agustín diciendo:

“Señor tú nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Nos

hizo para Él y llegará el día en que descansemos en Él. Somos hijos de Dios y esto marca la

diferencia, porque el sentido de la vida se fundamentará en vivir como hijos, buscando en

todo el mayor placer del Padre. Estas palabras se ratifican cuando en el bautismo de Jesús

se escucha una voz: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mt 3, 17). Y es

también en nuestro bautismo donde Dios nos reconoce como sus hijos, dándonos la gracia

santificante. Dicha gracia es la que nos borra el pecado, nos hace hijos de Dios, hace

posible que Él habite en nosotros y nos da la vida sobrenatural.

En La vida es sueño, la relación entre el Padre (Basilio) y el hijo (Segismundo) no es la

más ejemplar. Cuando Segismundo es presentado en el palacio, como príncipe, llama la

atención su comportamiento déspota. Hago el paralelo con lo que sucede cuando en el

bautismo, Dios nos presenta como hijos y nuestro comportamiento de ahí en adelante

tampoco es el mejor. Surge pues, la experiencia cotidiana del pecado de los bautizados, un

hecho evidente en la doctrina de la Iglesia y su liturgia: basta la existencia del sacramento

de la penitencia para probarlo. Por otra parte el mismo Concilio de Trento nos hablaba de la

concupiscencia, fruto del pecado y que lleva a él192

.

Para San Ignacio era difícil creer en la “maldad” de los hombres; sabía que la inmensa

mayoría de nuestras reacciones malas están provocadas por falsas esclavitudes: complejos,

miedos injustificados, angustias desproporcionadas, necesidades inmaduras de seguridad,

anticipaciones ansiosas, enquistamientos en modos relativos y vértigo de salir de ellos… Lo

anterior hace reaccionar al ser humano con agresividad o con poca generosidad193

. Pero

estamos llamados a salir de todo esto que nos roba la libertad. Desde este punto no

podemos olvidar que Dios no es un escultor, sino un alfarero. Nos modeló del barro y

cuando se modela el barro, además de ser una materia frágil, la figura nunca queda perfecta

cuando se modela a mano, es más perfecta cuando se hace con molde. Dios nos modeló a

192 Ibid. 193 Ver. González, Adiestrar la libertad, Meditaciones de los ejercicios de San Ignacio, 193.

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mano, no nos hizo con molde, por lo tanto no hay dos piezas exactamente iguales, y a todas

se le puede encontrar algún “defecto” respecto al modelo; entonces, mientras no aceptemos

lúcidamente las debilidades y flaquezas, estamos abocados a la frustración.

Cuando en la Semana Mayor celebramos la Vigilia Pascual, en la noche del sábado santo,

profundizamos en el significado y proyección del bautismo, que hace referencia a nuestra

inmersión en el misterio pascual. En esta noche se canta el Exultet o pregón pascual que

invita a exaltar y a alegrarse por el cumplimiento del misterio pascual, recorriendo en el

canto los prodigios cumplidos en la historia de la salvación (Ver anexo C). Este himno nos

recuerda la condición de nuestra naturaleza caída y la esperanza fundamentada en la vida,

pasión, muerte y resurrección de Cristo.

La vida de todo cristiano consiste en vivir el bautismo. Por tanto vivir como hijo implica

una actitud de profunda entrega a Dios, de búsqueda de “lo que más conduce” a realizar el

amoroso designio que el Padre tiene sobre nosotros. Diría San Ignacio: “Buscar y hallar la

voluntad divina en la disposición de la vida para la salud del ánima”194

. Esto sólo es

posible desde la libertad, la libertad de los hijos de Dios de la que nos habla San Pablo. Se

trata pues de “vivir la relación con el Padre desde nuestra libertad de hijos, cosa que supone

que los hijos busquen responsablemente “discernir” cuál es la voluntad del Padre”195

, sin

olvidar qué es lo que queremos profundamente para encontrar ese deseo profundo que está

en nosotros y que es vestigio en nosotros de quien está llamándonos. Tiene que ver con el

abandono que impulsa una súplica constante: Señor, dame lo que tú quieras; ¡eso es lo que

necesito!

1.2 CON LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO

¿Cómo hacer entonces para que Dios se complazca en nosotros? La respuesta la tiene Pablo

en su carta a los Filipenses cuando los exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo

194 Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, n. 1. 195 Vives, Josep, Vida cristiana y discernimiento, Barcelona: Cometa S.A., 2004, p. 6.

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(Flp 2, 5). “Hay que saber descubrir, buscar y valorar las actitudes de Cristo como indicios

y signos de lo que puede ser la voluntad de Dios para nosotros”196

, sin olvidar que Cristo es

Dios mismo hecho hombre, Dios que entra a vivir nuestra realidad humana como

nosotros. “Esta nueva libertad hace referencia a Dios, que desde el comienzo de la creación,

ha elegido al hombre para que éste pueda elegirlo a Él. El hombre libre está unido a su

creador. Su libertad consiste en estar gobernado por Cristo (Rm 3,27; 8,2 y Ga 6,2). Como

ama a Dios, no tiene la ley fuera de sí, ya que su voluntad se ha identificado con la voluntad

divina. Realiza la libertad por medio de la caridad (Ga 5,13ss). La nueva condición de hijo

le lleva a la franqueza ante Dios y ante los hombres (2Co 3,12)”197

. Esto se traduce en un

seguimiento de Jesús, que requiere hacer nuestro camino siguiendo la manera como él hizo

el suyo, discerniendo la correspondencia o falta de correspondencia entre sus formas de

actuar y las nuestras, teniendo en cuenta la diversidad del contexto histórico-social. Seguir

a Jesús es un modo de estar y ver la vida; sus actitudes básicas tienen que ver con la

fidelidad y entrega total a Dios (su Padre), en la totalidad y fidelidad de su entrega a los

hombres (sus hermanos).

1.3 EL SENTIDO DE LA VIDA

La vida es sueño se estrena en 1635 y se publica en 1636, cuando aún no había aparecido El

Discurso del método de Descartes, que se publicó en 1637. Frente a Descartes que re-anda

el camino des-andado recuperando todas las certidumbres necesarias para superar la

"duda", Segismundo no sale de su duda pero encuentra el sentido de la vida en la

conciencia moral. Siglo y medio después Kant escribirá en Crítica de la razón práctica:

"Mas sea verdad o sueño, / obrar bien es lo que importa: / si fuera verdad, por serlo; / si no,

por ganar amigos / para cuando despertemos". Esto me recuerda una escena, cuando llegué

al salón de los niños de transición y un niño me preguntó que quiénes eran los apóstoles.

Yo le dije que eran los amigos de Jesús; entonces le pregunté por qué creía que Jesús tenía

amigos y él me respondió con una firme certeza dibujada en sus ojos: ¡porque quería hacer

196 Ibid., 17. 197 Burggraf “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 568.

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más bien…! Todavía sigo meditando en esta respuesta tan profunda y me pregunto por los

posibles amigos de Jesús en esta vida, los que buscan darle verdadero sentido a su

existencia.

La tesis filosófica del título del drama que no significa que la vida es corta, igual a un

sueño, sino que pocas veces tenemos la conciencia de existir: “Si tales sucesos son

ilusiones o verdades”198

¿cuándo somos?, ¿cuándo vivimos con conciencia o cuándo nos

dejamos llevar por la existencia?

Aquí podríamos hablar de Segismundo como sujeto y por ende vernos reflejados en todas

sus operaciones inteligentes hasta llegar a la conversión moral; podríamos hablar de su

conciencia empírica, cuando despierta y ve formas, colores; de su conciencia intelectual,

cuando hace preguntas a partir de los datos de los sentidos, cuando piensa, imagina,

entiende y define; de su conciencia racional, cuando a partir de la conceptualización hace

preguntas para la reflexión y el juicio; de su conciencia moral y religiosa, cuando toma

conciencia con un asentimiento real, con un juicio que lo lleva a tomar decisiones

consecuentes.. Todo esto se puede apreciar claramente en sus monólogos magistrales.

Dice Segismundo en los versos 2150 - 2157 de la Jornada Segunda:

Es verdad; pues reprimamos / esta fiera condición, / esta furia, esta ambición / por si

alguna vez soñamos. / Y sí haremos, pues estamos / en mundo tan singular, / que el

vivir sólo es soñar; / y la experiencia me enseña / que el hombre que vive sueña / lo

que es hasta despertar199

.

Por tanto, el hombre "vive hasta despertar", con lo que hay una clara identificación del fin

de la vida, de la muerte, con el hecho de despertar de un sueño. Mientras vivimos soñamos,

cuando morimos despertamos. Sin embargo, unos versos más abajo encontramos: ¡que hay

quien intente reinar, / viendo que ha de despertar / en el sueño de la muerte!200

.

198 Calderón de la Barca, La vida es sueño, 38. 199 Ibid., 95. 200 Ibid., 96.

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Si nos atenemos a estos tres últimos versos, tampoco con la muerte lograríamos despertar

de nuestro sueño. Pues no se dice que el que busca reinar despierte de ese sueño, de esa

apariencia en el momento de su muerte. Lo que se dice es que aún después de dormir el

sueño de la vida, en el momento de despertar lo hará sólo para entrar en otro sueño, en el

sueño de la muerte. Con lo cual se niega aquí tanto la verdad del mundo de los vivos como

la verdad del mundo de los muertos, quedando manifiesta así la incapacidad de afirmar

nada seguro sobre ninguno de los dos mundos, que vienen a ser sólo distintos tipos de

sueños. Ante la imposibilidad humana de explicar el hecho de la vida y el hecho de la

muerte, el hombre se abandona al sueño tanto en vida como en muerte, se abandona a un

mundo aparencial, sin ninguna certeza mínima y lo que él cree despertares, se convierte en

una sucesión de sueños; una concepción de la vida y de la muerte como algo misterioso,

oscuro e indescifrable. De ahí que la única posibilidad de experimentar, tanto la vida como

la muerte, se asemeje y se exprese en forma de sueño.

Dice Segismundo a Rosaura en la Jornada Segunda: Sólo por ver si puedo / harás que

pierda a tu hermosura el miedo, / que soy muy inclinado / a vencer lo imposible. Hoy he

arrojado / dese balcón a un hombre que decía / que hacerse no podía; / y así, por ver si

puedo, cosa es llana / que arrojaré tu honor por la ventana201

. Y el mismo Segismundo a

Rosaura, en la Jornada Tercera: No te responde mi voz, / porque mi honor te responda; / no

te hablo, porque quiero / que te hablen por mí mis obras; / ni te miro, porque es fuerza, / en

pena tan rigurosa, / que no mire tu hermosura / quien ha de mirar tu honra202

.

Podemos observar cómo Segismundo ha dado un giro completo en su trato con Rosaura. Es

casi el final de la obra y vemos cómo se desvanecen nuestros deseos de terminar con un

bonito encuentro amoroso entre Segismundo y Rosaura. Sin embargo, el final justo se

impone sobre el final feliz. Es por eso que renuncia a Rosaura y deja que ésta recupere su

honor casándose con Astolfo: Pues ya que vencer aguarda / mi valor grandes vitorias, / hoy

ha de ser la más alta / vencerme a mí Astolfo dé / la mano luego a Rosaura, / pues sabe que

201 Ibid., 78. 202 Ibid., 123.

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de su honor / es deuda, y yo he de cobrarla203

. Segismundo se ha transformado, se ha

convertido, ha optado por valores muy nobles, que dan sentido a su existencia. Esa

búsqueda del sentido de la vida es inherente al ser humano y cobra importancia en la

medida que éste sea consciente de sus operaciones y opte, después de discernir, por los

valores que lo conducen hacia lo que es bueno, agradable y perfecto (Rm 12,2) y que se

convierten a la vez en signos de la gracia.

Por ello, se impone un fin moralizante en la obra que se explicita al término de la misma.

Al final de la Jornada Tercera dice por último Segismundo: pues así llegué a saber / que

toda la dicha humana, / en fin, pasa como sueño. / Y quiero hoy aprovecharla / el tiempo

que me durare, / pidiendo de nuestras faltas / perdón, pues de pechos nobles / es tan propio

el perdonarlas204

.

Segismundo nos cuenta a todos la enseñanza que ha sacado de sus vivencias: aprovechar la

dicha humana, el sueño, o mejor: el sueño de la dicha humana, el tiempo que dure; pues

como todo, también la vida, simplemente "pasa". Él sintetiza el carácter barroco en sus

intervenciones, las cuales están plagadas de metáforas, metonimias, hipérboles, hipérbatos,

preguntas retóricas, retruécanos, analogías e imágenes tanto visuales como auditivas. Todos

estos recursos se utilizan para demostrar la complejidad del pensamiento de esa época y las

dualidades tanto culturales como religiosas en el caso de la reforma y la contrarreforma.

Pedro Calderón de la Barca, al ser una persona tan religiosa, utiliza su obra para inculcar

los dogmas contrarreformistas205

.

1.4 LOS VALORES EN LA VIDA ES SUEÑO.

En La Vida es Sueño, se pueden apreciar algunos valores como la lealtad, el honor, el

perdón, el amor, entre otros; valores indispensables para una vida auténtica.

203

Ibid., 131. 204 Ibid., 132. 205 Entre los planteamientos fundamentales esta el promover el culto y mantener los dogmas entre otras

muchísimas cosas.

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97

La lealtad en La Vida es Sueño se da en aquellos personajes que se mantienen fieles a una

causa o a otro personaje. La lealtad la reflejan personajes como Clotaldo, Clarín, y los

soldados. Clotaldo por su fidelidad ante el rey; Clarín por su lealtad hacia Rosaura y, por

último, los soldados por su lealtad al príncipe ante su liberación. A lo largo de la obra,

Clotaldo desempeña su papel acorde a lo que el rey Basilio le ordena y lo cumple tal como

él se lo pide, sin hacer ningún reclamo; por esta razón, se puede deducir que el personaje de

Clotaldo es la mano derecha del rey y, además, su confidente. El mismo Segismundo

después de haber vivido lo que vivió se percata de la función de Clotaldo y se expresa así:

“A Clotaldo, que leal sirvió a mi padre, le aguardan mis brazos, con las mercedes que él

pidiere que le haga”206

. Así mismo, Basilio le demuestra su confianza a Clotaldo

contándole todo respecto a su hijo: “Clotaldo, muy justa es esa duda que tienes, y quiero

sólo a vos satisfacerla. A Segismundo mi hijo...”207

. Por otra parte, está la lealtad de Clarín

con Rosaura. Clarín acompañó a Rosaura en todas sus hazañas hasta el momento que la

muerte lo encontró. Clarín siempre fue leal a la causa sin importarle lo que pudiera pasar:

“...si dos hemos sido los que de nuestra patria hemos salido a probar aventuras, dos los que

entre dichas y locuras aquí habemos llegado, y dos los que del monte hemos rodado...”208

.

Sin embargo, la lealtad se sigue presentando en otros personajes de menor importancia

como son los soldados que van a proclamar la liberación de su verdadero príncipe:

“Vasallos, yo os agradezco la lealtad; en mi lleváis quien os libere...”209

.

El honor también está presente en La Vida es Sueño; es la dignidad que cada personaje

tiene. Se da en los personajes principales: Rosaura y Segismundo. Rosaura va a recuperar

su honor a Polonia, después de que Astolfo la dejó para casarse con Estrella en Polonia; por

aquella razón, Rosaura siente que tiene que vengar su deshonra: “Lo más que podré decirte

de mí, es el dueño que roba los trofeos de mi honor, los despojos de mi honra.

Astolfo...”210

. Para recuperar su honor, Rosaura le cuenta y le confía su historia a

Segismundo quien la ayuda en esta tarea, al igual que Clotaldo, su padre. Ellos dos hacen

206 Calderón de la Barca, La vida es sueño, 132. 207

Ibid., 61. 208 Ibid., 26. 209 Ibid., 103. 210 Ibid., 117.

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98

que Astolfo tome la mano de Rosaura y, de esta forma, pagar por su deshonra: “Astolfo dé

la mano luego a Rosaura, pues sabe que de su honor es deuda...”211

. Segismundo, por otro

lado, es un personaje que también busca su dignidad. Al principio, Segismundo se creía

sólo un prisionero que vivía en una simple torre, pero después su padre lo quiso liberar para

verificar el vaticinio y pusieron al descubierto la verdadera identidad de Segismundo.

Cuando él se vio como el príncipe que en realidad era, quiso vengar la deshonra que le

habían hecho pasar durante años y por ello actuó tiránicamente: “Luego, aunque esté en

este estado, obligado no te quedo, y pedirte cuentas puedo del tiempo que me has quitado

libertad, vida y honor...”212

. La segunda vez en que Segismundo quiso vengar su deshonra,

fue en su última liberación; sin embargo, esta vez él creyó que todo era un sueño, por esto,

cuando trató de recuperar su honor no lo hizo de la misma forma y con la misma intención

que lo había hecho anteriormente. Segismundo a este punto empezó a obrar bien, pues para

él en los mismos sueños tocaba hacer el bien: “Contra mi padre pretendo tomar armas, y

sacar verdaderos a los cielos. Presto he de verle a mis plantas. (Más si antes de esto

despierto, ¿no será bien no decirlo, supuesto que no he de hacerlo?”213

.

La obediencia es otro valor que encontramos en esta obra. Algunos personajes como

Clotaldo y Rosaura permiten apreciarla. Clotaldo como servidor del rey Basilio tiene que

obedecer a lo que él le pide y de aquí surge su lealtad hacia él. Clotaldo a lo largo de la obra

obedece al rey al pie de la letra y sin peros. Por ende, Basilio mandó a Clotaldo para que

educara y cuidara a su hijo desde que lo pusieron en la torre. Debido a la obediencia de

Clotaldo se crea una gran confianza entre él y su rey: “Fue, señor, de esta manera: con la

que apacible bebida que de confecciones llena hacer mandaste, mezclando la virtud de

algunas yerbas, cuyo tirano poder y cuya secreta fuerza así el humano discurso priva, roba

y enajena...”214

. El caso de obediencia que le corresponde a Rosaura es diferente, puesto

que ella se hace pasar por Astrea, criada de Estrella, para llevar a cabo su venganza. Es así

como Rosaura pasa de hombre a mujer, ya que al llegar al palacio le asignan ese cargo en el

211

Ibid., 131. 212 Ibid., 74. 213 Ibid., 103. 214 Ibid., 58.

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que tiene que cumplir a todo lo que Estrella le mandase. Cuando Rosaura estaba

cumpliendo uno de los mandatos de su patrona, Astolfo descubre su verdadera identidad; lo

que la lleva a desear con más fuerzas su venganza. También podemos apreciar que Rosaura

al igual que Clotaldo era fiel a su patrona, pues seguía al pie de la letra todo lo que Estrella

le mandaba sin ningún reclamo: “Honras, señora, a quien te obedece”. Por otra parte,

Estrella: “En el poco tiempo, Astrea, que ha que te conozco, tienes de mi voluntad las

llaves; por esto, y por ser quien eres, me atrevo a fiar de ti...”215

. Y de nuevo Rosaura

“...Sólo lo que yo diré es que Estrella (que lo puede ser de Venus) me mandó que en esta

parte le espere, y de la suya le diga que aquel retrato me entregue y yo misma se lo

lleve”216

.

La capacidad de perdonar se puede también apreciar. Algunos de los personajes de esta

obra, después de una ardua lucha, deciden renunciar a tener satisfacción de una venganza

por alguna ofensa que recibieron; en pocas palabras, deciden perdonar a aquellas personas

que los deshonraron. Tal es el caso de Rosaura, Segismundo y Clotaldo. Rosaura decide

perdonar a Clotaldo, su padre, ya que nunca estuvo a su lado y la abandonó tanto a ella

como a su madre. Rosaura al irse con Clarín a Polonia nunca pensó en encontrarse con su

padre, pues su objetivo era otro; sin embargo, desde el primer momento que piso la torre,

que Clotaldo vigilaba, él mismo la reconoció como un hombre, pero después cayó en

cuenta de que su hijo era una mujer. Clotaldo viendo que Rosaura estaba en Polonia para

recuperar su honor decide contarle la verdad sobre él; a pesar de que ella nunca recibió

nada de su padre, decide perdonarlo: “…pues vida no vida ha sido la que tu mano me dio.

Y si debe, ser primero liberal que agradecido, que me des la vida espero, que no me la has

dado; y pues dar agradece más...”217

. Segismundo también decide perdonar a su padre, ya

que el rey decide encerrar a su hijo en la torre para que no se cumpliera el vaticinio que se

dio cuando Segismundo nació. Allí pasó casi toda su vida sin saber que él era un príncipe,

pues su identidad se la tenían oculta; pese a todo esto Segismundo pasa de ser un tirano a

obrar bien y eso lo lleva a perdonar a su padre por lo pasado: “…En fin, pasa como sueño,

215 Ibid., 83. 216 Ibid., 87. 217 Ibid., 110.

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y quiero hoy aprovecharla el tiempo que me durare, pidiendo de nuestras faltas perdón,

pues de pechos nobles es tan propio el perdonarlas”218

. Clotaldo es otro personaje que

perdona a Segismundo, puesto que Segismundo cuando fue llevado al palacio trata de

matarlo y, además, blasfema contra él mientras duerme: “...más en sueños fuera bien

entonces honrar a quien te crió en tantos empeños, Segismundo, que aun en sueños no se

pierde el hacer bien”219

.

Por último, tenemos el amor y la astucia que forman también parte, al igual que todas las

anteriores, de la obra La Vida es Sueño. Los personajes que experimentan sentimientos de

afecto por otro son Rosaura, Astolfo y Segismundo. Rosaura era la novia de Astolfo antes

de que él partiera a Polonia, y por la deshonra de su amor fue en busca de su amado para

rendirle cuentas y vengar su honor. Al llegar a Polonia se dio cuenta de que Astolfo ya

estaba comprometido con Estrella, una doncella, pero aún así su amor por él prevalecía.

Igualmente pasó con el príncipe Astolfo, pues él a pesar de haberse comprometido con

Estrella, seguía sintiendo amor y un gran afecto por Rosaura. A razón de sus sentimientos

hacia ella, siempre portaba consigo un retrato de ella en muestra de lo que todavía sentía

por su amada Rosaura: “Pues, aunque fingirlo intenten la voz, la lengua, y los ojos, les dirá

mi alma que mienten. ¿Qué haré?...”220

. “…porque el alma nunca miente, y aunque como

Astrea te mire, como Rosaura te quiere”221

. Por otro lado, Segismundo empezó a sentir

cierto afecto por Rosaura desde que la vio en el palacio la primera vez que estuvo allí; por

consiguiente, trata de seducirla. La segunda vez que se la encontró, ella le confesó quién era

el dueño de su corazón y como Segismundo vio que su corazón no le pertenecía decide

ayudarla a recuperar su honor, al final logra hacer un compromiso matrimonial entre ella y

Astolfo: “De todos era señor, y de todos me vengaba; solo a una mujer amaba...”222

.

La astucia la podemos mencionar también. Esta habilidad es ejecutada por personajes como

Rosaura, ya que cuando ella decide ir a Polonia a reclamar lo suyo adquiere ciertas

218 Ibid., 132. 219

Ibid., 95. 220 Ibid., 86. 221 Ibid., 87. 222 Ibid., 95.

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transformaciones para evitar ser reconocida que confunden al lector y sólo hasta el final de

la obra se puede saber quién es realmente Rosaura: “La primera me creíste varón, en la

rigurosa prisión, donde fue tu vida de mis desdichas lisonja. La segunda me admiraste

mujer, cuando fue la pompa de tu majestad un sueño, un fantasma, una sombra. La tercera

es hoy, que siendo monstruo de una especie y otra, entre galas de mujer, armas de varón me

adornan”223

. Basilio es el otro personaje que usa su astucia para sacar por primera vez a

Segismundo de la torre y trasladarlo al palacio; y así mismo vuelve a usar su astucia para

devolver a Segismundo a la torre (después de percatarse que su hijo de verdad era un

tirano) y hacerle creer que todo lo que había presenciado era únicamente un sueño:

“Supuesto que sueño fue, no diré lo que soñé; lo que vi Clotaldo, sí...”224

. Y por último,

está la astucia de Segismundo, quien les hizo creer a los soldados que fueron a liberarlo que

iba a alzar armas contra su padre por haber puesto en el poder personas que no pertenecían

a Polonia; además, está el modo en que ayuda a Rosaura a recuperar su honor y resuelve

todos los conflictos, para que todos quedaran satisfechos: “Pues, porque Estrella no quede

desconsolada, viendo que príncipe pierde de tanto valor y fama, de mi propia mano yo con

esposo he de casarla...”225

.

De este modo culminamos lo que se refiere a los valores en la obra de Calderón. En la

medida en que los personajes, no sólo del drama, sino de la realidad actual, opten por los

valores verdaderos y sepan desechar lo que de ellos, los aparta, pueden mantenerse activos

en el ejercicio del discernimiento, que los conduce a la lucha permanente por alcanzar la

autenticidad. Esto es claro en el estilo de Calderón y él sabe muy bien cómo diluir el

carácter moralizante de sus escritos, en toda la armadura dramática que lo caracteriza.

La vida es sueño cuenta con gran cantidad de recursos y temas de esta época; pero su

verdadero valor se encuentra en el planteamiento de la libertad como un bien tan preciado

para la vida del hombre, el cual por estar privado de ella muta a un ser implacable y tirano

que pierde control sobre su conciencia y deja que su instinto actúe en su lugar. Esto

223 Ibid., 114. 224 Ibid., 94. 225 Ibid., 131.

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demuestra la transformación de hombre a bestia, ya que la parte de hombre deja ser

dominada por la parte de bestia o mejor dicho el instinto. En pocas palabras, Segismundo

pierde el autodominio al ser privado de su libertad. Esto lo lleva también a perder su libre

albedrío ya que cuando una persona está cegada por el instinto o por la ira pierde el control

sobre su cuerpo y deja de tener toda posibilidad de tomar decisiones sabias y correctas. Por

todo lo anterior veo la necesidad de una educación responsable de la libertad hoy.

2. PECADO, GRACIA Y CONVERSIÓN COMO “DIFERENCIALES” DE LA

LIBERTAD HUMANA

Partiendo de la importancia del discernimiento como educación responsable de la libertad;

y, después de asumir que cada persona, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural

de ser conocida como un ser libre y responsable y que el derecho al ejercicio de la libertad

es una exigencia inseparable de su dignidad226

, quiero hablar del pecado, la gracia y la

conversión, en una forma analógica, como “diferenciales” de la libertad humana en

movimiento.

“Propio de la libertad cristiana es ser liberación del mal y del pecado; la libertad más

perfecta consiste en no poder pecar”227

; aunque es evidente que los seres humanos somos

frágiles, somos contradictorios, llevamos en nosotros instintos que frecuentemente

desembocan en la agresión a los otros, en la violencia, en el sufrimiento de quien no

merece sufrir, ni tiene por qué sufrir. Podríamos decir que nuestra libertad es una libertad

fracturada.

Quisiera en este apartado establecer la coyuntura entre una teología fundamental, (con las

categorías, Libertad, Pecado y Gracia) y las categorías Libertad, Pecado y Conversión que

nos llevan hacia una teología espiritual, desde el discernimiento. La conversión es tomada

226 Ver. Burggraf. “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 569. 227 Ladaria, “Gracia”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 429.

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como una oferta libre hacia la autenticidad, después de una experiencia permanente de

caídas.

2.1 PECADO

Sólo desde fuera nos vamos haciendo una idea de lo que es pecado; desde el exterior

accedemos a nuestra responsabilidad cara a los demás y cara a la realidad. Por esta razón,

cuando hablamos del pecado en abstracto, podemos evadir la responsabilidad y decir

simplemente que somos pecadores, que somos egoístas; pero cuando hablamos del pecado

en concreto, éste ya tiene nombres y apellidos concretos. Debemos preguntarnos a qué

somos más sensibles entonces: si a lo que creemos que ofende a Dios o a lo que vemos que

hace sufrir a alguien, porque es importante aterrizar nuestras faltas en lo concreto y no en lo

abstracto, porque el Evangelio nos dice: “… En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno

de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). Aquí juega un

papel muy importante el carácter de “malicia” y de “fealdad” del pecado. La idea es que

nos vayamos sensibilizando en la fealdad: cuando consideramos que una cosa “es feo

hacerla” (fealdad), difícilmente la haremos; si vemos la cosa fea, vamos bien. Por otra

parte, el pecado es pecado, no porque haya una norma y se esté infringiendo, sino porque

hace daño (malicia).

Quiero hablar de la experiencia de pecado en el nuevo Testamento, que no destruye, sino

que descubre la propia verdad y la misericordia de Dios, que salva siempre en cualquier

circunstancia y reconstruye. La clave del cambio está en “aborrecer”. Esta palabra recoge

un desengaño en la orientación de la sensibilidad, porque era positiva hacia algo y se ha

convertido en lo contrario. Sólo el aborrecimiento es señal de verdadero dolor. San Ignacio

nos propone tres niveles donde pide aborrecimiento: el primero tiene que ver con pedir

conocimiento interno de “mis pecados”, un conocimiento revelador, que descubre la

fealdad y la malicia, (de ahí viene el aborrecimiento); el segundo tiene que ver con sentir el

desorden de “mis operaciones”, y al sentir, aborrecer, (porque sólo aborreciendo, se da la

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enmienda y el orden); y el tercero, tiene que ver con el conocimiento del mundo228

, porque

tenemos unos condicionantes, un ambiente, unos valores, de los que no podemos salir

porque ya se han incorporado a la sensibilidad (y sólo si llegamos a aborrecerlos, se dará el

cambio que nos llevará a la conversión). Lo que intenta San Ignacio es sensibilizarnos

negativamente; quiere colocar en su sitio los sentimientos negativos para que no nos

destruyan.

Vale la pena ratificar que no podríamos hablar de pecado, si no es desde el amor

misericordioso de Dios, pues “Cristo interviene desde su resurrección (Rm 1,5) en la

existencia del creyente y crea la vida y la libertad (2Co 3,18) frente al pecado y la ley (Rm

6,18-23). Esta presencia operante de Cristo en el interior del hombre es prueba de la gracia

de Dios y expresión de su amor”229

. El hombre sólo no puede salir de su pecado; necesita

de la gracia que “es victoriosamente superior al pecado y no puede ser interrumpida por

aquel”230

.

2.2 GRACIA

Siempre me ha llamado la atención, la última expresión de San Ignacio en su oración de

entrega: “Dadme tu amor y gracia que esto me basta” ¿Qué es pues la gracia si sólo esto

nos basta para un camino de libertad? Tendríamos que referirnos al intento de Leonardo

Boff de construir prácticamente toda la teología de la gracia sobre la base de la experiencia.

Según él, sólo la experiencia de la “gratuidad” es un camino válido de acceso a la reflexión

teológica sobre la gracia. Sólo si somos capaces de entender el mundo y la existencia como

don podemos entender el regalo que Dios nos hace de sí mismo. Todo en el mundo es don,

es gracia, porque es reflejo y manifestación del don de Dios en su Hijo y en el Espíritu. La

gracia “es la potencia que triunfa del pecado y de la muerte y que aporta así la libertad”231;

esa libertad que nos hace obrar movidos por el amor que da lugar a una experiencia de la

228 Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, n. 63. 229

Hermann, “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, 189. 230 Berger, “Gracia”, en: Rahner, Karl y Alfaro, Juan (dirs), Enciclopedia Teológica Sacramentum Mundi,

312. 231 Faber, “Gracia”, en: Lacoste, Jean-Yves (dir), Diccionario Akal Crítico de Teología, 530.

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gracia y que es la experiencia de Dios mismo porque quiere hacerse presente en nosotros.

Es así como “quien busca su justificación por la ley, se aparta de la gracia (Ga 5,4). Sólo

por el Espíritu de la fe existe esperanza de justificación (Ga 5,5). Y únicamente quien se

encuentra bajo la gracia no es esclavo del pecado (Rm 6,14). El hombre no alcanza por su

propio esfuerzo ni siquiera la libertad frente al pecado y la culpa (Rm 3,9ss), mucho menos

la justificación como aceptación graciosa por parte de Dios”232

. La conversión también se

da por efectos de la gracia: “La conversión a la fe cristiana es también gracia”233

.

2.3 CONVERSIÓN

La conversión es el dinamismo resultante de un continuo discernir para corregir las

operaciones sesgadas que conducen a la inautenticidad; mientras que la autenticidad se

regula por el ejercicio adecuado de los dinamismos que lo constituyen como tal. En este

ámbito incluye Lonergan el término técnico de conversión, que puede ser intelectual,

moral o religiosa. Todas están relacionadas entre sí; cada una constituye un tipo diferente

de acontecimiento y tiene que ser considerada en sí misma antes de ser puesta en relación

con las demás.

La conversión-posición intelectual se da cuando la realidad conocida no es sólo mirada; es

dada en la experiencia, es organizada y generalizada por el entender y es afirmada por el

juzgar y el creer; la conversión / posición moral / existencial lleva a la persona a cambiar el

criterio de sus decisiones y elecciones, sustituyendo los gustos por valores; la conversión /

posición religiosa es una entrega total y permanente de sí mismo, sin condiciones, ni

cualificaciones, ni reservas. Es una respuesta positiva al amor de Dios. En esta medida, “la

vida cristiana puede ser correctamente comprendida como una continua conversión hacia su

creador y salvador”234

.

232 Hermann, “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, 190. 233 Ladaria, “Gracia”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 426. 234 Molina, “Pecado”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 780.

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En esta medida es el discernimiento el que articula todo lo anterior y nos encamina hacia la

autenticidad, que se hace visible en nuestras relaciones con los seres humanos, porque es

ahí donde podemos ofender a Dios o, por el contrario, fundirnos con él, incluso en aquellos

casos de quienes ni saben que eso es así o hasta en la situación de los que no creen en un

“Dios” que les han intentado imponer por la fuerza del miedo o de la culpa, pero que en

realidad no es el Dios que se nos ha revelado en Jesús de Nazaret235

.

3. LA TRINIDAD EN LOS DINAMISMOS DE LA LIBERTAD, EL PECADO Y LA

GRACIA

Hablo de la Trinidad porque tiene mucho que ver con las categorías teológicas que

escogimos para este estudio. La Libertad, el Pecado y la Gracia son los “invariantes” de la

salvación y la Trinidad se constituye en protagonista de la historia de la salvación, que

involucra también al hombre.

La mayor unión con Dios significa la mayor realización posible de la propia esencia y del

propio ser de criaturas. En esta medida aparece la Trinidad en la historia de la humanidad y

en la de cada persona. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no se relacionan con nosotros

del mismo modo: “la adopción se apropia al Padre como autor, al Hijo como ejemplo, al

Espíritu Santo como a aquel que imprime en nosotros la semejanza con este ejemplo”236

;

aunque hay en su acción una íntima unidad: en nuestra participación en la vida divina de la

Trinidad somos “hijos”, pero no “padres” ni “espíritus santos”, porque el Espíritu se nos da

sólo en cuanto Espíritu de Jesús.

3.1 EL PADRE

En virtud de la filiación divina, el Padre se nos da, admitiéndonos a la comunión que con él

tiene Jesús, amándonos con el amor con que lo ama a él; el Padre nos ama en el Hijo

porque en él nos eligió antes de la constitución del mundo (Ef 1,4). El Padre que ha

235 Castillo, Víctimas del pecado, 217. 236 Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, 256.

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exaltado a su derecha a Jesús crucificado, nos contempla a todos como muertos y

resucitados con Cristo (2Co 5,14ss.) y así nos hace partícipes de su vida. Dios Padre, fuente

y principio de toda la historia de la salvación, envía al mundo a su Hijo y al Espíritu para

conducir a sí mismo toda la humanidad; entonces, el Padre de Jesús se hace y se muestra

como nuestro Padre.

3.2 EL HIJO

Según Santo Tomás, el Hijo es la causa ejemplar de la adopción; nuestra filiación depende

de la suya; luego, el punto inmediato de referencia para nuestra filiación no es el Verbo

Eterno, sino Jesús, el Hijo encarnado; y es así como participamos en la condición de Hijo

de Jesús, en cuanto él ha asumido nuestra condición humana, se ha hecho lo que nosotros

somos, para que pudiéramos ser lo que él es. Todos los momentos de la vida de Cristo

tienen su especial valor en el desarrollo de su fraternidad con nosotros, que nos hace hijos

de Dios. El Padre nos da al Hijo y éste se entrega también a nosotros en su encarnación,

muerte y resurrección en obediencia a los designios del Padre; y juntamente con el Padre y

de parte de él nos envía su Espíritu Santo. Si en Cristo, en virtud de su divinidad, se realiza

la perfección del hombre, también en nosotros se dará una mayor plenitud en la medida en

que nos identifiquemos con él.

3.3 EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo, es el vínculo de unión entre las dos primeras

personas y por ello nos une a todos en Jesús para que por medio de él, tengamos acceso al

Padre (Ef 2,18). Es enviado por el Padre y por Jesús resucitado y sólo en virtud de su

presencia podemos los hombres vivir como hijos de Dios en Jesucristo.

El Espíritu Santo es el don de Dios por excelencia; por ello se puede afirmar que de alguna

manera es la persona divina más inmediatamente próxima a nosotros; nos hace capaces de

vivir como hijos de Dios, nos configura según Cristo, nos libera del dominio del pecado y

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de la muerte. “El Espíritu es el vínculo, la unión amorosa del Padre y del Hijo; por ello en

el Espíritu se actualiza la obediencia del Hijo encarnado, su libre identificación con la

voluntad del Padre”237

; en el seguimiento del impulso del Espíritu Santo se concreta la

obediencia de Jesús a Dios en cada momento. Éste se ha hecho presente en Jesús para que

pudiera llevar a cabo la misión que le había sido confiada.

La libertad, el pecado y la gracia intervienen también en esta historia de amor filial. El

misterio de la gracia es el misterio del amor del Padre a todos los hombres, que le permite

desde su libertad, desvelar en Jesucristo el plan de salvación universal por el que, en su

voluntad insondable, libre y gratuita, ha destinado a los hombres a entrar en comunión con

él (Ef 1, 3-14).

“Dios probó su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, Cristo murió por nosotros”

(Rm 5,8). Pero esa incomprensible acción salvadora significa la justificación del pecador

ante Dios y, en consecuencia, el “acceso a la gracia” (Rm 5,2) como comunidad vivificante

con él. (…) Esto “se ha hecho posible por medio de la obediencia del nuevo Adán (Rm

5,12-21), quien por ser la cabeza del nuevo linaje, comunica la vida nueva: la libertad frente

al pecado, la ley y la muerte para toda la humanidad”238

. Y siendo como somos hijos, Dios

envió al centro de nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, un Espíritu que clama Abba,

Padre. Así que ya no somos esclavos, sino hijos (Rm 3,24; 6, 14-15; 8, 15, 17; Ga 4, 3-7).

Y ahora nos queda todo un camino de libertad desde el discernimiento en donde “`la gracia

posibilita la libertad humana, porque Dios actúa en nosotros no por un impulso físico sino

por la atracción del amor que pide una respuesta”239

; la respuesta de una vida auténtica, una

vida de respuesta positiva al amor del Padre.

Así es como durante la historia de la salvación, tanto de la humanidad en general, como de

cada persona en particular, existe una permanente comunicación entre la Trinidad y su

237 Ibid., 252. 238 Hermann, “Gracia”, en: Fries, Heinrich (dir), Conceptos fundamentales de la Teología, 188. 239 Ladaria, “Gracia”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 429.

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criatura. Cada una de las personas de la Trinidad desempeña un papel en esta historia de

amor: Dios ama y el hombre sólo tiene que dejarse amar. Dios lo crea, como Padre (le da la

gracia); como Hijo, lo redime (lo libra de la esclavitud del pecado); como Espíritu Santo,

lo santifica (le abre el horizonte de la libertad) y el hombre sólo tiene que dejarse amar.

4. EL DISCERNIMIENTO, CAMINO DE AUTENTICIDAD

“El discernimiento constituye el equilibrio que es el signo afectivo de la dirección

auténtica en el movimiento de la vida, el estado en que se pueden hacer buenas

decisiones”240

.

En una oportunidad, hablando de las implicaciones de nuestra existencia en la tierra,

pregunté a un grupo de jóvenes por sus sueños; uno me respondió que quería encontrar la

libertad absoluta. Por un momento me imaginé a ese joven descubriendo un tesoro bajo

tierra; pero luego pensé que la libertad no es una piedra preciosa, sino un camino de

discernimiento constante que busca, como con una brújula, el norte que nos hace libres,

felices, auténticos…

Hay dos aspectos que abren el camino a la tradición del discernimiento: el primero es la

diferenciación del mundo de la trascendencia como esfera distinta del ser; y, el segundo,

concomitante del primero, es la emergencia del alma bien ordenada, como la fuente y el

criterio del orden de la sociedad, y de Dios como la fuente y el criterio del alma bien

ordenada241

. La tendencia hacia el orden, la experiencia de encontrar esa dirección en el

movimiento de la vida es universal; pero la manera en que se entiende varía según las

diferencias de conciencia. En el cristianismo se añade un componente netamente

soteriológico a las diversas tradiciones axiales242

de discernimiento.

240

Doran, Robert, La teología y las dialécticas de la historia, México: Editorial JUS Universidad

Iberoamericana, 1993, p.251. 241 Ver. Ibid., 249. 242 Crucial para la evolución espiritual de la humanidad.

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El discernimiento no es un invento de los jesuitas; ni siquiera de San Ignacio, aunque es

cierto que él contribuyó, a través de los Ejercicios Espirituales, a que se reconociera su

importancia y se difundiera su práctica243

:

El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, y

mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas

para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado.

De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayuden para su

fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo cual es

menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es

concedido a la libertad de nuestro libre albedrío; en tal manera que no queramos de

nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor,

vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y

eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados244

.

Con estas palabras San Ignacio explica en qué consiste el Principio y Fundamento, base de

nuestra felicidad. La felicidad no es lo mismo que comodidad o diversión; en esta medida la

felicidad propia del cristiano consiste en hacer y buscar todo aquello que más nos acerque a

Dios; es una plenitud tal de sentido en la vida, que sólo se puede sentir, experimentar y

vivir cuando se comparte con otros, nunca en la soledad. En esta medida podemos hablar de

la excentricidad del discernimiento, que nos saca constantemente de nosotros mismos para

pensar en los demás. Esa es la buena noticia del Reino que nos muestra Jesús en los

Evangelios, en donde se habla con frecuencia de pecadores, de personas con conductas

desviadas, de gentes desorientas y perdidas, que luego de un encuentro con Jesús, se

percibe la alegría como resultado, la felicidad del que se siente bien, del que experimenta la

paz y el gozo, sin jamás sentirse censurados, ni acusados, ni menospreciados y menos

condenados.

El discernimiento es don y tarea: don porque se nos da con Cristo entregado y tarea porque

es posible de nuestra parte mantener una actitud vigilante, despierta. Estar sintonizados con

el misterio cosmotrascendente de la integridad es incorporar el esquema que este criterio

243 Ver. Vives, Vida cristiana y discernimiento, 17. 244 Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, n. 23.

Page 111: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

111

asumió al encarnarse en Jesús; así, el estar en sintonía con el criterio cosmotrascendente de

la integridad es vivir conforme a la ley de la cruz245

; entonces viene la pregunta ¿quiero yo

estar en sintonía con esto?

4.1 EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS

El camino dinámico de la autenticidad (genuinidad) humana accede a un cúlmen en el

proceso de autotrascendencia y se abre al don gratuito de Dios: “El amor de Dios…

derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).

Este don es la base insustituible de la experiencia religiosa de estar enamorado sin

restricciones.

El discernimiento espiritual para un seguimiento (o “proseguimiento”, como dicen ahora

algunos) de Jesús es un conocimiento interno para más amarlo y seguirlo246

, es una

expresión de esa experiencia religiosa cristiana de enamoramiento irrestricto. Ahora bien,

se trata del discernimiento en su punto de llegada, pero sabemos que es un proceso de

interiorización (autenticidad, autotrascendencia) creciente (on going), que cuenta con el

sustrato orgánico y psíquico, especialmente con los sentimientos de la persona que

discierne. No es una mera interiorización espiritualista desencarnada.

Dentro del mismo dinamismo de interioridad y sobre la base de la experiencia religiosa, el

discernimiento parte de unos datos muy concretos de realidad, que entran en la experiencia

personal y/o comunitaria y/o cósmica de la persona que discierne; pasa por la comprensión

de esos mismos datos y llega al “chispazo inteligente” (insight), para llegar después a un

juicio factual, de realidad, que frente al valor, considerado como un bien objeto de elección,

constituye un juicio de valor, presupuesto de una autoconciencia racional para una decisión

auténtica.

245 Ver. Doran, La teología y las dialécticas de la historia, 250. 246 Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, n. 104.

Page 112: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

112

En el caso del seguimiento de Jesús, este mismo seguimiento es el valor buscado dentro del

dinamismo del deseo de encontrar lo que se quiere en la experiencia a fondo de los

Ejercicios, concretamente según la manera ignaciana. Precisamente el punto culminante de

esa experiencia es la elección de un estado de vida o de una decisión más madura por Jesús.

Es la experiencia que se va profundizando, a través de la contemplación de los misterios de

la vida de Jesús y de la toma de pulso, en su momento dentro del proceso ignaciano, de la

inteligencia del Reino (en Dos Banderas)247

, de la voluntad de compromiso por ese Reino

(en Tres binarios)248

y del corazón que desea llegar, con la gracia del Señor, a la locura de

la cruz, por un deseo de imitación mayor, en la cumbre del enamoramiento sin

restricciones (Tres maneras de humildad)249

.

La tradición del discernimiento en el cristianismo habla de consolación, de desolación y de

falsa consolación. San Ignacio percibe estos movimientos dentro de sí: hay situaciones que

le producen paz y otras desazón y tristeza. A la consolación le atribuye el ser don del buen

espíritu, a la desolación le atribuye el ser causada por el mal espíritu. La desolación no se

puede equiparar a la consolación, si equipamos al “buen espíritu” con “el mal espíritu” y les

damos la misma consistencia teológica, más allá de la constatación fenomenológica que

hace Ignacio del movimiento de espíritus, caemos en un maniqueísmo250

de consecuencias

dramáticas en la vida cotidiana. La falsa consolación es un ilusorio descansar en un

desplazamiento, ordinariamente en la dirección de la trascendencia.

Digo en la consolación: Ha empezado la función; / se han abierto los telones… / Hoy soy

público y actor; / Soy la historia con actores. Digo en la desolación: Se ha acabado la

función; / Se han cerrado los telones… / No soy público ni actor; / Soy la historia sin

actores.

247 Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, n. 136-148. 248 Ibid., n. 140-157. 249

Ibid., n. 164-168. 250 Los maniqueos creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el Bien y el

Mal, que eran asociados a la Luz (Zurván) y las Tinieblas (Ahrimán) y, por tanto, consideraban que el

espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio.

Page 113: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

113

Discernir es disponer nuestra persona, saber escuchar, tener ojos para ver y oídos para oír.

Captar el Espíritu de Dios (discernir) es un proceso apasionante, liberador y creativo, que

pretende encontrar el paso del Señor en todas las cosas y así en todo amar y servir. No se

trata de controlar al Espíritu, el Espíritu es libertad; se trata de dejarse conducir por Él y

tener el atrevimiento de experimentar la libertad en el seguimiento del Señor. “Sólo quien

es verdaderamente dueño de sus actos, puede entregar este dominio a otro y mantener viva

esta decisión. El amor quiere comprometerse, entregarse. La libertad es el don más grande

en el ámbito natural. La entrega por amor es el ejercicio más noble de este don”251

.

Discernir es la auténtica participación cristiana en la historia salvífica de la victoria sobre el

pecado y el mal. Vivir lo cotidiano como nuevo es clave para discernir, examinar, ponernos

a prueba, pleitear con la realidad para vivir desde la Gratuidad que supone la vida cotidiana:

vivimos en el tiempo y en espacios concretos. El examen252

cobra pues una importancia

enorme, porque cuando no se da el discernimiento se da el sometimiento al propio yo, o a

cualquier otro agente esclavizante. Se trata de llegar a la elección de una respuesta auténtica

a la palabra de Dios en cada situación concreta de la vida.

4.2 DISCERNIMIENTO, PRINCIPIO DE LIBERTAD

El discernimiento en confrontación con Jesús, hombre para Dios y para los demás, nos ha

de iluminar sobre cómo hemos de ser hombres de Dios para los demás. El discernimiento

cristiano consiste en disponerse para dejarse llevar por el Espíritu de Dios, que nos ha sido

prometido, “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad

completa…” (Jn 16,13), de esta manera “…conoceréis la verdad y la verdad os hará

libres” (Jn 8,32), “porque el Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está

la libertad” (2Co 3,17). Esta libertad es la que quiero anunciarles, a todos ustedes mis

amigos “pecadores”, porque estamos llamados a una libertad que nosotros mismos hemos

251 Ver. Burggraf “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 573. 252 El examen valora el acierto de las opciones personales, a través del discernimiento de los efectos afectivos

y efectivos que llevan consigo dichas opciones. Es evaluar, intentar valorar (medir) el grado de implicación

de la persona en los valores y, en general, en el proceso de su crecimiento integral, lo que facilita el proceso

de aprendizaje y madurez durante toda la vida.

Page 114: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

114

malbaratado y malempleado. El Espíritu de Jesús nos da la posibilidad de cambiar la

mirada, de situarnos en la realidad de un modo distinto, desde la libertad liberada.

El hombre puede ser libre porque tiene un norte y sólo un norte puede unificar la pluralidad

constitutiva del ser humano, impidiendo que una de sus dimensiones esclavice a las otras;

entonces si el hombre puede ser libre, debe serlo o al menos intentarlo. “Nadie deja de ser

libre por el hecho de seguir un camino necesario que le lleva a un fin querido por él mismo.

De esta forma se manifiesta que la elección es sólo un acto secundario de la libertad. El

acto primordial es el amor”253

; es así como “la auténtica libertad se ejerce en la fidelidad a

las promesas. Pero la verdadera fidelidad por otro lado, no es posible sin libertad, sin un

amor siempre renovado”254

.

Quiero terminar este apartado con una invitación a dejar la indiferencia, para poder

descubrir cada día los movimientos internos que nos llevan a una vida auténtica o

inauténtica, gracias a nuestra libertad, puente y obstáculo entre Dios y nosotros; dejar la

indiferencia para comprometernos con Dios y mantenernos fieles hasta el fin, porque “una

persona capaz de hacer una promesa y mantenerse fiel a ella durante toda la vida, es una

persona libre”255

; dejar la indiferencia para ser más sensibles a la realidad que nos rodea y a

ejemplo de Jesús ser extremadamente sensibles, antes que a los propios deberes, a las

necesidades de los otros, pues “Jesús era uno de los pocos que pasan por este mundo siendo

fieles a la ética de la necesidad de todo el que sufre, por la causa que sea, aunque se trate de

los que sufren por su propia culpa”256

. Eso es lo que de verdad le importó y le interesó a

Jesús, porque se dio cuenta como nadie de que, en última instancia, en la felicidad o el

sufrimiento de los seres humanos es donde nos jugamos el problema de la trascendencia, es

decir el problema de nuestro encuentro o alejamiento de Dios257

, en donde juega un papel

importante la libertad, el pecado y la gracia.

253 Ver. Burggraf “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 573. 254

Ver. Ibid., 574. 255 Ver. Ibid. 256 Castillo, Víctimas del pecado, 215. 257 Ver. Ibid., 217.

Page 115: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

115

CONCLUSIONES

Al terminar este gratificante trabajo, no podría explicitar lo que concluyo, si pretendo

encerrar como en una burbuja los pequeños y grandes “insights” para mostrarlos como

objetos de museo. Quiero simplemente compartir los puntos de llegada que se convierten

hoy en puntos de partida para un estudio cada vez más profundo de la literatura, desde un

oasis como La vida es sueño; de la teología, desde el recorrido teológico-doctrinal de la

libertad, el pecado y la gracia; y, de la vida cotidiana de un sujeto, desde su anhelo de

plenitud y búsqueda de autenticidad, que no sería posible sin el ejercicio constante del

discernimiento, como educación responsable de la libertad.

Desde el ámbito de la literatura podríamos decir que toda obra artística pone en juego, tanto

para el autor como para el lector, la condición personal del sujeto y la develación de sus

más profundos misterios. En tal sentido la literatura, “con sus múltiples virtualidades

estéticas e intencionales, permite indagar “diversos niveles de trascendencia”, dada su

potencialidad para “suscitar en el espíritu… vibraciones que los conceptos claros y distintos

no suelen producir258

. En esta medida, el escenario para un diálogo entre la teología y el

arte está y estará siempre disponible. Por parte de la reflexión propiamente teológica, ha

habido una constante preocupación, y en especial desde el Vaticano II, por aproximarse a la

cultura y sus diversas expresiones.

Cabe recordar que es inherente a toda gran literatura, y a todo gran arte, una función

humanizadora y una manifestación de la trascendencia sagrada. En el caso particular de la

expresión teatral, que “empieza (…) con la aparición del hombre sobre la tierra y sigue,

episodio por episodio su camino”, se puede bien decir que es la misma expresividad de la

historia humana en tal función y manifestación. Con ello se entiende que todo gran

dramaturgo busque “los significados más recónditos y sutiles” en la misma vida y sus

258 Blanch, El espíritu de la letra, 8.

Page 116: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

116

conflictos, “y, gracias a la magia del escenario, los transforma en un patrimonio común

para todos”259

.

Bernard Lonergan, con su propuesta de vuelta al sujeto, amplía el horizonte del teólogo a la

hora de elaborar la teología en dos fases: la primera, una teología mediadora (Investigación,

Interpretación, Historia y Dialéctica), y la segunda, una teología mediada (Fundamentos,

Doctrinas, Sistematización y Comunicación). Es así como desde el ámbito de la teología, se

podría hablar de la libertad, el pecado y la gracia como “invariantes” de la salvación; y del

pecado, la gracia y la conversión como “diferenciales” de la libertad humana. En esta

medida, se logra pasar de una teología fundamental a una teología espiritual

(discernimiento): lo que funciona en abstracto, desde las categorías, funciona en lo concreto

desde la espiritualidad.

Con lo anterior, hemos justificado la pertinencia y posibilidad de nuestro proyecto sobre la

base de la función humanizadora y la presencia de la trascendencia en la obra literaria, y

hemos manifestado cómo, en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, situamos

sobre un centro de interés, referido a las categorías, presentes en aquel tiempo y actuales

hoy: la libertad, el pecado y la gracia. Esbozada la preocupación particular de Calderón por

estos temas, que siguen siendo actuales para la teología, fue fecundo abordar un

acercamiento a la obra de Calderón desde una lectura creyente, teológica, de la misma,

convencidos de la potencialidad humanizadora y trascendental que nos ofrece la literatura.

Con estos elementos, en La vida es sueño se hace presente una problemática vigente aún

hoy día. El Segismundo de ayer sigue presente en el Segismundo de hoy y al dilucidar la

actualidad del sentido y valor, de la libertad, el pecado y la gracia, a partir de la obra La

vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, para descubrir los dinamismos internos que le

permiten al hombre alcanzar la autenticidad, teniendo en cuenta que “la autenticidad

humana no es algo como una cualidad pura, alguna serena libertad a salvo de todo

259

Sopena, Historia del teatro, 7.

Page 117: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

117

descuido, de toda equivocación, de todo error, de todo pecado”260

, cobra un sentido real y

concreto el discernimiento en la vida del hombre.

El Sujeto, en su deseo implícito de trascender, va constituyéndose un ser auténtico en la

medida que opera con el deseo de entender; de entender correctamente, de afirmar lo real y

de alcanzar lo que es valioso. ¡Ser auténtico, demanda un ejercicio constante de decisión!

Por esto es imposible hablar de autotrascendencia y autenticidad, sin recordar las

operaciones del sujeto. Hablar de autenticidad es hablar de la conversión moral y al abordar

la autotrascendencia, la enmarcamos en el nivel del sujeto existencial que se pregunta por

lo que es verdaderamente valioso. Al alcanzar su autotrascendencia, el sujeto existe

auténticamente; y este dinamismo humano de autotrascendencia lo lleva al desarrollo de la

autenticidad personal y comunitaria.

Desde el ámbito del sujeto, es bueno recordar el principio y fundamento como punto de

partida y de llegada de toda vida auténtica:

"El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y

mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas

para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado.

De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su

fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto lo impidan. Por lo cual, es menester

hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a

nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de

nuestra parte, mas salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor,

vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y

eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados"261

.

Esto que San Ignacio expone como un dato básico, que debe integrar todo ser humano, se

presenta en su dimensión teológica; tiene presente el mundo fundado y conservado por el

amor de un Creador; puesto, ciertamente, bajo la esclavitud del pecado, pero liberado por

Cristo, quien, con su crucifixión y resurrección, quebrantó el poder del maligno para que el

260 Lonergan, Método en teología, 252. 261 Ignacio de Loyola, Exercicios Spirituales, n.23.

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118

mundo se transforme según el designio divino y llegue a su consumación. Así actualiza el

concepto con dos hechos básicos en la historia del hombre: el pecado de nuestros primeros

padres, que nos marcó con el pecado original, y la Redención de Nuestro Señor Jesucristo,

que restauró la vocación del hombre para su salvación.

El peligro ahora es confundir la indiferencia, de la que nos habla San Ignacio, -que es el

objetivo por excelencia durante la vida terrenal-, con la apatía de no reaccionar frente a la

problemática del pecado y de la propia conversión, separándonos, por omisión, del plan de

Dios respecto de nuestra salvación. Dios espera una respuesta libre a su amor: “una

persona que es capaz de hacer una promesa y mantenerse fiel a ella durante toda la vida, es

una persona libre”262

. El discernimiento, hace posible esta libertad. Toda persona que sienta

en el fondo de su ser un llamado genuino a ahuyentar lo que la distrae del fin y a disipar el

ruido que le impide escuchar la voz de Dios; toda persona que se mantenga en este ejercicio

permanente que prepara al cristiano para vencer el mal, cree en lo que podría llamarse

autenticidad: buscar por todos los medios cultivar la fidelidad, para llegar a ser algún día lo

que fuimos en nuestra esencia original, ¡imagen y semejanza de Dios! Lo anterior,

enmarcado en un camino, el camino de seguimiento a Jesús, nos lleva a una dimensión

verdaderamente profunda.

262 Ver. Burggraf, “Libertad”, en: Izquierdo, César (dir), Diccionario de teología, 574.

Page 119: EL DISCERNIMIENTO COMO EDUCACIÓN RESPONSABLE DE LA ...

119

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.

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124

ANEXO A

Segismundo en la caverna

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125

ANEXO B MONÓLOGO 1

Apurar, cielos, pretendo,

ya que me tratáis así,

qué delito cometí

contra vosotros naciendo;

aunque si nací, ya entiendo

qué delito he cometido;

bastante causa ha tenido

vuestra justicia y rigor,

pues el delito mayor

del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber,

para apurar mis desvelos

(dejando a una parte, cielos,

el delito de nacer),

-qué más os pude ofender

para castigarme más?

¿No nacieron los demás?

Pues si los demás nacieron,

¿qué privilegios tuvieron

que yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas

que le dan belleza suma,

apenas es flor de pluma,

o ramillete con alas,

cuando las etéreas salas

corta con velocidad,

negándose a la piedad

del nido que deja en calma;

¿y teniendo yo más alma,

tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel

que dibujan muchas bellas,

apenas signo es de estrellas

(gracias al docto pincel,

cuando atrevido y cruel

la humana necesidad

le enseña a tener crueldad,

monstruo de su laberinto;

¿Y yo, con mejor instinto,

tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,

aborto de ovas y lamas,

y apenas bajel de escamas

sobre las ondas se mira,

cuando a todas partes gira

midiendo la inmensidad

de tanta capacidad

como le da el centro frío;

y yo, ¿con más albedrío,

tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra

que entre flores se desata,

y apenas, sierpe de plata,

entre las flores se quiebra,

cuando, músico, celebra

de las flores la piedad

que le da la majestad

del campo abierto a su huida;

¿y yo, teniendo más vida,

tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,

un volcán, un Etna hecho

quisiera arrancar del pecho

pedazos del corazón:

¿qué ley, justicia o razón

negar a los hombres sabe

privilegio tan suave,

excepción tan principal,

que Dios le ha dado a un cristal,

a un pez, a un bruto y a un ave?

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MONÓLOGO 2

pues reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos;

y si hacemos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

en este engaño, mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe;

y en cenizas le convierte

la muerte (¡desdicha fuerte!);

¿que hay quien intente reinar

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

de estas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

Y los sueños, sueños son.

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ANEXO C PREGÓN PASCUAL

Exulten los coros de los ángeles

exulte la asamblea celeste,

y un himno de gloria

aclame el triunfo del Señor resucitado.

Alégrese la tierra

inundada por la nueva luz;

el esplendor del rey

destruyó las tinieblas,

destruyó las tinieblas,

las tinieblas del mundo.

Que se alegre nuestra Madre la Iglesia

resplandeciente de la gloria de su Señor

y que en este lugar resuene unánime

la aclamación de un pueblo en fiesta.

El Señor esté con vosotros,

Y CON TU ESPÍRITU.

Levantemos el corazón,

LO TENEMOS LEVANTADO HACIA EL

SEÑOR.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

ES JUSTO Y NECESARIO.

Realmente es justo y necesario,

exaltar con el canto la alegría del

espíritu,

y elevar un himno al Padre

Todopoderoso

y a su único Hijo, Jesucristo.

Él ha pagado por todos al eterno Padre

la deuda de Adán,

y con su sangre, derramada por amor,

ha cancelado la condena antigua

del pecado.

Esta es la Pascua

en que se inmola el Cordero.

Esta es la noche

en que fueron liberados

nuestros padres de Egipto.

Esta es la noche

que nos salva de la oscuridad del mal.

Esta es la noche

en que Cristo ha vencido la muerte

y del infierno

retorna victorioso.

¡Oh admirable condescendencia

de tu amor!

¡Oh incomparable ternura y caridad!

por rescatar al esclavo

has sacrificado al Hijo.

Sin el pecado de Adán

Cristo no nos habría rescatado.

¡Oh feliz culpa!

que mereció tan grande redentor,

¡Oh feliz culpa!

¡Oh noche maravillosa,

en que despojaste al Faraón

y enriqueciste a Israel!

¡Oh noche maravillosa,

tú sola conociste la hora

en que Cristo resucitó!

¡Oh noche que destruyes el pecado

y lavas todas nuestras culpas!

¡Oh noche realmente gloriosa

que reconcilias

al hombre con su Dios!

Esta es la noche

en que Cristo ha vencido la muerte

y del infierno retorna victorioso.

En esta noche acepta, Padre Santo,

este sacrificio de alabanza

que la Iglesia te ofrece

por medio de sus ministros,

en la liturgia solemne de este cirio

que es signo de la nueva luz.

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Te rogamos, Señor, que este cirio

ofrecido en honor de tu nombre

brille radiante;

llegue hasta Ti como perfume suave,

se confunda con las estrellas del cielo;

lo encuentre el lucero de la mañana,

esa estrella

que no conoce el ocaso;

que es Cristo tu Hijo,

resucitado,

resucitado

de la muerte.

Amén, amén, amén