El domingo pasado veíamos que Jesús, Dios, es nuestro Pastor y cuánto nos interesa seguirle no...
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El domingo pasado veíamos que Jesús, Dios, es nuestro Pastor y cuánto nos interesa seguirle no como alguien extraño externo, sino como hijos.
Hoy, por medio de otra alegoría, se nos dice que no sólo debemos
seguirle, sino vivir entrañablemente
unidos a Él.
Para poder dar fruto tenemos que estar unidos a Él como una rama está unida al tronco del árbol.
Como las ramas no pueden fructificar sin la planta
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así tampoco
ustedes, si de mi vida se apartan.
así tampoco ustedes, si de mi vida se apartan.
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Así nos lo dice hoy Jesús en el evangelio, que
es del evangelista san
Juan.
Jn 15, 1-8
Dice así:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."
Lo esencial en el evangelio de este día es que debemos llegar a formar una verdadera unidad con Jesucristo, especialmente porque pertenecemos al Cuerpo Místico de Cristo.
Jesús nos pone el ejemplo del arbolito que produce las uvas, con las cuales se hace el vino. Se llama “la vid”, y a las ramas se las llama “los sarmientos”. Hay bastante en la tierra de Jesús. Y siempre ha sido muy estimado.
Como es natural, los sarmientos deben estar unidos a la vid, si quieren producir frutos. De la misma manera nos dice Jesús que nosotros debemos estar unidos a Él, si queremos producir frutos de vida eterna.
De tal manera esto es así, refiriéndose al arbolito de la vid, que las ramas de otros árboles, separadas del tronco, pueden servir para algo; pero los sarmientos, que son las ramas de la vid, sólo sirven para el fuego.
Otra característica de la vid es que, si se quiere que produzcan más y mejores uvas, todos los años conviene cortar o podar los sarmientos, pues los que salen nuevos tienen mayor vigor que si se quedasen a producir los viejos, es decir, los del año anterior.
El ejemplo de la vid y los sarmientos es muy interesante en esto de la poda. Porque más que otros árboles frutales, necesita que le corten las ramas (los sarmientos), pues esos sarmientos viejos producirían
unos frutos pequeños y casi inservibles.
Así pasa con nuestra vida. Tenemos que dejar que Dios
corte por donde quiera para que el fruto sea más exquisito.
Nuestra vida suele tener mucho follaje y hojarasca, demasiadas
tendencias materiales que conviene podar.
Esto lo va explicando el mismo Jesús cuando dice que el Padre lo poda “para que dé más fruto”. Lo difícil es dejarse podar al estilo como quiere el Señor. Por eso es necesaria mucha unión con Dios.
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Si el Padre poda las ramas, más fruto llevan las cepas.
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Si el Padre poda las
ramas, más fruto
llevan las
cepas.
Hoy nos enseña Jesús que el ideal en la vida espiritual no es la preocupación del crecer sino el unirnos cada vez más con Dios. Estar unido con Dios es más que ser buen hijo, que se puede aparentar.
La unidad es compartir todo. El ejemplo de las ramas con el árbol es compartir la savia, que es la vida. Ser verdadero discípulo de Jesús es tener una unidad de pensamiento, de sentimiento y dinamismo con Él.
Estar unido con Jesucristo es tener
muy dentro sus palabras, sus
huellas, su amor. Hasta poder decir como san Pablo: “Vivo yo, pero no
soy yo, sino Cristo quien vive en mi”.
San Agustín decía: “Nosotros
no somos cristianos sino
que somos Cristo”. O como decía el Cura de Ars: “Debemos ser como dos trozos de cera
que se funden en uno solo”. Como su madre María.
Si en Cristo queremos vivir y caminar en su luz
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tengamos el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.
el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.
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Esta unión debe ser permanente. No basta un rato de fervor. El ser permanente no quiere decir que estemos siempre rezando o pensando en Dios, sino que el trabajo y ocupaciones estén impregnados del amor a Dios y dirigidos hacia el bien.
Esta debe ser nuestra mayor preocupación en la vida: Que nuestra vida o nuestro ser esté unido a Cristo Jesús. Si es así, aunque no estemos demasiado preocupados por los frutos de nuestra vida o de nuestra actuación, ciertamente serán abundantes.
Y Jesús nos dice hoy otra cosa muy interesante: Que si estamos unidos con Él, todo lo que pidamos se nos concederá. Porque hay muchos que se quejan de no conseguir lo que piden a Dios.
¿No estamos persuadidos de que lo más importante en nuestra vida es estar unidos con Dios? Entonces ¿Para qué queremos muchas cosas si no nos van a ayudar a unirnos más con Dios? Poder estar cada vez más unidos con Dios debe ser nuestra principal oración.
Hay muchas personas que, cuando hacen oración, no desean hacer la voluntad de Dios, sino que Dios haga la voluntad de ellos. Así no hay un mismo sentir con Dios, ni deseamos nuestra verdadera felicidad.
Lo que hoy nos dice Jesús es que si nuestros pensamientos fuesen los suyos y nuestras acciones y voluntad fuesen la suya, es cierto que Dios nos tendría que dar lo que pedimos, pues sólo pediríamos lo que a Dios agrada.
Así que para tener esta unión con Dios, como han tenido y tienen tantas personas buenas, lo primero y esencial es “estar en sintonía con Dios”.
Mi espíritu
está
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Mi espíritu
está
Mi espíritu
está
Mi espíritu
está
en sintonía con mi Padre.
El Espíritu de Dios
ha hecho
morada en mi
corazón.
Su verdad
me penetró
Mi espíritu
está
en sintonía con mi Dios.
Mi espíritu
está
Mi espíritu
está
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Otra consecuencia de esta alegoría es que los sarmientos deben estar unidos entre sí. De ello nos dice hoy san Juan en la 2ª lectura, hablándonos de cómo debe ser ese amor en concreto.
1Juan 3,18-24
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos
plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada.Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre
de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que
permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
No basta con decir que estamos
unidos con Dios, pues puede
parecer un poco abstracto. Debe
manifestarse en la obras respecto a los demás: que amemos y nos
amemos.
Los sarmientos deben estar unidos entre ellos. No puede decir una rama a la otra: la savia sólo para mi, no para ti.
Debe haber unidad porque tenemos la misma sa-via. La misma gracia de Dios circula por nosotros.
Y nos tenemos que amar no de cualquier modo, sino como Jesús nos ha amado. Este es un ideal al que nunca llegaremos, pero debemos tender hacia él.
El amor de Cristo, al que debemos imitar, es auténtico, limpio, gratuito, respetuoso, paciente, entrañable,, compasivo, oblativo,, ilimitado, incondicional, universal y definitivo. Ahí tenemos materia para trabajar en nosotros.
Si estamos en sintonía con Dios, nuestro amor será
misericordioso, compasivo,
enternecido con cualquier miseria
humana. Amaremos más a
los que más lo necesitan,
evitando los exclusivismos y
privilegios.
Amar hasta el fin significa no sólo hasta la muerte,
sino pasando por las cruces y dificultades
pequeñas de cada día. Así es cómo
estaremos en sintonía con Dios.
Y para terminar recordamos una vez más el ejemplo que Jesús nos pone para estar unidos plenamente con Él. Nosotros somos como sarmientos de la vid verdadera que es Él. Si no estamos unidos con Él, no podemos hacer nada. Si estamos unidos a Él, lo podemos todo.
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Todo sarmiento que en mi
no da fruto Él lo corta y lo
poda.
Permaneced en mi amor
como yo permanezco en vosotros.
Si permanecéis en mi, como
yo en vosotros,
el Padre os va a dar a
todos en mi
nombre.
Unidos como
María con Jesús.
AMÉN