+++El duelo incurable

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El duelo incurable Por Juan Bautista Ritvo Lo que Lacan ha aportado a la concepción del duelo (aunque más que un aporte se trate, en verdad, de una mutación radical) está contenido en este párrafo tan complejo y a la vez luminoso de la clase del seminario La angustia del 30 de Enero de 1963: Sólo estamos de duelo por alguien de quien podemos decirnos “Yo era su falta”. Estamos de duelo por personas a quienes hemos tratado bien o mal y respecto a quienes no sabíamos que cumplíamos la función de estar en el lugar de su falta. Lo que damos en el amor es esencialmente lo que no tenemos, y cuando lo que no tenemos no vuelve, hay, sin duda, regresión y al mismo tiempo revelación de aquello en lo que faltamos a la persona para representar dicha falta. Pero aquí, debido al carácter irreductible del desconocimiento acerca de la falta, tal desconocimiento simplemente se invierte, o sea que la función que desempeñábamos de ser su falta ahora creemos poder traducirla como que hemos estado en falta con esa persona –cuando por eso le éramos precisamente indispensables–. 1 Comentar este texto me parece más interesante que divagar en torno a un tema que, lo sabemos por la clínica, lo sabemos por nuestra propia vida –si no hemos sido paralizados por la neurosis–, resiste a cualquier teorización porque, al igual que la melancolía pero desde un ángulo diverso, nos enfrenta con aquello de lo que jamás seremos contemporáneos: ni de nuestro nacimiento, ni de nuestra muerte y ni siquiera del nacimiento del acto como tal: siempre llegamos tarde. En el momento del acto (es, se sabe, fórmula del propio Lacan) el sujeto no está presente. La clave del párrafo es el amor. En la versión cristiana corriente, la caridad consiste en dar lo que tenemos a quien le hace falta para ser; ahora bien, si lo que no tenemos y transmitimos (transmitir es oficiar de agente de pasaje entre dos, entre un significante y un sujeto en posición de objeto, no un vínculo de persona a persona) es el falo 2 , el que lo recibe experimenta el bienestar deslumbrante de una ausencia. La dehiscencia del amor, término de la botánica que designa una apertura para que surja el polen o las semillas, desconoce totalmente la plenitud de la falta; desconoce ese carácter ambiguo que se vuelve dolorosamente cierto cuando el duelo produce una inversión regresiva. Creemos haber estado en falta con respecto a aquel que nos falta, creíamos faltarle porque suponíamos, falsa y necesariamente, que al darle algo, cualquier cosa con valor fálico, incluso un gesto, debíamos cubrir su falta y por un efecto retroactivo calmar nuestra herida, cuando en verdad vivimos en y por el vacío que es pura dehiscencia del deseo, aunque, en la misma medida, se nos vuelva intolerable en virtud del incurable vínculo del éxtasis y el júbilo con la angustia. Tomemos el atajo de un ejemplo, entre tantos; el de un hombre que

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El duelo incurablePorJuan BautistaRitvo Lo que Lacan ha aportado a la concepcin del duelo (aunque ms que un aporte se trate, en verdad, de una mutacin radical) est contenido en este prrafo tan complejo y a la vez luminoso de la clase del seminario La angustia del 30 de Enero de 1963:

Slo estamos de duelo por alguien de quien podemos decirnos Yo era su falta. Estamos de duelo por personas a quienes hemos tratado bien o mal y respecto a quienes no sabamos que cumplamos la funcin de estar en el lugar de su falta. Lo que damos en el amor es esencialmente lo que no tenemos, y cuando lo que no tenemos no vuelve, hay, sin duda, regresin y al mismo tiempo revelacin de aquello en lo que faltamos a la persona para representar dicha falta. Pero aqu, debido al carcter irreductible del desconocimiento acerca de la falta, tal desconocimiento simplemente se invierte, o sea que la funcin que desempebamos de ser su falta ahora creemos poder traducirla como que hemos estado en falta con esa persona cuando por eso le ramos precisamente indispensables.1

Comentar este texto me parece ms interesante que divagar en torno a un tema que, lo sabemos por la clnica, lo sabemos por nuestra propia vida si no hemos sido paralizados por la neurosis, resiste a cualquier teorizacin porque, al igual que la melancola pero desde un ngulo diverso, nos enfrenta con aquello de lo que jams seremos contemporneos: ni de nuestro nacimiento, ni de nuestra muerte y ni siquiera del nacimiento del acto como tal: siempre llegamos tarde. En el momento del acto (es, se sabe, frmula del propio Lacan) el sujeto no est presente. La clave del prrafo es el amor. En la versin cristiana corriente, la caridad consiste en dar lo que tenemos a quien le hace falta para ser; ahora bien, si lo que no tenemos y transmitimos (transmitir es oficiar de agente de pasaje entre dos, entre un significante y un sujeto en posicin de objeto, no un vnculo de persona a persona) es el falo2, el que lo recibe experimenta el bienestar deslumbrante de una ausencia. La dehiscencia del amor, trmino de la botnica que designa una apertura para que surja el polen o las semillas, desconoce totalmente la plenitud de la falta; desconoce ese carcter ambiguo que se vuelve dolorosamente cierto cuando el duelo produce una inversin regresiva. Creemos haber estado en falta con respecto a aquel que nos falta, creamos faltarle porque suponamos, falsa y necesariamente, que al darle algo, cualquier cosa con valor flico, incluso un gesto, debamos cubrir su falta y por un efecto retroactivo calmar nuestra herida, cuando en verdad vivimos en y por el vaco que es pura dehiscencia del deseo, aunque, en la misma medida, se nos vuelva intolerable en virtud del incurable vnculo del xtasis y el jbilo con la angustia. Tomemos el atajo de un ejemplo, entre tantos; el de un hombre que durante aos estuvo ligado a una mujer intensamente amada y en la misma medida intensamente odiada, a la que senta que no poda faltarle y siempre le faltaba bajo la forma de innumerables y consentidos actos de infidelidad; cuando ella inesperadamente muere y nada menos que en un hotel de citas en brazos del mejor amigo de la pareja, nuestro personaje se vuelve, de repente, un asceta. Aos ms tarde, al experimentar un renacimiento de su deseo, bajo la forma del ardor que le despierta una mujer entrevista en el subte, se ve asaltado por una intensa sensacin de culpabilidad, tan intensa que llega a asustarse porque siente que est asediado por un mortal sentimiento de autocastigo; y as se hunda, cada vez ms, en una actitud melanclica.

La argumentacin que urda, reforzaba, como es habitual, el goce sintomtico. Se deca y deca en anlisis: De alguna forma yo la lanc a ese lugar del cual no pudo salir, volvindola cmplice de la envidia de mi amigo; as ella termin su vida como puta; y l como traidor y yo en el lugar de mierda del cornudo. El curso del anlisis mostr que sus infidelidades, que tanto sufrimiento le provocaban a la extinta eran, de alguna manera, las nicas sensaciones intensas que sta llegaba a experimentar en una vida cuya faz visible para el paciente, estaba signada por la ms inhibida frialdad.

As sus faltas aparentes de lealtad conyugal eran el tributo ms adecuado ms neurticamente adecuado, desde luego, a la falta constitutiva del deseo de su partenaire. Y al revs, a l mismo esas faltas le hacan falta para no quedar atrapado en una relacin melanclica que repitiese su penoso vnculo con una madre demasiado ensimismada en su fro y distante narcisismo. Las visicitudes del duelo muestran casi al desnudo (y por ello de una manera intolerable, incurable) que no hay intersubjetividad: un sujeto se liga a otro sujeto slo si ste ocupa un lugar de objeto fantasmtico. De todas formas, habra que guardarse de otorgar a estos trminos su sentido habitual e incluso su sentido ms escolarmente filosfico3. Porque lo que llamamos sujeto es un polo de estremecimiento y de vacilacin, de temor y temblor, para usar los trminos de Kierkegaard de los que Lacan dispone en Subversin del sujeto; y en cuanto al objeto, si es que podemos desligarlo de las habituales y torpes asociaciones con la llamada cosificacin4, es en verdad un mdium5, en el sentido literal de medio, pero asimismo en su sentido espiritista de agente hipnotizado e hipnotizador de transmisin de lo que se agita en Otro lugar.

Ese objeto es para cada cual un sitio de traduccin, inversin y regresin, trminos que Lacan ha empleado en el prrafo que comentamos y a los cuales podemos devolver su poder explicativo. Lo que otro me dice, lo que otro me muestra, lo percibo a travs de la cristalizacin de lo que supongo son sus intenciones significativas. No obstante, todo lo que recibo a lo largo de una convivencia con esa trama objetual a la vez amada y odiada, deja subsistir el ruido de lo que parece emanar del caos, de lo que no se adecua totalmente al cdigo cristalizado en rasgos e imgenes. Esa tensin que dura lo que dura la relacin, esa tensin entre la codificacin y lo que escapa a ella, ese desfasaje entre lo sobrecodificado y lo que perturba y hasta amenaza con hacer zozobrar a la mquina y que los narradores suelen captar con tanta sensibilidad, es el lugar de una constante inversin de mensajes que, en determinado momento, cuando desaparece bruscamente el partenaire, entra en estado de catstrofe; he aqu el instante de la regresin. Y con esta expresin quiero designar, al menos provisoriamente, una forma peculiar de retorno de lo reprimido: en el tiempo en que el lazo del sujeto con su objeto se constituy (el vocablo lazo es insustituble, por lo que sugiere: quedar enlazado, quedar tomado, anudado) lo esencial de ese lazo se reprime profundamente para reaparecer, de improviso, tras el fallecimiento. Lo que vuelve es un verdadero revenant. Un spiritus6, un espectro, incluso, sobrevuela la escena durante un tiempo variable pero intenso e imperioso, y lo hace porque el comercio con este husped desconocido7 ha pasado a las interioridades y culmina instalndose, provisoria o definitivamente, como una amenaza para el sobreviviente.

El muerto como parsito lleva a revivir muchas veces de manera delirante y durante el tiempo que dure el duelo, todo lo que desde el comienzo parasita nuestra propia vida y que se confunde con lo que en ella hay de incurable porque constituye ese luto del que nunca acabamos de desprendernos, el duelo por nuestra propia existencia. _________________ 1. J. Lacan, El seminario. Libro 10. La Angustia, Paids, Bs. As., 2006, p. 155. 2. En la versin oficial del seminario quinto, Formaciones del inconsciente, Paids, Bs. As. 1999, clase del 23 de abril de 1953, p.359, prrafo final, la frmula del amor es la siguiente: dar lo que no se tiene, es dar lo que no tiene, el falo, a un ser que no lo es. En las versiones no oficiales, que circularon mucho antes que sta, la frmula es la misma, salvo la clusula ... a un ser que no lo es. Entre una y otra expresin no hay diferencias tericas sealables y hasta se podra decir que en la expresin dar lo que no se tiene es tcita la admisin que aquel que recibe el falo no lo es en modo alguno. No obstante, sealo las divergencias porque ha dado lugar a no pocas polmicas. Qu dijo verdaderamente Lacan? Eso es algo a lo que no voy a contestar, ya que cualquier respuesta nos introducira en el infierno de descubrir la presunta verdadera palabra y las querellas religiosas que estn en juego. O, en todo caso, la verdad de la palabra no es otra cosa que lo que yace entre las lneas de las diversas versiones, autorizadas, desautorizadas, oficiales, oficiosas, problemticas, insostenibles. 3. Filsofos como Adorno, quien ha fundado su obra en la preeminencia del objeto, escapan a esta crtica. 4. La llamada cosificacin es falsa porque en todos los casos intenta preservar una supuesta intimidad al margen de todas las cristalizaciones sin las cuales no hay sujeto. 5. Segn el espiritismo, el mdium es un agente, generalmente mujer y ostensiblemente histrica, que ofrece su cuerpo para la encarnacin momentnea de los espectros de Otro mundo. Ms all del oscurantismo de esta concepcin propia del siglo XIX y quiz de la histeria en su momento histrico de apogeo, hay all un sntoma que podemos, como todo sntoma, tomar en serio. Si el fantasma es un marco para la identificacin con objetos libidinales, esos objetos, cuando quedan efectivamente incorporados a la vida inconsciente del sujeto, se transforman en objetos medimnicos, voces y miradas a travs de las cuales se reflejan y deforman las voces y los aspectos del mundo. Es el fundamento de la fascinacin. 6. En la obra de Marsilio Ficino, el spiritus, que es pneumtico, es decir, areo, soplo vital, es un eslabn entre la gravedad de la materia, porque es ms sutil que sta, y la liviandad del alma, porque es ms grosero que sta. El vocablo, ya se sabe, tiene vasta resonancia: hablamos, por ejemplo, del espritu del vino, de su capacidad de embriagarnos. 7. La expresin le pertenece a Maurice Maeterlinck.